Connect with us

Literatura

CUENTO: DAWN PATROL de Luis Humberto Moreno Córdova

Avatar photo

Published

on

 

DAWN PATROL

Escribe Luis Humberto Moreno Córdova

A través de la ventana puede verse el estacionamiento, la gente en sus autos buscando un lugar donde aparcar. En el cielo, los globos aerostáticos levantan vuelo, con su tripulación ocupada en soltar el lastre para ganar altura. En el café el ambiente está lleno de voces confusas. La gente desayuna, mientras leen las noticias del día o conversan entre ellos. Desde la cocina llega el sonido de platos quebrándose. Sofía, se asusta. “Mierda”, dice. Amanda está frente a ella. Intenta tomar su mano para calmarla, pero Sofía la rechaza.

Amanda mira el cielo a través de la ventana. El sol convierte sus ojos en dos zafiros.

-Cuando llegué a esta ciudad –dice-, encontré un trabajo en un café en Los Ranchos. Me fue tan bien, que por un momento creí haber nacido para eso.

Sofía no contesta. Una mesera se acerca con el pedido: lleva dos filtros de café, jugo de naranja y tortillas con huevos revueltos. En la calle, una camioneta con altavoces en el techo anuncia la fiesta de tallados en el Góndola club. Unas campers van en el otro carril rumbo al Balloon Park. Amanda pide un poco de tocino.

-Prometo que mañana haré una hora más en la caminadora –añade, sonriendo.

Sofía retira el filtro, toma un par de sobres de edulcorante y endulza su café. Muerde una tortilla. Tiene la mirada puesta en el vacío. Amanda observa sus movimientos extraviados, su silencio. Siente un vuelco de frustración acumulándose en su estómago. Golpea la mesa.

-¿Sabes todo lo que tuve que hacer para que pudiéramos salir con el dawn patrol? –le pregunta con tono ofuscado. Sofía baja la mirada. Parece buscar alguna respuesta en el parqué del piso.

-Lo sé –dice finalmente-. Y ha sido genial, Amanda. Pero…

Amanda se recuesta en el respaldar de la mesa.

-Pero no sientes no lo mismo, ¿verdad?

Sofía revuelve su café.

-Estoy casada, Amanda. ¿Comprendes?

Amanda se muerde los labios. Juega con la comida servida. Los aerostáticos han ganado más altura, se ven como pequeños puntos en el cielo.

-Sabes que tu matrimonio fue un fracaso desde el primer día –dice, con una exagerada suavidad en su voz.

Sofía regresa al mutismo. Recuerda el silencio de la madrugada y el golpe de las piedras en su ventana. Amanda llegó a su casa a las cuatro y media de la mañana para sacarla casi a rastras. “Es una sorpresa”, le dijo. Sofía subió a la camioneta, pensando en el vacío que había encontrado en el otro lado de la cama: Bruno tenía toda la semana de guardia en el hospital.

Amanda le entregó una taza viajera con café. Al notarla pensativa, puso una mano sobre su pierna.

-¿De guardia otra vez? – le preguntó.

Sofía asintió apenas, antes de sorber un poco de café de la taza.

-Que marido tan abnegado –dijo Amanda, en tono sarcástico.

Sofía quería darle la contraria, decirle que las cosas que hacía Bruno bien habían valido la pena para encontrar un nuevo lugar, una vida cómoda y buenos ingresos. Pero Amanda sabría que era mentira. Su matrimonio no prosperaba, estaba harta de vivir sola en una casa extraña, alejada de su familia. Albuquerque no había sido el paraíso que ella esperó encontrar, ni mucho menos el lugar donde por fin podría compartir una vida al lado de su esposo.

-A veces me hubiera gustado decirle ‘no’ y haberme quedado en Lima –claudicó.

Amanda acarició su muslo, le dejó dos palmaditas de aliento:

-No tendrás mucho tiempo para pensar en eso – le dijo, y prendió la radio.

Condujo tomando la interestatal, por donde se veían los negocios de camiones, mueblerías y almacenes bajo el cielo oscuro de la madrugada. Sofía terminó su café y cambió el dial de la radio hasta que se topó con música disco. Ambas se pusieron seguir el ritmo, sacudiendo los hombros, cantando, moviendo los labios de forma exagerada. Rebasaron un par de automóviles y algunas campers antes de salir por la auxiliar y doblar en el bulevar Alameda. Sofía pudo ver los globos aerostáticos iluminados por el fuego de sus quemadores, como enormes focos intermitentes prendiéndose en la oscuridad. Amanda sacó su celular e hizo una llamada. Las rejas de la zona de despegue se abrieron. Un tipo con sombrero tejano les pidió que lo acompañaran. Amanda tomó de la mano a Sofía que miraba a los equipos de vuelo trasladando las canastillas de mimbre, cargando los balones de gas propano, mientras algunos globos empezaban a elevarse.

-Mark, Nils, ella es Sofía –dijo Amanda-. Sofía, te presento a nuestros pilotos.

Eran dos tipos que parecían saber lo que hacían. Mark sujetaba un ventilador, mientras llenaba de aire el envolvente. Nils empezó a calentar el aire con el quemador. Ambos levantaron sus manos a manera de saludo, sin mostrar mucho interés. La canastilla de mimbre empezó a enderezarse y el globo empezó a desplegar su forma. Era Azul, con pintas celestes y verdes. El hombre de sombrero tejano les dio dos credenciales a nombre de Amanda y de Sofía. “El down patrol marca el camino para el resto. Disfrútenlo. Buen viaje, señoritas”, les dijo con una sonrisa cordial. Amanda sacudió las credenciales en el rostro de Sofía, mientras sonreía y mordía la punta de su lengua.

-Nunca he subido a un globo –dijo Sofía con cierto temor. Su miedo se incrementaba mientras veía la enormidad del aerostático imponiéndose ante sus ojos.

-No tengas miedo –le dijo Amanda-. Mark y Nils nos van a devolver sanas y salvas, ¿verdad chicos?

Ambos estaban dentro de la canastilla de mimbre, probando la radio y el GPS. Asintieron sin decir palabra alguna.

-¿Lista? –le preguntó Amanda. Sofía movió su cabeza. Amanda volvió a tomarla de la mano.

Subieron a la canastilla y se apoyaron en sus bordes. Sofía miraba el interior como una niña dentro de la casa de muñecas. El globo comenzó a elevarse. La gente en tierra estiraba su mano para despedirse de ellas. Otros globos también ganaron altura, iluminando el final de la madrugada y dispersándose por el cielo que empezaba a clarear. Mike conversó por radio con los pilotos de otras tripulaciones sobre el tiempo, el viento y la altura. Amanda pudo reconocer también la voz del hombre de sombrero tejano, que al parecer los seguiría desde tierra para luego ayudarlos a aterrizar. Sofía seguía apoyada en el borde, mirando las montañas Sandía al oeste, una cadena de rocosas con escasa vegetación, el monumento natural de la ciudad. Podía oír también las cuerdas del globo tensándose, el sonido del viento llevándolos con rumbo incierto. El sol empezó a asomar entre las montañas creando un cielo columbino y apagando las últimas estrellas de la madrugada.

La sensación de libertad que Sofía sintió no se parecía a nada que haya sentido antes. Podía sentir el frescor del viento matutino entrando a sus pulmones, revitalizándola. Albuquerque se presentaba ante ella como una ciudad hermosa, que apagaba sus luces nocturnas para darle paso a una mañana floreciente. No era ya la ciudad de gente extraña, de barrios complicados y vecinos ausentes. La universidad de Nuevo México y el hospital podían divisarse ligeramente al sur. Pensó en Bruno: estaría manejando su auto de vuelta a casa. Amanda se acercó a ella con una botella de vino.

-Salud –le dijo- por los seis meses en esta ingrata ciudad.

Sofía tomó la botella y echó un trago. Nils y Mark parecían ajenos a ellas ocupados en buscar la corriente de aire adecuada para alejar el globo de las montañas.

-Esto es realmente hermoso, Amanda –dijo Sofía-. Nunca pensé que existiera algo semejante. Ha sido el mejor amanecer de mi vida.

-Hoy es un día de cambios –respondió Amanda-. Nuestra vida a partir de hoy será otra.

Sofía se acercó y le dio un beso en la mejilla. La abrazó fuerte. Amanda se dejó querer sin hacer movimiento alguno, incapaz de reponerse de la sorpresa.

-No hubiera sido sencillo sin ti –le dijo Sofía, echando otro trago.

Amanda se puso a su lado, mirando por un largo rato las casas en los alrededores y el valle. El sol seguía tomando altura y la vida empezaba a surgir en la ciudad, mientras algunas personas se aglomeraban en terrazas y parques para contemplar el espectáculo de los globos en el cielo.

Sofía intentó decir una palabra más, para dejar en claro lo feliz que estaba, pero no pudo. Amanda la tomó del rostro y le dio un largo beso en los labios. Al principio, Sofía sintió que el beso producía en ella una sensación agradable, un calor intenso en su cuerpo, un temblor en su espalda, pero el rostro de Amanda apareció en su mente, mezclada con la imagen de Bruno y no pudo soportarlo. La apartó con delicadeza.

-Lo siento Amanda –le dijo sin mirarla, mientras pensaba en los dos pilotos del globo que estaban frente a ellas-. No puedo hacer esto.

Mantuvo la mirada gacha, tratando de buscar alguna otra palabra que la libre del momento. Amanda se quedó mirándola. Sofía podía sentir la mirada de Amanda clavándose en ella como dos pequeños alfileres. Si hubiera estado en tierra, hubiera echado a correr, como lo había hecho antes, en otros lugares, en otras circunstancias, cuando era incapaz de poder afrontar algo. Pero a cinco mil pies de altura, dentro de un reducido espacio de mimbre y frente a dos tipos que nunca antes había visto en su vida, Sofía estaba a punto de entrar en pánico. Intentó buscar una explicación, pero sólo había una y era algo que ella jamás hubiera imaginado. Amanda se adelanto a su conclusión:

-Me gustas mucho, Sofía.

Sofía se llevó las manos al rostro. No se preguntó el momento en que sucedió, ni los motivos por los cuales había ocurrido. Había compartido demasiadas cosas con Amanda, suficientes para que sintiera lo estaba sintiendo. Desde se conocieron en la fiesta benéfica del hospital, las cosas fluyeron demasiado bien para ellas.

La fiesta, como siempre, se celebraba en la primavera, y era el primer evento importante para Bruno en su nueva etapa de médico interno en el hospital de Nuevo México. Sofía no estaba de ánimos; pero Bruno sentía que bien valía ir acompañado de su esposa. Luego de los gritos y la súplica de Sofía para regresar a Lima, subieron al auto en silencio. Al llegar,  Bruno prefirió quedarse en el salón principal, conversando sobre diagnósticos, tratamientos y los nuevos proyectos de la universidad. Sofía, ofuscada, decidió alejarse lo más que pudo, y llegó a la exposición de arte local, donde un grupo de artistas estaba subastando sus obras para donar el dinero a labores benéficas de la universidad. Amanda era uno de ellos. Su pintura mostraba a una danzarina flamenca de vestido púrpura sobre el tejado dorado de una ciudad. Sofía y Amanda se quedaron sentadas un largo rato, mientras oían el recital de piano con la música de Lou Reed. Amanda trabajaba como curadora en la facultad de Arte de la universidad. Era española, de acento sureño, pero nacida en Madrid. Era mayor que Sofía por tres años y vivía en Albuquerque desde hacía diez, cuando su padre emigró para montar una pequeña galería cerca del centro que terminó absorbida por una compañía de seguros. Sofía no tuvo ganas de contarle lo infeliz que era en la aridez de Albuquerque para no lucir como una idiota inconforme en medio de buena música y una conversación agradable. Amanda le propuso tomar un café la semana siguiente. La relación empezó a estrecharse desde entonces.

Se reunían en la pequeña casa de Sofía en la villa Netherwood, o a veces pasaban la tarde en el centro tomando café y recorriendo los centros comerciales. Los fines de semana, cuando Bruno prefería estar solo para poder estudiar tranquilo, se iban al zoológico de Río Grande o al Pueblo Viejo, donde visitaban las galerías de arte, almorzaban filetes en La Hacienda y escuchaban las serenatas en la pérgola del parque central. Amanda era una mujer aplomada, que parecía no complicarse ante el peso de los problemas. Parecía del tipo de persona que nunca echaba una lágrima por otra cosa que no sea la muerte. Vivía alegre, caminaba con soltura y desenfado y gustaba de fumar cigarros delgados con sabor a menta.

Sofía en cambio, se sentía totalmente opuesta a ella. No era insegura, pero sin duda la soledad y la distancia que había marcado con su esposo la habían afectado. No era tan suelta, ni atrevida, ni risueña como Amanda; pero con el tiempo alimentó la curiosidad por conocer algo de lo que la rodeaba. Al lado de Amanda pudo visitar bares, tiendas, pequeños lugares donde la vida podía cobrar forma. Su casa empezó a tomar color con las pinturas que Amanda solía regalarle, con los adornos y los atrapa sueños que compraban en White Horse.

En ocasiones, Amanda se ausentaba por semanas, perdida entre actividades que la obligaban a viajar a ciudades vecinas. A veces sólo iba a Santa Fé; pero otras tantas, a Nueva York. Cuando eso ocurría, Sofía sentía caer en el vacío de siempre, abrumada por la soledad de su casa y la distancia que la separaba de su esposo. Entonces sentía ese nudo en el estómago y la invasión desalmada de los recuerdos al lado de Amanda. Cogía el teléfono e intentaba saber de ella. Pocas veces podía encontrarla. A veces, al dormir, sufría malestares pensando en la posibilidad de que Amanda se quedara en Nueva York para siempre. No podía evitar derramar algunas lágrimas, pero el teléfono sonando a la mañana siguiente y la voz de Amanda diciéndole que estaba de vuelta, era suficiente para calmar su miedo y sacarla de la cama a toda prisa para volver a tomar por asalto la ciudad.

La vida se reanudaba para ellas. Se perdían en el Cotton mall, incinerando la tarjeta de crédito, comprando buenas botellas de vino para tomarlas en casa de Amanda, mientras charlaban sobre la vida y los viejos amores. En esas tardes, Sofía le contó sobre Bruno, sobre lo grata que era la vida en Lima y lo infeliz que había sido su matrimonio desde el primer día en que durmieron juntos. Amanda le contó que una vez estuvo a punto de casarse y regresar a España con un escritor mejicano que consiguió una beca en la universidad e Barcelona. “Terminé con él el día de la fiesta”, le contó Amanda. Sofía levantó su botella y brindó por eso. “Eres increíble Amanda”, le dijo. Se prometieron veranear en California, pero Bruno no estuvo de acuerdo con que Sofía se fuera sola. Esa tarde la relación entre Bruno y Sofía tocó fondo, Bruno le arrebató el celular a Sofía y le pidió a Amanda que no le metiera más ideas insensatas en la cabeza. Sofía sólo atinó a gritar y decirle que él había sido el peor error que había cometido en su vida. No se hablaron por muchos días, mientras el verano derritió toda posibilidad de perdón. Sofía se quedaba en casa, sin mucho que hacer, elevando la cuenta del teléfono llamando a su familia y a viejas amistades. Pensaba en aquellos romances que dejó de lado, impresionada por el talento de Bruno. Lloró incontables veces, cuando los días se hacían largos y no había nada que hacer más que rogar que la universidad la aceptara –al menos- como voluntaria para ocuparse en algo. A veces recibía postales de Amanda, diciéndole lo mucho que la extrañaba, lo mal que sentía por estar en California sin ella. Sofía tenía ganas de robarse el dinero de Bruno, comprar un pasaje y largarse con todas sus cosas. Pero la poca sensatez que le quedaba lograba retenerla.

En una última postal, Amanda le pidió que estuviera libre en otoño, que no hiciera planes. Le prometió buscarla una de esas noches. “Tal vez le tire algunas piedrecillas a tu ventana, para que tu esposo no nos pille”, le escribió. “Es una sorpresa”. Las dos amigas se abrazaron al encontrarse en el aeropuerto luego de las tres semanas de distancia. Amanda lucía la piel morena tras sus ojos azules intensos. Se había tatuado un abanico flamenco en su espalda. Sofía lo notó de inmediato. “Eres increíble”, le dijo una vez más. Amanda la abrazó. Sofía la quería.

-Pensé que sentías lo mismo por mí –añadió Amanda. El globo descendió algunos metros. Sofía se tomó un tiempo antes retirar las manos de su rostro:

-Yo no soy así.

Nils conversó por radio con personal del Balloon Park. Mark sujetó el calentador, esperando que el globo bajara hasta la altura necesaria antes de calentar nuevamente el aire.

-Yo tampoco –le dijo Amanda-. Nunca me había pasado antes. Piénsalo Sofía. Esto no puede terminar así. Todo estaba bien entre nosotras. Puedes vivir conmigo si quieres, podemos incluso mudarnos a Santa Fe si tienes miedo de Bruno.

Sofía la vio acercarse nuevamente. Pensó que intentaría besarla de nuevo. Soltó la botella de vino y la empujó. Amanda perdió el paso, cayó encima de Mark que perdió el control de quemador. El fuego le hizo un hoyo a la base del envolvente. Mark empezó a maldecir en inglés, mientras Nils las increpaba a las dos por el descuido. El globo empezó a perder altura. Los dos hombres intentaron tomar el control de la situación, les pidieron a ambas que se sentaran en el piso de mimbre y se mantuvieran quietas. Nils volvió a tomar la radio y a comunicarse a tierra para un aterrizaje de emergencia. Mark enderezó el quemador y trató de mantener altura. Conforme se acercaban a tierra podían ver los árboles puntiagudos alrededor de la laguna Shady. Sofía y Amanda permanecían en silencio sobre el piso de mimbre, conteniendo el miedo. Escucharon el roce de la canastilla contra los árboles, luego el sonido del agua debajo de ellas. Finalmente un golpe brusco las devolvió a tierra.

La canastilla de mimbre terminó de lado, Amanda encima de Sofía; Mark y Nils lejos de ellas, corriendo para recoger el evolvente, sin siquiera preguntarles si se encontraban bien. Luego de unos minutos, una camioneta roja apareció, deteniéndose bruscamente. Amanda reconoció al hombre de sombrero tejano que sostenía una radio en la mano. Otros hombres estaban con él. Se fueron a ayudar a recoger el envolvente, guardar el quemador y limpiar la canastilla de mimbre. El hombre de sombrero tejano se acercó donde Amanda y Sofía para preguntarles si estaban bien. Ambas asintieron, todavía remecidas por el aterrizaje. El hombre les dijo que incluiría el problema de globo en la factura. Amanda asintió. Otro vehículo llegó para llevarlas de vuelta al Balloon Park.

Las dejaron en el estacionamiento, donde Amanda había parqueado su camioneta. El seguro de la alarma sonó. Sofía se quedó de pie, mientras Amanda subía y echaba a andar el motor.

-Voy a llamar a Bruno para que me recoja –dijo Sofía con la mirada gacha.

Amanda se apoyó en el volante y resolló.

-No tienes que portarte como una niña, coño –le dijo-. Venga, desayunemos. Y luego te largas a tu casa a ser putamente infeliz o lo que quieras.

Sofía movió los labios pero no llegó a decir nada. Decidió subir.

La mesera trae una bandeja con pequeños cortes de tocino frito. Amanda prepara una tortilla enrollada, toma un poco de jugo. Sofía sigue en silencio, pensando en su matrimonio, en el beso que Amanda le dio cuando surcaban el cielo. Puede recordarse feliz al lado de ella, en lugar de arrostrar la soledad de su hogar.

-No puedo dejar a Bruno, Amanda –dice finalmente. Amanda la mira, sus ojos son dos pozos garzos, rebosantes de preguntas.

-No puedo dejarlo porque no te quiero –añade Sofía-. Sólo nos hemos divertido. Pero no siento, ni sentiré lo mismo por ti.

-Solo nos hemos divertido… –repite Amanda con la voz apagada. Sofía se percata de la humedad en los ojos azules de su amiga. Toma una servilleta y decide sentarse a su lado para pedirle disculpas. No ha querido decirle eso. No ha querido lastimarla. Ella ya ha sabido de ese tipo de lágrimas. No puede soportar la idea de ser capaz de hacerle lo mismo a alguien que ha estado con ella, ayudándola a soportar la soledad.

-Solo nos hemos divertido…

Sofía está a punto de ponerse de pie, pero puede evitar la bofetada. Amanda la golpea en la mejilla.

-Mereces quedarte con ese idiota –le dice Amanda, en un inglés fluido, como queriendo que todo el mundo sepa la historia, mientras Sofía se toma el rostro y el salón se queda en silencio contemplando la escena-: Arruinas todo lo que tocas.

La mesera se acerca para pedirles que se tranquilicen. Amanda da media vuelta y sale del café. Sofía puede escuchar el motor de su camioneta encendiéndose, el ruido de las llantas quemando el asfalto para salir de ahí y olvidarla para siempre. Sofía hubiese podido decirle que se detenga, ir tras ella, disculparse, pedirle una oportunidad para tratar de aclarar sus sentimientos. Pero en lugar de ello no hace más que quedarse callada, conteniendo las lágrimas y frotando su mejilla sonrosada por la mano de Amanda. Aún así, a pesar de todo  el sentimiento vertido por tierra, desinflado, caído desde el cielo y hecho añicos, Amanda no se había equivocado en nada de lo que había prometido: Su vida, a partir de ese momento, sería otra.

Comentarios
Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Literatura

Escritor Antonio Muñoz Monge: “Londres está más cerca del Perú que Lima”

Para graficar la indiferencia de Lima hacia el Perú, el escritor y periodista Muñoz Monge, aseveró que “A Lima nunca le ha interesado el Perú”. Asimismo, reveló que en el bar Palermo que quedaba cerca al Parque Universitario conoció a Oswaldo Reynoso, a Eleodoro Vargas Vicuña y a Jorge Acuña, entre otros intelectuales.

Avatar photo

Published

on

Conversamos con Antonio Muñoz Monge, escritor sanmarquino de alma andina, a sus 83 años lleno de palabras sabias. Periodista, difusor del quechua y la memoria ancestral, ha tejido con veinte libros los hilos del Perú profundo. La charla fluyó con calidez: nos habló de su infancia, de los cerros que le enseñaron a escuchar el viento, de la política, los amigos que partieron, y ese amor intacto por la tierra que nunca olvida.

Aquí la entrevista:

Toño, tú vienes de una región que no es la capital y te has formado conociendo la cosmovisión andina, el terruño, el clima, las costumbres y las lenguas, ¿eso marcó tu niñez y juventud?

Definitivamente. Yo nazco en la ciudad de Pampas, capital de la provincia de Tayacaja, en el departamento de Huancavelica, donde viví hasta los 8 años de edad. Y a la muerte de mi madre viajé a Coracora, en Ayacucho, donde mi papá era juez. De ahí estuve con mi papá en Abancay, donde fue vocal de la corte y luego viajé a Moyobamba, en San Martín, donde también fue vocal. Todos esos lugares y muchos otros más me han marcado y han influido en lo que yo escribo. Es una suerte de que haya conocido tantos lugares y después, ya como periodista conozco casi todo, más del 50% del Perú.

Cuando llegaste a Lima ¿cuáles fueron tus primeros escarceos para escribir artículos o colaborar en medios?

Yo estudié hasta el tercer año de media en el Colegio Serafín Filomeno de Moyobamba, en San Martín, y después llegué a Lima a estudiar el cuarto y quinto año de media en la Gran Unidad Escolar Ricardo Palma de Surquillo. De ahí ingresé a la Universidad San Marcos y a los dos años comencé a escribir en el diario La Prensa. Es el primer diario donde escribí, y dejé la universidad porque ya me metí de lleno al periodismo. Escribí en todos los diarios, en El Comercio, en La República, en Expreso, en El Peruano.

¿A qué edad entras a la universidad, a San Marcos?

Ingresé a los 19 años de edad.

¿Anécdotas con la gente del Patio de Letras, poetas que recuerdes?

He tenido la suerte de conocer a César Calvo, Reynaldo Naranjo y a Washington Delgado, que era profesor. El Patio de Letras era un símbolo de un grupo, no solamente de escritores y artistas, porque además uno sentía que ahí se difundían las ideas.

Otrora ‘Patio de Letras’ de la Universidad Mayor de San Marcos en el centro de Lima.

En esa época la Católica todavía no…

Era un poco lejana. Pero en San Marcos sentía que en la conversación, en la amistad con tus compañeros había una idea. Había ideas que flotaban en el ambiente, ideas sobre un Perú, sobre nuestra patria. Y de ahí, junto con estos mismos amigos sanmarquinos conocí El Palermo, que era otra “universidad”, El bar Palermo quedaba en La Colmena; en verdad era un anexo de San Marcos. Cada mes era un grupo literario, o, un partido político.

Porque quedaba al frente de la Casona San Marcos

Junto al Parque Universitario. Ya no existe. Ahí tuve la suerte de conocer a todos, a Oswaldo Reynoso, a Eleodoro Vargas Vicuña, a Jorge Acuña Paredes, y a todos los grandes…

Los profesores también eran ilustres ¿te acuerdas de Raúl Porras Barrenechea?

Mucho antes. Porras también estaba ahí, pero también se iba al jirón Azángaro, donde Juan Mejía Baca, el editor. Ahí también era un sitio de reunión de los consagrados, de los catedráticos.

¿Y el otro bar ‘Chino Chino’?

El ‘Chino Chino’ estaba al frente del Palermo.

¿Por qué le pusieron ‘Chino Chino’?

Pancho Izquierdo López, el gran pintor, estaba en tragos y le puso ‘Chino Chino’ porque siempre atendía un chino. Llegó en tragos y vio dos. Y dijo: este chino… es otro chino.

Estábamos en el Palermo y cerraban a determinada hora, a la 1 o 2 de la madrugada, y alguien gritaba, la revolución está al frente, y nos íbamos al ‘Chino Chino’.

Pero había otros bares como el ‘Negro Negro’, que quedaba en el sótano de los portales de Plaza San Martín

Sí, pero en la calle Quilca también estaba ‘El Queirolo’. De ahí nacían ideas, nacían grupos literarios, Hora Zero es de ahí.

¿Llegaste a ver a Martín Adán?

Lo conocí. Era difícil, casi imposible hacerle entrevistas. Pero en El Palermo todo el mundo sabía quién era Martín Adán. Y me acordé que Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez y Eleodoro Vargas, hablaban siempre de él, incluso discutían. Y una noche, Oswaldo se fue al fondo y se sentó. Había una mesa privilegiada que le decían ‘Los dioses del Olímpico’, donde estaban sentados los que te he mencionado, los escritores consagrados, Reynoso, Vargas Vicuña, Naranjo, Antonio Gálvez Ronceros y Miguel Gutiérrez. Entonces, Oswaldo se puso de pie y se acercó a Martín Adán, que se estaba retirando, y le dijo: “Poeta, después de César Vallejo, sin ninguna discusión, usted es el más grande poeta. Pero en esta mesa que estoy sentado, hay una discusión permanente, no sobre su poesía, como le digo, después de Vallejo es usted. La discusión es sobre su prosa”.

Y Adán se hizo el sordo y le dijo: ¿qué me está diciendo? “Que estamos discutiendo sobre su prosa, no sobre su poesía, porque usted es un gran poeta”. “Fíjese usted”, dijo Adán. Y se fue caminando con prosa y se despidió.

“Esto es mi prosa”, respondió.

El famoso Bar Palermo quedaba en avenida Nicolás de Piérola Nº 1183, frente a la Casona San Marcos.

Has mencionado a escritores de otras regiones, que radicaban en Lima, pero no has hablado de ningún escritor, vamos a decirlo, criollo. De un limeño.

Julio Ramón Ribeyro y Toño Cisneros. Con Toño he sido amigo, con Julio Ramón, lo entrevisté porque yo trabajé con uno de sus hermanos y gracias a él lo pude entrevistar a Julio. Y otro limeñísimo, como tú dices… muy pocos. A Lucho Loayza no lo alcancé.

Eres un aficionado de la música andina y conociste a muchos artistas ¿Podrías mencionar de repente a Flor Pucarina? ¿Qué te recuerda?

Leonor Chávez Rojas, ‘Flor Pucarina’ nació en Pucará, a 10 kilómetros de la ciudad de Huancayo. Y hay 9 Pucarás en todo el Perú. Pero el Pucará, de ‘Flor Pucarina’ de Huancayo fue cuartel general y baluarte de Andrés Avelino Cáceres en la guerra con Chile. El entierro de Flor Pucarina aquí en Lima, tuvo más de 10 cuadras de gente, y al día siguiente se preguntaron, ¿quién es este personaje, porque ni un presidente logra reunir a tanta gente?

Algo parecido al funeral de Chacalón

Claro. Ese es el otro Perú, el Perú negado, el Perú del Cholo, del indio, que es nuestra cultura verdadera. Tenemos cientos de leyendas y mitos que conforman nuestra ideología, nuestra manera de ser.

Por fortuna entrevisté al gran pintor Luis Palao y mencionó literalmente que “no había ni mierda en Lima”. Que las luminarias de arte, literatura y poesía nacieron en diferentes regiones del Perú ¿Qué opinión te merece eso?

Muy bien; la pregunta es importantísima. Hay un libro de Teófilo Altamirano, es un libro escrito hace más de 35 años, que decía, entre otras cosas, lo primero que hace un provinciano cuando llega a Lima es buscar su institución, su club, su referencia. ¿Quién es el secretario de la institución? ¿Por qué? Porque en el mundo andino hay un concepto no individual. Hay una comunidad del aire, de reciprocidad. Hoy por ti, mañana por mí. El mundo andino vive en comunidad, no vive dentro de un egoísmo. Justamente es la condición humana del mundo.

Muy diferente a la visión del capitalino

Exacto. Y ahora dicen que hay cerca de cien mil instituciones de provincianos. Yo he estado infinidad de veces, en todos los coliseos donde se hacían huaynos; en el Coliseo Nacional, en el Coliseo del Puente del Ejército, en la carretera central.

Hace muchos años coincidimos en una premiere para ver la película ‘Coliseo’, que trataba sobre el mundo del Huaylas. Y la vimos contigo y con el gran director de fotografía Jorge Vignati

Qué buena memoria la tuya. Con Jorge Vignati, con José Huamán Turpo, con la familia Rosenthal, con Christine y Kurt Rosenthal, hicimos un documental sobre el hombre que llegó de Coracora; sobre un músico charanguista coracoreño, Roberto Tevez. Después viajamos casi por todo el Perú, con Vignati, Javier Silva Meinel, y Huamán Turpo para registrar las fiestas costumbristas del Perú andino, especialmente.

Solamente pensar en la Virgen del Carmen en Paucartambo en el Cusco, es una locura. Los grupos de teatro de Lima van a aprender a estudiar allá, en la fiesta. Por ejemplo, hay unos personajes que son los diábolos que están prendidos en los techos, en los árboles, que no pueden ver a la Virgen, y están llorando por no poder verla.

Y hay un momento en el que están bailando varias danzas, casi a empujones, alrededor de un árbol tendido en el piso. Yo pregunté, y me dijeron: “vienen a robarse la Imilla” ¿Y qué cosa es la Imilla? “Es la madre de las semillas”. Tú te llevas esa Imilla a tu pueblo y producen todos los productos. Es casi mágico.

Antonio Muñoz Monge, con Jorge Vignati y el entrevistador en la premiere de la película Coliseo en setiembre de 2012.
 

El ciclo de vida es inexorable. Acaban de partir a la eternidad el Nobel Mario Vargas Llosa, el modelo artístico Rodolfo Muñoz, y el actor-mimo Jorge Acuña ¿Qué impresiones?

Mario Vargas Llosa innegablemente era un trabajador insaciable. Tiene más de veinte y tantas novelas. Era un gran escritor. Debe haber algún problema, no sé si de entendimiento; pero un problema humano con Arguedas. Él tiene un libro: ‘La Utopía Arcaica’. Es un amor-odio. Reconoce a Arguedas, aunque también le pone algunos peros. Yo creo que es uno de sus pocos defectos. Pero sí rescata la memoria nuestra en varias de sus obras. No solamente en Lima, no solamente en el Colegio Leoncio Prado. Él habla también, por ejemplo, de la selva, del norte, de Piura. Realmente es un gran escritor.

Algunos entendidos admiran sus ensayos. Sin embargo, ¿crees que su visión política fue errada?

Él perteneció al grupo Cahuide en San Marcos, que era un grupo de izquierda en la universidad, donde estaba Héctor Béjar, Félix Arias Schreiber y el padre de los Humala, Don Isaac.

Estamos hablando cuando MVLL era admirador de Fidel Castro

Y de ahí renuncia. Pero tenía ese defecto, no sé si congénito. Choleaba mucho. Yo tengo testigos presenciales, entre ellos Félix Arias Schreiber que cuenta que les decía: ¡Quédense ustedes en este país de indios, de cholos, y yo me voy a Europa! Tenía ese problema.

Antes era casi una institución cholear.

Actualmente, no se va del todo eso de cholear

Se ningunea al indio, al cholo. Eres buena gente, pero eres serrano. Eres tal cosa, pero eres serrano. Augusto Salazar Bondy escribió un libro: ‘La cultura de la dependencia’.

La gran metrópoli, en este caso Estados Unidos, antes Europa, impone en ti una conducta de ser y entonces copias hasta la manera de caminar. Me lo dijo Luis Millones Santagadea, no cambio una sola palabra: “La Plaza de Armas de Lima fue construida deliberadamente para que los que caminaran por ahí, caminaran sacando el pecho”. Y me dijo: ¿tú sabes lo que es prosa como provinciano? Sí, le respondí. En provincias prosa es sinónimo de limeño. El limeño camina sacando pecho y mirando arriba. Pero ahora ya no encuentras ni un limeño.

¿Cuál fue esa frase del polimata alemán que llegó a Perú?

Ah, Alexander von Humboldt, decía: “Londres está más cerca del Perú que Lima del Perú”. Yo tuve que leer eso cuatro veces para entender que Londres, la capital de Inglaterra, de Gran Bretaña, está más cerca del Perú que Lima del Perú, para graficar la indiferencia de Lima hacia el Perú. A Lima nunca le ha interesado el Perú; es un anexo. Está en otra parte. Lima siempre ha admirado al extranjero. Cuando José de San Martín vino aquí, el grupo de poder económico de Lima le dijo: ¿qué independencia? hay que buscar un príncipe europeo.

Y lo más sorprendente es que Lima sigue creyendo que es el Perú

En la guerra con Chile no participó un limeño ¿Por qué? Porque era una guerra de indios. Y ese prejuicio existe. Es la gran metrópoli. Nosotros imitamos todo lo que dice y lo que come Estados Unidos. Es la moda. Todo es un complejo de dependencia.

No nos olvidemos de Jorge Acuña. Acaba de fallecer y era tu amigo

Con mucha pena.Para mí era un niño grande, un genio maduro. Era un espíritu pleno. Jorge Acuña estaba permanentemente creando, pero sin olvidarse de su origen.Y todo lo hacía con metáforas, con juegos. Yo me acuerdo, por ejemplo, que viajamos a un pueblo y él nos apostó a Maynor Freyre y a mí, que íbamos a llegar a Huancayo sin gastar un medio. y le dije: ¿cómo vamos a hacer eso?Entramos al tren y comenzó a actuar. El público le daba dinero y nos sobró dinero.

A pesar que fue un actor de la calle, Jorge Acuña tenía formación académica y fue muy estudioso del arte dramático

En una oportunidad, en los ochentas yo llevé a Jorge Acuña y a Ricardo Blume, a ver la ‘Maqtada de Cáceres’ en un campo en Huachipa, que es una obra de teatro que representa un pueblo de Jauja. No eran actores profesionales. Es el pueblo que viene a Lima a representar la guerra con Chile donde estaban las Rabonas. Estábamos Jorge Acuña, Ricardo Blume y yo. Ellos apuntaron con una delicadeza todos los datos y toda la obra que estábamos viendo. Entonces, en una escena los actores iban a cruzar un río, y arrojaron un plástico para simular el río y lo cruzaron. Terminó la obra y Blume me dijo: “ni el mejor teatro griego hace esto”. Y Jorge se agarró el pantalón y dijo: “mi pantalón sigue mojado; yo también quería cruzar el río.

¿Qué más decía Ricardo Blume de Jorge Acuña?

Que era en potencia un actor inacabable. ¿te habrá contado alguna vez cómo es que descubre el arte? Y nadie cree. Y es cierto; a mí me lo juró.

Me dijo: “Yo tenía 5 o 6 años y escuché una voz como si me llamaran. Abrí la puerta de mi casa en la selva y vi un zapato puntiagudo y además grande, inmenso el zapato. Y seguí buscando el cuerpo, y era un señor que estaba apoyado en la acera de enfrente, con una bocina en la mano, apoyado en los techos; era un gigante. Y le dije, ¿quién es usted, señor? Y me dijo: -yo soy el que anuncio la llegada de los circos a tu pueblo-. Y ahí nació todo”.

El pasado 30 de abril falleció Jorge Acuña, el mimo que habló con el alma y amigo de Antonio Muñoz Monge.

¿Qué ha pasado con los gobernantes en los últimos años que han ido menoscabando el aparato público?

Yo creo que esto es una mafia. No es que creo. Existe la mafia, sinceramente. A veces tenemos miedo, vergüenza, prejuicios, y no queremos hablar las cosas con su nombre propio. Yo no sé, que me critiquen, pero tú no puedes aceptar a un japonés como Fujimori, que no solamente hizo contrabando con drogas, y ha esterilizado, no sé si la palabra es correcta, a más de 400.000 mujeres andinas para que no puedan tener hijos. Todas son andinas, de Huancavelica, Ayacucho, Huánuco, y Cerro de Pasco. Eso es un crimen. Pero lo veías cargando al Señor de los Milagros. Entonces, yo pregunté a mucha gente humilde, ¿por qué han votado por Fujimori? Es el famoso asistencialismo. Nos llevaba zapatos, nos llevaba pan, me decían.

Tu pregunta me sirve para decir que nos falta identidad. Por ejemplo, el poema de Vallejo dice: “¿Hasta cuándo estaremos esperando lo que no se nos debe?” Y nadie espera lo que no se nos debe. Hasta cuándo estaremos esperando. Lo que quería decir Vallejo, era: hasta cuándo vamos a esperar esta situación. Y en qué momento estiraremos nuestra pobre rodilla para siempre.

Tampoco hay mal que dure mil años

Ahora, hay un fenómeno importantísimo que yo lo he aprendido en los viajes y lo he aprendido de los campesinos cuando salíamos muy de niños y a cualquier edad al campo. Me parece un sueño cuando nos decían: “Niño, a este animalito no hay que matarlo”. ¿Por qué? le decíamos: “Porque se llama, zara-pojochi”. Zara es maíz y pojochi con su canto hace madurar el maíz. Por eso teníamos maíz.

¿Es todo un ecosistema?

Hay un diálogo con la naturaleza. Hay fiestas al agua, a la Luna, al Sol. Hay fiestas. En Huancayo, parte del Huaylas es la cosecha de la papa. Don Zenobio Dagha Sapaico, que ha dejado más de 500 composiciones, tiene un huayno… que mucha gente me dice: “Me encanta ese huayno que se llama Yo soy huancaíno”.

Eres barranquino de corazón. ¿Qué opinión te merece el barrio de Barranco?

Lindo. Ha sido inundado, ahora sí lastimosamente por un turismo equivocado, pero es hermoso.

En los últimos años ha tenido mala suerte con sus alcaldes

Eso parece que es un fenómeno. No se puede caminar, todas las calles han sido levantadas, cambiadas.

Se supone que se tiene que ejecutar las obras

Es para robar pues. Yo facturo el presupuesto para arreglar estas veredas, las triplico y listo.

Nuevamente te acaban de condecorar en la Asociación de Clubes Departamentales. Cuéntanos eso

La Asociación de Clubes Departamentales en Lima ha clasificado a las regiones. Cada departamento ha presentado a la persona que dignamente representa. A mí me ha presentado Huancavelica, pero además de ser representante de los escritores huancavelicanos, me acaban de dar un diploma de personaje ilustre de Huancavelica. Yo soy, como te digo, de Pampas de Tayacaja.

Tienes varias publicaciones. Has escrito prosas, narrativa, poesía, has hecho una especie de ensayo sobre el análisis de algunos exponentes andinos. Actualmente, a tus 82 años ¿hay un nuevo proyecto?

Sigo escribiendo.

Antonio Muñoz Monge leyendo uno de sus textos en borrador.

¿Qué estás escribiendo?

Justamente, estoy escribiendo una conversación de… Hay un homenaje a unas aves, donde participan los árboles, las flores, los picaflores, los ríos. Y es un homenaje en el cual están esperando la llegada de la pachamanca. Es una pachamanca viajera que está recorriendo todo el Perú para ir al homenaje. Y por los lugares que pasa, cada pueblo le entrega el plato típico.

Y es el homenaje también al maíz. Entonces, es la participación de un entendimiento de la naturaleza, del ser humano y la afirmación. Porque, en algún momento, estos árboles gigantes y abusivos quisieron abusar de los pajaritos y se convirtieron en nada, se convirtieron en musgo en el suelo. Y cuando reaccionaron luego de lo que habían cometido, ahora son ellos los que han invitado a todos a la fiesta.

¿Cuál sería el género del texto?

Una novela ficción. Pero, además estoy terminando la vida de Amanda Portales.

Mejor dicho, ya está terminado el libro. Yo le puse a ella ‘La Novia del Perú’.

Tú eres un hombre de pluma literaria y periodística ¿Qué le sugerirías a las nuevas generaciones de periodistas?

Conocer, sinceramente. Con todo respeto y cariño conocer al Perú. Amar al Perú. Profundizar, estudiar sus mitos y sus leyendas. A José María Arguedas, en una oportunidad le dieron un premio ‘Garcilaso de la Vega’, y el discurso se llamó: “Yo no soy un aculturado”. En técnica nos puede ganar Europa, o Estados Unidos. Y eso es momentáneamente, pero en cultura, decía Arguedas, tenemos para regalar. Por ejemplo, el departamento de Puno tiene más de 250 danzas. Y cada danza significa algo, representa algo, ¡dice algo!

¿Entonces que nos falta?

Estamos hablando de Perú y todo lo que es el Perú es un entendimiento. Si rescatamos eso y si tenemos, no solamente la entrega, la militancia y la responsabilidad de querer a este país, cambia todo, pero estamos ajenos. Parece que no viviéramos en el Perú.

Comentarios
Continue Reading

Literatura

Alex J. Chang: “Es una proeza hacer literatura en nuestros países latinoamericanos”

Entrevista al escritor y promotor cultural Alex J. Chang.

Avatar photo

Published

on

En el desafío de crear literatura en tiempos de inteligencia artificial destacamos el esfuerzo de los escritores que, desde diversas plataformas digitales, difunden la literatura viva del país. Tal vez para muchos es una batalla perdida y el futuro de los escritores sea volverse lenguaje binario creado por las corporaciones capitalistas; mientras tanto, destaquemos el trabajo de los escritores peruanos. Conversamos con Alex J. Chang, un destacado escritor y promotor cultural.  

Escribes y tienes un programa cultural virtual, cuéntanos, ¿cuáles son los problemas más visibles para construir tu arte en el Perú?

Son muchos problemas que impiden construir una obra de arte; casi todo está en contra del quehacer artístico en Latinoamérica. El más obvio de todos es la cuestión económica: ¿cómo financiar la obra artística? Muchas veces toca sacar de tus ahorros, pedir prestado, endeudarse o simplemente olvidarse de crear tal obra por falta de recursos. Bueno, eso es, por un lado. Por otro, debemos tener en cuenta que después de invertir con nuestros bolsillos, muchas veces no hay retorno de lo invertido en nuestro trabajo artístico porque el mercado, este mercado toma poca importancia a los productos artísticos/culturales a menos que seas muy mediático.  En pocas palabras: es una proeza hacer arte, sobre todo arte literario, en nuestros países latinoamericanos.

Se habla mucho de la democratización de la cultura en los medios digitales, ¿qué beneficios y problemas encuentras usando estos espacios?

Tiene sus ventajas y desventajas, como todo en la vida. Por un lado, permite dar visibilidad a quienes no tengan acceso a los medios tradicionales como la televisión, radio o prensa escrita. Sin embargo, no todos llegan a tener el éxito masivo, ni mucho menos se hacen más conocidos como artistas, por la alta competencia que existe hoy en día en los medios digitales. No es tan sencillo como parece. Muchas veces estas plataformas le dan mayor cabida al contenido banal, al morbo, al relleno, que, para muchos usuarios sirven como entretenimiento efímero y vacío. El reto consiste en ser creativos e impactar a nuestra potencial audiencia sobre nuestros contenidos artísticos/culturales. Yo, por ejemplo, siempre estoy intentando renovarme en mi programa virtual Cruzada Cultural, pero a veces siento que es difícil competir con un sistema que promueve lo fútil.

Acabas de publicar la segunda edición de tu primera novela La mujer de los tacones de oro y un libro de cuentos para niños. ¿Te gustaría contarnos más sobre tus libros?

El primer libro, La mujer de los tacones rojos, se trata sobre una agente encubierta, que, gracias a la magia de sus tacones rojos, recupera su salud y se libra de sus enfermedades y de sus múltiples discapacidades, para luchar contra varias organizaciones criminales que azotan el país. Sí, como verán es la clásica novela policial con su toque mágico, surrealista, y, sobre todo, humano, 100% humanístico como César Vallejo.

El segundo libro, Las aventuras de Tobi y Pompón, es un cuento largo para niños que trata sobre un perro de raza Beagle llamado Tobi que aburrido de su hogar y de su familia escapa para vivir esos miles de aventuras en todo el país, pero termina perdiéndose y sin saber cómo regresar a casa. Están a la venta directamente conmigo y también disponibles en la tienda virtual de la editorial Ameleer.pe.

Vargas Llosa es una figura ineludible para la literatura peruana, ¿qué otros autores peruanos recomiendas leer?

Hay muchos autores peruanos dignos de ser considerados. El primero que viene a mi mente es Miguel Gutiérrez, un novelista en plenitud, innovador y apasionado por la buena literatura, siempre en busca de escribir la gran novela de su vida. Luego pienso en el maestro Cronwell Jara, un genio del cuento, la novela y la poesía, además de un profesor y tallerista sabio en el arte literario. También destaco a Edgardo Rivera Martínez, cuya monumental País de Jauja puede situarse junto a La violencia del tiempo y Conversación en La Catedral, gracias a su calidez, musicalidad y su prosa poética inconfundible. Entre los relatos que releo con frecuencia están El ángel de Occongate de Rivera Martínez, Agnus Dei de Cronwell Jara, entre otros.  

Comentarios
Continue Reading

Literatura

Euler Julca: “Hay una sensibilidad especial en la gente de mi tierra, un vínculo con la naturaleza que no se ha perdido del todo”

Una conversación con el poeta Julca.

Avatar photo

Published

on

Por Julio Barco

La poesía peruana se renueva: una voz poética cae a la tierra fértil de la hoja y empieza la metamorfosis. En ese sentido, la poesía vive como una sabia subterránea, viajando de mente en mente; quiebra el espacio-tiempo y florece. De Chocano a Vallejo, de Vallejo a Verástegui y seguimos. Hoy vamos a conocer a Euler Julca Sánchez, joven poeta de Chachapoyas, que se inicia el mar literario con Balsamario poético (Ed. Higuerilla, 2025).

1. Al leerte, siento un trabajo de métrica, sin embargo, a nivel de fondo, ¿qué temas abordas en tu primer libro?

Como bien ha observado, maestro Barco, el tiempo está marcadamente presente: no como una línea cronológica austera o rígida, sino como un zumo emocional, una bruma que amalgama afectos, recuerdos, ausencias. Por lo que, la memoria, que fija en sus esquemas lo que se vive y lo que se sueña, se forja como materia prima del poemario. Así, en los poemas, quizás, está latente los intentos de atar lo fugaz, de salvar alguna cuestión de la corriente etérea del tiempo. Además, la naturaleza –esa gran musa sacra con la que convivo, combato, amo…– destila de su alambique el símbolo, el personaje, el espacio: árboles, pájaros, cielos chachapoyanos, lluvias, están presentes no solo como contenido, sino como la esencia viva del discurso poético.

2. Eres de Chachapoyas, una parte del Perú poco explorada a nivel literario. Me gustaría que nos des una idea de los valores que encuentras en tu comunidad y que sientes que se deben conocer a nivel internacional.  

San Juan de la Frontera de los Chachapoyas, la fidelísima ciudad, tiene una riqueza espiritual y cultural que merece mayor visibilidad. Hay una sensibilidad especial en la gente de mi tierra, un vínculo con la naturaleza que no se ha perdido del todo. Aquí, el tiempo tiene otro ritmo, y esa lentitud nos permite escuchar, observar y recordar con mayor profundidad.El valor de la palabra, por ejemplo, es algo que permanece en las familias, en los cuentos o tradiciones orales, en las conversaciones largas. Cabe mencionar, que hay un autor nacido en Levanto, pueblo aledaño a Chachapoyas, el sacerdote y cronista Blas Valera, referido en los Comentarios reales, que es muy referido en las escuelas con el fin de motivar la escritura de los jóvenes.

4. Me interesa conocer cuáles son los desafíos para desarrollarse, ¿cuáles son las ventajas y las desventajas que encuentras para desarrollarte como escritor en tu localidad?

Como he escuchado mencionar a usted en algunas ocasiones, concuerdo con que uno de los desafíos principales es la falta de oportunidades de espacios de crítica o difusión, más si se da en zonas de provincia, o la falta de circuitos literarios activos, de editoriales locales, de librerías independientes. Eso puede generar una sensación de aislamiento, como si lo que se escribe aquí no poseyera eco. No obstante, ese mismo contexto puede volverse una ventaja. Hay más libertad creativa, menos presiones del mercado o de las modas. Asimismo, escribir desde mi pueblo chachapoyano o más específicamente desde mi pueblo natal o desde las tierras donde laboro como profesor, desde estos valles o cumbres que rodean lo inasible del sentimiento que me alberga y que muchas veces no logro concebir lingüística o literariamente porque es ahí, entre otros escenarios de esta realidad, donde radica la sustancia poética, me permite tener una voz más auténtica.

5. Todo primer libro de un poeta refleja la deuda con sus lecturas. En tus lecturas intuyo que hay mucho del modernismo de Rubén Darío, de la poesía clásica de José Martí y los poetas españoles. Cuéntanos, ¿qué autores son importantes para tu primera producción’

Sí, Rubén Darío ha sido una figura fundamental: su musicalidad, su sentido del símbolo, su capacidad para renovar. De la poesía española, me conmueve la claridad de Antonio Machado, la hondura de Miguel Hernández, la complejidad barroca de Quevedo y Góngora, e incluso lo trascendente de Garcilaso de la Vega. Entre los peruanos, hay una influencia ineludible de César Vallejo, por Valdelomar y Manuel Gonzáles Prada.

Comentarios
Continue Reading

Literatura

El espía de la familia

Un relato corto de Alexander Campos Soto

Published

on

          Al final, descubrí que mi verdadera vocación no era la de actor de cine, la de ingeniero de computadoras, ni la de escritor; sino algo más fascinante: la de espía. Nunca le dije a nadie porque se habrían reído en mi cara. Pero, desde niño, soñé ser parte de la CIA o la KGB o el MI5. Será por eso que Putin es mi presidente favorito o será porque sé que tiene el poder: si aplasta un botón, desaparece a toda Europa occidental. Para mí, no es un dictador o un tirano. ¿Saben lo que es? Un verraco, como dicen los hermanos colombianos, un Benel super Saiyajin, un Zuloeta mezclado con sangre eslava. Hasta tiene la misma cara alargada, la mirada penetrante y analítica de mis tíos, los cophiscos. Y el color de sus ojos es igual al de mis tíos; o sea, de perro Siberiano con hepatitis. En mis ratos de lucidez más extrema, me ha venido una hipótesis: que puede ser descendiente de cualquiera de mis bisabuelas y tatarabuelos. Sí, se ha demostrado que, antes que lleguen los pobretones españoles en busca de oro y plata, nosotros, los incas, ya habíamos tenido contacto con Europa, con los vikingos. Las pruebas están ahí, en la cultura Chachapoyas. El año pasado, fui con mi novia magistrada y visitamos todas sus ruinas. Y terminé más que convencido. Entonces, ¿por qué Putin no puede ser un Zuloeta eslavo? Nada es imposible en este mundo, señores.

          Hasta ahora, no sé por qué mis padres no me dejan mezclarme con esa parte de la familia; si yo los veo tan próximos, tan cercanos: la nariz de mi abuela, la cara pálida de mi abuela y el olor a muerte de Putin. Son mi familia y la sangre no se niega y tampoco es motivo de vergüenza. Tal vez, piensen que debo estar alejado de ellos porque yo les puedo dar ideas más ortodoxas que Rasputín, el brujo de los Zares. Como ellos también saben que soy muy listo y, tal vez, mis tíos de escasa habilidad, a lo mejor creen que terminemos formando un grupo subversivo y lleguemos a palacio y nos adueñemos de todo el país. ¿Quién puede saber las ideas que pasan por las cabezas de mis viejos?

            No fui actor de cine porque nunca reuní las condiciones: cuerpo esmirriado, talla de hormiga y corazón de poeta. Tampoco, ingeniero de computadoras porque me di cuenta que, al final, esa tecnología terminará por cosificarnos. Solo llegué a ser escriba; ni siquiera, escritor. Tan solo porque el diablo me dicta lo que escribo y yo no soy quien escribe. Es una cosa sobrenatural que apenas entiendo. Pero, a los hermanos de mamá y a la madre de mamá les y las espié hasta con detector de mentiras. Incluso, sé lo que piensan antes que ellos. Los conozco también como el recorrido que hace todos los días mi mano derecha para limpiarme el culo.

Comentarios
Continue Reading

Literatura

Alejandra Pizarnik, la poeta de la mirada melancólica

Su muerte prematura representó una dura pérdida para la literatura latinoamericana.

Avatar photo

Published

on

Ella no escribía para agradar ni para que la recuerden como una persona confundida, triste y solitaria, sino que lo hacía para exteriorizar todo su sufrimiento; era el claro ejemplo de que la poesía era el instrumento más idóneo para mitigar de alguna manera sus pesares y tribulaciones. Flora (o Alejandra) Pizarnik nació un 29 de abril, entre dos mundos, dos realidades tan disímiles, tan contrarias como el día y la noche.

Desde que nació su vida estuvo marcada por una serie de cuestionamientos existenciales. Hija de inmigrantes ucranianos judíos, Flora desde muy niña siempre se sintió una extranjera en su propia tierra debido a las raíces que la unían con aquella parte de Europa de la post guerra.

Toda esa sensación de no pertenencia se vio severamente potenciada debido a sus problemas con el acné y el sobrepeso, lo que finalmente terminó derivando en sus trastornos de ansiedad, depresión y posterior suicidio a la edad de los 36 años, en 1972.

A lo largo de su vida pudo viajar a Paris, ciudad donde conoció al pintor Juan Batle Planas, quien llegara a convertirse más adelante como su primer maestro en la pintura, pues sí, ella también, a la par de la poesía, buscaba otras artes para plasmar su dolor, teniendo como temas recurrentes el mundo onírico, la muerte, la desesperación y el vacío existencial.

Todo ello se puede ver de manera desgarradora en sus escritos y pinturas, tan perceptibles como si se tratara de un grito de desesperación que quisiera atravesar el papel, un manuscrito de auxilio o de ruego que busca incesantemente la atención del lector. Todo ello representa un crudo testimonio de toda su angustia, tan crudo y visceral que es imposible no identificarse. Y es que en ciertas ocasiones los escritores y poetas se alimentan del dolor propio, de las experiencias vividas, para poder escribir.

Retraída de la sociedad y amante de la soledad, Pizarnik supo llamar la atención de escritores consagrados como Julio Cortázar y Octavio Paz, quien estaban pendiente de su salud mental.

En una ocasión, el autor de Rayuela, consciente de sus dos intentos de suicidio y los remolinos de su mente, le imploró que no decaiga en sus oscuros pensamientos.

Lastimosamente, el 25 de setiembre de 1972, Alejandra se quitó la vida producto de una sobredosis de barbitúricos.

“No quiero ir

 Nada más

 Que hasta el fondo”, fue el mensaje que dejó en el espejo de su habitación.

Aunque breve fue su estadía en este mundo, gran parte de sus escritos y poemas han conseguido mantenerse vigentes con el paso de los años, no solo en su natal Argentina, sino en gran parte de Latinoamérica y el mundo hispanohablante.

Comentarios
Continue Reading

Literatura

Restos del ‘Tío Factos’, uno de los fundadores del Movimiento Kloaka, han ido a parar a una fosa común

Rodolfo Ybarra, poeta y amigo cercano de Guillermo Gutiérrez, afirmó para Lima Gris que restos del escritor no pudieron tener una cristiana sepultura.

Avatar photo

Published

on

Durante los últimos años de su vida Guillermo Gutiérrez fue conocido gracias a las redes sociales como el ‘Tío Factos’, aquel viejito áspero y crítico de la realidad social y cultural del país en el programa de Youtube ‘La RoRo Network’, espacio donde supo conectar muy bien con las nuevas generaciones.

Sin embargo, Gutiérrez Lymha, era un digno representante de la contracultura peruana, considerado como uno de los fundadores del Movimiento Kloaka, aquel colectivo poético surgido en la década de los ochenta donde también estuvieran los vates Roger Santiváñez y Mariela Dreyfus, entre otros.

El pasado 5 de abril lamentablemente falleció y hasta anoche sus restos mortales permanecían en la Morgue Central de Lima. Lima Gris se comunicó con el poeta Rodolfo Ybarra, uno de sus amigos más cercanos del recordado ‘Tío Factos’, indicándonos que lamentablemente no se pudo completar el trámite legal para retirar su cuerpo debido a que una tía política del difunto no contaba con su partida de nacimiento digitalizada. Ybarra nos contó que sus amigos desde hace más de cuatro décadas intentaron desde el primer día reclamar el cuerpo de Gutiérrez, sin embargo, la aparición de ese familiar terminó truncando todos los trámites avanzados.

“Te cuento que su cuerpo ya fue arrojado a una fosa común”, se lamentó su amigo Ybarra, quien añadió que el ex integrante del Movimiento Kloaka habría fallecido de asfixia dentro de su domicilio.

“Vivía en Villa El Salvador. Él era una persona muy solitaria; el año pasado había fallecido su mamá y sufría de depresión”, añadió. El también escritor también recordó que la última vez que lo vio fue en el mes de febrero en una feria de libros cerca al Congreso de la República.

En su vivienda solo le acompañaba un perrito. Falleció a los 66 años.

El dato:

Guillermo Gutiérrez logró imprimir tres poemarios: ‘Ulkadi’ (1987), ‘La muerte de Raúl Romero’ (2007), y finalmente ‘Infierno Iluminado’ (2022).

Comentarios
Continue Reading

Literatura

Petroperú presentará libros ganadores del Premio Copé 2023

Como parte de su compromiso con el fomento de la literatura peruana, Petroperú presentará cinco nuevas publicaciones en la Casa de la Literatura Peruana.

Avatar photo

Published

on

Las obras premiadas en la XXI Bienal de Poesía y la IX Bienal de Novela del Premio Copé 2023 serán publicadas bajo el sello Ediciones Copé. Los títulos incluyen La memoria hila de Elma Murrugarra (Copé Oro en Poesía), Río dormido sobre escombros de memoria de Alejandro Mautino Guillén (Copé Plata en Poesía), Entre los límites de una vela de Alex Ramos Arancibia (Copé Bronce en Poesía), una antología de poemas finalistas y mencionados honoríficamente, así como la novela Los espectros de Christian Elguera (Copé Oro en Novela). Durante la presentación, los autores leerán fragmentos de sus obras, que serán analizados por los críticos Ricardo González Vigil y Luis Fernando Chueca.

El jurado de la Bienal destacó la variedad temática y la calidad expresiva de los libros seleccionados. La memoria hila fue elogiada por su estilo sutil y su fusión entre prosa y verso al abordar aspectos de la cultura peruana. Río dormido sobre escombros de memoria sobresale por su enfoque técnico y estilístico, estableciendo un diálogo entre la tradición y la modernidad. Entre los límites de una vela ofrece una mirada introspectiva sobre la existencia en el mundo actual. Por otro lado, Los espectros, de Christian Elguera, reconstruye episodios clave del siglo XX a partir de la figura de Eudocio Ravines, explorando los mecanismos del poder político con gran destreza narrativa.

Los libros están disponibles de forma gratuita en la Biblioteca Virtual de Petroperú (https://cultura.petroperu.com.pe/servicios/biblioteca-virtual/) y serán distribuidos en todo el país como parte del programa de apoyo a bibliotecas que promueve la empresa.

El Premio Copé, instaurado por Petroperú en 1979, es considerado el galardón literario más importante del país, consolidándose como un pilar en el impulso y difusión de la literatura nacional. Con esta iniciativa, la empresa renueva su compromiso con la cultura y la creación literaria en el Perú.


El evento se realizará el jueves 24 de abril a las 7:00 p. m., con ingreso libre.

Comentarios
Continue Reading

Literatura

«Un cadáver sobre la ciudad», por Ricardo Piglia

Un texto del libro Formas breves, del escritor y crítico literario argentino.

Avatar photo

Published

on

Una tarde Juan C. Martini Real me mostró una serie de fotos del velorio de Roberto Arlt. La más impresionante era una toma del féretro colgado en el aire con sogas y suspendido sobre la ciudad. Habían armado el ataúd en su pieza, pero tuvieron que sacarlo por la ventana con aparejos y poleas porque Arlt era demasiado grande para pasar por el pasillo.

Ese féretro suspendido sobre Buenos Aires es una buena imagen del lugar de Arlt en la literatura argentina. Murió a los cuarenta y dos años y siempre será joven y siempre estaremos sacando su cadáver por la ventana. El mayor riesgo que corre hoy su obra es el de la canonización. Hasta ahora su estilo lo ha salvado de ir a parar al museo: es difícil neutralizar esa escritura, se opone frontalmente a la norma de hipercorrección que define el estilo medio de nuestra literatura.

Hay un extraño desvío en el lenguaje de Arlt, una relación de distancia y de extrañeza con la lengua materna, que es siempre la marca de un gran escritor. En este sentido nadie es menos argentino que Arlt (nadie más contrario a la «tradición argentina»): el que escribe es un extranjero, un recién llegado que se orienta con dificultad en el vértigo de una ciudad desconocida. Paradójicamente, la realidad se ha ido acercando cada vez más a la visión «excéntrica» de Roberto Arlt. Su obra puede leerse como una profecía: más que reflejar la realidad, sus libros han terminado por cifrar su forma futura.

Los relatos de Arlt (y en especial los extraordinarios cuentos africanos, que son uno de los puntos más altos de nuestra literatura) confirman que Arlt buscó siempre la narración en las formas duras del melodrama y en los usos populares de la cultura (los libros de divulgación científica, los manuales de sexología, las interpretaciones esotéricas de la Biblia, los relatos de viajes a países exóticos, las viejas tradiciones narrativas orientales, los casos de la crónica policial). La fascinación del relato pasa por el cine de Hollywood y el periodismo sensacionalista. La cultura de masas se apropia de los acontecimientos y los somete a la lógica del estereotipo y del escándalo. Arlt convierte ese espectáculo en la materia de sus textos. Sus relatos captan el núcleo paranoico del mundo moderno: el impacto de las ficciones públicas, la manipulación de la creencia, la invención de los hechos, la fragmentación del sentido, la lógica del complot.

Arlt es el más contemporáneo de nuestros escritores. Su cadáver sigue sobre la ciudad. La poleas y las cuerdas que lo sostienen forman parte de las máquinas y de las extrañas invenciones que mueven su ficción hacia el porvenir.

Comentarios
Continue Reading
Advertisement

LIMA GRIS TV

PUBLICIDAD

PRNEWS

PARTNER

 

CONTACTO

Síguenos en Twitter


LIMA GRIS RADIO

Trending