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Musiquilla Lihn

Lee la columna de Julio Barco

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Qué gran poeta Enrique Lihn. Un poeta urgente, más que digamos Montalbetti o Parra, por citar dos polos aparentemente opuestos. Centrándonos más en Chile: saquemos a Neruda del panorama y nos quedamos con Gonzalo Rojas, Jorge Teillier, Huidobro, Rosamel del Valle, Mistral y Pablo de Rokha. En ese nivel de furia, Lihn brilla a la cabeza. Abajo del rey Neruda, el príncipe Lihn. Entre los excesos del creacionismo, las peroratas de la antipoesía, el misticismo tercermundista, la poesía de los cimarrones y de la vorágine verbal, nada mejor que un buen trago de lucidez lihniana.

Por ejemplo, en La musiquilla de las pobres esferas.


Este es un tratado de lo mejor del autor: un poco de apatía, otra tajadita de triste realidad embadurnando la lírica y mucho de diálogo con otros autores: “(…) sin proponérmelo —afirma— he terminado por hacer poesía contra la poesía; una poesía como dijera Huidobro, “escéptica de sí misma”. Esa duda total, hace del poemario un surtido manifiesto musical del desasosiego, la herida, las falsedades de la retórica de la poesía plenamente “social” (lean el poema dedicado a Roque Daltón). Por encima de todas las cantatas, la escritura como un motor vital: Porque escribí no estuve en casa del verdugo / ni me dejé de llevar por el amor a Dios/ ni acepté que los hombres fueran dioses/ ni me hice desear como escribiente/ (…) Pero escribí y me muero por mi cuenta,/ porque escribí porque escribí estoy vivo”.

Si para los antiguos la música de las esferas era aquella dimensión metafísica donde se podía sentir lo místico, es decir, el movimiento de los astros, la música órfica del universo, Lihn entiende su poesía como una sonata menor: una musiquilla, es decir, una música de barro, de humano hastío. Sin embargo, este desarraigo de lo divino, no conduce al poeta a la poesía exteriorista, sino que permite una deconstrucción desde los interiores de la voz poética: el autor poetiza fuera de los registros arquetípicos, grandilocuentes, retóricos del verso: “en la profundidad de la ignorancia/suena una musiquilla verdadera” Y es verdad, ahí está Lihn, solo, oyendo el abismo.

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Julio Barco Ávalos (1991) poeta peruano, nacido en el distrito de El Agustino, Lima-Perú. Fundador del grupo Tajo. Redactor de las revistas Literalgia, Asia Sur, The fucking Times. Sus poemas aparecen en diferentes revistas online de Latinoamerica. Autor de los poemarios Me da pena que la gente crezca (2012) , Respirar (2018), Arder (gramática de los dientes de león), La música de mi cabeza volumen 7 (lenguajeperueditores), Arquitectura Vastísima (2019) (Primer puesto Huauco de oro, 2019). Novela: Semen (música para jóvenes enamorados), Des(c)iertos (2020) (editorial Metaliteratura). Participó y participa activamente en ferias, eventos, talleres, recitales a lo largo de todo el Perú. Actualmente trabaja los espacios Poético Río Hablador y dirige la web lenguajeperu.pe. A su vez activa la editorial Higuerilla, colecciones de poesía y prosa.

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La Minería Ancestral en el Perú: El Legado Milenario de Pataz y la Lucha por la Soberanía de Nuestros Recursos

La minería en el Perú no es un fenómeno reciente; sus raíces se hunden profundamente en el pasado precolombino, tejiendo una rica historia que se extiende a través de siglos de culturas, imperios y luchas por la independencia. Pataz, en la región La Libertad, se erige como un ejemplo emblemático de esta larga tradición, un testimonio vivo de la contribución minera a la identidad y riqueza del país.

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Por: Jorge Paredes Terry

Desde tiempos inmemoriales, el Perú ha sido una tierra bendecida por la abundancia de sus minerales. La historia de la minería en nuestro territorio se remonta a civilizaciones preincaicas que dominaron el arte de extraer y trabajar metales como el oro y la plata, no solo como símbolos de poder, sino como elementos sagrados vinculados a sus deidades y cosmovisión. Entre las zonas más emblemáticas de esta tradición minera se encuentra Pataz, una provincia de La Libertad que ha sido tributaria de metales preciosos mucho antes de la llegada de los españoles y que hoy sigue siendo un bastión de resistencia frente a la explotación foránea.

Los antiguos peruanos no solo extraían minerales, sino que los integraban a su cultura. Las evidencias arqueológicas demuestran que el oro y la plata de Pataz adornaron los templos Moche y Chimú, civilizaciones que dominaron el norte del Perú entre los siglos II y XV d.C. Para estos pueblos, los metales no eran simples objetos de comercio, sino elementos rituales que conectaban el mundo terrenal con el divino.

Cuando el Imperio Inca expandió su dominio hacia el norte, Pataz ya era reconocido como una fuente importante de metales. De hecho, parte del oro que se utilizó para el rescate de Atahualpa (el famoso «Cuarto del Rescate») provenía de estas tierras. Sin embargo, la ambición española no solo saqueó estos tesoros, sino que impuso un sistema de explotación que, aunque brutal, no logró extinguir el conocimiento ancestral de los pueblos mineros.

Durante la Colonia, las minas de Pataz siguieron siendo explotadas, pero fue en la gesta independentista donde su pueblo demostró su compromiso con la libertad. Quintales de oro y plata fueron donados por los patacinos para financiar la lucha emancipadora, un aporte que el propio Libertador José de San Martín reconoció con una carta de agradecimiento. Este gesto no fue casual: era la reafirmación de un pueblo que, a pesar de siglos de opresión, seguía defendiendo lo suyo.

A lo largo de los siglos XIX y XX, la tradición minera de Pataz continuó ininterrumpidamente. Los habitantes de Pataz, siguieron trabajando arduamente en sus minas, especialmente en las zonas de Buldibuyo (La Paccha), Parcoy y el distrito de Pataz. El oro extraído, en gran medida, se vendía al Banco Minero del Perú, una institución de propiedad estatal que, en teoría, debía regular y controlar la actividad minera en beneficio del país. Durante este periodo, Pataz experimentó un desarrollo integral, relativamente alineado con los objetivos del desarrollo minero nacional. Se observaba una sinergia entre la actividad minera y el crecimiento de la comunidad, con inversiones en infraestructura, educación y servicios básicos.

Sin embargo, este progreso se vio truncado con la llegada de las nuevas compañías mineras a partir de la segunda mitad del siglo XX. Estas empresas, en muchos casos, implementaron prácticas extractivas que priorizaron la maximización de beneficios a corto plazo, descuidando el impacto ambiental y social en la comunidad. La corrupción, tanto dentro de las propias compañías como en las instancias gubernamentales encargadas de su regulación, exacerbó la problemática. La falta de transparencia y la ausencia de mecanismos de control efectivo permitieron que las prácticas nocivas se extendieran, generando un impacto devastador en la región. Pataz, que alguna vez floreció gracias a su actividad minera, experimentó una paralización de su desarrollo integral.

Las nuevas compañías mineras, a diferencia de los modelos anteriores, mostraron una preocupante indiferencia hacia el bienestar de la población local. La salud, la educación y el turismo, fueron totalmente olvidados y relegados a un segundo plano. La prioridad absoluta se centró en la generación de riqueza para los accionistas, dejando a la población de Pataz en una situación de abandono y marginación. La falta de inversión en infraestructura, servicios básicos y programas sociales contribuyó a la profundización de la desigualdad y la pobreza, dejando un legado de frustración y resentimiento en una región que, históricamente, ha contribuido significativamente a la riqueza del Perú. El REINFO vino a darle un respiro a las familias patacinas, ahora sí podían disfrutar de su riqueza, generar trabajo y bienestar a su comunidad, pero nuevamente las malas prácticas mineras de la gran oligarquía que siempre buscó el lucro fácil, subcontrató y arrendó sus concesiones, generando desorden y anarquía. Sin gastos operativos reales e inversión en capital de trabajo, esperaban que los operadores lleguen con camiones llenos a sus plantas, y todos felices. La situación se desborda cuando no pueden controlar a sus operadores y algunos de ellos entran en rebeldía, lo demás es historia conocida.

No contentos con ello hoy militarizan Pataz, La Poderosa ya cumplió su sueño, contar con un cuartel del ejército y miles de policías para su seguridad individual, de esta manera pretenden adueñarse de los recursos de toda la provincia, limpiar el territorio que por derecho histórico pertenece a las comunidades y al pueblo patacino, todo con el aval de un gobierno corrupto hasta la médula y un sistema político plagado de delincuentes de saco y corbata.

Pero Pataz, como otros pueblos mineros ancestrales, resiste. Sus pobladores saben que el oro y la plata no son solo commodities para enriquecer a unos pocos, sino parte de su identidad. La defensa de estos recursos es un deber patriótico, porque no se puede permitir que la riqueza que financió templos, rescató a un Inca y liberó a una nación, sea hoy robada por intereses foráneos.

Hoy, más que nunca, es imperativo reconocer y valorar el legado ancestral de la minería en el Perú, especialmente en regiones como Pataz. Este legado no es solo una fuente de riqueza material, sino también un componente fundamental de nuestra identidad nacional. Es crucial defender este patrimonio contra la explotación indiscriminada y la apropiación indebida por parte de intereses externos. La riqueza minera del Perú debe beneficiar a todos los peruanos, y no solo a una élite privilegiada. La defensa de nuestros recursos naturales es una responsabilidad colectiva, una tarea que debemos asumir con firmeza para asegurar un futuro próspero y justo para las generaciones futuras. El oro de Pataz, y el de todo el Perú, pertenece a todos los peruanos. Su protección es una obligación moral y un acto de justicia histórica.

Como peruanos, debemos sentirnos orgullosos de esta historia y exigir que los beneficios de la minería sean para el pueblo, no solo para las transnacionales y la gran oligarquía limeña. Pataz es un símbolo de resistencia y aporte a la grandeza del Perú, y su ejemplo debe inspirarnos a defender nuestra soberanía sobre los recursos naturales.

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La jetée, de Chris Marker (1962)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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La película tiene la sabiduría a través de una música sugestiva y un puñado de fotos fijas en blanco y negro y sonidos y ruidos pertinentes y transiciones sutiles y elegantes más una voz en off que podría asimilarse a una estirpe borgeana, de sumergirte en lo que podríamos llamar un estado de ensueño, o mejor, un entresueño, no estás muy seguro de estar dormido, soñando, o soñando medio despierto. ¿Medio vivo… o medio muerto?

Es algo así como cine de la mente en su estado más puro. Lo impalpable o evanescente de la materia, la irrealidad invadiente, irresistible, que envuelve todo en una cierta melancólica fatalidad, es algo que vives gracias a la insistencia en la inmersión psíquica que comporta el experimento (la mente vuela, el cuerpo es un bulto), la necesidad de esas fugas para atrás y para adelante en el tiempo, para intentar lograr que lo que queda de la humanidad tras de la catástrofe de una Tercera Guerra Mundial sobreviva.  

La memoria, el recuerdo, la obsesión por una imagen en especial, una sola, que acaso sintetiza la extrañeza y el misterio de una vida, una imagen que es luz y es tanto o aúan más un agujero negro, localizada en la época de la infancia, es ya en sí misma un poderosísimo viaje en el tiempo. Verse a sí mismo, en el yo futuro: el niño desdoblado viendo su propia muerte de adulto, primero sin saberlo, luego ya advertido, en un futuro lejano y al fin vertiginosamente cercano, que es un presente, y un siniestro, sublime regalo irreparable. El raro privilegio de verse desde fuera y desde dentro. 

Chris Marker es un fan declarado de Vértigo, así que por ejemplo el viejo tronco del árbol exhibiendo su anillado cual talismán vivo, como un mapa biológico, entre otros detalles lo atestigua con elocuente claridad. La ciencia ficción, la especulación sobre las espirales o los abismos del tiempo, siendo sin duda importantes, se condensan en la fantasmal y casi muda historia de amor, ¿ella será una fantasma, o él lo es, o ambos lo son? Ese vínculo frágil, esporádico, necesario, irrenunciable, condenado.

Parece que estamos siempre presos, parece que nunca podremos salir de la irrealidad, del sueño. La jetée es una obra exquisita que retrata nuestra curiosa condición.

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Con un gobierno de Belmont el Acuerdo Nacional no será palabreo ni té de tías

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

En el reciente encuentro convocado por el psicoanalista Max Hernández, quien a sus 87 años tiene a su cargo la secretaría ejecutiva del Acuerdo Nacional (AN), resaltó de lejos el valor diferencial del Partido Cívico Obras (PCO) y sus dos representantes que acudieron a la cita, Ricardo Belmont, presidente del Partido, y Daniel Barragán, secretario general, respecto de sus pares repartidos entre más de 40 organizaciones políticas.

Las disertaciones de Ricardo Belmont y Daniel Barragán sin duda descollaron entre los asistentes, pero sobre todo su espíritu patriótico, su convicción y su compromiso con un AN firmado hace 23 años con mucha emoción y solvencia. Pero que, en el tiempo, por desidia de muchos gobiernos, y a causa de la división entre peruanos, dicho documento solo quedó como papel mojado en tinta.

Sin embargo, la trayectoria de Ricardo Belmont, con grandes pergaminos en su haber que no se pueden ocultar, con su ejecutoria de gestión y administración gubernamental en dos períodos de alcalde, con su labor de congresista y su amor por el Perú y el prójimo, sobre todo por la niñez y los olvidados, garantizará que, en un gobierno suyo, el AN ya no será palabreo ni un té de tías. Es duro decirlo y para algunos quizá de reconocerlo, pero el AN tiene que ser relanzado y vestido de impulso sano, de nueva legitimidad y provisto de una praxis efectiva y respetable.

Esa es la ayuda que hoy, de parte de todos los peruanos, requiere un profesional tan destacado y un buen ciudadano como Max Hernández, quien dirige el AN en provecho de la sociedad peruana y del cumplimiento de las políticas de Estado, de la visión del Perú al 2050 y es quien promueve los consensos bajo el lema “unidos para crecer”, máxime cuando a partir de esa ejecutoria de vida de Ricardo, este con su experiencia contribuiría al aggiornamiento y al cumplimiento de dicho acuerdo, quizás bajo un nuevo lema: “unidos para el desarrollo” ya que el concepto ‘desarrollo’ es más completo y profundo que el mero “crecimiento” cuantitativo, requiriendo los peruanos no solo cantidad sino sobre todo mejor calidad de vida.

Ricardo Belmont es muy claro en marcar desde el año 1989, cuando fundó el Movimiento Independiente Cívico Obras, una distancia respecto de la izquierda y la derecha, pues se anticipó a lo que hoy el mundo es, una lucha de globalistas versus soberanistas, una melcocha generada por advenedizos en la política y frente a un divisionismo alentado por los centros del “megapoder mundial” que no descansan en etiquetar a unos de “derecha” y a otros de “izquierda” solo para distraer a la platea y seguir pescando a río revuelto.

Frente a ello, la fusión de una filosofía de vida, de la filosofía humanista de Ricardo Belmont, por un lado, y los compromisos y las actas del AN, por el otro, obviamente que darían como resultado un efectivo AN y un instrumento vigoroso para la unidad nacional, para la paz, para el diálogo entre peruanos, la tolerancia, el debate con altura y el arribo a alternativas viables con la misión de sanar la República y desarrollar el país equitativamente, pues la equidad no es igualitarismo; y eso garantizará el respeto entre todos, entre ciudadanos y el Estado, entre campesinos, obreros, trabajadores, estudiantes, empresarios de la micro, pequeña, mediana y gran empresa, sin excepción.

Ricardo lo ha dicho, no hay manera de sobrevivir en el mundo de hoy si uno no es espartano y estoico, radicando aquí el secreto para hacer de todos los peruanos verdaderos líderes pues la crisis moral de la nación se debe a una falta de liderazgo y a una ausencia de valores, donde lo que manda lamentablemente es la codicia y la avaricia que nos venden los “hegemones” vanidosos. Por eso, el gran reto del Perú es saber lidiar frente a los antivalores globalistas y construir una nación fuerte, con su propia mística, su modelo y su moral, sobre la base de los principios de nuestros ancestros incas (“no seas ladrón, no seas ocioso y no seas mentiroso”), sumando todo esto a un AN para garantizar la paz social, el respeto a la iniciativa privada y la inversión nacional y extranjera y para darle un futuro seguro a las nuevas generaciones de peruanos. Y Ricardo lo sabe, pues él ha sido miembro de IPAE y muy joven contribuyó a organizar los conocidos CADE, como el de 1979.

Por tanto, que lo sepan las centrales de trabajadores, las organizaciones de campesinos, las comunidades del ande y de la selva, y los gremios del sector empresarial como la CONFIEP, ADEX, etc., pues no son incompatibles las 10 vigas maestras del PCO y los postulados del AN. Por lo contrario, se amalgaman y complementan perfectamente, configurando una garantía para la reconstrucción nacional y el despegue del Perú ante el concierto intercontinental de los pueblos. De manera que vengan más buenas noticias para el Perú el próximo año, como ha sido en este 2025 la elección del Papa León XIV, Roberto Prevost Martínez, peruano con DNI y obispo de Chiclayo.

Perú ganará con un gobierno de Ricardo Belmont, quien sí hará realidad los objetivos del AN en materia de Democracia y Estado de Derecho; Equidad y Justicia Social; Competitividad del País; Estado Eficiente, Transparente y Descentralizado.  En suma, del 2026 al 2031, con el Partido Cívico OBRAS, sentemos las bases de un país seguro, con desarrollo y paz, de cara al 2050.

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Los embusteros del poder: la decadencia política y el silencio cómplice de la ciudadanía

Una ciudadanía que no reclama, que no fiscaliza y que no protesta pierde el derecho a quejarse de sus gobernantes. Hoy más que nunca, se necesita despertar. El Perú no puede seguir gobernado por el engaño. La mentira política no es una estrategia: es una traición. Y quienes la practican no son líderes: “son estafadores del poder”.

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En pleno siglo XXI, Perú vive una realidad política que parece un libreto de tragedia repetida. En una democracia que debería promover la verdad, la ética y la rendición de cuentas, se han instalado —con absoluta normalidad— la mentira, la manipulación y el encubrimiento. No se trata de errores aislados, ni de deslices del lenguaje: hablamos de una cultura política que ha hecho del embuste una herramienta de poder.

En tiempos antiguos, los sofistas griegos eran maestros del discurso; utilizaban la retórica para convencer, aunque no necesariamente para decir la verdad. Hoy, en Perú, ni siquiera existe ese refinamiento intelectual. La clase política ha renunciado incluso a las formas y ha optado por la mentira burda, repetida, impune, sin ética ni inteligencia. La retórica fue reemplazada por el cinismo. Y lo más alarmante: la ciudadanía, adormecida por el desencanto, observa sin actuar.

Dina Boluarte, actual presidenta de la República, es el emblema más reciente de este modelo político degradado. A través de declaraciones inconsistentes y actos opacos, ha desdibujado por completo su credibilidad. Su llegada al poder, producto de la vacancia de Pedro Castillo, prometía estabilizar una democracia fracturada. Sin embargo, su mandato ha terminado por enterrar cualquier vestigio de confianza ciudadana en la clase dirigente.

Presidenta Dina Boluarte asegura que todas sus acusaciones fiscales son un invento.

Uno de los episodios más reveladores fue su ausencia entre el 29 de junio y el 9 de julio de 2023. Alegó una operación médica por motivos de salud, pero luego se descubrió que se sometió a varias cirugías estéticas que ocultó deliberadamente. Esta omisión no solo evidencia falta de transparencia, sino también un desprecio total por las funciones públicas que le fueron encomendadas. La Fiscalía abrió una investigación por presunto abandono del cargo, y con razón: la jefa de Estado desapareció del radar institucional por motivos personales que nunca se atrevió a explicar con sinceridad.

No fue la única mentira. El llamado «Caso Rolex» —la aparición de una colección de relojes de lujo no declarados en su hoja de vida— destapó otra capa de opacidad. Primero, Boluarte Zegarra afirmó que eran regalos antiguos; luego dijo que eran préstamos. Ninguna versión se sostuvo. Lo cierto es que el Ministerio Público ya investiga este caso por presunto enriquecimiento ilícito y omisión de bienes.

A estos hechos se suma el escándalo del “cofre presidencial”: el vehículo oficial que habría sido usado para llevarla a un exclusivo condominio en Asia, pese a que ella negó haber estado en el lugar, las pruebas desmintieron su versión. Como si se tratara de una burla, las versiones del Gobierno se contradijeron entre sí, dejando al país frente a una evidencia clara: la presidenta miente y sus funcionarios la encubren.

Lo más grave no es solo el hecho de mentir, sino que lo haga quien tiene el deber de encarnar la más alta investidura de la Nación. Boluarte Zegarra no solo ha caído en el desprestigio, sino que ha convertido su mandato en un espacio de simulación, ocultamiento y manipulación. Su aprobación, que ronda apenas el 3%, confirma que los peruanos han dejado de creer en sus palabras y en ella misma. Pero, aun así, sigue en el poder, gracias a las fuerzas congresales, que la han blindado desde diciembre de 2022.

Dina Boluarte es la presidenta más ‘rechazada’ y ‘menos querida’ de Sudamérica, según encuesta de CB Consultora.

Ministros cuestionados

A su alrededor, ministros convertidos en escuderos y defensores personales de la presidenta han dejado sus funciones técnicas de lado. En lugar de gobernar y ocuparse de sus respectivos portafolios, ellos se dedican a blindar a una mandataria cada vez más impopular. Gustavo Adrianzén, Morgan Quero, y Leslie Urteaga (insólitamente, acaba de ser condecorada por la Universidad Mayor de San Marcos), entre otros, actúan como escuderos palaciegos y no como funcionarios públicos al servicio del país. Las prioridades del Perú han quedado en segundo plano, mientras se improvisa desde el poder un satírico espectáculo de defensa absurda y complicidad institucional.

Premier Gustavo Adrianzén se convirtió en todo un bufón en la PCM.

La ciudadanía tiene responsabilidad

Sin embargo, es imposible hablar de este deterioro sin poner en el banquillo también a la ciudadanía. La pasividad de los electores frente a estas mentiras institucionalizadas resulta alarmante. A diferencia de otras democracias donde la protesta, el voto de castigo o la presión social detienen el abuso del poder, en el Perú parece haberse instalado una resignación cínica. Muchos piensan que nada cambiará, que reclamar es inútil, y con ello contribuyen —sin quererlo— a sostener el sistema que los oprime.

Esta apatía ciudadana ha permitido que personajes sin formación, sin escrúpulos y sin proyecto de país lleguen a cargos de enorme responsabilidad. Políticos ignorantes, oportunistas y procesados por corrupción han ingresado al aparato estatal con un solo objetivo: servirse del Estado y no servir al pueblo. El resultado: gobiernos que en nombre de la democracia saquean, mienten y destruyen la institucionalidad desde adentro.

Perú en el ranking de presidentes corruptos

La lista es larga y conocida: Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y Pedro Castillo. Todos, con diferentes matices, han estado envueltos en escándalos por corrupción, en investigaciones, procesos penales y algunos ya encarcelados mediante sentencia. La corrupción se ha vuelto endémica y la mentira, parte del manual de campaña. El doble discurso es un arte que se cultiva desde el poder; y mientras tanto, la ciudadanía, golpeada por la crisis económica, social y de inseguridad, sigue esperando que llegue un mesías… sigue esperando que alguien le devuelva la esperanza.

Expresidentes PPK con arresto domiciliario y Toledo preso por corrupción.

El problema no es solo de los políticos: es también de la cultura política que hemos permitido que se consolide. La falta de fiscalización social, la tolerancia a las medias verdades, la ausencia de educación cívica, y la despolitización de la juventud son síntomas de un país que ha dejado de defender su soberanía moral.

Si queremos una democracia auténtica y autoridades probas y responsables, debemos empezar por exigir la verdad. Una ciudadanía que no reclama, que no fiscaliza y que no protesta, pierde el derecho a quejarse de sus gobernantes. Porque en el silencio de los pueblos, los embusteros florecen. Y en la apatía colectiva, la corrupción se convierte en sistema.

Hoy, más que nunca se necesita despertar. El Perú no puede seguir gobernado por el engaño. La mentira política no es una estrategia: es una traición. Y quienes la practican no son líderes: “son estafadores del poder”.

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¿Somos una sociedad que olvida rápido o nos distraen para olvidar?

Ya nos olvidamos de las muertes del caso Real Plaza en Trujillo, las víctimas del suero fisiológico y ahora pasará lo mismo con la matanza en Pataz. Las grandes compañías se esconden bajo el manto de la impunidad, manejan la narrativa de los medios y al gobierno central, los pobres seguirán poniendo su sangre hasta un nuevo desenlace donde usted o yo podemos ser las próximas víctimas.

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Por: Jorge Paredes Terry

¿Hasta cuando? Me pregunto. Es desgarrador reconocerlo, pero parece que la memoria colectiva es efímera, moldeable, manipulable. Los titulares estallan con furia momentánea, la indignación recorre redes sociales y plazas, pero pronto, como una ráfaga de viento, el horror se diluye en el siguiente escándalo, en la siguiente distracción. ¿Nos han enseñado a olvidar? ¿Nos han condicionado a no mirar demasiado tiempo la herida abierta de la injusticia?

Así pasó con las muertes del caso Real Plaza en Trujillo, un hecho que sacudió consciencias por días, semanas quizá, hasta que las aguas mediáticas lo arrastraron hacia el olvido. Lo mismo ocurrió con las víctimas del suero fisiológico adulterado, una tragedia que expuso la negligencia, el descuido, la criminal indiferencia de quienes manejan la salud como negocio. Y ahora, Pataz, tierra de sangre derramada, de vidas apagadas por la violencia, quedará también como una sombra en los rincones de nuestra amnesia colectiva.

El techo de la muerte del Real Plaza Trujillo.


Las grandes compañías operan en la impunidad, caminan tranquilas porque saben que la indignación se apaga rápido, que los medios, con líneas editoriales dictadas por el poder, desviarán la mirada cuando sea necesario. La narrativa se controla, se dosifica, se manipula. El gobierno central es un engranaje más en este mecanismo perverso de ocultamiento, de distracción. La muerte de los pobres es la moneda de cambio de un sistema donde la justicia es selectiva, donde los números valen más que las vidas.

Víctimas mortales del suero defectuoso de Medifarma.


Y así seguimos, en este ciclo perverso en el que la sangre de los más desprotegidos es derramada sin consecuencias. ¿Cuántas tragedias más antes de que la memoria sea un acto de resistencia? ¿Cuántas muertes antes de que la indignación no ceda al paso del tiempo? Porque hoy fue Pataz, ayer fue Trujillo, mañana puede ser usted, puedo ser yo. ¿Hasta cuándo permitiremos que la impunidad sea el lenguaje dominante? ¿Hasta cuándo seremos espectadores del horror sin exigir justicia real?

Cuerpos de la masacre en Pataz.

¿Será que necesitamos un nuevo baño de sangre para despertar? ¿Para que la indignación deje de ser un eco fugaz y se convierta en un grito atronador que exija justicia?

Se esconden tras el velo de la impunidad, las grandes compañías, los poderosos. Manipulan la narrativa, controlan los medios, amansan al gobierno. Mientras tanto, los pobres, los desprotegidos, siguen pagando el precio con su propia sangre, con sus vidas. Son sacrificios en el altar de la avaricia, víctimas expiatorias de un sistema podrido hasta la médula.

No podemos permitir que esto siga sucediendo. No podemos permitir que nos distraigan, que nos hagan olvidar. No podemos permitir que la indiferencia se convierta en nuestra tumba. No me cansaré de repetirlo, hoy es Pataz, mañana puede ser nuestra propia familia, nuestros amigos, nosotros mismos. La rabia, la indignación, deben ser el combustible de un cambio radical. Debemos exigir justicia, transparencia, castigo para los culpables. Debemos exigir un sistema que proteja a sus ciudadanos, no que los sacrifique. Debemos exigir un futuro donde la sangre derramada no sea en vano. ¡Basta ya!

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Los Hijos de Caín

(Un poema a la bondad humana)

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Por Aldo Gaspary

El mundo es de los ganadores, de los hijos de Caín[1], los que “la saben hacer”, a ellos pertenecen los cielos y la tierra, ellos son los que se sentarán a la diestra del padre, es por eso que, en este mundo, su lugar se encuentra a la diestra. De ellos es este mundo, de los codiciosos, de los que saben mentir, especialmente, para beneficio propio, de aquellos que carecen de escrúpulos para cometer, acaso, fratricidio, o lo que haga falta, con tal de incrementar su dominio, aquél que le falta reparo alguno para cometer su fechoría, porque sólo hay que pensar “en el beneficio propio”, ya lo dijo Rand. Es el hombre codicioso; aquel que tiene el valor de sentirse superior y con más derecho que su propio hermano y, por ende, se siente con derecho (y se lo da a sí mismo) de ponerse por encima, en tanto que sólo los superiores son capaces de mandar, justamente esto es indicio de su propia superioridad respecto del resto. El dominio, como el nombre indica, es la cualidad de los señores, los que mandan, gente de bien. Dicha pertenencia al reino de los cielos que aludo líneas arriba Dios se las tiene prometida, es, pues, por designio divino, derecho que, en tanto señores, ellos mismos se lo dan y reciben, doble acción en una, y en tanto que tal, eso les da derecho a mandar, robar, mentir –la mentira es signo de superioridad; esta demanda un mayor esfuerzo, un mayor gasto de energía, denota, por ende, mayor fortaleza, vitalidad, virilidad, es decir, más virtud y superioridad-. Un señor, por el hecho de serlo, tiene derecho a todo lo que su voluntad le cante, esta realidad lo licencia a transgredir, violentar, negar, etc. cualquier vida y voluntad que pueda ser, en algún sentido, un estorbo u obstáculo de su propio deseo y proyecto, pero también, por simple capricho o diversión, de la misma manera como podría hacer un gato con un ratón. Y, si es que estos comportamientos conllevaran algún tipo de censura y embarazo que pudieran ir en contra de tales propósitos, la discreción es un elemento que se debe tomar en cuenta. En resumen, para los señores, todo vale.

Nadie me venga con hipocresías, ¿quién no quisiera tener más poder? ¿qué?, ¿sueno sociópata? No me hagas reír, así somos todos, la ética es un invento de los perdedores, de los débiles, de las víctimas de los más listos, aquellos que eligen (y pueden) ser tiburones, los demás, o bien son unos pánfilos, o bien lo suficientemente débiles como para dejarse violar, robar, matar, etc. Su debilidad los hace merecedores de la condición de víctima de los señores, los que mandan, los fuertes, que, a su vez, en tanto que fuertes, naturalmente superiores, y en tanto que tales, con derecho a pisotear los “derechos” de los débiles. Esta altura nata, este derecho natural para pisotear los derechos ajenos se lo otorga su propia capacidad para hacerlo. Derecho que la Vida, diosa que, al observar lo que sus hijos preferidos hacen, aquellos cuyo padre es Caín, se alegra, regocija y premia con la bienaventuranza, en este mundo y el próximo, y castiga a las víctimas de aquellos, que place de sumir en vidas miserables, incluso con la muerte, como fue el caso de su padre, Abel; el padre de los perdedores de la vida, las víctimas de los elegidos por Dios. Los hijos de Caín han nacido para mandar, ese es su derecho, y nadie tiene, por ende, derecho a cuestionar sus mentiras y ofensas; los débiles, los inferiores no tienen derecho a desmontar sus mentiras, a analizar sus palabras, ellos deciden lo que es y lo que no es, deciden que ellos son superiores y aquellos inferiores, que ellos tienen más derechos y aquellos, menos. La justicia no puede ser para todos por igual; todos somos diferentes, y los más codiciosos, los más mentirosos, los más traidores, aquellos que reconocen con sinceridad su propio egoísmo sin avergonzarse, en resumen, los más fuertes, los más vivos, tienen más derechos y la justicia de cualquier nación, por eso, es más indulgente y permisiva con ellos y, en cambio, es, y debe ser, severa, implacable con aquellos que se han visto vulnerados en sus derechos. La justicia, en ese sentido, colabora con la propia naturaleza para favorecer y beneficiar la existencia de los fuertes, de los elegidos y, en cambio, ayuda a promover (y así debe ser) la ruina y destrucción de las vidas débiles, hay que castigarlas porque son las perdedoras, porque “han fracasado”, hay que “hacerlos meditar” acerca del error que significan sus vidas. Pero tampoco sería bueno destruirlos definitivamente, es necesario que exista lo malo, al menos, en alguna medida, como contraparte de lo bueno, de lo señorial, es necesario que los fracasados existan porque, de lo contrario, el fuerte no tendría a quién poder humillar, robar, despojar, timar, pisotear, etc. El untermensch es, pues, necesario, para que pueda sobresalir la superioridad del Señor, de aquel que manda por derecho natural y designio divino, de la misma manera que es necesario el contraste entre las luces y las sombras; si todo se encontrara iluminado no se distinguirían los contrastes, los matices, las formas, así también lo malo se justifica por lo bueno.


[1] Aunque más apropiado sería denominarlos: “Los hijos de Sion” o “Los hijos de Atlas”

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Alias “Cuchillo”: ¿asesino despiadado o chivo expiatorio? Las dudas detrás de la masacre en Pataz

La zona de Pataz se ha convertido en un foco de violencia por la minería informal e ilegal, disputada por múltiples bandas.

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El nombre de Miguel Antonio Rodríguez Díaz, alias “Cuchillo”, se ha convertido en sinónimo de violencia, sicariato y oro ensangrentado. O al menos es lo que quieren hacernos creer. La presidente Dina Boluarte y la Policía Nacional del Perú lo han señalado como el autor intelectual de la masacre en Pataz que dejó 13 muertos. Sin embargo, la reciente aparición del presunto criminal en una entrevista en Cuarto Poder plantea una inquietante pregunta: ¿estamos ante un verdadero responsable o ante otro caso como el del exministro Santiváñez, que acusó de terrorismo a un civil por el simple hecho de ser hermano de un terrorista?

Si resulta ser que están utilizando la misma estrategia, vale la pena recordar que el actual ministro del Interior, Juan José Díaz Zulueta, antes de asumir la cartera del MININTER, se desempeñó como viceministro de Seguridad Pública durante la gestión del propio Santiváñez.


Y aquí surge una pregunta inevitable: ¿por recomendación de quién Santiváñez resbaló hasta el punto del ridículo público con sus acusaciones sin sustento?
No se trata solo de errores individuales, sino de un patrón institucional que se repite: usar el miedo, la culpa por asociación y la presión mediática como herramientas de gobierno.

Hoy, el caso de Rodríguez Díaz, aunque con un perfil más delictivo, deja el mismo sabor amargo de una acusación apresurada con tintes políticos y mediáticos. Rodríguez tiene un pasado criminal —eso no se discute—, pero ¿es eso suficiente para condenarlo mediáticamente sin juicio?

Según refiere “Cuchillo” en la entrevista grabada el 9 de mayo de 2025 a horas de la noche; ante la pregunta “¿Tiene una orden de captura en su contra en este momento? Respondió: “No tengo ninguna orden de captura, ni tampoco he sido notificado por nada. Yo estoy limpio en el sistema, señorita”.

Si no tiene una denuncia ni orden de captura. ¿Dónde está el plan para capturar a quien dicen ha sido el responsable intelectual de la matanza en Pataz? O solo ganan tiempo hasta que nos olvidemos de Pataz y los 13 peruanos asesinados en una acción claramente terrorista. Según el reportaje presentado hoy por Cuarto Poder, en relación al estado legal actual de Rodríguez Díaz: “Tampoco ha sido comprendido en la investigación fiscal. No hay cargos en su contra, no hay requerimiento, no hay denuncia que pese sobre él”.  

Rodríguez lo niega todo: “Ya pagué mis errores. No tengo nada que ver con esa masacre. No quiero volver a prisión porque allí no hay justicia”. A su favor, presenta una cuartada que llama poderosamente la atención: fue captado por cámaras de seguridad en una discoteca de Casma horas después de la masacre, aparentemente celebrando. Él sostiene que esa noche solo estaba con amigos, borracho, y que nunca estuvo en Pataz. Sin embargo, testigos aseguran haberlo visto en la escena del crimen entre el 25 y 26 de abril, y las autoridades lo vinculan con la organización criminal “La Gran Alianza”.
¿Es eso suficiente para señalarlo como autor o partícipe? ¿O estamos, otra vez, ante una condena mediática sin proceso firme? o ¿Se está repitiendo el patrón de convertir en villano a alguien con antecedentes, solo para ofrecer a la opinión pública la sensación de que el gobierno está actuando con rapidez?

Este es un llamado urgente: exijamos investigaciones serias y con resultados sobre la masacre de Pataz. Exijamos que se investigue a las empresas mineras, a los policías vinculados a servicios de seguridad informales, a los funcionarios que permiten que las bandas criminales operen con impunidad.

Nuestro Perú se ha convertido en el país de los chivos expiatorios. Cada crisis necesita su villano, preferiblemente de origen humilde, con prontuario previo, con un apodo intimidante. Según la encuestadora IPSOS por encargo de Perú21, solo el 2% respalda la gestión de Dina Boluarte.

Mientras el país clama justicia por la masacre, Miguel Rodríguez Díaz se mantiene oculto. Asegura tener pruebas de su inocencia, pero no se presenta ante la justicia. La PNP continúa tras su rastro, mientras las familias de las víctimas exigen respuestas. La sierra de La Libertad, gobernado por César Acuña Peralta, por ahora, sigue siendo territorio minado por la violencia y la impunidad.

El país no puede seguir aceptando acusaciones hechas solo para la cámara, como parte del espectáculo político. Ya lo vivimos con Santiváñez. ¿Estamos repitiendo el error?

Mientras sigamos actuando bajo presión y sin pruebas sólidas, no habrá justicia para las víctimas, ni paz para el país.

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Opinión

La nazificación de Norteamérica

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Por Tino Santander Joo

Los padres fundadores de Estados Unidos heredaron de los migrantes puritanos y de las revoluciones inglesas de 1648 y la gloriosa de 1668 los principios de libertad religiosa, gobierno democrático y derechos naturales promovidos por el filósofo John Locke. Sin embargo, la libertad, la democracia y los derechos humanos fueron privilegios de los cristianos blancos. Los nativos y los africanos fueron esclavizados y torturados brutalmente. Tocqueville en La democracia en América evidencia esta contradicción de la democracia norteamericana que pregonaba igualdad entre los hombres mientras tenía un régimen racista e intolerante.

La ética del capitalismo norteamericano promovida por el puritanismo religioso han sido tergiversada para organizar un nacionalismo excluyente. La paradoja es que siendo un país de migrantes su historia está marcada por la xenofobia y el miedo al otro. El desarrollo imperialista del capitalismo norteamericano ha sido hegemonizado por la alianza de la tecnocracia de las corporaciones digitales, la industria armamentística y la burguesía nacionalista representada por Donald Trump. Esta alianza comparte con el fascismo histórico la visión deshumanizante y se comportan como lo hicieron los nazis con los judíos. Jason Stanley filósofo y destacado profesor de la universidad de Yale, señala que Trump describió a los migrantes como una “infestación”[1]. No solo buscan “pureza racial”, sino, imponer un orden comercial mundial a su favor. Se equivoca mi amigo el economista Carlos Adriazen cuando señala que: “este un problema de blancos”[2]  Es una brutal limpieza étnica con el beneplácito y la indiferencia del pueblo norteamericano contra los hispanos que son perseguidos sin piedad en el país de las “oportunidades”.

La mano de obra migrante barata será reemplazada por robots. Los seres humanos son descartables. La automatización del trabajo agrícola en Norteamérica podría terminar en 2030[3]  Luis Sanches, sociólogo peruano radicado en California me envío las referencias que reseño y que confirman que las deportaciones masivas no se detendrán. La socióloga Virginia[4] señala que los gobiernos norteamericanos usan la tecnología para deportar a millones de migrantes vulnerables.  No hay necesidad de cámaras de gas ni de campos de concentración para eso están los aliados de la ultraderecha mundial como Abascal de Vox, que hacen eco de su predica racista y antinmigrante. En Perú, el fujimorismo y los partidos de derecha y centro derecha se disputan el servilismo a Donald Trump.

Algunos ingenuos creen que Estados Unidos se convertirá pronto en un régimen nazi o fascista tradicional, con desfiles llenos de banderas, himnos, y racismo. No. El fascismo norteamericano es posmoderno, como lo señala el profesor Noam Chomsky: “cuando el capitalismo convierte a los seres humanos en desechables -migrantes, trabajadores pobres, ancianos- está creando una forma de fascismo postmoderno más insidiosa que la historia, sin necesidad de campos de concentración, pero con resultados igualmente devastadores” [5]

¿Qué hacer? Antimperialismo militante. ¿En qué consiste? En tomar consciencia de este nuevo enemigo de la humanidad y sus aliados. En ayudar a los migrantes y ser solidarios con su causa ¿cómo enfrentarlo? Promoviendo la unidad de los pueblos. El mundo libre no tiene otro camino que enfrentarse al neofascismo del siglo XXI. Organizar la resistencia mundial promoviendo el libre comercio y la defensa de los derechos humanos. ¿El papa León XIV condenará el surgimiento del fascismo norteamericano o tendrá la misma posición Pio XIII  de “neutralidad” (apoyo soterrado) al fascismo y al nazismo europeo. Veremos de que madera esta hecho el nuevo inquilino de la santa sede.


[1] Cuando describen a los migrantes como ‘infestación’ —como hizo Trump en 2018— replican estrategias nazis documentadas por Klemperer (1947), donde términos biológicos (plaga, parásitos) deshumanizaban a judíos» (Stanley, 2018, p. 45; basado en Klemperer, 1947/2013, p. 112). Título completo: La lengua del Tercer Reich: Apuntes de un filólogo.us traducciones del alemán). Editorial: Minúscula (colección Paisajes narrados).

[2] Ver: Video Columna de El Montonero del 3 de abril de 2025

[3] Ver: Brookings Institution. (2023). Automation in Agriculture: Impacts on Migrant Labor. https://www.brookings.edu/agriculture-automation.

Gómez, M. (2023). ¿Robots o jornaleros? El País. https://elpais.com/mexico/2023/05/12/robots-jornaleros

[4] Eubanks, V. (2020). Automatizar la desigualdad: Cómo las herramientas tecnológicas perfilan, vigilan y castigan a los pobres. Capitán Swing. (Traducción de María Serrano Giménez) FCE España

[5] Ver: Noan Chomsky, 2022, entrevista completa disponible en https://truthout.org/video/chomsky-el-nuevo-fascismo-del-capitalismo-tecnologico

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