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CUENTO: MI PRIMERA PARTIDA
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11 años agoon
La partida había empezado sin querer, como quien mata el rato, luego de rehusarme varias veces.
–Mejor mañana, cuando nos juntemos con los demás –le dije a Gumer, pero él insistió y, sin darme cuenta, ya estábamos ahí, sentados en una banqueta de la plaza Francia.
Yo era joven, tímido, ajeno aún al rugido hambriento de la ciudad. Tenía veinte años. Habían transcurrido dos desde mi llegada a Lima. Me maravillaba el tranvía y las luces de noche, pero había demasiado movimiento. No lograba acostumbrarme.
-Mi reino por un caballo –dijo Gumer, mientras avanzaba su alfil negro, atenazando a mi caballo y amenazando a mi rey con un jaque. Barajé las posibilidades: podía librar a mi rey, pero mi caballo estaba perdido.
Lima también me tenía en jaque, pero yo seguía dándole pelea. Había conseguido un trabajo en el Arzobispado de Lima y fungía también como conserje en un pequeño edificio del Tambo de Belén a cambio de contar con un lugar donde vivir, cortesía de unas monjas que trabajaban conmigo en la sede religiosa. Raulito Saldarriaga, mi vecino del segundo piso, era quien prestaba su casa todos los viernes para nuestras reuniones. Éramos ocho o nueve personas las que nunca faltábamos a la cita. Gumer era el más entusiasta. Fue él quien propuso reemplazar los naipes por el ajedrez.
Debo reconocer que al principio me aburría. Era cansino esperar a que movieran las piezas; el juego era lento, complicado, demasiado analítico y silencioso, a diferencia del barullo que acompañaba a los dados y los naipes. Pero cualquier cosa terminaba siendo mejor que quedarme sólo en mi covacha, extrañando a la familia que había dejado tras las montañas. Gumer, Raulito: todos ellos se habían convertido en mi única compañía; los únicos que me aceptaban porque eran migrantes como yo; porque también habían crecido en el campo. Así que llegaba de mi trabajo en el arzobispado y subía a grandes trancos hasta el segundo piso para jugar con ellos. Finalmente el tablero y las fichas se impusieron.
Gumer había llegado hacía un par de meses, desde Piura. En todas las reuniones mostraba con orgullo su carné de la federación peruana de ajedrez y aseguraba haber logrado unos cuantos trofeos. “Es hora de hacer cosas importantes”, decía, señalando las piezas. Su esposa, Justina, que tenía ocho meses de embarazo, siempre se daba tiempo para visitarnos. Traía cerveza y bocadillos, y se quedaba viendo algunas partidas, en las que Gumer solía partirnos el seso, el orgullo y hasta el alma.
“Con esto te volverás un campeón”, me dijo Gumer un día, mientras caminábamos por el Jirón de la unión: En sus manos tenía una cartilla de ajedrez. “Es tuyo”, Te lo regalo.
Como si eso no fuera suficiente, me prestó un tablero y unas fichas. Decidí intentarlo.
Me encerré en mi covacha para aprender lecciones fundamentales y movidas maestras, aprendí muchas aperturas y movimientos de defensa. No era un prodigio y sin embargo, viernes tras viernes, mi pericia en las partidas iba en franco ascenso y mi gusto por el ajedrez crecía con ello. Ya no era tan fácil derrotarme. Ya podía darles lucha.
-¿Sabes por qué elegí el ajedrez? – me preguntó Gumer, mientras tomaba mi caballo y lo retiraba del tablero. La tarde había caído y las luces de la plaza Francia empezaban a encenderse.
-Ni idea –respondí.
-Porque es un combate fiero. Un combate arduo que solo gana aquel que tiene la mente lúcida y clara. No hay fuerza, destreza o factor externo que influya en el juego. Aquí se imponen las ideas. Es como la vida misma, es como lo que necesita este país, compadre.
Ya le había escuchado decir algo parecido una reunión anterior, cuando uno de los muchachos leía en el periódico las declaraciones del presidente Belaúnde. Gumer borró con su mano las fichas del tablero y despotricó en contra del gobierno. Después vitoreó al campesinado. Decía que las elecciones no habían sido claras, que le habían arrebatado el triunfo a Haya De La Torre, y con un golpe militar habían puesto a Belaunde en el trono. Yo le restaba importancia a sus rabietas, la política no me interesaba. Raulito Saldarriaga, sin inmutarse, recogió las piezas y pidió que siguiéramos jugando. Dejamos su rabieta de lado, bebimos, y nos olvidamos del incidente.
-Se me ha hecho tarde Gumer, debo ir a dormir –le dije, mientras lo veía guardar mi caballo blanco en la caja de fichas. Ya era de noche en la plaza. Algunas personas cruzaban presurosas regresando del trabajo, cargando bolsas de compras. –Mañana jugamos otra partida en la casa de Raúl, ¿Qué dices?
Gumer clavó sus ojos en mí.
-No. Esta partida está muy buena –respondió tras un momento-. ¿Ya has aprendido el cifrado?, ¿la nomenclatura? Apunta la partida y la continuamos mañana por la noche.
Apunté la posición del tablero tal como lo había aprendido en la cartilla de ajedrez. Gumer lo revisó y me miró mientras asentía con la cabeza. –Vas bien, compadre. Pronto te presentaré a Capablanca.
Dobló el papel y lo metió en el bolsillo de su saco. Yo no sabía quién era Capablanca. Caminamos hacia Tambo de Belén. Al llegar al edificio, Gumer me acompañó hasta mi covacha, estrechó mi mano y subió las escaleras. Antes de irse, me dijo:
-¿Sabes? Conversé con Justina. Quisiéramos que seas el padrino de nuestro hijo.
Asentí gustoso y nos dimos un abrazo fuerte. –Cuenta con ello, Gumer –le dije. Subió por las escaleras, pero se detuvo en el rellano: me saludó con el brazo izquierdo en alto y el puño cerrado.
Al día siguiente tuve que hacer algunas cobranzas extras para el Arzobispado, a solicitud de las monjas. No lograba desocuparme, miraba mi reloj con desesperación, con la certeza de que no llegaría a tiempo a la reunión de los viernes. Pensé en Gumer. Me estaría esperando para concluir nuestro duelo. Los minutos volaban y yo no terminaba de cuadrar los recibos.
Salí con dos horas de retraso del Arzobispado. Apuré el paso pensando en mi compadre Gumer y en las pocas cervezas que debían quedar en el departamento de Raulito Saldarriaga.
Al llegar, noté que la puerta del edificio estaba abierta. Supuse que los muchachos habían salido a comprar más licor. Me molestó su descuido. Subí a trancos hasta el segundo piso con el afán de increpar a los que se hubieran quedado, pero la puerta del departamento de Raulito también se hallaba abierta. La chapa estaba rota. Habían algunos naipes y piezas de ajedrez regados en la entrada. Empujé la puerta con cierto temor, y el silencio hizo que el chirrido de las bisagras tuviera un efecto tétrico sobre mí. Afuera, el ruido de los autos me devolvía a la realidad. Lo pensé un poco antes de entrar.
Lo primero que vi fue el piso: había vasos rotos y cervezas regadas por toda la sala; las piezas de ajedrez y los tableros también habían volado por doquier. La mesa de juego estaba echada y las sillas, tendidas por el suelo, lucían rotas, como si hubiera ocurrido una gran gresca. El resto de la casa lucía el mismo desorden: Los aparadores y cómodas tenían los cajones abiertos, vacíos; la ropa estaba regada por el piso. Había incluso unas manchas de sangre en el baño. Un destello de lucidez me puso en alerta. Decidí salir.
El pánico casi me mata al llegar a la puerta. En un principio la oscuridad no me permitió reconocer a la figura que yacía parada en la entrada. Era Justina, la esposa de Gumer.
-Se los han llevado a todos. Ha sido horrible –repetía mientras lloraba a mares. Traté de calmarla, pero era en vano.
-¿Qué ha pasado, Justina? ¿Quiénes han sido? –le pregunté.
-Los de la PIP. Los policías han venido y se los han cargado a todos.
Justina tenía las manos en su barriga, como protegiendo al bebé que cargaba en su vientre. Sin embargo vi que algo caía entre sus piernas. Era un libro. Lo recogí. Era un volumen de Carlos Marx. Justina se llevó las manos al rostro y entonces cayeron algunos libros más: Engels, Lenin. Eran libros rojos, lo sabía, pero mi cabeza no funcionaba con claridad. Justina me llevó al tercer piso, donde vivía con Gumer. Mi asombro fue mayor al ver fotos del Ché Guevara y muchos panfletos que hablaban sobre Hugo Blanco, el FIR, la revolución y el comunismo. Justina, en su desesperación, había intentado inútilmente pasar algunos de ellos por el wáter. Le dije que iría a la comisaría, que seguramente había algún malentendido.
-¡No vayas! –me suplicó- Ellos no entienden. Te van a encerrar con los demás. Por eso nos vinimos a Lima. Yo le pedí a Gumer que buscara un trabajo y que se olvide de estas cosas. Pero ya ves que él no puede, no entiende.
Un dolor la aquejó. Me pidió que la ayude a sentarse. Llevó las manos a su barriga y gimió. Rogué para que se tratara de otro libro, pero Justina había roto la fuente. Con mucha dificultad la llevé en un taxi a la maternidad de Lima. Pensé en dejarla internada e irme, pero no pude hacerlo. Decidí esperar mientras fumaba un cigarrillo tras otro.
Mientras fumaba, pensé en Gumer y en el resto de amigos. No podía explicarme qué había ocurrido, por qué se los habían llevado de esa manera. Le di muchas vueltas al asunto, recordando los libros rojos, los panfletos del FIR, hasta que me quedé dormido.
Luego de unas horas, la voz de una enfermera me despertó.
-¿Señor?
Abrí los ojos. No sabía dónde estaba.
-Es un niño precioso, señor. Lo felicito. ¿Quiere conocer a su hijo?
Supuse que sería un poco difícil explicar lo ocurrido. Gumer habría querido conocer a su hijo y, ya que yo era el padrino, pensé que debía hacerlo en su nombre. Asentí. La enfermera me llevó hasta la habitación de Justina.
El niño se parecía mucho a su padre.
-¿Qué nombre la va a poner? –preguntó la enfermera.
Le dije que la mamá tenía la última palabra. Justina, entre sollozos, pidió que le pusieran mi nombre.
-No merece llamarse como su padre –me dijo. Tomó mi mano.
Dejé a Justina en el hospital con la promesa de visitarla. Le juré que regresaría con rosas y un regalo para mi ahijado. Retorné al edificio pensando que las monjas del Arzobispado me echarían a la calle al encontrar los destrozos. Sin embargo, hallé la puerta cerrada. Luego escuché ruido en el segundo piso. Subí con cierto temor. La puerta seguía rota, pero ya no había naipes ni fichas regadas en la entrada.
–No te quedes ahí parado, cojudo –me dijo una voz-. Entra y ayúdame.
Era Raulito Saldarriaga. Estaba barriendo la sala. Me quedé mirándolo, incrédulo, como si se tratara de un fantasma.
-Ese Gumer era un extremista –me dijo-. La policía lo andaba buscando desde hace meses, cojudo. Has tenido suerte de no estar acá. Nos han levado, nos han sacado la mierda y luego nos llevaron al Sexto, ¿te imaginas?, ¡al Sexto!
Vi los moretones en el rostro de Raulito y sentí pena. Le conté sobre Justina.
-Pobrecita –me dijo-.. Dudo mucho que Gumer salga. Estaba bien metido con los rojos, compadre, hasta el cuello.
No me dijo más y siguió limpiando. Decidí echarle una mano. Barrí los vidrios rotos y recogí algunas piezas de ajedrez que guardaba dentro de una bolsa. Me senté en la mesa a contar las piezas: había reunido un juego de ajedrez completo. Aunque las piezas no eran iguales, tenía treintaidós fichas, lo cual bastaba para mí. Tomé un tablero. Luego metí todo en una caja. Raulito me miró y esbozó una sonrisa.
-Llévatelo si gustas. No quiero saber nada con ese juego de mierda.
Eso hice. Y pasé muchos días revisando jugadas y aprendiendo nuevas aperturas. Terminé todos los ejercicios del libro que me había regalado Gumer. Los fui practicando poco a poco, a veces en el hospital, mientras atendían a Justina; algunas veces en el trabajo, durante la hora del almuerzo y en las noches, sobre todo los días viernes, cuando comenzaba a sentirme solo y extrañaba las reuniones con los muchachos. A veces me topaba con Raulito Saldarriaga, que me saludaba nervioso y apuraba el paso. Supe que lo habían echado del trabajo. Supe también que, algunos días después del incidente en su departamento, la policía había empezado a liberar a todos los arrestados. A todos, menos a Gumer. Finalmente, las monjas decidieron contratar a un nuevo conserje y tuve que empezar a empacar las pocas cosas de valor que tenía. Hice mi último recorrido por el edificio y aproveché en recoger la correspondencia.
Había un sobre a mi nombre.
Era una carta de la penitenciaría, remitida por Gumer. Al abrirla, encontré una hoja sucia y arrugada donde estaba apuntado, de mi puño y letra, la posición de una partida pendiente. Gumer sólo había añadido una breve pregunta en el viejo papel: “¿La terminamos?”
Indagué por el día de visitas en la penitenciaría y acudí a pesar de las advertencias de Raulito Saldarriaga y de la misma Justina, de que me podía meter en serios problemas. En la penitenciaría había mucha gente esperando por familiares o amigos recluidos. Se abrió una reja. Vi a un hombre delgado, de rostro solitario. Sin quitarme la mirada de encima se acercó. Tomó asiento. Entonces hizo una mueca a modo de sonrisa y me habló con voz apagada:
-¿Listo?
Saqué mi tablero, acomodé las piezas y reiniciamos el duelo. Gumer arremetía, pero yo me defendía dignamente. Recordé lo importante que era controlar el centro del tablero, así logré tomar algunas piezas que le restaron ofensiva a mi contrincante. Tras cada una de mis jugadas, Gumer me miraba y movía su cabeza con un gesto de aprobación. Finalmente, entre mi torre y mi dama logré encerrar a su rey.
-Jaque Mate –le dije.
Sonó un timbre en el ambiente. Un guardia abrió una enorme reja y otros, que rodeaban la sala de visitas, empezaron a llevarse a los presos. Gumer acercó su mano ante el rey vencido y, con el golpe de un dedo, lo echó sobre el tablero.
Mientras el rey rodaba entre los escaques, Gumer se puso de pie y cerró por un momento sus ojos. Parecía meditar algo. Luego se retiró a paso lento. De vez en cuando volteaba a mirarme. Yo seguía ahí, seguro de que no volvería a verlo, pensando en mis maletas y en mi nueva covacha del Jirón de la unión. Luego me fui sin mirar atrás, con un extraño sabor a pena y orgullo. Había ganado mi primera partida.
Luis Humberto Moreno Córdova (Lima 1979) Escritor, estudió Gestión de Recursos Humanos en la universidad de San Martín de Porres. Ha publicado su libro de cuentos "La horas imperfectas".
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La fundación de Lima
En una soleada mañana de verano, ante la atenta mirada de los habitantes y curacas, Pizarro y demás autoridades militares y el clero dispusieron la colocación de una mesa en la Plaza Mayor, donde el escribano Real, Domingo de la Presa, escribía con tinta vegetal sobre un papel hecho de fibra de algodón el acta de fundación.
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22 horas agoon
17/01/2025Por: Raúl Villavicencio H.
Los maravillados ojos de Francisco Pizarro apreciaron por primera vez a lo lejos el valle de Lima compuesto por extensos campos de cultivo, esplendorosas lomas tanto al norte como en el sur de lo que ahora es conocida como Lima Centro, frondosos bosques que se extendían cruzando el río Rímac hasta lo que hoy pertenece a la jurisdicción de San Juan de Lurigancho y demás distritos de Lima Este, apareciendo imponente el cerro San Cristóbal.
En ese entonces, los habitantes que se encontraban ocupando ese valle eran los Ichma (compuesto de varios curacazgos), originarios de ese lugar desde hace más de 500 años, quienes posteriormente fueron dominados por los Incas hasta la llegada de los españoles; sin embargo, su presencia no menguó pese al nuevo orden gubernamental impuesto por los vencedores.
Es ahí donde el conquistador peninsular, natural de Extremadura, un 18 de enero de 1535, luego de haber capturado en Cajamarca a Atahualpa tres años antes, funda la denominada Ciudad de los Reyes, en conmemoración a la festividad cristiana de la Epifanía.
Debido al pacifismo de los Ichma, los Incas les permitieron seguir con sus costumbres y administración, dejando que sus doce curacazgos continúen funcionando con total normalidad, eso sí, respondiendo finalmente a la autoridad del Inca todopoderoso.
Pizarro se encontró con todo eso. Las principales vías estaban destinadas para que los viajeros y naturales de la zona lleguen con facilidad a cada curacazgo, abriéndose los caminos entre la frondosa vegetación, llegando hasta las orillas del océano Pacífico donde los pescadores recogían la riquísima fauna marítima para transportarla a los Andes.
Los ríos Chillón, Rímac y Lurín, el clima, la generosa vegetación, la posición geográfica, y por supuesto su salida al mar por si se presentaba una rebelión, fueron las poderosas razones por las que Pizarro terminó por decidirse en cambiar a Jauja por Lima como nueva capital de lo que en 1543 será llamado oficialmente como virreinato.
En una soleada mañana de verano, ante la atenta mirada de los habitantes y curacas, Pizarro y demás autoridades militares y el clero dispusieron la colocación de una mesa en la Plaza Mayor, donde el escribano Real, Domingo de la Presa, escribía con tinta vegetal sobre un papel hecho de fibra de algodón el acta de fundación.
Columna publicada en el Diario Uno.
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Paremos a los Acuña o nos destruyen el país
Hagamos un llamado a los grupos políticos decentes, a esos que todavía les queda algo de moral, dejen de lado sus diferencias por un momento y enfrenten a esta mafia delincuencial que tomó por asalto el estado.
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7 días agoon
11/01/2025Por: Jorge Paredes Terry.
El nombre de César Acuña Peralta se ha convertido en sinónimo de un oscuro capítulo en la historia política del Perú. Su trayectoria, lejos de ser un ejemplo de liderazgo, se asemeja a una estela de escándalos de corrupción, nepotismo, autoritarismo y presuntos vínculos con el narcotráfico y el lavado de activos. Desde sus inicios en la Universidad César Vallejo, una institución plagada de acusaciones de irregularidades académicas y financieras, hasta su paso por la alcaldía de Trujillo, la gobernación de la Libertad, el congreso y sus aspiraciones presidenciales, Acuña ha tejido una red de poder que ha dejado tras de sí un rastro de impunidad y desgracias políticas.
Las acusaciones contra Acuña no son nuevas. El caso de la Universidad César Vallejo, con sus cuestionadas prácticas de admisión y sus presuntos manejos irregulares de fondos, es solo la punta del iceberg. Su ascenso meteórico a través de la política, pasando por la alcaldía de Trujillo y la gobernación, ha estado marcado por denuncias de nepotismo, donde familiares y allegados se han beneficiado de su posición de poder, generando un círculo vicioso de enriquecimiento ilícito. Su paso por el Congreso no ha sido menos controvertido, con acusaciones de obstrucción a la justicia y de utilizar su influencia para favorecer intereses particulares.
La más reciente acusación de proxenetismo, si bien aún se encuentra bajo investigación, añade una nueva capa de gravedad a las ya numerosas acusaciones que pesan sobre él. Esta denuncia, junto a las anteriores, pinta un retrato desolador de un hombre que ha utilizado su poder para enriquecerse y mantenerse en el poder, sin importar las consecuencias para el país. La presunta red de intercambio de favores con el poder Ejecutivo y Judicial, si se confirma, revelaría un sistema de corrupción sistémica que corroe las instituciones del estado y socava la confianza pública.
La impunidad con la que Acuña ha operado durante años es alarmante. A pesar de las numerosas investigaciones y denuncias, parece que siempre ha logrado evadir la justicia, dejando una sensación de frustración y desánimo en la ciudadanía. Su persistencia en la política, a pesar de las acusaciones, es una muestra clara de la debilidad de las instituciones y la falta de voluntad política para combatir la corrupción de manera efectiva. La historia de Acuña es un llamado de atención sobre la necesidad de una reforma profunda del sistema político peruano, una reforma que garantice la transparencia, la rendición de cuentas y la aplicación de la justicia, sin importar la posición social o política del acusado. Solo así se podrá romper el círculo vicioso de la corrupción y construir un futuro mejor para nuestra golpeada nación.
Las acusaciones de corrupción contra César Acuña Peralta son numerosas y abarcan diferentes etapas de su carrera política. Algunos ejemplos concretos son:
– Caso Universidad César Vallejo: La universidad fundada por Acuña ha sido objeto de múltiples denuncias por irregularidades académicas y financieras. Se le acusa de prácticas de admisión cuestionables, manejo irregular de fondos y de otorgar títulos sin una debida formación académica.
– Nepotismo en la Alcaldía de Trujillo: Acuña fue acusado de favorecer a familiares y allegados durante su gestión como alcalde de Trujillo, otorgándoles puestos de trabajo y contratos sin un proceso transparente.
– Caso «Viteri»: Acuña fue acusado de negociación incompatible por supuestamente favorecer a una empresa en la adjudicación de una obra pública durante su gestión como alcalde. El Ministerio Público solicitó una pena de cinco años de prisión en su contra.
– Compra de panetones: Acuña fue acusado de usar fondos públicos para la compra de panetones a una militante de su partido durante una actividad proselitista. El Ministerio Público solicitó una condena de cuatro años de prisión.
– Red empresarial para ganar licitaciones: Acuña y su hijo, Richard Acuña, fueron denunciados por presuntamente crear una red empresarial para adjudicarse obras públicas por más de S/ 10 millones en Trujillo.
– Caso «Plata como cancha»: El libro «Plata como cancha: secretos, impunidad y fortuna de César Acuña», basado en la vida de Acuña, expone una serie de denuncias de corrupción, incluyendo presuntos vínculos con el narcotráfico y el lavado de activos.
– Condena por difamación: Un juez condenó al periodista Christopher Acosta y a la editorial Random House por difamación agravada por las frases del libro «Plata como cancha» que mencionaban las acusaciones contra Acuña. Esta sentencia ha sido criticada por atentar contra la libertad de expresión.
El Legado desolador de los Acuña
Las acciones de los Acuña no se limitan a un cúmulo de acusaciones de corrupción; representan un impacto devastador en la población peruana, un legado de desconfianza, desigualdad y sufrimiento que se extiende a lo largo de décadas. Su trayectoria política, marcada por la opacidad y el enriquecimiento ilícito, ha minado la confianza en las instituciones, debilitando el tejido social y frenando el desarrollo del país.
La presunta relación de Acuña con el narcotráfico y el lavado de activos añade una dimensión aún más grave a su impacto. Si se confirman estas acusaciones, se estaría ante un caso de corrupción que no solo ha robado recursos públicos, sino que también ha debilitado la seguridad nacional y ha contribuido a la proliferación de la violencia y la criminalidad. El daño causado a la población peruana por las acciones de Acuña trasciende el ámbito económico; se trata de un daño social, moral y político que ha erosionado la confianza en el futuro del país. Su legado no es solo una mancha en la historia política peruana; es una herida abierta que afecta profundamente la vida de los ciudadanos. La lucha contra la corrupción no es solo una cuestión de justicia; es una necesidad fundamental para reconstruir la confianza y asegurar un futuro mejor para el Perú.
Un Llamado a la Unidad Nacional contra la corrupción
El Perú está en juego. La corrupción, encarnada en figuras como César Acuña Peralta y su círculo, no es solo un problema político; es una amenaza existencial que está destruyendo el tejido social y económico de la nación. Ya no podemos permitir que la impunidad prevalezca. Es hora de dejar de lado las diferencias partidistas y unirnos en un frente común contra esta mafia delincuencial que ha tomado por asalto el país.
A los grupos políticos decentes, a aquellos que aún conservan un mínimo de moral y principios, les hago un llamado urgente a la unidad. Dejemos de lado las ambiciones personales y las estrategias electorales mezquinas; la supervivencia del país está en juego. Necesitamos una alianza estratégica, un pacto nacional contra la corrupción que trascienda las ideologías y las rivalidades. Debemos construir un frente común que investigue a fondo las acciones de Acuña y sus cómplices, que exija justicia y que trabaje para recuperar la confianza de la ciudadanía.
No se trata de una lucha partidaria; es una lucha por la supervivencia de la democracia peruana. La corrupción ha debilitado nuestras instituciones, ha generado desigualdad y ha robado el futuro de millones de peruanos. Si no actuamos con decisión y unidad, si permitimos que la impunidad siga reinando, el país se desmoronará. Es hora de actuar. Es hora de exigir responsabilidad. Es hora de construir un Perú libre de corrupción, un Perú donde la justicia prevalezca y donde la voz del pueblo sea escuchada.
Este llamado a la unidad no es una opción; es una necesidad imperiosa. El futuro del Perú depende de nuestra capacidad para superar las diferencias y enfrentar juntos a esta amenaza. Debemos exigir a nuestros representantes políticos que prioricen el interés nacional por encima de sus intereses personales y partidarios. Es hora de demostrar que la corrupción no es invencible, que la justicia sí existe y que el pueblo peruano tiene el poder de recuperar su país. ¡Basta de Acuña y de quienes como él se benefician de la impunidad! ¡Unidad por el Perú!
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La sombra de Nosferatu
El no muerto no ha llegado a entretenernos, así que esta película seguramente no será del agrado de la gran mayoría que solo quiere ir al cine a comer canchita, reírse e irse por donde vino.
Published
1 semana agoon
10/01/2025Por: Raúl Villavicencio H.
Cuando se anime a ver la nueva película de Robert Eggers no espere que una catarata de sangre, vísceras, y gritos despavoridos aparezcan cada cinco minutos. El silencio será una constante así como la oscuridad, invitando al espectador a querer acercar un poco más la vista para poder ver lo que se le presenta por delante. Sin embargo, el esfuerzo será muchas veces en vano porque así lo quiso el cineasta.
Esta representación cinematográfica trata de emular una pesadilla sumamente vívida, ese mal sueño que todos desean despertar pero no pueden, sintiendo estar atrapados en una secuencia de imágenes poco comprensibles, llenas de bruma y no del todo nítidas. Donde las voces se escuchan provenientes de otra habitación, llamándonos incesantemente por nuestro nombre, y aunque sabemos que eso está mal no tenemos otra alternativa que seguir avanzando, porque así es nuestra curiosidad.
El gran demonio que aguarda dentro de esa historia cubierta de espesura, típica del mundo onírico, es aquel que extiende sus extremidades hasta descubrirnos estáticos, desarmados por el miedo de lo desconocido y por aquel ser que invade nuestra privacidad en medio de la noche. Nada se puede hacer ante un ente capaz de estar y no estar, de descubrirse en el preciso instante donde volteamos la mirada para ver quién es ese que nos eriza la piel.
El Nosferatu de Eggers es horrendo, imponente y putrefacto, justamente para ocasionar el efecto necesario para que una persona se quedé inmóvil ante lo que ve, petrificado y tembloroso de pavor, sin mayor respuesta que una agitada respiración y el dilatamiento de sus pupilas.
Es de rescatar que en pleno siglo 21, donde ya incontables películas de terror recurren al grito inmediato para impresionar al espectador, (este, por decirlo de alguna manera, se encuentre “entrenado” y ya no le causa sorpresa un nuevo largometraje de corte oscuro) Nosferatu nos devuelve esa sensación extraviada entre tanto CGI de que aún quedan rincones en nuestra mente por explorar, y es precisamente en el plano subconsciente donde los demonios se encuentran liberados de cualquier atadura.
El no muerto no ha llegado a entretenernos, así que esta película seguramente no será del agrado de la gran mayoría que solo quiere ir al cine a comer canchita, reírse e irse por donde vino.
Columna publicada en el Diario Uno.
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Caso UNJFSC: Congresista Montalvo deja mal parado al líder Vladimir Cerrón
Lea la columna de Rafael Romero.
Published
1 semana agoon
08/01/2025Por: Rafael Romero.
Mientras el doctor Vladimir Cerrón se pronuncia con su carta a los “perulibristas” desde la clandestinidad, exponiendo principios e ideales de verdad y justicia, lamentablemente congresistas de ese partido, como el cuestionado Segundo Montalvo, se encaprichan con su intervencionismo en los claustros estudiantiles de la histórica Universidad Nacional José Faustino Sánchez Carrión (UNJFSC).
Pretender poner al hombre al servicio de la ley y no la ley al servicio del hombre, como ocurre con la interesada y seudo reorganización de la UNJFSC, en medio de los ucases del parlamentario Segundo Montalvo, presidente de la aburguesada Comisión de Educación del Congreso de la República, solo es ir contra la autonomía universitaria y la democracia interna de los estamentos estudiantiles, temas que el doctor Vladimir Cerrón conoce muy bien porque ha sido estudiante universitario y luego docente en una casa superior de estudios.
Lamentablemente, la situación de privilegio y acomodaticia de la mamadera del Estado ha hecho que la bancada de Perú Libre traicione los ideales de su líder, el doctor Vladimir Cerrón, siendo paradójico que su propio hermano Waldemar Cerrón se ponga al servicio de los intereses de la oligarquía al apoyar el desaguisado intervencionismo en una universidad del Estado, siendo tonto útil de la derecha cavernaria y reaccionaria, dueña de varias universidades privadas pues al debilitarse a la universidad pública, por obvia razón, se está empoderando a las universidades e institutos superiores particulares.
Peor aún, con congresistas como Montalvo solo se termina trayendo por tierra los aspectos centrales de la carta abierta a los “perulibristas” escrita hace unos días por quien es víctima de un “lawfare”, el doctor Vladimir Cerrón, cuando este señala que el destacamento (militante) en el Parlamento debe cuidar la moral del partido porque es la “única trinchera de lucha de la clase trabajadora, a quienes con mi encarcelamiento hubieran intentado doblegarla”.
Precisamente, los trabajadores de la UNJFSC ya se han manifestado en contra del intervencionismo y frente a las consabidas reorganizaciones en las universidades estatales, asunto en el cual tiene nulo éxito que mostrar el congresista Montalvo. En efecto, el Sindicato Unitario de Trabajadores de la Universidad de Huacho (SUTHU) emitió un pronunciamiento rechazando la actitud mostrada por el presidente de la Comisión de Educación, Juventud y Deporte, Segundo Montalvo, al querer aprobar los predictámenes de los Proyectos de Ley N° 7627/2023-CR, 8022/2023-CR y 8220/2023-CR que buscan reorganizar a la universidad faustiniana, pues en la práctica son ilegales e inconstitucionales, perjudicando a la comunidad universitaria (13,000 estudiantes de 38 escuelas académicas) y la estabilidad laboral de más de 700 trabajadores.
No obstante, hay congresistas que se oponen a las intenciones de Montalvo, como el congresista Álex Paredes, quien solicitó la asistencia a la comisión del Contralor General y de la Fiscal de la Nación para que expongan todos los casos pertinentes de la UNJFSC y que se individualicen responsabilidades. Asimismo, el parlamentario Guido Bellido pidió se respete la autonomía universitaria, remarcando que los órganos de gobierno son elegidos por los integrantes de las universidades y si el rector o decanos son cuestionados, se les puede vacar, por lo que pidió evaluar e individualizar las denuncias.
Otros congresistas también se han opuesto a ese intervencionismo que quedaría como un mal precedente para atacar a otras universidades públicas mientras que las privadas, con intereses puestos en algunas bancadas congresales, se irían de rositas.
Por otro lado, los trabajadores de la UNJFSC han dicho que Segundo Montalvo no puede comportarse como un elefante en medio de una cristalería, pues generalizar el tema de la corrupción es erróneo y subjetivo mientras no se individualicen responsabilidades, mucho más cuando en paralelo se desentraña la persecución contra el líder de Perú Libre, Vladimir Cerrón, y que gracias a su valiente lucha en la jurisdicción constitucional está desarmando el “lawfare” en su contra y que lo ha obligado a permanecer en la clandestinidad.
Los trabajadores, estudiantes y el grueso de las autoridades de la UNJFSC merecen respeto, siendo injusto, parcializado y desproporcionado los predictámenes de los Proyectos de Ley 7638/2023-CR, 8022/2023-CR y 8220/2023-CR que pretenden reorganizarla íntegramente, hecho a todas luces desproporcionado, exagerado y falaz.
Los trabajadores de esta emblemática universidad pública también rechazaron la actitud inadecuada, reaccionaria, pro-oligárquica y antidemocrática del congresista Waldemar Cerrón, la que no se condice con los elevados ideales y la consecuencia combativa de su hermano, el doctor Vladimir Cerrón. Por eso es la hora de la unidad de los estudiantes faustinianos, de los docentes y los trabajadores para defender los principios de la reforma universitaria de Córdoba, de junio de 1918, mucho más cuando en su alma mater existe paz social, legalidad y gobernabilidad para enfrentar con éxito el camino de la renovación de su licenciamiento.
Tal como termina la carta del líder y fundador del partido Perú Libre, el doctor Vladimir Cerrón, respecto a su caso, mutatis mutandis, también debe verse el siguiente texto la perspectiva de la UNJFSC:
“En ninguna de las circunstancias tuvimos la solidaridad de ningún partido que aún conserva su membrete de izquierda, por el contrario, se percibía alguna satisfacción y, en el mejor de los casos, su neutralidad. Lo menciono no por resentimiento, sino para resaltar la ausencia del valor de la solidaridad, rasgo inequívoco que caracterizó a la izquierda de antaño, que al día de hoy no existe, producto de la psicología alienante, mercantilista e individualista, que como triunfo ideológico el neoliberalismo impregnó sobre la masa popular, logrando corromper nuestra conciencia de clase”.
En suma, la comunidad universitaria faustiniana espera que el congresista Segundo Montalvo sea más consecuente, transparente y objetivo.
Columnistas
Leo Dan, el gaucho de las baladas
Popular y exitoso supo hacerse un camino en la televisión y en el cine, el “León de las Pampas” estaba al nivel de estrellas musicales como Palito Ortega, Sandro o Leonardo Favio en la década de los sesenta, permaneciendo en lo más alto hasta finales de los setenta. Luego, convertido ya al cristianismo, compartió su música romántica alternando su devoción a Dios.
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2 semanas agoon
03/01/2025Por: Raúl Villavicencio H.
En una década distante, donde los ancianos eran jóvenes mozos y bellas damas, el tiempo transcurría en un vinil y los mensajes llegaban envueltos en cartas en un buzón, los silencios significaban prudencia y las noches rompían su quietud con el cantar de un enamoradizo trovador, ahí, en los grandes salones de baile las parejas se unían en una sola canción y era un beso tímido y a la vez febril la culminación de un cortejo prolongado que se había extendido por meses.
Era en esos tiempos donde las canciones de Leopoldo Dante Tévez, mejor conocido como Leo Dan, eran la mejor dedicatoria hacia el ser querido; sus letras servían de vía para aquel falto de palabra, o de aquel que necesitaba un poco más de valor para declararse al ser amado.
El joven veinteañero Leo sabía transmitir a través de sus canciones todo lo que uno quería decir en ese momento de sinceridad, que colocadas de manera precisa dentro de nuestras bocas significaron el inicio o el final de muchas relaciones.
Popular y exitoso supo hacerse un camino en la televisión y en el cine, el “León de las Pampas” estaba al nivel de estrellas musicales como Palito Ortega, Sandro o Leonardo Favio en la década de los sesenta, permaneciendo en lo más alto hasta finales de los setenta. Luego, convertido ya al cristianismo, compartió su música romántica alternando su devoción a Dios.
Querido en muchos países, sobre todo por aquella generación perteneciente a nuestros padres, Leo Dan representa la melodía correcta, la afinación vocal, el mirar sereno, el cantar divino, el deleite de escucharlo, por enésima vez, bailando con nuestra pareja de toda una vida, aquella que conocimos en nuestra juventud y que tenemos el privilegio y la dicha de poder seguir sosteniendo su mano un año más.
Con más de 40 millones de discos vendidos en todo el mundo, el humilde gaucho de Santiago de Estero fue uno de los más grandes cantantes y compositores de esa época que no volverá y que solo queda como un grato recuerdo por aquellos ancianitos que hasta ahora, al volver a escuchar sus canciones, sus corazones pierden el paso y se emocionan como la primera vez. Descanse en paz, maestro de la balada.
Columna publicada en el Diario Uno.
Columnistas
¡Feliz Año para Todos!
Lea la columna de Tino Santander Joo.
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3 semanas agoon
30/12/2024Por: Tino Santander Joo.
Millones de peruanos recibimos el 2025 con la esperanza de una vida mejor; la inmensa mayoría sabe que ser peruano es un reto y a pesar de la clase política podrida, del terrorismo de los bancos, del monopolio farmacéutico del Interbank; del crimen organizado que hegemoniza la vida nacional, de la precariedad de la salud, de la educación y del transporte, los peruanos salimos a trabajar y estudiar sin quejarnos como hacen los ricos, que siempre reclaman mejores condiciones jurídicas para enriquecerse más.
Nada ha cambiado en el mundo. Siempre habrá una guerra, una hambruna, millones de refugiados, migrantes que buscan en el primer mundo amparo para saciar su hambre y dolor, fariseos que en nombre de Dios predican la paz y la solidaridad. Sabemos que Estados Unidos impondrá su poder a través del chantaje económico o de su poderío militar en el mundo con demócratas o republicanos; que en nombre del socialismo las dictaduras cleptocráticas hambrean a sus pueblos y saquean sus recursos. Nada es nuevo, ni nuestra indiferencia ante el dolor y los dramas de otros, ni ante la tragedia de millones de peruanos que no tienen agua ni desagüe. Nada nos conmueve salvo nuestros bolsillos y nuestra seguridad.
En el Perú, siempre anhelamos mejores políticos; sin embargo, votamos por los peores. Leocadio Zavala, dirigente agrario cusqueño me dice: “¿por quién, vas a votar el 2026? Lo mejor es el voto en blanco o viciado, porque es lo mismo. Tenemos que hacer algo para que nuestros hermanos piensen”. La farsa electoral ya empezó y nadie tiene esperanza en los nuevos aspirantes a podridos, ni en los viejos podridos que quieren mantener el sistema de corrupción de los bancos y del crimen organizado. Los políticos están aislados en los sets de televisión y radio. No se dan cuenta que no los escuchan ni los ven. Los desprecian, no se imaginan ellos el odio que les tienen.
Las instituciones están degradadas; las Fuerzas Armadas se han convertidos en gendarmes del crimen organizado; la Policía Nacional no tiene rumbo y es una institución corrupta manejada por los políticos de turno que siempre la están reformando. El Congreso es un lenocinio que legisla a favor de las mafias que controlan el Estado. El poder judicial es un mercado ambulante en la que tu libertad, propiedad y honor son una mercancía que se enajena al mejor postor. El pueblo ha institucionalizado la pendejada como mecanismo de defensa para conseguir todo fácil y rápido.
Las comunidades campesinas ya no son la reserva moral de la nacionalidad peruana, sino instrumentos de negociación y chantaje; ya no inspiran la cultura, la nobleza, y el linaje del Tawantinsuyo, sino, la vulgar lucha por la sobrevivencia en la que la pendejada hegemoniza la vida diaria.
Nada podemos esperar del 2025, sino más de lo mismo: indiferencia, latrocinios, guerras crueles promovidas por las potencias mundiales que en nombre de la libertad buscan apropiarse de los recursos de otros pueblos, como hacen los franceses en África en la región del Sahel o como los chinos que buscan controlar el comercio mundial a través de la ruta de la seda y van construyendo “filantrópicamente” infraestructura portuaria y económica. Nada es gratis, la solidaridad y la bondad cuestan muchas veces a los pueblos soberanía y recursos naturales.
¿Qué Hacer? ¿una revolución social, una nueva ingeniería social construida por la imaginación de los intelectuales o de algún político sagaz? ¿O nos acomodamos de la mejor manera al cruel capitalismo mundial? ¿O seguimos siendo esclavos de los bancos y del crimen organizado? Usted decide querido lector, y feliz 2025 que como siempre será un año de esperanza y para muchos un año más de lucha por la utopía de un país mejor.
Columnistas
2024, año para el olvido
Escándalos políticos, acciones oscuras y corrupción desenfrenada, opacan acciones positivas en un país que no deja de creer en su futuro.
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3 semanas agoon
27/12/2024Por: Jorge Paredes Terry.
El año 2024 ha sido un año turbulento para la política peruana, marcado por una serie de escándalos y actos de corrupción que han ensombrecido importantes logros y avances en el país. Desde enero hasta diciembre los titulares se han llenado de noticias sobre funcionarios públicos y políticos involucrados en actos ilícitos, socavando la confianza de la ciudadanía en sus representantes y en las instituciones democráticas. El año 2024 podemos decir que se caracterizó por una desconcertante yuxtaposición: logros económicos y de infraestructura significativos, como la exitosa cumbre APEC, la inauguración del Puerto de Chancay y un crecimiento económico moderado, se vieron opacados por una serie incesante de escándalos de corrupción política que erosionaron la confianza pública. Este año, en lugar de ser recordado por sus avances, se convirtió en un periodo marcado por la impunidad y la desilusión.
En enero, el escándalo del «Caso Rolex» estalló cuando se descubrió que la presidenta Dina Boluarte había recibido relojes de lujo como «préstamo» del gobernador de Ayacucho, Wilfredo Oscorima, a cambio de favores políticos. Este caso de enriquecimiento ilícito puso en evidencia la corrupción en los más altos niveles del gobierno. En marzo, el excongresista Freddy Díaz Monago fue nuevamente noticia al ser acusado de violación sexual, un caso que se sumó a las denuncias previas de acoso sexual en su contra. La impunidad con la que estos casos han sido manejados ha generado indignación y desconfianza en la población.
El mes de abril trajo consigo el escándalo de Andrés Hurtado, conocido como «Chibolín», quien fue descubierto operando una red de coimas e intercambio de favores con jueces y fiscales. Hurtado, un expresentador de televisión, utilizó su influencia para acelerar trámites y obtener beneficios para sus allegados, revelando la profunda corrupción en el sistema judicial peruano. En junio, el hermano de la presidenta, Nicanor Boluarte, se convirtió en prófugo de la justicia tras ser acusado de direccionar la contratación de prefectos y subprefectos para financiar la constitución de un nuevo partido político. La falta de acción por parte de las autoridades para capturarlo ha sido vista como un reflejo de la corrupción y el nepotismo en el gobierno.
En agosto, el «Caso Odebrecht» volvió a ser noticia cuando se revelaron nuevos detalles sobre los sobornos pagados a funcionarios peruanos para obtener contratos de obras públicas. Este caso, que ha involucrado a varios expresidentes y altos funcionarios, sigue siendo un símbolo de la corrupción endémica en el país. La condena del expresidente Alejandro Toledo por el caso Odebrecht, aunque un paso crucial en la lucha contra la corrupción, no fue suficiente para disipar la sensación de que la justicia se aplica selectivamente. La magnitud del caso, y la implicación de figuras prominentes en la política peruana, reforzó la percepción de una red de corrupción profundamente arraigada. De manera similar, el inicio del juicio oral contra Ollanta Humala y Nadine Heredia por presuntos aportes ilegales de Odebrecht a su campaña presidencial, mantuvo viva la atención pública sobre las prácticas corruptas que han plagado la vida política nacional. La lentitud del proceso judicial, sin embargo, generó frustración y alimentó el escepticismo sobre la capacidad del sistema judicial para abordar eficazmente estos casos.
En octubre, el escándalo del «Puente Tarata III» sacudió al Ministerio de Transportes y Comunicaciones, cuando se descubrió que altos funcionarios habían recibido sobornos para adjudicar el contrato de construcción de un puente en la región de San Martín. Este caso puso en evidencia la corrupción en la adjudicación de obras públicas y la falta de transparencia en el uso de los recursos del Estado.
Finalmente, en diciembre, el escándalo de la «Red de Proxenetismo en el Congreso» cerró el año con una nota sombría. Se descubrió que una red de prostitución operaba dentro del Parlamento, dirigida por Jorge Torres Saravia, exjefe de la Oficina Legal y Constitucional del Congreso. Este caso, que involucró a varios legisladores, ha sido un golpe devastador para la imagen del Congreso y ha generado un llamado urgente a la reforma y la transparencia en las instituciones públicas.
Estos escándalos han ensombrecido importantes logros y avances en el país. La organización del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Perú fue un éxito, destacando la capacidad del país para liderar en la región y promover el comercio inclusivo y sostenible. El Megapuerto de Chancay, inaugurado en noviembre, promete transformar la economía peruana al convertirse en un hub logístico clave para el comercio marítimo en América Latina. Además, el crecimiento económico del país ha sido notable, con una proyección de expansión del Producto Bruto Interno (PBI) del 3.2%, posicionando a Perú como líder en la región.
A pesar de estos logros, los numerosos escándalos y actos de corrupción han socavado la confianza de la ciudadanía en sus representantes y han puesto en evidencia la necesidad urgente de una reforma integral en el sistema político peruano. La lucha contra la corrupción debe ser una prioridad para el país, y solo a través de un esfuerzo conjunto y decidido se podrá restaurar la confianza en las instituciones y construir un futuro más justo y equitativo para todos. El año 2024 ha sido, sin duda, un año político para el olvido.
Columnistas
Una silla vacía
Quién no daría un momento para poder abrazar a la mamita querida, que nos perdonaba cada traspié, cada mal paso, cada travesura. O al padre severo, pero justo que nos marcaba el sendero de la vida; o el hermano bonachón que era el alma de la fiesta; o ese ser amado que nos regaló momentos irrepetibles.
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3 semanas agoon
27/12/2024Por: Raúl Villavicencio H.
Millones de hogares se reunieron el pasado 24 de diciembre en una mesa, celebrando el nacimiento simbólico de Jesús de Nazaret; para muchos habrá sido un momento para compartir anécdotas, historias, momentos vividos cuando todos eran pequeños y no existían las obligaciones típicas de los adultos.
Es bien conocido que la Navidad la disfrutan más los niños, pues son ellos finalmente los que experimentan esa “magia” de recibir un regalo; sin embargo, existen otras familias que se conforman con que en esa noche estén todos juntos, compartiendo un poco de pan, un poco de refresco o algo al alcance de sus bolsillos.
Para los más pequeños del hogar es ese momento del año para reencontrarse con sus primos, tíos, abuelos o hermanos que regresan de viaje. Ya no hay clases y se puede dormir unas horas más, mientras en la cocina la madre va alistando la comida para la noche. Afuera, los vecinos ya iniciaron las festividades repitiendo los mismos villancicos de toda la vida, y en la T.V. transmiten películas navideñas. Son esos momentos que uno desea que nunca termine y ya de grandes nos damos cuenta de lo invalorables que eran.
Estas fechas pueden resultar agridulces para muchos, pues lo primero ya no podrá repetirse por la pérdida de un ser querido que se fue quizás no en su momento, sino que el destino así lo quiso; y esas son las que más se extrañan.
El hermano ausente, el padre que partió al cielo, la madre comprensiva que ya no podrá estar a nuestro lado, así ya pintemos canas, siempre nos dibujarán una sonrisa a media gana, pues son ellos los que finalmente estuvieron a nuestro lado en las buenas y en las malas. Quién no daría un momento para poder abrazar a la mamita querida, que nos perdonaba cada traspié, cada mal paso, cada travesura. O al padre severo, pero justo que nos marcaba el sendero de la vida; o el hermano bonachón que era el alma de la fiesta; o ese ser amado que nos regaló momentos irrepetibles.
Esos mensajeros del amor invencible siempre tendrán un espacio en nuestros recuerdos, siempre bienvenidos sin importar la hora ni el momento. Para ellos un beso al cielo, una oración, y una silla vacía en nuestras mesas.
Columna publicada en el Diario Uno.
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