Foto: La República.
En enero de este año el gobierno aprobó la ley 30151, ley que modifica el inciso 11 del artículo 20 del Código Penal: “LEY QUE MODIFICA EL INCISO 11 DEL ARTÍCULO 20 DEL CÓDIGO PENAL REFERIDO AL USO DE ARMAS U OTRO MEDIO DE DEFENSA POR PERSONAL DE LAS FUERZAS ARMADAS Y DE LA POLICÍA NACIONAL DEL PERÚ.
Artículo 20.- Inimputabilidad
Está exento de responsabilidad penal:
(….)
11. El personal de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional del Perú que, en el cumplimiento de su deber y en uso de sus armas u otro medio de defensa, cause lesiones o muerte”.
La ley 30151 que modifica el inciso 11 elimina del texto “uso de sus armas en forma reglamentaria” para reemplazarla por “uso de sus armas” y amplía el margen a “u otro medio de defensa”.
El inciso 11, creado por el gobierno de Alan García en el 2007, ya otorgaba impunidad a los miembros de las fuerzas armadas y de la policía, la actual modificación no hace sino ampliarla.
Esto abrirá aún más las puertas para que en escenarios de protestas sociales, donde los medios disuasivos debieran primar, las fuerzas policiales y fuerzas armadas hagan empleo de sus armas letales y generen víctimas sin ningún miramiento. Así lo confirman los más de 20 muertos que han dejado las protestas sociales durante el gobierno de Ollanta Humala y las más de 150 víctimas durante el gobierno de Alan García.
Esta modificación cubrirá además con un manto de impunidad toda investigación o denuncia de los abusos y muertes ocasionados por las fuerzas armadas y policiales pues la ley los exime de toda responsabilidad en los daños o muerte causados a terceros.
Para el caso del VRAE la mira estará puesta en los oponentes a la erradicación de la hoja de coca, es decir, la gran mayoría de sus habitantes. En una región donde los campesinos cocaleros son tildados de “narcoterroristas” esta ley justificará la muerte de aquellos que defiendan sus cultivos cuando se inicie la erradicación compulsiva de la hoja de coca, para presentarlos luego como los “narcoterroristas abatidos”.
¿Cuando la nueva ley señala “otro medio de defensa” se referirá acaso a los bombardeos y hostigamientos constantes que las fuerzas armadas hacen padecer a las poblaciones del VRAE y la completa impunidad por los daños humanos y materiales ocasionados?
¿PAPÁ, POR QUÉ DISPARAN A LAS LUCIÉRNAGAS?
Hemos salido de madrugada, cruzamos el río y enrumbamos hacia Canaire. Llegamos por la mañana para tomar desayuno. El ambiente es denso, la base militar contra subversiva está construida dentro del poblado. En el pequeño restaurante donde desayunamos varias miradas agresivas nos hacen sentir que no somos los bienvenidos. Vienen de una mesa adyacente. Me dicen las personas que me acompañan que los que nos observan y vigilan así son militares vestidos de civil. Al rato aparece el comandante Guido, jefe militar de la base, quién ya está al tanto de nuestra presencia. Nos saluda afablemente pero se niega a ser entrevistado. Muchos centros poblados del VRAE padecen la amenaza constante de los bombardeos de los helicópteros del ejército, sobretodo aquellos cercanos o fronterizos con Vizcatán, la región bajo la influencia del Partido Comunista del Perú militarizado. En estos lugares muchos habitantes formaron parte de los Comités de Autodefensa que se organizaron para repeler a las fuerzas subversivas en los años 90. Sin embargo son estos mismos habitantes quiénes hoy en día rechazan la presencia militar en la zona. Los niños viven aterrorizados.
En el Centro Poblado Unión Mantaro Juan Guillén Gonzales presidente del Comité Multisectorial nos muestra los casquillos de los proyectiles disparados sobre la población desde los helicópteros artillados del ejército.
Esta guerra dice “la están haciendo realmente contra los campesinos, si el gobierno quiere hacer la guerra al enemigo que vaya a dicha zona, que vaya a Vizcatán pero que no la haga contra las poblaciones”. Los habitantes que formaron los Comités de Autodefensa de la zona en los años noventa han conocido de cerca a los militares enviados para organizarlos. Sin embargo en esta nueva etapa de conflicto nos comentan que “algunos capitanes son psicóticos, nos miran como si fuéramos sus enemigos, nos miran asustados, creen que somos de Sendero luminoso. Hay algunos sin embargo que hacen trabajo social, nos informan. Pero hay otros que maltratan a la población. Nos dicen que la próxima vez que hayan enfrentamientos nos matarán a toditos. Ese tipo de personas, enfermos mentales, no hacen sino desorganizarnos.”
Antonio Carbajal Gamboa el joven teniente gobernador de Villa Progreso se indigna también “contra la violencia creada por el ejército” Nos relata el caso reciente de un “campesino poblador de su comunidad” al que los militares prácticamente lo secuestraron, a él y a su hijo, cuando regresaban de sus labores en su parcela. Se “los llevaron como hombres en punta”, es decir como guías forzados y a la vez como escudos humanos en búsqueda de guerrilleros “sin consultar a la población y sin dar a conocer el hecho a las autoridades”.
Atravesamos el río Mantaro y del otro lado nos encontramos en el centro poblado José Olaya que pertenece ya a Pangoa, departamento de Junín.
A partir de aquí el camino se torna agotador debido al fuerte calor y a un mal cálculo en las distancias en este último tramo, es decir, el que nos llevará hasta Nueva Esperanza de Mazángaro. Esto hizo que no previéramos agua suficiente y alimentos para la ruta. Las 2 o 3 horas previstas hasta Nueva Esperanza se convirtieron en 8 horas de intensa e interminable caminata a través de la selva alta de Pangoa, con sus verdes colinas infinitas y la tierra convertida en fango. En este largo trayecto cruzamos algunas casas aisladas cuyos moradores compartieron amablemente con nosotros sus refrescos y algunos alimentos. También encontramos algunas pequeñas cabañas abandonadas, probablemente debido a los constantes bombardeos. Los trabajadores madereros con los que nos cruzamos en el camino confirmaron nuestras sospechas.
Viven y trabajan con temor: “ Incluso cuando hemos querido trabajar de noche con linternas para evitar los bombardeos también recibimos disparos”.
Hemos encontrado un árbol frutal silvestre después de muchas horas de caminata. Se llama Ozón. Sus frutos son pequeños, parecen tomates, son dulces. La naturaleza depredadora que tenemos los humanos, sobre todo en situaciones de urgencia, ha salido a relucir en ese momento. El árbol ha quedado sin un solo fruto. Más allá encontramos caña de azúcar silvestre. A duras penas hemos llegado al centro poblado de Bellavista, sobretodo yo. Bellavista está rodeado de pequeñas colinas. Hoy se llevará a cabo una reunión de cocaleros del lugar.
Desde la colina donde se ubica el local comunal observo a los campesinos que van llegando poco a poco. Muchos son jóvenes, dejan el trabajo de cosecha y secado de la hoja de coca, otros abandonan su labor en la construcción del futuro terreno de fútbol del poblado.
En los diferentes lugares que hemos visitado se ven pocos ancianos, no sé cuál sea la esperanza de vida en estas regiones pero vista la dureza del trabajo, las enfermedades y la ausencia de médicos en la zona, no debe ser muy alta. Ya en Quisto Valle el candidato a la alcaldía de Pichari nos comentaba indignado que el VRAE teniendo una población de más de 400.000 habitantes carece de un hospital.
Al empezar la reunión los representantes del Frente de Lucha por el Desarrollo del VRAE toman la palabra brevemente.
Luego, es un campesino ya mayor quién habla. Su mirada refleja todo una vida de ardua lucha por sobrevivir. Se emociona y entristece al mencionar el abandono en que se encuentran, sobretodo los niños de la región.
Denuncia el pacto de “los poderosos, el del gobierno y los narcotraficantes”.
Él, como otros campesinos de la región es favorable a los cultivos alternativos pero sin embargo constata: “Acá cuando vienen los ingenieros sólo nos hacen preguntas para poder hacer luego sus tesis, no vienen a trabajar. Pero, no importa, nosotros sabemos más que los ingenieros”.
“Antes hemos luchado contra la subversión como Rondas Campesinas (Los actuales Comités de Autodefensa), somos nosotros los que hemos limpiado la zona, los militares han huido. Ahora los militares vienen a jodernos. A nosotros nos agarran y nos dicen terroristas. Nosotros no somos terroristas, ellos son el terror, ellos nos bombardean, los niños están asustados. Tenemos el caso de Nueva Esperanza, allí el gobierno ha mandado a que maten a los pobres campesinos, eso no es justo, no queremos ser carne de cañón”.
Pablo Carpio Bejarano, un joven comunero se levanta y agradece la visita, “una necesidad para los pobres campesinos humillados como nosotros” .
“Sembrando hoja de coca no estamos formando violencia, Nosotros somos simples agricultores que trabajamos. Nos están obligando a hacer cultivos alternativos ¿pero si no tenemos carreteras, vías de comunicación cómo vamos a cambiar? Acá producimos de todo: café cacao, yuca, plátano, ajonjolí pero cuando llevamos nuestros productos a Pichari ¿ cuánto nos pagan por el kilo? 3 soles, 4 soles y de aquí a Pichari cuanto nos cuesta el flete y cuántas horas tenemos que cargar nuestros productos hasta Puerto Palmera? Cuánto nos cuesta la cargada? El bote? El vehículo? Ahí se va todo nuestro trabajo. Mientras, la hoja de coca la vendemos acá nomás, tenemos un costo mínimo. Nosotros no somos narcotraficantes.”
A la caída del atardecer llegamos a Nueva Esperanza de Mazángaro, el centro poblado que fuera bombardeado hace unos meses por las fuerzas armadas peruanas. Un helicóptero militar vuela a baja altura sobre el poblado, el ruido ensordecedor hace huir a los niños. Los pobladores nos muestran los estragos dejados por el bombardeo. Cuando escuchan a los lagartos, como llaman aquí a los helicópteros, salen de sus casas y esperan hasta que se vayan.
Gabino Toscano Curvo vicepresidente del CAD (Comité de Autodefensa), estaba conversando con sus vecinos fuera de su casa cuando empezó el bombardeo que le destrozó el húmero derecho y la clavícula. Gabino vio a los helicópteros que hacia rato daban vueltas alrededor del pueblo pero como la base militar se encuentra dentro del poblado no imaginaron que bombardearían, no tenían idea de lo que iba a suceder. “De pronto escuché un sonido fuerte, el helicóptero había dejado caer una bomba y quedé inconsciente”. “Explosionó, vi luces amarillas, aún guardo la enorme piedra que me cayó en el brazo, pensé que las esquirlas me habían traspasado. Luego me toqué para ver si sangraba por el pecho y el vientre, pero nada. Sólo me atoraba y vi que me salía sangre por la boca, mi brazo colgaba, sentí que me iba a morir”.
Fue su cuñado quién lo llevó a la base militar donde lo atendieron.
Su hermano increpó a los militares “¿Por qué hacen esto, en quién podemos confiar, ustedes dicen que son seguridad del pueblo pero con estos actos qué seguridad podremos tener?”
El enfermero de la base le contestó: ¿Por qué no informan a la base?
Pero qué vamos a informar jefe, si nosotros no sabemos nada”.
Gabino continúa relatando : “Yo he visto al fallecido (Rodolfo Huamán Vilcapoma, teniente gobernador de Nueva Esperanza), él agitaba sus pies sin parar, salía sangre por sus oídos. A él le había impactado una piedra en la cabeza”.
A Gabino lo operaron en varias ocasiones pero ha quedado lisiado.
Tiene dos hijos y como agricultor ya no puede trabajar. En Lima el Ministerio de Defensa solo le ha reconocido 8 meses de trabajo, pero para él no es suficiente:
“Ellos se comprometieron a responsabilizarse de mi recuperación, de mi tratamiento médico y rehabilitación pero hasta ahora no recibo nada, ni siquiera una pastilla. No puedo trabajar en mi chacra. El golpe también me afectó los pulmones”.
“El enfermero de la base le advirtió a mi hermano: ¡No estén hablando mal de las fuerzas armadas!”.
Y finaliza: “Es un gran abuso el que cometen las fuerzas armadas contra la población civil”.
Eduardo Huamán Palomino, Presidente Multisectorial de Mazángaro, primo del fallecido nos comenta que las piedras proyectadas al impactar la bomba perforaron las casas y la escuela primaria del pueblo. Cuentan los habitantes que fue el mismo jefe de la base militar quién los obligó a que taparan el inmenso forado dejado por la bomba de 250 kilos: “Si no lo tapan, les dijo, no obtendrán ayuda”.
Ha llegado la noche a Nueva Esperanza de Mazángaro y la reunión con los pobladores se lleva a cabo bajo la luz de una bombilla conectada a una batería de automóvil. Bajo la penumbra los pobladores poco a poco momentáneamente se desprenden del miedo impregnado en la piel y empiezan a relatar el terror diario que significa para ellos vivir en un poblado cercano a Vizcatán.
Al finalizar la reunión volvemos a la oscuridad de la noche. Solo vemos desfilar pequeñas luces fugaces provenientes de las linternas de los transeúntes. Varios niños nos observan con curiosidad. Una niña nos cuenta que “los cachacos (soldados) pasan en la mañanita por el pueblo formaditos y en la punta va un comandante”. “Ellos se equivocan (los militares), no saben. Por las noches no sé dan cuenta que disparan a las luciérnagas”.
Son las 8 de la noche y los disparos comienzan a sentirse en la oscuridad de Nueva Esperanza de Mazángaro. Veo sólo pequeñas luces que, veloces desaparecen en la distancia. Nadie quiere seguir caminando por las calles.
Los pobladores nos han alojado en la parte alta del local comunal donde se desarrolló la reunión. En la noche de Nueva Esperanza los sonidos del constante tiroteo se mezclan con los ladridos de los perros. Durarán casi toda la noche, estamos en un ambiente de guerra.
(1) Luis Hidalgo y Julio Lira, Diario Gestión, 15 de noviembre 2012.
(2) Mónica Bruckmann, “Recursos naturales y la geopolítica de la integración Sudamericana”
(3) DEVIDA es la organización gubernamental que diseña y conduce las políticas antidrogas en el Perú.
Datos sobre el VRAE
Población 426.000 habitantes en 12.000 km2
79% de la población vive en situación de pobreza
50% en situación de pobreza extrema
Sólo el 14% tiene agua potable
La tasa de desnutrición infantil llega al 43%
Mortalidad infantil 50%
Sólo el 9% de la población goza de red pública y saneamiento
Un campesino gana 190 soles
Fuente: INEI