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Opinión

El reto del financiamiento en la investigación

Lee la columna de Raúl Allaín.

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En el artículo “Periodismo de investigación sin ánimo de lucro en el Perú: IDL Reporteros” (https://tinyurl.com/hryy56hp) el Dr. José Luis Requejo Alemán, documenta “la gestación y nacimiento de la organización no gubernamental IDL-Reporteros, considerada como la primera iniciativa de periodismo de investigación, sin ánimo de lucro, nacida en Perú”.

Requejo parte de la premisa siguiente: “Como idea de empresa, IDL-Reporteros comparte las mismas fortalezas y debilidades fundacionales que similares organizaciones europeas o estadounidenses, pero con una diferencia fundamental, que es el tener enormes dificultades para encontrar fuentes de financiamiento y conseguir repercusión en los medios tradicionales, debido al contexto político y comercial”.

Es importante señalar que José Luis Requejo Alemán quien estudió en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Piura– es Doctor en Comunicación Pública y Master en Gestión de Empresas de Comunicación por la Universidad de Navarra. Es profesor de Teoría de la Comunicación Mediática y de Métodos de Investigación en Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid. El artículo en cuestión fue elaborado durante una estancia de investigación de cuatro meses en el Knight Center for Journalism in the Americas, en la Universidad de Texas, en Austin, gracias a una beca del Programa José Castillejo, del Ministerio de Educación Español. La investigación se realizó bajo la tutoría del catedrático de periodismo Rosental C. Alves.

El trabajo se inicia con una introducción donde se analiza el contexto histórico del Perú, un país que entre los años 1980 al 2000 sufrió no solo una de las peores crisis económicas de su historia, sino también el problema del terrorismo, que ocasionó graves consecuencias por la violencia y el número de víctimas: 69 mil muertos según el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.

Sin embargo, con grandes esfuerzos el país logro superar la crisis económica y terrorismo, cuando a partir del año 2000 se impone una guerra frontal contra los grupos terroristas por parte de las fuerzas del orden, que terminó con la captura de los principales cabecillas terroristas. Esto, unido a la instauración de la economía del mercado, saliendo de una economía estatal de control de precios a una economía liberal. A mediados del 2000, el Perú ya se ubicaba como uno de los países emergentes y se le calificó de “milagro peruano”, pero visto de manera más profunda, todavía no hay una equitativa distribución de la riqueza.

El Perú tuvo uno de los mejores desempeños económicos en América Latina en 2009, con una tasa de crecimiento sostenido de 9.8% (The Economist, 2009). Más alta que la de China (9%). A pesar de la crisis económica mundial y la desaceleración del crecimiento local. En gran parte apoyándose en el alza de los precios de los minerales y en la explotación de sus recursos naturales, como el Gas de Camisea. En 2008 sólo Uruguay eclipsó el crecimiento del Perú, con una tasa del 11%. A partir de allí, las economías latinoamericanas se ralentizaron por un empeoramiento de las condiciones externas. Muchas entraron en recesión en 2010. Ese no fue el caso del Perú.

Este crecimiento sostenido se produjo bajo el mandato del presidente Alan García Pérez (2006-2011). Según The Economist, las ineficiencias administrativas del gobierno de Alan García junto a la fragmentación política mermaron la eficacia de las políticas destinadas a mitigar el impacto de la crisis económica mundial entre los peruanos de bajos ingresos (2009). El 2009 las condiciones de vida fueron cayendo como consecuencia de la elevada inflación. Por tanto, el descontento social ha ido en aumento: En el Perú, todavía hay un grupo importante de la población, de gente común, que no alcanza a ver los beneficios del crecimiento de su propio país. Y esto que la pobreza en el Perú disminuyó de un 48% en 2005 a un 31% en 2010.

A pesar de ello, el autor cita estudios de Proética, donde se afirma que los problemas más fuertes de la actualidad son la delincuencia y la corrupción.

Un estudio financiado por la organización Proética, señala que los dos problemas más importantes del Perú actual son la corrupción y la delincuencia (Ipsos Apoyo, 2010). Por encima de la pobreza, el desempleo o la inflación. “La gran mayoría de entrevistados percibe al Perú como un lugar donde existe corrupción”; casi un tercio piensa que el país es “muy corrupto” (Ipsos Apoyo, 2010). La población de nivel socioeconómico más alto parece estar más al tanto de los casos de corrupción, ya que siete de cada diez lo mencionan como el problema más grave.

En cuanto a las expectativas de solución al problema, la opinión pública peruana no cree que la denuncia de los actos de corrupción sea efectiva. Sólo uno de cada diez piensa que dentro de cinco años habrá mejoría al respecto, mientras que, para la mayoría, la corrupción en el país seguirá igual o habrá aumentado en los próximos cinco años (Ipsos Apoyo, 2010). Las instituciones consideradas más corruptas son: el Congreso y los Partidos Políticos. En comparación con el 2008, hay instituciones que han disminuido su imagen negativa, por ejemplo, el Poder Judicial –tercer puesto como institución más corrupta– ha disminuido nueve puntos porcentuales y la Policía Nacional –cuarto lugar– seis puntos porcentuales.

Sin embargo, los puntajes obtenidos siguen siendo muy altos. Por el contrario, la Defensoría del Pueblo y la Iglesia Católica continúan siendo las instituciones en las que se confía más para luchar contra la corrupción.

Nacimiento

En este contexto, de corrupción rampante y creciente desconfianza de la población en sus instituciones nace IDL-Reporteros, el 14 de febrero de 2010, al amparo del Instituto de Defensa Legal. Con la misma inspiración que sus pares europeos o estadounidenses: Vigilar las instituciones políticas del Perú y generar información para suscitar un cambio social y un mejor funcionamiento de su comunidad (Gorriti, IDL-Reporteros: Un año en la caza de lo oculto, 2010).

Este proyecto apareció para el público la madrugada del 14 de febrero, pero tuvo cuatro meses de gestación, primero con un equipo de tres personas: hoy somos cinco periodistas. Como dijo Gorriti en la declaración de principios del lanzamiento: “empeñaremos nuestro esfuerzo y capacidad enteros en cumplir nuestra misión”. En el Perú, es la primera vez que se hace una unidad de investigación, producida, liderada y conducida por periodistas, cuyos contenidos aparecen en línea. Como idea, IDL-Reporteros “surgió hace mucho tiempo, a partir de algo que había podido constatar: la decadencia del periodismo de investigación en los medios tradicionales. Debido a problemas estructurales propios de estos medios: baja lectoría, bajos ingresos, entropía en las redacciones, reducciones constantes de personal por parte de los propietarios para mantener sus niveles de ingresos. Asimismo, debido también a un proceso de propiedades cruzadas de diversos grupos con intereses ajenos al periodismo y que compraban medios y cortaban la posibilidad de hacer investigación”.

El Dr. Requejo señala que el primer proyecto de IDL-Reporteros fue hecho el 2002-2003. Según Gorriti, fue presentado al Banco Mundial, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), pero sin éxito. No pudo conseguir los fondos necesarios para empezar. Pero finalmente, en octubre de 2009, el Open Society Media Program (OSMP) aportó 160 mil dólares para empezar el proyecto.

Con el financiamiento obtenido y bajo la dirección de Gorriti, en octubre de 2009 se hizo un llamado abierto, “a personas que no tuvieran miedo a ‘jornadas largas y sueldos cortos’ y que tuvieran ‘afición por las artes marciales’, vinieran y postularan a este puesto, que lo único que podíamos prometer eran jornadas intensas pero a la vez interesantes de trabajo, para hacer posible la supervivencia y –ojalá– el auge del periodismo de investigación”.

En síntesis, IDL-Reporteros investiga sobre cualquier temática de interés púbico. Con énfasis en asuntos políticos, policiales, militares y judiciales. IDL-Reporteros es un proyecto diseñado íntegramente en internet, aunque el propio director reconoce que no descartan en un futuro tener una versión en papel. Sobre las razones por las que se ha preferido estar en la Web: “Internet es una manera de ponerse en contacto con el público joven, reclamar y ofrecer un espacio para las preocupaciones de la esfera pública. Si no se cultiva esta preocupación, el futuro político de una democracia tan débil como la peruana puede verse seriamente amenazado por una escasa fiscalización de los mismos ciudadanos. Sin el clamor popular de la indignación ciudadana, hasta la más sólida denuncia periodística pierde su utilidad”.

La segunda razón es económica, ya apuntada por Gorriti, estar en internet es mucho más barato que tener cualquier otro tipo de soporte, sin restar mérito a las ventajas que ofrece la web para la actualización de las investigaciones, la multiplicación del impacto de las denuncias y el acceso directo a las fuentes.

El Dr. José Luis Requejo Alemán concluye que la iniciativa de IDL-Reporteros es la primera de periodismo de investigación sin ánimo de lucro que existe en el Perú. Su aporte servirá al perfeccionamiento de la incipiente democracia peruana. Su existencia empieza a cubrir los vacíos temáticos señalados por la encuesta de la organización Proética, que identificaba la corrupción y la delincuencia como los principales asuntos que preocupan a la población peruana. Además, mantiene bajo vigilancia e informa de la lucha contra el narcotráfico y de sus vínculos con el terrorismo. El acierto en la elección de los temas de investigación, así como la exhaustiva investigación que promueve en cada uno de ellos hacen de IDL-Reporteros una organización fiable y eficaz.

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Raúl Allain. Escritor, poeta, editor y sociólogo peruano (Lima, 1989). Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha sido incluido en antologías como Antología de poetas críticos (Cisnegro, México DF, 2019), Antología décimo aniversario de Lord Byron Ediciones (Liber Factory - Lord Byron Ediciones, Madrid, 2013), Veinte poetas: muestra de poesía contemporánea (I.F.D. Editor; Lima, 2010), Poesía y narrativa hispanoamericana actual (Visión Libros - Lord Byron Ediciones, Madrid, 2010), Abofeteando a un cadáver (Bizarro Ediciones - Centro Cultural de España, 2007), entre otras. Sus textos aparecen en diversos medios literarios tanto nacionales como internacionales. Actualmente preside el Instituto Peruano de la Juventud (IPJ) y dirige el sello independiente Río Negro. Ha publicado Poéticas, Poiesis hispanoamericana: selección de poesía contemporánea, Eros & Tánatos: poesía y arte contemporáneos, entre otras antologías, ¡Yo no hice nada!: Sobre la idiosincrasia peruana, ¡Palaciego In Memoriam!: Selección de textos de Humberto Pinedo, así como el ensayo La cientificidad del consciente (Editorial Emooby, 2011). Premio Mundial a la Excelencia Cultural y Premio Mundial el Águila Internacional a la Excelencia Sociológica de la Unión Hispanomundial de Escritores (UHE).

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Opinión

El negocio de la ‘privatización de las cárceles’: presos convertidos en mercancía

Privatizar las cárceles en el Perú no es la solución mágica que algunos prometen. En un país con instituciones debilitadas, donde el lucro y la coima suelen imponerse al interés público, la privatización puede terminar siendo más cara, menos humana y significativamente ineficaz.

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El sistema penitenciario peruano es un reflejo del colapso institucional del Estado. Sumido en el hacinamiento, la corrupción estructural y una ineficiencia crónica, los penales del país se han convertido en verdaderos «resorts del crimen», espacios donde las reglas del Estado de derecho son fácilmente reemplazadas por sobornos, jerarquías mafiosas y abandono. Las cárceles, lejos de cumplir su función de rehabilitación, operan como “escuelas del delito”, sostenidas por una cadena de negligencia institucional que ignora la permanente “desactivación de los protocolos de seguridad”.

La situación es alarmante. Tomemos como ejemplo el penal de Lurigancho, el más grande del país y uno de los más sobrepoblados de América Latina. Inaugurado hace 51 años para una capacidad máxima de 3,200 reclusos, hoy alberga cerca de 10,000 internos. Es decir, una superpoblación de 190%. Algo indecible, que solo puede ocurrir en Perú. Este nivel de hacinamiento convierte a los penales en focos de violencia, tráfico de drogas, extorsión y fugas, como la reciente huida del interno venezolano John Kennedy Javier Sebastián, quien escapó de Lurigancho escalando un muro sin ser detenido por el personal penitenciario. ¿Es esta la señal definitiva del colapso del INPE?

El pasado lunes 21 de abril, el recluso venezolano John Kennedy Javier Sebastián fugó del penal San Pedro en SJL.

Frente a esta crisis y ante la presión mediática, el Gobierno de Dina Boluarte ha optado por una medida polémica: la privatización de las cárceles. El ministro de Justicia y Derechos Humanos, Eduardo Arana, anunció el 30 de abril ante la Comisión de Justicia del Congreso que se emitirá un decreto de urgencia para permitir la participación del sector privado en la gestión penitenciaria. Se argumenta que la intención es mejorar la infraestructura, implementar modelos de rehabilitación más eficaces y descongestionar los penales. Pero ¿es realmente la privatización la solución?

El mito del ahorro

Uno de los principales argumentos a favor de las cárceles privadas es que supuestamente resultan más baratas para el Estado. La lógica parece simple: las empresas privadas operan con mayor eficiencia, tercerizan servicios, construyen más rápido y se deshacen del pesado aparato burocrático estatal. Sin embargo, esa premisa se desmorona ante la evidencia internacional.

Estudios en países como Estados Unidos, Reino Unido y Australia han demostrado que los supuestos ahorros desaparecen cuando se consideran todos los costos reales: formación del personal, programas de rehabilitación, supervisión estatal, seguridad y administración. Además, los contratos con operadores privados suelen incluir cláusulas que aseguran altos pagos en todos los servicios.

Un informe del Departamento de Justicia en Estados Unidos, reveló que los presos en cárceles privadas sufren más incidentes violentos y tienen menor acceso a programas de reinserción. En Gran Bretaña, la compañía G4S —encargada de operar varios centros penitenciarios— fue acusada por negligencia grave en la gestión de seguridad. En tanto, surge una conclusión preocupante: las cárceles privadas definitivamente no son más baratas y muchas veces son peores que las estatales.

¿Lucro o rehabilitación?

Privatizar, implica necesariamente introducir una lógica comercial de mercado en un servicio que debería estar guiado por los ‘principios de justicia’ y ‘derechos humanos’. Entonces surge la pregunta: ¿puede una empresa privada cuya finalidad es el lucro, estar realmente comprometida con la rehabilitación del interno?

La experiencia demuestra que no. En la lógica crematística-empresarial, reducir costos y maximizar las ganancias quizá implique recortar en personal capacitado, en alimentación, en salud mental o en programas educativos. Y si mantener las cárceles llenas garantiza mayor rentabilidad y lucro, entonces hay un incentivo perverso que contradice los objetivos de resocialización.

A ello se suma un factor adicional en el caso peruano: la débil capacidad del Estado para regular y fiscalizar. En un país donde el control estatal es frágil, con instituciones penetradas por la corrupción y sin sistemas eficientes de auditoría, ¿quién garantiza que las cárceles privadas no se conviertan en un negocio más, sin rendición de cuentas?

Ante el hacinamiento en las cárceles del Perú, ¿construir más o privatizarlas?

El verdadero problema

La raíz del problema penitenciario no está solo en la infraestructura, sino en la corrupción sistémica que permea todos los niveles del Estado. Desde el Instituto Nacional Penitenciario (INPE), hasta la Policía Nacional, pasando por funcionarios de justicia y contratistas privados, existe una red informal que mantiene operativas estas “cárceles del crimen” a través del soborno, la inacción y el desgobierno.

El verdadero debate no debería centrarse en si privatizar o no, sino en cómo reconstruir las instituciones públicas. Lo que Perú necesita es una reforma penitenciaria integral, que incluya inversión en infraestructura, profesionalización del personal penitenciario, políticas efectivas de rehabilitación y, sobre todo, voluntad política para enfrentar la corrupción.

En ese contexto, una posible salida podría ser un modelo mixto de Asociación Público-Privada (APP), donde el Estado mantenga el control y la regulación, mientras que el sector privado se encargue de aspectos técnicos o logísticos. Pero esto solo funcionaría si existe un aparato estatal fuerte, transparente y con capacidad real de fiscalización. Hoy, ese no es el caso, porque la institucionalidad en el Perú se ha convertido en una “pita tan débil que se rompe todos los días”.

El ministro de Justicia Eduardo Arana anunció que el gobierno emitirá un decreto de urgencia para permitir que se privaticen las cárceles en Perú.

Privatizar las cárceles en el Perú no es la solución mágica que algunos prometen. En un país con instituciones debilitadas, donde el lucro y la coima suelen imponerse al interés público, la privatización puede terminar siendo más cara, menos humana y significativamente ineficaz. El camino tendrá que ser otro. Es exigible reforzar el Estado, combatir la corrupción y repensar el sistema penitenciario desde sus cimientos. Sin embargo, no solo en este gobierno, sino en los anteriores, ya se ha vuelto una mala costumbre, imponer paliativos, en lugar de tratar y resolver los problemas de fondo.

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Opinión

Renovables ¿Energía limpia o ideología?  La lección de España y Chile

La seguridad energética es una cuestión todavía ignorada por las autoridades peruanas. El marketing de energías verdes oculta algo que los colapsos recientes en España y Chile revelan: son energías inestables.

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Durante muchos años un extraño consenso se ha manejado entre las derechas e izquierdas globalistas de España y Chile, así como de otros tantos países. Y es el consenso hecha política pública (que no se alteró ni con cambios de mandatos y partidos, lo cual revela que no hay una alternancia de poder sino una continuación de una misma común política), y es la consigna de que renovable es igual a bueno. Pues esta política ha seguido a pie juntillas como política de Estado los gobiernos de España y Chile. Resultado: apagones nacionales, algo jamás visto en toda su historia.

Antes el gran pero las renovables eran costosas, pero gracias a los subsidios de los Estados así como la participación masiva de China que viene abaratando los precios, no ha dejado de tener un enorme Pero en el campo práctico. Y es que las renovables son muy inestables. Es decir, que puede generar más inestabilidad a la red eléctrica, dicho de otra manera, hace más probable que ocurra un apagón como el vivido en España y Chile. Si bien las renovables podrían llegar a ser estables, esos proyectos están todavía en estudio e implementación, por lo que falta mucho para su inclusión realista en la red eléctrica.

Lo sucedido en España recientemente se puede explicar por la incorporación forzada de las renovables a la red eléctrica la cual no ha incluido las tecnologías todavía experimentales para su mejora. Por lo que a medida que más energía renovable se ha incorporado a la red eléctrica, más se hace vulnerable.

Conclusión. Sea energía nuclear, de carbón o provenga de gas o petróleo, la energía es energía y será tanto más segura en la medida en que su suministro sea estable. Y en tanto las renovables, sean de energía solar, algunas hidráulicas e incluso las eólicas (que para generar energía utilizan electrónica de potencia para ser más eficiente), no son estables. Poner toda la carne en el asador renovable es ideología y no eficiencia. Porque a medida que las renovables ocupen más espacio en la red eléctrica seremos más vulnerables. Entonces, bastaría que pase algo, un accidente, y la red eléctrica se vienen abajo. Y esto puede volver a pasar. La pregunta es: ¿Es seguro y confiable desconectarnos de las energías tradicionales?

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Motociclistas, una tribu con impunidad sobre ruedas

Han secuestrado el espacio urbano. Las pistas son suyas. El caos que antes se atribuía a las combis piratas y a los taxistas informales, ahora tiene un nuevo protagonista: el motociclista urbano, que ha hecho del desorden y el caos un estilo de vida y del irrespeto una “ideología”. Es decir, se han convertido en toda una fauna de desadaptados que le hacen daño a la sociedad.

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¿Qué daño ha cometido la ciudad para merecer semejante castigo? En el Perú, particularmente en Lima Metropolitana y el Callao, las calles se han convertido en territorio hostil: asfalto tomado por una tribu urbana que no responde a normas, ni reconoce autoridades. Son los motociclistas —una fauna cada vez más incontrolable— que circulan como si la ley fuera una sugerencia decorativa, desafiando a diario la seguridad ciudadana con una mezcla de temeridad, pedantería, informalidad e impunidad.

Cualquiera que haya caminado o conducido por Lima lo ha vivido: motos zigzagueando imprudentemente entre vehículos detenidos, invadiendo carriles, subiendo a veredas con total impunidad, ignorando los semáforos como si se tratara de simples adornos urbanos; sin respetar los límites de velocidad, ni las señalizaciones, ni el adecuado uso de luces, yendo muchas veces en sentido contrario. No es una exageración: es la cotidianidad. Una jungla sin reglas donde la motocicleta ya no es símbolo de eficiencia, sino de anarquía y peligro sobre ruedas.

Motorizados con maniobras temerarias bloquearon el tránsito en Miraflores.

Ante el creciente hartazgo ciudadano y la desesperación por el avance de la delincuencia motorizada, el Gobierno de Dina Boluarte —tras meses de silencio e inacción— emitió el Decreto Supremo N.º 046-2025-PCM. La norma, en efecto hasta el 16 de mayo del 2025 y con posibilidad de prórroga, prohíbe el traslado de acompañantes en motocicletas lineales en Lima y Callao, así como el uso de pasamontañas, y obliga a los repartidores a inscribirse en un registro oficial. Además, prohíbe el uso de cajuelas en la espalda, una medida orientada a identificar con mayor facilidad a los delincuentes que se escudan en el uniforme del delivery para delinquir.

Temporalmente se encuentra prohibido que una moto lineal se desplace con dos ocupantes.

¿La reacción? Predecible. Los gremios de moteros estallaron en redes sociales, en los micrófonos de los programas periodísticos y hasta en comunicados indignados. Se rasgan las vestiduras alegando su “clásico libreto” que tiene que ver con la violación de sus derechos fundamentales: el libre tránsito, el derecho al trabajo, la igualdad ante la ley. Todos tienen el mismo guion aprendido: que son padres de familia, estudiantes, trabajadores esforzados. Que llevan a sus esposas al trabajo, a sus hijos al colegio. Que no son delincuentes, sino ciudadanos de bien.

Nadie discute lo anteriormente mencionado. El punto no es ese. El problema es la masa crítica de motorizados que cree que las calles fueron construidas exclusivamente para ellos. Una tribu de anarquistas que actúa como si las reglas del tránsito no les aplicaran, y que, en la práctica, impone un modelo de movilidad basado en la ley del más vivo, el más fuerte y del más rápido.

Una epidemia en las calles llamada ‘motos’

La realidad es más cruda de lo que los defensores de las motos quieren aceptar: los motorizados, en muchos casos, son peores que los propios delincuentes que andan armados. Porque son más numerosos, más frecuentes, más visibles y más inacabables. Son los que invaden veredas a toda velocidad, los que no respetan semáforos, los que zigzaguean entre autos a centímetros de provocar una tragedia, los que se pasan en rojo sin mirar, sin frenar, sin pensar. Muchos no portan placas, no tienen licencia, no usan casco, no cuentan con SOAT y violan la ley con total desparpajo, seguros de que no serán sancionados.

En la práctica, han secuestrado el espacio urbano. Lima les pertenece. Las pistas son suyas. El caos que antes se atribuía exclusivamente a las combis piratas y a los taxistas informales ahora tiene un nuevo protagonista: el motociclista urbano, que ha hecho del desorden y el caos un estilo de vida; y del irrespeto una “ideología”. Es decir, se han convertido en toda una fauna de desadaptados que le hacen daño a la sociedad, porque tienen cero educación, cero conciencia, cero respeto y cero empatías.  

Y si esto no fuera suficiente, está el rostro más oscuro del problema: el crimen organizado sobre dos ruedas. Sicarios, raqueteros y extorsionadores se mueven cómodamente en motocicletas, muchas veces sin placa o con una placa robada, y escapan por calles sin control. La moto se ha convertido en el vehículo predilecto de la delincuencia urbana, y sin embargo, los gremios y asociaciones de motociclistas lo minimizan y le dan la espalda al problema. Se victimizan, se defienden, y lanzan un argumento tan falaz como peligroso: “como nosotros no somos delincuentes, no deben restringirnos”.

Ese inmoral argumento olvida un detalle clave: vivimos una emergencia. Y cuando la inseguridad afecta la vida de miles de personas, se requieren medidas excepcionales. ¿Es una solución perfecta prohibir los acompañantes? No. ¿Es suficiente? Tampoco. Pero es un paso. Uno que apunta a cortar, aunque sea parcialmente, la facilidad con que se cometen delitos desde una moto lineal.

El verdadero problema es estructural: un Estado ausente. Durante años, las autoridades permitieron que las motocicletas invadan las calles sin ningún tipo de control, sin fiscalización, sin regulación. La informalidad se volvió norma, y hoy vemos las consecuencias. No existen operativos permanentes, no se exige el cumplimiento del Reglamento Nacional de Tránsito, y las sanciones no se aplican con rigor. ¿Cuántos motociclistas infractores han terminado con la moto en el depósito? ¿Cuántos han perdido la licencia —si la tenían— por infracciones reiteradas?

Los moteros han tomado las calles de la capital con total impunidad.

Perú tierra de nadie

El país se ha convertido en tierra de nadie. Y los motociclistas han encontrado en esta debilidad gubernamental e institucional el terreno fértil para expandirse. Como si no fuera suficiente con la impunidad del tránsito, ahora también gozan de impunidad mediática: cada vez que se intenta regularlos, inmediatamente se agrupan y realizan un espíritu de cuerpo ilegitimo, gritan censura, discriminación y abuso de autoridad; cuando en el fondo, el motociclismo en nuestro país es sinónimo de peligro común, perturbación, temeridad, incultura e impunidad. Gracias a estos anarquistas urbanos de dos ruedas el número de siniestros viales es alarmante.

La respuesta del gobierno es tardía e insuficiente. El decreto de restricción puede ayudar a mitigar temporalmente el caos, pero no sustituye una política integral. Se necesita una reforma seria: educación vial desde las escuelas, control estricto del parque automotor, policías capacitados y suficientes para realizar operativos en todas las zonas críticas, y una alianza con gobiernos locales para fiscalizar y controlar el espacio urbano.

Y, sobre todo, se necesita un cambio cultural. Un mensaje claro desde el Estado de que las calles no son territorio libre para tribus motorizadas sin ley. Que el respeto por el otro es mucho más importante que la velocidad y la adrenalina. Que el derecho a circular libremente no puede estar por encima del derecho a vivir con seguridad.

Hasta entonces, la ciudad seguirá siendo rehén de los anarquistas con motor y peor aún, será testigo de las incidencias de esta horda de motos lineales que actualmente ha convertido a las calles en una jungla de animales sin control.

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SS Francisco, periodismo y el Sodalicio

Lee la columna de Edwin A. Vegas Gallo

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Por Edwin A. Vegas Gallo

Desde el pasado 23 de febrero, se inició en LR dominical, un pugilato periodístico con réplicas, dúplicas y demás yerbas, entre el periodismo de investigación de Paola Ugaz, Pedro Salinas y del otro lado, los representantes del disuelto Sodalicio de Vida Cristiana, SVC, representado por Percy García Cavero (Asociación Civil San Juan Bautista), el dimitente y expulsado ex obispo de Piura José Antonio Eguren Anselmi y el cura expulsado del SVC Jaime Bartle.

Han sido como 6 páginas completas, de cargos y descargos, en LR dominical, con dimes y diretes, que los sufridos lectores hemos leído, sin entender porqué la justicia ordinaria, no interviene cortando de raíz y sentenciando a quien haya delinquido, en contra de la buena fe de los católicos.

Lo cierto es que SS FRANCISCO, en su INFABILIDAD PAPAL, ante pruebas concluyentes, objetivas, fruto de la Misión pontificia Scicluna- Bartomeu, firmó el pasado 14 de abril la disolución total del SVC y de las congregaciones de monjas, adherentes a aquél.

Incluso ya desde tiempo atrás, de oficializar la disolución, monseñor Bartomeu ofició misa dominical en la parroquia Nuestra Señora de la Reconciliación, sede matriz del ex SVC, para que, como feligresía, entendamos la decisión infalible del extinto Francisco.

Al parecer las aguas dentro del ex SVC, no se calmaron y el pasado domingo en la misa de la parroquia, su párroco hasta ahora, el cura Juan Carlos Rivva, en insólita predica del evangelio, respirando por la herida del cierre, nos faltó el respeto a los feligreses o por lo menos a mí, con expresiones fuera de tono, en contra de la decisión ejecutiva papal del cierre del SVC, llegando al extremo temerario de señalar, “qué si el papa hubiera muerto una semana antes, tal vez el SVC no se hubiera disuelto” e incluso apostillando, que la muerte del Papa hay que tratarla “como un difunto más”.

Lamentable estos micro cismas en la iglesia católica, que a nada bueno conducen y que los pastores en lugar de guiar a la grey, hacen lo indecible por no saber acatar las decisiones pontificias, poniendo en tela de juicio la INFABILIDAD PAPAL (dogma en la Iglesia Católica desde 1870), y no haciendo mea culpa de sus actos indecentes e impropios.

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Una fosa común para la cultura

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Lo ocurrido estos últimos días con el cuerpo de nuestro cófrade, el Tío Factos, el poeta Guillermo Gutiérrez con orden de ser lanzado a la fosa común, despertó todo tipo de indignación en las redes sociales, los periódicos y la televisión. Y nos hizo recordar también el caso del vate Juan Ramírez Ruíz arrojado a un lugar similar o el caso del poeta chiclayano José Eufemio Lora y Lora en un osario en París. Y cómo no, a un grande de la cultura y la música clásica, Wolfgang Amadeus Mozart extraviado en el cementerio Biedermeier de Viena.

Lo cierto es que todo ser humano merece una despedida digna, hasta las guerras se detienen cuando hay que recoger a los caídos. El caso de Aquiles que arrastra por nueve días el cuerpo de Héctor y lo martiriza en La Iliada ha pasado a la historia como un acto de humanidad y conmiseración. Príamo, el padre de Héctor, le ruega a Aquiles que devuelva el cadáver y Aquiles a pesar de aceptar, quedan en que son enemigos y que muy posiblemente se acuchillen si se vuelven a ver, pero eso no quita de que son humanos y el respeto exánime.

Los neandertales convivían con sus muertos y las culturas preincaicas tenían un fervor particular con el mundo inanimado y el Hanan Pacha. Y ese respeto no ha cambiado. No importa la religión a la que pertenezcas, así seas católico, evangélico, musulmán o vedanta. No importa si eres ateo. El respeto a los muertos, al entierro digno pasa incluso con las leyes. Existe, como nos explicó un abogado, un posible “Hábeas corpus post mortem” para recuperar un cuerpo lanzado a la fosa común.

Y nos apena que un poeta, alguien dedicado a la cultura por más de cincuenta años, esté pasando por esto. Es terrible y doloroso que las autoridades no hayan sido lo suficientemente humanas y flexibles para entender que GG no estaba solo, que había una familia y contaba con sus amigos: Mary Soto, Edián Novoa, Frido Martin, Blásica, Cassamar y este servidor para evitar que está afrenta se consumara.

En estos días se espera la despedida final de Gutiérrez, el “Tío Factos” que tanto sintonizó con los jóvenes a quienes les entregó cultura a raudales y cuyo único gran tesoro fue su biblioteca y cuyo único mensaje sería: ¡Lean!

Descansa en paz, mi amigo.

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Deja vú

El habitante del mundo necesita mayor sensibilidad espiritual. La ‘conexión’ existe en la medida que decidamos seguirla a través del sentido de la intuición.

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“La primera vez que visité Machupicchu, percibí una extraña presencia al ingresar a la ciudad inca y sentí un escalofrío. Era como si ya hubiera estado allí, con el mismo grupo de turistas y el mismo joven guía. Cerré los ojos y una visión me envolvió: la misma escena y el mismo aire fresco de la mañana. Mi mente y mi alma podían reconocerlos, y noté que aquello no era la primera vez”.

“En Lima, me tomé un café en una fuente de soda del recién inaugurado Centro Comercial Camino Real, y de pronto vi a una chica sentada en una mesa cercana, como si la hubiera visto antes, pero no la conocía. Se levantó y comenzó a bailar al ritmo de ‘Another One Bites the Dust’. Ese instante, lo sentí familiar. ¿Había estado en ese lugar antes? ¿Con la misma gente, mirando las mismas paredes de colomural y el poster de Farrah Fawcett?”

“En otro tiempo, cuando corría apurado para llegar a casa después de clases, escuché mi nombre, claro y nítido. Volteé, pero no había nadie. Solo el sonido del viento moviendo los arbustos. Era la misma experiencia… de haber vivido ese momento antes”.

El deja vú es esa sensación extraña de haber vivido previamente un momento presente, lo que desconcierta a nuestra racionalidad. Este fenómeno ha sido estudiado científicamente con diversas teorías. La “memoria dual” sugiere que el cerebro registra erróneamente una experiencia reciente como si fuera pasada. La “teoría del error” propone un desajuste temporal en la estructura cognitiva. La “teoría neurológica” lo vincula con disfunciones eléctricas en el hipocampo y la corteza temporal. Desde un enfoque psicológico, la “memoria implícita” apunta a que el subconsciente evoca fragmentos de experiencias previas.

Desde una visión espiritual y filosófica el deja vú trasciende a la perspectiva estructuralista y científica y se resume probablemente a vidas pasadas. Asimismo, podría ser un mensaje desde otra dimensión que nos advierte—qué camino seguir en ese preciso instante—.

El deja vú nos dota de extrañas emociones… fascinantes, tristes y alentadoras; pero también nos puede brindar una sensación de seguridad e intuición para lograr una conexión con “algo” quizá más trascendente.

(Columna publicada en Diario Uno)

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Sepultura para Guillermo Gutiérrez

Lee la columna de Edwin Cavello

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Guillermo Gutiérrez, a quien las redes sociales bautizaron cariñosamente como el «Tío Factos», no fue solo ese anciano hosco y agudo que desnudaba, con ironía punzante, las miserias del país en un canal de YouTube. Mucho antes, Gutiérrez Lymha había sido una voz esencial en la contracultura peruana: fundador del Movimiento Kloaka, aquel grupo insurgente de poetas que en los años ochenta —junto a Roger Santiváñez, Mariela Dreyfus y otros— desafiaba el orden establecido con versos incendiarios.

El pasado 5 de abril, Gutiérrez murió en el más cruel de los anonimatos. Durante días, su cadáver permaneció abandonado en la Morgue Central de Lima. Se temió, y no sin razón, que terminara arrojado en una fosa común, como tantos otros a quienes la indiferencia nacional entierra dos veces: primero en vida, luego en la muerte.

La movilización para evitar ese destino infame fue espontánea y conmovedora. Desde las redes sociales saltó a la prensa, la radio, la televisión. Escritores, editores, libreros, vecinos de Villa El Salvador y hasta burócratas de última hora se unieron en una campaña urgente, casi desesperada. La fiscalía, inflexible en un principio, acabó cediendo ante la presión. Hoy, finalmente, su cuerpo será entregado a sus familiares.

Este acto de dignidad colectiva no habría sido posible sin la solidaridad de muchos: Mary Soto, Rodolfo Ybarra, Edián Novoa, Frido Martín, Miguel Blásica, Fernando Cassamar, Miguel Fegale, el Gremio de Escritores, el Movimiento Cultural Lima Norte, Cirko Terror, los libreros de Amazonas, de la avenida Uruguay, de Alfonso Ugarte, y tantos otros que se rehusaron a permitir que el olvido lo consumiera en silencio.

Guillermo Gutiérrez nos deja tres poemarios: Ulkadi (1987), La muerte de Raúl Romero (2007) e Infierno Iluminado (2022). Tres gritos contra la abulia de un país que a veces devora a sus mejores hijos.

Vivía en Villa El Salvador. Era un hombre solitario, herido por la muerte de su madre y la depresión. La última vez que lo vieron en las calles, fue una feria de libros frente al Congreso. Caminaba despacio, como si presintiera que su final estaba cerca. Hoy, al menos, sabemos que no murió del todo: su nombre, su obra y nuestra memoria se encargarán de mantenerlo vivo.

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Opinión

Desde Pataz: Dicen que la tradición y las costumbres de los pueblos marcan con fuego el alma de su gente

Lee la columna de Jorge Paredes Terry

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Por: Jorge Paredes Terry

Esta semana, Tayabamba, capital de la provincia de Pataz, se viste de fiesta. Las calles, antes silenciosas bajo el peso de la rutina, hoy retumban con el eco de las bandas, el zapateo de los danzantes y el aroma de la comida que llena el aire. Es tiempo de celebrar a Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, ese arzobispo de Lima cuyo legado atraviesa los siglos y llega hasta estas tierras altas, donde la fe y la tradición se entrelazan como raíces en la tierra.

Pataz es un lugar de contrastes. Fuera, en las noticias, solo se habla de los problemas, de la violencia que a veces ensombrece su nombre. Pero dentro, en el corazón de su gente, hay otra historia. Una historia de resistencia, de orgullo que no se doblega. Aquí, las tradiciones no son solo recuerdos, son el combustible que mantiene viva la esperanza.

Las danzas no paran. Los coloridos trajes de los huaris, los monterillos y los diablos giran al compás de la música, contando historias antiguas, mezclando lo sagrado con lo pagano. Cada paso es un acto de memoria, un juramento silencioso de no olvidar quiénes somos. En las mesas, los platos típicos —el ceviche de gallina, el guiso de cuy, los tamales, el pan de fiesta no solo alimentan el cuerpo, sino también el espíritu de comunidad. Aquí se comparte, se ríe, se llora, se vive.

Y está la devoción, esa fuerza invisible que mueve multitudes. Santo Toribio no es solo un nombre en un altar; es un símbolo de fortaleza, un recordatorio de que, a pesar de todo, Pataz sigue en pie. Los fieles caminan kilómetros, desde Tayabamba hasta Pegoy, desde Pegoy a Collay, cargando sus promesas como ofrendas, porque en esta tierra la fe no se pregunta, se siente.

Sí, Pataz tiene sus luchas, sus heridas. Pero también tiene esto: un pueblo que, cuando la vida aprieta, responde con fiesta, con música, con tradición. Porque aquí saben que las costumbres no son solo rituales, son el alma de un pueblo que se niega a rendirse. Y mientras suenen los bombos, las quenas, mientras haya un plato que compartir y una danza que bailar, Tayabamba y todo Pataz seguirá adelante, marcado con fuego en el alma.

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