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Opinión

Los Hijos de Caín

(Un poema a la bondad humana)

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Por Aldo Gaspary

El mundo es de los ganadores, de los hijos de Caín[1], los que “la saben hacer”, a ellos pertenecen los cielos y la tierra, ellos son los que se sentarán a la diestra del padre, es por eso que, en este mundo, su lugar se encuentra a la diestra. De ellos es este mundo, de los codiciosos, de los que saben mentir, especialmente, para beneficio propio, de aquellos que carecen de escrúpulos para cometer, acaso, fratricidio, o lo que haga falta, con tal de incrementar su dominio, aquél que le falta reparo alguno para cometer su fechoría, porque sólo hay que pensar “en el beneficio propio”, ya lo dijo Rand. Es el hombre codicioso; aquel que tiene el valor de sentirse superior y con más derecho que su propio hermano y, por ende, se siente con derecho (y se lo da a sí mismo) de ponerse por encima, en tanto que sólo los superiores son capaces de mandar, justamente esto es indicio de su propia superioridad respecto del resto. El dominio, como el nombre indica, es la cualidad de los señores, los que mandan, gente de bien. Dicha pertenencia al reino de los cielos que aludo líneas arriba Dios se las tiene prometida, es, pues, por designio divino, derecho que, en tanto señores, ellos mismos se lo dan y reciben, doble acción en una, y en tanto que tal, eso les da derecho a mandar, robar, mentir –la mentira es signo de superioridad; esta demanda un mayor esfuerzo, un mayor gasto de energía, denota, por ende, mayor fortaleza, vitalidad, virilidad, es decir, más virtud y superioridad-. Un señor, por el hecho de serlo, tiene derecho a todo lo que su voluntad le cante, esta realidad lo licencia a transgredir, violentar, negar, etc. cualquier vida y voluntad que pueda ser, en algún sentido, un estorbo u obstáculo de su propio deseo y proyecto, pero también, por simple capricho o diversión, de la misma manera como podría hacer un gato con un ratón. Y, si es que estos comportamientos conllevaran algún tipo de censura y embarazo que pudieran ir en contra de tales propósitos, la discreción es un elemento que se debe tomar en cuenta. En resumen, para los señores, todo vale.

Nadie me venga con hipocresías, ¿quién no quisiera tener más poder? ¿qué?, ¿sueno sociópata? No me hagas reír, así somos todos, la ética es un invento de los perdedores, de los débiles, de las víctimas de los más listos, aquellos que eligen (y pueden) ser tiburones, los demás, o bien son unos pánfilos, o bien lo suficientemente débiles como para dejarse violar, robar, matar, etc. Su debilidad los hace merecedores de la condición de víctima de los señores, los que mandan, los fuertes, que, a su vez, en tanto que fuertes, naturalmente superiores, y en tanto que tales, con derecho a pisotear los “derechos” de los débiles. Esta altura nata, este derecho natural para pisotear los derechos ajenos se lo otorga su propia capacidad para hacerlo. Derecho que la Vida, diosa que, al observar lo que sus hijos preferidos hacen, aquellos cuyo padre es Caín, se alegra, regocija y premia con la bienaventuranza, en este mundo y el próximo, y castiga a las víctimas de aquellos, que place de sumir en vidas miserables, incluso con la muerte, como fue el caso de su padre, Abel; el padre de los perdedores de la vida, las víctimas de los elegidos por Dios. Los hijos de Caín han nacido para mandar, ese es su derecho, y nadie tiene, por ende, derecho a cuestionar sus mentiras y ofensas; los débiles, los inferiores no tienen derecho a desmontar sus mentiras, a analizar sus palabras, ellos deciden lo que es y lo que no es, deciden que ellos son superiores y aquellos inferiores, que ellos tienen más derechos y aquellos, menos. La justicia no puede ser para todos por igual; todos somos diferentes, y los más codiciosos, los más mentirosos, los más traidores, aquellos que reconocen con sinceridad su propio egoísmo sin avergonzarse, en resumen, los más fuertes, los más vivos, tienen más derechos y la justicia de cualquier nación, por eso, es más indulgente y permisiva con ellos y, en cambio, es, y debe ser, severa, implacable con aquellos que se han visto vulnerados en sus derechos. La justicia, en ese sentido, colabora con la propia naturaleza para favorecer y beneficiar la existencia de los fuertes, de los elegidos y, en cambio, ayuda a promover (y así debe ser) la ruina y destrucción de las vidas débiles, hay que castigarlas porque son las perdedoras, porque “han fracasado”, hay que “hacerlos meditar” acerca del error que significan sus vidas. Pero tampoco sería bueno destruirlos definitivamente, es necesario que exista lo malo, al menos, en alguna medida, como contraparte de lo bueno, de lo señorial, es necesario que los fracasados existan porque, de lo contrario, el fuerte no tendría a quién poder humillar, robar, despojar, timar, pisotear, etc. El untermensch es, pues, necesario, para que pueda sobresalir la superioridad del Señor, de aquel que manda por derecho natural y designio divino, de la misma manera que es necesario el contraste entre las luces y las sombras; si todo se encontrara iluminado no se distinguirían los contrastes, los matices, las formas, así también lo malo se justifica por lo bueno.


[1] Aunque más apropiado sería denominarlos: “Los hijos de Sion” o “Los hijos de Atlas”

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Las malas artes del ministro Fabricio Valencia Gibaja

Lee la columna de Edwin Cavello

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Desde su nombramiento como ministro de Cultura en septiembre de 2024, Fabricio Valencia Gibaja ha estado en el centro de diversas controversias que han puesto en duda su capacidad para liderar una institución encargada de preservar y promover la identidad cultural del país. A pesar de ser cusqueño, el mayor rechazo a su gestión precisamente proviene de la ciudad imperial.

Uno de los episodios más polémicos fue su manejo de la obra teatral «María Maricón», presentada por la PUPC. La pieza, que generó una ola de rechazo por parte de diversos sectores religiosos, fue calificada como «espectáculo público cultural no deportivo» por una resolución emitida por la Dirección General de Industrias Culturales. Valencia Gibaja, al enterarse de la decisión, calificó el acto como un «error administrativo» y anunció el inicio de un proceso de nulidad, además de la renuncia de la funcionaria responsable. Sin embargo, la falta de supervisión previa y la tardanza en la respuesta evidencian una gestión reactiva más que proactiva.

Otro punto crítico ha sido la ejecución de proyectos faraónicos sin una planificación adecuada. Se destinaron 500 millones de soles para la construcción de un museo en Pachacamac. Un elefante blanco sin estudios previos sobre accesibilidad ni proyecciones turísticas, en un contexto donde el patrimonio cultural del país sigue siendo vulnerable y desprotegido. Durante la gestión de Valencia, el MUNA sigue sin ser inaugurado.

Dentro de su paupérrima gestión, también ha mantenido en el Mincul a funcionarios que arrastran investigaciones fiscales por presunta corrupción, y ha llenado el ministerio de allegados mediocres que mantiene mes a mes mediante órdenes de servicio.

El caso de la señora Shirley Hopkins es solo una muestra del manejo oscuro de los recursos públicos. Además, la reciente reducción del perímetro de las Líneas de Nasca. Fuentes del Ministerio de Cultura aseguran que la Resolución Viceministerial de las Líneas de Nasca habría sido una negociación política para mantener al ministro Fabricio Valencia en el cargo. Esto se sostiene con el apoyo de congresistas, tras el reciente escándalo de las órdenes de servicio a favor de Shirley Hopkins.

Finalmente, la gestión de Fabricio Valencia Gibaja se caracteriza por una serie de decisiones polémicas, presunta corrupción y favores políticos, todo esto sin importar la destrucción de nuestro patrimonio arqueológico.

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Una ballena en el desierto, o sobre una película de Mario Castro Cobos

Lee la columna de José Emilio Caro

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Por José Emilio Caro

Cuando me dirigí a la presentación de Paisaje social de Lima, me encontré con algunas personas del gremio de historiadores. Conversaban y esperaban en el Parque Kennedy. Alguien me mencionó que le incomodaba venir a Miraflores:

—Todo lo que ves aquí es una ilusión— dijo.

Lo miré sorprendido, pues, en general, tengo esa impresión, pero del mundo en su totalidad… Salvo el mar, por supuesto.

La presentación discurría sobre un acercamiento a Ricardo Palma. Revisé el libro y medité: en vez de seguir la corriente imperante en su tiempo, el romanticismo, Palma decidió trabajar sobre las tradiciones, mirando atrás, a la colonia, como referente. Enfocó su obra en las tradiciones orales urbanas. Quizá evitó abrazar el romanticismo porque vio la necesidad de cohesionar al colectivo bajo un discurso común. Decir que fue alguien que simplemente registró estas historias es un error: Palma hizo de las tradiciones su propio lenguaje, dotándolas de una voz auténtica y excelsa. Su obra-lenguaje trasciende hasta nuestros días.

Me despedí de los ponentes y del autor, Wilfredo Kapsoli. Luego me dirigí al encuentro de una película.

Una ballena estaba cantando con un ritmo solitario.

No pude negarme a una invitación para ver cine comercial. Era una de esas películas que se repiten. El boleto decía: Karate Kid: Legends. Terminé intoxicado. Me excusé para salir antes de soportar las dos horas completas de tortura.

Era preciso desintoxicarme de aquella película comercial. Pensé primero en ver algún corto de David Lynch; sin embargo, su partida aún dolía. En mi ordenador, me decidí por un largometraje de autor: Una ballena gigante, una ballena blanca, en la niebla. Mario Castro Cobos nos entrega un filme que sería su trigésimo quinto.

¿Qué es una novela?

¿Qué es una película?

No lo sé. Pero lo que sí sé es que deben conmoverme; de lo contrario, existe una bendición: el olvido.

La composición del arco argumental radica en el silencio de sus personajes. Relata lo que llamaríamos historias de viajes: una de amor, otra de la ciudad. Todo desde la perspectiva de la comunicación no verbal. Este será su pilar narrativo, invitando al espectador a interpretarla desde su propia subjetividad, buscando referentes de forma lúdica y apostando por las ideas, es decir, creando su propia estética. Las escenas, en mi humilde opinión, son unidades de sentido completas e interdependientes, que forman las secuencias del macrorrelato.

Las sensaciones que dejan las imágenes y el sonido en el auditorio son variadas: suavidad, rugosidad, naturaleza, sonido, ruido, silencio, inocencia.

El filme tiene una arista que apunta a recordarnos que el lenguaje humano es, en gran medida, no verbal: entre un 60 % y un 93 %, dependiendo del contexto y del tipo de comunicación. Es probable que sea incluso más, ya que, en nuestra actualidad, la cultura de masas está apegada a las apariencias.

En el filme existen personajes con voz, como los niños o la escena donde una figura de autoridad los conmina a desalojar un área verde. ¿La falta? Recostarse sobre la hierba, estar tumbado bajo el sol en una plaza. Esto nos habla de una ciudad que norma los espacios públicos y dicta cómo debe comportarse el individuo, privándolo de su libertad física.

Dentro de los personajes que están dispuestos en la arquitectura del largometraje, el ojo (panóptico) o la cámara es también un personaje. Es un narrador-testigo que construye esta ciudad idílica. En lo privado, dentro de un medio de transporte, regresando de Cajamarca, los niños tienen voz. La inocencia se escapa o se conserva, quizás apuntando a la imaginación como escape.

Claro, ¿alguna vez viste una ballena? Un pez con pulmones. ¿Sabrán los niños que las ballenas caminaron por la tierra y luego volvieron al mar? ¿Cómo no imaginarlas volando? Seres gigantes en el cielo, como nubes. Así, el filme de Mario es ‘elefantástico’: una delicada ballena que silba, de vuelta al desierto de Lima.

Película

Más películas

https://www.youtube.com/@marszproject7155/videos

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Entre la nada o el amor

Lee la columna de Julio Barco

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De la tierra del tango y de Borges, de Charly García y Juan L. Ortiz, nos llega la cadencia libérrima de la poesía de Orlando Valdez.

Hablemos sin preámbulos de La cobardía del silencio (Laborde Libros Editor, 2017). Aquí el poeta muestra su identidad, sus tristezas y esperanzas. Poetiza: “y estoy muriéndome niño/ porque niña es mi muerte/ morir/ morir lentamente/ del jamás morir/ morir/ infinita dolencia” (pág 13). Ese callar no es místico: es un cuerpo bullicioso, que grita de verso en verso: “y estoy aquí pudriéndome/ en la sombra de una foto” (pág 15).  Estos versos breves son tránsitos de túneles existenciales, donde la sombra se fusionan para condensarse en un lenguaje crepuscular. 

Sin embargo, surge la luz de los cuerpos. Así entramos a Zedlav (Laborde Libros Editor, 2020). Trabajo que fusiona la delicadeza lírica con un reflexivo ejercicio sobre la mística amorosa. Los cuerpos se juntan, se funden, se descuartizan (¿acaso un eco de Girondo?) y se vuelven piel o símbolo: Temblar y temblando/ estremecer / estremecer/ vos tan yo de vos/ yo tan vos de mi (pág 17) Las palabras no son sino el sudor y el eros: una erotización del instinto.

     En ese sentido, la obra de Valdez nace del gozo y es gozo textual: así, florece el lector y la palabra es un saltamontes en la música rutinaria. Es así que se consigue el fuego, el ardor vital de los amantes: con ardor / ardor ardor / sin mañana/ sin traición (pág 72). Y lo que nace del fuego es verdad; y la verdad es belleza. Así la verdad de sus poemas al reivindicar la ternura de los sentimientos, nos humaniza y enriquece.

    Si en La cobardía del silencio hay apenas un ápice de salida, en Zedlav todo se renueve y germina: la palabra entonces chamusca la piel y la mente. Del primero, se siente la lucidez del aforismo; las calles argentinas, tal vez una esquina donde venden empanadas y la garúa mana; y del segundo, la ternura y los diminutivos. Alzando nuestras copas llenas de vino, celebremos la poesía de Valdez.

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¿Qué pensaría Jean-Luc Godard de Cosmic miniatures, de Alexander Kluge?

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Por Mario Castro Cobos

Aquí lo que me respondió la IA (el chat GPT) sobre la pregunta que me obsesiona.

Tanto Godard como Kluge fueron (¿fueron?, ¡son!) figuras centrales del cine moderno europeo, profundamente influenciadas por la teoría crítica, en especial por la Escuela de Frankfurt, y comprometidas con una forma de cine ensayístico, fragmentario y político.

Claves

1. Fragmentación como forma.- Godard valoraba la discontinuidad narrativa y el montaje como forma de pensamiento. Cosmic Miniatures está compuesto por microensayos audiovisuales —una constelación de ideas más que una historia lineal—, algo que seguramente Godard encontraría estimulante. Él mismo practicó este tipo de montaje en sus obras más tardías, como Histoire(s) du cinéma o Adieu au langage.

Posible pensamiento godardiano: “Kluge no hace cine para contar historias, sino para interrogar el mundo. Eso es cine, no televisión.”

2. Pensamiento filosófico y político.- Ambos comparten una visión crítica de la historia y de la modernidad. Kluge se apoya en fuentes como Kant, Marx, Benjamin y Adorno; Godard también, especialmente en sus últimos trabajos. La dimensión cósmica de Cosmic Miniatures podría interesarle a Godard en tanto rearticula preguntas sobre el lugar del ser humano en la historia, la técnica y el conocimiento.

Godard podría decir: “El cosmos no está en el cielo, está en los huecos del montaje.”

3. Crítica a los medios y la imagen.- Kluge desmonta el lenguaje de los medios en Cosmic Miniatures, algo que Godard también hizo durante décadas. Ambos sospechan de las imágenes espectaculares y buscan la verdad en la discontinuidad, en la duda, en lo que no se ve.

Paralelismo: En vez de hacer una imagen “bella”, ambos buscan una imagen “crítica”.

4. Colaboración con el pensamiento.- Kluge trabaja con científicos, filósofos, e incluso IA en sus obras. Godard también dialogaba con el pensamiento filosófico, aunque con un tono más lírico y opaco. Podría haber visto en Kluge a un “hermano del ensayo”, aunque tal vez lo habría encontrado demasiado discursivo o explicativo.

Conclusión.- Godard probablemente habría respetado profundamente Cosmic Miniatures, aunque quizás también la habría visto como una obra más “intelectual” que “cinematográfica” según sus propios estándares. Pero sin duda, la reconocería como una obra comprometida, radical y libre, y eso para Godard siempre fue lo esencial.

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Concepción Carhuancho: el juez que pone a los poderosos tras las rejas

A diferencia de otros jueces, Concepción Carhuancho enfrentó a expresidentes, líderes políticos y empresarios intocables. Su firmeza e imparcialidad lo convirtieron en blanco de campañas de desprestigio e intentos de recusación orquestados por quienes ven en su independencia una amenaza al sistema de impunidad.

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El juez tarmeño Richard Concepción Carhuancho se ha convertido en una de las figuras más emblemáticas y persistentes en la lucha contra la corrupción en el Perú. Desde los primeros coletazos del caso Lava Jato, su nombre ha sido sinónimo de firmeza judicial y de voluntad de enfrentar a quienes, desde el poder político y económico, han saqueado el Estado. Pero esa misma determinación lo ha puesto en la mira de fuerzas fácticas que no perdonan: empresarios millonarios, políticos influyentes, y operadores mediáticos que prefieren ver a jueces sometidos, timoratos, y no a independientes.

A diferencia de otros magistrados, Concepción Carhuancho ha trazado una línea de acción que ha incomodado a los actores más poderosos del país. Ha dictado prisión preventiva contra expresidentes corruptos como Alejandro Toledo y Ollanta Humala, actualmente sentenciados y recluidos en el penal de Barbadillo. Y también contra figuras emblemáticas del fujimorismo como Keiko Fujimori, y contra poderosos empresarios que antes eran intocables, como los primos José Graña Miró Quesada y Hernando Graña. Su imparcialidad y tenacidad lo han convertido en blanco de campañas de desprestigio, denuncias administrativas e intentos de recusación, como el impulsado por el investigado Jaime Yoshiyama.

En 2018 Concepción Carhuancho dictó prisión preventiva contra Keiko Fujimori.

Lo que está en juego aquí no es solo el destino de un juez incómodo, sino la posibilidad de que el Perú cuente con un sistema de justicia independiente que no se arrodille ante el grotesco poder económico ni ante la maquinaria política que busca impunidad.

Apresó a presidentes y millonarios

El historial de decisiones del juez Concepción Carhuancho habla por sí solo. El 9 de febrero de 2017, ordenó 18 meses de prisión preventiva para el expresidente Alejandro Toledo, acusado de recibir sobornos por más de 20 millones de dólares de Odebrecht a cambio de la licitación de la Carretera Interoceánica Sur. Hoy el corrupto Toledo Manrique cumple condena en el penal de Barbadillo.

Juez Concepción Carhuancho ordenó prisión a expresidente Alejandro Toledo.

Ese mismo año, el 13 de julio, el juez dictó prisión preventiva contra el expresidente Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia, por haber recibido aportes millonarios de las empresas brasileñas Odebrecht y OAS. Ambos han sido sentenciados a prisión, aunque Heredia se encuentra prófuga en Brasil.

Ollanta Humala y Nadine Heredia fueron sentenciados por corrupción.

Pero uno de los golpes más simbólicos fue el que alcanzó a los intocables del empresariado. En diciembre de 2017, Concepción Carhuancho dictó 18 meses de prisión preventiva contra los omnipotentes José Graña Miró Quesada, Hernando Graña y otros ejecutivos de empresas socias de Odebrecht. La Fiscalía señaló que habían entregado sobornos al entonces presidente Toledo. Era un hecho inédito; el poder económico enfrentaba por primera vez una celda.

Como era de esperarse, la reacción del sistema ‘protector del poder’ no tardó. En marzo de 2018, la Primera Sala Penal de Apelaciones revocó la medida y liberó a José Graña, cambiando su prisión por comparecencia simple. Poco después, fue excluido del proceso penal del caso Metro de Lima, gracias a su estatus de “colaborador eficaz”. La justicia parecía volver a su cauce habitual: indulgente con los poderosos.

Juez Concepción Carhuancho dictó 18 meses de prisión preventiva contra el omnipotente José Graña Miró Quesada.

Prisión contra el crimen organizado

La acción de Concepción Carhuancho no se limitó a la esfera política o empresarial. También enfrentó al crimen organizado. En 2015, dictó 18 meses de prisión preventiva contra Gerald Oropeza, alias “Tony Montana”, y contra Gerson Gálvez Calle, alias “Caracol”, ambos cabecillas del narcotráfico en el país. En 2017, impuso la misma medida contra Pedro Pérez Miranda, conocido como “Peter Ferrari”, vinculado al lavado de dinero a través de la exportación ilegal de oro.

En 2014, también ordenó la detención del entonces gobernador regional de Áncash, César Álvarez, por el caso «La Centralita». Álvarez fue luego condenado a 19 años de prisión. Cada uno de estos casos reafirma el perfil de un juez que no hace distinciones entre políticos, empresarios o criminales. Aquí no se trata de poner las manos al fuego por Concepción Carhuancho, porque sus acciones podrían ser perfectibles. No obstante, a través de ellas en los últimos años podemos colegir que su norte es la legalidad, aunque esta incomode.

El poder lo contraataca

En enero de 2020, el juez Richard Concepción Carhuancho ordenó prisión preventiva contra el exalcalde del Callao Juan Sotomayor y el excongresista de Fuerza Popular Víctor Albrecht, por corrupción en el caso de la empresa municipal ‘Slimp Callao’. Más recientemente, en noviembre de 2024, dictó detención preliminar contra Nicanor Boluarte, hermano de la presidenta Dina Boluarte, y contra su abogado Mateo Castañeda, por organización criminal en el caso “Los Waykis en la sombra”.

Concepción Carhuancho dictó 36 meses de prisión preventiva contra Nicanor Boluarte, hermano de la presidenta.

Ante semejante prontuario de decisiones contra figuras influyentes, no sorprende que el sistema intente neutralizarlo. La ofensiva más reciente ha sido la difusión de un audio donde supuestamente el juez emitía opinión anticipada. Sin embargo, Concepción Carhuancho ha salido a desmentirlo con firmeza: “Ese audio es falso, trucho, es bamba. Ha sido creado con la finalidad de desprestigiarme”, declaró en una emisora local.

La fabricación de pruebas y la guerra sucia no son nuevas en contextos donde se quiere destruir a quienes tocan intereses prohibidos.

La consigna es deshacerse de Concepción Carhuancho

Retirar al juez Richard Concepción Carhuancho de los casos más sensibles no solo busca frenar procesos. Envía un mensaje de advertencia a todos los jueces del país: “quien ose enfrentar al poder será removido”. Se trata de un intento de restaurar un orden perverso donde los ricos, los políticos corruptos, los mineros ilegales y los narcotraficantes operan con total impunidad, sabiendo que el sistema judicial está a su servicio.

Las fuerzas que desean verlo fuera no se limitan a lo legal. Son políticas, empresariales y mediáticas. Actúan en las sombras, con recursos, influencias y conexiones que operan para construir impunidad. Lo que está en disputa no es el cargo de un juez, sino el principio republicano de que nadie está por encima de la ley.

A Concepción Carhuancho coloquialmente le llaman: el “juez canero”.

El Perú, con todas sus heridas institucionales, no puede permitirse perder a los pocos jueces que todavía creen en la justicia como un bien público, y no como una mercancía negociable. Cautelar la labor de Concepción Carhuancho no es defender a un magistrado; es defender la posibilidad de un país distinto.

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Llegaron, nos mecieron y se fueron: La indignante farsa de la Comisión Multisectorial en Pataz

Lee la columna de Jorge Paredes Terry

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Por: Jorge Paredes Terry

La comisión multisectorial enviada por el gobierno fue una farsa. Vinieron, hablaron bonito y se fueron, dejando tras de sí la misma miseria y desesperación. No les importó tocar el tema que toda la Provincia clama, la eliminación del Decreto 060-2025, ni la reactivación de la minería, actividad que es el sostén de la vida de Pataz. Sus discursos fueron una burla, una ofensa a nuestra inteligencia y al sufrimiento de miles de familias.

La indignación recorre las venas de Pataz. La comisión multisectorial del gobierno, enviada con la promesa de soluciones, se ha convertido en un insulto a la inteligencia y una bofetada a la desesperación de su pueblo. No solo fallaron en abordar los problemas reales, sino que se burlaron de las necesidades urgentes de la provincia con discursos vacíos y promesas huecas.

¿Qué hicieron? Nada. Mientras la población clamaba por la derogación del Decreto 060-2025 un decreto criminal que ahoga la economía local y la reactivación de la minería artesanal, la columna vertebral de la economía de Pataz, la comisión se dedicó a un teatro de apariencias. Sus palabras, sin base ni contenido, se desvanecieron sin dejar rastro de soluciones concretas.

Este nuevo desprecio, esta burla descarada, ha desatado la furia contenida. Las rondas campesinas, las comunidades, las asociaciones de mineros artesanales y las autoridades locales han llegado a un punto de inflexión. La amenaza de un paro general indefinido en toda la Provincia ya no es una amenaza, es una promesa. Ni un solo gramo de oro saldrá de Pataz hasta que el gobierno derogue el decreto 060-2025 y reactive las actividades mineras.

¿Cómo puede el gobierno paralizar una provincia entera por su incapacidad para combatir la delincuencia? ¿Acaso la minería artesanal, fuente de sustento para miles de familias, debe ser sacrificada para tapar la ineficiencia gubernamental? La respuesta es un rotundo NO.

Pataz no se rendirá. La lucha por la supervivencia, por el derecho al trabajo y al desarrollo, continúa. El silencio cómplice del gobierno solo fortalecerá la determinación de un pueblo que exige justicia y soluciones reales, no farsas multisectoriales. El grito de Pataz resuena con fuerza: ¡Deroguen el Decreto criminal 060-2025! ¡Reactiven la pequeña minería o Pataz se levanta!

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Pendejos, achorados y cobardes

Lee la columna de Tino Santander

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Por Tino Santander

Hace dos días que acabo de volver del Cusco. Encontrarme con mis viejos amigos es un placer; conversar con la prensa aguda y mordaz es un ejercicio dialéctico al que estoy acostumbrado desde muy joven. Sin embargo, lo que más me impactó es el grave proceso de deterioro de la ciudad: parece un inmenso pueblo joven, lleno de autos que hacen de la vida cotidiana un desorden insoportable. Nada en el Cusco está organizado ni funciona. Los gobiernos locales y regionales van dando palos de ciego a ver si les sale una. La improvisación, la informalidad y la insensatez guían la política cusqueña.

Una característica de este sombrío panorama la comprobé cuando observé que los cusqueños están desconectados del Cusco oficial, que todos los días es criticado y vilipendiado por la prensa regional. El parlamento, el gobierno, los partidos políticos y los movimientos regionales son despreciados con la pasión militante del odio. Me atrevería a señalar que, en las próximas elecciones fraudulentas del 2026, ganará el voto nulo y en blanco. Nadie entiende por qué tenemos cuarenta y tres partidos políticos, muchos de ellos organizados con firmas falsas y comités fantasmas. Ningún cusqueño con los que conversé votará por estas membresías del fraude y la corrupción.

La paradoja de esta desconexión con la “clase política cusqueña” se expresa en que la inmensa mayoría de cusqueños se refugia en su trabajo cotidiano, en su vida familiar, en sus estudios. He visto en los mercados, en las calles, en la universidad, el entusiasmo de trabajar y estudiar para salir adelante. La gente sabe que la vida familiar, los amigos y las fiestas jubilares son de ellos; que el futuro y el progreso están en sus manos; que el reto de vivir en el Cusco solo les compete a ellos, a pesar de los corruptos del parlamento, de las mentiras del gobierno y de la incompetencia de la clase política regional. Ellos sienten que es mejor estar en ambientes sanos que participar en política o comprometerse con el desarrollo regional y nacional, al que ven como el territorio del hampa organizada.

Sin embargo, la conversación con el historiador César Chacón es la que más vueltas me da en la cabeza. César inspiró el título de este artículo cuando me dijo:

“He leído tus artículos y ensayos sobre los pendejos y achorados. Estoy de acuerdo en la definición sociológica y antropológica de ambos personajes, que atraviesan toda la estructura de la sociedad peruana. El primero saca ventaja personal en cualquier circunstancia de la vida. Sin pendejada, nada se hace. El achorado, el agresivo, el laqlay (fanfarrón), lo vemos todos los días en los medios de comunicación hablando sobre el Perú, queriendo imitar a Bukele, a Milei, al pobre diablo de Evo Morales. Me parece que te has olvidado de otro sujeto social: los rosquetes, esos cobardes que dejan el Perú y el Cusco en manos de los que tú llamas los podridos.”

—¿Tú crees que somos un pueblo de cobardes?

—Sí, porque no podemos dejar en manos de esta gente el destino del Perú. ¿Dónde están tus llamados y escritos sobre la insurgencia democrática, sobre la movilización popular y la revolución social que tumbe a estos podridos y, a través de una junta de notables, se convoque a elecciones limpias, que suspenda el proceso de regionalización corrupto, que se recupere el territorio del crimen organizado bajo las banderas de la minería informal y otras pendejadas de los corruptos? Recuperar el territorio para recuperar los recursos naturales con nuevos contratos. Todo lo demás es rosquetería caviar, medias tintas derechistas.

—De acuerdo, pero no somos un país de rosquetes, como tú dices. La historia lo demuestra: recuperamos el Perú después de la guerra civil con Chile, de la locura de Sendero; salimos de dictaduras y de lo más infame, como el gobierno de Vizcarra. NO somos un pueblo de rosquetes y te aseguro que el Perú va a ir a una insurrección democrática de las clases medias, los emprendedores del campo y la ciudad, que transformará el país. El pueblo no es tonto.

—Mira, Tino, no estoy seguro de eso. Voy a cumplir ochenta y cuatro años y conozco el Perú mejor que nadie. Ahora está cómodo, amordazado por las redes sociales, embrutecido en alcohol, en fiestas populares sin sentido. Antes era la prensa reaccionaria la que influía, pero tenían la resistencia de los movimientos populares que estaban en el Apra y en la izquierda; eso no existe. No hay nada, ni nadie, y sin políticos reformistas solo queda la derecha y la media tinta de los rosquetes. Así que agrega ese nuevo personaje o sujeto social a tu análisis.

No creo que los rosquetes sean mayoría en el Perú. Ojalá, César, esté equivocado y pronto la inmensa mayoría se rebele y promueva la insurrección democrática para cambiar el Perú.

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Chinchero le cuesta al Perú US$91 millones ¿y aún hablan de candidaturas?

El Estado peruano pagará caro por el caso Chinchero. El Tribunal de Quiebras de EE. UU. ha habilitado la ejecución de un laudo millonario. Mientras tanto, quienes impulsaron la fallida ‘adenda’ ya están en campaña electoral. ¿Dónde queda la ética pública? ¿Nadie va a responder por esto?

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Solo en el Perú puede darse este espectáculo chocante: Fiorella Molinelli, expresidenta de EsSalud y hoy precandidata presidencial por el partido ‘Fuerza Moderna’ —ya inscrito en el JNE—, ha comenzado a dar visos de su campaña política con total desenfado. A la par, el expresidente Martín Vizcarra, inhabilitado por el Congreso y excluido del padrón de su propio partido, ‘Perú Primero’, sigue recorriendo medios, plazas y encuestas como si nada. Hasta se permite celebrar los recientes —y dudosos— sondeos que lo colocan a la cabeza de la intención de voto. ¿Hasta cuándo seguiremos normalizando la desvergüenza?

Ambos personajes, lejos de rendir cuentas por sus decisiones cuestionadas, se reposicionan políticamente como si su paso por el poder no hubiera dejado huella alguna. Pero la realidad es otra: ha surgido una huella millonaria. Gracias a sus oficios —y omisiones—, el Perú deberá pagar 91 millones de dólares al consorcio ‘Kuntur Wasi’, por el fallido contrato del aeropuerto de Chinchero.

Hace un mes, el Tribunal de Quiebras del Distrito de Columbia (EE.UU.) declaró en rebeldía al Estado peruano por no responder a tiempo una demanda internacional. El consorcio ‘Kuntur Wasi’ ya quedó habilitado para ejecutar medidas coercitivas sobre activos del Estado en territorio estadounidense. Una vergüenza jurídica y diplomática.

Pese a todo, Vizcarra dio en concesión proyecto de ‘Aeropuerto de Chinchero’ a consorcio surcoreano KAC.

Perú pagará $91 millones de dólares a ‘Kuntur Wasi’

Claro, tanto Molinelli como Vizcarra intentarán lavarse las manos. Dirán que no fue su culpa, que la anulación del contrato fue decisión del exministro de Transportes Bruno Giuffra. Pero esa es solo media verdad. Porque si ellos no hubieran firmado la adenda cuestionada que alteró sustancialmente las condiciones del contrato original—trasladando el riesgo económico al Estado peruano—, no habría existido un litigio internacional ni sanción del CIADI. La única raíz del problema está ahí, en esa decisión política que hoy cuesta 91 millones de dólares a todos los peruanos.

La historia es clara. El 3 de febrero de 2017, bajo el mandato del hoy expresidente—procesado por corrupción—Pedro Pablo Kuczynski, y a órdenes del entonces ministro de Transportes Martín Vizcarra, la viceministra Fiorella Molinelli estampó su firma en una adenda hecha a medida del concesionario. La Contraloría no tardó en denunciar que el documento no se ajustaba al marco de Asociaciones Público-Privadas (APP), pues hacía que el Estado asumiera el financiamiento del proyecto, exonerando de obligaciones al consorcio ‘Kuntur Wasi’, perteneciente a los ‘amigos’ de PKK.

Por eso, en 2019, la Fiscalía formalizó una investigación preparatoria contra Molinelli por el presunto delito de colusión agravada. También se incluyó a otros funcionarios y representantes del consorcio. La sombra de la presunta ilegalidad sigue vigente, pero no parece pesarles. Ni a ella, ni a Vizcarra, ni a quienes hoy los acompañan.

Fiorella Molinelli y Martín Vizcarra.

Y aquí viene la pregunta incómoda: ¿Dónde queda la ética en la política peruana? ¿Basta con no tener ‘sentencia firme’ para lanzarse a una elección? ¿Seguiremos degradando el principio de ‘presunción de inocencia’ hasta volverlo un salvavidas para el cinismo?

El país necesita liderazgos nuevos, pero también necesita memoria. Porque mientras olvidamos, ellos regresan. Y con ellos, los mismos errores —ahora más caros que nunca.

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