El Perú no tiene conciencia, nunca la tuvo y probablemente nunca la tendrá. No le basta con disponer que los peores individuos asuman los más altos cargos públicos, sino que permite la realización de actividades infames a vista y paciencia de todos los interesados, los indignados ocasionales y los inconmovibles de siempre.
Qué es el Perú sino un pueblo tibio de insólitas ansias libertarias, antes más bien, un colectivo reaccionario, tradicionista y mezquino sin ningún afán de justicia ni de reivindicaciones ni de gloria ni de nada que signifique elevación de espíritu y grandeza.
Si no fuera por la imposición de terceros, este país no se hubiera levantado nunca en armas y quizás seguiría rindiendo homenajes a la corona española, aún seguiría existiendo la esclavitud de los negros en cada palmo de costa sembrada de algodón y la servidumbre de los “indios” en cada extremo de las haciendas serranas, etc.
Esta falta de historia, o, mejor dicho, de conciencia histórica, impide al Perú servirse de un contenido ético suficiente para avanzar erguidamente ante el futuro.
El APRA, o, más propiamente, el PAP es la síntesis perfecta de cuán desprovisto de ética puede llegar a ser el peruano y, también, cuán enemigo del mismo pueblo peruano puede volverse cualquiera que se entrometa de lleno en la farsa electoral-demagógica-democrática que es nuestra política.
El fujimorismo aunque es tan negativo para nuestro país como esta antigua institución política y corrupta debe ceder ante el APRA dada su larga historia y la nómina de prohombres que constituyeron el partido en sus primeros tiempos y, también, porque el engendro “político” naranja nunca tuvo un solo instante de luz, de oportunidad, de trascendencia, cualidades de las que sí gozó el APRA, al menos, hasta el momento en que deja de ser una alianza y un frente y se torna equívocamente en un partido, condiciones que han sido consignadas de modo epistolar en base a la polémica entre Haya y Mariátegui, tan temprano como el año 1928.
Esto quiere decir que los intensos virajes ideológicos del viejo partido de la estrella, sus infames pactos supuestamente benéficos para la integridad de sus militantes, aunque solo hayan reputado recursos e injerencia política para la dirigencia, es decir su gran tendencia acomodaticia y ciertamente ruin, tuvieron un origen tan remoto como el mismo inicio de su conformación.
En dicha conformación y en su trágico devenir, hubo numerosos episodios de sangre, atentados contra grandes burgueses y, también, martirio para las bases como fue, en el paroxismo de la ira represiva estatal, el infausto “año de la barbarie” y los miles de ejecuciones extrajudiciales realizadas en los predios de Mansiche y en las desoladas ruinas de Chan Chan, masacre irrepetible.
Entre los atentados apristas contra grandes burgueses el principal fue el asesinato de Antonio Miró Quesada de la Guerra, y su esposa, María Laos Argüelles, el 15 de mayo de 1935. Entre las múltiples pruebas que -hasta la fecha- sindican a El Comercio como el medio de prensa más nefasto para la ciudadanía y el pueblo peruano en general, basta señalar la cobertura que este infausto periódico dio a la “Revolución” aprista de 1932, su entero entreguismo, su respaldo a la represión sánchezcerrista y las reiteradas incitaciones “a matarse entre peruanos” expuestas durante los años 30, esta última frase entrecomillada fue suscrita por Carlos Steer Lafont, el homicida aprista que ultimó al director de El Comercio de aquellas épocas por los motivos citados.
Aunque la gran confrontación y violencia entre El Comercio y el APRA marcaron el siglo XX, el último fin de semana este diario publicó un artículo de Alan García Pérez, suma y cifra de lo que significa el partido aprista en la actualidad -corrupción, desvergüenza, impunidad- como si esto no fuese una afrenta al pasado de su partido.
Siendo que AGP no tiene mayores intereses que los propios es natural que no le importe vulnerar la poca dignidad institucional que tiene el partido que malditamente representa. Su pésimo primer gobierno y su escandaloso y corrupto segundo gobierno aún no han saciado sus ansias de poder y ha hallado en esta prensa defenestrada de todo elemento adyacente al honor una tribuna desde la cual llegar a la gente a fin de perpetrar el embrutecimiento e idiotez que día tras día propalan con las intenciones más despreciables: evitar el despertar de la conciencia ciudadana o tergiversar la realidad a fin de que nadie sepa bien que está pasando en redor suyo.
En realidad, no puede esperarse de la prensa peruana ningún gesto positivo para el país ya que hasta Hildebrandt, supuestamente, el periodista peruano más crítico y ético, consintió que Kenji Fujimori publicase un artículo en el semanario que dirige, etc. Por ello, no podría esperarse nada mejor de parte de El Comercio, pero en este caso su habitual torcimiento de la realidad ha llegado a extremos absolutamente irrebasables y, por ello, la prensa alternativa e independiente no puede tolerar tanto vicio y perjuicio, elementos malsanos que atentan, desde luego, con el derecho a la verdad que tenemos todos los peruanos en tanto conciudadanos y habitantes de una supuesta república democrática.
El señalar que nuestro país es una supuesta república democrática debe entenderse como una propuesta de lucha a fin de que esta apócrifa forma de gobierno sea en realidad lo que supuestamente es y no lo que falazmente se ofrece y se hace padecer a la población, es decir, en un contexto ideal en todo distante de la desprestigiada, aburrida y enajenada jungla política actual.
Retomemos el texto de García en el que intenta hacerse pasar como el paladín de las causas populares y el depositario de todos los extremos a los que llega el antiaprismo en el Perú. En primer lugar, que se diga víctima del antiaprismo y que publique un artículo en el medio de prensa más anti aprista de la historia es una paradoja absoluta, un gesto de hipocresía y oportunismo tremendo, solo comparables al “espíritu” mismo de su deplorable texto en el que intenta burlar todas las imputaciones que se le han hecho en los últimos 30 años sin embargo no hubo ni una mención ni un descargo, mucho menos, una confesión de parte, sobre los narcoindultos, las transferencias de dinero a la Banca Privada de Andorra y la matanza de los penales. Omisiones todas que sumadas a la inadvertencia del valor que tuvo la prescripción extintiva en la mayoría de las causas por las que debió ser procesado en su momento y a la tergiversación de todas las causas penales iniciadas en su contra nos llevan a concluir que Alan padece un grado de inconciencia absoluta, un mundo imaginario en el que no existe la memoria ni la ética ni nada que resulte grandioso a los ojos de cualquier espíritu noble y sensible.
Que El Comercio participe de un aquelarre como el dispuesto por AGP no debe sorprendernos dada la calaña que ha sido muy bien dispuesta por este periódico durante el curso de toda su existencia pero que otros medios o periodistas “independiente” no señalen esta infamia compartida, en todos sus extremos, debe preocuparnos y motivarnos a ejercer otras opciones.
Publicaciones como El Comercio no pueden representar a la prensa nacional. García Pérez no puede servir de referencia de lo que es ser un político en nuestro país ni el Partido Aprista puede ser considerado el partido más antiguo y mejor conformado de nuestra abyecta escena política.
Hegel escribió que la historia propiamente dicha de un pueblo comienza cuando este pueblo se eleva a la conciencia. Entre los miles de impedimentos que se ciernen sobre nuestro país a fin de evitar esta elevación a la conciencia, los principales son -tal cual se manifiestan en la actualidad- la prensa y la política.
Y aunque el fujimorismo es considerado como la máxima lacra de la política peruana contemporánea, a la que lamentablemente solo se combate con fines electorales cada cinco años, es rebasado, largamente, por la suprema infección mortal que es el APRA, tanto por su historia como por la intensa contradicción entre sus orígenes y su devenir, acaso el más hondo precipicio de putrefacción en el que haya caído un movimiento político peruano. Elementos todos que se condesan perfectamente en la figura de Alán García Pérez y su último artículo publicado, como debía ser para equiparar espanto e indecencia en toda las partes involucradas, en un medio tan deplorable como El Comercio.
P.S:
Debo reiterar, reitero:
“Publicaciones como El Comercio no pueden representar a la prensa nacional. García Pérez no puede servir de referencia de lo que es ser un político en nuestro país ni el Partido Aprista puede ser considerado el partido más antiguo y mejor conformado de nuestra abyecta escena política”.