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Universidades públicas en emergencia presupuestal

El día de hoy, ante la comisión de Educación del Congreso, el Rector de la Agraria, Américo Guevara, expresó la urgencia de la situación presupuestal de las universidades públicas ante un MEF ajeno a ver en estas soluciones reales ante el subdesarrollo que arrastramos. «En dos años consecutivos nos han cortado el poco presupuesto tenemos», refirió el rector de la Agraria.

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El día de hoy, ante la comisión de Educación del Congreso, el Rector de la Agraria, Américo Guevara, expresó la urgencia de la situación presupuestal de las universidades públicas ante un MEF ajeno a ver en estas soluciones reales ante el subdesarrollo que arrastramos. «En dos años consecutivos nos han cortado el poco presupuesto tenemos», refirió el rector de la Agraria.

Sobre Beca 18

Por otra parte, refirió «tenemos una injusta distribución de las becas y fugas de talento. El CONAVEF por ejemplo dice que financia esas becas», pero el rector señala que a las universidades públicas no las están financiando, «esto a la universidad pública no va. Y CONAVEF en su propio reglamento dice que no encuentra una forma legal, y como los estudios en las universidades públicas son gratuitas, por tanto no le otorga presupuesto como sí hace con las privadas». Estos fondos van destinados, entre otros, a costo desde el examen, carpeta de emisión, artículos hasta vestimenta cuando se requiere, por lo que sugiere modificar el reglamento de Beca 18. Es decir, lo que exige es que esos fondos podrían servir para implementar laboratorios y mejora en el transporte y comedores de los estudiantes.

Producción en investigación

«Se da en la actualidad una escasa producción de investigación y falta de competitividad en los rankings internacionales [de universidades]. Por ejemplo, la inversión de Brasil para investigación y desarrollo es de 1,3% de su PBI; en Argentina es de 0,5%; Chile 0,36%; México 0,3%; Colombia 0,24% y Perú 0,16%». Es decir, Perú otra vez a la cola. Luego señaló con la mirada torva «país, universidad o institución que no investiga está condenado al fracaso». Luego agregó que la investigación no debe medirse por número sino por porcentaje de cada universidad, porque sino «las universidades que tenemos pocos docentes no nos terminan tomando en cuenta. Por ejemplo, la Agraria tiene 543 profesores, la UNI 1300, San Marcos alrededor de 4 mil. En cambio, la Agraria en cuanto a investigadores inscritos tiene 34% mientras UNI tiene 10% y San Marcos 16%. Si el MEF entendiera que la investigación es importante para salir del subdesarrollo estos valores se incrementarían».

A su vez no perdió la oportunidad de pedir una mayor cooperación entre las propias universidades, esto es a nivel de laboratorios abiertos e infraestructura abierta para todas las universidades y un mejor aprovechamiento de los recursos.

Así mismo señaló los aportes de la investigación en el desarrollo del país refiriendo el aporte de la Universidad Agraria que con una inversión muy baja «hicimos los primeros trabajos sobre arándanos y gracias a esta investigación hemos logrado que el arándano se posicione y que la empresa privada empiece a producir, por lo que es un orgullo poder decir que Perú es el primer exportador de arándanos». Y no solo eso. «La universidad de Chachapoyas a través de sus investigadores han marcado un hito histórico en la clonación de un caballo de paso». Sin embargo, queda mucho por hacer, pero la potencialidad de nuestras universidades está allí esperando. Por ejemplo, el rector refirió cómo la Universidad de Sao Paulo de Brasil tiene cuatro hospitales mientras nuestras universidades generalmente solo tienen un centro médico. Ha pedido a la Comisión de Educación coordinar con la comisión de presupuesto que se eliminen todas las barreras e impedimentos burocráticos que no permiten crecer a las universidades públicas, porque «hay un déficit de 549 millones que no fueron cubiertos para cubrir esas observaciones, puesto que muchas universidades pasamos con observación». Y es que la brecha en infraestructura, equipamiento, biblioteca y recursos académicos es enorme. Algo que sucede es que incluso su presupuesto asignado puede ser tocado por el Ejecutivo. Tal como explicó a la comisión «tenemos un presupuesto y de pronto sucede algo y nos cortan el presupuesto. En dos años consecutivos nos han cortado el poco presupuesto que tenemos para ejecutar».

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HANS HERRERA NÚÑEZ. (Lima, 1985). Vivió parte de infancia en Costa Rica, de regreso a Perú estudio Derecho en la Garcilaso y luego literatura. Se especializa en la obra de Roberto Bolaño y Chesterton. Ha colaborado con Dedo Medio y actualmente escribe en Lima Gris. También co-conductor del programa en radio Lima Gris de "Mirada Critica". Además ha aparecido en el celebrada película de ficción de Gustavo Meza, "Ciudad Ausente" (2015).

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La banalidad del mal

Lea la columna de Raúl Villavicencio H.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Cuando la filósofa alemana de origen judío Hannah Arendt escribió su libro ‘Eichmann en Jerusalén’ seguramente no llegó a imaginar el gran impacto que tendría el subtítulo de la misma, la cual abriría en los años posteriores acalorados debates sobre la responsabilidad real de aquellas mentes capaces de cometer aberraciones solamente sacadas de una historia de terror; todo ello sintiendo la menor culpa posible.

La ‘Banalidad del mal’ parte de un personaje en específico, Adold Eichmann, oficial del partido Nazi encargado de enviar a millones de judíos a los diferentes campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.

De acuerdo a Arendt, Eichmann actuaba como un ordinario burócrata, una pieza más dentro de la maquinaria creada por Adolf Hitler; aplicado, ordenado y eficiente en las ordenes que se le daba, sean estas las de enviar a miles o millones de almas a lugares sin escapatoria.

Para la filósofa, quien también se desempeñó como reportera de la revista The New Yorker durante el juicio a Eichmann, dentro de la mente del alto oficial no existían diferencias notorias. Ella no trataba de justificar las atrocidades cometidas, sino que intentaba describir el trasfondo de los personajes, en este caso Eichmann que era dibujado como un individuo como cualquier otro que se nos cruce por nuestro camino; no era psicópata o un asesino en serie, sino un sujeto que había trastocado, de manera negativa, el imperativo categórico Kantiano. Era un sujeto que obedecía las normas sin cuestionarlas, sin preguntarse si estaban en contra de la moral, solo las cumplía.

A ello la escritora lo denominó ‘Banalidad del mal’, lo que vendría a ser cuando unos individuos, catalogados como mediocres o que no buscan o tienen la intención de trascender en la vida, actúan sin reflexionar en las consecuencias de sus actos. Ellos solo siguen órdenes.

Bajo ese supuesto, un congresista, un sujeto sin muchos brillos racionales, que apenas cuenta con secundaria completa, podría encajar perfectamente en ese perfil: un tipo incrustado dentro del sistema burocrático, que obedece a sus líderes políticos para aprobar o bloquear leyes, o que solo se mueve por intereses de terceros sin medir las consecuencias a futuro donde se perjudicaría a miles de personas, acatando ciegamente las directrices para permanecer todo lo posible dentro del poder.

(Columna publicada en el Diario Uno).

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La chispa de los transportistas

La historia del Perú no la están escribiendo los políticos corruptos, ni las elites empresariales; sino el pueblo llano; el hombre común que trabaja sin descanso para sobrevivir.

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Por: Tino Santander Joo.

La historia del Perú no la están escribiendo los políticos corruptos, ni las elites empresariales; sino el pueblo llano; el hombre común que trabaja sin descanso para sobrevivir. Millones de trabajadores y emprendedores no están buscando una revolución colectivista, ni quieren quemar bancos a pesar del terror que infunden, ni buscan asaltar supermercados, ni saquear las farmacias del Interbank. Ni siquiera piden el cambio de este gabinete incompetente, solo buscan seguridad para trabajar y vivir.

No tienen esperanza en la clase política, saben que la farsa electoral del 2026 será más de lo mismo; sin embargo, poco a poco están tomando conciencia de que no hay otro camino que sacarlos a la fuerza, porque, no se van a ir a las buenas; el gobierno y el estado en todas sus instancias son botines al que no pueden renunciar. Solo la movilización generalizada podrá remecer al Perú, para que la inmensa mayoría se involucre en el destino de la nación; porque, la indiferencia nos está llevando al límite.

El Perú, necesita una insurrección democrática de las clases medias y el pueblo trabajador, de los agricultores, y de todas las organizaciones sociales del país. No podemos seguir gobernados por los podridos. Los peruanos no queremos vivir en la miseria venezolana, menos en la demagogia nacionalista de Bolivia; sin embargo, existe en la inmensa mayoría sed de venganza y desesperación que nos puede llevar al suicidio político eligiendo a un aventurero que nos convierta en un estado fallido o en un enclave de las potencias occidentales y asiáticas que solo buscan saquear nuestros recursos naturales.  Ni lo uno, ni lo otro

Los transportistas son la chispa de la insurrección democrática; vemos con esperanza como hombres y mujeres del pueblo se enfrentan sin temor al crimen organizado y al abandono del estado. Ayer se sumaron los pequeños y medianos empresarios de Gamarra y de todo Lima Metropolitana; esperamos que el movimiento sindical; los colectivos y organizaciones sociales nos organicemos para promover una huelga general indefinida que obligue a renunciar a Boluarte; que cierre el congreso y que se nombre una junta transitoria de gobierno, para que en el plazo de seis meses se convoquen a elecciones generales en otras condiciones.

La farsa electoral del 2026 con cuarenta partidos y más de diez mil candidatos al congreso es una burla a los peruanos. Algunos, intonsos creen que esta crisis social y política tiene una salida constitucional; no se dan cuenta que el país odia, repudia, y desconfía de todos ellos; que la única salida que tenemos es que los colegios profesionales; las universidades, las fuerzas armadas y la policía nacional, los trabajadores y las organizaciones sociales conduzcan este proceso insurreccional de manera pacifica y evitando el retorno a la violencia política.

Reitero, nadie en el Perú, confía en el Congreso, en el gobierno, en el poder judicial, en la fiscalía, en los gobiernos regionales, menos en la prensa tradicional que vive de los escándalos de la corrupción de los podridos. La chispa puede convertirse en una inmensa fogata. En estos días la insurrección democrática crecerá en la conciencia ciudadana.

Las próximas semanas enfrentamos desafíos éticos, porque, mantenernos indiferentes con la inseguridad ciudadana, la crisis económica; la desigualdad y corrupción de la clase política van a generar una ola de frustración que promueven los podridos para que el 2026 se imponga una versión remozada de la corrupción y del populismo ramplón de derecha o de izquierda. Allí esta el reto para la inmensa mayoría. No hay otro camino.

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Los 1200 mundos de Schindler

Acabada la guerra, como era de esperarse, Shindler, al ser un calificado como un criminal nazi, tuvo que escapar de Alemania sin un centavo en sus bolsillos. Sus ex empleados, entre ellos su leal contador Itzhak Stern, tuvieron que atestiguar a favor de él ante los estadounidenses. En palabras del escritor Herbert Steinhouse, Schindler era “un oportunista arrepentido que vio la luz y se rebeló contra el sadismo y la vil criminalidad que le rodeaba”.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Cómo es posible que un mujeriego, bebedor compulsivo, coimero, y sobre todo nazi se encuentre enterrado en el sagrado monte de Sion en Jerusalén. Oskar Schindler pudo ser todo eso y mucho más, pero sus actos durante la etapa más terrorífica del Holocausto, hicieron que eso pase a un segundo, tercero o cuarto plano.

Aquel empresario alemán derrochó toda su fortuna, TODA, en salvar a los judíos que trabajaban para él. Los medios para tan loable acto pueden no ser los más idóneos, pero los resultados jamás serán olvidados.

Aunque en un comienzo las intenciones de Schindler durante la guerra eran hacer la mayor cantidad de dinero posible, con el tiempo esa mentalidad mercantilista se fue trastocando a la de un benefactor omnipresente para la comunidad judía.

El punto de inflexión se habría dado en 1943, cuando las fuerzas nazis aniquilaron a casi todo un gueto judío, todo frente a los ojos de Shindler, que solamente podía ver y escuchar horrorizado los gritos de dolor, las miradas de misericordia, el último aliento de los miles desamparados.

Consciente que su propósito lo llevaría indefectiblemente a la ruina financiera y social, Oskar no titubeó ni un minuto en proteger a sus empleados del yugo nazi, sobornando con su carisma innato a muchos altos funcionarios nazis, pagando por cada uno de ellos altas sumas de dinero que por ese entonces iban menguando de sus arcas. De no haberse desprendido de todas sus riquezas, aquellos judíos (que ahora han dejado generaciones detrás de ellos) habrían ido a parar a los campos de exterminio, como los otros seis millones de sus compatriotas.

Acabada la guerra, como era de esperarse, Shindler, al ser un calificado como un criminal nazi, tuvo que escapar de Alemania sin un centavo en sus bolsillos. Sus ex empleados, entre ellos su leal contador Itzhak Stern, tuvieron que atestiguar a favor de él ante los estadounidenses. En palabras del escritor Herbert Steinhouse, Schindler era “un oportunista arrepentido que vio la luz y se rebeló contra el sadismo y la vil criminalidad que le rodeaba”.

Los judíos salvados por Shindler le hicieron un anillo fundido de un diente de oro con la frase “quien salva una vida, salva al mundo entero”. Falleció el 9 de octubre de 1974.   

(Columna publicada en el Diario Uno).

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Miquita

Columna basada en personajes reales.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Alejada desde hace muchos años de los espectáculos teatrales, la mirada lasciva y los comentarios viperinos, Micaela Villegas, ya de 70 años, aguardaba pasivamente la llegada de la muerte. Recostada en su cama mortuoria, pasaba las tardes conversando de temas disparejos con sus sirvientas y uno que otro familiar que acudía a verla.

Una tarde de esas, aquella mujer que atrapó la atención de toda una ciudad por sus arrebatos y tormentoso amorío con un virrey, pudo contarle plácidamente a una de sus empleadas la historia de su tan polémico apelativo.

Doña María, como respetuosamente se dirigían a ella los trabajadores de su hacienda, en su momento de plenitud, contaba, fue una talentosa actriz y cantante que desde muy temprana edad aprendió a ser el centro de atención de galantes de buena cuna y apellido, sin embargo, existió solo uno que la terminó cautivando con promesas y dádivas propias de un gran y poderoso señor ibérico.

Él, casi cuarenta años mayor que ella, había perdido la cabeza por aquella mujer que le devolvía de manera momentánea aquel vigor y virilidad que tuvo en su juventud. Desnudos y recostados luego del clímax, el virrey Amat, completamente desarmado por la feroz sensualidad de su amada, era incapaz de negarle cualquier petición de su querida ‘Miquita’. “Lo que tú deseas mi querida “peti-xol”, lo que tú desees”, repetía el rollizo anciano que no hacía más que contemplarla, extasiado y sudoroso.

La anciana mujer le confesaba a su oyente que “peti-xol” significaba en catalán “pequeña joya” y que así le decía el virrey cuando este quería complacerla con algo. Sin embargo, como dice el dicho que las paredes tienen oídos, sus sirvientes en aquel entonces escuchaban, confundidos por el griterío y los gemidos de los amantes, “perri choli”. Es así como surge tal apelativo.

La aristocracia limeña de la época, que nunca vio con buenos ojos aquella relación, utilizó esa mala interpretación para dirigirse a ella como la “Perricholi”, pues consideraban que solo estaba con el virrey para obtener fortuna y crecer dentro de una sociedad regulada por los chismes e historias contadas por terceros. Fue así, dice ella, como quisieron perjudicarla moralmente, valiéndose de sus caprichos e impulsos que varias veces la terminaron señalando como una mujer díscola, procaz e insolente.

(Columna publicada en el Diario Uno).

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¡La rebelión se justifica!

Lea la columna de Tino Santander.

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Por: Tino Santander Loo.

La mayoría de las insurrecciones democráticas y rebeliones populares tienen como causas la corrupción, el desempleo, la informalidad, el aumento del crimen organizado, las desigualdades económicas, la xenofobia, el racismo, y el dogmatismo religioso. Los movimientos sociales que las conducen son espontáneos, no tienen un programa, ni objetivos políticos claros; muchos de ellos son emotivos y quieren acabar parcialmente con el sistema, algunas quieren imponer sus dogmas de fe; otras conducen a reformas estructurales muy violentas. Analicemos las mas importantes de nuestra época.

La Primavera Árabe fue una serie de protestas, levantamientos y revoluciones que comenzaron en diciembre de 2010. En Túnez, se inició la Primavera Árabe con la muerte de un joven ambulante, Mohamed Bouazizi, en protesta por la corrupción policial. Esto provocó una gran rebelión popular que derrocó al presidente Zine El Abidine Ben Ali, quien había estado en el poder durante 23 años.

En Egipto, las manifestaciones en el Cairo se convirtieron en el símbolo de la revolución egipcia. La insurrección popular obligó a renunciar a Hosni Mubarak, quien gobernó el país por casi 30 años. En Libia, las protestas contra Gadafi fueron promovidas por los Estados Unidos y la OTAN; Gadafi fue capturado y asesinado en octubre de 2011, pero el país quedó hundido en el caos y la guerra civil continúa.

En Siria, las protestas contra Bashar al-Ásad provocaron una cruenta guerra civil que continúa con la intervención de Rusia y Estados Unidos. En Yemen, las protestas obligaron a renunciar al presidente Ali Abdullah Saleh. Sin embargo, el país cayó en una guerra civil que provocó la intervención de Arabia Saudita.

Las rebeliones en Francia son un fenómeno recurrente en su historia frente a determinadas políticas públicas; el movimiento de los chalecos amarillos (Gilets Jaunes) surgió en noviembre de 2018 cuando el presidente Macron aumentó el impuesto a los combustibles afectando a las clases medias y bajas, especialmente en las zonas rurales. Luego la movilización se generalizó contra las políticas neoliberales y el costo de vida en general.

El gobierno centro derechista de Macron intentó reformar las Pensiones – 2019-2023 y originó una ola de protestas violentas en todo el país organizadas por los sindicatos galos; Tuvieron que modificar sus reformas para evitar la violencia de la movilización ciudadana. Los estudiantes se rebelaron por el cambio climático y la calidad educativa. Millones de franceses se movilizan contra la inmigración indiscriminada. Francia, esta en el zigzag de la extrema izquierda y la extrema derecha. La rebelión continuara.

En Chile, el “estallido Social” evidenció las inmensas desigualdades económicas y sociales del país Mapocho; millones se movilizaron por una nueva constitución para “acabar” con las injusticias; las masas fueron conducidas por delirantes dirigentes de las clases medias radicalizadas que aspiraban a construir el paraíso socialista de Sudamérica. El delirio fue rechazado y Chile volvió con la izquierda al orden neoliberal de Pinochet. Chile es el ejemplo de lo que no debemos hacer.

En Venezuela las protestas serán permanentes e intermitentes contra la brutal y corrupta dictadura bolivariana que en nombre del socialismo ha impuesto un régimen hambreador y cleptocrático. La insurrección popular en Venezuela es una fantasía. La tragedia venezolana es un peligro para la seguridad latinoamericana; millones de compatriotas huirán del régimen de Maduro y frente a ello prima la frivolidad y la permisividad de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos.

En Bolivia la crisis política se agudiza por la lucha por el poder en las que están sumidas dos facciones de la izquierda; la crisis económica debido a la falta de divisas y de combustibles hacen de la rebelión y la insurrección un camino inevitable a la guerra civil. Millones de bolivianos huirán del hambre y la miseria y la crisis en Sudamérica se agravará.

En nuestro país la corrupción es generalizada, el crimen organizado controla extensas zonas del territorio nacional; la clase política no sabe qué hacer; el país esta abandonado a su suerte. No hay otro camino que la rebelión democrática. Los colegios profesionales, las universidades, las fuerzas armadas y el movimiento popular debemos organizar una huelga general indefinida para sacar a los podridos del Congreso y del Ejecutivo y nombrar una junta de gobierno que convoque a elecciones generales en otras condiciones. La experiencia internacional de las insurrecciones democráticas y rebeliones populares nos deben servir de ejemplo para no ir a una cruenta guerra civil. Los transportistas han iniciado la gran rebelión democrática.

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Lecciones de Shōgun, la serie

La gran lección que deja esa serie es que en la guerra no siempre sale vencedor el que tiene más soldados, sino el que tiene paciencia e inteligencia para dar el golpe más certero al momento de la batalla.

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Por: Raúl Villavicencio H.

Decía el milenario militar chino Sun Tzu en su famoso libro El Arte de la guerra: “Cuando se está cerca, se debe parecer lejos, cuando se está lejos, se debe parecer cerca. Se muestran carnadas para incitar al enemigo. Se finge desorden y se lo aplasta”. Apariencias, de eso trata, a modo de resumen, todo lo que tiene que ver con la nueva versión de la famosa serie de los ochentas Shōgun.

Yoshii Toranaga (mayúscula interpretación de Hiroyuki Sanada), un gran Señor de la era feudal japonesa del siglo XVII, personifica todo lo que debe de tener un líder militar: astucia, autocontrol, sabiduria, temple, imparcialidad y coraje. En la serie se muestra como un individuo que juega al filo de lo que es conocido como ético en el mundo occidental; impávido a la hora de tomar decisiones, así sean incómodas y dolorosas para muchos de sus vasallos.

Toranaga sabe desde muy pequeño que para ascender en esa escalera hacia el poder hay que hacer muchas cosas contrarias a lo que es correctamente popular o solo para quedar bien con sus generales y subalternos. Un gran jefe debe demostrar ante su pueblo firmeza en sus decisiones y ocultar aquellas debilidades que por dentro lo consumen. En ese Japón feudal importa tanto la forma como el fondo de las cosas; de la forma de servir el té a ofrecer su vida en sacrificio, cada cosa tiene un porqué y muchos malentendidos se originan por el más mínimo detalle.

Es ahí el sentido de la frase de Sun Tzu; puede que uno se encuentre en clara desventaja militar y arrinconado, y son las apariencias que van formando una idea en el enemigo que ya saborea de antemano una apabullante victoria. En una parte de la serie se muestra a Toranaga derrotado en número por sus adversarios, haciéndoles creer que efectivamente ha depuesto las armas para su captura, pero solo el gran estratega sabe ocultar sus verdaderas intenciones, llevándolos, casi sin derramar una gota de sangre, a su propia destrucción.

La gran lección que deja esa serie es que en la guerra no siempre sale vencedor el que tiene más soldados, sino el que tiene paciencia e inteligencia para dar el golpe más certero al momento de la batalla.

(Columna publicada en el Diario Uno).

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Cancillería y Comisión de Relaciones Exteriores, tal para cual

Lea la columna de Rafael Romero.

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Por: Rafael Romero.

El cogobierno de Dina Boluarte y Keiko Fujimori paraliza el control político entre los poderes y determina que las comisiones congresales -en manos de Fuerza Popular- renuncien a su labor fiscalizadora respecto del Ejecutivo.

El ejemplo más ilustrativo de esta parsimonia cuestionable es la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso de la República, ayer nomás en manos de Alejandro Aguinaga y ahora bajo la presidencia de Auristela Obando Morgan. Lo cierto es que la labor política de este grupo parlamentario no es ni chicha ni limonada frente a la fiscalización que debería de ejercer sobre la Cancillería del Perú.

No hace mucho, el pasado 9 de setiembre, el canciller Elmer Schialer, estuvo en el seno de la Comisión de Relaciones Exteriores, pero en ningún momento recibió de parte de los congresistas alguna pregunta o inquietud acerca de los temas que realmente le alcanzan al ciudadano y a la institucionalidad, pese a que el propio ministro Schialer les dijo, textualmente, que “las puertas del despacho están abiertas para tratar cuestiones puntuales o generales, según sea el deseo de los representantes del pueblo en esta casa congresal”.

Pese a esa flor lanzada por dicho ministro a los parlamentarios, la verdad es que todos ellos de consuno están lejos de la realidad y peor cuando se trata de ejercer el control político respecto de la probidad, la transparencia y la integridad dentro del servicio diplomático para provecho de las nuevas hornadas de funcionarios en Torre Tagle.

Así tenemos el caso del servidor Hugo Sotomayor Vergara, que ingresó en 1980 a laborar en la Cancillería, pero sus derechos laborales hoy están conculcados. También está pendiente la investigación a Néstor Popolizio, conocido como el canciller del Lagarto Vizcarra, por los complots contra el embajador Fortunato Quesada y el expresidente Alan García.

Respecto de esos problemas, tanto el ministro Schialer Salcedo, como los dos últimos presidentes de la Comisión de Relaciones Exteriores recibieron desde esta redacción cartas, correos y noticias, entre el 2023 y el 2024, pero jamás tomaron razón de los mismos. De manera que, si dentro de casa no se respeta la ley, ni los derechos humanos, ni la dignidad de la persona ni las normas laborales, entonces ¿con qué autoridad moral los ministros o congresistas hablan de Venezuela, de hermandad, de bienestar, progreso, integración, paz social o promoción de los valores democráticos e institucionales?

¿Cómo pueden ellos ponderar sobre el ingreso del Perú a la OCDE, o la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), sobre la Cumbre de Líderes de APEC, la Comunidad Andina o la cooperación multilateral, si no fiscalizan seriamente para que el servicio diplomático esté en manos de funcionarios verdaderamente íntegros e idóneos?

Es más, ¿cómo puede hablar el ministro Schialer “del profesionalismo de la diplomacia peruana y de su reconocimiento internacional”, dizque a partir de la contemplación de la “responsabilidad, los sueños y aspiraciones de nuestro pueblo”, cuando están pendientes de atención y de fiscalización el caso de Hugo Sotomayor o los complots contra el embajador Quesada (donde hay pruebas irrefutables) y contra el expresidente García. Estos tres casos socavan la institucionalidad de la Cancillería, así como dañan la imagen y el prestigio de Torre Tagle.

No se olvide que en diplomacia la forma es el fondo y la coherencia es un requisito de pulcritud, credibilidad y transparencia para la buena imagen y mejor prestigio de un país. Lamentablemente, existe un silencio cómplice del Congreso sumado a la ineficiencia diplomática que daña la institucionalidad. Y esto sucede cuando se sobreponen los intereses personales de una argolla por encima de la verdad, de la ley y de los intereses nacionales.

Haría un mejor trabajo el Congreso si actualiza y mejorta la Ley N° 28091 (Ley del Servicio Diplomático), sobre todo en su capítulo administrativo, en la normativa de los recursos humanos y en el quehacer consular, siendo clave, por ejemplo, especificar que el ascenso sea por resultados.

Obviamente, también se debe dar importancia al sistema disciplinario interno de la Cancillería para acabar con las argollas y los complots. Por ejemplo en el caso de Popolizio, De Zela y Rubín no debe primar la política del avestruz, no debe haber impunidad ni blindaje o encubriomiento como parece haber ocurrido durante las gestiones de los cancilleres Wagner, Maúrtua, Landa, Rodríguez Mackey y González-Olaechea.

Lamentablemente la mediocridad se instaló en el Estado y la ilegalidad copa todos los espacios de la administración pública. Y esto no está excento de escándalos, como el reciente acontecimiento de retirar al embajador José Betancourt Rivera del Perú en Egipto, por su mal comportamiento frente a altos funcionarios de dicho país. En el caso del embajador Betancourt, la embajada de Egipto en el Perú agradeció el retiro de dicho diplomático de El Cairo, lo que implica que las autoridades egipcias tácitamente lo declararon persona non grata. Esa situación inédita debería recibir la debida atención del Estado para que no se repita la inaceptable conducta del señor Betancourt, ni los complots contra el embajador Quesada y el ex presidente García.

En el caso Betancourt, la Cancillería debería abrirle un proceso disciplinario dada la gravedad de su mala conducta ratificada por el cónsul egipcio y ante el inusitado agradecimiento de la embajada de Egipto por el retiro de Betancourt.  Basta de tibieza en este caso, toda vez que Betancourt ya debería estar trasladado a Lima para rendir cuentas sobre su mal comportamiento mostrado con las autoridades oficiales egipcias.

Bajo ese contexto, cómo puede decir el canciller Schialer -frente a la comisión congresal de Relaciones Exteriores- que es posible “construir un futuro de paz, prosperidad y bienestar para nuestra nación y para las generaciones venideras”, cuando, por ejemplo, hoy el servidor adulto mayor Hugo Sotomayor está impedido de ascender por el hecho de no pertenecer a una argolla que sí cuenta con una resolución viceministerial casi fantasmal, siendo quien la suscribe el embajador John Camino, que no conoce su caso, mientras que sí figuran para ser promovidos los malos funcionarios que le malograron la carrera al ciudadano Sotomayor Vergara.

Mientras esas cosas sucedan no habrá un futuro de paz, de prosperidad ni de bienestar. Por su parte, la Comisión de Relaciones Exteriores permanece dentro de una cápsula de cristal.

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Crónica de un congreso sindical accidentado

Lea la columna de Márlet Ríos.

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Por: Márlet Ríos.

Debido a mis obligaciones, llegué al tercer día del congreso, como delegado de la Coordinadora de Familias por una Banca Solidaria (Cofabs). Eran los últimos días de enero del 2024. En el local,  ubicado a la espalda del circo permanente llamado Congreso de la República, me esperaba el coordinador general de Cofabs, Tino Santander.

Después de acreditarme, pasé al enorme auditorio y esperé a mi coordinador, a quien había estado llamando por celular sin buenos resultados. Al rato, lo veo ingresar por la otra puerta del auditorio y decido acercarme. Los dos nos saludamos y nos sentamos en la tercera fila, cerca del estrado. No pasaron muchos minutos para que los del gremio de construcción civil hicieran sentir su presencia en el congreso con lemas y vítores atronadores. Esta acción se iba a repetir toda la mañana, ante la permisividad de los que conducían el evento. En efecto, se trataba de una demostración de fuerza (y poder). Ellos apoyaban a la lista oficial, de tendencia derechista, cuya cabeza buscaba la reelección. El buen Tino desaparece por unos minutos y, al rato, ingresa con varios de la lista opositora, de tendencia ‘progre’. Los de construcción civil se esfuerzan por permanecer impasibles, pero ipso facto arremeten con más ímpetu; sus arengas son ensordecedoras. Eran alrededor de las once de la mañana y Tino Santander pide la palabra, luego de la intervención de los dirigentes sindicales que presidían las dos listas en competencia. Lo que dijo representó un punto de inflexión y provocó que mi nivel de adrenalina se disparara hasta la estratósfera. “Yo les tengo mucho cariño a los compañeros de construcción civil, pero debo decir que, en este momento, se están comportando como la barra brava del Alianza Lima. Y como no hay garantías para el libre desarrollo del congreso, procedo a retirarme con mi base sindical”, espetó sin inmutarse el fundador de Cofabs y abandonó el recinto ante la ira de los obreros de construcción civil. No había ninguna duda, yo también debía salir del auditorio.

Ya, afuera, en el patio, Tino recibió el apoyo de algunos delegados, pero fue encarado por varios obreros de construcción civil, quienes salieron furiosos del recinto y prácticamente lo conminaron a rectificarse. Fue muy racional de su parte, pues nosotros estábamos virtualmente en franca minoría. Al rato, se produce un receso y todos los que apoyábamos a la lista contraria a la oficialista pasamos a un salón amplio. A partir de ese momento, pude enterarme de las malas artes y las maniobras arteras de los oficialistas. De esta manera, varios delegados opositores fueron impedidos de ingresar al congreso, incluso de provincia. Asimismo, se estaba llevando a cabo una estratagema para inflar los votos de los que buscaban la reelección. Al parecer, la politiquería y el clientelismo no eran ajenos al mundo sindical, pues se trataba de una vil compra de votos. La indignación ya se había extendido entre todos nosotros. Entonces, comencé a hacerme, para mis adentros, unas preguntas inocentes: ¿El congreso acabaría violentamente, a empellones y balazos? ¿Me vería obligado a escapar intempestivamente, junto con Tino, de la ira –nada santa– de los de construcción civil? ¿O yo exageraba y no debería rememorar películas como Reds y Hoffa?

Tino y yo salimos a almorzar comida china y, al regresar, él y los otros dirigentes sindicales se decidieron por la salida más óptima y ponderada: impugnar el proceso electoral de listas, al considerar que no había las suficientes garantías y la total transparencia. Los de construcción civil y su lista no tendrían, así, la necesaria legitimidad y se tendría que convocar a otro congreso. Intuyo que fue la opción más sensata y yo no iba a coronar la jornada en medio de una gresca descomunal y nada incruenta. Total, no estábamos en los tiempos de mi abuelo sindicalista, cuando se enfrentaba a los búfalos apristas a cadenazos, por el control del sindicato de obreros del petróleo en la soleada Talara de los años 40.

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