Se dice que el peruano tiende a ser muy «vivo» pero eso es una completa falsedad corroborada sin falta cada cinco años en las elecciones presidenciales y el resto del tiempo, incidentalmente, en episodios como los del día de hoy.
¡Prisión Preventiva, ya!», «¡Odebrecht ya «confesó» que sí financió la campaña de Keiko en el 2011!, ¡AG sí es Alan García y no Alimaña Gangster!», escribe la gente con un saludable entusiasmo que compartimos y aunque sí sería positivo para el país que esta gentuza se vea presa por tiempo indefinido debemos atender a razones jurídicas y políticas antes que emotivas porque estas son las que definen circunstancias como las que hemos propuesto.
Y, sí, sería muy positivo que estos nefastos individuos sean sancionados severamente pero antes de celebrar estos deseables actos de justicia se debe atender a algunos considerandos jurídicos y, sobre todo, políticos, toda vez que la subordinación existente entre estos términos hace que, generalmente, prevalezca el «poder» sobre la «justicia», es decir, que la preeminencia de la política sobre el derecho es una realidad aplastante, para mayor desgracia de quienes se dedican exclusivamente a la disciplina jurídica .
Los medios tradicionales ofrecen solo lo que corresponde a sus intereses mercantiles, como no puede ser de otra manera dado el envilecimiento tremendo de la sociedad peruana actual, y van desde el arrebato tácitamente celebratorio de El Comercio, pasan por el «ecuánime» señalamiento de algunas ambiguedades en La República y llegan hasta el negacionismo repugnante de medios como Exitosa y otros periódicos «chicha».
Sin embargo, en lo concreto nadie ha accedido al interrogatorio que es estrictamente confidencial, al menos, hasta que se disponga una orden de prisión preventiva. Esta confidencialidad impide que seamos exhaustivos en la interpretación de lo que sea que haya referido, ayer en Curitiba, M. Odebrecht. Además, dudo mucho que esto llegue a darse, por los motivos que expondré a continuación.
Luego, de evaluar lo filtrado por los medios de prensa tradicionales, solo nos cabe advertir la falta de méritos suficientes para que proceda el internamiento inmediato a K.F. y A.G. ya que, además, estos relamidos expertos en ser impunes no se expondrían a incurrir en ninguno de los requisitos formales de la prisión preventiva.
Independientemente de las posibilidades técnicas que nos da esta problemática, debo sugerir dos elementos concretos que robustecerían nuestra perspectiva:
Primero, un indicio no es suficiente para dar idea de una responsabilidad jurídica de modos definitivos sino que este elemento debe corroborarse con otros medios de prueba que demuestren la materialización de las acciones imputadas. En sí, aunque la medida de prisión preventiva no se refiere estrictamente al fondo del proceso sino a la garantía de que este se lleve a cabo, los elementos de convicción que estimen la comisión de un delito deberán ser fundados y graves y no unas meras declaraciones.
Segundo, no existe una fuerza política contundente a la que le interese encerrar a Keiko y a Alan. De hecho, así PPK tuviese este interés, figura más propicia a la imaginación de un Tolkien o un Robert. E. Howard que a la cruda real politik de estos días, su «gobierno» no tiene la fuerza ni la injerencia necesaria para alcanzar estos fines.
Por otro lado, no es deseable, de hecho, es lamentable, que gente adulta -ciudadanos «formados»- suponga que los casos de Gregorio Santos y Ollanta Humala pueden servir como precedentes y pese a que en los hechos sí estarían en supuestos muy próximos en razón del tipo de imputaciones y «pruebas» que sirvieron para justificar sus respectivos encarcelamientos, la «realidad» niega toda proximidad porque en estos dos casos prevaleció el intervencionismo político antes que el puro derecho.
En este sentido, el problema respecto del aprofujimorismo es que ellos mismos no serán encerrados por «sus propias manos».
Otro problema respecto de las eventuales medidas de prisión preventiva contra Alan y Keiko, estriba en una razón que sí debe afligirnos y es la falta de magistrados con una ética muy elevada y o la abundante presencia de magistrados negados para ejercer con el suficiente carácter una guerra frontal en contra de la corrupción.
Por ello, no se encontrará un juez capaz de dar un paso tan valiente y no importa para esto la supuesta independencia y al criterio «insobornable» que debería tener cada magistrado, en primer lugar por la posibilidad de sobornos, chantajes, seducción- ofrecimiento de beneficios de todo tipo- o, inclusive, por el miedo que puede derivarse de los dos «máximos» representantes de los dos movimientos políticos más nefastos que el Perú ha padecido en los últimos 30 años.
También, se debe considerar que no existe un mérito jurídico absoluto en una declaración y esta para servir de fundamento a una prisión preventiva o a algún tipo de sanción deberá cotejarse y robustecerse con medios de prueba adicionales como otras declaraciones y, sobre todo, por objetos concretos que acrediten la materialización de las conductas imputadas. En el caso contrario, se estaría en una flagrante vulneración de los derechos de todo aquel que se ve involucrado en el ámbito del Poder Judicial, circunstancia usual para la mayoría de la población que no puede pagar a un buen abogado ya sea para que haga cumplir el respeto debido a sus derechos o para que sepulte y haga inservibles los derechos de la parte contraria, ya sea este un particular o el mismo Estado, y del todo inusual en individuos con la suficiente «capacidad adquisitiva», etc.
Claro está que la inexistencia de un mérito jurídico exhaustivo no ha servido antes para impedir el perjuicio de los derechos de diversos procesados como los que hemos señalado y, también, es claro que en esos casos el poder prevaleció sobre la justicia.
Si hubiera un solo magistrado que se atreviera a ser justo sería un gran día para el país.
Si hubiera un solo medio de prensa que informara y procesara la información para el beneficio de la ciudadanía y no solo para el incremento de sus arcas sería un gran día para el país.
Si hubiera solo un hombre bueno en la ciudad abominable se detendría la hecatombe.
Escribo esto y soy consciente de lo paradójico, injusto y absurdo que es el Perú actual. Mas, precisamente, estas razones son suficientes para insistir en la lucha por instaurar una prensa que, de verdad, sirva a la gente.