Cultura
Ministerio de Cultura: “Un cuento de nunca acabar”

Ayer juramentó como decimocuarto ministro de Cultura Alejandro Neyra Sánchez. Él es un diplomático de carrera que además cumple con el oficio de escritor y durante el régimen de PPK también estuvo al frente del ministerio apenas por setenta y seis días. Eso sin contar que anteriormente estuvo al mando de la Biblioteca Nacional del Perú, y también fue director del Centro Cultural Inca Garcilaso de la Cancillería. Es decir, su meritocracia para esta nueva designación obedece a que ostenta galardones académicos concretos, pragmáticos y factuales, lo que para cualquier gurú especialista en manejo de imagen institucional significan logros palpables y que por consecuencia lo ponen como la pieza ideal para que resuelva los eternos problemas de aquella cartera. El currículo del nuevo ministro Neyra suena rimbombante, pero me temo que aquella rimbombancia por el momento encaja en el plano de lo políticamente correcto.
Creo que hoy podemos afirmar que el expresidente Alan García creó el ministerio de Cultura en 2010 para darle caché a la estructura de nuestra política nacional, ya que ese sector lo poseen mucho antes: Brasil, Colombia, Argentina, Chile, Ecuador, Uruguay, e incluso Bolivia, cuya creación fue un año anterior que Perú. Y en pleno siglo XXI Perú no podría quedarse atrás.
Sin embargo, nuestro país desde 1972 ya tenía un pequeño organismo público descentralizado y medianamente efectivo en gestiones de cultura y sobre todo en la conservación y preservación del patrimonio cultural, en especial el material. Me estoy refiriendo al Instituto Nacional de Cultura (INC) que para variar estaba adscrito al ministerio de Educación; no obstante, aquel pequeño ente tuvo que verse absorbido por el nuevo Mincul. A pesar de eso, recuerdo a Santiago Zavalita y no puedo evitar preguntarme ¿En qué momento desapareció el INC?
El ministerio de Cultura fue lanzado con bombos y platillos y como cereza del pastel se inauguró al año siguiente un Gran Teatro Nacional de estilo posmoderno que le costó al Estado nada menos que 280 millones y que para mantenerlo tiene que desembolsar 10 millones cada año. Por su parte, los ortodoxos defensores de la creación del ministerio de Cultura inciden en el argumento de que estamos a la altura de las grandes capitales del mundo, porque eso significa una clara muestra de institucionalidad y esfuerzo para reivindicar a nuestra cultura, arte y patrimonio arqueológico a los ojos del mundo.
Todo eso suena bonito y altisonante, pero mejor bajemos al llano y hagamos la pregunta de rigor ¿Cómo vamos por casa?
El ministerio de Cultura en Perú parece haber sido inspirado en una película de terror al estilo de la Profecía, porque cada uno de sus ministros luego de haber asumido la cartera termina maldito, desprestigiado, vapuleado, y malhumorado; como se diría en términos televisivos quemado. ¿Las razones? Evidentemente son distintas; empero, no se puede negar que entre esos quemados y quemadas ha habido profesionales que a lo largo de sus vidas han construido sus carreras de forma prolífica y por ello obtuvieron prestigio en sus especialidades, pero ni siquiera con esos pergaminos pudieron administrar un ministerio, ni lograron megaproyectos ni gestiones eficaces en su sector.

Entre ellos tenemos a Juan Ossio, Susana Baca, Luis Peirano, Ulla Holmsquist, Francisco Petrozzi, e incluso la propia Sonia Guillén cuyo puesto inevitablemente rodó como cabeza de turco. Ahora bien, entre los casos más deplorables se encuentran Jorge Nieto Montesinos, Patricia Balbuena, Rogers Valencia, Luis Jaime Castillo (a pesar que su primo Phillip Butters le haya hecho constantes cherrys en la radio). En cuanto al caso de Diana Álvarez Calderón (la ministra que por oficios de Nadine Heredia fue la que más duró en un ministerio de Cultura) resulta de por sí aterrador, porque desde que en su discurso de investidura mencionó que Choquequirao era una Huaca, vislumbramos al instante que iba a ser la peor ministra de Cultura; hasta ahora no comprendo por qué esa señora se mantuvo tres años en la cartera (junto a su viceministra Patricia Balbuena).
Aquí no se trata de ser un feroz cancerbero, ni adoptar el papel de un demoledor implacable que solo pretende desprestigiar gratuitamente y sin razón alguna a una importante entidad del Estado. Claro que no, pero tampoco se puede defender lo indefendible, y si algo no da para más y no funciona, entonces hay que decirlo porque nosotros también somos parte de la cosa pública, porque somos y adoptamos el rol de administrados, y tenemos todo el derecho de cuestionar y descalificar a los administradores si es que estos no cumplen a cabalidad con su verdadero rol. En ese sentido el ministerio de Cultura no funciona, porque si en diez años de ejercicio ininterrumpido aún no se han dado el menester de elaborar un registro genuino y descentralizado de artistas y gestores, menos lo van a hacer ahora.
¿El ministro Alejandro Neyra podrá batallar contra aquella metástasis que sufre el Mincul? La verdad, creo que no. Él no podrá con unas Industrias Culturales que no existen, con un DAFO argollero, con una Ley de Libro y de Cine muertas; con un Viceministerio de Interculturalidad que como premio consuelo solamente otorga certificados a los profesores quechua hablantes, y que no integra de manera sincera a las culturas de todos los rincones del país como dicta la verdadera concepción de interculturalidad, porque su Academia Mayor de la Lengua Quechua es cada vez más invisible; con una Dirección General de Patrimonio Cultural que flagrantemente viola su verdadera naturaleza de protegerlo, porque generalmente le quita potestad a sus propios arqueólogos para que protejan las Huacas que habitualmente se vienen destruyendo, y porque otorga los denominados Retiro de Condición de Patrimonio Cultural de acuerdo al capricho del poderoso que lo solicite, como así lo solicitó en su momento el propio Martin Vizcarra en su casa de Moquegua, y como así lo otorgó don Panta Salvador del Solar cuando le concedió a El Comercio la potestad de destruir el Monumento Arqueológico Prehispánico Pando 540, porque estorbaba y estaba ubicado en la cochera de su sede de Pueblo Libre; con un Archivo General de la Nación que no puede detener los robos sistemáticos de sus joyas documentarías; con una Biblioteca Nacional que el propio Neyra (me refiero a Alejandro, porque ahora es Ezio Neyra el que está al mando) no pudo reorganizar en su momento.
Así están las cosas, es lamentable reconocerlo y claro que duele, pero el ministerio solo ha demostrado que tiene potencial para algo. Su potencial se reduce a ser cantera y agencia de empleos con sueldos dorados para los grupitos hegemónicos de culturosos, y que incluso en las redes sociales se mantienen calladitos porque así se aseguran de cautelar la chambita que podría caer en cualquier momento. En ese sentido, durante los últimos años se ha utilizado el armatoste de la avenida Javier Prado como una Babilonia y/o una Pompeya para realizar festines, extrañas contrataciones y CAS arreglados, cenas, viajes y eventos coloridos para agasajar a la manchita nice que generalmente es de la Pontificia (se dice que esa dinámica de cofradía cerrada de la Cato, la instauró Lucho Peirano).
Sinceramente, no creo que Alejandro Neyra pueda cambiar el statu quo del ministerio, y menos reestructurarlo nada más porque sea un tipo bienintencionado, porque se necesita mucho más que eso. Sin embargo, es menester darle el beneficio de la duda.
En tanto, el nuevo ministro Neyra puede hacer que me trague mis líneas si es que lo primero que se digna a hacer es dar una conferencia de prensa para responder muchas preguntas ante la opinión pública por la escandalosa contratación del personaje Richard Swing a través de las gestiones de seis ministros de Cultura Vizcarristas. Claro está que él no tiene nada que ver con esas contrataciones pasadas, sin embargo, como nuevo titular de la cartera debe tomar el toro por las astas y tiene que afrontar inmediatamente aquel problema.
Y si quiere obtener crédito, prestigio y respeto debe dar sus primeras muestras de transparencia. Y para lograrlo, en esa conferencia deberá indicar que ya está investigando dentro de los interiores del ministerio, pero debe hacerlo sin eufemismos, y con planteamientos concretos, como por ejemplo: ordenar subir en la plataforma institucional para la exposición pública los expedientes de los Términos de Referencia (TDR) que valoraron la calidad, características y las condiciones de servicio que supuestamente envió Richard Swing a los responsables de estos pedidos desde julio de 2018 hasta abril de 2020, así como exigir las explicaciones de los funcionarios involucrados para que revelen el porqué del pedido de esos servicios y por tanto las razones que primaron para decidir sus conformidades.
Asimismo, no es para nada difícil obtener los productos de aquellos servicios, como la relación de trabajadores que se beneficiaron con los talleres, y en especial la inmediata propalación de los videos que corroboren sí realmente se dio aquellos servicios virtuales de coaching motivacional, o en su defecto para calificar la calidad de los mismos. Todo eso debe coincidir y concordar con el Plan Operativo Institucional (POI) de acuerdo al Plan Anual de Contrataciones (PAC) del ministerio y que a su vez esté acorde al Reglamento de Organización y Funciones (ROF) que supervisa OSCE, tomando en cuenta que todo gasto de contratación previamente debe ser planificado, porque de otra forma no debería darse, ya que para esa opción existen otros protocolos administrativos que deberán sustentar la urgencia del servicio a contratar. Es decir, tiene que haber documentos que sustenten toda la extraña contratación de ese señor, pero ya deben mostrarla sin más dilatación.
Además, el nuevo ministro de Cultura debe dar un rápido pronunciamiento y así dirigirse a todo el gremio de artistas y gestores culturales que han sido abandonados por el ministerio en estos casi tres meses de cuarentena y deberá comprometerse en una audiencia pública para explicar cómo administrará y destinará los 50 millones de soles que el gobierno le inyectó a su cartera para que finalmente atiendan a aquel sector que se encuentra aún en orfandad económica. Es decir, debe afrontar y dar explicaciones legítimas para aplacar la indignación nacional que siente la población contra el ministerio de Cultura.
Ahora bien ¿El gremio de cultura confía en que Alejandro Neyra cumplirá con todo lo que esperan y demandan de él? No olvidar que el ministro Neyra tiene formación de diplomático, y el principio rector de un diplomático es no confrontar, ni buscar la confrontación. El objetivo primordial de un diplomático es generar un ambiente sosegado y de concordia para mantener las buenas relaciones bilaterales. Y en este caso, las relaciones bilaterales serían entre el ministro de Cultura y el presidente Martín Vizcarra. Ergo: no nos hagamos ilusiones.

La situación endémica que acarrea el ministerio de Cultura no es por culpa de Alejandro Neyra, ni por culpa de Sonia Guillén, y al parecer los ministros/as que ingresen próximamente, no querrán encargarse de una papa caliente y solo se limitarán a enbolsillarse el jugoso salario de 30 mil soles, y en el caso de los más desfachatados, evidentemente que aprovecharán para acomodar a sus amigos como funcionarios de Nivel F5, eso sin contar los telefonazos que tendrán que soportar desde Palacio para contratar a uno que otro advenedizo. ¡Así funciona señores!… y encima nos vienen con el cuentazo de la Lucha Anticorrupción.
Los ministros de Cultura en Perú han demostrado que son los mandaderos y mandaderas del Presidente de turno, porque les temen, porque no tienen los pantalones ni las faldas bien puestas para exigir las demandas que sus carteras requieren con urgencia. Una cosa es ser subordinado, pero otra es ser servil y lambiscón. Por eso es lamentable que hayan llegado a niveles de pordioseros que con miedo estiran la mano a los eventuales titulares del MEF para que este únicamente les dé migajas. De eso me convencí cuando tuve cara a cara a Lucho Peirano y a pesar que todo orondo me respondió que el ministro de Economía Luis Castilla lo recibía todas las semanas y que le había aumentado el presupuesto a 70%; a pesar de eso, su gestión brilló por su inacción e inercia porque nunca se vio reflejada por ese aumento de presupuesto. Finalmente, a este ministerio de Cultura no lo salva nadie… ni el mero Gilberto Gil si acaso aceptara el cargo.
Cultura
¿Declive del hombre (heterosexual) (blanco) literario o declive de la ficción literaria americana?
Lee la columna de Hans Herrera Núñez

Existe un abismo insalvable entre el estrellato de Mailer, Updike, McCarthy, DFW, Franzen, etc., y cualquier escritor americano actual. Como dice Yingling, «Estoy seguro de que son discriminados, pero lo único que se está haciendo es sustituir a un grupo de personas de las que nunca has oído hablar por otro grupo de personas de las que tampoco has oído hablar y que tienen órganos sexuales diferentes».
Según Owen Yingling «Parece que nadie está dispuesto a afrontar el hecho de que no se trata solo de un problema de los hombres de letras, sino de todo el mundo. ¿Qué cualidad no identitaria tienen en común los grandes autores que prácticamente todos los jóvenes escritores de ficción literaria contemporánea carecen (aparte de Rooney)? Es obvio: la gente los conocía y compraba sus libros. Uno de los problemas de debatir este tema es que es casi imposible obtener cifras de ventas de cualquier libro publicado recientemente, a menos que trabajes en el sector editorial y puedas gastarte un par de miles al año en BookScan, e incluso así no es seguro que obtengas una medida precisa de las ventas. Así que me veo obligado a trabajar con encuestas, datos agregados sospechosos, anécdotas y diversas conjeturas para argumentar mi postura. Probablemente esa sea una de las razones por las que quienes hablan de esto nunca quieren entrar en cifras. El colapso del impacto cultural de la ficción literaria estadounidense en el siglo XXI, medido por las ventas comerciales y la capacidad de producir grandes escritores conocidos, se debe menos a la política de identidad o a los móviles que a una combinación de shock de oferta (la reducción de las revistas y la cantera académica) y shock de demanda (el abandono de la escritura de libros que atraen al lector normal en favor de la búsqueda del prestigio dentro del mundo de la ficción literaria).
Mientras en la “lista de novelas más vendidas de 1962” de Publisher’s Weekly aparecían La nave de los locos, de Katherine Anne Porter; Dearly Beloved, de Anne Morrow Lindbergh; A Shade of Difference, de Allen Drury; y Franny y Zooey, de J. D. Salinger. Y en 1963 aparecían Los zapatos del pescador, de Morris West; El grupo, de Mary McCarthy; and Elizabeth Appleton, de John O’Hara. En la lista de 2023 estaban It Ends with Us, de Colleen Hoover; It Starts with Us, de Colleen Hoover; and Fourth Wing, de Rebecca Yarros.
Atomic Habits, by James Clear (self-help); Dog Man: Twenty Thousand Fleas Under the Sea, by Dav Pilkey
Por ejemplo, El lamento de Portnoy fue el libro más vendido de 1969. De aquí a la eternidad, de James Jones (861 páginas), fue el libro más vendido de 1951. Lolita llegó al número 3 en 1958 y se mantuvo en el número 8 en 1959 (el número 1 en 1958 fue para Doctor Zhivago). Ragtime fue el libro más vendido de 1974. Las correcciones, número 5 en 2001, fue la última obra de ficción literaria que entró en la lista de los diez libros más vendidos del año. Ninguna obra de ficción literaria ha entrado en la lista de los diez libros más vendidos del año de Publisher’s Weekly desde 2001. James, by Percival Everett,
en la lista semanal de best sellers del New York Times, fue el libro más vendido en la última semana de 2024. La autopista Lincoln, de Amor Towles, que ocupó el primer puesto durante una semana en octubre de 2021. Es decir, solo una semana en la lista de más vendidos de obras de ficción recientes.
Owen menciona: «No importa que ningún hombre blanco nacido después de 1984 haya sido publicado por The New Yorker, porque sinceramente dudo que cualquier lector serio de ficción pueda recordar con facilidad un cuento de algún escritor más joven en The New Yorker. La brecha entre el presente y los grandes autores es importante no solo para los escritores varones. En la loca carrera por alcanzar la estabilidad en un contexto de recursos (financieros y culturales) cada vez más escasos, los autores y los creadores de discurso parecen haber caído en el desasosiego al discutir cómo se deben repartir estos recursos en lugar de por qué se están reduciendo».
En resumen, el problema no es una repartición de un pastel pequeño, sino que es el declive generalizado de la ficción literaria y a dónde se fue la creatividad.
ARX-Han sostiene la tesis de que el mercado literario se ha vuelto menos eficiente debido «al aumento del conflicto entre editores y editoriales. Sospecho que la razón de este aumento del conflicto es la mayor competencia por el estatus entre los editores literarios, impulsada por la guerra cultural. En mi opinión, parece que los editores compiten en el eje del estatus moral. El imperativo primordial detrás de “elevar las voces diversas” en el mundo editorial es, en realidad, un eje de competencia moral entre los editores literarios.
El optimizar la diversidad en lugar de la calidad es una tesis interesante pero insuficiente. Como señala un artículo de Alex Pérez: «En realidad, «comenzó en 2010, 2012”, declaró a The Free Press la galardonada autora Lionel Shriver, conocida por su novela Tenemos que hablar de Kevin. Es demasiado tarde para explicar satisfactoriamente el declive de la ficción literaria; tal vez pueda explicar en parte la disminución de la calidad y la popularidad después de 2010, pero una explicación completa debería poder explicar el declive constante de la popularidad entre los consumidores que comenzó en los años 80 y 90 y que culminó con un colapso casi total a principios de la década de 2000″.
En resumen, ninguna obra de ficción literaria ha sido un éxito de ventas anual desde 2001.
Otro modo de optimización análogo al éxito monetario es el reconocimiento de la crítica: si el libro que un autor americano editó o publicó gana un Pulitzer o un Booker, intuitivamente sentirá que ha superado el estatus de diversidad/identidad acumulado por otra editorial. Por supuesto, es mucho más fácil acumular estatus mediante el “estatus moral,” pero eso tiene dos caras, ya que este tipo de estatus, fácil de adquirir, no vale tanto como la “conexión con el prestigio literario,” mucho más difícil de conseguir, como bien señala
Owen Yingling y que a continuación refiere que «otro problema relacionado con el principio agente-representado que entra en juego aquí con los propios autores: la ficción literaria es probablemente única entre los subgéneros en el sentido de que parece que los autores valoran mucho más los premios y las opiniones de los críticos que las ventas».
Woke or no woke, el problema del declive de la ficción en EEUU tiene muchos años.
Will Blythe en Esquire explica que en los últimos veinticinco años, la industria de las revistas se ha reducido en medio de este “dataísmo”, especialmente en su interpretación de la ficción literaria. Hace tres años, Adrienne LaFrance, editora ejecutiva de The Atlantic, decidió ayudar a crear un destino online para este tipo de ficción, en particular los relatos cortos, empezando por uno de Lauren Groff. “La disminución de las revistas impresas en este siglo”, escribe, “supuso una selección de la ficción.” En su opinión (y en la mía), internet “es bastante eficaz a la hora de fragmentar la atención y devorar el tiempo.” En resumen, es culpa de internet el que se haya dejado de prestar atención y tiempo a la lectura literaria.
Mientras te desplazas por la pantalla leyendo esto, podrías darle la razón a Blythe, pero eso sería demasiado fácil.
Es cierto que leer es pesado y denso. Como señala la Fundación Nacional para las Artes, el número de estadounidenses que “leen literatura” ha caído del 56,9 % en 1982 al 46,7 % en 2002 y al 38 % en 2022. Sin embargo, como indica Yingling, el «tamaño real de la población lectora de ficción no se ha reducido de forma significativa (crecimiento de la población)», y el segundo es que, incluso si los datos fueran correctos, no podría ser cierto: en 1955, el número de estadounidenses que leía al menos un libro al año (39 %) era inferior al actual (53 %). [El gasto per cápita en libros de ocio (índice / población) tampoco era superior al actual.] Y se supone que los años 50 y 60 fueron la edad de oro de la ficción estadounidense [el número de lectores a partir de 1982 es similar al número de lectores actual]. La ficción literaria siguió apareciendo en las listas hasta 2001, y no hay ningún cambio en el número de lectores que pueda explicar su aparición y desaparición después de 1982, ya que las cifras son las mismas.»
Ciertamente el mercado de la ficción está dominado por la ficción de género, el romance y James Patterson. La ficción literaria representa algo así como el 2 % del mercado. La explicación de Blythe de que la gente sigue leyendo libros, solo que lee libros peores, no basta por simple ensloppification, la pereza, o algo así, o que sea culpa de los ordenadores. Y sin embargo, la gente sigue leyendo mucha ficción literaria; lo que no lee es ficción literaria contemporánea. El autor de ficción además debe competir con muertos. Libros como Orgullo y prejuicio, Guerra y paz, Los hermanos Karamázov, etc., siguen vendiendo miles de ejemplares cada año, más incluso que los grandes éxitos de la ficción literaria contemporánea. Las cifras de ventas de clásicos que no se suelen enseñar en las escuelas por razones logísticas, como Guerra y paz, desmienten el argumento en contra del estímulo de compra por exigencia académica. Además, otras obras de ficción literaria no clásicas, como los libros de John Irving, se siguen vendiendo bastante bien.
Complementariamente, los datos de ventas demuestran que no se ha dado un cambio de gusto radical, es decir, no dan a sugerir que los gustos literarios hayan cambiado drásticamente con respecto a la ficción literaria en general. Se ha dejado de lado la ficción literaria contemporánea, pero no los clásicos.
Tal vez la respuesta asome en el fracaso comercial de la ficción literaria y el fracaso crítico, es decir, la falta de un gran escritor joven. No hay un Franzen ni un Foster Wallace a la vista. Algunos libros ampliamente elogiados como clásicos y obras maestras en su época caen en el olvido poco después. Muchos libros que gustan a mucha gente simplemente no son buenos. Por qué, Beto a saber. Pero mucho más raros que estos casos son los libros que caen en el olvido en su época y son “descubiertos” como obras maestras. Durante los últimos veinte años, la cultura literaria estadounidense no pudo producir un solo escritor al que los americanos puedan describir como grande sin sentir vergüenza. ¿Algún americano recuerda a Salvage the Bones, de Jesmyn Ward, ganadora del National Book Award? Ese libro se enseña en los institutos junto a Cien años de soledad. A eso me refiero con vergüenza contemporánea. En este momento, la realidad nos dice que no hay ni siquiera escritores de ficción literaria famosos (y mucho menos genios) en los Estados Unidos de América menores de 65 años. Lo cual es distinto en 2000, 1990, 1980, 1970, 1960, etc. Antes incluso de llegar al problema de las ventas, habría que saber qué ha fallado en la cantera de talentos.
Por el lado de la oferta es cierto que internet mató el papel, acabó con las revistas, por la pérdida de ingresos publicitarios. El gasto en publicidad en revistas de consumo en Estados Unidos se redujo casi a la mitad entre 2004 y 2024. Las revistas que sobrevivieron y prosperan hoy en día son aquellas que no dependían principalmente de los ingresos publicitarios. The New Yorker, por ejemplo, sigue siendo rentable y actualmente tiene una tirada de 1.3 millones de ejemplares, más del doble que en su apogeo en los años 50 y 60. Las revistas que sobrevivieron ya no dedican tanto espacio a los relatos cortos ni remunerar bien a sus escritores; en el pasado, era posible ganarse la vida escribiendo relatos cortos y publicándolos en publicaciones periódicas, hoy no.
El colapso del ecosistema de las revistas significa que se ha reducido la cantera de talentos: hay menos oportunidades de publicar y menos dinero para quienes lo consiguen. Otro problema está en el mundo académico. According to US Doctorates in the 20th Century: «Obtener un doctorado durante los primeros 70 años del siglo XX solía garantizar al graduado un puesto en el mundo académico… Los doctores en Humanidades tenían la tasa más alta de empleo académico—el 83 % en 1995-1999—pero inferior al 94 % registrado en 1970-1974.” Desde 1984 hasta el presente, los puestos para profesores de inglés simplemente se han desplomado. Resumen: no hay oferta laboral. En cuanto a la escritura creativa: en 2016 había 3000 graduados con un máster en Bellas Artes y 119 puestos con posibilidad de obtener la titularidad. Simplemente el mercado no da. Los escritores no se pueden ganar la vida como freelance ni en la academia. Si escriben y publican, el tiraje será de un par de miles de ejemplares. Entonces, si quieren escribir y ganar una cantidad decente de dinero, ¿adónde pueden ir?
Netflix
Según Owen Yingling: «Desde una perspectiva financiera, uno de los factores que aleja a los aspirantes a escritores de ficción literaria es el auge de las series de televisión de prestigio en las últimas décadas. Los guionistas de Mad Men, Juego de tronos y True detective tienen todos un máster en escritura creativa [Nic Pizzolatto, famoso por True detective, es un buen ejemplo, ya que era muy popular en los círculos de la ficción literaria contemporánea antes de dedicarse a la televisión. Ahora escribe guiones para películas de Marvel. Antes de la llegada de la televisión de prestigio y el declive de las revistas y el mundo académico, era poco probable que los escritores de ficción literaria pasaran de escribir novelas a escribir guiones [Por supuesto, este tipo de cosas no eran infrecuentes en los primeros años del cine: Fitzgerald, Chandler, Faulkner, Huxley, etc.]. La cantera de talentos para la ficción literaria se ha reducido considerablemente en las últimas décadas.»
El auge de la serie frente al cine se explica también porque mientras una película dura en promedio una hora y media (aproximadamente de 90 a 120 páginas de guión), una serie tiene varias temporadas, lo que exige profesionales experimentados en obras de largo aliento (una novela promedio americana puede rondar entre 300 y 600 páginas, y no es poco frecuente la existencia de autores de sagas de libros de casi mil páginas cada tomo). Traduzca eso a una serie de varias temporadas con desarrollos de trama, de personajes, situaciones, etc.).
La reciente pérdida de las otras dos vías claras para llevar una vida decente para un escritor ha reducido drásticamente a los escritores con vocación de ser grandes autores. De ahí que no haya ningún escritor de ficción genial en América.
En cuanto a la demanda a partir de la década de 1970, cada vez menos obras de ficción llegan a las listas de los más vendidos. ¿Por qué? El problema es la ficción literaria contemporánea.
Owen Yingling acota sobre esto que «Algo ha cambiado en la ficción literaria en los últimos años que ha alejado al gran público. Han sitúa el cambio en la “concienciación”, pero la cronología no cuadra, ya que este cambio ya estaba en pleno apogeo antes de la década de 2010, cuando la “concienciación” se convirtió en un tema destacado.»
Según Owen es una desconexión entre el público y el discurso del mundo literario pre woke. « La razón principal por la que la ficción literaria contemporánea autoconsciente no vende libros es porque es, por así decirlo, un juego para iniciados. La mayoría de esos libros no tienen nada que ofrecer al lector general. Los libros están escritos para los críticos. Es fácil ver cómo podría haberse creado un círculo vicioso a partir de la preocupación por el estatus, y no por las ventas: los autores empiezan a optimizar sus obras para obtener elogios de la crítica. Los críticos sienten la necesidad de diferenciarse, tanto de otros críticos como del gusto popular, por lo que idean criterios cada vez más barrocos para juzgar esos libros. Los lectores se sienten comprensiblemente alienados cuando compran libros nuevos; las ventas totales caen. La caída de las ventas de ficción literaria aumenta el atractivo del punto número «».
Resultado la ficción literaria representa el 2 % del mercado de la ficción. Otra vez, según Owen, «A partir de los años setenta se produjo un declive sostenido. Creo que el mecanismo del círculo vicioso es sin duda correcto (…). Consideremos el caso de Philip Roth. Goodbye, Columbus fue un éxito de ventas y se convirtió en película. El lamento de Portnoy vendió medio millón de ejemplares y fue el libro más vendido de 1969. Pero ninguna novela de Roth en la década de 1970 apareció en ninguna lista de bestsellers, y teniendo en cuenta la brusca experimentación de las novelas en cuestión—El pecho, Mi vida como hombre y La visita al maestro—eso no es ninguna sorpresa. Y, sin embargo, recibió elogios de la crítica durante esa década: La visita al maestro fue seleccionada por el Comité Pulitzer en 1980 (aunque la junta lo descartó y eligió en su lugar La canción del verdugo) y fue finalista del National Book Award. El profesor del deseo fue nominada al Critics Circle Award, y todos estos libros fueron muy elogiados por los críticos de periódicos y revistas. ¿Quién más ganaba premios en aquella época? Con el National Book Award de El arcoiris de gravedad en 1974 (y un Pulitzer rechazado), eran cada vez más los autores posmodernos como Pynchon, Barth y Gaddis, ninguno de los cuales vendió nunca un número significativo de libros. Su ascenso marcó el inicio de una completa desconexión entre las ventas y el gusto de la crítica. Los autores que rechazaban conscientemente al público “mediocre” de la América de mediados de siglo fueron recompensados por la crítica. Y autores como Roth, que buscaban sin descanso el estatus literario, cambiaron rápidamente su estilo para adaptarse a este nuevo entorno. Por supuesto, las tendencias cambiaron y, tras el posmodernismo, una especie de minimalismo MFA [Master of Fine Arts] pasó a dominar la ficción literaria, un estilo cuyos efectos siguen estando muy presentes en cualquier obra contemporánea que se pueda encontrar hoy en día. Pero lo más importante es que, a partir de la década de 1970, los autores estaban dispuestos a optimizar la crítica a expensas de las ventas en un grado que nunca antes habían alcanzado. Así, a partir de la década de 1970, la ficción literaria fue apareciendo cada vez menos en las listas de libros más vendidos, aunque fue el posterior colapso de la cantera de talentos, que comenzó en las décadas de 1980 y 1990 con la ralentización del mercado laboral académico y el fracaso generalizado de las revistas impresas, lo que acabó definitivamente con sus perspectivas comerciales».
En resumen, las normas actuales de la ficción literaria hacen que al lector medio nunca le guste nadie que lo haga, porque simplemente nadie escribe ficción.
Mientras tanto, la IA asoma. Y ya alguien por ahí vaticinó que a medida que aumente la incertidumbre global, traducida en apagones, puede que el papel regrese, porque el orden global se está descomponiendo y es probable un colapso digital y una regresión de las costumbres como no se imaginaría en ciencia ficción.
Cultura
Patrimonios arqueológicos olvidados [VIDEO]
En Perú hay miles de sitios arqueológicos que nos conectan con nuestros antepasados. Pero muchos de estos están siendo olvidados. Hoy, su mayor amenaza no es el tiempo, sino el abandono.

En el primer bloque del podcast Lima Gris, el conductor Edwin Cavello y el moderador Luis Felipe Alpaca abordaron el abandono de los patrimonios arqueológicos en diversas regiones del país. Uno de los casos discutidos fue el de Cusco, donde parques arqueológicos como Pisac y Tipón han sido usados por turistas como baños al aire libre.
También cuestionaron la inacción del Ministerio de Cultura, al que acusaron de omitir su deber de proteger el legado histórico. Mencionaron, además, el deterioro y el recorte del perímetro de las Líneas de Nasca, la ocupación ilegal de Chankillo (Áncash) por una familia desde 2019, el descuido de Chan Chan (La Libertad) y el abandono de huacas en Lima, sin protección ni vigilancia.
Aquí el video del podcast de Lima Gris.
Cultura
Entrevista: Giovanna Gutierrez, entre la docencia universitaria y la literatura [VIDEO]
Con motivo del Día del Maestro, en Lima Gris conversamos con Giovanna Gutiérrez Narrea, destacada escritora y docente universitaria con 15 años de experiencia enseñando en la Universidad Enrique Guzmán y Valle.

Giovanna Gutiérrez Narrea ha dedicado su vida tanto a la formación académica como a la creación literaria. En esta entrevista reflexiona sobre los cambios que ha vivido la educación en los últimos años, especialmente con el impacto de la tecnología y la inteligencia artificial en las aulas.
Durante la conversación, Gutiérrez compartió una visión honesta sobre la realidad de la enseñanza en universidades públicas, resaltando el compromiso y esfuerzo de los estudiantes por salir adelante a pesar de las limitaciones. Su experiencia como docente le ha permitido observar cómo la relación entre alumnos y profesores se transforma en medio de nuevas herramientas digitales, sin dejar de lado el valor humano en el aprendizaje.
Además, nos habló de su faceta como escritora, una pasión que cultiva desde hace años y que ha plasmado en cuentos publicados en libros y en su blog Cuentoversia. Inspirada por lo cotidiano, el amor, el desamor y vivencias propias o ajenas, sus relatos reflejan la sensibilidad de una autora que encuentra en las palabras un refugio y una forma de explorar la vida. Esta entrevista es un homenaje a quienes, como ella, enseñan, crean y transforman desde las aulas y las letras.
Aquí la entrevista en el podcast de Lima Gris.
Cultura
Frenesí: Cuando el teatro rompe los barrotes
Puesta en escena escrita y dirigida por Herbert Corimanya plantea situaciones que retratan la realidad de los internos de un penal de máxima seguridad.

El 1 de agosto, en la Sala Tovar de Miraflores, se alzará el telón para una obra que no solo narra una historia, sino que la encarna: Frenesí, escrita y dirigida por Herbert Corimanya, llega con una carga emocional que desborda el escenario. El elenco está compuesto por hombres que no aprendieron a actuar en escuelas de arte, sino en los patios grises de penales donde el tiempo pesa más que los muros. Son ex reclusos, y cada línea que pronuncian, cada gesto que ensayan, es una reconstrucción del pasado, una forma de redención.
La trama parte de un hecho aparentemente simple: un grupo de internos recibe permiso para montar La vida es sueño fuera de la cárcel. Pero en medio de la función, uno de ellos decide fugarse. Entonces, la ficción se agrieta, el público deja de ser espectador y el teatro se convierte en espejo. Lo que sigue es un viaje a las entrañas del sistema penitenciario, donde la realidad es más absurda y brutal que cualquier libreto.

«Lo que van a presenciar es único», dice Juan Pablo Mejía, ex interno y actor. “Pocas personas conocen lo que se vive en una celda. Estar cara a cara con esa experiencia genera una angustia que solo el teatro puede traducir”.
Giancarlo Almonte, que conoció la soledad de un penal de máxima seguridad, hoy sube al escenario no como rehén de su pasado, sino como testigo de que es posible cambiar. “Este montaje es una esperanza multiplicada. Quiero que otros vean que quienes hemos cometido errores también podemos volver a empezar. Somos sobrevivientes de un sistema que muchas veces olvida que todavía somos humanos”, confiesa.
El elenco lo completan Mario Velásquez, Yaremís Rebaza, Walter Ramírez, Lía Camilo, Martín Velásquez (Marvelat), Santiago Espinoza y Christian Gonzáles. Todos, desde sus propias trincheras, hacen que el teatro se convierta en acto de resistencia y catarsis.

Frenesí no solo ha conmovido a públicos fuera del encierro. Gracias a los Estímulos Económicos para las Artes Escénicas del Ministerio de Cultura, la obra se presentó en los penales de Lurigancho y Castro Castro, frente a más de 500 internos. Ahí, bajo la vigilancia de barrotes y custodios, el teatro logró lo impensable: por unos minutos, el alma de los presos fue libre.
Cultura
Viceministra cuestionada asumirá temporalmente dirección de la DDC de Cusco
La designación de Moira Novoa Silva despierta dudas: ¿por qué recurrir a una funcionaria del entorno del ministro y no a un profesional del propio Cusco? ¿Qué se busca concretar en solo cinco días?

El ministro de Cultura, Fabricio Valencia, ha designado de manera temporal —del 9 al 13 de julio de 2025— a Moira Novoa Silva, actual viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, como encargada de la Unidad Ejecutora 002: Ministerio de Cultura Cusco. En la práctica, Novoa Silva asumirá la conducción de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco (DDC), en reemplazo del también temporal Jorge Luis Moya Cohaguila, cuya designación fue dada por concluida.

Resolución Ministerial N° 000168-2025-MC que designa a Moira Novoa Silva.
Lo que llama la atención es la brevedad del encargo: apenas cinco días. ¿A qué responde una medida tan puntual? ¿Qué se pretende concretar durante ese corto lapso con una funcionaria de confianza del ministro, y no con un profesional del Cusco?

La viceministra Novoa Silva no es ajena a la polémica. Como se recuerda, a finales del mes de mayo firmó una resolución viceministerial que redujo en más del 40% el área protegida de las Líneas de Nasca y Palpa, consideradas patrimonio arqueológico intangible. Esa decisión aún genera críticas desde sectores académicos y ciudadanos.
En medio de tensiones por el aforo en Machu Picchu, la venta de entradas y cuestionamientos por el manejo centralista del sector Cultura, esta designación temporal plantea dudas legítimas. ¿Se avecinan resoluciones clave? ¿Habrá sorpresas desde el escritorio de la viceministra?
Cultura
Mincul acepta la renuncia de la directora de la DDC de Pasco tras cuestionamientos
La arqueóloga Cinthya Gloria Cuadrao Mallqui renunció a la dirección de la DDC de Pasco, en medio de cuestionamientos del personal por su escaso impulso a las industrias culturales, la falta de apoyo a artistas locales y la ausencia de diálogo con las comunidades nativas de la región.

El Ministerio de Cultura (Mincul) aceptó la renuncia de Cinthya Gloria Cuadrao Mallqui al cargo de directora del Órgano Desconcentrado de la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC) de Pasco, función que asumió desde el 25 de junio de 2024, durante la gestión de la entonces cuestionada ministra Leslie Urteaga Peña.
La aceptación de su renuncia fue oficializada mediante la Resolución Ministerial N° 000157-2025-MC, firmada el 30 de junio por el actual ministro de Cultura, Fabricio Valencia Gibaja.

Cuadrao Mallqui es arqueóloga por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y trabajó previamente en el Proyecto Qhapaq Ñan del Ministerio de Cultura, donde estuvo a cargo de la gestión del tramo La Raya–Desaguadero, en Puno. Además, figura como accionista de la empresa Cika Construcciones Generales S.A.C. y fue socia de Imaina Consultores SAC.

Sin embargo, su gestión durante un año en la DDC de Pasco generó críticas internas. Fuentes consultadas en el Ministerio de Cultura señalan que Cuadrao Mallqui mantenía una relación conflictiva y de discordia con parte del personal, y que existieron tensiones relacionadas con contrataciones de locadores (politólogos, antropólogos y comunicadoras) cuyos resultados habrían sido insatisfactorios. También se le atribuye haber maltratado a subordinados, incluidos colegas arqueólogos.
Asimismo, indican que solicitó licencia del 16 de junio al 15 de agosto para dedicarse a su proyecto de investigación. Según información a la que tuvimos acceso, los proyectos que se desarrollaban en Oxapampa quedaron bajo la supervisión del arqueólogo Alex Guevara Liau, sin mayor participación de otros colegas especialistas como se hacía anteriormente. ¿Por qué solo se enviaba a Guevara Liau?

Otro punto crítico fue la aparente falta de coordinación con comunidades nativas, con quienes, según norma administrativa, se deben realizar mesas de trabajo para garantizar el enfoque intercultural. Además, no se habría promovido suficientemente a artistas, danzantes u otros gestores culturales de la región, lo que generó descontento en el sector.
La salida de Cuadrao Mallqui deja a la DDC de Pasco nuevamente sin una dirección estable, en un contexto donde se reclama mayor cercanía con las comunidades y el impulso real a las expresiones culturales locales.
Cultura
Entrevista: Luis Castellanos nos habla sobre su infancia, su paso por Bellas Artes y su exposición por sus 30 años de trayectoria [VIDEO]
En el nuevo episodio del podcast de Lima Gris, tuvimos como invitado al talentoso artista plástico Luis Castellanos, quien viene presentando una exposición individual en el ICPNA del centro de Lima.

Hay artistas que pintan por oficio, otros por catarsis, y unos pocos —los más raros, los más necesarios— que lo hacen como quien respira o sueña. Luis Castellanos pertenece a esa casta secreta. En el nuevo episodio del podcast de Lima Gris, conversamos con él, en medio de la melancolía y la lucidez, sobre su infancia, su paso por Bellas Artes y la manera en que la vida —esa vieja maestra caprichosa— lo fue modelando con la paciencia de un escultor.
Su más reciente exposición, La intuición de la extrañeza, presentada en el ICPNA del centro de Lima, no es solo una muestra, sino una retrospectiva íntima, donde confluyen los fantasmas y las revelaciones de treinta años de creación. En cada trazo hay una interrogante suspendida, una sospecha del mundo. Castellanos no busca retratar lo visible, sino ese temblor invisible que habita en las formas y se escapa de las palabras. Su obra es una meditación estética, un lenguaje de lo incierto, una poética de la duda.
Escuchar a Castellanos es como mirar uno de sus cuadros: uno sale distinto, con una inquietud nueva, con la impresión de haber asomado a un espejo que devuelve algo más que el reflejo.
El dato: la presentación del libro de la muestra de Luis Castellanos será el 11 de julio a las 7 pm en el ICPNA del Centro de Lima.
Aquí la entrevista completa.
Cultura
Trabajadores del Ministerio de Cultura de Cusco anuncian la toma de Machu Picchu [VIDEO]
La ciudadela inca se encuentra en una lista negra y a punto de ser tomada por los propios trabajadores del Ministerio de Cultura del Cusco ante la inoperancia del ministro Fabricio Valencia.

La problemática del Ministerio de Cultura se intensifica. No solo hay cuestionamientos contra el ministro de Cultura Fabricio Valencia Gibaja. Además, los empleados de la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco, exhaustos y humillados, claman a la presidenta Dina Boluarte que lo reemplace. Y como si el drama fuera aún poco, lo último que se sabe es que estos trabajadores planean tomar Machu Picchu. No por vandalismo, sino por desesperación. Porque el Estado los ha dejado solos, igual que al Santuario.
A esto se suma que Machu Picchu ha sido incluida en la lista negra por el portal Travel and Tour World, que recomienda no visitar la ciudadela inca.
Mediante una comunicación telefónica, Andy Ancasi, representante del Sitracas, nos da todos los detalles de lo que viene sucediendo en Cusco.
Aquí el video del programa.
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