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ESCRIBE ANGIE BONINO
Vivimos en un mundo globalizado en proceso continuo de neoliberalización, este paradigma requiere seres subordinados a diferentes escalas, con una mayoritaria población enajenada, para lograr el tan ansiado control generalizado, proyectado a que por momentos claves, pueda responder y avalar las necesidades de los grupos de poder que operan a manera de transnacional.
Estos procesos y proyecciones no devienen recientemente desde nuestro actual capitalismo tardío, viene elaborándose en la cultura y pensamiento occidental desde las épocas feudales, monárquicas, coloniales pasando por la aparición de la burguesía, hasta llegar a la actualidad. En el transcurrir de la historia de la humanidad las cúpulas de poder han ido probando y reinventado estrategias, hasta llegar a los mecanismos «mejorados», que tenemos actualmente. Y es en la educación, en donde se han practicado una serie de diseños a cada cual más sofisticado, para lograr una masa poblacional enajenadamente esclavizada y adormecida.
Es justamente la educación la base de interés de la obra de Ana Cecilia que consta de una serie de piezas e instalaciones basadas en su investigación y experiencias en el ámbito educativo a nivel nacional, proyectando inquietudes y diversos puntos de inflexión de corte descolonizador en esta propuesta artística, que re-emplea y cuestiona los criterios manipulados, como lo menciona en su proyecto, donde nos dice:
«…Conceptos que regulan aquello que debe saberse y lo que debe olvidarse; aquello que es legítimo de lo ilegítimo; lo que es vigente de lo extinto lo que es digno de lo que no; lo que es valorable de lo que no, según las lógicas de discursos homogeneizadores, como parte de las políticas de estado frente a las poblaciones indígenas, como la nuestra, que a lo largo de la historia han intentado, tanto desde el afán colonizador, como luego con los sueños modernistas, convertir a nuestra población en la nación ideal, la que pueda contribuir al progreso, a costa de eliminar referentes de cultura y saberes autóctonos considerados como amenazas para el desarrollo».
Con esta cita podemos ver la claridad del análisis temático que nos recuerda, que tenemos una educación funcional para la proyección de las jerarquías en la pirámide de un sistema, que tiende a la homogeneización, para que pueda ser medible, cuantificable y cualificable. Es necesario para esto la comparación frente a un modelo standarizado, que niegue las singularidades y las características individuales, mediante condiciones de violencia y ajuste emocional.
Los seres humanos son así, números, partes de estadísticas, soportes de contenidos indiferenciados. Esto aplicado a nuestro contexto nos lleva a pensar en cómo se ha llevado la educación en nuestro país a lo largo de nuestra historia, en donde se han venido aplicando uno tras otro modelos occidentales importados y descontextualizados de nuestras necesidades reales, descalificando, demeritando y dando la espalda al conocimiento ancestral de nuestras culturas tradicionales y originarias, en una suerte de crimen cultural que la artista denomina acertadamente como etnocidio simbólico, aunque lo ampliaré como: El intento por rematar el largo proceso de etnocidio cultural originario, realizado en la historia mediante diversos flancos, uno de los principales, la educación.
Y es que en la educación humana de este planeta nada ha salido del aire por creación espontánea, porque, las estrategias de domesticación devienen, desde las épocas del despotismo liberal, pasando por la Revolución francesa, nazismo, los programas del pentágono desde la época de la guerra fría, hasta las actuales estrategias de control de las mentes mediante el neuropoder y los avances de la neurobiología en manos de la biopolítica transnacional, aplicados actualmente a manera de experimentos en el ámbito educativo institucional museístico de USA y algunos países de Europa, pero que no tardarán en diseminarse y llegar a nuestro contexto empaquetados como nuevo modelo efectivo.
Los paradigmas dirigidos a la población vienen generalmente inoculados desde las escuelas iniciales y primarias a las secundarias, que son centros de adiestramiento para la subordinación y obediencia en el accionar y pensar sin cuestionamientos, en el que pasan muchas horas a manera de cárceles con guardias o fábricas, como industrias con jefes o cuarteles con altos mandos, para que luego pasen a los estudios superiores, técnicos o universitarios y de allí al trabajo de una manera obediente y así sean una pieza del engranaje que sostiene la estructura de esta macro distorsión.
Los docentes así, se insertan en procesos mecánicos con obsesión en los objetivos y resultados, que se traducen en evaluaciones y calificaciones constantes, en el marco de una educación administrativa, llena de papeleos, documentos, formularios, etc; que distraigan y dispersen los objetivos de lo realmente importante, siendo así funcionarios con reglas que deben acatar y que vienen desde los programas ministeriales de gobierno a manera de cadena de montaje lineal, que a su vez son copiados de experiencias foráneas.
La linealidad de la estructura hace que sea sumamente cerrada, ensimismada en su teoría sin aprovechar las verdaderas posibilidades de la naturaleza humana y su real contexto social, negando la realidad en el exterior que generalmente se resiste al diseño de sistema general de uno u otro modo. Así en los elementos de la exposición se aprecian claramente las alusiones al estado burocrático de la cuestión, tanto en las fichas como en los objetos y dinámicas propuestas para interactuar, en las pizarras, donde se aprecia un alto nivel crítico con respecto al adiestramiento mental, en función a los contenidos a los que son sometidos los estudiantes en nuestro contexto. Al respecto rescatamos el siguiente comentario de la artista en su proyecto:
«Los encabezados de las pizarras y las diferentes dinámicas que aquí encontramos, se exponen a modo de replantearnos, ¿qué papel han de cumplir las pluralidades y el diálogo intercultural en nuestra contemporaneidad? en vez de la práctica de extremismos y categorizaciones que históricamente han afectado, no sólo nuestras prácticas culturales, sino a muchos de nosotros mismos, por cuestiones de procedencia, idioma y dificultades para obtener las mismas oportunidades, reconocimiento de nuestros saberes y el ejercicio igualitario de nuestra ciudadanía.
Estas inquietudes nos conciernen a todos, pues es mediante la estructura educativa, que se forman el pensamiento y accionar de nuestras actuales y futuras generaciones, y de nuestra actitud responsable hoy depende el ejercicio de nuestras libertades y desarrollo autónomo en adelante, algo que en esta exposición se aprecia de manera contundente.
la exposición se realiza en el Centro Cultural de Bellas artes (Jirón Hullaga 402, Centro de Lima) y durará hasta el 1 de enero.