Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra
Las vidas paralelas de Fernando Botero y Carlos Germán Belli
Fernando Botero ha muerto a los noventa y un años, el mismo día que Carlos German Belli ha cumplido noventa y seis.

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2 meses agoon

El artista plástico colombiano más importante a nivel mundial y el poeta peruano supuestamente más importante del momento (en realidad solo uno de los más viejos, con una relevancia estricta y únicamente local) se han vinculado, así, este último dieciseis de Septiembre solo en mi mente, pues a nadie más le ha importado este detalle y en hora buena que haya sido de esta manera pues a uno se le han tributado los mayores honores en un país convulso, pero mucho mejor constituido y más avanzado en términos político-culturales que aquel donde el otro solo ha servido solo para menciones marginales en redes sociales de pocas personas, además, enteramente equivocadas.
Veamos a cada uno por separado y, al final, retomaremos la comparación tomando en cuenta que un gran artista debe ser “poeta, explorador de la naturaleza y filósofo” como decía Paul Klee, es decir, un creador y artífice dueño de todas las formas y recursos, pero, también, un inspirado, un ser tocado por las “musas” o por el “espíritu santo”, no cualquier desangelado o desabrido miserabilista; un indagador de la realidad sin límites ni frenos, tanto en lo externo como dentro de sus propios fueros (que muchas veces son más abismales y encumbrados que la propia tierra) y, además, un sabio que enseñe a sus seguidores las mejores formas de vivir y morir, no como un mero maestro espiritual, pero sí como un artista que aporta algo más que un pulcro ejercicio formal (muchas veces indefinible como toda poesía de valor, como toda alta muestra de belleza).
En este sentido, Botero (a quien prefiero como escultor que como pintor y quien ciertamente incidió únicamente en la expansiva reinterpretación de todo lo visible) se hipersingularizó, tuvo un impacto mundial e impuso una visión personal a todo lo que ofreció en el mercado del arte donde fue ampliamente admirado y reconocido..
Que nos guste o no nos guste es otro asunto y, sobre todo, lo más importante, (independientemente del valor que le demos a su obra), es el enorme homenaje de tres días de luto que Colombia le ha rendido muy gratamente, habida cuenta que junto con García Márquez puso a dicho país en la cúspide de la notoriedad en los predios de la cultura mundial en las últimas décadas. Medellín, su tierra, ejemplarmente, dispuso, además, una semana entera de luto como el homenaje adecuado a su hijo más ilustre.
Todo ello me lleva a preguntarme, ¿qué artistas nacionales pueden decir o de qué artistas peruanos se puede decir que estén en el nivel del finado Botero en términos de reconocimiento mundial y económico?
La respuesta, lamentablemente, es que no sé puede exponer ni uno solo y no solo por falta de marketing, por carecer de un aparato crítico solvente o por un déficit de talento sino, además, por una grosera falta de originalidad, algo en lo que, al menos, el colombiano ha sobresalido sin duda ninguna hasta el extremo que hasta el más burdo individuo puede decir de cualquier persona con sobrepeso que es “la musa de Botero”.
En este sentido, Gerardo Chávez es una suerte de epígono de Roberto Matta y Wilfredo Lam. Alberto Quintanilla, un Chagall achatado con hartos ribetes andinos, pero chagalliano al fin y al cabo. Enrique Galdós Rivas, un autor muy eficaz y magistral, pero desprovisto de ambición. Y esto solo por mencionar a gente de la misma edad del colombiano aunque muy distantes de gozar de un reconocimiento Internacional siquiera cercano al que se les da en el territorio peruano donde no está mal que sean admirados (es más, deberían ser más reconocidos y queridos por toda la gente), pero haciendo y dejando que se sepa todo lo que corresponde y no solo lo que sus respectivos corifeos y ayayeros exponen como verdades absolutas que no son nada sino ensueños, hologramas y ficciones.
Debe precisarse que aprecio a los autores que mencioné de modo muy particular, y creo que lo hago en la medida más justa posible. Los propuse, sin embargo, porque todos ellos son de una edad cercana a la de Botero, y porque todo debe decirse con claridad, y, así, en el extranjero se les admira muy poco (o casi nada) y cada vez menos por una diversidad de razones, una de ellas (acaso la más importante) es la falta de singularidad y contundencia de sus propuestas y todo esto es muy claro para los “entendidos” aunque por afectación, esnobismo e interés nunca lo problematicen de modo frontal.
El caso de Belli, en cambio, precisa de una conceptualización previa sobre la importancia de la poesía algo que varía de poeta en poeta y de lector en lector, pero que no es tan arbitrario como para dar cabida a cualquier cosa. Veamos…
Lo más importante en la poesía es que, aún por simple que sea, la experiencia que describa (o imponga) no sea la de una persona común y corriente, si fuera así, ¿para qué la poesía?, no te parece, lector (“hipócrita” o no).
En este sentido, que se ensalcen las pequeñas cosas de la vida e incluso la cotidianeidad basta y pase, pero que solo se describa un espíritu caído sin contrapunto alguno de grandeza o de épica es un desastre para el poeta mismo y para el país que lo acoge.
Es por ello que siempre debemos exigir que la poesía sea algo más que una suma de vocablos y fricciones sonoras, algo más que elucubraciones lingüísticas o conceptualizaciones ético-políticas, y que sea en cambio eso que solamente ella puede ser, lo que pese a ser indefinible, también es tan fácilmente reconocible como una estrella fugaz, el aleteo de un colibrí, el desprendimiento de una cordillera o un tsunami, es decir, poesía, simplemente, poesía.
En la obra de Belli es notable su uso de un lenguaje anticuado con la mezcla de expresiones barriobajeras, pero es insuficiente, pese al dominio formal de estructuras clásicas como la sextina, que de tan alambicada hizo retroceder al mismo Dante (que prefirió otras medidas) y que llamó al inventor de dicha forma tan compleja, el occitano Arnaut Daniel, “il miglior fabbro”.
Además, Belli siempre se encarga de ofrecer la vista de puros derrotados sin gracia donde el defecto no reside en la derrota, obviamente, sino en la falta de gracia puesto que hasta en la derrota hay que poner bien alta la cabeza y saber estar bien parado.
Todo esto es curioso porque visto desde otro lado, Belli ciertamente merecería mayor atención en el extranjero dada la relevancia (no siempre justificada) de lo neobarroco que pese a su aparente amplitud no engloba sino a las patadas a autores realmente trascendentales como Marosa di Giorgio o Rodolfo Hinostroza que renegaba de participar en, por ejemplo, la muestra Medusario, que, casualmente, no incluye a Belli siendo que tiene a otros autores tan o más grises que el autor de “Salve, Spes”.
Esto es muy interesante porque enfatiza dos aspectos centrales de Belli. Uno, su barroquismo no debe nada a Lezama Lima sino a fuentes anteriores, quizás tan o más antiguas que la del denso cubano, pero, definitivamente, mucho más secas en todos los órdenes ya sean estos los del imperio de lo intelectual o lo sensual. Dos, su falta de atractivo para cualquier lector agudo.
Sin embargo, siendo que lo Neobarroco (en líneas generales) y peor aún la pura “poesía del lenguaje” son elementos ornamentales exentos del fuego romántico que ha habitado y que habitará siempre en la poesía, quizás deberían haberle prestado más atención ya que comparten esta terrible característica superflua.
El noventa y seis cumpleaños de Belli no le ha importado a nadie y no es una tragedia en tanto que no hay forma de exigirle a la ciudadanía peruana que preste más atención a este y otros artistas nacionales puesto que no hay ningún mérito público en la mayoría de ellos (lo que no niega ciertos méritos estéticos de cualquiera).
Todo ello nos lleva a preguntarnos ¿para qué sirve la poesía a quién no tiene tiempo para embelesarse en nimiedades ni detenerse en florituras y ridiculeces? Y nos respondemos con la mayor claridad posible, todo ello le sirve a cualquiera para encender su propia vida a un grado tan extremo que ni el corazón del sol; para hacer saber que la existencia aún en su aspecto menos portentoso puede exaltarse, siquiera por un instante, y equipararse con la vida de los héroes y los gigantes; y, también, para aprender a vivir de verdad y enfrentarse cara a cara con la muerte sin ningún tipo de miedo y eso solo puede brindarlo la Poesía y no la farsa que se hace pasar por ella.
Por último, retomando el paralelismo entre Botero y Belli, debemos decir que un creador no pertenece a una nación por el solo hecho de haber nacido en su territorio sino por amar y estar orgulloso de lo que esa nación es, fue y lo que puede llegar a ser mostrando todo eso en sus propias expresiones artísticas.
El drama del Perú (a estas alturas ya una tragedia), es que no tiene ninguna idea acerca de todo ello respecto de los propios peruanos y los artistas nacionales (casi sin excepciones) solo dan un testimonio eufemístico de todo ello en lugar de subvertirlo, transformarlo o confrontarlo.
PERCY VILCHEZ SALVATIERRA. Escritor, abogado y analista político.

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29/11/2023
Hacer un recuento de autores peruanos contemporáneos valiosos es un acto imposible. Salvo que haya genios escribiendo en las sombras que no hayan ofrecido aun a la luz pública sus proyectos, la literatura peruana es baja, insignificante y aburrida salvo por algunas excepciones insuficientes y absolutamente desprovistas de grandeza., característica habitual no solo de la literatura peruana sino del país entero.
Entonces, si solicitan que se recomiende a autores peruanos talentosos aparece una paradoja inquietante puesto que, ¿acaso es posible que existan escritores sin talento? y lo peor es que, editorialmente, existen y proliferan sin cargos de conciencia ni culpa, aunque realmente no sean ‘escritores’.
En realidad, muchos son esforzados profesionales (otros son solo aficionados), pero ni siquiera es suficiente el talento. De hecho, en la actualidad sería mezquino negar que en los predios de la literatura peruana hay gente con habilidades formales y hasta tenues estilos (aunque como en toda disciplina, lo que más abunda es el conjunto de mediocres habituales), pero la literatura (el arte en general) no puede limitarse a eso, sino que debe pretender lo imposible.
Una pregunta alternativa digna de ser controvertida sería, ¿entonces, existen grandes escritores peruanos contemporáneos? ¿Prospectos, siquiera? Nada que ver y por eso la facilidad con que se endilga el adjetivo “grande” a cualquiera es una de las graves taras que tiene la cortesana literatura peruana y este es el tiempo de aniquilar esa falsa expectativa.
En narrativa, luego de MVLL y Gutiérrez, existe un obvio estancamiento y un detrimento de la ambición totalizadora que debe perseguir todo novelista.
En poesía, desde Juan Ojeda no existe una intención de lograr una poesía absoluta salvo por el proyecto trunco de Enrique Verástegui.
Proliferan los estilistas que pueden escribir con cierta corrección, pero no tienen nada que decir, los cosmetólogos de la palabra, los entusiastas experimentales y los que escriben mal, pero tienen buenos amigos solícitos con las reseñas, los “discursos” de las presentaciones y las “críticas fundamentadas y enjundiosas”.
Un medio donde cualquiera ataca en las redes sociales con total cobardía, donde no existen críticos que digan la verdad, donde se huye de la polémica y se tergiversan las ideas de los contrarios no puede dar mejores frutos que los ampliamente conocidos, un escenario absolutamente lamentable para los amantes de la literatura.
Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra
Sobre la genuina poesía de imágenes y visiones frente a la farsa fonética sonora en Vallejo
Lee la columna de Percy Vílchez Salvatierra

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1 semana agoon
24/11/2023
Si la poesía solo fuera fonética podría ser que Vallejo estuviera donde lo ponen sus acólitos, pero la poesía es otra cosa y siempre será otra cosa aunque bufen los adoradores de eufonías.
Por eso, todo lector agudo debería preguntarse ¿por qué Shakespeare es conmovedor siempre sin que importe la calidad de la traducción qué lo representa?, ¿por qué las imágenes de Dante subsisten aun en la más basta y balbuceante de las traducciones?, ¿por qué los epítetos de Homero suenan majestuosos en cualquier lengua existente?
La respuesta es, precisamente, porque todas esas obras no se detienen solo en los hallazgos fonéticos y sonoros sino que implican la superación de todo lo que existe en Vallejo y la gente que es como él, puros eufemismos sónicos.
Por eso, debemos comparar a Vallejo siempre para que siempre se aprecie en su real dimensión, siempre distante de los principales poetas universales que no han sido pocos en la larga historia del mundo.
La aseveración de que la valía de la poesía de Vallejo no sobrepasa a la de Adán ni a Ojeda, por otro lado, refleja una perspectiva amplia, fecunda y generosa totalmente distante de cualquier tipo de restricción y que incluye, de todas maneras, la presunta intrincada originalidad presente en la obra vallejiana mas la sentencia como insuficiente dada su estirpe baja y cotidiana, un mero divertimento formal.
La comparación directa entre poetas, por otro lado, no solo es tentadora sino que es necesaria imprescindible y fundamental para establecer las jerarquías precisas y jamás resultará simplista sino todo lo contrario. Además, establecer el marco comparativo captura la complejidad inherente a la poesía de Vallejo y a la poesía de todos los innumerables poetas que lo superan y solo en razón de dicho ejercicio de comparación se podrá advertir la exacta dimensión de cada poética en juego.
No hallo ningún argumento en lo que describen más supuestas respuestas a mi último artículo puesto que la mayoría señala méritos de Vallejo que no se discuten sino que se reposicionan. En varios de esos discursos solo se afirmas que Vallejo es Vallejo y Vallejo es el mejor porque es Vallejo. No dicen nada y lo que creen desarrollar se podría endilgar a ciegas a cualquier vanguardista como Hidalgo o Huidobro.
Mas bien ese es un punto ciego que no explora las condiciones metafísicas de los puntos altos de las poéticas de Adan y Ojeda ya sea que estas remitan a las ‘sumas voces’ o a las riberas de los rios infernales (ambas condiciones que Vallejo desde su cotidianidad, acaso excesivamente humana, ni siquiera atinó a husmear).
La excelencia fonética, en este orden de cosas, como valor poético es similar a apreciar jirones de piel bien cuidada en un cuerpo afectado casi enteramente por la lepra. Es decir, es un elemento de valor, pero es menor puesto que la poesía se encarga de cosas mucho más importantes.
En ningún momento, hemos obviado la riqueza fonética de Vallejo sino que, precisamente, hemos considerado que circunscribirlo a ella habría sido hundirlo de inmediato, sin valorar otros detalles más valiosos de su poética.
La reverencia hacia Vallejo es peor que el suicidio, es el mayor autoboicot que cada poeta peruano puede hacerse.
Si solo se ensalza lo fonético sería preferible ser sordo o dejar la escritura de palabras solo para silbar y si ese fuera el mayor mérito de Vallejo aniquilarlo sería ya no un acto de justicia sino un episodio de impiedad infernal.
La cita de Hinostroza respecto de la condición de ‘tótem y tabú’ es plenamente vigente, pero solo para los perturbados que han endiosado a un buen poeta como Vallejo haciendo caso omiso de sus limitaciones. De hecho, las reacciones de los vallejólicos demuestran como pesa en sus mentes el mito que el gran ronco fulminó plenamente y con la más honda sinceridad en su valioso testimonio Reflexiones Sobre El Asunto Poético (que todos los poetas deberían leer en lugar de hacer ‘relaciones públicas’).
Realmente, es una desgracia ver como la frágil poesía peruana solo sabe resguardarse en su fantasía sonora y fonética que la ha caracterizado toda la vida como una muestra colectiva menor, destacable sí, ciertamente, desde el estilismo y esas maneras tan finas, pero desdeñable desde la savia misma de la poesía y la pasión, la sabiduría y la grandeza. Precisamente, es por esta falencia estructural que la tradición poética peruana más perenne es la vanguardia y no el clasicismo.
Todo ello no basta para disputar los escenarios más altos y espectaculares de la poesía del mundo.
Finalmente, una crítica realmente honesta de la poesía de Vallejo y de la poesía peruana en general debe poner a la fonética y al mero trabajo formal donde corresponde, no permitiéndoles acceder jamás al sancta sanctorum de la Poesía que es siempre el fenómeno maravilloso y complejo de la propia experiencia poética y la creación de imágenes, lo que en su punto más alto, según la historia de la propia Poesía, corresponde al ejercicio de las Visiones.
En fin. Quizás les sea más fácil volver a nacer antes que aprehender de verdad a la POESÍA.
Last but not least, aquellos ingenuos que evitan las comparaciones son más maliciosos que conformistas. De antemano saben que valen muy poco y por eso evitan medirse o entrar en las rutas mayores de los más grandes maestros de la poesía. Piénsese solo en Walcott y Homero en Omeros o Pound y Dante en los Cantos. Si no se comparan no crecen.
P. S.
Es necesario decir la verdad de vez en cuando y así hoy debe decirse que que ni siquiera la supuestamente triunfal poesía peruana goza de credenciales mundiales de primer orden y la verdad es que por eso se evita comparar a los poetas peruanos con poetas inmensos de otras nacionalidades, cuando en toda la gran poesía y en toda la gran literatura del mundo las comparaciones son fundamentales a tal punto que los propios poetas de primer orden establecen líneas de continuidad o de exploración de las rutas mayores trazadas por sus maestros sin pretender que han aparecido como relámpagos de plasma sino que se atan a tradiciones y formas de expansión del contenido humano y de la propia experiencia poética como sucede en los casos de Derek Walcott que empalma directamente con el mayor aeda en Omeros y, oh, dulce compañía, Ezra Pound que, como el mismo afirmara, su intento poético absoluto era poner en verso todo el conocimiento que el mundo había acumulado desde la muerte de Dante y el punto final de su Comedia hasta los días del bárbaro autor de los Cantos (realmente, los cantares de gesta absolutos del siglo XX).
¿Prestaremos atención, entonces, a las ridiculeces fonéticas y sonoras en boga que se suelen ensalzar en Perú como sustitutos de una genuina savia poética y existencial de primer orden? Jamás.
Del mismo modo, debemos despreciar a los cobardes abyectos y fracasados que evitan la competencia solo para cobijarse en su red de minucias y afectos miserables puesto que la literatura como todo lo que en la vida tiene alguna importancia implica competencia y distinción, hacer saber que uno es mejor que los demás no por una mera jactancia o por un desfase de la personalidad sino por justicia y por un propio ejercicio de nobleza que obliga a cada uno a ser fiel, por lo menos, a uno mismo y a la verdad.
Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra
Vallejo y los reales poetas universales
Lee la columna de Percy Vílchez Salvatierra

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1 semana agoon
22/11/2023
El valor de la poesía de Vallejo es innegable, pero no supera al mejor Adán ni a Ojeda. Tal es así que si ascendemos a la cumbre de nuestra tradición poética debemos olvidar el facilismo de ensalzar al cholo inmortal por lo que quizás solo sea una severa falta de lecturas, una fallida comprensión-intuición lectora o una sinuosa forma de acomodarse en el mundo con cátedras fáciles y congresos mediocres. En la cima de la poesía peruana (pese a todo, insuficiente fuera del predio de los “estilistas”) caben varios autores más como Westphalen, Moro, Deustua, etc.
El problema no es del atribulado poeta sino de las capillas vallejólicas que siempre tratan de hacerlo incuestionable pese a que se le pueden objetar mil denuestos como bien señaló Hinostroza: “Vallejo no es un escritor, ni un hombre, ni nada aproximado: es un mito. No hay que decir ‘No me gusta Masa’, o ‘Los Heraldos Negros es insuficiente’, o ‘El hombre no tenía que morirse de hambre’. Es Tótem y Tabú”.
En todo caso, los vallejianos dogmáticos le hacen un gran disfavor al enaltecerlo por sobre todos los otros poetas peruanos sin mayores ‘fundamentos’ que el mérito lingüístico de Trilce, la moralina solidarizante de su obra entera, el hecho de haberse hecho ‘conocido’ en medio mundo y el maldito sambenito de haber aprehendido el ‘dolor humano’, pues todo eso es algo inexacto.
Vallejo importa porque logró condensar una colección de textos como Poemas Humanos en los que rebasó el manierismo trilceano y pese a que ya había perdido una incipiente impronta metafísica y visionaria de algunos fragmentos de Los Heraldos Negros hizo palpable un ansia de trascendencia importante. Eso y la epicidad (descubierta solo en el fragor de la guerra) doliente de España, aparta de mi este cáliz deben servir para valorarlo por encima de cualquier afectación formalista y para compararlo cabalmente con otros poetas.
En la comparación siempre se verá como un poeta dueño de una expresión muy propia, pero, de ninguna forma, como un autor singular o superior a todos. Al hombre le bastaba Darío, pero no tenía sentido, para él, rastrear en la Poesía el camino compartido por Homero, Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud o Pound solo por enumerar una línea de poetas universales reales.
Al menos esto debe quedar muy claro para todos y, sobre todo, para sus adoradores ciegos.
Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra
Elogio de un admirador de Pound a un discípulo de Flaubert: ¿y, después de Vargas Llosa qué?
Lee la columna de Percy Vílchez Salvatierra

Published
2 semanas agoon
16/11/2023
Pasan los días y seguramente pasarán los años y no habrá un entendimiento pleno de lo que significa esta muerte por adelantado que nos propone Mario Vargas Llosa con su retiro. Hasta puede entenderse que quiere ver o anticipar que dirán de él cuando esté muerto y hasta la fecha no se le ha dado ningún gusto al respecto.
En primer lugar, nadie valora su posición de escritor todo terreno, polemista perenne y mandarín en suma al modo de Sartre o, en su momento, Víctor Hugo. A lo sumo, les preocupa situarlo, únicamente, como narrador y eso es una arbitrariedad y una mutilación, que, pese a ellos, tampoco favorece a los antivargasllosianos.
Luego, como narrador no tiene nada que ver con las cumbres más empinadas de la literatura universal, expuesto sea esto con justicia y pertinencia pues pese a ello es superior a la totalidad de narradores peruanos delicados y finos que han caracterizado a nuestra tradición en gran medida (de paso, debe decirse que una gente afecta a escribir minucias o modismos genéricos no puede cuestionar a las novelas totales, etc.).
1. En mi artículo anterior, “Después de Vargas Llosa, el diluvio) expuse que sólo rescato a dos novelas vargasllosianas, Conversación en la Catedral y La Casa Verde. Esto se debe a que en mis propios fueros he hallado a estas obras no solo como las más singulares sino como las más arriesgadas que compuso MVLL en su mejor momento. Desde luego, hay otro puñado de obras maestras en su producción, pero dejemos que cada uno escoja las que prefiera. Considero que las obras que mencioné deben su mérito no solo a un dominio formal bien establecido sino a un arrojo existencial mayor de parte del autor y a un riesgo intensísimo en todos los niveles.
La primera porque en ella pudo ser él mismo descendiendo hasta los puntos más abyectos de su propio ser sin ninguna clase de censura..
La segunda porque en ella fue un émulo de su maestro Faulkner hasta el borde mismo de la aniquilación ya que no pudo poner la misma esencia humana en sus textos y por eso casi se excedió hasta el punto de que se le pasó la mano con la forma.
También porque nos legan a varios de sus personajes más arquetipicos como Zavalita, Cayo Mierda o Bola de Oro y del otro lado los magníficos Anselmo, Lituma y Chápiro Seminario que es como un relente de leyenda en ese mundo esencial que nos propuso aquella vez.
Todo esto lo he afirmado pese a haber disfrutado de casi todos sus libros a los que considero meros objetos de entretenimiento hechos por alguien que, pese a no ejercer la literatura hasta el límite, la ama como solo pueden amarla los locos o los poetas y es por esto que muchos de ese libro son, al mismo tiempo, pequeñas obras maestras.
2. Mas veamos el asunto de la forma en La Casa Verde desde otra perspectiva. Así, podemos considerar que no hubo abuso de la forma en esta novela sino que el contenido y la expresión de MVLL, simplemente, no estuvo a la altura de la forma que empleó en esta gran novela.
Esto sucedió porque nunca tuvo acceso a la genialidad de la que Faulkner hizo gala casi en la totalidad de su obra, ni a la poesía, ni a ese arrebato grandioso que tienen hasta los más humildes personajes del capo sureño. Por eso nuestro Nobel solo se limitó a la arquitectura formal.
Dicho sea todo esto pese a la gran disrupción que representan los monólogos de Anselmo ante Toñita, no solo en torno a esta obra en particular sino en torno a la novelística entera de nuestro autor, acaso los únicos fragmentos de la obra vargasllosiana donde la poesía ha hecho su plena participación, lo que alumbra con sordida nitidez si pese a la poesía la infortunafa Toñita correspondía o no a los sentimientos del enamorado Anselmo, acaso tan tierno y poético como enfermizo y enajenado que se inventó la respuesta favorable de la desventurada piurana ciega y muda. Decididamente, en aquella época MVLL estuvo ciertamente poseído sin freno alguno por sus demonios, pero pese a ello no fue suficiente.
3. Creo, en este sentido, que La Casa Verde es la obra en la que más se plegó a su maestro aunque solo en lo formal pues todo lo demás siempre lo excedió (lo de Anselmo y Toñita son muy pocas páginas y su emotividad e impacto no aparecen en ninguna otra parte) y por eso nunca pudo escribirle un largo ensayo como si hizo con Víctor Hugo, por ejemplo.
4. Esa proyección formal de la que tantos elogios se han hecho ya, esa vasta arquitectura en la que el autor en cuestión halló grandes momentos, puede ser un mérito de la dedicación y del dominio técnico, pero es insuficiente ante las cimas del arte narrativo. De todos modos con los otros elementos que mencioné en mi anterior artículo es claro que no va a aparecer otro escritor de ese nivel en el Perú salvo que hallemos a uno que realmente quiera medirse con Tolstoi o Cervantes y todos los otros, además de querer ser un mandarín cabal y una figura pública de nivel mundial.
5. Hay otro asunto de fondo en torno a las numerosas novelas publicadas por Vargas Llosa dado que es una gran mentira que se puede escribir sobre todas las cosas como ha pretendido el autor en cuestión. Ni siquiera los genios han podido y MVLL está muy lejos de ser un genio. Por eso aunque todos su libros están “bien” escritos son solo un entretenimiento y nada más, pese a lo que, también, expuse sobre el puñado de pequeñas obras maestras que cada uno puede enumerar.
6. Luego, debemos pensar en la exhaustiva dedicación que uno puede dar a la literatura en el máximo de la entrega y el compromiso, lo que implica una gran afectación del orden de la vida. Faulkner, por ejemplo, escribió de corrido durante un gran período de no más de quince años y luego se largó a Hollywood a hacer guiones y solo tardíamente volvió a publicar narraciones.
Creo que hizo eso no solo por el dinero sino para poder vivir sin la tensión que debe implicar escribir en serie novelas como El sonido y la furia, Mientras agonizo, Luz de agosto o Santuario (que fueron publicadas en un intervalo de seis años consecutivamente).
Esto quiere decir que ni los genios han podido escribir hasta el fin de sus días jugándose el todo por el todo. Y, sin embargo, MVLL ha escrito un libro tras otro durante más de medio siglo sin exhibir, desde luego, una genuina necesidad existencial en ninguno de ellos.
Por eso, todos esos libros, casi sin excepción, se deben más a una curiosidad de gran lector antes que a la exigencia metafísica del poeta que todo escritor debe ser y que dicta que si uno no le da forma de ficción a la propia turbulencia que zahiere la mente o el alma de cada uno o como se quiera llamarla, uno podría acabar explotando o matando a alguien o haciendo cualquier otra barbaridad del mismo rango.
7. En todo caso, si seguimos la comparación con Faulkner veremos que este no solo canta a una forma de vida social que desaparece tras el fin de la Guerra de Secesión y se asienta como polvo en el camino en todo el Deep South sino que capta algo aún más esencial en esas ruinas del Sur a las que conmemora y honra en sus novelas y eso es algo que han hecho todos los grandes poetas con los mundos y sociedades de los que provienen, pues casi todos han captado esa sensación de tragedia perenne que tiene el ser humano.
Esto quiere decir que, además de la mera cuestión social, yace en la propuesta faulkneriana un elemento trascendental perenne o esencial, y, por ello, a la vez que muestra la degeneración de todos los órdenes, alcanza a ofrecer los matices adecuados a la supervivencia sensata y ardiente de los buenos seres humanos que siempre sobreviven aún si están rodeados de las peores condiciones o en medio de las más infaustas circunstancias. Eso es claridad y sabiduría y una representación plena de la compleja realidad humana, algo muy distante del discurso habitual de MVLL.
8. Otro punto importante es calibrar la invención ficcional basada solo en lo que se ha conocido frente a la potencia para poder cantar solo canciones que nos afecten de modo profundo a través de lecturas u otro tipo de referencias. Por eso lo mejor de Faulkner siempre sucede en su condado querido y no en otras locaciones y es por eso que todo el universo narrativo vargasllosiano tambalea luego de Conversación en la Catedral, aunque sus adeptos dirán, en un acierto parcial, que La Guerra del Fin del Mundo es una gran obra, pero debe recordarse siempre que esa obra es tributaria de Os Sertões de Euclides da Cunha y que es un punto de inflexión porque allí se inicia el fin de las exploraciones formales y riesgos existenciales en el corpus de la obra vargasllosiana.
9. Considero que un autor, como MVLL, que en un balance total es mediano como narrador y nulo como poeta –todo escritor debe ser poeta– (importante, sí, sin duda, como intelectual y figura pública) solo ha tenido un reparto mínimo de historias para contar y la más suya, a la vez, la más destacada, fue Conversación en la Catedral, una obra en la que cualquiera se da cuenta que el hombre se jugaba por entero hasta la salud mental en dicha escritura, un camino que nunca más volvió a transitar. En todas sus demás novelas hubo un forzamiento, supongo que económico y onanista pues escribir le ha dado mucho dinero (lo que es perfecto) y, también, mucho placer aun cuando durante medio siglo él (como el gran lector y amante de la literatura que es, sus ensayos dan buena prueba de ello) ha sabido que no estaba jugándosela como debía ser.
10. Sobre Arguedas no hay nada que decir. Realmente, hay que ser un gran resentido para afirmar que su obra narrativa refleja al Perú cuando ella solo fue una muestra parcial del Sur en su momento y desde un modo muy limitado. Desde luego, no tiene nada que hacer con Vargas Llosa y eso lo demostró Cortázar ampliamente. Considérese que en tanto que uno vapuleaba mundialmente a gente pesada en el ejercicio de la novela como Grass, a José María lo pisoteaba un cronopio, vaya infierno.
11. Pese a lo expuesto, creo que no hay ningún vacío con el retiro de MVLL sino un descrédito absoluto de la literatura peruana que no tiene, en este momento, gente con el talento, la ambición ni las ganas de ser representativo a nivel mundial.
12. Si surge un gran escritor peruano de ahora en adelante, primero tendrá que bregar con el país que está hecho una suma de pedazos inconciliables, luego deberá proponer obras desmesuradas sin pensar en Vargas Llosa sino en Tolstoi y Dante o gente así. Deberá, además, poner tanta poesía como sea posible en su narrativa y conciliar la fantasía y lo concreto sin tener ningún reparo. Eso y algo de suerte propiciará el surgimiento de un gran escritor. Lo demás es escoria.
13. Existe una concepción romántica que ve en el artista a un ser atribulado, postura que ahora se ha dejado de lado para mayor encomio de los mediocres que parecen estar muy conformes consigo mismos y sus obras miserables. Pero, tampoco es que forzosamente los grandes autores tengan que andar en un perenne martirio si son débiles o furiosos si tienen el carácter para ello. Algo de eso hay, pero como el ser humano es tan complejo, podría darse el caso que, al mismo tiempo, sean encantadores y sociables.
Todos los detalles que puede padecer un autor agudo en torno a las giras y las entrevistas superfluas es una realidad y cualquiera puede ver con gran claridad esta experiencia en el caso de Bob Dylan en D’ont look back. No hay mejor ejemplo en este rubro y por ello es recomendable que se vea el gran documental de D.A. Pennebaker.
14. Aunque, en general, todo creador tiene un lado oscuro conflictivo, Vargas Llosa siempre estuvo bien satisfecho de sí mismo en torno a su imagen pública, pero interiormente las grietas que dejó su padre (que el describe sin ambages en El Pez en el Agua) siempre le afectaron, aunque no le dio espacio para portarse delante de la gente como si hubiera sido Rimbaud (al que tradujo tempranamente, aunque esto lo olvide medio mundo -la narrativa sin grandes pasajes poéticos es nada-). Quizás por ese conflicto con el padre y la autoridad se ha dado su intensa disposición para la polémica.
15. Hay otro problema que es el de la figura pública y el de la persona en sí, una genuina paradoja dado que MVLL tuvo éxito desde muy temprano y construyó una imagen pública en torno a eso, pero, luego, ha expuesto su vida desde La Tía Julia y el Escribidor con impudicia y hasta con cierto desenfreno delante de todos sus lectores lo que implica una suerte de degradación que no todo el mundo ha alcanzado a ver.
16. Los libros de MVLL que no alcanzan a ser sus primeras tres novelas pueden ser menores, pero siempre aportan algo que a la gran mayoría de escritores peruanos les falta, el autoconvencimiento de estar abordando una gran obra y casi siempre una apuesta apasionada. Sin embargo, reitero, solo Conversación en la Catedral le hizo mostrar sus vuelos más profundos en su propia noche oscura del ser.
Debe ser que por esto último no se atrevió nunca más a explorar esas rutas tenebrosas porque se asustó (como sería normal oara cualquiera que pueda contemplar los propios abismos de cada uno.
También, puede tener que ver que se haya sometido a los placeres más superfluos y a las exigencias del mercado y no necesariamente a sus propias exigencias más raigales.
Por otro lado, nadie puede pasarse década tras década publicando grandes novelas. Como ya expuse, eso no lo han hecho ni los genios.
17. Lo manía de poner a Arguedas por encima de MVLL es un impasse enfermizo que debe más a sus acólitos que a él mismo y que no tiene ningún asidero. Realmente, la obra de su vida son los 17 volúmenes de su trabajo antropológico. Como novelista no puede ni siquiera competir con Alegría y Scorza. Como poeta era y es mucho más interesante, algo que iba muy bien con su natural talante lírico. De ninguna forma puede compararse con el Premio Nobel de Literatura 2010, mucho menos los premios, títulos o el dinero sino por motivos estrictamente literarios como el dominio formal, la eficacia de las técnicas empleadas y, sobre todo, una entrega existencial irrepetible.
18. He escrito, más de una vez, que MVLL es insuficiente como narrador respecto de los colosos de la literatura mundial y si agregamos a los filósofos es justo decir lo mismo. Realmente, debe decirse que Grass, Cortázar (pese a que pisoteó intelectualmente a Arguedas) y ni se diga más de García Márquez, todos ellos muy limitados intelectualmente (no tenían ni el bagaje ni la intención de Kundera, por ejemplo) como intelectuales estaban muy por debajo del autor que abordamos en estas reflexiones.
19. Ahora, tampoco se puede pedir que un artista sea un filósofo agudo (aunque debería serlo). Tal es así que si mencionamos a Foucault, Mosterín y otros, considero que si la discusión no versa estrictamente sobre filosofía si podría haber un debate alturado con MVLL, claro que si se va a lo estrictamente filosófico ya no tiene nada qué hacer pese a lo bien que se le dio la interacción con Lipovetsky hace unos años sobre la sociedad del espectáculo. Quizás si se escogiera un solo tema o un solo libro como objeto de debate recién se podría ver la talla de cada gallo.
20. La importancia de MVLL es tal que se puede sostener, como se ha hecho hoy de modo somero, un contrapunto entre su persona y las de varios connotados narradores y pensadores. Cuánto tendrá que pasar para que haya otro así es un asunto que no nos preocupa.
Lo que tenga que ser conocido, se hará conocido o no.
Lo primero, enhorabuena. Lo otro, igual.
21. Como todo gran artista pesa sobre MVLL una condena y por eso no es amado por el pueblo que ni lo lee ni lo admira, pero que sí lo desprecia por su aval político a regímenes que devinieron siempre en lo peor.
En fin, hágase con él lo que se quiera, pero no debe olvidársenos que fue nuestro Sartre y nuestro Víctor Hugo.
La medida de su fracaso ha sido la medida de su propia desmesurada ambición y no puede haber mayor elogio para ningún individuo sobre la faz de esta Tierra aun habitable, hermosa y digna de las mayores muestras de poesía y heroísmo que todavía alberga el ser humano para mayor encomio de la especie entera.
Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra
Después de Mario Vargas Llosa el diluvio
Lee la columna de Percy Vílchez Salvatierra

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3 semanas agoon
12/11/2023
Es difícil ser escritor y participar del medio literario. Además, puede ser más o menos repugnante dado que se debe compartir espacio con la misma escoria que compone la sociedad, aunque amplificada por un cierto volumen de lecturas y una vanidad injustificada la mayoría de las veces y nada más, puesto que no hay nada que diferencie a un escritor del resto de la sociedad aun cuando en medio de dicha ocupación hay mil quinientas variedades, modalidades y calidades.
Ante la perspectiva de emprender una carrera literaria puede uno optar por apostar todo por el exilio y una buena obra que se debe presentar a las mejores editoriales o por escribir una obra genial y mantenerse inédito por el romántico ensueño de la posteridad y la contingencia que otorgará mérito a una propuesta secreta que quizás no valga nada y que solo oculte una gran timidez o cierto grado de inconsciencia autocrítica (lo más escaso en esta época donde todo el mundo cree que puede ser cualquier cosa).
También, a sabiendas que uno es pésimo o mediocre se puede buscar refugio en las provincias (si no hay crítica en Lima, fuera de la capital hay menos todavía, pese a la fantasía de los periféricos) donde la escasez de polémica permite que se le perdone la vida a una infinidad de subalternos apocados y ayayeros siempre con los que vienen de afuera y mezquinos con los del propio entorno a los que no se dignan ensalzar ni en la hora de la muerte.
Para estos últimos (pésimos o mediocres), desde luego, cabe la perenne tentación de hacer gestión cultural, establecer una editorial (una mera imprenta en gran medida), organizar recitales, festivales, conversatorios o, en síntesis, vivir de las relaciones públicas y el lobby (el día que se halle a un lobista con algo de talento propio será el día del juicio final) ya sea ante privados o buscando servirse del erario público para promover una suma de obras más o menos infectas de vacuidad, moralismo o el más falso de los correctismos políticos.
Todo ello solo suma gravedad a la desgracia correspondiente al paupérrimo estado situacional de la literatura peruana que yace en la imposibilidad de ser importante dado que el propio país se ve una y otra vez confinado a una mediocridad insufrible desde todos los órdenes sin que nadie atienda la urgente necesidad de refundar o reestructurar todo el orden existente en torno al gobierno y la propia identidad nacional (labor pendiente desde antes de la Independencia, etc.).
Quizás solo una mente de primer orden capaz de enfrentar esta circunstancia podría intentar producir una obra literaria fundamental. Aquí solo aparecen dos obras en todo el curso de la literatura peruana, una como testimonio de la imposibilidad de hacer del Perú un gran país y como suerte de radiografía de sus vicios y debilidades más extremos y la otra como manifestación plena de la imposibilidad de escribir una novela que muestre al país como un escenario magnífico, una suerte de tentativa de exploración del propio ser peruano frustrado por no poder superar las dos condiciones que lo abruman desde una perspectiva totalmente inversa a la de Blasón (jactanciosa y orgullosa exaltación de dos modos de ser muy distantes del individuo común, etc.) .
Me refiero a Conversación en la Catedral y La Violencia del Tiempo. Y a ellas podría sumar La Casa Verde solo porque en ella Vargas Llosa jugó a ser Faulkner y en cierta medida lo fue, mérito absoluto (ciertamente el del Deep South hubiera usado una retórica más alambicada y un tono más épico y funesto, pero aún así, téngase por bien puesto este ejemplo porque aun cuando la literatura parezca no ser objeto de competición alguna, secreta y no tan secretamente los mayores escritores del mundo han tenido maestros a los que no solo han querido imitar sino superar)..
Me pregunto qué frutos habría cosechado si en lugar de Sartre, Flaubert y Faulkner hubiera puesto en su cima a Tolstoi y a Dante, o a Dostoievski y Blake, etc. ¿Qué podría lograr un escritor talentoso cualquiera si se animara a tanto? En fin…
Faulkner fue muy claro y espléndido cuando confesó las lecturas que frecuentaba año tras año porque nos legó, en dicha declaración, la referencia directa de su ambición, la cifra de su meta a alcanzar y la barrera que quiso derribar. Entre ellos fueron mencionados los profetas del Antiguo Testamento, Cervantes (a tal punto que leía el Quijote como si fuera su biblia personal todos los años), Dickens, Conrad, Flaubert, Balzac (de quien elogió la desmesura vital expuesta en el curso de La Comedia Humana), Dostoyevski, Tolstoi, Shakespeare, Melville, Marlowe, Donne, Keats y Shelley (véase la edición 12 de Paris Review para más detalles, la célebre entrevista que el genio obsequió a Jean Stein en 1956). Considero que sin tener referentes sólidos y gigantescos como los citados solo se pueden producir minucias como sucede en el curso entero de la tradición literaria peruana.
Incluso Hemingway, que pese a su laconismo efectista ambicionaba ser Tolstoi, hablaba siempre de la necesidad de la confrontación con los reconocidos maestros de la literatura universal como expuso en una carta al capo John Dos Passos en 1931: “Uno siempre debe medirse a golpes con los mejores y medirse todo el tiempo. Stendhal, Balzac, Turguéniev. Si Tolstoi viviera, le diría: “Eh, viejo, ¿qué tal si nos ponemos los guantes tú y yo, sólo para probar?” Me mataría con su gancho izquierdo, pero llegaría orgulloso hasta el round número quince”.
Claro que podría decirse que este horizonte de ambición de Faulkner y Hemingway correspondía a que eran parte de una potencia orientada a disputar la hegemonía del mundo entero, pero eso en lugar de justificar la falta de ambición del escritor peruano promedio debería considerarse un agravio doble porque dado que el país es, en este momento, un total desastre resulta doblemente exigible, para todo aquel que se haga llamar escritor, que la ambición literaria se torne mucho más grave que la de Faulkner o Hemingway o, incluso, Vargas Llosa, desafortunadamente otro afrancesado.
Por ello es necesario discrepar con cualquiera que afirme, por ejemplo, que en Colombia se ha superado a García Márquez. Eso es falso totalmente puesto que para superarlo se tendría que haber escrito un nuevo Quijote o una nueva Ilíada. En este sentido, no es que García Márquez haya arruinado a nadie, sino que si el genio no aparece es muy positivo poner una barrera que los escritores del mañana tengan que rebasar. Tal es así porque Cien Años de Soledad es una suerte de milagro poético que excluye de su impronta al propio García Márquez que no tiene dentro de producción ni una sola obra que le sea cercana. En todo lo demás, Gabo era irrelevante como intelectual.
Lo mismo pasa si se considera como un tótem a Borges, algo que, además, es innecesario porque es solo una rama de la literatura argentina y porque el porteño, aunque parecía versado en todos los temas realmente estaba muy distante de ello y él mismo lo reconocía tácitamente con el empleo de la falsa modestia de un paisano del Sur o con el humor que le llevaba siempre una risotada a los labios. En política, por ejemplo, o era una nulidad o era errático e incapaz de defender una posición excepto por su odio a Perón (ampliamente merecido, por otro lado).
Lo mismo sucede si se ensalza a Fuentes o a Paz. Escribo innecesario porque Fuentes aunque vivió bien y tuvo cierta influencia siempre fue un escritor menor. En cambio, Paz si es un punto aparte, realmente un escritor total, versado en casi todos los temas, agudo y profundo, espléndido poeta y ensayista con grandes condiciones y posibilidades para la política, etc. Realmente, un escritor importante y trascendental en todos los modos posibles, singular y único.
De todos los autores mencionados hasta este punto, debo rescatar, solo a Paz y Vargas Llosa para que pueda entenderse definitivamente lo que implica el retiro de este último y la viabilidad de la pregunta que incide en su sucesión.
Este factor definitivo es fundamental porque no es estrictamente estético, sino que corresponde al orden intelectual y a la vida pública de cada autor.
En este sentido, Paz y Vargas Llosa han representado con la mayor claridad posible lo que Sartre llamaba los mandarines de la Literatura y han sido para sus países de alguna forma (pese a la abyección de los denuestos más superfluos que los odiadores del arequipeño le endilgan a cada momento) lo que Sartre, Malraux o Víctor Hugo fueron para Francia, es decir individuos que concitaban en sí mismos no solo una propuesta literaria de gran valor sino, además, la intención y suficiencia para participar en los asuntos, problemas y debates más relevantes de sus respectivas épocas y circunstancias, ejerciendo, desde luego, una influencia considerable y un innegable poder.
Y, yendo en específico ya a Vargas Llosa hay que precisar por qué no va a tener sucesor, algo que no se supedita solo al déficit de talento de la escena literaria peruana en general sino a varios factores distintos, incluidos una ambición desmedida tanto en lo estético e intelectual como en lo económico y lo político más la suerte que es, no pocas veces, tan o más traicionera que Efialtes o tan paradójica como el mago que concede deseos en los chistes.
Ejemplos de ello son su posición en la polémica entre Sartre y Camus en la que definió una posición aun cuando es improbable que Sartre, Camus o cualquiera de la gente que andaba con ellos prestara algo de atención al meteco arribista y eso es rock o una muy buena actitud porque escribir esos textos era, pese al desfase del tiempo, considerar no solo de la boca para afuera sino en una frontal demostración escrita (como corresponde a cualquiera que se considere un escritor) que estaba a la par de sus maestros.
Su participación en causas de izquierda en los sesenta, también, así como sus rompimientos cabales tardíos, pero justísimos con esa misma ala del espectro político, por ejemplo, cuando lo del Caso Padilla y tantos otros.
Es importante considerar, también, que semana tras semana en el curso del último medio siglo, Vargas Llosa se pronunció sobre cuanto asunto puede tener cabida en una mente letrada inquieta, con sus modos habituales circunspectos y sensatos aunque levemente patinados por la pasión (que pese a ser de bajo impacto no deja de ser pasión en ningún momento y eso es otro mérito puesto que una literatura desapasionada es miseria, desgracia y una traición a las Musas), a la par que fue proponiendo novelas atendibles aunque innecesarias (acaso lo único que debió escribir fue Conversación en la Catedral, ya que en dicha obra parece haberse jugado la vida misma, como tiene que ser siempre) no perdió jamás la más mínima oportunidad para exponer un argumento, defender una posición ante el mundo entero o, en síntesis, para polemizar perennemente en pie de guerra en pos de la verdad o, a su manera (muy limitada, pero muy suya) de la sabiduría.
No olvidemos tampoco su digna y cabal confrontación de la bajeza de Gunther Grass en el 49° Congreso del Pen Club International en1986 fue famosa así como su impertinencia genial en el Encuentro Vuelta: La Experiencia de la Libertad (Agosto, 1990) al que fue invitado por Paz (“México es la dictadura perfecta”), expresión que es imperdible y que grafica rotundamente su modo de ser siempre materia dispuesta para la disputa, pese a que el brillante mexicano lo refutó como siempre solía hacer dada su superioridad personal.
Ya de su tentativa de acceso a la presidencia es preferible evadir mayores digresiones porque no solo ha sido un individuo superior a todos los demás candidatos hasta la fecha sino que propuso un esquema inteligente para superar y enrumbar al país hacia el desarrollo, pero toda la hez brutal, como siempre, se encargó de impedir el triunfo del, sin ninguna duda, más auspicioso candidato de la historia.
Todo lo expuesto no lo va a asumir ningún otro en mucho tiempo y acaso nunca.
Súmesele, también, la suerte de haber coincidido con grandes personajes que lo estimularon o le dieron pie para superarse día tras día o que le facilitaron el camino a la cima. No olvidemos que fue de los últimos discípulos de Porras junto a Neira y Macera (que ya es decir bastante) ni tampoco que la amistad y el favor de Barral le hicieron adjudicarse el Premio Biblioteca Breve Seix Barral 1962 (uno de los pocos casos en los que el amiguismo tuvo una sólida justificación y un acierto, no como tantos cientos de premios que no sirven ni siquiera para las más abominables funciones ya sea que se denominen Planeta, Alfaguara o cualquier otro).
Ambición, talento, suerte, dedicación y constancia, no hay mayores secretos en el significado de Vargas Llosa para la literatura en general y la peruana en particular. Eso y quizás, también, una cierta forma de contenida desmesura, una paradoja digna de tamaño personaje que pese a todo resulta insuficiente ante el Himalaya de la literatura mundial que está conformado por varios de los autores mencionados en estas reflexiones.
En todo caso, siguiendo la línea de estas últimas paradojas en torno a Vargas Llosa, debe entenderse que este gran realista, de varias formas, ha sido siempre un gran utópico o un gran fantasioso. Ha creído, cree y creerá, seguro, hasta el último día que la literatura puede cambiar el mundo pese a que el mundo nunca dejó, deja ni dejará de demostrarle, una y otra vez como los molinos de viento a Don Alonso Quijano, que es imposible la materialización de los sueños.
Entonces, el mérito de su extensa carrera y el fundamento de la insuperabilidad que impone a los escritores peruanos en ejercicio en el momento de su fin estriba en que fue el último de los grandes escritores comprometidos del orbe y en que, como tal, nunca dejó de embestir a los gigantes, aun a sabiendas que no eran sino meros molinos abandonados en la llanura de los más altos y gozosos sueños de la especie.
Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra
Política, la poesía de los pueblos
Lee la columna de Percy Vílchez Salvatierra

Published
3 semanas agoon
08/11/2023
Como bien nos enseñó la resistencia poética de Nazim Hikmet aquella vez infame en la que los marinos turcos lo enterraron hasta la cintura en una letrina, durante varios días, para derrumbarlo (psicológica, moral y físicamente): si no hay grandeza en nuestros actos nos condenaremos a ser vencidos por la escoria que solo busca nuestra ruina y la de nuestro país y eso no lo podemos consentir.
En este sentido, este gran poeta turco, sobrevivió cantando todos sus poemas y todos los poemas que se sabía, desde las más complejas elaboraciones sofisticadas de la vanguardia hasta las canciones más simples y humildes de los campesinos de su tierra, según el relato de Pablo Neruda en “Confieso Que He Vivido”.
Así, un poeta político forzado, por sus enemigos, a hundirse en el excremento por luchar por el bienestar de su patria, prevaleció sobre la infamia de sus captores anteponiendo lo que mejor tenía adentro suyo.
Por nuestro lado, el pueblo peruano ha sido capturado por una horda de individuos de la peor calaña y eso no puede ser negado luego de estos últimos doscientos dos años espeluznantes casi en su totalidad.
Además, la conducta habitual de aquellos que ejercen el poder en el Perú configura una verdadera tortura (muy semejante a la que padeció el gran Nazim) para todos aquellos compatriotas que gozan de una inteligencia promedio y una ética moderada.
Por todo ello, no olvidemos el gran ejemplo de Hikmet que nos indica algo muy importante: el pueblo peruano podrá sobrevivir a esta coyuntura de miseria moral y nulidad gubernamental, sí y solo sí sostiene sus sueños y esperanzas en algún punto muy alto.
Y este promontorio salvífico no puede ser otro que la Poesía, pero no la opaca cantinela lirica sin mayor fundamento que aburre a todo el mundo yendo de un recital a otro sino una contundente conducta capaz de dignificar al mundo, aunque sea contrariándolo, y librándonos del exterminio, el apocalipsis, la indiferencia absoluta hacia la vida y la realidad política actual.
Esta realidad política peruana es cada vez más digna de un electroshock o de la guillotina que de un debate o un análisis pormenorizado y por ello hoy preferimos hablar de poesía, mas no olvidemos nunca que “la Política es la Poesía de los Pueblos”.
(Columna publicada en Diario UNO)
Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra
Westphalen, entre la poesía, la belleza y el éxtasis
Antes de cumplir 25 años escribió dos libros fulminantes que lo posicionaron en la literatura peruana.

Published
4 semanas agoon
07/11/2023
Emilio Adolfo Westphalen es un poeta que fue ampliamente reconocido en vida hasta el extremo de la mitificación en sus últimos años y goza aún de un gran aprecio por los aficionados a la literatura.
Su posición en el escenario de la literatura peruana, sin embargo, es problemática pues su riqueza y calidad no está por debajo de la obra de ningún otro, incluido Vallejo, aunque esto lo afirman muy pocos como no puede ser de otra manera dado el culto por el martirio.
En este punto, podría abordarse como un plano en el que sobresalen varios clásicos ante los que es muy difícil establecer un orden jerárquico y seguramente devendrá en algo muy personal determinar quién es el primero entre todos ellos, pero, sin duda, no es tan sencillo ni puede asumirse como una presuposición que solo hay un poeta peruano en la cúspide (hipotética) de la poesía peruana (otra presuposición).
Nuestro autor escribió dos libros fulminantes antes de tener 25 años y luego mantuvo un silencio editorial durante el siguiente medio siglo (aprox.) lo que sumado a su larga estadía en el extranjero y la dirección de dos revistas legendarias (Las Moradas y Amaru) le dotaron de un aura extraordinaria de hombre tocado en lo más profundo por la poesía, la belleza y el éxtasis.
Es interesante todo esto porque no hubo ningún otro que como él haya departido desde la niñez con otro poeta altísimo como, sin duda, fue y es Martín Adán con el que compartió las aulas del Colegio Alemán y el magisterio juvenil de Luis Alberto Sánchez.
No bastando con ello, su amistad y complicidad con César Moro (en lo que se refiere no solo a la escritura sino, también, a la gestión cultural) rematan una serie de vínculos irrepetibles con puros genios de las letras nacionales y constituyen la confirmación de este poeta como un personaje de excepción en el marco de la literatura peruana.

La riqueza metafísica y eidética de todas sus obras (pese a su diversidad), su entrega a la poesía como una suerte de forma ascética y casi religiosa y su doble dimensión universal y nacional (muy bien amparada esta última en la conformación de las revistas que dirigió y su amistad con José María Arguedas) hacen de Emilio Adolfo Westphalen un escritor al que se debe leer y siempre volver pues en cada experiencia habrá un intenso despegue de la imaginación y la creatividad como sucede siempre con todas las obras más significativas e importantes de la historia.
Dentro de su línea de pensamiento es importante resaltar que como casi todos los grandes escritores dedicó muchas reflexiones a filosofar acerca de la naturaleza y condiciones de su arte y el arte en general, la poesía, y tantas otras materias cercanas.
La singularidad de la poesía de Westphalen, por otro lado, no se agota en los parámetros del surrealismo, sino que alcanza a tener una apertura muy contemporánea y moderna y, al mismo tiempo, muy bien anclada a diversas tradiciones como la mística y la onda de, por ejemplo, San Juan de la Cruz (véase Las Insultas Extrañas) o Santa Teresa de Ávila (de quién toma el título de Las Moradas) e incluso autores muy anteriores.
Fue, además de todo lo expuesto, un terrible polemista dueño de opiniones categóricas y polémicas como las que expuso en contra del capo Vicente Huidobro (siempre en complicidad con Moro) o sobre lo fallido de Trilce de una forma frontal y cabal (no como las quejas blandísimas de Cisneros y Verástegui), aspectos que, obviamente, no han sido considerados por los vallejólicos.
La densidad de sentidos y las experiencias que nos propone el corpus de su poesía completa son de las más amplias y gozosas circunstancias que un lector puede aprehender y por ello y por todo lo expuesto ha sido una maravilla poder dedicar estas líneas a este autor fundamental en el ámbito de la poesía en lengua castellana y en la escena mundial.
MUNDO MÁGICO
Tengo que darles una noticia negra y definitiva
Todos ustedes se están muriendo
Los muertos la muerte de ojos blancos las muchachas de ojos rojos
Volviéndose jóvenes las muchachas las madres todos mis amorcitos
Yo escribía
Dije amorcitos
Digo que escribía una carta
Una carta una carta infame
Pero dije amorcitos
Estoy escribiendo una carta
Otra será escrita mañana
Mañana estarán ustedes muertos
La carta intacta la carta infame también está muerta
Escribo siempre y no olvidaré tus ojos rojos
Es todo lo que puedo prometer
Tus ojos inmóviles tus ojos rojos
Es todo lo que puedo prometer
Cuando fui a verte tenía un lápiz y escribí sobre tu puerta
Esta es la casa de las mujeres que se están muriendo
Las mujeres de ojos inmóviles las muchachas de ojos rojos
Mi lápiz era enano y escribía lo que yo quería
Mi lápiz enano mi querido lápiz de ojos blancos
Pero una vez lo llamé el peor lápiz que nunca tuve
No oyó lo que dije no se enteró
Sólo tenía ojos blancos
Luego besé sus ojos blancos y él se convirtió en ella
Y la desposé por sus ojos blancos y tuvimos muchos hijos
Mis hijos o sus hijos
Cada uno tiene un periódico para leer
Los periódicos de la muerte que están muertos
Sólo que ellos no saben leer
No tienen ojos ni rojos ni inmóviles ni blancos
Siempre estoy escribiendo y digo que todos ustedes se están muriendo
Pero ella es el desasosiego y no tiene ojos rojos
Ojos rojos ojos inmóviles
Bah no la quiero
Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra
Filosofía, Poesía y un Gato Negro
Lee la columna de Percy Vílchez Salvatierra

Published
1 mes agoon
01/11/2023
Existe una chanza, muy conocida y anterior a Schrödinger, que expone la supuesta supeditación de la filosofía ante la ciencia ya que, si aquella es estar en un cuarto oscuro buscando un gato negro, esta es encender la luz para ver el lugar exacto donde se ubica el objeto buscado.
Entonces, atendiendo a las mismas condiciones, podemos preguntarnos ¿qué es o qué puede llegar a ser la Poesía?
La Poesía es estar en un cuarto oscuro buscando un gato negro y obtener de milagro una vista nocturna infrarroja para descubrir que todos los gatos habidos en este mundo no tienen piel, ni color, ni serenidad, ni forma, ni nada que los diferencie del cuerpo imposible que una sombra traza sobre el agua.
La Poesía es estar en un cuarto oscuro buscando un gato negro, atrapar al gato y soltarlo adrede porque el vehículo de la Poesía, es decir, el poeta, generalmente, es tan esnob que sólo para usar una cita de Virgilio fingirá gozar cuando deambula en ese cuarto “obscuri sola sub nocte per umbram”.
La Poesía es estar en un cuarto oscuro buscando un gato negro, hallar el interruptor, encender la luz y encontrar horribles efigies palpitantes reclinadas sobre un borde imaginario en el que se balancean Moby Dick, el gato negro de Poe, una quimera, un pájaro azul ridículo y un fragmento de antimateria que traga todo lo que se le cruza.
La Poesía es estar en un cuarto oscuro buscando el bosón de Higgs, sentir que pasa un gato negro y apresarlo como si fuera una fantasía de la infancia, y darte cuenta que el gato era negro tan solo en apariencia. Este gato, que ahora está adentro del Bosón de Higgs, es como un blues de Nick Cave, triste y azul. Roberto Carlos entra al cuarto oscuro y patea a Nick Cave, pero deja de lado al gato. Finalmente, lo acaricia, enciende la luz y aparece cantando en la cabina de un camión con ambas piernas sanas.
La Poesía es estar en un cuarto oscuro buscando un gato negro sabiendo que el gato no existe ni el cuarto y que lo oscuro son sólo las ansías que el tedio tiende sobre sus propios ojos luego de haber enjoyado nuestro último sueño.

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