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CUENTO: MI PRIMERA PARTIDA

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La partida había empezado sin querer, como quien mata el rato, luego de rehusarme varias veces.

–Mejor mañana, cuando nos juntemos con los demás –le dije a Gumer, pero él insistió y, sin darme cuenta, ya estábamos ahí, sentados en una banqueta de la plaza Francia.

Yo era joven, tímido, ajeno aún al rugido hambriento de la ciudad. Tenía veinte años. Habían transcurrido dos desde mi llegada a Lima. Me maravillaba el tranvía y las luces de noche, pero había demasiado movimiento. No lograba acostumbrarme.

-Mi reino por un caballo –dijo Gumer, mientras avanzaba su alfil negro, atenazando a mi caballo y amenazando a mi rey con un jaque. Barajé las posibilidades: podía librar a mi rey, pero mi caballo estaba perdido.

Lima también me tenía en jaque, pero yo seguía dándole pelea. Había conseguido un trabajo en el Arzobispado de Lima y fungía también como conserje en un pequeño edificio del Tambo de Belén a cambio de contar con un lugar donde vivir, cortesía de unas monjas que trabajaban conmigo en la sede religiosa. Raulito Saldarriaga, mi vecino del segundo piso, era quien prestaba su casa todos los viernes para nuestras reuniones. Éramos ocho o nueve personas las que nunca faltábamos a la cita. Gumer era el más entusiasta. Fue él quien propuso reemplazar los naipes por el ajedrez.

Debo reconocer que al principio me aburría. Era cansino esperar a que movieran las piezas; el juego era lento, complicado, demasiado analítico y silencioso, a diferencia del barullo que acompañaba a los dados y los naipes. Pero cualquier cosa terminaba siendo mejor que quedarme sólo en mi covacha, extrañando a la familia que había dejado tras las montañas. Gumer, Raulito: todos ellos se habían convertido en mi única compañía; los únicos que me aceptaban porque eran migrantes como yo; porque también habían crecido en el campo. Así que llegaba de mi trabajo en el arzobispado y subía a grandes trancos hasta el segundo piso para jugar con ellos. Finalmente el tablero y las fichas se impusieron.

Gumer había llegado hacía un par de meses, desde Piura. En todas las reuniones mostraba con orgullo su carné de la federación peruana de ajedrez y aseguraba haber logrado unos cuantos trofeos. “Es hora de hacer cosas importantes”, decía, señalando las piezas. Su esposa, Justina, que tenía ocho meses de embarazo, siempre se daba tiempo para visitarnos. Traía cerveza y bocadillos, y se quedaba viendo algunas partidas, en las que Gumer solía partirnos el seso, el orgullo y hasta el alma.

“Con esto te volverás un campeón”, me dijo Gumer un día, mientras caminábamos por el Jirón de la unión: En sus manos tenía una cartilla de ajedrez. “Es tuyo”, Te lo regalo.

Como si eso no fuera suficiente, me prestó un tablero y unas fichas. Decidí intentarlo.

Me encerré en mi covacha para aprender lecciones fundamentales y movidas maestras, aprendí muchas aperturas y movimientos de defensa. No era un prodigio y sin embargo, viernes tras viernes, mi pericia en las partidas iba en franco ascenso y mi gusto por el ajedrez crecía con ello. Ya no era tan fácil derrotarme. Ya podía darles lucha.

-¿Sabes por qué elegí el ajedrez? – me preguntó Gumer, mientras tomaba mi caballo y lo retiraba del tablero. La tarde había caído y las luces de la plaza Francia empezaban a encenderse.

-Ni idea –respondí.

-Porque es un combate fiero. Un combate arduo que solo gana aquel que tiene la mente lúcida y clara. No hay fuerza, destreza o factor externo que influya en el juego. Aquí se imponen las ideas. Es como la vida misma, es como lo que necesita este país, compadre.

Ya le había escuchado decir algo parecido una reunión anterior, cuando uno de los muchachos leía en el periódico las declaraciones del presidente Belaúnde. Gumer borró con su mano las fichas del tablero y despotricó en contra del gobierno. Después vitoreó al campesinado. Decía que las elecciones no habían sido claras, que le habían arrebatado el triunfo a Haya De La Torre, y con un golpe militar habían puesto a Belaunde en el trono. Yo le restaba importancia a sus rabietas, la política no me interesaba. Raulito Saldarriaga, sin inmutarse, recogió las piezas y pidió que siguiéramos jugando. Dejamos su rabieta de lado, bebimos, y nos olvidamos del incidente.

-Se me ha hecho tarde Gumer, debo ir a dormir –le dije, mientras lo veía guardar mi caballo blanco en la caja de fichas. Ya era de noche en la plaza. Algunas personas cruzaban presurosas regresando del trabajo, cargando bolsas de compras. –Mañana jugamos otra partida en la casa de Raúl, ¿Qué dices?

Gumer clavó sus ojos en mí.

-No. Esta partida está muy buena –respondió tras un momento-. ¿Ya has aprendido el cifrado?, ¿la nomenclatura? Apunta la partida y la continuamos mañana por la noche.

Apunté la posición del tablero tal como lo había aprendido en la cartilla de ajedrez. Gumer lo revisó y me miró mientras asentía con la cabeza. –Vas bien, compadre. Pronto te presentaré a Capablanca.

Dobló el papel y lo metió en el bolsillo de su saco. Yo no sabía quién era Capablanca. Caminamos hacia Tambo de Belén. Al llegar al edificio, Gumer me acompañó hasta mi covacha, estrechó mi mano y subió las escaleras. Antes de irse, me dijo:

-¿Sabes? Conversé con Justina. Quisiéramos que seas el padrino de nuestro hijo.

Asentí gustoso y nos dimos un abrazo fuerte. –Cuenta con ello, Gumer –le dije. Subió por las escaleras, pero se detuvo en el rellano: me saludó con el brazo izquierdo en alto y el puño cerrado.

Al día siguiente tuve que hacer algunas cobranzas extras para el Arzobispado, a solicitud de las monjas. No lograba desocuparme, miraba mi reloj con desesperación, con la certeza de que no llegaría a tiempo a la reunión de los viernes. Pensé en Gumer. Me estaría esperando para concluir nuestro duelo. Los minutos volaban y yo no terminaba de cuadrar los recibos.

Salí con dos horas de retraso del Arzobispado. Apuré el paso pensando en mi compadre Gumer y en las pocas cervezas que debían quedar en el departamento de Raulito Saldarriaga.

Al llegar, noté que la puerta del edificio estaba abierta. Supuse que los muchachos habían salido a comprar más licor. Me molestó su descuido. Subí a trancos hasta el segundo piso con el afán de increpar a los que se hubieran quedado, pero la puerta del departamento de Raulito también se hallaba abierta. La chapa estaba rota. Habían algunos naipes y piezas de ajedrez regados en la entrada. Empujé la puerta con cierto temor, y el silencio hizo que el chirrido de las bisagras tuviera un efecto tétrico sobre mí. Afuera, el ruido de los autos me devolvía a la realidad. Lo pensé un poco antes de entrar.

Lo primero que vi fue el piso: había vasos rotos y cervezas regadas por toda la sala; las piezas de ajedrez y los tableros también habían volado por doquier. La mesa de juego estaba echada y las sillas, tendidas por el suelo, lucían rotas, como si hubiera ocurrido una gran gresca. El resto de la casa lucía el mismo desorden: Los aparadores y cómodas tenían los cajones abiertos, vacíos; la ropa estaba regada por el piso. Había incluso unas manchas de sangre en el baño. Un destello de lucidez me puso en alerta. Decidí salir.

El pánico casi me mata al llegar a la puerta. En un principio la oscuridad no me permitió reconocer a la figura que yacía parada en la entrada. Era Justina, la esposa de Gumer.

-Se los han llevado a todos. Ha sido horrible –repetía mientras lloraba a mares. Traté de calmarla, pero era en vano.

-¿Qué ha pasado, Justina? ¿Quiénes han sido? –le pregunté.

-Los de la PIP. Los policías han venido y se los han cargado a todos.

Justina tenía las manos en su barriga, como protegiendo al bebé que cargaba en su vientre. Sin embargo vi que algo caía entre sus piernas. Era un libro. Lo recogí. Era un volumen de Carlos Marx. Justina se llevó las manos al rostro y entonces cayeron algunos libros más: Engels, Lenin. Eran libros rojos, lo sabía, pero mi cabeza no funcionaba con claridad. Justina me llevó al tercer piso, donde vivía con Gumer. Mi asombro fue mayor al ver fotos del Ché Guevara y muchos panfletos que hablaban sobre Hugo Blanco, el FIR, la revolución y el comunismo. Justina, en su desesperación, había intentado inútilmente pasar algunos de ellos por el wáter. Le dije que iría a la comisaría, que seguramente había algún malentendido.

-¡No vayas! –me suplicó- Ellos no entienden. Te van a encerrar con los demás. Por eso nos vinimos a Lima. Yo le pedí a Gumer que buscara un trabajo y que se olvide de estas cosas. Pero ya ves que él no puede, no entiende.

Un dolor la aquejó. Me pidió que la ayude a sentarse. Llevó las manos a su barriga y gimió. Rogué para que se tratara de otro libro, pero Justina había roto la fuente. Con mucha dificultad la llevé en un taxi a la maternidad de Lima. Pensé en dejarla internada e irme, pero no pude hacerlo. Decidí esperar mientras fumaba un cigarrillo tras otro.

Mientras fumaba, pensé en Gumer y en el resto de amigos. No podía explicarme qué había ocurrido, por qué se los habían llevado de esa manera. Le di muchas vueltas al asunto, recordando los libros rojos, los panfletos del FIR, hasta que me quedé dormido.

Luego de unas horas, la voz de una enfermera me despertó.

-¿Señor?

Abrí los ojos. No sabía dónde estaba.

-Es un niño precioso, señor. Lo felicito. ¿Quiere conocer a su hijo?

Supuse que sería un poco difícil explicar lo ocurrido. Gumer habría querido conocer a su hijo y, ya que yo era el padrino, pensé que debía hacerlo en su nombre. Asentí. La enfermera me llevó hasta la habitación de Justina.

El niño se parecía mucho a su padre.

-¿Qué nombre la va a poner? –preguntó la enfermera.

Le dije que la mamá tenía la última palabra. Justina, entre sollozos, pidió que le pusieran mi nombre.

-No merece llamarse como su padre –me dijo. Tomó mi mano.

Dejé a Justina en el hospital con la promesa de visitarla. Le juré que regresaría con rosas y un regalo para mi ahijado. Retorné al edificio pensando que las monjas del Arzobispado me echarían a la calle al encontrar los destrozos. Sin embargo, hallé la puerta cerrada. Luego escuché ruido en el segundo piso. Subí con cierto temor. La puerta seguía rota, pero ya no había naipes ni fichas regadas en la entrada.

–No te quedes ahí parado, cojudo –me dijo una voz-. Entra y ayúdame.

Era Raulito Saldarriaga. Estaba barriendo la sala. Me quedé mirándolo, incrédulo, como si se tratara de un fantasma.

-Ese Gumer era un extremista –me dijo-. La policía lo andaba buscando desde hace meses, cojudo. Has tenido suerte de no estar acá. Nos han levado, nos han sacado la mierda y luego nos llevaron al Sexto, ¿te imaginas?, ¡al Sexto!

Vi los moretones en el rostro de Raulito y sentí pena. Le conté sobre Justina.

-Pobrecita –me dijo-.. Dudo mucho que Gumer salga. Estaba bien metido con los rojos, compadre, hasta el cuello.

No me dijo más y siguió limpiando. Decidí echarle una mano. Barrí los vidrios rotos y recogí algunas piezas de ajedrez que guardaba dentro de una bolsa. Me senté en la mesa a contar las piezas: había reunido un juego de ajedrez completo. Aunque las piezas no eran iguales, tenía treintaidós fichas, lo cual bastaba para mí. Tomé un tablero. Luego metí todo en una caja. Raulito me miró y esbozó una sonrisa.

-Llévatelo si gustas. No quiero saber nada con ese juego de mierda.

Eso hice. Y pasé muchos días revisando jugadas y aprendiendo nuevas aperturas. Terminé todos los ejercicios del libro que me había regalado Gumer. Los fui practicando poco a poco, a veces en el hospital, mientras atendían a Justina; algunas veces en el trabajo, durante la hora del almuerzo y en las noches, sobre todo los días viernes, cuando comenzaba a sentirme solo y extrañaba las reuniones con los muchachos. A veces me topaba con Raulito Saldarriaga, que me saludaba nervioso y apuraba el paso. Supe que lo habían echado del trabajo. Supe también que, algunos días después del incidente en su departamento, la policía había empezado a liberar a todos los arrestados. A todos, menos a Gumer. Finalmente, las monjas decidieron contratar a un nuevo conserje y tuve que empezar a empacar las pocas cosas de valor que tenía. Hice mi último recorrido por el edificio y aproveché en recoger la correspondencia.

Había un sobre a mi nombre.

Era una carta de la penitenciaría, remitida por Gumer. Al abrirla, encontré una hoja sucia y arrugada donde estaba apuntado, de mi puño y letra, la posición de una partida pendiente. Gumer sólo había añadido una breve pregunta en el viejo papel: “¿La terminamos?”

Indagué por el día de visitas en la penitenciaría y acudí a pesar de las advertencias de Raulito Saldarriaga y de la misma Justina, de que me podía meter en serios problemas. En la penitenciaría había mucha gente esperando por familiares o amigos recluidos. Se abrió una reja. Vi a un hombre delgado, de rostro solitario. Sin quitarme la mirada de encima se acercó. Tomó asiento. Entonces hizo una mueca a modo de sonrisa y me habló con voz apagada:

-¿Listo?

Saqué mi tablero, acomodé las piezas y reiniciamos el duelo. Gumer arremetía, pero yo me defendía dignamente. Recordé lo importante que era controlar el centro del tablero, así logré tomar algunas piezas que le restaron ofensiva a mi contrincante. Tras cada una de mis jugadas, Gumer me miraba y movía su cabeza con un gesto de aprobación. Finalmente, entre mi torre y mi dama logré encerrar a su rey.

-Jaque Mate –le dije.

Sonó un timbre en el ambiente. Un guardia abrió una enorme reja y otros, que rodeaban la sala de visitas, empezaron a llevarse a los presos. Gumer acercó su mano ante el rey vencido y, con el golpe de un dedo, lo echó sobre el tablero.

Mientras el rey rodaba entre los escaques, Gumer se puso de pie y cerró por un momento sus ojos. Parecía meditar algo. Luego se retiró a paso lento. De vez en cuando volteaba a mirarme. Yo seguía ahí, seguro de que no volvería a verlo, pensando en mis maletas y en mi nueva covacha del Jirón de la unión. Luego me fui sin mirar atrás, con un extraño sabor a pena y orgullo. Había ganado mi primera partida.

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Luis Humberto Moreno Córdova (Lima 1979) Escritor, estudió Gestión de Recursos Humanos en la universidad de San Martín de Porres. Ha publicado su libro de cuentos "La horas imperfectas".

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La Literatura después del Boom «El mercado busca mujeres» [VIDEO]

«… Y a los hombres les ha tocado un momento complicado» señalaba hace un año la autora hegemónica Mariana Enríquez. Aquí un repaso de la literatura actual post Boom, la literatura de una Latinoamérica que se levanta después de Gabo, Cortázar, Fuentes y ahora Vargas Llosa que fue el último en partir. Una literatura desencantada entre marianistas, antimarianistas y snipers.

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¿Y después qué? Esto ya se planteaba desde los tiempos de Roberto Bolaño. Ahora ya estamos en la literatura después del Boom. La muerte de Mario Vargas Llosa cierra un importante capítulo en la literatura en lengua española en Latinoamérica. Aquí un breve repaso a la situación de la literatura en nuestro continente hegemónicamente dominada por mujeres.

Un boom boutique

Recientemente y en el marco de una corriente progresista entre las compañías editoriales y el aparato crítico ha emergido una generación de competentes y muy competitivas autoras que han venido asaltando el olimpo de nuestra literatura. Sin embargo, existe el riesgo de invisibilización del trabajo de autores masculinos, como ya se señaló el año pasado en una conferencia en la Fundación March de Barcelona, sobre lo que parece ser un nuevo boom de la literatura latinoamericana, pero en que casi todas son mujeres (Pregunta hecha por el escritor español Sergio Vila Sanjuán a la autora argentina Mariana Enríquez). Esta es una cuestión interesante de cómo la política de mercado abre puertas y las cierra en un ciclo de exclusión.

Respecto a las autoras que resuenan con fuerza dentro de sus países, como Bazterrica, García Robayo, y Wiener, entre otras, las que acaparan el panorama internacional editorial y están siendo traducidas e incluso estudiadas a nivel de tesis son tres:

Samantha Schweblin (Argentina). Fue la primera en dar la señal de alerta cuando su libro Siete casas vacías resultó ganador del Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero. Si bien anteriormente Samantha había ganado premios importantes como en 2008, el Premio Casa de las Américas, o cuando en 2010, fue elegida por la revista británica Granta como una de los veintidós mejores escritoras en español menores de 35 años; o en 2012, cuando su cuento «Un hombre sin suerte» obtuvo el Premio Juan Rulfo; no fue sino en 2015 en que se posicionó como una autora reconocida internacionalmente por el aparato crítico literario. En 2017 vendría la traducción al inglés de la novela que fue seleccionada entre las obras finalistas del Premio Booker Internacional, y, en el 2018, recibió los premios Tournament of Books y Shirley Jackson. Esto confirmó el ascenso de un boom latinoamericano femenino que se abrió a la especulación editorial que empezó a apostar fuerte por autoras.

No obstante, la obra de Samantha ha tenido reveses a partir de su segunda novela, Kentukis, y su cuento «La respiración cavernaria». No obstante, ha sido su obra en la década de 2010 la que abrió la puerta a otras escritoras.

Mariana Enríquez. (Argentina)Mariana no necesita presentación o mayores detalles crítico literarios, con más de una docena de lenguas a las que ha sido traducida su obra, es la autora latinoamericana indiscutible.

En 2019 el premio Herralde (el mismo que ganara R. Bolaño por Detectives Salvajes en 1998) le fue concedido a la novela ‘Mi parte de la noche’ de M. Enríquez. Este premio es la consagración de la literatura de Mariana, pero además la canonización en las letras hispanas de la hegemonía literaria femenino. Mariana desde su cuento ‘El chico sucio’, en adelante ha arrasado en el reconocimiento de crítica y lectores. Una mezcla de literatura pop, pero en el marco del realismo urbano latinoamericano. Sus historias de terror atraviesan el telón de fondo que es ser latinoamericano. El verdadero miedo no es fantasmas monstruos o asesinos seriales o cultos arcanos, el verdadero terror es cruzar una calle teniendo ser otra vez asaltado, no tener dinero para pagar la renta del mes, eso es el terror latinoamericano que la coloca a Mariana en la cima de la narrativa hispanoamericana. Otro logro en lo formal es la configuración de una acertada estética latinoamericana, tanto en lo urbano como lo social, sus calles socialmente deprimidas, sucias, pobres son fácilmente identificables para un lector de Buenos Aires, de Santiago, de Lima , México DF o Tegucigalpa. En todo caso, Mariana es desde Roberto Bolaño, la autora más latinoamericana que hemos tenido y tenemos ahora.

Mónica Ojeda. Es la primera vez que un autor ecuatoriano emerge con fuerza en el plano editorial internacional. Se ha especulado hasta muy poco la posibilidad de Ojeda de destronar a Enríquez de la égida literaria, Pero eso ya parece en todo caso descartado. Autora del llamado nuevo realismo gótico latinoamericano, su obra explora lo femenino en la frontera con lo monstruoso, la dark web, los abusos dentro de la familia, el despertar sexual entre otros.

Su primera novela, ‘La desfiguración Silva’, ganó el Premio ALBA Narrativa en su edición de 2014. El jurado y escritor Abdón Ubidia, dijo sobre la obra: «el seguro nivel de su escritura y estilo, su compleja y acabada narrativa; la utilización de lenguajes que provienen de diversas vertientes del arte contemporáneo, y el aprovechamiento de aforismos y recursos formales que se incorporan al texto».

‘Nefando’, su segunda novela, ganó, también en 2015, una mención de honor del Premio de Novela Corta Miguel Donoso Pareja. En palabras de Ojeda, está obra explora «Las experiencias abyectas del cuerpo, experiencias conflictivas en torno a la sexualidad como un espacio no solo de placer, sino de violencia». El libro publicado en 2016 por la editorial española Candaya, fue incluido como una de las diez obras representativas del llamado «nuevo boom de literatura latinoamericana» por el diario español El País. El escritor y crítico Alberto Olmos alabó la obra, calificándola como «una novela brillante y enfermiza» y aseverando que «demuestra tanto talento que habría que perdonarle cualquier tacticismo». Nótese en este punto que las críticas favorables en sus primeras obras provienen justamente como reconocimiento del aparato crítico literario establecido y de hombres mayores.

En 2018 publicó la novela ‘Mandíbula’, en la que narra la historia de una adolescente obsesionada con las historias de terror que es secuestrada por su profesora de literatura. El libro fue aclamado otra vez por la crítica [¿Masculina?] al momento de su publicación y calificado como “una de las novelas de la temporada” por el diario español El País, que lo ubicó en el puesto 12 de su lista de los 50 mejores libros de 2018. La novela fue además seleccionada como una de las diez finalistas del Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en su edición de 2018.

En 2020 fue seleccionada como finalista, pero no ganadora de la sexta edición del Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero con su libro de cuentos ‘Las voladoras’, en el que explora a través del terror temáticas como la violencia de género, el aborto, la sexualidad y la religión en un estilo que definió como “gótico andino”, obra que marca sin embargo el declive de su trayectoria literaria, algo que sin embargo está por verse.

En 2021 también fue seleccionada por la revista Granta como una de las 25 mejores escritoras jóvenes en español.

El ámbito masculino

Inexistente hasta estas horas. Para explicar mejor el fenómeno, basta saber lo que dijo Mariana Enríquez el año pasado en Barcelona sobre la ausencia masculina en el nuevo boom latinoamericano:

 «Creo que debería incluir más escritores varones. Creo que hay buenísimos escritores varones escribiendo, algunos igual o mejores que las escrituras que se difunden, y que les llegó un momento histórico complicado, porque el mercado busca mujeres  (…) paradójicamente es bueno para ellos, porque como se les presta menos atención de lo que habitualmente se les prestaba, este momento de menor visibilidad que es tradicionalmente el lugar de las mujeres, les permite escribir cosas mucho más arriesgadas (…) después de 10 años de este proceso yo estoy leyendo libros de autores de mi edad o un poco más jóvenes extraordinarios, y que lamento que este gran momento de la literatura latinoamericana no los incluya. Yo soy feminista y considero que es una tontería del feminismo excluir para ocupar un lugar».

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El largo silencio de Fernando Túpac Amaru

Recientemente, sus “restos simbólicos” fueron repatriados al Cusco luego de 240 años de exilio, siendo recibido con gran júbilo por las autoridades y representantes de las Fuerzas Armadas, sin embargo, queda aún el arduo trabajo de recuperar ese grito ahogado de Fernando al ver a sus padres y familiares sometidos por la barbarie.

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Por Raúl Villavicencio H.

Ser condenado a muerte por el solo hecho de ser el hijo de un rebelde, ese fue el único delito Fernando Túpac Amaru Bastidas, hijo de José Gabriel y de Micaela, protagonistas de la última y más importante rebelión en el insípido Perú, la misma que sirviera de caldo de cultivo para la gran independencia de los países latinoamericanos.

El niño, junto a su hermano Mariano, presenciaron la cruenta muerte de sus padres, degollados y apaleados de manera inmisericorde por los vencedores, quienes querían enviar un claro y sanguinario mensaje a los demás rebeldes para que desistan a levantarse en armas contra la corona. Pero eso fue el principio de sus suplicios.

Apresado por los españoles, pasó largo tiempo cautivo en la ciudad del Cusco antes de ser enviado a Lima, teniendo que recorrer junto a otros detenidos más de mil kilómetros hasta allá, a pie y descalzos, encadenados uno con el otro, sin importar las bajas temperaturas de la sierra.

Ya en la capital del nuevo virreinato, ‘Fernandito’ pasó sus días encerrado en una oscura prisión del Real Felipe, en el Callao, imposibilitado de volver a ver una vez más la luz del sol. Posteriormente, ordenaron su destierro al África, pero un accidente marítimo lo terminó llevando a España.

Fue en la tierra ibérica donde ‘Fernandito’ imploró clemencia y humanidad al rey de España Carlos III, desde su reducida prisión en el castillo de Santa Catalina, en Cádiz.

Pasaron los años y nunca más se le permitió volver a salir. Falleció el 30 de agosto de 1798 y había cumplido la edad de 30 años. Dos tercias partes de su vida la pasó entre torturas y mazmorras. Según sus propias palabras sufría una “melancolía hipocondriaca”.

Fernando Túpac Amaru murió en la pobreza extrema a pesar de que se le entregaba cerca de nueve mil reales anuales, pero todo ello fue a parar para pagar impuestos y su tratamiento de salud.

Recientemente, sus “restos simbólicos” fueron repatriados al Cusco luego de 240 años de exilio, siendo recibido con gran júbilo por las autoridades y representantes de las Fuerzas Armadas, sin embargo, queda aún el arduo trabajo de recuperar ese grito ahogado de Fernando al ver a sus padres y familiares sometidos por la barbarie.

Columna publicada en el Diario Uno.

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A propósito del autismo

Me es imposible dejar de pensar cómo un ministro de Educación, que se supone estar preparado profesionalmente para dicha cartera, no se haya tomado el tiempo en investigar, aunque sea lo esencial, sobre el Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) para no decir semejantes disparates en señal abierta.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Hace muchos años, durante mi época veinteañera, escuchaba frecuentemente que los chicos de mi edad se insultaban diciendo “fuera, autista” o “cállate, autista”, entre otros improperios irrepetibles. Ignorante de esa palabra me decidí por averiguar de qué se trataba y si realmente implicaba un insulto.

Revisando varias páginas de salud referentes al autismo entendí que se trataba de una condición de la persona y no una enfermedad, reflejadas en cómo la persona autista percibe el entorno que lo rodea, sean los sonidos, las multitudes, los espacios, o muchos otros aspectos.

También entendí que existe todo un “espectro” de autismo, presentándose los primeros síntomas en los primeros años de la persona. Estos pueden ser la falta de concentración, la disociación repentina, el apartamiento social, los cambios repentinos en el comportamiento llegando incluso a arrebatos violentos o de autolesión.

Todo ello representa un reto para los especialistas para concluir el nivel de autismo en un individuo, sin embargo, todos concluyen que en los casos más leves y hasta intermedios la persona, en su etapa adulta, puede realizar su vida de manera cotidiana.

Para casos famosos se puede mencionar que posiblemente genios en su rama como Elon Musk, Nokola Tesla, Beethoven, Mozart, Isaac Newton o Albert Einstein presentaban los síntomas del autismo.

Me es imposible dejar de pensar cómo un ministro de Educación, que se supone estar preparado profesionalmente para dicha cartera, no se haya tomado el tiempo en investigar, aunque sea lo esencial, sobre el Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) para no decir semejantes disparates en señal abierta.

Más allá de su supina ignorancia al respecto, el único punto positivo rescatable es que más personas se han puesto a investigar sobre esa condición que afecta la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral. También programas radiales y televisivos vienen abordando el tema, informando sobre las causas y complicaciones.

Nunca es tarde para aprender un nuevo tema y la internet cuenta con muchos informes, documentales, conversatorios o testimonios de las propias personas que tienen esa condición. Se le sugiere al ministro de Educación, y a todos en general, tomarse unos minutos del día para estar al tanto del TEA, evitándose bochornosos incidentes que solo podrían entenderse que salgan de la boca de un adolescente poco preparado.

Columna publicada en el Diario Uno.

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El triste final del hijo de Túpac Amaru y Micaela Bastidas. La repatriación de sus restos será en abril

En la sesión de la comisión de RR. EE. del Congreso de la República se presentó el alcalde provincial del Cusco para informar sobre los detalles de la repatriación de los restos del hijo de los precursores de la independencia, Fernando Túpac Amaru Bastidas.

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Tenía 12 años en 1781 cuando se le forzó a ver cómo le cortaban la lengua a su madre, Micaela Bastidas, antes de ser muerta por el garrote, a su vez que a su padre se lo descoyuntaba con cuatro caballos para luego ser descuartizado. La vida de Fernando Túpac Amaru fue la vida de un derrotado. Después del exterminio de su familia él y un hermano fueron exiliados a Madrid donde murió en la más abyecta miseria y olvido…. Hasta ahora.

Luis Beltrán Pantoja, Alcalde provincial del Cusco dio su informe ante la comisión de RR.EE. en cuanto a la repatriación de los restos del huérfano de la revolución de 1780, la más grande en los Andes que llevó a preceder todo el movimiento independentista de América una generación antes.

Según informó Pantoja la repatriación de restos de Fernando es simbólica y se efectuará el 4 de abril en la parroquia San Sebastián de Madrid.

Como cuenta la historia sus padres fueron muertos cruelmente por alta traición y subversión a la corona de Carlos III, rey de España y soberano de la América Española. Así como sus padres también murió su hermano Hipólito, en cambio Fernando y otro hermano suyo Mariano fueron forzados a ver la muerte de su familia para ser exiliados a la Metrópoli.  Es decir, sentenciaron a un menor de 12 años cuyo delito como Edipo de Tebas era haber nacido y ser hijo de Túpac Amaru y Micaela Bastidas. Según cuenta la historia Fernando murió a los 30 años en estado de indigencia y fue enterrado en calidad de limosna en el cementerio de San Sebastián.

«Viajaré en abril a Madrid» informaba a la comisión Pantoja, «para recibir los restos simbólicos porque como restos ya no existen. Ese cementerio en la guerra civil española fue bombardeado». Informó también que en la ceremonia estará presente el embajador de Perú en España, Luis Ibérico, y el Arzobispo de Madrid a mérito del pedido que ha hecho el arzobispado de Cusco.  Remarcó que este es un acto de reivindicación de los pueblos indígenas y de sanación de heridas, «porque no queremos mirar hacia atrás sino mirar hacia adelante y caminar juntos».

Por otro lado

En la sesión de la comisión de RREE también se informó como orden del día sobre la investigación que propone el diputado Muñante respecto a los aportes que se hizo en Perú de parte de USAID desde 2015. La propuesta es constituir una comisión multipartidaria encargada de investigar a los beneficiarios de USAID.

También se tenía previsto la presentación del Canciller a pedido suyo, Pero fue cancelado a última hora. El motivo de su participación en la sesión era informar a la comisión sobre la posición del Perú respecto a la situación del Sahara Occidental.

A su vez también se debatió sobre un acuerdo de visados para titulares de pasaporte diplomático, especiales y de servicio entre Perú e Indonesia, el cual fue aprobado en la sesión.

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Un marqués en Barrios Altos

Retrayéndose a aquella época cuando trabajaba en la Crónica, el novelista recorrió una vez más el barrio de Cinco Esquina solo para ver lo diferente que se encuentra. Solo él y sus contemporáneos recordarán aquel lugar donde era imposible no contagiarse del ritmo de la guitarra y el cajón peruano que se escuchaba en cada rincón de la entonces apacible zona.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Próximo a cumplir 89 años, el Nobel de Literatura 2010, Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, hijo ilustre del Misti, desde hace unos meses dedica su tiempo a recorrer aquellos lugares que le sirvieran de inspiración para sus obras. Pasando por el emblemático Leoncio Prado, escenario que le sirviera para que hasta ahora nos preguntemos quién mató al Esclavo; o sentarnos en la mesa del bar La Catedral para reflexionar sobre lo jodido que se encuentra el Perú; o tal vez acompañar al predicador Antonio Conselheiro en su recorrido por la selva brasileña; o cómo no erizarnos la piel, a salto de mata, con la historia del cabo Lituma y la aparición del grupo maoísta Sendero Luminoso.

Historias más allá de las fronteras, en pleno corazón del Cercado de Lima, en la selva virgen, o quizás ambientas en el norte del país, puede que el octogenario escritor arequipeño, marqués desde el 2011, haya dicho que todo lo que quiso escribir lo hizo de manera suficiente, y ahora solo quiera repasar aquellos sitios que ahora lucen muy distintos de lo que vio en su juventud.

Retirado ya del menguado oficio de contar historias, Vargas Llosa se apareció esta vez por el barrio de Felipe Pinglo y compañía, esos Barrios Altos de antaño donde la jarana empezaba el viernes y acababa un lunes, donde los galantes iban a cortejar, vistiendo sus mejores trajes y perfumes, a las damas de aquella época, ofreciendo coplas y miradas cómplices bajo el refugio de la noche estrellada.

Retrayéndose a aquella época cuando trabajaba en la Crónica, el novelista recorrió una vez más el barrio de Cinco Esquina solo para ver lo diferente que se encuentra. Solo él y sus contemporáneos recordarán aquel lugar donde era imposible no contagiarse del ritmo de la guitarra y el cajón peruano que se escuchaba en cada rincón de la entonces apacible zona.

Ya nos tocará a nosotros recordar con tristeza y melancolía cómo los lugares que solíamos frecuentar de niños o adolescentes ya no están más, siendo reemplazados por conjuntos multifamiliares o enormes edificios que se comen los cielos de la ciudad, imposibilitando la vista de una diáfana noche donde la luna se asome para recordarnos que todo en esta vida es pasajero, excepto las estrellas.

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Los hijos de Atahualpa

Pese a las insondables diferencias étnicas y culturales, Francisco Pizarro y el inca Atahualpa lograron forjar una curiosa amistad, pues ambos se debían mutuo respeto; uno al considerar al Hijo del Sol como una autoridad digna de estudiar y valorar, y el otro tomando al hombre con armamento plateado todo un misterio que tenía que descifrar.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Poco se ha dicho sobre el destino de los hijos, legítimos e ilegítimos, de quien fuera el decimotercer inca, quien, a la fecha de su ejecución, según cuentan los cronistas e historiadores, contaba con 14 descendientes reconocibles.

Pese a las insondables diferencias étnicas y culturales, Francisco Pizarro y el inca Atahualpa lograron forjar una curiosa amistad, pues ambos se debían mutuo respeto; uno al considerar al Hijo del Sol como una autoridad digna de estudiar y valorar, y el otro tomando al hombre con armamento plateado todo un misterio que tenía que descifrar.

Como producto de esa singular amistad, Pizarro, honrando la promesa que le hizo a su difunto amigo, se encargó de averiguar el paradero de sus hijos para brindarles protección y tutela, encargándole dicha tarea a Sebastián de Benalcázar y a Diego de Almagro.

De los catorce identificados por los historiadores, quedaron con vida once hasta la muerte de su padre; ellos habían sido llevados a la región de Yumbos, al oeste de Ecuador, sin embargo, por razones no determinables se conoció que llegaron a su destino solo ocho. Cinco de ellos pasaron a la custodia de los frailes del Convento de San Francisco de Quito y los restantes al Convento de Santo Domingo, en Cusco.

Existe mayor documentación solo de tres de sus hijos: Francisco, Carlos y Felipe, siendo registrados con el apellido Túpac Atauchi, o Topatauchi. Francisco y Carlos fueron los más beneficiados al recibir una pensión anual de 300 patacones de la corona española. El tercero de ellos, Felipe, lastimosamente no se cuenta con documentos reales que confirmen cualquier tipo de pensión. Muchos de los historiadores consideran que Felipe habría muerto antes de que se realicen los trámites para su pensión.

En tanto, Francisco y Carlos tuvieron una vida acomodada y llena de privilegios, como la entrega de encomiendas para el primero, y una renta vitalicia de 700 patacones anuales para el segundo, pagados por la Caja Real de Quito.

Fueron catorce, pero solo Francisco logró importancia política y económica en el aún insípido virreinato. Incluso, se menciona que bien pudo ser el único y legítimo sucesor de su padre. La descendencia de Francisco bien podría encontrarse desperdigada entre Ecuador y España, pero no existen pruebas que confirmen tal hipótesis. 

Columna publicada en el Diario Uno.

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Viaje al centro del Perú… en tren

Aunque no se trate precisamente del Tren Macho, el MTC informó que se abrirá una ruta de Lima a Huancayo para los turistas nacionales y extranjeros los días de Semana Santa y Fiestas Patrias, los mismos que podrán disfrutar, tal como lo hice en su momento, de los mágicos paisajes andinos que se iban descubriendo en mi camino.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Dos años atrás tuve la oportunidad de subirme en Huancayo a uno de los vagones del histórico Tren Macho, aprovechando que recientemente había vuelto a estar operativo. Mi intención era llegar hasta Huancavelica con ese medio de transporte, pero en ese momento solo llegaba hasta el paradero de Izcuchaca.

Tuve que madrugar para llegar a la estación del tren en Huancayo porque solo podían viajar como máximo 80 personas y afortunadamente conseguí ser el último de los pasajeros en obtener un boleto, sin embargo, mi felicidad era comparable o superlativa a la de los demás viajeros.

Colocándome en la cola del vagón pude apreciar la belleza del paisaje, atravesando laderas, quebradas, túneles y puentes, siempre acompañado de las retamas que florecían en el mes de junio.

En una parte del camino los que estábamos atrás pasamos a ser los primeros, situándome así a la cabeza junto al operador del tren quien me contaba que ya llevaba trabajando cerca de 30 años ahí, contándome además las incontables veces en que tuvo que retirar a pulso las enormes piedras que caían de los cerros. Asimismo, me confesaba que le encantaría que exista un mayor interés por parte del Estado en el mantenimiento de las vías y los rieles del tren que sufren año a año por las lluvias de temporada, los deslizamientos de tierra y por supuesto el olvido de sus gobernantes.

Aunque no se trate precisamente del Tren Macho, el MTC informó que se abrirá una ruta de Lima a Huancayo para los turistas nacionales y extranjeros los días de Semana Santa y Fiestas Patrias, los mismos que podrán disfrutar, tal como lo hice en su momento, de los mágicos paisajes andinos que se iban descubriendo en mi camino.

Y sí, en esta ocasión el tren partirá de la Estación de Desamparados, la misma que en la actualidad funciona la Casa de la Literatura, teniendo la chance tal vez los viajeros de bajar sus hermosas escaleras, pasar por sus enormes pilastras que conducen en lo más alto a un gran vitral de estilo Art Nouveau, hasta llegar a la parte inferior donde les esperará el tren.

Al menos una vez en la vida usted tiene que viajar al centro del Perú en tren.

Columna publicada en el Diario Uno.

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El fentanilo, la droga zombie

El fentanilo, o la denominada “droga zombie” viene llamando la atención de las autoridades, particularmente de los Estados Unidos, por su altísimo nivel alucinógeno, capaz de convertir a una persona ordinaria en un espectro que deambula por la calle en pleno mediodía.

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Por: Raúl Villavicencio H.

En este mundo donde todos quieren correr sin antes haber aprendido a caminar, donde la inmediatez y la presión social a veces resultan tan asfixiantes, donde muchos jefes quieren que se hagan las cosas “para ayer”, o donde sencillamente uno desea ‘bajarse del tren’ tratando de escapar de su realidad, han existido opioides capaces de procurarte esa falsa tranquilidad por un instante para luego expectorarte nuevamente en un mundo inclemente y retorcido.

El fentanilo, o la denominada “droga zombie” viene llamando la atención de las autoridades, particularmente de los Estados Unidos, por su altísimo nivel alucinógeno, capaz de convertir a una persona ordinaria en un espectro que deambula por la calle en pleno mediodía. Pero eso no solo pasa en el país norteamericano, sino que durante los últimos meses la presencia del fentanilo se viene registrando en países como Ecuador, Colombia e incluso Perú.

Y sí, los opioides son utilizados para aliviar dolores intensos, muchos de ellos asociados a procesos cancerígenos o postquirúrgicos, permitiendo que el paciente lleve un poco mejor su recuperación bajando los niveles de dolor mas no curando la enfermedad.

Es por ello que se ven en ciudades como Fhiladelphia (Estados Unidos) ‘ejércitos’ de personas, o lo que quede de ellas, arrastrándose o moviéndose torpemente como si se tratara efectivamente de un muerto en vida. Personas como cualquier otra, como nuestros vecinos, primos o hermanos, tratando de sostenerse de algo, con la cara babeando y la mirada perdida, abstraídos en un mundo que solo ellos pueden ingresar.

Esa ‘droga zombie’ proviene de manera ilícita de México, donde existen laboratorios clandestinos, los mismos que se encargan de inundar las principales ciudades de los Estados Unidos con ese potente alucinógeno, mucho más potente que la heroína. Sin embargo, como ya se indicó, esa droga ya viene apareciendo en Sudamérica en búsqueda de nuevos adictos.

De los tres mil muertos en el año 2012 por drogas se pasó drásticamente a más de cien mil en los últimos años solo en Estados Unidos encendiendo las alertas sanitarias en dicho país; setenta mil de las muertes ocasionadas por el fentanilo.

En nuestro país no sería de extrañar que dentro de uno o cinco años se pueda apreciar en las principales ciudades a los habitantes convertidos en zombies.

Columna publicada en el Diario Uno.

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