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Cultura

Literatura de la medianía: La sangre de la aurora, SL en el asador feminista

Un artículo de Miguel Arribasplata

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Por Miguel Arribasplata

Desde otra dimensión simbólica, un nuevo significante se presenta en la literatura peruana, cuestionando el orden escritural en nombre de su síntoma, para instaurar su lugar propio. La queja está en la vanguardia de sus aspiraciones, el despliegue sexual con la opción lesbiana frente a la tiranía machista del falo. El árbol ideológico de la mediana burguesía empieza a crecer en el huerto feminista de cuño esencialista.

Grosso modo, este es el resumen de la novela de Claudia Salazar:

Marcela es una militante senderista que abandona su plácido hogar para abocarse a la lucha revolucionaria y asciende hasta la cúpula más alta de la organización, al buró político. Prisionera, tras haber sido violada brutalmente por la soldadesca, reflexiona acerca de lo que significó su militancia y el hecho de ser mujer en el contexto político, partidario y social.

Melanie es una fotógrafa lesbiana de clase media que, a través de sus contactos con sus amistades de poder gubernamental, viaja a la sierra ayacuchana, con el fin de fotografiar los enfrentamientos de los guerrilleros de Sendero Luminoso con el ejército y las secuelas de este acontecimiento. Melanie tampoco puede evitar ser violada por los combatientes de sendero.

Modesta es el tercer personaje importante de la novela; de extracción humilde y natural de los predios andinos, aparte de ser excluida por el ambiente rural en que se ha creado, con unos padres y esposo que le prohíben asistir a la escuela, Modesta es doblemente explotada y expoliada por los dos bandos en pugna y por el poder. Asimismo, es un personaje que suscita piedad por parte del narrador.

Violadas las tres mujeres dan cuenta de sus historias, siendo Melanie la única que queda, en cierto modo, “liberada” del oprobio de la violación, por su condición de clase y de opción sexual: lesbianismo.

Las tres mujeres cuyos nombres se escriben con letras iniciales M, de mujer, la marca liberadora de la otra M, de macho. La sangre de la aurora (2013) viene auspiciada, a modo caviar, con bombos y platillos: premio, comentarios internacionales de los intelectuales y editoriales sistémicos. Los críticos y autores, perfumados de culturalismo, ya tienen, pues, su lugar, están organizando e instituyendo sus cotos de caza, sus talleres de creación, para desviar la cosa política emancipatoria por el camino de la bienaventuranza humanista y del supuesto giro ético. El ser humano es lo primero, el individuo, dicen. Hay que edulcorar el café para que no sea amargo, piensan.

Ahuyentemos a la literatura emergente, ningún arte clasista debe proyectarse en el imaginario ideológico. El pueblo, aún más: los hiperdegradados del sistema no deben ser materia literaria. Piensan así los “intelectuales”, desde su balcón de miedo, a veces disfrazados de psicocrítica y lacanismo.

Que sigan maquinando, entonces, los neogendarmes de la globalidad capitalista peruana.

En un país, donde el índice de pobreza es de 30 % y la población muy pobre alcanza al 50 % en la selva; ahí donde los hervores del descontento social son crónicos, resulta hasta obsceno que haya artistas ajenos a esta realidad y ostenten su creación dentro de la estructura globalizada.

El punto de vista ligado con la relación autor-lector virtual y narrador, en su proyección social, de la literatura de algunos autores de la clase media llega a rozar un exceso de representación autobiográfica, demuestra las preferencias por la idea temática o de manipulación del motivo.  Algo de esto se ve en las obras de Renato Cisneros; en Abril rojo (2021) –donde la exposición, el exceso, de la personalidad del fiscal Félix Chacaltana, enrarece la calidad del texto, el padre es un personaje “en crudo” no trabajado estética-mente y su verosimilitud– de Roncagliolo; La pasajera(2022), de Alonso Cueto –un modelo de pobreza ficcional–, Huaco retrato (2021), de Gabriela Wiener –la sobreexposición del ego central fatiga al lector– y  Los rendidos (2015), de Juan Carlos Agüero, forjando así una literatura de ligereza estética y súplica histérica.

Claudia Salazar no es la excepción, la polifonía de voces circula cual un moscardón sobre el cadáver, en torno a la violación, y en esa violación el silencio del lenguaje, si bien es lo más elocuente en el entramado, también no se dirige hacia el tiempo y acciones del universo del conflicto tratantes de la Cosa misma, de los escritores de gabinete.

La violencia individual sobre el cuerpo y la dictadura del Falo o macho en todos los actos femeninos es el núcleo traumático de la novela de Salazar. El proyecto senderista acaba ahí donde la autora quiere y no en el hecho literario.

El inicio de la novela es un aviso de la postura que la autora, y con ella el argumento, asumirá en su relato:

Objetivo: privar al enemigo de su indigna superioridad e iniciativa, empujarlo a la inferioridad y pasividad. Que las acciones hablen. O están con nosotros o en nuestra contra. Arrasar. Comenzamos a derrumbar los muros y desplegar la aurora. Acción contundente. Esto no se lo esperan. Camarada líder pronunció el nombre del pueblo: Lucanamarca (Salazar, 2013, p. 21).

El terror, el escarmiento y el horror están anunciados para instalar los cuerpos como centro de la trama. Todas las vicisitudes dimanan del cuerpo. La ideología comunista se anuncia en afiches carnavalescos, con sus citas vanas en su plasmación; con un aire de humor negro. Es un gesto vacío. La sangre de la aurora (2013) no es el amanecer revolucionario, sino el manifiesto histérico del feminismo, que no pierde el tiempo ni la sapiencia para insertar sus aspiraciones de ponerse en vitrina. Cuerpos y no verdades exacerba Claudia Salazar, con su esencialismo, para ocultar la “falta constitutiva” y fatigar al viejo patriarcalismo.

Mediatizados por la ideología feminista, Sendero Luminoso es el macho a quien, de buena intención y aparente convicción se siguió encarnando en el Líder, este señor Líder suscitó una admiración única en Marcela (camarada Marta), al punto que la llevó a decidir a abandonar su hogar, al que vio, a través del coito, estando recién casada:

Mi esposo. Luna de miel y él entrando en mí. Así como entraba en mí, lo vi todo. Escenario completo. Ahí vendrían los hijos. Casa. Cocina. Trabajar también, pero sumarle todo lo otro. Me mueve. Se mueve en mí y empuja dentro pañales, platos, cocina, vestidos, maquillaje, por los siglos de los siglos y por siempre jamás. Todo dentro. Se me venía encima como un huaico. Escena  perfectamente montada, preparada para mí desde que nací. Un camino sin salida, lo mismo que les toca a casi todas por haber nacido así. (Salazar, 2013, pp. 31-32)

Una cartografía de la condición humana feminista para construir su alegato y antimachista para que Marcela opte por la militancia política revolucionaria con “Sujeción plena e incondicional. Sin adornos ni aretes, nada. El pelo recortado” (Salazar, 2013, p. 33). Sin quererlo, esto sabe a masculinización. Sin embargo, todo ello es mera emoción, sin conciencia de clase, individualización carente de subjetividad política:

Cuando aquel profesor de gruesos lentes se levantó, el concierto de su discurso me hizo olvidar al resto del auditorio. La brillante inteligencia con que tejía ideas y las conectaba a la realidad era insuperable. Lo vi todo, como si una fuerte luz que salía de su garganta me atravesara el centro de mí para disipar cualquier oscuridad. Sus palabras podían transformar el mundo, podían escribir la Historia. La mujer plenamente incorporada a la revolución. […] Todo al pensamiento Líder. Camarada Marta sería a partir de ese momento. Entré al partido como quien entra en religión. Salió mi esposo expulsado de mi cuerpo. Después, a la sierra, al epicentro. Armar la mente. Entrenarme para destrozar, preparar-me para construir” (Salazar, 2013, pp. 30-34).

La iluminación que provoca el líder en Marcela es solo una perturbación que se cancelará en la violación o con esta.

No hay un proceso de subjetivación a partir del programa, de la ideología, de la política. El entusiasmo es reducido al voluntarismo y culto a la personalidad.

Así, pues, los escritores que pretenden hacer arte con el tema de la contienda de los años 1980-2000, siempre son epidérmicos, inverosímiles –a propósito, por su concepción metafísica y espíritu de clase– y retacean el discurso, la prédica y la práctica de los subversivos. Marcela o Marta solo nos narra la ventolera de su aventura política a partir de ciertos excesos. Nos ofrece hasta tremendismos y la imagen de una guerrillera, en apariencia, dura y acerada:

Desnuda me sentía sino llevaba mi arma al cinto. Mi piel se había adaptado a su forma, mis manos reclamaban ese revólver que se había asignado para liberar a los heridos de su último suspiro. Como si mis dedos se hubieran alargado y se inyectaran en los sesos de los desgraciados. Dedos bala. Brazo fu-sil. Cuerpo revólver. (Salazar, 2013, p. 42).

Aniquilar y afirmación de lo femenino, que es fermento, magma, depuración y creación. La aurora que se levantará atravesada de duda, de erótica de la camarada Marta, quien deja de lado la idea comunista –que en realidad no se nombra así ni por asomo en su obra, salvo en los pegotes de anuncios tipo cartel– y retorna adonde sus prejuicios fálicos la llevan, cuando subrepticiamente ingresa al dormitorio del camarada líder y Fernanda, y los descubre en el acto sexual:

Mi pupila se abre y se cierra, tensándose como mis músculos de ahí abajo, la-tientes, deseantes, empapados los ojos, se me humedecen sobre su piel. Sobre la piel del Líder. Sobre la piel de Fernanda. Abro y cierro la pupila, se abre y se cierra mi sexo anhelante […] Pocas son las variaciones. Militantes en su ritmo. Predominantemente él está sobre ella.  Empuja y exhala hondo, muy hondo. La jerarquía se mantiene a estas horas de la noche. No necesito tocarlos para ser parte de ellos. (Salazar, 2013, p. 50)

El Líder senderista es reducido a ser un macho castrador de la emancipación femenina. Todo está en cuestión, hasta los movimientos pélvicos; el estilo de Salazar se esmera ofreciendo la lujuria y la masturbación. El goce no es completo, porque el macho está encima, la jerarquía permanece invicta. No hay cambio de posturas, la disciplina no se reciente. Se cuestiona el goce sexual, no al poder, el gran otro sigue incólume, no se desaprueba las jerarquías establecidas en la sociedad y no se redefine lo que es visible e invisible.

La violencia fálica es el centro o alegato de toda la novela; en ese contexto, la autora nos ofrece lo mejor de su conocimiento y preparación artística, como una creadora omnisciente y omnipresente, impasible y audazmente objetiva en su misión para representar los sucesos:

Gritabas, siempre, pero de antemano sabías que era inútil. Convertido en un campo de batalla, tu cuerpo ha quedado absolutamente vulnerable. Todavía eres tú […] los lazos se estrechan así matriz ensangrentada todos juntos somos uno dentro de ella la que ya no nos mira ni habla pecho de sangre empapados ellas todos de hermanos todos la tropa entera en ella en ellas en esas las putas las cholas las terrucas las periodistas las hijas las madres todas […] pártelas rájala penétrala córtala todos hermanos hueco nomás son para eso están desgarra eso sigues tú y tú  y él y él y ellos, todos hermanos rangos camarada soldado combatiente incrústalas sargento revolución ejército comité marina […] como los cerros reventamos en río vaciados hermanados partimos la montaña quebramos la aurora penetramos la tierra rajamos el cielo abrimos todo nada está cerrado somos hermanos. (Salazar, 2013, pp. 78-79)

Estos pasajes son lo mejor representados artísticamente, en una sola envoltura violatoria están expuestos, tanto las fuerzas del orden como los guerrilleros. No hay subversión política ni vientos de guerra emancipatorios. Solo el horror de la violencia fálica. Arte psicótico, que muestra lo real desde una posición directa, no desde la mirada al sesgo, narración de la víctima, no hay proyecto afirmativo, únicamente vestigios, ruinas, restos. Queja neurótica que sublima al feminismo con el cuerpo como única condición. Como dice Butler: “La línea de los cuerpos humanos en plural que forman una cadena” (Butler, Laclau y Žižek, 2005, p. 183).

El desastre es la fatiga constante de la escritura en la novela, el lenguaje anuncia muerte, las víctimas son inmoladas en nombre de una violencia irracional. Los dos bandos pareciera que pugnan por ser mejores matando y violando. El partido, al que Marta siguió, está hecho de jirones de maldad.

La característica común del arte y la literatura de las clases explotadoras en su periodo de decadencia, es la contradicción entre su contenido político reaccionario y su forma artística.

La mirada de la cámara fotográfica  –de aparente asepsia política– está del lado del objeto, el cuerpo asediado por la violencia, y sirve también como tapón para no mirar u observar la guerra, para disolverla en el terror puro. Todo es discontinuo, menos la violación y el genocidio. ¿Dónde está Sendero Luminoso? Violando, nos sugiere la novela. ¿Quién es sendero? Se interroga el lector: el macho, el Líder endiosado.

Hay autores cuya literatura tiene un carácter falsificador, al punto de alterar todo un acontecimiento real y adaptarlo a sus fines utilitaristas. Mo-ver la novela dentro del viejo orden patriarcal, para desde ahí reducir el proceso político de Sendero Luminoso, es falsificar groseramente la realidad. La sangre de la aurora usa la historia como instrumento para alcanzar su meta: el goce instalado en otra orientación sexual, el lesbianismo desconectado del rito masculino, ilimitado; homosexualidad femenina de libre albedrío.

En la novela estudiada, el cuerpo habla y exige dialogar a partir del terror; este exceso transgresor sirve para impactar y ser más rentable. Es un modelo posmoderno que no puede ser nuestro modelo, propio del aparato económico cultural. Se torna estetizante para no llegar a la verdad.

La teoría de género y el feminismo no pierden el tiempo ni la sapiencia para insertar sus aspiraciones de ponerse en vitrina y el terror y el horror son lo más conmovedor para cualquier lector poco avisado en la visión histórica.

La fotógrafa Melanie resume con ironía sádica su función en el conflicto: retratar la crueldad con centímetros de rollos para las películas:

Te pregunté que cuántos centímetros de rollo quiero, ¿cuántos centímetros son necesarios para retratarlo todo?

¿Un centímetro de película será suficiente para un cadáver de adulto? ¿Medio centímetro si es niño? ¿Y una población entera? (Salazar, 2013, p. 63).

Sin embargo, la cámara fotográfica solo asedia un fragmento de lo real y es hostil a lo no visto en el campo general del conflicto. La red discursiva de la novela tijeretea, corta lo que no le conviene, se disuelve en la paranoia vejatoria.

El mal del desastre proviene de los dos bandos en pugna, convirtiendo al cuerpo en un campo de batalla. ¿El cuerpo como universalidad? No. El goce feminista indeterminado, ilimitado, disolvente, líquido, rebelde no contra el statu quo, sino contra el patriarcado, contra la revolución dirigida por el macho. Sufrimiento, el goce femenino independizado de la masculinidad. Esa es la emancipación a la que aspira la no-vela.

En esta aspiración de total libertad, el fragmentarismo del relato en La sangre de la aurora (2013) está a tono con las microhistorias de las tres mujeres; el lenguaje calla ante lo universal del conflicto y se pone a disposición del cuerpo con su monólogo de terror, donde la decepción por la política –hecha mística, tipo religiosa– y la militancia llega al desastre como tópico central de lo que hay que apreciar.

Como de consuno señala la crítica culturalista, Melania y Daniela, al practicar el sexo lésbico también no solo se liberan de los géneros y ataduras heterosexuales, sino que se valen de este goce para objetar al relato político –místico– masculino. Para impugnar la idea emancipatoria.

Las tres mujeres, al final, acaban siendo “libres”, en su posición y presencia, lejos de la masculinidad. Esto es lo que la crítica caviar llama “giro ético” en la cultura de la queja. Desaparecieron las relaciones económicas y sociales de poder. Se trata solo de dar cuenta de las pasiones como acontecimientos humanitarios. La ironía en La sangre de la aurora (2013) intenta demoler, inmovilizar la historia de un acontecimiento que se universalizó en el Perú.

Como bien señala Alain Badiou (2009), a propósito de Pessoa:

Quien parece decirnos que la escritura no es una oscura reminiscencia, siempre imperfecta, de algún otro lugar ideal. Que, al contrario, es el pensamiento en sí mismo tal cual (p. 88).

Arte kitsch, de una aparente van-guardia estetizante, conservador en su concepción, un tributo al capitalismo globalizante.

                El contexto espiritual e ideológico de la literatura y del arte peruano clasemediero no está impregnado del deseo de proponer algo nuevo, una performance, un corte en el devenir cotidiano, un acontecimiento singular. Si, como se dice, el saber del universo, la manera en que simbolizamos lo real, está sobre todo determinado por las paradojas del lenguaje, en La sangre de la aurora (2013) las paradojas se limitan a callar lo evidente, a desfigurar en exceso la realidad, limitándose solo a su presente, a su proclama feminista como causa de su deseo, hostil al saber universal. Para este tipo de novelas, Sendero Luminoso es el insoportable campo de lo real. Es un saber excedente, al que es preciso obviar.

Qué se puede, pues, esperar de una literatura prefabricada, extraída de los talleres, como lo es la novela comentada, que, como dice Tabarovsky:

¿Cómo interpretar la ideología de los talleres literarios –verdaderos talleres de corte y confección-, que llenó las librerías de cuentistas que no conocen otro modelo que el de introducción-desarrollo-desenlace? (2010, p. 85).

Es un romanticismo de nuevo cuño, esto del ideal feminista, para insertarse en la literatura peruana, con un arte reducido a nuevas formas de vida, marqueteándose con la idea de la mujer víctima. Ponen a la política de identidad patriarcal como enemigo principal.

Para Claudia Salazar y las posfeministas, ya no hay una identidad fija, reconstruirse uno mismo es el retoque conservador con toda su libertad sexual y cierta clase de orden descafeinado de política. Sendero Luminoso es la piñata ideal para armar la grita y armar la grieta particularista absorbida por el sistema dominante.

El lenguaje de La sangre de la aurora (2013) no es capaz de establecer vínculos de equivalencia con otras demandas histórico-sociales.

El mensaje contundente, sin tapujos, de esta novela angurrienta de gran historia es este: no te metas con lo real político, menos aún con una revolución. Tu casa es el feminismo desatado de toda prohibición de género, sin conexiones ni límites.

Lejos de los hombres, mejor.

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Referencias

Badiou, A. (2009). Pequeño manual de inestética. Argentina: Prometeo libros.

Butler, J., Laclau, E. y Žižek, S. (2005). “Universalidad en competencia”. En: Contingencia, hegemonía, uni-versalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda.  Argentina: Fondo de Cultura Económica, pp. 141-184.

Salazar, C. (2013). La sangre de la aurora. Lima: Animal de Invierno.

Tabarovsky, (2010). Literatura de Izquierda. España: Editorial Periférica.

Žižek, S. (2013). Pedir lo imposible. Edición de Yong Jume Park. Akal

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Cultura

Día Internacional del Libro 2025: en promedio, menos de dos libros al año lee un peruano

Este 23 de abril se celebrará importante fecha en distintos países del orbe y en comparación con otros países de la región estamos muy por debajo en lectura.

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Uno de los inventos más grande de la humanidad no requiere de electricidad, ni de modernas tabletas, y tampoco del pago de una suscripción, solo sostener en sus manos aquellas hojas que conforman una historia fascinante, misteriosa, reveladora o sumamente intrigante.

Cada libro es una historia diferente, puede que el tema sea el mismo, pero la manera y estilo de escribirlo, y sobre todo de imaginar cómo se desarrolla la trama, hace que ninguno de ellos sea idéntico. También influye la etapa en que lo leamos, ya sea de muy jóvenes, ya adultos o en nuestros años otoñales.

En épocas de inteligencias artificiales, mega computadoras, plataformas que encadenan a las personas a deslizar su dedo de abajo hacia arriba, los libros han quedado relegados en algún rincón de la casa. Ya pocas personas se toman el tiempo de ‘desconectarse’ de la vorágine del mundo entrampado a un enchufe y una conexión a internet; podría calificarse como ‘rara avis’ a aquellas personas (hombres, mujeres o niños) que están en la calle concentrados en algún capítulo de su novela favorita.

A propósito del Día Internacional del Libro a celebrarse este miércoles 25 de abril, cabe recordar que menos del 50 % de peruanos ha leído un libro, según la Encuesta Nacional de Lectura (ENL) realizada en el año 2022, teniendo como universo de encuestados a personas entre los 18 y 64 años.

En estricto, de acuerdo a las cifras arrojadas por la ENL, el peruano en promedio lee 1.9 libros al año, cifra sumamente baja a comparación de otros países en la región. Por ejemplo, en Argentina sus ciudadanos leen 6.4 libros año, de acuerdo a la Cámara Argentina del Libro. En tanto, en Brasil se lee 4.7 libros. Nuestro vecino país de Chile lee en promedio 3.9 libros al año, de acuerdo a data recabada por la Biblioteca Nacional de Chile.

Nuevas generaciones optan por los contenidos digitales. Foto: Gobierno del Perú.

Factores del bajo nivel de lectura en el Perú

Una crítica que se tiene que realizar a todos los padres de familia es el no acostumbrar a sus hijos a coger un libro en su tiempo libre, optando por entregarles un celular para su distracción lo que hace que a la larga se pierda el hábito de la lectura de manera voluntaria.

Otro de los factores es la aparición de distintos medios digitales. Los peruanos se han ‘mal acostumbrado’ a leer solo las portadas y un poco de texto, desechando cualquier otro tipo de información más detallada.

Y cómo no soslayar el hecho de los altos precios de algunos libros, espantando a muchos ciudadanos de querer adquirirlos. Cabe recordar que nuestro país es mayoritariamente informal y acceder a un libro, ganando solamente el sueldo mínimo, puede representar un gasto considerable en la economía de una persona.

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Cultura

Mariana Enríquez: «El Papa era el poderoso más compasivo»

«Una cosa que sí me enseñó Francisco fue a bajar diez cambios con el anticlericalismo» la escritora argentina Mariana Enríquez se despide del Papa Francisco en sus redes con un mensaje de una agnóstica que deja de lado el orgullo y reconoce que hay puntos de encuentro y aceptación en las discrepancias que el magisterio de Francisco dejó. Tal vez aquí empieza el milagro.

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Recientemente vimos un post en la cuenta de la escritora argentina Mariana Enríquez que no pudo dejar de sentir la muerte de Francisco como algo propio:


«Una vez, o dos, lo vi cuando era arzobispo de Buenos Aires en el subte E yendo para la villa. No me caía bien entonces: Jorge Bergoglio tuvo posiciones cuestionables. Cuando lo anunciaron como Papa me asusté. Con los años no me hice más ni menos católica, pero si me di cuenta de que se convirtió en un enorme líder y un buen pastor para sus fieles. Gente que jamás hubiese imaginado que podría siquiera respetar a un Papa le tenía afecto. Me incluyo. Solo conozco las acciones más visibles de su pontificado, porque no me pasé estos años prestando atención: no soy religiosa. Pero me da mucha pena su muerte y me da orgullo que haya sido alguien como Francisco el primer papa de América Latina. Se que estaba en contra de muchas cosas que me parecen elementales, pero está bien, no le pido a la Iglesia que vaya en contra de su doctrina, es un capricho eso. Sí me acuerdo que su primera misa fuera de Roma fue en Lampedusa y habló de los migrantes, una situación que sigue igual y que permanece bastante afuera de la conversación pública. Una vez, en Roma, en una heladería, se dieron cuenta de mi acento, gritaron «como el Santo Padre» y me regalaron un gelatto BENDECIDO. ¿Qué es esa pavada de ahora, de que hay que hablar del muerto y no de uno? ¿Cómo se hace eso? Esas son las necrológicas y las hacen los profesionales. Habrá muchos, espero, que puedan escribir sobre Francisco y dimensionar su figura. Lo normal es recordar lo personal, qué más vamos a hacer, y más aún en la despedida de un gran hombre. Me alegra por él y por los creyentes que haya podido dar la bendición de Pascua en la Plaza. Una cosa que si me enseñó Francisco fue a bajar diez cambios con el anticlericalismo y ser tolerante con los demás, con su fe y sus contradicciones. Los agnósticos somos muy arrogantes y nos creemos por encima del barro humano, a veces. Esta foto del Vaticano en la pandemia es mi favorita. Y ahora CONCLAVE: que DÍAS por delante. Espero que sea mejor que esa película horrenda que le gustó a todo el mundo. Un gran abrazo a mis amigos católicos y a todos los que sentimos que el Papa era el poderoso más compasivo y con más criterio de este Occidente».

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Cultura

Mario: una leyenda

Lee la columna de Alexander Campos Soto

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Conocí a ese señor por mi papá. Vivíamos lejos de la ciudad, en medio de unas colinas que tocaban el paraíso. Y solo los fines de semana íbamos al pueblo por suministros. A mí me gustaba ir, sobre todo, por las películas que pasaban en televisión abierta los sábados y domingos después del mediodía. Y siempre me llevaba alguna sorpresa. Mi hermano Haya —quien vivía con los abuelos— me esperaba en la puerta, corría hacia mí y sacaba de adentro de su polo (holgado como esos que usan los jugadores de béisbol) un VHS. Le he robado a doña Dorila…, me decía riéndose. Doña Dorila era una señora flaquita, de cabeza pequeña como la de un gorrión, y temperamento de hierro. En su casa, estaba nuestro Cinema Paradiso. Ella vendía y alquilaba películas en VHS y, desde luego, las que nos gustaban tratábamos de hacerle olvidar y, rara vez, se la devolvíamos.

En uno de esos fines de semana, papá cogió su carcacha y fue al pueblo sin nosotros. Recuerdo que me enojé mucho pues la semana anterior habían anunciado una película sobre un perro gigante que volaba. Y ya no la podía ver. Entonces, mamá me llevó hasta la casa de la familia Sánchez Quiroz (los únicos que tenían paneles solares en sus techos de teja); pero una lluvia intensa, acompañada de granizo, hacía bailar a la antena parabólica y era imposible terminar de ver la película. La pantalla se veía como bolitas de granizo que estaban golpeando sobre los vidrios de las ventanas.

El lunes, por la mañana, escuchamos la carcacha de papá estacionarse en el patio de la escuela. Yo no lo quería ver, por supuesto; pero Coco, mi otro hermano, se levantó de su cama y fue corriendo a su encuentro. Escuchaba su voz y la voz de mi mamá y la de mi hermano pequeño diciendo: ¿Me has traído el rompecabezas del hombre araña? Y papá se lo entregó y él llegó hasta mi cuarto y me decía: ¡Mira lo que me han regalado! Y bailaba dando vueltas de alegría.

Fui a comer y papá seguía en la mesa. Y cuando me vio, me dijo: Para ti, he traído el mejor regalo. Está ahí, en esa caja. Era una caja pequeña, aún más pequeña que una caja de zapatos de los que él compraba. Inmediatamente, sentí una ligera exaltación. Me había dicho que, si ese año aprendía a resolver una raíz cuadrada, me compraba un minitelevisor, de esos que funcionaban a pilas y tenían la pantalla pequeña, casi como de unas gafas de sol. No podía ser otra cosa; mi sueño se había hecho realidad. Abrí la caja apresuradamente y encontré, en vez de un minitelevisor, un libro de carátula blanca con la fotografía y el nombre de ese señor. Seguí buscando y había más libros parecidos. Entonces, miré a papá y le dije sorprendido: Pero, yo pensé que era el minitelevisor. Y papá, muy sereno, me dijo: Sí, de alguna manera, lo es. Si lees con cuidado y te concentras bien, esas páginas se van a transformar en imágenes, en colores, en voces, en sensaciones; y las podrás ver más claras y reales que las del televisor. Y, ¿dónde las podré ver?, le dije. Enseguida, respondió: Dentro de tu cabeza. Además, puedes tú participar en la historia. Pero, ¿cómo?, le dije. Arreglándola a tu modo, así como de los dramas que inventas con tus compañeros o los cuentos que mamá te leía de más pequeño. Y mamá dijo: ¿Te acuerdas de Ernesto, el niño que andaba a caballo con su papá y era huérfano de madre? Claro que me acuerdo, mamá: el que asistía a un internado y lo cuidaban unos curas. Mamá asentía con la cabeza. ¿Y recuerdas, también, que creábamos otras cosas sobre Ernesto?; que tenía mamá y papá y hermanos y amigos que lo querían. Sí, claro; me acuerdo, mamá. ¿Y quién las inventó? No lo sé, le dije. Y luego, ella pronunció su nombre: Arguedas. Sí, él; claro, mamá. Y ahora, ese señor que ves en las carátulas de esos libros hace lo mismo, inventa muchos Ernestos. Y luego, me alcanzó un libro: Los cachorros, de Mario Vargas Llosa, ese hombre entrecano de mirada seria e imperturbable.

Desde entonces, Mario, me has acompañado toda la vida. Te conozco más de lo que tú crees. Tú no me has visto crecer porque estabas demasiado ocupado pensando sobre este desafortunado país en cual nos tocó nacer. En cambio, yo sí te he visto andar como actor de cine, llevando el nombre del Perú por todos los confines de la tierra; andando como un sol entre las élites académicas más importantes del mundo; diciendo el Perú existe, yo soy el Perú. Y, en verdad, lo eres. Has dado luz al mundo a través de tus historias. Me alumbraste en la etapa más triste de mi vida porque, en algún momento, en mi sueño más irrealizable, quise ser como tú. Pero, un amigo de Arequipa —que te quiere tanto o más que yo— me dijo: Mario solo hay uno. Y aterricé en la realidad.

                Y te cuento, brujo de las palabras, que fue papá quien me hizo conocerte. Y también, hace un par de horas, fue papá quien entró a mi cuarto, con celular en mano y me dijo: Vargas Llosa ha muerto. Lo primero que se hace frente a la incertidumbre es no creer, que es algo imposible que el Perú haya muerto. Y, desde ahora, es demasiado triste saber que ese sol ya no nos alumbra. Saber que ya no te podemos buscar para mirarte desde lejos por los malecones de Barranco o Miraflores. Y Orlando, con sus dos metros de estatura y señalando con su dedo índice a tu casa, ya no me podrá decir: Hoy, veremos a Mario. Pero nunca nos acercamos. Te respetábamos mucho y también sabíamos que el sol nos puede quemar.  Ahora, todos los peruanos —aquellos que fueron tus críticos y nosotros, los devotos— quisiéramos ser cómo tú, Mario: ¡una leyenda!

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Cultura

Mario Vargas Llosa falleció en Lima

Su familia confirmó su deceso.

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La literatura hispanoamericana ha perdido a uno de sus más grandes exponentes. Mario Vargas Llosa, novelista, ensayista, polemista y Premio Nobel de Literatura 2010, falleció este domingo en Lima a los 89 años, según informaron sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana. Su muerte cierra un capítulo trascendental de la narrativa en español y deja un vacío imposible de llenar.

Nacido en Arequipa el 28 de marzo de 1936, Vargas Llosa fue un autor universal. Desde sus primeras obras como Los jefes y La ciudad y los perros hasta su despedida con Le dedico mi silencio, su producción literaria moldeó el imaginario colectivo de generaciones de lectores. Dueño de un estilo poderoso y de una inteligencia feroz, supo retratar los entresijos del poder, la violencia y la resistencia con una lucidez pocas veces vista en la literatura contemporánea.

No solo fue novelista, sino también un intelectual en el sentido más clásico: comprometido, activo y provocador. Desde su tribuna en la prensa, como su recordada columna Piedra de Toque en El País, abordó con valentía y convicción los grandes debates de su tiempo, sin temor a contrariar sensibilidades ni a polemizar con sus propios lectores. Fue, hasta el final, un defensor apasionado de la libertad individual, aún a costa de las críticas que sus posturas políticas —liberales en lo económico, progresistas en lo moral— le granjearon.

Su partida, según sus hijos, será despedida en la más estricta intimidad, como él mismo lo pidió: sin ceremonias públicas, con la serenidad que caracterizó su madurez. “Deja detrás suyo una obra que lo sobrevivirá”, dice el comunicado. Y no hay frase más certera. Vargas Llosa ya era inmortal mucho antes de morir.

Obras como Conversación en La Catedral, La casa verde, La guerra del fin del mundo o La fiesta del Chivo consolidaron una carrera marcada por el rigor narrativo y la ambición temática. Fue parte del célebre boom latinoamericano, junto a Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, pero también un autor que se distanció de modas, que evolucionó hacia nuevos territorios sin perder la fidelidad a su esencia: contar la verdad a través de la ficción.

El Nobel, que muchos creían esquivo por razones ideológicas, le fue otorgado en 2010 por su “cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”. Recibió también los más altos honores literarios: el Cervantes, el Rómulo Gallegos, el Príncipe de Asturias, el Planeta. Fue miembro de la Real Academia Española y, desde 2021, inmortal de la Académie Française. Su ambición no fue solo literaria: aspiraba a incidir, a influir, a incomodar.

Quiso ser presidente del Perú y perdió. Escribió sobre dictaduras, corrupción, historia y pasiones privadas con idéntica intensidad. En El pez en el agua, sus memorias, relató tanto su educación sentimental como su derrota política, con la honestidad de quien entiende que todo, incluso el fracaso, forma parte de una obra mayor.

Su vida fue una novela en sí misma, atravesada por amores, rupturas, amistades rotas (como la célebre con García Márquez) y pasiones ideológicas. Pero nunca se convirtió en estatua, como temía. Siguió escribiendo hasta el final, como si la literatura fuera una forma de derrotar a la muerte.

En su discurso del Nobel afirmó que “la lectura inocula la rebeldía en el espíritu humano”. Vargas Llosa fue, hasta el último aliento, un rebelde que eligió la palabra como su arma más poderosa. Y como los grandes escritores, vivirá mientras lo lean. Ha muerto el hombre; queda el legado.

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Cultura

Francisco de Zela, una cuestión pendiente con Panamá ¿Es hora de repatriar su cadáver­?

Hay algo que Dina Boluarte debería hacer, y es lo que hizo el alcalde del Cusco con la repatriación simbólica del hijo de Tupac Amaru, y es traer de vuelta a Francisco de Zela, prócer que murió en una cárcel de Panamá.

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La leyenda cuenta que el 28 de julio de 1821 moría en una oscura cárcel en Panamá el prócer de la patria Francisco de Zela. Aunque en la década de 2010 el entonces embajador de Perú en Panamá, intentó buscar los restos del prócer, esto de manera autónoma y sin apoyo de la Cancillería peruana, las circunstancias resultaron en su momento infructuosas. Cabe mencionar que es muy probable que Zela en condición de traidor a la madre patria fuera enterrado en una fosa común. Cabría esperar del actual gobierno una búsqueda más infructuosa de dichos restos o al menos repatriar simbólicamente a Zela como se hizo con el hijo de Tupac Amaru y Micaela Bastidas recientemente. No debemos olvidarnos que el grito de Zela en Tacna fue el primer grito de independencia en Perú desde el grito ahogado en sangre de Tupac Amaru, esto en 1811. Grito que fue condenado en una mazmorra realista en Panamá.

Un héroe olvidado

Zela fue después de Tupac Amaru el primero luego de treinta años de silencio en lanzar el primer grito libertario del Perú en la ciudad de Tacna el 20 de junio de 1811. Eso lo hace meritorio de ser considerado el líder de la primera insurrección armada por la independencia del Perú. Su rebelión de Tacna estuvo en estrecho contacto con la Revolución Argentina, que se inició en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. Si bien los argentinos enviaron un ejército a la Provincia de Charcas (Bolivia), al mando del general Antonio González Balcarce y del abogado (¿Quién envía a un abogado?) Juan José Castelli. Los rioplatenses enviaron proclamas a varias ciudades del sur del Perú, invitándolos a continuar con la revolución.

Zela, tal vez apresuradamente fue el primero en responder y en un «Bando al pueblo de Tacna» declaró su adhesión a la Junta de autogobierno de Buenos Aires y su fidelidad al rey de España, de acuerdo con la posición de la Junta (recuérdese que Fernando VII estaba apresado por Napoleón y en España reinaba José Bonaparte que no era reconocido ni por los españoles americanos ni por los peninsulares) y pretende asumir la jefatura político-militar de la plaza militar imponiéndose él mismo el título de «Comandante Militar de las Fuerzas Unidas de América». 

Zela quien tuvo un apoyo tanto de criollos, mestizos e indígenas, como es el caso del cacique de Tacna, Toribio Ara, y el cacique de Tarata y Putina, Ramón Copaja. No obstante, su insurrección no tuvo éxito.

Derrotado a causa del fracaso de la campaña de los rioplatenses que fueron aplastados por los realistas en Charcas se vio finalmente apresado por los españoles.

Así los principales dirigentes de la rebelión fueron sometidos a juicio, entre ellos Zela, quien fue llevado a Lima. Allí, gracias al nepotismo (algunas costumbres no cambian), es decir las influencias de su familia y a la mediación (compadrazgo) de importantes personajes se le conmutó la pena de muerte por la de encierro perpetuo en el morro de La Habana. No obstante, se consiguió modificar aún más la sentencia: una pena de diez años de presidio en la cárcel de Chagres, en Panamá, y terminados éstos, expatriación perpetua. Su prisión en Lima duró cuatro años y en 1815 fue trasladado a Panamá. Afectado por el clima tropical y las duras condiciones de su encierro, falleció algunos años después, en 1819. Una versión muy difundida que más huele a leyenda romántica afirma que su fallecimiento se produjo el 28 de julio de 1821, el mismo día de la Proclamación de la Independencia del Perú. Lo cierto es que murió en 1819, un 18 de julio, a la edad de 50 años.

La búsqueda del cuerpo del prócer

Allá por la década del 2010, el embajador de Perú en Panamá, Guillermo Russo Checa recordó la historia de Zela y se propuso encontrar sus restos. Sin instrucciones ni directrices o apoyo de Torre Tagle, buscó por las iglesias de Panamá y entré archivos donde podría descansar los restos del héroe. Consultó incluso con el entonces presidente de Panamá, el locuaz y alangarciesco presidente Martinelli. Finalmente, y tomando en cuenta que en su condición de traidor a la corona muy probablemente Zela fuera enterrado en una fosa común, hubo de parar sus investigaciones. No obstante, en un parque de Panamá se rindió homenaje a la memoria del héroe a través de un busto que recuerda al paseante distraído que en algún lado de Panamá todavía duerme el ilustre tacneño que espera el retorno a su patria libre.

Considerando la reciente repatriación simbólica al Cusco desde Madrid, del hijo de Tupac Amaru y Micaela Bastidas, es momento, aprovechando la visita del presidente Mulino en Perú, de recuperar los restos, aunque sea simbólicamente de Zela. Es momento que Zela regrese al Perú independiente tal y como un día de 1811 soñó.

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Cultura

La princesa Gominola

La nueva tragicomedia escrita por Helen Hesse.

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Tras años de ausencia, Alejandra regresa al Perú con un único propósito: recuperar a su hijo Santi, a quien dejó al cuidado de sus abuelos cuando apenas tenía 7 años. Lo que parecía una sencilla reunión familiar se convierte en un escenario cargado de emociones, secretos y revelaciones inesperadas. En una cena familiar donde los recuerdos y las emociones están a flor de piel, una dolorosa verdad saldrá a la luz, ¿será capaz Alejandra de reconstruir lo que perdió?

“La princesa Gominola” es una tragicomedia escrita por Helen Hesse y forma parte de una serie de tres obras breves que forman parte de un innovador ciclo de microteatro inmersivo. Presentada por Paso de Gato Teatro, cada obra está diseñada para sumergir al espectador en una experiencia única, donde no solo serás testigo, sino también protagonista de las historias que se desenvuelven ante tus ojos.

Disfruta de una propuesta teatral en la que los límites entre el público y los personajes se desdibujan, creando una conexión emocional profunda y momentos inolvidables.

El dato

Estreno: Miércoles 09 de abril  a las 8:00 pm

Dirección: Milagros López Arias

Dramaturgia: Helen Hesse

Actrices: Pilar Delgado, Milagros López Arias y Sergio Velasco.

Las obras estarán todos los miércoles y jueves de abril hasta 01 de mayo a las 8:00 pm.

Lugar: La Residencia (Sáenz Peña 107 Barranco)

Entradas: Joinnus o al 959528540.

No te pierdas esta oportunidad de vivir el teatro como nunca antes lo habías hecho.

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Cultura

De la orilla al lienzo

Camila Rodrigo regresa a Lima con un sobrio conjunto de abstractos. La forma resignificada se inaugura el 9 de abril en La Galería de San isidro.

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El inicio de su travesía en la abstracción surgió de manera intuitiva. Un día en la playa, conversando con su madre, recordó la pared vacía de su departamento y decidió pintarla. A partir de esa carencia física nació un proceso que convirtió el vacío en superficie, la nada en estructura. Fue un encuentro con el orden y la proporción, donde líneas y formas geométricas empezaron a definir un lenguaje propio.

Camila Rodrigo (Lima, 1983) concibe el lienzo como un espacio de transformación. Su proceso creativo está marcado por una metódica construcción de capas, donde el color y la textura emergen en un rito de serenidad y concentración. La tela, en su estado inicial, yace en el suelo, expectante. El negro, un tono fundamental en su obra, se convierte en un eje transcendente y el pigmento, diluido en agentes fluidos, se asienta sobre la superficie como una piel que se va formando en un orden temporal que la artista organiza y supervisa con exigente minuciosidad.

Geometría líquida

La artista recuerda con nitidez los diseños limpios de su abuelo y su padre, arquitectos. Su conexión con la materialidad se remonta a su infancia, cuando paseaba por La Punta y recogía piedritas en la orilla del mar. Hoy, esos recuerdos se transforman en una serie de obras que exploran la textura y la composición, como se evidencia en La forma resignificada, muestra que inaugura el 9 de abril en La Galería de San Isidro. Sus pinturas, de una estética minimalista, sugieren paisajes internos y una rigurosa investigación sobre la materia.

No en vano su obra transita entre el diseño y la pintura, el instinto y la precisión geométrica. Formada en Diseño Gráfico en la Universidad San Ignacio de Loyola (2010), complementó su aprendizaje con estudios de fotografía en el Centro de la Imagen de Lima (2006) y en el Rhode Island School of Design (2009). Su carrera ha estado marcada por una evolución que la llevó del arte figurativo y la ilustración infantil hacia una exploración profundamente abstracta, donde la forma y el equilibrio son el núcleo de su lenguaje visual.

Lenguaje que madura y desarrolla en su estudio en Las Condes, Santiago de Chile, donde trabaja de 8:30 a.m. a 3 p.m., cuando sus hijos están en el colegio. Allí se entrega por completo al proceso creativo, sin interrupciones. En ese silencio ha descubierto que su pintura es una traducción de su percepción de la vida. «Después de pasar tiempo en el taller, mirando los cuadros en soledad, empiezas a pensar lo que hay detrás de lo que pintas», reflexiona.

Así, las piedras, recurrentes en su imaginario, se convierten en una metáfora del lastre vital, de esas formas que, convertidas en peso, se resisten al cambio. En su pintura, Rodrigo busca liberarse de esas imposiciones, recuperar la espontaneidad y la ligereza de la infancia. Su taller, más que un espacio de trabajo, es un refugio donde la libertad toma forma y color, como alguna vez imaginó de niña. Este 2025 su obra ha sido seleccionada para ser presentada en el Stand de La Galería en la feria Pinta PArc, un reconocimiento a su creciente impacto en la escena artística contemporánea.

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Cultura

Seminario: «De los griegos a los juglares: la naturaleza antropológica del poeta en occidente como cantor sagrado en la épica, la lírica y el teatro»

Un seminario que recorre la poesía, el teatro, lo regioso y político.

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El Centro Cultural de la Universidad de Piura los invita a participar de este seminario en el que se abordará las raíces de la civilización occidental en su poesía, la naturaleza del poeta desde un sentido antropológico/esotérico (los poetas arcaicos como mediums de la divinidad), la configuración del relato político, y la aparición del teatro como síntesis religioso y político.

Especial énfasis se dará en los vínculos del teatro trágico griego y su influencia en el drama moderno «Historia de una escalera» de Antonio Buero Vallejo. Así como también una comparativa de dos obras de tragedia clásica: La Electra de Sófocles frente a la Electra de Eurípides.

Dirigido a actores, dramaturgos y público en general.

SOBRE EL DOCENTE:

Alejandro Herrera. Bachiller de Derecho de la Universidad Hispanoamericana de Costa Rica. Periodista cultural especializado en poesía y narrativa. Es corresponsal del medio Contrapunto El Salvador Centroamérica, es también asesor literario, ghostwriter y editor. Cronista parlamentario en Perú para la revista Lima Gris.

SESIONES:

  • Narrando el Mito Griego: poetas épicos, líricos y autores trágicos
  • Roma, tuyo es el poder y la gloria: La política como teatro. De poetas bucólicos a oradores políticos.
  • La Espada, la Dama y la fe: de los cantares de gesta a los juglares y el ideal caballeresco medieval y la reaparición del teatro como evento sagrado.

Inicio: 3 Sesiones: martes 22 y 29 de abril, 06 de mayo
De 7:00 p.m. a 8:30 p.m.
Modalidad presencial: Casona Pardo (Calle Coronel Inclán 120, Miraflores – Lima)
Certificación a nombre de la Universidad de Piura
Inversión: 150 soles
Inscripciones: enlace:
https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLScL44vg3O9kHpn4I4mojzBJBm9kPxzC3W0T49rK9uBVCX33-A/viewform?fbclid=PAY2xjawJeQbVleHRuA2FlbQIxMAABp8dcK4M01J7Dn8FaYp9SEwmQfiBwr1kitAZzKqxvSaUF8ywzNruEr8JXZ105_aem_-Ad4HYI_aFr0M8Tqp7THag

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