Mario Vargas Llosa acaba de terminar su última obra literaria: la historia de su divorcio. Patricia, la esposa desde hace 50 años, ya perdió la calma. Isabel Presyler, la otra, cada día está más hermosa.
1.
La señora Isabel Presyler es militante de las dietas macrobióticas. Cada mañana toma un vaso de agua caliente con limón para eliminar toxinas y no bebe refrescos con chapa. Isabel desayuna fruta fresca y zumos naturales y come pan integral. Por eso luce como esta: guapísima.
Isabel desde hace buen tiempo, sin embargo, ha remplazado sus ejercicios matutinos –caminar alígero según el sistema del yoga mediterráneo– por dos horas de lectura obligatoria. Hoy al fin sabe dónde queda la calle Ocharán en el Miraflores limeño, quién fue el “Jaguar” y por qué la Casa Verde ya no funciona. Todo esto último, elementos y seres de la ficción de Mario Vargas Llosa. Sí, el nobel de literatura de quien anda ampliamente enamorada, y por eso, sus allegados solo hablan de que está más bella que nunca.
Vargas Llosa sale a correr todas las mañanas en su barrio madrileño. Bueno, correr es un decir. Camina rápido, con gracia, con parsimonia de viejo de 79 años, erguido todavía, como quien porta un corazón de Ferrari con carrocería de un viejo Fort T pero bien lustrado. Mario es discreto pero no da puntadas sin hilo. Cierta vez le confesó a un periodista francés que ya desde la universidad le decían el “mátalas callando”.
Así, las damas españolas que hablan de la monarquía tanto como de lo caras que están las remolachas, dicen que el peruano está como para meterle un polvo. “Ese Mario tiene el ‘ojo alegre’ y no deja de desparramar la vista, además, siempre fue un coqueto”: Cierto, lo dicen con esas risitas de calzón mordido y de jaquecas macrobióticas antes del ocaso.
En Lima, un sector de las damas que ven “Oh diosas” y odian a Nadine Heredia, no obstante, han pegado el grito al cielo. Expertas, solo algunas han censurado la conducta de Vargas Llosa pero sí, en mayoría, han asumido la defensa de la esposa. La pobre Patricia resulta que siempre fue la sacrificada, la madre abnegada, la esposa sumisa. Hoy ha terminado peor que palo de gallinero.
2.
Mario Vargas Llosa es un súper dotado para construir historias. El premio Nobel que recibió en el 2010 no es casualidad. Curioso, contra la opinión de los críticos andróginos que advierten que uno de viejo ya no la hace, Varguita está escribiendo la mejor de todas sus novelas, la de su vida propia. Antes, en sus relatos, uno advierte que estaba preparando esa fuga: la del casado encadenado a casa y pronto, listo a mandar al carajo el yugo matrimonial.
En 1990 conocía al nobel español Camilo José Cela que tenía la edad de Vargas Llosa y que también había abandonado a su Rosario Conde, sí, una venerable anciana que fungía de esposa y a quien Cela la cambió por la joven y guapa periodista Marina Castaño. Cuando les pregunté a la nueva pareja de que cómo había ocurrido ese tórrido romance, Marina no puedo explicarlo mejor: “Mi José vivía en el yugo de un matrimonio solo administrativo, había que gozarlo en esta, nuestra tela de araña amorosa”.
Es verdad, todos los hombres pasados los 60 años como si agarrasen un segundo envión. Vargas Llosa lo explica muy bien en sus libros casi manifiestos hedonistas Los cuadernos de don Rigoberto y Elogio de la madrastra: Don Rigoberto es un venerable señor de la tercera edad que tiene una sabiduría particular a partir de la ciencia sexual. En el brilla la idea que la vida de un hombre mayor es un canto a la libertad nacida desde lo más profundo del ser humano a partir de su conducta erótica, su relación con el cuerpo en la intimidad, su actitud hacia la piel propia y ajena.
Los peruanos (más muchas peruanas) no aceptan la ruptura del matrimonio de los Vargas Llosa. Lucho Llosa me contaba la otra vez que cierto, Vargas Llosa había invitado a sus amigos y parientes a celebrar los 50 años de casado en su casa en Nueva York. Ahí están las fotos como muestra de los fastos de ese acontecimiento. Lo que nos les dijo Varguitas a sus invitados que la ceremonia era en realidad un festejo de su reciente libertad.
Hace apenas 15 días, el domingo 7 de junio, Mario e Isabel Presyler estaban almorzando en el restaurante 99 Sushi Bar, situado en el madrileño Hotel Eurobuilding. Ese es el point de Isabel, va con amigas. Justo, unos días antes, el martes 2 de junio, se mostraba radiante. Su íntima, la Carmen Martínez-Bordiú confirmaría que Isabel estaba templadaza. Cierto, en las mujeres se nota ese estado por que les brilla la mirada como luceros, la piel se les pone como gamuza salvaje y exhalan el aroma de los sándalos cuando saben que esa noche serán tragados por la luna.
Así estaba Isabel. Una dama de portentos. Una mujer que transmite sensualidad pura por todos sus ángulos y eso que no la han visto caminar, tiene de venada inocente y de nínfula a la manera de Navokov. Y eso lo conocía muy bien Varga Llosa que no es tonto. Ya a finales de mayo estuvieron juntos en Londres, en la cena benéfica anual que organiza el príncipe Carlos de Inglaterra. Esa vez viajaron juntos desde Madrid hasta la capital británica y se hospedaron en el hotel, el Ritz.
Los empleados negaron saber si Preysler y Vargas Llosa durmieron en la misma habitación. Al fin de cuentas, en la noche todos los gatos son pardos. Lo que sí han contado sus íntimos que a la mañana los dos parecían un dueto de adolescentes traviesos, que a la distancia demostraban que eran completamente distintos a la noche anterior.
3.
La historia erótica de Vargas Llosa es harto frondosa. Descubierto de púber para las lides sexuales por su tía en las tardes ventosas de la casa familiar. De esposo experto con Julia en las pagos de ese París donde los enamorados se comen a besos. Luego, agarrando las piernas de la prima Patricia debajo de las mesa en otros almuerzo familiares hasta el hallazgo de una sexualidad enciclopédica gracias a sus safaris eróticos por el bien de la literatura nacional.
En resumen. Hoy Mario Vargas Llosa ha comenzado a terminar su último libro. Hoy Patricia está obligada a acostumbrarse sin él. Hoy lo celebro como cuando sus historias eróticas fueron partes de nuestras vidas. Y no frieguen. Es su vida.