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Cultura

Eloy en el recuerdo de los amigos

En el primer mes de su fallecimiento

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Por Edwin Sarmiento
(periodista, cronista)

Han pasado 30 días desde que el poeta de Hora Zero y mejor cronista de prensa escrita, Eloy Jáuregui, partió a la eternidad. Gran amigo, diestro en la escritura, artista de la palabra, Eloy, dejó el recuerdo de haber vivido la vida como sólo él la quiso vivir: en libertad. Sus amigos lo recordamos con la ironía a flor de piel, conversador, versátil en los temas, imaginativo hasta para contar una verdad. Muchas veces no se sabía si que lo decía con mucha pasión y verbo encendido respondía a sus convicciones, o, en mucho, era para provocar una discusión en la que solía enfrascarse con alma, vida y corazón. Así era el buen Eloy, el hermano, el poeta que cuando cogía el teléfono era para no soltarte conversando durante horas, hasta que se iban agotando los temas o la fatiga de su maltrecho cuerpo ya no se lo permitía en los últimos tiempos. O la batería de nuestros celulares nos dejaban en silencio.

En memoria de él, he pedido a algunos amigos comunes dejar testimonio de sus recuerdos con el amigo que solía entonar boleros, bailar salsa brava, cantar a dúo conmigo las canciones del Picaflor de los Andes y Flor Pucarina, a quienes él retrató magistralmente en sus atrapantes crónicas escritas después de la media res de rigor, en el bar-restaurante Queirolo de sus amores. Precisamente aquí lo recuerda, Oscar Queirolo, dueño del ya legendario lugar de Quilca con Camaná, Cercado de Lima, desde los años 70 del siglo pasado, cuando los jóvenes de Hora Zero, único movimiento cultural en el país y Latinoamérica, que tiene 54 años de vigencia y mucha producción intelectual, llegaban, silenciosos, y se apostaban en las mesas, hasta que caía alguno con el ansiado ron entre los brazos.

Entonces, los ánimos se encendían, hablaban de política, de poesía, de los grupos musicales en moda, entonces los Rolling Stones, los Beatles y otros que se hacían presentes junto con la Sonora Matancera, los Compadres (legendario dúo cubano) o la nueva trova cubana. Leían sus textos poéticos en plena creación y el futuro les importaba un carajo. Entre ellos estaba el joven Eloy. Era el más pulpín de todos. “Ellos eran roneros”, recuerda Oscar. Pero a Eloy le gustaba el pisco Biondi y el vino Castillo del diablo, sigue recordando Óscar. También su buen sancochado, especialidad de la casa. “En plena pandemia, él me llamaba y yo mismo le llevaba su buen plato de sancochado y él me decía que lo devoraba como preso político”, evoca Óscar, con la voz quebrada. Y yo paso al testimonio de los amigos que me alcanzaron sus textos, antes del cierre de edición.

Jorge Pimentel, poeta, fundador del movimiento Hora Zero

Eloy Jáuregui fue un hermano para nosotros. Pero, además, fue un integrante fundamental del movimiento Hora Zero. Estuvo en nuestras luchas, congresos, manifiestos, revistas y recitales en todo el Perú. Eloy también encarnó el espíritu de Hora Zero, su vitalismo, su crónica y su épica urbana, la creación urgente, irreverente y rebelde de la palabra, la creación como aventura y riesgo. Eloy se dio a la vida sin hipocresías, y la amó como ningún otro. El Perú le debe mucho. Gran parte de la historia cultural y artística del Perú está en las páginas de Eloy Jáuregui, en lo que él escribió y en su propia vida.   Hora Zero y el Perú le deben mucho.

Fernando Obregón, periodista

Eloy Jáuregui era la alegría del movimiento Hora Zero y de sus amigos. Igual que el escritor Miguel Burga, otro de sus desaparecidos integrantes, tener a Eloy en una reunión horazeriana era una fiesta sin hora de cierre. Todos los temas podían discutirse con él y siempre la lección final era una mirada positiva para con los amigos. Su alegría y buen humor no escondía su severidad y exigencia literaria y creativa, que casi siempre acompañaba con una ironía fina o un comentario punzante que te hacía reflexionar. Al interior de las reuniones de los poetas de Hora Zero las discusiones siempre fueron frontales, muy exigentes. Y Eloy era un pugilista verbal siempre buscando un buen sparring. Para ser parte del movimiento debías tener una gimnasia mental en forma, lecturas actualizadas y una correa bien ancha, si querías aprender de aquellos gigantes. Eloy era uno de los encargados de abrir el debate siempre al grano y si no seguías el ritmo perdías.

Hacia fines de 1990, el Chino Domínguez nos invitó a Eloy y a mí para hacer un reportaje, donde él haría las fotos ¿Dos periodistas para el miso reportaje?, preguntó Eloy o quizá yo. El misterio creció cuando el Chino nos llevó a una cebichería en la cuadra 1 de Luna Pizarro en La Victoria, a pocos metros de la Avenida Grau, en un local escondido en medio de tiendas de ventas de bicicletas que ocupaban toda la vereda, parte de la pista y hasta el frontis de la misma cebichería. ¿Cuál es el tema chino? preguntó Eloy. «Espera», contestó Domínguez quien fue pidiendo cerveza y el primer plato de cebiche, para luego más cerveza y otro plato de mariscos y más cervezas, durante las siguiente cuatro horas en la que esperábamos instrucciones del mítico maestro para reportear. Fueron horas de historias, conversa y anécdotas, entre las cuales el chino nos tomaba fotos en los momentos más inesperados. Incluso cuando llegó el dueño del establecimiento para decirnos al final de la tarde que ese era su último día en el negocio, porque iba a cerrar el local pues el negocio de la bicicleta lo había asfixiado. Muchas horas después, inundados de alcohol no sé si Eloy o yo preguntamos «¿Y el reportaje?». «No sé qué escribirán ustedes, pero yo ya hice el mío», contestó el chino.

En 1997, Blanca Rosales asumió la Edición General del semanario El Mundo y llevó a Eloy como Editor y a mí como Jefe de Informaciones. Uno de los encargos fue completar la lista de redactores, donde teníamos una plaza de 10 puestos por cubrir. Con Eloy decidimos que íbamos a utilizar 3 plazas para periodistas experimentados y qué íbamos a contratar a 7 jóvenes, de preferencia sin experiencia, que pudiésemos formar en el nuevo periodismo croniquero que luego implementamos ahí. Pasamos la voz entre estudiantes de Ciencias de la Comunicación y Letras, de todas las universidades y de pronto se inscribieron más de 200 muchachos que tuvimos que entrevistar uno por uno, haciéndoles pruebas de escritura, en una agotadora selección que nos llevó casi una semana con 10 horas dce trabajo cada día. Al final contratamos a jóvenes que luego se han convertido en referentes del periodismo (Luis Miranda, Sonaly Tuesta, Esther Vargas, algunos de ellos), pero lo importante es que en ese momento Éloy descubrió su vocación de maestro que luego desarrolló con gran acierto.

Bernardo Rafael Álvarez, escritor, poeta.

Hace un mes emprendiste el viaje más largo, sin retorno. Y lo hiciste sufriendo, con dolores, pero sin dejar eso que era tuyo, solo tuyo: la broma, la joda, el no dejar de sonreír, la alegría. Es que siempre fuiste la expresión más cabal e indiscutible de que el poeta no es, no tiene por qué ser, un hombre triste. Pero a nosotros, nos has dejado prácticamente desamparados. ¿Recuerdas esto que escribí hace unos años, cuando publicaste tu libro «Usted es la culpable»? Aquí te lo leo, Eloycito querido:

«Creo que es cierto: Surquillo es el centro del Orbe (y además quién soy yo para negarlo). Pero, en realidad, hay muchos centros del mundo; algunos permanentes (según el ojo de cristal con que se mire) y otros que con el tiempo dejan de serlo. Tú, qué duda cabe, tienes el tuyo; los demás también: su centrolima, su molicentro, su centroizquierda, su centro iqueño, o, quién sabe, solo su ombligo como centro. Alguna vez, nuestro centro fue el Palermo, el Wony, el 444 de Ramírez Ruiz… Pero para muchos de nosotros, el primer gran centro fue esa esquina del Parque Universitario donde don Néstor vendía libros. Allí conocí a Hora Zero y la urgencia de sus palabras y supe que había unos apellidos extraños para mí (el recién bajado de Pallasca): nunca antes había conocido a nadie que se apellidara Rupay, Colán, Pimentel, Nájar, Verástegui… Jáuregui; creí que habían sido hechos especialmente para poetas.

Algunos ahora me resultan más comunes y familiares que el cebiche con “ese” y “ve chica”. Ese quiosco, de un hombre bonachón con quien se podía conversar, no de las cojudeces de microbusero que son el repertorio de nuestros actuales libreros, puso en vitrina el primer dizque libro de poemas que publiqué (nada notable, nada notable), allá por el 74; nunca pregunté si se había vendido algún ejemplar, siempre nos ocupábamos de otras cosas. Pero, efectivamente, sí se había hecho, al menos, una venta; lo supe mucho tiempo después por Santiváñez que, intelectualmente curioso, adquirió aquella pobre novedad bibliográfica precisamente allí, en el quiosco del señor Jáuregui. Claro, no solo eso había allí, también se ofrecían publicaciones buenas: Harawi, por ejemplo. Ha pasado tanto tiempo. Hoy sé que nosotros también somos en alguna forma, como tú (“hijo de tu padre”), vástagos literarios de aquel bondadoso parroquiano que nos dio una ayudadita para enamorarnos perdidamente de esta puta siempre virgen, la poesía, que se ha convertido en nuestro centro y, también, en la culpable (“de todas mis angustias y todos mis quebrantos”)».

Sabes que te extrañamos un montonazo, pero tú, como pa’ fregar (¡siempre con la broma, caracho!), te pones imperturbable mientras viajas en aquella «nave perpetua» que se nos ocurrió inventar hace poco, ¿recuerdas? ¡Te abrazo, Eloycito, hermano, siempre!

Leydy Loayza, escritora, periodista

Eloy Jauregui decía que era mejor vivir en poesía, aunque toda su vida fue un cronista crónico, era imposible no pasar cinco minutos con él y no reír. Eloy fue la primera persona a la que le mostré las cosas que escribía y la primera que me abrió los ojos en literatura, el escribía desde las cinco de la madrugada y cada párrafo era un baile. Eloy era todo un personaje y vaya que no se molestó en absoluto cuando se convirtió en uno de mis personajes literarios en la trilogía de novela negra que inicié, salvo por el nombre que le puse, «Mauricio».

Eloy era un rebelde total, un poeta total, una vez robo un libro para mi en el parque Kennedy, uno de Vargas Llosa luego que presentamos mi segundo libro, por supuesto le pedí que lo devolviera, pero me aseguró con una convicción irrefutable que Varguitas no se iba a molestar y cantó boleros de camino en el taxi, «… esta tarde vi llover… Y no estabas tu» como si la vida fuera una broma infinita de la que todos éramos parte.

Cronwell Jara, escritor, tallerista literario

La última vez que nos vimos con Eloy, yo pasaba muchos problemas. Y yo tenía ganas de morir. Pero Eloy se me adelantó cuando me dijo, antes de cantar: no te preocupes, Cronwell, cholo, lo tuyo pasará. Pero, lo mío… Significa que me iré para defenderlos y protegerlos a ustedes desde el otro lado.

-¿De qué lado?

-Desde el Queirolo de arriba -me dijo, con una lágrima que se le caía. Y se puso a cantar, lloroso, alegre, melancólico; y luego remató-: ¡así somos los poetas, carajo. ¡Los amo! Y Dimas Arrieta, te toca poner un vino… Y todos reímos,  aplaudimos y nos abrazamos sintiéndonos los seres más felices y desgraciados….

Sabíamos que Eloy ya la tenía cerca. Sabíamos que uno de nosotros se iría pronto, pero qué hermoso, ¡celebrábamos la vida y esa partida con mucha alegría! Como cholos, serranos, indios. Cómo debía de ser…

Jesús Raymundo, escritor, editor.

“Somos amigos de viejo”, solía repetirme el maestro Eloy cuando conversábamos. Aunque antes no habíamos compartido comisiones periodísticas ni salas de redacción, la vida nos había hermanado gracias a los amigos comunes, sus numerosas crónicas, los encuentros culturales y algunas noches de bohemia. Así, durante la última década compartimos presentaciones de libros en ferias de Lima y otras ciudades, la edición del tratado de periodismo literario “Una pasión crónica”, a cargo de la Editorial Artífice, y el curso que él tituló Crónica Contra el Olvido. También forjamos sueños, muchos sueños. Ni la pandemia nos detuvo.

El maestro Eloy fue un ejemplo de altruismo. Cuando le comenté sobre la publicación de mi libro, que luego calificó como “el coquito de la ortografía”, me regaló un texto generoso que siempre releo. Luego, lo presentó en las ferias de Lima, Huancayo y Piura. Era un mago de la palabra. Llenaba los auditorios vacíos en breves minutos. Él hablaba con el rigor de quien ha investigado y con la riqueza de quien ha vivido con intensidad. Escucharlo era como un viaje entrañable por el tiempo, la historia y las entrañas del hombre. Y hoy su aliento nos sigue iluminando.

Cynthia Pimentel, periodista.

Eloy mismo ha escrito sobre su vida y sus vivencias y las ha contado. Por eso yo sabía que nació el mismo día que nació la Sonora Matancera. Eloy brilla con luz propia y es una estrella en el firmamento. Es un ejemplo. En los colegios estudiarán sus crónicas. Y eso es un triunfo enorme, el de un niño que se convirtió en gigante.

Alberto “Cholín” Escalante, artista, diseñador gráfico

En la época de la revista Visión peruana, década de los 80, asistíamos a la peña de Pipo Cómena de Breña, con el director de la revista, Alfonso Reyes, el poeta Eloy Jaúregui y yo donde se rendía culto a lo más graneado del tango argentino, por tanto a sus máximos exponentes. ¿Quién era Pipo Cómena? era un cultor auténtico del tango de los años cincuenta y bien conocido en el ambiente criollo, respetado por todos sus amigos, gracias a su don de gente y gran cantor con una voz prodigiosa. (Va la foto, en blanco y negro)

Pipo Cómena era muy celoso con la gente que compartía su peña. Le pasé la voz que iba a llegar con dos amigos periodistas y estuvo encantado de conocerlos; cuando nos sentamos en su mesa y con los saludos correspondientes se impresionó con la conversación de Eloy y Alfonso Reyes, donde Eloy a pesar de su temprana edad, tenía un profundo conocimiento del mundo tanguero y se desató aún más, contando una serie de anécdotas de su visita a Buenos Aires y su experiencia con algunos cantantes de la época como Argentino Ledesma, Roberto Goyeneche, a los cuales los había entrevistado pero que nunca salió publicado.

Pipo le dio su vuelto a Eloy, cuando Pipo se paró para cantar una serie de tangos que eran magistrales en la voz del maestro Comena, Eloy no dudó en pararse y fue a abrazarlo donde le dijo que su voz le llegó al alma y le dio un discurso de elogio que todos aplaudimos, así empezó una amistad de poeta a cantor.

Hernán Flores, poeta, académico

El dolor en el corazón, aún no calma. Seguro que estará conmigo, para siempre.

Después de tu partida a tu Eternidad, Eloy querido, hoy, de manera reiterativa, nuestro común amigo Edwin Sarmiento, me solicita que escriba algo sobre nuestra amistad de décadas, que los amigos comunes saben cuánto amor de hermanos nos profesábamos, en un mundo de mutuas soledades. En los últimos tiempos, parecía en que se nos estaba quedando corto y decidimos apurar el paso en encontrarnos, con más frecuencia, desde setiembre del año pasado, en el Queirolo, en tu departamento de la Unidad Vecinal, con mi Alondra, tu sobrina adorada, Magari, tu hermana; en los lunes obligados de la dicha en el Chulucanas, Catacaos, Sullana y Huancabamba, y yo, como buen piurano, me sentía muy feliz de compartir la comida de mi tierra adorada: era tu felicidad total. Los cuatro últimos meses fueron muy intensos en nuestros recorridos. Entre cerveza y cerveza, festejábamos la dicha se ser más hermanos. Seguro que pocos saben que tus bromas sobre tus tiempos por Chimbote y Piura, eran un

festival inacabable de risas. Cuyos personajes te resultaban jocosos y únicos. Como lo fue nuestra conversa, inacabable, sobre los viajes a Cuba, sobre Fidel, el bolero, la belleza inigualable de las cubanas, el calor de los amigos cubanos, nuestros paseos por bares y refugios.

Hermano, queda para otro momento, muchas confesiones hermosas que contar sobre nuestras mutuas confidencias. Nos vemos más tarde, con tu eterno recuerdo, en la celebración de un mes de tu viaje, en la misa que te ofrecen tus hijos. Sé que, pese a tu confesión agnóstica, no te opondrás a estar con nosotros.

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Cultura

Hoy se estrena la serie ‘Cien Años de Soledad’ de Gabriel García Márquez [VIDEO]

Desde este miércoles 11 de diciembre los amantes de la literatura podrán ver, desde el calor de sus hogares, la obra cumbre de la literatura del escritor colombiano y premio Nobel, Gabriel García Márquez.

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El streaming se viste de literatura y nos trae a la pantalla chica la obra cumbre de Gabriel García Márquez con una adaptación dirigida por Laura Mora y Alex García López, quienes asumieron el reto de pretender mostrar el mágico universo de Macondo. Hace 57 años, en 1967, luego de pasar por serios problemas económicos, Gabriel García Márquez publicó su obra cumbre, ‘Cien Años de Soledad’. Y ahora Netflix entrega al público el realismo mágico de esta importante obra a través de las pantallas.

Este miércoles 11 de diciembre se estrena la serie basada en la novela que marcó el ‘Boom latinoamericano’, y en 2024 con la venia de los hijos de Gabo, el proyecto se hizo realidad.

«La razón por la cual no quiero que Cien años de Soledad se haga en cine es porque la novela, a diferencia del cine, deja al lector un margen para la creación que le permite imaginarse a los personajes, a los ambientes y a las situaciones como ellos creen que es […] en cine eso no se puede», afirmó el premio Nobel de literatura.

¿Macondo será reflejado como la novela escrita?

Los escenarios fueron construidos con meticulosos parámetros, tanto que los estudios constituyen pequeñas ciudades. Los vestuarios buscan ser los más fidedignos a los siglos XIX y XX. Asimismo, los ejecutivos de Netflix indican que es una de las producciones más grandes de Latam y por ello construyeron hasta 2 pueblos adicionales para escenificar las distintas versiones de Macondo.

Rodrigo y Gonzalo García Rocha, hijos del Nobel de Literatura, indicaron que accedieron a la petición de grabar y proyectar la novela con la condición de ser productores ejecutivos de la saga para que puedan cuidar de todos los detalles que algún día su padre consideró. “En la actual era dorada de la serie, la calidad cinematográfica del contenido y la aceptación por parte del público mundial de programas en idiomas extranjeros, no podía ser mejor el momento para hacer la adaptación», contestaron los hermanos García Rocha tras hacerse pública la noticia.

Sin embargo, es todo un reto lograr crear el mágico universo de Macondo. Por tales razones, han surgido las interrogantes que muestran unas escépticas expectativas de que la obra quizá no logre cumplir con las maravillas narrativas de la inmortal obra del genial Gabo.

FUENTE: NETFLIX.

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Cultura

“Espóiler”, “zona de confort”, “teletrabajar”, o “frapé” son algunas de las palabras añadidas a la RAE

Nuevos términos, acepciones y expresiones forman parte de la nueva actualización digital del Diccionario de la lengua española (DLE).

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Alerta de espóiler. Como ya nos tiene acostumbrados la Real Academia Española (RAE) cada fin de año son presentadas nuevas palabras en la actualización del diccionario académico, elaborado en colaboración con la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE); y lo hace con novedades procedentes de ámbitos como la ciencia, el medioambiente, la tecnología, la gastronomía, la música o el deporte.

Entre los nuevos artículos encontramos palabras como “espóiler”, “granularidad”, “macroencuesta” o “sérum”. También formas compuestas por más de una palabra como “centro de salud”, “unidad móvil”, “voto castigo” o “voto de castigo”, “zona cero” o “zona de confort”.

En el ámbito de la ciencia se incorporan nuevos términos como “aerotermia” o “micelar”; o voces como “dana” o “microbioma” en el medioambiente y la biología.

En el campo tecnológico entran a formar parte del diccionario palabras como “desarrollador” o “escalabilidad” (también en su uso dentro de la economía). Por otra parte, en esta actualización se pueden encontrar otras tan presentes en el día a día como “teletrabajar” o una nueva acepción de “temporada” en referencia al conjunto de episodios de una serie o un programa.

Igualmente, la gastronomía y todo el universo que la rodea ocupan su lugar dentro de las áreas que se han enriquecido en la obra. De este modo, se añaden voces como “barista”, “frapé”, “infusionar”, “tabulé”, “umani”, “varietal” o “wasabi”.

Foto: RAE.

El mundo de la música aporta también un notable número de novedades al diccionario, tales como “blusero” o “rapear”, y extranjerismos como “funk”, “groupie” e “indie” (usado asimismo en el cine); mientras que en el campo del deporte encontramos incorporaciones como “bicicross” o “capoeira”; y otras como “curling”, “drive”, “fitness” o “full contact”.

Otras voces que aparecen en la actualización son “atencional”, “desendeudamiento”, “dramaturgista”, “humanizador”, “musealizar” y “musealización” o “sociolaboral”. Asimismo, se añaden acepciones coloquiales como, por ejemplo, en “chorreo”, en alusión a una reprimenda.

En cuanto al léxico americano o relacionado con América que se ha incluido en esta actualización, se encuentran, entre otras, las palabras “azotehuela”, “parrillar”, “posnet” o “pósnet” o el extranjerismo “sulky”.

El Diccionario de la lengua española cuenta con la participación de las 23 academias de la lengua española presentes en todo el mundo, lo que hace de esta obra lexicográfica una referencia panhispánica. La actualización 23.8 pone al día su versión electrónica.

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Cultura

Peruanidad desde Londres

Novela profunda, multifacética, cargada de resonancias lingüísticas y filosóficas: se llama Cristóbal y es la ópera prima de Gabriel Núñez del Prado (36), escritor limeño afincado en Londres.

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Universos simbólicos, formas paródicas y múltiples capas de significado para un libro de 450 páginas impreso y distribuido solo en Inglaterra por una editorial londinense de escaso tiraje. Eso es Cristóbal, la novela de Gabriel Núñez del Prado (36), escritor peruano que escribe un fresco inédito en nuestra literatura realista.

El protagonista de la novela epónima, sus personajes sucedáneos y la climática que lo rodea constituye un corpus que desborda el espacio físico. En el núcleo de este esoterismo y de sus búsquedas está la identidad peruana, que no se presenta como algo unívoco o homogéneo, es un rompecabezas en el que se reflejan las voces de un país inabarcable. Conversamos largamente con su autor.

En Cristóbal, la religiosidad andina parece funcionar como un sistema de interpretación simbólica. Desde una perspectiva hermenéutica, ¿cómo crees que esta religiosidad permite releer tanto lo andino como la Lima moderna? ¿Es una religiosidad que pretende universalidad o se prefiere intrínsecamente peruana?

Toda religiosidad es un sistema de interpretación simbólica. Es imposible desligar a Lima de lo andino, pues en Lima es donde conviven y se mezclan todas las herencias heterogéneas que nos enriquecen como país. De manera similar, es imposible desligar a Cristóbal de Lima, pues él también (el libro), como buen hijo de su ciudad, es el resultado de herencias heterogéneas. Más allá de toda religiosidad existe la necesidad inherente al ser humano de profundidad (espiritual), y esa necesidad es universal. 

Cristóbal, ciertamente, desborda eso que se conoce como “la novela de Lima”, si tal cosa existe. Ecos borgianos y resonancias de la más profunda humanística europea resuenan en sus páginas. ¿Cómo construyes la intertextualidad y qué lugar ocupan las referencias literarias explícitas y las sutiles? ¿Y cómo dialogas con la tradición narrativa peruana?

Somos lo que leemos y cuando escribimos, lo leído brota como parte de lo que somos. Uno no necesariamente construye intertextualidad; las referencias manan –florecen– de manera orgánica y es el lector quien puede (o no) reconstruirlas en base a sus experiencias previas. Cada lector interpreta un texto para sí mismo basándose en sus propias experiencias. Más que dialogar con la tradición a la que pertenece, una novela debe cuestionarla y al cuestionarla revivirla, para que así dicha tradición pueda ser reinterpretada.

El uso del quechua y las expresiones en latín e inglés otorgan una textura única al lenguaje de la novela. ¿Cómo equilibras esos lenguajes en la creación de un sentido de autenticidad o dislocación cultural en tu narrativa?

A mi parecer una novela no debe limitarse a describir ciertos aspectos de una realidad determinada, más bien debe ser un intento (fallido o no) de descifrar un mundo en su totalidad. Por mundo entiéndase todos los contextos socioculturales en los que se desenvuelven los individuos retratados en un relato. Es impensable describir a Lima (sobre todo a la Lima del siglo XX y XXI), dejando de lado el idioma de nuestros ancestros, tanto como es imposible pensar en el mundo de los últimos setenta años sin el uso del inglés, o concebir la sociedad occidental sin la influencia del latín.

El runasimi, además de su uso como lengua simbólica, puede leerse como un acto de resistencia cultural  frente  a  las  hegemonías.  Y  gatilla  subversiones  varias,  más  allá  de  las  narrativas tradicionales. ¿Cómo te capturó la dimensión sonora y poética de nuestra lengua ancestral para crear una experiencia narrativa inmersiva de tales dimensiones?

Hoy en día, pretender preservar y mantener nuestra cultura e historia, respetando su integridad, es casi un acto subversivo.

Vengo de una familia con un arraigo muy fuerte a nuestra tierra y un amor muy grande a nuestra cultura. Desde muy pequeño mi padre me enseñaba palabras y frases en quechua; recuerdo, por ejemplo, que uno de los perros que tuve de niño se llamaba alqo, por antonomasia. Durante mi adolescencia comencé a estudiar gramática quechua de manera autodidacta y siempre me ha fascinado el lirismo al que se debe recurrir para expresar deseos y emociones. Es una lengua inmensamente bella e inseparable de nuestra identidad como país.

¿Cómo articulas los diferentes niveles narrativos de la novela, especialmente la interacción entre lo mítico, lo filosófico y lo realista? ¿Y las relaciones de poder y conocimiento entre los personajes, especialmente en el triángulo Cristóbal-Segismundo-Chouchouï?

Los seres humanos tenemos una propensión innata a mitificar, lo hacemos en todos los niveles posibles: al enamorarnos o al entregarnos con entusiasmo a una pasión, sea ésta hacia una persona,  una  banda  musical,  el  futbol,  o  Dios.  La  filosofía  es, en  parte,  un intento  de racionalizar y ordenar nuestra propensión hacia lo mítico.

El trazado de paralelismos y divergencias entre las tradiciones culturales limeñas, andinas y cosmopolitas es notable. ¿Cómo crees que dialoga Cristóbal con otras narrativas de migración cultural, tanto en la literatura peruana como en la mundial?

Es una buena pregunta. Lo que yo siento y prefiero es que esos paralelos los encuentren y exploten los lectores.

¿Cómo organizaste narrativamente  las  «revelaciones»  del  protagonista  para  que  el  lector comparta ese viaje hacia lo desconocido? ¿Con qué estructuras evitas que el esoterismo se convierta en mero exotismo?

Cristóbal nació de una manera bastante natural. Los cincuenta y tres relatos que conforman el libro fueron escritos por separado, pero siempre teniendo presente que todos pertenecían a una misma narración.

La marginalidad en Cristóbal es un espacio de revelación. Sus experiencias se convierten en puntos de acceso al  conocimiento hasta el  punto  de  elevar  lo  marginal  hacia espacios de centralidad simbólica. ¿Estás de acuerdo? ¿Por qué?

Si entendemos lo marginal como los extremos, podría afirmarse que es precisamente en los extremos de la sociedad (sea arriba o abajo) donde el individuo tiende a vivir más intensamente. El centro, término medio o aurea mediocritas, sostiene el status quod e impide el cambio, deteniendo los procesos evolutivos. Los extremos tienden a ser convulsos y es en ellos donde sucede la acción que nos propulsa fuera de nosotros mismos como sociedad.

Bryce Echenique y Núñez del Prado.

La presencia de filósofos y chamanes sugiere un cruce entre pensamiento racional y esotérico. En esta suerte de intertextualidad filosófica, ¿qué autores o corrientes filosóficas influyeron en la construcción de estos personajes como mediadores del conocimiento?

Creo que todo lo leído converge a la hora de escribir.

¿Quién/cómo es el lector ideal de Cristóbal y qué esperas que descubra en este cruce de mundos?

Mi esperanza, tal vez inocente, es que cada persona que lea Cristóbal, pueda encontrar algo de sí misma en sus páginas – algo, aunque sea una frase aislada.

¿Cómo sitúas tu novela en el marco de una narrativa peruana que busca proyectarse globalmente (cosa que es un mérito o un demérito)?

Uno, como escritor, siente la necesidad de escribir y de compartir lo escrito con los demás. Creo que esa clase de categorización le corresponderá al lector que se interese lo suficiente.

¿Cómo entiendes el concepto de «lo mágico»? ¿Es una herramienta narrativa o una forma de explorar verdades universales?

Lo mágico puede ser entendido como la canalización de una intención. Todo esfuerzo que da un fruto es un acto mágico.

¿Tenías en mente algún tipo de lector mientras escribías una obra con tantas capas culturales y lingüísticas?

No, pues creo que cualquier trasfondo cultural basta para entender los otros: la experiencia humana es siempre análoga, sin importar el contexto.

En el proceso de escribir Cristóbal, ¿qué descubriste sobre ti mismo como autor y como persona?

Más que descubrir, siento haber reafirmado el sentimiento de que todo lo que sucede tiene una razón de ser y que esa razón siempre nos supera.

¿Qué significa ser escritor joven y peruano en Londres?

Me atrevería a decir que la juventud en Londres es más corta que en otros lugares, aquí quienes pasamos de treinta ya no somos vistos como jóvenes. Ser peruano en una ciudad como Londres es moverse entre la pertenencia y la no pertenencia; es vivir en un limbo en el cual uno redescubre sus propios defectos y virtudes impuestos por la cultura de la que uno proviene. Uno aprende a elegir y a quedarse con lo más rescatable de lo que nos ha sido inculcado. Además, en una ciudad de la magnitud de Londres las posibilidades de aprendizaje a niveles diversos de interacción cultural son infinitas.

¿Qué significa publicar en una editorial pequeña, en edición limitada y firmada por el autor, a la vieja usanza?

Significa la libertad de ofrecerle al lector (como quien le ofrece un regalo) el reflejo más próximo de lo que uno visualizó como resultado final. El tener la potestad de decidir la diagramación, el diseño de cubierta y la encuadernación, o cómo debían ser impresas las ilustraciones del artista peruano José Manuel Barahona Pérez (las cuales tienen un papel muy importante dentro de la narración), son cosas que hubieran sido difíciles de lograr si la primera edición del libro hubiera sido publicada de otra manera.

¿Qué debería aportar Cristóbal al diálogo cultural y literario en el Perú y en el extranjero?

Yo soy feliz si cada lector encuentra en Cristóbal una oración memorable – con una sola es más que suficiente para mí.

¿Cómo visualizas el lugar de Cristóbal dentro de la tradición literaria peruana? ¿Qué te dijo Bryce?

Bryce, con quien comparto la fecha de nacimiento, es enormemente cálido y amable y me felicitó cuando le llevé un ejemplar a su departamento. Me aseguró que lo leería. Cuando vuelva a Lima lo visitaré nuevamente para preguntarle qué opinión le merece.

¿Estás escribiendo algo nuevo? ¿Qué?

Sí, trato de escribir todos los días. Hay una idea que ronda mi cabeza desde antes que Cristóbal fuera dado a la imprenta; es también sobre el destino de un ser humano en el que convergen los destinos de muchos otros. Ya han comenzado a caer sobre el papel párrafos esquivos. A la vez estoy traduciendo a un poeta casi olvidado y pienso publicar una selección de sus poemas el próximo año.

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Cultura

Ayacucho, la batalla final

Se cumplen 200 años de la histórica batalla de Ayacucho que selló la independencia definitiva del Perú y América.

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Por: Mario Roca Paredes

Luego del triunfo en la Batalla de Junín, las tropas derrotadas del Ejército Realista, se dirigieron al Cuzco donde se encontraba aun intacto el poder español al mando del virrey del Perú, el Teniente General José de La Serna. Este ejército constaba de 9,310 hombres y 11 cañones. Encabezados por el virrey, y a marcha forzada desde la Capital del Antiguo Perú, cruzando montañas y ríos, salieron en busca de una victoria capaz de evitar el final del poder europeo en sus antiguas colonias de América.

Contra este Ejército Realista, se debía enfrentar el Ejército Unido Libertador —el Glorioso Ejército Patriota— compuesto de 8,500 guerreros con un solo cañón y que conformaban un grupo heterogéneo: procedían de Perú, Argentina, Venezuela, Colombia y Chile. Al frente de ellos, Simón Bolívar, había puesto al frente a un general de solo 29 años pero con gran experiencia militar, ya que había empezado su carrera militar muy temprano, a los 16 años era nombrado en Venezuela, Coronel del Ejército de Liberación: Antonio José de Sucre.

En noviembre de 1824, se acercaba el final de las escaramuzas y Bolívar creyó necesario dirigir, mediante misivas, unos sabios consejos a Sucre. Fueron los siguientes: “Es preciso tener una extraordinaria circunspección y sumo tino en las operaciones para no librar la batalla sin tener una absoluta seguridad de un suceso victorioso. Hay que tener en cuenta que el genio de San Martín nos hace falta y solo ahora comprendo por qué dio el paso para no entorpecer la libertad que con tanto sacrificio había conseguido para tres pueblos”.

Esta carta fue remitida a Sucre dos años después de la partida de San Martín del Perú y un mes antes de la Batalla de Ayacucho. Para esos momentos, Bolívar era presidente de la Gran Colombia y dictador del Perú nombrado por el mismo Congreso peruano, recibió una notificación desde Bogotá, firmada por el vicepresidente, el tristemente recordado, Francisco de Paula Santander, donde le comunicaban que, si se mantenía como jefe del ejército peruano, le revocaban la jefatura del ejército patriota de la Gran Colombia, de manera que tuvo que delegar el mando de su ejército al general Sucre. Esa fue la razón por la que el Libertador Simón Bolívar no estuviera al mando del ejército en la Batalla de Ayacucho.

Bolívar y Sucre, artífices de la derrota final a España.

Fue el 9 de diciembre de 1824. Los aliados patriotas ocupaban el pequeño llano de la Pampa de Quinua de aproximadamente un kilómetro de largo a 3,530 metros sobre el nivel del mar, cortado por profundas barrancas. Sobre ese llano, parte de sus laderas ocupadas por los españoles, se alzaba la cordillera del Condorcunca, imponente y mudo testigo de la liberación definitiva del Nuevo Mundo en una de las batallas más decisivas de la historia.

La música de las bandas militares aumentaba la emoción del momento y a los grises y verdes de la naturaleza se sumaban los sombríos colores de las chaquetas de los patriotas y los brillantes tonos de los abigarrados uniformes españoles. La luz de la mañana realzaba los estandartes y hacía relumbrar los metales de las armas de ambos ejércitos. A las ocho de la mañana de aquel jueves 9 de diciembre, vistiendo su guerrera galoneada de oro, con medallas y grandes cruces, apareció el mariscal Monet, a cuyo mando estaba una división realista, para parlamentar con el coronel Córdova, de 24 años, que comandaba una división patriota. Siguiendo el ejemplo de los paladines del Medioevo antes de entrar en batalla, Monet propone que se permita a los hombres de cada bando que tengan hermanos, parientes y amigos en el contrario, reunirse y abrazarse antes de la batalla. Córdova pide permiso a Sucre y éste lo concede. Entonces, unos cincuenta hombres de cada lado, dejando sus armas atrás, avanzan al campo que separa los dos ejércitos y allí confraternizan durante casi treinta minutos sobre aquel terreno que pronto habría de ser de lucha y muerte.

Escenificación de la Batalla de Ayacucho.

El mariscal Monet sugiere la paz. Córdova contesta que esta sólo será posible si acepta la total independencia del Perú. Monet habla de la superioridad de hombres y armas españolas pero el valiente general Córdova replica que los dioses de la guerra decidirán. Tras esta ceremonia, Monet se retira y los soldados vuelven a sus filas. Todo está listo para la gran batalla final.

Alrededor de las diez y media de la mañana se inicia la batalla. Viendo que el centro español estaba en desorden, que la izquierda española había avanzado demasiado y no queriendo esperar pasivamente que la fuerza total del enemigo se le echara encima, Sucre ordenó a Córdova cargar de inmediato con sus columnas de infantería protegidas por la caballería del general Miller. Córdova, tras encabezar la carga de su infantería, se bajó del caballo y matándolo con su sable gritó: “¡No quiero medios de fuga! La orden es de avanzar. ¡Hagan fuego a discreción!” Un oficial preguntó: “¿Avanzar a qué paso coronel?”. Vino rápido la respuesta: “¡A paso de Vencedores!”.

El batallón Conquistador y las Legiones Peruanas se lanzaron heroicamente contra el cuerpo de la derecha del enemigo que se había reunido pasadas las barrancas y estaba ofreciendo renovada resistencia. El ala izquierda de los patriotas se recuperó, se reagrupó y se unió rápidamente a la carga iniciada por Córdova. Pronto la derrota española fue completa y absoluta. Córdova mandó entonces sus tropas laderas arriba del Condorcunca y así capturaron la artillería española, dispersaron las reservas españolas e hicieron prisionero al virrey que se encontraba herido, mientras el mariscal La Mar, en un esfuerzo enérgico, cerró las brechas de su flanco y el general Lara, avanzando por el centro, aseguró la victoria.

Capitulación española firmada en el pueblo de Quinua.

Esta narración está, en su mayor parte, tomada de la carta que Sucre le envía a Bolívar informándole sobre la batalla ganada. Aunque Sucre elogia a Córdova, a quién asciende en el mismo campo de batalla al rango de General de División, su carta no contiene alabanza alguna a sus propios esfuerzos antes y durante la batalla.

Es menester también destacar la participación de la mujer guerrera en la batalla, siendo el estandarte Manuela Sáenz, quién ya había participado en la Batalla de Junín donde, por su coraje y valentía, Bolívar la asciende al grado de capitán en Húsares. En la Batalla de Ayacucho ella participa activamente y Sucre, en el parte oficial de la batalla dirigido a Bolívar, indica: “Se ha destacado particularmente doña Manuela Sáenz, por la valentía, incorporándose desde el primer momento a la división de Húsares y luego a la de Vencedores, organizando y proporcionando el avituallamiento de las tropas, atendiendo a los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos. Doña Manuela merece un homenaje particular por su conducta; por lo que ruego a S.E. que le otorgue el Grado de Coronel del Ejército Colombiano”. Simón Bolívar le confiere el grado de Coronel del Ejército Colombiano a Manuelita Sáenz, un hecho histórico que está escrito en la historia de la Independencia de América.

La nobleza del carácter de Sucre se pone de manifiesto en el contenido de la carta que envía a Bolívar, ya que indica lo siguiente:

“Aunque la posición del enemigo es la de rendición incondicional, yo creí digno de la generosidad americana el rendir ciertos honores a aquellos que durante catorce años habían sido vencedores en Perú. Por lo tanto, la capitulación fue firmada en el campo de batalla. Se permitía a todos los oficiales realistas retener sus uniformes y espadas. Todo soldado español era devuelto a España con cargo a la República peruana, la que también les abonaba la mitad de sus pagos durante el viaje de retorno. Mediante estos términos, el resto del ejército español nos fue entregado, junto con todo el territorio ocupado por sus armas, todas sus guarniciones, sus parques de artillería, arsenales y pertrechos, más el fuerte de El Callao con sus equipos”.

Y añade: “Consecuentemente, el Ejército de Liberación tiene ahora en su poder al ex Virrey, teniente general José de La Serna, su jefe de Estado Mayor, teniente general Canterac, los mariscales Valdez, Carratalá, Monet y Villalobos, 19 brigadieres generales, 10 coroneles, 68 tenientes coroneles, 484 comandantes, y otros oficiales. Mas de 2,000 soldados fueron hechos prisioneros y se les tomó una inmensa cantidad de rifles, municiones y todo el equipo militar que poseían, 1,800 de sus muertos y 700 heridos fueron, en la Batalla de Ayacucho, las víctimas de la obstinación y temeridad española”.

Y concluye Sucre su carta a Bolívar así: “La guerra ha terminado, la Independencia del Perú está asegurada. La única recompensa que pido es la continuación de vuestra amistad”.

Obelisco en la Pampa de Quinua conmemora la batalla por la libertad de América.

Al leer esta carta en su casa, en Lima, cuentan que Bolívar danzaba alrededor del salón gritando: “¡Victoria! ¡Victoria! ¡Victoria!” Y sin duda, que tenía razones para regocijarse, porque Ayacucho completó la liberación del Perú y de América. Ayacucho era el triunfo definitivo. El Libertador Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco, estaba ahora en la cima de su gloria, después de una lucha incansable de más de 15 años, planeando y dirigiendo 500 batallas libradas y liberando países que, juntos, sumaban diez veces el tamaño de España, era por tanto justo que se rindiera tributo al General Sucre.

La Batalla de Ayacucho marca el punto más alto de la gloria de América y es la obra del General Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá. Su preparación fue perfecta y su ejecución impecable. El general Sucre, general de generales, Gran Mariscal de Ayacucho, de formación militar tanto en Caracas como en España, puso sus conocimientos al servicio de la independencia y libertad de los pueblos, ideal que se acrecienta al conocer a Simón Bolívar en 1817, a partir de allí se convierte en el socio ideal del Libertador y participa de muchas batallas, llegando finalmente a comandar el triunfo del Ejército Patriota en la Batalla de Ayacucho.

Las pérdidas de los patriotas en Ayacucho, a pesar de sus desventajas iniciales, fueron 379 muertos y 600 heridos. El saldo total de bajas de esta batalla, una de las más grandes de toda la Guerra por la Independencia, fue de casi 2,200 muertos y 1,300 heridos. Los ejércitos y quienes los comandaban pelearon al máximo de sus fuerzas y con la más tremenda de las tenacidades, como lo evidencia el gran número de bajas producidas en menos de dos horas de lucha.

Plaza de Armas de la ciudad de Ayacucho.

Después del triunfo de la Batalla de Ayacucho, el general Olañeta, atrincherado en lo que entonces se llamaba el Alto Perú, hoy Bolivia, se negó a acatar la rendición de su virrey, pero gran número de sus tropas desertaron al poco tiempo y su guarnición de Cochabamba abrió las puertas a los patriotas. Se registraron unos cuantos enfrentamientos y el 13 de abril de 1825 un encuentro final en el que Olañeta cae gravemente herido. También en el Puerto de El Callao, el general Rodil, se negó a aceptar las condiciones de la Capitulación de La Serna y opuso fuerte resistencia, manteniendo más de un año aquella ciudad amurallada. Finalmente se rindieron y se entregaron. La bandera española de El Callao fue la última en ondear sobre Sudamérica. ¡Gloria eterna a los héroes y soldados que ofrendaron sus vidas en la lucha por la Libertad!

Hoy Ayacucho es una de las 25 Regiones que tiene el Perú, la Pampa de Quinua, el escenario de la libertad de América, se encuentra a 37 kilómetros de su capital, la hermosa ciudad de Ayacucho que tiene un clima templado durante todo el año, gente amable y respetuosa con gran fe católica expresada en su Semana Santa y en sus 33 iglesias. Tierra de músicos, compositores y poetas, tiene, además 11 provincias, cada una de ellas con sus propias características y riquezas naturales y es, por siempre, La Cuna de la Libertad Americana y allí siempre florece la flor de la libertad.

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Cultura

Roald Dahl y su participación en el guion de «You Only Live Twice»

Una mirada al talento de Dahl en el cine.

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Aunque a Roald Dahl se le conoce mucho más por sus libros infantiles, el escritor también trabajó en el mundo del cine. Su participación más famosa fue en la película You Only Live Twice, donde fue uno de los coguionistas en la quinta entrega de la saga de James Bond junto a Harold Jack Bloom.

Un escritor infantil en el mundo del espionaje cinematográfico

Para muchos, Dahl es sinónimo de Charlie y la fábrica de chocolate o Matilda, pero antes de ser reconocido por sus grandes obras infantiles, el escritor ya había tenido una trayectoria… distinta. Dahl, con experiencia previa en la inteligencia militar británica, era un candidato muy interesante para adaptar una novela de espionaje de Ian Fleming. Al haber servido en la Royal Air Force y en el servicio de inteligencia británico durante la Segunda Guerra Mundial, no era una persona ajena al mundo del espionaje.

Esto nos lleva a 1967, cuando Dahl fue uno de los encargados de adaptar la novela You Only Live Twice de Fleming para la gran pantalla. No era un reto menor, ya que tenía que transformar la compleja narrativa de la novela en un guion que mantuviera la esencia de Bond y que atrajera al público con un argumento dinámico. De hecho, fue la primera ocasión en la que se descartaba gran parte del libro original para la gran pantalla, por lo que tenía que mantener muchas claves para intentar que la película final siguiera pareciendo una de James Bond. La seducción, los Aston Martin, la acción, los juegos clásicos de casino online… todo ello tenía que estar presente para poder hacer una versión para el cine creíble del Agente 007.

Dahl aportó su propio estilo al proyecto, simplificando la trama donde pudo y creando algunas de las escenas más impactantes de James Bond. Eliminó los elementos más oscuros de la novela y se enfocó en una historia que capturara la esencia del espionaje y las aventuras exóticas, centrando la trama en la lucha de Bond contra la organización Spectre. Fue un James Bond mucho menos introspectivo, pero aún heroico, adaptado a la gran pantalla y accesible para todo el público.

Roald Dahl.

Lo que nos deja Roald Dahl en «You Only Live Twice»

La participación de Dahl en You Only Live Twice trajo uno de los primeros cambios en el enfoque del mítico James Bond. Se introdujeron elementos y personajes muy recordados, como el villano Ernst Stavro Blofeld, con una imagen que consiguió consolidarse en la saga gracias a esta entrega. También marcó la estética visual de Bond, gracias a los momentos de gran suspense que enfatizan el riesgo constante de las misiones de 007.

Gracias a su trabajo en esta película, el escritor demostró que su creatividad iba mucho más allá de la literatura infantil. Aunque la crítica recibió el filme con opiniones divididas, You Only Live Twice es una de las películas más recordadas de la saga y el papel de Dahl tuvo bastante que ver. Este proyecto es un ejemplo de cómo un autor reconocido es capaz de adaptarse a otros géneros, aportando su propio estilo y profundidad a proyectos que quizás nunca imaginó realizar.

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Cultura

Luz sobre la ausencia

En el marco de la 15ª Bienal de La Habana, la artista peruana Sonia Cunliffe revive la magia del cine ambulante reanimando el último camión, alma de las proyecciones nómadas en la isla durante los años sesenta.

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El 26 de diciembre de 1960, la mayor de las Antillas se llenó de inconmensurable dolor: en un acto orquestado por la iglesia Católica de Cuba y la CIA norteamericana, más de 14 mil niños fueron enviados a Miami bajo el pretexto de que los barbudos, comandados por Castro, los «secuestrarían». La mayoría de esos niños nunca volvieron a ver a sus padres, quedarían atrapados en un limbo de promesas incumplidas y serían conocidos como «Peter Pans».

Esa historia de ausencia y separación, que sigue viva en la memoria colectiva cubana, fue recreada en una instalación multimedia por la escritora, fotógrafa y artista visual Sonia Cunliffe: “Operación Peter Pan: De ausencia en ausencia” remezcla imágenes de la propaganda anticomunista con la historia clásica del personaje creado por J.M. Barrie. Lo extraordinariamente singular es que la artista hizo que cobre vida en un viejo camión que en los años de la Guerra Fría había recorrido los recónditos pueblos de la isla alfabetizando con el cine.

Ocurre que Alberto Sedeño, su conductor y proyeccionista, comenzó a recorrer Cuba cuando apenas tenía 22 años. Y hoy, a sus 84, todavía conserva el añejo motorizado como el último vestigio de una época en la que esa luz móvil sobre una pantalla retráctil llegaba a las plazas desiertas y a los campos olvidados. Cunliffe lo encontró e hizo que la magia del cine ambulante regrese. Que la gente se congregue alrededor del vehículo atraída por una fuerza casi mística.

Este fenómeno, que comenzó en los años 20 en Italia y recorrió América Latina en los años 30, revivió con fuerza en Cuba durante los primeros años de la revolución. Los proyectores itinerantes traían consigo una promesa de cambio, de esperanza. Ese mismo espíritu que terminó convirtiendo al automotor en una de las principales atracciones de la 15ª Bienal de Arte: bajo el cielo habanero brilló el videoarte, un trabajo que no solo homenajea a los niños que cruzaron el mar: es una poderosa reflexión sobre los recuerdos perdidos y las cicatrices de la historia.

Así, el redivivo cine ambulante terminó siendo un oráculo de la memoria que proyectaba algo más que imágenes. Los rostros de cientos de espectadores, atrapados en ese rayo de luz, se fueron iluminando con la fuerza de un pasado que nunca se olvida. Porque no solo se proyectaba una película, era la memoria misma de Cuba, esa que no puede ser borrada, que sigue viva en las historias de aquellos que partieron y en los susurros de aquellos que se quedaron.

Lo cierto es que el viejo camión ya es un símbolo de resistencia cultural y, aunque la Bienal de Arte ha terminado, seguirá recorriendo los lugares más emblemáticos de la capital cubana: su andadura continuará durante el 45 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano a realizarse del 5 al 15 de diciembre en esa ciudad. Un recordatorio tangible de las ausencias que no pueden ser olvidadas. Que en cada fotograma proyectado, en cada imagen que cobra vida bajo la luz del proyector, se revive un pedazo de historia, se da voz a los recuerdos silenciados.

Lo que antes era un acto de olvido, ahora es un puente entre el pasado y el presente, entre lo perdido y lo recordado. Y mientras el camión sigue su ruta, llevando su mensaje a cada rincón de Cuba, la memoria de aquellos que partieron y nunca regresaron seguirá latiendo bajo las estrellas.

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Cultura

Y un día Mario Vargas Llosa decidió volver a La Catedral

Tuvo que pasar más de medio siglo para que nuestro premio Nobel se tome una fotografía en el mítico Bar La Catedral.

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“Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada; que febril la mirada, errante en las sombras te busca y te nombra. Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez”. Jugando con la nostalgia y un deseo de volver a sus pasos andados, el renombrado escritor Mario Vargas Llosa, un día de noviembre vio como buen momento aceptar que le tomen una instantánea en el frontis de lo que fue el Bar La Catedral, ese espacio ubicado en la avenida Alfonso Ugarte que ahora luce como un basural y urinario público, pero que en su época de esplendor cobijaba a luminarias de la literatura peruana.

Ahora, luciendo un enorme cartel amarillo que dice “Se vende”, aquel espacio fue merecedor de uno de los mejores libros de la historia del Perú, obviamente bien retratada por uno de sus más famosos visitantes.

Sería en una de esas tantas tertulias que nuestro premio Nobel se cuestionara, cual vidente de lo que iba a pasar dentro de treinta o cuarenta años, sobre la decadencia de nuestra sociedad, plasmándola en tinta negra en su libro ‘Conversación en La Catedral’ (1969) la icónica frase “¿En qué momento se jodió el Perú?”

Todo indicaría que nuestro octogenario escritor fue solamente al frontis de lo que fue el bar La Catedral a constatar que efectivamente el Perú se jodió durísimo, pues en su mirada otoñal aquello que alguna vez fue uno de sus lugares preferidos para interactuar con mentalidades tan brillantes como él ahora representa la metáfora más hiriente de lo que es nuestra sociedad: orinada e ignorada por todos, con las puertas abiertas de par en par para el placer de los pillos y truhanes, de los embusteros y vendedores de humo, de los vendedores de cebo de culebra y los abatidos por el alcohol, ese mismo que terminó embriagando a toda una nación.

Así luce en la actualidad una de las esquinas del extinto bar. Foto: Lima Antigua.

Fue su hijo Álvaro quien lo convenciera a posar, 55 años después, en ese sitio donde solo quedan sombras y ecos de una Lima que ya se fue hace mucho.

«55 años después, retorno al (ex) bar La Catedral, en busca de los fantasmas de Zavalita y el zambo Ambrosio», escribió en sus redes sociales el hijo del universal escribano.

Cabría preguntarle al célebre arequipeño si el Perú dejará de joderse en algún momento o terminará ‘vendiéndose’ como tierra y aires nada más.

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Cultura

Bajo el signo de los tiempos

Conversamos con la poeta Eldi Toro López

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Por aquellos días del siglo XVI, se encontraba en el antiguo reino de los Sipanes y Chimús, el clérigo español Miguel Cabello de Valboa o Balboa,  mientras recorría el majestuoso valle de Lambayeque, llamado en el mochica colonial Ñampaxllaec, escuchó una singular historia que contaba la leyenda de un hombre llegado a esas cálidas tierras desde el norte, al frente de un conjunto de balsas.

El magnífico Señor, cubierto con regias vestiduras, no era otro que aquél misterioso Naylamp, quien habitó aquellas tierras y gobernó a las gentes que encontró en ellas. Después, como el profeta Elías de la Biblia cristiana, dicen los lugareños que repiten esa leyenda, se internó en el firmamento, subido a un carro de fuego.

Lambayeque, en cuyas tierras nacieron las culturas Sipán y Chimú, hacia los siglos VIII y XIV d.C, atrajo en tiempos sucesivos a muchos foráneos, no solo por el paisaje, la lengua muchik trasladada quizá de manera simbólica a los famosos pallares y cuya misteriosa iconografía revela un sistema semiótico de lenguaje, como también  por sus restos arqueológicos, los museos de Bruning, las tumbas Reales de Sipán.

Una de esas cautivas de aquellos parajes, es la limeña Eldi Toro López, egresada de la Maestría en Literatura Peruana e Hispanoamericana, por la Universidad Nacional Federico Villarreal de Lima, Perú.

“Hace veinte años, voy caminando por la calles pre hispánicas de Lambayeque, junto a mi adorado Giovanni y a mi hijo Javier.” Ese andar la llevó a editar recopilaciones de versos y de autores autóctonos, con el título de Lambayeque Evocadora, Espacio y Poesía-Huella e imagen de la Memoria.

La poeta, ha trabajado como docente universitaria en entidades estatales y particulares y fue antologada en diversas ediciones como Umbral, revista de letras y Arte de Centro Cultural Antares (2000), La Tortuga Ecuestre (2018), Cartas a Diana (2017) Colectivo Macondo, Palabra Libertad, 2017-18-19, Un&versos del Círculo Andino de Cultura (2018).

Es una de las creativas que fue recogida en NosOtras fugas y resonancias en la poesía hispanoamericana (2023) editada en Chile por Escaparate Editores, trabajo realizado por Margarita Bustos Castillo.

También encontramos sus poemas en XXX años del Encuentro Nacional e Internacional de Mujeres Poetas en Cereté, Colombia, como en Ediciones digitales en la WEB, así como Pájaros Errantes de Chile (2020-21), Ablusionistas (2020), México y otras.

Eldi, tiene dos poemarios personales, LUD&kA (2018), Angeles de Papel, editores, que obtuvo una mención honrosa en el VI Concurso Nacional de Poesía Scriptura 2017.

Su último poemario BLUE,( noviembre del 2023) Kimochi Soluciones Editoriales, con prólogo de la poeta Rocío Silva Santisteban, obtuvo una gran acogida en los eventos de Colombia, Ecuador y Chile, a los que fue invitada su autora.

Otros dos poemarios, Travesía Moche (2018) y Lambayeque Evocadora Espacio y Poesía. Huella e Imagen de la Memoria (abril 2020), libro multimedial, fueron construidos en co autoría con Tetralogos, grupo cultural experimental que-tuvo una corta pero sentida duración.

Como narradora, Eldi también fue tomada en cuenta por diversas antologías, así Como una Espada en el Aire, (2015) Ultima Estación, narrativa peruana contemporánea (marzo del 2020), entre algunos.

Es conductora del Programa En la Voz del Poeta, por la plataforma Guíame Sur Cultura-Lenyan Art Concept.

Participó en el V Encuentro Latinoamericano de Escritoras, realizado en octubre en la Casa de la Literatura Peruana.

La poeta, de verso elegante, ha conseguido un puesto de honor en el universo literario de Lambayeque junto a autores autóctonos como los románticos Emiliano Niño Pastor, José Clodomiro Soto, los vanguardistas Nicador de la Fuente, Armando Bazán, modernistas, Lorenzo Cubas Barboza, Carlos Novoa López, costumbristas, Jesús Alfonso Tello, Orlando Gonzáles García.

Conversamos con la maestra y poeta, Eldi, para conocer sus motivaciones en la elaboración de su escritura.

¿Cuánto ha influido en tu escritura aquellas leyendas de Lambayeque como la Leyenda de Naylamp, o de Aka Fala, el mito del dios Kon?

Llegar a la Huaca Chotuna y encontrarme con los frisos que cuentan la leyenda de Naylamp y de Ceterni, su compañera, fue para mí muy importante y lo refiero en “Visión de Ceterni” y “Naylamp”, ambos poemas presentes en Travesía Moche. Así también, sentir el influjo magnético de Túcume, la imponente maestría de las tumbas de altos dignatarios en Sipán, etc. El tejido de las historias que se van desentrañando en cada hallazgo sobre estos Señoríos como Sipán, Sicán, Chot, Cao, etc. nos conducen al conocimiento y respeto por el pasado. Los testimonios de  tiempos pretéritos nos demuestran que un nivel más alto en civilización sólo se logra si la espiritualidad manifestada mediante el arte se respeta, y conserva.

¿Qué fue lo más impactante de tu relación con los escritores y poetas de Lambayeque? ¿fuiste acogida? Noto que no hay muchos nombres femeninos. ¿Podrías nombrarme a algunas escritoras o poetas?

Los  escritores y poetas de la región,  se sorprendieron por nuestra iniciativa en TetraLogos al organizar el Festival de la Palabra en el mundo y colaboraron con el logro de nuestros proyectos.

Desde que llegué a vivir a Lambayeque, la presencia de poetas mujeres como Matilde Granados, Maríe Linares, Nevenka Waltersdorfer, Carla Buendía, Carmen Lezcano, Madeleini Sosa, estuvo muy relacionada con lo que pudiéramos llamar, acertadas ocasiones poéticas. Debo mencionar que la participación que tuvimos en el importante Encuentro de Poetas “Una habitación propia” organizada por las poetas Granados y Linares, conformantes del colectivo Palabras para un canto, en el año 2018, nos puso en contacto con voces líricas muy destacadas como la de Mariana Llano, muy tempranamente desaparecida. Luego están Mercedes Uriarte, Blanca Katiuska Loayza, Karla Gil, Claudia Incháustegui, Cecilia Gastelo ,  poetas  talentosas que aún no alcanzan una visibilización mayor por carencias diversas como festivales ,recitales 

Leo en algunos de tus versos, cierto desencanto y una constante auto introspección. ¿Te defines como una poeta existencialista o simplemente es una manera de demostrar tu desencanto por una realidad que te perturba?

Desde joven, tengo una actitud introspectiva motivada por la observación de sucesos tanto de índole personal como externos a mí. Creo que por ello se da este desencanto, pese a mi optimismo original. La soberbia nos desborda debido a los avances científicos  y hemos perdido lo que da sentido a nuestra existencia, la tranquilidad espiritual.

Antes de Charles Bukowski, fueron otros los poetas malditos que fueron acogidos y celebrados así Verlaine, Mallarme, Rimbaud, Tristán Corbiere, despertaron igual pasión por los poetas. Tú misma, citas a Bukowski, ¿qué ofrecen estos poetas que tanto te fascinan?

Creo que quienes escribimos poesía, amamos a los simbolistas por su capacidad de sugestión mediante las palabras. Cada una de ellas, cada figura y hasta cada silencio produce significación. En mi escritura aparecen figuras que a veces, creo, no llegan con mucha claridad a quienes la leen. Y es que en la subjetividad que envuelve la expresión, el sentido otorgado no siempre es recibido con la intención o intensidad en él o la lectora.

En ese sentido, en el de la respuesta a su inquisiciones poéticas, te puedo  decir que admiro la rotundidad en Bukowski y en Ezra Pound, pero también la fuerza sutil en Moro, el onirismo y economía en Oquendo, la mesura en la trabajada emotividad en B. Varela, la pasión y añoranza en R. Valcárcel, el telurismo en G. Mendoza Borda, la sensualidad y rebeldía en Ana Bertha Vizcarra, la audacia en la lírica del cuerpo de Ollé  y… acabo de descubrir a Lucía Ocampo de Huancayo, podría continuar pues referentes tengo en abundancia, admiradas y admirados igual…así también en narradores(as)

¿Crees que los poetas que no publican en un medio físico, no tienen valía? Tú eres una de las pocas cuya mayor producción se encuentra de manera virtual; ¿el no hacerlo físicamente descalifica a estos autores?

No creo en lo propuesto en la primera pregunta. Los Poetas  lo son  así no hayan escrito materialmente. Existe poesía oral, sólo pronunciada.

Tú, María Luz tienes tantos textos que conozco sólo virtualmente y admiro tu poesía de la cotidianeidad, de la añoranza, de la ternura súbita… ¿Quién se atrevería a descalificarte como poeta?

Lo publicado de modo virtual, digital, revistas on line, e-mail, blogs, páginas web, tiene el mismo mérito que lo publicado físicamente en un volumen, en un libro.

¿Crees que estos logros de la Apec, podrían servir de apoyo a las nuevas producciones literarias y de qué manera?

No soy muy optimista al respecto. Pienso que en APEC sólo las ganancias dinerarias y el poder económico son lo que priman.

¿Qué alistas para el 2025?

Tengo prevista la publicación de una plaquette personal y junto a un grupo de escritoras, vamos tejiendo sueños, anhelos y proyectos que como no son sólo míos, no me es permitido divulgar, pero que te los comentaremos cuando estemos  a punto de realizarlos.

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