Un premio no afirma, ni establece, ni confirma nada sino una coyuntura, una tendencia o un parecer temporal y, en última instancia, es tan solo un beneficio económico pasajero que favorecerá, únicamente, al premiado. En este sentido, jactarse por recibir un premio es una banalidad, una debilidad de carácter y un gesto de mal gusto.
Lamentablemente, en el caso de los escritores, banales y vanidosos hasta extremos imposibles para otros «artistas», además, de la banalidad y la vanidad habitual e intrínseca que les caracteriza debe añadirse la fatuidad maliciosa de participar en una u otra argolla, modo criollo y deplorable del lobby anglosajón, bajo riesgo de no aparecer en nuestra escuálida escena literaria.
Siendo que la literatura peruana no es, ni por obra del más grande taumaturgo, indemne a este fenómeno, la instauración del reciente Premio Nacional de Literatura, creado ex profeso por el Ministerio De Cultura en la actual gestión de Salvador del Solar, tiene sobradas posibilidades de incidir en ellos. Sin embargo, existe el beneficio de la duda y a él deberá circunscribirse toda especulación sobre la legitimidad del premio, al menos hasta que se reglamenten las bases, se designe al jurado y se efectúe la primera premiación ya que hacerlo antes sólo evidenciaría una mala disposición ante la realidad, paradójicamente, uno de los modos más sanos para afrontar el escenario político y cultural peruano signado por la malicia, la trampa y el maquiavelismo más puro sin riesgo de incurrir en un posterior desengaño.
Según la Resolución Ministerial Nº 0126-2017-MC de fecha 11 de abril de 2017, el Premio tendrá seis categorías:
Poesía,
Cuento,
Novela,
Literatura Infantil y Juvenil,
Literatura en Lenguas Originarias y
No Ficción.
En esta enumeración, hallamos la principal deficiencia del premio, puesto que no existe suficiente producción literaria de primer nivel como para otorgar seis premios anuales bajo el endeble supuesto de apoyar al escritor nacional.
Probablemente, el Premio se ha concebido como un estímulo para incentivar la creación respecto de los géneros que ha contemplado el Ministerio de Cultura pero no me parece una condición suficiente. De hecho, en la Exposición de Motivos de la Resolución correspondiente se enuncia que «se propone la creación del «Premio Nacional de Literatura», con el objetivo de reconocer y estimular la labor creativa de los autores peruanos, en respuesta a la necesidad de visibilizar y promover la creación literaria en nuestro país, así como favorecer la publicación de libros de autores peruanos, promoviendo la producción de editoriales que hayan publicado las obras que resulten ganadoras». Este extremo referido a las editoriales deberá evaluarse con extremo sigilo, dado que la mayoría de ellas son poco menos que meras imprentas. Por lo tanto, corresponderá a los editores independientes que apuestan por obras de gran calidad confrontar las argollas típicas de este deprimente medio.
Siendo que el cuento, la novela, el ensayo, notable ausencia salvo que se le considere dentro de la denominación «no ficción», y la poesía son usualmente, premiados, por el Premio Copé – premio cuyas expresiones triunfantes, además, no se condicen con la calidad de los otros contendores desplazados a tal extremo que, en su historia, muchas menciones honrosas han «honrado» a este premio en un grado más alto que muchos de sus premiados- ¿QUÉ PODRÍA «PREMIAR» EL PREMIO NACIONAL DE LITERATURA? Recuerdan, acaso, a algunos ganadores del Premio Copé que, al mismo tiempo, sean los mejores entre sus contemporáneos. Se dan cuenta que realizar una enumeración honesta, en el sentido propuesto, es tan difícil de realizar que deviene con toda seguridad en un imposible.
La peor propuesta, según mi criterio personalísimo, ha sido la no ficción, categoría narrativa que no debería desvincularse de la novela, y a la que en todo caso, se le debió considerar en una misma categoría ya que ambas son dos formas narrativas de largo aliento. Esta es una de las muestras más notorias del esnobismo nacional y de la precariedad de contenidos propuestos por el Ministerio de Cultura en la denominación de las categorías que premiará. De hecho, esta mención es casi un encumbramiento de la patética literatura del yo y, sin duda, deberá repararse, en este detalle, en su momento.
Una de las críticas que pueden y deben realizarse contra premios como el Copé es la de premiar, únicamente, a textos inéditos, aunque nunca se ha premiado un texto inédito de un autor no publicado. En este sentido, este Premio Nacional de Literatura agrava la situación puesto que sólo premiará a obras literarias publicadas en los dos años previos a la convocatoria, no sirviendo así para dar a conocer el talento más genuino, el que creo se mantiene lejos de la escena literaria nacional. Pienso, por ejemplo, en la producción de un poeta como Walter Curonisy, individuo que fue reacio a participar directamente en la vida literaria nacional y en el círculo de publicaciones literarias habituales. Pienso, también, en el prolongado distanciamiento de Westphalen, etc.
Pese a todo, es decir, pese a las suspicacias legítimas que pueden suscitarse en torno a este recién creado Premio Nacional de Literatura, esperemos que no sufra el descrédito del actual Premio Nacional de Cultura ni que sus premiados padezcan el olvido, muchas veces injusto, de muchos premiados en anteriores versiones como Demetrio Quiroz Malca, Paco Bendezú o Juan Cristóbal, quien, además, relata en sus Memorias un incidente bochornoso en la historia de los premios literarios de nuestro país, es decir ,el supuesto favorecimiento indebido otorgado a Pablo Guevara en la edición de 1997.
Visto así es más que necesario ser positivos respecto de este Premio Nacional de Literatura pero mucho más necesario es ser abiertamente críticos en todo lo que corresponda.
Esperemos la publicación de las bases, la designación del primer jurado y la realización de la primera premiación. Esperemos que no sea la misma gente de toda la vida y que el talento genuino sea reconocido como debe ser.