Cultura
“Un homenaje a la palabra de Gustavo Armijos”, por César Pineda Quilca
La literatura no da dinero, la literatura da satisfacciones… Yo sigo adelante porque creo que es mi vocación primera y es mi vocación definitiva…”

Gustavo Armijos, poeta y director de la revista «La tortuga ecuestre» acaba de fallecer. Armijos fue un poeta nacido en Piura en 1952. Periodista y Licenciado en Lengua y literatura por la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Como un pequeño homenaje compartimos con ustedes una entrevista que le realizó el escritor César Pineda Quilca para su blog Nido de palabras en marzo de 2014.
Por: César Pineda Quilca
Gustavo Armijos está en Vitarte. La verdad me sorprende. No sé cómo llegó. Lo importante es que está acá. Quizás el destino y la vida lo hayan querido así. Como todas las tardes él está aquí, acompañándonos, en una larga travesía por impulsar la lectura en nuestro país a través de la I Feria Cultural de Ate: “Los libros y la calle”. Razón suficiente para dialogar y conocer más de cerca al hombre, al poeta, al periodista, a ese incansable promotor de la poesía que ha venido -y amenaza con seguir- desarrollando una intensa labor cultural en nuestro territorio nacional. Por estos motivos y mucho más decidimos hacerle unas cuantas preguntas a este hombre cuya palabra se resiste a morir.

-Qué tal, Gustavo ¿cómo estás, cómo te encuentras?
Buenas tardes, César, buenas tardes a los amigos. Me encuentro aquí para conversar sobre aspectos importantes en estos últimos 45 años en que he estado ligado al panorama de la Literatura Peruana desde 1969 hasta nuestros días en que inmerecidamente, creo yo, hay tres instituciones culturales de mucha tradición que me han dado un reconocimiento. Como decía un autor “prefiero los reconocimientos o los homenajes en vida antes que muerto” y esto me motiva para seguir luchando y seguir dándole pelea a la vida y a la muerte, por qué no decirlo, porque es sumamente difícil desarrollar una labor como la que nosotros venimos llevando a cabo en los últimos tiempos debido a que no existe un incentivo por parte del Estado peruano.
-Tienes muchos años dirigiendo la emblemática revista “La tortuga ecuestre”, cuéntanos ¿cómo se inició la revista y hace cuánto tiempo?
Mira, la revista “La tortuga ecuestre” nace a contraposición de “Hora Zero”. Hora Zero se publicaron creo que 7 u 8 números, no recuerdo bien. Tengo todavía en mi archivo Hora Zero Cañete (por Enrique Verástegui), Hora Zero Chiclayo (por Ramírez Soto) y Hora Zero Pucallpa (por Jorge Nájar).
“La tortuga ecuestre” nace el año de 1973 como una necesidad de un grupo de escritores -de distintas universidades- que asistía al bar Palermo que quedaba en Colmena muy cerca a San Marcos y cerca al Salón Blanco que también era otro lugar donde los poetas, principalmente los de provincias, nos reuníamos con la finalidad de esbozar proyectos y concretar algunas publicaciones. Entonces nos reunimos un grupo disímil de escritores y fundamos la revista “La tortuga ecuestre”. Creo yo que es una circunstancia que Isaac Rupay haya aparecido como director de la publicación por cuanto este servidor con un desprendimiento total ha financiado el primer número de la revista -todavía tengo la factura de la Editorial Jurídica- la cual nos costó 1920 soles oro la edición. La Editorial Jurídica era la más famosa junto con la de Francisco Campodónico. Estas dos imprentas quedaban en Breña. Fuimos donde Campodónico y era muy caro, en el Jr. Chavín 45, y nos fuimos al Jr. Loreto donde se editaba casi todos los libros de Derecho de aquel entonces. Hablamos con la propietaria y nos aceptó un pequeño folleto de ocho páginas, con una carátula color guinda. Ahí publicamos los que estuvimos con Isaac, con Elías Durand, con Santiago López Maguiña, con todos los poetas: Armando Arteaga, Juan Carlos Lázaro, Óscar Aragón, Bernardo Rafael Álvarez. Todos ellos asistíamos al Palermo y de ahí nace “La tortuga ecuestre”.
-¿Con qué objetivo y/o finalidad?
“La tortuga ecuestre” es una publicación que en los últimos tiempos se ha dedicado a descubrir nuevos valores. Siempre fue una revista que encontró nuevos talentos inéditos pero los tiempos fueron cambiando y también las publicaciones cambian. Primero eran números de varios autores y luego ediciones con un solo autor siguiendo un poco la tradición de don Francisco Carillo que fue quien nos impulsó y nos alentó para la publicación de la revista al igual que Marco Antonio Corcuera, aunque la revista de MA era prácticamente del formato de un libro. La de nosotros era hojas volanderas de ocho páginas que se distribuían mensualmente entre los amantes de la literatura. En aquel entonces todavía los medios de comunicación tenían columnas culturales y el primer número fue un éxito total porque apareció comentado en casi todas las publicaciones culturales de Lima y de provincias, principalmente de Lima. Todavía guardo y tengo el archivo de todos los comentarios que salieron favorables a la revista “LTE”. Muchos mencionaban que era la revista y así fue, que iba a continuar con la tradición que había impuesto don Francisco Carrillo con “Haraui” y “Cuadernos trimestrales de poesía” con don Marco Antonio Corcuera. Al desaparecer el Dr. Francisco Carillo (director de Haraui) se quedó “Cuadernos trimestrales”, salió un número, luego perdió la vida MAC y nosotros hemos continuado. Creo yo que se ha caminado un largo trecho.
-¿Cómo hasta ahora?
Hace seis meses que la revista ya no sale, no sé si volverá a salir o quedará ahí, pero en total se han publicado 346 números en total. Es todo un record, porque ninguna publicación ha tenido esa cantidad de números. En total yo empastadas las tengo y son tres tomos bastante voluminosos.
-“La tortuga ecuestre” ha sido una revista netamente de poesía, pero con el paso del tiempo se ha brindado un espacio a otro tipo de creaciones ¿no es así?
Sí, eso por requerimiento de los propios autores y de los amigos que me decían si se podía publicar relatos o se podía publicar narrativa. Han publicado varios narradores y para qué, no tengo quejas. Serán siete u ocho, más no.
-¿Y eso por qué?
Porque tampoco he tenido la oportunidad de acercarme mucho -debido a mi enfermedad- al ambiente literario como antes. Antes era un asiduo y un empedernido asistente a las reuniones, principalmente al Queirolo, a Don Lucho, a Quilca. Con el paso del tiempo como se ha ido resquebrajando mi salud y un poco que hemos perdido, no el entusiasmo, pero sí los deseos de hacer vida bohemia es que la revista no está apareciendo últimamente, pero ya volverá aparecer.
-Ya que hablamos de apariciones hace unos meses atrás se publicó un libro por los 40 años de “La tortuga ecuestre” con una reducida cantidad de 200 ejemplares que bien podría ser en un futuro no muy lejano una edición casi inhallable.
Así es. Ha salido un libro de 160 páginas por los 40 años. Es un libro bastante voluminoso y ahora he recibido una oferta para sacar otra edición que sería la definitiva.
-“La tortuga ecuestre” ha sido por muchos años una gran vitrina para los escritores ¿qué grandes satisfacciones te ha dado?
Eso sí es verdad. “He descubierto a muchos”, como diría un gran animador de televisión, pero muy poco agradecimiento en cierta medida, porque con los últimos homenajes, sobre todo en provincias, en ciudades donde no ha habido una tradición literaria tan arraigada hemos tenido, por ejemplo, en el Club Grau de Piura una asistencia de 400 personas y casi todos los escritorios del departamento de Piura y del norte del Perú han asistido a ese homenaje. Eso creo yo es un gran logro y, por lo demás, hemos descubierto nuevos valores. No te puedo decir nombres porque después se resienten, pero les recomiendo el último libro que se ha publicado con textos de “LTE”. En total son cinco ediciones que se han hecho y ahora he recibido la oferta de un editor para que se haga otra edición que sería, como te reitero, la definitiva de “LTE”.

-“LTE” es una revista que toma prestado el título de un poemario de César Moro. En tu caso en particular ¿cómo y cuándo surge ese interés por él?
En 1973 se publica el libro “Antología de la poesía peruana” de Alberto Escobar. Escobar dice claramente en la presentación, en el introito a Moro que “un escritor surrealista ha sido descubierto, redescubierto o revalorado por escritores jóvenes” y eso es verdad. Nosotros somos los que iniciamos toda una campaña -al margen de André Coyné- de revalorización de Moro, porque Moro muere el año 56 siendo profesor de francés del colegio militar Leoncio Prado y, mayormente, salvo escasas antologías y la devoción de Coyné para publicar “Los anteojos de azufre y otros textos” de Moro fueron motivo suficiente para que los autores comenzaran a interesarse en la obra de este gran surrealista que a nivel mundial impuso el Surrealismo y que se reunió con gente muy valiosa de esta escuela literaria.
-Conversemos un poco acerca de tus inicios o tu experiencia como poeta.
¿Mi experiencia como poeta? Bueno, muchos trataron de confundir al auditorio haciéndome aparecer como un promotor de la poesía, mas no como poeta. Pero en 1981 yo gano el Premio Municipalidad de Lima. Fue el premio mejor dotado económicamente (un millón de soles) de la época, no de ahora, sino de aquel entonces. Luego gano los Juegos Florales en una universidad y otros Juegos Florales que organizó el INC. Esos fueron mis tres galardones y después no he vuelto a participar en eventos.
-Ya que tocas este punto ¿crees en la transparencia de los concursos literarios?
No he participado en eventos, no porque no crea en los concursos de poesía, sino que, simple y llanamente, a veces (no digo, ni tampoco lo voy a decir que están amañados) ya se sabe el resultado. Yo me presenté a Copé y me hice la promesa de no hacerlo nunca más, porque mi sobre manila ni siquiera lo habían abierto, ni siquiera se habían dado el trabajo de leerlo porque parece que ya tenían a un ganador por anticipado. Entonces ese ha sido el motivo por el cual ya no he querido participar en ninguna justa, en ningún evento de esta naturaleza.
-¿Cómo entraste a la literatura, a la poesía, específicamente?
Mi primer amigo que yo tuve cuando vine de Piura (el año de 1969, a la sazón tenía16 años, porque recién en febrero del año siguiente iba a cumplir 17 años) fue el charapa Manuel Morales Peña. No es que me trate de subir al carro ahora que él no está con nosotros y haya fallecido años atrás en Porto Alegre porque es muy fácil en el Perú perseguir a los vivos y adorar a los muertos. Él fue mi primer amigo. Yo entré al Palermo y me encontré con él. Me dijo “yo soy Manuel Morales y escribo poesía. He ganado los Juegos Florales de la Universidad Nacional “Enrique Guzmán y Valle” o, mejor dicho, he ganado el premio de los Juegos Florales de “La Cantuta”. Y soy amigo. Te puedo presentar al gordo Manuel Velásquez, a Juan José Vega, a Walter Peñaloza y a otros que te pueden ayudar. A los del grupo Narración: Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Antonio Gálvez Ronceros”. No me puedo olvidar de ellos. Todos ellos han sido mis profesores extracurriculares porque iba al Palermo. Yo era muy joven, todavía. Recién había terminado la secundaria y me preparaba para estudiar en la universidad, Periodismo. Todos me aconsejaban que siguiera Derecho porque tenía un buen coeficiente intelectual, pero mi vocación pudo más y mi padre me apoyó en eso.
Por eso con la pérdida de mi padre yo estoy sufriendo demasiado al margen de haberme quedado como hijo único, sin padre, sin madre, sin hermanos, sin nadie. Tengo un amigo (Carlos Bayona) que es el único que me está apoyando ahora y que de no ser por él, de repente, ya no estaría en este mundo porque es sumamente difícil, sobre todo, cuando uno ha tenido la protección y el apoyo del padre. Mi papá, un hombre dedicado a la industria gráfica, se preocupó siempre. Nunca me prohibió. Sin embargo, mi familia de ahora: mis sobrinas, mis sobrinos, mis primos -hasta por facebook- tratan de minimizar la labor del literato, la labor del creador, la labor del hombre que se dedica a la literatura, pero yo sigo adelante porque creo que es mi vocación primera y es mi vocación definitiva, también.
-¿Qué representa para ti la poesía?
La poesía es fundamental porque yo creo que no existe sobre la tierra polvo alguno donde no se haga poesía. Desde el rincón más apartado del planeta hasta las grandes urbes todos se dedican a la poesía. Yo he sido una persona que ha viajado mucho, primero por mi profesión. He ido a varios mundiales, he ido a torneos internacionales. Mi profesión fue fundamental e importante para que yo viajara. Luego he ido a eventos y he sido invitado a diversos certámenes a nivel internacional. He conocido poetas, por eso es que aparezco en varias antologías latinoamericanas no por el grado de amistad que tengo con los escritores, sino porque lo que han hecho es revalorar una obra que tiene un espacio pero que algunos se resisten todavía a reconocerla.
-Mencionaste hace un rato a tu primer amigo, Manuel Morales. Quisiéramos que ahora nos hables acerca de Lucho Hernández, Juan Ojeda, Juan Ramírez Ruiz ¿qué recuerdos tienes tú de ellos?
A todos los conocí. A Lucho Hernández lo conocí en el bar “Henrisse” tres o cuatro días antes que viajara a Buenos Aires donde creo yo se suicidó. Estuvimos reunidos Luis Fernando Vidal que ya no está más entre nosotros (lamentablemente perdió la vida en un accidente de tránsito -creo que una combi lo atropelló- y con él se fue un gran narrador también, un gran escritor que apuntaba para mayores logros, pero de todas maneras su obra ha quedado), Omar Ames que está en EE.UU y Lucho Hernández. Tanto Lucho como L.F. Vidal estaban contentos por la publicación de “El tiempo no es precisamente una botella de champán” que lo editó O. Ames. Y tenía entre sus manos la carátula o la cubierta de mi libro “Celebraciones de un trovador”. Y todos estábamos alegres porque teníamos la carátula de los tres libros que aparecieron en la Colección Poesía de la editorial Ames. Yo a Omar no tengo cómo agradecerle porque gracias a él y a sus primorosas ediciones aparecí en la poesía porque por aquel entonces publicar en esas ediciones era carísimo. Yo me recuerdo que era un sábado muy nublado en Lima, un sábado típico limeño y nos reunimos con él. Nos despedimos y yo no volví a ver más a Lucho Hernández, aunque en algunas ocasiones cuando iba al Hospital “Dos de mayo” -él era pediatra- me acercaba a conversar muy brevemente. Le gustaba usar pastillas muy grandes, prominentes. Luego Nicolás Yerovi se encargó ya de difundir la obra de L.H. Lucho escribía en cuadernos, cuadernos que luego regalaba a los amigos. La tarea más difícil de Nicolás Yerovi era la de reunir todos esos cuadernillos.
Con Juan Ojeda nos hicimos amigos. Él era estudiante de Bellas Artes, estudiante de San Marcos de Filosofía y estudiante en la Biblioteca Nacional del Perú de Bibliotecología. Arte estudiaba en la Escuela de Bellas Artes y Filosofía en San Marcos, entonces coincidimos con Juan Ojeda en la posición de marginalidad del artista y del poeta. Había un Lau Chun en el jirón Ucayali y al costado uno de esos restaurantes antiguos de chinos y ahí nos reuníamos con Benito Guti, con Javier Huapaya a conversar sobre poesía, sobre literatura. Juan era un hombre muy huraño. Le gustaba mucho la bohemia y con él nos reuníamos en la llegada del bar Chino Chino, en todos los bares de la época. Yo todavía, en aquel entonces, bebía poco. Reconozco que después he bebido mucho y ahora ya no bebo nada porque estoy enfermo, pero he tenido la amistad de todos ellos.
He dejado para el final a Juan Ramírez Ruiz. Juan Ramírez, para mí, es el poeta más importante de “Hora Zero”. Para mí no es Pimentel, sino Juan Ramírez Ruiz, el verdadero ideólogo de H.Z. Yo lo visitaba cuando vivía y compartía cuarto con Pepe Cerna que después se fue (no sé la vida de José Cerna Bazán hace muchos años, creo que es profesor en una universidad norteamericana o está en Europa). Yo iba a casa de Juan y después pasábamos a una especie de restaurante pequeñito en la esquina de Ancash donde está la casa de Pilatos que luego Fujimori lo convirtió en Tribunal Constitucional y el jirón Azángaro. Ahí había un cafetín y nos reuníamos con Juan para hablar sobre cosas muy importantes. Hasta lo último lo vi a Juan. Creo yo que he sido uno de los últimos en verlo cuando se fue de viaje y falleció en aquel trágico accidente en la ciudad de Trujillo. Ahora sus restos ya descansan en Chiclayo. Pero él ya estaba cansado. Me decía: “La obra ya está hecha, ahora viene el trabajo de los críticos que son los encargados ya de estudiar y de valorar lo que nosotros hemos hecho. Tú no debes de preocuparte demasiado porque “La tortuga ecuestre” es una revista muy importante y es un ícono de los 70 y no solamente “Hora Zero”, ni “Estación Reunida”, ni “Gleba”, ni “Línea Éter” del Callao. “La tortuga ecuestre” tiene su espacio, tiene su lugar y considero que es una revista importante y es un referente de los años 70”, eso me dijo don Juan Ramírez Ruiz a quien yo lo seguí estimando toda la vida, a quien le preguntaba de por qué su alejamiento de “Hora Zero”. En una oportunidad me respondió, me dijo:“Mientras ellos se han ido a Sinamos, han ido a los medios de comunicación oficiales, yo me he dedicado a trabajar mi literatura” y publicó “Las armas molidas” que le publica Jorge Luis Roncal. Ese es su último libro. Tres libros escribió Juan. El primero “Un par de vueltas por la realidad” que lo publica en la editorial de don Fidel Ramírez Lazo en Pueblo Libre, luego el libro que lo publicó la editorial de O. Ames (yo le hablé a Omar de un poeta importante de Hora Zero y ahí publica Juan su segundo libro, “Vida perpetua”). Y su tercer libro -bueno, ahí yo ya no tuve nada que ver porque ya no estaba cercano a él- “Las armas molidas” que lo publica Jorge Luis Roncal.

-¿Qué apreciación tienes de los grupos literarios?
Yo particularmente no he pasado por ningún grupo literario. La tortuga nació como algo accidental de un grupo de jóvenes que quieren tener su medio de comunicación a través del cual quieren decir su voz. Eso fue “La tortuga ecuestre”. “La tortuga ecuestre” no fue un grupo literario. Pero de los grupos literarios creo poco porque al poco tiempo se desintegran. “Hora Zero” no duró mucho. Hora Zero se ha venido reciclando con escritores que luego han aparecido en la escena literaria nacional pero que no estuvieron en los inicios del grupo. Para mí lo valioso es la sinceridad. Por ejemplo, Tulio (con todo el respeto que se merece, porque la obra de Tulio es muy importante) pero él fue de “Estación Reunida” junto con Elqui Burgos, con Óscar Málaga, con Pepe Rosas Ribeyro, creo que Patrick Rosas también se acercaba por ahí, Manuel Morales a veces, pero no formaban parte del grupo y de eso yo puedo dar testimonio porque eso yo lo he vivido, a mí nadie me lo ha contado. Yo lo he vivido. Hay gente que me odia por eso, por decir la verdad, pero yo digo mi verdad y esa es mi verdad.
-¿Cómo ves el panorama de las argollas literarias?
Siempre hubo grupos literarios de poder. Había un grupo que nadie lo menciona pero que quiero hacerle justicia: El grupo “Cirle” de la Universidad Católica. Este grupo donde no estaba Abelardo Sánchez León porque ASL fue un poeta insular junto con Pepe Watanabe, el mismo Manuel Morales fue insular, fueron poetas insulares. El grupo “Cirle” -donde militaba nuestro amigo Ricardo Gonzáles Vigil- fue muy importante y lo mencionan poco, pero tiene su trascendencia también dentro de los años 70. Los grupos se forman y al poco tiempo se desintegran. Yo recuerdo los años 90 porque quizá con la generación que he tenido yo mayor relación ha sido con la de los noventa. “Estación 32” duró poco y al poco tiempo se desintegraron. El grupo “Neón” tuvo poco tiempo… luego Paolo de Lima fue por su lado, Leo Zelada se fue a Europa, Juan Vega Moreno murió, Carlos Oliva murió y así se han ido presentando conforme han pasado los años la creación de grupos que luego se han desintegrado rápidamente o han desaparecido con un número, dos números de una publicación y luego chau, rosa.
-Dialoguemos, a groso modo, acerca del trabajo del periodismo cultural. Se observa en estos tiempos que esta labor prácticamente está desapareciendo, sobre todo, en los diarios de gran circulación nacional. Sin ir más allá ¿qué sensación -o sinsabores- te genera toda esta situación al respecto?
Sí. El último libro importante lo publicó la Universidad San Martín: “Periodismo cultural y de espectáculos”. Ahí está incluida “La tortuga ecuestre”. Lo claro es que es de mal gusto poner en ese libro -en la parte de espectáculos- a Magaly Medina, pero qué vamos hacer, porque así es. Magaly Medina estuvo ligada con César Lengua. César fue un hombre al que también le agradó la poesía. Creo que publicó dos libros. A Magaly también le gustaba la literatura, la poesía. Ella apuntaba a ser una creadora, pero como después el dinero y otras cosas de la vida los va ganando, lamentablemente, abandonan la literatura.
-Tú nunca la abandonaste, por supuesto, pero ¿qué te da la literatura?
La literatura no da dinero, la literatura da satisfacciones. Y eso es lo que más le incomoda a mi familia: “que yo viva pensando en satisfacciones espirituales y no en ganar ni en hacer dinero”. Por eso es el abuso que vienen cometiendo en contra de mi persona por la sencilla razón que ya no está mi padre. Mi padre era quién defendía mis intereses.
-¿Qué opinión te merece el papel que cumple la crítica literaria en el Perú?
Bueno, le falta creatividad a la crítica literaria en el Perú, como decía Octavio Paz. Yo creo que el último gran crítico de la poesía o de la literatura en el Perú fue José Miguel Oviedo. Cuando se va J.M.O se crea un gran vacío. Pero ahora está Ricardo Gonzáles Vigil. Yo contra Ricardo la verdad no tengo nada, muchos han creado un mito en torno a que yo tengo bronca con él, para nada. Al contrario, yo lo admiro, lo estimo, tiene una obra importante. Lo de Toro Montalvo es un trabajo más de recopilación que de crítica. Yo no encuentro una labor de crítico importante, más bien sí de historiador porque recoge textos y está bien informado, es un acucioso investigador.
La crítica literaria en el Perú necesita incentivos para que vuelva y que los medios de comunicación tengan espacio para los escritores. En mi época había unas 8, 10 hasta 15 columnas de poesía o de literatura. Ahora ha quedado “La República” del europeizado Pedro Escribano que más parece un periodista del diario “El País” de España cuando hace trabajo de crítica.
La crítica necesita mucha más capacidad creadora, tenemos una crítica demasiado sectaria para con algunos y muy rigurosa con otros. Necesitamos una crítica más variada y que dé oportunidades a los autores. Por ejemplo, este narrador que en sus comienzos yo lo ayudé bastante corrigiendo sus textos en cuanto a edición, corrección, que publicó “La tarde de toros” y que ya no puede verla ni en pintura: Óscar Colchado Lucio. Sin embargo, ahora ni me saluda ni me llama. Su misma esposa le decía “te llama tu amigo Gustavo”. Yo recuerdo a Óscar cuando recién llegó a Lima, cuando él recién venía desde Shimbe, de Chimbote. Ya luego se vino a radicar por la Panamericana Norte. Yo iba a verlo, a visitarlo, pero posteriormente perdí contacto con él. Creo que la crítica ha sido un poco injusta con Óscar. Debería existir una verdadera revalorización de toda su obra, aunque lo consideran, pero no en la medida ni el lugar que deben darle.

-¿Cómo se le ve al poeta en nuestro medio peruano?
Al poeta se le ve como un vagabundo, como un bohemio, como un marginal, cosa que no es así. Yo me he dedicado a la enseñanza universitaria, me he dedicado al periodismo, me he dedicado a otras actividades. Ahora no, porque estoy enfermo. El Estado no se preocupa, absolutamente, en nada. Ni siquiera he recibido apoyo por parte del Estado peruano a pesar que lo he solicitado. Parece que no les interesa, que les resulta odioso que el escritor exista. Entonces el poeta, definitivamente, es visto como un paria, como una espina o como una piedra en el zapato para los gobiernos de turno. Y eso no debe ser.
–Con respecto a la figura del poeta quisiera saber cuál es tu punto de vista acerca del mito que se ha construido sobre María Emilia Cornejo. Algunos sostienen por ahí que no es una poeta, sino un invento de nuestro tiempo. ¿Crees tú en eso?
En el 4to piso del Ministerio de Educación recuerdo a Pepe Rosas Ribeyro, a Elqui Burgos, a Pepe Cerna, los que estuvimos con Isaac Rupay esa mañana, porque a Rupay le metieron en la cabeza de que se abriera de “La tortuga ecuestre”. Siempre ha habido discrepancias con algunos miembros de “Hora Zero” y en ese texto de desmitificación que dijo Rosas Ribeyro yo sí lo ratifico. María Emilia Cornejo es una invención porque esos poemas los corrigieron y ellos lo hicieron. Es malo hablar de un muerto porque ya no tiene cómo defenderse, pero eso es la verdad, yo estuve. Yo estuve esa mañana y posteriormente nos fuimos a tomar un café al Palermo. María Emilia Cornejo es un mito y es un mito creado por Marco Martos (con todo el respeto que se merece el presidente de la Academia Peruana de la Lengua, a quien estimo y quiero mucho y que además es mi paisano) e Hildebrando Pérez, al igual como también crearon a Rafael Yamasato. Rafael Yamasato no existe, dicen que nació en Ferreñafe. En la revista “Hipócrita lector” ahí se deleitaban ellos y se recreaban creando personajes que en realidad no existían porque María Emilia Márquez adoptó el apellido del esposo Cornejo. María Emilia Cornejo murió joven, muy joven en 1972. Sí la recuerdo. Era un gordita que en un recital de “Gesta” en San Marcos, un sábado donde se repartían unas plaquetas y se presentó Abelardo Sánchez León, Jesús Cabel, Elqui Burgos y otros autores, se presentó ella. Tuve la oportunidad de conocerla personalmente también. Yo a la mayor parte de escritores del Perú de finales del siglo XX e inicios del XXI a casi todos los conozco personalmente, a ninguno de referencia. Bueno, últimamente frecuento poco el ambiente literario… pero cuando he estado más joven o, en la plenitud de mi vida, yo los he frecuentado a todos.
-¿Por qué urge o surge la necesidad de crear una revista?
Bueno, simple y llanamente, porque es una tribuna que te permite mostrar tus cosas. Lamentablemente en el Perú siempre el gran problema que han tenido los escritores es tener un lugar donde dar a conocer sus publicaciones, sobre todo, cuando comienzan y la revista ha servido para eso. Quien no quiera reconocerlo es su problema, pero quien lo reconoce y lo valora en buena hora por cuanto llegar a la cantidad de años que hemos cumplido -40 años- es un tiempo bastante prolongado. Pienso yo que se cierra un ciclo de la publicación. Pienso… no sé todavía, no he tomado la decisión definitiva. Todo depende de cómo se presenten las cosas.
-¿Es difícil ser editor en el Perú?
Es difícil, por cuanto se tiene que contar con los medios suficientes. Yo no hubiera podido publicar 350 números de la revista, sino hubiera contado con el apoyo pecuniario de mi padre. En la época en que se tuvo la imprenta siempre conté con todas las facilidades que me supo brindar él. Además, nunca se opuso y eso es importante porque hay padres que te dicen “anda a hacer dinero que es lo que te da para vivir”. Sin embargo, mi padre se sentía orgulloso que yo me dedicara a la literatura. Difícilmente otros padres sienten lo que sintió él. Lamentablemente ha fallecido a los 90 años por una negligencia médica de parte de los médicos de Essalud, pero ya no podemos dar marcha atrás. Ha transcurrido tiempo. Fue el 17 de junio que nunca me olvidaré en mi vida mientras viva, que es poco tiempo el que me queda de existencia…
Yo, particularmente, te digo que sí es bien difícil ser editor en el Perú. Por ejemplo, saber escoger bien los textos o encontrarte con el resentimiento de algunos. Hay gente que me odia porque nos los publiqué. No consideré que deberían salir en la revista pues no tenían la calidad suficiente y eso les mortifica a algunos mientras que otros se sienten mal, totalmente mortificados.

-Cada vez que te oigo hablar siento que hay una gran melancolía, una herida abierta que no se cierra, todavía. Por lo que puedo observar ¿extrañas mucho a tu padre?
Por supuesto que sí. En los últimos años perdí a mis dos hermanos. Antes de eso, mi mamá ya había fallecido hace cuatro décadas. A raíz de esto se desintegró totalmente la familia… Era la única familia que tenía. Ahora yo, soy solo, estoy solo… Estoy luchando contra el mundo, estoy luchando contra la mezquindad de mi propia familia y estoy luchando contra mis propios demonios, creo yo. Es muy difícil sentir lo que uno siente cuando pierde a un padre, sobre todo, a un padre que no digo yo que haya sido protector sino que ha incentivado en mí la vocación literaria. Eso es muy importante y eso es lo que voy a valorar siempre hasta que me muera.
-¿Qué te parecen al respecto las muestras y antologías de poesía?
Yo he realizado varias. En mí no ha primado ningún tipo de interés, sino dentro de los criterios de selección y lo más importante ha sido la calidad de los textos. La calidad de los textos y las antologías que he realizado de “La tortuga ecuestre” he puesto solamente a los que han publicado en la revista “LTE” porque eran antologías de la revista. No eran antologías ni panoramas generales. Han sacado comentarios, opiniones en el sentido de que faltaba tal o cual autor, pero están equivocados porque era un trabajo de selección de la revista y muchos no quisieron en su momento publicar. Ahora quieren publicar en la revista, pero ya es demasiado tarde.
-Quizás, por ahí, hay un resentimiento hacia tu persona. ¿Por qué Gustavo Armijos es tan temido dentro del panorama literario nacional?
Yo creo que más que temido, respetado. Yo me he ganado ese respeto, aunque no lo crean muchos, en base a mi esfuerzo, en base a mi labor. Marco Martos me decía una gran verdad: “Tú te has hecho solo”. Yo me he hecho solo, he luchado solo. He tenido que enfrentar una serie de adversidades y todo por la literatura. Pero temido, no creo. Incluso hay gente que no me pone en sus muestras, en sus antologías, en sus panoramas, en sus estudios. Creo que el juez insobornable y que todo lo puede es el tiempo. El tiempo va a determinar si tu obra merece ser estudiada y ser considerada en el futuro. Al tiempo deben de temerle, no a Gustavo Armijos.
Se ha creado cierto mito en el sentido de que yo soy un personaje problemático. Mentira, eso es absolutamente falso. Los que me conocen, los que dialogan conmigo saben que ni siquiera soy agresivo. Soy una persona que me gusta conversar. Me gusta encender la pradera creando polémica, pero de ahí a ser temido por otras cosas, no. Nunca he agredido a nadie, nunca me he agarrado a golpes con nadie. Simple y llanamente he sido una persona respetuosa del trabajo de unos y he tenido que decirles la verdad a otros. Quizás, el temor venga de manifestar las cosas sin ningún miedo. No tengo miedo de decir “fulano de tal o cual es un argollero” que hace sus argollas o hacen sus antologías, no solamente en Lima, también lo hay en Piura que es mi tierra natal. Hay gente que hace sus antologías y pone a tal o cual autor por interés, pero eso no debe de primar. Lo que debe primar es la calidad y si un texto tiene calidad yo lo pongo. Yo soy respetuoso de la calidad literaria y el trabajo de los artistas.
-¿Qué comentario te genera el “Plan lector” y ese poco amor que se le tiene tanto a los libros como a la lectura?
La mayor preocupación por parte de mi persona ya que estoy en el ambiente literario durante 45 años es que existe poco amor por la lectura. Yo acabo de estar en el norte del país y me he encontrado que generalmente los jóvenes no leen y no leen por la sencilla razón de que no son incentivados desde pequeños a que se dediquen a la lectura.
Ese “Plan lector” que estructuraron y que elaboraron ha sido un fracaso. Definitivamente, los jóvenes no se dedican a leer y eso trae como consecuencia obras deficientes. Pienso que elaborando un buen “Plan lector” se obtendría un resultado más positivo en el sentido de que la gente lea, que la gente sepa valorar a sus artistas y se le brinden los homenajes que ellos realmente se merecen. No hay que esperar que un artista se muera para brindarle una serie de homenajes. La lectura debe ser obligatoria en todos los niveles de la educación peruana, pero una lectura bien orientada, capaz de incentivar en el estudiante, en el alumno, una sensibilidad que le permita valorar los textos, estudiarlos e integrarlos a un estudio literario que tenga un auténtico valor.
Lo que sí me preocupa de sobremanera, desde hace algunos años, es que la gente lea poco. No hay un verdadero deseo por parte de los estudiantes. Y si uno mira los programas de televisión se encuentra que la mayoría desconoce a los autores ya consagrados y eso es, ya de por sí, deprimente.
-Ya sin deprimirnos tanto ¿qué otros intereses tienes muy aparte de tus pasiones como son la poesía, la literatura, la edición de libros y la revista?
Yo particularmente tengo el interés de tener un lugar donde vivir. Ahorita no lo tengo. Gracias a la generosidad de un amigo -como te manifestaba antes- estoy sobreviviendo en un lugar, pero yo quisiera tener tranquilidad y que el Estado peruano se preocupe. Los escritores no podemos quedar tan desamparados sin un lugar donde vivir, sin un lugar donde seguir desarrollando nuestra labor, sobre todo, alguien que ha dado 40 años de su vida. En estos años 40 años yo he podido generar toda una riqueza, todo un mundo de expectativas, pero no las tengo porque me dedique de lleno a la literatura. Mi interés mayor es tener un lugar donde vivir y tener las facilidades para continuar publicando en mi revista. Creo yo que esta entrevista me va ayudar mucho.
-Algunas palabras finales…
Mi agradecimiento porque te preocupas de difundir la literatura y la poesía, especialmente, en un medio tan hostil como el nuestro. Los medios de comunicación deben -y deberían- de preocuparse a dar espacio para que se comenten las obras de los creadores peruanos. Definitivamente, no vivimos en España para que “La República” tenga una página cultural que más se parece al diario “El País”.
Ya para finalizar quiero reiterar que los nuevos escritores, sobre todo, se preocupen de luchar y de librar una lucha que va a ser muchas veces solitaria, sumamente difícil como ser poeta en el Perú, como ya lo decía mi buen amigo, Manuel Morales. Muchas gracias.
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Ministerio de Cultura en Cajamarca autoriza destrucción de ‘muro Inca’ para construcción de puente
¿De patrimonio a escombros? La Dirección Desconcentrada de Cultura de Cajamarca validó un muro inca vinculado al Qhapaq Ñan, pero años después autorizó una obra que terminó destruyéndolo por completo.

En 2017, los cajamarquinos celebraban un descubrimiento inesperado: tras una crecida del río San Lucas, afluente que corre paralelo al antiguo camino incaico entre Cajamarca y Los Baños del Inca, quedó al descubierto un muro de piedra perfectamente ensamblado. Las autoridades culturales de ese entonces no tardaron en confirmar lo evidente. La arquitecta Carla Díaz García, entonces directora de la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC) de Cajamarca, junto al arqueólogo Luis Francisco Esquerre Fernández, acudieron al lugar y validaron su autenticidad: era un muro inca, posiblemente parte del Qhapaq Ñan, el sistema vial andino declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Muro Inca, bañado por el río San Lucas en Cajamarca ya no existe.
La respuesta es tan indignante como alarmante: la misma entidad encargada de proteger el patrimonio cultural —la DDC de Cajamarca— autorizó su desaparición bajo el amparo de informes técnicos con inconsistencias, aprobados con inusitada celeridad.
Un muro validado y luego ignorado
En marzo de 2017, el muro fue formalmente reportado por la DDC. En 2023, el arqueólogo Luis Francisco Esquerre Fernández retomó el caso mediante el Informe N.º 000431-2023-SDDPCICIDDCCAJ LEF/MC, confirmando su origen incaico. En febrero de 2024, la Secretaría Técnica del Qhapaq Ñan también reconoció su valor patrimonial en conjunto con los arqueólogos Esquerre Fernández y Henry Joel Chávarri García, como consta en el Informe N.º 000010-2024-QHAP-QÑAN-DM-ABE/MC.
Pese a todo esto, la directora actual de la DDC, Roxana Judith Padilla Malca, emitió en tiempo récord dos resoluciones (N.º 000122-2024-DDC CAJ/MC y N.º 000368-2024-DDC CAJ/MC), autorizando el “monitoreo arqueológico” en la zona, paso previo para la construcción de un puente vecinal que terminó por destruir el muro.

Roxana Judith Padilla Malca, tiene más de 7 años en el cargo de directora de la DDC Cajamarca.
El informe que autoriza lo inaceptable
El documento clave que avala esta intervención es el Informe N.º 000085-2024-DDC CAJ-HCG/MC, elaborado por el arqueólogo Henry Chávarri García.

Informe N.º 000085-2024-DDC CAJ-HCG/MC, elaborado por el arqueólogo Henry Chávarri García.
Este informe plantea, en un mismo cuadro, que no hay ‘infraestructura preexistente’, y en otro que sí la hay. Una contradicción grave, ya que cuando no existe infraestructura preexistente —como en este caso, donde había un vestigio arqueológico en pie—, la normativa exige tramitar previamente un Certificado de Inexistencia de Restos Arqueológicos (CIRA), lo cual no se hizo.

Fuente: Ministerio de Cultura.
Peor aún: el registro fotográfico que sustenta el expediente es de septiembre de 2023, mientras que el ingreso formal del expediente se hizo el 26 de febrero de 2024. Sin embargo, la autorización se dio el 27 de febrero, solo un día después, lo que hace dudar de que haya habido una inspección real o evaluación técnica rigurosa.


Fuente: Ministerio de Cultura.
¿Un error de forma? ¿Un descuido? Lo dudoso no es solo la calidad del informe, sino la prisa con la que fue aprobado. La directora Padilla Malca no solo omitió observar estas irregularidades, sino que dio luz verde a un proceso que terminó destruyendo la única evidencia material incaica a lo largo del tramo Cajamarca–Baños del Inca del Qhapaq Ñan.
¿Complicidad o negligencia?
El diario Panorama Cajamarquino ha venido reportando presuntas irregularidades en la gestión de Padilla Malca, quien ocupa la dirección de la DDC desde hace más de siete años. Sin embargo, este caso marca un punto de quiebre: no se trata solo de mala administración, sino de una decisión institucional que permitió un atentado contra el patrimonio cultural.
Hasta ahora, ningún arqueólogo de la DDC ha presentado denuncia alguna. ¿Por qué callan? ¿Acaso temen represalias? ¿O son parte de una estructura complaciente con la destrucción del legado prehispánico?
El Colegio de Arqueólogos del Perú, así como el Ministerio de Cultura, deben pronunciarse. Y más aún: deben investigar y sancionar a los responsables de permitir este atentado patrimonial. No se puede permitir que decisiones administrativas, basadas en informes mal elaborados y resueltos en tiempo récord, justifiquen la pérdida irreversible de evidencias arqueológicas.
En Cajamarca, el Ministerio de Cultura no solo brilla por su ausencia: parece haberse convertido en un facilitador del olvido.
Cultura
Chincha: con maquinaria pesada destruyen el Sector B de Huaca Grande
El hecho revela no solo el intento de apropiación ilegal de terrenos con valor histórico, sino también la negligencia sistemática del Ministerio de Cultura y las autoridades locales.

Por Luis Huertas
Durante la mañana de ayer, vecinos del centro poblado Huaca Grande alertaron sobre un nuevo atentado contra el patrimonio cultural. Maquinaria pesada venía destruyendo y nivelando el sector norte del monumento arqueológico conocido como Huaca Grande – Sector “B”, declarado Patrimonio Cultural de la Nación.
Tras la denuncia ciudadana, personal de la Municipalidad Distrital de Sunampe, junto con efectivos de Serenazgo y la Policía Nacional del Perú, acudieron al lugar para constatar in situ los daños. Al llegar, las máquinas ya se habían retirado, pero se logró registrar fotográficamente la placa del vehículo involucrado: P2T-915, correspondiente a la empresa de Servicios Múltiples V.G. E.I.R.L., con domicilio legal en el centro poblado San Francisco (Sunampe), dedicada al transporte de carga.

Maquinaria pesada extrayendo el lado norte del sector B de Huaca Grande.
Según información recogida en el lugar, las maquinarias habrían sido contratadas por un poblador de la zona, quien se presenta como supuesto propietario del terreno, con el aparente objetivo de habilitarlo para venta. Durante nuestro recorrido, pudimos hallar fragmentos de cerámica, restos textiles y fragmentos óseos humanos —evidencia clara del valor arqueológico del sitio. Además, de algunos tapiales de barro destruidos.

Servicios Multiples V.G. EIRL. Empresa contratada para atentar contra el Patrimonio arqueológico.

Trabajos de remoción en pleno sitio arqueológico, considerado Patrimonio cultural de la Nación.
Una tragedia que se repite
Este acto no es aislado. Huaca Grande (Sector B) ya ha sido afectada en anteriores gestiones municipales. En el periodo del ex alcalde Carlos Grimaldi (2011-2014), se intentó ejecutar una obra denominada “Anillo vial” que impactó el sector sur del sitio. Resultado de dicha acción: ningún castigo por parte del Ministerio de Cultura. Muy raro, ¿no? Posteriormente, en la gestión del ex alcalde David Matías (2015-2018), se adquirió un predio a la familia Muñante con la intención de construir un centro de salud, sin embargo, se descubrió que dicho terreno incluía parte de la huaca, por lo que el proyecto fue descartado.

Material textil encontrado dentro de la remoción del terreno por maquinaria pesada.

Huellas de los trabajos con maquinaria pesada al lado norte del sector B de Huaca Grande.

Perfil norte donde se muestra evidencia arqueológica.
Patrimonio en peligro
Huaca Grande es considerada una mansión o palacio de la élite rural del Señorío Chincha. En 2009 fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación mediante la Resolución directoral nacional N.° 626-INC, y recientemente, en enero de 2024, se determinó su protección provisional (sectores A y B) por medio de la Resolución Directoral N.º 000001-2024-DGPA-VMPCIC/MC por dos años.
Dicho documento establece que el área arqueológica debe contar con señalización adecuada e hitos de delimitación. Sin embargo, durante nuestra inspección en el terreno no se hallaron los hitos, y el único panel informativo —que advierte sobre su condición de patrimonio protegido— está deteriorado y próximo al colapso.
El sitio prácticamente se encuentra abandonado y no solo por el Ministerio de Cultura, sino también por las autoridades de turno que, por cierto, solo aparecen para la foto y no destinan fondos para su cuidado. La población aledaña, intenta con sus propios recursos, mantener en pie este monumento arqueológico como legado de nuestra historia.

Panel en mal estado de conservación. Fue colocado en el 2018. Actualmente, el Ministerio de Cultura se resiste a cambiarlo.
Este hecho no solo refleja el accionar irresponsable de algunos ciudadanos que buscan apropiarse de terrenos culturales, sino también la inacción del Ministerio de Cultura, que en más de un año no ha implementado medidas mínimas de protección en el lugar. ¿Acaso no hay presupuesto para elaborar hitos? ¿Dónde queda la capacidad de gestión de los que lideran la Dirección Desconcentrada de Cultura de Ica?
El Estado no puede limitarse a emitir declaratorias desde un escritorio; urge una articulación real entre la comunidad, la municipalidad y el ministerio, que hasta ahora parecen actuar de forma aislada. Falta salir al campo y evaluar cómo está nuestro patrimonio, no solo en nuestro valle sino, en los cinco valles de la región Ica. Cada día se va destruyendo parte de nuestro Patrimonio. Con el aval y complicidad del Ministerio de Cultura que poco o nada hace por preservarlo.
El patrimonio no puede esperar. El abandono y la negligencia están siendo cómplices silenciosos de su destrucción.
Cultura
Asociación de Anselmo Pi, usaría convenio con Mincul para escanear irregularmente territorio nacional
Otra incongruencia del Ministerio de cultura que pone en peligro la seguridad y soberanía nacional. Especialistas se pronuncian sobre convenio con Asociación de Anselmo Pi Rambla.

Anselmo Pi Rambla y su asociación sorprendieron a la reconocida empresa italiana KHAFRE PROJECT al decirles que, junto a su equipo, podrán escanear satelitalmente territorio peruano, específicamente el cusqueño, para buscar laberintos subterráneos es así que, en reciente conferencia de prensa, el cuestionado Pi Rambla, junto a funcionarios de la empresa, anunció que pronto se escanearía Cusco en búsqueda de pasajes subterráneos.
In Malta with @Filippobiondi_1 @meimor08 of KHAFRE PROJECT viewing their discoveries that will change history. We had the pleasure to announce that Pi Rambla foundation will work with them to seek Sacsayhuamán labyrinths & the Cusco underground @TheProjectUnity pic.twitter.com/Zfviuw3zvR
— Anselm Pi Rambla (@PiRambla) June 15, 2025
Al respecto, el entonces director del Ministerio de Cultura Cusco, Jorge Luis Moya refiriéndose a permisos de investigaciones arqueológicas obtenidos por la Asociación Pi Rambla, refirió que, a la fecha, no cuentan con ningún permiso de investigación arqueológica y la solicitud que ha presentado dicha asociación está siendo observada por diferentes incongruencias en los informes y por el producto que están presentando para su calificación. Asimismo, refirió que el convenio, firmado por la Asociación Pi Rambla y el Ministerio de Cultura, se encuentra en un proceso de nulidad en la sede central del Ministerio de Cultura en Lima.
Moya también manifestó que el Ministro de Cultura no ha dado permiso alguno a la Asociación Pi Rambla para escanear satelitalmente territorio cusqueño, recalcando que la Asociación en cuestión no cuenta con ningún tipo de permiso otorgado por el Ministerio de Cultura – Cusco y que este hecho violaría nuestra soberanía nacional.
Asimismo, el Decano del Colegio de Arqueólogos del Perú, Dr. Pieter Van Dalen, se pronunció referente al anuncio de la Asociación Pi Rambla que escaneará satelitalmente territorio cusqueño para buscar laberintos subterráneos. “Es una situación muy preocupante y alarmante el hecho de que se escanee satelitalmente territorio peruano sin consentimiento de los ministerios pertinentes, y que el Estado peruano, a través de las instituciones que deben velar por la protección de la seguridad nacional, permita que instituciones extranjeras estén realizando vuelos o utilizando satélites en nuestro territorio nacional. El Ministerio de Defensa debe intervenir inmediatamente, tomar acciones, convocar a esas instituciones y enviar un documento para que cesen este tipo de acciones ilegales”.
Con lo expresado e informado por el entonces director del Ministerio de Cultura Cusco, Jorge Luis Moya, queda demostrado que Anselmo Pi Rambla y su asociación no contaría con ningún tipo de permiso, evidenciando que estos supuestos investigadores profesionales habrían sorprendido a la empresa KHAFRE PROJECT. Aquí la falta de ética sería desbordante; ya que se cree que el Perú es un feudo o sigue siendo colonia española, además se piensa que las condiciones políticas que se tenían en la dictadura fujimorista siguen siendo las mismas, donde con un fajo de billetes se conseguía cualquier cosa, entre ellas poner en riesgo el patrimonio cultural de la nación y el saqueo de yacimientos arqueológicos.
El día domingo, el programa Política y Poder emitido por IMPECABLE TV realizó varios destapes referentes a la figura de Anselmo Pi Rambla, este cuestionado personaje que pretende volver a obtener permisos del Ministerio de Cultura. Al respecto fue consultado el alcalde del Cusco, quien, refiriéndose a la solicitud de la Asociación Pi Rambla para excavar la Chincana de Cusco, fue tajante: “Como alcalde del Cusco quiero ser claro y tajante: Nadie va a tocar una piedra mientras no tengan la autorización de la comuna provincial”.
https://www.facebook.com/inpecable.peru/videos/4152160415059718

En un anterior artículo de Lima Gris titulado “Escándalo en el Ministerio de Cultura: ¿Un Convenio Extraterrestre?” (https://limagris.com/escandalo-en-el-ministerio-de-cultura-un-convenio-extraterrestre/), donde pusimos en conocimiento de la opinión pública que diferentes grupos humanos del Cusco exigen la anulación del convenio entre el Ministerio de Cultura y la Asociación Pi Rambla y denuncian la incongruencia del Ministerio de Cultura al vulnerar los fines para los que ha sido creado, entre ellos fortalecer la identidad nacional.
Luego de leer este artículo, el Ministro de Cultura, Fabricio Valencia, seguirá protegiendo dicho convenio que, según las comunidades aledañas al parque arqueológico de Sacsayhuamán, atenta contra nuestra identidad cultural. Ellos no son los únicos, pues el reportaje del programa cusqueño Política y Poder mostró una serie de evidencias que muestran que Anselmo Pi atentaría contra la historia e identidad de los peruanos.
Una dato importante para el ministro Fabricio Valencia, hijo del distinguido arqueólogo y antropólogo Alfredo Valencia Zegarra, es que Anselmo Pi Rambla afirma reescribir la historia de la humanidad y que los muros del Coricancha no son incas. ¿Qué diría de esto el padre del Ministro de Cultura? Y una más para el Ministro: el señor Pi Rambla afirmó que los muros del Coricancha tienen una antigüedad de 4000 años, cuando los estudios de arqueólogos cusqueños, peruanos y extranjeros entre ellos sus señores padres, afirman con evidencias científicas que el Coricancha es de la época inca.
Esperemos que el Ministerio de Cultura tome cartas en este asunto y no vuelva a firmar convenios irresponsables, y que cuyo objetivo es minimizar nuestro glorioso pasado.
Cultura
Entre el alma y los muertos: entrevista a Orlando Mazeyra Guillén, Premio FILAY 2025
Hablamos con el autor de ‘El mar que nos espera’ sobre literatura y resistencia’

Por José Emilio Caro Gómez
Ayacucho tiene dos traducciones: una que me gusta, derivada de lo poético, «Rincón del alma», y otra que proviene de la historia, «Rincón de los muertos». La Plaza de Armas, diseñada en un modelo de damero, está ahora llena de feriantes de libros. Sobre ella, el cielo azul se extiende, salpicado de nubes blancas y grises. De vez en cuando, alguna nube se cuela en los portales con arquerías que rodean el centro, donde se encuentra la estatua del héroe de la independencia, el Mariscal Sucre. Sin embargo, esta figura es una de las tantas mentiras que la historia oficial nos impone: un héroe de barro. No entiendo por qué no colocan una estatua del General La Mar, quien sí estuvo y dio la cara a los masones españoles. Quizá en la firma del tratado de independencia se intercambiaron el santo y la seña de su logia: “¿Qué hora es?”, preguntó uno, y el otro respondió: “Es hora de trabajar”.
Huamanga, a esta hora de la tarde, la observo desde lo alto de un balcón. Espero al ganador del Premio de Novela Corta de la Feria Internacional de Ayacucho. La calma de la ciudad, con su arquitectura morisca-andaluza y su historia llena de contrastes, se mezcla con las voces del público que se incrementa al pasar las horas.
Orlando llega puntual. Nos saludamos afectuosamente, pues la última vez que lo vi fue al pie del Misti, en la Biblioteca Mario Vargas Llosa, en Arequipa. Nos sentamos, y siento una gran premura por hacerle unas preguntas que siempre me rondaron al leerlo.
-Tomo un sorbo amargo de café y sin miramientos-.

¿Cómo y cuándo comenzaste tu camino en la literatura?
Casi sin darme cuenta, creo. Escribiendo cuentos de fútbol en la primaria y conociendo la obra de Antoine de Saint-Exupéry, Ribeyro, Reynoso, Arguedas, Horacio Quiroga, Sabato, Osvaldo Soriano, Fontanarrosa, entre otros. Recuerdo que en quinto de secundaria le informé a mi madre que quería ser periodista y se rió de mí. Según ella, las carreras decentes eran (o son) Medicina, Derecho e Ingenierías. Por eso, a pesar de que ingresé a Ciencias de la Comunicación en la Unsa, ella me obligó a estudiar ingeniería en la Universidad Católica de Santa María. Desde muy joven supe que tenía que remar contra la corriente y lo sigo haciendo. Mi vida ha consistido en darle la contra a los demás.
Cuando publicaste tus primeros relatos, ¿cómo era el panorama narrativo peruano?
Realmente desolador. Yo terminé la universidad hace más de 20 años y en Arequipa no existían las editoriales independientes. Apenas recuerdo a un editor y escritor de cuentos fantásticos que me explicó, muy a su manera, lo costoso que era publicar un libro de relatos; por eso me desmotivé y, a pesar de que seguía escribiendo, pensé que jamás podría publicar mi primer libro.
Por suerte, justo en el último semestre de la universidad, encontré una convocatoria a un Premio Nacional de Cuento Largo organizado por la Universidad Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque: la historia tenía que ser de no menos de 25 páginas y de no más de 50. Así, muy influenciado por «El túnel» de Sabato, escribí furiosamente «Todo comenzó en la Universidad». Fui co-ganador del primer lugar, así que nos repartimos el premio con un estudiante de Piura. No obstante, el verdadero premio fue saber que los jurados fueron dos grandes como Colchado y Oswaldo Reynoso. Así pude conocerlo y entrevistarlo en su casa de Jesús María. Nos volvimos patas, fue una entrañable amistad. Yo le sugerí el título del último libro que publicó en su tierra natal: «Arequipa lámpara incandescente» y también me lo dedicó. Ese quizá sea mi mayor e inmerecido premio. O haber leído los borradores de sus últimos libros para luego almorzar comentando sus historias. ¡Qué privilegio! Creo que por eso, desde que él murió, ya no quiero ir a Lima. Ir a la capital representaba la posibilidad de ir al parque Alberti de Jesús María, tocar la puerta y pasar jornadas espléndidas con ese querido amigo.
-Claro, él siempre me dijo: mira, ese es un verdadero escritor-.
En tu opinión, ¿el arte puede ser un medio de resistencia frente a la anomia que vivimos actualmente?
Antes que escribir, leer es resistir. Los escritores somos lectores que damos un paso más y nos ponemos a contar historias con la ilusión de hacerlo con el talento de los maestros. Por eso es tan necesario fomentar la lectura desde la infancia y evitar la censura de autores incómodos. El arte debe introducirse en nuestras vidas, modificarlas y permanecer para siempre.
Un escritor, según tú, ¿puede realmente apartarse de lo ideológico?
Creo que ningún escritor puede hacerlo porque publicar un libro ya es un acto político. En nuestras historias asoman nuestras filias y nuestras fobias, nuestra mirada del mundo y nuestra ideología, equivocada o no, ese ya es otro cantar.
Para quienes aún no hemos tenido el placer de leer El mar que nos espera, ¿cómo definirías en tres palabras?
Una novela atípica.
Escribir una novela corta; ¿cómo fue para ti ese paso?
El libro tiene varias partes. Primero, una historia breve que Fernando Rivera analiza muy acertadamente cuando señala: “El sueño y la condena de vivir se narran y desnarran en esta implacable nouvelle que con una velocidad alucinante recorre el otro lado de las cosas. Orlando Mazeyra Guillén ha escrito en El mar que nos espera una historia extraordinaria donde los personajes miran desde el vértigo de la pesadilla y el acecho de la muerte, las posibilidades de la vida”. Pero luego asoma el deseo de construir «la casa de la novela» como señaló Luis Hernán Castañeda: «Orlando Mazeyra Guillén se sumerge en un mar cuyas profundidades ocultan las ruinas de una tragedia. Con una prosa directa y precisa, recupera los fragmentos de un pasado traumático. Y los devuelve a la superficie, donde intenta construir la casa de la novela. Su proyecto, a la vez literario y sanador, busca hacer habitable —respirable— el océano de sombras que asfixia a sus personajes. De allí que El mar que nos espera sea una historia resquebrajada, que no deja de perseguir, a través de sus giros de voz, perspectiva y género, una cierta unidad perdida. Sin embargo, el intento por anclar su relato en una verdad revela que la escritura ofrece un camino engañoso. Y que las motivaciones del escritor, lejos de ser redentoras, pueden estar contaminadas por el deseo y la traición”.
Es una novela sobre cómo yo escribí mi primera novela. O sea, ficción sobre la ficción y al final otro libro más que parece ser de otro autor. Mi novela es un reflejo de mi vida: imperfecta. Es como yo: con baches, vacíos, puntos ciegos.
Sé que estuviste en la capital, pero luego regresaste a vivir en Arequipa, ¿lo haces por elección o es un tipo de autoexilio?
Arequipa es mi patria. O si quieres, mi patria chica. He vivido y he trabajo haciendo prensa en Lima y es una ciudad que detesto desde los forros. Y esto no me impide aceptar con mucha pena y angustia que Arequipa cada vez se parece más a Lima. ¡Es espantoso!
-Oswaldo Reynoso te consideró un narrador prometedor.-
Oswaldo para mí es un hermano mayor. Un ejemplo a seguir. Y sobre todo un maestro. En mi novela hay ciertos guiños a él como mentor, creador y guía. Nunca estaré a su altura, pero sigo sus pasos con mis limitaciones y con muchísima pasión, algo que también aprendí de él.

¿Qué opinión tienes sobre las ferias regionales como la que se realiza en Ayacucho?
Que tienen un auténtico espíritu independiente y sobre todo plural. Déjame, por favor, agradecer una vez más a los jurados del Primer Premio Internacional de Novela de la FIL Ayacucho por elegir mi trabajo. La vida es como un juego de azar y creo que los premios también. Esta modesta gratificación, más que económica, tiene un carácter espiritual inmarcesible. Los escritores del interior del Perú tenemos que sacrificarnos en demasía para difundir nuestros libros. Por suerte, ahora contamos con un nuevo evento literario independiente en Ayacucho y eso me alegra muchísimo. Sé que cada año habrá mejores obras que la mía, no me cabe la menor duda.
Además de Reynoso, ¿qué otros escritores nacionales o extranjeros han sido referentes para ti?
De Arequipa: Oswaldo Reynoso, Vargas Llosa, Edmundo de los Ríos. También respeto y sigo con atención la obra de Yuri Vásquez, Alex Rivera de los Ríos, Jorge Monteza, Victoria Vargas, Dennis Arias, entre otros. Creo que es necesario, primero, conocer lo propio.
Además están obviamente Ribeyro, Arguedas, Valdelomar pero también Claudia Ulloa, Laura Riesco, Juan Manuel Robles, Luis Hernán Castañeda y un largo etcétera.
De los extranjeros no puedo olvidar a Camus, Sabato, Rubem Fonseca, Clarice Lispector, García Márquez, Lucia Berlin, Borges, Henry Miller, Richard Ford, Cheever, Volpi, Leonardo Padura, Ricardo Piglia y muchos más.
Al inicio de tu carrera, ¿cómo fue tu relación con los medios literarios y editoriales en el Perú?
Distante. Soy un escritor insular. Escribir historias en el semanario de César Hildebrandt me hizo ganar muchos lectores. Pero es sabido que en las editoriales que Oswaldo Reynoso llamaba «transnacionales» más que el mérito o el talento, prima la patería, el lustrabotismo y la argolla.

El reconocimiento institucional, como el Premio de Novela Corta que ganaste, ¿cambia algo en tu visión como escritor?
No, para nada. Me emociona mucho, eso sí. Me permite publicar mi novela y encontrarle un espacio en los medios. Pero ya te dije que los premios son un juego de azar y a veces los ganan los que menos lo merecen. Sean grandes o pequeños.
¿Cómo defines el tono de tus relatos?
Mi narrativa es autobiográfica e intimista. Pero en mi novela escapa del realismo a secas y «juego» con la novela «policial», con el terror, lo sobrenatural, etcétera. Ha sido todo un reto para mí y espero que el resultado sea alentador para todos aquellos que se animen a leerla.
¿Has considerado explorar otros géneros como la poesía, el ensayo o el teatro?
Garabateé poemitas en mi juventud pero no pasó de eso: meros garabatos. Una vez recibí un reconocimiento en El Búho por un modesto ensayo sobre Arequipa. Y me encantaría escribir una obra teatral, así que no lo descarto. Ojalá algún día lo haga.
¿En qué proyectos literarios estás trabajando actualmente?
Un libro con una mirada acuciante, dolorosa pero también esperanzadora del Perú: un libro peruano en el mejor de los sentidos y escrito con compromiso, por supuesto.
¿Qué consejo le darías a jóvenes narradores que, como tú, empiezan desde regiones como Arequipa, lejos de los grandes centros editoriales?
Que se olviden de todo lo «grande» (y grande entre comillas): ciudades, editoriales. Que no escriban llevados por modas literarias o temas que «vendan», que no piensen en los premios. Yo por ejemplo no he podido terminar de leer a Premios Alfaguara porque se me ha terminado de caer el pelo y las muelas también.
Uno debe escribir sobre lo que le revuelve las tripas y no casarse con nadie.
¿Prefieres trabajar en comunidad con otros escritores o te identificas más con un proceso individual y silencioso?
Como te dije: soy muy insular. Detesto las argollitas y manchitas «nice». Esa gentita que juega en pared y se devuelve favores.
Pasar del relato breve a la novela corta, ¿qué reto representó para ti?
Ponerme a prueba, intentar reinventarme. Es mi libro más audaz sin dejar de ser íntimo. En realidad no es una novela sino una antinovela. Espero que te guste. Yo creo que a Oswaldo le hubiera llamado la atención: la terminé el día de su cumpleaños, el 10 de abril.
Reynoso es un león arequipeño que sigue más vivo que nunca.
Cultura
La literatura no muere gracias a ciudadanos como Julio Benavides Parra
Lee la columna de Marisol Verónica Giordano Silva

Por Marisol Verónica Giordano Silva
Julio César Benavides Parra nació el 20 de marzo de 1977, en Lima, en el distrito de Jesús María, y cursó estudios en el colegio particular Enrique N. Espinosa, del distrito del Rímac. Desde la educación secundaria, Julio destacó por su inclinación a las letras.
El año 1993 ocupó el tercer lugar a nivel inter-colegios en el Rímac, en un concurso convocado por su institución educativa. El año 1996 ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y estudió ciencias de la comunicación, y desde ahí empezó su mayor compromiso por la literatura al punto de decidirse por ser escritor.
Diez años después, en el 2006, creó con un grupo de poetas y músicos el grupo “Hojas del éxodo”, y en este interín obtuvo el tercer puesto de un concurso de poesía organizado por la UAP y el gestor cultural José Beltrán Peña.
En el 2009, con un grupo de amigos, organiza el grupo denominado “Parnaso Perpetuo” y en un año desde ahí se organizó 15 recitales. Luego de esta etapa poética, Julio César, desde el 2010, desarrolla actividades en la editora “Paracaídas”, dirigiendo tres proyectos que se convirtieron en un libro, iniciando también su camino de editor y el 15 de enero del año 2011, con la antología “Sacra cofradía”, libro de once autores, apareció con el sello editorial “Vicio Perpetuo, Vicio Perfecto”. Gracias a ese noble proyecto viajó por costa, sierra y selva.
Entre sus poemarios destacan “Narciso y sus musas”, “Cultura combi” y “Mar de amores” y en narrativa tiene el título “Buscando a Venus”, además de la exitosa novela “Oìdos sordos”, de 79 páginas, publicado en noviembre del 2021, ambientada en el Perú de los años setenta del siglo pasado, tiempos de fútbol y del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada.
No obstante, su actividad creativa, esta se ve enriquecida en la vida de Julio César con su quehacer editorial a través del sello “Vicio Perpetuo, Vicio Perfecto” que ya tiene más de 150 títulos, entre poesía, narrativa, teatro, ensayo, sociología, antropología, medicina y filosofía, llevando a los lugares más recónditos de la patria a autores como Marco Martos, Winston Orrillo, Leopoldo Chariarse, Alonso Cueto, Eduardo Gonzales Viaña, Cronwell Jara, Edgardo Rivera Martínez, etc.
Gracias a esta labor de Julio César, se contribuye para que no fenezca el ambiente cultural y literario en nuestro Perú, y qué mejor con libros buenos, bonitos y baratos que tienen en la portada el acabado de connotados artistas y excelentes fotógrafos dedicados a trabajos de gran calidad artística.
Cultura
Mirar lento: ética y poética de la quietud
Tres décadas después de fotografiar Lima, Basilea, Nueva York o la Amazonía, explorando silencio, forma y memoria, Materia estática de Diego Alvarado convierte la arquitectura en una ética de la contemplación. Expone en La Galería de San Isidro.

Por Czar Gutiérrez
¿Puede pensarse lo estático como símbolo de la muerte y, paradójicamente, como fuente de latencia, de respiración suspendida? De Alberti a Heidegger, de la proporción áurea al “habitar poético” del espacio se condensa una ontología de la mirada que parece descender de una genealogía secreta: la fotografía que no se limita a registrar ni a embellecer. La que se convierte en un sistema de conocimiento, una forma de detener el tiempo para escuchar lo que la arquitectura no dice.
La operación artística que ensaya Diego Alvarado (Lima, 1971) no es otra que la de un testigo en vigilia. No se posiciona como flâneur benjaminiano, seducido por el espectáculo de la ciudad. Es un vigía que observa sin intervenir, pero que registra con una devoción casi mística el momento en que el concreto revela su alma mineral. Sus encuadres —purísimos, casi ascéticos— son variaciones de un mismo gesto: la tentativa de oír la voz de lo inerte.

Cada volumen capturado es un poema visual sobre el silencio. El Young Museum de San Francisco, el Messe Basel en Suiza, el edificio El Consorcio en Lima o La Défense de París no son simplemente íconos urbanos sino, en su mirada, umbrales metafísicos. No hay monumentalidad exhibicionista ni didactismo arquitectónico. Hay una sensibilidad que busca la vibración íntima de las formas, sus fricciones con la luz, su deseo de convertirse en vacío.
Alvarado, como Merleau-Ponty en su Fenomenología de la percepción, intuye que cada edificio es un cuerpo sensible. Las estructuras son carne espacial. La geometría, lejos de ser fría o utilitaria, deviene en lenguaje afectivo susceptible de emoción. La fotografía documenta el espacio, claro, pero también lo revela. Y en esa revelación no hay neutralidad porque toda forma es ideología, lo advirtió Lefebvre. El fotógrafo registra el edificio, lo interroga, lo deconstruye y lo reconstituye como síntoma.
Las texturas, las repeticiones rítmicas, los cortes abruptos y las simetrías tensadas responden, más que a una estética formalista, a una ética visual. Se trata de desplazar al sujeto —el humano, el transeúnte, el narrador— para ceder la voz al muro, al ángulo, al vacío. El espacio se emancipa de su función. El edificio ya no es marco del acontecimiento sino el acontecimiento mismo.
Este desplazamiento es también técnico. Alvarado imprime sus imágenes en papel de algodón Aquarelle de 300 gr, lo que añade una capa de materialidad densa, táctil. El soporte se convierte en parte del mensaje: deja de ser una superficie neutra para devenir en un cuerpo que respira, que resiste al brillo digital, al archivo efímero, al pixel intangible. El papel le otorga a la imagen un carácter casi pictórico, escultórico, ritual. No hay producción en masa. Cada copia es un acto de fidelidad al tiempo.

Ocurre que Diego Alvarado no es un fotógrafo de tránsito fugaz ni de tendencias oportunistas. Su formación se enraíza en toda una trayectoria: estudió en la Ringling School of Art and Design en Sarasota (Florida, 1994) y, antes, en instituciones clave como el Museum School of Fine Arts (Boston, 1991), la Rhode Island School of Design (1992), el SACI Art Center International en Florencia (1993) y el Saint Martin’s School of Art en Londres (1994). Entre 1994 y 1996, trabajó como asistente de fotografía y laboratorista en el Guggenheim Museum de Nueva York, experiencia decisiva que agudizó su mirada curatorial y su sensibilidad ante la arquitectura como gesto cultural y político.
Desde entonces, ha participado en múltiples exhibiciones —individuales y colectivas— en Lima, Basilea, Caracas, Santiago, Madrid, La Habana y Nueva York. Su obra ha evolucionado desde el retrato y la moda hacia una abstracción conceptual que encuentra en la arquitectura su interlocutor silencioso. Ha colaborado con arquitectos como Bernardo Fort Brescia, construyendo archivos visuales que son a la vez inventarios emocionales del espacio urbano. Fue también docente de fotografía en la UPC y en el Centro de la Imagen de Lima, donde impartió los cursos de desnudo y arquitectura, dos formas del cuerpo en tensión.

De este modo, Materia estática puede leerse como un tratado visual sobre la detención. En un mundo dominado por la velocidad, el impacto y la sobresaturación visual, la obra de Alvarado postula la lentitud como forma de radicalidad. Frente a la lógica del scroll infinito, propone la contemplación. Frente al vértigo de la ciudad, ofrece el peso específico del silencio. Frente a la espectacularidad responde con el vacío.
En esta elección hay una dimensión política. Optar por la calma, por lo aparentemente inerte, por lo estructural, es un gesto que cuestiona la estética dominante y el modelo de percepción contemporáneo. Como en el cine de Tarkovski, en la pintura de Morandi o en la música de Arvo Pärt, lo importante no es lo que sucede, sino el modo en que se sostiene lo que ya ha sucedido.
En suma, Diego Alvarado no fotografía arquitectura. Fotografía nuestra relación invisible con el espacio. Cada encuadre como espejo de nuestra percepción, cada sombra como una metáfora del tiempo. Y cada muro como una página donde se escribe —en negativo— nuestra fragilidad urbana cargada de una ética. Una De ontología de la forma. Y, sobre todo, una invitación a volver a mirar no lo que se mueve, sino lo que —al permanecer— sostiene lo esencial.
Muestras: Materia estática de Diego Alvarado y Estudio de la caída de una hoja de Lina Leal.
Lugar: La Galería.
Dirección: Conde de la Monclova 255, San Isidro
Fechas: del 10 de julio al 9 de agosto.
Entrada: Libre.
Cultura
¿Declive del hombre (heterosexual) (blanco) literario o declive de la ficción literaria americana?
Lee la columna de Hans Herrera Núñez

Existe un abismo insalvable entre el estrellato de Mailer, Updike, McCarthy, DFW, Franzen, etc., y cualquier escritor americano actual. Como dice Yingling, «Estoy seguro de que son discriminados, pero lo único que se está haciendo es sustituir a un grupo de personas de las que nunca has oído hablar por otro grupo de personas de las que tampoco has oído hablar y que tienen órganos sexuales diferentes».
Según Owen Yingling «Parece que nadie está dispuesto a afrontar el hecho de que no se trata solo de un problema de los hombres de letras, sino de todo el mundo. ¿Qué cualidad no identitaria tienen en común los grandes autores que prácticamente todos los jóvenes escritores de ficción literaria contemporánea carecen (aparte de Rooney)? Es obvio: la gente los conocía y compraba sus libros. Uno de los problemas de debatir este tema es que es casi imposible obtener cifras de ventas de cualquier libro publicado recientemente, a menos que trabajes en el sector editorial y puedas gastarte un par de miles al año en BookScan, e incluso así no es seguro que obtengas una medida precisa de las ventas. Así que me veo obligado a trabajar con encuestas, datos agregados sospechosos, anécdotas y diversas conjeturas para argumentar mi postura. Probablemente esa sea una de las razones por las que quienes hablan de esto nunca quieren entrar en cifras. El colapso del impacto cultural de la ficción literaria estadounidense en el siglo XXI, medido por las ventas comerciales y la capacidad de producir grandes escritores conocidos, se debe menos a la política de identidad o a los móviles que a una combinación de shock de oferta (la reducción de las revistas y la cantera académica) y shock de demanda (el abandono de la escritura de libros que atraen al lector normal en favor de la búsqueda del prestigio dentro del mundo de la ficción literaria).
Mientras en la “lista de novelas más vendidas de 1962” de Publisher’s Weekly aparecían La nave de los locos, de Katherine Anne Porter; Dearly Beloved, de Anne Morrow Lindbergh; A Shade of Difference, de Allen Drury; y Franny y Zooey, de J. D. Salinger. Y en 1963 aparecían Los zapatos del pescador, de Morris West; El grupo, de Mary McCarthy; and Elizabeth Appleton, de John O’Hara. En la lista de 2023 estaban It Ends with Us, de Colleen Hoover; It Starts with Us, de Colleen Hoover; and Fourth Wing, de Rebecca Yarros.
Atomic Habits, by James Clear (self-help); Dog Man: Twenty Thousand Fleas Under the Sea, by Dav Pilkey
Por ejemplo, El lamento de Portnoy fue el libro más vendido de 1969. De aquí a la eternidad, de James Jones (861 páginas), fue el libro más vendido de 1951. Lolita llegó al número 3 en 1958 y se mantuvo en el número 8 en 1959 (el número 1 en 1958 fue para Doctor Zhivago). Ragtime fue el libro más vendido de 1974. Las correcciones, número 5 en 2001, fue la última obra de ficción literaria que entró en la lista de los diez libros más vendidos del año. Ninguna obra de ficción literaria ha entrado en la lista de los diez libros más vendidos del año de Publisher’s Weekly desde 2001. James, by Percival Everett,
en la lista semanal de best sellers del New York Times, fue el libro más vendido en la última semana de 2024. La autopista Lincoln, de Amor Towles, que ocupó el primer puesto durante una semana en octubre de 2021. Es decir, solo una semana en la lista de más vendidos de obras de ficción recientes.
Owen menciona: «No importa que ningún hombre blanco nacido después de 1984 haya sido publicado por The New Yorker, porque sinceramente dudo que cualquier lector serio de ficción pueda recordar con facilidad un cuento de algún escritor más joven en The New Yorker. La brecha entre el presente y los grandes autores es importante no solo para los escritores varones. En la loca carrera por alcanzar la estabilidad en un contexto de recursos (financieros y culturales) cada vez más escasos, los autores y los creadores de discurso parecen haber caído en el desasosiego al discutir cómo se deben repartir estos recursos en lugar de por qué se están reduciendo».
En resumen, el problema no es una repartición de un pastel pequeño, sino que es el declive generalizado de la ficción literaria y a dónde se fue la creatividad.
ARX-Han sostiene la tesis de que el mercado literario se ha vuelto menos eficiente debido «al aumento del conflicto entre editores y editoriales. Sospecho que la razón de este aumento del conflicto es la mayor competencia por el estatus entre los editores literarios, impulsada por la guerra cultural. En mi opinión, parece que los editores compiten en el eje del estatus moral. El imperativo primordial detrás de “elevar las voces diversas” en el mundo editorial es, en realidad, un eje de competencia moral entre los editores literarios.
El optimizar la diversidad en lugar de la calidad es una tesis interesante pero insuficiente. Como señala un artículo de Alex Pérez: «En realidad, «comenzó en 2010, 2012”, declaró a The Free Press la galardonada autora Lionel Shriver, conocida por su novela Tenemos que hablar de Kevin. Es demasiado tarde para explicar satisfactoriamente el declive de la ficción literaria; tal vez pueda explicar en parte la disminución de la calidad y la popularidad después de 2010, pero una explicación completa debería poder explicar el declive constante de la popularidad entre los consumidores que comenzó en los años 80 y 90 y que culminó con un colapso casi total a principios de la década de 2000″.
En resumen, ninguna obra de ficción literaria ha sido un éxito de ventas anual desde 2001.
Otro modo de optimización análogo al éxito monetario es el reconocimiento de la crítica: si el libro que un autor americano editó o publicó gana un Pulitzer o un Booker, intuitivamente sentirá que ha superado el estatus de diversidad/identidad acumulado por otra editorial. Por supuesto, es mucho más fácil acumular estatus mediante el “estatus moral,” pero eso tiene dos caras, ya que este tipo de estatus, fácil de adquirir, no vale tanto como la “conexión con el prestigio literario,” mucho más difícil de conseguir, como bien señala
Owen Yingling y que a continuación refiere que «otro problema relacionado con el principio agente-representado que entra en juego aquí con los propios autores: la ficción literaria es probablemente única entre los subgéneros en el sentido de que parece que los autores valoran mucho más los premios y las opiniones de los críticos que las ventas».
Woke or no woke, el problema del declive de la ficción en EEUU tiene muchos años.
Will Blythe en Esquire explica que en los últimos veinticinco años, la industria de las revistas se ha reducido en medio de este “dataísmo”, especialmente en su interpretación de la ficción literaria. Hace tres años, Adrienne LaFrance, editora ejecutiva de The Atlantic, decidió ayudar a crear un destino online para este tipo de ficción, en particular los relatos cortos, empezando por uno de Lauren Groff. “La disminución de las revistas impresas en este siglo”, escribe, “supuso una selección de la ficción.” En su opinión (y en la mía), internet “es bastante eficaz a la hora de fragmentar la atención y devorar el tiempo.” En resumen, es culpa de internet el que se haya dejado de prestar atención y tiempo a la lectura literaria.
Mientras te desplazas por la pantalla leyendo esto, podrías darle la razón a Blythe, pero eso sería demasiado fácil.
Es cierto que leer es pesado y denso. Como señala la Fundación Nacional para las Artes, el número de estadounidenses que “leen literatura” ha caído del 56,9 % en 1982 al 46,7 % en 2002 y al 38 % en 2022. Sin embargo, como indica Yingling, el «tamaño real de la población lectora de ficción no se ha reducido de forma significativa (crecimiento de la población)», y el segundo es que, incluso si los datos fueran correctos, no podría ser cierto: en 1955, el número de estadounidenses que leía al menos un libro al año (39 %) era inferior al actual (53 %). [El gasto per cápita en libros de ocio (índice / población) tampoco era superior al actual.] Y se supone que los años 50 y 60 fueron la edad de oro de la ficción estadounidense [el número de lectores a partir de 1982 es similar al número de lectores actual]. La ficción literaria siguió apareciendo en las listas hasta 2001, y no hay ningún cambio en el número de lectores que pueda explicar su aparición y desaparición después de 1982, ya que las cifras son las mismas.»
Ciertamente el mercado de la ficción está dominado por la ficción de género, el romance y James Patterson. La ficción literaria representa algo así como el 2 % del mercado. La explicación de Blythe de que la gente sigue leyendo libros, solo que lee libros peores, no basta por simple ensloppification, la pereza, o algo así, o que sea culpa de los ordenadores. Y sin embargo, la gente sigue leyendo mucha ficción literaria; lo que no lee es ficción literaria contemporánea. El autor de ficción además debe competir con muertos. Libros como Orgullo y prejuicio, Guerra y paz, Los hermanos Karamázov, etc., siguen vendiendo miles de ejemplares cada año, más incluso que los grandes éxitos de la ficción literaria contemporánea. Las cifras de ventas de clásicos que no se suelen enseñar en las escuelas por razones logísticas, como Guerra y paz, desmienten el argumento en contra del estímulo de compra por exigencia académica. Además, otras obras de ficción literaria no clásicas, como los libros de John Irving, se siguen vendiendo bastante bien.
Complementariamente, los datos de ventas demuestran que no se ha dado un cambio de gusto radical, es decir, no dan a sugerir que los gustos literarios hayan cambiado drásticamente con respecto a la ficción literaria en general. Se ha dejado de lado la ficción literaria contemporánea, pero no los clásicos.
Tal vez la respuesta asome en el fracaso comercial de la ficción literaria y el fracaso crítico, es decir, la falta de un gran escritor joven. No hay un Franzen ni un Foster Wallace a la vista. Algunos libros ampliamente elogiados como clásicos y obras maestras en su época caen en el olvido poco después. Muchos libros que gustan a mucha gente simplemente no son buenos. Por qué, Beto a saber. Pero mucho más raros que estos casos son los libros que caen en el olvido en su época y son “descubiertos” como obras maestras. Durante los últimos veinte años, la cultura literaria estadounidense no pudo producir un solo escritor al que los americanos puedan describir como grande sin sentir vergüenza. ¿Algún americano recuerda a Salvage the Bones, de Jesmyn Ward, ganadora del National Book Award? Ese libro se enseña en los institutos junto a Cien años de soledad. A eso me refiero con vergüenza contemporánea. En este momento, la realidad nos dice que no hay ni siquiera escritores de ficción literaria famosos (y mucho menos genios) en los Estados Unidos de América menores de 65 años. Lo cual es distinto en 2000, 1990, 1980, 1970, 1960, etc. Antes incluso de llegar al problema de las ventas, habría que saber qué ha fallado en la cantera de talentos.
Por el lado de la oferta es cierto que internet mató el papel, acabó con las revistas, por la pérdida de ingresos publicitarios. El gasto en publicidad en revistas de consumo en Estados Unidos se redujo casi a la mitad entre 2004 y 2024. Las revistas que sobrevivieron y prosperan hoy en día son aquellas que no dependían principalmente de los ingresos publicitarios. The New Yorker, por ejemplo, sigue siendo rentable y actualmente tiene una tirada de 1.3 millones de ejemplares, más del doble que en su apogeo en los años 50 y 60. Las revistas que sobrevivieron ya no dedican tanto espacio a los relatos cortos ni remunerar bien a sus escritores; en el pasado, era posible ganarse la vida escribiendo relatos cortos y publicándolos en publicaciones periódicas, hoy no.
El colapso del ecosistema de las revistas significa que se ha reducido la cantera de talentos: hay menos oportunidades de publicar y menos dinero para quienes lo consiguen. Otro problema está en el mundo académico. According to US Doctorates in the 20th Century: «Obtener un doctorado durante los primeros 70 años del siglo XX solía garantizar al graduado un puesto en el mundo académico… Los doctores en Humanidades tenían la tasa más alta de empleo académico—el 83 % en 1995-1999—pero inferior al 94 % registrado en 1970-1974.” Desde 1984 hasta el presente, los puestos para profesores de inglés simplemente se han desplomado. Resumen: no hay oferta laboral. En cuanto a la escritura creativa: en 2016 había 3000 graduados con un máster en Bellas Artes y 119 puestos con posibilidad de obtener la titularidad. Simplemente el mercado no da. Los escritores no se pueden ganar la vida como freelance ni en la academia. Si escriben y publican, el tiraje será de un par de miles de ejemplares. Entonces, si quieren escribir y ganar una cantidad decente de dinero, ¿adónde pueden ir?
Netflix
Según Owen Yingling: «Desde una perspectiva financiera, uno de los factores que aleja a los aspirantes a escritores de ficción literaria es el auge de las series de televisión de prestigio en las últimas décadas. Los guionistas de Mad Men, Juego de tronos y True detective tienen todos un máster en escritura creativa [Nic Pizzolatto, famoso por True detective, es un buen ejemplo, ya que era muy popular en los círculos de la ficción literaria contemporánea antes de dedicarse a la televisión. Ahora escribe guiones para películas de Marvel. Antes de la llegada de la televisión de prestigio y el declive de las revistas y el mundo académico, era poco probable que los escritores de ficción literaria pasaran de escribir novelas a escribir guiones [Por supuesto, este tipo de cosas no eran infrecuentes en los primeros años del cine: Fitzgerald, Chandler, Faulkner, Huxley, etc.]. La cantera de talentos para la ficción literaria se ha reducido considerablemente en las últimas décadas.»
El auge de la serie frente al cine se explica también porque mientras una película dura en promedio una hora y media (aproximadamente de 90 a 120 páginas de guión), una serie tiene varias temporadas, lo que exige profesionales experimentados en obras de largo aliento (una novela promedio americana puede rondar entre 300 y 600 páginas, y no es poco frecuente la existencia de autores de sagas de libros de casi mil páginas cada tomo). Traduzca eso a una serie de varias temporadas con desarrollos de trama, de personajes, situaciones, etc.).
La reciente pérdida de las otras dos vías claras para llevar una vida decente para un escritor ha reducido drásticamente a los escritores con vocación de ser grandes autores. De ahí que no haya ningún escritor de ficción genial en América.
En cuanto a la demanda a partir de la década de 1970, cada vez menos obras de ficción llegan a las listas de los más vendidos. ¿Por qué? El problema es la ficción literaria contemporánea.
Owen Yingling acota sobre esto que «Algo ha cambiado en la ficción literaria en los últimos años que ha alejado al gran público. Han sitúa el cambio en la “concienciación”, pero la cronología no cuadra, ya que este cambio ya estaba en pleno apogeo antes de la década de 2010, cuando la “concienciación” se convirtió en un tema destacado.»
Según Owen es una desconexión entre el público y el discurso del mundo literario pre woke. « La razón principal por la que la ficción literaria contemporánea autoconsciente no vende libros es porque es, por así decirlo, un juego para iniciados. La mayoría de esos libros no tienen nada que ofrecer al lector general. Los libros están escritos para los críticos. Es fácil ver cómo podría haberse creado un círculo vicioso a partir de la preocupación por el estatus, y no por las ventas: los autores empiezan a optimizar sus obras para obtener elogios de la crítica. Los críticos sienten la necesidad de diferenciarse, tanto de otros críticos como del gusto popular, por lo que idean criterios cada vez más barrocos para juzgar esos libros. Los lectores se sienten comprensiblemente alienados cuando compran libros nuevos; las ventas totales caen. La caída de las ventas de ficción literaria aumenta el atractivo del punto número «».
Resultado la ficción literaria representa el 2 % del mercado de la ficción. Otra vez, según Owen, «A partir de los años setenta se produjo un declive sostenido. Creo que el mecanismo del círculo vicioso es sin duda correcto (…). Consideremos el caso de Philip Roth. Goodbye, Columbus fue un éxito de ventas y se convirtió en película. El lamento de Portnoy vendió medio millón de ejemplares y fue el libro más vendido de 1969. Pero ninguna novela de Roth en la década de 1970 apareció en ninguna lista de bestsellers, y teniendo en cuenta la brusca experimentación de las novelas en cuestión—El pecho, Mi vida como hombre y La visita al maestro—eso no es ninguna sorpresa. Y, sin embargo, recibió elogios de la crítica durante esa década: La visita al maestro fue seleccionada por el Comité Pulitzer en 1980 (aunque la junta lo descartó y eligió en su lugar La canción del verdugo) y fue finalista del National Book Award. El profesor del deseo fue nominada al Critics Circle Award, y todos estos libros fueron muy elogiados por los críticos de periódicos y revistas. ¿Quién más ganaba premios en aquella época? Con el National Book Award de El arcoiris de gravedad en 1974 (y un Pulitzer rechazado), eran cada vez más los autores posmodernos como Pynchon, Barth y Gaddis, ninguno de los cuales vendió nunca un número significativo de libros. Su ascenso marcó el inicio de una completa desconexión entre las ventas y el gusto de la crítica. Los autores que rechazaban conscientemente al público “mediocre” de la América de mediados de siglo fueron recompensados por la crítica. Y autores como Roth, que buscaban sin descanso el estatus literario, cambiaron rápidamente su estilo para adaptarse a este nuevo entorno. Por supuesto, las tendencias cambiaron y, tras el posmodernismo, una especie de minimalismo MFA [Master of Fine Arts] pasó a dominar la ficción literaria, un estilo cuyos efectos siguen estando muy presentes en cualquier obra contemporánea que se pueda encontrar hoy en día. Pero lo más importante es que, a partir de la década de 1970, los autores estaban dispuestos a optimizar la crítica a expensas de las ventas en un grado que nunca antes habían alcanzado. Así, a partir de la década de 1970, la ficción literaria fue apareciendo cada vez menos en las listas de libros más vendidos, aunque fue el posterior colapso de la cantera de talentos, que comenzó en las décadas de 1980 y 1990 con la ralentización del mercado laboral académico y el fracaso generalizado de las revistas impresas, lo que acabó definitivamente con sus perspectivas comerciales».
En resumen, las normas actuales de la ficción literaria hacen que al lector medio nunca le guste nadie que lo haga, porque simplemente nadie escribe ficción.
Mientras tanto, la IA asoma. Y ya alguien por ahí vaticinó que a medida que aumente la incertidumbre global, traducida en apagones, puede que el papel regrese, porque el orden global se está descomponiendo y es probable un colapso digital y una regresión de las costumbres como no se imaginaría en ciencia ficción.
Cultura
Patrimonios arqueológicos olvidados [VIDEO]
En Perú hay miles de sitios arqueológicos que nos conectan con nuestros antepasados. Pero muchos de estos están siendo olvidados. Hoy, su mayor amenaza no es el tiempo, sino el abandono.

En el primer bloque del podcast Lima Gris, el conductor Edwin Cavello y el moderador Luis Felipe Alpaca abordaron el abandono de los patrimonios arqueológicos en diversas regiones del país. Uno de los casos discutidos fue el de Cusco, donde parques arqueológicos como Pisac y Tipón han sido usados por turistas como baños al aire libre.
También cuestionaron la inacción del Ministerio de Cultura, al que acusaron de omitir su deber de proteger el legado histórico. Mencionaron, además, el deterioro y el recorte del perímetro de las Líneas de Nasca, la ocupación ilegal de Chankillo (Áncash) por una familia desde 2019, el descuido de Chan Chan (La Libertad) y el abandono de huacas en Lima, sin protección ni vigilancia.
Aquí el video del podcast de Lima Gris.
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