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Opinión

BAJO LA PIEL

Lee la columna de Carlos Rivera

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Por Carlos Rivera

Fui a la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa a programar la presentación de mi poemario Caramelo gris. Una suerte de mis elucubraciones sensibleras que reunían mis delirantes trances  de amor juvenil. Mientras esperé a que la señorita encargada de estas gestiones termine de atender a una visitante y decidí esperar en el patio. Me dispuse a leer un librito de cuentos  respirando  ese fresco aire de patio recién baldeado de la bella casona de sillar que albergan  los libros del nobel.  Para no desaprovechar el tiempo ingresé a la Sala de Lectura de la Biblioteca para consultar una obra. No toqué nada ni me senté o hice algo impropio. Había una señora y me dirigí a ella sosegando mis pasos.  Parecía  no escuchar mi consulta y solamente me indicó que estaba  prohibido ingresar con una mochila. Le expliqué que no venía  a hacer uso de ese recinto sino solo a consultar la existencia de un libro. Con la soberbia propia de algunos servidores públicos me recalcó la negativa. Entre más cerca me tenía ante sus ojos se dibujó nítidamente   en su semblante una reticencia y sorpresa por mi color de piel(cara de indio ocre como alguna vez me dijeron de niño). Elevando la voz repitió que salga como si su lengua tuviera un motor que explotaran  su prejuicios a escala de soprano. Me reí  de sus caprichos de clase que no me hicieron  ni cosquillas a mi férrea personalidad de cholo power(culto y exquisito). Moviendo su pelo rubio oxigenado salió al patio a exponer los deberes de su vertical cargo y llamó a su asistente con tonito mandón recalcando que solo actuó  como una dilecta cumplidora de “la orden es la orden”. Luego increpó al señor de la portería por haberme hecho ingresar así con esa facha: short, zapatillas y una mochila sospechosa. Lo despreció desde su investidura de funcionaria y sentenció  la  incompetencia para el cargo del pobre hombre que recibía la retahíla de agravios. “¡Que te has creído!”. El hombre solo asiente y pide perdón.  Traté  de hacerle entender a la señora que solo quise  una mínima orientación. La vi como una loca desquiciada e ignorante (como veo a casi la mayoría de burócratas de Arequipa) racista. Intenté responder su apocado lenguaje y sus  vulgaridades, pero no quise malograrme el día y salí del recinto. El  señor  me persiguió  hasta la puerta. Vi en sus ojos el dolor y los deseos de querer llorar a todo mar. Tirarse a mis brazos y esperando algo de mí. Quiso explicarme su abatimiento, pero no tuvo las palabras y las ganas de hacerlo con soltura. Alcanzó a decirme al filo de la acera de la calle San Francisco: “Haga algo, por favor…”, “No se preocupe, algo haré” le dije para  tranquilizarlo.

Busqué una cabina de internet e hice un pequeño texto  para compartirlo en mi Facebook t donde manifestaba que estaba partido por lo que había sufrido en tan afamado centro cultural que debiera representar los altos valores de la  inclusividad.  Me encontraba en un trance de desesperación y humillado por lo sucedido. No mencioné al señor de portería, tenía miedo de que lo boten y pierda el trabajo. Hice el gran drama de mi vida, me asumí   abatido, acorralado por el vejamen, hice alarde de las leyes contra la discriminación y los daños psicológicos y toda aquella literatura aprendida de mis años de lectura de los documentos y libros del IEP y de los representantes de esta lucha desde la academia como Juan Carlos Callirgos, Jorge Bruce, Rochabrum o Nelson Manrique. De inmediato las muestras de afecto, se identificaron con mi causa, Agradecí con humildad (palabra que jamás invocaré en mi vida) el apoyo moral. En mi correo electrónico apareció el mensaje del Gerente de Comunicaciones del Gobierno Regional de Arequipa quien con un lenguaje escueto me transmitía la solidaridad institucional y prometía, a nombre de la gobernadora Yamila Osorio, tomar cartas en el asunto.  Fui invitado a las 4 de la tarde del día siguiente a la Biblioteca, me esperaba el director y la señora oxigenada. Puse mi rostro de miedo, relajé mis músculos ante sus diabólicos ojos que me había provocado el más grande trauma de mi vida. Ante la presencia de la Gobernadora, del encargado de comunicaciones y del director de la biblioteca recibí las disculpas de la señora. Las acepté “humildemente” y salí muy agradecido por el gesto de los presentes. Repuesto en mi honor y dignidad andina tocada en lo más sagrado de mi herencia ancestral.   Al salir el portero me miraba satisfecho y le mandé una mueca cómplice.

Ya en la calle Santa Catalina cerca de Ayacucho me entró la nostalgia por mi amigo fallecido Luzgardo Medina y recordé un barcito donde nos tomábamos nuestras cervecitas y hablábamos de poesía. Había una mesa vacía pero el local estaba abarrotado de chicheros y a mí se me salía la sangre de las venas para beberme la vida y soltar mis pasitos cuchilleros.

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Opinión

Cultura combi en rojo

Lee la columna de Edwin Cavello

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El fin de semana, un video que fue grabado por una cámara de seguridad del Centro de Lima, mostró un brutal atropello de cinco personas que se encontraban en medio de la Av. Abancay, una de las avenidas más transitadas y caóticas del país. El auto que embistió a las cinco personas era conducido por Alarino Gabriel Palma Valladares, un anciano de 70 años. Tras el grave hecho la policía demoró en someterlo al dosaje etílico, detalle que genera suspicacia. Hora después, el imprudente conductor manifestó a la PNP que se había distraído del volante porque volteó a ver a su perrita Luna, que se encontraba en el asiento posterior.

Su grosera distracción, envió al hospital a los transeúntes Antonio Murua Franco (67), Juan Diego Conejo Meléndez (31), José Condori (39), Rogelio Huamanía Palomino (41) y Viviana Sánchez Lulicha (22). El más grave de todos fue Murua Franco, ya que terminó con el cráneo destrozado e inducido a coma con respirador artificial.

Héctor Lavoe ya advertía en su canción “Juanito Alimaña” la delincuencia y la brutalidad del comportamiento del ser humano en las ciudades: “La calle es una selva de cemento/ Y de fieras salvajes como no/ Ya no hay quien salga loco de contento/ Donde quiera te espera lo peor”. A esto, hay que sumarle la cultura combi que se ha instalado en varias generaciones y que enfrentan la vida con el clásico “ya qué chucha”, actitud alpinchista de aquellos que prefieren la informalidad y romper las reglas.  Aquellos choferes que dejan a los pasajeros donde se les antoja, transeúntes imprudentes que cruzan en rojo como si estuviera en verde, borrachos al volante, policías coimeros y otros personajes que conviven en las arterias más transitadas de una ciudad con más de 10 millones de personas.

En cualquier otro país civilizado un conductor que te ve parado en medio de una avenida te da el paso. En Lima, un conductor que te ve parado en medio de la avenida te pasa el auto por encima y luego nos dice que se distrajo con una perrita. Esa excusa es una perrada.  Sigo convencido de que la raíz del problema de todo esto es la falta de educación, la falta de cultura ciudadana.

Mientras tanto, nos gobierna una presidenta responsable de la muerte de 60 personas y un ministro que considera las violaciones “prácticas culturales”. El país se sigue degradando y Dina se va a China.

(Columna publicada en Diario UNO)

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Opinión

Huacho: José del Carmen Cañas Meza y la fiesta de San Pedro

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

Por más de medio siglo un pescador en el mar de Huacho, don José del Carmen Cañas Meza, próximo a cumplir 83 años de edad, empieza a dejar todo listo, junto a los hermanos católicos, para celebrar la fiesta de San Pedro, cuyas actividades centrales están programadas tradicionalmente para el 28 y 29 de junio.

Para vecinos huachanos como José del Carmen, alma noble y trabajadora, llamado con afecto “Canita” por sus amigos y hermanos de Gremio de Pescadores del Puerto de Huacho, esta fiesta tiene especial relevancia y emoción. La razón es muy simple: se trata de San Pedro, Patrón de los Pescadores y Santo Patrón de la Ciudad de Huacho.

Ahora, a menos de una semana para el día central de esta festividad, José “Cañita”, que ocupa el cargo de Piedad y Culto, y el vecino ilustre Alberto Grados, de 65 años, narraron para esta redacción diversos aspectos sobre el significado de San Pedro en Huacho.

Efectivamente, en dicho distrito de la provincia de Huaura, hace 36 años se organiza con gran devoción esta fiesta religiosa porque desde entonces el antiguo Gremio de Pescadores se elevó a la categoría de Hermandad (del Gremio de Pescadores del Puerto de Huacho) por Decreto Episcopal N° 02-74-09.RO.69 del 14 de mayo de 1988.

De manera que, a lo largo casi cuatro décadas, los pescadores, ya como Hermandad, se vuelcan a celebrar el día de San Pedro con gran devoción religiosa y participan en entusiastas actividades sociales y culturales. Quien está a cargo de esa coordinación general es José del Carmen “Cañita”, el único fundador vivo de la Hermandad. Asimismo, es capataz general y encargado de Piedad y Culto, poniendo cada año el mayor celo para cumplir el recorrido procesional (desde la salida de San Pedro de la Catedral hasta su posterior retorno al recinto sagrado).

Como en muchas localidades costeras, puertos y caletas del país, especial significado plantea la procesión de la sagrada imagen de San Pedro sobre las aguas del océano Pacífico. No obstante, cuando regresa a tierra y va por las calles o avenidas de la ciudad de Huacho se produce una serie de paradas en diversas casas e instituciones previamente programadas para el recorrido.

Esa lista de paradas, donde la sagrada imagen recibe los honores y la muestra de respeto de familias de Huacho, es coordinada por José del Carmen “Cañita”, junto a un equipo de notables devotos y hermanos en la fe, señalando que para esta próxima fiesta del 28 y 29 de junio, por primera vez, habrá dos capotes y dos cambios de ropas del santo patrón, con todo lo que ello implica previamente en la presentación semanal de novenas, misas de agradecimiento, misas solemnes y bendición de indumentarias (túnicas, capotes y bendones).

De otro lado, como ya es costumbre, un día antes de la procesión, el 28 de junio, los mayordomos hacen posible la presentación de retretes, de una degustación gratis de platos típicos y potajes, así como de la fiesta patronal y de los homenajes con bandas de músicos, grupos de arte tradicional y las agrupaciones folclóricas que hacen de Huacho una ciudad porteña amable y hospitalaria.

Con José “Cañita” y Alberto Grados hicimos un recorrido por el muelle de pescadores de Huacho, por las instalaciones de ENAPU y la Cruz Tallada de San Pedrito, y se recordó que fue precisamente “Cañita” quien recibió en sus manos la imagen del rostro de San Pedro, tallada en el distrito limeño de Barranco, donada por unos exalumnos maristas del Colegio San José, imagen que está instalada en una segunda cruz del malecón de Huacho.

Desde esta columna nos sumamos a los saludos de los devotos y al respeto que anualmente le tributa la Hermandad del Gremio de Pescadores del Puerto de Huacho al emblemático apóstol de Nuestro Señor Jesucristo, San Pedro.

Igualmente, en la persona de José “Cañita” y de Alberto Grados, congratulamos al pueblo de Huacho, por mantener vivas las tradiciones de una emotiva fiesta religiosa, cultural y popular, hecho más relevante en Huacho donde una de sus principales actividades económicas es la pesca artesanal, a la que debemos cuidar y defender.

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Un somero comentario sobre Revolución Caliente

Lee la columna de J.,MIguel Vargas Rosas

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Escribe: J. Miguel Vargas Rosas

Está demás manifestar que Rodolfo Ybarra tiene una gran destreza en el uso del lenguaje y en la creación poética, por lo que su novela Revolución caliente (Arteidea, 2020) que sobrepasa las 500 páginas, posee una prosa-poética impecable y dinamismos lingüísticos. Dicha novela trata de reescribir la “auténtica” Historia del Perú, tal como lo señala el subtítulo —y lo hace con un tono controversial y a través de alegorías—, y de esbozar teorías revolucionarias aparentemente aplicadas a los años ochenta y a la modernidad, aunque en un 60% del  discurso narrativo se limita a verter reclamos y protestas contra el sistema imperante, tal como señala Marco Aurelio Denegri: «El texto de Ybarra es un texto de denuncia, de invectiva; son manifestaciones, digamos, propias de los repentes fundados de ira ya desde un punto diferente del discurso para alzar los ánimos en las plazas públicas». Por tal motivo, hablar sobre la novela de Ybarra es hablar también sobre política y cuestiones filosóficas.

    Pero vayamos por partes; centrémonos de momento en el asunto literario, pues como decíamos, la novela contiene una prosa-poética muy bien elaborada y dinamismos lingüísticos, entre los que sobresale la polifonía (lengua erudita, culta, coloquial y hasta “replana”), logrando construcciones muy estéticas, a veces con una dulzura popular y otras, embarradas de una pasión desenfrenada. Todo esto ambientado en una realidad “distópica” como el propio autor lo señaló en su momento y tal como se da a entender en la página 11 del texto.

    «Y si, por algún motivo, volvemos a preguntar qué es una distopía, seguro encontraremos que esa palabra exacta o definición sustanciosa no nos servirá para completar correctamente el crucigrama de aquel viejo periódico con el que ahora envolvemos cualquiera cosa o lo guardamos entre nuestro pecho y espalda para que nadie se atreva a echarlo a la basura o dejarlo a la voracidad de las polillas o de los gusanos, larvas o pupas. Y así, de esta forma y no de otra (¿habrá otra forma de decirlo?), ¿alguien se recordará de nosotros?»

     Esta distopía es lo que permite soñar, tanto al autor como a uno de los narradores y al lector, con un futuro esperanzador revestido de lenguaje poético, que es a su vez una característica ínsita en el autor, el cual puede elaborar construcciones semánticas versificadas incluso con una dicción vulgar en las que se aprecian el torrente arrasador de las emociones. Poético podría ser la siguiente descripción que abandona la prosa simple para ornamentarse de metáforas profundas y complejas: «Nacimos en la oscuridad, bajo los conteiners, en los sótanos de los desagües, junto a las alimañas, muy cerca del corazón paroxístico de esta ciudad» (p. 15); además, cuando la voz narradora habla objetivamente sobre la realidad social o el entorno en el que se mueven los personajes, su verbo no está exento de poesía; por otro lado, hay subcapítulos que poseen una prosa ensayística en la que los narradores intentan explayarse sobre distintos tópicos desde sus perspectivas y concepciones. De esta manera, el libro se enriquece aún más, sin caer en lo didáctico ni abandonar la crítica social y el naturalismo literario, tal como lo señala Gonzalo Portals en el texto de contraportada: «(…) y en todas ellas el afán didáctico no cunde, se esclerotiza, se ralentiza en unas formas y lenguas corrosivas que, en su (im)pertinencia, dinamitan cualquiera estímulo de superación y sepultan bajo lajas cruciformes cualquier antídoto contra la desesperanza». En cuanto a la estructura, la novela rompe con el fluido lineal del tiempo —descollando los años 80— y abunda la diversidad espacial, aunque en la mayoría del texto bien podemos ubicarnos en una Lima hostil y en zonas proliferadas por jóvenes pequeño burgueses, quienes son expuestos al lector mediante sus descripciones psicológicas que se plasman en formas directas e indirectas, ya que Revolución caliente se inclina más hacia la etopeya que a la prosopografía, como si el autor buscase radiografiar principalmente la psiquis de cada personaje y, desde esta óptica psicológica, reflejar el proceso que conduce al anarquismo a iniciar su propio movimiento revolucionario, creando así una realidad distópica. De ahí la inevitable influencia ejercida por la literatura dostoievskiana; algunos de sus personajes intentan justificar conductas libertinas bajo argumentos  nietzscheanos y hasta “revolucionarios” —Esta influencia se halla con mayor notoriedad en “Grabaciones en directo: Identikit de Harter”— y en otros subcapítulos va a emular el discurso filosófico de Nietzsche, porque,  claro está, en el libro subsiste un intento por la experimentación narrativa y logra licuar varios subgéneros que bien podrían ser leídos de manera aisladas, tal como señalase Miguel Ildefonso: «Todo ello le da un carácter de novela-ensayo-documento-manifiesto y más..».

   Resulta interesante y necesario destacar la otra historia que va entretejiendo la voz (o voces) narradora(s) sobre la plaga de ratas que infesta la gran urbe, porque emplea magistralmente la alegoría y la interpretación de esta, va a forjar en los lectores una dicotomía analítica: bien puede ser la representación descarnada de la realidad política que lastima, que corroe, que saquea, que hiere al pueblo peruano; bien puede ser —debido a que así lo describe en algunas partes— la representación del hombre antisistema o de la parte consciente del pueblo que es vilipendiada, excluida, arrojada a sobrevivir en la miseria y empieza a rebelarse contra los que intentan matarla.  Sobre la misma, Gonzalo Portals enfatiza lo siguiente, estableciendo un parangón con la novela de José B. Adolph: «A diferencia de Mañana las ratas, la novela de ciencia ficción de José B. Adolph, en la que el autor plantea la invención de una Lima futurista y distópica en la que el sujeto-rata, el excluido del (anti)sistema es un sobreviviente que termina por empinarse como el representante más acerado del cuestionamiento y la crítica contra las formas políticas de gobernar el mundo, Revolución caliente de Rodolfo Ybarra nos coloca ante una realidad oleaginosa, envilecida y decadente»

    Sin embargo, debemos hacer una observación que estamos seguros no restará en nada el mérito alcanzado por Revolución caliente en la literatura peruana, y es que en su intento de alardear conocimientos sobre otras materias y elaborar capítulos en los que al parecer tiene como único fin desvariar a través de palabras rebuscadas o demostrar la amplitud lexical del narrador, Ybarra decide ignorar —sus razones tendrá— uno de los postulados de Aristóteles esbozados en La poética (1798) sobre la extensión justa de los textos —fábulas, dice este— que creemos sigue vigente y debería ser tomado en cuenta: «(…)la duración que verosímil o necesariamente se requiere según la serie continua de aventuras, para que la fortuna se trueque de feliz en desgraciada, o de infeliz en dichosa, esa es la medida justa en la extensión de la fábula»; y desde una óptica muy personal, Revolución caliente tiene subcapítulos que resultan innecesarios en el camino hacia el final (final que, por cierto, impacta en la conciencia del lector), alargando el texto injustificadamente o por la soberbia que ya mencionamos líneas arriba, pese a que desde el inicio de la novela ya es notoria la vastedad de conocimiento plasmada en el texto.

    Revolución caliente no solo es un libro que versa sobre el “anarquismo” en el Perú, sino que contiene un espíritu anarquista, aunque renuncia al “dogmatismo” y llega al reconocimiento positivo de los aportes dados por los clásicos del marxismo en pro de una revolución social. Incluso me atrevería a señalar que se aprecian más las citas y políticas específicas hechas por Marx, Lenin y Mao que las de los propios ideólogos anarquistas entre los que sobresalen Bakunin y Proudhon, de los cuales se citan sus postulados generales —teniendo en cuenta que Anarquismo y Marxismo tienen una rivalidad que no se centra en asuntos superficiales o triviales, sino en políticas determinantes—. La Alcantarilla agrupa a jóvenes anarquistas en la Lima gris dentro del libro y son estos los que se van a mostrar “humanos”, transparentes, con traumas psicológicos, con sus sueños, sus extravagancias, sus errores, etc. Y lo que precisamente les hace humanos es que, bajo el liderazgo de Anarquímedes —misterioso e inubicable—, reconocerán y respetarán los intentos fallidos de ciertos movimientos revolucionarios, entre los que se incluyen a Los rojos y Los negros en los años 80; denominación que se le da en el texto a los dos grupos alzados en armas durante la guerra interna. Entonces, en Revolución caliente hay una visión poliédrica de los años convulsos 80 y 90, en la que aparecen personajes reales a quienes se les modificó ligeramente los nombres; mediante el realismo nos describe el círculo anarquista anquilosado en una rebeldía sin causa y enfangado en el libertinaje —Harter Jarjacha, Monik, Bb la caballo, etc. reunidos en La Alcantarilla, sobre los cuales pesa la constante contradicción individualismo-comunidad— y hay sueños cuando —aquí, como ya lo señalamos, es útil la distopía— se crean líderes anarquistas ficticios como Anarquímedes, sobre el cual también hallamos rasgos pequeñoburgueses en su concepción “revolucionaria”, quien va a dotar de un ideario “revolucionario” a los anarquistas en el Perú; esta distopía tiene como fin supremo —según nuestro análisis— gritar a viva voz que el anarquismo va más allá de la simple “rebeldía sin causa”, del libertinaje o de las acciones impulsivas. Sueño es también el final abierto de la novela, en donde se habla del avance triunfal de una revolución anarquista y sobre el destino incierto de los personajes. La revolución anarquista no podría ser más que un sueño o una distopía, ya que si analizamos el derrotero anarquista desde el marxismo, Marx y Engels critican al anarquismo por estancar el estallido de la revolución social, por regocijarse en el individualismo pequeñoburgués —característica que puede apreciarse en todos los personajes que pertenecen a La Alcantarilla y en el propio Anarquímedes—, y critican también el mutualismo proudhoniano que los lleva a concluir que el anarquismo, debido a sus estudios poco concienzudos y científicos, brega indirectamente por mantener el modo de producción capitalista —Lenin arriba a la misma conclusión y enfatiza en su Socialismo y anarquismo: «El anarquismo es el individualismo burgués a la inversa» (O.E. p. 377) tras afirmar que más de 40 años después, el anarquismo no ha hecho nada más que elaborar frases generales contra la explotación y esto es quizá el motivo de por qué los personajes de Ybarra solo citan frases generales de los anarquistas—. Y aquel sueño de una revolución anarquista triunfante, encuentra su símil y a la vez su contrario en Tungsteno, la novela de César Vallejo, cuyo final abierto nos indica que la revolución socialista está por estallar.

    Por lo tanto, con y pese a todo lo dicho, el mérito de Revolución caliente no recae únicamente en la forma literaria, sino también en la intención magnánima de mostrar el mundo estancado del anarquismo en el Perú, haciendo un listado de grupos musicales de rock y metal, de canciones, drogas, etc. que nos ubica en el ambiente de los jóvenes marginales y clasemedieros y nos permite pernoctar en un círculo muy poco conocido —Sobre estos temas, claro que se habló ya en la literatura peruana y un ejemplo clave podría ser en Octubre no hay Milagros de Oswaldo Reynoso—; en escribir agriamente sobre la historia peruana (delinea una retahíla de imágenes que van desde la guerra civil incaica, pasando por la invasión española, la República, la guerra con Chile, hasta llegar  a sucesos contemporáneos, como el caso El frontón, etc.), esbozando constantes críticas contra el sistema capitalista en un tono vargasviliano, cuyo objetivo es mostrar al sistema como un aparato opresor que ve todo y a todos como una mercancía, y que todo acto dentro del sistema propugnado por los gobernantes, solo sirve para engrandecer las arcas individuales de los agentes “pretorianos”. Con esto, postula un anarquismo crítico (por no decir radical) y panfletario contra los enemigos del pueblo —a lo González Prada— y un anarquismo racional frente al socialismo científico o el marxismo, buscando hasta cierto punto confraternizar algunos lineamientos entre anarquismo y marxismo: dos posturas rivales y rivalizadas.

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Los Carnero

Lee la columna de Julio Barco

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Conozco a la familia Carnero. Los conozco de dos formas, por sus libros, y, claro, porque son mis amigos. En más de un siglo, sus diversas generaciones, mantienen la bitácora de la cultura, la política y el arte como sus firmes convicciones. El patriarca, Genaro Carnero Checa, fue miembro activo de la vieja izquierda. Desde 1937, como deportado político, tuvo diversos peregrinajes (Ecuador, México, Panamá) donde logró cultivar a plenitud su faceta de periodista.

Así, su obra La acción escrita (1964) es la primera biografía de Mariátegui, más recordado como ideólogo, pero dedicado al periodismo desde sus épocas de Juan Croniqueur. El título de la obra -un rutilante oxímoron- nos revela la tenaz tarea del Amauta: generar crítica a través de la palabra. Agreguemos que Genaro fundó, junto a Uzátegui y Escudero, la Federación de Periodistas del Perú. En 1941, nace su hijo Germán Carnero Roqué, que prosigue la herencia cultural. El padre lo estimula a concretar sus primeros escritos e incluso, en Europa, acerca sus versos a Pablo Neruda, amigo de la familia. Es un poeta, afirmó el Nobel. Así, Germán, cultiva el verso con obras de valiosa factura como Ese cantar de alondra (1962) o Triste Veranillo (1998); sin olvidar En el embriagado morir de cada instante (2021), escrito en la plenitud de sus dones líricos, octogenario y sapiente.

Añadamos que, por edad, los estudiosos lo colocan en la Generación del 60, junto a bardos como Heraud o César Calvo. También trabajo en la Unesco. De Germán y la pintora Ada Ester, nace Alejandro Carnero. Yo lo conocí cuando trabajaba en el Ibero de Miraflores y él me preguntó por una edición de Tradiciones Peruanas. Al otro día, regresó con un ejemplar de su estupendo libro de crónicas Tanta gente extinta, tanta tinta tonta (2010). Después, se sucedieron las memorables reuniones en la casa de sus padres, en su departamento Miraflores; donde, a veces, nos acompañaba el poeta Rodolfo Hinostroza. Alejandro trabajó por años en la ONU, editó su genial novela La pálida, de corte filosofía fantástica. Actualmente tiene un proyecto: Cerebro Perú.

(Columna publicada en Diario UNO)

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El Partido Cívico OBRAS y su filosofía política

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

Al momento de pergeñar estas líneas, superada una antojadiza y ya desistida tacha, el Registro de Organizaciones Políticas (ROP) del Jurado Nacional de Elecciones tiene el camino listo para evacuar la resolución definitiva de inscripción del Partido Cívico OBRAS (PCO).

La participación electoral del PCO y el factor de su fundador, el periodista Ricardo Belmont Cassinelli, contribuirán mucho a elevar el nivel del debate y la calidad de la política, tan venidos a menos por la manipulación de los grupos del poder global que le cerró el paso a los verdaderos políticos y le abrió las puertas del Estado -de par en par- a los politicastros.

La pregunta clave es: ¿El Perú cómo podrá tener “políticos” y no “politicastros”? La respuesta es sencilla y consiste en hacer de los partidos verdaderas escuelas de pedagogía ciudadana; en edificar instituciones que respeten y practiquen la ética pública; y en debatir permanentemente con ideas o premunidos de filosofía política.

No más advenedizos y arlequines en las campañas electorales donde la farándula y el exhibicionismo han primado en estas tres décadas, razón por la cual personajes faranduleros, pillos, ladrones y politicastros resultaron ocupando miles de puestos públicos, llevando al país al hoyo en el que se encuentra.

Por tanto, la próxima campaña electoral tiene que ser diferente a las anteriores, y para eso el elector tiene que valorar antes de ir a las ánforas las ideas y meterse un poco más en la filosofía política. Esto es lo central en la ciudadanía con el objetivo de elevar el nivel del debate político y con el fin de exigir a las corporaciones mediáticas más transparencia y veracidad en sus noticias. De esta manera mejorará sustancialmente la calidad de los foros de discusión programática y de los candidatos a la cámara de diputados, al senado, a la presidencia y vicepresidencias, a los cargos municipales, provinciales y regionales.

En este contexto, el PCO tiene una filosofía consistente y eso le da fortaleza a diferencia de otras organizaciones políticas que se convirtieron en vientres de alquiler o clubes de tránsfugas. En consecuencia, lo sustantivo es la filosofía política, ya que de la cual se desprende el ideario, la doctrina y los planes de gobierno, y alrededor de esa filosofía deben girar las estrategias de comunicación, el marketing político y la convocatoria a los mejores hombres y mujeres de la Patria.

Ricardo Belmont ha configurado esa filosofía política desde el momento en el cual ha estado sometido a un proceso de dialéctica personal frente a los retos y al sistema imperante que le ha tocado confrontar, viendo pasar el último medio siglo de la historia del Perú hasta el presente, tiempo en el cual ha quedado completa e integrada su filosofía para ponerla de cara a la realidad nacional.

Sobre la base de la filosofía humanista y con el aporte de peruanos ilustres como José Faustino Sánchez Carrión, Manuel González Prada, Víctor Raúl Haya de la Torre y Augusto Belmont Bar, las ideas del PCO deben estar en concordancia con una praxis política responsable donde debe primar la disciplina, la ética y la integridad.

¿Cómo ser un líder estoico que refunde el Perú? Respecto de esta interrogante, sobre la base de la filosofía política planteada por Ricardo Belmont en distintos foros, en especial en los programas de Habla el Pueblo, y consultando por mi parte el interesante aporte de Daniel Ordaz, que resume muy bien a Ronnie H. Kinsey, para sintetizar lo que es un líder estoico, todos antes debemos conocer y revisar el significado de estoicismo.

Es la filosofía de Zenón, quien desde la Grecia antigua enseñó el autocontrol, la resiliencia y el pensamiento íntegro. Por eso es que la filosofía del PCO es totalizadora y regeneradora para la sociedad peruana, donde -como en cualquier otra- hay estrés, caos, desorganización, abuso e injusticia. De manera que el estoicismo ayudará a enderezar lo torcido, a pensar mejor y, por tanto, mejorará las relaciones personales y dará lugar a la toma de buenas decisiones (obviamente con ética).

Ricardo Belmont, siguiendo las máximas y mínimas de su abuelo Alejandro Belmont y Marquesado, descendiente de Ramón Castilla y Marquesado, así como siguiendo los pensamientos que solía inculcarle su padre Augusto Belmont Bar, logra conocer y meditar en la filosofía, a la que agrega el espíritu espartano, pero para aplicarla a la realidad práctica y a la vida diaria de los peruanos, ponderando la autodisciplina, la virtud y la razón, el autocontrol frente a los problemas y el dominio de sí mismo antes que las emociones negativas. Es decir, pone a los peruanos frente a la empatía y al buen temple para gobernar el Perú con el objetivo de reorganizarlo y darle a todos los compatriotas paz, bienestar, justicia y dignidad.

En esencia, lo que le dice al país la filosofía del Partido Cívico OBRAS es que no todo está perdido, hay que tomar mejores decisiones como, por ejemplo, darle el respaldo a una organización política en primera vuelta y se debe confrontar los problemas con mentalidad positiva, y ese positivismo Ricardo lo ha postulado por décadas.

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Opinión

Morgan y Ángela tal para cual

Lee la columna de Edwin A. Vegas Gallo

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Por Edwin A. Vegas Gallo

Morgan Quero Gaime, ministro de Educación y Ángela Hernández Cajo (ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables), miembros del régimen de la sucesión constitucional, que, a golpes y porrazos, quiere llegar a julio 2026; están en el ojo de la tormenta política y ciudadana y por decoro deberían renunciar, habida cuenta su negligente accionar político, al definir como “práctica cultural”, la violación de 500 niñas peruanas en los pasados 10 años.

Por cierto, ¿Dónde estaban los ministros de Educación de ese periodo? ¿Qué hacía la Defensoría del Pueblo, el Ministerio Público y los diferentes credos religiosos ante esta cruel situación de vulnerabilidad de las niñas?

No basta que Morgan Quero, salga en televisión nacional, junto con la vice presidenta de las comunidades indígenas, con cara compungida, más cuidando su puesto, para “pedir disculpas”, en facies diferente a la que, en su momento, lo hacía con aire de superioridad intelectual y en manifiesta actitud aduladora con servilismo presidencial, muy lejos de su curso de profesor de Ética y Ciudadanía que ofreció en una universidad capitalina.

Ni que decir de la adulonería, con imposición de medallas, que le prodigan ciertos rectores de universidades públicas para que consideren a sus allegados, como miembros de las Comisiones Organizadoras de universidades no institucionalizadas.

Según el Registro de grados y títulos de la Sunedu, el graduado Morgan Quero, tiene su bachiller y título en Economía y Políticas Sociales, con estudios de 3 años y 1 mes en el Instituto de Grenoble, Francia, con fecha del diploma del 13-11-1992 y con fecha de resolución Sunedu de reconocimiento del 28 de mayo de 2021 (39 años después de su bachiller).

Asimismo, registra un Diploma de Profundización de Estudios de Comunicación, Tecnología y Poder (Maestría, universidad París 1), con fecha de expedición del 03-11-1994 y con fecha de resolución de reconocimiento Sunedu del 18 de febrero de 2020.

También registra grado de doctor en Ciencias Políticas y Sociales revalidado con por la Pontificia Universidad Católica del Perú, con fecha del 30 de abril de 2014. No señala donde realizó sus estudios doctorales.

En síntesis académica, Morgan Quero inició su actividad docente como doctor, luego hizo reconocer su maestría y titulo, cuando ya formaba parte del gobierno de Perú Libre, en una situación peculiar oscura, que debiera ser aclarada por la Sunedu y por el mismo ministro de Educación.

Referente a la ministra Ángela Hernández, es abogada, Magister en Ciencias Penales, con lo que cuenta con la formación mínima, para tipificar la violación de niñas y adolescentes, como delito grave y no ser cómplice de llamar a esa forma delictiva como “práctica cultural”. Parece que a la ministra no le enseñaron que las fuentes formales del derecho penal son la Constitución y la Ley y que para nada se consideran las “prácticas culturales”.

Con ministros como Morgan y Ángela que son tal para cual, se agudiza la tensión social y “no es hora de ser tibios” y dejar pasar estos absurdos y aberraciones jurídicas y sociales. Nuestras niñas y adolescentes merecen el máximo de nuestro respeto y protección a todo nivel.

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Opinión

Macartismo lorcho

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Por Márlet Ríos

Joseph McCarthy fue un senador republicano de Estados Unidos que estaba convencido de que había un complot comunista en marcha contra su país. Ciertamente, eran los años de la Guerra Fría (los 50). Emprendió una auténtica caza de brujas en contra de la “amenaza roja” (red scare). La paranoia llegó hasta Hollywood y ocasionó marginaciones y ostracismo (las famosas listas negras). Trumbo (2015) es una película que aborda esta feroz persecución. Y Dalton Trumbo, el célebre director y escritor de izquierda (director de la emblemática Johnny cogió su fusil), fue uno de los cientos de ciudadanos norteamericanos que sufrieron en carne propia la paranoia.  

En nuestro país, muchos políticos y ciudadanos están convencidos de que la Guerra Fría aún persiste. Se encuentran tan obsesionados con erradicar el comunismo, que ven comunistas hasta en el baño. En las elecciones generales del 2021, esta obsesión llegó a extremos enfermizos. Como si fuese algo inmoral o ilegal posicionarse en un espectro político determinado, se llegó a un abierto macartismo, incentivado por la prensa concentrada. Aprovechando que en el imaginario social no es muy lejano el tema de la barbarie senderista de los 80 y 90, la ultraderecha peruana (incluso la derecha liberal ilustrada) enfiló sus baterías en contra de la izquierda y la centroizquierda, acusándolas de comunistas, terroristas, chavistas, etc. ¿Olvidan convenientemente que Sendero Luminoso también asesinó bárbaramente a dirigentes de Izquierda Unida (María Elena Moyano, v. gr.)? “No queremos ser como Venezuela”, clamaban eufóricos. La derecha retardataria y antiliberal es la principal causante de la enorme inestabilidad política que ha posicionado a nuestro país como una república bananera. Ciertamente, la izquierda populista y autoritaria no está libre de culpa (no hay que olvidar que la señora Boluarte se autoproclama como una “mujer de izquierda”).

Por otra parte, la antigua “izquierda democrática” hoy se ha vuelto aliada de la ultraderecha macartista y retrógrada. La derecha liberal es marginal. El mercantilismo, por otra parte, es moneda corriente entre nosotros.

Para los macartistas lorchos la historia del Perú republicano se reduce a la lucha contra el comunismo. En los años 30, los apristas eran los comunistas. En la prensa se denunciaba una conspiración apro-comunista. La Revolución de Trujillo, de julio de 1932, provocó que los apristas fueran perseguidos y declarados enemigos públicos. Luego, llegó Velasco.

El macartismo sigue siendo una táctica política eficaz.

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Opinión

Sicilia! de Jean-Marie Straub & Danièle Huillet (1999)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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No voy a negar, ni por un momento, que experimenté un sentimiento de desconcierto a un nivel fabuloso, medio extraterrestre. El para mí ya conocido, y admirado (e imitado, y raramente comprendido) ‘recto tono’ del fraseo bressoniano (la supuesta ‘inexpresividad’ que funciona como feliz ampliación del arco más desconocido pero no menos real de expresividad, en una clave más lejana del digamos típico griterío teatrero; compárala con cierta música oriental, más sutil, que de tan sutil y poco ruidosa para oídos occidentales puede ser ¡casi inaudible!) había quedado superado de manera sublime y casi brutal (lo digo como elogio) por aquello que asaltaba mis oídos, casi los taladraba, y en general, mis sentidos, ¿eran robots, eran oráculos, estaban vivos, muertos, eran zombis, era en serio, lo que hacían, era maniático, era soberanamente riguroso y atrevido, pero qué era, qué estaba pasando?

Y es que este par de cineastas marxistas (no es que abunde gente así) cual cineastas rusos en sus años de gloria, eran revolucionarios tanto en el fondo como en la forma.

Me fui dando cuenta (tras el impacto, y tampoco es que fuera tan difícil) de que una ‘artificialidad’ (incluso tan extrema como esta) puede generar -por qué no, y sería buenísimo que sí- una nueva naturalidad. Nos acostumbramos a ella, aprehendemos sus valores, porque lo que consideramos muy natural fue artificial en el pasado o es artificial en otros contextos. Que te choque algo puede ser la evidencia de encontrarte ante la presencia de algo (y si no para qué el arte) radicalmente nuevo.

Una nueva música (música verbal, ¡cómo olvidamos que el verbo es música!) fuerte, con momentos de tensión magníficos, riqueza de inflexiones, algo entre la oración, la letanía, la imprecación, el grito y el canto, y eso también en rostros, expresiones… Planos que evocan lo sólido y monumental, que son como tumbas o rocas o construcciones profundamente enraizadas en la Tierra… Cómo decir las palabras, con qué cara, con qué respiración, con qué tono, es una vieja cuestión renovada por estos cineastas con furor revolucionario.

Asistimos, cerca del final, a un duelo verbal (¡vaya secuencia!) que se despliega con gran intensidad, y que no carece de varias extrañezas. Y el final-final tan aparentemente impostado ¡pero surge una conciencia, y una solidaridad tan verdaderas!

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