Literatura
Cuento: Aquella Cosa Que Nunca Tuve
CUENTO
AQUELLA COSA QUE NUNCA TUVE
Escribe Marilia Flores Franco
Ahora que estoy a puertas de la muerte siento la libertad que nunca tuve. Esa sensación de que el aire y yo somos uno, solo uno y de que no hay nadie más compartiendo mi empresa.
Antes de morir espero que llegue su visita. Pablo me ha avisado que llegará en Setiembre, y aunque falta mucho tiempo y el borrador de la pizarra no puede acortar esa línea negra tan larga, los días se están yendo como las estaciones se van de mi cabeza, sin ser sentidas.
Siempre tengo frío. Frío. Sea invierno o verano, el frío se ha apoderado de mí desde mi niñez y ahora es personaje importante de mi vida. Siempre con un gorrito en la cabeza porque las orejas, los oídos, el tímpano, todo se estrepita.
En estos días estoy esperando a mi madre, esperando a que haga lo que tenga que hacer y deje de hacer lo que le faltó hacer siempre en mi vida. En dos horas estaré en el psicólogo para una evaluación minuciosa de mi coeficiente intelectual, memoria y otros componentes que no puedo recordar porque hoy tampoco he dormido, ni una sola hora.
La ilusión que tuve en la mañana fue tan dulce y tan real que pudo haber sido un sueño, o quizá también uno de mis pensamientos recurrentes. Era una pesadilla, viva o muerta, una serpiente negra cogía la pierna de mi profesor de literatura… ¿qué más sucedió? Es tan complicado intentar conectar lo no conectable.
Estas pruebas neuropsicológicas se me tomarán en un tiempo de tres días, como dijo ayer la secretaria del psiquiatra que me está atendiendo por el momento. Por el momento, porque mi negatividad continúa viva y me dice que no será fácil dormir uno de estos días.
Recuerdo cuando Pablo vino por primera vez a mi casa. Tenía el corazón helado, pausado, pero no dejaba de sentirlo. Estaba en pijama por mi costumbre de recibir a mis amigos en pijama. A Pablo recién lo conocía de hace unos meses y lo invitaba a mi casa como queriendo dar un paso más, un poco temprano, pero quizá fue eso lo que le llamó la atención.
Abrí la puerta y su sonrisa fue lo único que pudieron captar mis ojos. Y seguía expandiéndose, delante del tronco y de las hojas que han seguido estando detrás de la casa de los vecinos. Había mucho sol y no podía abrir mucho los ojos, pero ahí estaba su sonrisa. Siempre su sonrisa.
Lo invité a entrar a mi casa mientras no podía dirigirle la mirada. No podía. Pisamos la sala principal de la casa y cuando quise cerrar la puerta, él cogió mi mano y la cerró por mí. Han transcurrido más de seis años y es difícil que los recuerdos bellos sean más bellos de lo que ya fueron.
Mi abuelo estaba sentado en el sillón de la habitación donde estaba la única computadora que teníamos en la casa por esos tiempos y al ver a Pablo se puso de pie al instante.
-¡Hola!
Un saludo iluso y desaforado salió de la boca de mi abuelo.
-¿Qué le pasó a tu mano?- preguntó.
Pablo tenía una de sus muñecas vendadas hasta la mitad del brazo. Pero él siempre la tenía vendada, también cuando lo veía de reojo en el colegio, así que no me preocupé.
Mientras él le explicaba a mi abuelo lo sucedido, yo los veía y ambos parecían amigos de toda la vida, riéndose, mirándose a los ojos. Ya se conocen, me dije. Por fin se conocen.
Pablo y yo seguimos de frente hacia mi cuarto. Era Diciembre, pasadas las Navidades, pasadas las fiestas y las alegrías, pero él llegó para darme la alegría más grande de mi vida.
No podíamos cerrar la puerta de mi cuarto porque ambos éramos pequeños y por esos tiempos yo no me permitía tanta privacidad con mis amigos, solamente para que la familia no pensara cosas que no debía pensar. Además, recién nos conocíamos.
Nos quedamos unos momentos en mi habitación. Él estaba nervioso, no sabía si sentarse o quedarse de pie. Eso es un comportamiento tan sutil en la vida de uno, pero cuando se comparte entre dos personas, suele volverse un poco complicado. Yo estaba tirada en mi cama porque era mi casa y así había que estar. Tenía quince años y toda una vida por delante.
Cuando pienso en él pienso en el amor de mi vida, en alguien a quién dejé ir y no sé si pueda recuperar.
Dicen que hay personas que se quedan con el recuerdo de su primer amor para toda la vida y que de viejos, sentados con un bastón en algún asilo para ancianos repiten y repiten el nombre de esa persona que les hizo ver la naturaleza y la vida viva. Parecerán locos a la vista de otros, pero dentro de sus corazones son solo amantes que nunca dejaron de amar.
Cuando pienso esto pienso que voy a terminar así. Que el paseo de ayer de dos horas en auto al hospital Larco Herrera fue un vaticinio de lo que se vendrá en algunos días y que yo quedaré encerrada en una habitación toda mi vida repitiendo el nombre de Pablo. Pablo, Pablo.
Pablo no fue mi primer amor, sin embargo es aquel que recuerdo con más simpatía. Me enseñó cómo jugar con papel periódico podía traerme el mejor día de mi vida, me enseñó cómo ver una película varias veces con la misma emoción, como me dejó entrever él hace poco, en un correo electrónico que me fue difícil ver con ambos ojos.
Nunca le he contado a nadie que no pude olvidarlo, que han transcurrido seis años y sigue en mi memoria, que aunque no duerma todos los días, él está ahí acompañándome. Que aunque sienta dolor porque me dejó por irse a vivir a otra ciudad, él está en mi pequeño corazón.
Las lágrimas caen de mi rostro como todos los días, pero las de Pablo duelen más, porque solo necesito dos meses para volver a verlo y recordarle que lo quiero, que nunca voy a dejar de quererlo y que daría todo menos mis recuerdo de él porque se quedara a mi lado.
Él vive en otra ciudad desde hace ya varios años. Tiene una enamorada u otra enamorada, porque su mejor amigo me cuenta que cambia de pareja como de zapatos, pero utilizar mi tiempo pensando en él no es algo de lo que me arrepienta.
Ayer fui al hospital referido para poder conseguir unas pastillas con las que iniciaré un nuevo tratamiento, para ver si pueden alejar al insomnio de mí o si después de todo, mi razón nunca me abandonó y moriré en una triste muerte.
En el auto de mamá lloraba y lloraba porque recordaba a Pablo y a mi mejor amigo del colegio y pensaba estúpidamente que si llegara a estar en las condiciones exactas, vaticinadas para que me encierren en un hospital, sea normal, sea mental, ellos no me visitarían. Quizá sea verdad, quizá por la complicación del tiempo y del espacio, quizá por la complicación del qué dirán o por el miedo de acercarse a alguien que ya perdió la razón. Lloraba amargamente porque si pudiera traerlos de vuelta como dos pequeños llaveros y tenerlos en mi bolsillo, sería la persona más feliz de este vasto universo.
El insomnio se ha recrudecido y ya no es por ansiedad o por depresión, es puro insomnio. Eso es algo que mi psiquiatra no termina de entender, que yo cierro los ojos y con mi extraña habilidad de quedarme sin pensar me quedo sin pensar, pero que las horas transcurren y no me quedo dormida. Insomnio post trauma, querría decirle yo. Pero él es el doctor y yo ya no soy una paciente, hoy soy una persona que está en sus últimos días – duren lo que tengan que durar- y que quiere pasarla bien hasta que ya no pueda estar más en esta tierra.
Solo espero que mi muerte no le cause ningún daño a nadie o que nadie me extrañe, que, creo yo, será lo que sucederá.
El Hospital Larco Herrera me dio miedo, era de noche, y las curvas y las puntas afiladas de la edificación me hicieron remembrar una película que vi sobre enfermos mentales. Una reja enorme constituía la puerta de entrada y no había, a mi vista, ningún guardia de seguridad. Un lugar desolado, en medio de la oscuridad que brinda la brisa del mar. Mi madre y yo esperamos en el espacio por unos segundos. Apareció una señora con una bolsa, apurada, como viniendo de alguna actividad que nadie quiere recordar. Mi madre bajó del auto y el guardia de seguridad apareció en sus ojos, ahí, escondido, en su pequeña casita, casi durmiéndose.
Decidí entrar aunque mi madre me dijo que me quedara en el auto. Decidí entrar con la idea de que algo más loco que yo podría alocarme más y así arrancar la locura de mí. Es decir, a partir del trauma hipotético de ver los interiores de un hospital mental al fin comenzaría a dormir como lo hacía antes. Entrecortado, poco, con pesadillas, pero de nuevo mi sueño.
Pablo y yo no podíamos permanecer en mi cuarto, porque la familia piensa mal y luego las explicaciones había que no darlas y esto y lo otro. Nos fuimos al escritorio de mi abuelo. Yo me senté en el sillón y él en la silla de la computadora. Como no podía verlo a los ojos, y esto él nunca lo ha sabido, cogí la nueva cámara de mis abuelos y comencé a tomarle fotos mientras él me miraba y no dejaba de mirarme. Y me sonreía. Sus ojos no eran negros, eran cafés y estaban clavados en mi mirada. Incluso con la cámara fotográfica interponiéndose entre los dos, incluso así, sus ojos estaban consumiéndome. Creo que lo notó, porque se sonrojó y no dejaba de reírse.
Antes de venir a mi casa, ambos habíamos hecho una apuesta divertida. No recuerdo los términos de la apuesta ni de qué trataba, pero yo perdí y él terminó con una bolsa de chupetes en la mano.
Esas fotografías tuyas continúan guardadas en mi correo electrónico y se van a quedar ahí hasta que tú regreses.
Como no sabíamos qué hacer y él no dejaba de mirarme, decidimos armar un rompecabezas. Para tener los ojos en las piezas y no en nosotros. Mientras conversábamos, mis mejillas seguían coloreándose más y más. ¿Cuánto rojo puede haber en esta tierra?
El sonido de un celular nos interrumpió. Era su mejor amigo, Diego. Sentí que estaban hablando de mí, porque él dijo “en su casa”. Ya. En esos tiempos todavía no conocía a profundidad a su uña y mugre, así que no le presté tanta atención a la llamada. Solo veía las vendas entreveradas en su muñeca y quería saber la razón de la lesión, pero no me atrevía a preguntarle. No me atrevía a preguntarle nada, pero quería decirle tantas cosas. Quise decirle tantas cosas.
El rompecabezas que armamos tenía de dibujo una casita roja rodeada por un campo lleno de árboles y rosas rojas. A ambos nos gustó la fotografía, lo que nos urgió a intentar terminarlo el mismo día. Pero ya era hora de almuerzo. Y yo siempre recuerdo las “horas de almuerzo” como “horas desgraciadas de tener que mirar a tu amigo a los ojos” y qué se diga de los pies debajo de la mesa, si eso sucede.
Las manos me temblaron, ese día que le serví la comida, me temblaron. Aún recuerdo el plato de fondo, carne con arroz. Le pregunté si quería postre y me mató.
“Lo que me sirvan tus manos está bien”.
Esa es una frase que he podido reproducir fielmente por el resto de mis días.
Yo tuve que tomar una dieta porque estaba con mi famosa gastritis hundiéndome. Y aunque me demoraba mientras me metía cada cucharada a la boca, él me decía que me demorara lo que quisiera, que él tenía todo el tiempo del mundo.
Pero yo lo veía consultar constantemente su reloj. Pablo, ¿por qué siempre veías tu reloj?
Ya es tiempo de ir al centro psicológico a que me realicen la prueba de tres días. Pablo puede esperar. Eso pienso. Porque yo lo esperé por seis años. Y lo seguiré haciendo.
Mi madre y yo llegamos al centro antes de lo pactado. Entre su urgencia por llegar, lo único que nos esperó fue el televisor con la misma telenovela de siempre y la secretaria sentada detrás de su escritorio. La cita era a las dos y siendo la una y cuarenta y cinco de la tarde, el aburrimiento me abatía. Son mis últimos días –pensaba- y me gustan las pruebas psicológicas. Aguardaba con impaciencia.
Para pasar el rato, le enseñé uno de mis escritos a mi madre, quien por segunda vez me dirigió esa mirada que ya le conozco desde que le enseño lo que escribo. Tragedia. Desazón. Un pensamiento de: Hijita, estás mal, ¿por qué escribes esto?
La discusión comenzó.
– Mamá, nunca te gusta lo que escribo.
– No se trata de gustarme o no gustarme, no me gusta pues, es deprimente.
– Mamá, no es deprimente, ¡es feliz! -intentaba convencerla.
– Es la vida de… comencé a contarle la historia con todas las alegrías que un nuevo escrito me traían, pero mi madre empeoraba la expresión facial a cada palabra que le decía.
– Es deprimente.
– ¡Mamá! ¿Entonces para qué te enseño lo que escribo? A nadie le va a gustar ahora –le dije tristemente.
– Solo porque no me guste a mí no significa que no le guste a los demás. Quizá – y lo dijo como si quisiera que yo lo entendiera más que nada- hay personas como tú, muchas personas que SON COMO TÚ y les gustará lo que escribes.
– Pero, mamá, Titanic es una obra maestra y es hermosa.
– Es deprimente, no puedo, la película es deprimente. Esto deberías enseñarle al psiquiatra.
– Pero si quieres se lo enseño. Además, ¿qué tiene que ver? Tienes que ser capaz de diferenciar un pensamiento de un libro.
– Sí… sí – dos vagas afirmaciones salieron de sus labios claro. Pero esto es lo que tú piensas de verdad pues.
– Mamá, es simplemente un libro. La historia es linda.
– Entonces debo ser yo la que está mal.
La conversación continuó, pero mi tristeza también. Mi madre nunca estará a gusto con lo que escriba, pensé.
Era la una y cincuenta y seis de la tarde y el presunto psicólogo no se aparecía.
– Mamá, ¿no me van a atender?
Mi mamá se levantó del sillón en el que tan lindamente nos habíamos colocado y fue directamente hacia donde la secretaria, un poco presurosa. No porque mi madre cumpla fielmente las nociones de puntualidad y respeto, sino que tenía que regresar al trabajo en una hora y el estrés de no ser atendida comenzaba a subirse como una enredadera por sus sienes.
– Señorita, ¿a qué hora van a atender a mi hija?
– Este es el que le va a realizar las pruebas – la secretaria entonces señaló a un hombre que estaba a su lado.
En mi afán por enseñarle un poco de mi arte a mi propia madre, había perdido de vista al hombre que había entrado al edificio minutos atrás. Pensé que era algún trabajador de ahí, de estatus bajo. El cargador de cajas.
Se había inmiscuido, quizá porque recién llegaba, quizá para ver a su paciente desde lejos sin que ella se sienta notada. Me pareció interesante su entrada.
Mi mamá también se sorprendió. Lo vi en su rostro.
– Ah, ¿es él quien le va a realizar las pruebas?
– Sí, señora – dijo el hombre cortésmente- yo soy el psicólogo.
– ¿Y a qué hora se las va a tomar, ah? – preguntó mi mamá recelosamente.
– A las dos en punto, señora – le respondió la secretaria.
Mi mamá regresó cabizbaja al sillón donde se encontraba todo mi cuerpo desparramado.
Pablo, Pablo. Acaba de llegarme un correo electrónico suyo. Pensaba que ya estaba mejor. Durmiendo sin pastillas. Nunca le dije eso. Espero verte pronto, le respondí entonces.
La secretaria del centro psicológico nos indicó que fuéramos subiendo por las escaleras. Al tercer piso, la tercera puerta a la izquierda. Sinceramente, parecía que me estaba mandando al baño, pero bueno, ¿quién era yo en esos momentos para no acatar órdenes?
– Mamá, ¿dónde está la tercera puerta? – Le pregunté dubitativa mientras sentía un ligero temblor en el cerebro. No podía con las puertas, ¿por qué habían tantas?
– Anabella.
Una voz dijo mi nombre, mi cabeza se asomó a la puerta. Ahí estaba el psicólogo sentado en su gran silla.
Cuando dijo mi nombre sentí algo extraño. No estoy acostumbrada a que se aprendan mi nombre a la primera. Siempre he tenido problemas con eso.
El psicólogo me llevó con un ademán de manos a mi respectivo asiento mientras invitaba a pasar a mi madre.
– Siéntese, señora.
– ¿Qué hace aquí? -pensé- Mi madre siempre dice cosas que no son…después va a decir que estoy resentida con el mundo, ay, ¿por qué no se va?
Y el psicólogo comenzó con las preguntas de rutina. Mencionarlas sería reproducir el monólogo clínico de mi abuela, así que en resumen pasamos del parto al nido, del nido a la primaria, de la primaria a la secundaria, de la secundaria al abandono de mi madre, y del abandono de mi madre de vuelta a su regreso ya para trabajar en el mismo centro en el que yo estudio. Desarrollo social, intelectual, conductual.
Mi madre se fue, porque el psicólogo la botó amablemente. Y entonces comenzó la diversión.
¿Por qué me afanan tanto los psicólogos? – pensé.
– Ok. Empezamos -dijo él.
Me preguntó si ya me habían hecho ese tipo de pruebas antes y le dije que sí, que varias, pero nunca tan detalladas. Era la primera vez que me mostraban fotografías y me preguntaban que faltaba. Preveo que era para el tema del déficit de atención que refirió el psiquiatra que me trata y con el que concuerdo… al menos en eso.
Las imágenes se pausaban, se hacía la pregunta, se intentaba arduamente encontrar una respuesta, se encontraba la respuesta, a veces no, y la prueba terminó.
Terminó -pensé fatalistamente- Qué pena, yo que me estaba divirtiendo.
Pero la situación mejoró. Adicciones. De un tema a otro, de una naranja a un plátano, de izquierda a derecha, no sé cómo, pero siempre, siempre, llegamos al tema de las adicciones. Mi asunto favorito. El que me ha traído tantas felicidades. Las cosas malas, esas no las recuerdo.
– ¿Dónde crees que nacen las adicciones?
La primera vez que me lo preguntó me quedé perpleja. El término “dónde” puede tener muchas significaciones. Bajé la cabeza. Odio las preguntas sin respuesta. Me aclaró que se refería a la parte orgánica.
¿Dónde nacen las adicciones, en qué parte del cuerpo?
– Ah, en el cerebro –le dije.
Y entonces le conté de mis antiguas y amadas adicciones y de mis antiguas y amadas proezas, porque me las arranqué todas, todas, insulsamente todas.
A veces pienso que esperar a Pablo va a ser una tarea más complicada de lo que creí. Incluso cuando hemos mantenido el contacto, poco, pero las suficientes veces estos meses, incluso así, los días transcurren tan lento porque no duermo. Veinticuatro horas son las que siento en mi interior, conectadas a otras veinticuatro.
Ese día, que cayó día de los Inocentes, no le regalé a Pablo una de esas bromas pesadas que solía hacerle a mi abuela, colocarle una cucaracha o un escarabajo – hasta una lagartija- en el hombro para que se pusiera a gritar y a gritar como lo hacía todos los años, mientras viéndose al espejo intentaba quitarse la quimera cosa del hombro, sino que le regalé un llavero.
El día anterior la familia había salido de paseo conmigo. Extrañamente. A almorzar. Habíamos estado en Barranco. Y allí siempre encuentras lo que buscas. Yo encontré un llavero, me costó un sol, pero compré dos iguales y fue en ese preciso instante en que el llavero pasó de ser una nadería a ser algo preciado para mí. Y quizá una manera poco percatada de amarrar a alguien. Pensaba regalárselo a Pablo, pero me daba un poco de vergüenza.
Cuando terminamos de almorzar, regresamos a armar el rompecabezas. Yo me moría de sueño y él me decía: Anto, Anto no te duermas. Luego me decía, Anto, mejor duérmete, así te quedas dormida en mis brazos… Parecía la frase de otro galán más, pero la pausa con que me la dijo, esa no la he olvidado. Extendió sus brazos mientras yo intentaba encontrar una de las perdidas piezas del rompecabezas, de esas que siempre faltan en el borde. Y mientras intentaba por todos los cielos no quedarme dormida…
Tenía un polo negro, y su venda, su bendita venda me quería, o me lo demostraban. Me hice la loca, otra frase más, pensé. Y así continuamos armando el rompecabezas.
Luego se nos ocurrió la idea de ir al cine. Ir al cine en estos días es como leer un libro, ¿quién no lo hace? O más bien ¿quién, a causa de la depresión, no lo ha dejado de hacer? Quien como yo. Ir al cine para nosotros era toda una ilusión.
Veía su espalda acomodada en la silla de mi cuarto, polo verde, espalda, espalda…. mientras yo me acomodaba las pantuflas en la cama.
– Pablo, ve a traer el periódico.
– ¿Para qué?
– Para ver las funciones, pues – le dije con cariño.
Y ya estábamos en el cine. Fue esa película que vimos la que nunca pudo borrarse de nuestras memorias. Elizabethtown. La película catalogada como la peor del año por no sé quien, pero era nuestra película.
Antes de que comenzara, en la tanda de propagandas y trailers, Pablo no dejaba de reírse con las escenas de una película cómica. Su risa se escuchaba en toda la sala. Varias personas le secundaron la risa mientras él se movía en el asiento desesperadamente. A punto de convulsionar estaba el chico. Y yo pensé: ¿Por qué se ríe tan lindo?
Él me miró como queriendo que me ría, pensando extrañado que no me reía. Pero es que la películas cómicas no me dan risa, le dije.. Pero no se inmutó. Al menos su mirada, seguía ahogada en mí.
Mientras veía de reojo a Pablo, como quien no quiere la cosa, me di cuenta de que las escenas del padre y del hijo en juventud le hacían recordar a su papá, a quien no veía muy frecuentemente. Interiormente, mi preocupación pasó de la trama de la película a la trama del interior de la sangre de Pablo. La música de la película nos transportó hasta un mundo nuevo. Las lágrimas cayeron de mi rostro, y esa primera vez él no se dio cuenta.
En el tiempo que transcurrió la película, Pablo con un ojo fijo en mí – habilidad que es inconcebible para cualquier ser humano- y el otro en el filme, me tocaba el hombro derecho con ese dedito índice suyo que ya todos le conocían en el colegio. Y eso que aún no tenía DNI.
Regresamos como dos tontos felices a mi casa, y entre el camino de la avenida, lleno de tiza azul grisácea y árboles, iniciamos una vaga conversación sobre nuestras vida. Es una pena que no recuerde mucho de esa charla, pero sí de su caminar, lento y bailarín por toda la alameda.
Tengo deseos de llorar de nuevo, porque aunque solo hayan sido seis años, te sigo queriendo Pablo.
Mi madre llega a la casa, a la acostumbrada tarea de intentar tranquilizarme para adentrarme en el estado vegetativo de los sueños. Lo que olvida es que cuando pienso sobre Pablo no hay nada más sobre qué pensar. Y en estos días el pensarlo me deja un sentimiento dulce en el corazón. Porque me dejó, pero yo nunca lo voy a dejar de vivir en mi memoria.
He llorado, tanto esta tarde, tan tristemente porque el recuerdo de Pablo y de mi antiguo mejor amigo, Sebastián, me carcome por dentro. Justo cuando pensaba mandarle un correo electrónico de auxilio a este último, porque necesito de su presencia cuando mis lágrimas caen por la noche, el gran Internet ha desaparecido. Desesperada le he dicho a mi madre que le dé una llamadita a Sebastián, que necesito verlo.
Ha sido tanto el llanto que me he ido a dormir y no he podido conciliar el sueño con la nueva pastilla. No porque no funcionase, pues hoy a las seis de la mañana al levantarme sentí un profundo cansancio y una sensación de que si me hubiera quedado en la cama hubiera entrado en sueño, sino porque de tanto llorar se me ha tupido la nariz y mi rinitis alérgica ha empeorado.
¿Qué estaría haciendo Sebastián ayer a las diez de la noche? Porque no contestaba el teléfono. A veces siento que tiene toda la razón del mundo para no hacerlo.
Fui hacia la cabaña de mi madre. Abrí la puerta. Ella todavía no había abierto el ojo. Su cuerpo tembló.
– Ves hijita, por llorar es que tienes la nariz así.
Me quise reír, pero recordé que hace más de un año lloré por la misma razón, por extrañar a un mejor amigo que ya no puede seguir siéndolo. Y que esas lágrimas tardaron en terminar.
Mi madre me trajo un antialérgico, para lo cual se demoró mucho, mucho tiempo y luego me trajo el desayuno. Allí fue donde me perdí, porque yo seguía esperándola abrigándome como podía con todas las sábanas y frazadas en la cama y convirtiéndome en una empanadita… pero ella no llegaba… y entonces hubo un momento en que volteé a ver la mesa de noche de mi madre, con la lámpara y la siempre presente virgencita fluorescente, y el desayuno estaba metido ahí, casi cayéndose. ¿En qué momento entró a la cabaña?, ¿me dormí por unos segundos?
Regresamos a la casa. Pablo y yo nos quedamos conversando un momento en la puerta principal y luego procedimos a entrar. Recuerdo que sacó su billetera y entonces me enseño la colonia que usaba. Llegamos a una riña de personas que se quieren.
– A ver tu perfume.
– Es colonia.
– Perfume, colonia, es lo mismo.
– No. Los hombres no usan perfume. Usamos colonia.
– Lo que sea. A ver, échate un poquito.
Pablo se echó un poco de colonia en un su brazo izquierdo, el que no tenía la venda, y me lo puso rápidamente debajo de la nariz.
– ¿Te gusta?
Yo no era una fanática de los perfumes o colonias, me producían alergia, pero comprendí entonces que ese era el olor que había estado disfrutando desde que él entró a mi casa.
Pablo seguía mirando su reloj. Y yo pensaba que era muy pronto para que él se fuera. Pero tenía un hermano pequeño que cuidar y su madre siempre fue estricta con él. Y yo era una pequeña niña tonta, así que no tenía ninguna buena razón para decirle que se quedara. Pero igual se lo dije.
– Quédate.
– No puedo, mi mamá me está llamando – me decía mientras veía su celular.
– Vengo otro día.
Puse mi carita de puchero, porque siempre la pongo cuando quiero algo y no me hacen caso. Así funciona.
– Ya, está bien. Un ratito más.
Fuimos al escritorio de mi abuelo y Pablo se sentó esta vez en el sillón. Se le notaba cansado y tenía ojeras rodeándole los ojos. Pero se echó ahí el desgraciado, como si fuera su sillón.
– Voy a cerrar mis ojos –me dijo ese día que no olvido- Hazme lo que quieras.
Estábamos solos o relativamente solos. La empleada estaba rondando por otras habitaciones de la casa y estaba muy oscuro. Yo lo vi y lo volví a ver y él seguía con los ojos cerrados.
– Porsiacaso, yo estoy aquí a tu disposición…
– ¿Sí?
– Sí. Ya te dije que puedes hacerme lo que quieras.
Tragué saliva.
– Pero – haciéndome la tonta- ¿qué te puedo hacer? O sea –estaba utilizando mi tono lineal de la alta sociedad limeña- no sé qué estás esperando…
– Oh… – su rostro se entristeció- está bien, los abriré.
Y abrió sus pestañitas que eran más largas y gruesas que las mías. Era lo que más me atraía de su cuerpo, sus pestañas y su pelito enrulado. Nuestros ojos se quedaron en el otro por un largo tiempo.
Recuerdo cuando en el colegio, días atrás de su primera visita a mi casa, Pablo había estado siguiéndome solapadamente, como quien está interesado pero no termina de confesarlo. En ese sitio educativo siempre nos obligaban a formar filas y como ambos éramos de años diferentes, la fila india de su salón se formaba paralelamente a la mía.
Yo me quedaba estática. “No me miren”. Le preguntaba a cualquier amiga que estuviera delante o atrás de mí si Pablo me estaba mirando. Y la chica me decía que sí. Qué vergüenza.
Uno de esos días volteé, y lo vi. Sus ojos… no… todo su rostro estaba fijo en mí, su pelo enrulado y sus ojos caídos, su sonrisa que ya no podía ser más grande, y su manita levantada queriendo saludarme.
Por eso te dije que ese saludo impasible comenzó contigo. Levanté mi manita y te respondí el saludo, pero la sonrisa la tuve que inventar porque estaba tan caliente que ya no podía reaccionar.
Las filas indias comenzaron a moverse al mismo tiempo. Qué afán el de las profesoras por querer que continuáramos cerca si ya había acabado el recreo, ya había acabado el: “Antonella, ven, que Pablo quiere hablar contigo”.
Mis amigas mayores, las que estaban en su mismo salón, tenían como diversión unánime el juntarnos a los dos en el recreo. Primero me lo presentaron. Al día siguiente, volvieron a presentármelo, y continuaban haciéndolo. Nunca las voy a olvidar. Me jalaban del brazo y aunque yo me detenía y no quería, me llevaban hacia él y hacia su mejor amigo. Hacia ese grupo de cuatro chicos, los chicos de cuarto de secundaria.
Ya estoy de nuevo donde el psicólogo. Necesito una inyección, no quiero, pero ya no puedo más. El cansancio es parte ya de mis piernas y me impide llegar con urgencia al tercer piso. Me he golpeado contra la pared. Mi madre camina firme detrás de mí.
Pruebas con números, pruebas con cubos, pruebas de memoria… ¿por qué llegamos a hablar de Pablo? Es un recurrente no pedido, pero es imposible no sonreír al mencionarlo.
Estoy preocupada porque Sebastián no le ha devuelto la llamada a mi madre. Más que por mí, porque le haya ocurrido algo a él. Siempre estoy pendiente de su salud como si fuera la mía y eso quizá no le guste mucho.
El psicólogo se ha quedado anonadado con mi idea de volverme loca. Es que siento que voy por ese camino. Que la voz de Pablo y una que otra canción del recuerdo me llevan a la cordura, pero que nada más me lleva a la cordura. Le conté que cuando inicié el tratamiento psiquiátrico, recibí una llamada de él, y que me fue imposible no alegrar mi voz. Estaba llorando en mi cama, pero su voz y su cuidado me dejan siempre apacible.
La inyección a la que me refiero es para dormir, porque a mi abuela le han colocado tantas que pienso yo, insistente e ingenuamente, ¿por qué no pueden ponerme una a mí también? Si la realidad cada vez se hace menos real, o ya ¿qué es real?, déjenme en el sueño, en ese profundo, que despertaré como un cielo nuevo, como un nuevo ser. Pensar en el futuro, en lo que se vendrá, en si funcionará el nuevo tratamiento luego del Valium que quiero que me metan a la vena es cosa del futuro. Si algo aprendí – y lo digo cómicamente- en la experiencia de mi vida, es que el futuro es futuro, y hay que vivir el día. Como una perdida. Pero… estoy perdida, ¿cuánta más perdición hay en este mundo?
En las pruebas psicológicas a las que me sometieron hoy hubo un cuestionario de preguntas que presumo son para definir la personalidad y trastornos patológicos, pero había una incógnita repetida: ¿le gustan las flores?, ¿le gusta plantar flores en su casa?
En ese momento pensé que habían escrito ese cuestionario para mí, porque amo la naturaleza y creo que comenzaré a plantar flores en mi casa. Claro, si es que la abuela no se enoja porque ya hay muchas plantas en la casa, o mucha vida, diría yo más bien.
La parte de los cubos, de formar figuras extrañas con los cubos que me iba dando el psicólogo me dio la certeza de que debía inyectarme el Valium pero ya, porque una de las últimas figuras que vi fue una casa abstracta que nunca pude formar con los cubos. Nunca.
Mi madre llama insistentemente al psiquiatra que me atiende para ver si me pueden “dormir a la fuerza” como ha referido ella. Porque, ya no doy, mamá. Estoy sentada en el sillón principal de la casa, en el que una vez estuvo sentado Pablo, esperando a que el psiquiatra se digne a contestar porque siento que ya no puedo más. ¿Dónde están todos?
Parece que me van a colocar tres ampolletas por tres días. Porque mis ojeras son más grandes que mis probabilidades de morir. Porque ya no puedo más, mamá.
Le he avisado a mis mejores amigos, antiguos, otros nuevos, que estén pendientes, que no se pierden, porque no quiero volverme una drogadicta. Una adicta a la solución más fácil para dormir. Veo las luces de mi cuarto y veo que juegan entre ellas, forman figuras geométricas y luego se deshacen en el espacio. Como los cubitos de hoy en la tarde. Los deshacía con mis manos.
Tengo miedo de no despertar después de una de esas inyecciones, o lo que es más temible, despertar muy temprano, a los ocho minutos de haberme quedado dormida, como sucedió con una operación que me realizaron hace poco, o a las tres horas. Si es así, Dios, que no sea así, si es así, ya no sé qué voy a hacer. ¿En qué mundo de medicamentos me han metido?, ¿qué otros medicamentos existen para dormir? Siento que ya están gastando todas sus energías en mí y siento que hay algo que no están descubriendo. La razón de mi insomnio. Yo tampoco la encuentro.
Quiero avisarle a Pablo, pero un correo electrónico que leerá luego de semanas no es el medio más adecuado para hacerlo. Ya le avisé a Sebastián, pero parece que su celular ya no es suyo y es de otra persona, porque no me contesta. ¿Dónde estás, Sebastián?, ¿estoy tomando el camino adecuado? Porque me duele escribir. Y mis amigas dicen que es solo el camino hacia la decadencia.
Mi antiguo profesor de literatura ha sabido darme paz, por segunda vez. Me ha respondido el mail mandado pidiéndole ridículamente que rece por mí. Él no cree, a veces, ni en su profesión. Es que yo sigo diciendo que es un padre para mí.
Una de mis grandes amigas me hace recordar que hoy sentí la muerte. Salí a la calle y el vapor, la neblina, el día frío, el invierno que llegó, llegó a decirme que este día se parece tanto al día en que sentí que mi tía iba a morir, vi una sombra cubriéndole el rostro… y se parece tanto al día en que murió Heath Ledger por sobredosis de pastillas para dormir… Estoy atormentada y tengo pavor, pero mi profesor de literatura y nuestra pequeña cita de profesor-alumna este viernes me deja en calma, porque sé que aguantaré hasta el viernes.
Pablo me ha respondido por el celular, bastante preocupado y entonces, después de seis años lo valoro más que nunca. Porque Sebastián sigue sin aparecerse y Pablo fue el primero en responder. Siendo un mujeriego, y siendo aborrecido por mis mejores amigas que me decían por años que lo olvide, Pablo está ahí, lejos, pero cerca en el pensamiento.
La enfermera ha llegado. Traída a rastras a la casa porque ya son las once de la noche y hay que dormir a Antonella. Busca en su bolso de primeros auxilios una aguja que esté estéril, nueva o que parezca nueva. Me baja la pijama mientras veo su maquillaje de miedo pelo y me mete la punta filuda en la parte trasera. Para que me olvide del mundo. No lo sentirás, dijo. No la sentiré, repito, mientras pienso que esa libertad que tanto anunciaba fue ilusión de mi mente, pues la visita fue concebida desde hace más de seis años y sigue siendo concebida.
Literatura
¡Todos al sur! Se viene la FIL de Ica 2025
Feria internacional se realizará en la Plaza de Armas de la ciudad. Va del 9 al 22 de junio.

Ica, la ciudad de la Vendimia, de los atardeceres que unen a las parejas en un prolongado y tierno beso, de las uvas, viñedos y cómo no el pisco, nuestro aguardiente de bandera. Esa ciudad se viene alistando para recibir a más de 40 casas editoriales y miles de visitantes amantes de la lectura para lo que será la 8° Feria Internacional del libro (FIL) de Ica – Abraham Valdelomar, organizada por la Asociación Cultural El Conde de Lemos. La feria se realizará del 9 al 22 de junio en su emblemática Plaza de Armas.
En esta octava edición se rendirá un homenaje al escritor iqueño José Vásquez Peña (1946), quien dedicó su vida a la creación y gestión literaria de la ciudad.
En el día de inauguración se confirmó la presencia de Miki Gonzáles, quien también estará celebrando sus 50 años de carrera artística.

En tanto, la escritora chilena Paula Ilabaca (Premio Nacional de Poesía Pablo Neruda) presentará su libro ‘La mujer del río’ el sábado 14 de junio a las 7 de la noche y el domingo 15 ofrecerá un recital poético a las 8 de la noche.

Desde el círculo nacional se presentará el periodista Pedro Salinas, quien hablará sobre su nuevo libro ‘La verdad nos hizo libres’, libro que revela los problemas eclesiásticos. A su vez, su colega Patricia del Río presentará su opera prima ‘Jauría’, texto literario que trata sobre temas políticos y sociales.
Además, se contará con la participación de más de 40 editoriales, que pondrán a disposición del público lo mejor de la literatura contemporánea, clásica y emergente. La FIL ICA 2025 es una oportunidad excepcional para fomentar el hábito de la lectura, especialmente en una región con un creciente interés por las manifestaciones culturales como talleres literarios, conversatorios, presentaciones de libros y shows musicales, que buscan inspirar a los asistentes y acercar a los más jóvenes al mundo de los libros. Un evento para toda la familia.
Durante el transcurso de los días se ofrecerán más detalles sobre los artistas y escritores invitados. Para más información www.filica.pe.
El dato:
La FIL ICA 2025 es organizada por la Asociación Cultural El Conde de Lemos y cuenta con el respaldo institucional de la Municipalidad Provincial de Ica, GORE-ICA, Dirección Regional de Educación (DREI-ICA), la Dirección Regional de Cultura (DDC-ICA), la Universidad San Luis Gonzaga de Ica y la Biblioteca Abraham Valdelomar.
Literatura
Roque Dalton, el poeta de América, a 50 años de su muerte
El poeta y ensayista salvadoreño Roque Dalton nació en 1935 y fue asesinado en mayo de 1975, a los 39 años. Perseguido y exiliado, vivió en Guatemala, México, Checoslovaquia y Cuba. En 1969 ganó el Premio Casa de las Américas.

Poeta, guerrillero, luchador por la justicia social, nerudiano converso a la poesía de Vallejo. En este mundo plagado de vallejitos hiperbólicos, ha sido solo el salvadoreño Roque Dalton quien alcanzó a ser la superación dialéctica de la obra del poeta peruano. Ciertamente en Roque se vivió Centroamérica y la América latina de los años 70 como un cáliz amargo, a la que, sin embargo, no apartó al poeta de sus labios. En la tradición helénica, el aeda es quien recibe el mandato de Apolo, el de cantar, y eso es la obra de Roque, poesía que canta a pesar del dolor, porque, aunque las balas de Judas cerraron sus ojos, la cabeza de Orfeo que flota en las olas de Latinoamérica no deja de cantar. Cumplimos 50 años desde que nuestro Orfeo nos canta con la canción que no envejece, la que dice que el pan es la poesía de todos.
No hay mejor homenaje que leer a un poeta, salvo quizá traducirlo. Ya hace algunos años un erudito poeta italiano amante de nuestra literatura, Rossano Pestarino compartía algunas traducciones de los poemas del célebre poeta salvadoreño. A diferencia de las ásperas traducciones académicas, éstas surgen del amor incondicional (que palabra tan difícil y tan inusualmente hallable en la vida) de quien busca llevar a su lengua materna el amor por un poeta que atraviesa océanos y quién como una ola rompe en las rocas como espuma de emociones que se enhebran hasta petrificarse en el corazón de quienes lo leemos.

Una breve selección de poemas de Rossano Pestarino y algunas traducciones al italiano
«Roque Dalton para los guanacos, y para todos los hijos de Latinoamérica que todavía trabajan y mueren trabajando en los Países “ricos” y sin corazón, como en la caída del puente de Baltimore. QEPD» Rossano Pestarino.
HORA DE LA CENIZA, Roque Dalton
Finaliza Septiembre. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.
Por ejemplo, esta tarde
tengo en las manos grises
libros hermosos que no entiendo,
no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia
y me cae sin motivo el recuerdo
del primer perro a quien amé cuando niño.
Desde ayer que te fuiste
hay humedad y frío hasta en la música.
Cuando yo muera,
sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,
mi bandera sin derecho a cansarse,
la concreta verdad que repartí desde el fuego,
el puño que hice unánime
con el clamor de piedra que eligió la esperanza.
Hace frío sin ti. Cuando yo muera,
cuando yo muera
dirán con buenas intenciones
que no supe llorar.
Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.
Siento unas ganas locas de reír
o de matarme.
ALTA HORA DE LA NOCHE, de Roque Dalton
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.
(Según el erudito Georges Vello Rosell, es éste un “bello poema. Me dio escalofríos”).
ELEGÍA VULGAR PARA FRANCISCO SORTO, por Roque Dalton
[Francisco Sorto es un reo común de la Penitenciaría Central de El Salvador que perdió la razón a causa de un encierro de cuatro años en la terrible celda número nueve. Loco como está, deambula hoy silencioso entre los reos del Presidio Preventivo, y por las tardes, al ver pasar las golondrinas y los pericos desde el patio del Penal, canta con los ojos llorosos y la voz sin ritmo, viejos tangos de Gardel…]
Francisco Sorto tiene
nueve años de estar preso.
Mató porque tenía que matar.
Porque tenía que ser duro y terrible
en su tierra reseca donde el pan no se nombra,
en su tierra reseca, reseca, reseca,
donde tan sólo cae el polvo sobre la risa ciega
y el cerebro sin letras
grita su calcinada música y su innumerable llanto.
Francisco Sorto tiene
nueve ojos de estar preso.
Nueve gritos de luz donde los siglos bailan
como niños pequeños.
Nueve «mil novecientos tantos» espantosos.
Nueve rascarse el corazón con piojos
y darse miedo de uno
con una palabrota a flor de dientes.
Nueve lágrimas negras de silencio y de frío.
Nueve tenientes altos
riendo después de fusilar al aire,
haciéndonos llorar
como que hablan de ríos con fresca palazón en las riberas,
como que hablan de llanos que no tienen ni cercos de piedra
donde uno puede dormitar con la barriga ante los astros.
Nueve, carajo,
nueve años disfrazados de pescozón
y uno amarrado;
nueve años, nueve años,
nueve años que no le caben en la boca al mundo,
nueve años de los que se diría
que solamente son setenta y ocho mil
ochocientas cuarenta horas
si uno supiera de pupitres y números.
Francisco Sorto, hermoso
con su cara de mono
y limpio
como la húmeda tierra que nos escucha por los pies.
Francisco Sorto, solitario
en el centro de ochocientos penados.
Francisco Sorto sin visitas los domingos.
Francisco Sorto curándose los golpes
con el excremento de las gallinas.
Francisco Sorto cuatro años a oscuras
y esposado, bien duro, en la celda de castigo.
Francisco Sorto,
¡qué grande,
qué maravilloso y hombre eres,
para que todavía no se te olvide cantar!
***
ELEGIA VOLGARE PER FRANCISCO SORTO, di Roque Dalton
[Francisco Sorto è un detenuto comune del Penitenziario Centrale di El Salvador che ha perso la ragione a causa di una detenzione di quattro anni nella terribile cella numero nove. Impazzito, passeggia adesso silenzioso fra i detenuti del Presidio Preventivo e la sera, quando vede passare le rondini e i pappagalli dal cortile del Penitenziario, canta, con gli occhi pieni di lacrime e la voce stonata, vecchi tanghi di Gardel…]
Francisco Sorto sono
nove anni che sta dentro.
Ha ammazzato perché doveva ammazzare.
Perché doveva essere duro e terribile
nella sua terra assetata dove il pane non si nomina,
nella sua terra assetata, assetata, assetata,
dove cade soltanto la polvere sopra il sorriso cieco
e il cervello, ma senza le parole,
grida la sua calcinata canzone e il suo innumerevole pianto.
Francisco Sorto sono
nove occhi che sta dentro.
Nove gridi di luce dove i secoli ballano
come piccoli bimbi.
Nove «mille novecento e tanti» spaventosi.
Nove grattarsi il cuore che ha i pidocchi
e aver paura di un tizio
con una brutta parola a fior di denti.
Nove lacrime nere di silenzio e di freddo.
Nove tenenti alti
che ridono dopo aver sparato in aria,
e che ci fanno piangere
se parlano di fiumi con fresche palizzate sulle rive,
se parlano di campi che non hanno muraglie di pietra
dove puoi sonnecchiare con la pancia davanti alle stelle.
Nove, cazzo,
nove anni travestiti di coppini,
e uno all’ancora;
nove anni, nove anni,
nove anni che non stanno in bocca al mondo,
nove anni dei quali si direbbe
che non sono che settantottomila
ottocento quaranta ore
se uno ne sapesse di banchi di scuola e numeri.
Francisco Sorto, bello
con la faccia da scimmia
e pulito
come la terra umida che ci ascolta attraverso i piedi.
Francisco Sorto, solitario
in mezzo a ottocento galeotti.
Francisco Sorto senza visite le domeniche.
Francisco Sorto che si cura le botte
con gli escrementi delle galline.
Francisco Sorto quattro anni al buio
e in manette, ben stretto, nella cella di rigore.
Francisco Sorto,
quanto grande,
quanto meraviglioso e uomo sei,
per non dimenticarti ancora di cantare!
A propósito de este poema Georges Vello Rosell mencionó: “Me gusta mucho esta poesía por la forma, la musicalidad y la expresividad simple de los versos. Si diría que Astor Piazzolla se inspiró de ese suceso para crear su obra maestra, la canción “Balada para un Loco” ¿La conoces?
También parece un “resumen poético” de la vida en prisión de Jean Valjean. No me gusta el mensaje que conlleva. Es una poesía “a descarga”, quiero decir, que intenta modelar el pensamiento del lector, para hacerle pensar que no es justo que NADIE viva lo que Francisco Sorto vivió. Yo no conozco la historia de ese hombre y no sé si se merecía o no estar preso.
También estoy de acuerdo que muchas prisiones son verdaderos infiernos.
(Yo he conocido las de Castro). Pero, de todo eso, un poeta NO debe deducir, que NUNCA se debe enviar a un ser humano a la prisión. Algunos la merecen y al estar en ellas, la sociedad vive mejor”.
YO QUERÍA, de Roque Dalton
Yo quería hablar de la vida de todos sus rincones
melodiosos yo quería juntar en un río de palabras
los sueños y los nombres lo que no se dice
en los periódicos los dolores del solitario
sorprendido en los recovecos de la lluvia
rescatar las parábolas deshojadas de los amantes y dároslas
al pie de los juegos de un niño
elaborando su dulce destrucción cotidiana
yo quería pronunciar las sílabas del pueblo
los sonidos de su congoja
señalaros por dónde le cojea el corazón
dar a entender al que sólo merece un tiro
por la espalda contaros de mis propios países
imponeros de los éxodos de las grandes
emigraciones que abrieron todos los caminos del mundo
del amor aun del arrastrado por ahí
por las acequias hablaros de los trenes
de mi amigo que se mató con un puñal ajeno
de la historia de todos los hombres desgarrada
por la ceguera por los arrecifes del mito
del siglo que acabarán mis tres hijos varones
de la lengua del pájaro y la espuma furiosa
en la estampida del gran cuadrúpedo
y quería hablaros de la Revolución
y de Cuba y de la Unión Soviética
y de la muchacha a quien amo por sus ojos
de mínima tormenta
y de vuestras vidas llenas de amaneceres
y de personas que preguntan quién lo vio quién dijo eso
cómo podría hacerse yo llegué
antes que tú
y de todas las cosas de la naturaleza
y del corazón y sus testimonios
de la última huella digital antes del aniquilamiento
de los animalillos y la ternura
quería sí deciros todo eso y contaros
muchas historias que sé y que a mi vez me contaron
o que aprendí viviendo en la gran habitación del dolor
y cosas que dijeron otros poetas antes que yo
y que era bueno que supierais.
Y no he podido daros más — puerta cerrada
de la poesía —
que mi propio cadáver decapitado en la arena.
***
IO VOLEVO, di Roque Dalton
Io volevo parlare della vita di tutti i suoi angoli
melodiosi volevo congiungere in un fiume di parole
i sogni e i nomi quello che non si dice
sui giornali i dolori del solitario
sorpreso nei ripari dalla pioggia
riscattare le parabole sfogliate degli amanti e darvele
ai piedi dei giocattoli di un bimbo
che studia la sua dolce distruzione quotidiana
volevo pronunciare le sillabe del popolo
i suoni della sua angoscia
segnalarvi per dove gli sfarfalla il cuore
far capire a quello che si meriterebbe solo un colpo
alla schiena raccontarvi dei miei paesi
infliggervi gli esodi le grandi
emigrazioni che aprirono tutte le strade del mondo
e anche l’amore del diseredato di qui
dei bassifondi parlarvi dei treni
del mio amico che si uccise con un pugnale altrui
della storia di tutti gli uomini dilaniata
dalla cecità dalle scogliere del mito
del secolo che vedranno finire i miei tre figli maschi
della lingua dell’uccello e la schiuma furiosa
nella fuga del grande quadrupede
e volevo parlarvi della Rivoluzione
e di Cuba e dell’Unione Sovietica
e della ragazza che amo per i suoi occhi
di piccolissima tempesta
e delle vostre vite piene di mattine
e di persone che domandano chi l’ha visto chi l’ha detto
come è possibile io sono arrivato
prima di te
e di tutte le cose della natura
e del cuore e delle sue testimonianze
dell’ultima impronta digitale prima dell’annichilimento
degli animaletti e della tenerezza
volevo sì dirvi tutto questo e raccontarvi
molte storie che conosco e che a mia volta mi raccontarono
o che ho imparato vivendo nella grande abitazione del dolore
e cose che hanno detto altri poeti prima di me
e che era bene che sapeste.
E non ho potuto darvi di più – porta sbarrata
della poesia –
che il mio proprio cadavere decapitato sulla sabbia.
(traduzione Rossano Pestarino)
Roque Dalton sulla paura.
VIEJA CON NIÑO
Con miedo y encorvada
buscando los últimos secretos de la vida
al nivel de los pasos
con el infinito cansancio de no poder intentar
ni el esfuerzo
toda apagada por las burlas de la luz
sin nada que olvidar todo presente
pesando cada día más usando
el argumento del temblor
y él con su vestido marinero todavía impecable
soberanamente preocupado por todos los pájaros que pasan
***
EL PRIMOGÉNITO
Lo peor no es tener miedo.
El miedo puede estudiarse como un bicho
o como un depósito de estiércol
hurgándole
con un palito.
Lo peor es abrazarse al lastre amargo
que las tripulaciones lanzan hacia el fondo del mar,
entre aplausos.
***
VECCHIA CON BAMBINO
Spaurita e ingobbita
mentre cerca gli ultimi segreti della vita
al livello della strada
con la stanchezza infinita di non poter fare
neanche più lo sforzo di tentare
tutta ormai spenta dalle beffe della luce
senza niente da dimenticare tutto presente
ogni giorno più pesante invocando
l’argomento del tremare
e lui con il suo vestitino
da marinaretto ancora immacolato
supremamente preoccupato
per tutti gli uccellini che attraversano
***
IL PRIMOGENITO
Il peggio non è aver paura.
La paura si può studiare come un insetto
o come una letamiera
che uno può rimestare
con un paletto.
Il peggio è abbracciarsi alla zavorra amara
che gettano le ciurme in fondo al mare,
tra gli applausi.
Diálogos de eruditos
Georges Vello Rosell : No comprendo la frase : «Lo peor es abrazarse al lastre amargo
que las tripulaciones lanzan hacia el fondo del mar,
entre aplausos» Puedes explicarla, por favor?
Rossano Pestarino : Si tú no la comprendes, ¿cómo puedo explicarla yo?
Que lo peor no es tener miedo, sino cuando tu miedo te empuja a hacer eso: abrazarte al lastre que las tripulaciones tiran por la borda.
Georges Vello Rosell : Sí , tu sentido me gusta mucho y le da cuerpo a lo que no comprendía.
En todo caso, esa “idea feliz” que interpretas, no es evidente en los versos originales en español.
Se comprueba otra vez que posees ese “don” particular de los verdaderos poetas.
Yo soy demasiado “racional” para poder aprehender la poesía como tú.
Gracias por ayudarme a mejorarme.
Rossano Pestarino : Pourquoi «se tenir dans le bras amers» ? Je pense qu’il veut dire quand on embrasse ce qui va être déchargé et par conséquent suit le même destin de s’enfoncer dans les abysses de la mer…
….
MI DOLOR, por Roque Dalton
Conozco perfectamente mi dolor:
viene conmigo disfrazado en la sangre
y se ha construido una risa especial
para que no pregunten por su sombra.
Mi dolor, ah queridos,
mi dolor, ah querida,
mi dolor es capaz de inventaros un pájaro,
un cubo de madera
de esos donde los niños
le adivinan un alma musical al alfabeto,
un rincón entrañable
y tibio como la geografía del vino
o como la piel que me dejó las manos
sin pronunciar el himno de tu ancha desnudez de mar.
Mi dolor tiene cara de rosa,
de primavera personal que ha venido cantando.
Tras ella esconde su violento cuchillo,
su desatado tigre que me rompió las venas desde antes de nacer
y que trazó los días
de lluvia y de ceniza que mantengo.
Amo profundamente mi dolor,
como a un hijo malo.
***
IL MIO DOLORE
Conosco perfettamente il mio dolore:
viene con me mascherato nel sangue
e si è fabbricato una risata speciale
perché non gli domandino della sua ombra.
Il mio dolore, ah cari miei,
il mio dolore, ah cara mia,
il mio dolore è capace di inventarvi un uccello,
un cubo di legno,
quelli dove i bambini
scoprono un’anima musicale all’alfabeto,
un angolo invitante
e tiepido come la geografia del vino
o come la pelle che mi ha lasciato le mani
senza intonare l’inno della tua estesa nudità di mare.
Il mio dolore ha faccia di rosa,
di primavera privata che è arrivata cantando.
Dietro di lei nasconde il suo violento pugnale,
la sua tigre slegata che mi spezzò le vene fin da prima di nascere
e che ha tracciato le giornate
di pioggia e cenere che ho ancora con me.
Amo profondamente il mio dolore,
come un figlio cattivo.
…
ESTUARIO, por Roque Dalton
Hoy has bajado desde el monte negro
otra vez sin tu lámpara.
(Vienes a mí en sigilo de dulce delincuente
evadiendo las miradas curiosas de la aldea
la envidia de las viejas hundidas en el calor
los gritos de los niños tratando de prenderse de tu frescura.)
Nos hemos quedado desnudos mirándonos en la suave oscuridad
recordando los viejos días que siempre renacen en la sangre
y a la hora de amar hemos sido tiernos como nunca
poblados de pequeñas palabras como nunca
todos nuestros sentidos abiertos como una flor al sol.
He despertado antes del amanecer
y veo que ha quedado la forma de tu cuerpo
retenida en la almohada.
Y he salido a lavarme con el agua de la lluvia de anoche
y se me ha olvidado cantarle a las gaviotas
como todos los días…
Literatura
Escritor Antonio Muñoz Monge: “Londres está más cerca del Perú que Lima”
Para graficar la indiferencia de Lima hacia el Perú, el escritor y periodista Muñoz Monge, aseveró que “A Lima nunca le ha interesado el Perú”. Asimismo, reveló que en el bar Palermo que quedaba cerca al Parque Universitario conoció a Oswaldo Reynoso, a Eleodoro Vargas Vicuña y a Jorge Acuña, entre otros intelectuales.

Conversamos con Antonio Muñoz Monge, escritor sanmarquino de alma andina, a sus 83 años lleno de palabras sabias. Periodista, difusor del quechua y la memoria ancestral, ha tejido con veinte libros los hilos del Perú profundo. La charla fluyó con calidez: nos habló de su infancia, de los cerros que le enseñaron a escuchar el viento, de la política, los amigos que partieron, y ese amor intacto por la tierra que nunca olvida.
Aquí la entrevista:
Toño, tú vienes de una región que no es la capital y te has formado conociendo la cosmovisión andina, el terruño, el clima, las costumbres y las lenguas, ¿eso marcó tu niñez y juventud?
Definitivamente. Yo nazco en la ciudad de Pampas, capital de la provincia de Tayacaja, en el departamento de Huancavelica, donde viví hasta los 8 años de edad. Y a la muerte de mi madre viajé a Coracora, en Ayacucho, donde mi papá era juez. De ahí estuve con mi papá en Abancay, donde fue vocal de la corte y luego viajé a Moyobamba, en San Martín, donde también fue vocal. Todos esos lugares y muchos otros más me han marcado y han influido en lo que yo escribo. Es una suerte de que haya conocido tantos lugares y después, ya como periodista conozco casi todo, más del 50% del Perú.
Cuando llegaste a Lima ¿cuáles fueron tus primeros escarceos para escribir artículos o colaborar en medios?
Yo estudié hasta el tercer año de media en el Colegio Serafín Filomeno de Moyobamba, en San Martín, y después llegué a Lima a estudiar el cuarto y quinto año de media en la Gran Unidad Escolar Ricardo Palma de Surquillo. De ahí ingresé a la Universidad San Marcos y a los dos años comencé a escribir en el diario La Prensa. Es el primer diario donde escribí, y dejé la universidad porque ya me metí de lleno al periodismo. Escribí en todos los diarios, en El Comercio, en La República, en Expreso, en El Peruano.
¿A qué edad entras a la universidad, a San Marcos?
Ingresé a los 19 años de edad.
¿Anécdotas con la gente del Patio de Letras, poetas que recuerdes?
He tenido la suerte de conocer a César Calvo, Reynaldo Naranjo y a Washington Delgado, que era profesor. El Patio de Letras era un símbolo de un grupo, no solamente de escritores y artistas, porque además uno sentía que ahí se difundían las ideas.

En esa época la Católica todavía no…
Era un poco lejana. Pero en San Marcos sentía que en la conversación, en la amistad con tus compañeros había una idea. Había ideas que flotaban en el ambiente, ideas sobre un Perú, sobre nuestra patria. Y de ahí, junto con estos mismos amigos sanmarquinos conocí El Palermo, que era otra “universidad”, El bar Palermo quedaba en La Colmena; en verdad era un anexo de San Marcos. Cada mes era un grupo literario, o, un partido político.
Porque quedaba al frente de la Casona San Marcos
Junto al Parque Universitario. Ya no existe. Ahí tuve la suerte de conocer a todos, a Oswaldo Reynoso, a Eleodoro Vargas Vicuña, a Jorge Acuña Paredes, y a todos los grandes…
Los profesores también eran ilustres ¿te acuerdas de Raúl Porras Barrenechea?
Mucho antes. Porras también estaba ahí, pero también se iba al jirón Azángaro, donde Juan Mejía Baca, el editor. Ahí también era un sitio de reunión de los consagrados, de los catedráticos.
¿Y el otro bar ‘Chino Chino’?
El ‘Chino Chino’ estaba al frente del Palermo.
¿Por qué le pusieron ‘Chino Chino’?
Pancho Izquierdo López, el gran pintor, estaba en tragos y le puso ‘Chino Chino’ porque siempre atendía un chino. Llegó en tragos y vio dos. Y dijo: este chino… es otro chino.
Estábamos en el Palermo y cerraban a determinada hora, a la 1 o 2 de la madrugada, y alguien gritaba, la revolución está al frente, y nos íbamos al ‘Chino Chino’.
Pero había otros bares como el ‘Negro Negro’, que quedaba en el sótano de los portales de Plaza San Martín
Sí, pero en la calle Quilca también estaba ‘El Queirolo’. De ahí nacían ideas, nacían grupos literarios, Hora Zero es de ahí.
¿Llegaste a ver a Martín Adán?
Lo conocí. Era difícil, casi imposible hacerle entrevistas. Pero en El Palermo todo el mundo sabía quién era Martín Adán. Y me acordé que Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez y Eleodoro Vargas, hablaban siempre de él, incluso discutían. Y una noche, Oswaldo se fue al fondo y se sentó. Había una mesa privilegiada que le decían ‘Los dioses del Olímpico’, donde estaban sentados los que te he mencionado, los escritores consagrados, Reynoso, Vargas Vicuña, Naranjo, Antonio Gálvez Ronceros y Miguel Gutiérrez. Entonces, Oswaldo se puso de pie y se acercó a Martín Adán, que se estaba retirando, y le dijo: “Poeta, después de César Vallejo, sin ninguna discusión, usted es el más grande poeta. Pero en esta mesa que estoy sentado, hay una discusión permanente, no sobre su poesía, como le digo, después de Vallejo es usted. La discusión es sobre su prosa”.
Y Adán se hizo el sordo y le dijo: ¿qué me está diciendo? “Que estamos discutiendo sobre su prosa, no sobre su poesía, porque usted es un gran poeta”. “Fíjese usted”, dijo Adán. Y se fue caminando con prosa y se despidió.
“Esto es mi prosa”, respondió.

Has mencionado a escritores de otras regiones, que radicaban en Lima, pero no has hablado de ningún escritor, vamos a decirlo, criollo. De un limeño.
Julio Ramón Ribeyro y Toño Cisneros. Con Toño he sido amigo, con Julio Ramón, lo entrevisté porque yo trabajé con uno de sus hermanos y gracias a él lo pude entrevistar a Julio. Y otro limeñísimo, como tú dices… muy pocos. A Lucho Loayza no lo alcancé.
Eres un aficionado de la música andina y conociste a muchos artistas ¿Podrías mencionar de repente a Flor Pucarina? ¿Qué te recuerda?
Leonor Chávez Rojas, ‘Flor Pucarina’ nació en Pucará, a 10 kilómetros de la ciudad de Huancayo. Y hay 9 Pucarás en todo el Perú. Pero el Pucará, de ‘Flor Pucarina’ de Huancayo fue cuartel general y baluarte de Andrés Avelino Cáceres en la guerra con Chile. El entierro de Flor Pucarina aquí en Lima, tuvo más de 10 cuadras de gente, y al día siguiente se preguntaron, ¿quién es este personaje, porque ni un presidente logra reunir a tanta gente?
Algo parecido al funeral de Chacalón
Claro. Ese es el otro Perú, el Perú negado, el Perú del Cholo, del indio, que es nuestra cultura verdadera. Tenemos cientos de leyendas y mitos que conforman nuestra ideología, nuestra manera de ser.
Por fortuna entrevisté al gran pintor Luis Palao y mencionó literalmente que “no había ni mierda en Lima”. Que las luminarias de arte, literatura y poesía nacieron en diferentes regiones del Perú ¿Qué opinión te merece eso?
Muy bien; la pregunta es importantísima. Hay un libro de Teófilo Altamirano, es un libro escrito hace más de 35 años, que decía, entre otras cosas, lo primero que hace un provinciano cuando llega a Lima es buscar su institución, su club, su referencia. ¿Quién es el secretario de la institución? ¿Por qué? Porque en el mundo andino hay un concepto no individual. Hay una comunidad del aire, de reciprocidad. Hoy por ti, mañana por mí. El mundo andino vive en comunidad, no vive dentro de un egoísmo. Justamente es la condición humana del mundo.
Muy diferente a la visión del capitalino
Exacto. Y ahora dicen que hay cerca de cien mil instituciones de provincianos. Yo he estado infinidad de veces, en todos los coliseos donde se hacían huaynos; en el Coliseo Nacional, en el Coliseo del Puente del Ejército, en la carretera central.
Hace muchos años coincidimos en una premiere para ver la película ‘Coliseo’, que trataba sobre el mundo del Huaylas. Y la vimos contigo y con el gran director de fotografía Jorge Vignati
Qué buena memoria la tuya. Con Jorge Vignati, con José Huamán Turpo, con la familia Rosenthal, con Christine y Kurt Rosenthal, hicimos un documental sobre el hombre que llegó de Coracora; sobre un músico charanguista coracoreño, Roberto Tevez. Después viajamos casi por todo el Perú, con Vignati, Javier Silva Meinel, y Huamán Turpo para registrar las fiestas costumbristas del Perú andino, especialmente.
Solamente pensar en la Virgen del Carmen en Paucartambo en el Cusco, es una locura. Los grupos de teatro de Lima van a aprender a estudiar allá, en la fiesta. Por ejemplo, hay unos personajes que son los diábolos que están prendidos en los techos, en los árboles, que no pueden ver a la Virgen, y están llorando por no poder verla.
Y hay un momento en el que están bailando varias danzas, casi a empujones, alrededor de un árbol tendido en el piso. Yo pregunté, y me dijeron: “vienen a robarse la Imilla” ¿Y qué cosa es la Imilla? “Es la madre de las semillas”. Tú te llevas esa Imilla a tu pueblo y producen todos los productos. Es casi mágico.

El ciclo de vida es inexorable. Acaban de partir a la eternidad el Nobel Mario Vargas Llosa, el modelo artístico Rodolfo Muñoz, y el actor-mimo Jorge Acuña ¿Qué impresiones?
Mario Vargas Llosa innegablemente era un trabajador insaciable. Tiene más de veinte y tantas novelas. Era un gran escritor. Debe haber algún problema, no sé si de entendimiento; pero un problema humano con Arguedas. Él tiene un libro: ‘La Utopía Arcaica’. Es un amor-odio. Reconoce a Arguedas, aunque también le pone algunos peros. Yo creo que es uno de sus pocos defectos. Pero sí rescata la memoria nuestra en varias de sus obras. No solamente en Lima, no solamente en el Colegio Leoncio Prado. Él habla también, por ejemplo, de la selva, del norte, de Piura. Realmente es un gran escritor.
Algunos entendidos admiran sus ensayos. Sin embargo, ¿crees que su visión política fue errada?
Él perteneció al grupo Cahuide en San Marcos, que era un grupo de izquierda en la universidad, donde estaba Héctor Béjar, Félix Arias Schreiber y el padre de los Humala, Don Isaac.
Estamos hablando cuando MVLL era admirador de Fidel Castro
Y de ahí renuncia. Pero tenía ese defecto, no sé si congénito. Choleaba mucho. Yo tengo testigos presenciales, entre ellos Félix Arias Schreiber que cuenta que les decía: ¡Quédense ustedes en este país de indios, de cholos, y yo me voy a Europa! Tenía ese problema.
Antes era casi una institución cholear.
Actualmente, no se va del todo eso de cholear
Se ningunea al indio, al cholo. Eres buena gente, pero eres serrano. Eres tal cosa, pero eres serrano. Augusto Salazar Bondy escribió un libro: ‘La cultura de la dependencia’.
La gran metrópoli, en este caso Estados Unidos, antes Europa, impone en ti una conducta de ser y entonces copias hasta la manera de caminar. Me lo dijo Luis Millones Santagadea, no cambio una sola palabra: “La Plaza de Armas de Lima fue construida deliberadamente para que los que caminaran por ahí, caminaran sacando el pecho”. Y me dijo: ¿tú sabes lo que es prosa como provinciano? Sí, le respondí. En provincias prosa es sinónimo de limeño. El limeño camina sacando pecho y mirando arriba. Pero ahora ya no encuentras ni un limeño.
¿Cuál fue esa frase del polimata alemán que llegó a Perú?
Ah, Alexander von Humboldt, decía: “Londres está más cerca del Perú que Lima del Perú”. Yo tuve que leer eso cuatro veces para entender que Londres, la capital de Inglaterra, de Gran Bretaña, está más cerca del Perú que Lima del Perú, para graficar la indiferencia de Lima hacia el Perú. A Lima nunca le ha interesado el Perú; es un anexo. Está en otra parte. Lima siempre ha admirado al extranjero. Cuando José de San Martín vino aquí, el grupo de poder económico de Lima le dijo: ¿qué independencia? hay que buscar un príncipe europeo.
Y lo más sorprendente es que Lima sigue creyendo que es el Perú
En la guerra con Chile no participó un limeño ¿Por qué? Porque era una guerra de indios. Y ese prejuicio existe. Es la gran metrópoli. Nosotros imitamos todo lo que dice y lo que come Estados Unidos. Es la moda. Todo es un complejo de dependencia.
No nos olvidemos de Jorge Acuña. Acaba de fallecer y era tu amigo
Con mucha pena.Para mí era un niño grande, un genio maduro. Era un espíritu pleno. Jorge Acuña estaba permanentemente creando, pero sin olvidarse de su origen.Y todo lo hacía con metáforas, con juegos. Yo me acuerdo, por ejemplo, que viajamos a un pueblo y él nos apostó a Maynor Freyre y a mí, que íbamos a llegar a Huancayo sin gastar un medio. y le dije: ¿cómo vamos a hacer eso?Entramos al tren y comenzó a actuar. El público le daba dinero y nos sobró dinero.
A pesar que fue un actor de la calle, Jorge Acuña tenía formación académica y fue muy estudioso del arte dramático
En una oportunidad, en los ochentas yo llevé a Jorge Acuña y a Ricardo Blume, a ver la ‘Maqtada de Cáceres’ en un campo en Huachipa, que es una obra de teatro que representa un pueblo de Jauja. No eran actores profesionales. Es el pueblo que viene a Lima a representar la guerra con Chile donde estaban las Rabonas. Estábamos Jorge Acuña, Ricardo Blume y yo. Ellos apuntaron con una delicadeza todos los datos y toda la obra que estábamos viendo. Entonces, en una escena los actores iban a cruzar un río, y arrojaron un plástico para simular el río y lo cruzaron. Terminó la obra y Blume me dijo: “ni el mejor teatro griego hace esto”. Y Jorge se agarró el pantalón y dijo: “mi pantalón sigue mojado; yo también quería cruzar el río.
¿Qué más decía Ricardo Blume de Jorge Acuña?
Que era en potencia un actor inacabable. ¿te habrá contado alguna vez cómo es que descubre el arte? Y nadie cree. Y es cierto; a mí me lo juró.
Me dijo: “Yo tenía 5 o 6 años y escuché una voz como si me llamaran. Abrí la puerta de mi casa en la selva y vi un zapato puntiagudo y además grande, inmenso el zapato. Y seguí buscando el cuerpo, y era un señor que estaba apoyado en la acera de enfrente, con una bocina en la mano, apoyado en los techos; era un gigante. Y le dije, ¿quién es usted, señor? Y me dijo: -yo soy el que anuncio la llegada de los circos a tu pueblo-. Y ahí nació todo”.

¿Qué ha pasado con los gobernantes en los últimos años que han ido menoscabando el aparato público?
Yo creo que esto es una mafia. No es que creo. Existe la mafia, sinceramente. A veces tenemos miedo, vergüenza, prejuicios, y no queremos hablar las cosas con su nombre propio. Yo no sé, que me critiquen, pero tú no puedes aceptar a un japonés como Fujimori, que no solamente hizo contrabando con drogas, y ha esterilizado, no sé si la palabra es correcta, a más de 400.000 mujeres andinas para que no puedan tener hijos. Todas son andinas, de Huancavelica, Ayacucho, Huánuco, y Cerro de Pasco. Eso es un crimen. Pero lo veías cargando al Señor de los Milagros. Entonces, yo pregunté a mucha gente humilde, ¿por qué han votado por Fujimori? Es el famoso asistencialismo. Nos llevaba zapatos, nos llevaba pan, me decían.
Tu pregunta me sirve para decir que nos falta identidad. Por ejemplo, el poema de Vallejo dice: “¿Hasta cuándo estaremos esperando lo que no se nos debe?” Y nadie espera lo que no se nos debe. Hasta cuándo estaremos esperando. Lo que quería decir Vallejo, era: hasta cuándo vamos a esperar esta situación. Y en qué momento estiraremos nuestra pobre rodilla para siempre.
Tampoco hay mal que dure mil años
Ahora, hay un fenómeno importantísimo que yo lo he aprendido en los viajes y lo he aprendido de los campesinos cuando salíamos muy de niños y a cualquier edad al campo. Me parece un sueño cuando nos decían: “Niño, a este animalito no hay que matarlo”. ¿Por qué? le decíamos: “Porque se llama, zara-pojochi”. Zara es maíz y pojochi con su canto hace madurar el maíz. Por eso teníamos maíz.
¿Es todo un ecosistema?
Hay un diálogo con la naturaleza. Hay fiestas al agua, a la Luna, al Sol. Hay fiestas. En Huancayo, parte del Huaylas es la cosecha de la papa. Don Zenobio Dagha Sapaico, que ha dejado más de 500 composiciones, tiene un huayno… que mucha gente me dice: “Me encanta ese huayno que se llama Yo soy huancaíno”.
Eres barranquino de corazón. ¿Qué opinión te merece el barrio de Barranco?
Lindo. Ha sido inundado, ahora sí lastimosamente por un turismo equivocado, pero es hermoso.
En los últimos años ha tenido mala suerte con sus alcaldes
Eso parece que es un fenómeno. No se puede caminar, todas las calles han sido levantadas, cambiadas.
Se supone que se tiene que ejecutar las obras
Es para robar pues. Yo facturo el presupuesto para arreglar estas veredas, las triplico y listo.
Nuevamente te acaban de condecorar en la Asociación de Clubes Departamentales. Cuéntanos eso
La Asociación de Clubes Departamentales en Lima ha clasificado a las regiones. Cada departamento ha presentado a la persona que dignamente representa. A mí me ha presentado Huancavelica, pero además de ser representante de los escritores huancavelicanos, me acaban de dar un diploma de personaje ilustre de Huancavelica. Yo soy, como te digo, de Pampas de Tayacaja.
Tienes varias publicaciones. Has escrito prosas, narrativa, poesía, has hecho una especie de ensayo sobre el análisis de algunos exponentes andinos. Actualmente, a tus 82 años ¿hay un nuevo proyecto?
Sigo escribiendo.

¿Qué estás escribiendo?
Justamente, estoy escribiendo una conversación de… Hay un homenaje a unas aves, donde participan los árboles, las flores, los picaflores, los ríos. Y es un homenaje en el cual están esperando la llegada de la pachamanca. Es una pachamanca viajera que está recorriendo todo el Perú para ir al homenaje. Y por los lugares que pasa, cada pueblo le entrega el plato típico.
Y es el homenaje también al maíz. Entonces, es la participación de un entendimiento de la naturaleza, del ser humano y la afirmación. Porque, en algún momento, estos árboles gigantes y abusivos quisieron abusar de los pajaritos y se convirtieron en nada, se convirtieron en musgo en el suelo. Y cuando reaccionaron luego de lo que habían cometido, ahora son ellos los que han invitado a todos a la fiesta.
¿Cuál sería el género del texto?
Una novela ficción. Pero, además estoy terminando la vida de Amanda Portales.
Mejor dicho, ya está terminado el libro. Yo le puse a ella ‘La Novia del Perú’.
Tú eres un hombre de pluma literaria y periodística ¿Qué le sugerirías a las nuevas generaciones de periodistas?
Conocer, sinceramente. Con todo respeto y cariño conocer al Perú. Amar al Perú. Profundizar, estudiar sus mitos y sus leyendas. A José María Arguedas, en una oportunidad le dieron un premio ‘Garcilaso de la Vega’, y el discurso se llamó: “Yo no soy un aculturado”. En técnica nos puede ganar Europa, o Estados Unidos. Y eso es momentáneamente, pero en cultura, decía Arguedas, tenemos para regalar. Por ejemplo, el departamento de Puno tiene más de 250 danzas. Y cada danza significa algo, representa algo, ¡dice algo!
¿Entonces que nos falta?
Estamos hablando de Perú y todo lo que es el Perú es un entendimiento. Si rescatamos eso y si tenemos, no solamente la entrega, la militancia y la responsabilidad de querer a este país, cambia todo, pero estamos ajenos. Parece que no viviéramos en el Perú.
Literatura
Alex J. Chang: “Es una proeza hacer literatura en nuestros países latinoamericanos”
Entrevista al escritor y promotor cultural Alex J. Chang.

En el desafío de crear literatura en tiempos de inteligencia artificial destacamos el esfuerzo de los escritores que, desde diversas plataformas digitales, difunden la literatura viva del país. Tal vez para muchos es una batalla perdida y el futuro de los escritores sea volverse lenguaje binario creado por las corporaciones capitalistas; mientras tanto, destaquemos el trabajo de los escritores peruanos. Conversamos con Alex J. Chang, un destacado escritor y promotor cultural.
Escribes y tienes un programa cultural virtual, cuéntanos, ¿cuáles son los problemas más visibles para construir tu arte en el Perú?
Son muchos problemas que impiden construir una obra de arte; casi todo está en contra del quehacer artístico en Latinoamérica. El más obvio de todos es la cuestión económica: ¿cómo financiar la obra artística? Muchas veces toca sacar de tus ahorros, pedir prestado, endeudarse o simplemente olvidarse de crear tal obra por falta de recursos. Bueno, eso es, por un lado. Por otro, debemos tener en cuenta que después de invertir con nuestros bolsillos, muchas veces no hay retorno de lo invertido en nuestro trabajo artístico porque el mercado, este mercado toma poca importancia a los productos artísticos/culturales a menos que seas muy mediático. En pocas palabras: es una proeza hacer arte, sobre todo arte literario, en nuestros países latinoamericanos.
Se habla mucho de la democratización de la cultura en los medios digitales, ¿qué beneficios y problemas encuentras usando estos espacios?
Tiene sus ventajas y desventajas, como todo en la vida. Por un lado, permite dar visibilidad a quienes no tengan acceso a los medios tradicionales como la televisión, radio o prensa escrita. Sin embargo, no todos llegan a tener el éxito masivo, ni mucho menos se hacen más conocidos como artistas, por la alta competencia que existe hoy en día en los medios digitales. No es tan sencillo como parece. Muchas veces estas plataformas le dan mayor cabida al contenido banal, al morbo, al relleno, que, para muchos usuarios sirven como entretenimiento efímero y vacío. El reto consiste en ser creativos e impactar a nuestra potencial audiencia sobre nuestros contenidos artísticos/culturales. Yo, por ejemplo, siempre estoy intentando renovarme en mi programa virtual Cruzada Cultural, pero a veces siento que es difícil competir con un sistema que promueve lo fútil.
Acabas de publicar la segunda edición de tu primera novela La mujer de los tacones de oro y un libro de cuentos para niños. ¿Te gustaría contarnos más sobre tus libros?
El primer libro, La mujer de los tacones rojos, se trata sobre una agente encubierta, que, gracias a la magia de sus tacones rojos, recupera su salud y se libra de sus enfermedades y de sus múltiples discapacidades, para luchar contra varias organizaciones criminales que azotan el país. Sí, como verán es la clásica novela policial con su toque mágico, surrealista, y, sobre todo, humano, 100% humanístico como César Vallejo.
El segundo libro, Las aventuras de Tobi y Pompón, es un cuento largo para niños que trata sobre un perro de raza Beagle llamado Tobi que aburrido de su hogar y de su familia escapa para vivir esos miles de aventuras en todo el país, pero termina perdiéndose y sin saber cómo regresar a casa. Están a la venta directamente conmigo y también disponibles en la tienda virtual de la editorial Ameleer.pe.
Vargas Llosa es una figura ineludible para la literatura peruana, ¿qué otros autores peruanos recomiendas leer?
Hay muchos autores peruanos dignos de ser considerados. El primero que viene a mi mente es Miguel Gutiérrez, un novelista en plenitud, innovador y apasionado por la buena literatura, siempre en busca de escribir la gran novela de su vida. Luego pienso en el maestro Cronwell Jara, un genio del cuento, la novela y la poesía, además de un profesor y tallerista sabio en el arte literario. También destaco a Edgardo Rivera Martínez, cuya monumental País de Jauja puede situarse junto a La violencia del tiempo y Conversación en La Catedral, gracias a su calidez, musicalidad y su prosa poética inconfundible. Entre los relatos que releo con frecuencia están El ángel de Occongate de Rivera Martínez, Agnus Dei de Cronwell Jara, entre otros.
Literatura
Euler Julca: “Hay una sensibilidad especial en la gente de mi tierra, un vínculo con la naturaleza que no se ha perdido del todo”
Una conversación con el poeta Julca.

Por Julio Barco
La poesía peruana se renueva: una voz poética cae a la tierra fértil de la hoja y empieza la metamorfosis. En ese sentido, la poesía vive como una sabia subterránea, viajando de mente en mente; quiebra el espacio-tiempo y florece. De Chocano a Vallejo, de Vallejo a Verástegui y seguimos. Hoy vamos a conocer a Euler Julca Sánchez, joven poeta de Chachapoyas, que se inicia el mar literario con Balsamario poético (Ed. Higuerilla, 2025).
1. Al leerte, siento un trabajo de métrica, sin embargo, a nivel de fondo, ¿qué temas abordas en tu primer libro?
Como bien ha observado, maestro Barco, el tiempo está marcadamente presente: no como una línea cronológica austera o rígida, sino como un zumo emocional, una bruma que amalgama afectos, recuerdos, ausencias. Por lo que, la memoria, que fija en sus esquemas lo que se vive y lo que se sueña, se forja como materia prima del poemario. Así, en los poemas, quizás, está latente los intentos de atar lo fugaz, de salvar alguna cuestión de la corriente etérea del tiempo. Además, la naturaleza –esa gran musa sacra con la que convivo, combato, amo…– destila de su alambique el símbolo, el personaje, el espacio: árboles, pájaros, cielos chachapoyanos, lluvias, están presentes no solo como contenido, sino como la esencia viva del discurso poético.
2. Eres de Chachapoyas, una parte del Perú poco explorada a nivel literario. Me gustaría que nos des una idea de los valores que encuentras en tu comunidad y que sientes que se deben conocer a nivel internacional.
San Juan de la Frontera de los Chachapoyas, la fidelísima ciudad, tiene una riqueza espiritual y cultural que merece mayor visibilidad. Hay una sensibilidad especial en la gente de mi tierra, un vínculo con la naturaleza que no se ha perdido del todo. Aquí, el tiempo tiene otro ritmo, y esa lentitud nos permite escuchar, observar y recordar con mayor profundidad.El valor de la palabra, por ejemplo, es algo que permanece en las familias, en los cuentos o tradiciones orales, en las conversaciones largas. Cabe mencionar, que hay un autor nacido en Levanto, pueblo aledaño a Chachapoyas, el sacerdote y cronista Blas Valera, referido en los Comentarios reales, que es muy referido en las escuelas con el fin de motivar la escritura de los jóvenes.
4. Me interesa conocer cuáles son los desafíos para desarrollarse, ¿cuáles son las ventajas y las desventajas que encuentras para desarrollarte como escritor en tu localidad?
Como he escuchado mencionar a usted en algunas ocasiones, concuerdo con que uno de los desafíos principales es la falta de oportunidades de espacios de crítica o difusión, más si se da en zonas de provincia, o la falta de circuitos literarios activos, de editoriales locales, de librerías independientes. Eso puede generar una sensación de aislamiento, como si lo que se escribe aquí no poseyera eco. No obstante, ese mismo contexto puede volverse una ventaja. Hay más libertad creativa, menos presiones del mercado o de las modas. Asimismo, escribir desde mi pueblo chachapoyano o más específicamente desde mi pueblo natal o desde las tierras donde laboro como profesor, desde estos valles o cumbres que rodean lo inasible del sentimiento que me alberga y que muchas veces no logro concebir lingüística o literariamente porque es ahí, entre otros escenarios de esta realidad, donde radica la sustancia poética, me permite tener una voz más auténtica.
5. Todo primer libro de un poeta refleja la deuda con sus lecturas. En tus lecturas intuyo que hay mucho del modernismo de Rubén Darío, de la poesía clásica de José Martí y los poetas españoles. Cuéntanos, ¿qué autores son importantes para tu primera producción’
Sí, Rubén Darío ha sido una figura fundamental: su musicalidad, su sentido del símbolo, su capacidad para renovar. De la poesía española, me conmueve la claridad de Antonio Machado, la hondura de Miguel Hernández, la complejidad barroca de Quevedo y Góngora, e incluso lo trascendente de Garcilaso de la Vega. Entre los peruanos, hay una influencia ineludible de César Vallejo, por Valdelomar y Manuel Gonzáles Prada.

Al final, descubrí que mi verdadera vocación no era la de actor de cine, la de ingeniero de computadoras, ni la de escritor; sino algo más fascinante: la de espía. Nunca le dije a nadie porque se habrían reído en mi cara. Pero, desde niño, soñé ser parte de la CIA o la KGB o el MI5. Será por eso que Putin es mi presidente favorito o será porque sé que tiene el poder: si aplasta un botón, desaparece a toda Europa occidental. Para mí, no es un dictador o un tirano. ¿Saben lo que es? Un verraco, como dicen los hermanos colombianos, un Benel super Saiyajin, un Zuloeta mezclado con sangre eslava. Hasta tiene la misma cara alargada, la mirada penetrante y analítica de mis tíos, los cophiscos. Y el color de sus ojos es igual al de mis tíos; o sea, de perro Siberiano con hepatitis. En mis ratos de lucidez más extrema, me ha venido una hipótesis: que puede ser descendiente de cualquiera de mis bisabuelas y tatarabuelos. Sí, se ha demostrado que, antes que lleguen los pobretones españoles en busca de oro y plata, nosotros, los incas, ya habíamos tenido contacto con Europa, con los vikingos. Las pruebas están ahí, en la cultura Chachapoyas. El año pasado, fui con mi novia magistrada y visitamos todas sus ruinas. Y terminé más que convencido. Entonces, ¿por qué Putin no puede ser un Zuloeta eslavo? Nada es imposible en este mundo, señores.
Hasta ahora, no sé por qué mis padres no me dejan mezclarme con esa parte de la familia; si yo los veo tan próximos, tan cercanos: la nariz de mi abuela, la cara pálida de mi abuela y el olor a muerte de Putin. Son mi familia y la sangre no se niega y tampoco es motivo de vergüenza. Tal vez, piensen que debo estar alejado de ellos porque yo les puedo dar ideas más ortodoxas que Rasputín, el brujo de los Zares. Como ellos también saben que soy muy listo y, tal vez, mis tíos de escasa habilidad, a lo mejor creen que terminemos formando un grupo subversivo y lleguemos a palacio y nos adueñemos de todo el país. ¿Quién puede saber las ideas que pasan por las cabezas de mis viejos?
No fui actor de cine porque nunca reuní las condiciones: cuerpo esmirriado, talla de hormiga y corazón de poeta. Tampoco, ingeniero de computadoras porque me di cuenta que, al final, esa tecnología terminará por cosificarnos. Solo llegué a ser escriba; ni siquiera, escritor. Tan solo porque el diablo me dicta lo que escribo y yo no soy quien escribe. Es una cosa sobrenatural que apenas entiendo. Pero, a los hermanos de mamá y a la madre de mamá les y las espié hasta con detector de mentiras. Incluso, sé lo que piensan antes que ellos. Los conozco también como el recorrido que hace todos los días mi mano derecha para limpiarme el culo.
Literatura
Alejandra Pizarnik, la poeta de la mirada melancólica
Su muerte prematura representó una dura pérdida para la literatura latinoamericana.

Ella no escribía para agradar ni para que la recuerden como una persona confundida, triste y solitaria, sino que lo hacía para exteriorizar todo su sufrimiento; era el claro ejemplo de que la poesía era el instrumento más idóneo para mitigar de alguna manera sus pesares y tribulaciones. Flora (o Alejandra) Pizarnik nació un 29 de abril, entre dos mundos, dos realidades tan disímiles, tan contrarias como el día y la noche.
Desde que nació su vida estuvo marcada por una serie de cuestionamientos existenciales. Hija de inmigrantes ucranianos judíos, Flora desde muy niña siempre se sintió una extranjera en su propia tierra debido a las raíces que la unían con aquella parte de Europa de la post guerra.
Toda esa sensación de no pertenencia se vio severamente potenciada debido a sus problemas con el acné y el sobrepeso, lo que finalmente terminó derivando en sus trastornos de ansiedad, depresión y posterior suicidio a la edad de los 36 años, en 1972.
A lo largo de su vida pudo viajar a Paris, ciudad donde conoció al pintor Juan Batle Planas, quien llegara a convertirse más adelante como su primer maestro en la pintura, pues sí, ella también, a la par de la poesía, buscaba otras artes para plasmar su dolor, teniendo como temas recurrentes el mundo onírico, la muerte, la desesperación y el vacío existencial.
Todo ello se puede ver de manera desgarradora en sus escritos y pinturas, tan perceptibles como si se tratara de un grito de desesperación que quisiera atravesar el papel, un manuscrito de auxilio o de ruego que busca incesantemente la atención del lector. Todo ello representa un crudo testimonio de toda su angustia, tan crudo y visceral que es imposible no identificarse. Y es que en ciertas ocasiones los escritores y poetas se alimentan del dolor propio, de las experiencias vividas, para poder escribir.
Retraída de la sociedad y amante de la soledad, Pizarnik supo llamar la atención de escritores consagrados como Julio Cortázar y Octavio Paz, quien estaban pendiente de su salud mental.
En una ocasión, el autor de Rayuela, consciente de sus dos intentos de suicidio y los remolinos de su mente, le imploró que no decaiga en sus oscuros pensamientos.
Lastimosamente, el 25 de setiembre de 1972, Alejandra se quitó la vida producto de una sobredosis de barbitúricos.
“No quiero ir
Nada más
Que hasta el fondo”, fue el mensaje que dejó en el espejo de su habitación.
Aunque breve fue su estadía en este mundo, gran parte de sus escritos y poemas han conseguido mantenerse vigentes con el paso de los años, no solo en su natal Argentina, sino en gran parte de Latinoamérica y el mundo hispanohablante.
Literatura
Restos del ‘Tío Factos’, uno de los fundadores del Movimiento Kloaka, han ido a parar a una fosa común
Rodolfo Ybarra, poeta y amigo cercano de Guillermo Gutiérrez, afirmó para Lima Gris que restos del escritor no pudieron tener una cristiana sepultura.

Durante los últimos años de su vida Guillermo Gutiérrez fue conocido gracias a las redes sociales como el ‘Tío Factos’, aquel viejito áspero y crítico de la realidad social y cultural del país en el programa de Youtube ‘La RoRo Network’, espacio donde supo conectar muy bien con las nuevas generaciones.
Sin embargo, Gutiérrez Lymha, era un digno representante de la contracultura peruana, considerado como uno de los fundadores del Movimiento Kloaka, aquel colectivo poético surgido en la década de los ochenta donde también estuvieran los vates Roger Santiváñez y Mariela Dreyfus, entre otros.
El pasado 5 de abril lamentablemente falleció y hasta anoche sus restos mortales permanecían en la Morgue Central de Lima. Lima Gris se comunicó con el poeta Rodolfo Ybarra, uno de sus amigos más cercanos del recordado ‘Tío Factos’, indicándonos que lamentablemente no se pudo completar el trámite legal para retirar su cuerpo debido a que una tía política del difunto no contaba con su partida de nacimiento digitalizada. Ybarra nos contó que sus amigos desde hace más de cuatro décadas intentaron desde el primer día reclamar el cuerpo de Gutiérrez, sin embargo, la aparición de ese familiar terminó truncando todos los trámites avanzados.
“Te cuento que su cuerpo ya fue arrojado a una fosa común”, se lamentó su amigo Ybarra, quien añadió que el ex integrante del Movimiento Kloaka habría fallecido de asfixia dentro de su domicilio.
“Vivía en Villa El Salvador. Él era una persona muy solitaria; el año pasado había fallecido su mamá y sufría de depresión”, añadió. El también escritor también recordó que la última vez que lo vio fue en el mes de febrero en una feria de libros cerca al Congreso de la República.

El dato:
Guillermo Gutiérrez logró imprimir tres poemarios: ‘Ulkadi’ (1987), ‘La muerte de Raúl Romero’ (2007), y finalmente ‘Infierno Iluminado’ (2022).
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