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Literatura

Cuento: Aquella Cosa Que Nunca Tuve

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CUENTO

AQUELLA COSA QUE NUNCA TUVE

Escribe Marilia Flores Franco


Ahora que estoy a puertas de la muerte siento la libertad que nunca tuve. Esa sensación de que el aire y yo somos uno, solo uno y de que no hay nadie más compartiendo mi empresa.

Antes de morir espero que llegue su visita. Pablo me ha avisado que llegará en Setiembre, y aunque falta mucho tiempo y el borrador de la pizarra no puede acortar esa línea negra tan larga, los días se están yendo como las estaciones se van de mi cabeza, sin ser sentidas.

Siempre tengo frío. Frío. Sea invierno o verano, el frío se ha apoderado de mí desde mi niñez y ahora es personaje importante de mi vida. Siempre con un gorrito en la cabeza porque las orejas, los oídos, el tímpano, todo se estrepita.

En estos días estoy esperando a mi madre, esperando a que haga lo que tenga que hacer y deje de hacer lo que le faltó hacer siempre en mi vida. En dos horas estaré en el psicólogo para una evaluación minuciosa de mi coeficiente intelectual, memoria y otros componentes que no puedo recordar porque hoy tampoco he dormido, ni una sola hora.

La ilusión que tuve en la mañana fue tan dulce y tan real que pudo haber sido un sueño, o quizá también uno de mis pensamientos recurrentes. Era una pesadilla, viva o muerta, una serpiente negra cogía la pierna de mi profesor de literatura… ¿qué más sucedió? Es tan complicado intentar conectar lo no conectable.

Estas pruebas neuropsicológicas se me tomarán en un tiempo de tres días, como dijo ayer la secretaria del psiquiatra que me está atendiendo por el momento.  Por el momento, porque mi negatividad continúa viva y me dice que no será fácil dormir uno de estos días.

Recuerdo cuando Pablo vino por primera vez  a mi casa. Tenía el corazón helado, pausado, pero no dejaba de sentirlo. Estaba en pijama por mi costumbre de recibir a mis amigos en pijama. A Pablo recién lo conocía de hace unos meses y lo invitaba a mi casa como queriendo dar un paso más, un poco temprano, pero quizá fue eso lo que le llamó la atención.

Abrí la puerta y su sonrisa fue lo único que pudieron captar mis ojos. Y seguía expandiéndose, delante del tronco y de las hojas que han seguido estando detrás de la casa de los vecinos. Había mucho sol y no podía abrir mucho los ojos, pero ahí estaba su sonrisa. Siempre su sonrisa.

Lo invité a entrar a mi casa mientras no podía dirigirle la mirada. No podía. Pisamos la sala principal de la casa y cuando quise cerrar la puerta, él cogió mi mano y la cerró por mí. Han transcurrido más de seis años y es difícil que los recuerdos bellos sean más bellos de lo que ya fueron.

Mi abuelo estaba sentado en el sillón de la habitación donde estaba la única computadora que teníamos en la casa por esos tiempos y al ver a Pablo se puso de pie al instante.

-¡Hola!

Un saludo iluso y desaforado salió de la boca de mi abuelo.

-¿Qué le pasó a tu mano?- preguntó.

Pablo tenía una de sus muñecas vendadas hasta la mitad del brazo. Pero él siempre la tenía vendada, también cuando lo veía de reojo en el colegio, así que no me preocupé.

Mientras él le explicaba a mi abuelo lo sucedido, yo los veía y ambos parecían amigos de toda la vida, riéndose, mirándose a los ojos. Ya se conocen, me dije. Por fin se conocen.

Pablo y yo seguimos de frente hacia mi cuarto. Era Diciembre, pasadas las Navidades, pasadas las fiestas y las alegrías, pero él llegó para darme la alegría más grande de mi vida.

No podíamos cerrar la puerta de mi cuarto porque ambos éramos pequeños y por esos tiempos yo no me permitía tanta privacidad con mis amigos, solamente para que la familia no pensara cosas que no debía pensar. Además, recién nos conocíamos.

Nos quedamos unos momentos en mi habitación. Él estaba nervioso, no sabía si sentarse o quedarse de pie. Eso es un comportamiento tan sutil en la vida de uno, pero cuando se comparte entre dos personas, suele volverse un poco complicado. Yo estaba tirada en mi cama porque era mi casa y así había que estar. Tenía quince años y toda una vida por delante.

Cuando pienso en él pienso en el amor de mi vida, en alguien a quién dejé ir y no sé si pueda recuperar.

Dicen que hay personas que se quedan con el recuerdo de su primer amor para toda la vida y que de viejos, sentados con un bastón en algún asilo para ancianos repiten y repiten el nombre de esa persona que les hizo ver la naturaleza y la vida viva. Parecerán locos a la vista de otros, pero dentro de sus corazones son solo amantes que nunca dejaron de amar.

Cuando pienso esto pienso que voy a terminar así. Que el paseo de ayer de dos horas en auto al hospital Larco Herrera fue un vaticinio de lo que se vendrá en algunos días y que yo quedaré encerrada en una habitación toda mi vida repitiendo el nombre de Pablo. Pablo, Pablo.

Pablo no fue mi primer amor, sin embargo es aquel que recuerdo con más simpatía. Me enseñó cómo jugar con papel periódico podía  traerme el mejor día de mi vida, me enseñó cómo ver una película varias veces con la misma emoción, como me dejó entrever él hace poco, en un correo electrónico que me fue difícil ver con ambos ojos.

Nunca le he contado a nadie que no pude olvidarlo, que han transcurrido seis años y sigue en mi memoria, que aunque no duerma todos los días, él está ahí acompañándome. Que aunque sienta dolor porque me dejó por irse a vivir a otra ciudad, él está en mi pequeño corazón.

Las lágrimas caen de mi rostro como todos los días, pero las de Pablo duelen más, porque solo necesito dos meses para volver a verlo y recordarle que lo quiero, que nunca voy a dejar de quererlo y que daría todo menos mis recuerdo de él porque se quedara a mi lado.

Él vive en otra ciudad desde hace ya varios años. Tiene una enamorada u otra enamorada, porque su mejor amigo me cuenta que cambia de pareja como de zapatos, pero utilizar mi tiempo pensando en él no es algo de lo que me arrepienta.

Ayer fui al hospital referido para poder conseguir unas pastillas con las que iniciaré un nuevo tratamiento, para ver si pueden alejar al insomnio de mí o si después de todo, mi razón nunca me abandonó y moriré en una triste muerte.

En el auto de mamá lloraba y lloraba porque recordaba a Pablo y a mi mejor amigo del colegio y pensaba estúpidamente que si llegara a estar en las condiciones exactas, vaticinadas para que me encierren en un hospital, sea normal, sea mental, ellos no me visitarían. Quizá sea verdad, quizá por la complicación del tiempo y del espacio, quizá por la complicación del qué dirán o por el miedo de acercarse a alguien que ya perdió la razón. Lloraba amargamente porque si pudiera traerlos de vuelta como dos pequeños llaveros y tenerlos en mi bolsillo, sería la persona más feliz de este vasto universo.

El insomnio se ha recrudecido y ya no es por ansiedad o por depresión, es puro insomnio. Eso es algo que mi psiquiatra no termina de entender, que yo cierro los ojos y con mi extraña habilidad de quedarme sin pensar me quedo sin pensar, pero que las horas transcurren y no me quedo dormida. Insomnio post trauma, querría decirle yo. Pero él es el doctor y yo ya no soy una paciente, hoy soy una persona que está en sus últimos días – duren lo que tengan que durar- y que quiere pasarla bien hasta que ya no pueda estar más en esta tierra.

Solo espero que mi muerte no le cause ningún daño a nadie o que nadie me extrañe, que, creo yo, será lo que sucederá.

El Hospital Larco Herrera me dio miedo, era de noche, y las curvas y las puntas afiladas de la edificación me hicieron remembrar  una película que vi sobre enfermos mentales. Una reja enorme constituía la puerta de entrada y no había, a mi vista, ningún guardia de seguridad. Un lugar desolado, en medio de la oscuridad que brinda la brisa del mar. Mi madre y yo esperamos en el espacio por unos segundos. Apareció una señora con una bolsa, apurada, como viniendo de alguna actividad que nadie quiere recordar. Mi madre bajó del auto y el guardia de seguridad apareció en sus ojos, ahí, escondido, en su pequeña casita, casi durmiéndose.

Decidí entrar aunque mi madre me dijo que me quedara en el auto. Decidí entrar con la idea de que algo más loco que yo podría alocarme más y así arrancar la locura de mí. Es decir, a partir del trauma hipotético de ver los interiores de un hospital mental al fin comenzaría a dormir como lo hacía antes. Entrecortado, poco, con pesadillas, pero de nuevo mi sueño.

 

Pablo y yo no podíamos permanecer en mi cuarto, porque la familia piensa mal y luego las explicaciones había que no darlas y esto y lo otro. Nos fuimos al escritorio de mi abuelo. Yo me senté en el sillón y él en la silla de la computadora. Como no podía verlo a los ojos, y esto él nunca lo ha sabido, cogí la nueva cámara de mis abuelos y comencé a tomarle fotos mientras él me miraba y no dejaba de mirarme. Y me sonreía. Sus ojos no eran negros, eran cafés y estaban clavados en mi mirada. Incluso con la cámara fotográfica interponiéndose entre los dos, incluso así, sus ojos estaban consumiéndome. Creo que lo notó, porque se sonrojó y no dejaba de reírse.

Antes de venir a mi casa, ambos habíamos hecho una apuesta divertida. No recuerdo los términos de la apuesta ni de qué trataba, pero yo perdí y él terminó con una bolsa de chupetes en la mano.

Esas fotografías tuyas continúan guardadas en mi correo electrónico y se van a quedar ahí hasta que tú regreses.

Como no sabíamos qué hacer y él no dejaba de mirarme, decidimos armar un rompecabezas. Para tener los ojos en las piezas y no en nosotros. Mientras conversábamos, mis mejillas seguían coloreándose más y más. ¿Cuánto rojo puede haber en esta tierra?

El sonido de un celular nos interrumpió. Era su mejor amigo, Diego. Sentí que estaban hablando de mí, porque él dijo “en su casa”. Ya. En esos tiempos todavía no conocía a profundidad a su uña y mugre, así que no le presté tanta atención a la llamada. Solo veía las vendas entreveradas en su muñeca y quería saber la razón de la lesión, pero no me atrevía a preguntarle. No me atrevía a preguntarle nada, pero quería decirle tantas cosas. Quise decirle tantas cosas.

El rompecabezas que armamos tenía de dibujo una casita roja rodeada por un campo lleno de árboles y rosas rojas. A ambos nos gustó la fotografía, lo que nos urgió a intentar terminarlo el mismo día. Pero ya era hora de almuerzo. Y yo siempre recuerdo las  “horas de almuerzo” como “horas desgraciadas de tener que mirar a tu amigo a los ojos” y qué se diga de los pies debajo de la mesa, si eso sucede.

Las manos me temblaron, ese día que le serví la comida, me temblaron. Aún recuerdo el plato de fondo, carne con arroz. Le pregunté si quería postre y me mató.

“Lo que me sirvan tus manos está bien”.

Esa es una frase que he podido reproducir fielmente por el resto de mis días.

Yo tuve que tomar una dieta porque estaba con mi famosa gastritis hundiéndome. Y aunque me demoraba mientras me metía cada cucharada a la boca, él me decía que me demorara lo que quisiera, que él tenía todo el tiempo del mundo.

Pero yo lo veía consultar constantemente su reloj. Pablo, ¿por qué siempre veías tu reloj?

 

Ya es tiempo de ir al centro psicológico a que me realicen la prueba de tres días. Pablo puede esperar. Eso pienso. Porque yo lo esperé por seis años. Y lo seguiré haciendo.

 

Mi madre y yo llegamos al centro antes de lo pactado. Entre su urgencia por llegar, lo único que nos esperó fue el televisor con la misma telenovela de siempre y la secretaria sentada detrás de su escritorio.  La cita era a las dos y siendo la una y cuarenta y cinco de la tarde, el aburrimiento me abatía. Son mis últimos días –pensaba- y me gustan las pruebas psicológicas. Aguardaba con impaciencia.

Para pasar el rato, le enseñé uno de mis escritos a mi madre, quien por segunda vez me dirigió esa mirada que ya le conozco desde que le enseño lo que escribo. Tragedia. Desazón. Un pensamiento de: Hijita, estás mal, ¿por qué escribes esto?

La discusión comenzó.

–          Mamá, nunca te gusta lo que escribo.

–          No se trata de gustarme o no gustarme, no me gusta pues, es deprimente.

–          Mamá, no es deprimente, ¡es feliz! -intentaba convencerla.

–          Es la vida de… comencé a contarle la historia con todas las alegrías que un nuevo escrito me traían, pero mi madre empeoraba la expresión facial a cada palabra que le decía.

–          Es deprimente.

–          ¡Mamá! ¿Entonces para qué te enseño lo que escribo? A nadie le va a gustar ahora –le dije tristemente.

–          Solo porque no me guste a mí no significa que no le guste a los demás. Quizá – y lo dijo como si quisiera que yo lo entendiera más que nada- hay personas como tú, muchas personas que SON COMO TÚ y les gustará lo que escribes.

–          Pero, mamá, Titanic es una obra maestra y es hermosa.

–          Es deprimente, no puedo, la película es deprimente. Esto deberías enseñarle al psiquiatra.

–          Pero si quieres se lo enseño. Además, ¿qué tiene que ver? Tienes que ser capaz de diferenciar un pensamiento de un libro.

–          Sí… sí – dos vagas afirmaciones salieron de sus labios  claro. Pero esto es lo que tú piensas de verdad pues.

–          Mamá, es simplemente un libro. La historia es linda.

–          Entonces debo ser yo la que está mal.

La conversación continuó, pero mi tristeza también. Mi madre nunca estará a gusto con lo que escriba, pensé.

Era la una y cincuenta y seis de la tarde y el presunto psicólogo no se aparecía.

–          Mamá, ¿no me van a atender?

Mi mamá se levantó del sillón en el que tan lindamente nos habíamos colocado y fue directamente hacia donde la secretaria, un poco presurosa. No porque mi madre cumpla fielmente las nociones de puntualidad y respeto, sino que tenía que regresar al trabajo en una hora y el estrés de no ser atendida comenzaba a subirse como una enredadera por sus sienes.

–          Señorita, ¿a qué hora van a atender a mi hija?

–          Este es el que le va a realizar las pruebas  – la secretaria entonces señaló a un hombre que estaba a su lado.

En mi afán por enseñarle un poco de mi arte a mi propia madre, había perdido de vista al hombre que había entrado al edificio minutos atrás. Pensé que era algún trabajador de ahí, de estatus bajo. El cargador de cajas.

Se había inmiscuido, quizá porque recién llegaba, quizá para ver a su paciente desde lejos sin que ella se sienta notada. Me pareció interesante su entrada.

Mi mamá también se sorprendió. Lo vi en su rostro.

–          Ah, ¿es él quien le va a realizar las pruebas?

–          Sí, señora – dijo el hombre cortésmente- yo soy el psicólogo.

–          ¿Y a qué hora se las va a tomar, ah? – preguntó mi mamá recelosamente.

–          A las dos en punto, señora – le respondió la secretaria.

Mi mamá regresó cabizbaja al sillón donde se encontraba todo mi cuerpo desparramado.

 

Pablo, Pablo. Acaba de llegarme un correo electrónico suyo. Pensaba que ya estaba mejor. Durmiendo sin pastillas. Nunca le dije eso. Espero verte pronto, le respondí entonces.

 

La secretaria del centro psicológico nos indicó que fuéramos subiendo por las escaleras. Al tercer piso, la tercera puerta a la izquierda. Sinceramente, parecía que me estaba mandando al baño, pero bueno, ¿quién era yo en esos momentos para no acatar órdenes?

–          Mamá, ¿dónde está la tercera puerta? – Le pregunté dubitativa mientras sentía un ligero temblor en el cerebro. No podía con las puertas, ¿por qué habían tantas?

–          Anabella.

Una voz dijo mi nombre, mi cabeza se asomó a la puerta. Ahí estaba el psicólogo sentado en su gran silla.

Cuando dijo mi nombre sentí algo extraño. No estoy acostumbrada a que se aprendan mi nombre a la primera. Siempre he tenido problemas con eso.

El psicólogo me llevó con un ademán de manos a mi respectivo asiento mientras invitaba a pasar a mi madre.

–          Siéntese, señora.

–          ¿Qué hace aquí? -pensé- Mi madre siempre dice cosas que no son…después va a decir que estoy resentida con el mundo, ay, ¿por qué no se va?

Y el psicólogo comenzó con las preguntas de rutina. Mencionarlas sería reproducir el monólogo clínico de mi abuela, así que en resumen pasamos del parto al nido, del nido a la primaria, de la primaria a la secundaria, de la secundaria al abandono de mi madre, y del abandono de mi madre de vuelta a su regreso ya para trabajar en el mismo centro en el que yo estudio. Desarrollo social, intelectual, conductual.

Mi madre se fue, porque el psicólogo la botó amablemente. Y entonces comenzó la diversión.

¿Por qué me afanan tanto los psicólogos? – pensé.

–          Ok. Empezamos -dijo él.

Me preguntó si ya me habían hecho ese tipo de pruebas antes y le dije que sí, que varias, pero nunca tan detalladas. Era la primera vez que me mostraban fotografías y me preguntaban que faltaba. Preveo que era para el tema del déficit de atención que refirió el psiquiatra que me trata y con el que concuerdo… al menos en eso.

Las imágenes se pausaban, se hacía la pregunta, se intentaba arduamente encontrar una respuesta, se encontraba la respuesta, a veces no, y la prueba terminó.

Terminó -pensé fatalistamente- Qué pena, yo que me estaba divirtiendo.

Pero la situación mejoró. Adicciones. De un tema a otro, de una naranja a un plátano, de izquierda a derecha, no sé cómo, pero siempre, siempre, llegamos al tema de las adicciones. Mi asunto favorito. El que me ha traído tantas felicidades. Las cosas malas, esas no las recuerdo.

–          ¿Dónde crees que nacen las adicciones?

La primera vez que me lo preguntó me quedé perpleja. El término “dónde” puede tener muchas significaciones. Bajé la cabeza.  Odio las preguntas sin respuesta. Me aclaró que se refería a la parte orgánica.

¿Dónde nacen las adicciones, en qué parte del cuerpo?

–          Ah, en el cerebro  –le dije.

Y entonces le conté de mis antiguas y amadas adicciones y de mis antiguas y amadas proezas, porque me las arranqué todas, todas, insulsamente todas.

 

A veces pienso que esperar a Pablo va a ser una tarea más complicada de lo que creí. Incluso cuando hemos mantenido el contacto, poco, pero las suficientes veces estos meses, incluso así, los días transcurren tan lento porque no duermo. Veinticuatro horas son las que siento en mi interior, conectadas a otras veinticuatro.

 

Ese día, que cayó día de los Inocentes, no le regalé a Pablo una de esas bromas pesadas que solía hacerle a mi abuela, colocarle una cucaracha o un escarabajo – hasta una lagartija- en el hombro para que se pusiera a gritar y a gritar como lo hacía todos los años, mientras viéndose al espejo intentaba quitarse la quimera cosa del hombro, sino que le regalé un llavero.

El día anterior la familia había salido de paseo conmigo. Extrañamente. A almorzar. Habíamos estado en Barranco. Y allí siempre encuentras lo que buscas. Yo encontré un llavero, me costó un sol, pero compré dos iguales y fue en ese preciso instante en que el llavero pasó de ser una nadería a ser algo preciado para mí. Y quizá una manera poco percatada de amarrar a alguien. Pensaba regalárselo a Pablo, pero me daba un poco de vergüenza.

Cuando terminamos de almorzar, regresamos a armar el rompecabezas. Yo me moría de sueño y él me decía: Anto, Anto no te duermas. Luego me decía, Anto, mejor duérmete, así te quedas dormida en mis brazos… Parecía la frase de otro galán más, pero la pausa con que me la dijo, esa no la he olvidado. Extendió sus brazos mientras yo intentaba encontrar una de las perdidas piezas del rompecabezas, de esas que siempre faltan en el borde. Y mientras intentaba por todos los cielos no quedarme dormida…

Tenía un polo negro, y su venda, su bendita venda me quería, o me lo demostraban. Me hice la loca, otra frase más, pensé. Y así continuamos armando el rompecabezas.

Luego se nos ocurrió la idea de ir al cine. Ir al cine en estos días es como leer un libro, ¿quién no lo hace? O más bien ¿quién, a causa de la depresión, no lo ha dejado de hacer? Quien como yo. Ir al cine para nosotros era toda una ilusión.

Veía su espalda acomodada en la silla de mi cuarto, polo verde, espalda, espalda…. mientras yo me acomodaba las pantuflas en la cama.

–          Pablo, ve a traer el periódico.

–          ¿Para qué?

–          Para ver las funciones, pues – le dije con cariño.

Y ya estábamos en el cine. Fue esa película que vimos la que nunca pudo borrarse de nuestras memorias. Elizabethtown. La película catalogada como la peor del año por no sé quien, pero era nuestra película.

Antes de que comenzara, en la tanda de propagandas y trailers, Pablo no dejaba de reírse con las escenas de una película cómica. Su risa se escuchaba en toda la sala. Varias personas le secundaron la risa mientras él se movía en el asiento desesperadamente. A punto de convulsionar estaba el chico. Y yo pensé: ¿Por qué se ríe tan lindo?

Él me miró como queriendo que me ría, pensando extrañado que no me reía. Pero es que la películas cómicas no me dan risa, le dije.. Pero no se inmutó. Al menos su mirada, seguía ahogada en mí.

Mientras veía de reojo a Pablo, como quien no quiere la cosa, me di cuenta de que las escenas del padre y del hijo en juventud  le hacían recordar a su papá, a quien no veía muy frecuentemente. Interiormente, mi preocupación pasó de la trama de la película a la trama del interior de la sangre de Pablo. La música de la película nos transportó hasta un mundo nuevo.  Las lágrimas cayeron de mi rostro, y esa primera vez él no se dio cuenta.

En el tiempo que transcurrió la película, Pablo con un ojo fijo en mí – habilidad que es inconcebible para cualquier ser humano- y el otro en el filme, me tocaba el hombro derecho con ese dedito índice suyo que ya todos le conocían en el colegio. Y eso que aún no tenía DNI.

Regresamos como dos tontos felices a mi casa, y entre el camino de la avenida, lleno de tiza azul grisácea y árboles, iniciamos  una vaga conversación sobre nuestras vida. Es una pena que no recuerde mucho de esa charla, pero sí de su caminar, lento y bailarín por toda la alameda.

Tengo deseos de llorar de nuevo, porque aunque solo hayan sido seis años, te sigo queriendo Pablo.

Mi madre llega a la casa, a la acostumbrada tarea de intentar tranquilizarme para adentrarme en el estado vegetativo de los sueños. Lo que olvida es que cuando pienso sobre Pablo no hay nada más sobre qué pensar. Y en estos días el pensarlo me deja un sentimiento dulce en el corazón. Porque me dejó, pero yo nunca lo voy a dejar de vivir en mi memoria.

He llorado, tanto esta tarde, tan tristemente porque el recuerdo de Pablo y de mi antiguo mejor amigo, Sebastián, me carcome por dentro.  Justo cuando pensaba mandarle un correo electrónico de auxilio a este último, porque necesito de su presencia cuando mis lágrimas caen por la noche, el gran Internet ha desaparecido. Desesperada le he dicho a mi madre que le dé una llamadita a Sebastián, que necesito verlo.

Ha sido tanto el llanto que me he ido a dormir y no he podido conciliar el sueño con la nueva pastilla. No porque no funcionase, pues hoy a las seis de la mañana al levantarme sentí un profundo cansancio y una sensación de que si me hubiera quedado en la cama hubiera entrado en sueño, sino porque de tanto llorar se me ha tupido la nariz y mi rinitis alérgica ha empeorado.

¿Qué estaría haciendo Sebastián ayer a las diez de la noche? Porque no contestaba el teléfono. A veces siento que tiene toda la razón del mundo para no hacerlo.

Fui hacia la cabaña de mi madre. Abrí la puerta. Ella todavía no había abierto el ojo. Su cuerpo tembló.

–          Ves hijita, por llorar es que tienes la nariz así.

Me quise reír, pero recordé que hace más de un año lloré por la misma razón, por extrañar a un mejor amigo que ya no puede seguir siéndolo. Y que esas lágrimas tardaron en terminar.

Mi madre me trajo un antialérgico, para lo cual se demoró mucho, mucho tiempo y luego me trajo el desayuno. Allí fue donde me perdí, porque yo seguía esperándola abrigándome como podía con todas las sábanas y frazadas en la cama y convirtiéndome en una empanadita… pero ella no llegaba… y entonces hubo un momento en que volteé a ver la mesa de noche de mi madre, con la lámpara y la siempre presente virgencita fluorescente, y el desayuno estaba metido ahí, casi cayéndose.  ¿En qué momento entró a la cabaña?, ¿me dormí por unos segundos?
Regresamos a la casa. Pablo y yo nos quedamos conversando un momento en la puerta principal y luego procedimos a entrar. Recuerdo que sacó su billetera y entonces me enseño la colonia que usaba. Llegamos a una riña de personas que se quieren.

–          A ver tu perfume.

–          Es colonia.

–          Perfume, colonia, es lo mismo.

–          No. Los hombres no usan perfume. Usamos colonia.

–          Lo que sea. A ver, échate un poquito.

Pablo se echó un poco de colonia en un su brazo izquierdo, el que no tenía la venda, y me lo puso rápidamente debajo de la nariz.

–          ¿Te gusta?

Yo no era una fanática de los perfumes o colonias, me producían alergia, pero comprendí entonces que ese era el olor que había estado disfrutando desde que él entró a mi casa.

Pablo seguía mirando su reloj. Y yo pensaba que era muy pronto para que él se fuera. Pero tenía un hermano pequeño que cuidar y su madre siempre fue estricta con él. Y yo era una pequeña niña tonta, así que no tenía ninguna buena razón para decirle que se quedara. Pero igual se lo dije.

–          Quédate.

–          No puedo, mi mamá me está llamando – me decía mientras veía su celular.

–          Vengo otro día.

Puse mi carita de puchero, porque siempre la pongo cuando quiero algo y no me hacen caso. Así funciona.

–          Ya, está bien. Un ratito más.

Fuimos al escritorio de mi abuelo y Pablo se sentó esta vez en el sillón. Se le notaba cansado y tenía ojeras rodeándole los ojos. Pero se echó ahí el desgraciado, como si fuera su sillón.

–          Voy a cerrar mis ojos –me dijo ese día que no olvido- Hazme lo que quieras.

Estábamos solos o relativamente solos. La empleada estaba rondando por otras habitaciones de la casa y estaba muy oscuro. Yo lo vi  y lo volví a ver y él seguía con los ojos cerrados.

–          Porsiacaso, yo estoy aquí a tu disposición…

–          ¿Sí?

–          Sí. Ya te dije que puedes hacerme lo que quieras.

Tragué saliva.

–          Pero – haciéndome la tonta- ¿qué te puedo hacer? O sea –estaba utilizando mi tono lineal de la alta sociedad limeña- no sé qué estás esperando…

–          Oh… – su rostro se entristeció- está bien, los abriré.

Y abrió sus pestañitas que eran más largas y gruesas que las mías. Era lo que más me atraía de su cuerpo, sus pestañas y su pelito enrulado. Nuestros ojos se quedaron en el otro por un largo tiempo.

Recuerdo cuando en el colegio, días atrás de su primera visita a mi casa, Pablo había estado siguiéndome solapadamente, como quien está interesado pero no termina de confesarlo. En ese sitio educativo siempre nos obligaban a formar filas y como ambos éramos de años diferentes, la fila india de su salón se formaba paralelamente a la mía.

Yo me quedaba estática. “No me miren”. Le preguntaba a cualquier amiga que estuviera delante o atrás de mí si Pablo me estaba mirando. Y la chica me decía que sí. Qué vergüenza.

Uno de esos días volteé, y lo vi. Sus ojos… no… todo su rostro estaba fijo en mí, su pelo enrulado y sus ojos caídos, su sonrisa que ya no podía ser más grande, y su manita levantada queriendo saludarme.

Por eso te dije que ese saludo impasible comenzó contigo. Levanté mi manita y te respondí el saludo, pero la sonrisa la tuve que inventar porque estaba tan caliente que ya no podía reaccionar.

Las filas indias comenzaron a moverse al mismo tiempo. Qué afán el de las profesoras por querer que continuáramos cerca si ya había acabado el recreo, ya había acabado el: “Antonella, ven, que Pablo quiere hablar contigo”.

Mis amigas mayores, las que estaban en su mismo salón, tenían como diversión unánime el  juntarnos a los dos en el recreo. Primero me lo presentaron. Al día siguiente, volvieron a presentármelo, y continuaban haciéndolo. Nunca las voy a olvidar. Me jalaban del brazo y aunque yo me detenía y no quería, me llevaban hacia él y hacia su mejor amigo. Hacia ese grupo de cuatro chicos, los chicos de cuarto de secundaria.

Ya estoy de nuevo donde el psicólogo. Necesito una inyección, no quiero, pero ya no puedo más. El cansancio es parte ya de mis piernas y me impide llegar con urgencia al tercer piso. Me he golpeado contra la pared. Mi madre camina firme detrás de mí.

Pruebas con números, pruebas con cubos, pruebas de memoria… ¿por qué llegamos a hablar de Pablo? Es un recurrente no pedido, pero es imposible no sonreír al mencionarlo.

Estoy preocupada porque Sebastián no le ha devuelto la llamada a mi madre. Más que por mí, porque le haya ocurrido algo a él. Siempre estoy pendiente de su salud como si fuera la mía y eso quizá no le guste mucho.

El psicólogo se ha quedado anonadado con mi idea de volverme loca. Es que siento que voy por ese camino. Que la voz de Pablo y una que otra canción del recuerdo me llevan a la cordura, pero que nada más me lleva a la cordura. Le conté que cuando inicié el tratamiento psiquiátrico, recibí una llamada de él, y que me fue imposible no alegrar mi voz. Estaba llorando en mi cama, pero su voz y su cuidado me dejan siempre apacible.

La inyección a la que me refiero es para dormir, porque a mi abuela le han colocado tantas que pienso yo, insistente e ingenuamente, ¿por qué no pueden ponerme una a mí también? Si la realidad cada vez se hace menos real, o ya ¿qué es real?, déjenme en el sueño, en ese profundo, que despertaré como un cielo nuevo, como un nuevo ser. Pensar en el futuro, en lo que se vendrá, en si funcionará el nuevo tratamiento luego del Valium que quiero que me metan a la vena es cosa del futuro. Si algo aprendí – y lo digo cómicamente- en la experiencia de mi vida, es que el futuro es futuro, y hay que vivir el día. Como una perdida. Pero… estoy perdida, ¿cuánta más perdición hay en este mundo?

En las pruebas psicológicas a las que me sometieron hoy hubo un cuestionario de preguntas que presumo son para definir la personalidad y trastornos patológicos, pero había una incógnita repetida: ¿le gustan las flores?, ¿le gusta plantar flores en su casa?

En ese momento pensé que habían escrito ese cuestionario para mí, porque amo la naturaleza y creo que comenzaré a plantar flores en mi casa. Claro, si es que la abuela no se enoja porque ya hay muchas plantas en la casa, o mucha vida, diría yo más bien.

La parte de los cubos, de formar figuras extrañas con los cubos que me iba dando el psicólogo me dio la certeza de que debía inyectarme el Valium pero ya, porque una de las últimas figuras que vi fue una casa abstracta que nunca pude formar con los cubos. Nunca.

Mi madre llama insistentemente al psiquiatra que me atiende para ver si me pueden “dormir a la fuerza” como ha referido ella. Porque, ya no doy, mamá. Estoy sentada en el sillón principal de la casa, en el que una vez estuvo sentado Pablo, esperando a que el psiquiatra se digne a contestar porque siento que ya no puedo más. ¿Dónde están todos?

Parece que me van a colocar tres ampolletas por tres días. Porque mis ojeras son más grandes que mis probabilidades de morir. Porque ya no puedo más, mamá.

Le he avisado a mis mejores amigos, antiguos, otros nuevos, que estén pendientes, que no se pierden, porque no quiero volverme una drogadicta. Una adicta a la solución más fácil para dormir. Veo las luces de mi cuarto y veo que juegan entre ellas, forman figuras geométricas y luego se deshacen en el espacio. Como los cubitos de hoy en la tarde. Los deshacía con mis manos.

Tengo miedo de no despertar después de una de esas inyecciones, o lo que es más temible, despertar muy temprano, a los ocho minutos de haberme quedado dormida, como sucedió con una operación  que me realizaron hace poco, o a las tres horas. Si es así, Dios, que no sea así, si es así, ya no sé qué voy a hacer. ¿En qué mundo de medicamentos me han metido?, ¿qué otros medicamentos existen para dormir? Siento que ya están gastando todas sus energías en mí y siento que hay algo que no están descubriendo. La razón de mi insomnio. Yo tampoco la encuentro.

Quiero avisarle a Pablo, pero un correo electrónico que leerá luego de semanas no es el medio más adecuado para hacerlo. Ya le avisé a Sebastián, pero parece que su celular ya no es suyo y es de otra persona, porque no me contesta. ¿Dónde estás, Sebastián?, ¿estoy tomando el camino adecuado? Porque me duele escribir. Y mis amigas dicen que es solo el camino hacia la decadencia.

Mi antiguo profesor de literatura ha sabido darme paz, por segunda vez. Me ha respondido el mail mandado pidiéndole ridículamente que rece por mí. Él no cree, a veces, ni en su profesión. Es que yo sigo diciendo que es un padre para mí.

Una de mis grandes amigas me hace recordar que hoy sentí  la muerte. Salí a la calle y el vapor, la neblina, el día frío, el invierno que llegó, llegó a decirme que este día se parece tanto al día en que sentí  que mi tía iba a morir, vi una sombra cubriéndole el rostro… y se parece tanto al día en que murió Heath Ledger por sobredosis de pastillas para dormir… Estoy atormentada y tengo pavor, pero mi profesor de literatura y nuestra pequeña cita de profesor-alumna este viernes me deja en calma, porque sé que aguantaré hasta el viernes.

Pablo me ha respondido por el celular, bastante preocupado y entonces, después de seis años lo valoro más que nunca. Porque Sebastián sigue sin aparecerse y Pablo fue el primero en responder. Siendo un mujeriego, y siendo aborrecido por mis mejores amigas que me decían por años que lo olvide, Pablo está ahí, lejos, pero cerca en el pensamiento.

La enfermera ha llegado. Traída a rastras a la casa porque ya son las once de la noche y hay que dormir a Antonella. Busca en su bolso de primeros auxilios una aguja que esté estéril, nueva o que parezca nueva. Me baja la pijama mientras veo su maquillaje de miedo pelo y me mete la punta filuda en la parte trasera. Para que me olvide del mundo. No lo sentirás, dijo.  No la sentiré, repito, mientras pienso que esa libertad que tanto anunciaba fue ilusión de mi mente, pues la visita fue concebida desde hace más de seis años y sigue siendo concebida.

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Literatura

23 de abril, Día Internacional del Libro, ¿por qué se celebra en esa fecha?

En ese día, a nivel mundial, también se conmemora el Derecho de Autor.

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Leer o no leer, he ahí el dilema. Cada 23 de abril el mundo celebra el Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor, una fecha que destaca la importancia de la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual.

Esta conmemoración encarna el esfuerzo colectivo por promover el libro como pilar fundamental de la cultura y el progreso social. Además, durante esta fecha, distintas organizaciones buscan instruir a las personas sobre los derechos de autor, fundamentales para asegurar que los creadores reciban el reconocimiento y los beneficios económicos por sus obras.

El Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor tiene su origen en una iniciativa de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) que se remonta a 1995.

La UNESCO promueve esta jornada no solo como un acto de celebración sino también como un llamado a la acción para que gobiernos, instituciones educativas, bibliotecas, grupos culturales, autores y editores trabajen de manera conjunta en pro de la difusión del libro y la defensa de la propiedad intelectual.

23 de abril, la fecha elegida

La elección de esta fecha se debe a varios acontecimientos históricos relacionados con la literatura que coinciden en este día. El 23 de abril de 1616 murieron tres grandes escritores: Miguel de CervantesWilliam Shakespeare y Garcilaso de la Vega, aunque cabe mencionar que las fechas no son exactamente contemporáneas debido a la diferencia entre los calendarios juliano y gregoriano. Además, la fecha también coincide con el nacimiento o fallecimiento de otros destacados autores en diferentes años.

La celebración tiene como propósito principal incentivar a las personas a descubrir el placer de la lectura y respetar la invaluable contribución de los autores a la cultura y al progreso social.

La decisión de trasladar la Fiesta del Libro al 23 de abril de manera definitiva se tomó en España en 1930. La propuesta fue iniciativa del escritor valenciano Vicente Clavel Andrés, quien sugirió establecer una fecha específica para celebrar y fomentar la lectura entre el público de su país.

En 1995, después de varios años, la propuesta de la Unión Internacional de Editores, presentada por el gobierno de España a la Unesco, buscaba designar esa fecha como el Día del Libro a nivel global. El organismo especializado de las Naciones Unidas respondió rápidamente y aprobó la propuesta en el mismo año.

Biblioteca Ateneo, en Argentina, considerada con una de las más hermosas del mundo.

Actividades por el Día del Libro

Dentro de este marco festivo, la Alianza Francesa de Lima ya empezó a tejer una serie de eventos que se vienen desplegando desde el 13 y culminan este sábado 27 de abril en sus sedes de Miraflores, Jesús María y La Molina, marcando el inicio de las conmemoraciones.

La Alianza Francesa abrirá sus puertas en sus sedes de La Molina y Miraflores para acoger dos imperdibles ventas de libros de segunda mano. Estos eventos no solo presentan una excelente oportunidad para encontrar libros a precios inigualables, sino que también brindan la posibilidad de explorar una diversidad de géneros literarios. Con la promesa de hallazgos únicos y joyas escondidas entre sus estantes, estas ventas se convierten en el escenario perfecto para aquellos ávidos de aventuras literarias y tesoros ocultos.

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Literatura

40 años de poesía y terquedad

Entrevista a Ángel Yzquierdo Duclós por Julio Barco

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Por Julio Barco

Hace 40 años, Ángel Yzquierdo Duclós tomó la decisión más importante de su vida: dedicarse a vender libros en el Perú. Y no solo eso, sino a venderlos en la calle, y no en cualquier calle, sino en el mismo corazón de La Victoria, a unos metros de Gamarra, en la misma avenida Aviación. El poeta popular, cantautor de fina estirpe, promotor de la literatura peruana, entonces miembro de la ANEA, no se imaginaba que los siguientes años viviría, a puro esfuerzo, de la venta de libros y sus derivados. Esta es la historia de una pasión desesperada, pero también de un ejemplo para todos los pesimistas ilustrados.

1.Ángel, celebramos contigo, estos cuarenta años de entrega a la cultura del libro en el Perú, ¿qué significa para tu este casi medio siglo?

Hasta ahora no me he puesto a pensar, ah… yo vine acá solamente para ver si podía hacer un vals, una canción, un poema, un cuento. Ya pasaron 40 años, pero todavía no los he culminado. A lo mejor sí, pero en estos cuarenta años me sorprende descubrir que este sitio sigue siendo mágico. De tal forma, uno viene a diferentes sitios de Lima, pero algo me decía que acá estaba mi futuro no en dinero, porque en dinero podíamos hacerlo en otra parte, pero acá sucedía algo extraño, pero positivamente hablando. Así que hace tres (o dos años) me di cuenta de que habían pasado cuarenta años, y me siento contento conmigo mismo, como si fuera el primer día que empecé a vender libros en esta calle, entre la Avenida Aviación y con 28 de Julio. Un primero de abril de 1984.

En recientes encuestas, observamos que nuestra sociedad no consume más de cinco libros al año. En ese sentido, ¿cómo ves actualmente la realidad del libro en el Perú?

¿Eso es antes del celular o después del celular?

Después del celular…

Si antes del celular la gente leía poco, y como decía San Agustín, de lo poco, poco. Pero, no, es una mentira. Si nadie lee en el Perú entonces cómo me explicas que hay infinidades de editoriales, cómo me explicas, por ejemplo, que una sola obra alrededor del país lo masifiquen por dos mil, tres mil ejemplares; y los pongan como gancho en el Plan Lector. La gente lee, uno por obligación hablando en términos escolares, y hay que ser realista ahora es menos, pero siempre hay ese batallón humano que muere en su ley, que se desespera por los libros. O sea, hay pocos, por el celular disminuyó bastante, en el término escolar, universitario; pero realmente hay un buen ejercito humano que lee. Por ejemplo, tú lees, tú devoras libros y tienes una computadora en tu cerebro- Así como tú hay chicos que vienen y se alegran cuando viene, papá mira ese libro…Qué bacán, ¿no? Y su mamá y su papá le compran con cariño su libro, caray, y son pocos, escasos. Hay que ser bien tercos para seguir trabajando como librero, te das cuenta. Yo puedo poner otra chamba y ganar mil veces más que como librero, pero… me gusta pues. Además, los libros mientras yo todavía esté con vida, todavía van a seguir existiendo. ¿Por qué? ¿Qué es mejor? ¿Hacer el amor en la pantalla o en persona? Así es el libro con uno. Tú lo ves, tú lo palpas, sientes su vibra. Yo no sé qué conclusiones podrás sacar.

3.Al margen de tu faceta de librero legendario, sabemos que tú gran pasión es la escritura, de versos y valses, ¿Cuándo los lectores conoceremos tu hasta la fecha inédito poemario Albatros de la Esperanza?

Yo quisiera que sea este año, pero es bien difícil. Primero porque yo quiero hacer una edición de cincuenta mil ejemplares. Todos dicen que es una obra pero, ¿qué son cincuenta mil ejemplares para todo el país? Somos como veinte millones de lectores, te das cuenta… Yo quisiera imprimirlos, creo, pero económicamente hablando, no puedo… no puedo… yo quisiera publicarlo, pero como no he podido publicar mi libro Albatros en pleno campo de Agramante, y el otro que tú sabes, Pequeña garua del cielo limeño…lo pude publicar. Uno ya esperaba listo para publicarlo, mil ejemplares… pero quinientas ejemplares son de los amigos nomás. Si yo he rechazado la portada de los mil ejemplares. He roto las portadas. Y a ti te consta. Yo he pedido por mi libro tres mil dólares, porque con eso se iba a hacer una especie de ONG, con el auspicio de la Cachina peruana podíamos publicar más de cien poetas, escritores, de Piura, Tumbes, Ayacucho… O sea, nuestro país es rico en literatura, en narrativa. Yo quizá me muera y sin publicar, piña pues, pero estoy contento conmigo mismo. Ya si Dios quiere, si la doña dama me sorprende, están mis amigos que van a publicar mi obra póstumamente. Ya hay proyectos empaquetados para que vayan a la casa y simplemente después los editen. Ahora, ¡mis canciones! Quizás también me vaya de este mundo y lamente, valga la redundancia, que después de muerto me conozcan como compositor. Yo estoy contento conmigo mismo. Me voy a cualquier parte del Perú y recorro las pistas y comienzo a cantar mis propias canciones y es un placer de la putamadre, ¿no?

Ángel, el futuro es ahora: ¿Qué le dirías a los chibolos de nuestro país, lo que sueñan con los universos de los libros?

Pueden estar pegados a los celulares, porque es un buen material de información. Pero nuestros libros son como nuestros perritos fieles: los puedes tirar, abandonar, pero llega un momento donde ese libro te va a ser un bálsamo para ese día. Porque tu ánimo va a estar de acuerdo a lo ya escrito. Por más que venga la tecnología puedes tener tu libro en un rincón de cuatro paredes, hay que amar a los libros. Gracias a los libros estamos acá.

Vendes libros en una zona empapada de comercio textil y alimenticio, ¿Cuánto te ha costado mantenerte durante tantos años?

¿Qué es mantenerse en este rico oficio? ¿Cuánto me ha costado? Me ha costado. Yo he mantenido esto. La venta de libros. Mi función como librero me ha mantenido a mí. Recuerda ese poema El buen samaritano. Ya. Tuve un amigo que generosamente me ayudaba a cubrir los gastos que la poesía demanda placer dinero tiempo y dinero para compartirlo a los demás gracias a este negocio pude estilizar algunos textos. Y he sido monstruo en ventas. He sido varias veces vendedor de artefactos eléctricos en los setentas… Desde 1976, como tú que te enamoras y haces unas cuantas letras, sin pensar en tu puta vida que con el tiempo se iba a convertir en un oficio. Y me convertí en poeta y me convertí en compositor. Yo me voy a morir y estoy alegre conmigo mismo, pero eso no sirve como conformismo, sino que también hay que seguir sacándole jugo a la vida. Por eso, en un poema digo, hazte amigo de la muerte; por eso, cuando te vea simplemente te dé una oportunidad.

Gracias Ángel.

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Literatura

30 años de “Sieteculebras”, revista andina de cultura (1991 -2021)

“Publicar en Perú es cosa de locos… pero me gusta ser loco y seguiré con mi locura hasta que mi cuerpo y mis energías lo permitan”.

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Por: Mario Guevara Paredes.

En 30 años de «Sieteculebras» hemos publicado 50 números. Somos una revista independiente que no recibe patrocinio ni estatal ni privado, se mantiene vía publicidad, en un medio como el peruano donde las revistas culturales mueren en los primeros números porque el Estado no tiene una política cultural en torno a las revistas. Somos la revista independiente más longeva de Perú después de «Hueso Húmero» que todavía continua editándose.

En cifras, son más de 3000 páginas editadas hasta el momento. Hemos publicado desde artículos de ciencias sociales, como historia, arqueología, folklore, política y cine. Como también textos de crítica literaria, lingüística, ensayos sobre literatura peruana y latinoamericana, poesía, cuento, crónicas, entrevistas, fotografía. Y sobre todo hemos resaltado el trabajo de nuestros artistas plásticos peruanos. En 21 de las 50 carátulas ilustraron pintores cusqueños de varias generaciones, como también de otras ciudades fuera de Cusco, como Lima, Arequipa, Iquitos y Puno. Asimismo ilustraron pintores de Bolivia, Ecuador y México.

Articulos sobre poetas  peruanos  publicados en Sieteculebras

En los 49 números editados, se han publicado más de 70 artículos sobre la poesía de los peruanos: Juan del Valle Caviedes, César Vallejo, José Emilio Westphalen, Ángela Ramos, Carlos Oquendo de Amat, Washington Delgado, Gamaniel Churata, Alejandro Romualdo, Efraín Miranda, Javier Heraud, Juan Ramírez Ruiz, Enrique Rosas Paravicino, Vladimir Herrera, Antonio Cisneros, Ricardo Quesada, Boris Espezua, Andrés Alencastre (Kilku Waraka), Luis Nieto Miranda, Alberto Mostajo, Gustavo Pérez Ocampo, Raúl Brozovich, Ángel Avendaño, Jorge Flores Aybar, Ana Bertha Vizcarra, Edwin Segovia, Juan Alberto Osorio, Rosina Valcárcel, Leoncio Bueno, Yvan Yauri, Juan Gonzalo Rose, Domingo de Ramos, Sonia Luz Carrillo, Antonio Cilloniz, Carlos Velásquez Iwaki, Monica Carrillo, Catalina Bustamante, Enrique Verastegui, Houdini Guerrero, Dida Aguirre, Jesús Cabel, Amaro Nay, Mario Pantoja, Shelma Guevara, Antonio Cisneros, Ángel Avendaño Farfán, Alejandro Romualdo, Víctor Alvarado, Gloria Mendoza Borda, Leopoldo Chariarse.

Articulos sobre poetas  extranjeros  publicados en Sieteculebras

Como también de poetas de otras nacionalidades como: Octavio Paz (México), Jorge Luis Borges (Argentina), Pablo Neruda (Chile), Gabriela Mistral (Chile), Ernesto Cardenal (Nicaragua), Vicente Huidobro (Chile), Atila József (Hungria), Alejandra Pizarnik (Argentina), José Martí (Cuba), Alfonsina Storni (Argentina), Diamela Eltit (Chile), Juan Antonio Alix (Dominicano), Bernardo de Balbuena (España), Carmen Bruna (Argentina), Dulce María Loynaz (Cuba), Haroldo de Campos (Brasil), Allen Ginsberg (USA), Jorge Teillier (Chile), Vicente Hidobro (Chike), Sheyla Bravo (Ecuador), Nicanor Parra (Chile), Vinicius de Moraes (Brail), Roque Dalton (Salvadoreño), Nelson Romero Guzmán (Colombia), Raúl Zurita (Chile), Elvira Hernández (Chile), Tomas Tranströmer (Suecia), José Ángel Cuevas (Chile), Alvaro Mutis (Colombiano), Bruno Pino (Ecuador), Paul Celan (Rumania), Santiago Montobio (España).

Entrevista  a escritores peruanos y extranjeros

Ángel Avendaño, Alejandro Romualdo, Luis Figueroa Yábar, Pablo Guevara, Raúl Brozovich, Cronwell Jara Jiménez, Vladimir Herrera, Horacio Villanueva, Gustavo Pérez Ocampo, Oswaldo Reynoso, Luis Nieto Miranda, José Tamayo Herrera, Juan Zevallos Aguilar, Tomás G. Escajadillo, Feliciano Padilla, Francisco Lombardi, Miguel Gutiérrez, Zein Zorrilla,  Eduardo Gonzales Viaña, Alfredo Herrera, Mario Curasi, Feliciano Mejía, Pedro Granados, Tulio Mora, William Rowe (Ingles), Eraclio Zepeda (México), Martín Lienhard (Suizo), Luis Beiro Álvarez (Cuba), José Luis Iturrioz (España), Jorge Miguel Cocom Pech (México), César Itier (Francia), Pedro Antonio Valdez (Dominicano), Juan Villoro (México), Raúl Zurita (Chile), Bernardo Carvalho (Brasil).

Artículos sobre narradores peruanos

José María Arguedas, Oscar Colchado, Feliciano Padilla, Walter Lingan, Socrates Zuzunaga, Mario Guevara Paredes, Enrique López Albujar, Manuel Scorza, Enrique Rosas Paravicino, Francisco Izquierdo Ríos, Inca Garcilaso de la Vega, Ricardo Palma, Clorinda Matto, Julio Ramón Ribeyro, Miguel Arribasplata, Carlos Calderón Fajardo, Gregorio Martínez, Jorge Flores Aybar, Mercedes Cabello, Gregorio Martínez, Mario Vargas Llosa, Luis Nieto Degregori, José Carlos Mariátegui, Miguel Garnet, Luis Enrique Tord, Tomás G. Escajadillo, Alonso Cueto, Ciro Alegría, Carlos Rengifo, Houdini Guerrero, Gamaniel Churata, Antonio Cornejo Polar, Christian Reynoso, Ruben Sueldo Guevara.

Artículos sobre narradores extranjeros

Alejo Carpentier (Cuba), Jorge Luis Borges (Argentina), Eduardo Galeano (Uruguay), Carlos Fuentes (Mexicano), Italo Calvino (Italia), Augusto Céspedes (Bolivia), James Joyce (Irlanda), Augusto Monterroso (Guatemala), Sergio Pitol (México), Juan Bosch (Dominicano), José Saramago (Portugal), Gabriel García Márquez (Colombia), Alberto Blest Gana (Chile), Michael Foucault (Francia), Ernesto Sábato (Argentina), Lucio Cabañas (México), Victoria Ocampo (Argentina), Juan Rulfo (México), Juan Gabriel Vásquez (Colombia), Mo Yan (Chino), Patrick Modiano (Francia), Miguel de Cervantes Saavedra (España), Jorge Amado (Brasil), Eduardo Barrios (Chile), Eustaquio Rivera (Colombia), Gunter Grass (Alemania), Walter Benjamin, Gilles Deleuze (Francia), Ludwig Wittgenstein (Austria), Reinaldo Arenas (Cuba), Julio Cortázar (Argentina), Elisa Lerner (Venezuela), Carlos Monsiváis (México), Manuel Puig (Argentina), Sergio Ramírez (Nicaragua).

Poetas cusqueños cuyos textos fueron publicados en Sieteculebras

Carlos Velásquez Iwaki, Ana Bertha Vizcarra, Raúl Brozovich, Juan Alberto Osorio, Shelma Guevara Zamalloa, Beatriz Salas, Hugo Contreras Rosas, Martín Moya Delgado, Miguel Ángel Fuentes, Pasos Paz, Odi Gonzales, Luis Nieto Miranda, Harry Marmanillo , Juan Mescco, Yvan Yauri, Mario Pantoja, Orlando Granda, Willny Dávalos Orduña, Franklín Sequeiros Soto, Soledad Araóz Cartagena, Martín Zúñiga, Ángel Avendaño Farfán, Pavel Ugarte, Elías Jara, Jorge Vargas Prado, Luis Vargas Cereceda, Gonzalo Valderrama Escalante, André Chacón Santander, Luz María Crevosier, Américo Yábar Zevallos, Luis Calderón Ugarte, Jhon Paucar, Frida Ibañez Ayerve y Carlos Candia Muriel.  

Publicar revistas culturales es cosa de locos

Publicar una revista de cultura en Perú es cosa de locos porque en un país que no lee, que tiene pocas bibliotecas y contadas librerías, y que para el Estado la cultura no es asunto de prioridad nacional, es simplemente cosa de locos. Además, si esta publicación no recibe patrocinio alguno de una municipalidad, gobierno regional, universidad, organización no gubernamental, o de la empresa privada; es también cosa de locos.

Sin embargo, ¿qué motiva publicar una revista y que esta se mantenga durante años a sabiendas de los problemas económicos que ocasiona cada edición? Posiblemente es la simple vanidad de lograr algo que muchos quisieran realizar pero no lo hacen por la sencilla razón de que publicar no es rentable; es perder el tiempo, es de ácratas, de bohemios, de idealistas, de vagos; y sobre todo, no es considerado un trabajo. Así de simple, como no es trabajo, lo nuestro es cosa de locos.

Ahora bien, dicen que el tiempo es dinero, y tienen toda la razón del mundo: el tiempo es dinero. ¿Por qué creen que existen los ricos? Por el simple hecho de que no pierden tiempo, y menos editando revistas que pocos compran. Además la gente las quiere gratis, porque el trabajo intelectual es cosa de locos, y como es cosa de locos, no debe costar dinero. ¿Observaron alguna vez que un panadero les done sus panes, que un taxista no les cobre la carrera, que el peluquero les corte gratis el cabello, o que el canillita les obsequie el diario? Pero sí quieren que un escritor, poeta o editor de revistas les regale su producto de trabajo, algo que les cuesta interminables noches de insomnio, acompañado de febriles horas de desasosiego. Asimismo, el editor de revistas hace y consigue artículos, diagrama, corrige textos, vende publicidad, reparte revistas, etcétera, etcétera, etcétera.

Entonces, me reafirmo en lo mismo, publicar en Perú es cosa de locos. Debo estar bien loco, como muchos editores de mi país, para mantener “Sieteculebras” durante treinta largos años. Pero me gusta ser loco y seguiré con mi locura hasta que mi cuerpo y mis energías lo permitan.

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Literatura

Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa cumple 88 años

Amado por muchos y odiado por algunos, el premio Nobel de Literatura disfruta su cumpleaños con su familia en plena semana santa.

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Jorge Mario Pedro Vargas Llosa (Arequipa, 28 de marzo de 1936), conocido como Mario Vargas Llosa, sin duda es uno de los personajes más connotados en la historia peruana, por su calidad literaria y por haber alcanzado la cumbre en las letras, al cosechar a lo largo de su carrera diversos premios y en especial por ser designado como Premio Nobel de Literatura 2010.

Por ello, es considerado como uno de los novelistas contemporáneos más importantes y es uno de los autores supervivientes del boom latinoamericano.

Tapa de la novela La ciudad y los perros, publicada en 1963 por Seix Barral.

Varguitas como le llamó su tía y ex mujer Julia Urquidi, también se dedicó al periodismo y tuvo un programa televisivo ‘La Torre de Babel’ con interesantes entrevistas a personajes destacados, como Jorge Luis Borges y Corín Tellado; pero antes ya había incursionado en la prensa peruana, escribiendo para los diarios La Crónica y La Industria, hasta encallar en la legendaria columna propia, surgida en 1977 y llamada ‘Piedra de Toque’.

El Nobel peruano, soñó con ser presidente del Perú y estuvo a punto de lograrlo con el Fredemo, porque contaba con todo. El financiamiento millonario para su campaña, los mejores técnicos para aplicar las mejores políticas públicas y todo un equipo multidisciplinario de comunicación que lo colocaron como el candidato favorito; sin embargo, por decir la verdad en plena campaña electoral, al afirmar que su eventual gobierno tendría que aplicar la medida del schock económico para lograr estabilizar la economía peruana que García Pérez destrozó, perdió las elecciones en 1990, gracias a la campaña devastadora que le interpusieron los apristas para “allanarle” el camino a un profesor universitario de origen nipón, que luego de tomar el poder presidencial terminó siendo un dictador.

Tapa de la edición número 17 de la revista impresa Lima Gris publicada en 2019.

Entre tanto, Vargas Llosa se exilió en Europa y no quiso saber nada del Perú. Se sintió decepcionado y su derrota política quizá haya significado una de las más grandes frustraciones en su vida, aunque él lo haya negado en reiteradas ocasiones.

Sin embargo, el autor de Los Cachorros supo reponerse y reconciliarse con la tierra que lo vio nacer y tras vivir en Europa, siempre se afinca en Arequipa y en Lima, donde goza del cariño de los amigos, e incluso de los que no lo son, porque finalmente, siempre tendrán algo qué decir de él.

¡Feliz cumpleaños Mario y que sean muchos más!

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Literatura

Hijos del premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez lanzan al mercado la novela póstuma ‘En agosto nos vemos’

Tras diez años de la partida del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, el 6 de marzo se realizará el lanzamiento de su novela inédita ‘En agosto nos vemos’.

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Finalmente se cumplirá lo que Gabo García Márquez les prometió a sus hijos, Gonzalo y Rodrigo; que, después de su muerte, ellos podían disponer de su obra como quisieran. Por ello, este miércoles 6 de marzo de 2024, llegará a las librerías de todo el mundo “En agosto nos vemos”, la novela póstuma del premio Nobel de literatura, justamente el mismo día que habría cumplido 97 años.

Precisamente, a mediados de 2023, Rodrigo García Barcha adelantó:

“Pensamos que el libro tenía muchos méritos y yo creo que de verdad los lectores van a apreciar el libro, porque es muy de Gabo, y eso se extraña. Él siempre nos dijo a Gonzalo y a mí que cuando ya no estuviera más, nosotros podíamos disponer de su obra como quisiéramos. De manera que, le tomamos la palabra”.

“Nuestra impresión, de mi hermano y yo, es que la falta de facultades que le impidió a Gabo acabar el libro, su pérdida de memoria, su pérdida de la concentración, también le impidió darse cuenta de que el libro estaba mejor de lo que él pensaba. Yo creo que cuando él decía que no funcionaba, era también porque estaba luchando por entender el libro, pero su estado se lo impedía. Volvimos a leer el libro y nos dimos cuenta de que estaba en mejor estado del que recordábamos. Entonces, decidimos que valía la pena rescatarlo y lo que se hizo fue una edición óptima de todas las varias versiones que él tenía. En ningún momento se alteró el texto, no hay nada allí que él no haya escrito. El libro es la mejor versión de lo que él escribió”, reveló a Infobae Rodrigo García Barcha.

Con esa respuesta, sus hijos, años después de revisar el manuscrito que escribió íntegramente su padre, y con las correcciones pertinentes, tras compararlo con las distintas versiones que alcanzó a escribir Gabo, decidieron rescatarlo.

Portada de la nueva y póstuma novela de Gabriel García Márquez.

La publicación saldrá a la luz, justo antes del décimo aniversario del fallecimiento de Gabo, el 17 de abril de 2014 y la revista “Lengua” de Penguin Random House dio un adelanto de “En agosto nos vemos”

Aquí las primeras líneas de la nueva novela inédita de Gabo:

“Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde. Llevaba pantalones vaqueros, camisa de cuadros escoceses, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso, su bolso de mano y cómo único equipaje un maletín de playa”.

Penguin España anunció el lanzamiento de la nueva novela “En agosto nos vemos”.

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Literatura

NUEVA EDITORIAL DE ARTURO DELGADO GALIMBERTI

Lee la columna de Rodolfo Ybarra.

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El reconocido escritor y periodista Arturo Delgado Galimberti (La Ruptura, Los Espejos del Infierno, Karma Instantáneo para John Lennon, etc.) ha decidido inaugurar una novísima línea editorial: Nuevos Artesanos Editores. Al respecto, aprovechamos para conversar con el autor de este y otros temas trascendentes en la industria editorial.

1.-¿Cómo así y bajo qué parámetros, un escritor decide fundar una editorial?

La idea de fundar una editorial siempre ha sido algo latente. Incluso en los años noventa creé una de similar nombre para publicar mi primera novela, La Ruptura, y a un par de poetas. De algún modo estoy retomando ese antiguo proyecto con Nuevos Artesanos Editores, pero con las exigencias de esta época marcada por las nuevas plataformas digitales. Por otro lado, no es para nada insólito que un escritor sea al mismo tiempo editor, como sabes acá en el Perú están los casos de Scorza y Congrains, para no remontarnos a uno de los mayores pensadores que tuvimos, José Carlos Mariátegui. Y hay muchos ejemplos más.

2.-¿No crees que el mercado editorial está copado de alguna manera, hay una atomización de editoriales pequeñas y medianas que no logran hacer el balance con las editoriales mainstream?

Creo que, para decirlo deportivamente, pertenecen a ligas diferentes. No es posible competir con las transnacionales en ningún rubro, no solo editorial. Sin embargo, a pesar de la atomización de las pequeñas y medianas editoriales, la demanda a esa escala aún no ha sido cubierta del todo, sobre todo si se tiene en cuenta que muchos autores optan por editoriales con cierta presencia mediática, pero que no satisfacen los mínimos criterios de calidad y credibilidad.

3.-¿Qué es lo nuevo o lo novedoso que estaría ofreciendo tu editorial?

En principio, algo que parece elemental, pero de las que muchas carecen, un verdadero sentido editorial. No es una editorial para todo el mundo, sino para cierto tipo de autores. Y una clave la da el nombre del sello: Nuevos Artesanos. Toma la idea de las vanguardias, que irrumpían contra el concepto de Arte como institución y que reivindicaban el rol de artesano del verdadero creador. A partir de allí, mi intención es que la labor de editor y el compromiso con el autor sea permanente, y eso incluye la preocupación por la difusión de su obra en todos los medios y canales posibles. Por esa razón, un objetivo de esta primera etapa es tener un catálogo de obras que pueda cimentar el prestigio y la identidad del sello. Eso presupone, por supuesto, un filtro en relación con las propuestas estéticas que me parecen pertinentes y se condicen con el enfoque de la editorial. Si bien no se puede renunciar a la posibilidad de hacer un servicio por el servicio mismo, desde ya sólo me interesa incluir dentro del catálogo y las colecciones del sello a los autores y obras que se desmarcan de quienes tienen un prurito comercial y nulo pensamiento crítico.

4.-¿Estaríamos hablando de una editorial de culto (que no es lo mismo que una editorial de élite)?

Bueno, la identidad de la editorial se irá perfilando en su catálogo, pero repito, sí hay una intención de ser una vitrina de escritores en la medida de lo posible con una postura crítica ante la realidad y un trabajo ficcional sobresaliente.

5.-¿Estarías dispuesto a hacer alguna alianza con otras editoriales o trabajar en plataformas anchas, red editoras, etc.?

Por supuesto, eso ya ha sido conversado por el equipo que me acompaña en este proyecto, pero considero que ese tipo de alianzas pueden darse a mediano plazo. A corto plazo, creo que la tarea que queda por desarrollar es constituir un catálogo mínimo que deje en claro para los lectores y los autores la identidad y singularidad de la editorial.

6.-El trabajo de un editor es más amplio que el de un impresor, esto parece que se confunde cuando el escritor busca precios bajos y se encuentra con los “manchapapeles”. Y al parecer, es difícil para un neófito ver las diferencias. ¿Podrías explicarnos este punto?

Sí, es muy común que muchos autores, por ahorrar costos, prefieran prescindir de editores y recurrir directamente a una imprenta. Es cierto también que a veces es difícil distinguir entre algunos “editores” y un simple impresor (lo digo negativamente). Y como escritor, editor, corrector y ante todo lector, formado en Literatura en la universidad de San Marcos, ese lastre lo he notado incluso entre editores muy solicitados. Y me refiero a la falta de pulcritud de los textos publicados, que usualmente están llenos de erratas, algunas bochornosas. Además, un buen editor garantiza que el libro impreso no se deshoje a la segunda leída y que el diseño de portada y diagramación no sea realizado de manera chapucera. Y finalmente interviene en todo el proceso de edición del texto, que no solo ve la corrección gramatical y ortográfica, sino por ejemplo la pertinencia del título con relación a la obra, observaciones sobre el contenido, y los llamados paratextos. Obviamente para esa tarea, un prerrequisito es leer con ojo crítico cada obra presentada, lo cual en nuestro medio no es lo común entre los editores, que apenas leen los libros que publican, aunque sí facturan. Y entre los que sí leen, la mayoría quizá son buenos escritores o poetas, pero no son gramáticos, y por tanto, suelen cometer pifias tras pifias.

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Cultura

Mi epitafio lleva tus versos

Lee la columna de Joe Guzmán

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A fines del año pasado, Nectandra Ediciones publicó el poemario “Dedicatorias” de Carlos Tataje, gran referente de la poesía liberteña y recientemente fallecido. Carlos Santa María, director de la editorial, tuvo la gentileza de pedirme un texto que sirviera como prólogo para dicha edición. He aquí el texto:

Conservo su imagen como la descubrí aquella noche del 2010, mientras recitaba a Martín Adán en un bar del centro de Trujillo. Conservo su imagen severa, presuntuosa, insobornable y arrogante como la de alguien que sabe que no es profeta en su propia tierra. En ese entonces, yo tenía diecinueve años y él cincuenta y uno; yo acababa de ingresar a la universidad y él de ganar el Copé de Plata en Poesía. Él se hallaba en camino de ser un autor consagrado; yo, de intentar alcanzar una vocación que hasta el día de hoy me es un poco esquiva. Ahora, recordando todo esto, comprendo que el tiempo no es más que una metáfora inefable, extraña e intraducible.

Él podía ser todas las épocas, los lugares y los escritores que amó hasta el fin de su vida (Homero, Borges, Cervantes, Vallejo, Wilde, etc.); pero a veces simplemente solía ser Carlos Tataje: pintor, declamador, poeta, narrador y estudioso de las civilizaciones primitivas y de la filosofía inca.

Su postura artística me hace recordar a los escritores poco reconocidos que formaron parte de las insurgencias provincianas (el grupo “Norte” en Trujillo, “Aquelarre” en Arequipa, “Orkopata” en Puno) y que cuestionaron un modernismo desgastado en las primeras décadas del siglo XX, para luego explorar e iniciar los nuevos caminos de la vanguardia peruana y reivindicar el mundo andino. Esto último conllevó a que, en el 2018, saque a la luz, fruto de una investigación de más de treinta años, unos pocos ejemplares de “Fundamentos y pensamiento mágico”, la primera parte de su monumental obra llamada “Mundo Inca”. En ella nos mostró distintos elementos que sirven como herramientas para una mejor interpretación de la cosmovisión prehispánica. Cabe decir que tampoco está exento de polémicas y discusiones.

Pero el objetivo de este texto es comentar su obra poética, aunque esta también tenga como punto de referencia lo histórico.  Son tres los poemarios que se conocen de él: “Dedicatorias”, “Epitafios” y “Kay Pacha”. Los dos primeros formaban uno solo, pero los tuvo que dividir para poder participar en distintos concursos. Así que uno lo envió a Madrid y el otro a Lima. Los dos salieron ganadores. Con “Dedicatorias” recibió en el año 2002 el Premio Gastón Baquero, convocado en Madrid por la editorial Verbum. Con “Epitafios”, siete años después, ganó el Premio Copé de Plata. Asimismo, Kay Pacha” quedó finalista en el Premio Copé del 2015.

En “Dedicatorias” y “Epitafios” se poetiza la vida y obra de personajes que pertenecen a distintos ámbitos: filósofos, matemáticos narradores, conquistadores, políticos, poetas, religiosos, pintores, cantantes, emperadores, reyes, científicos, etc. En cada discurso poético, Tataje demuestra el amplio conocimiento que posee, además de su gran habilidad para construir imágenes simples y herméticas. La escritura, entonces, consolida un gran diálogo histórico, a través de una apropiación estilística, rítmica, musical y, en algunos sentidos, psicológica.

En “a Isidore Ducase, Conde de Lautreamont”, por ejemplo, refleja la energía de la agresión (la violencia es un pretexto en el proceso de aprendizaje) y la exaltación de una vida no convencional y enjuiciadora que caracterizaba la poética del escritor uruguayo:

Ya tengo las armas, Isidore:

he pulido el brillo de las navajas de dientes de escualo,

arden las hogueras de ginebra y el aroma

               ya embriaga a los querubines más apetitosos.

Adelante, falso Conde Maldoror, ¡adelante! …

¡Eah!, atrás Escrúpulos,

aliaos con la aristocracia para terminar con ella

En “a Zhuang Zé”, construye un juego verbal a partir del texto “Sueño de mariposa”, siguiendo la premisa junguiana de que las creaciones literarias pertenecen al mundo onírico y que un autor no es inventor, sino un explorador que se sumerge en su propio inconsciente y en su propia tradición literaria.

Soñé que soñaba contigo

un sueño que no tuviera testigos.

Sueño de vigilia y de absoluto

silbos y luciérnagas, todo junto.

La luna sosiega los campos,

Y el mundo duerme tan cansado.

Mención aparte merecerían “a César Vallejo” y “a Arthur Rimbaud”, dos de los poemas más logrados de “Dedicatorias”. Los títulos indican un destinatario en específico, generando una atmósfera más íntima y personal entre el sujeto empírico, el locutor y los enunciadores.

El texto que sirve como el núcleo de su poética es la dedicada a Edgar Lee Masters (se encuentra en “Epitafios”), autor de Spoon River, gran obra polifónica que reúne a más de doscientos poemas en forma de epitafios.

Son tres las influencias que puedo percibir en Tataje:

  • El recurso de la simultaneidad de voces que forman parte de su corpus poético, descubriendo el carácter polifacético de la vida y la complejidad de las vivencias humanas.
  • La Antología Palatina, colección de poemas, en su mayoría epigramas, escritos durante el periodo clásico de la literatura griega. Resaltan por su brevedad, de dos a ocho versos, aunque hay unos pocos que son extensos. Fueron escritos para ser grabados en inscripciones de tipo sepulcral. Esta obra sirvió como influencia para otros poetas como Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Fray Luis de León, entre otros.
  • Los poetas satíricos romanos que en el pasado enjuiciaron a sus contemporáneos. En algunos poemas, Tataje recurre a la ironía y al sarcasmo para generar una crítica severa hacia algunos personajes.

Los hablantes líricos se adecuan al tono y contexto del poema, la gran mayoría de ellos están en segunda persona, generando un desdoblamiento de la personalidad en el campo de la ficción. Además, encontramos una variedad de propósitos (homenajes, admiración, crítica, acusación, etc.) hacia cada uno de los destinatarios. Lo curioso es que el único que aparece en ambos poemarios es Borges. Quizás por compartir la fascinación hacia el intelecto y encontrar la verdad en lo estilístico.

“Epitafios” y “Dedicatorias” se ven enriquecidos por la confrontación entre discursos ilustrados y populares, demarcando una gran heterogeneidad poética y enalteciendo la labor de un poeta auténtico, ambicioso y crítico que exige conocimientos a sus lectores. Para Tataje es un acierto no elegirse uno mismo como materia de su obra. La despersonalización requiere de una gran destreza, y en ella demuestra su talento y singularidad en la tradición de la poesía peruana. 

Su postura estética evita la protesta personal, la catarsis y la retórica, iniciando una gran búsqueda hacia la poesía crítica y clásica, en su forma erudita, minimalista, atemporal, extravagante, vitalizadora, trágica, irónica y acusadora.

Sinceramente a mí me creen escritor, pero yo solo soy un poeta, que es una extraña especie de la que no encuentro muchos ejemplares, me comentó alguna vez.

Gaston Bachelard menciona que el ser humano debe sufrir una metamorfosis con la verdadera poesía y que esta tiene una tendencia, casi invencible, de regresar a la vida.

En este libro, Tataje nos demuestra que el fenómeno poético pertenece al espacio de la antropofagia y de la ritualización, ya que, en cada texto, el sujeto lírico manifiesta una invocación sagrada para reconstruir el mundo y reconstruirse a sí mismo, a consta de los demás. 

Tu poesía, querido Carlos, es una pakarina andina que siempre arrojará cenizas, verbos y huesos al viento y hacia nosotros, tus lectores.

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Literatura

Mario Vargas Llosa anuncia su retiro de la literatura

‘Le dedico mi silencio’ será su última obra del Nobel de Literatura del año 2010.

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Considerado el mejor escritor peruano de todos los tiempos, merecedor de un Nobel de Literatura en el año 2010, virtuoso con su pluma para crear historias notables sobre un hombre corriente o de un dictador extranjero. El escritor arequipeño Mario Vargas Llosa ha decidido poner el punto final a su extensa carrera literaria con una última obra próxima a publicarse.

El escribidor. Nobel peruano cierra una magnifica producción literaria. Foto: redes sociales.

El autor de ‘Conversación en la Catedral’ aseguró que el ensayo ‘Le dedico mi silencio’ dirigido al filósofo Jean Paul Sartre será su carta de retiro para la literatura de ficción. Dicho ensayo se encuentra anunciado que llegará a las librerías el próximo 26 de octubre.

Cabe mencionar que la última obra de ficción del octogenario escritor será publicada por la editorial Alfaguara simultáneamente en todos los territorios de habla hispana. El libro cuenta la historia ambientada en el Perú sobre un hombre que soñó un país unido por la música y que enloqueció queriendo escribir un libro perfecto que lo contara.

El escritor contó que terminó de escribir el borrador de su novela en Madrid, en abril de 2022, comenzó a corregirla en mayo y que, desde entonces hasta final de ese año, estuvo haciendo pequeños cambios.

Hace unos meses, tras estar por unos días en el Perú, Vargas Llosa manifestó que pudo dar por concluida su novela. “Ahora, me gustaría escribir un ensayo sobre Sartre, que fue mi maestro de joven. Será lo último que escribiré”, resaltó Mario Vargas Llosa al término de la nota final de su libro.

Última obra de Vargas Llosa dejará un largo ‘silencio’ en el ambiente literario. Foto: Alfaguara.

‘Le dedico mi silencio’ es una obra que mezcla ficción y ensayo, para hablar de un tema que obsesiona al autor desde hace años: la utopía, aunque, en este caso, aborda una utopía cultural con la música peruana como núcleo y pretexto.

La novela, que dedica a su exesposa, prima y madre de sus tres hijos, Patricia, transcurre a principios de la década de los noventa, en plena ofensiva terrorista de Sendero Luminoso, en un país fracturado y asolado por la violencia.

‘Le dedico mi silencio’ es la vigésima novela del laureado escritor de raíces arequipeñas, que publicó la primera de ellas, La ciudad y los perros, hace 60 años, en 1963.  Entre las obras más icónicas del académico peruano figuran: Conversación en la catedralLa casa verdeEl pez en el aguaLa fiesta del chivoLa guerra del fin del mundo, entre otras.

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