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Cultura

A 15 AÑOS DEL DEBATE LITERARIO

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(Escritores Miguel Gutiérrez, Alonso Cueto y Fernando Ampuero en Madrid. Foto: Paolo de Lima)

Un 23 de mayo como hoy, de hace quince años, se inició en Madrid el I Congreso Internacional “25 años de narrativa peruana (1980-2005)”. Fue organizado a iniciativa de la Asociación Cultural Mirada Malva, de los escritores Jorge Eduardo Benavides y Mario Suárez Simich, y del consejero cultural de la Embajada peruana en España, Augusto Elmore. El lugar fue el Palacio de Linares, sede de la Casa de América, el año 2005. Este congreso se volvió célebre debido a que posterior a él se produjo un encendido debate literario entre varios de los asistentes que luego fue difundido por los principales diarios del país. ¿Qué queda de ese enfrentamiento entre escritores bautizado en los medios como «debate literario» o «andinos vs. criollos»?

Existe cierta conexión entre el libro La generación del 50: un mundo dividido (1988) y el debate literario del 2005. Miguel Gutiérrez, quien tuvo una participación activa en este último, mencionó alguna vez que se había reavivado una discusión que él creía superada y a la que ahora se añadían nuevos actores y temas:

Pensé que los odios y rencores que suscitó mi libro La generación del 50: un mundo dividido eran cosas del pasado, hasta que un artículo mío —escrito en el 2005 para restablecer la verdad de lo que realmente ocurrió en un encuentro de escritores celebrado en Madrid—, desencadenó una increíble polémica que del territorio de la literatura se extendió a los campos de la cultura y la política (1).

Un antecedente histórico fue el Primer Encuentro de Narradores Peruanos realizado por la Casa de la Cultura del Perú en 1965. En aquella oportunidad se congregaron en la ciudad de Arequipa Ciro Alegría, José María Arguedas, Oswaldo Reynoso, Jorge Cornejo Polar, Tomás Escajadillo, José Miguel Oviedo, Sebastián Salazar Bondy, Eleodoro Vargas Vicuña, Carlos Eduardo Zavaleta, Antonio Cornejo Polar (director de la Casa de la Cultura y organizador), entre otros (2).

En la polémica entre «andinos» y «criollos», en cambio, se rompió el gueto de un congreso literario, probablemente sin proponérselo, y se difundió a través de los más importantes periódicos del país (3).

Los hechos: el congreso en Madrid se desarrolló del 23 al 27 de mayo del 2005 con una asistencia aproximada de cincuenta y cinco personas entre escritores, críticos literarios, editores y profesores. La cantidad de narradores era representativa no solo del periodo estudiado (1980-2005), sino de, por lo menos, un par de décadas antes (4). Fue más variopinta y ambiciosa que la realizada cuatro décadas atrás (de aquel evento solo repitió Mario Vargas Llosa). Participaron en doce mesas temáticas siendo el discurso de inauguración dado por Mario Vargas Llosa y el de clausura por Miguel Gutiérrez. En el primero, el autor de La Casa Verde resaltó que actualmente existen más ventajas en ser escritor de las que había en los años 50, cuando él comenzó. También criticó la supuesta persistencia de una narrativa «telúrica» en el presente siglo y que a algunos les hizo recordar sus postulados de La utopía arcaica (5). En la clausura, Miguel Gutiérrez habló sobre la perspectiva actual de la narrativa peruana y trató de poner paños fríos a ciertas escaramuzas que se habían producido. Dijo que el reconocimiento a la labor del escritor era algo accidental y que, a veces, llegaba tarde (recordó el caso de Arguedas). Además, que lo verdaderamente importante era el proceso creativo y no el tamaño de la foto en los diarios (6).

Miguel Gutiérrez. Foto: Andina.

No obstante, en los cinco días que duró el congreso se produjeron intervenciones en las que hubo ataques explícitos. Algunos de los denominados “criollos” sugirieron a los escritores “andinos” que debían copiar las fórmulas de los cantantes Chacalón o Dina Paucar para alcanzar su propio éxito. A su turno, los andinos denunciaron la existencia de favoritismo en los medios de difusión en Lima e insinuaron que la narrativa andina era superior a la producida por los criollos. En esos días los organizadores notaron que ambas tendencias comenzaron a nuclear a la mayoría de los asistentes en dos bandos reconocibles (e irreconocibles). A diferencia de lo ocurrido durante el encuentro de 1965, en el que los narradores llegaron a discutir sus diferencias en un ambiente de interés y de respeto por lo que decía el colega, en el congreso las fricciones rebasaron las buenas formas. Una de las expositoras, Rocío Ferreira, mencionó:

[…] llama la atención la apatía, la poca curiosidad intelectual y falta de solidaridad y ética profesional que algunos narradores de distintas generaciones que fueron invitados al Congreso en Madrid desplegaron al no escuchar las ponencias de sus colegas y, por el contrario, evidenciaron un exacerbado individualismo (7).

Por ese motivo y para aclarar los malentendidos, Miguel Gutiérrez decidió escribir un artículo a su vuelta a Lima sobre lo que, según su perspectiva, había ocurrido. El artículo salió el 29 de junio en el diario Perú21 y fue la chispa que incendió la pradera. En él reseñó positivamente la organización del congreso, resumió su propia ponencia, y criticó la práctica de los criollos a quienes tildó de ‘secta’:

[…] el malentendido tuvo que ver con la relación del grupo hegemónico que domina los medios de comunicación y los narradores del mundo andino.

[…]

Que la secta mantiene su poder lo prueban los despachos y crónicas desinformantes (publicados en los medios que ella controla) sobre el desarrollo del encuentro.

[…]

Es de conocimiento público que esta corriente [andina] es omitida por el grupo hegemónico en sus informes literarios, así como se margina o se minimiza a sus escritores más representativos.

A los pocos días el escritor Alonso Cueto respondió en el mismo diario:

[…] la hipotética secta debe ser muy inútil, pues los medios mencionan y reseñan obras de Miguel y de otros muchos escritores. La única secta real que existió aquí fue la de la revista Narración, que juzgaba y condenaba escritores en base a su supuesta ideología.

Para no hacer un recuento de todas las intervenciones, me centraré en aquellas en las que Miguel Gutiérrez intercambió argumentos y alguno que otro pullazo con Alonso Cueto, Fernando Ampuero y José Miguel Oviedo (8).

Afirmó Gutiérrez que la narrativa peruana estaba atravesando por un buen momento debido a la producción de las generaciones de los 80 y 90 procedentes de distintas partes del país. En cuanto al tema andinos y criollos, utilizó los términos «mafia», «secta», «argolla» aclarando que lo hacía en forma metafórica y sobre ello se preguntó: «Pero ¿existe todavía un grupo de esta naturaleza? Increíblemente sí, aunque ya no dispone ni mucho menos de ese poder casi omnímodo que detentaba el círculo en su época dorada (los años 50 y los 60)».

Alonso Cueto manifestó su desacuerdo en apoyar a un solo tipo de literatura ya que eso equivaldría a crear trincheras innecesarias. Agregó que: «Debemos “estar” pues solo por la buena literatura, la que surge de la soledad esencial de sus creadores. De lo contrario, corremos el riesgo, entonces sí, de caer en una visión sectaria, y habremos perdido, en realidad, toda esperanza».

Alonso Cueto.

Quizá las intervenciones más punzantes —en todo el sentido de la palabra— fueron las del escritor Fernando Ampuero y las del crítico José Miguel Oviedo. El primero inició su respuesta coincidiendo con Gutiérrez y Cueto en que el Perú de hoy es un país pluricultural que en el plano de la literatura no debería ser dividido en andinos y criollos. Y para entrar en la discusión afirmó que, si los escritores andinos no despiertan interés hoy, es porque no tienen el nivel de un Ciro Alegría o un Arguedas. Luego repitió la comparación hecha en Madrid: «Interesa Chacalón’, interesa Dina Paucar. ¿No es más bien que no se impone un equivalente literario de rasgos claramente andinos que desate pasiones entre los lectores?». En otra publicación se pesa de que el debate no se haya centrado en discrepancias ideológicas o políticas, sino en los ‘lamentos’ de ciertos escritores andinos ante la falta de reconocimiento público o fama. Por último, Ampuero recusó la apreciación que hizo Gutiérrez sobre los escritores criollos:

En su envanecida visión de sí mismo, Miguel Gutiérrez se arroga el derecho de juez supremo y hasta se pone magnánimo. Él osa calificarnos como autores «de nivel medio considerable, incluso los mejores de entre ellos», dando por descontado que lo suyo es lo literariamente encomiable.

Para José Miguel Oviedo, quien no asistió al congreso, pero fue aludido en un artículo: «Gutiérrez inventa una siniestra y gigantesca conspiración, una vasta intriga que parece inspirada a medias entre la novela gótica y la de espionaje, para explicarse todo lo que ocurre a su alrededor y donde él no esté incluido» (9). Añadiendo que el criticado era admirador de Mao Tse-Tung. Mientras tanto Ampuero, en otra publicación, agregó que lo era de Abimael Guzmán. Ante tales arremetidas, Gutiérrez replicó:

[…] remito a los lectores interesados a la extensa entrevista que me hizo el profesor de filosofía Dante Dávila para el libro Del viento, el poder y la memoria (páginas 309-333) publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Católica. Todo está ahí dicho con claridad, con el necesario espíritu autocrítico, pero sin desgarramientos ni ominosos complejos de culpa (10).

A esas alturas las publicaciones habían proliferado en ambos bandos y todo hacía pensar que el fuego cruzado no iba a detenerse ni a tratar más sobre literatura (11). Pero, si revisamos con atención en los mismos artículos podremos encontrar reflexiones sugestivas.

Por ejemplo, mientras que para los criollos el problema que originó el debate se debía a la expresión de resentimientos acumulados, reclamos por falta de publicidad o conspiraciones ficticias; para los andinos, su raíz debía buscarse en un detonante más complejo y antiguo: la práctica hegemónica que durante décadas unos grupos sociales han tenido sobre otros. Un problema que trasciende a ambas tendencias y que tiene que ver con la historia misma del país. Donde la literatura solo es uno de los territorios en los que esa dinámica de uso del poder se manifiesta. La socióloga francesa Anouk Guiné, interesada en el tema, lo explicó así:

Decir que el debate «hegemónicos/andinos» es obsoleto equivale a olvidarse de la realidad histórica del Perú y de su impacto sobre la vida literaria. Pareciera que también en este país el «multiculturalismo», muy preciado hoy día en ciertos ámbitos académicos y políticos, hubiera hecho olvidar que la «diversidad» es fruto de relaciones de poder de tipo colonial y racial.

Anouk Guiné.

Una postura que intentó mediar, la del escritor y crítico Gustavo Faverón, sostuvo en aquella oportunidad:

Cuando un escritor con cierto poder en los medios de comunicación capitalinos niega (o desconoce) la dificultad que sus colegas provincianos tienen para acceder a esos medios, ese escritor contribuye, acaso involuntariamente, al doloroso centralismo y al injusto desequilibrio social, económico y político que aleja a Lima del resto del país.

«¿Qué hacer frente a esta realidad?», se preguntó Miguel Gutiérrez intentando contener la polarización a la que habían llegado:

En primer lugar, dar al traste las lamentaciones y no pretender ser admitido en los medios que la secta domina, pues es probable que si se le tocan las puertas alguno podrá ser admitido, pero en condiciones de subordinación. No, lo que hay que hacer es persistir en la creación de calidad cada vez más rigurosa y desarrollar una campaña agresiva estableciendo y fundando espacios, revistas y editoriales alternativos pero muy acordes con la modernidad.

Otro argumento que surgió en el fragor del debate fue considerar la venta de libros como la justa medida para establecer el éxito literario de un autor. Sin embargo, esto fue rebatido con la idea de que es justamente en ese espacio donde opera la influencia de las amistades en la industria editorial. Las recomendaciones o ‘argollas’ ciertamente pueden decidir qué libros verán la luz o qué libros no. Por consiguiente, la venta no garantiza obras trascendentes o siquiera aceptables. Para Raúl Tola: «… incluso bajo ese supuesto, la única distinción que debería importar es la que separa la buena literatura de la mala, y allí las ventas y la presencia mediática no definen nada (pensemos en Paulo Cohelo, si no)». Un enfoque distinto introdujo consideraciones de carácter étnico. Gregorio Martínez señaló a su turno que la literatura andina tiene que atravesar por un tamiz que se enfoca en el color de la piel: «… en la reyerta literaria existe de por medio una cuestión de pinta y pretensión. Siempre ha sido así, en el Perú y en América entera. Esto desde la invasión europea. Todo matiz caucasoide otorga privilegios». Por ello se cuestiona:

¿Acaso la (Escuela) Naval y otras instituciones no exigen examen de presencia? Justamente los ‘regios’ quieren perpetuarse como los exclusivos comensales del exquisito manjar que en castizo se llama gollería. También para trabajar en la TV y en cualquier sitio con buen salario, la pepa caucasoide, no el talento, es condición imprescindible.

Por eso en décadas pasadas grupos como Narración y Hora Zero representaron una irrupción multicultural de escritores mestizos, andinos y amazónicos que supieron enfrentar el centralismo de Lima y el hegemonismo en los medios. Para ello recurrieron a sus propias formas de expresión en base a revistas, libros, recitales, talleres, pronunciamientos, debates, etc. Otros colectivos surgidos en el presente siglo provienen de universidades, centros culturales y de los más diversos rincones del país (12). Estas nuevas oleadas han sabido aprovechar los espacios que brindan las editoriales independientes, el auge de las ferias de libros realizadas en provincias, y la creciente influencia de Internet y las redes sociales. Todos mecanismos legítimos para enfrentar lo que el autor de La violencia del tiempo denominó “el problema entre hegemónicos y excluidos”.

En una entrevista que le hice a Miguel Gutiérrez el año 2013 precisaba su participación en el debate:

En esta famosa polémica a mí me ubicaron como escritor andino o muy ligado a ellos. Pero yo en ningún momento planteé mis criterios en esos términos. En mis textos yo matizo mi posición. Lo que pasa es que el escritor criollo se refiere al escritor limeño y, particularmente, al escritor miraflorino o de San Isidro, mejor dicho, al pituco. Pero, en todo caso, los criollos serían todos los costeños de las grandes ciudades, en ese sentido yo también sería un escritor criollo. En lo que no estoy de acuerdo con mis colegas, que denominan andinos, es que solamente la literatura andina representa al país. Yo no creo eso y más bien estoy por la imagen multiétnica y pluricultural del país (13).

En uno de sus últimos ensayos, La cabeza y los pies de la dialéctica, señaló a manera de conclusión: «Si algo demostró esta inusitada polémica es que también en el aparente territorio neutral de la literatura y el arte el Perú sigue siendo un país dividido en el que se reflejan las exclusiones sociales y étnicas imperantes».

Hechas las cuentas, ¿fue positivo el debate entre andinos y criollos? Al menos para el escritor cusqueño Luis Nieto Degregori lo fue: «Solo a raíz del debate iniciado en el Congreso Internacional de Narrativa Peruana realizado en Madrid en mayo del 2005 los escritores andinos salieron de su relativa invisibilidad». Lo dice porque los medios de comunicación pueden contribuir a la promoción del autor y su obra delante del gran público. Al menos parcialmente. Un diario como El Comercio, por ejemplo, tiene una considerable influencia en el campo de la cultura. Pero como se trata de una empresa privada sus directivos y redactores podrían alegar que ellos promocionan a quienes consideran conveniente. Un argumento casi irrefutable. Sin embargo, existen medios del Estado, es decir, financiados con los impuestos de todos los peruanos, que también hacen programas culturales. Fue el caso del programa televisivo Vano oficio, que dirigía el novelista Iván Thays, que fue acusado por algunos escritores de no ser un espacio plural.

Todo esto explica por qué en Madrid se desbordó el cuestionamiento en torno a la orientación o influencia que tienen los medios.

En el balance final de la española María Ángeles Vásquez, organizadora del congreso, hubo unas de cal y otras de arena:

Lo visto y expuesto en el congreso de Madrid debe servir para que los escritores peruanos acepten sin discrepancias la diversidad y pluralidad expresivas y temáticas de su propia narrativa, que dirijan su esfuerzo a romper el aislamiento académico y mediático, fruto de una inexistente política editorial que los mantiene prácticamente inéditos. Están suficientemente maduros para ello y los avala una irrefutable calidad.

Y dando por concluida su participación en el debate, Miguel Gutiérrez, quien más ataques y objeciones había recibido, dijo:

No me ha hecho feliz esta contienda, pero si en algo puede ayudar a los escritores de provincias, y a todos aquellos que son marginados o silenciados, a persistir en su entrega a la literatura y a luchar por abrirse un espacio propio, entonces todo será justificado.

NOTAS

(1) Entrevista de Ezequiel Maldonado y Angélica Aranguren: “Miguel Gutiérrez: un heterodoxo en la literatura latinoamericana” aparecida en el portal Pacarina del Sur, Revista de Pensamiento Crítico Latinoamericano. Año 2013. P.328.

(2) Mario Vargas Llosa no estuvo presente, pero semanas antes había ofrecido una conferencia sobre el tema en la ciudad de Arequipa.

(3) La mayoría de artículos y entrevistas se publicaron desde fines de mayo hasta septiembre en los diarios La República, El Comercio, El Peruano, Correo, La Primera y, especialmente, Perú21. También opinaron personajes mediáticos como César Hildebrandt, Rosa María Palacios, Beto Ortiz y Augusto Álvarez Rodrich. Los textos fueron agrupados por la revista Ómnibus en una edición especial y a la cual remito la mayoría de citas usadas. http://www.omni-bus.com/congreso/debate/indicedebate.html

(4) María Ángeles Vásquez, directora de Mirada Malva, mencionó que antes de iniciarse el congreso los escritores donaron —para su sorpresa— casi trescientas de sus obras a la Biblioteca Nacional de España.

(5) Ensayo sobre la vida y obra de Arguedas que en 1996 desató una intensa discusión en el campo de la literatura y aun en los de la antropología y la sociología.

(6) Pueden ver el programa de las mesas y los nombres de los ponentes en:  http://www.congreso2005.miradamalva.com/mesas.html

(7) Coincidiendo con Ferreira, uno de los organizadores, Mario Suárez, escribió en El Peruano: «Alonso Cueto […] calificó de «irregular» el contenido de las ponencias presentadas durante el congreso. Respetaría su opinión si hubiera asistido a la mayoría de ellas y no sólo a aquellas en las que participaban sus compañeros de grupo. Si no se hubiera ido de museos y toros con Ampuero y demás satélites […] Pero no sólo no lo hicieron, sino que además Cueto criticó al resto de sus compañeros, a la mayoría de ellos sin siquiera oírlos, y con el agravante de haber sostenido él mismo la más pobre de las ponencias».

(8) Fue tal el aluvión de artículos, entrevistas, cartas que un escritor radicado en Europa por más de cuarenta años, Carlos Meneses, sugirió que con ellos se podía editar un libro: «Eliminadas las mezquindades, ¡dónde no las hay!, y restada algo de fuerza a la pasión con que varios han intervenido, la reunión de textos puede ser todo un éxito».

(9) Voy a omitir otras intervenciones que incurrieron en golpes bajos y medias verdades debido a que distorsionarían lo esencial de este recuento.

(10) Se refiere a las respuestas que dio sobre diversos temas, especialmente en torno al marxismo en la literatura, Abimael Guzmán y Sendero Luminoso.

(11) Escritores como Oswaldo Reynoso rechazaron esta discusión en la que, sin embargo, tenían una clara postura: «Me parece una polémica inútil, que no aclara nada, y da una visión de lo que actualmente es la crisis de la cultura en el Perú. Yo no creo que haya escritores andinos, criollos, limeños, provincianos, exitosos, excluidos… Me parece que esas cosas son tonterías. Lo que toda la vida ha existido en el Perú son grupetes de pitucos que se arrogan la representación literaria del país, porque detrás de ellos están los poderes».

(12) A nivel gremial se pueden considerar dos interesantes experiencias: la Asociación Nacional de Escritores, Artistas e Intelectuales del Perú (ANEA) y, más recientemente, el Gremio de Escritores del Perú.

(13) En revista Sikuri, Año I N.º 1, 2013. “La violencia del tiempo está formada por varias novelas”. P.21.

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Cultura

Este viernes inicia la FIL 2025, ¿será mejor que la del año pasado?

Feria del Libro irá hasta el 6 de agosto, apostando nuevamente por personajes mediáticos que por difusores de nuestra cultura.

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Mes patrio y ya es casi una sana costumbre que por estas fechas la Feria Internacional del Libro (FIL) de Lima se asiente en algún punto céntrico de nuestra capital. Como los años anteriores, bien hicieron los organizadores en elegir nuevamente el distrito de Jesús María como el epicentro de la literatura. Desde este viernes 18 de julio hasta el 6 de agosto, el parque Próceres de la Independencia del mencionado distrito recibirá a escritores nacionales e internacionales para deleite de sus miles de seguidores.

En esta ocasión, la Cámara Peruana del Libro (CPL) indicó que la tarifa costará S/10 los fines de semana (viernes, sábado y domingo) y feriados; y S/7.50 de lunes a jueves, detallando que este incremento responde al alza de los costos logísticos y la necesidad de mantener la calidad de la programación. Sin embargo, los vecinos de Jesús María podrán ingresar de manera gratuita a la FIL 2025 presentando su documento de identidad. Asimismo, las personas con discapacidad podrán acceder pagando S/6 de lunes a jueves y S/8 los fines de semana y feriados presentando su carné de Conadis. Finalmente, docentes y estudiantes pagarán S/5 cualquier dia.

Se espera, por lo tanto, una considerable mejoría respecto a la edición anterior, donde cientos de asistentes reclamaron sobre una mejor zonificación y señalización, así como mantener el verdadero significado de una feria, en cuanto uno acude a encontrar libros a precios accesibles, y evitar que por el contrario una finalidad más lucrativa.

Homenajes

Uno de los principales homenajes a realizarse será para nuestro premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, quien recientemente falleciera el pasado 13 de abril. Por su parte, la agenda incluye cinco homenajes literarios: cuatro de carácter póstumo y uno en vida. Recibirá el Premio FIL el poeta Leoncio Bueno Barrantes, figura clave de la poesía social peruana, en reconocimiento a su trayectoria a sus 105 años. Los homenajes póstumos recordarán al humorista Nicolás Yerovi, al poeta Carlos Germán Belli, a la editora Teresa Orbegoso y al investigador afroperuano Nicomedes Santa Cruz.

Palabras mayores. Centenario poeta recibirá un más que merecido reconocimiento en la FIL 2025.

Invitados internacionales

La 29° Feria Internacional del Libro de Lima contará con una destacada lista de invitados nacionales e internacionales que enriquecerán su variada programación. Entre los invitados internacionales figuran reconocidos autores, periodistas, ilustradores y artistas. Destacan Javier Cercas, novelista español autor de “El loco de Dios en el fin del mundo”; Rosa Montero, referente de la novela contemporánea y el periodismo narrativo español; Laura Restrepo y Piedad Bonnett, escritoras colombianas de amplia trayectoria; Kevin Johansen y Liniers, músico y artista visual argentinos; Guillermo Arriaga, escritor y guionista mexicano y Ray Lóriga, novelista y cineasta español.

Desde España nos visitará es destacado escritor Javier Cercas.
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Cultura

Ministerio de Cultura en Cajamarca autoriza destrucción de ‘muro Inca’ para construcción de puente

¿De patrimonio a escombros? La Dirección Desconcentrada de Cultura de Cajamarca validó un muro inca vinculado al Qhapaq Ñan, pero años después autorizó una obra que terminó destruyéndolo por completo.

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En 2017, los cajamarquinos celebraban un descubrimiento inesperado: tras una crecida del río San Lucas, afluente que corre paralelo al antiguo camino incaico entre Cajamarca y Los Baños del Inca, quedó al descubierto un muro de piedra perfectamente ensamblado. Las autoridades culturales de ese entonces no tardaron en confirmar lo evidente. La arquitecta Carla Díaz García, entonces directora de la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC) de Cajamarca, junto al arqueólogo Luis Francisco Esquerre Fernández, acudieron al lugar y validaron su autenticidad: era un muro inca, posiblemente parte del Qhapaq Ñan, el sistema vial andino declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Muro Inca, bañado por el río San Lucas en Cajamarca ya no existe.

La respuesta es tan indignante como alarmante: la misma entidad encargada de proteger el patrimonio cultural —la DDC de Cajamarca— autorizó su desaparición bajo el amparo de informes técnicos con inconsistencias, aprobados con inusitada celeridad.

Un muro validado y luego ignorado

En marzo de 2017, el muro fue formalmente reportado por la DDC. En 2023, el arqueólogo Luis Francisco Esquerre Fernández retomó el caso mediante el Informe N.º 000431-2023-SDDPCICIDDCCAJ LEF/MC, confirmando su origen incaico. En febrero de 2024, la Secretaría Técnica del Qhapaq Ñan también reconoció su valor patrimonial en conjunto con los arqueólogos Esquerre Fernández y Henry Joel Chávarri García, como consta en el Informe N.º 000010-2024-QHAP-QÑAN-DM-ABE/MC.

Pese a todo esto, la directora actual de la DDC, Roxana Judith Padilla Malca, emitió en tiempo récord dos resoluciones (N.º 000122-2024-DDC CAJ/MC y N.º 000368-2024-DDC CAJ/MC), autorizando el “monitoreo arqueológico” en la zona, paso previo para la construcción de un puente vecinal que terminó por destruir el muro.

Roxana Judith Padilla Malca, tiene más de 7 años en el cargo de directora de la DDC Cajamarca.

El informe que autoriza lo inaceptable

El documento clave que avala esta intervención es el Informe N.º 000085-2024-DDC CAJ-HCG/MC, elaborado por el arqueólogo Henry Chávarri García.

Informe N.º 000085-2024-DDC CAJ-HCG/MC, elaborado por el arqueólogo Henry Chávarri García.

Este informe plantea, en un mismo cuadro, que no hay ‘infraestructura preexistente’, y en otro que sí la hay. Una contradicción grave, ya que cuando no existe infraestructura preexistente —como en este caso, donde había un vestigio arqueológico en pie—, la normativa exige tramitar previamente un Certificado de Inexistencia de Restos Arqueológicos (CIRA), lo cual no se hizo.

Fuente: Ministerio de Cultura.

Peor aún: el registro fotográfico que sustenta el expediente es de septiembre de 2023, mientras que el ingreso formal del expediente se hizo el 26 de febrero de 2024. Sin embargo, la autorización se dio el 27 de febrero, solo un día después, lo que hace dudar de que haya habido una inspección real o evaluación técnica rigurosa.

Fuente: Ministerio de Cultura.

¿Un error de forma? ¿Un descuido? Lo dudoso no es solo la calidad del informe, sino la prisa con la que fue aprobado. La directora Padilla Malca no solo omitió observar estas irregularidades, sino que dio luz verde a un proceso que terminó destruyendo la única evidencia material incaica a lo largo del tramo Cajamarca–Baños del Inca del Qhapaq Ñan.

¿Complicidad o negligencia?

El diario Panorama Cajamarquino ha venido reportando presuntas irregularidades en la gestión de Padilla Malca, quien ocupa la dirección de la DDC desde hace más de siete años. Sin embargo, este caso marca un punto de quiebre: no se trata solo de mala administración, sino de una decisión institucional que permitió un atentado contra el patrimonio cultural.

Hasta ahora, ningún arqueólogo de la DDC ha presentado denuncia alguna. ¿Por qué callan? ¿Acaso temen represalias? ¿O son parte de una estructura complaciente con la destrucción del legado prehispánico?

El Colegio de Arqueólogos del Perú, así como el Ministerio de Cultura, deben pronunciarse. Y más aún: deben investigar y sancionar a los responsables de permitir este atentado patrimonial. No se puede permitir que decisiones administrativas, basadas en informes mal elaborados y resueltos en tiempo récord, justifiquen la pérdida irreversible de evidencias arqueológicas.

En Cajamarca, el Ministerio de Cultura no solo brilla por su ausencia: parece haberse convertido en un facilitador del olvido.

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Cultura

Chincha: con maquinaria pesada destruyen el Sector B de Huaca Grande

El hecho revela no solo el intento de apropiación ilegal de terrenos con valor histórico, sino también la negligencia sistemática del Ministerio de Cultura y las autoridades locales.

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Por Luis Huertas

Durante la mañana de ayer, vecinos del centro poblado Huaca Grande alertaron sobre un nuevo atentado contra el patrimonio cultural. Maquinaria pesada venía destruyendo y nivelando el sector norte del monumento arqueológico conocido como Huaca Grande – Sector “B”, declarado Patrimonio Cultural de la Nación.

Tras la denuncia ciudadana, personal de la Municipalidad Distrital de Sunampe, junto con efectivos de Serenazgo y la Policía Nacional del Perú, acudieron al lugar para constatar in situ los daños. Al llegar, las máquinas ya se habían retirado, pero se logró registrar fotográficamente la placa del vehículo involucrado: P2T-915, correspondiente a la empresa de Servicios Múltiples V.G. E.I.R.L., con domicilio legal en el centro poblado San Francisco (Sunampe), dedicada al transporte de carga.

Maquinaria pesada extrayendo el lado norte del sector B de Huaca Grande.

Según información recogida en el lugar, las maquinarias habrían sido contratadas por un poblador de la zona, quien se presenta como supuesto propietario del terreno, con el aparente objetivo de habilitarlo para venta. Durante nuestro recorrido, pudimos hallar fragmentos de cerámica, restos textiles y fragmentos óseos humanos —evidencia clara del valor arqueológico del sitio. Además, de algunos tapiales de barro destruidos.

Servicios Multiples V.G. EIRL. Empresa contratada para atentar contra el Patrimonio arqueológico.

Trabajos de remoción en pleno sitio arqueológico, considerado Patrimonio cultural de la Nación.

Una tragedia que se repite

Este acto no es aislado. Huaca Grande (Sector B) ya ha sido afectada en anteriores gestiones municipales. En el periodo del ex alcalde Carlos Grimaldi (2011-2014), se intentó ejecutar una obra denominada “Anillo vial” que impactó el sector sur del sitio.  Resultado de dicha acción: ningún castigo por parte del Ministerio de Cultura. Muy raro, ¿no? Posteriormente, en la gestión del ex alcalde David Matías (2015-2018), se adquirió un predio a la familia Muñante con la intención de construir un centro de salud, sin embargo, se descubrió que dicho terreno incluía parte de la huaca, por lo que el proyecto fue descartado.

Material textil encontrado dentro de la remoción del terreno por maquinaria pesada.

Huellas de los trabajos con maquinaria pesada al lado norte del sector B de Huaca Grande.

Perfil norte donde se muestra evidencia arqueológica.

Patrimonio en peligro

Huaca Grande es considerada una mansión o palacio de la élite rural del Señorío Chincha. En 2009 fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación mediante la Resolución directoral nacional N.° 626-INC, y recientemente, en enero de 2024, se determinó su protección provisional (sectores A y B) por medio de la Resolución Directoral N.º 000001-2024-DGPA-VMPCIC/MC por dos años.

Dicho documento establece que el área arqueológica debe contar con señalización adecuada e hitos de delimitación. Sin embargo, durante nuestra inspección en el terreno no se hallaron los hitos, y el único panel informativo —que advierte sobre su condición de patrimonio protegido— está deteriorado y próximo al colapso.

El sitio prácticamente se encuentra abandonado y no solo por el Ministerio de Cultura, sino también por las autoridades de turno que, por cierto, solo aparecen para la foto y no destinan fondos para su cuidado. La población aledaña, intenta con sus propios recursos, mantener en pie este monumento arqueológico como legado de nuestra historia.

Panel en mal estado de conservación. Fue colocado en el 2018. Actualmente, el Ministerio de Cultura se resiste a cambiarlo.

Este hecho no solo refleja el accionar irresponsable de algunos ciudadanos que buscan apropiarse de terrenos culturales, sino también la inacción del Ministerio de Cultura, que en más de un año no ha implementado medidas mínimas de protección en el lugar. ¿Acaso no hay presupuesto para elaborar hitos? ¿Dónde queda la capacidad de gestión de los que lideran la Dirección Desconcentrada de Cultura de Ica?

El Estado no puede limitarse a emitir declaratorias desde un escritorio; urge una articulación real entre la comunidad, la municipalidad y el ministerio, que hasta ahora parecen actuar de forma aislada. Falta salir al campo y evaluar cómo está nuestro patrimonio, no solo en nuestro valle sino, en los cinco valles de la región Ica. Cada día se va destruyendo parte de nuestro Patrimonio. Con el aval y complicidad del Ministerio de Cultura que poco o nada hace por preservarlo.

El patrimonio no puede esperar. El abandono y la negligencia están siendo cómplices silenciosos de su destrucción.

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Cultura

Asociación de Anselmo Pi, usaría convenio con Mincul para escanear irregularmente territorio nacional

Otra incongruencia del Ministerio de cultura que pone en peligro la seguridad y soberanía nacional. Especialistas se pronuncian sobre convenio con Asociación de Anselmo Pi Rambla.

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Anselmo Pi Rambla y su asociación sorprendieron a la reconocida empresa italiana KHAFRE PROJECT al decirles que, junto a su equipo, podrán escanear satelitalmente territorio peruano, específicamente el cusqueño, para buscar laberintos subterráneos es así que, en reciente conferencia de prensa, el cuestionado Pi Rambla, junto a funcionarios de la empresa, anunció que pronto se escanearía Cusco en búsqueda de pasajes subterráneos.

Al respecto, el entonces director del Ministerio de Cultura Cusco, Jorge Luis Moya refiriéndose a permisos de investigaciones arqueológicas obtenidos por la Asociación Pi Rambla, refirió que, a la fecha, no cuentan con ningún permiso de investigación arqueológica y la solicitud que ha presentado dicha asociación está siendo observada por diferentes incongruencias en los informes y por el producto que están presentando para su calificación. Asimismo, refirió que el convenio, firmado por la Asociación Pi Rambla y el Ministerio de Cultura, se encuentra en un proceso de nulidad en la sede central del Ministerio de Cultura en Lima.

 Moya también manifestó que el Ministro de Cultura no ha dado permiso alguno a la Asociación Pi Rambla para escanear satelitalmente territorio cusqueño, recalcando que la Asociación en cuestión no cuenta con ningún tipo de permiso otorgado por el Ministerio de Cultura – Cusco y que este hecho violaría nuestra soberanía nacional.

Asimismo, el Decano del Colegio de Arqueólogos del Perú, Dr. Pieter Van Dalen, se pronunció referente al anuncio de la Asociación Pi Rambla que escaneará satelitalmente territorio cusqueño para buscar laberintos subterráneos.  “Es una situación muy preocupante y alarmante el hecho de que se escanee satelitalmente territorio peruano sin consentimiento de los ministerios pertinentes, y que el Estado peruano, a través de las instituciones que deben velar por la protección de la seguridad nacional, permita que instituciones extranjeras estén realizando vuelos o utilizando satélites en nuestro territorio nacional. El Ministerio de Defensa debe intervenir inmediatamente, tomar acciones, convocar a esas instituciones y enviar un documento para que cesen este tipo de acciones ilegales”.

Con lo expresado e informado por el entonces director del Ministerio de Cultura Cusco, Jorge Luis Moya, queda demostrado que Anselmo Pi Rambla y su asociación no contaría con ningún tipo de permiso, evidenciando que estos supuestos investigadores profesionales habrían sorprendido a la empresa KHAFRE PROJECT. Aquí la falta de ética sería desbordante; ya que se cree que el Perú es un feudo o sigue siendo colonia española, además se piensa que las condiciones políticas que se tenían en la dictadura fujimorista siguen siendo las mismas, donde con un fajo de billetes se conseguía cualquier cosa, entre ellas poner en riesgo el patrimonio cultural de la nación y el saqueo de yacimientos arqueológicos.

El día domingo, el programa Política y Poder  emitido por IMPECABLE TV realizó varios destapes referentes a la figura de Anselmo Pi Rambla, este cuestionado personaje que pretende volver a obtener permisos del Ministerio de Cultura. Al respecto fue consultado el alcalde del Cusco, quien, refiriéndose a la solicitud de la Asociación Pi Rambla para excavar la Chincana de Cusco, fue tajante: “Como alcalde del Cusco quiero ser claro y tajante: Nadie va a tocar una piedra mientras no tengan la autorización de la comuna provincial”.

https://www.facebook.com/inpecable.peru/videos/4152160415059718

En un anterior artículo de Lima Gris titulado “Escándalo en el Ministerio de Cultura: ¿Un Convenio Extraterrestre?” (https://limagris.com/escandalo-en-el-ministerio-de-cultura-un-convenio-extraterrestre/), donde pusimos en conocimiento de la opinión pública que diferentes grupos humanos del Cusco exigen la anulación del convenio entre el Ministerio de Cultura y la Asociación Pi Rambla y denuncian la incongruencia del Ministerio de Cultura al vulnerar los fines para los que ha sido creado, entre ellos fortalecer la identidad nacional.

Luego de leer este artículo, el Ministro de Cultura, Fabricio Valencia, seguirá protegiendo dicho convenio que, según las comunidades aledañas al parque arqueológico de Sacsayhuamán, atenta contra nuestra identidad cultural.  Ellos no son los únicos, pues el reportaje del programa cusqueño Política y Poder mostró una serie de evidencias que muestran que Anselmo Pi atentaría contra la historia e identidad de los peruanos.

Una dato importante para el ministro Fabricio Valencia, hijo del distinguido arqueólogo y antropólogo Alfredo Valencia Zegarra, es que Anselmo Pi Rambla afirma reescribir la historia de la humanidad y que los muros del Coricancha no son incas. ¿Qué diría de esto el padre del Ministro de Cultura? Y una más para el Ministro: el señor Pi Rambla afirmó que los muros del Coricancha tienen una antigüedad de 4000 años, cuando los estudios de arqueólogos cusqueños, peruanos y extranjeros entre ellos sus señores padres, afirman con evidencias científicas que el Coricancha es de la época inca.

Esperemos que el Ministerio de Cultura tome cartas en este asunto y no vuelva a firmar convenios irresponsables, y que cuyo objetivo es minimizar nuestro glorioso pasado.

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Cultura

Entre el alma y los muertos: entrevista a Orlando Mazeyra Guillén, Premio FILAY 2025

Hablamos con el autor de ‘El mar que nos espera’ sobre literatura y resistencia’

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Por José Emilio Caro Gómez

Ayacucho tiene dos traducciones: una que me gusta, derivada de lo poético, «Rincón del alma», y otra que proviene de la historia, «Rincón de los muertos». La Plaza de Armas, diseñada en un modelo de damero, está ahora llena de feriantes de libros. Sobre ella, el cielo azul se extiende, salpicado de nubes blancas y grises. De vez en cuando, alguna nube se cuela en los portales con arquerías que rodean el centro, donde se encuentra la estatua del héroe de la independencia, el Mariscal Sucre. Sin embargo, esta figura es una de las tantas mentiras que la historia oficial nos impone: un héroe de barro. No entiendo por qué no colocan una estatua del General La Mar, quien sí estuvo y dio la cara a los masones españoles. Quizá en la firma del tratado de independencia se intercambiaron el santo y la seña de su logia: “¿Qué hora es?”, preguntó uno, y el otro respondió: “Es hora de trabajar”.

Huamanga, a esta hora de la tarde, la observo desde lo alto de un balcón. Espero al ganador del Premio de Novela Corta de la Feria Internacional de Ayacucho. La calma de la ciudad, con su arquitectura morisca-andaluza y su historia llena de contrastes, se mezcla con las voces del público que se incrementa al pasar las horas.

Orlando llega puntual. Nos saludamos afectuosamente, pues la última vez que lo vi fue al pie del Misti, en la Biblioteca Mario Vargas Llosa, en Arequipa. Nos sentamos, y siento una gran premura por hacerle unas preguntas que siempre me rondaron al leerlo.

-Tomo un sorbo amargo de café y sin miramientos-.

¿Cómo y cuándo comenzaste tu camino en la literatura?

 Casi sin darme cuenta, creo. Escribiendo cuentos de fútbol en la primaria y conociendo la obra de Antoine de Saint-Exupéry, Ribeyro, Reynoso, Arguedas, Horacio Quiroga, Sabato, Osvaldo Soriano, Fontanarrosa, entre otros. Recuerdo que en quinto de secundaria le informé a mi madre que quería ser periodista y se rió de mí. Según ella, las carreras decentes eran (o son) Medicina, Derecho e Ingenierías. Por eso, a pesar de que ingresé a Ciencias de la Comunicación en la Unsa, ella me obligó a estudiar ingeniería en la Universidad Católica de Santa María. Desde muy joven supe que tenía que remar contra la corriente y lo sigo haciendo. Mi vida ha consistido en darle la contra a los demás.

Cuando publicaste tus primeros relatos, ¿cómo era el panorama narrativo peruano?

Realmente desolador. Yo terminé la universidad hace más de 20 años y en Arequipa no existían las editoriales independientes. Apenas recuerdo a un editor y escritor de cuentos fantásticos que me explicó, muy a su manera, lo costoso que era publicar un libro de relatos; por eso me desmotivé y, a pesar de que seguía escribiendo, pensé que jamás podría publicar mi primer libro.

Por suerte, justo en el último semestre de la universidad, encontré una convocatoria a un Premio Nacional de Cuento Largo organizado por la Universidad Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque: la historia tenía que ser de no menos de 25 páginas y de no más de 50. Así, muy influenciado por «El túnel» de Sabato, escribí furiosamente «Todo comenzó en la Universidad». Fui co-ganador del primer lugar, así que nos repartimos el premio con un estudiante de Piura. No obstante, el verdadero premio fue saber que los jurados fueron dos grandes como Colchado y Oswaldo Reynoso. Así pude conocerlo y entrevistarlo en su casa de Jesús María. Nos volvimos patas, fue una entrañable amistad. Yo le sugerí el título del último libro que publicó en su tierra natal: «Arequipa lámpara incandescente» y también me lo dedicó. Ese quizá sea mi mayor e inmerecido premio. O haber leído los borradores de sus últimos libros para luego almorzar comentando sus historias. ¡Qué privilegio! Creo que por eso, desde que él murió, ya no quiero ir a Lima. Ir a la capital representaba la posibilidad de ir al parque Alberti de Jesús María, tocar la puerta y pasar jornadas espléndidas con ese querido amigo.

-Claro, él siempre me dijo: mira, ese es un verdadero escritor-.

En tu opinión, ¿el arte puede ser un medio de resistencia frente a la anomia que vivimos actualmente?

Antes que escribir, leer es resistir. Los escritores somos lectores que damos un paso más y nos ponemos a contar historias con la ilusión de hacerlo con el talento de los maestros. Por eso es tan necesario fomentar la lectura desde la infancia y evitar la censura de autores incómodos. El arte debe introducirse en nuestras vidas, modificarlas y permanecer para siempre.

Un escritor, según tú, ¿puede realmente apartarse de lo ideológico?

Creo que ningún escritor puede hacerlo porque publicar un libro ya es un acto político. En nuestras historias asoman nuestras filias y nuestras fobias, nuestra mirada del mundo y nuestra ideología, equivocada o no, ese ya es otro cantar.

Para quienes aún no hemos tenido el placer de leer El mar que nos espera, ¿cómo definirías en tres palabras?

Una novela atípica.

Escribir una novela corta; ¿cómo fue para ti ese paso?

El libro tiene varias partes. Primero, una historia breve que Fernando Rivera analiza muy acertadamente cuando señala: “El sueño y la condena de vivir se narran y desnarran en esta implacable nouvelle que con una velocidad alucinante recorre el otro lado de las cosas. Orlando Mazeyra Guillén ha escrito en El mar que nos espera una historia extraordinaria donde los personajes miran desde el vértigo de la pesadilla y el acecho de la muerte, las posibilidades de la vida”. Pero luego asoma el deseo de construir «la casa de la novela» como señaló Luis Hernán Castañeda: «Orlando Mazeyra Guillén se sumerge en un mar cuyas profundidades ocultan las ruinas de una tragedia. Con una prosa directa y precisa, recupera los fragmentos de un pasado traumático. Y los devuelve a la superficie, donde intenta construir la casa de la novela. Su proyecto, a la vez literario y sanador, busca hacer habitable —respirable— el océano de sombras que asfixia a sus personajes. De allí que El mar que nos espera sea una historia resquebrajada, que no deja de perseguir, a través de sus giros de voz, perspectiva y género, una cierta unidad perdida. Sin embargo, el intento por anclar su relato en una verdad revela que la escritura ofrece un camino engañoso. Y que las motivaciones del escritor, lejos de ser redentoras, pueden estar contaminadas por el deseo y la traición”.

Es una novela sobre cómo yo escribí mi primera novela. O sea, ficción sobre la ficción y al final otro libro más que parece ser de otro autor. Mi novela es un reflejo de mi vida: imperfecta. Es como yo: con baches, vacíos, puntos ciegos.

Sé que estuviste en la capital, pero luego regresaste a vivir en Arequipa, ¿lo haces por elección o es un tipo de autoexilio?

Arequipa es mi patria. O si quieres, mi patria chica. He vivido y he trabajo haciendo prensa en Lima y es una ciudad que detesto desde los forros. Y esto no me impide aceptar con mucha pena y angustia que Arequipa cada vez se parece más a Lima. ¡Es espantoso!

-Oswaldo Reynoso te consideró un narrador prometedor.-

Oswaldo para mí es un hermano mayor. Un ejemplo a seguir. Y sobre todo un maestro. En mi novela hay ciertos guiños a él como mentor, creador y guía. Nunca estaré a su altura, pero sigo sus pasos con mis limitaciones y con muchísima pasión, algo que también aprendí de él.

¿Qué opinión tienes sobre las ferias regionales como la que se realiza en Ayacucho?

Que tienen un auténtico espíritu independiente y sobre todo plural. Déjame, por favor, agradecer una vez más a los jurados del Primer Premio Internacional de Novela de la FIL Ayacucho por elegir mi trabajo. La vida es como un juego de azar y creo que los premios también. Esta modesta gratificación, más que económica, tiene un carácter espiritual inmarcesible. Los escritores del interior del Perú tenemos que sacrificarnos en demasía para difundir nuestros libros. Por suerte, ahora contamos con un nuevo evento literario independiente en Ayacucho y eso me alegra muchísimo. Sé que cada año habrá mejores obras que la mía, no me cabe la menor duda.

Además de Reynoso, ¿qué otros escritores nacionales o extranjeros han sido referentes para ti?

De Arequipa: Oswaldo Reynoso, Vargas Llosa, Edmundo de los Ríos. También respeto y sigo con atención la obra de Yuri Vásquez, Alex Rivera de los Ríos, Jorge Monteza, Victoria Vargas, Dennis Arias, entre otros. Creo que es necesario, primero, conocer lo propio.

Además están obviamente Ribeyro, Arguedas, Valdelomar pero también Claudia Ulloa, Laura Riesco, Juan Manuel Robles, Luis Hernán Castañeda y un largo etcétera.

De los extranjeros no puedo olvidar a Camus, Sabato, Rubem Fonseca, Clarice Lispector, García Márquez, Lucia Berlin, Borges, Henry Miller, Richard Ford, Cheever, Volpi, Leonardo Padura, Ricardo Piglia y muchos más.

Al inicio de tu carrera, ¿cómo fue tu relación con los medios literarios y editoriales en el Perú?

Distante. Soy un escritor insular. Escribir historias en el semanario de César Hildebrandt me hizo ganar muchos lectores. Pero es sabido que en las editoriales que Oswaldo Reynoso llamaba «transnacionales» más que el mérito o el talento, prima la patería, el lustrabotismo y la argolla.

El reconocimiento institucional, como el Premio de Novela Corta que ganaste, ¿cambia algo en tu visión como escritor?

No, para nada. Me emociona mucho, eso sí. Me permite publicar mi novela y encontrarle un espacio en los medios. Pero ya te dije que los premios son un juego de azar y a veces los ganan los que menos lo merecen. Sean grandes o pequeños.

¿Cómo defines el tono de tus relatos?

Mi narrativa es autobiográfica e intimista. Pero en mi novela escapa del realismo a secas y «juego» con la novela «policial», con el terror, lo sobrenatural, etcétera. Ha sido todo un reto para mí y espero que el resultado sea alentador para todos aquellos que se animen a leerla.

¿Has considerado explorar otros géneros como la poesía, el ensayo o el teatro?

Garabateé poemitas en mi juventud pero no pasó de eso: meros garabatos. Una vez recibí un reconocimiento en El Búho por un modesto ensayo sobre Arequipa. Y me encantaría escribir una obra teatral, así que no lo descarto. Ojalá algún día lo haga.

¿En qué proyectos literarios estás trabajando actualmente?

Un libro con una mirada acuciante, dolorosa pero también esperanzadora del Perú: un libro peruano en el mejor de los sentidos y escrito con compromiso, por supuesto.

¿Qué consejo le darías a jóvenes narradores que, como tú, empiezan desde regiones como Arequipa, lejos de los grandes centros editoriales?

Que se olviden de todo lo «grande» (y grande entre comillas): ciudades, editoriales. Que no escriban llevados por modas literarias o temas que «vendan», que no piensen en los premios. Yo por ejemplo no he podido terminar de leer a Premios Alfaguara porque se me ha terminado de caer el pelo y las muelas también.

Uno debe escribir sobre lo que le revuelve las tripas y no casarse con nadie.

¿Prefieres trabajar en comunidad con otros escritores o te identificas más con un proceso individual y silencioso?

Como te dije: soy muy insular. Detesto las argollitas y manchitas «nice». Esa gentita que juega en pared y se devuelve favores.


Pasar del relato breve a la novela corta, ¿qué reto representó para ti?

Ponerme a prueba, intentar reinventarme. Es mi libro más audaz sin dejar de ser íntimo. En realidad no es una novela sino una antinovela. Espero que te guste. Yo creo que a Oswaldo le hubiera llamado la atención: la terminé el día de su cumpleaños, el 10 de abril.

Reynoso es un león arequipeño que sigue más vivo que nunca.

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Cultura

La literatura no muere gracias a ciudadanos como Julio Benavides Parra   

Lee la columna de Marisol Verónica Giordano Silva

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Por Marisol Verónica Giordano Silva

Julio César Benavides Parra nació el 20 de marzo de 1977, en Lima, en el distrito de Jesús María, y cursó estudios en el colegio particular Enrique N. Espinosa, del distrito del Rímac. Desde la educación secundaria, Julio destacó por su inclinación a las letras.

El año 1993 ocupó el tercer lugar a nivel inter-colegios en el Rímac, en un concurso convocado por su institución educativa. El año 1996 ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y estudió ciencias de la comunicación, y desde ahí empezó su mayor compromiso por la literatura al punto de decidirse por ser escritor.

Diez años después, en el 2006, creó con un grupo de poetas y músicos el grupo “Hojas del éxodo”, y en este interín obtuvo el tercer puesto de un concurso de poesía organizado por la UAP y el gestor cultural José Beltrán Peña.

En el 2009, con un grupo de amigos, organiza el grupo denominado “Parnaso Perpetuo” y en un año desde ahí se organizó 15 recitales. Luego de esta etapa poética, Julio César, desde el 2010, desarrolla actividades en la editora “Paracaídas”, dirigiendo tres proyectos que se convirtieron en un libro, iniciando también su camino de editor y el 15 de enero del año 2011, con la antología “Sacra cofradía”, libro de once autores, apareció con el sello editorial “Vicio Perpetuo, Vicio Perfecto”. Gracias a ese noble proyecto viajó por costa, sierra y selva.

Entre sus poemarios destacan “Narciso y sus musas”, “Cultura combi” y “Mar de amores” y en narrativa tiene el título “Buscando a Venus”, además de la exitosa novela “Oìdos sordos”, de 79 páginas, publicado en noviembre del 2021, ambientada en el Perú de los años setenta del siglo pasado, tiempos de fútbol y del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada.

No obstante, su actividad creativa, esta se ve enriquecida en la vida de Julio César con su quehacer editorial a través del sello “Vicio Perpetuo, Vicio Perfecto” que ya tiene más de 150 títulos, entre poesía, narrativa, teatro, ensayo, sociología, antropología, medicina y filosofía, llevando a los lugares más recónditos de la patria a autores como Marco Martos, Winston Orrillo, Leopoldo Chariarse, Alonso Cueto, Eduardo Gonzales Viaña, Cronwell Jara, Edgardo Rivera Martínez, etc.

Gracias a esta labor de Julio César, se contribuye para que no fenezca el ambiente cultural y literario en nuestro Perú, y qué mejor con libros buenos, bonitos y baratos que tienen en la portada el acabado de connotados artistas y excelentes fotógrafos dedicados a trabajos de gran calidad artística.

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Cultura

Mirar lento: ética y poética de la quietud

Tres décadas después de fotografiar Lima, Basilea, Nueva York o la Amazonía, explorando silencio, forma y memoria, Materia estática de Diego Alvarado convierte la arquitectura en una ética de la contemplación. Expone en La Galería de San Isidro.

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Por Czar Gutiérrez

¿Puede pensarse lo estático como símbolo de la muerte y, paradójicamente, como fuente de latencia, de respiración suspendida? De Alberti a Heidegger, de la proporción áurea al “habitar poético” del espacio se condensa una ontología de la mirada que parece descender de una genealogía secreta: la fotografía que no se limita a registrar ni a embellecer. La que se convierte en un sistema de conocimiento, una forma de detener el tiempo para escuchar lo que la arquitectura no dice.

La operación artística que ensaya Diego Alvarado (Lima, 1971) no es otra que la de un testigo en vigilia. No se posiciona como flâneur benjaminiano, seducido por el espectáculo de la ciudad. Es un vigía que observa sin intervenir, pero que registra con una devoción casi mística el momento en que el concreto revela su alma mineral. Sus encuadres —purísimos, casi ascéticos— son variaciones de un mismo gesto: la tentativa de oír la voz de lo inerte.

Cada volumen capturado es un poema visual sobre el silencio. El Young Museum de San Francisco, el Messe Basel en Suiza, el edificio El Consorcio en Lima o La Défense de París no son simplemente íconos urbanos sino, en su mirada, umbrales metafísicos. No hay monumentalidad exhibicionista ni didactismo arquitectónico. Hay una sensibilidad que busca la vibración íntima de las formas, sus fricciones con la luz, su deseo de convertirse en vacío.

Alvarado, como Merleau-Ponty en su Fenomenología de la percepción, intuye que cada edificio es un cuerpo sensible. Las estructuras son carne espacial. La geometría, lejos de ser fría o utilitaria, deviene en lenguaje afectivo susceptible de emoción. La fotografía documenta el espacio, claro, pero también lo revela. Y en esa revelación no hay neutralidad porque toda forma es ideología, lo advirtió Lefebvre. El fotógrafo registra el edificio, lo interroga, lo deconstruye y lo reconstituye como síntoma.

Las texturas, las repeticiones rítmicas, los cortes abruptos y las simetrías tensadas responden, más que a una estética formalista, a una ética visual. Se trata de desplazar al sujeto —el humano, el transeúnte, el narrador— para ceder la voz al muro, al ángulo, al vacío. El espacio se emancipa de su función. El edificio ya no es marco del acontecimiento sino el acontecimiento mismo.

Este desplazamiento es también técnico. Alvarado imprime sus imágenes en papel de algodón Aquarelle de 300 gr, lo que añade una capa de materialidad densa, táctil. El soporte se convierte en parte del mensaje: deja de ser una superficie neutra para devenir en un cuerpo que respira, que resiste al brillo digital, al archivo efímero, al pixel intangible. El papel le otorga a la imagen un carácter casi pictórico, escultórico, ritual. No hay producción en masa. Cada copia es un acto de fidelidad al tiempo.

Ocurre que Diego Alvarado no es un fotógrafo de tránsito fugaz ni de tendencias oportunistas. Su formación se enraíza en toda una trayectoria: estudió en la Ringling School of Art and Design en Sarasota (Florida, 1994) y, antes, en instituciones clave como el Museum School of Fine Arts (Boston, 1991), la Rhode Island School of Design (1992), el SACI Art Center International en Florencia (1993) y el Saint Martin’s School of Art en Londres (1994). Entre 1994 y 1996, trabajó como asistente de fotografía y laboratorista en el Guggenheim Museum de Nueva York, experiencia decisiva que agudizó su mirada curatorial y su sensibilidad ante la arquitectura como gesto cultural y político.

Desde entonces, ha participado en múltiples exhibiciones —individuales y colectivas— en Lima, Basilea, Caracas, Santiago, Madrid, La Habana y Nueva York. Su obra ha evolucionado desde el retrato y la moda hacia una abstracción conceptual que encuentra en la arquitectura su interlocutor silencioso. Ha colaborado con arquitectos como Bernardo Fort Brescia, construyendo archivos visuales que son a la vez inventarios emocionales del espacio urbano. Fue también docente de fotografía en la UPC y en el Centro de la Imagen de Lima, donde impartió los cursos de desnudo y arquitectura, dos formas del cuerpo en tensión.

De este modo, Materia estática puede leerse como un tratado visual sobre la detención. En un mundo dominado por la velocidad, el impacto y la sobresaturación visual, la obra de Alvarado postula la lentitud como forma de radicalidad. Frente a la lógica del scroll infinito, propone la contemplación. Frente al vértigo de la ciudad, ofrece el peso específico del silencio. Frente a la espectacularidad responde con el vacío.

En esta elección hay una dimensión política. Optar por la calma, por lo aparentemente inerte, por lo estructural, es un gesto que cuestiona la estética dominante y el modelo de percepción contemporáneo. Como en el cine de Tarkovski, en la pintura de Morandi o en la música de Arvo Pärt, lo importante no es lo que sucede, sino el modo en que se sostiene lo que ya ha sucedido.

En suma, Diego Alvarado no fotografía arquitectura. Fotografía nuestra relación invisible con el espacio. Cada encuadre como espejo de nuestra percepción, cada sombra como una metáfora del tiempo. Y cada muro como una página donde se escribe —en negativo— nuestra fragilidad urbana cargada de una ética. Una De ontología de la forma. Y, sobre todo, una invitación a volver a mirar no lo que se mueve, sino lo que —al permanecer— sostiene lo esencial.

Muestras: Materia estática de Diego Alvarado y Estudio de la caída de una hoja de Lina Leal.

Lugar: La Galería.

Dirección: Conde de la Monclova 255, San Isidro

Fechas: del 10 de julio al 9 de agosto.

Entrada: Libre.

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Cultura

¿Declive del hombre (heterosexual) (blanco) literario o declive de la ficción literaria americana?

Lee la columna de Hans Herrera Núñez

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Existe un abismo insalvable entre el estrellato de Mailer, Updike, McCarthy, DFW, Franzen, etc., y cualquier escritor americano actual. Como dice Yingling, «Estoy seguro de que son discriminados, pero lo único que se está haciendo es sustituir a un grupo de personas de las que nunca has oído hablar por otro grupo de personas de las que tampoco has oído hablar y que tienen órganos sexuales diferentes».

Según Owen Yingling «Parece que nadie está dispuesto a afrontar el hecho de que no se trata solo de un problema de los hombres de letras, sino de todo el mundo. ¿Qué cualidad no identitaria tienen en común los grandes autores que prácticamente todos los jóvenes escritores de ficción literaria contemporánea carecen (aparte de Rooney)? Es obvio: la gente los conocía y compraba sus libros. Uno de los problemas de debatir este tema es que es casi imposible obtener cifras de ventas de cualquier libro publicado recientemente, a menos que trabajes en el sector editorial y puedas gastarte un par de miles al año en BookScan, e incluso así no es seguro que obtengas una medida precisa de las ventas. Así que me veo obligado a trabajar con encuestas, datos agregados sospechosos, anécdotas y diversas conjeturas para argumentar mi postura. Probablemente esa sea una de las razones por las que quienes hablan de esto nunca quieren entrar en cifras. El colapso del impacto cultural de la ficción literaria estadounidense en el siglo XXI, medido por las ventas comerciales y la capacidad de producir grandes escritores conocidos, se debe menos a la política de identidad o a los móviles que a una combinación de shock de oferta (la reducción de las revistas y la cantera académica) y shock de demanda (el abandono de la escritura de libros que atraen al lector normal en favor de la búsqueda del prestigio dentro del mundo de la ficción literaria).

Mientras en la “lista de novelas más vendidas de 1962” de Publisher’s Weekly aparecían La nave de los locos, de Katherine Anne Porter; Dearly Beloved, de Anne Morrow Lindbergh; A Shade of Difference, de Allen Drury; y Franny y Zooey, de J. D. Salinger. Y en 1963 aparecían Los zapatos del pescador, de Morris West; El grupo, de Mary McCarthy; and Elizabeth Appleton, de John O’Hara. En la lista de 2023 estaban It Ends with Us, de Colleen Hoover; It Starts with Us, de Colleen Hoover; and Fourth Wing, de Rebecca Yarros.

Atomic Habits, by James Clear (self-help); Dog Man: Twenty Thousand Fleas Under the Sea, by Dav Pilkey

Por ejemplo, El lamento de Portnoy fue el libro más vendido de 1969. De aquí a la eternidad, de James Jones (861 páginas), fue el libro más vendido de 1951. Lolita llegó al número 3 en 1958 y se mantuvo en el número 8 en 1959 (el número 1 en 1958 fue para Doctor Zhivago). Ragtime fue el libro más vendido de 1974. Las correcciones, número 5 en 2001, fue la última obra de ficción literaria que entró en la lista de los diez libros más vendidos del año. Ninguna obra de ficción literaria ha entrado en la lista de los diez libros más vendidos del año de Publisher’s Weekly desde 2001. James, by Percival Everett,

en la lista semanal de best sellers del New York Times, fue el libro más vendido en la última semana de 2024.  La autopista Lincoln, de Amor Towles, que ocupó el primer puesto durante una semana en octubre de 2021. Es decir, solo una semana en la lista de más vendidos de obras de ficción recientes.

Owen menciona: «No importa que ningún hombre blanco nacido después de 1984 haya sido publicado por The New Yorker, porque sinceramente dudo que cualquier lector serio de ficción pueda recordar con facilidad un cuento de algún escritor más joven en The New Yorker. La brecha entre el presente y los grandes autores es importante no solo para los escritores varones. En la loca carrera por alcanzar la estabilidad en un contexto de recursos (financieros y culturales) cada vez más escasos, los autores y los creadores de discurso parecen haber caído en el desasosiego al discutir cómo se deben repartir estos recursos en lugar de por qué se están reduciendo».

En resumen, el problema no es una repartición de un pastel pequeño, sino que es el declive generalizado de la ficción literaria y a dónde se fue la creatividad.

ARX-Han sostiene la tesis de que el mercado literario se ha vuelto menos eficiente debido «al aumento del conflicto entre editores y editoriales. Sospecho que la razón de este aumento del conflicto es la mayor competencia por el estatus entre los editores literarios, impulsada por la guerra cultural. En mi opinión, parece que los editores compiten en el eje del estatus moral. El imperativo primordial detrás de “elevar las voces diversas” en el mundo editorial es, en realidad, un eje de competencia moral entre los editores literarios.

El optimizar la diversidad en lugar de la calidad es una tesis interesante pero insuficiente. Como señala un artículo de Alex Pérez: «En realidad, «comenzó en 2010, 2012”, declaró a The Free Press la galardonada autora Lionel Shriver, conocida por su novela Tenemos que hablar de Kevin. Es demasiado tarde para explicar satisfactoriamente el declive de la ficción literaria; tal vez pueda explicar en parte la disminución de la calidad y la popularidad después de 2010, pero una explicación completa debería poder explicar el declive constante de la popularidad entre los consumidores que comenzó en los años 80 y 90 y que culminó con un colapso casi total a principios de la década de 2000″. 

En resumen, ninguna obra de ficción literaria ha sido un éxito de ventas anual desde 2001.

Otro modo de optimización análogo al éxito monetario es el reconocimiento de la crítica: si el libro que un autor americano editó o publicó gana un Pulitzer o un Booker, intuitivamente sentirá que ha superado el estatus de diversidad/identidad acumulado por otra editorial. Por supuesto, es mucho más fácil acumular estatus mediante el “estatus moral,” pero eso tiene dos caras, ya que este tipo de estatus, fácil de adquirir, no vale tanto como la “conexión con el prestigio literario,” mucho más difícil de conseguir, como bien señala 

Owen Yingling y que a continuación refiere que «otro problema relacionado con el principio agente-representado que entra en juego aquí con los propios autores: la ficción literaria es probablemente única entre los subgéneros en el sentido de que parece que los autores valoran mucho más los premios y las opiniones de los críticos que las ventas».

Woke or no woke, el problema del declive de la ficción en EEUU tiene muchos años.

Will Blythe en Esquire explica que en los últimos veinticinco años, la industria de las revistas se ha reducido en medio de este “dataísmo”, especialmente en su interpretación de la ficción literaria. Hace tres años, Adrienne LaFrance, editora ejecutiva de The Atlantic, decidió ayudar a crear un destino online para este tipo de ficción, en particular los relatos cortos, empezando por uno de Lauren Groff. “La disminución de las revistas impresas en este siglo”, escribe, “supuso una selección de la ficción.” En su opinión (y en la mía), internet “es bastante eficaz a la hora de fragmentar la atención y devorar el tiempo.” En resumen, es culpa de internet el que se haya dejado de prestar atención y tiempo a la lectura literaria.

Mientras te desplazas por la pantalla leyendo esto, podrías darle la razón a Blythe, pero eso sería demasiado fácil.

Es cierto que leer es pesado y denso. Como señala la Fundación Nacional para las Artes, el número de estadounidenses que “leen literatura” ha caído del 56,9 % en 1982 al 46,7 % en 2002 y al 38 % en 2022. Sin embargo, como indica Yingling, el «tamaño real de la población lectora de ficción no se ha reducido de forma significativa (crecimiento de la población)», y el segundo es que, incluso si los datos fueran correctos, no podría ser cierto: en 1955, el número de estadounidenses que leía al menos un libro al año (39 %) era inferior al actual (53 %). [El gasto per cápita en libros de ocio (índice / población) tampoco era superior al actual.] Y se supone que los años 50 y 60 fueron la edad de oro de la ficción estadounidense [el número de lectores a partir de 1982 es similar al número de lectores actual]. La ficción literaria siguió apareciendo en las listas hasta 2001, y no hay ningún cambio en el número de lectores que pueda explicar su aparición y desaparición después de 1982, ya que las cifras son las mismas.»

Ciertamente el mercado de la ficción está dominado por la ficción de género, el romance y James Patterson. La ficción literaria representa algo así como el 2 % del mercado. La explicación de Blythe de que la gente sigue leyendo libros, solo que lee libros peores, no basta por simple ensloppification, la pereza, o algo así, o que sea culpa de los ordenadores. Y sin embargo, la gente sigue leyendo mucha ficción literaria; lo que no lee es ficción literaria contemporánea. El autor de ficción además debe competir con muertos.  Libros como Orgullo y prejuicio, Guerra y paz, Los hermanos Karamázov, etc., siguen vendiendo miles de ejemplares cada año, más incluso que los grandes éxitos de la ficción literaria contemporánea. Las cifras de ventas de clásicos que no se suelen enseñar en las escuelas por razones logísticas, como Guerra y paz, desmienten el argumento en contra del estímulo de compra por exigencia académica. Además, otras obras de ficción literaria no clásicas, como los libros de John Irving, se siguen vendiendo bastante bien.

 Complementariamente, los datos de ventas demuestran que no se ha dado un cambio de gusto radical, es decir, no dan a sugerir que los gustos literarios hayan cambiado drásticamente con respecto a la ficción literaria en general. Se ha dejado de lado la ficción literaria contemporánea, pero no los clásicos.

Tal vez la respuesta asome en el fracaso comercial de la ficción literaria y el fracaso crítico, es decir, la falta de un gran escritor joven. No hay un Franzen ni un Foster Wallace a la vista. Algunos libros ampliamente elogiados como clásicos y obras maestras en su época caen en el olvido poco después. Muchos libros que gustan a mucha gente simplemente no son buenos. Por qué, Beto a saber. Pero mucho más raros que estos casos son los libros que caen en el olvido en su época y son “descubiertos” como obras maestras. Durante los últimos veinte años, la cultura literaria estadounidense no pudo producir un solo escritor al que los americanos puedan describir como grande sin sentir vergüenza. ¿Algún americano recuerda a Salvage the Bones, de Jesmyn Ward, ganadora del National Book Award? Ese libro se enseña en los institutos junto a Cien años de soledad. A eso me refiero con vergüenza contemporánea. En este momento, la realidad nos dice que no hay ni siquiera escritores de ficción literaria famosos (y mucho menos genios) en los Estados Unidos de América menores de 65 años. Lo cual es distinto en 2000, 1990, 1980, 1970, 1960, etc. Antes incluso de llegar al problema de las ventas, habría que saber qué ha fallado en la cantera de talentos.

Por el lado de la oferta es cierto que internet mató el papel, acabó con las revistas,  por la pérdida de ingresos publicitarios. El gasto en publicidad en revistas de consumo en Estados Unidos se redujo casi a la mitad entre 2004 y 2024. Las revistas que sobrevivieron y prosperan hoy en día son aquellas que no dependían principalmente de los ingresos publicitarios. The New Yorker, por ejemplo, sigue siendo rentable y actualmente tiene una tirada de 1.3 millones de ejemplares, más del doble que en su apogeo en los años 50 y 60. Las revistas que sobrevivieron ya no  dedican tanto espacio a los relatos cortos ni remunerar bien a sus escritores; en el pasado, era posible ganarse la vida escribiendo relatos cortos y publicándolos en publicaciones periódicas, hoy no.

El colapso del ecosistema de las revistas significa que se ha reducido la cantera de talentos: hay menos oportunidades de publicar y menos dinero para quienes lo consiguen. Otro problema está en el mundo académico. According to US Doctorates in the 20th Century: «Obtener un doctorado durante los primeros 70 años del siglo XX solía garantizar al graduado un puesto en el mundo académico… Los doctores en Humanidades tenían la tasa más alta de empleo académico—el 83 % en 1995-1999—pero inferior al 94 % registrado en 1970-1974.” Desde 1984 hasta el presente, los puestos para profesores de inglés simplemente se han desplomado. Resumen: no hay oferta laboral. En cuanto a la escritura creativa: en 2016 había 3000 graduados con un máster en Bellas Artes y 119 puestos con posibilidad de obtener la titularidad. Simplemente el mercado no da. Los escritores no se pueden ganar la vida como freelance ni en la academia. Si escriben y publican, el tiraje será de un par de miles de ejemplares. Entonces, si quieren escribir y ganar una cantidad decente de dinero, ¿adónde pueden ir?

Netflix 

Según Owen Yingling: «Desde una perspectiva financiera, uno de los factores que aleja a los aspirantes a escritores de ficción literaria es el auge de las series de televisión de prestigio en las últimas décadas. Los guionistas de Mad Men, Juego de tronos y True detective tienen todos un máster en escritura creativa [Nic Pizzolatto, famoso por True detective, es un buen ejemplo, ya que era muy popular en los círculos de la ficción literaria contemporánea antes de dedicarse a la televisión. Ahora escribe guiones para películas de Marvel. Antes de la llegada de la televisión de prestigio y el declive de las revistas y el mundo académico, era poco probable que los escritores de ficción literaria pasaran de escribir novelas a escribir guiones [Por supuesto, este tipo de cosas no eran infrecuentes en los primeros años del cine: Fitzgerald, Chandler, Faulkner, Huxley, etc.]. La cantera de talentos para la ficción literaria se ha reducido considerablemente en las últimas décadas.»

El auge de la serie frente al cine se explica también porque mientras una película dura en promedio una hora y media (aproximadamente de 90 a 120 páginas de guión), una serie tiene varias temporadas, lo que exige profesionales experimentados en obras de largo aliento (una novela promedio americana puede rondar entre 300 y 600 páginas, y no es poco frecuente la existencia de autores de sagas de libros de casi mil páginas cada tomo). Traduzca eso a una serie de varias temporadas con desarrollos de trama, de personajes, situaciones, etc.).

La reciente pérdida de las otras dos vías claras para llevar una vida decente para un escritor ha reducido drásticamente a los escritores con vocación de ser grandes autores. De ahí que no haya ningún escritor de ficción genial en América.

En cuanto a la demanda a partir de la década de 1970, cada vez menos obras de ficción llegan a las listas de los más vendidos. ¿Por qué? El problema es la ficción literaria contemporánea.

Owen Yingling acota sobre esto que «Algo ha cambiado en la ficción literaria en los últimos años que ha alejado al gran público. Han sitúa el cambio en la “concienciación”, pero la cronología no cuadra, ya que este cambio ya estaba en pleno apogeo antes de la década de 2010, cuando la “concienciación” se convirtió en un tema destacado.»

Según Owen es una desconexión entre el público y el discurso del mundo literario pre woke. « La razón principal por la que la ficción literaria contemporánea autoconsciente no vende libros es porque es, por así decirlo, un juego para iniciados. La mayoría de esos libros no tienen nada que ofrecer al lector general. Los libros están escritos para los críticos. Es fácil ver cómo podría haberse creado un círculo vicioso a partir de la preocupación por el estatus, y no por las ventas: los autores empiezan a optimizar sus obras para obtener elogios de la crítica. Los críticos sienten la necesidad de diferenciarse, tanto de otros críticos como del gusto popular, por lo que idean criterios cada vez más barrocos para juzgar esos libros. Los lectores se sienten comprensiblemente alienados cuando compran libros nuevos; las ventas totales caen. La caída de las ventas de ficción literaria aumenta el atractivo del punto número «».

Resultado la  ficción literaria representa el 2 % del mercado de la ficción.  Otra vez, según Owen, «A partir de los años setenta se produjo un declive sostenido. Creo que el mecanismo del círculo vicioso es sin duda correcto (…). Consideremos el caso de Philip Roth. Goodbye, Columbus fue un éxito de ventas y se convirtió en película. El lamento de Portnoy vendió medio millón de ejemplares y fue el libro más vendido de 1969. Pero ninguna novela de Roth en la década de 1970 apareció en ninguna lista de bestsellers, y teniendo en cuenta la brusca experimentación de las novelas en cuestión—El pecho, Mi vida como hombre y La visita al maestro—eso no es ninguna sorpresa. Y, sin embargo, recibió elogios de la crítica durante esa década: La visita al maestro fue seleccionada por el Comité Pulitzer en 1980 (aunque la junta lo descartó y eligió en su lugar La canción del verdugo) y fue finalista del National Book Award. El profesor del deseo fue nominada al Critics Circle Award, y todos estos libros fueron muy elogiados por los críticos de periódicos y revistas. ¿Quién más ganaba premios en aquella época? Con el National Book Award de El arcoiris de gravedad en 1974 (y un Pulitzer rechazado), eran cada vez más los autores posmodernos como Pynchon, Barth y Gaddis, ninguno de los cuales vendió nunca un número significativo de libros. Su ascenso marcó el inicio de una completa desconexión entre las ventas y el gusto de la crítica. Los autores que rechazaban conscientemente al público “mediocre” de la América de mediados de siglo fueron recompensados por la crítica. Y autores como Roth, que buscaban sin descanso el estatus literario, cambiaron rápidamente su estilo para adaptarse a este nuevo entorno. Por supuesto, las tendencias cambiaron y, tras el posmodernismo, una especie de minimalismo MFA [Master of Fine Arts] pasó a dominar la ficción literaria, un estilo cuyos efectos siguen estando muy presentes en cualquier obra contemporánea que se pueda encontrar hoy en día. Pero lo más importante es que, a partir de la década de 1970, los autores estaban dispuestos a optimizar la crítica a expensas de las ventas en un grado que nunca antes habían alcanzado. Así, a partir de la década de 1970, la ficción literaria fue apareciendo cada vez menos en las listas de libros más vendidos, aunque fue el posterior colapso de la cantera de talentos, que comenzó en las décadas de 1980 y 1990 con la ralentización del mercado laboral académico y el fracaso generalizado de las revistas impresas, lo que acabó definitivamente con sus perspectivas comerciales».

En resumen, las normas actuales de la ficción literaria hacen que al lector medio nunca le guste nadie que lo haga, porque simplemente nadie escribe ficción.

Mientras tanto, la IA asoma. Y ya alguien por ahí vaticinó que a medida que aumente la incertidumbre global, traducida en apagones, puede que el papel regrese, porque el orden global se está descomponiendo y es probable un colapso digital y una regresión de las costumbres como no se imaginaría en ciencia ficción.

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