Foto: Heraldo.es
Escribe Jorge Cuba Luque
Gentle, kindly people, people I knew –murdered.
In Cold Blood, Truman Capote
Los tres efectivos del 17e Regimiento de Paracaidistas de Montauban fueron abatidos a quemarropa, mientras retiraban dinero de un cajero próximo al cuartel del que acababan de salir uniformados aunque sin armas. Dos de los militares, el cabo Abel Chenouf y el soldado de primera clase Mohamed Legouad murieron en el acto; el tercero, Loïc Liber, soldado de segunda clase, quedó gravemente herido.
El asesino había aparecido de repente en una motocicleta, se apeó de la misma sin quitarse el casco, se acercó a los tres hombres y con una pistola les disparó sin hesitar quince balazos; acto seguido volvió a su vehículo y huyó. Los numerosos testigos del hecho, presa de estupor por las detonaciones, apenas si atinaron a llamar a los servicios de emergencia. El asesino vestía de negro y la visera del casco le cubría el rostro; manejaba el arma como un experto pistolero. Eran las 14h10 del 15 de marzo 2012 y un tibio sol acariciaba Montauban, apacible ciudad de 60 mil habitantes en el Mediodía francés.
No pasaron muchas horas antes de que el Fiscal en jefe de Toulouse (1), Michel Valet, comunicara a la prensa que había una estrecha e inquietante relación entre el crimen de ese 15 de marzo y el ocurrido cuatro días antes en Toulouse, la capital regional, apenas a 50 kilómetros al sur de Montauban: en ambos casos el calibre del arma era .45, el asesino había llegado al lugar de los hechos en motocicleta y la víctima un militar de origen árabe, el sargento Imad Ibn Ziaten, miembro de un regimiento logístico de paracaidistas. Como en Toulouse, ninguna de las víctimas de Montauban era una persona blanca: el cabo Abel Chenouf y el soldado de primera clase Mohamed Legouad eran de origen magrebí, Loïc Liber antillano. ¿Se trataba entonces de un exaltado racista?
El lunes 19 de marzo, el asesino de la motocicleta reapareció para dar un nuevo golpe, el último, pero el más abyecto y el que conmocionó a toda Francia: ese día, en Toulouse, a las ocho de la mañana, el ya calificado por la prensa de serial killer llegó al portal del colegio judío Ozar Hatorah, ubicado en un barrio tranquilo no lejos del centro de la llamada Ciudad Rosa. Descendió de la motocicleta, se acercó a un hombre que aguardaba junto a dos niños en la entrada del colegio, extrajo una pistola-ametralladora y empezó a dispararles a bocajarro hasta que el arma se trabó y sacó una pistola para ultimarlos. El hombre era Jonathan Sadler, profesor de religión de la escuela, y los niños sus hijos Arieh y Gabriel, de cinco y tres años respectivamente; de inmediato el asesino irrumpió en el patio del colegio, tomó por la fuerza a la niña de ocho años Myriam Monsonego y, sujetándola del cabello, le disparó una bala en la cabeza. El pánico alrededor era total; el individuo con un casco cuya visera le cubría el rostro y vestido de negro volvió a su motocicleta y huyó sin que nadie se interpusiera en su camino. Los cartuchos de las balas recogidas por la policía eran de calibre .45.
Las matanzas de Toulouse y de Montauban acaecieron a pocas semanas de la primera vuelta de la elección presidencial para el periodo 2012-2017. En medio de una campaña electoral en la que el debate de ideas y de proyectos políticos de envergadura estuvieron ausentes en favor de intercambios acalorados pero populistas y superficiales, los crímenes del asesino de la motocicleta desviaron durante diez días el interés de la ciudadanía y la prioridad de la cobertura mediática. Tras la matanza en el colegio Ozar Hatorah, y cuando en todo el Hexágono se temía un nuevo crimen, NIcolas Sarkozy, presidente saliente y candidato a la reelección, propuso a todos los otros candidatos presidenciales una tregua, propuesta unánimemente aceptada. Para evitar que se le reprochara beneficiarse electoralmente del protocolo a que su cargo obliga, NIcolas Sarkozy invitó a los otros nueve candidatos a asistir con él a las diferentes ceremonias de homenaje a las víctimas.
Entre tanto la DICRI(2) y la SDAT(3) efectuaban una intensa y secreta labor. En realidad, desde el crimen del 11 de marzo ambos servicios de investigación habían descartado la pista de la ultra derecha xenófoba y optado por la del terrorismo islamista vinculado a Al-Quaeda y el yihad, la guerra santa: los militares victimados por el asesino de la motocicleta no habían sido abatidos por ser de origen extranjero sino por ser miembros de las fuerzas armadas francesas, implicadas en la lucha contra los talibanes en Afganistán; en un video puesto en el sitio web Youtube por el asesino mismo, éste le gritó al sargento Ziaten justo antes de dispararle: “Tu tues mes frères, je te tue” (“Te mato porque matas a mis hermanos”), dato inicialmente guardado en extrema reserva por la policía que hizo retirar de Youtube dicho video. A esto se añade que 17e Regimiento de Paracaidistas de Montauban mantiene desde hace tiempo un contingente en territorio afgano.
Una de las primeras operaciones de la pesquisa fue escrutar las listas de individuos que en los últimos meses hubieran visitado Afganistán u otro bastión del islamismo radical. Simultáneamente se rastrearon todas las conexiones de internet que hubieran contactado la computadora del sargento Imad Ibn Ziaten quien había puesto en venta por la web una motocicleta y había concertado una cita con un joven comprador; para garantizar la seriedad de su oferta había indicado que era militar. El sargento Ziaten ignoraba que, en realidad, había concertado una cita con la muerte.
Fue así como los investigadores encontraron el IP(4) desde donde se había concertado el funesto rendez-vous. Y fue así como surgió de manera inequívoca, entre medio millar de conexiones, el nombre de un ladronzuelo de 23 años llamado Mohamed Mehrad, francés de origen argelino, cuya madre era la propietaria del IP y desde cuya computadora se concertó la cita. Otra pista clave seguida por los agentes de la SDAT fue la denuncia del robo de una motocicleta Yamaha TMAX 530 tipo scooter, denuncia registrada en una comisaría de Toulouse unos días antes del asesinato del sargento Ziaten. Este dato fue completado por el testimonio de un concesionario Yamaha de Toulouse, quien afirmó que un hombre joven se había presentado a su tienda para preguntarle cómo se neutralizaba el sistema antirrobo de las motocicletas tipo scooter modelo TMAX 530. La descripción del hombre joven era la de Mohamed Mehrad.
Mohamed Mehrad era un delincuente de poca monta con un amplio prontuario policial: ladrón de automóviles y teléfonos celulares, carterista consuetudinario, un día empezó a ejecutar sus fechorías de manera violenta, lo que terminó por costarle la prisión en dos oportunidades. Aunque era de confesión musulmana, su relación con la religión había sido hasta entonces sólo circunstancial por el hecho de que sus familiares, inmigrantes argelinos, eran musulmanes. Los testimonios coinciden en que a Mohamed Mehrad le gustaban las fiestas, salir con chicas, la cerveza, el hachís, los rodeos salvajes en los autos que robaba: prácticas opuestas a los preceptos del islam; era bien parecido y considerado como un muchacho de buen carácter. Fue en prisión donde Mohamed Mehrad experimentó el cambio de religiosidad que lo empujaría al abismo del radicalismo asesino. Fue tras las rejas donde leyó el Corán con el interés de quien busca una revelación, interés acicateado por uno de sus hermanos mayores, Abdelkader, islamista fundamentalista confeso.
Pero ya antes de las matanzas de Toulouse y Montauban el nombre de Mohamed Mehard figuraba en una lista de sospechosos de terrorismo: en dos oportunidades había viajado a Pakistán desde donde se trasladó a la ciudad afgana de Kandahar, zona en la que los talibanes tienen una fuerte presencia. Fue al dejar Kandahar que el ejército afgano lo detuvo y lo puso a disposición de la CIA la que, a su vez, lo entregó a las autoridades francesas las que terminaron por dejarlo en libertad al no encontrar ningún vínculo concreto con la nebulosa Al Quaeda. Sólo más tarde se sabría que Mohamed Mehrad había estado en los campos del yihad y recibido adiestramiento militar.
De nuevo en Toulouse, Mohamed Mehrad volvió a los robos pero empezó a distanciarse de los jóvenes como él, gamberros de origen magrebí sin oficio ni beneficio de los bloques de viviendas sociales de la ciudad. El producto de sus latrocinios lo invirtió desde entonces en la compra clandestina de armas, una de las cuales fue la pistola de calibre .45 con la que daría la muerte a siete personas.
Dado el impacto en la opinión pública de los asesinatos de los paracaidistas, el ministerio de Justicia decidió que el fiscal Michel Valet fuera secundado in situ por su homólogo de París, François Molins, por lo que ambos magistrados dieron conferencias de prensa en común como una forma de mostrar a la ciudadanía el estado de las investigaciones. Solícitos y amables con los periodistas, los dos fiscales ocultaban en sus declaraciones el verdadero estado de las mismas, aun luego de los crímenes en el colegio Ozar Hotorah.
El miércoles 21 de marzo por la tarde presidente Nicolas Sarkozy se desplazó desde París hasta el cuartel del 17e Regimiento de Paracaidistas de Montauban para rendir homenaje oficial a los militares asesinados. Las cadenas de televisión, tanto públicas como privadas, transmitieron la ceremonia a nivel nacional en vivo y directo.
Ese mismo día en Toulouse, a las tres de la mañana, bajo la supervisión en persona del ministro del Interior, Claude Guéant, el RAID (5) había desplegado 200 efectivos frente al domicilio de Mohamed Mehrad: un departamento en un pequeño edificio de la calle Sergent Vigné, situada en un barrio de clase media. Sin perder tiempo, un grupo de policías intentó ingresar por sorpresa al departamento en el que Mohamed Mehrad parecía haber estado esperándolos. La tentativa de asalto fue recibida por el asesino de la motocicleta con una ráfaga de disparos que dejaron tres agentes heridos. A partir de ese momento sobrevino una interminable espera en medio de una oscuridad total pues las autoridades habían hecho cortar la electricidad en toda la calle Sergent Vigné; de cuando en cuando un tiro disparado por Mohamend Mehrad surcaba la noche. Horas más tarde un negociador del RAID le lanzó por la ventana un walkie-talkie y se estableció un diálogo: Mohamed Mehrad se declaró comprometido con Al Quaeda y con el yihad; a pesar de ello, el joven fundamentalista prometió al negociador del RAID que se rendiría en el curso del día. Primero dijo que lo haría a las tres de la tarde, luego a medianoche pero una hora antes de que acabara ese día cambió de opinión y comunicó al negociador de RAID que no lamentaba sus matanzas, que estaba satisfecho de haber puesto a Francia de rodillas y que había decidido morir con las armas en la mano. La larga espera, sin duda consecuencia de una orden del gobierno que quería a Mohamed Mehrad vivo, llegaba a su fin.
Finalmente, a las diez de la mañana del jueves 22 de marzo, el RAID inició el asalto del departamento en el que Mohamed Mehard se había atrincherado en la sala de baño. Tras una nutrida balacera y viéndose irremediablemente cercado, el asesino de la motocicleta salió al balcón con una Colt 45 en la mano y disparando con furor a los policías, tanto a los que estaban ya en el interior del departamento, tanto a los que estaban en la calle apuntándole con sus armas de reglamento. Desde el balcón, sin dejar de disparar y sin obedecer a los policías que lo conminaban a rendirse, Mohamed Mehrad intentó saltar a un edificio colindante y recibió varios impactos de bala que, presa de frenesí, no le impidieron seguir descargando su Colt 45. Siguió disparando a matar hasta que se desplomó al recibir en la cabeza un balazo disparado con certera precisión.
NOTAS
(1)La fiscalía de Montauban depende jerárquicamente de la de Toulouse.
(2)DICRI: Direction Centrale de Renseignement Intérieur, servicio de inteligencia.
(3) SDAT: Sous-Direction Anti-Terroriste, unidad antiterrorista de la Policía Judical.
(4)IP: Internet Protocol, la dirección del titular del abono internet.
(5) RAID: Recherche, Assistance, Intervention, Dissuasion, unidad de elite de la Policía Nacional.