Connect with us

Opinión

¿Te hace “más digno” votar por Castillo y no por Keiko?

Avatar photo

Published

on

Muchos electores informados creen que votar por Pedro Castillo los hace más dignos y refleja sus  sólidos  principios de moralidad. Desde esa perspectiva, los votantes de Keiko  son inmorales e indignos por confiar en la candidata naranja. “Solamente ven sus privilegios”, se dice. Sin embargo, este modo de enfocar el asunto no es completamente cierto.

El terreno electoral —ad portas de la segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo—  multiplica sus grietas, día a día, con más intensidad. Quienes abonan el terreno para profundizar las fisuras pertenecen a un círculo minoritario, conformado por el núcleo duro de castillistas y keikistas. Desde ese círculo crece en espirales la disputa que vemos cotidianamente y que comienza a incluir en el antagonismo a quienes deseaban mantenerse al margen. Es cierto que muchos peruanos han tomado una decisión, pero hay otros que siguen sopesando los pros y contras, antes de entregar su voto a uno de los candidatos. Sin embargo, la dinámica electoral condena a los tibios y obliga a tomar postura inmediata. Cada día se reclutan partidarios para alguno de los bandos.

Este maniqueísmo electoral (o Castillo o Keiko) ha desbordado lo estrictamente político y va ampliando los niveles de división entre los ciudadanos. La elección entre el candidato del lápiz o la candidata naranja ha exacerbado la dinámica: en estos comicios se enfrentan los pobres contra los ricos; los cholos contra los blancos; los medios independientes contra la prensa vendida; los mafiosos contra los terrucos; los peruanos contra los no patriotas; los morales contra los inmorales… etc.

Este esquema ha ido fagocitando otros círculos y crea más antagonismos que ensanchan las grietas, ya existentes dentro de la sociedad peruana. Dos binomios sintetizan muy bien esta dinámica: los morales vs. los inmorales y los patriotas vs. los antipatriotas.

La narrativa de la disputa entre morales e inmorales proviene del entorno izquierdista. Por el otro lado, el discurso que busca polarizar a patriotas y “antipatriotas” proviene desde el lado naranja: quienes votan por Keiko aman la camiseta; quienes votan por el comunismo no quieren al Perú.

Los partidarios del primer binomio (morales – inmorales) asocian el voto por Castillo  con la decencia y los valores. Siguiendo esa lógica, votar por Keiko te convierte —ipso facto— en indigno e inmoral. Este análisis peca de reduccionismo lógico, de un modo  evidente.

Pero más burdo aún, es definir a Castillo  —esencialmente— como un profesor de sólidos principios.

Conceptuar a Pedro Castillo por su labor magisterial, etiquetándolo como amauta es recortar el espectro del profesor chotano. Inferir, que de su labor docente, se desprenden —per se— honestas credenciales es caricaturizar, por ingenuidad o conveniencia, el trasfondo de Castillo (A Castillo se le puede definir como amauta desde la ironía, pero no desde la seriedad.)

Quienes ven al candidato del lápiz como maestro y no como político derrapan: el elegido por Cerrón tiene todas las filias y las taras de la vieja política. Pero Castillo no es un comunista inflamado. Antes que incendiario es un negociador. Militó en Perú Posible de Toledo, fue dirigente sindical y tranzó con el congreso fujimorista durante las huelgas magisteriales; le abrió las puertas al aprista Miguel del Castillo e hizo alianzas con Verónica Mendoza y Marco Arana; actualmente dialoga con Ricardo Belmont y promete el indulto a Antauro Humala. Incuba en Perú Libre del comunista Cerrón; pero coqueteó con el capitalista Kurt Burneo y la progresista Flor Pablo.

Castillo es un político: pacta, conversa, escucha, tranza, se acomoda y recula. No es un “puro” ni un antifujimorista recalcitrante.

Lejos del candidato del lápiz está el aura de profesor inmaculado, que la maquinaria propagandística de Perú Libre se ha esforzado en calzarle —a como de lugar—  alrededor de la testa.

Castillo no es la encarnación de la decencia ultramundana, de los valores platónicos ni de la pureza moral. Castillo es un político, ni más ni menos que eso.

Sin embargo, no se puede negar cierta pureza en algunos seguidores de Perú Libre. No es exagerado decir que muchos votantes de Castillo son más puros que el profesor chotano. Igualmente, hay más antifujimorismo entre quienes han subido —para la segunda vuelta—  al caballo de Castillo, que en Castillo mismo.

En breve: Castillo no tiene aversión por Keiko Fujimori; los nuevos votantes del profesor chotano, sí.

Pero si en los votantes puros de Castillo y en los antifujimoristas recalcitrantes (que preferirían votar por un insecto, antes que por Keiko Fujimori) existe cierta dosis de fe y otra de idealismo; hay también gran dosis de real – politik, pragmatismo y ansias de poder en el núcleo duro del castillismo. Los puros y los pragmáticos conviven e intercambian las caretas, haciendo indistinguible quién es puro y quien se sumergió en el proyecto por intereses venales.

Porque, Perú Libre —de cara a las elecciones de segunda vuelta— no es solamente un partido que acoge a ciudadanos con —justa— necesidad de reivindicación económica y cultural. Ni tampoco es un movimiento de antifujimoristas radicales.

El partido del lápiz es también un sancochado político, que alberga caciques regionales con vocación de mistis; desastrados anarquistas con vocación de pirómanos;  filochavistas encendidos, que creen ser los herederos de Simón Bolívar; inflamados “camaradas” que comulgan con el filosenderismo; catedráticos rastreros de inflamado autobombo “comunista”; científicos oportunistas que se bajaron del árbol de la ciencia; periodistas que se convirtieron en traductores oficiales del “amauta; opinólogos que revientan el teclado dividiendo el espectro electoral entre “los malos y los buenos”; economistas que sacan cifras de la chistera para justificar sus esquemas; políticos ávidos de destruir las instituciones y asegurar alguna cartera que los degrade profesionalmente; rapaces que se alucinan miembros de la Checa y politólogos que ofician como porristas del partido del lápiz.

 Toda esta panda de oportunistas confluyen en un solo propósito: que el “amauta” Castillo llegue al poder.

Es cierto, sin embargo, que esta gavilla abunda más en el núcleo duro del partido y menos en su periferia. A medida que uno se aleja de este núcleo duro puede ir encontrando —recién— a quienes creen que en estas elecciones se debe ejercer un voto de acuerdo a sólidos principios morales.

Y esto es natural: en el núcleo duro del castillismo, la disputa no se basa en los principios morales sino en el poder. El poder, en ese círculo, está más allá del bien y del mal. ¿Qué representan los valores morales para quienes están ávidos de poder? Cojudeces, ingenuidades, idealismo inconducente.

Por lo tanto, considerar que todo votante de Castillo sigue rectos principios  y que la decisión de votar por el maestro chotano otorga —inmediatamente— integridad moral es errar. No se omite la buena fe y la honesta elección moral de muchos votantes de Castillo; pero este tipo de votante se encuentra más en la periferia de este partido y cada vez menos en su núcleo duro.

Por el otro lado, los partidarios del segundo binomio (patriotas – antipatriotas) promueven la narrativa del “amor por el Perú”. El amor por el Perú, en este caso, se ejerce votando por Keiko Fujimori, claro está. Desde esa lógica maniquea, votar por Castillo es no querer al Perú, ser un antipatriota.

Esta narrativa es arrogante. Es, además, absurdo dividir a los peruanos en patriotas y antipatriotas, como si estuviéramos en una guerra y no en elecciones presidenciales. Este discurso proviene de la tienda naranja y no hay ningún reparo en seguir agrietando las divisiones si es que eso le va a traer más votos a Keiko Fujimori. “No me interesa si se perjudican 10 mil o 100 mil” podría decir, otra vez.

Pero es ya no absurdo —sino risible— que sea específicamente Keiko Fujimori Higuchi quien se haya hecho, de motu proprio, representante ad hoc de la peruanidad. La heredera de Alberto Fujimori —quien luego de escarnecer el país durante la década infame, no tuvo reparos en postular al senado japonés, aprovechando su nacionalidad nipona— reivindica absolutamente el legado de su padre, un legado que desestructuró en gran medida la ya enclenque institucionalidad política peruana: un legado que minó las bases democráticas del país. Es risible, pues, que el cogollo de Keiko Fujimori promueva la narrativa que etiqueta a los peruanos como patriotas o antipatriotas.

Y es también —además de arrogante, absurdo y risible— un signo de perversidad crear una campaña para direccionar políticamente al seleccionado peruano de fútbol, haciendo que los muchachos graben un video de sujeción a la candidata naranja. El fútbol en el Perú es, gracias a la debacle institucional y cívica, uno de los pilares que sostienen a la peruanidad. Destruir este pilar básico del imaginario popular, por intereses partidarios, es perverso y una muestra de desprecio por la democracia. No solamente porque este acto invisibiliza a los votantes de Pedro Castillo, sino porque divide aún más a los peruanos. Y los divide en la esencia misma de la armonía popular: la fe en la selección peruana.

Basta ese ejemplo para demostrar el nivel de desprecio popular que se ejerce en el meollo del fujimorismo. Y es que el núcleo duro naranja es un club de corsarios donde conviven prontuariados que han hecho del reciclaje político un oficio; empresarios que quieren seguir engordando sus arcas aunque el país se vaya al carajo; economistas que defienden el monopolio y el lucro más artero; politólogos capaces de ver en la candidata naranja a una estadista; periodistas que mueven el trasero al ritmo del chino; congresistas que han hecho del parlamento una casa de tolerancia; escuadristas que creen estar en los tiempos del “Duce”; fanáticos que ven terrucos debajo de las piedras y desavisados que creen que la democracia es imposición y autoritarismo.

Sin embargo, esta gavilla abunda más en el núcleo duro de fujimorismo y no tanto en las periferias. No se puede negar, la gran cantidad de ciudadanos —informados— que le da el voto a Keiko Fujimori, gracias al miedo que genera el proyecto de Perú Libre. Un miedo que propaga la prensa, en base a los insumos que proveen los mismos cuadros que rodean al “amauta” Castillo. Estos electores con capacidad de informarse —que no son fujimoristas de vocación y tampoco tienen un interés directo en el triunfo de Keiko— rechazan rotundamente el proyecto del “amauta” y prefieren apostar por el pragmatismo económico.

En breve: estos electores informados prefieren seguir sus criterios económicos antes que una línea de intachable moralidad. Es decir, en momentos de incertidumbre económica, relajan su moral y apuestan por el corsario y no por el profeta, si es que esto les asegura estabilidad económica. En ellos no se puede hablar de un amor por el Perú y sí de un cálculo económico.

Parece contraproducente comenzar afirmando que el binomio (moral – inmoral) no es preciso para medir a los votantes y luego concluir afirmando que en el voto castillista hay quienes deciden apoyar a Perú Libre basados en rectos criterios morales, mientras que en el voto fujimorista están quienes deciden apoyar a Keiko Fujimori en base a criterios económicos. 

Esto no es contraproducente si elegimos como muestra al elector periférico —e informado— de ambos candidatos. Se toma como muestra al votante periférico y no al núcleo castillista o keikista, pues en ambos círculos el único criterio que domina es la toma del poder. Y se habla del votante informado como aquel que tiene la oportunidad para acceder a variadas fuentes de referencia electoral.

Entonces, el votante periférico es el que no simpatiza con ningún candidato y no posee  interés directo en la toma del poder de Castillo o Keiko. Suponiendo que también sea un elector informado, este votante tiene que decidir entre las dos opciones.

Si vota por Keiko lo hará en base a criterios económicos y por el temor de un posible comunismo: votará pragmáticamente. Si vota por Castillo lo hará en rechazo a lo que representa Keiko Fujimori y confiando —a priori— en una moneda al aire: pesará más su  criterio moral y menos su pragmatismo económico.

Por lo tanto, lo adecuado es discurrir lógicamente por el binomio (moralismo – pragmatismo económico) pero únicamente entre los votantes informados y periféricos, no entre quienes componen el núcleo de ambos candidatos. En el núcleo de ambos contrincantes el único objetivo es el poder y la única ideología que los hermana es el marxismo puro y duro, pero el de Groucho, no el de Karl: “Si no te gustan mis principios, tengo otros”.

Comentarios

Roberto Ramírez Manchego. Egresado de derecho de la UNFV y actualmente estudia filosofía en la Universidad San Marcos.

Opinión

Tragedia griega minera o esperanza peruana, he ahí el dilema

Mientras el país parece listo para reventar, los ministros invitados por la comisión de energía y minas vuelven a insistir.

Avatar photo

Published

on

En la sesión extraordinaria de la Comisión de Energía y minas, desde horas antes se notó entre los congresistas la impaciencia y la irritación ante una situación límite. Con un país en vías de ser paralizado por protestas en 9 puntos del país, el Ejecutivo ha aplazado por cuarta vez la REINFO, el cual debía ya haber vencido pero no hay Mape que valga para satisfacer a unos mineros informales disconformes. Coincide esta situación con un aniversario más del sofocamiento de la revolución de Trujillo de 1932, que concluyó en la masacre de un número aún indeterminado de peruanos a manos del ejército peruano. En este marco conviene hablar de una tragedia minera griega que se cierne en el aire. Hoy se invitó a 4 ministros y ninguno vino.

Se cursó invitación a los ministros de Energía y minas, Economía, Ambiente y de Cultura. Ninguno vino. Solo asistió el viceministro de Energía y Minas para molestia de la Comisión que manifestó su profundo desazón. Esta es la segunda invitación que se hace y en la que son plantados los congresistas. Entre tirios y troyanos la conclusión es unánime: la responsabilidad recae en el ejecutivo. Las posturas varían en algunos matices, pero la bomba de tiempo literalmente la tienen al frente. Desde la semana pasada los mineros están acampados en la Abancay y cada día su número y molestia aumenta. Como señaló el congresista Paredes, lo que está en riesgo es arrojar a la pobreza a 50 mil mineros, a su vez calificó de  cobardes a un ejecutivo que hecha la culpa a otros sin asumir su propia responsabilidad. 

Mientras tanto, la situación en la calle se calienta. Las movilizaciones de hoy coinciden con el 93 aniversario de la revolución de Trujillo contra Sánchez Cerro, la que fue sofocada por el ejército peruano y con especial participación de la recién nacida FAP, que se inauguró con la gesta de ser la primera aviación en bombardear una ciudad y a los ciudadanos de su propio país, esto cuatro años antes que la Guerra Civil Española, lo cual convierte a la FAP en precursora en el bombardeo de una ciudad propia.

La escenificación de nuestra historia remite a una tragedia. Las tragedias no son razonables aunque sus protagonistas tengan buenas razones de lo que hacen. Son tragedias porque son ineludibles; no importa lo que se decida, el resultado será trágico. Aquí acontece algo semejante, donde las autoridades y grupos de interés yacen enredados en un nudo Gordiano que amenaza con romperse. Y sin embargo para ellos, Perú es un país católico. Existe la esperanza cristiana de romper aquello que parece ineludible, porque siempre hay otra opción: el amor, la caridad y el perdón. Quiero creer, y creo que no es tarde para desatar el nudo de una manera que no sea cortándola. Yo también amo este país porque aquí nacieron mi madre, Albertina, y Kareen.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

Enrique Congrains Martin

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

Avatar photo

Published

on

ECM perteneció a la generación del cincuenta junto a MVLL, Ribeyro, Zavaleta y otros; muy interesado en el realismo urbano y más aún, en la marginalidad, escribió Lima, Hora Cero (1954), Kikuyo (1955) y la extraordinaria novela No una sino muchas muertes (NUSMM, 1957) donde nos muestra los basurales de Lima, el mismo lo dice en una entrevista con el crítico Wolfgang Luchting. Y que luego desarrollarían escritores como Oswaldo Reynoso con los Inocentes y, mucho después, Cromwell Jara con su Montacerdos y su Patíbulo para un Caballo.

En NUSMM, los locos son vendidos o comprados y son usados como mano de obra gratuita, esclavos sin razón que fabrican pomos, tazas o botellas para la industria farmacéutica y demás. Aquí no hay condición social, son sobrevivientes, seres inexistentes en cualquier censo o cálculo estadístico. La “vieja” que regenta esta “fábrica” no tiene alma, su origen es sórdido, no tiene nada que la valide per se, que la haga amable o con algún tipo de conmiseración. Solo el dinero la mueve y no confía en nadie, solo en unos perros y en el “zambo” que la protege y le entrega favores de entrepierna.  Esta novela fue llevada al cine por Pancho Lombardi con guion de José Watanabe y teniendo como figuras estelares a Elvira Travesí y a Elena Romero. No obstante, es una versión recortada y no logra alcanzar los niveles que el libro expone de forma cruda y salvaje.

Cincuenta años después, ECM publica El narrador de historias (2007), un texto futurista dentro de la ciencia ficción que se ubica en el año 2075 donde Brasil ha anexado a Paraguay, y Argentina ha hecho lo mismo con Bolivia y en la que se desarrolla una guerra entre argentos y chilenos. El autor nos pone en un escenario bélico donde la literatura se ha reducido al lenguaje oral y así el protagonista Cayetano Cómpanis, sobrevive contando una misma historia, una versión de La pata del mono de Jacobs, con relativo éxito.

Hace unos días la Casa de la Literatura y el escritor Víctor Campos Ñique convocaron a los escritores José Donayre Hoefken, Erik Fernández, Óscar Limache, Arturo Delgado Galimberti y este servidor para disertar sobre la vida y obra de este psicopompo literario y que contó, además, con su familia directa. Fue un día de fiesta, testimonios y gratitud a uno de los grandes de la literatura peruana.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

Soy marxista, pero de Groucho

Lee la columna de Edwin Cavello

Avatar photo

Published

on

Mi relación con el marxismo empezó en Buenos Aires, a comienzos del 2001. No fue por Karl, ni por el Manifiesto Comunista, ni mucho menos por El Capital. Mi marxismo viene de Groucho, el genio del bigote pintado, el puro y las cejas arqueadas; un revolucionario del humor absurdo que, junto a sus hermanos, fundó su propia corriente.

Una tarde de verano, haciendo zapping, me topé con El Bar, un reality show transmitido
por América TV. Allí, entre 12 personajes que convivían en una casa en San Isidro,
apareció un tipo distinto: Eduardo Nocera, a quien todos llamaban simplemente Edu. En
esos tiempos prehistóricos de internet y sin redes sociales, era difícil saber quién era
realmente. Pero bastaba verlo un par de minutos para notar que no era un concursante
más.

Hablaba de pintura, de cine, de literatura, de música. En medio de ese formato plagado de
banalidad, su presencia era una rareza luminosa. Edu era un bicho raro, de esos que no
se olvidan porque cargan con una locura brillante. En uno de los capítulos, soltó el
nombre de Groucho Marx y comenzó a desmenuzar su obra: películas, libros, vicios,
amores y, por supuesto, su humor ácido e irreverente. En ese instante, supe que tenía
una deuda pendiente con ese personaje.

Busqué sus películas y me sumergí en la demencia creativa de Una noche en la ópera,
Un día en las carreras, Una noche en Casablanca, El hotel de los líos… Y también devoré
sus libros Groucho y yo y Memorias de un amante sarnoso, donde el cinismo se mezcla
con la ternura y la inteligencia desarma cualquier solemnidad.

Años después, entendí que El Bar, producido por Cuatro Cabezas de Mario Pergolini y
conducido por Andy Kusnetzoff, también había sido una forma de subversión: colar en la
televisión comercial a un personaje como Nocera, escritor y profesor universitario, fue una
manera astuta de filtrar cultura por los poros del espectáculo.

Por eso debo confesar, que mi formación no solo vino de libros o charlas con mis padres.
La pantalla chica, a veces, supo ser una maestra inesperada. Hoy, Groucho sigue siendo
un referente de irreverencia, de lucidez y de resistencia al aburrimiento.

Y hoy, cuando muchos creen que el humor se hace “Hablando huevadas”, reafirmo mi
militancia: Soy marxista, pero de Groucho.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

¿Quién responde por la impunidad en Cultura?

El ministro Fabricio Valencia y otros exministros de Cultura se encuentran bajo la lupa, pero sin consecuencias.

Avatar photo

Published

on

Desde su creación, el Ministerio de Cultura ha sido sinónimo de improvisación, baja ejecución presupuestal y escándalos de corrupción. Pese a sus limitados recursos, su historial está marcado por denuncias graves y funcionarios de alto nivel bajo investigación. La actual demora en los procesos fiscales contra varios de sus exministros plantea serias dudas sobre la eficacia de la justicia y el rol del Ministerio Público.

La exministra de Cultura, Leslie Urteaga Peña, quien en 2018 lideró la Dirección General de Defensa del Patrimonio Cultural, enfrenta una investigación preparatoria por presunta negociación incompatible, colusión y discriminación. Según la Fiscalía, integró una red que defraudó al Estado mediante la sobrevaloración de servicios y la utilización de un anciano de escasos recursos como supuesto proveedor. Una ferretería vinculada a esta red habría recibido 200 mil soles.

A esta situación se suma la investigación contra la exministra Patricia Balbuena, acusada de peculado doloso en el caso ‘Richard Swing’. Este escándalo, que involucró a cinco exministros de Cultura entre 2018 y 2020, muestra una presunta red que favoreció a Richard Cisneros con más de 175 mil soles en contratos irregulares. Rogers Valencia, Ulla Holmquist, Luis Jaime Castillo, Sonia Guillén y la propia Balbuena fueron señalados como presuntos responsables de estas contrataciones, que, según colaboradores eficaces, se habrían dado por órdenes de Palacio de Gobierno.

El patrón se repite: investigaciones abiertas, nombres en titulares y promesas de justicia que se diluyen con el tiempo. Hoy, el actual ministro de Cultura, Fabricio Valencia es investigado por la Fiscalía de Ica, con el respaldo de la Fiscalía Superior Penal de Lima, y ha iniciado una pesquisa preliminar de 60 días, con posibilidad de extensión, por un presunto atentado contra las Líneas de Nasca, mientras los procesos contra sus antecesores siguen sin resolución clara.

La pregunta es inevitable: ¿el Ministerio Público busca justicia real o simplemente administra el olvido? La acumulación de casos sin sanción crea una percepción de impunidad institucionalizada. Si el tiempo sigue beneficiando a los investigados, la lucha contra la corrupción se convertirá en una consigna vacía, y el Ministerio de Cultura continuará siendo un símbolo del fracaso del Estado en sancionar a quienes traicionan el servicio público.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

Regreso a Galarza

Lee la columna de Julio Barco

Avatar photo

Published

on


Sergio Galarza es un escritor que leí mucho de adolescente. En tiempos donde la brújula de mis gustos era mi salvaje corazón. Conecté con su libro Matacabros, con aquellas escenas de la vida en Lima, con adolescentes, alcohol y violencia. Después leí Todas las mujeres son galgos, El infierno es un buen lugar, La soledad de los aviones e incluso su novela Paseador de perros, escrita en su etapa europea.  

¿Qué me atraía de esos libros? ¿Por qué los buscaba desesperadamente por las librerías de Quilca? ¿Acaso el lenguaje desinhibido? Sí, fue un autor que me tocó digamos entre los dieciséis. Lo leímos con la tribu del barrio, mientras prendíamos un fallo y nos contábamos algunas escenas, generalmente ambientadas por The Velvet Underground.

Pasaron los años y ahora estoy frente a uno de sus nuevos trabajos, Cuentos para búfalos (2015), que ya muestra a un narrador adulto, sí, aunque igual nos devuelve algunas escenas de sus primeros trabajos. El título tiene un motivo especial: es una referencia a una reflexión de Roberto Bolaño, donde comparaba el acto de ganar concursos con el de cazar animales salvajes. Esos búfalos son los diez textos que comprenden el volumen. Y nacieron por la urgencia de tener dinero para solventar el nacimiento no de uno sino de dos hijos.

En La chica sin un brazo Galarza regresa a su primer tópico (los homofóbicos), así como Skate or Die y Todas las mañanas de mi padre guardan similitud con su mirada juvenil. Sin embargo, Al borde del borde, premiado generosamente con doce mil euros, es el cuento más destacado. El narrador es un pituco y estudiante de Derecho, fanático de la música alternativa. También es amigo de Harry, el personaje central, que tiene un puesto de discos de música, el Harry Underground. Así, la historia es un fresco de la juventud, el rock y el desenfreno. 

Si bien todos los cuentos son consecuencia de concursos, guardan una misma sintonía, un nervio realista. A su vieja facilidad para crear escenas memorables se suma la reflexión política y una mirada distante que le da más hondura de sus textos.  Volvamos a Galarza.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

Cuadrilátero, de Daniel Rodríguez (2024)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

Avatar photo

Published

on

Qué tan inusual es Cuadrilátero (dentro del cuadrilátero no demasiado inspirado del cine peruano). En principio, y con ciertas prevenciones, sí; es inusual, hay un intento de hacer algo distinto, que se agradece; pero, desde otro punto de vista, en realidad, no, es solo y otra vez más-de-lo-mismo. Pese a los esfuerzos. ¿Mi conclusión o síntesis de estos dos puntos contrarios? Creo que hay que perseverar por el camino que está abriendo o tratado de abrir. Creo que hay una búsqueda pero que aún no logra escapar de lo peor del realismo, razón de las desgracias del cine peruano. ¿Y a qué me refiero con realismo?  

A un estilo de actuación y una cosmovisión reductora y simplificadora. Sabemos que el realismo no es la ‘realidad’, y el realismo a la peruana es grandioso, reduce el realismo, la realidad ya reducida previamente. Qué hazaña, compatriotas. Gloria al cliché.

Cuadrilátero, aunque no parezca, nos muestra las piezas de su juego. Su hermetismo es más enigmático que misterioso, tiene más de adivinanza o encriptamiento, que de búsqueda de lo ‘misterioso en sí’. No digamos del misterio de la vida, digamos del misterio del comportamiento humano.

Cuadrilátero coquetea con el fantástico. Y el fantástico no se deja seducir. Aprovecha -a medias- la oportunidad hacia una masiva salida sádica (era una posibilidad ‘extrema’; para entendernos: acuérdense del desenlace ‘tímido’ de Días de Santiago, de Josué Méndez). Tibio-tibio.

Es un juego que aparentemente no tiene explicación. O es muy sencillo. Comportamiento ‘animal’. Animalizado o des-humanizado. O solo son humanos, capaces no solo de lo mejor sino de lo peor; o de lo irracional (la carta marcada sería la palabra trauma) tras una pátina enferma de ‘orden’.

Orden, simetría, reglas y más reglas. Inflexibles y no de lo más sutiles. Que una película te torture puede ser bueno y malo. Pero tortúrame para decirme algo que no sepa o que haya olvidado. ¿Gusto, glorificación de la violencia? (aparece por ahí alguna melodía como para recordar lo lejos que está La naranja mecánica).

Las explosiones de violencia -no sé qué tan contradictoramente- resultan un alivio. Lo abstracto, por su parte, funciona o contribuye para crear enrarecimiento, opresión. O será -insisto- la mentalidad reduccionista pequeñoburguesa de mis compatriotas al hacer cine lo que me produce, por lo menos en parte, la opresión.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

¿La sociedad de minería y su títere de palacio buscan criminalizar la protesta minera?

Buscarían crear las condiciones para generar caos y violencia con elementos infiltrados y así justificar la captura de sus principales dirigentes y asesores para descabezar a la CONFEMIN.

Avatar photo

Published

on

Por Jorge Paredes Terry

En los últimos años, los gobiernos de turno han perfeccionado un método represivo para neutralizar las demandas sociales: la criminalización de la protesta. Bajo el pretexto de mantener el «orden público», se estigmatiza a los movimientos sociales, se infiltran agentes provocadores, y se judicializa a los dirigentes legítimos.

Hoy, este riesgo acecha a la Confederación Nacional de la Pequeña Minería y Minería Artesanal (CONFEMIN) quienes se encuentran en una movilización pacífica frente al Congreso de la República.  

El pretexto: un informe policial sospechoso.

Según el Memo 012-2025 de la Dirección de Seguridad del Estado, se alerta sobre una supuesta «toma violenta» del Congreso por parte de los mineros artesanales, argumentando que habría «infiltrados» para generar caos. Este lenguaje es clásico en los manuales de criminalización: se sataniza la protesta antes de que ocurra, justificando una represión desmedida.  

Lo grave es que, tras este operativo, podrían estar las grandes compañías mineras y consultoras de seguridad internacional, interesadas en debilitar a los pequeños mineros para imponer sus proyectos extractivos sin resistencia.  

El objetivo: descabezar el movimiento.

El verdadero peligro no es solo la represión en las calles, sino la detención selectiva de dirigentes y asesores, acusándolos de sedición, disturbios o terrorismo. Así se busca quebrar la organización, sembrar miedo y desarticular la lucha.  

Llamado a la prudencia y la resistencia legal.  

Frente a esto, los mineros deben:  

1. Mantener la protesta pacífica, sin caer en provocaciones.  

2. Documentar todo acto represivo (grabaciones, testimonios).  

3. Exigir veeduría internacional para evitar abusos.  

4. Preparar defensa legal anticipada, ante posibles detenciones arbitrarias.  

El pueblo no olvida. Si el gobierno insiste en reprimir en lugar de dialogar, quedará claro quiénes defienden al pueblo y quiénes protegen los intereses de las grandes mineras.

Que la lucha no se apague con la cárcel, sino que crezca con la verdad!

Comentarios
Continue Reading

Opinión

Caso Cócteles: entre el show de Domingo Pérez y el blindaje a Keiko Fujimori

El caso “Cócteles” dejó de ser un simple proceso judicial y se ha convertido en el reflejo de una guerra política que agota al país. ¿Hasta cuándo la opinión pública tolerará esta disputa interminable entre caviares y conservadores, donde la justicia sirve de arma política?

Avatar photo

Published

on

El caso “Cócteles” lleva años arrastrándose en el sistema judicial peruano, y lejos de aclarar responsabilidades o establecer verdades jurídicas, se ha convertido en otro episodio de la agotadora pugna política entre los bandos que dominan el debate nacional: los autodenominados «caviares» y la derecha conservadora.

Esta semana, el fiscal José Domingo Pérez volvió a aparecer ante los medios con nuevas acciones persecutorias contra Keiko Fujimori, en el marco de la investigación por presunto lavado de activos a través de falsos aportes a su campaña presidencial del 2011. Según la fiscalía, los llamados “cócteles” sirvieron como fachada para ingresar fondos irregulares, incluyendo donaciones de la empresa Odebrecht.

Aunque la gravedad de las acusaciones no debe minimizarse, el estilo del fiscal Pérez sí genera cuestionamientos. Su permanente exposición mediática, sus frases calculadas para el impacto, y la forma teatral con la que presenta sus argumentos, alimentan la idea de que no busca solo justicia, sino protagonismo. El Ministerio Público no puede comportarse como una figura televisiva. Si la intención es desarticular redes de corrupción, la sobriedad institucional debería ser la regla, no la excepción.

En abril pasado se cayó el juicio oral contra Keiko Fujimori por el caso ‘Cócteles’, tras anulación del PJ.

Sin embargo, la crítica no puede quedarse en el plano del Ministerio Público. Cada vez que Keiko Fujimori enfrenta un revés legal, sus aliados de la derecha conservadora reaccionan con indignación automática. Invocan una supuesta persecución política, acusan al sistema de querer bloquear su participación electoral, y construyen un discurso victimista que choca con su habitual defensa del “orden” y la “legalidad”.

Hay algo profundamente incoherente en esa defensa cerrada, casi corporativa, de una figura con tantos cuestionamientos judiciales. El “espíritu de cuerpo” con el que blindan a Keiko no es un gesto de principios democráticos, sino una estrategia para mantener una figura útil al statu quo conservador.

Así, el caso “Cócteles” ya no es solo un expediente fiscal, sino el reflejo de una guerra política que cansa y divide al país. ¿Hasta cuándo la opinión pública debe tolerar esta disputa interminable entre caviares y conservadores, donde la justicia se usa como arma y escudo según convenga?

Lo que el Perú necesita es un sistema judicial que no sea espectáculo ni herramienta política. Y una clase política que entienda que la corrupción —venga de donde venga— no se combate con discursos hipócritas ni con defensas interesadas, sino con coherencia y respeto por la ley.

Comentarios
Continue Reading
Advertisement

LIMA GRIS TV

PUBLICIDAD

PRNEWS

PARTNER

 

CONTACTO

Síguenos en Twitter


LIMA GRIS RADIO

Trending