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Cultura

Trilogía: tres autores escandinavos católicos

Lee el artículo de Hans Herrera Núñez

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En Escandinavia no hay hambre ni pobreza, hay algo peor, el vacío. Esta es una panorámica de la frontera religiosa, de escritores que buscan respuesta a una pregunta imprecisa.  Un islandés ganador del Premio Nobel, un biógrafo danés varias veces nominado, y un escritor sueco miembro de la Academia que da el premio, forman el recuento de esta panorámica.

I Torgny Lindgren. No es una historia bonita

Un acreedor y su hijo abusan sexualmente de generaciones de mujeres de una familia pobre como pago de una deuda. Janni debe ver cómo explotan a su madre, hermana, sobrina y esposa, resignado ve como la familia crece con los hijos del abusador.

En la Suecia rural del siglo XIX, era costumbre que las deudas de las familias pobres pagaran sus deudas con los terratenientes o comerciantes mediante la reciprocidad sexual de mujeres o hijas. Según opiniones morales y éticas bien establecidas y una interpretación bastante dudosa de la Biblia, estos acreedores de la carne tenían el derecho innegable de cobrar ese tipo de “renta” a cualquier mujer que les debiera.  Más tarde, el hijo del acreedor asume el papel del padre, para esta época el marido se ha suicidado, pero cuando la hija de dieciséis años de Tea, la protagonista, tiene que ocupar su lugar para pagar la deuda, el abusador es castrado por uno de los hijos de Tea.

Y sin embargo las vejaciones continúan.

Torgny Lindgren era uno de los autores más aclamados de Suecia (y también miembro de la Academia que otorga el Premio Nobel de Literatura). Converso al catolicismo en 1980, su religiosidad laica se filtra a lo largo de su obra con fuerte ingrediente de denuncia social.

Una novela peligrosamente real

El camino de la serpiente es una obra sorprendente, que sintetiza los grandes temas queridos por el autor (elogio de la naturaleza y del campesinado, denuncia de las injusticias sociales, dureza de la vida y los tiempos pasados). El idioma es austero y tosco, muy influenciado por el dialecto de Västerbotten. La suya es una saga realista y épica, la obra se ajusta a la tradición de la novela proletaria escandinava. Esta novela está a caballo entre la conciencia social, el buen narrador a la antigua usanza y el filósofo social y hasta teológico. Toda la novela no sólo se basa en el doble significado de la palabra sueca “skuld”, que significa a la vez “culpabilidad”, “falta de inocencia” y “deuda”, sino que narrado en un dialecto arcaico pesado le ofrece a la musicalidad un protagonismo que solo se puede disfrutar en el original sueco al rescatar los dialectos rurales, es como si en Latinoamérica usáramos el quechua junto al español, lo cual acerca al autor sueco en una tradición social al apurimeño Arguedas. Al final, los problemas sociales no tienen raza.

La acción de la novela se desarrolla en la provincia de Västerbotten y se desarrolla a finales del siglo XIX en forma de una larga oración dirigida a Dios (la novela abre con la oración de una mujer: “Señor, ¿a quién iremos?”). Varias generaciones de una familia de agricultores se ven obligadas a vender sus tierras para cubrir sus necesidades. Por lo tanto, se encuentran bajo el control de la deuda, en este caso hacia el propietario Karl Orsa, que ejerce un odioso chantaje a la familia y, en particular, a las mujeres que no tendrán muchos medios para pagar sus deudas.

Inquietante mente hermoso, es quizás la mejor manera de definir esta novela de denuncia social histórica. Por la capacidad de hacer sentir al lector moderno ese rincón del mundo en el que vivieron, trabajaron y murieron personas iguales que yo.

Cito una parte de la novela:

“El verano del sesenta y siete se helaron las patatas en julio y la primavera se había retrasado tanto que la cebada no echó espiga hasta agosto y entonces ya estaba quemada por las heladas nocturnas. En septiembre matamos la oveja, entonces ya había nieve y en octubre el hielo del lago ya aguantaba a un hombre. Aquel invierno no habríamos sobrevivido sin tu gracia, Señor, y el crédito en la tienda de Karl Orsa. Fue como si tú y Karl Orsa os hubieseis puesto de acuerdo para mantenernos con vida (…)”.

Es de una implacable crueldad este acercamiento entre el agresor y Dios, que escandaliza, pero también nos fuerza a reaccionar. Torgny Lindgren te compromete con la historia, con el problema social, te toca en la médula de tu inútil indignación mientras te lleva por las narices a un paseo por el horror y la impotencia, mientras esperamos que Dios haga algo, que Dios entre en la historia. Torgny nos presenta en su novela más famosa no solo una conmovedora parábola sobre una familia campesina sueca de fines del siglo XIX, que es la parábola de la familia campesina universal atrapada en la servidumbre de la deuda. El pobre labrador Johan Johansson (Johnny con sus amigos) relata la historia de su familia, incapacitado para pagar el alquiler de sus tierras a los ruines padre e hijo propietarios de ellas.

La manipulación de la Biblia

En una perversa interpretación de la Biblia, uno de los personajes manipula el Evangelio cuando cita farisaicamente: “Al que tiene se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”.

Pero volviendo a la novela en cuestión, como sugiere el narrador, esa es la conclusión ineludible de esta breve y conmovedora parábola sobre la deuda, ese instrumento de los fariseos del mercado con que encadenan a los pueblos. Con humor astuto, el pobre peón Johan Johansson cuenta la historia de su familia y del malvado padre e hijo dueños de su tierra. Johan también es víctima, porque los pecados del padre recaen sobre él y, como único heredero varón, Johan crece viendo primero a su madre y luego a sus hermanas utilizadas como moneda. Y no puede hacer nada. Sin embargo lo más perturbador no es el abuso sistemático, sino el ciclo de la deuda en sí. Cuando los Johansson no pueden pagar el alquiler, los propietarios se apropian de sus mujeres; luego la deuda se cancela temporalmente y se concede de nuevo el crédito (¿No les suena familiar?). Junto con su familia y sus vecinos, que citan las Escrituras, Johan lucha por encontrar la mano de la Providencia en este acuerdo opresivo y, en última instancia, también incestuoso. Porque el cobro también alcanza a las hijas bastardas del acreedor.

Una cita oscura del viejo testamento (esta extraña fascinación luterana por la ley mosaica) dice algo así: “No hay nada exterior al hombre que, al entrar en él, pueda contaminarlo, pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre”. Esto refiriéndose a la menstruación y culpabilizando a la mujer y censurando su cuerpo.

La construcción de los personajes y el relato social

Lo curioso en la novela, es que en la granja dónde se desarrollan los hechos, son principalmente las mujeres los personajes fuertes, mientras los hombres son los débiles, incluido el acreedor. Hay una extraña ambigüedad en la relación, especialmente la madre, Tea respecto a Karl su acreedor. Los oprimidos nunca se quejan de su situación, tienen una extraña sensación de seguridad, siempre y cuando haya mujeres lo suficientemente guapas. Todo comienza a ponerse más amargo cuando Tea pierde su apariencia juvenil, y Karl se vuelve hacia la hija de Tea, que es su hermana bastarda. Y todo esto se convierte en una abominación.

Todo en esta historia es perturbador y preciso en el retrato social. El hombre rico, siempre está bien vestido, hasta que lo atrapa desnudo la venganza, solo entonces se encuentra vulnerable, sin su arma, sin su apariencia de poder. Es entonces en que otro hombre, de la familia de los campesinos oprimidos consuma esa vulneración al cortarle, romper su “arma”. Pero como mencioné antes, tampoco esto detiene los abusos, porque, así como la apariencia da poder, el poder es una apariencia, y se alimenta de esa ilusión por el que los campesinos se someten. Entre una voluntaria resignación en el sentido más negativo de la palabra, una tenaza se forma junto a un pensamiento indeciso, la paciencia inagotable frente a tanta perversión, la esperanza sin remedio, la imposibilidad de vivir sin endeudarse, son contrastes que hacen de esta novela algo único que se sale de una novela y alcanza a tocar ser realidad, todo esto se resume en una de las sentencias del libro: “Las cosas son como son, las cosas eran como eran…”

Y lo más doloroso es una cita ingenua de comienzo, cuando empieza está pesadilla, cuando alguien dice: “pero nuestros hijos ya no tendrán deudas”. Y esa es la más dolorosa de las mentiras, porque es un autoengaño. Y esto hace de esta novela algo realmente serio. Otro pasaje incomprensible para un católico es cuando todo se legítima por esa farisaica perspectiva normativa que lo legítima todo: “la ley es nuestro Dios”. Entonces Torgny deja claro el meollo del problema. Cómo los antiguos judíos (no sé ni quiero saber cómo son los modernos), aquí este dios es la ley del que se desprende la deuda y la culpa sin posibilidad de redención.

Es cierto que la gente prefiere las historias a los hechos. Pero esta novela por más ficción que sea es más real de lo que gustaría.

Otra cosa que escandaliza en esta novela incómoda, es la actitud de las mujeres frente al propietario del terreno, la cual  es siempre un poco ridícula. Es “oh no, nunca eso, mejor morir…” para después acceder pocos minutos después sin parecer perturbadas por ello. Esto ofende la sensibilidad de un lector masculino, y ese es el acierto del autor, que trabaja en varios niveles para remover los sentimientos de los hombres. Es como si exigiéramos a las mujeres un heroísmo hasta en la resistencia ante una situación en la que simplemente ellas están solas. Lo suyo no es entonces es una pantomima, es el retrato de la más abyecta crudeza y el intento de ser indiferentes ante el abuso que vuelve a medida que la deuda continua. Si bien los personajes son todos un poco excéntricos, la situación, incluso dramática, es un hecho consumado y se trata en consecuencia.

El destino de una familia apresada por la deuda es el detonante para que el autor alcance al lector con una voz magistral que hipnotizan desde la primera hasta la última página. El modo de cobrar en especie por el comerciante, acostándose con las mujeres, quitándoles a los deudores su dinero y a las mujeres su dignidad, sin que ninguno se sienta jamás libre de la deuda contraída, es una doble metáfora que a juicio de la escritora Sara Lidman representa un brillante análisis de la deuda externa de los países del Tercer Mundo. La escritura de Lindgren, desbordante en su concepción literaria, con un realismo particular que combina la fábula con la realidad más cercana.

Finalmente, en el peor momento, Dios se manifiesta como suele hacerlo, en forma de un desastre natural. Y lo último que sabemos es que aquel lugar donde el hombre ensució la tierra, queda reducido en un parte policial donde se menciona la fecha del desastre, la desaparición de la escena del crimen económico y la cruz que marca el lugar del desastre, porque ya no existe.

La presencia de Dios como sed de justicia

La innovadora novela de Torgny Lindgren (publicada por primera vez en 1982) es un asunto oscuro, que recuerda uno de los pesados tomos de Dostoievski condensado en un “j’accuse” de 150 páginas hacia un Dios aparentemente indiferente y, por así decirlo, la tiranía de los hombres malvados. Lo que consigue es una descripción muy inquietante y realista de lo que podría ser la vida en lo profundo del bosque, y un duro examen de los temas del pecado, la expiación, la caridad y el autosacrificio. Lindgren se convirtió al catolicismo casi al mismo tiempo que escribía esta novela; es una novela profundamente cristiana, pero uno en el que la fe por sí sola nunca arreglará las cosas, y donde las frases bíblicas se utilizan con tanta frecuencia para justificar la opresión como para ofrecer consuelo. “Si la autoridad que os gobierna dice tener razón, y la autoridad última no ofrece respuesta… Señor, ¿a quién acudiré?” Johan es inocente en su miseria y, si toma medidas para ponerle fin, tendrá la culpa. No es una historia bonita, pero sí poderosa. Por eso es realista.

De entre todo su repertorio (el cual cuenta también con quizá el mejor relato de fútbol), esta historia en sí es tan trágica y cruda que nos lleva a comprender el éxodo masivo de Suecia en el siglo XIX y principios del XX.

El estilo es una maravilla, emplea un uso tan brillantemente escrito y hermoso del lenguaje coloquial mezclado con lenguaje bíblico, que la historia amerita entrar dentro del género de la épica.

Esta es una historia de pobreza y horrores escuchada antes. Es el esfuerzo incesante por sobrevivir.

Torgny Lindgren fue miembro de la academia sueca, y jurado que concede el Premio Nobel de Literatura, así mismo también era poeta. El camino de la serpiente es considerado su obra maestra, y fue escrita durante su proceso de conversión a la fe. En toda su obra permanece un profundo interés por lo religioso, puesto que en estos libros profundiza todavía más en los grandes e irresueltos interrogantes sobre la vida y la muerte, siempre a la sombra de la sempiterna cuestión sobre la incomprensible e inteligible naturaleza de Dios. La novela Till sannigens lov [En elogio de la verdad] es en ciertos aspectos un libro diferente, que trata de una discusión estética sobre la autenticidad y la genuinidad, y que enfatiza unos de los grandes temas de Lindgren: la tensión entre la libre voluntad y el determinismo.

La naturaleza de Dios es un tema que impregna toda la obra de Lindgren. Sin embargo, el Dios que aparece en sus textos no es un Dios amoroso y compasivo, sino un Dios duro, áspero y terrorífico, para propósitos culturales el suyo es un Dios todavía luterano, como si la conversión tuviese que enfrentar un entorno cultural todavía adverso para que la semilla de fruto. Pero extrañamente, también el suyo es un Dios que en ocasiones se convierte en lo contrario; es el opuesto a sí mismo (¿un Dios católico?). Como bien menciona su más leal crítico Magnus Nilsson, “esto puede sonar a paradoja, o tal vez a ironía, pero en los textos de Lindgren no hay respuestas simples o significados estables, y nada puede ser cierto excepto por su incertidumbre. Por consiguiente, la respuesta de Lindgren a la eterna pregunta sobre la naturaleza de Dios es que Dios es la paradójica unidad de los opuestos e incompatibles, y solo mostrando todas sus facetas y todas sus características al mismo tiempo, puede ser expresada y tal vez comprendida la naturaleza de Dios”.

Pero para su otro crítico, Daniel Sjölin, Torgny es algo más bien distinto: “Creo que ha llegado a muchos lectores poniendo cara de pesimismo (…) Representa la sencillez del hombre y la búsqueda de sentido”.

Torgny es un explorador de la oscuridad humana, las injusticias sociales, pero también un testigo de fe por un Dios que no se queda callado.

II. Laxness, un fugaz católico

En 1998 fallecía Halldór Kiljan Laxness, Premio Nobel de Literatura en 1955. En la recóndita Islandia Laxness es un héroe cultural.

A los tres años de edad su familia se había mudado a una granja. Como él menciona, su crianza por parte de su abuela lo influenció enormemente, ya que “… me cantaba canciones antiguas antes de que pudiera hablar, me contaba historias de tiempos paganos y me cantaba canciones de cuna de la época católica…”.

Ese remoto pasado católico sería determinante después.

En 1922, Halldór se mudó al continente. Ya en Europa consideró unirse a la Abbaye Saint-Maurice et Saint-Maur en Clervaux , Luxemburgo , donde los monjes seguían las reglas de San Benito de Nursia . En 1923 fue bautizado y confirmado en la Iglesia católica, adoptando el apellido Laxness en honor a la granja en la que se crió y añadiendo el nombre de Kiljan (el nombre islandés del mártir irlandés San Killian ); Laxness practicó el autoestudio, leyó libros y estudió francés , latín , teología y filosofía .  Incluso se convirtió en miembro de un grupo que oraba por la reversión de los países nórdicos al catolicismo.

En 1927 publicó su segunda novela, Vefarinn mikli frá Kasmír, el cual fue aclamado con entusiasmo por el destacado crítico islandés Kristján Albertsson :

“¡Por fin, por fin, una gran novela que se eleva como un acantilado sobre la llanura de la poesía y la ficción islandesas contemporáneas! Islandia ha ganado un nuevo gigante literario: ¡es nuestro deber celebrarlo con alegría! (…) Dudo que ocurra una vez cada cuarto de siglo que un poeta de esa época pueda crear una obra tan inteligente como esta historia suya. A 64 grados de latitud norte esto nunca había sucedido antes.”

Laxness solo tenía 24 años cuando escribió esta historia. La novela en cuestión se podría traducir como El gran tejedor de cachemira. Se destaca como una novela modernista fundamental en islandés.

La historia es libremente subjetiva; su ritmo varía, según los críticos “como una curva de temperatura inestable”. El personaje principal, el joven poeta islandés Steinn Elliði, un alter ego del autor, sumerge al lector en un torbellino de ideas paradójicas.

Cuando Halldór Guðjónsson se convirtió al catolicismo en 1923, cambió su apellido a Laxness, pero también adoptó el nombre de Killian en honor al mártir católico. Estos gestos curiosos muchas veces parecen concebidos como un parteaguas existencial, el de señalar un comienzo completamente nuevo, y una ruptura respecto a un pasado oscuro.

Sin embargo, su conversión fue breve.

Durante una visita a Estados Unidos, entre 1927 y 1929, Laxness trató de ganarse la vida como guionista. El crack de Wall Street lo impresionó profundamente. Sobre ese período dirá años más tarde: “no me hice socialista por leer libros sino por ver a los desempleados morirse de hambre en los parques”. Luego atraído por las ideas socialistas se declaró ateo y simpatizante de la Unión Soviética.

Pero con los años, en el corazón de Laxness creció cada vez más el desencanto con el bloque soviético después de la represión de la Revolución Húngara de 1956.

El Premio Nobel y cómo funciona

Desde 1948, Laxness era candidato al Premio Nobel. En 1955 fue preseleccionado junto a Juan Ramón Jiménez (premiado en 1956) y Ramón Menéndez Pidal. Se propuso un premio compartido entre Laxness y su compatriota Gunnar Gunnarsson, pero el comité del Nobel lo rechazó. Los miembros de la Academia Sueca estaban divididos entre los tres candidatos finales. Fueron necesarias tres rondas de votación para decidir el ganador. En la primera votación, Jiménez obtuvo el mayor número de votos, pero no la mayoría requerida. En la tercera votación, Laxness obtuvo la mayoría de los votos, 10 votos, y pudo ser declarado ganador del Premio Nobel de Literatura de 1955. Ese año le ganó el Nobel de 1955 a Ezra Pound y Albert Camus, así como a Aldous Huxley, Malraux, Claudel o nuestro Ramón Jiménez.

Una idea dominante en la obra de Laxness es que la compasión es la fuente de la poesía más elevada.

Laxness continuó escribiendo ensayos y memorias. Luego vino el Alzheimer y finalmente se mudó a una residencia de ancianos. Murió en 1998.

¿Una conversión fallida?

En la época de la conversión de Laxness, un interés propio del entorno cultural de entonces involucraba esencialmente  dos o tres cosas: la incorporación de las tradiciones populares a la práctica cristiana, la larga historia de la veneración de las mujeres, desde la Virgen María hasta Juana de Arco, y el deseo de superar las rígidas fronteras entre lo natural y lo sobrenatural, la tradición y la innovación.

Jack Hanson explica un poco mejor el contexto de la distancia de Laxness de la fe:

“Los críticos y biógrafos han argumentado a menudo que el período religioso de Laxness fue breve y terminó con su viaje a Estados Unidos a finales de la década de 1920, momento en el que se convirtió en un crítico social cada vez más ferviente”.

Algún biógrafo refiere que Laxness llegó a aborrecer su conversión después de abrazar la fe en el hombre nuevo. Sin embargo, su posterior humanismo secular no termino de ahogar esa marca de su casi década como católico. Cómo menciona Hanson: “En términos de visión literaria, entonces, tiene poco sentido referirse a que Laxness está atravesando una desconversión. Más bien, como deja claro en Salka Valka [novela después de su “conversión” al socialismo] esta transición abrió una perspectiva diferente de la religiosidad, en la que la sensibilidad y la mentalidad cuentan tanto como el asentimiento moral y la creencia consciente.”

En esta novela sobre injusticias sociales, Laxness llega a mencionar algo duro para un comunista convencido: “De vez en cuando, ella misma se preguntaba si el socialismo no era más que para [Arnaldur] un pretexto para luchar contra los demás, vengarse de ellos y triunfar sobre ellos”.

La novela Salka Valka está llena de conversiones: los pobres encuentran a Jesús; los borrachos la abstemia; el chico del campo se viste con ropa de ciudad y trata de impresionar a la hija del rico. Todo el mundo, como los conversos, en un momento u otro, parecen empezar de nuevo. Luego ocurre lo que ocurre: el traje azul termina en el barro; el bebedor se emborracha; incluso Jesús parece no salvar del todo. Para Hanson sin embargo “el paisaje persiste en su ciclo ritual de tormenta y calma pétrea”, un reflejo de la naturaleza humana. “Las personas que soportan esa difícil situación no son aquellas que hacen grandes gestos de desafío o intentan doblegar la realidad a su voluntad. Pero tampoco lo son los que simplemente aceptan lo que les arrojan (…) Esto no es triunfo sino tensión, una participación en un mundo incompleto, en el que cada renacimiento lleva el peso de los muertos. En consecuencia, el consuelo no debe encontrarse en el triunfo sino en la resiliencia”.

Y continuando con Hanson: “Puede que Laxness haya renunciado a su fe, pero persiste como sensibilidad en estas caracterizaciones y críticas. Al igual que Flannery O’Connor, es un testigo fiel del mundo protestante que lo rodea, y su tensa proximidad no le permite un abrazo feliz ni un repudio confiado (…) Quizás Laxness rompió con el catolicismo porque ya no podía distinguirlo de estas y otras fuerzas [el capitalismo y loa órdenes jerárquicos] que, con la promesa de comodidad o avance, conspiran para despojar a la vida de su dignidad. Pero por muy clara que quisiéramos que fuera la línea divisoria entre el período católico y lo que siguió, por muy clara que Laxness intentara hacerla, la marca de esos años es indeleble, una persistencia que desmiente tanto a los dogmáticos que desean que la fe sea férrea como escépticos que creen que se puede dejar atrás o escapar. La conversión, como cualquier transgresión, es siempre parcial, un interrogatorio continuo de las condiciones de una vida determinada. De esta manera, la primera novela poscatólica de Laxness podría leerse como otra forma de testimonio de fe, preguntando qué visión del mundo surge cuando se abandona una autocomprensión previa”.

Cuando Laxness murió en 1998, todavía conservaba el nombre de un mártir católico y el apellido que tomó de la granja de su abuela. El corazón de un hombre es un misterio.

III. Johannes Jørgensen. El biógrafo de los santos

A lo largo de su carrera como escritor Johannes Jørgensen fue nominado cinco veces al Premio Nobel por las academias de su natal Dinamarca, así como la de Suecia. Jamás ganó el Nobel.

De religión protestante, Johannes era un danés con una disposición melancólica, que encontraba refugio en la naturaleza. Después de graduarse (1884), comenzó a tratar a poetas y artistas, a partir de ese ambiente osciló su pensamiento desde el radicalismo hasta el socialismo.

En poco tiempo pasó de colaborador a editor de la revista Taarnet (La torre), dónde publicó sus obras poéticas de inspiración simbolista. Clásico entre las sectas de poetas su revista hubo de enfrentarse a los ataques de los editores del periódico liberal-radical Politiken, quienes expresaron opiniones negativas hacia los poetas de la revista Taarnet.

En su autobiografía, Jørgensen afirmó que Taarnet se estableció en nombre de Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire y Paul Verlaine, los héroes de los poetas simbolistas de la época. En sus artículos en Taarnet, Jørgensen también defendió formas de vida más místicas y espirituales

Como no encontró la profundidad espiritual y la seguridad que buscaba en el simbolismo, Johannes pasó por crisis poéticas que arañaban el peligro. Como había heredado de parte de sus padres un fundamento de fe cristiana, la cual no abandonó jamás; esta herencia se transformó en una reafirmación de un deseo de profundizar en el misticismo cristiano, no obstante, el camino fue largo y paso por largos periodos de lucha interna, hasta que logró encontrar el refugio de la seguridad espiritual… y el de un propósito.

Como toda historia humana es una narración, y una narración es el viaje de una búsqueda que contiene la meta, la vida de un autor es el viaje hacia dentro, y la meta apenas intuida no es otra cosa que el Santo Grial.

Les Nabis, trilogía de una trilogía: los pintores

Johannes Jørgensen conoció entonces a un joven platero judío, Mogens Ballin, que se había convertido al catolicismo, y quién le enseñó el camino.

También está historia podría ser contada al revés: fue en Copenhague dónde Ballin conoció a Johannes Joergensen. Entonces Joergensen, era un joven poeta que formaba parte de la vanguardia danesa.

Ballin era hijo de una familia judía religiosa, sin embargo, al crecer el vacío de sentido que lo atenazaba, su corazón buscó. Cómo era pintor y también platero, acabó frecuentando las reuniones de un grupo de pintores llamados Les Nabis, dónde conoce a Jan Verkade, otro pintor holandés. Sin saberlo ya ambos eran miembros de Les Nabis.

El bautismo del pintor holandés Jan Verkade lo sacude y decide convertirse también al catolicismo.

Ahora bien, esta historia también podría contarse de otro modo.

Jan Verkade conoció en una velada en honor a Gauguin, a un pintor y platero judío danés llamado Ballin.

Johannes Sixtus Gerhardus (Jan) Verkade, fue un pintor neerlandés postimpresionista y simbolista. Discípulo de Paul Gauguin, perteneció al círculo de artistas conocido como ‘Les Nabis’. De origen anabaptista, fue educado en un profundo recelo hacia todo lo católico.

La suya era una voz artística ansiosa de despertar sus sentimientos religiosos. Encontró inspiración cortejando la soledad rural. En su juventud se decepcionó pronto por gran parte de la literatura contemporánea (naturalista y realista), y comenzó a encontrar respuestas en Una Confesión de Tolstoy, A Rebours de Huysmans y las obras de Baudelaire y Verlaine.

Para Verkade el arte debía ser tanto una creación material como espiritual que percibiera la Creación divina. Pronto los pintores Sérusier y de Haan lo introdujeron entre ‘Los Nabis ‘ (es decir, ‘Los profetas’). Más tarde reconoció la opinión de Jørgensen de que el movimiento simbolista había heredado las preocupaciones sociales que surgían del vacío creado por la pérdida de la creencia en los milagros cristianos y la bancarrota espiritual fruto de la ciencia material.

En el momento de la partida de Gauguin hacia Tahití, abril de 1891, Verkade conoce a Mogens Ballin. En una estancia en la Bretaña, el paisaje y las arraigadas costumbres religiosas de la gente del campo, lo impulsaron por las exposiciones espirituales. Los sentimientos religiosos de Verkade crecieron. En Huelgoat se volvió retraído y meditativo, asistiendo a Misa por primera vez. Tiempo después en su casa en Ámsterdam se encerró durante cuatro meses, inmerso en la lectura de Seraphita de Balzac, entretanto leía por primera vez el Credo mientras escuchaba la Misa en si menor de Bach (un compositor luterano que escribió esa famosa misa católica, lo cual parece confirmar la intuición de Maxence Caron sobre el pensamiento católico de Bach). El pintor Sérusier fue a visitarlo y regresaron juntos a París.

Después Verkade expuso con los Nabis en la Exposición ‘Indépendents’ de marzo de 1892. Las reuniones de los Nabis continuaron, pero pronto Verkade regresó armado con una Biblia, un Catecismo, Les Grands Initiés de Edouard Schuré (por recomendación de Sérusier) y las Confesiones de San Agustín. Reanudando el trabajo, leyó a Schuré a fondo y se dio cuenta de su insuficiencia para él. En Saint-Nolff, él y Ballin crecieron juntos hacia el catolicismo: Verkade recibió instrucción formal y fue bautizado en Vannes.

Convencido de que era necesaria una profunda creencia religiosa para crear arte real, su recorrido artístico y espiritual lo llevó a convertirse al catolicismo romano y a tomar las Órdenes Sagradas como monje benedictino, tomando el nombre religioso de Willibrord. Retomó la pintura, pero el tiempo del impresionismo había terminado, era la época del expresionismo. Falleció en 1946.

Pero volvamos a Ballin. Sus profundas lecturas de San Agustín, los Evangelios , entre otras lecturas espirituales, más la experiencia religiosa de su amigo, lo llevaron a su conversión.

Converso al catolicismo, Ballin ilustró con Verkade la revista Taarnet del poeta Johannes Joergensen. Con Johannes mantuvo extensas conversaciones sobre misticismo hasta que un día de 1894 se fue con él a Asís.

Después del fallecimiento de su esposa, Ballin se dedicó cada vez menos al arte y cada vez más a criar a sus hijos y a la Iglesia católica en Dinamarca. En 1914 Ballin murió de cáncer. Algunos de sus hijos se volvieron religiosos.

Pero volvamos a Johannes. Su estrecha amistad con Mogens Ballin, así como la insistencia de este sobre los temas espirituales y de fe, lo convencen para ir juntos a visitar la Basílica de San Francisco en Asís. Está experiencia sería la definitiva en su vida.

Johannes Joergensen estaba visitando la basílica de Asís la tarde del 1 de agosto de 1894, la víspera de la fiesta franciscana de Santa María de los Ángeles, en la que los peregrinos acuden a ganar una indulgencia. Movido por la curiosidad, el escritor se encontraba en la nave central de la basílica junto a una multitud de devotos y por unos instantes dirigió su mirada a las tribunas donde se concentraban algunos turistas extranjeros que se reían y hacían gestos de desaprobación ante el espectáculo que estaban contemplando. Parecían asombrarse de que existieran semejantes prácticas de superstición en un siglo marcado por el progreso. Joergensen no solo se entristeció al ver aquellas burlas, sino que por un instante sintió que se estaba cometiendo una injusticia, y él era muy sensible ante las injusticias. Sin pensarlo demasiado, cayó de rodillas ante un altar cercano. Luego, se levantó avergonzado y salió de la basílica. Tiempo después, escribiría que de san Francisco había obtenido el perdón, aunque, pese a todo, continuó sin creer. Su amistad con el pintor Mogens Ballin sería definitiva para su paso final. Johannes Joergenssen abrazara la fe católica en 1896.

Asís una inspiración

Fue en Francisco en quien Johannes encontró una inspiración para su obra y para su vida. Tanto le atrajo que durante décadas vivió en Asís, hasta el punto que fue nombrado ciudadano honorario en 1922. En 1907 publicó en danés su biografía de Francisco, muy pronto traducida a diversos idiomas.

A diferencia de otras biografías del santo, ninguna tiene el toque poético de Joergensen. El autor no es un transcriptor ni un erudito crítico, tampoco es un novelista. La biografía de Joergensen es un libro escrito por un poeta, y un poeta es alguien enamorado. En su caso de la naturaleza y el arte que encontró a Cristo entre cipreses y campanarios de Italia. El descubrir a Francisco al otro Cristo, fue lo que le cambió la vida.

Algunos consideran la parte más lograda de la obra la que lleva el título de «El restaurador de iglesias». En ella Johannes expone a un Francisco ante la naturaleza. Según una crítica en alemán sin firma, se menciona: “que experimenta una cierta desazón cuando el sol se apaga y las sombras lo envuelven todo, cuando el paso de las estaciones le muestra la fugacidad de la existencia. Necesita descubrir a quien está más allá de todo eso, a quien es el origen de todo lo existente. La naturaleza le servirá para descubrir a un Dios escondido, y a la vez cercano a los hombres. En su oración vivirá la dulzura del trato íntimo con Dios. Pero su vocación no es la de alguien que vive para sí mismo”.

Su búsqueda de una espiritualidad profunda lo condujo a una unidad superior, que a su vez impulsó toda su obra posterior. Ahora sabía que debía escribir. Encontró, como diría Pilar Deza, su buen “para qué”.

Luego del éxito de esta primera biografía, continuó escribiendo su biografía sobre Santa Catalina de Siena, a la que siguió la de Santa Brígida. Esta fue su tercera gran biografía de santos. Para él, el espíritu y la naturaleza formaban aquí una unidad superior.

En su descripción de la relación de San Francisco con la naturaleza como la verdadera imagen de Dios, las dos pasiones dentro de Johannes se fusionan: la naturaleza y Dios. La deidad que en su juventud era la relación humana con la naturaleza (un rezago panteísta de su juventud) ahora se convertía en una expresión de la verdad de Dios.

 Es difícil categorizar el trabajo de escritor de Johannes Jørgensen. . Como católico convencido, ciertamente tenía una posición espiritual estable, pero todavía tenía que luchar consigo mismo, con su naturaleza inquieta y melancólica que traía consigo desde su infancia.

La poesía es la parte de su obra que más admiradores ha granjeado Johannes en su tierra natal. Muchos todavía leen su poesía debido a su hermoso lenguaje formal y su incomparable sentido de la naturaleza.

Por otro lado, su poder de observación hizo que fuera valorado mucho más allá de los círculos católicos. En sus descripciones de viajes se le puede comparar con su alma gemela, el poeta de Fionia, Hans Christian Andersen. Sobre todo, la gente admiraba su excelente sentido del lenguaje. Aunque siguió siendo en parte un extraño en Dinamarca, sus obras gozaron de mayor atención en el extranjero. Solo después de Cristhian Andersen, Johannes ha sido traducido con mayor frecuencia del danés a otras lenguas.

Johannes falleció pasado los noventa años en su pueblo natal en 1956. Literalmente murió en la casa donde nació. Había vuelto a casa.

Comentarios

HANS HERRERA NÚÑEZ. (Lima, 1985). Vivió parte de infancia en Costa Rica, de regreso a Perú estudio Derecho en la Garcilaso y luego literatura. Se especializa en la obra de Roberto Bolaño y Chesterton. Ha colaborado con Dedo Medio y actualmente escribe en Lima Gris. También co-conductor del programa en radio Lima Gris de "Mirada Critica". Además ha aparecido en el celebrada película de ficción de Gustavo Meza, "Ciudad Ausente" (2015).

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Cultura

Un amigo escritor para Hitler: El obituario del Premio Nobel 

Lee la columna de Hans Herrera Núñez

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Si usted cree que Vargas Llosa es controversial, es porque no conoce a Knut Hamsun. Se cumplen 80 años en que el 30 de abril murió Hitler en la Cancillería de Berlín. Una semana después, en Noruega, la leyenda de la literatura escandinava, Hamsun, escribiría un obituario en honor del Gran Dictador de Europa.

Hamsun en 1945 tenía 86 años, el famosos novelista y premio Nobel, era una leyenda viviente entonces, autor de obras maestras como Hambre y Pan que desarrollan la novela psicológica heredera de Dostoievski en una exploración acertada del monólogo interior de sus protagonistas.

Durante el ascenso de Hitler y luego durante la ocupación de Noruega por Alemania, el inmortal escritor se mostró favorable a Hitler.

El obituario de Hitler

Knut Hamsun escribió en mayo de 1945, estando la guerra perdida, un obituario de Adolf Hitler en el periódico Aftenposten. El panegírico de Hamsun a Hitler sirvió como artículo principal del periódico colaboracionista sobre la muerte de Hitler.

El breve obituario dice en su totalidad:

«No soy digno de hablar en nombre de Adolf Hitler, y su vida y sus acciones no me incitan a ninguna provocación sentimental. Hitler fue un guerrero, un guerrero por la humanidad y un predicador del evangelio de la justicia para todas las naciones. Fue un reformador de primer orden, y su destino histórico fue actuar en una época de brutalidad sin igual, que al final le falló.

Así puede el ciudadano europeo occidental mirar a Adolf Hitler. Y nosotros, sus seguidores más cercanos, inclinamos la cabeza ante su muerte”, escribió Knut Hamsun.

El obituario se publicó la noche del 7 de mayo de 1945, una semana después de la muerte de Hitler.

Cuando su hijo Tore le preguntó sobre el motivo de este obituario, Knut Hamsun respondió: “Fue un gesto de caballerosidad hacia un gran caído”.

Para el propio Hamsun, el obituario y otras declaraciones y escritos llevaron a su arresto poco después del fin de la guerra. Sin embargo, los cargos en su contra se suavizaron cuando el profesor Gabriel Langfeldt y el médico jefe Ørnulv Ødegård determinaron que tenía “capacidades mentales permanentemente deterioradas”.

Antes de morir fue acusado de traición y finalmente fue seriamente multado y calificado de loco. En 1948, tuvo que pagar una suma ruinosa al gobierno noruego de 325.000 coronas (65.000 dólares o 16.250 libras esterlinas en aquel entonces) por su presunta afiliación al Nasjonal Samling y por el apoyo moral que brindó a los alemanes, pero fue absuelto de cualquier afiliación nazi directa. Si era miembro del Nasjonal Samling o no, y si sus capacidades mentales estaban deterioradas, es un tema muy debatido incluso hoy en día.

Hamsun declaró que nunca migró a ningún partido político. Escribió su último libro a los 90 años, Paa giengrodde Stier (Sobre senderos cubiertos de maleza), en 1949, un libro que muchos consideran una prueba de su capacidad mental.  En él, critica duramente a los psiquiatras y a los jueces y, con sus propias palabras, demuestra que no está enfermo mental. Hamsun murió en 1952.

Después de la guerra, los noruegos quemaron libros de Hansum y su recuerdo sigue siendo espinoso entre sus compatriotas. Como dijo una escritora de su país, ningún noruego habla abiertamente de Hansum pero todos tienen al menos un libro suyo en casa.

El autor danés Thorkild Hansen investigó el juicio y escribió el libro “El juicio de Hamsun” (1978), que causó revuelo en Noruega. Entre otras cosas, Hansen declaró: “Si quieres conocer idiotas, ve a Noruega”, pues consideraba indignante ese trato al veterano autor ganador del Premio Nobel. En 1996, el cineasta sueco Jan Troell basó la película “Hamsun” en el libro de Hansen. En “Hamsun”, el actor sueco Max von Sydow interpreta a Knut Hamsun; su esposa, Marie, es interpretada por la actriz danesa Ghita Nørby.

El profesor Atle Kittang, de la Universidad de Bergen, escribió sobre el legado de Hamsun en el sitio web del Centro Knut Hamsun. Afirmó que existían razones complejas detrás de la publicación del obituario por parte de Hamsun. Señala que, tras su único encuentro en 1943, Hitler no ocupaba un lugar destacado en la evaluación de Hamsun. En consecuencia, Kittang cree que el obituario debería considerarse parte de la necesidad de provocación de Hamsun, como lo demuestran su vida y obra.

Hamsun, la leyenda de la literatura

Más de medio siglo antes, un joven Hamsun se oponía al realismo y al naturalismo. Argumentaba que el objeto principal de la literatura modernista debía ser la complejidad de la mente humana, que los escritores debían describir el «susurro de la sangre y la súplica de la médula ósea». Hamsun se convertiría muy pronto hacia 1800 a ser considerado el «líder de la revuelta neorromántica de principios del siglo XX». 

Entre sus admiradores se encontraban Thomas Mann, Hermann Hesse, Robert Musil, Arthur Schnitzler, Jakob Wassermann, Stefan Zweig, Martin Buber, Arnold Schoenberg y Alfred Einstein. Todos ellos contribuyeron a la publicación conmemorativa que se publicó en Alemania con motivo del 70º cumpleaños de Hamsun. Al Festschrift publicado en Noruega con el mismo motivo también contribuyeron Maxim Gorki, Gerhart Hauptmann, Heinrich Mann, Tomáš Garrigue Masaryk y André Gide. Otros admiradores incluían a Ernest Hemingway, Franz Kafka, John Galsworthy, Henry Miller e incluso el joven Bertolt Brecht. Uno de los periodistas y escritores más conocidos de Alemania en aquel momento, Kurt Tucholsky, también confesó en un breve artículo en el Vossische Zeitung del 1 de enero de 1928: “Kurt Tucholsky ama… a Hamsun”

Todo empezó en 1888, cuando el barco de vapor danés Thingvalla en que viajaba un Hamsun pobre y desconocido se encontraría con la musa. Fue en ese viaje en que su barco estuvo amarrado en Kristiania durante un día en su camino de EEUU a Copenhague, que dicha ciudad danesa le trajo recuerdos desagradables del año 1886, cuando tuvo que soportar allí un duro período de hambre, sin trabajo. Hamsun no abandonó el barco y esa noche escribió las primeras líneas de la novela, que ya capturan la atmósfera opresiva de todo el libro: 

«Fue en ese tiempo cuando yo vagaba y me moría de hambre en Cristianía, en esa ciudad extraña de la que nadie se va hasta que ha sido marcado por ella”.

En Copenhague alquiló una habitación en el ático y, padeciendo nuevamente hambre, continuó escribiendo. Presentó el manuscrito inacabado a Edvard Brandes, el editor de arte del periódico Politiken. Profundamente conmovido, Brandes persuadió a Carl Behrens para que publicara partes del libro de forma anónima en la revista danesa Ny jord (Nueva Tierra) en noviembre. La obra llamó inmediatamente la atención por la radicalidad de su representación y su ruptura con el concepto aún joven del nuevo realismo. La revista Dagblad pronto reveló el misterio que rodea la identidad del autor. Hamsun continuó trabajando en la obra, que fue publicada íntegramente, aunque todavía de forma anónima, en 1890. Ese mismo año fue publicada en traducción alemana por Samuel Fischer.

Hambre narra en primera persona el declive físico y psicológico de un joven escritor y periodista fracasado en Kristiania, la actual Oslo. De vez en cuando logra vender un artículo a un periódico, pero sus ganancias rara vez son suficientes para cubrir comida y alojamiento, por lo que deambula por la ciudad hambriento y a veces incluso sin hogar. Al intentar ocultar su precaria situación, el narrador en primera persona la empeora aún más. Describe su estado mental con gran detalle y de forma vívida; Su estado de ánimo fluctúa entre la depresión, la euforia, la desesperación y la vergüenza.

El narrador anónimo en primera persona sale de su habitación y camina sin rumbo por Cristianía. Cuando conoce a un hombre pobre, a pesar de su propia situación, empeña su chaleco y le da la mayor parte del dinero que recibe. Poco después, persigue a una mujer,  luego busca un empleo y fracasa, después se le ocurre un texto brillante y escribe lo que intuyo es una obra maestra, envía el manuscrito a un editor, sin un centavo y viviendo en la calle se le ocurre entrar furtivamente a la habitación que alquilaba y de donde lo echaron por deudor, y es entonces que descubre una carta, su libro tiene suerte y le han adelantado 10 coronas. Aquí empieza la historia.

El autor y crítico danés Erik Skram elogió la obra como un “acontecimiento literario de primer orden”, y el crítico noruego Carl Nærup escribió en 1895 que “sentó las bases de una nueva literatura en Escandinavia”. Muchos críticos consideran que la novela es la mejor obra de Hamsun. El autor se hizo famoso de la noche a la mañana, fue un invitado bienvenido en los círculos intelectuales y fue invitado a dar lecturas en los EE.UU.

Influenciado por la psicología de Dostoievski (el narrador recuerda ciertos rasgos de Raskolnikov, el antihéroe de Crimen y castigo, pero también protagonista de El sótano) y por el naturalismo de Zola, Hamsun, en Hambre, prefigura también los escritos de Kafka y de la literatura existencialista del siglo XX.

Recepción en el siglo XXI: En su novela de 2017 Suleika abre sus ojos, Gusel Jachina retoma una imagen de Hamsun: la gente intenta superar el hambre cortándose con un cuchillo y chupándose la sangre de los dedos.

Respecto a esta raza de artistas vagabundos descrito en Hambre, Virginia Nicholson escribe en Among the bohemians: Experiments in Living 1900-1939:

«Después de cincuenta años podríamos juzgar que la pobreza de Dylan Thomas era noble, mientras que la de Nina Hamnett no tenía sentido. Sin embargo, una artista menor y sin dinero se vuelve igual de famélica que un genio. ¿Qué los impulsó a hacerlo? Creo que tales personas no sólo escogieron el arte, sino también la vida de artista. El arte les ofreció un estilo de vida diferente, uno que creyeron les compensaba de la pérdida de comodidades y respetabilidad».

Tal vez Hamsun viera en Hitler a aquel artista frustrado que como él vivió el hambre y la soledad del anonimato en esa otra Christiania llamada Viena.

«En aquel tiempo tenía hambre y vagaba por Christiania, esa extraña ciudad de la que nadie sale sin llevar sus marcas…»

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Cultura

El poeta y el mimo

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Por Edwin Sarmiento

(Estando yo en un pueblito, por las alturas de Lima, y sin Internet, se murió mi amigo Jorge Acuña, el mimo más grande que tuvimos en la década del 70 en el Perú. Se nos fue a la edad de 94 años. Las redes sociales se llenaron de nostalgia al informar de este desenlace. Y pensar que Jorge era un tipazo fuera de serie. Hace cuatro años yo publiqué en mi muro una semblanza de dos amigos: el poeta Reynaldo Naranjo y el mimo Jorge Acuña, con quienes aparezco en una fotografía de esas que nos tomamos, casi siempre, con el corazón. Muerto Naranjo, hace unos años, y ahora Acuña, hace unos días, deseo compartir este texto a modo de homenaje a ambos y a esas épocas doradas que nos tocó vivir)

I

Debió ser en la Casa de la Literatura, al costado de Palacio de Gobierno, cuando algún amigo nos tomó esta fotografía. No recuerdo, exactamente, el año. Aquí estoy junto al poeta y periodista Reynaldo Naranjo y el actor peruano, mimo y promotor del teatro de la calle, Jorge Acuña (al centro y de pelo cano). Él debe estar cumpliendo, ahora, 91 años, en Suecia, donde radica, mientras que Naranjo nos dejó cuando tenía 84, hace dos años, al ser atropellado por un camión, cuando cruzaba, una mañana, la avenida Benavides, en Miraflores. Con ambos alterné en situaciones distintas de mi vida. Al poeta lo recuerdo con la sonrisa y picardía criolla, permanentes. Fue uno de los mejores tituleros que tenía el periodismo de los 70. Convivieron en él la creatividad del poeta social, con la neurosis de los cierres de edición en las salas de redacción de diarios y revistas, en los cuales trabajó como periodista. Cuando coincidíamos en el bar Palermo de la Av. Colmena, yo recitaba este poema, escrito en 1968:  (A un edificio en construcción) “Obreros y cemento/ curiosos e ingenieros/ ingresan a la gran mezcladora// Mientras el ruido gira/ va naciendo el gigante/ hijo robusto/ que ha de crecer/ hasta el veintavo piso// Danza de músculos/ de cerebros y días// Nos pararemos/ en el piso más alto/ tal los conquistadores/ de las altas montañas// Alzaremos los brazos/ para tocar el cielo/ y el flamante ascensor,/ como nave dorada,/ nos dejará en la tierra/ con las manos vacías// Vendrá la burocracia// Gerentes, policías,/ padrinos y ahijados// Contratarán porteros/ y nos serán cerradas/ las puertas que pusimos” Luego de un reverencial silencio, yo preguntaba, ¿recuerdas quién escribió este tremendo poema? Y él, soltando esa carcajada que llegaba hasta la Casona de San Marcos, decía, creo que fue un tal Reynaldo Naranjo. Y yo gritaba: ¡respuesta correcta! Junto a César Calvo, Javier Heraud, Arturo Corcuera, Mario Razzeto fue una las figuras representativas de la denominada generación del sesenta. Naranjo, Calvo y el poeta uruguayo Alfredo Zitarrosa fundaron, en algún momento, la Casa de la Poesía, en el distrito de Barranco. Luego, grabaría con Calvo y el músico Carlos Hayre, el disco Poemas y Canciones, que los muchachos de entonces, escuchábamos en el LP que circulaba de mano en mano, prestadito nomás.

II

Jorge Acuña es un tipazo, un actor de primera, un mimo que empezaba su función, al aire libre, en la plaza San Martín, a las tres de la tarde. Lo hacía colocando, primero, un letrerito sobre cartón y escrito a plumón que decía: «Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él” (César Vallejo). Luego, procedía, lentamente, a maquillarse la cara, mientras los curiosos se iban aglomerando, formando un semicírculo que él había trazado, previamente, con tiza, muy cerca del monumento al libertador San Martín. Las tardes, si eran de invierno, empezaban a calentarse a medida que la gente, mayormente de rostro cobrizo, empezaba a compactarse codo a codo, hombro a hombre, uno detrás de otro, hasta que empezaba la función. El mimo iniciaba su trabajo con una explicación sobre el teatro, señalando la función del artista en un país pobre como el nuestro, la necesidad de que el buen arte debería salir a las calles a buscar al pueblo, lejos de esperar en salas pequeñas y selectivas, sólo al alcance de quienes podían pagar una entrada y en este chamullo, que la gente escuchaba en silencio, el actor terminaba citando a Vallejo, a Mariátegui, también al Che Guevara, a Marx y a un largo etcétera marxista, maoísta, pensamiento Mao Tze Tung. Y sus amigos, que no éramos pocos, nos arrancábamos con unos aplausos, seguidos por un público que por casualidad pasaba, esa hora de la tarde, por la plaza San Martín. Ya en el “tempo” exacto del buen arte, Acuña se arrancaba con su lenguaje corporal moviendo manos, brazos y piernas, o abriendo los ojos, lo más que podía, o cerrándolos, si sus historias tenían que ver con trepar las paredes, abrir las puertas, cocinar una sopita, asombrarse de algo o soportar el terror de una mala noticia, en fin. El público reía a rabiar, comentaba en voz alta, aquello que el mimo los iba describiendo, en silencio, sólo con el movimiento de su cuerpo. Dos horas más tarde, el público seguía aplaudiendo y él decía que al artista no había que explotarlo, porque era un trabajador como cualquiera y tenía derecho a ser recompensado. Aclaraba que esa recompensa sería voluntaria y gracias por su apoyo, compañeros. Es cuando sus ganchos, o sea, nosotros, le ayudábamos a pasar el sombrero entre el público que iba soltando un sol, dos soles, una china, a veces un caramelo, como después descubriríamos al hacer el recuento en el bar Palermo, a eso de las seis de la tarde, cuando, en una mesa, hacia el extremo del bar, nos instalábamos para acompañarlo hasta pasada la medianoche. Él formaba montoncitos de diez soles cada uno y cuando ya no había nada que contar, Acuña, separaba la mitad de lo que había en la mesa, lo guardaba en un bolsillo y decía que el resto sería para disfrutar la noche y así era.  Ahora que ya no estará con nosotros, me viene la nostalgia. Fue un tipazo.

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Cultura

Rodolfo Muñoz, un modelo desnudo lleno de historias [VIDEO]

Un recuerdo del querido personaje bellasartino.

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El jueves 24 pasado se conoció el fallecimiento del Hércules de Bellas Artes. Rodolfo Muñoz trabajó por más de 60 años en la Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú, su trabajo era despojarse de su ropa para que los alumnos de la ENSABAP lo inmortalicen con sus primeros trazos.

En el reciente podcast de Lima Gris, Edwin Cavello y Luis Felipe Alpaca recordaron lo entrañable del querido personaje que fue pintado por maestros como Humareda, Szyszlo, Tilsa, Tola, Ángel y Gerardo Chávez, entre otros.

Aquí el podcast especial sobre Rodolfo Muñoz.

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Cultura

Falleció Jorge Acuña, el mimo que habló con el alma

Su familia confirmó el deceso. El extrañable personaje falleció a los 94 años en la ciudad de Estocolmo en Suecia.

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El Perú ha perdido una de sus almas más silenciosas. Jorge Acuña, el emblemático mimo peruano que durante varios años convirtió la Plaza San Martín en un escenario de poesía muda, falleció recientemente, según confirmó su familia. Tenía el don raro de decir mucho sin palabras, de conmover sin un solo sonido. Hoy, el eco de sus gestos queda flotando en el aire como un susurro entre adoquines y palomas.

Acuña fue más que un artista callejero; fue un testigo del tiempo. A finales de los años sesenta, cuando el país se debatía entre la incertidumbre política y la efervescencia cultural, él apareció como un oasis de belleza en medio del caos. Su rostro pintado de blanco y sus movimientos precisos eran una forma de resistencia, una poesía viviente que se ofrecía gratuitamente a todo transeúnte que supiera detenerse a mirar.

“Ser mimo no es disfrazarse, es desnudarse”, dijo alguna vez en una entrevista para Lima Gris. Esa frase —que hoy resuena con una fuerza mayor— resume la filosofía de vida de Acuña: el arte no como espectáculo sino como verdad desnuda, como entrega absoluta. En esa misma entrevista, también confesó: “La calle me enseñó a ser humilde, pero también me hizo fuerte. No hay escenario más honesto que el pavimento”.

Jorge Acuña dedicó más de cuatro décadas a su arte. Viajó, enseñó, formó discípulos en talleres y escuelas independientes, pero nunca se desligó de la calle, su primer amor y su escuela más sincera. “Podría estar en un teatro con luces y telón, pero prefiero el aplauso de una niña que me mira desde la vereda”, dijo con una sonrisa tímida, sin quitarse el maquillaje.

Sus personajes —el anciano que lucha contra el viento, el niño que juega con una mariposa invisible, el obrero cansado que carga el peso del mundo— no eran simples pantomimas. Eran espejos de un país que muchas veces no se detiene a mirarse. Y él, sin pedir nada a cambio, ofrecía esos reflejos todos los días, bajo el sol o bajo la llovizna limeña.

La noticia de su muerte ha conmovido a quienes lo conocieron y a quienes alguna vez se detuvieron, siquiera por un instante, a contemplar su arte. No hay grandes homenajes, no hay titulares ruidosos. Pero en la Plaza San Martín, donde tantas veces detuvo el tiempo con un gesto, alguien ha dejado una flor. Y eso basta.

Porque Jorge Acuña no ha muerto del todo. Vive en cada silencio que conmueve, en cada gesto que dice más que las palabras, en cada niño que se detiene a mirar a un artista callejero con los ojos bien abiertos.

Su cuerpo se ha ido. Su arte perdurará.

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Cultura

César Gutiérrez autor de Bombardero: «Nunca me sentí influenciado por la prosa de Vargas Llosa» [VIDEO]

En un nuevo episodio del podcast de Lima Gris, conversamos con el escritor y periodista cultural César Gutiérrez.

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César Gutiérrez es ampliamente reconocido como uno de los más destacados periodistas culturales del país, pero también —y quizás con mayor intensidad— como un escritor de singular talento que, durante años, ha mantenido un silencio tan enigmático como elocuente. Gutiérrez Rivas no es un autor cualquiera: en 2008 dejó una marca indeleble en la literatura peruana con la publicación de Bombardero, una obra que reveló su formidable capacidad narrativa y lo consagró como una de las voces más potentes y originales de su generación.

Con su libro Bombardero, César Gutiérrez irrumpió en la literatura peruana con una prosa que desafía las convenciones, un torrente verbal tan desbordante como preciso, que evoca y provoca vértigo narrativo.

En una reciente entrevista para el podcast de Lima Gris, conversamos con César Gutiérrez sobre su silencio literario, Mario Vargas Llosa y el periodismo cultural. El autor de Bombardero no se calla nada. Aquí la entrevista completa.

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Cultura

Xavier Bacacorzo: un retrato íntimo

Lee la columna de Hélard Fuentes Pastor

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Por: Hélard André Fuentes Pastor

Recuerdo el día que lo conocí con la nitidez propia de mis veinte años. En ese entonces, presidía el Centro de Estudios Históricos para el Desarrollo Social (CEHDES) “Guillermo Galdós Rodríguez”, que organizó una única actividad: el Primer Congreso Regional de Historia del Arte Popular en la Alianza Francesa de Arequipa.

Durante la organización del evento, y motivado por razones familiares, propuse la participación del doctor Xavier Bacacorzo como ponente magistral. Una noche, lo visité en la Facultad de Filosofía y Humanidades, donde dictaba cátedra. Me acerqué con la ingenuidad de un universitario, mencionando que había sido profesor de mi padre y tras una breve conversación evocando ese recuerdo, respondió a la invitación con una serie de quejas sobre el funcionamiento de la Universidad de San Agustín, cuyo letargo, como lo viví después, ha generado impotencia y frustración en más de uno.

Recuerdo la expresión de decepción en su mirada cuando me dijo: “Participaré cuando estemos en la Católica con doble C”, dando a entender que el evento lo organizaba San Agustín y prefería no asistir. No quise ser cargoso; porque insistir o explicarle ―pensé―, lo impacientaba aún más.

Siempre lo vi y leí con admiración, y quizás por eso, a lo largo de estos catorce años, mi sentimiento de reconocimiento hacia su obra se mantuvo intacto. Su legado no solo se refleja en cerca de una decena de títulos, sino también en una actividad cultural impresionante, especialmente a mediados del siglo XX, y en una valiosa contribución periodística como columnista en diversos medios, entre ellos Arequipa Al Día. Este sentimiento persiste en mí, a pesar de los encuentros y desencuentros que vivimos, tan propios de los intelectuales, artistas y literatos.

Xavier Bacacorzo no era cortesano; no esperaba caer bien ni mal. Comunicaba lo que pensaba, lo que había leído o lo que intuía a través de los astros y sus conexiones espirituales, aunque a veces no lo hacía de la mejor manera.

Un día lo encontré caminando por el Portal de Flores, con una visible cojera que, sin embargo, no le impedía recorrer largos tramos del Centro Histórico. Me acerqué a él, mencionando mi nombre, pero al alzar la mirada, con sus ojos esquivos, no respondió a mi saludo. Esta vez, porfiado, insistí un par de veces, y cerca del quiosco de periódicos en la intersección con la calle Mercaderes, le dije:

—Soy el autor del libro del 50… La lucha del pueblo arequipeño (…).

Con eso, arranqué de sus labios una respuesta.

—Por cierto —dijo—, muy mal escrito.

Yo sonreí y, sin perder el ánimo, le pregunté las razones por las que pensaba eso. Entonces, señalándome el McDonald’s, me dijo:

—¿Tienes tiempo?… Vamos por un café.

Conversamos mucho. Le conté que su hermano Jorge había dado por muerto a un niño en un poema. Le mencioné que había leído sus artículos sobre el movimiento popular de junio de 1950 y que incluso había empleado su división cronológica en mi libro. Creo que también se lo entregué ese día.

Hablamos de poesía, de un poemario que estaba por publicar. Corrigió algunos versos de mi poema Noctámbulo. También conversamos sobre mi tío abuelo, Pedro Luis González, de quien —según me contó— había sido jurado de tesis y quiso sorprenderlo con un trabajo voluminoso (con un “sillar”).

En medio de todo, me preguntó por mi signo zodiacal, entre otras cosas. Luego, avanzamos hasta una fotocopiadora, donde hizo copiar algunos de sus artículos, uno sobre la visita de Pablo Neruda a Arequipa —a quien había recibido personalmente—, y otra a color de una pintura en honor a Francisco Mostajo, a quien retrató en vida.

Antes de despedirse, me dijo:

—Serás mi discípulo.

Yo, que no creía mucho en esas cosas, porque no son de mi tiempo, solo sonreí y le respondí:

—Doctor, creo que cada quien hace su propio camino, pero es un honor escucharlo.

Me lo encontré incontables veces en el Panorámico, en Mercaderes y en San Francisco. A veces, acompañado de su esposa, María Esther Basurco. En una de esas ocasiones, nos detuvimos a conversar sobre Mariano Melgar. Unos estudiantes de antropología lo habían invitado a dar una charla sobre el vate arequipeño.

Me preguntó:

—¿Irás?

—No puedo, doctor, porque en las mañanas enseño en un colegio. Allá… en Mariano Melgar —respondí.

Luego, me preguntó qué tema me gustaría que tratara, y yo le dije:

—Quizás sobre la naturaleza fenotípica o étnica de Melgar, recordando los dibujos que lo representan como un europeo y aquellos que lo muestran como un hombre mestizo con rasgos predominantemente andinos.

La ocasión más difícil ocurrió un atardecer en Mercaderes, a la altura de una sede de la Librería San Francisco. Me acerqué para saludarlo, pero cuando escuchó mi nombre, visiblemente molesto, me dijo que no quería saber nada de mí. Me dejó consternado.

Resulta que unos amigos suyos, abogados, le dijeron que yo había escrito un libro sobre Melgar, cosa que nunca ocurrió, y que, además, no citaba su trabajo. Entonces, traté de aclararle la situación, y creo que logré demostrarle que lo único que había escrito sobre Melgar era un artículo que aparece en mi obra sobre el Cementerio de la Apacheta, y que, aunque no tenía su libro, sí lo citaba. Le expliqué que cómo no lo iba a citar si alguna vez nos habíamos encontrado y conversado al respecto.

—¡Evento al que no asististe! —me dijo.

Y yo le respondí:

—Estaba trabajando, doctor, como le mencioné en aquella ocasión.

Se tranquilizó. Sin embargo, debo confesar que en ese momento experimenté desconcierto. Preocupado por su edad y por el impacto que mi acercamiento pudo haber tenido, decidí alejarme.

Años después, en 2018, organizamos un homenaje a Carlos Meneses Cornejo, con la publicación de un libro sobre su vida y un opúsculo de saludos. Sabiendo que María Esther había publicado en Arequipa Al Día (que dirigió don Carlitos), la invité a escribir unas palabras de homenaje. Grata fue mi sorpresa cuando respondió, además, con un segundo texto suscrito por los hermanos Gustavo y Xavier Bacacorzo. ¡Genial! Y aún más grato fue que asistiera al evento, realizado en la Biblioteca Mario Vargas Llosa, espacio vinculado a un novelista del que discrepó y renegó en más de una ocasión. En medio de la incertidumbre que domina los sentidos, me acerqué y el doctor me saludó con familiaridad. Le dije: «¿Y usted cuándo se deja hacer un homenaje?», mientras me mostraba, de un cartapacio que llevaba en las manos, una serie de artículos y algunas biografías de él, pues su trayectoria aparece en diccionarios locales y nacionales.

Lo más inolvidable aún fue el abrazo que se dieron con Eusebio Quiroz, con quien habían tenido una serie de polémicas académicas sobre temas como la Guerra del Pacífico o la llamada “Revolución del 50”. Ambos se preguntaron cómo estaban y se desearon lo mejor.

Luego llegó la pandemia, y no volví a verlo. Supe de él por los correos electrónicos que compartimos con su esposa, cuando lo invité a participar en el libro Voces de la poesía peruana (Parihuana, 2021).

En ciertos libros, he leído que nació en 1931. En mi antología aparece el año que consulté en registros oficiales, 1930. Sin embargo, en una de nuestras comunicaciones, María Esther me comentó que fue en 1932. Todo en él siempre fue un misterio, lo que lo convierte en un intelectual único, sin igual.

Xavier fue un personaje excepcional por múltiples razones; pero era, en esencia, hombre; un hombre de letras, y ser un hombre de letras implica profundas lecturas, inolvidables diálogos, polémicas, reflexiones humanísticas, aciertos y desaciertos. Por eso, resulta más sencillo comprender al hombre que fue, al que hoy recordamos, porque la congoja y el pesar que acompañan el ocaso de la existencia, nos permiten entender de mejor manera el orden de las cosas, asimilar los recuerdos con reconciliación y valorar esos buenos momentos, apreciando cada circunstancia de aprendizaje, cercanía y alejamiento en nuestras vidas. Xavier fue uno de los personajes de la vieja escuela, cuya obra es clave para comprender los procesos históricos-literarios del siglo XX y una época crucial en nuestra ciudad.

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Cultura

Álvaro Vargas Llosa: su pareja lo deja, la ex contraataca y Bayly opina

Un dolor de muelas en el corazón. Así es la vida amorosa de Álvaro, quien ha tenido que vivir un duelo doble, primero por la muerte de su padre nuestro premio Nobel, y después la ruptura relámpago de su pareja de origen libanés. Aquí los pormenores.

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¿Cuándo se jodió Álvaro? Quizás fue en este 2025 cuando su romance terminó de manera inesperada. O tal vez en 2021 cuando dejó atrás la solidez de un matrimonio de casi treinta años por la aventura de rejuvenecer con una nueva pareja. Sea que Álvaro esté mirando la Gran Vía de Madrid o desde la Diagonal de Barcelona, es muy seguro que ve al mundo desde donde esté como la Avenida Tacna, sin amor.

Nada se va, Nada se fue

 En una carta publicada en el diario El País, el conferencista reveló que su pareja lo abandonó en el momento más difícil de su vida. Según relató, mientras él lidiaba con el dolor de la muerte de Su padre, Mario Vargas Llosa, Nada regresó a su país natal sin ofrecerle ninguna explicación, poniendo fin a su relación de cuatro años.

“Pues te cuento, ya que el diálogo continúa, que, como todos los dramas, el tuyo tiene un toque tragicómico: mientras tú agonizabas, morías y se iniciaba mi duelo, mi pareja… regresó a su país para siempre sin que medie una conversación de despedida”, escribió Álvaro en una carta abierta en El País, titulada “Elogio fúnebre de mi padre”. El ensayista de 59 años no solo rinde homenaje al legado intelectual y humano de Mario Vargas Llosa, sino que también comparte con los lectores el doloroso momento personal que le tocó vivir paralelamente al duelo familiar. En el texto, da entender  que Nada se fue sin ofrecer una despedida o una explicación clara.

De inmediato como si fuesen las mismas Erinnias de Esquilo, aparecieron como glosistas de la carta su ex mujer y su ex amigo (¿?).

La ex esposa contraataca

Con garbo y elegancia, Susana la ex de Álvaro, lanzó un tweet que hace volar la imaginación de los internautas: 

«Dos palabras: Efímero: pasajero, de corta duración y Mentecata: tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón.  A buen entendedor, pocas palabras»

Álvaro Vargas Llosa y Susana Abad.

No solo eso, la ex esposa de Álvaro Vargas Llosa reconfiguró su biografía  en Instagram, llamando la atención de los usuarios en lo que obviamente es una clara indirecta hacia su exesposo: “El mundo es redondo y da muchas vueltas”.

Además, compartió una serie de imágenes acompañadas de frases reflexivas, como “Confía en la intuición, te avisa antes que la razón”, “Que la sed no te haga beber del vaso equivocado” y “Cada uno da lo que tiene en su corazón”.

Álvaro Vargas Llosa y Susana Abad se casaron en 1992 y, fruto de su romance, nacieron tres de sus hijos: Julio, Leandro y Aitana. Sin embargo, después de dos décadas de matrimonio, la pareja decidió separarse en 2021, sorprendiendo al público. La noticia se dio a conocer de manera insólita y poco convencional: Susana, en lugar de hacer un comunicado o de hablar con la prensa, cambió su biografía en Twitter, afirmando que estaba en “proceso de divorcio”.

Como si no hubiera quedado suficientemente claro que su relación con Álvaro Vargas Llosa había llegado a su fin, Susana Abad compartió un mensaje revelador: “Una vez le dijeron: eres muy bella para estar sola. Ella respondió: Nada de eso, soy demasiado maravillosa para estar con cualquiera”. A lo que añadió: “Pues eso”, subrayando de manera definitiva que no había marcha atrás en su decisión.

Una vez consumado el divorcio, no pasó ni un mes para que el hijo mayor de Mario Vargas Llosa presentara públicamente a su nueva pareja: Nada Chedid, una traductora libanesa a quien conoció en 2006 y con la que retomó contacto en 2020, justamente cuando aún estaba casado con la madre de sus hijos. En ese momento, comenzaron a circular rumores que sugerían que la relación con Nada había sido un factor decisivo en la disolución definitiva de su matrimonio.

Nada Chedid y Álvaro Vargas Llosa.

Y para colmo Bayly 

Para el periodista, la revelación de Álvaro resulta inoportuna, y es que no fue el momento para dar un anuncio como este por lo que lo calificó de ‘desatinado’.

“Es una carta preciosa, un texto muy bien escrito y seguramente muy bien leído. Pero, ¿tenía que revelar Álvaro, al final de esta carta de despedida a su padre, que su novia lo había despedido? Yo creo que fue un paso en falso. Creo que fue un anuncio desatinado, inoportuno en esa circunstancia”. Y luego agregó: “Álvaro no debió contar algo tan íntimo, tan personal, en los funerales de su padre. Y es evidente, para mí, que si ya lo había contado y luego tomaba la decisión de publicar el discurso en el diario El País de España, pudo haber suprimido esas tres líneas quejumbrosas. Me parece un paso en falso”.

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Cultura

Día Internacional del Libro 2025: en promedio, menos de dos libros al año lee un peruano

Este 23 de abril se celebrará importante fecha en distintos países del orbe y en comparación con otros países de la región estamos muy por debajo en lectura.

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Uno de los inventos más grande de la humanidad no requiere de electricidad, ni de modernas tabletas, y tampoco del pago de una suscripción, solo sostener en sus manos aquellas hojas que conforman una historia fascinante, misteriosa, reveladora o sumamente intrigante.

Cada libro es una historia diferente, puede que el tema sea el mismo, pero la manera y estilo de escribirlo, y sobre todo de imaginar cómo se desarrolla la trama, hace que ninguno de ellos sea idéntico. También influye la etapa en que lo leamos, ya sea de muy jóvenes, ya adultos o en nuestros años otoñales.

En épocas de inteligencias artificiales, mega computadoras, plataformas que encadenan a las personas a deslizar su dedo de abajo hacia arriba, los libros han quedado relegados en algún rincón de la casa. Ya pocas personas se toman el tiempo de ‘desconectarse’ de la vorágine del mundo entrampado a un enchufe y una conexión a internet; podría calificarse como ‘rara avis’ a aquellas personas (hombres, mujeres o niños) que están en la calle concentrados en algún capítulo de su novela favorita.

A propósito del Día Internacional del Libro a celebrarse este miércoles 25 de abril, cabe recordar que menos del 50 % de peruanos ha leído un libro, según la Encuesta Nacional de Lectura (ENL) realizada en el año 2022, teniendo como universo de encuestados a personas entre los 18 y 64 años.

En estricto, de acuerdo a las cifras arrojadas por la ENL, el peruano en promedio lee 1.9 libros al año, cifra sumamente baja a comparación de otros países en la región. Por ejemplo, en Argentina sus ciudadanos leen 6.4 libros año, de acuerdo a la Cámara Argentina del Libro. En tanto, en Brasil se lee 4.7 libros. Nuestro vecino país de Chile lee en promedio 3.9 libros al año, de acuerdo a data recabada por la Biblioteca Nacional de Chile.

Nuevas generaciones optan por los contenidos digitales. Foto: Gobierno del Perú.

Factores del bajo nivel de lectura en el Perú

Una crítica que se tiene que realizar a todos los padres de familia es el no acostumbrar a sus hijos a coger un libro en su tiempo libre, optando por entregarles un celular para su distracción lo que hace que a la larga se pierda el hábito de la lectura de manera voluntaria.

Otro de los factores es la aparición de distintos medios digitales. Los peruanos se han ‘mal acostumbrado’ a leer solo las portadas y un poco de texto, desechando cualquier otro tipo de información más detallada.

Y cómo no soslayar el hecho de los altos precios de algunos libros, espantando a muchos ciudadanos de querer adquirirlos. Cabe recordar que nuestro país es mayoritariamente informal y acceder a un libro, ganando solamente el sueldo mínimo, puede representar un gasto considerable en la economía de una persona.

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