Opinión
El zorrito “Run Run” tiene mucha hambre
Lee la columna de Rodolfo Ybarra.

El zorrito “Run Run” tiene mucha hambre. Se come las gallinas y los patos de los vecinos. Rebusca en las bolsas de basura. Se sube a los postes de luz y se come a las palomas, también se come a las ratas que raudas y temerosas cruzan por los cerros aledaños. Y por la madrugada caza lo que sea hasta los bichos, arañas y cucarachas, no se libran de ser devoradas.
Una vez probó que podía comer raíces, verduras podridas y mazorcas de choclo y se los comió de canto a canto. Se comió también restos orgánicos de un desmonte y un pedazo de tronco. Y como vio que podía comer más cosas, probó con comerse aparatos electrodomésticos, así de a poquitos, royendo por un costado y sacando de cuajo primero las partes de plástico. Hasta que se comió una radio a pilas y un televisor viejo abandonado en una azotea y un micrófono que un periodista inexperto le acercó a su hocico, por algo es un zorrito del Perú profundo y no de cualquier otro lado. Nadie sabe cómo fue ni qué pasó.
El adolescente quería una mascota y la madre le dio cincuenta soles, “cómprate un perrito en el Mercado Central”, le dijo. Era verano y hacía un calor insoportable, más el encierro de la pandemia, el estrés y sin poder salir a ningún sitio, un nuevo miembro contentaría a esta familia que vivía en un asentamiento humano.
El muchacho estaba emocionado, ya sabía lo que quería: un lanudo “siberiano”. Pero cuando llegó al lugar indicado solo encontró perros chuscos entre gatos y unos animales exóticos como tortugas, monos y lagartos. Sin embargo, cuando estaba por irse, vio un animalito herido que apenas se movía, le dio mucha ternura y lo escogió no sin antes pagar en billetes de 10 soles.
El vendedor le dijo que era “siberiano” cruzadito con “perro chino” y tenía su pedigrí y bla bla bla; y así dentro de una canasta lo trajo a casa y lo crió por varios meses notando que algo pasaba con su mascota porque no ladraba, miraba con ojos fijos, tenía un olor extraño y la “trompa” le había crecido más de la cuenta. Aparte que no dormía y se la pasaba en vela, vigilante.
Cierto día, como en las películas de terror, hubo rayos y centellas sobre Lima y el “siberiano” a quien habían puesto de nombre “Run Run” porque no ladraba, solo emitía un roznido, saltó de la canasta y se echó a correr despavorido. Saltó los muros con mucha facilidad, brinco de techo en techo y desapareció en la noche. Y desde ese día ya nadie pudo atraparlo.
“Run Run” se hizo amigo de los perros y comía todo lo que encontraba. Pero su hambre fue creciendo de forma anormal. Y fue así como empezó esta historia. Y aunque sus dueños lo llamaban, “Ruuuuunnnnn Ruuuuunnnnn vuelve a casa” solo se acercaba a comer y salía corriendo. Su hambre descomunal se hacía insaciable hasta que un día, ante tantas quejas de los vecinos, salió en televisión “en vivo y en directo”. Y así a su acostumbrado menú y su comportamiento dizque errático, le sumó comerse a todo un país.

“Deseo que la Casa de la Literatura Peruana sea un espacio donde puedan venir los jóvenes escritores y que sea una ventana para presentar sus libros”, dijo Alan García en 2010, durante la pomposa inauguración de la Caslit. Como tantas frases suyas, sonaba bien en el discurso. Pero 14 años después, el sueño literario ha devenido en pesadilla burocrática.
Hoy, la Caslit se parece más a un ring que a un refugio para escritores. Correos internos revelan un ambiente de tensiones, acusaciones cruzadas y pugnas internas que han convertido la ex estación de tren en una verdadera Casa de los Cuchillos. La gestión de Gary Marroquín, su actual director, ha sido blanco de acusaciones internas por contrataciones sospechosas, gastos inflados en locadores y un manejo poco transparente de los recursos públicos.
Uno de los correos anónimos más punzantes afirma: “En 2025 los gastos de locadores fueron S/ 1’200,000 y este año, en solo un trimestre, ya van más de S/ 670,000. ¿Será por los amigos de Gary que están siendo contratados?”.
Pero no es el único señalado. Jaime Cabrera ha sido acusado de dedicar tiempo de su horario laboral para su portal personal, mientras que Alicia Meza decidió renunciar por presunto acoso laboral. Esto es solo una parte de diversos correos que los propios trabajadores se lanzan como cuchillos afilados. Hay dos bandos claros: el de Marroquín y el de los CAS indefinidos. En ambos, trabajadores que —según los testimonios— hacen poco por la cultura y mucho por mantenerse en sus puestos.
A esto se suma el arribo de figuras cercanas al cuestionado Alex Alejandro Vargas, ex gerente de San Juan de Lurigancho y de la Biblioteca Nacional del Perú. No solo su esposa, Chrisel Arquiñigo, trabaja ahora en Caslit; también lo hacen Sandro Tucto y Elías Cazasola, parte de una red que se replica de institución en institución.
Por si fuera poco, el espacio físico también corre riesgo. El edificio pertenece al Ministerio de Transportes y Comunicaciones, y la intención del alcalde Rafael López Aliaga de reactivar los trenes desde la Estación de Desamparados pone en jaque la permanencia de la CASLIT.
Así, la casa que prometía abrir puertas a los escritores hoy se tambalea entre el filo de lo cuchillos y el traqueteo de las ruedas sobre los rieles.
Opinión
Alumnos de la PUCP en Iquitos celebraron el Día Internacional de los Museos
Lee la columna de Jorge Linares

Por Jorge Linares
Los alumnos de la carrera de Gestión y Alta Dirección en el curso de Plan de Marketing, dirigido por la Dra. Rosa Guimaray Ribeyro, junto al asistente de docencia Raúl Alvarado que se encuentran de visita en la ciudad de Iquitos, visitaron el Cementerio General San Miguel Arcángel de la ciudad de Iquitos que es considerado un cementerio patrimonial. Este recorrido turístico cultural se realizó dentro del marco de celebración del Día Internacional de los Museos.
El circuito turístico tiene un tiempo de duración de aproximadamente una hora que consiste en narrar la historia y el proceso de evolución de la sociedad de Iquitos desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, ya que el cementerio, más allá de ser un lugar sacrosanto, es un espacio que guarda la memoria de nuestra ciudad. Asimismo, podemos evidenciar epitafios que destacan la ausencia del ser perdido, mausoleos faustuosos revestidos con azulejos, coronas de porcelana y figuras de mármol que simbolizan el paso entre la vida a la muerte, entre otros elementos llamativos que son únicos en la Amazonía peruana y que fueron traídos de Europa en los barcos de la Booth Line en pleno boom del caucho.

El alumno Ernesto Bracamonte manifestó: “fue una bonita experiencia conocer la historia de Iquitos desde el cementerio, es mi primera vez que hago un recorrido turístico, nunca antes lo había hecho y no sabía, pero ahora despertó mi curiosidad y visitaré otros cementerios como el Presbítero Maestro que se encuentra en la ciudad de Lima. Es increíble lo que puede describirnos un cementerio, pues enriquece y valora nuestra cultura y permite conocer de personas que forjaron nuestro país. Sinceramente, me llamó la atención la tumba de Fitzcarrald porque yo había visto la película dirigida por Werner Herzog, cuyo personaje principal era Klaus Kinski. Otra cosa que recreó mi vista fueron los colores llamativos y encendidos de los nichos que están en los pabellones, los tamaños desiguales de las tumbas y los poemas de los jóvenes que expresaron una oda a la vida y a la muerte”.
La Pontificia Universidad Católica del Perú, desde hace mucho tiempo tiene arraigo en la Amazonía Peruana y sobre todo en la ciudad de Iquitos, particularmente en procesos de investigaciones científicas, culturales, antropológicas, arquitectónicas y arqueológicas, destacando el extinto museólogo Luis Repetto Málaga a quien le recordamos como “El Señor de los Museos”.
Opinión
SUSALUD también demuestra cansancio funcional e impunidad frente a denuncias
Lee la columna de Rafael Romero

Por Rafael Romero
La Superintendencia Nacional de Salud (SUSALUD) es una institución joven si se la compara a otros organismos similares como el INDECOPI u OSIPTEL, y por eso debería estar más activa y ser más servicial con el público cuando hay casos urgentes que atañen a sus deberes institucionales y la atención al ciudadano.
Es decir, SUSALUD hoy por hoy no hace honor a la debida atención de los pedidos de los administrados ni respeta las comunicaciones de los ciudadanos, puntualmente de la prensa que busca tomar contacto con sus representantes y voceros, tal como lo intentamos hace semanas desde esta corresponsalía para solicitar una entrevista periodística a su presidente, Juan Carlos Velazco Guerrero, y la directora de la Oficina de Comunicación Corporativa, Ruby Violeta Cubas Urbina.
En ese contexto, para una nota de 0 a 20, SUSALUD ya tendría 05 en la atención a la prensa, y estaría jalada, siendo lo más grave que tampoco atiende adecuada y oportunamente a su misión institucional que le encarga textualmente lo siguiente: “proteger los derechos en salud de cada peruano, para lo cual orientamos sus acciones a empoderar y colocar al ciudadano en el centro del sistema de salud nacional, sin importar donde se atienda o su condición de aseguramiento”.
Esa fraseología entrecomillada del párrafo anterior al parecer sería solo eso, jarabe de lengua y pura retórica, concretamente a la luz del Exp. PAS N° 03454-2022, respecto del cual los funcionarios responsables de Fiscalización y Sanción (IFIS) se muestran erráticos, arbitrarios y nada idóneos, máxime cuando hay evidencias de clínicas denunciadas por manejar información adulterada en las copias de una historia clínica entregadas en dos momentos distintos, una antes del fallecimiento de un paciente y otra después del hecho de muerte.
¿Qué pasó en ese affaire? ¿La IPRESS denunciada manipuló la historia clínica después del deceso de un paciente? ¿Acaso quiso después de esa muerte registrar horas de atención que antes nunca existieron?
Pero el tema da para más, pues a partir de la evaluación de una historia clínica, se advierte otra manipulación en la hoja KARDEX, al figurar borroneada la columna o el espacio donde se registra la medicación, para lo cual se habría generado otra columna destinada a un día más de atención, siendo más grave que con esa hoja KARDEX la entidad SUSALUD la utilizó dizque como sustento para archivar una denuncia por el cargo de “condicionamiento de la atención”.
A todas luces esa adulteración no fue advertida por dicha entidad. Pero a todo esto se suma la demora funcional de los empleados de SUSALUD, y hasta parece que obran así no tanto por la carga administrativa que tienen sino porque al parecer dejan pasar el tiempo para que los hechos y las denuncias prescriban, lo cual sería muy delicado y cuestionable.
No bastante, esa clase de temas, como muchos otros que son materia de interés público lamentablemente no son debidamente valorados ni atendidos por SUSALUD, pese a estar obligada para alertar y supervisar que los actos médicos materia de denuncia no sean archivados alegremente y por eso se debería prevenir el posible incumplimiento de funciones dentro de la IFIS y en general en SUSALUD.
Esperábamos encontrar un mejor trato al ciudadano y a la prensa de parte de esa institución, empero tal parece que sus servidores públicos se han contagiado de los vicios y de la impunidad reinante en otras entidades del Estado mucho más viejas y mañosas.
Sin embargo, no perdemos la esperanza que funcionarios, como el presidente de SUSALUD y la jefa de la “Oficina de Comunicación Corporativa”, sean más empáticos y sobre todo cumplan con la Ley del Código de Ética en la Función Pública, para evitar la procrastinación empezando por abrir sus correos y verificar sus WhatsApp porque es su obligación atender al ciudadano y a la prensa.

Por Julio Barco
Entre las voces poéticas más destacadas del norte peruano, sobresalen dos figuras claves. Por un lado, Beethoven Medina, quien construye su poesía desde una mirada cultural e integral —como se aprecia en su obra sobre Taykanamo—; por otro, Luis Eduardo García, cuya poesía entabla diálogos con pensadores como Cioran o Pessoa, desde una perspectiva más filosófica.
En las generaciones más recientes emergen nombres como Ray Paz, con una propuesta híbrida y expansiva, o Andrea Cruzado, cuya poesía se caracteriza por un alto voltaje subjetivo. En ese contexto, no sorprende la solidez de Hasta ver apagarse tus cenizas en un cementerio de elefantes
(Dendro, 2024), el nuevo poemario de Eduardo Saldaña.
Si en Comedia Inmóvil ya demostraba su destreza para los versos largos y conversacionales, en este nuevo libro observamos una voz más íntima, que entrelaza ecos y referencias desde lo personal. A diferencia de su anterior propuesta, aquí nos adentramos en espacios como el hogar, la muerte y la relación con el padre: “Pensé, tampoco sabría cómo perdonarlo” (p. 18). Ese intento de perdón es uno de los ejes de esta poesía más narrada que cantada.
La figura de Kafka aparece como símbolo del vínculo paterno conflictivo, a través de la apropiación del título Carta al padre. Asimismo, en el poema
¿Qué habría hecho Hamlet?, se explora la noción de venganza desde una clave literaria: ¿Acaso la poesía es la última venganza?
Esta revisión de lo familiar conecta también con la obra de José Watanabe, estableciendo un linaje poético en el que el yo busca comprender su herencia. Para Saldaña, todo poema es un reclamo hacia los antepasados. Y este libro se presenta como una galería de búsquedas, resonancias y encuentros con la raíz esencial de la experiencia.
Opinión
La Minería Ancestral en el Perú: El Legado Milenario de Pataz y la Lucha por la Soberanía de Nuestros Recursos
La minería en el Perú no es un fenómeno reciente; sus raíces se hunden profundamente en el pasado precolombino, tejiendo una rica historia que se extiende a través de siglos de culturas, imperios y luchas por la independencia. Pataz, en la región La Libertad, se erige como un ejemplo emblemático de esta larga tradición, un testimonio vivo de la contribución minera a la identidad y riqueza del país.

Por: Jorge Paredes Terry
Desde tiempos inmemoriales, el Perú ha sido una tierra bendecida por la abundancia de sus minerales. La historia de la minería en nuestro territorio se remonta a civilizaciones preincaicas que dominaron el arte de extraer y trabajar metales como el oro y la plata, no solo como símbolos de poder, sino como elementos sagrados vinculados a sus deidades y cosmovisión. Entre las zonas más emblemáticas de esta tradición minera se encuentra Pataz, una provincia de La Libertad que ha sido tributaria de metales preciosos mucho antes de la llegada de los españoles y que hoy sigue siendo un bastión de resistencia frente a la explotación foránea.
Los antiguos peruanos no solo extraían minerales, sino que los integraban a su cultura. Las evidencias arqueológicas demuestran que el oro y la plata de Pataz adornaron los templos Moche y Chimú, civilizaciones que dominaron el norte del Perú entre los siglos II y XV d.C. Para estos pueblos, los metales no eran simples objetos de comercio, sino elementos rituales que conectaban el mundo terrenal con el divino.
Cuando el Imperio Inca expandió su dominio hacia el norte, Pataz ya era reconocido como una fuente importante de metales. De hecho, parte del oro que se utilizó para el rescate de Atahualpa (el famoso «Cuarto del Rescate») provenía de estas tierras. Sin embargo, la ambición española no solo saqueó estos tesoros, sino que impuso un sistema de explotación que, aunque brutal, no logró extinguir el conocimiento ancestral de los pueblos mineros.
Durante la Colonia, las minas de Pataz siguieron siendo explotadas, pero fue en la gesta independentista donde su pueblo demostró su compromiso con la libertad. Quintales de oro y plata fueron donados por los patacinos para financiar la lucha emancipadora, un aporte que el propio Libertador José de San Martín reconoció con una carta de agradecimiento. Este gesto no fue casual: era la reafirmación de un pueblo que, a pesar de siglos de opresión, seguía defendiendo lo suyo.
A lo largo de los siglos XIX y XX, la tradición minera de Pataz continuó ininterrumpidamente. Los habitantes de Pataz, siguieron trabajando arduamente en sus minas, especialmente en las zonas de Buldibuyo (La Paccha), Parcoy y el distrito de Pataz. El oro extraído, en gran medida, se vendía al Banco Minero del Perú, una institución de propiedad estatal que, en teoría, debía regular y controlar la actividad minera en beneficio del país. Durante este periodo, Pataz experimentó un desarrollo integral, relativamente alineado con los objetivos del desarrollo minero nacional. Se observaba una sinergia entre la actividad minera y el crecimiento de la comunidad, con inversiones en infraestructura, educación y servicios básicos.
Sin embargo, este progreso se vio truncado con la llegada de las nuevas compañías mineras a partir de la segunda mitad del siglo XX. Estas empresas, en muchos casos, implementaron prácticas extractivas que priorizaron la maximización de beneficios a corto plazo, descuidando el impacto ambiental y social en la comunidad. La corrupción, tanto dentro de las propias compañías como en las instancias gubernamentales encargadas de su regulación, exacerbó la problemática. La falta de transparencia y la ausencia de mecanismos de control efectivo permitieron que las prácticas nocivas se extendieran, generando un impacto devastador en la región. Pataz, que alguna vez floreció gracias a su actividad minera, experimentó una paralización de su desarrollo integral.
Las nuevas compañías mineras, a diferencia de los modelos anteriores, mostraron una preocupante indiferencia hacia el bienestar de la población local. La salud, la educación y el turismo, fueron totalmente olvidados y relegados a un segundo plano. La prioridad absoluta se centró en la generación de riqueza para los accionistas, dejando a la población de Pataz en una situación de abandono y marginación. La falta de inversión en infraestructura, servicios básicos y programas sociales contribuyó a la profundización de la desigualdad y la pobreza, dejando un legado de frustración y resentimiento en una región que, históricamente, ha contribuido significativamente a la riqueza del Perú. El REINFO vino a darle un respiro a las familias patacinas, ahora sí podían disfrutar de su riqueza, generar trabajo y bienestar a su comunidad, pero nuevamente las malas prácticas mineras de la gran oligarquía que siempre buscó el lucro fácil, subcontrató y arrendó sus concesiones, generando desorden y anarquía. Sin gastos operativos reales e inversión en capital de trabajo, esperaban que los operadores lleguen con camiones llenos a sus plantas, y todos felices. La situación se desborda cuando no pueden controlar a sus operadores y algunos de ellos entran en rebeldía, lo demás es historia conocida.
No contentos con ello hoy militarizan Pataz, La Poderosa ya cumplió su sueño, contar con un cuartel del ejército y miles de policías para su seguridad individual, de esta manera pretenden adueñarse de los recursos de toda la provincia, limpiar el territorio que por derecho histórico pertenece a las comunidades y al pueblo patacino, todo con el aval de un gobierno corrupto hasta la médula y un sistema político plagado de delincuentes de saco y corbata.
Pero Pataz, como otros pueblos mineros ancestrales, resiste. Sus pobladores saben que el oro y la plata no son solo commodities para enriquecer a unos pocos, sino parte de su identidad. La defensa de estos recursos es un deber patriótico, porque no se puede permitir que la riqueza que financió templos, rescató a un Inca y liberó a una nación, sea hoy robada por intereses foráneos.
Hoy, más que nunca, es imperativo reconocer y valorar el legado ancestral de la minería en el Perú, especialmente en regiones como Pataz. Este legado no es solo una fuente de riqueza material, sino también un componente fundamental de nuestra identidad nacional. Es crucial defender este patrimonio contra la explotación indiscriminada y la apropiación indebida por parte de intereses externos. La riqueza minera del Perú debe beneficiar a todos los peruanos, y no solo a una élite privilegiada. La defensa de nuestros recursos naturales es una responsabilidad colectiva, una tarea que debemos asumir con firmeza para asegurar un futuro próspero y justo para las generaciones futuras. El oro de Pataz, y el de todo el Perú, pertenece a todos los peruanos. Su protección es una obligación moral y un acto de justicia histórica.
Como peruanos, debemos sentirnos orgullosos de esta historia y exigir que los beneficios de la minería sean para el pueblo, no solo para las transnacionales y la gran oligarquía limeña. Pataz es un símbolo de resistencia y aporte a la grandeza del Perú, y su ejemplo debe inspirarnos a defender nuestra soberanía sobre los recursos naturales.

La película tiene la sabiduría a través de una música sugestiva y un puñado de fotos fijas en blanco y negro y sonidos y ruidos pertinentes y transiciones sutiles y elegantes más una voz en off que podría asimilarse a una estirpe borgeana, de sumergirte en lo que podríamos llamar un estado de ensueño, o mejor, un entresueño, no estás muy seguro de estar dormido, soñando, o soñando medio despierto. ¿Medio vivo… o medio muerto?
Es algo así como cine de la mente en su estado más puro. Lo impalpable o evanescente de la materia, la irrealidad invadiente, irresistible, que envuelve todo en una cierta melancólica fatalidad, es algo que vives gracias a la insistencia en la inmersión psíquica que comporta el experimento (la mente vuela, el cuerpo es un bulto), la necesidad de esas fugas para atrás y para adelante en el tiempo, para intentar lograr que lo que queda de la humanidad tras de la catástrofe de una Tercera Guerra Mundial sobreviva.
La memoria, el recuerdo, la obsesión por una imagen en especial, una sola, que acaso sintetiza la extrañeza y el misterio de una vida, una imagen que es luz y es tanto o aúan más un agujero negro, localizada en la época de la infancia, es ya en sí misma un poderosísimo viaje en el tiempo. Verse a sí mismo, en el yo futuro: el niño desdoblado viendo su propia muerte de adulto, primero sin saberlo, luego ya advertido, en un futuro lejano y al fin vertiginosamente cercano, que es un presente, y un siniestro, sublime regalo irreparable. El raro privilegio de verse desde fuera y desde dentro.
Chris Marker es un fan declarado de Vértigo, así que por ejemplo el viejo tronco del árbol exhibiendo su anillado cual talismán vivo, como un mapa biológico, entre otros detalles lo atestigua con elocuente claridad. La ciencia ficción, la especulación sobre las espirales o los abismos del tiempo, siendo sin duda importantes, se condensan en la fantasmal y casi muda historia de amor, ¿ella será una fantasma, o él lo es, o ambos lo son? Ese vínculo frágil, esporádico, necesario, irrenunciable, condenado.
Parece que estamos siempre presos, parece que nunca podremos salir de la irrealidad, del sueño. La jetée es una obra exquisita que retrata nuestra curiosa condición.
Opinión
Con un gobierno de Belmont el Acuerdo Nacional no será palabreo ni té de tías
Lee la columna de Rafael Romero

Por Rafael Romero
En el reciente encuentro convocado por el psicoanalista Max Hernández, quien a sus 87 años tiene a su cargo la secretaría ejecutiva del Acuerdo Nacional (AN), resaltó de lejos el valor diferencial del Partido Cívico Obras (PCO) y sus dos representantes que acudieron a la cita, Ricardo Belmont, presidente del Partido, y Daniel Barragán, secretario general, respecto de sus pares repartidos entre más de 40 organizaciones políticas.
Las disertaciones de Ricardo Belmont y Daniel Barragán sin duda descollaron entre los asistentes, pero sobre todo su espíritu patriótico, su convicción y su compromiso con un AN firmado hace 23 años con mucha emoción y solvencia. Pero que, en el tiempo, por desidia de muchos gobiernos, y a causa de la división entre peruanos, dicho documento solo quedó como papel mojado en tinta.
Sin embargo, la trayectoria de Ricardo Belmont, con grandes pergaminos en su haber que no se pueden ocultar, con su ejecutoria de gestión y administración gubernamental en dos períodos de alcalde, con su labor de congresista y su amor por el Perú y el prójimo, sobre todo por la niñez y los olvidados, garantizará que, en un gobierno suyo, el AN ya no será palabreo ni un té de tías. Es duro decirlo y para algunos quizá de reconocerlo, pero el AN tiene que ser relanzado y vestido de impulso sano, de nueva legitimidad y provisto de una praxis efectiva y respetable.
Esa es la ayuda que hoy, de parte de todos los peruanos, requiere un profesional tan destacado y un buen ciudadano como Max Hernández, quien dirige el AN en provecho de la sociedad peruana y del cumplimiento de las políticas de Estado, de la visión del Perú al 2050 y es quien promueve los consensos bajo el lema “unidos para crecer”, máxime cuando a partir de esa ejecutoria de vida de Ricardo, este con su experiencia contribuiría al aggiornamiento y al cumplimiento de dicho acuerdo, quizás bajo un nuevo lema: “unidos para el desarrollo” ya que el concepto ‘desarrollo’ es más completo y profundo que el mero “crecimiento” cuantitativo, requiriendo los peruanos no solo cantidad sino sobre todo mejor calidad de vida.
Ricardo Belmont es muy claro en marcar desde el año 1989, cuando fundó el Movimiento Independiente Cívico Obras, una distancia respecto de la izquierda y la derecha, pues se anticipó a lo que hoy el mundo es, una lucha de globalistas versus soberanistas, una melcocha generada por advenedizos en la política y frente a un divisionismo alentado por los centros del “megapoder mundial” que no descansan en etiquetar a unos de “derecha” y a otros de “izquierda” solo para distraer a la platea y seguir pescando a río revuelto.
Frente a ello, la fusión de una filosofía de vida, de la filosofía humanista de Ricardo Belmont, por un lado, y los compromisos y las actas del AN, por el otro, obviamente que darían como resultado un efectivo AN y un instrumento vigoroso para la unidad nacional, para la paz, para el diálogo entre peruanos, la tolerancia, el debate con altura y el arribo a alternativas viables con la misión de sanar la República y desarrollar el país equitativamente, pues la equidad no es igualitarismo; y eso garantizará el respeto entre todos, entre ciudadanos y el Estado, entre campesinos, obreros, trabajadores, estudiantes, empresarios de la micro, pequeña, mediana y gran empresa, sin excepción.
Ricardo lo ha dicho, no hay manera de sobrevivir en el mundo de hoy si uno no es espartano y estoico, radicando aquí el secreto para hacer de todos los peruanos verdaderos líderes pues la crisis moral de la nación se debe a una falta de liderazgo y a una ausencia de valores, donde lo que manda lamentablemente es la codicia y la avaricia que nos venden los “hegemones” vanidosos. Por eso, el gran reto del Perú es saber lidiar frente a los antivalores globalistas y construir una nación fuerte, con su propia mística, su modelo y su moral, sobre la base de los principios de nuestros ancestros incas (“no seas ladrón, no seas ocioso y no seas mentiroso”), sumando todo esto a un AN para garantizar la paz social, el respeto a la iniciativa privada y la inversión nacional y extranjera y para darle un futuro seguro a las nuevas generaciones de peruanos. Y Ricardo lo sabe, pues él ha sido miembro de IPAE y muy joven contribuyó a organizar los conocidos CADE, como el de 1979.
Por tanto, que lo sepan las centrales de trabajadores, las organizaciones de campesinos, las comunidades del ande y de la selva, y los gremios del sector empresarial como la CONFIEP, ADEX, etc., pues no son incompatibles las 10 vigas maestras del PCO y los postulados del AN. Por lo contrario, se amalgaman y complementan perfectamente, configurando una garantía para la reconstrucción nacional y el despegue del Perú ante el concierto intercontinental de los pueblos. De manera que vengan más buenas noticias para el Perú el próximo año, como ha sido en este 2025 la elección del Papa León XIV, Roberto Prevost Martínez, peruano con DNI y obispo de Chiclayo.
Perú ganará con un gobierno de Ricardo Belmont, quien sí hará realidad los objetivos del AN en materia de Democracia y Estado de Derecho; Equidad y Justicia Social; Competitividad del País; Estado Eficiente, Transparente y Descentralizado. En suma, del 2026 al 2031, con el Partido Cívico OBRAS, sentemos las bases de un país seguro, con desarrollo y paz, de cara al 2050.
Opinión
Los embusteros del poder: la decadencia política y el silencio cómplice de la ciudadanía
Una ciudadanía que no reclama, que no fiscaliza y que no protesta pierde el derecho a quejarse de sus gobernantes. Hoy más que nunca, se necesita despertar. El Perú no puede seguir gobernado por el engaño. La mentira política no es una estrategia: es una traición. Y quienes la practican no son líderes: “son estafadores del poder”.

En pleno siglo XXI, Perú vive una realidad política que parece un libreto de tragedia repetida. En una democracia que debería promover la verdad, la ética y la rendición de cuentas, se han instalado —con absoluta normalidad— la mentira, la manipulación y el encubrimiento. No se trata de errores aislados, ni de deslices del lenguaje: hablamos de una cultura política que ha hecho del embuste una herramienta de poder.
En tiempos antiguos, los sofistas griegos eran maestros del discurso; utilizaban la retórica para convencer, aunque no necesariamente para decir la verdad. Hoy, en Perú, ni siquiera existe ese refinamiento intelectual. La clase política ha renunciado incluso a las formas y ha optado por la mentira burda, repetida, impune, sin ética ni inteligencia. La retórica fue reemplazada por el cinismo. Y lo más alarmante: la ciudadanía, adormecida por el desencanto, observa sin actuar.
Dina Boluarte, actual presidenta de la República, es el emblema más reciente de este modelo político degradado. A través de declaraciones inconsistentes y actos opacos, ha desdibujado por completo su credibilidad. Su llegada al poder, producto de la vacancia de Pedro Castillo, prometía estabilizar una democracia fracturada. Sin embargo, su mandato ha terminado por enterrar cualquier vestigio de confianza ciudadana en la clase dirigente.

Uno de los episodios más reveladores fue su ausencia entre el 29 de junio y el 9 de julio de 2023. Alegó una operación médica por motivos de salud, pero luego se descubrió que se sometió a varias cirugías estéticas que ocultó deliberadamente. Esta omisión no solo evidencia falta de transparencia, sino también un desprecio total por las funciones públicas que le fueron encomendadas. La Fiscalía abrió una investigación por presunto abandono del cargo, y con razón: la jefa de Estado desapareció del radar institucional por motivos personales que nunca se atrevió a explicar con sinceridad.
No fue la única mentira. El llamado «Caso Rolex» —la aparición de una colección de relojes de lujo no declarados en su hoja de vida— destapó otra capa de opacidad. Primero, Boluarte Zegarra afirmó que eran regalos antiguos; luego dijo que eran préstamos. Ninguna versión se sostuvo. Lo cierto es que el Ministerio Público ya investiga este caso por presunto enriquecimiento ilícito y omisión de bienes.
A estos hechos se suma el escándalo del “cofre presidencial”: el vehículo oficial que habría sido usado para llevarla a un exclusivo condominio en Asia, pese a que ella negó haber estado en el lugar, las pruebas desmintieron su versión. Como si se tratara de una burla, las versiones del Gobierno se contradijeron entre sí, dejando al país frente a una evidencia clara: la presidenta miente y sus funcionarios la encubren.
Lo más grave no es solo el hecho de mentir, sino que lo haga quien tiene el deber de encarnar la más alta investidura de la Nación. Boluarte Zegarra no solo ha caído en el desprestigio, sino que ha convertido su mandato en un espacio de simulación, ocultamiento y manipulación. Su aprobación, que ronda apenas el 3%, confirma que los peruanos han dejado de creer en sus palabras y en ella misma. Pero, aun así, sigue en el poder, gracias a las fuerzas congresales, que la han blindado desde diciembre de 2022.

Ministros cuestionados
A su alrededor, ministros convertidos en escuderos y defensores personales de la presidenta han dejado sus funciones técnicas de lado. En lugar de gobernar y ocuparse de sus respectivos portafolios, ellos se dedican a blindar a una mandataria cada vez más impopular. Gustavo Adrianzén, Morgan Quero, y Leslie Urteaga (insólitamente, acaba de ser condecorada por la Universidad Mayor de San Marcos), entre otros, actúan como escuderos palaciegos y no como funcionarios públicos al servicio del país. Las prioridades del Perú han quedado en segundo plano, mientras se improvisa desde el poder un satírico espectáculo de defensa absurda y complicidad institucional.

La ciudadanía tiene responsabilidad
Sin embargo, es imposible hablar de este deterioro sin poner en el banquillo también a la ciudadanía. La pasividad de los electores frente a estas mentiras institucionalizadas resulta alarmante. A diferencia de otras democracias donde la protesta, el voto de castigo o la presión social detienen el abuso del poder, en el Perú parece haberse instalado una resignación cínica. Muchos piensan que nada cambiará, que reclamar es inútil, y con ello contribuyen —sin quererlo— a sostener el sistema que los oprime.
Esta apatía ciudadana ha permitido que personajes sin formación, sin escrúpulos y sin proyecto de país lleguen a cargos de enorme responsabilidad. Políticos ignorantes, oportunistas y procesados por corrupción han ingresado al aparato estatal con un solo objetivo: servirse del Estado y no servir al pueblo. El resultado: gobiernos que en nombre de la democracia saquean, mienten y destruyen la institucionalidad desde adentro.
Perú en el ranking de presidentes corruptos
La lista es larga y conocida: Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y Pedro Castillo. Todos, con diferentes matices, han estado envueltos en escándalos por corrupción, en investigaciones, procesos penales y algunos ya encarcelados mediante sentencia. La corrupción se ha vuelto endémica y la mentira, parte del manual de campaña. El doble discurso es un arte que se cultiva desde el poder; y mientras tanto, la ciudadanía, golpeada por la crisis económica, social y de inseguridad, sigue esperando que llegue un mesías… sigue esperando que alguien le devuelva la esperanza.

El problema no es solo de los políticos: es también de la cultura política que hemos permitido que se consolide. La falta de fiscalización social, la tolerancia a las medias verdades, la ausencia de educación cívica, y la despolitización de la juventud son síntomas de un país que ha dejado de defender su soberanía moral.
Si queremos una democracia auténtica y autoridades probas y responsables, debemos empezar por exigir la verdad. Una ciudadanía que no reclama, que no fiscaliza y que no protesta, pierde el derecho a quejarse de sus gobernantes. Porque en el silencio de los pueblos, los embusteros florecen. Y en la apatía colectiva, la corrupción se convierte en sistema.
Hoy, más que nunca se necesita despertar. El Perú no puede seguir gobernado por el engaño. La mentira política no es una estrategia: es una traición. Y quienes la practican no son líderes: “son estafadores del poder”.
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