Uno: El placer del descubrimiento
Descubrí La sinfonía de la destrucción en abril de este año a mi regreso de Perú. Y me atrapó tanto la lectura que terminé la novela casi de un solo tirón.
La razón es probablemente que esta obra de ficción desencadenó en mí esa misteriosa empatía que nace de una relación de complicidad entre el autor el crítico y el lector, tal como la resumí en el prólogo de mi libro de ensayos La danza de los duendes, publicado en Lima en el 2013 por Ed. San Marcos.
Siempre he pensado, decía es ese prólogo, que la crítica literaria es una danza de tijeras en un baile de duendes, donde crítico y escritor se retan para dilucidar el misterio de la creación literaria, en el caso del crítico, o al contrario, para preservarlo, en el caso del escritor. Lo que los une es ciertamente la imaginación creadora emblematizada en la tijera, que además de instrumento musical es también una pose erótica que conduce al orgasmo de la creación.
Y agregaba:
Proyectando en la lectura sus propios fantasmas, para que enriquezcan el texto con nuevas posibilidades interpretativas, a este baile de duendes se invita también el lector como bailarín clandestino. Así, al reunirse en esa fiesta de la palabra y de la vida la sagrada trinidad escritor-crítico-lector, la obra de arte
adquiere su verdadera ejemplaridad como totalidad encarnada en la fusión de los danzantes.
Sin embargo terminada la lectura, tuve la sensación de que estaba lejos de haber agotado sus posibilidades de interpretación. Decidí, entonces, hundirme en una segunda lectura para desmenuzar la novela siguiendo el hilo de Ariadna imaginario que Pedro Novoa desovillaba en el relato, dándole al lector para que éste no se extraviara en el laberinto de la trama, algunos indicios cuidadosamente seleccionados y encubiertos para resguardar el enigmático ambiente del relato llevado por la inquietante música de la “sinfonía de la destrucción” de Megadeth, para preservar la crudeza y truculencia de algunas escenas, y por encima de todo, para amparar la ambigüedad de los personajes que pueden ser al mismo tiempo víctimas y victimarios.
Todos los protagonistas, en efecto, desde los principales hasta los comparsas, viven sus momentos de luz y sus momentos de sombra, como caracterizaba Carlos Fuentes al héroe de la nueva narrativa hispanoamericana en pleno auge del boom.
Dos: Realidad y ficción
Ninguno de los personajes de la ficción, escapa de la misteriosa complejidad ni de las irremediables contradicciones que caracterizan al ser humano en la realidad de la vida, en el trato humano y social, y en la interioridad de su mente y la conflictividad de su yo profundo explorado por Pedro Novoa.
Pero hay más: los protagonistas de la novela conforman una sociedad a primera vista marginal, pero que se está ampliando a la sociedad peruana en su conjunto, y a la sociedad globalizada del mundo contemporáneo dominado por el poder del dinero la explotación y enajenación cada vez más sofisticadas de los individuos.
La clave de bóveda de la susodicha sociedad es ciertamente el lenguaje literario que de lenguaje barrial limeño y argótico propio de la juventud delincuencial y marginal de la capital a la cual pertenecen los protagonistas, se convierte en lenguaje de un país y de una sociedad enferma del abandono en que la dejaron sus dirigentes mafiosos y corruptos. Y luego, ese lenguaje termina siendo el lenguaje propio de un mundo moderno globalizado carente de ética y de humanismo.
El trabajo de Pedro Novoa consiste en darle al lenguaje hablado de la realidad concreta en sus distintos espacios -del más reducido al más amplio- el estatuto de lenguaje literario, sin perder nada de su fuerza ni sabor originales, de su poder subversivo y contestatario.
Tres: Sexo, humor y lenguaje
Desde el punto de vista argumental, el enlace que permite pasar simbólicamente del espacio reducido y cerrado del colegio, del barrio, de la ciudad, al espacio más amplio del país y luego al espacio planetario del mundo globalizado es ciertamente el sexo en tanto que soporte universal de vida y de la nebulosa existencia de los personajes novelescos emblematizada en la música metálica, obsesiva e inquietante de la “sinfonía de la destrucción” de Megadeth.
El sexo en efecto, está presente en toda la gama de sus manifestaciones biológicas o culturales, placenteras o dolorosas, deseadas o sufridas, como revelador de un mundo de donde han desaparecido los valores auténticos y éticos de las sociedades tradicionales basados en el valor de uso de los objetos, sustituidos por los valores falsos y a-morales de la sociedad burguesa, vinculados al valor de cambio de los productos, como sostenía el sociólogo Lucien Goldmann en sus estudios sobre estructuralismo genético.
Desde el punto de vista formal, el enlace entre los distintos espacios es el humor, y más precisamente el humor negro y chirriante como las obsesivas notas de la música de Megadeth. El humor, digo, que acompaña al lenguaje reelaborado parar que recobre su pureza original, en tanto que soporte oculto de una utopía que se va revelando a través de las situaciones y del sutil entramado interno de la narración.
Bien lo subraya esta observación que Pedro Novoa pone en boca del Especialista en Culología, uno de los tantos personajes singulares que cruzan la narración: “ a los culos debes llamarlos culos sin mariconadas como derrier, pompis o colita. Le quitarías personalidad, fuerza y hasta protagonismo”. (p.129)
Esta reflexión me trae a la memoria la propia reflexión de Gregorio Martínez sobre la deformación eufemística de las palabras que está reiterando en el libro póstumo Pájaro pinto tomando como ejemplo el vocablo “pichula” a partir de una reflexión sobre la transformación de la ballena de Jonás en “peje guaso” en la pintura que Miguel Angel realizó en la capilla Sixtina;
“El asunto era, escribe Gregorio Martínez, que ya existía bien marcada la huella en la intención expresiva, pues todos los eufemismo hacían ese viaje en retroceso, culateando hacia la vileza erecta. Esto mismo había pasado con pichula, otro eufemismo, un vocablo que nombraba a una delicada palomita; pero rápido esa palabra fina se convirtió en la atroz obscenidad que más aterraba a Mario Vargas Llosa, a tal punto que el autor impúdico sintió pudor y eliminó el sugestivo título de sus magnífico libro de cuentos Pichula Cuéllar y le puso algo tan soso como Los cachorros.” (Pájaro pinto, p.38-39)
La fusión entre sexo, humor y lenguaje, no es sin recordar obviamente el propio universo literario de Gregorio Martínez. Y podría resumirse en esta lapidaria observación de Mr. Floro al Monarca, personaje central de la narración: “Controla tu lengua como si fuera tu pinga”. (p.108)
Citaré como ejemplo de lo que digo aquí un breve fragmento de la novela donde el Especialista en Culología, precisamente, nos revela a grandes rasgos los contornos de su ciencia. Allí aparece, en efecto, con desconcertante naturalidad el carácter indisociable de los tres mencionados componentes de la escritura de La sinfonía de la destrucción: sexo, humor y lenguaje, en un discurso que funciona exactamente de la misma manera que el resto de la novela en su proceso de destrucción construcción,
En una palabra, Pedro Novoa va destruyendo el discurso machista tradicional, soporte del orden patriarcal, al mismo tiempo que lo está enunciando:
“Soy un especialista, no cualquier especialista, soy un especialista en culos. Lo confieso: he consagrado mi vida, mis ansias y mi vocación entera a ellos. Soy experto, catador, más teórico que práctico a mi pesar –ya que hubiera preferido lo contrario, por supuesto-. Es que cuando los veo pasar delante de mí, airosos, alados y desafiantes comienzo a participar en un orden distinto de cosas. Una suerte de culocentrismo desaforado que imanta, que jala, que termina arrastrando toda reflexión sesuda hacia su núcleo vital. Ingreso así a otra dimensión de volúmenes y curvas, donde las masas compactas encerradas en blue jeans o tetitas sastre adquieren presencias imperiosas y urgentes. Serio, circunspecto, con cara de saberlo todo los veo pasar: de largo, en curva o en diagonal.” (p.128)
Así concluye la larga y humorística exposición -cuyo humor surge precisamente del contraste entre la ligereza del tema y el aparente rigor científico con el que se lo presenta-, del personaje cuyo discurso anti patriarcal está construido en torno a la dicotomía atracción prohibición. Ésta manera de elaborar el discurso le concede un inusitado poder desmitificador a la conciencia con respecto a la subconsciencia, al control de los deseos profundos que despierta el sexo en el individuo y al cuestionamiento de los remanentes edípicos que determinan la conducta machista:
“Los culos predicen, te adivinan, son omniscientes –porque te conocen de cabo a rabo-, saben de sobra que no los mereces, que estás para sólo probar, de paso; conocen muy bien a los mirones natos, a esos que creen que auscultar es gratis, quien con solo mirar no hacen nada, pero hacen porque si bien es cierto que no tocan, que no devoran, lo cierto es que de alguna forma, de alguna trasera manera lamen con miradas jabonosas y eso deja todo baboso alrededor. Por eso yo me hago el loco cuando pasan cerca de mí. Los veo transcurrir en mi vida con respeto y con respeto los voy dimensionando, esta vez más serio que apasionado, más exacto y menos pretencioso; más científico que antes; porque algún día, después de que esta ciudad culólatra se destruya y haga polvo, no faltará alguien de ustedes que diga, severo, juicioso: hubo un hombre, especialista en culos, que dedicó su vida entera a su estudio, clasificación, análisis y reflexión. Y ese ser abrumado, exhausto, ojeroso, pero feliz en su locura de glúteos y curvas de infartos, fui yo” (p.130)
La visión propia del personaje se va ensanchando aquí al espacio urbano y sus habitantes mediante la creación del neologismo “culólatra” aplicado a la ciudad.
De la misma manera en la primera parte de la cita es la creación del neologismo “culocentrismo” cuya formación remite por analogía al término “eurocentrismo” tan frecuentemente usado por las ciencias sociales de Perú y América Latina, la que está dando a la teoría de los culos una proyección supra nacional.
Cuatro: Un universo literario emparentado con el mundo de Louis Ferdinand Céline
Si bien es cierto, como señalé en otra oportunidad que el universo literario de Pedro Novoa tiene que ver con el mundo literario del escritor francés Louis Ferdinand Celine y de su Viaje al fin de la noche, especialmente en su expresión narrativa, en el realismo de sus descripciones, en la naturalidad y crudeza de su lenguaje, en esa especie de frío distanciamiento del narrador con respecto a lo narrado, también lo está superando porque el mundo ha cambiado y la expresión de su complejidad exige -Pedro Novoa lo sabe- nuevas formas de aprehenderla y nuevas formas de restituirla literariamente.
Estas formas nuevas se manifiestan en la novela entre otras cosas, en la multiplicidad, a veces simultánea, de puntos de vista de la narración, en el uso de las modernas herramientas de carpintero, como las llamaba Faulkner: Internet, el celular, el smatphone, la laptop, con las formas bailadas y cantadas de las representaciones artísticas más recientes como el hip hop, por ejemplo, reveladoras de nuevas formas de comunicación, pero también de una transformación radical de las relaciones humanas.
Igual que en la teoría matemática de los conjuntos, cada uno de los puntos de vista constituye un elemento propio e indisociable de la narración global. Así se va vehiculando el mito interior del escritor; vale decir la utopía que lo sustenta. Emblematizada dicha utopía en el “estado de gracia” con que se abre y se cierra la novela: “todos buscamos que nuestra destrucción sea un luminoso estado de gracia o no sea nada”. (p.11)
La utopía se va constituyendo en su expresión definitiva a partir de las visiones múltiples dadas por los protagonistas, tanto los principales como los comparsas, porque cada personaje es el héroe de su propia secuencia como parte integrante de la secuencia global que constituye la obra, a imagen y semejanza de las voces que componen la sinfonía musical.
Dicha utopía se revela al final en la estructura circular de la novela que le da su forma y estatuto definitivos de “conjunto” único, esto es de sinfonía escritural.
Cinco: Música y escritura
Uno de los mayores logros, en efecto, del escritor es haber hecho que la narración se vaya desarrollando desde el inicio hasta el final, al compás de la música de la “sinfonía de la destrucción” de Megadeth que ha dado la vuelta al continente americano, y más aún, como forma de protesta.
La música en esta novela va mucho más allá de un simple decorado, de un simple acompañamiento ambiental. Es la herramienta narrativa principal que sirve de motor al desencadenamiento de las acciones al mismo tiempo que va condicionando de manera inconsciente al lector.
Al penetrar en la conciencia de los protagonistas la música, en efecto, provoca y acompaña su actuar al mismo tiempo que al herir los oídos del lector va agudizando su atención y picando su interés. La música es de alguna manera la herramienta narrativa que sella la complicidad entre el narrador y el lector.
Así, como bien dice el narrador escritor, tecleando en su laptop, desde las primeras líneas de la narración la “sinfonía de la destrucción” es “un tema que a fuerza de escucharlo se ha vuelto un himno para él”. Y es ella la que a todo lo largo de la narración da la pauta del desmoronamiento interior de los personajes y de su reconstrucción.
Por el milagro de la creación, la música se convierte en escritura y la escritura en música.
Al convertirse en escritura, la música pierde las notas lúgubres originales de la “sinfonía de la destrucción” de Megadeth, abriéndoles implícitamente la puerta de la reconstrucción-redención a quienes la escuchan. Y, al hacerse música, la escritura se convierte en poesía.
Así se reanuda con la esperanza y la utopía, tan viejas como la aparición de la conciencia humana. La esperanza y la utopía del advenimiento de un mundo distinto y mejor. Ese afán profundo y misterioso lamentablemente instrumentalizado por las religiones y las ideologías de la redención cuya naturaleza original Pedro Novoa intenta reafirmar, centrando fundamentalmente su narración en torno a la conciencia individual de sus personajes.
Seis: El reto de Pedro Novoa
El reto logrado de Pedro Novoa en La sinfonía de la destrucción consiste en decir cosas que no parece decir, dejándole al lector cómplice el placer de descubrirlas para que se pueda o no adherir a ellas libremente.
El diálogo con el lector no se da obligatoriamente a través del lenguaje de las palabras y de su carga semántica y humorística, aunque éste sea esencial en la búsqueda de la complicidad entre el narrador y el lector, sino también en el silencio de las pausas, o divagaciones temáticas, que Pedro Novoa introduce en su narración, y en los momentos cruciales donde se mezclan y entreveran varias voces narrativas imposibles de identificar al igual que las notas de los instrumentos musicales de una sinfonía . En última instancia al lector le toca con los personajes el papel primordial de director de orquesta sinfónica.
Pedro Novoa celebra la esperanza detrás de la desesperanza, elabora el proceso de construcción del ser humano en su misma destrucción, como expresión de una utopía que no puede morir.
La proyección nacional y continental de la utopía se revela con meridiana claridad, en la opción del escritor por elegir la música lúgubre de un grupo norteamericano para simbolizar la destrucción.
Esta destrucción por el milagro de la escritura terminará en reconstrucción en los protagonistas peruanos, encarnación de una América Latina avasallada y destruida por el imperialismo de Estados Unidos. Pero una América latina de pie y que guarda intactas todas sus potencialidades de emancipación y desarrollo.
Así, creo, es lo que nos dice implícitamente Pedro Novoa en La sinfonía de la destrucción sin expresarlo jamás directamente, para evitar el peligro de caer en una novela de tesis.
Siete: Entre violencia y ternura
Para cerrar esta presentación con una nota de mayor optimismo diré simplemente que si la novela parece signada por los estigmas de la violencia física y mental, de la destrucción, detrás de esa violencia destructora aflora también una gran ternura, a imagen y semejanza del retrato que Pedro Novoa nos da de la niña Magnolia, prostituida por su propia madre, quien tras haber sufrido el sexo como dolorosa agresión acabará encontrando el verdadero amor y la fruición del orgasmo erótico compartido con Pepe, el hermano del Monarca.
Otro de los varios méritos de Pedro Novoa es el haber logrado presentar los hechos y las situaciones más truculentas y escabrosas evitando los juicios de valor morales. Pues, bien sabemos que en el sagrado universo de la creación, como recuerda Octavio Paz, el bien y el mal son perfectamente reversibles. Así que los protagonistas de Pedro Novoa se ven enfrentados al mismo tiempo con la doble problemática de la caída y de la salvación.
Este es el caso, entre otros, de Maidita, la madre del Monarca y Pepe, que inexplicablemente en el marco de los valores familiares tradicionales, abandonó a sus hijos cuando pequeños dejándolos al cuidado de un padre improbable Cartavio, un personaje complejo, ambiguo y contradictorio, antinomia del padre tradicional.
Pero de las razones secretas del abandono y del remordimiento que no ha dejado de roer interiormente a la madre refugiada en España, el lector sólo se enterará al final. Así el escritor logra mantener desde el inicio hasta el final de la narración la imagen de un personaje enigmático, una imagen muy alejada de la imagen tradicional de la madre protectora, hasta el desenlace en que pondrá fin a la ambigüedad revelando su amor por los hijos dejados en Perú. Esto la restituirá en su estatuto de madre sacrificada, amante y protectora.
De igual manera la sensibilidad poética de Cartavio, aunque frustrada porque escribe versos que terminan en la hoguera, y las pruebas sufridas en su vida lo restituirán en su humanidad de hombre y padre al descartar en él cualquier sentimiento de venganza: “De quien tendría que vengarse, sería de él mismo, por haberle dado un espacio demasiado grande a su patética necedad”. (p.206)
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Si estas apreciaciones personales les incitan a leer o releer esta nueva novela de Pedro Novoa, recién publicada por Editorial Planeta de Lima, me daré por satisfecho. Pues estoy convencido de que la lectura o relectura no los defraudará.
Y no digo eso para complacer al amigo escritor, sino para compartir con todos ustedes el inocultable placer que sentí cuando me puse a leerla, un placer seguramente acrecentado por el despertar oculto de algunos remanentes edípicos que me la hacían cercana, porque también de algún modo en un mundo “ancho y ajeno” como la calificara el sabio Rosendo Maqui de Ciro Alegría, la formación de nuestro ser es una reconstrucción permanente de nuestra diaria destrucción.
Calurosas felicitaciones a Pedro Novoa, y gracias a todos.
[Couyou, diciembre 2018]