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Opinión

Un somero comentario sobre Revolución Caliente

Lee la columna de J.,MIguel Vargas Rosas

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Escribe: J. Miguel Vargas Rosas

Está demás manifestar que Rodolfo Ybarra tiene una gran destreza en el uso del lenguaje y en la creación poética, por lo que su novela Revolución caliente (Arteidea, 2020) que sobrepasa las 500 páginas, posee una prosa-poética impecable y dinamismos lingüísticos. Dicha novela trata de reescribir la “auténtica” Historia del Perú, tal como lo señala el subtítulo —y lo hace con un tono controversial y a través de alegorías—, y de esbozar teorías revolucionarias aparentemente aplicadas a los años ochenta y a la modernidad, aunque en un 60% del  discurso narrativo se limita a verter reclamos y protestas contra el sistema imperante, tal como señala Marco Aurelio Denegri: «El texto de Ybarra es un texto de denuncia, de invectiva; son manifestaciones, digamos, propias de los repentes fundados de ira ya desde un punto diferente del discurso para alzar los ánimos en las plazas públicas». Por tal motivo, hablar sobre la novela de Ybarra es hablar también sobre política y cuestiones filosóficas.

    Pero vayamos por partes; centrémonos de momento en el asunto literario, pues como decíamos, la novela contiene una prosa-poética muy bien elaborada y dinamismos lingüísticos, entre los que sobresale la polifonía (lengua erudita, culta, coloquial y hasta “replana”), logrando construcciones muy estéticas, a veces con una dulzura popular y otras, embarradas de una pasión desenfrenada. Todo esto ambientado en una realidad “distópica” como el propio autor lo señaló en su momento y tal como se da a entender en la página 11 del texto.

    «Y si, por algún motivo, volvemos a preguntar qué es una distopía, seguro encontraremos que esa palabra exacta o definición sustanciosa no nos servirá para completar correctamente el crucigrama de aquel viejo periódico con el que ahora envolvemos cualquiera cosa o lo guardamos entre nuestro pecho y espalda para que nadie se atreva a echarlo a la basura o dejarlo a la voracidad de las polillas o de los gusanos, larvas o pupas. Y así, de esta forma y no de otra (¿habrá otra forma de decirlo?), ¿alguien se recordará de nosotros?»

     Esta distopía es lo que permite soñar, tanto al autor como a uno de los narradores y al lector, con un futuro esperanzador revestido de lenguaje poético, que es a su vez una característica ínsita en el autor, el cual puede elaborar construcciones semánticas versificadas incluso con una dicción vulgar en las que se aprecian el torrente arrasador de las emociones. Poético podría ser la siguiente descripción que abandona la prosa simple para ornamentarse de metáforas profundas y complejas: «Nacimos en la oscuridad, bajo los conteiners, en los sótanos de los desagües, junto a las alimañas, muy cerca del corazón paroxístico de esta ciudad» (p. 15); además, cuando la voz narradora habla objetivamente sobre la realidad social o el entorno en el que se mueven los personajes, su verbo no está exento de poesía; por otro lado, hay subcapítulos que poseen una prosa ensayística en la que los narradores intentan explayarse sobre distintos tópicos desde sus perspectivas y concepciones. De esta manera, el libro se enriquece aún más, sin caer en lo didáctico ni abandonar la crítica social y el naturalismo literario, tal como lo señala Gonzalo Portals en el texto de contraportada: «(…) y en todas ellas el afán didáctico no cunde, se esclerotiza, se ralentiza en unas formas y lenguas corrosivas que, en su (im)pertinencia, dinamitan cualquiera estímulo de superación y sepultan bajo lajas cruciformes cualquier antídoto contra la desesperanza». En cuanto a la estructura, la novela rompe con el fluido lineal del tiempo —descollando los años 80— y abunda la diversidad espacial, aunque en la mayoría del texto bien podemos ubicarnos en una Lima hostil y en zonas proliferadas por jóvenes pequeño burgueses, quienes son expuestos al lector mediante sus descripciones psicológicas que se plasman en formas directas e indirectas, ya que Revolución caliente se inclina más hacia la etopeya que a la prosopografía, como si el autor buscase radiografiar principalmente la psiquis de cada personaje y, desde esta óptica psicológica, reflejar el proceso que conduce al anarquismo a iniciar su propio movimiento revolucionario, creando así una realidad distópica. De ahí la inevitable influencia ejercida por la literatura dostoievskiana; algunos de sus personajes intentan justificar conductas libertinas bajo argumentos  nietzscheanos y hasta “revolucionarios” —Esta influencia se halla con mayor notoriedad en “Grabaciones en directo: Identikit de Harter”— y en otros subcapítulos va a emular el discurso filosófico de Nietzsche, porque,  claro está, en el libro subsiste un intento por la experimentación narrativa y logra licuar varios subgéneros que bien podrían ser leídos de manera aisladas, tal como señalase Miguel Ildefonso: «Todo ello le da un carácter de novela-ensayo-documento-manifiesto y más..».

   Resulta interesante y necesario destacar la otra historia que va entretejiendo la voz (o voces) narradora(s) sobre la plaga de ratas que infesta la gran urbe, porque emplea magistralmente la alegoría y la interpretación de esta, va a forjar en los lectores una dicotomía analítica: bien puede ser la representación descarnada de la realidad política que lastima, que corroe, que saquea, que hiere al pueblo peruano; bien puede ser —debido a que así lo describe en algunas partes— la representación del hombre antisistema o de la parte consciente del pueblo que es vilipendiada, excluida, arrojada a sobrevivir en la miseria y empieza a rebelarse contra los que intentan matarla.  Sobre la misma, Gonzalo Portals enfatiza lo siguiente, estableciendo un parangón con la novela de José B. Adolph: «A diferencia de Mañana las ratas, la novela de ciencia ficción de José B. Adolph, en la que el autor plantea la invención de una Lima futurista y distópica en la que el sujeto-rata, el excluido del (anti)sistema es un sobreviviente que termina por empinarse como el representante más acerado del cuestionamiento y la crítica contra las formas políticas de gobernar el mundo, Revolución caliente de Rodolfo Ybarra nos coloca ante una realidad oleaginosa, envilecida y decadente»

    Sin embargo, debemos hacer una observación que estamos seguros no restará en nada el mérito alcanzado por Revolución caliente en la literatura peruana, y es que en su intento de alardear conocimientos sobre otras materias y elaborar capítulos en los que al parecer tiene como único fin desvariar a través de palabras rebuscadas o demostrar la amplitud lexical del narrador, Ybarra decide ignorar —sus razones tendrá— uno de los postulados de Aristóteles esbozados en La poética (1798) sobre la extensión justa de los textos —fábulas, dice este— que creemos sigue vigente y debería ser tomado en cuenta: «(…)la duración que verosímil o necesariamente se requiere según la serie continua de aventuras, para que la fortuna se trueque de feliz en desgraciada, o de infeliz en dichosa, esa es la medida justa en la extensión de la fábula»; y desde una óptica muy personal, Revolución caliente tiene subcapítulos que resultan innecesarios en el camino hacia el final (final que, por cierto, impacta en la conciencia del lector), alargando el texto injustificadamente o por la soberbia que ya mencionamos líneas arriba, pese a que desde el inicio de la novela ya es notoria la vastedad de conocimiento plasmada en el texto.

    Revolución caliente no solo es un libro que versa sobre el “anarquismo” en el Perú, sino que contiene un espíritu anarquista, aunque renuncia al “dogmatismo” y llega al reconocimiento positivo de los aportes dados por los clásicos del marxismo en pro de una revolución social. Incluso me atrevería a señalar que se aprecian más las citas y políticas específicas hechas por Marx, Lenin y Mao que las de los propios ideólogos anarquistas entre los que sobresalen Bakunin y Proudhon, de los cuales se citan sus postulados generales —teniendo en cuenta que Anarquismo y Marxismo tienen una rivalidad que no se centra en asuntos superficiales o triviales, sino en políticas determinantes—. La Alcantarilla agrupa a jóvenes anarquistas en la Lima gris dentro del libro y son estos los que se van a mostrar “humanos”, transparentes, con traumas psicológicos, con sus sueños, sus extravagancias, sus errores, etc. Y lo que precisamente les hace humanos es que, bajo el liderazgo de Anarquímedes —misterioso e inubicable—, reconocerán y respetarán los intentos fallidos de ciertos movimientos revolucionarios, entre los que se incluyen a Los rojos y Los negros en los años 80; denominación que se le da en el texto a los dos grupos alzados en armas durante la guerra interna. Entonces, en Revolución caliente hay una visión poliédrica de los años convulsos 80 y 90, en la que aparecen personajes reales a quienes se les modificó ligeramente los nombres; mediante el realismo nos describe el círculo anarquista anquilosado en una rebeldía sin causa y enfangado en el libertinaje —Harter Jarjacha, Monik, Bb la caballo, etc. reunidos en La Alcantarilla, sobre los cuales pesa la constante contradicción individualismo-comunidad— y hay sueños cuando —aquí, como ya lo señalamos, es útil la distopía— se crean líderes anarquistas ficticios como Anarquímedes, sobre el cual también hallamos rasgos pequeñoburgueses en su concepción «revolucionaria», quien va a dotar de un ideario “revolucionario” a los anarquistas en el Perú; esta distopía tiene como fin supremo —según nuestro análisis— gritar a viva voz que el anarquismo va más allá de la simple “rebeldía sin causa”, del libertinaje o de las acciones impulsivas. Sueño es también el final abierto de la novela, en donde se habla del avance triunfal de una revolución anarquista y sobre el destino incierto de los personajes. La revolución anarquista no podría ser más que un sueño o una distopía, ya que si analizamos el derrotero anarquista desde el marxismo, Marx y Engels critican al anarquismo por estancar el estallido de la revolución social, por regocijarse en el individualismo pequeñoburgués —característica que puede apreciarse en todos los personajes que pertenecen a La Alcantarilla y en el propio Anarquímedes—, y critican también el mutualismo proudhoniano que los lleva a concluir que el anarquismo, debido a sus estudios poco concienzudos y científicos, brega indirectamente por mantener el modo de producción capitalista —Lenin arriba a la misma conclusión y enfatiza en su Socialismo y anarquismo: «El anarquismo es el individualismo burgués a la inversa» (O.E. p. 377) tras afirmar que más de 40 años después, el anarquismo no ha hecho nada más que elaborar frases generales contra la explotación y esto es quizá el motivo de por qué los personajes de Ybarra solo citan frases generales de los anarquistas—. Y aquel sueño de una revolución anarquista triunfante, encuentra su símil y a la vez su contrario en Tungsteno, la novela de César Vallejo, cuyo final abierto nos indica que la revolución socialista está por estallar.

    Por lo tanto, con y pese a todo lo dicho, el mérito de Revolución caliente no recae únicamente en la forma literaria, sino también en la intención magnánima de mostrar el mundo estancado del anarquismo en el Perú, haciendo un listado de grupos musicales de rock y metal, de canciones, drogas, etc. que nos ubica en el ambiente de los jóvenes marginales y clasemedieros y nos permite pernoctar en un círculo muy poco conocido —Sobre estos temas, claro que se habló ya en la literatura peruana y un ejemplo clave podría ser en Octubre no hay Milagros de Oswaldo Reynoso—; en escribir agriamente sobre la historia peruana (delinea una retahíla de imágenes que van desde la guerra civil incaica, pasando por la invasión española, la República, la guerra con Chile, hasta llegar  a sucesos contemporáneos, como el caso El frontón, etc.), esbozando constantes críticas contra el sistema capitalista en un tono vargasviliano, cuyo objetivo es mostrar al sistema como un aparato opresor que ve todo y a todos como una mercancía, y que todo acto dentro del sistema propugnado por los gobernantes, solo sirve para engrandecer las arcas individuales de los agentes “pretorianos”. Con esto, postula un anarquismo crítico (por no decir radical) y panfletario contra los enemigos del pueblo —a lo González Prada— y un anarquismo racional frente al socialismo científico o el marxismo, buscando hasta cierto punto confraternizar algunos lineamientos entre anarquismo y marxismo: dos posturas rivales y rivalizadas.

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Opinión

Acerca de Dick

Lee la columna de Julio Barco

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Pienso en la efectividad de una novela. Para que una novela sea efectiva debe magnetizar con el poder de su prosa (forma), con su trama (estructura) y su ficción (tema), agreguemos que también debe “dialogar” con la tradición. Si esto no funciona, el lector deserta. Yo busco ciencia y placer al leer; y creo que todos persiguen la misma utopía.

     En ese sentido, las novelas del americano Philip K. Dick son telarañas poderosas y cumplen con lo planteado. Te las lees de una. Atrapan, seducen. Destruyen la realidad. Pienso en Ubik, El tiempo desarticulado, El mundo que Jonés creó, novelas efectivas que se leen sin claudicar. Tras alucinadas tramas, donde conocemos a los personajes y sus complejos —detalles dickeasianos que agradecemos—, somos sumergidos en la desembocadura final, generalmente vital o angustiante.

     En el caso de Dick la temática es crucial: pensamiento futurista, universos distópicos, androides místicos, destrucción de la realidad, guerras alienígenas: ¿Qué pasaría si llega una flota de extraterrestres? ¿Qué sucedería si el mundo es una creación y se descubre su mentira? ¿Qué puede pasar si hay una droga tan poderosa que te atrapa en el pasado y lentamente socava tu mente? ¿Cómo podríamos enfrentarnos a una guerra cósmica?

     Dick es parte de una tradición vastísima. Ahí donde Pynchon es denso, Roth demasiado patriota, Cheever muy melancólico, Foster Wallace muy elástico, Carver muy sentimental, Irving muy políticamente correcto, la obra de Dick nos sacude por el temblor de su desquiciado encanto. ¿Acaso un Chuck Palahniuk + Rick Moody den un Dick? En suma, es heredero de los demonios de Melville, no de la luz de Twain. Y abre bien el siglo XXI, como un Kafka versión androide.

     Aunque sus tramas son de lo más variopintas, la esencia que las sostiene son los conflictos humanos. El hombre moderno reconociendo su vacío y su angustia; el no concretar su felicidad, o el vivir en el absurdo vital. En ese sentido, la ciencia ficción vale tanto por la creatividad desplegada como por cómo por toca temas de nuestra condición; esa la del día a día, sin naves del espacio ni ovnis.

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Opinión

Real Plaza Trujillo: no fue el techo, fue el Sistema

«Nadie irá preso por esto. Porque en este país, matar pobres no es un crimen, es un modelo de negocio».

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Por Fernando Casanova

El 21 de febrero de 2025, el techo del centro comercial Real Plaza Trujillo se desplomó y mató a seis personas. Más de 80 heridos quedaron atrapados en los escombros pidiendo auxilio y hasta hoy se lucha por salvar más vidas.

Y mientras morían, las discotecas cercanas seguían abiertas.

No pararon. Ni siquiera cuando la gente se ahogaba en polvo y sangre.

Y lo mejor: nadie irá preso por esto.

Porque en este país, matar pobres no es un crimen, es un modelo de negocio, el Sistema.

El Real Plaza pertenece a Intercorp, la empresa del magnate Carlos Rodríguez Pastor, uno de los hombres más ricos del Perú.

Seis muertos y su respuesta es:

“Por seguridad, cerraremos nuestros locales por un día.”

Un día!

Nosotros pensando que seis vidas humanas deberían costar algo más que un puto día sin ventas.

Pero no. El Excel dice que no.

El capital tiene sus matemáticas.

Si el cierre de 24 horas compensa la crisis de imagen, entonces seis cadáveres valen exactamente eso: un día sin facturar.

Y mañana volvemos a abrir, imbéciles.

Este no es un «accidente», es un asesinato por dolosa omisión.

Porque en Perú los edificios no se caen solos.

Se caen porque los empresarios compran licencias truchas.

Se caen porque los congresistas legislan para sus clanes.

Se caen porque los jueces firman lo que les pongan en mesa.

Se caen porque los inspectores municipales viven y sueñan la coima.

Y cuando se caen, no hay responsables.

Los muertos quedan atrapados en el concreto y los asesinos en sus oficinas con aire acondicionado, tomando café, revisando balances.

¡Y no faltará el imbécil que dirá que es culpa de la naturaleza!

Que el viento, que la lluvia, que el destino.

No.

La única tormenta aquí es la corrupción, y la única ley de gravedad que aplica es la que hace que todo caiga siempre sobre los más pobres.

Gilles Deleuze lo explicó, ya no vivimos bajo regímenes de represión, sino de control. No nos prohíben nada, nos entrenan para aceptar todo.

Nos han educado para no hacer preguntas.

Nos han programado para olvidar rápido.

Nos han domesticado para seguir comprando.

El Real Plaza volverá a abrir.

Habrá descuentos de «solidaridad».

Habrá campañas de «reconstrucción con esperanza».

Habrá ofertas de «regreso seguro».

Y la gente volverá.

Con la misma sumisión con la que ministros y ayayeros rodean a Dina y “autoridades” políticas del Perú, aguardando las sobras.

Porque no sabemos hacer otra cosa.

Slavoj Žižek habló de la obscenidad del capitalismo, de cómo goza con su propio sadismo. El capital no solo explota y mata, también se burla de sus víctimas.

Así la música siguió sonando en las discotecas porque esa es la banda sonora del capitalismo: la estridencia que tapa los gritos de auxilio.

Las promociones seguirán llegando porque esa es la oferta del capital: descuentos sobre los escombros.

El Real Plaza volverá a operar porque ese es el chiste del capitalismo: vendernos el mismo ataúd con otro envoltorio.

Pero, por favor, no seamos ingenuos.

No habrá cárcel para nadie.

No habrá justicia para nadie.

No habrá reparación para nadie.

Lo único que habrá es una gran liquidación para olvidar.

La pregunta no es si volverá a pasar.

Por supuesto que volverá a pasar.

La pregunta es: ¿dejaremos que pase de nuevo sin hacer nada?

Si la respuesta es sí, entonces bienvenidos a su propia tumba.

Se llama Real Plaza y abre todos los días.

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Opinión

Planeta tierra en sobregiro ecológico

Lee la columna de Edwin A. Vegas Gallo

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Por Edwin A. Vegas Gallo

Mientras el planeta Tierra sigue girando anualmente alrededor del Sol, los terrícolas seguimos esquilmando y consumiendo vorazmente sus recursos naturales, ya sea por falta de concienciación, por carencia de políticas gubernamentales favoreciendo la sobreexplotación, por la avaricia empresarial e incluso por dejar de lado a la ciencia y tecnología, en esta sociedad de consumo despilfarradora.

El día del sobregiro ecológico es una metodología de Global Footprint Network. El primero se cumplió el 25 de diciembre de 1971 y 33 años después, en 2024, el sobregiro se dio el 01 de agosto.

Esto significa que la demanda de la humanidad a partir del 2 de agosto pasado está consumiendo recursos del presupuesto biológico 2025, o sea, la demanda sobrepasa a lo que los ecosistemas planetarios terrestres y marinos pueden regenerarse en un ciclo anual.

De hecho, a esta altura del mes de febrero de 2025, ya tres países han consumido y agotado sus recursos y servicios de los ecosistemas que la madre naturaleza les ha brindado para vivir bien durante el año 2025. Estos países son Qatar (06 febrero), Luxemburgo (17 febrero) y Singapur (26 próximo).

Ello significa que aquellos países tienen que echar mano de los recursos de otros, como el nuestro, en un círculo degradante de los sistemas biológicos.

En Sudamérica, Chile alcanzará su sobregiro el 17 de mayo, Argentina el 3 de julio, Bolivia el 12 de julio, Paraguay lo hará el 20 de julio, Brasil el 1 de agosto, Perú el 16 de agosto y Uruguay llegaría al sobregiro el próximo 17 de diciembre, en verdadero ejemplo de manejar correctamente con acertada democracia y políticas gubernamentales positivas que beneficien el bien común.

El caso de Perú, con riqueza biológica inimaginable y envidiable, es digno de la “maldición de la naturaleza”, no por ella en sí misma, sino por la casi nula planificación gubernamental para el desarrollo con sostenibilidad, muy alejado de “guardar pan para mayo”, traducido en “pan para ahora y hambre para mañana” (léase las generaciones futuras).

En ese “pan para ahora”, más se hace pensando y actuando en el beneficio personal y político, importando poco el concepto de ciudadanía con democracia y desarrollo, como dos caras de la misma moneda.

En ese círculo devastador de los sistemas biológicos peruanos que reducen su biocapacidad, hay dos hechos preocupantes, que tienen que ver directamente con los bosques amazónicos. Uno tiene que ver con el modelo agrícola que favorece los agronegocios de la palma aceitera, que les permite mayor control en el territorio amazónico, aumentando la deforestación (773 mil hectáreas deforestadas, entre 2015 a 2022), los conflictos por la tierra y los consabidos riesgos de muerte para los defensores ambientales, amén de exacerbar las desigualdades sociales y las emisiones de gases de efecto invernadero (45 % del total país).

Por cierto, solo el 34% de las tierras agrícolas del Perú poseen título de propiedad y en las regiones de Amazonas y Madre de Dios, apenas llegan al 5%.

Otro problema de la huella ecológica devastadora en la Amazonía es el avance de la deforestación, producida por las colonias religiosas de los menonitas, ya expulsados antes de Paraguay y Bolivia, y que aquí en la región Loreto han encontrado su edén ante la pasividad gubernamental.

Solo ellos, entre 2013 y 2017, han deforestado cerca de 5,000 hectáreas de bosque primario para impulsar cultivos de soja, maíz, arroz y granjas de cerdos y ganado. (Mongabay, 2025).

En esta tierra de nadie, ni el Congreso con su Comisión de Ecología, ni el ministro Castro, responsable de la política ambiental nacional, ni los GORE de Loreto y Ucayali, poco o nada hacen para detener la huella devastadora de la deforestación y, al paso acelerado que vamos, cada vez más rápido ocurrirá el sobregiro ecológico en Perú, con más hambre y desnutrición, a todo lo largo y ancho del territorio nacional.

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Cine

Window water baby moving, de Stan Brakhage (1959)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Por Dios, no es tan difícil. Si uno se concentra (cosa que pareciera ir en contra del espíritu de esta época), comprende de inmediato (algo básico, y con claridad total): ¿quién quiere sonido ante estas imágenes? (O ante cualquier imagen, pero eso implica unos presupuestos teóricos que nos llevarían más lejos de lo que quiero ir en este artículo.) Yo no, por lo menos, a mí me basta, tal como lo quiso el autor, con la imagen, y no debo ser, por simple estadística, un caso absolutamente único o aislado. ‘Escucho cuando veo’. Todos somos sinestésicos, lo sepamos o no… De veras (espectadores, por favor, dejen de jugar tan tristemente a hacerse los tontos -entre otras cosas porque tarde o temprano pueden volverse tontos de verdad-; no sean tan obedientes a los mandatos destructivos de la época que azarosa o misteriosamente les ha tocado), entren en razón y dense cuenta que no cuesta tanto trabajo gozar de la plenitud mostrada… ¡Y son fragmentos, hijos del video clip y del scroll! El montaje es intenso. Es tan intenso, en cierto modo, como lo es aquello que presenta, placer, dolor, carne y sangre, emoción: un nacimiento.

En esta hermosa e inteligente película de tan solo 12 minutos está no sé si todo (no creo) pero sí mucho de lo que puedes desear al imaginar la existencia de una película así: Brakhage tuvo que luchar contra la censura, contra la estupidez de la cultura de su época (ser creativo es hacer notar la radiante estupidez que ensombrece a tu época) ¡para hacer algo aparentemente tan sencillo como mostrar a una mujer pariendo, y mostrar la cosa como sucede de verdad! Que nos engañen tan miserablemente sobre nuestro propio origen, la verdad concreta y material (a más no poder) de nuestro propio nacimiento es el verdadero escándalo de Occidente (o uno de varios). ¿Y en cuántas cosas más nos han mentido? Es la preguntaría que rondaría incluso la mente del más tonto…

Tanta hermosura, tanta fidelidad a una experiencia tan rica y transformadora. Mezcla de tiempos, el antes, durante y después del nacimiento. Imágenes tiernas, amorosas, delicadas, poéticas, y también las hay crudas, pero que no mienten. Necesitamos la verdad. La verdad está ahí. Solo hay que atreverse a registrarla.

Ojo, quita el sonido porque la película no lo tiene en realidad:

Película relacionada

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Opinión

El nuevo orden imperialista

Lee la columna de Tino Santander

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Por Tino Santander Joo

El imperialismo es un fenómeno económico estudiado primero por el inglés John Hobson en Imperialism: A Study, publicado en 1902. Hobson señalaba que el imperialismo era el resultado del excedente de capital acumulado en pocas manos, lo que generaba una crisis de subconsumo. Esta crisis interna obligaba a los capitalistas a buscar nuevos mercados, donde dominaban las economías más débiles e imponían sus productos. Posteriormente, Lenin, en El imperialismo, fase superior del capitalismo (1917), sostuvo que el imperialismo era la fase monopolista del capitalismo y que creaba el capital financiero. Es decir, los bancos ya no solo prestaban dinero, sino que también controlaban la industria y la economía nacional.

Para lograr sus objetivos políticos a nivel global, el imperialismo recurre al garrote militar, como hemos señalado en artículos anteriores, y somete a la clase política a través de organismos como la USAID, que compra voluntades tanto de izquierda como de derecha. La guerra y el uso del dólar son sus principales instrumentos de dominación.

La estrategia de reducir a Europa a un viejo y bello museo es evidente. La OTAN les resulta irrelevante, pues Europa carece de importancia militar. A Estados Unidos le interesa, por encima de todo, mantener su hegemonía mundial. Analistas económicos de todo el mundo señalan que la estrategia de Trump no solo busca crear una nueva tríada imperial (Estados Unidos, China y Rusia) bajo la hegemonía militar norteamericana, sino también consolidar su dominio económico. Para ello, se pretende debilitar el dólar con el fin de crear un ambiente propicio para la inversión masiva en Norteamérica, fortalecer su industria manufacturera y reducir el valor de su inmensa deuda.

El debate sobre los valores de esta nueva era imperial es irrelevante. La dominación cultural e ideológica se ejerce a través del control de los contenidos que producen las redes sociales y la revolución digital. Nada ha cambiado y nada cambiará: tenemos imperio para rato. Los chinos, sin embargo, tienen otra concepción del imperialismo: no invaden, sino que “invierten” en infraestructura (puertos, carreteras, hospitales, aeropuertos, trenes, etc.), creando, en muchos casos, enclaves económicos y dominando el comercio mundial. Europa, por su parte, ha quedado reducida a un actor geopolítico intrascendente y pronto será solo un destino turístico global.

¿Significa esta realidad el renacer del antimperialismo militante de la izquierda mundial? No. Lamentablemente, la respuesta de la socialdemocracia europea ha sido de subordinación total a los intereses norteamericanos. Su crítica es meramente política, sin cuestionar los objetivos económicos de Estados Unidos. Hispanoamérica, por su parte, carece de rumbo y se ha convertido en una cacofonía infantil, enredada en viejas consignas y subordinada a los intereses del imperio a través de organismos como la USAID.

La respuesta más lúcida proviene del liberalismo antimperialista, representado por Carlos Adrianzén, un destacado economista liberal que ha señalado en un artículo que la mejor manera de combatir el proteccionismo norteamericano es con más libre comercio. Los neoliberales peruanos, sin embargo, aman y odian a Trump a la vez. No les preocupa la jerarquización racial impuesta por el imperialismo norteamericano ni la crueldad con la que se trata a la inmensa mayoría de migrantes. Ninguno de los neoliberales sudamericanos condena la intención de los Estados Unidos de tomar Gaza, expulsar a los palestinos de sus tierras y construir una ribera con sus socios. Se trata de una limpieza étnica al mejor estilo del nazismo, paradójicamente practicada por norteamericanos y judíos.

La unidad de Hispanoamérica, la construcción de bloques económicos y políticos alternativos sigue siendo una utopía. Pero eso no significa que debamos dejar de luchar contra el nuevo orden imperial.

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Opinión

Presidente del INDECOPI, ¿blindará ilegal proceso concursal contra Ricardo Belmont?

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

Desde las más altas esferas del poder –abril del 2016 a la fecha- continúa el tinglado siniestro para mantener a Ricardo Belmont Cassinelli sin su Canal 11 (Red Bicolor de Comunicaciones) ni Radio Tigre (actualmente con el nombre PBO). Para perpetrar el despojo contra el líder del Partido Cívico Obras se usaron malas artes junto a ese poder oculto que por años persigue mediática y judicialmente a un ciudadano humanista que realizó la Teletón en el Perú por más de veinte años.

No obstante, en medio de una batalla legal y administrativa por la recuperación de su televisora, donde el espartano Ricardo Belmont ganó en el Poder Judicial, la Superintendencia del Mercado de Valores (ex CONASEV) y ante los agentes de la Bolsa de Valores de Lima, resulta lamentable que, en solo una entidad, de nombre INDECOPI, se sigue manejando este caso en medio de marchas y contramarchas que impiden que el verdadero propietario del canal retorne a su medio de comunicación.

Es decir, mañosamente desde el seno de su familia dos de sus hijos llevaron a RBC Televisión al INDECOPI, dizque por problemas de liquidez, mostrando una cara distinta a cuando el ex alcalde Lima, Ricardo Belmont, tenía en sus manos el canal y era felicitado por la SUNAT por ser un buen contribuyente.

Por fortuna, esta redacción tomó noticia de una reunión de colaboradores leales a Ricardo Belmont, realizada en la víspera, a quienes se les conoce también como los “trabajadores fundadores de RBC Televisión”, en la cual detallaron que prácticamente se encuentran listas las acciones penales contra diversos personajes que han jugado en pared delante y detrás del mostrador de la administración pública para mantener el despojo del emblemático “canal positivo” del Hermanón.

Prácticamente, el impedimento para el retorno de RBC y los trabajadores al canal pasa solo por el INDECOPI, entidad cuyos funcionarios tendrán que responder ante el Ministerio Público por sus acciones u omisiones en ese proceso, al conducir con malas artes el canal hacia un cuestionado e irregular proceso concursal, donde incluso ya no se puede tapar el sol con una mano y cuando dicha entidad no tuvo más remedio que multar a Martín Belmont Vallarino, que hace las veces de presidente de la junta de acreedores, por desviar fondos del canal a sus cuentas en otras empresas y solo con el objetivo perverso de burlarse de las resoluciones del Poder Judicial.

Sin embargo, trascendió de la reunión, que Martín Belmont Villarino no solo ha sido multado, sino que tiene todavía abiertos cuatro procesos sancionadores, lo que lo descalificaría para estar al frente de la junta de acreedores, a no ser que desde la presidencia ejecutiva del INDECOPI haya un blindaje, pues, según los trabajadores, en esa entidad se le viene tratando con manos de seda.

Precisamente, Martín Belmont Vallarino es quien ha sido sancionado con multa por el INDECOPI, conforme a la Resolución Nº 5132-2024/CCO-INDECOPI porque ocultó de manera intencional, a los acreedores y a la autoridad concursal, la existencia de bienes de Red Bicolor de Comunicaciones S.A.A. y por desviar fondos a otras cuentas bancarias diferentes a las del canal con montos que bien pudieron servir para honrar el pago de las acreencias laborales.

Empero, su situación se agrava cada día más, salvo que exista una consigna en INDECOPI para blindarlo, y eso tendrá que deslindarlo el doctor Alberto Villanueva Eslava, presidente ejecutivo de la referida entidad, donde existe el proceso concursal y cuatro procesos sancionadores, quedando un quinto proceso pendiente de abrir sobre todo de oficio por parte de la Secretaría Técnica de Fiscalización de la Comisión de Procesos Concursales.

Es decir, en el día, la autoridad concursal de fiscalización, deberá investigar los contratos y cuentas bancarias de uno de los clientes del canal, el conductor y productor Ernesto Jara del Águila, pues ocurrió la misma figura de desviar los pagos por alquiler de espacios u horas de transmisión a cuentas distintas a las del medio “errebecista”, al que Martín Belmont Villarino le denomina comercialmente “Viva TV”, más aún cuando de por medio no solo está el prestigio yla  transparencia de Alberto Villanueva, sino también de los integrantes de las Comisiones y las Salas de Procedimientos Concursales.

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Opinión

Don Mario Florián

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Conocimos a Mario Florián en la ANEA del centro de Lima donde compartía con los poetas y narradores jóvenes. Todavía eran los ochenta y su voz terrígena era vital para quiénes intentaban solidificar una voz propia made in Perú. Y aunque, en esos años, ya era una persona mayor y egregia, este vate siempre se mostraba humilde y amable y se detenía a escucharnos y recibir nuestros papelitos con nuestros primeros garabatos que leía y después (des)aconsejaba o nos jalaba las orejas. Su sonrisa y su solemne calvicie aún brilla en nuestros recuerdos.

Había nacido en Contumazá-Cajamarca y sus padres habían sido agricultores, de ahí el olor a tierra de sus poemas. El terremoto del setenta lo catapultó a la costa. Obtuvo los Juegos Florales de la UNMSM, también los Magisteriales; ganó el Premio Nacional de Poesía y el de Novela, y el Premio Nacional de Cultura y muchos otros galardones más. Publicó más de una veintena de Libros, editó la revista Cultura y Pueblo junto a Francisco Izquierdo Ríos.

Algunos de sus poemas se convirtieron en canciones como “Arenga al peruano” interpretado por Íber Maraví. Su hermoso Pastorala dice: “Pastorala,/más hermosa que la luz de la nieve,/más que la luz del agua enamorada,/más que la luz bailando en los arcoiris./Pastorala./Pastorala./Qué labio de cuculí es más dulce/que la lágrima de quena más mielada/que tu canto que cae como la lluvia/pequeña —pequeñita— entre las flores?/Pastorala./Pastorala”.

Arguedas, escribiría sobre él: “Mario Florián es el mejor representante de la poesía indigenista. Casi el único poeta que ha realizado una especie de milagro de crear poesía en la que se siente el tono de la canción popular india, sin que se advierta el amaneramiento, la espectacularidad, el sentimiento demasiado geográfico, que han aniquilado este tipo de poesía en el Perú”. Sin embargo, José Jiménez Borja lo consideraba un poeta neo-indigenista.

Muchos lo recuerdan como el sutepista de la poesía, como profesor del colegio “Melitón Carvajal” arengando a los maestros en la canchita de san Fernando y luchando por los derechos de los más desposeídos. Nunca tuvo gran riqueza. Sobrevivió los últimos años con una mísera pensión de jubilado, aunque con una enorme aureola de haber hecho lo que se tenía que hacer: “¡No te humilles! ¡Despierta! ¡Elévate, peruano!/¡Erígete! ¡Ya es hora…!/¡Revive tu ejercicio milenario/de Amansador de Mundos, de Continentes Bravos,/de forjador de Imperios sobre precipicios!/¡Levántate peruano! ¡Pisa, otra vez, tu tierra…!”

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Opinión

Cine amazónico

Lee la columna de Edwin Cavello

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La cinematografía en la región amazónica tiene sus raíces en los primeros años del cine, con proyecciones realizadas en Lima en 1899, cuando se presentó un «Programa de vistas tomadas al natural». Esta serie incluyó cortometrajes como Catedral de Lima, Camino a la Oroya y Chanchamayo, que representaban la diversidad de los territorios peruanos. Mientras tanto, en 1900 en Iquitos, se realizó la primera proyección de cine en el primer piso de la Casa de Fierro, diseñada por Eiffel.

A partir de allí, el cine amazónico comenzó a desarrollar su propia identidad. La fiebre del caucho en la región permitió la creación de más espacios de proyección, y el empresario Arnaldo Reátegui fue clave en la compra de maquinaria para montar un cine en Iquitos en 1905. En paralelo, las películas sobre la guerra entre Colombia y Perú, así como los avances en infraestructura como el ferrocarril central, fueron temas recurrentes de los primeros documentales amazónicos.

Uno de los aspectos más interesantes del cine amazónico fueron los trabajos realizados por las órdenes religiosas. Misioneros dominicos y franciscanos utilizaron el cine para documentar su labor en la selva, creando rollos catequésicos que se hicieron populares en la primera mitad del siglo XX. También los nazis, mediante el proyecto Guyana, filmaron la Amazonía para luego presentarla en documentales.

Figuras como Julio César Arana jugaron un papel crucial. Arana, conocido por su explotación del caucho, contrató al cineasta Silvino Santos para documentar la Amazonía en 1913. Este trabajo culminó con la película Los indios witoto del río Putumayo, que se estrenó en 1916. A pesar de los desafíos, como la pérdida de material cinematográfico en un naufragio, Arana y Santos continuaron su trabajo, produciendo importantes documentales de la región.

A lo largo de los años, muchos cineastas contribuyeron al desarrollo del cine amazónico. Antonio Wong Rengifo, considerado el padre del cine en la Amazonía peruana, produjo documentales como Revista Loretana y Bajo el sol de Loreto en la década de 1930. Sus trabajos no solo documentaron la vida en la región, sino que también introdujeron innovaciones técnicas como el uso de acuarelas sobre metraje de película, dándole color a las imágenes.

El cine amazónico sigue siendo un reflejo de la región. Desde los primeros días hasta la actualidad, las producciones cinematográficas han sido testigos de una evolución que no solo captura la belleza de la Amazonía, sino también sus complejidades.

(Columna publicada en Diario UNO)

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