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Cultura

“Un homenaje a la palabra de Gustavo Armijos”, por César Pineda Quilca

La literatura no da dinero, la literatura da satisfacciones… Yo sigo adelante porque creo que es mi vocación primera y es mi vocación definitiva…”

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Gustavo Armijos y cinco de sus publicaciones. Foto: César Pineda Quilca.

Gustavo Armijos, poeta y director de la revista «La tortuga ecuestre» acaba de fallecer. Armijos fue un poeta nacido en Piura en 1952. Periodista y Licenciado en Lengua y literatura por la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Como un pequeño homenaje compartimos con ustedes una entrevista que le realizó el escritor César Pineda Quilca para su blog Nido de palabras en marzo de 2014.

Por: César Pineda Quilca


Gustavo Armijos está en Vitarte. La verdad me sorprende. No sé cómo llegó. Lo importante es que está acá. Quizás el destino y la vida lo hayan querido así. Como todas las tardes él está aquí, acompañándonos, en una larga travesía por impulsar la lectura en nuestro país a través de la I Feria Cultural de Ate: “Los libros y la calle”. Razón suficiente para dialogar y conocer más de cerca al hombre, al poeta, al periodista, a ese incansable promotor de la poesía que ha venido -y amenaza con seguir- desarrollando una intensa labor cultural en nuestro territorio nacional. Por estos motivos y mucho más decidimos hacerle unas cuantas preguntas a este hombre cuya palabra se resiste a morir.

3 poetas peruanos: Carlos Bayona, Gustavo Armijos y César Pineda Quilca. Foto: I Feria Cultural de Ate.


-Qué tal, Gustavo ¿cómo estás, cómo te encuentras?

Buenas tardes, César, buenas tardes a los amigos. Me encuentro aquí para conversar sobre aspectos importantes en estos últimos 45 años en que he estado ligado al panorama de la Literatura Peruana desde 1969 hasta nuestros días en que inmerecidamente, creo yo, hay tres instituciones culturales de mucha tradición que me han dado un reconocimiento. Como decía un autor “prefiero los reconocimientos o los homenajes en vida antes que muerto” y esto me motiva para seguir luchando y seguir dándole pelea a la vida y a la muerte, por qué no decirlo, porque es sumamente difícil desarrollar una labor como la que nosotros venimos llevando a cabo en los últimos tiempos debido a que no existe un incentivo por parte del Estado peruano.

-Tienes muchos años dirigiendo la emblemática revista “La tortuga ecuestre”, cuéntanos  ¿cómo se inició la revista y hace cuánto tiempo?

Mira, la revista “La tortuga ecuestre” nace a contraposición de “Hora Zero”. Hora Zero se publicaron creo que 7 u 8 números, no recuerdo bien. Tengo todavía en mi archivo Hora Zero Cañete (por Enrique Verástegui), Hora Zero Chiclayo (por Ramírez Soto) y Hora Zero Pucallpa (por Jorge Nájar).
La tortuga ecuestre” nace el año de 1973 como una necesidad de un grupo de escritores -de distintas universidades- que asistía al bar Palermo que quedaba en Colmena muy cerca a San Marcos y cerca al Salón Blanco que también era otro lugar donde los poetas, principalmente los de provincias, nos reuníamos con la finalidad de esbozar proyectos y concretar algunas publicaciones. Entonces nos reunimos un grupo disímil de escritores y fundamos la revista “La tortuga ecuestre”. Creo yo que es una circunstancia que Isaac Rupay haya aparecido como director de la publicación por cuanto este servidor con un desprendimiento total ha financiado el primer número de la revista -todavía tengo la factura de la Editorial Jurídica- la cual nos costó 1920 soles oro la edición. La Editorial Jurídica era la más famosa junto con la de Francisco Campodónico. Estas dos imprentas quedaban en Breña. Fuimos donde Campodónico y era muy caro, en el Jr. Chavín 45, y nos fuimos al Jr. Loreto donde se editaba casi todos los libros de Derecho de aquel entonces. Hablamos con la propietaria y nos aceptó un pequeño folleto de ocho páginas, con una carátula color guinda. Ahí publicamos los que estuvimos con Isaac, con Elías Durand, con Santiago López Maguiña, con todos los poetas: Armando Arteaga, Juan Carlos Lázaro, Óscar Aragón, Bernardo Rafael Álvarez. Todos ellos asistíamos al Palermo y de ahí nace “La tortuga ecuestre”.

-¿Con qué objetivo y/o finalidad?

La tortuga ecuestre” es una publicación que en los últimos tiempos se ha dedicado a descubrir nuevos valores. Siempre fue una revista que encontró nuevos talentos inéditos pero los tiempos fueron cambiando y también las publicaciones cambian. Primero eran números de varios autores  y luego ediciones con un solo autor siguiendo un poco la tradición de don Francisco Carillo que fue quien nos impulsó y nos alentó para la publicación de la revista al igual que Marco Antonio Corcuera, aunque la revista de MA era prácticamente del formato de un libro. La de nosotros era hojas volanderas de ocho páginas que se distribuían mensualmente entre los amantes de la literatura. En aquel entonces todavía los medios de comunicación tenían columnas culturales y el primer número fue un éxito total porque apareció comentado en casi todas las publicaciones culturales de Lima y de provincias, principalmente de Lima. Todavía guardo y tengo el archivo de todos los comentarios que salieron favorables a la revista “LTE”. Muchos mencionaban que era la revista y así fue, que iba a continuar con la tradición que había impuesto don Francisco Carrillo con “Haraui” y “Cuadernos trimestrales de poesía” con don Marco Antonio Corcuera. Al desaparecer el Dr. Francisco Carillo (director de Haraui) se quedó “Cuadernos trimestrales”, salió un número, luego perdió la vida MAC y nosotros hemos continuado. Creo yo que se ha caminado un largo trecho.

-¿Cómo hasta ahora?

Hace seis meses que la revista ya no sale, no sé si volverá a salir o quedará ahí, pero en total se han publicado 346 números en total. Es todo un record, porque ninguna publicación ha tenido esa cantidad de números. En total yo empastadas las tengo y son tres tomos bastante voluminosos.

-“La tortuga ecuestre” ha sido una revista netamente de poesía, pero con el paso del tiempo se ha brindado un espacio a otro tipo de creaciones ¿no es así?

Sí, eso por requerimiento de los propios autores y de los amigos que me decían si se podía publicar relatos o se podía publicar narrativa. Han publicado varios narradores y para qué, no tengo quejas. Serán siete u ocho, más no.

-¿Y eso por qué?

Porque tampoco he tenido la oportunidad de acercarme mucho -debido a mi enfermedad- al ambiente literario como antes. Antes era un asiduo y un empedernido asistente a las reuniones, principalmente al Queirolo, a Don Lucho, a Quilca. Con el paso del tiempo como se ha ido resquebrajando mi salud y un poco que hemos perdido, no el entusiasmo, pero sí los deseos de hacer vida bohemia es que la revista no está apareciendo últimamente, pero ya volverá aparecer.

-Ya que hablamos de apariciones hace unos meses atrás se publicó un libro por los 40 años de “La tortuga ecuestre” con una reducida cantidad de 200 ejemplares que bien podría ser en un futuro no muy lejano una edición casi inhallable.

Así es. Ha salido un libro de 160 páginas por los 40 años. Es un libro bastante voluminoso y ahora he recibido una oferta para sacar otra edición que sería la definitiva.

-“La tortuga ecuestre” ha sido por muchos años una gran vitrina para los escritores ¿qué grandes satisfacciones te ha dado?

Eso sí es verdad. “He descubierto a muchos”, como diría un gran animador de televisión, pero muy poco agradecimiento en cierta medida, porque con los últimos homenajes, sobre todo en provincias, en ciudades donde no ha habido una tradición literaria tan arraigada hemos tenido, por ejemplo, en el Club Grau de Piura una asistencia de 400 personas y casi todos los escritorios del departamento de Piura y del norte del Perú han asistido a ese homenaje. Eso creo yo es un gran logro y, por lo demás, hemos descubierto nuevos valores. No te puedo decir nombres porque después se resienten, pero les recomiendo el último libro que se ha publicado con textos de “LTE”. En total son cinco ediciones que se han hecho y ahora he recibido la oferta de un editor para que se haga otra edición que sería, como te reitero, la definitiva de “LTE”.

Gustavo Armijos en la I Feria Cultural de Ate, 2014.  Foto: César Pineda Quilca.


-“LTE” es una revista que toma prestado el título de un poemario de César Moro. En tu caso en particular ¿cómo y cuándo surge ese interés por él?

En 1973 se publica el libro “Antología de la poesía peruana” de Alberto Escobar. Escobar dice claramente en la presentación, en el introito a Moro que “un escritor surrealista ha sido descubierto, redescubierto o revalorado por escritores jóvenes” y eso es verdad. Nosotros somos los que iniciamos toda una campaña -al margen de André Coyné- de revalorización de Moro, porque Moro muere el año 56 siendo profesor de francés del colegio militar Leoncio Prado y, mayormente, salvo escasas antologías y la devoción de Coyné para publicar “Los anteojos de azufre y otros textos” de Moro fueron motivo suficiente para que los autores comenzaran a interesarse en la obra de este gran surrealista que a nivel mundial impuso el Surrealismo y que se reunió con gente muy valiosa de esta escuela literaria.

-Conversemos un poco acerca de tus inicios o tu experiencia como poeta.

¿Mi experiencia como poeta? Bueno, muchos trataron de confundir al auditorio haciéndome aparecer como un promotor de la poesía, mas no como poeta. Pero en 1981 yo gano el Premio Municipalidad de Lima. Fue el premio mejor dotado económicamente (un millón de soles) de la época, no de ahora, sino de aquel entonces. Luego gano los Juegos Florales en una universidad y otros Juegos Florales que organizó el INC. Esos fueron mis tres galardones y después no he vuelto a participar en eventos.

-Ya que tocas este punto ¿crees en la transparencia de los concursos literarios?

No he participado en eventos, no porque no crea en los concursos de poesía, sino que, simple y llanamente, a veces (no digo, ni tampoco lo voy a decir que están amañados) ya se sabe el resultado. Yo me presenté a Copé y me hice la promesa de no hacerlo nunca más, porque mi sobre manila ni siquiera lo habían abierto, ni siquiera se habían dado el trabajo de leerlo porque parece que ya tenían a un ganador por anticipado. Entonces ese ha sido el motivo por el cual ya no he querido participar en ninguna justa, en ningún evento de esta naturaleza.

-¿Cómo entraste a la literatura, a la poesía, específicamente?

Mi primer amigo que yo tuve cuando vine de Piura (el año de 1969, a la sazón tenía16 años, porque recién en febrero del año siguiente iba a cumplir 17 años) fue el charapa Manuel Morales Peña. No es que me trate de subir al carro ahora que él no está con nosotros y haya fallecido años atrás en Porto Alegre porque es muy fácil en el Perú perseguir a los vivos y adorar a los muertos. Él fue mi primer amigo. Yo entré al Palermo y me encontré con él. Me dijo “yo soy Manuel Morales y escribo poesía. He ganado los Juegos Florales de la Universidad Nacional “Enrique Guzmán y Valle” o, mejor dicho, he ganado el premio de los Juegos Florales de “La Cantuta”. Y soy amigo. Te puedo presentar al gordo Manuel Velásquez, a Juan José Vega, a Walter Peñaloza y a otros que te pueden ayudar. A los del grupo Narración: Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Antonio Gálvez Ronceros”. No me puedo olvidar de ellos. Todos ellos han sido mis profesores extracurriculares porque iba al Palermo. Yo era muy joven, todavía. Recién había terminado la secundaria y me preparaba para estudiar en la universidad, Periodismo. Todos me aconsejaban que siguiera Derecho porque tenía un buen coeficiente intelectual, pero mi vocación pudo más y mi padre me apoyó en eso.

Por eso con la pérdida de mi padre yo estoy sufriendo demasiado al margen de haberme quedado como hijo único, sin padre, sin madre, sin hermanos, sin nadie. Tengo un amigo (Carlos Bayona) que es el único que me está apoyando ahora y que de no ser por él, de repente, ya no estaría en este mundo porque es sumamente difícil, sobre todo, cuando uno ha tenido la protección y el apoyo del padre. Mi papá, un hombre dedicado a la industria gráfica, se preocupó siempre. Nunca me prohibió. Sin embargo, mi familia de ahora: mis sobrinas, mis sobrinos, mis primos -hasta por facebook-  tratan de minimizar la labor del literato, la labor del creador, la labor del hombre que se dedica a la literatura, pero yo sigo adelante porque creo que es mi vocación primera y es mi vocación definitiva, también.

-¿Qué representa para ti la poesía?

La poesía es fundamental porque yo creo que no existe sobre la tierra polvo alguno donde no se haga poesía. Desde el rincón más apartado del planeta hasta las grandes urbes todos se dedican a la poesía. Yo he sido una persona que ha viajado mucho, primero por mi profesión. He ido a varios mundiales, he ido a torneos internacionales. Mi profesión fue fundamental e importante para que yo viajara. Luego he ido a eventos y he sido invitado a diversos certámenes a nivel internacional. He conocido poetas, por eso es que aparezco en varias antologías latinoamericanas no por el grado de amistad que tengo con los escritores, sino porque lo que han hecho es revalorar una obra que tiene un espacio pero que algunos se resisten todavía a reconocerla.

-Mencionaste hace un rato a tu primer amigo, Manuel Morales. Quisiéramos que ahora nos hables acerca de Lucho Hernández, Juan Ojeda, Juan Ramírez Ruiz ¿qué recuerdos tienes tú de ellos?

A todos los conocí. A Lucho Hernández lo conocí en el bar “Henrisse” tres o cuatro días antes que viajara a Buenos Aires donde creo yo se suicidó. Estuvimos reunidos Luis Fernando Vidal que ya no está más entre nosotros (lamentablemente perdió la vida en un accidente de tránsito -creo que una combi lo atropelló- y con él se fue un gran narrador también, un gran escritor que apuntaba para mayores logros, pero de todas maneras su obra ha quedado), Omar Ames que está en EE.UU y Lucho Hernández. Tanto Lucho como L.F. Vidal estaban contentos por la publicación de “El tiempo no es precisamente una botella de champán” que lo editó O. Ames. Y tenía entre sus manos la carátula o la cubierta de mi libro “Celebraciones de un trovador”. Y todos estábamos alegres porque teníamos la carátula de los tres libros que aparecieron en la Colección Poesía de la editorial Ames. Yo a Omar no tengo cómo agradecerle porque gracias a él y a sus primorosas ediciones aparecí en la poesía porque por aquel entonces publicar en esas ediciones era carísimo. Yo me recuerdo que era un sábado muy nublado en Lima, un sábado típico limeño y nos reunimos con él. Nos despedimos y yo no volví a ver más a Lucho Hernández, aunque en algunas ocasiones cuando iba al Hospital “Dos de mayo” -él era pediatra- me acercaba a conversar muy brevemente. Le gustaba usar pastillas muy grandes, prominentes. Luego Nicolás Yerovi se encargó ya de difundir la obra de L.H. Lucho escribía en cuadernos, cuadernos que luego regalaba a los amigos. La tarea más difícil de Nicolás Yerovi era la de reunir todos esos cuadernillos.

Con Juan Ojeda nos hicimos amigos. Él era estudiante de Bellas Artes, estudiante de San Marcos de Filosofía y estudiante en la Biblioteca Nacional del Perú de Bibliotecología. Arte estudiaba en la Escuela de Bellas Artes y Filosofía en San Marcos, entonces coincidimos con Juan Ojeda en la posición de marginalidad del artista y del poeta. Había un Lau Chun en el jirón Ucayali y al costado uno de esos restaurantes antiguos de chinos y ahí nos reuníamos con Benito Guti, con Javier Huapaya a conversar sobre poesía, sobre literatura. Juan era un hombre muy huraño. Le gustaba mucho la bohemia y con él nos reuníamos en la llegada del bar Chino Chino, en todos los bares de la época. Yo todavía, en aquel entonces, bebía poco. Reconozco que después he bebido mucho y ahora ya no bebo nada porque estoy enfermo, pero he tenido la amistad de todos ellos.

He dejado para el final a Juan Ramírez Ruiz. Juan Ramírez, para mí, es el poeta más importante de “Hora Zero”. Para mí no es Pimentel, sino Juan Ramírez Ruiz, el verdadero ideólogo de H.Z. Yo lo visitaba cuando vivía y compartía cuarto con Pepe Cerna que después se fue (no sé la vida de José Cerna Bazán hace muchos años, creo que es profesor en una universidad norteamericana o está en Europa). Yo iba a casa de Juan y después pasábamos a una especie de restaurante pequeñito en la esquina de Ancash donde está la casa de Pilatos que luego Fujimori lo convirtió en Tribunal Constitucional y el jirón Azángaro. Ahí había un cafetín y nos reuníamos con Juan para hablar sobre cosas muy importantes. Hasta lo último lo vi a Juan. Creo yo que he sido uno de los últimos en verlo cuando se fue de viaje y falleció en aquel trágico accidente en la ciudad de Trujillo. Ahora sus restos ya descansan en Chiclayo. Pero él ya estaba cansado. Me decía: “La obra ya está hecha, ahora viene el trabajo de los críticos que son los encargados ya de estudiar y de valorar lo que nosotros hemos hecho. Tú no debes de preocuparte demasiado porque “La tortuga ecuestre” es una revista muy importante y es un ícono de los 70 y no solamente “Hora Zero”, ni “Estación Reunida”,  ni “Gleba”, ni “Línea Éter” del Callao. “La tortuga ecuestre” tiene su espacio, tiene su lugar y considero que es una revista importante y es un referente de los años 70”, eso me dijo don Juan Ramírez Ruiz a quien yo lo seguí estimando toda la vida, a quien le preguntaba de por qué su alejamiento de “Hora Zero”. En una oportunidad me respondió, me dijo:“Mientras ellos se han ido a Sinamos, han ido a los medios de comunicación oficiales, yo me he dedicado a trabajar mi literatura” y publicó “Las armas molidas” que le publica Jorge Luis Roncal. Ese es su último libro. Tres libros escribió Juan. El primero “Un par de vueltas por la realidad” que lo publica en la editorial de don Fidel Ramírez Lazo en Pueblo Libre, luego el libro que lo publicó la editorial de O. Ames (yo le hablé a Omar de un poeta importante de Hora Zero y ahí publica Juan su segundo libro, “Vida perpetua”). Y su tercer libro -bueno, ahí yo ya no tuve nada que ver porque ya no estaba cercano a él- “Las armas molidas” que lo publica Jorge Luis Roncal.

Gustavo Armijos. Foto: Difusión.


-¿Qué apreciación tienes de los grupos literarios?

Yo particularmente no he pasado por ningún grupo literario. La tortuga nació como algo accidental de un grupo de jóvenes que quieren tener su medio de comunicación a través del cual quieren decir su voz. Eso fue “La tortuga ecuestre”.  “La tortuga ecuestre” no fue un grupo literario. Pero de los grupos literarios creo poco porque al poco tiempo se desintegran. “Hora Zero” no duró mucho. Hora Zero se ha venido reciclando con escritores que luego han aparecido en la escena literaria nacional pero que no estuvieron en los inicios del grupo. Para mí lo valioso es la sinceridad. Por ejemplo, Tulio (con todo el respeto que se merece, porque la obra de Tulio es muy importante) pero él fue de “Estación Reunida” junto con Elqui Burgos, con Óscar Málaga, con Pepe Rosas Ribeyro, creo que Patrick Rosas también se acercaba por ahí, Manuel Morales a veces, pero no formaban parte del grupo y de eso yo puedo dar testimonio porque eso yo lo he vivido, a mí nadie me lo ha contado. Yo lo he vivido. Hay gente que me odia por eso, por decir la verdad, pero yo digo mi verdad y esa es mi verdad.

-¿Cómo ves el panorama de las argollas literarias?

Siempre hubo grupos literarios de poder. Había un grupo que nadie lo menciona pero que quiero hacerle justicia: El grupo “Cirle” de la Universidad Católica. Este grupo donde no estaba Abelardo Sánchez León porque ASL fue un poeta insular junto con Pepe Watanabe, el mismo Manuel Morales fue insular, fueron poetas insulares.  El grupo “Cirle” -donde militaba nuestro amigo Ricardo Gonzáles Vigil- fue muy importante y lo mencionan poco, pero tiene su trascendencia también dentro de los años 70. Los grupos se forman y al poco tiempo se desintegran. Yo recuerdo los años 90 porque quizá con la generación que he tenido yo mayor relación ha sido con la de los noventa. “Estación 32” duró poco y al poco tiempo se desintegraron. El grupo “Neón” tuvo poco tiempo… luego Paolo de Lima fue por su lado, Leo Zelada se fue a Europa, Juan Vega Moreno murió, Carlos Oliva murió y así se han ido presentando conforme han pasado los años la creación de grupos que luego se han desintegrado rápidamente o han desaparecido con un número, dos números de una publicación y luego chau, rosa.

-Dialoguemos, a groso modo, acerca del trabajo del periodismo cultural. Se observa en estos tiempos que esta labor prácticamente está desapareciendo, sobre todo, en los diarios de gran circulación nacional. Sin ir más allá ¿qué sensación -o sinsabores- te genera toda esta situación al respecto?

Sí. El último libro importante lo publicó la Universidad San Martín: “Periodismo cultural y de espectáculos”. Ahí está incluida “La tortuga ecuestre”. Lo claro es que es de mal gusto poner en ese libro -en la parte de espectáculos- a Magaly Medina, pero qué vamos hacer, porque así es. Magaly Medina estuvo ligada con César Lengua. César fue un hombre al que también le agradó la poesía. Creo que publicó dos libros. A Magaly también le gustaba la literatura, la poesía. Ella apuntaba a ser una creadora, pero como después el dinero y otras cosas de la vida los va ganando, lamentablemente, abandonan la literatura.

-Tú nunca la abandonaste, por supuesto, pero ¿qué te da la literatura?

La literatura no da dinero, la literatura da satisfacciones. Y eso es lo que más le incomoda a mi familia: “que yo viva pensando en satisfacciones espirituales y no en ganar ni en hacer dinero”. Por eso es el abuso que vienen cometiendo en contra de mi persona por la sencilla razón que ya no está mi padre. Mi padre era quién defendía mis intereses.

-¿Qué opinión te merece el papel que cumple la crítica literaria en el Perú?

Bueno, le falta creatividad a la crítica literaria en el Perú, como decía Octavio Paz. Yo creo que el último gran crítico de la poesía o de la literatura en el Perú fue José Miguel Oviedo. Cuando se va J.M.O se crea un gran vacío. Pero ahora está Ricardo Gonzáles Vigil. Yo contra Ricardo la verdad no tengo nada, muchos han creado un mito en torno a que yo tengo bronca con él, para nada. Al contrario, yo lo admiro, lo estimo, tiene una obra importante. Lo de Toro Montalvo es un trabajo más de recopilación que de crítica. Yo no encuentro una labor de crítico importante, más bien sí de historiador porque recoge textos y está bien informado, es un acucioso investigador.

La crítica literaria en el Perú necesita incentivos para que vuelva y que los medios de comunicación tengan espacio para los escritores. En mi época había unas 8, 10 hasta 15 columnas de poesía o de literatura. Ahora ha quedado “La República” del europeizado Pedro Escribano que más parece un periodista del diario “El País” de España cuando hace trabajo de crítica.

La crítica necesita mucha más capacidad creadora, tenemos una crítica demasiado sectaria para con algunos y muy rigurosa con otros. Necesitamos una crítica más variada y que dé oportunidades a los autores. Por ejemplo, este narrador que en sus comienzos yo lo ayudé bastante corrigiendo sus textos en cuanto a edición, corrección, que publicó “La tarde de toros”  y que ya no puede verla ni en pintura: Óscar Colchado Lucio. Sin embargo, ahora ni me saluda ni me llama. Su misma esposa le decía “te llama tu amigo Gustavo”. Yo recuerdo a Óscar cuando recién llegó a Lima, cuando él recién venía desde Shimbe, de Chimbote. Ya luego se vino a radicar por la Panamericana Norte. Yo iba a verlo, a visitarlo, pero posteriormente perdí contacto con él. Creo que la crítica ha sido un poco injusta con Óscar. Debería existir una verdadera revalorización de toda su obra, aunque lo consideran, pero no en la medida ni el lugar que deben darle.

El poeta disfrutando de los sabores del Perú.


-¿Cómo se le ve al poeta en nuestro medio peruano?

Al poeta se le ve como un vagabundo, como un bohemio, como un marginal, cosa que no es así. Yo me he dedicado a la enseñanza universitaria, me he dedicado al periodismo, me he dedicado a otras actividades. Ahora no, porque estoy enfermo. El Estado no se preocupa, absolutamente, en nada. Ni siquiera he recibido apoyo por parte del Estado peruano a pesar que lo he solicitado. Parece que no les interesa, que les resulta odioso que el escritor exista. Entonces el poeta, definitivamente, es visto como un paria, como una espina o como una piedra en el zapato para los gobiernos de turno. Y eso no debe ser.

Con respecto a la figura del poeta quisiera saber cuál es tu punto de vista acerca del mito que se ha construido sobre María Emilia Cornejo. Algunos sostienen por ahí que no es una poeta, sino un invento de nuestro tiempo. ¿Crees tú en eso?

En el 4to piso del Ministerio de Educación recuerdo a Pepe Rosas Ribeyro, a Elqui Burgos, a Pepe Cerna, los que estuvimos con Isaac Rupay esa mañana, porque a Rupay le metieron en la cabeza de que se abriera de “La tortuga ecuestre”. Siempre ha habido discrepancias con algunos miembros de “Hora Zero” y en ese texto de desmitificación que dijo Rosas Ribeyro yo sí lo ratifico. María Emilia Cornejo es una invención porque esos poemas los corrigieron y ellos lo hicieron. Es malo hablar de un muerto porque ya no tiene cómo defenderse, pero eso es la verdad, yo estuve. Yo estuve esa mañana y posteriormente nos fuimos a tomar un café al Palermo. María Emilia Cornejo es un mito y es un mito creado por Marco Martos (con todo el respeto que se merece el presidente de la Academia Peruana de la Lengua, a quien estimo y quiero mucho y que además es mi paisano) e Hildebrando Pérez, al igual  como también crearon a Rafael Yamasato. Rafael Yamasato no existe, dicen que nació en Ferreñafe. En la revista “Hipócrita lector” ahí se deleitaban ellos y se recreaban creando personajes que en realidad no existían porque María Emilia Márquez adoptó el apellido del esposo Cornejo. María Emilia Cornejo murió joven, muy joven en 1972. Sí la recuerdo. Era un gordita que en un recital de “Gesta” en San Marcos, un sábado donde se repartían unas plaquetas y se presentó Abelardo Sánchez León, Jesús Cabel, Elqui Burgos y otros autores, se presentó ella. Tuve la oportunidad de conocerla personalmente también. Yo a la mayor parte de escritores del Perú de finales del siglo XX e inicios del XXI a casi todos los conozco personalmente, a ninguno de referencia. Bueno, últimamente frecuento poco el ambiente literario… pero cuando he estado más joven o, en la plenitud de mi vida, yo los he frecuentado a todos.

-¿Por qué urge o surge la necesidad de crear una revista?

Bueno, simple y llanamente, porque es una tribuna que te permite mostrar tus cosas. Lamentablemente en el Perú siempre el gran problema que han tenido los escritores es tener un lugar donde dar a conocer sus publicaciones, sobre todo, cuando comienzan y la revista ha servido para eso. Quien no quiera reconocerlo es su problema, pero quien lo reconoce y lo valora en buena hora por cuanto llegar a la cantidad de años que hemos cumplido -40 años- es un tiempo bastante prolongado. Pienso yo que se cierra un ciclo de la publicación. Pienso… no sé todavía, no he tomado la decisión definitiva. Todo depende de cómo se presenten las cosas.


-¿Es difícil ser editor en el Perú?

Es difícil, por cuanto se tiene que contar con los medios suficientes. Yo no hubiera podido publicar 350 números de la revista, sino hubiera contado con el apoyo pecuniario de mi padre. En la época en que se tuvo la imprenta siempre conté con todas las facilidades que me supo brindar él. Además, nunca se opuso y eso es importante porque hay padres que te dicen “anda a hacer dinero que es lo que te da para vivir”. Sin embargo, mi padre se sentía orgulloso que yo me dedicara a la literatura. Difícilmente otros padres sienten lo que sintió él. Lamentablemente ha fallecido a los 90 años por una negligencia médica de parte de los médicos de Essalud, pero ya no podemos dar marcha atrás. Ha transcurrido tiempo. Fue el 17 de junio que nunca me olvidaré en mi vida mientras viva, que es poco tiempo el que me queda de existencia…

Yo, particularmente, te digo que sí es bien difícil ser editor en el Perú. Por ejemplo, saber escoger bien los textos o encontrarte con el resentimiento de algunos. Hay gente que me odia porque nos los publiqué. No consideré que deberían salir en la revista pues no tenían la calidad suficiente y eso les mortifica a algunos mientras que otros se sienten mal, totalmente mortificados.



-Cada vez que te oigo hablar siento que hay una gran melancolía, una herida abierta que no se cierra, todavía. Por lo que puedo observar ¿extrañas mucho a tu padre?

Por supuesto que sí. En los últimos años perdí a mis dos hermanos. Antes de eso, mi mamá ya había fallecido hace cuatro décadas. A raíz de esto se desintegró totalmente la familia… Era la única familia que tenía. Ahora yo, soy solo, estoy solo… Estoy luchando contra el mundo, estoy luchando contra la mezquindad de mi propia familia y estoy luchando contra mis propios demonios, creo yo. Es muy difícil sentir lo que uno siente cuando pierde a un padre, sobre todo, a un padre que no digo yo que haya sido protector sino que ha incentivado en mí la vocación literaria. Eso es muy importante y eso es lo que voy a valorar siempre hasta que me muera.

-¿Qué te parecen al respecto las muestras y antologías de poesía?

Yo he realizado varias. En mí no ha primado ningún tipo de interés, sino dentro de los criterios de selección y lo más importante ha sido la calidad de los textos. La calidad de los textos y las antologías que he realizado de “La tortuga ecuestre” he puesto solamente a los que han publicado en la revista “LTE” porque eran antologías de la revista. No eran antologías ni panoramas generales. Han sacado comentarios, opiniones en el sentido de que faltaba tal o cual autor, pero están equivocados porque era un trabajo de selección de la revista y muchos no quisieron en su momento publicar. Ahora quieren publicar en la revista, pero ya es demasiado tarde.

-Quizás, por ahí, hay un resentimiento hacia tu persona. ¿Por qué Gustavo Armijos es tan temido dentro del panorama literario nacional?

Yo creo que más que temido, respetado. Yo me he ganado ese respeto, aunque no lo crean muchos, en base a mi esfuerzo, en base a mi labor. Marco Martos me decía una gran verdad: “Tú te has hecho solo”. Yo me he hecho solo, he luchado solo. He tenido que enfrentar una serie de adversidades y todo por la literatura. Pero temido, no creo. Incluso hay gente que no me pone en sus muestras, en sus antologías, en sus panoramas, en sus estudios. Creo que el juez insobornable y que todo lo puede es el tiempo. El tiempo va a determinar si tu obra merece ser estudiada y ser considerada en el futuro.  Al tiempo deben de temerle, no a Gustavo Armijos.

Se ha creado cierto mito en el sentido de que yo soy un personaje problemático. Mentira, eso es absolutamente falso. Los que me conocen, los que dialogan conmigo saben que ni siquiera soy agresivo. Soy una persona que me gusta conversar. Me gusta encender la pradera creando polémica, pero de ahí a ser temido por otras cosas, no. Nunca he agredido a nadie, nunca me he agarrado a golpes con nadie. Simple y llanamente he sido una persona respetuosa del trabajo de unos y he tenido que decirles la verdad a otros. Quizás, el temor venga de manifestar las cosas sin ningún miedo. No tengo miedo de decir “fulano de tal o cual es un argollero” que hace sus argollas o hacen sus antologías, no solamente en Lima, también lo hay en Piura que es mi tierra natal. Hay gente que hace sus antologías y pone a tal o cual autor por interés, pero eso no debe de primar. Lo que debe primar es la calidad y si un texto tiene calidad yo lo pongo. Yo soy respetuoso de la calidad literaria y el trabajo de los artistas.

-¿Qué comentario te genera el “Plan lector” y ese poco amor que se le tiene tanto a los libros como a la lectura?

La mayor preocupación por parte de mi persona ya que estoy en el ambiente literario durante 45 años es que existe poco amor por la lectura. Yo acabo de estar en el norte del país y me he encontrado que generalmente los jóvenes no leen y no leen por la sencilla razón de que no son incentivados desde pequeños a que se dediquen a la lectura.  

Ese “Plan lector” que estructuraron y que elaboraron ha sido un fracaso. Definitivamente, los jóvenes no se dedican a leer y eso trae como consecuencia obras deficientes. Pienso que elaborando un buen “Plan lector” se obtendría un resultado más positivo en el sentido de que la gente lea, que la gente sepa valorar a sus artistas y se le brinden los homenajes que ellos realmente se merecen. No hay que esperar que un artista se muera para brindarle una serie de homenajes. La lectura debe ser obligatoria en todos los niveles de la educación peruana, pero una lectura bien orientada, capaz de incentivar en el estudiante, en el alumno, una sensibilidad que le permita valorar los textos, estudiarlos e integrarlos a un estudio literario que tenga un auténtico valor.

Lo que sí me preocupa de sobremanera, desde hace algunos años, es que la gente lea poco. No hay un verdadero deseo por parte de los estudiantes. Y si uno mira los programas de televisión se encuentra que la mayoría desconoce a los autores ya consagrados y eso es, ya de por sí, deprimente.

-Ya sin deprimirnos tanto ¿qué otros intereses tienes muy aparte de tus pasiones como son la poesía, la literatura, la edición de libros y la revista?

Yo particularmente tengo el interés de tener un lugar donde vivir. Ahorita no lo tengo. Gracias a la generosidad de un amigo -como te manifestaba antes- estoy sobreviviendo en un lugar, pero yo quisiera tener tranquilidad y que el Estado peruano se preocupe. Los escritores no podemos quedar tan desamparados sin un lugar donde vivir, sin un lugar donde seguir desarrollando nuestra labor, sobre todo, alguien que ha dado 40 años de su vida. En estos años 40 años yo he podido generar toda una riqueza, todo un mundo de expectativas, pero no las tengo porque me dedique de lleno a la literatura. Mi interés mayor es tener un lugar donde vivir y tener las facilidades para continuar publicando en mi revista. Creo yo que esta entrevista me va ayudar mucho.

-Algunas palabras finales…

Mi agradecimiento porque te preocupas de difundir la literatura y la poesía, especialmente, en un medio tan hostil como el nuestro. Los medios de comunicación deben -y deberían- de preocuparse a dar espacio para que se comenten las obras de los creadores peruanos. Definitivamente, no vivimos en España para que “La República” tenga una página cultural que más se parece al diario “El País”.

Ya para finalizar quiero reiterar que los nuevos escritores, sobre todo, se preocupen de luchar y de librar una lucha que va a ser muchas veces solitaria, sumamente difícil como ser poeta en el Perú, como ya lo decía mi buen amigo, Manuel Morales. Muchas gracias.

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Una de las joyas del patrimonio mundial, las Líneas de Nasca, ha sido objeto de una mutilación disfrazada de “ajuste técnico”. La resolución firmada por la viceministra Moira Novoa Silva, y avalada políticamente por el ministro de Cultura Fabricio Valencia, ha reducido el perímetro de protección de esta zona sagrada sin justificación científica creíble. Pasamos de 297 km a 249 km de área resguardada, con una simple firma. ¿Coincidencia? Improbable.

Lo que a primera vista se presenta como una medida administrativa, en realidad abre peligrosos “accesos” para intereses privados. El trazo milenario de Nasca no fue alterado por el tiempo, sino por la mano interesada de quienes hoy habitan el poder. Y detrás de esta maniobra, asomarían los tentáculos de Alianza para el Progreso (APP), partido liderado por César Acuña, quien no esconde —más bien blanquea— su afinidad con los mineros informales.

No es menor el detalle de que el alcalde de Nasca, Wilman Bravo Quispe (de APP), pidió gratuitamente a la Superintendencia Nacional de Bienes Nacionales (SBN) un terreno de 600 mil m² en plena zona arqueológica de Poroma. ¿El objetivo? No fue declarado, pero la ubicación revela el interés: liberar tierras estratégicas en zonas ricas en minerales. El pedido fue archivado, pero semanas después se inició el proceso para modificar la delimitación patrimonial. ¿Casualidad? Cuesta creerlo.

La resolución viceministerial de Moria Novoa se basa en informes contradictorios y desoye las recomendaciones de la propia Dirección de Sitios del Patrimonio Mundial. No se respetó la sugerencia de incluir toda la zona de amortiguamiento. Además, dentro del nuevo polígono aún existen bienes sin sanear, es decir, legalmente desprotegidos. Prácticamente, se ha abierto la puerta al saqueo moderno.

No cabe ninguna duda de que esto no es torpeza; es cálculo. Porque lo técnico ha sido subordinado a lo político, y lo político al interés económico. Desde el Ministerio de Cultura Fabricio Valencia y Moira Novoa tienen mucho qué responder y deberán rendir cuentas no solo ante la historia, sino ante un país que no puede seguir permitiendo que su patrimonio cultural material sea moneda de cambio partidario.

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Cultura

FIL de Lima, en la cola de las ferias del libro de la región [VIDEO]

Una comparación de la Feria del Libro de Lima con otras ferias de la región. Aquí el resultado.

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Las ferias del libro son eventos culturales temporales dedicados a la exposición, venta y promoción de libros. Se realizan en lugares públicos como centros de convenciones, plazas o escuelas, y reúnen a editoriales, librerías, escritores, lectores y profesionales del mundo del libro.

Hay muchas ferias del libro importantes en todo el mundo. Entre ellas destacan: la Feria del Libro de Frankfurt en Alemania; la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en México; la Feria del Libro de Londres, en Reino Unido; la Feria del Libro de Bolonia en Italia; la BookExpo América en Estados Unidos; el Salon du Livre de París (Salun di libro de parrís) en Francia; y la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en Argentina.

En Latinoamérica, la FIL de Guadalajara es la feria del libro más importante en el mundo de habla hispana y una de las más grandes del mundo. Se realiza cada año en México, usualmente entre noviembre y diciembre y reúne a más de 800 mil visitantes, con autores y editoriales de todo el mundo y cada año tiene un país o región invitada de honor.

La FIL Lima también reúne a escritores, nacionales e internacionales; sin embargo, no suele invitar a literatos de la talla de un Nobel. Por otro lado, hay que reconocer que viene posicionándose cada vez mejor en la región y en 2024 registró un récord de más de 530,000 asistentes, superando la cifra del año anterior en un 23%. Y para la edición de este año 2025 se prepara un Homenaje que será dedicado al escritor peruano Mario Vargas Llosa, en reconocimiento a su legado literario.

En resumen, las ferias del libro son más que simples eventos comerciales: son celebraciones de la lectura, la cultura y el pensamiento. En esencia, nos recuerdan que leer es una forma de libertad y que los libros siguen siendo herramientas poderosas para entender el mundo y transformarlo.

Aquí el podcast de Lima Gris con todos los detalles de la FIL de Lima.

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Cultura

San Juan de Lurigancho se convierte en un “Museo al Aire Libre” con más de 20 artistas urbanos

Arte en las calles del distrito más poblado del Perú.

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En conmemoración del Día Internacional de los Museos, el distrito de San Juan de Lurigancho se prepara para acoger un evento que promete transformar su paisaje urbano en una explosión de color y creatividad. Los días 24 y 25 de mayo, la estación Bayóvar de la Línea 1 del Metro de Lima será el escenario de “Museo al Aire Libre”, una intervención artística sin precedentes organizada por POPULART, colectivo reconocido como Punto de Cultura por el Ministerio de Cultura.

Más de 20 artistas y colectivos del arte urbano peruano —entre muralistas, ilustradores, diseñadores y gestores visuales— se reunirán para convertir muros grises en lienzos vibrantes. La propuesta va más allá del arte: busca reivindicar el espacio público como un lugar de encuentro, memoria e identidad, acercando el arte a la comunidad como herramienta de inclusión y transformación social.

Entre los nombres confirmados destacan reconocidos referentes de la escena urbana como Ilustronauta, Jimbo, Jhoel Mamani, Roberto Peremese, Huansi, Majez, Robin Vela, Kaer y Blue Stef. Junto a ellos, propuestas innovadoras como Módulo.Lab, Gatonegro, y artistas emergentes como Crocketa, Sukey y Murgamdh, conforman un mosaico de estilos y generaciones que dialogan en un mismo espacio.

El evento cuenta con el respaldo de aliados como Línea 1, Barrroco, Colombia Tools y Canal Museal, y forma parte de una apuesta por la descentralización cultural, que busca llevar el arte a todos los rincones de Lima Metropolitana, más allá del circuito tradicional.

“Museo al Aire Libre” es de ingreso libre y abierto a todo público. La ciudadanía está invitada a ser parte de esta experiencia que hará de San Juan de Lurigancho una galería viviente y una referencia cultural en la ciudad.

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Cultura

Dibujar las sombras

Crítica literaria al poemario Sombra Celeste de Ximena López Bustamante por Julio Barco (1)

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Interior VI

“Mañana salgo de viaje enviaré una postal desde el centro del fuego” nos dice la voz poética de Interior VI técnica mixta (Aletheya, 2022) de Ximena López Bustamante y acaso nos manifiesta la construcción de una poética como un relato ardiente. Así, en este libro es latente la energía telúrica, un desborde que propicia la escritura fluida del poema en prosa. A este ir y venir, se añade la imagen que se sitúa de una frase versal a otra generando, siempre en fragmentos y destellos (como en Joyce) y propicia una caligrafía automáticamente mental: “(…) como quien anda con el corazón hecho polvo una gran culpa transformar las cenizas extinguir el nombre multiplicar el polen dejarlo en el aire en el intento por prescindir la palabra…” (pág. 6).    
      La emotividad del sentimiento genera un desborde musical y ético: detrás de la cantata hay un deseo de extender la bondad, la poesía y la libertad. Y poner, “todo mi amor reproduciéndose mil veces por segundo” (pág. 12)
       Sin embargo, también se permite paisajes más existenciales: ¿Por qué escribir? / ¿Así de doloroso es cuando te crecen alas? / ¿Quién sino tuya? / ¿Cómo sino poseída por unamisma? (pág. 28). Así, el subtítulo del libro se comprende como una advertencia de las diversas técnicas literarias que aborda: prosa poética, poemas con versos reflejados y encadenados a los dos puntos (:); o poemas con forma de carta. 

Sombra Celeste

     Por otro lado, en Sombra Celeste (Comba, 2025) recorremos por un trabajo repleto de nocturnidad y creación. Ahora estamos frente a un poemario de breve aliento: las imágenes del desborde se contienen. La búsqueda similar: la luz y sombra de la individualidad.  En ese sentido, se acerca a poetas como Pizarnik o Varela que se perfilan por una búsqueda intrapersonal. Además, se trata de un trabajo sistemático: todos los poemas llevan el rótulo de noches.

     Es un escenario determinado: de la noche diecisiete a la noche veinticinco observamos la germinación de mirada particular. En medio de su búsqueda, se inclina por “la lluvia del aire teje desobediencia para zurcir eso/que tampoco entendemos/salvo la pasión qué entendemos salvo la pasión salvo la/pasión.” (pág. 18) Si para los poetas de la Edad Media la noche se situaba como síntoma de la libertad y el desparpajo, o para Novalis solo la noche era infinita, para la poeta es el espacio de liberar la enfermedad: el cuerpo y el síntoma. Entonces cada noche es un espejo, un medio (y médium) de permear las energías líricas. Y es esa pasión la que crea la posibilidad del andamiaje poético, donde los recuerdos y los suplicios se tornan poiesis: éste es el primer verso/donde serás carbón de tortura (pág. 20), porque, así como la poesía es reflejo, también se convierte en una hoguera donde el fuego (¿acaso el que buscaba en su primer poemario?) regresa como quehacer emancipador y significativo.

     El fuego y la palabra liberan. Los que juegan con esas energías, hacen saltar las chispas de las palabras: así nace el fuego. Sin embargo, en la noche diecinueve se advierte: éste debe de ser / el suplicio contemporáneo (pág. 25). Reconocimiento, aceptación, tortura. Es decir, la afirmación de que el vacío —ese síntoma moderno (ese cisne negro) — se cristalice con su terror.

     Pero, para no naufragar, el poetizar se transforma en ritual. Así, aparece, por ejemplo, la voz de la abuela, y entonces “(…) alumbra/ versos hambrientos” (pág. 48). Son esos versos, cargados de un lirismo velado, de sugerir antes que mostrar, los que manifiestan la creación de una mirada propia, es decir, una voz identificadora, o, como señala la poeta, un “morar unamisma”. Como un conflicto entre la danza del cuerpo y la expansión panteísta de la mente, oscilan los versos de Sombra Celeste.

      ¿De qué sombra hablamos entonces? De la sombra de la creación de una identidad a través de un oxímoron (sombra, como conflicto; celeste, como purificación) Esta sombra celeste es un telón a desplegar: ahí yace el corazón y su canto. Y esto genera una suerte de noche oscura del cuerpo, donde se intuye la pasión y la gracia, el desgarro de ser y estar. Es decir, se trata, como en Edipo Rey, de un descubrimiento de la identidad última: ahí la sombra, ahí lo celeste. ¿Y qué es ese lugar? Es el poema el lugar donde la poeta se hace materia de sí misma, conflicto y mutación.

Reflexión final

Finalmente, adentrándonos en la poesía arequipeña (donde podríamos encajar a Ximena, como también en la poesía escrita en el siglo XXI, en la poesía de menores de cuarenta años, etc) encuentro que su voz mantiene y explora el perfil subjetivo de las poetas sureñas (Medina Rondón, Román, entre otras) que buscan una redención interior en versos gráciles y amargos. Como en el ecuánime Alberto Hidalgo, la poesía brota del geiser del ser.

  • Autor de más de 33 libros, profesor, columnista y dirige Café Barco, programa cultural.
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Cultura

Julio Hevia: el psicoanalista que caminó la ciudad con alma de calle

Julio Hevia pensó al Perú, lo caminó, lo escuchó y lo acarició con palabras. Desde su mirada profunda nos enseñó que la calle es la verdadera escuela de sabiduría, y que la eternidad pertenece a quienes piensan con belleza y verdad.

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Cómo no recordarlo. Cómo no pensar en ese andar ágil pero pausado, esa mirada escudriñadora de niño rebelde, ese verbo certero con el que diseccionaba la ciudad y sus habitantes. Este 20 de mayo, Julio Hevia Garrido-Lecca habría cumplido 72 años. Setenta y dos vueltas al sol que, de haber continuado, sin duda seguirían alumbrando con lucidez las veredas del pensamiento peruano. Pero un día gris, el 27 de junio de 2018, mientras permanecía internado en una clínica limeña, Julio partió. Y con él, una voz entrañable del psicoanálisis y de la reflexión crítica sobre el Perú urbano.

El velorio tuvo lugar en la iglesia Virgen de Fátima, en Miraflores. Allí acudieron sus alumnos, colegas, lectores y amigos. Algunos llevaban libros subrayados; otros, anécdotas en el bolsillo. Todos, sin excepción, llevaban dentro el eco de sus ideas lúcidas.

Julio era barranquino no solo por dirección postal, sino por identidad profunda. Su casona de estilo republicano, ubicada en una arteria tradicional del distrito, parecía brotar del mismo espíritu del barrio: bohemio, culto y resistente. Allí vivía con su familia. Y allí, además de libros y conversaciones, también florecía otra de sus pasiones: la pintura y el dibujo. Porque sí, Julio Hevia también dibujaba y pintaba durante años. Lo hacía con la misma intensidad con la que pensaba, con una línea vibrante que dialogaba con sus obsesiones teóricas. Años después de su partida, se organizó una muestra póstuma que reveló esa veta poco conocida, pero profundamente auténtica.

Obra de Julio Hevia.

Aunque académico de formación, Julio fue, sobre todo, un observador. No del tipo que se oculta tras el vidrio de una biblioteca, sino el que recorre mercados, conversa con las caseras, con choferes, y escucha sin prejuicio. Fue una especie de sociólogo fáctico por vocación, y psicoanalista por convicción, pero por encima de todo, fue un amante de la polis: de sus lenguajes, tensiones, afectos y contradicciones.

Sus libros —“El limeño como estereotipo” (1988), “Pantallas, frecuencias y escenarios” (1994), “Lenguas y devenires en pugna” (2002) y “¡Habla, jugador!” (2008)— son, en el fondo, mapas del inconsciente colectivo limeño. Un archivo afectivo de nuestras maneras de ser, hablar, chonguear y sobrevivir.

Una conversación en Barranco

Un buen día, cuando yo editaba la sección de cultura de un diario local, decidí escribir sobre él y de sus filudos trabajos y publicaciones que siempre le median el pulso a la ciudad y a los habitantes de Perusalén. Y como buenos vecinos nos encontramos en el corazón de Barranco para dar rienda suelta a nuestra conversa, que primero empezó con rígidos enfoques metodológicos de academicismo y terminó con un lenguaje tan coloquial, en una charla chispeante, muy a lo “chocherita” como se decía antes, o a lo “brother”, como aún se sigue diciendo hasta hoy. La entrevista que le realicé en el mes patrio del 2015, la titulé: Julio Hevia: «Tener calle, ya es un valor positivo».

Aquella mañana, hablamos de Lennon, de Kubrick, del cine y de Freud. Saltamos de los barrios bravos del Llauca, la Rica Vicky y el Rímac, a la sabiduría “cayetana”.

Algo que siempre perdurará en el tiempo, es ese principio de la pedagogía fáctica, que nos predica: “Si quieres romper las reglas, primero apréndetelas”. Y entonces le pregunté: si tú fuiste un maestro de cátedras y le rendías tributo a la academia y a la metodología de la investigación, ¿cómo es que tienes tanta calle? Y con la frescura de quien nunca necesitó impostar sabiduría, Julio empezó a romper algunos sagrados mitos y agregó: “Los teóricos de gabinete no sirven de nada si no salen a la calle a contrastar sus epistemes”.

Una mañana de 2015 con Julio Hevia en Barranco. Foto: Luis Felipe Alpaca.

Las calles fueron su aula

Cuando le pregunté sobre su recorrido callejero, él recordó: “Yo siempre pisé la calle, porque tampoco me acomodaba por mi propio estilo al almidón académico, y ahí también experimenté anticuerpos. Yo he caminado mucho en la calle, y el primer libro que publiqué está hecho de experiencias que yo detecté en la calle”.

Fue entonces que le lancé la pregunta que había estado rondando mi mente… ¿si de niño alguna vez jugó la canga, matagente, y el trompo? su respuesta fue honesta: “Yo jugaba canicas. No era muy bueno, y me acuerdo que tenía un vecino que me andaba quebrando las canicas. También he sido pelotero de la calle toda la vida, y además aprendí que yo tenía que ser más rápido que el otro, porque yo no era muy grande”.

Su relato tenía la precisión de una escena de cine neorrealista: sudor, barro, y una pelota improvisada como centro de todo.

Julio Hevia era tan carismático y entrador, que tenía ese raro don de caer bien. Y aquel día me contó entre risas, que una vez subió a un taxi y empezó a hablar con el chofer. Al poco rato, el taxista detuvo el auto, lo miró y le dijo: —“Bájate”—. Sorprendido, Julio preguntó ¿por qué? —Porque yo te iba a cuadrar —le respondió el conductor—, pero me has caído bien. Así que bájate nomás—”.

Hoy, su voz sigue viva en sus textos, en sus otroras alumnos de la universidad de Lima que aún citan sus frases en sus vidas profesionales. En esa muestra pictórica que dejó como legado silencioso, y en esa casona de Barranco que aún parece esperarlo con la puerta entornada.

Julio Hevia no solo pensó al Perú. Lo escuchó, lo caminó, lo acarició con las palabras. Y desde ese lugar profundo —el de los que no se conforman con mirar desde la ventana—, nos enseñó que la calle no es solo un espacio geográfico, sino una gran escuela de sabiduría.

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Cultura

Luiz Carlos Reátegui: «Es necesario democratizar la literatura peruana» [VIDEO]

Nuestro invitado vive entre la literatura y la política. En esta entrevista nos cuenta su experiencia literaria y su incursión en la arena política peruana. Además, conversamos sobre lo bueno y lo malo de la FIL de Lima.

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A dos meses de que se inicie la Feria Internacional del Libro de Lima, tuvimos como invitado en el podcast de Lima Gris a Luiz Carlos Reátegui, un talentoso escritor que en el 2018 ganó el Premio Copé con su cuento La casa abuela. Además, con su relato Prohibido besar a las cholas obtuvo el premio internacional Planeta Cuba. Una historia que se volvió viral, agotando el libro a pocos días de su presentación en la FIL de ese mismo año.

En la obra de Reátegui se destaca su aguda sensibilidad social y su capacidad para retratar las tensiones culturales del Perú contemporáneo. Su trabajo ha sido celebrado por su autenticidad, su mirada regional y su compromiso con las voces marginadas del país. A lo largo de su carrera, Reátegui ha cultivado diversos géneros, desde el cuento hasta la novela, como su obra histórica Isabella Nápoles, siempre con un estilo evocador y honesto que interpela al lector.

Su literatura no solo narra, sino que también denuncia, reflexiona y rescata, convirtiéndose en una herramienta de memoria y resistencia cultural.

En esta entrevista nos habla de su experiencia como escritor, su incursión en la política y su búsqueda por el sillón municipal de Jesús María. También lanza algunos dardos sobre la gestión de la Feria Internacional del Libro de Lima y recomienda algunas mejoras que debería hacer la Cámara Peruana del Libro.

Aquí el podcast completo por Neo TV.

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Cultura

Geometría y acero bajo el mismo cielo

El hombre Pentágono y el misterio de las formas: esa es la nueva bipersonal de Mónica González Tobón y Percy Zorrilla. Va en La Galería de San Isidro hasta el 6 de junio.

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En su taller de Cieneguilla el silencio se quiebra solo con el sonido del metal al ser moldeado. Mónica González Tobón y Percy Zorrilla han construido algo más que esculturas: una vida. Ella, colombiana de nacimiento y peruana por elección; él, limeño de raíces andinas. Ambos, nacidos en 1971, se conocieron en las aulas de la Facultad de Arte de la PUCP.

Desde entonces, Mónica —ganadora del Primer Premio en Escultura— y Percy —destacado por su audacia en pintura y volumen— iniciaron un viaje creativo que hoy, tres décadas después, desemboca en El hombre Pentágono y el misterio de las formas, bipersonal que inauguran el 14 de mayo en La Galería de San Isidro.

Ambos —ella con nueve individuales y premios en Dubái y Alemania, y Percy, con obras en Vietnam y Argentina— representan esa rara conjunción de talento y tenacidad. «En los 90, el arte en Perú era un acto de fe», recuerda ella, mientras señala los certificados de sus logros: el Premio Hobart (2013) por una escultura pública en San Miguel, o su mención en el Museum of Americas (2007) por explorar lo femenino en el acero.

Percy, por su parte, acumula distinciones como el Premio Nacional de la Juventud (2003) y participaciones en diferentes bienales, desde el Chaco hasta Da Nang. «Nuestras obras viajan más que nosotros», bromea, refiriéndose a las piezas que habitan plazas en Lima, Büdelsdorf y Buenos Aires.

-Cosmogonía de metal-

La muestra —que incluye una pieza conjunta, seis esculturas de Mónica y cuatro de Percy— es un homenaje a la geometría sagrada. «El pentágono es el hombre buscando su lugar en el universo», explica ella, mientras ajusta un relieve que parece flotar. Para Percy, el material es un aliado: «El acero nos permite vencer la gravedad, como si las leyes físicas cedieran ante lo espiritual».

Influenciados por Oteiza y Winternitz, pero también por los frisos Ychsmas de Cieneguilla, sus obras son «vacíos activos» que dialogan con Kandinsky y Turrell. «No es minimalismo —aclara Mónica—, es lenguaje del alma».

La dinámica de creación es tan singular como su historia: cinco hijos, árboles plantados juntos y discusiones sobre ángulos y vacíos. «Nuestra pieza colaborativa (‘El hombre pentágono’) es como nuestro matrimonio: dos visiones que se complementan», confiesa Percy. Mónica añade: «Él piensa en grande; yo, en lo esencial». Esta síntesis se plasma en la distribución de la muestra, donde sus obras no compiten, sino que «orbitan como planetas», según el curador.

-Ritual de lo habitual-

Así, desde el 14 de mayo San Isidro será testigo de cómo el acero se vuelve poesía. Entre las piezas destacan “Microcosmos” (Mónica), una estructura que atrapa la luz del atardecer, y “Tawantinsuyu” (Percy), un homenaje a la cosmovisión andina. «Queremos que el público sienta que el arte es un ritual», dicen.

Con esta exposición —que luego viajará a Alemania—, los Zorrilla no solo celebran su trayectoria, sino que desafían la indiferencia hacia el arte público en Perú. «Seguiremos plantando esculturas como si fueran árboles», prometen. Y uno les cree: después de todo, ya lo han hecho en medio mundo. Aplausos.

Lugar: La Galería

Dirección: Conde de la Monclova 255 – San Isidro

Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 pm. Sábados de 3 a 7 pm

Hasta: 6 de junio.

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Cultura

Un amigo escritor para Hitler: El obituario del Premio Nobel 

Lee la columna de Hans Herrera Núñez

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Si usted cree que Vargas Llosa es controversial, es porque no conoce a Knut Hamsun. Se cumplen 80 años en que el 30 de abril murió Hitler en la Cancillería de Berlín. Una semana después, en Noruega, la leyenda de la literatura escandinava, Hamsun, escribiría un obituario en honor del Gran Dictador de Europa.

Hamsun en 1945 tenía 86 años, el famosos novelista y premio Nobel, era una leyenda viviente entonces, autor de obras maestras como Hambre y Pan que desarrollan la novela psicológica heredera de Dostoievski en una exploración acertada del monólogo interior de sus protagonistas.

Durante el ascenso de Hitler y luego durante la ocupación de Noruega por Alemania, el inmortal escritor se mostró favorable a Hitler.

El obituario de Hitler

Knut Hamsun escribió en mayo de 1945, estando la guerra perdida, un obituario de Adolf Hitler en el periódico Aftenposten. El panegírico de Hamsun a Hitler sirvió como artículo principal del periódico colaboracionista sobre la muerte de Hitler.

El breve obituario dice en su totalidad:

«No soy digno de hablar en nombre de Adolf Hitler, y su vida y sus acciones no me incitan a ninguna provocación sentimental. Hitler fue un guerrero, un guerrero por la humanidad y un predicador del evangelio de la justicia para todas las naciones. Fue un reformador de primer orden, y su destino histórico fue actuar en una época de brutalidad sin igual, que al final le falló.

Así puede el ciudadano europeo occidental mirar a Adolf Hitler. Y nosotros, sus seguidores más cercanos, inclinamos la cabeza ante su muerte”, escribió Knut Hamsun.

El obituario se publicó la noche del 7 de mayo de 1945, una semana después de la muerte de Hitler.

Cuando su hijo Tore le preguntó sobre el motivo de este obituario, Knut Hamsun respondió: “Fue un gesto de caballerosidad hacia un gran caído”.

Para el propio Hamsun, el obituario y otras declaraciones y escritos llevaron a su arresto poco después del fin de la guerra. Sin embargo, los cargos en su contra se suavizaron cuando el profesor Gabriel Langfeldt y el médico jefe Ørnulv Ødegård determinaron que tenía “capacidades mentales permanentemente deterioradas”.

Antes de morir fue acusado de traición y finalmente fue seriamente multado y calificado de loco. En 1948, tuvo que pagar una suma ruinosa al gobierno noruego de 325.000 coronas (65.000 dólares o 16.250 libras esterlinas en aquel entonces) por su presunta afiliación al Nasjonal Samling y por el apoyo moral que brindó a los alemanes, pero fue absuelto de cualquier afiliación nazi directa. Si era miembro del Nasjonal Samling o no, y si sus capacidades mentales estaban deterioradas, es un tema muy debatido incluso hoy en día.

Hamsun declaró que nunca migró a ningún partido político. Escribió su último libro a los 90 años, Paa giengrodde Stier (Sobre senderos cubiertos de maleza), en 1949, un libro que muchos consideran una prueba de su capacidad mental.  En él, critica duramente a los psiquiatras y a los jueces y, con sus propias palabras, demuestra que no está enfermo mental. Hamsun murió en 1952.

Después de la guerra, los noruegos quemaron libros de Hansum y su recuerdo sigue siendo espinoso entre sus compatriotas. Como dijo una escritora de su país, ningún noruego habla abiertamente de Hansum pero todos tienen al menos un libro suyo en casa.

El autor danés Thorkild Hansen investigó el juicio y escribió el libro “El juicio de Hamsun” (1978), que causó revuelo en Noruega. Entre otras cosas, Hansen declaró: “Si quieres conocer idiotas, ve a Noruega”, pues consideraba indignante ese trato al veterano autor ganador del Premio Nobel. En 1996, el cineasta sueco Jan Troell basó la película “Hamsun” en el libro de Hansen. En “Hamsun”, el actor sueco Max von Sydow interpreta a Knut Hamsun; su esposa, Marie, es interpretada por la actriz danesa Ghita Nørby.

El profesor Atle Kittang, de la Universidad de Bergen, escribió sobre el legado de Hamsun en el sitio web del Centro Knut Hamsun. Afirmó que existían razones complejas detrás de la publicación del obituario por parte de Hamsun. Señala que, tras su único encuentro en 1943, Hitler no ocupaba un lugar destacado en la evaluación de Hamsun. En consecuencia, Kittang cree que el obituario debería considerarse parte de la necesidad de provocación de Hamsun, como lo demuestran su vida y obra.

Hamsun, la leyenda de la literatura

Más de medio siglo antes, un joven Hamsun se oponía al realismo y al naturalismo. Argumentaba que el objeto principal de la literatura modernista debía ser la complejidad de la mente humana, que los escritores debían describir el «susurro de la sangre y la súplica de la médula ósea». Hamsun se convertiría muy pronto hacia 1800 a ser considerado el «líder de la revuelta neorromántica de principios del siglo XX». 

Entre sus admiradores se encontraban Thomas Mann, Hermann Hesse, Robert Musil, Arthur Schnitzler, Jakob Wassermann, Stefan Zweig, Martin Buber, Arnold Schoenberg y Alfred Einstein. Todos ellos contribuyeron a la publicación conmemorativa que se publicó en Alemania con motivo del 70º cumpleaños de Hamsun. Al Festschrift publicado en Noruega con el mismo motivo también contribuyeron Maxim Gorki, Gerhart Hauptmann, Heinrich Mann, Tomáš Garrigue Masaryk y André Gide. Otros admiradores incluían a Ernest Hemingway, Franz Kafka, John Galsworthy, Henry Miller e incluso el joven Bertolt Brecht. Uno de los periodistas y escritores más conocidos de Alemania en aquel momento, Kurt Tucholsky, también confesó en un breve artículo en el Vossische Zeitung del 1 de enero de 1928: “Kurt Tucholsky ama… a Hamsun”

Todo empezó en 1888, cuando el barco de vapor danés Thingvalla en que viajaba un Hamsun pobre y desconocido se encontraría con la musa. Fue en ese viaje en que su barco estuvo amarrado en Kristiania durante un día en su camino de EEUU a Copenhague, que dicha ciudad danesa le trajo recuerdos desagradables del año 1886, cuando tuvo que soportar allí un duro período de hambre, sin trabajo. Hamsun no abandonó el barco y esa noche escribió las primeras líneas de la novela, que ya capturan la atmósfera opresiva de todo el libro: 

«Fue en ese tiempo cuando yo vagaba y me moría de hambre en Cristianía, en esa ciudad extraña de la que nadie se va hasta que ha sido marcado por ella”.

En Copenhague alquiló una habitación en el ático y, padeciendo nuevamente hambre, continuó escribiendo. Presentó el manuscrito inacabado a Edvard Brandes, el editor de arte del periódico Politiken. Profundamente conmovido, Brandes persuadió a Carl Behrens para que publicara partes del libro de forma anónima en la revista danesa Ny jord (Nueva Tierra) en noviembre. La obra llamó inmediatamente la atención por la radicalidad de su representación y su ruptura con el concepto aún joven del nuevo realismo. La revista Dagblad pronto reveló el misterio que rodea la identidad del autor. Hamsun continuó trabajando en la obra, que fue publicada íntegramente, aunque todavía de forma anónima, en 1890. Ese mismo año fue publicada en traducción alemana por Samuel Fischer.

Hambre narra en primera persona el declive físico y psicológico de un joven escritor y periodista fracasado en Kristiania, la actual Oslo. De vez en cuando logra vender un artículo a un periódico, pero sus ganancias rara vez son suficientes para cubrir comida y alojamiento, por lo que deambula por la ciudad hambriento y a veces incluso sin hogar. Al intentar ocultar su precaria situación, el narrador en primera persona la empeora aún más. Describe su estado mental con gran detalle y de forma vívida; Su estado de ánimo fluctúa entre la depresión, la euforia, la desesperación y la vergüenza.

El narrador anónimo en primera persona sale de su habitación y camina sin rumbo por Cristianía. Cuando conoce a un hombre pobre, a pesar de su propia situación, empeña su chaleco y le da la mayor parte del dinero que recibe. Poco después, persigue a una mujer,  luego busca un empleo y fracasa, después se le ocurre un texto brillante y escribe lo que intuyo es una obra maestra, envía el manuscrito a un editor, sin un centavo y viviendo en la calle se le ocurre entrar furtivamente a la habitación que alquilaba y de donde lo echaron por deudor, y es entonces que descubre una carta, su libro tiene suerte y le han adelantado 10 coronas. Aquí empieza la historia.

El autor y crítico danés Erik Skram elogió la obra como un “acontecimiento literario de primer orden”, y el crítico noruego Carl Nærup escribió en 1895 que “sentó las bases de una nueva literatura en Escandinavia”. Muchos críticos consideran que la novela es la mejor obra de Hamsun. El autor se hizo famoso de la noche a la mañana, fue un invitado bienvenido en los círculos intelectuales y fue invitado a dar lecturas en los EE.UU.

Influenciado por la psicología de Dostoievski (el narrador recuerda ciertos rasgos de Raskolnikov, el antihéroe de Crimen y castigo, pero también protagonista de El sótano) y por el naturalismo de Zola, Hamsun, en Hambre, prefigura también los escritos de Kafka y de la literatura existencialista del siglo XX.

Recepción en el siglo XXI: En su novela de 2017 Suleika abre sus ojos, Gusel Jachina retoma una imagen de Hamsun: la gente intenta superar el hambre cortándose con un cuchillo y chupándose la sangre de los dedos.

Respecto a esta raza de artistas vagabundos descrito en Hambre, Virginia Nicholson escribe en Among the bohemians: Experiments in Living 1900-1939:

«Después de cincuenta años podríamos juzgar que la pobreza de Dylan Thomas era noble, mientras que la de Nina Hamnett no tenía sentido. Sin embargo, una artista menor y sin dinero se vuelve igual de famélica que un genio. ¿Qué los impulsó a hacerlo? Creo que tales personas no sólo escogieron el arte, sino también la vida de artista. El arte les ofreció un estilo de vida diferente, uno que creyeron les compensaba de la pérdida de comodidades y respetabilidad».

Tal vez Hamsun viera en Hitler a aquel artista frustrado que como él vivió el hambre y la soledad del anonimato en esa otra Christiania llamada Viena.

«En aquel tiempo tenía hambre y vagaba por Christiania, esa extraña ciudad de la que nadie sale sin llevar sus marcas…»

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