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Universidades públicas en emergencia presupuestal

El día de hoy, ante la comisión de Educación del Congreso, el Rector de la Agraria, Américo Guevara, expresó la urgencia de la situación presupuestal de las universidades públicas ante un MEF ajeno a ver en estas soluciones reales ante el subdesarrollo que arrastramos. «En dos años consecutivos nos han cortado el poco presupuesto tenemos», refirió el rector de la Agraria.

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El día de hoy, ante la comisión de Educación del Congreso, el Rector de la Agraria, Américo Guevara, expresó la urgencia de la situación presupuestal de las universidades públicas ante un MEF ajeno a ver en estas soluciones reales ante el subdesarrollo que arrastramos. «En dos años consecutivos nos han cortado el poco presupuesto tenemos», refirió el rector de la Agraria.

Sobre Beca 18

Por otra parte, refirió «tenemos una injusta distribución de las becas y fugas de talento. El CONAVEF por ejemplo dice que financia esas becas», pero el rector señala que a las universidades públicas no las están financiando, «esto a la universidad pública no va. Y CONAVEF en su propio reglamento dice que no encuentra una forma legal, y como los estudios en las universidades públicas son gratuitas, por tanto no le otorga presupuesto como sí hace con las privadas». Estos fondos van destinados, entre otros, a costo desde el examen, carpeta de emisión, artículos hasta vestimenta cuando se requiere, por lo que sugiere modificar el reglamento de Beca 18. Es decir, lo que exige es que esos fondos podrían servir para implementar laboratorios y mejora en el transporte y comedores de los estudiantes.

Producción en investigación

«Se da en la actualidad una escasa producción de investigación y falta de competitividad en los rankings internacionales [de universidades]. Por ejemplo, la inversión de Brasil para investigación y desarrollo es de 1,3% de su PBI; en Argentina es de 0,5%; Chile 0,36%; México 0,3%; Colombia 0,24% y Perú 0,16%». Es decir, Perú otra vez a la cola. Luego señaló con la mirada torva «país, universidad o institución que no investiga está condenado al fracaso». Luego agregó que la investigación no debe medirse por número sino por porcentaje de cada universidad, porque sino «las universidades que tenemos pocos docentes no nos terminan tomando en cuenta. Por ejemplo, la Agraria tiene 543 profesores, la UNI 1300, San Marcos alrededor de 4 mil. En cambio, la Agraria en cuanto a investigadores inscritos tiene 34% mientras UNI tiene 10% y San Marcos 16%. Si el MEF entendiera que la investigación es importante para salir del subdesarrollo estos valores se incrementarían».

A su vez no perdió la oportunidad de pedir una mayor cooperación entre las propias universidades, esto es a nivel de laboratorios abiertos e infraestructura abierta para todas las universidades y un mejor aprovechamiento de los recursos.

Así mismo señaló los aportes de la investigación en el desarrollo del país refiriendo el aporte de la Universidad Agraria que con una inversión muy baja «hicimos los primeros trabajos sobre arándanos y gracias a esta investigación hemos logrado que el arándano se posicione y que la empresa privada empiece a producir, por lo que es un orgullo poder decir que Perú es el primer exportador de arándanos». Y no solo eso. «La universidad de Chachapoyas a través de sus investigadores han marcado un hito histórico en la clonación de un caballo de paso». Sin embargo, queda mucho por hacer, pero la potencialidad de nuestras universidades está allí esperando. Por ejemplo, el rector refirió cómo la Universidad de Sao Paulo de Brasil tiene cuatro hospitales mientras nuestras universidades generalmente solo tienen un centro médico. Ha pedido a la Comisión de Educación coordinar con la comisión de presupuesto que se eliminen todas las barreras e impedimentos burocráticos que no permiten crecer a las universidades públicas, porque «hay un déficit de 549 millones que no fueron cubiertos para cubrir esas observaciones, puesto que muchas universidades pasamos con observación». Y es que la brecha en infraestructura, equipamiento, biblioteca y recursos académicos es enorme. Algo que sucede es que incluso su presupuesto asignado puede ser tocado por el Ejecutivo. Tal como explicó a la comisión «tenemos un presupuesto y de pronto sucede algo y nos cortan el presupuesto. En dos años consecutivos nos han cortado el poco presupuesto que tenemos para ejecutar».

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HANS HERRERA NÚÑEZ. (Lima, 1985). Vivió parte de infancia en Costa Rica, de regreso a Perú estudio Derecho en la Garcilaso y luego literatura. Se especializa en la obra de Roberto Bolaño y Chesterton. Ha colaborado con Dedo Medio y actualmente escribe en Lima Gris. También co-conductor del programa en radio Lima Gris de "Mirada Critica". Además ha aparecido en el celebrada película de ficción de Gustavo Meza, "Ciudad Ausente" (2015).

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El problema en la venta de boletos a Machu Picchu

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Por: Raúl Villavicencio H.

Machu Picchu antes del ‘boom turístico’

Cuatro décadas atrás el Cusco era una ciudad más dentro del Perú. Cada cierto tiempo llegaban turistas a visitarla, quedándose gratamente maravillados por sus apacibles y empedradas calles, sus viviendas, una lluvia reparadora o una buena conversación frente a la plaza, pero, sin lugar a dudas, el mayor atractivo era la ciudadela inca, entonces poco conocido y casi inexpugnable.

El terrorismo durante la década de 1980 estaba en su auge y acceder hasta la llaqta que fuera hogar de los últimos incas resultaba sumamente complicado y peligroso.  A pesar de que en el año 1983 la UNESCO la declarara Patrimonio Cultural de la Humanidad solo unos cuantos se aventuraban hasta la cima de la montaña, contemplando aquel paisaje que ahora resulta inconfundible a nivel mundial.

Plaza principal del Cusco a inicios de la década de 1980. Foto: Entren.

Fue durante la década siguiente cuando empezó a ‘redescubrirse’ para los nacionales y extranjeros. Se mejoraron los caminos, se levantaron modestos hospedajes —el lugar preferido de los mochileros que buscaban un lugar acogedor y barato— se construyeron las vías férreas, emergió un insípido comercio alrededor de la ciudadela.

Combatido y casi erradicado el terrorismo, regresó nuevamente la estabilidad en el país. Eso fue un gran incentivo para los extranjeros querer visitar el Cusco, atraídos por los misterios e historias contadas del boca a boca sobre tesoros aún ocultos en lo más profundo de la “Montaña vieja”.

El Gobierno Central empezó a voltear la mirada hacia aquella ciudad sureña y recóndita, otrora capital de la más grande y extensa civilización de Sudamérica, creando Promperú sobre las bases de la infructuosa Foptur (Fondo de Promoción Turística) que le tocó vivir los años más duros del terrorismo. Los turistas extranjeros empezaban a llegar en mayor cantidad y con ellos muchos miles de dólares, provocando que los propios cusqueños empiecen a organizarse para recibirlos. Fue ahí donde todo cambió.

El ‘ombligo’ que quiere ser el centro de todo el turismo

Durante los siguientes años el rostro del Cusco fue cambiando de manera radical. A pesar de que su centro histórico se encuentra protegido, inmensos hoteles fueron edificados en cuestión de años; se multiplicaron los hospedajes, en las principales avenidas se abrieron agencias de turismo, el metro cuadrado de las viviendas empezó a subir considerablemente, y como las expediciones no les dejaban a los viajeros extenuados, decenas de discotecas, pubs y restaurantes fueron apareciendo para goce y diversión de los más jóvenes e intrépidos. Tanto de día como de noche, la ‘maquinita’ no dejaba de ingresar dinero y muchas empresas también querían formar parte de la ‘fiesta’.

Solo el año pasado, el Cusco acogió a más de dos millones de turistas, entre nacionales y extranjeros, una cifra superior en casi el 40 % a la del año 2023. Siendo más específicos, el Santuario de Machu Picchu recibió el año pasado 1 508 300 visitantes, según datos del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur), siendo solo superado por el Circuito Mágico del Agua, ubicado en Lima, con más de dos millones y medio de visitantes.

A modo de comparación, la región Amazonas, donde se encuentra otro lugar turístico como Chachapoyas, recibió algo más de 161 mil visitantes, de acuerdo a la información brindada por Percy Pilco Díaz, director ejecutivo de Proamazonas.

Arequipa, la denominada ‘Ciudad Blanca’, le abrió los brazos el 2024 a medio millón de turistas. Puno recibió a 1.4 millones de turistas; Cajamarca, 794 mil; Huancayo, 150 mil. La capital del Perú, ciudad donde es parada fija de los extranjeros, recibió a 3.7 millones, y su contraparte Huancavelica tuvo poco más de 5 mil visitantes el año pasado.

En esa última ciudad la diferencia es abismal si lo ponemos al lado del Cusco. Con los dedos se pueden contar a los turistas, a pesar de contar con diversos atractivos turísticos. A cuentagotas una agencia logra llenar una minivan durante el día y por supuesto no existen colas ni entradas agotadas con varios días de anticipo.

El oro y el moro por una entrada

En la actualidad, Machu Picchu es la ‘gallina de los huevos de oro’ para el sector público y privado, generando millones de soles año a año; y es que no se trata de solo ir y tomarse una foto al frente de la ciudadela, previamente los turistas han tenido que tomar un avión hacia el Cusco, hospedarse en un hotel de tres, cuatro o cinco estrellas, recorrer todos los sitios turísticos que puedan en su día de arribo para luego emprender el viaje a Ollantaytambo o directamente a Aguas Calientes, donde se subirán a un bus que los dejará en la puerta de acceso al santuario. Durante todo ese periplo ya consumieron en restaurantes, comprando artesanías, recuerdos, ponchos, telares y recuerdos, dejando tras de ellos una estela de billetes.

Ya casi en la entrada al mayor atractivo turístico, aquel que muchos visitantes eligen con semanas de planificación y que muchos vienen exclusivamente para verlo y regresarse a su país, se topan con una inmensa cola en su boletería.

Turistas realizan largas colas en la oficina de la Dirección Desconcentrada del Cusco intentando conseguir un boleto. Foto: Turiweb.

Cabe mencionar que al día se pueden ofrecer 4500 boletos en temporada regular, incrementándose a 5600 durante la temporada alta. De esa cantidad, mil se ofrecen de manera presencial o física, ocasionando una descomunal aglomeración y descontento, forzando a muchos de ellos tener que conseguirse un hospedaje cercano al santuario, eso sin contar con la alimentación.

Asimismo, no hay que olvidar que durante la gestión de la ministra Leslie Urteaga en la cartera de Cultura se aprobó mediante Resolución Ministerial n.° 000207-2024-MC el aumento del aforo, pese a que se viene evidenciando un constante deterioro en el patrimonio. Su sucesor, Fabricio Valencia, también estaría buscando incrementar mucho más su aforo a la increíble cifra de 27 mil visitantes por día. Entre las explicaciones brindadas por el actual titular del Ministerio de Cultura (Mincul) se indica que se abarataría el boleto de ingreso e incrementando la oferta para así darle más cabida a los visitantes, sin embargo, se reduciría el tiempo de la excursión a tan solo una hora.

Las molestias por parte de los turistas es pan de cada día, ya que tienen que prolongar más de la cuenta su visita en Machupicchu pueblo, desembolsando por ello más dinero de lo esperado.

Una solución para las largas colas

Al respecto, Lima Gris se contactó con Issac Aquise, guía de turismo que todos los años lleva a cientos de turistas a conocer esa maravilla del mundo. Él nos explicó que no solo la responsabilidad la tiene el Mincul, en cuanto a la parte administrativa, sino que también tiene que haber una mayor y mejor participación del Mincetur, ministerio que tiene a Úrsula León como su máxima autoridad.

El docente en telecomunicaciones y creador de contenido puso énfasis en que el Mincetur no viene informando de manera adecuada o eficiente a los turistas que vienen de otros países que pueden adquirir sus boletos a la llaqta desde la página Tuboleto.cultura.pe, planificando con bastante tiempo su visita al santuario.

“El problema con las colas es que los turistas no estaban enterados de que los boletos se podían adquirir desde la página web del Mincul, y cuando ya están en la entrada al santuario tratan de conseguir los tickets que se ofrecen en la boletería”, nos explica.

El también creador de contenidos sube videos sobre turismo en su cuenta de TikTok “Isaac Aquise & Co.”

Es cierto, la primera parada que hace el turista internacional es el ahora nuevo aeropuerto Jorge Chávez, recién ahí encuentran módulos de turismo a modo de bienvenida recomendándole conocer los lugares más pintorescos de nuestro país, entre ellos Machu Picchu; sin embargo, hace falta mayor difusión de los medios en línea que faciliten la adquisición de boletos. Lamentablemente, como suele ocurrir, los viajeros recién se enteran de la página web del Mincul en las escaleras para subir al santuario.

Realizando un breve ejercicio en las páginas del Mincetur y del Mincul se comprobó que resulta poco amigable para el turista extranjero, aquel que busca información en páginas oficiales del Perú, encontrar un enlace que le lleve a una ventana relacionada a Machu Picchu y todo lo relacionado a ese lugar. Así las cosas, es de esperar que el problema de los boletos continúe.

Para finalizar, el guía oficial de turismo desde el 2021 recomendó una mayor participación entre ambos ministerios, no solo para Machu Picchu, sino para mejorar los servicios que se ofrecen para llegar a ese destino, es debido a eso que varios viajeros recurren a agencias de turismo no oficiales del Mincetur que le ofrecen aligerar su travesía, ya sea trasportándolos al aeropuerto, reservándoles el hotel, las comidas, los pasajes en el tren y por supuesto, el ingreso a la ciudadela inca. En tanto dure eso, presuntas mafias continuarán especulando con los boletos de ingreso, ofreciéndolas a mayor precio o indicando que ya se agotaron.

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Lo viejo funciona

Resulta difícil encontrar ahora un aparato electrónico que tenga una larga duración, sobre todo en los celulares, los cuales año a año tienen una nueva versión, así sea el cambio de color o un mínimo detalle que vuelca a los consumidores a salir corriendo para comprarla. Y es que a las grandes empresas, sobre todo del rubro tecnológico, no les conviene que duren; al contrario, buscan vender más y para ello fuerzan a la persona a tener que renovar de equipo móvil.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Seguramente muchos ya habrán visto toda la primera temporada de la serie ‘El Eternauta’ y conocerán la trama de la historia. Es ahí donde se hace énfasis en los aparatos construidos hasta mediados de la década de 1980, esos que no requieren de una conexión a internet, de pantallas táctiles o de un sinfín de botones que lo convierten en polifuncionales. Cumplen su tarea de manera satisfactoria y lo más importante de todo: son duraderas.

Resulta difícil encontrar ahora un aparato electrónico que tenga una larga duración, sobre todo en los celulares, los cuales año a año tienen una nueva versión, así sea el cambio de color o un mínimo detalle que vuelca a los consumidores a salir corriendo para comprarla. Y es que a las grandes empresas, sobre todo del rubro tecnológico, no les conviene que duren; al contrario, buscan vender más y para ello fuerzan a la persona a tener que renovar de equipo móvil.

Los fabricantes intencionalmente utilizan materiales de baja calidad para que la duración de los equipos se reduzca, es lo que se llama obsolescencia programa y solamente busca fomentar una cultura consumista. Es así que vemos vehículos, televisores o refrigeradoras antiguas que fácilmente tienen un tiempo de vida útil superior a los diez, quince o veinte años, en tanto, los aparatos digitales ante una leve avería ya pasan a convertirse en chatarra. Repararlos nos costaría casi la mitad del precio de uno nuevo y es ahí donde nos inclinamos por adquirir uno nuevo.

En la actualidad muchos de los aparatos que usamos a diario funcionan con energía, sea el celular, una laptop, un automóvil, aparatos médicos, todo lo que uno se pueda imaginar. Pareciera que la humanidad estuviese condenada a depender de cientos de artilugios para vivir, resultando casi impensable ver a un joven en la calle sin estar pegado a una pantalla de celular.

El último apagón en España puede significar un aviso de que muchas cosas dejarían de funcionar si no volvemos a ver las cosas con mayor simpleza y volteamos la mirada nuevamente a lo esencial y práctico. Durante el corte de luz miles de habitantes se convirtieron en unos inútiles para la sociedad, olvidándose que pueden cumplir con todas sus tareas con un poco más de esfuerzo.

Columna publicada en el Diario Uno.

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El amor de familia en la televisión

La familia siempre fue un valor esencial en la vida real y en los medios televisivos, destacando amor, unión y enseñanzas.

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En las décadas de 1970 y 1980, la televisión fue más que entretenimiento: fue un espejo de los valores que definían a la sociedad. Entre ellos, el amor familiar ocupaba un lugar central. Las historias que llegaban a los hogares hablaban de unidad, respeto mutuo, fraternidad y superación de conflictos, transmitiendo enseñanzas que perduraban más allá de la pantalla.

¿Cómo olvidar a la familia Ingalls en “La casa de la pradera” (1974–1983)? En una pequeña comunidad del siglo XIX, se reflejaba la vida de una familia con valores de trabajo, solidaridad y amor familiar. De igual manera, “Papá lo sabe todo” (1954–1960) ofrecía un retrato entrañable del padre sabio y presente, Jim Anderson, siempre dispuesto a orientar a sus hijos con sentido común y ternura.

“Días felices” (1974–1984), con su espíritu rocanrolero de los años 50, mezclaba diversión con valores tradicionales, reforzando la amistad y la lealtad familiar. En “Ocho son suficientes” (1977–1981), un padre viudo enfrentaba, con humor y calidez, los desafíos de criar a ocho hijos, demostrando que el amor y el apoyo podían con todo.

Más adelante, “Tres por tres” (‘Full House’ 1987–1995) nos enseñó que las familias no siempre siguen un molde tradicional. Danny Tanner, junto a su cuñado y su mejor amigo, criaba a sus hijas con devoción. La secuela “Fuller House”, disponible en Netflix, continúa ese legado con las hijas ya adultas, ahora como madres. También “Grande, pa” (1991–1994), desde Argentina, conmovía al mostrar a Arturo, un viudo que, junto a su empleada, educaba a sus tres hijas con amor y mucho humor.

Emblemática serie ochentera «Tres por tres».

Hoy, la familia ya no responde a un modelo idealizado y se ha vuelto plural y diverso. Aunque las redes sociales nos conectan, también pueden aislarnos emocionalmente. Y ya no se espera que las personas sacrifiquen su felicidad por un tradicional rol familiar.

La autonomía personal y la búsqueda del bienestar individual son válidas, pero no deberían eclipsar la importancia de los vínculos afectivos. Porque, más allá del formato, el amor de familia —ese que se siente, que perdura y que sana— sigue siendo el mayor de los guiones posibles.

Columna publicada en el Diario Uno.

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Grandes películas del cine asiático

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Por: Raúl Villavicencio H.

En estos últimos años es de mi preferencia la producción cinematográfica proveniente de países como Corea del Sur, Japón, Singapur o la China. Los dos primeros países a mi parecer han sacado durante los últimos años películas memorables, que te dejan pensando durante varios días, alejadas de la parafernalia que me pueden ofrecer las super producciones norteamericanas, muchas de ellas preparadas para pasarla bien y distraerse por un día.

Muy al contrario de los filmes ‘gringos’, en el cine asiático he encontrado joyas que tocan problemas tan comunes, pero que muchos por vergüenza o por no ser lo “políticamente correcto” prefieren obviarlas. Es por ello que paso a mencionar solo algunas películas que me dejaron marcado a lo largo de mi vida. Contemplativas o de suspenso, todas te mantienen atento todo el tiempo.

“Los siete samuráis” (1954): el genial director japonés Akira Kurosawa cuenta la historia de siete guerreros del siglo XVI que son contratados por unos aldeanos para defenderlos de saqueadores.

“Oldboy” (2003): obra maestra del cine surcoreano, dirigida superlativamente por Park Chan-wook. Ese largomentraje es parte de una trilogía de suspenso y horror psicológico. Alabada por la crítica especializada.

“Parasites” (2019): el surcoreano Bong Joon-ho nos regala una película de suspenso y humor negro que aborda la problemática de las diferencias socioeconómicas en su país. Aquella película le otorgó la primera Palma de Oro a Corea del Sur en su historia, replicando ese hito en los premios Oscar al llevarle el premio a mejor película, siendo la primera película en idioma no inglés en llevarse esa preciada estatuilla.

“Burning” (2018): una vez más Corea del Sur le ofrece al mundo una pieza de orfebrería excelentemente pulida por el director Lee Chang-dong, quien en 148 minutos nos narra sobre cómo la fascinación hacia una persona puede terminar ‘quemando’ a un individuo. Película basada del cuento breve “Quemar graneros” del escritor japonés Haruki Murakami. Soberbia.

“Drive my car” (2021): las tres horas de película excelentemente dirigidas por el cineasta y guionista japonés Ryûsuke Hamaguchi son un mensaje de cómo superar el dolor, la pérdida, del desprendimiento, recordándonos que a pesar de todas las tragedias que nos puedan ocurrir el mundo seguirá avanzando, utilizando como metáfora un automóvil para unir a todos los personajes. Disponible aún en Netflix.

Columna publicada en el Diario Uno.

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El edificio Oropesa

Paralizada la obra por falta de recursos, en noviembre de 1986 el joven e inexperto expresidente Alan García, caminando un día por ahí, vio el imponente edificio inconcluso, anunciando de manera autoritaria y populista que “un país pobre no podía darse el lujo de desperdiciar una obra así”, procediendo a ‘expropiarla’ y entregarla al Ministerio del Interior.

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Por: Raúl Villavicencio H.

En la intersección de las avenidas Tacna con Emancipación se erige un enorme edificio de 18 pisos que, desde que tengo uso de razón, permanece desolado. Se trata del edificio Oropesa, que para inicios de la década de 1980 se constituía como una de las más modernas edificaciones de la ciudad.

La inmobiliaria Oropesa quería darle al Centro de Lima un espacio para cómodas oficinas, una amplia playa de estacionamiento, e incluso en los últimos pisos se habían diseñado fascinantes departamentos con una impresionante vista. Queriendo concretar esa magnifica obra de ingeniería, la empresa recurrió a solicitar un préstamo al entonces Banco Central Hipotecario, sin embargo, esta solo les entregó una parte para posteriormente, por intermedio del ‘fantasma’ Fernando Ponce Salomón, exigir la devolución de la totalidad de la deuda.

Paralizada la obra por falta de recursos, en noviembre de 1986 el joven e inexperto expresidente Alan García, caminando un día por ahí, vio el imponente edificio inconcluso, anunciando de manera autoritaria y populista que “un país pobre no podía darse el lujo de desperdiciar una obra así”, procediendo a ‘expropiarla’ y entregarla al Ministerio del Interior.

Lamentablemente dicho ministerio no se preocupó por terminar la obra, dejándola tal como la había recibido. A la par, se supo que Fernando Ponce Salomón nunca había existido, pues se trataba de un ‘fantasma’ creado por el banco para quedarse con el edificio.

Conociendo finalmente que ese edificio se encontraba en litigio, el ex presidente aprista, mediante el Decreto Supremo 038-89/PCM, se lo entregó esta vez al Poder Judicial, quien finalmente terminaría siendo juez y parte en todo ese embrollo.

Ese poder del Estado, al ver que no iba a poder disponer de ese inmueble sin pisotear uno que otro derecho, en 1994 se lo terminó devolviendo a la inmobiliaria Oropesa, pero había un gran inconveniente: en Registros Públicos aparecía el edificio como propiedad del Estado.

Ya son más de cuatro décadas en que ese edificio luce con las entradas tapiadas, cubierto de basura, insectos y roedores, pero la bendita justicia peruana prefiere ir sumamente lenta, como esperando que el último de sus apoderados muera para finalmente quedársela; y es que ese edificio se encuentra en una ubicación estratégica de Lima, llegando a valorizarse en más de cien millones de dólares.  

Columna publicada en el Diario Uno.

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Conversación en la plaza: historia de un cortejo en el siglo pasado

Don Jorge, un anciano de 89 años, compara cómo se cortejaba en el siglo pasado.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Al frente de la iglesia San José, muchos ancianos, entre hombres y mujeres por encima de las ocho décadas, pasan sus tardes tomando un poco de sol, muchos de ellos acompañados de una enfermera o algún familiar que le pueda asistir, y unos cuantos aún conservan las energías para pasear por la pequeña plaza solos, siempre con la cautela requerida.

Recostados en una silla de ruedas, observando a los niños jugar por su costado o escuchando tenuemente el ruido de la calle y el transitar de las personas, aquellas personas con una vasta experiencia parecieran querer sentir una vez más la vitalidad que alguna vez tuvieran en sus años primaverales.

Uno de ellos, don Jorge, un apacible anciano a punto de cumplir 90 años, me cuenta sobre aquella vez en que se hicieron la ‘vaca’ con sus amigos del colegio para irse caminando desde Jesús María hasta el Callao.

“Nos íbamos caminando por toda la hacienda Pando, que en ese entonces era pura chacra, hasta el Callao. A veces los policías nos detenían porque nos veían con nuestros uniformes y nos preguntaban a dónde nos íbamos, ya que a esa hora se suponía teníamos que estar estudiando”, me cuenta con voz pausada y serena.

No es fácil poder conversar en un espacio público con una persona mayor de edad ya que por cuestiones naturales de los años el sentido auditivo se va perdiendo, o a algunos ancianos les cuesta mucho poder hablar y sostener una conversación en voz alta. Pasando largo rato por ahí, intentando con uno y otro iniciar una charla amena, veía que el tiempo se me iba yendo y ya estaba a punto de emprender la media vuelta; sin embargo, don Jorge, entre indeciso y esquivo inicialmente, se animó a contarme sobre cómo era el cortejo y el amor durante la década de 1950.

“En ese tiempo nos íbamos a ‘jironear’. Los jóvenes teníamos que estar muy bien vestidos porque no se podía ir así nada más por ahí. Las muchachas, muy guapas y educadas ellas, se fijaban hasta en el más mínimo detalle de cada uno, y para enamorarlas había que ser muy respetuosos y caballeros”, contaba don Jorge con una memoria envidiable.

A diferencia de hoy donde la juventud prefiere contactarse por primera vez con un frío “hola” en un mensaje de texto; a mediados del siglo pasado era muy importante la impresión que se daba, y eso no quería decir necesariamente que uno esté bien vestido de pies a cabeza, sino que primaba por sobre todo los modales para acercarse hacia la otra persona.

“Una cosa muy importante era ganarse la simpatía y aprobación del padre de la muchacha. Cuando ella nos presentaba a su papá teníamos que lucirnos y demostrar nuestras verdaderas intenciones con su hija. No había ocasión en que no estemos nerviosos, porque en ese entonces los padres eran muy rigurosos y exigentes con las parejas de sus hijas”, relataba.

“Y después —añadía— tenía que pasar al menos un año para recién hablar sobre un contacto más íntimo con la otra persona. Ahora no pasa ni un mes y ya están teniendo relaciones sexuales… se saltan muchas cosas los jóvenes ahora. Antes uno primero tenía que conocer bien a la pareja, pasar por el enamoramiento, el noviazgo y recién ahí hablar de matrimonio. Esas cosas se han perdido”.

Don Jorge solo aceptó que encienda la grabadora, negándose amablemente a que le tome una foto.

En ningún momento la voz de don Jorge perdía la ecuanimidad, empero, había que poner bastante atención en el ligero énfasis que le ponía a ciertas palabras, sobre todo en aquellas donde mostraba mucha incomodidad, como cuando se refería a las constantes rupturas amorosas entre los jóvenes. Su voz era pausada sin llegar a decirse que arrastraba las palabras, sino que de su boca salían las palabras necesarias para elaborar una oración completamente racional; carente de divagaciones y muletillas, mucho menos adjetivos ofensivos o palabras en doble sentido. Era, sin tanta ornamentación ni solemnidad absurda, como si eligiera sabiamente qué color utilizar para terminar una pintura. Los años, pienso, te enseñan a ser cauteloso y mesurado con lo que dices.

Don Jorge se lamentaba que las parejas de hoy terminen su relación en unos cuantos años y que en cuestión de meses inicien una nueva.

“Yo empecé a trabajar desde los 19 años y a los 29 ya estaba casado. Tengo 4 hijos y como 14 o 15 nietos. Ahora, a lo mucho una pareja quiere tener un hijo o en su defecto se conforma con tener un perro. He estado casado más de 55 años hasta que mi mujer decidió adelantarme”, prosigue y un vendedor ambulante nos interrumpe la conversación. Él, con un movimiento cortés de su cabeza, le avisa que no está interesado en comprarle. Sus modales están muy bien pulidos y resaltan cuando uno lo trata por primera vez.

—Usted me comentaba que en muchos programas de la televisión actual son las responsables de este descontrol en la juventud, ¿cómo así?

“Ahí solo pasan discusiones, infidelidades, escándalos. No entiendo cómo puede ver la gente ese tipo de programas, sobre todo en horario donde toda la familia está reunida. Que una chica está con uno, luego con otro, y luego con otro, y eso la juventud lo normaliza, cree que es lo correcto”.

La tarde se estaba yendo y la plaza poco a poco se iba vaciando; el viento de mayo empezaba a soplar con más fuerza y eso significaba que nuestra conversación estaba a punto de terminar. La campana de la iglesia nos avisó que eran las cinco de la tarde. Don Jorge alzó la vista al ver que las personas iban ingresando lentamente a la casa de Dios.

“Te agradezco la conversación. Yo había venido a dejar unas botellas de plástico que tenía guardadas. En la esquina hay un depósito donde luego se las llevan para reciclarlas —me dice, indicándome con la mirada el lugar donde se encontraba el depósito —; pensaba hacer hora hasta que empiece la misa. Me encontraba muy aburrido, pero hoy fue diferente”, dijo emocionado.

Me despido estrechándole la mano a don Jorge, aquel anciano que me duplica la edad, el quinto de quince hermanos, el ex trabajador de Sedapal. Antes que se retire le pregunto por qué no usaba bastón como todos los de su generación. Él, dibujando una sonrisa pícara, me responde que lo hacía “ver muy viejo”.

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Turismo Diplomático a costa del erario público: un privilegio injustificable

Los diplomáticos deben proteger los intereses del país ante otros Estados y negociar acuerdos bilaterales; sin embargo, en la práctica, disfrutan de una vivienda de lujo, choferes, mayordomos, cocineras, y hasta el personal de limpieza, con viáticos para viajes, seguros de salud y educación privada de sus hijos, que se pagan con el dinero del erario público, mientras que la mayoría de los ciudadanos lucha por llegar a fin de mes.

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Cuando los diplomáticos se encuentran en sus misiones internacionales, a menudo parecen estar más enfocados en disfrutar de lujos que en cumplir con sus funciones. En banquetes oficiales, no es raro verles consumir vinos de altísima gama como los exclusivos Grand Cru, Château Lafite Rothschild o Château Margaux. Estos lujos, presentados bajo la excusa de fortalecer las relaciones internacionales a través de la gastronomía y el protocolo, se convierten en símbolos de una diplomacia que, en muchas ocasiones, nada tiene que ver con los intereses nacionales.

A lo largo de sus misiones, los embajadores participan en banquetes desmesuradamente pomposos, organizados por chefs de renombre mundial y con menús carísimos que, más que representar la cocina de un país, se convierten en sinónimos de estatus y sofisticación sin justificación alguna. Pero lo que realmente escandaliza no son solo las cenas opulentas, sino el hecho de que todos estos excesos se pagan con los recursos de los contribuyentes, es decir, con el dinero de todos nosotros.

¿A qué costo se financian estos excesos?

Cuando un diplomático es asignado a una embajada, consulado o misión fuera de su país, el Estado se hace cargo de todos sus gastos. Esto incluye, por supuesto, un salario mensual que puede llegar a los US$ 17,000, dependiendo del país en el que se encuentren. El caso del cuestionado embajador Néstor Popolizio, designado jefe de misión en la ONU en Nueva York, es un ejemplo flagrante. En 2024, Popolizio percibía un salario mensual superior a S/ 70,000, una suma que es inconcebible cuando se observa el contraste con la realidad económica de la mayoría de los ciudadanos.

A esto hay que añadir los gastos de vivienda, con alquileres de residencias oficiales que no tienen ningún límite en cuanto a costos. El diplomático no solo disfruta de una vivienda de lujo, sino también de todos los servicios que implica mantenerla: choferes, mayordomos, cocineras, y hasta el personal de limpieza. Todo esto, sin mencionar los viáticos para los viajes, pasajes aéreos, seguros de salud internacionales y, por supuesto, la educación privada e internacional de sus hijos. Es un sinfín de gastos que se pagan con el dinero del erario público, mientras que la mayoría de los ciudadanos lucha por llegar a fin de mes.

En 2020 un documento oficial de Cancillería pidió investigar por complot al excanciller Popolizio.

¿Realmente cumplen con su función?

La naturaleza de la labor diplomática es clara: representar y proteger los intereses de su país ante otros Estados o ante organizaciones internacionales, negociar acuerdos bilaterales o multilaterales, proteger a sus compatriotas en el extranjero y fomentar las relaciones amistosas. Sin embargo, en la práctica, muchos diplomáticos se alejan de estas funciones y utilizan su inmunidad diplomática como un escudo para cometer prácticas cuestionables e indecorosas.

El uso indebido de la inmunidad diplomática no es algo extraño, ni aislado. La historia está plagada de casos en los que diplomáticos han cometido espionaje, evasión de impuestos, tráfico de drogas o hasta pornografía infantil, sin enfrentar consecuencias legales en los países que los acogen. Además, algunos se han aprovechado de sus privilegios para incurrir en contrabando, utilizando valijas diplomáticas y vehículos oficiales para trasladar mercancías ilegales, sabiendo que no pueden ser inspeccionados por la policía local.

La inmunidad diplomática, lejos de ser una herramienta para garantizar la protección de los diplomáticos en situaciones legítimas, se ha convertido en una puerta abierta a la impunidad, la corrupción y una serie de delitos que, por alguna razón, nunca se sancionan. Y si esto no fuera suficiente, la explotación laboral de empleados personales bajo su mando también es un hecho. Muchos diplomáticos no dudan en imponer condiciones de trabajo abusivas a sus empleados caseros, forzándolos a trabajar largas horas a cambio de sueldos miserables, sabiendo que su estatus de inmunidad los pone fuera del alcance de cualquier denuncia.

La ineficacia del control interno: ¿Quién supervisa a los diplomáticos?

En Perú, el Ministerio de Relaciones Exteriores es la entidad encargada de supervisar, nombrar y sancionar a los diplomáticos. Sin embargo, la vigilancia y el control de sus actividades son más que cuestionables. Según la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, los diplomáticos tienen inmunidades que les otorgan ciertos privilegios. No obstante, esa misma convención también establece normas que deben cumplirse dentro del país anfitrión. ¿Pero realmente se sigue este marco? ¿Y quién hace cumplir esas reglas?

Los diplomáticos parecen vivir en una burbuja de impunidad donde los excesos no solo son tolerados, sino también justificados bajo el paraguas del protocolo y la hospitalidad internacional. De hecho, estos funcionarios del Estado no solo asisten a cenas de gala, a la ópera y a eventos internacionales, sino que, con la asignación económica extra que reciben del Ministerio de Relaciones Exteriores, tienen la capacidad de organizar sus propios eventos privados, invitar a quienes deseen y realizar viajes a destinos turísticos exclusivos, siempre «en nombre de la diplomacia». Pero, ¿realmente está este derroche de dinero sirviendo a los intereses del país? ¿O se trata simplemente de una excusa para disfrutar de una vida de lujo a costa del erario público?

Los escándalos más recientes de diplomáticos peruanos

Los excesos de los diplomáticos peruanos en los últimos tiempos han dado mucho de qué hablar, y no precisamente por sus logros internacionales. En muchos casos, las denuncias de conductas inapropiadas han puesto en evidencia la desconexión de estos funcionarios con la realidad del país que representan. Uno de los ejemplos más recientes es el caso del embajador en Egipto, José Betancourt Rivera, quien fue retirado de su puesto por su actitud arrogante y su comportamiento deplorable hacia altos funcionarios egipcios. Esta es solo una muestra de lo que ocurre cuando los diplomáticos no rinden cuentas ni cumplen con sus funciones de manera responsable.

Otro caso emblemático es el de Alfredo Ferrero Diez-Canseco, quien en 2024 fue designado embajador en Estados Unidos, mientras enfrentaba investigaciones por colusión agravada en el contexto del caso Odebrecht. Su nombre fue vinculado a una trama de corrupción, y se le embargaron propiedades por un monto de S/27 millones, incluido un palco suite en el Estadio Monumental. A pesar de las acusaciones en su contra, fue nombrado embajador sin que se hayan tomado medidas para transparentar su desempeño.

El embajador Manuel Rodríguez Cuadros, quien fue altamente cuestionado por el elevado costo del alquiler de su residencia en Ginebra, también es otro ejemplo de los excesos. Mientras él defendía la cifra oficial, se supo que su alquiler mensual ascendía a US$ 32,640, una cantidad que sobrepasaba cualquier justificación dentro del marco de la austeridad pública. Hay que mencionar que de acuerdo a lo que indicaba el contrato de alquiler, sólo el jardín de la lujosa casa de Rodríguez Cuadros contaba con una superficie total de 2,443 metros cuadrados.

A estos casos se suma el de Óscar Maúrtua, excanciller del Perú, quien fue denunciado por apropiación indebida de fondos destinados a víctimas del terremoto de 2001. Sin embargo, en 2008, la Corte Superior de Justicia anuló el proceso y archivó el caso. Asimismo, el exlegislador Álvaro Gutiérrez lo denunció constitucionalmente por su presunta participación en maniobras para favorecer a la aerolínea chilena LAN, que no cumplía con sus obligaciones fiscales en el país. Durante el mandato del expresidente sentenciado por corrupción Alejandro Toledo, Maúrtua participó en el avión parrandero; que era toda una fiesta con mucho alcohol en el avión presidencial con otros personajes del oficialismo con recursos del Estado. Actualmente, Maúrtua sigue siendo una figura prominente dentro del mundo de la diplomacia.

En septiembre del 2021 el Congreso citó al excanciller Maúrtua por la reunión secreta entre Castillo y Maduro. Sin embargo, Maúrtua aclaró que dicha reunión no fue secreta, sino espontanea y breve.

Asimismo, el cuestionadísimo embajador Néstor Popolizio ha protagonizado diversas denuncias, en el ejercicio de su carrera diplomática. En 2020, se denunció que altos funcionarios del Cancillería, incluyendo al entonces canciller Popolizio, permitieron que se difunda grabaciones privadas del embajador Fortunato Quesada, las cuales fueron obtenidas sin su consentimiento, y fueron brindadas a la prensa con el propósito de generar presión mediática para su destitución. Popolizio habría obstruido las investigaciones internas al haber pedido que no se incluyera una conversación que lo involucraba directamente. Asimismo, Popolizio en 2019 admitió que el embajador César Bustamante Llosa sostuvo una reunión a solas con el exjuez César Hinostroza en la cárcel de Madrid en 2018; sin embargo, inicialmente negó la confirmación de este encuentro.

También, es preciso recordar, que el flemático excanciller Gustavo Meza-Cuadra, del modo más vergonzoso se resistió hacer respetar la soberanía del Perú ante los despropósitos e intromisión de las misiones diplomáticas de Australia, Francia, y Colombia, que enviaron una carta al Parlamento de Perú para exigir que dejen sin efecto la Ley N° 31018 que exoneró de los cobros de peajes durante la coyuntura de pandemia, defendiendo malhechoramente a las empresas concesionarias de sus países.

Excanciller Gustavo Meza-Cuadra del modo más vergonzoso se resistió hacer respetar la soberanía del Perú.

El costo de la diplomacia: ¿vale la pena?

El presupuesto asignado para las misiones diplomáticas peruanas es exorbitante. Para el año fiscal 2025, el Ministerio de Relaciones Exteriores tiene asignado un presupuesto de S/ 1,156 millones, de los cuales el 98.4% se destina a la Cancillería. Una porción de este dinero se gasta en la restauración del Palacio de Torre Tagle, cuyo costo asciende a S/ 55.8 millones. Además, el viaje reciente del ministro Elmer Schialer a Washington D.C. para la elección del secretario general adjunto de la OEA costó más de S/ 24,000, sin que haya una justificación clara de los beneficios que este viaje representa para el país.

Viaje del canciller Schialer a EE.UU. nos costará más de S/24 mil.

Los diplomáticos viven como aristócratas: salarios exorbitantes, residencias de lujo, autos de alta gama, personal doméstico, seguro médico privado, educación para sus hijos en colegios internacionales, entre otros beneficios. Todo esto, mientras la mayoría de los ciudadanos se enfrenta a una realidad económica cada vez más difícil. La pregunta que todos nos hacemos es: ¿realmente cumplen con sus funciones? ¿Son estos gastos justificados? ¿Los resultados son visibles?

Conclusión: ¿Un servicio público o un privilegio?

Es evidente que el modelo de diplomacia que se maneja actualmente en el Perú está más enfocado en el lujo y el privilegio personal que en el bienestar común. El alto costo de las misiones diplomáticas y la falta de control efectivo sobre las actividades de los diplomáticos son una muestra de la desconexión que existe entre estos representantes del Estado y la ciudadanía que financia sus excesos. En lugar de ser defensores de los intereses nacionales, muchos se han convertido en símbolos de la ineficacia, la corrupción y el abuso de poder.

Es hora de cuestionar si este modelo realmente sirve a los intereses del país o si, en cambio, se ha convertido en una excusa para justificar una vida de lujo y privilegios que no tiene cabida en un Estado democrático y que simplemente ha convertido a los diplomáticos en un holograma que simboliza el privilegio de la inutilidad.

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El apagón y la radio

Los habitantes del viejo continente no sabían cómo reaccionar, encontrándose incluso a algunos extremistas decir que se trataba del fin del mundo o de un apocalipsis zombi.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Durante mis viajes al centro del país he visto tanto a camioneros, pobladores, campesinos o dueños de una pequeña bodeguita acompañarse en sus jornadas diarias al lado de una radio, ya sea a pilas o conectado a un enchufe.

A pesar de que este mundo moderno que da saltos agigantados en tecnología, lejos de la estrepitosa y sofocante ciudad aún se pueden experimentar mañanas donde el único sonido es el susurro del viento o el cantar de las aves, el murmullo de las hojas o el paso eterno de un río. Es ahí donde muchas veces la señal satelital no llega y el único recurso para estar al tanto de lo que pasa en el mundo es una pequeña radio con batería.

Hace unos días ocurrió un hecho sin precedentes en España y otros países de Europa, catalogados como del primer mundo, donde en algunos sectores se quedaron sin luz hasta por doce horas. Fue tan extraño ver a los europeos colocarse en la situación que viven millones de latinoamericanos cuando se trata de quedarse sin fluido eléctrico por horas o días. Los habitantes del viejo continente no sabían cómo reaccionar, encontrándose incluso a algunos extremistas decir que se trataba del fin del mundo o de un apocalipsis zombi.

Ver a los peninsulares abasteciéndose con alimentos no perecibles, agua o papel higiénico me hizo acordar cuando se decretó en el Perú la primera cuarentena por el coronavirus. Pero muchos de ellos fueron incluso un poco más lejos quedándose ‘petrificados’ en el lugar donde les agarró el apagón, sin saber cómo reaccionar en ese tipo de situaciones. O aquellos que gritaban desesperadamente en los parques y plazas como si hubieran visto a un demonio aparecerse en el cielo. Cosa de locos.

Más allá de lo anecdótico y preocupante, el apagón en Europa deja una gran lección a futuro: el ser humano no puede ni debe depender completamente de la electricidad para poder subsistir. Trenes paralizados, semáforos inservibles, edificios enteros, hospitales, comisarías, supermercados, y hasta la propia red de internet quedaron obsoletas por casi medio día. Afortunadamente en este país tercermundista aún millones de peruanos, sobre todo en las provincias más remotas, pueden continuar con su vida sin la necesidad de estar pegados a una pantalla.

Columna publicada en el Diario Uno.

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