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La Literatura después del Boom «El mercado busca mujeres» [VIDEO]
«… Y a los hombres les ha tocado un momento complicado» señalaba hace un año la autora hegemónica Mariana Enríquez. Aquí un repaso de la literatura actual post Boom, la literatura de una Latinoamérica que se levanta después de Gabo, Cortázar, Fuentes y ahora Vargas Llosa que fue el último en partir. Una literatura desencantada entre marianistas, antimarianistas y snipers.

¿Y después qué? Esto ya se planteaba desde los tiempos de Roberto Bolaño. Ahora ya estamos en la literatura después del Boom. La muerte de Mario Vargas Llosa cierra un importante capítulo en la literatura en lengua española en Latinoamérica. Aquí un breve repaso a la situación de la literatura en nuestro continente hegemónicamente dominada por mujeres.
Un boom boutique
Recientemente y en el marco de una corriente progresista entre las compañías editoriales y el aparato crítico ha emergido una generación de competentes y muy competitivas autoras que han venido asaltando el olimpo de nuestra literatura. Sin embargo, existe el riesgo de invisibilización del trabajo de autores masculinos, como ya se señaló el año pasado en una conferencia en la Fundación March de Barcelona, sobre lo que parece ser un nuevo boom de la literatura latinoamericana, pero en que casi todas son mujeres (Pregunta hecha por el escritor español Sergio Vila Sanjuán a la autora argentina Mariana Enríquez). Esta es una cuestión interesante de cómo la política de mercado abre puertas y las cierra en un ciclo de exclusión.
Respecto a las autoras que resuenan con fuerza dentro de sus países, como Bazterrica, García Robayo, y Wiener, entre otras, las que acaparan el panorama internacional editorial y están siendo traducidas e incluso estudiadas a nivel de tesis son tres:
Samantha Schweblin (Argentina). Fue la primera en dar la señal de alerta cuando su libro Siete casas vacías resultó ganador del Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero. Si bien anteriormente Samantha había ganado premios importantes como en 2008, el Premio Casa de las Américas, o cuando en 2010, fue elegida por la revista británica Granta como una de los veintidós mejores escritoras en español menores de 35 años; o en 2012, cuando su cuento «Un hombre sin suerte» obtuvo el Premio Juan Rulfo; no fue sino en 2015 en que se posicionó como una autora reconocida internacionalmente por el aparato crítico literario. En 2017 vendría la traducción al inglés de la novela que fue seleccionada entre las obras finalistas del Premio Booker Internacional, y, en el 2018, recibió los premios Tournament of Books y Shirley Jackson. Esto confirmó el ascenso de un boom latinoamericano femenino que se abrió a la especulación editorial que empezó a apostar fuerte por autoras.
No obstante, la obra de Samantha ha tenido reveses a partir de su segunda novela, Kentukis, y su cuento «La respiración cavernaria». No obstante, ha sido su obra en la década de 2010 la que abrió la puerta a otras escritoras.
Mariana Enríquez. (Argentina)Mariana no necesita presentación o mayores detalles crítico literarios, con más de una docena de lenguas a las que ha sido traducida su obra, es la autora latinoamericana indiscutible.
En 2019 el premio Herralde (el mismo que ganara R. Bolaño por Detectives Salvajes en 1998) le fue concedido a la novela ‘Mi parte de la noche’ de M. Enríquez. Este premio es la consagración de la literatura de Mariana, pero además la canonización en las letras hispanas de la hegemonía literaria femenino. Mariana desde su cuento ‘El chico sucio’, en adelante ha arrasado en el reconocimiento de crítica y lectores. Una mezcla de literatura pop, pero en el marco del realismo urbano latinoamericano. Sus historias de terror atraviesan el telón de fondo que es ser latinoamericano. El verdadero miedo no es fantasmas monstruos o asesinos seriales o cultos arcanos, el verdadero terror es cruzar una calle teniendo ser otra vez asaltado, no tener dinero para pagar la renta del mes, eso es el terror latinoamericano que la coloca a Mariana en la cima de la narrativa hispanoamericana. Otro logro en lo formal es la configuración de una acertada estética latinoamericana, tanto en lo urbano como lo social, sus calles socialmente deprimidas, sucias, pobres son fácilmente identificables para un lector de Buenos Aires, de Santiago, de Lima , México DF o Tegucigalpa. En todo caso, Mariana es desde Roberto Bolaño, la autora más latinoamericana que hemos tenido y tenemos ahora.
Mónica Ojeda. Es la primera vez que un autor ecuatoriano emerge con fuerza en el plano editorial internacional. Se ha especulado hasta muy poco la posibilidad de Ojeda de destronar a Enríquez de la égida literaria, Pero eso ya parece en todo caso descartado. Autora del llamado nuevo realismo gótico latinoamericano, su obra explora lo femenino en la frontera con lo monstruoso, la dark web, los abusos dentro de la familia, el despertar sexual entre otros.
Su primera novela, ‘La desfiguración Silva’, ganó el Premio ALBA Narrativa en su edición de 2014. El jurado y escritor Abdón Ubidia, dijo sobre la obra: «el seguro nivel de su escritura y estilo, su compleja y acabada narrativa; la utilización de lenguajes que provienen de diversas vertientes del arte contemporáneo, y el aprovechamiento de aforismos y recursos formales que se incorporan al texto».
‘Nefando’, su segunda novela, ganó, también en 2015, una mención de honor del Premio de Novela Corta Miguel Donoso Pareja. En palabras de Ojeda, está obra explora «Las experiencias abyectas del cuerpo, experiencias conflictivas en torno a la sexualidad como un espacio no solo de placer, sino de violencia». El libro publicado en 2016 por la editorial española Candaya, fue incluido como una de las diez obras representativas del llamado «nuevo boom de literatura latinoamericana» por el diario español El País. El escritor y crítico Alberto Olmos alabó la obra, calificándola como «una novela brillante y enfermiza» y aseverando que «demuestra tanto talento que habría que perdonarle cualquier tacticismo». Nótese en este punto que las críticas favorables en sus primeras obras provienen justamente como reconocimiento del aparato crítico literario establecido y de hombres mayores.
En 2018 publicó la novela ‘Mandíbula’, en la que narra la historia de una adolescente obsesionada con las historias de terror que es secuestrada por su profesora de literatura. El libro fue aclamado otra vez por la crítica [¿Masculina?] al momento de su publicación y calificado como “una de las novelas de la temporada” por el diario español El País, que lo ubicó en el puesto 12 de su lista de los 50 mejores libros de 2018. La novela fue además seleccionada como una de las diez finalistas del Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en su edición de 2018.
En 2020 fue seleccionada como finalista, pero no ganadora de la sexta edición del Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero con su libro de cuentos ‘Las voladoras’, en el que explora a través del terror temáticas como la violencia de género, el aborto, la sexualidad y la religión en un estilo que definió como “gótico andino”, obra que marca sin embargo el declive de su trayectoria literaria, algo que sin embargo está por verse.
En 2021 también fue seleccionada por la revista Granta como una de las 25 mejores escritoras jóvenes en español.
El ámbito masculino
Inexistente hasta estas horas. Para explicar mejor el fenómeno, basta saber lo que dijo Mariana Enríquez el año pasado en Barcelona sobre la ausencia masculina en el nuevo boom latinoamericano:
«Creo que debería incluir más escritores varones. Creo que hay buenísimos escritores varones escribiendo, algunos igual o mejores que las escrituras que se difunden, y que les llegó un momento histórico complicado, porque el mercado busca mujeres (…) paradójicamente es bueno para ellos, porque como se les presta menos atención de lo que habitualmente se les prestaba, este momento de menor visibilidad que es tradicionalmente el lugar de las mujeres, les permite escribir cosas mucho más arriesgadas (…) después de 10 años de este proceso yo estoy leyendo libros de autores de mi edad o un poco más jóvenes extraordinarios, y que lamento que este gran momento de la literatura latinoamericana no los incluya. Yo soy feminista y considero que es una tontería del feminismo excluir para ocupar un lugar».
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Viejo, mi querido viejo
Padre es quien deja huellas de amor en el alma, aun cuando ya no está.

Celebramos el Día del Padre como si bastara un regalo para resumir lo que significa tener un padre. A veces, olvidamos que están ahí presentes en lo cotidiano, en el silencio, en la mirada que guía sin palabras. Y solo cuando su ausencia golpea con fuerza inevitable, comprendemos cuánto necesitamos volver a escuchar su voz, sus consejos, su arrullo.
Tras la partida de mi amado padre lloré en silencio. Me dolía saber que nunca más podría abrazarlo. Pero con el tiempo aprendí a sonreír por su recuerdo. Porque él sigue aquí, conmigo, como lo estuvo desde el primer día y me ayudó en todas las formas en que uno puede ayudar a alguien que se ama con el alma.
Ser padre no es solo una condición biológica: es un compromiso profundo. Un padre genuino enseña, cuida y ama; a veces con dureza, otras con ternura. Una madre, un abuelo, un tío o incluso un amigo pueden encarnar con nobleza ese rol, si acompañan con amor y responsabilidad.
La figura del padre ha sido celebrada universalmente. El cantor Piero, inspirado en un poema del ruso José Tcherkaski, le cantó al padre sabio, lento, de historia sin tiempo. También lo han encarnado figuras célebres: Hugh Jackman, Tom Hanks, y Will Smith. Este último interpretando al perseverante Chris Gardner en ‘En busca de la felicidad’, donde dice a su hijo: —Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo. Si tienes un sueño, protégelo. Las personas que no pueden hacer algo, te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo, ve por ello—.
Incluso, el rey del terror, Stephen King, crió a dos hijos escritores con ternura y apoyo constante. Y Antoine de Saint-Exupéry, sin hijos biológicos, nos regaló ‘El Principito’, haciéndose padre universal de la infancia.
Pero, no todos los sabios han sido buenos padres. Rousseau, autor de ‘Emilio o De la educación’, escribió sobre la crianza y al mismo tiempo abandonó a sus cinco hijos en un orfanato. La erudición, está claro, no siempre garantiza la virtud.
Un buen padre no es un héroe perfecto. Es alguien que está, que protege, que enseña con el ejemplo. Que da amor, aún en silencio.
Donde estés, papá… gracias por cada paso.
Feliz Día del Padre.
(Columna publicada en Diario UNO)
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El Reloj del Parque Universitario
igo de protestas, revueltas, la recordada “Marcha de los 4 suyos”, el caos que originaban las famosas ‘lanchas’, los vendedores informales, los cómicos ambulantes, y hasta gatos que de noche hacen de ese espacio su refugio.

Por: Raúl Villavicencio H.
La famosa Torre Reloj del Parque Universitario, ubicada en el centro histórico de Lima, se encuentra en estos momentos en reparación para que recobre su imponente aspecto de hace más de 100 años. Durante más de un siglo, el Reloj fue testigo de protestas, revueltas, la recordada “Marcha de los 4 suyos”, el caos que originaban las famosas ‘lanchas’, los vendedores informales, los cómicos ambulantes, y hasta gatos que de noche hacen de ese espacio su refugio.
Inaugurado el 10 de julio de 1923, este reloj, de diseño neoclásico, fue un obsequio de la colonia alemana de Lima con motivo del centenario de la independencia del Perú. La iniciativa surgió como un gesto de fraternidad y reconocimiento a la nación peruana, y la elección del Parque Universitario fue estratégica: situado frente a la histórica Universidad Nacional Mayor de San Marcos, se convertía en un símbolo de conocimiento, progreso y tiempo.
El diseño del reloj fue obra del arquitecto alemán Carlos Ziller, quien logró fusionar la arquitectura europea con elementos autóctonos de la ciudad, creando una estructura que armoniza con el entorno capitalino. De aproximadamente 29 metros de altura, la torre metálica fue construida en hierro fundido y pintada en un tono ocre y blanco que le ha permitido mantenerse visible entre la vegetación del parque. Su característica más destacada es su esfera de gran tamaño, que ha sido restaurada en varias ocasiones para garantizar su visibilidad.
Las campanas del reloj, que suenan cada hora, son otro de los elementos que lo hacen inconfundible. Estas campanas fueron colocadas originalmente en 1921 y, con el paso de los años, se han convertido en un emblema sonoro de la zona.
Con el paso de los años, el reloj ha sido objeto de varias restauraciones para evitar el deterioro que el tiempo y la contaminación han causado sobre su estructura original. En 2012, el Ministerio de Cultura del Perú reconoció al Reloj del Parque Universitario como un patrimonio histórico de la ciudad. Su restauración más reciente fue realizada en 2019, durante la cual se modernizaron ciertos componentes internos sin perder su estética clásica.
Se espera que dentro de poco vuelvan a sonar sus melódicas e inconfundibles campanadas, cantándonos una vez más la primera estrofa de nuestro hermoso Himno Nacional.
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Los cien de Nicomedes, el decimista del Perú
Nicomedes Santa Cruz no fue simplemente un poeta: fue, como algunos de los grandes hombres de letras, un constructor de identidad. Su obra, vasta y viva, sigue siendo un espejo donde, cien años después, el Perú se busca y se nombra.

Por: Raúl Villavicencio H.
Nicomedes Santa Cruz nació el 4 de junio de 1925 en La Victoria, un distrito limeño que, como casi todo en el Perú, cargaba con la contradicción de lo popular y lo invisible. Noveno de diez hermanos, hijo de herrero y herrero él mismo durante buena parte de su juventud, se formó no en las aulas ni en los círculos literarios, sino entre yunques, martillos y la cadencia de una oralidad que venía de lejos, de África, del Caribe, de los campos de algodón costeños y una voz reprimida durante siglos.
Su verdadera iniciación no fue académica, sino vital. El encuentro con Porfirio Vásquez en 1949 fue determinante. Bajo su guía, Nicomedes descubrió la décima, ese formato poético de origen hispano, injertado en el alma mestiza del Perú. Pero lo que para otros era técnica, para él fue destino. En la décima halló no solo una herramienta literaria, sino un instrumento de memoria, un arma de reivindicación. Comenzó a componer con disciplina casi religiosa, comprendiendo que las palabras podían resistir el olvido al que habían sido condenados los suyos.
En 1958, junto a su hermana Victoria Santa Cruz, fundó la Compañía Cumanana. Desde allí no solo promovieron el teatro afroperuano, sino que rescataron y revaloraron expresiones como el son de los diablos, la zamacueca y el zapateo. Su poesía era coral y personalísima: hablaba de esclavos, de abuelas sabias, de discriminación, pero también de orgullo, de ritmo, de país. Obras como Décimas, Canto a mi Perú, Rimactampu y su célebre álbum Socabón (1975) no solo son aportes literarios o musicales, sino verdaderos actos de reparación cultural.
En 1981 se trasladó a Madrid, donde continuó su labor como periodista y divulgador. A pesar de la distancia, jamás dejó de escribir sobre el Perú, sobre su gente, sobre esa otra historia que no figura en los manuales. Murió el 5 de febrero de 1992, víctima de un cáncer de pulmón, lejos de Lima, pero con el país entero latiendo en sus versos.
Nicomedes Santa Cruz no fue simplemente un poeta: fue, como algunos de los grandes hombres de letras, un constructor de identidad. Su obra, vasta y viva, sigue siendo un espejo donde, cien años después, el Perú se busca y se nombra.
Columna publicada en el Diario Uno.
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Los otros héroes del Perú

Por: Raúl Villavicencio H.
En la escuela nos enseñan que Miguel Grau, Francisco Bolognesi o José Abelardo Quiñones (todos ellos militares) son los héroes del Perú, ya sea por su arrojo, valentía, sacrificio o patriotismo a la hora de entregar su vida por lo que hoy llamamos país.
Sin embargo, existen otros héroes que no llevan condecoraciones, ni espada ni un rifle, por el contrario, han hecho tanto o más por el país, pero desde la vertiente académica o desde su completo altruismo, o algo mucho más sencillo (pero que a muchos les cuesta toda una vida entenderlo), es no dejarse arrastrar por la corrupción.
El estudiante de medicina Daniel Alcides Carrión ofreció su vida al inocularse un suero extraído de verrugas de un paciente, consiguiendo con ello poder disipar las dudas científicas de lo que posteriormente sería conocida como la verruga peruana, producida por la bacteria Bartonella bacilliformis. Falleció a la corta edad de 28 años.
El ítalo-peruano Antonio Raimondi fue un gran amante de la flora y fauna peruana, el cual se ve reflejada en su magnífica obra ‘El Perú’, editada en seis tomos, invitándonos con ojos enamorados a conocer por cuenta propia las riquezas de nuestro país. Como reza un dicho popular, Raimondi era “más peruano que la papa”.
Habría que sacarse el sombrero cada vez que se menciona el nombre de María Reiche, germano-peruana que se pasó gran parte de su vida desenterrando los enigmas de las líneas de Nazca, llevando consigo todos los días hasta su vejez y muerte una escoba y un balde. Los lugareños la llamaban ‘la loca de la escoba’.
Si tenemos que hablar de historia del Perú es imposible dejar de mencionar a Jorge Basadre, considerado como el historiador y educador más importante del Perú Republicano. Se encargó de reorganizar y reconstruir la Biblioteca Nacional tras el incendio de 1943.
Así como ellos existen los guardianes de la selva, los que valoran más el agua que al mineral que se encuentra debajo de ella, al bombero que se adentra en la boca del infierno, al médico de un centro rural que no desmaya para atender con lo que tenga, al peruano embrujado por el mar que lucha, sea luna o sol, por evitar su contaminación. Son muchos, pero ahí están.
Columna publicada en el Diario Uno.
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El problema en la venta de boletos a Machu Picchu

Por: Raúl Villavicencio H.
Machu Picchu antes del ‘boom turístico’
Cuatro décadas atrás el Cusco era una ciudad más dentro del Perú. Cada cierto tiempo llegaban turistas a visitarla, quedándose gratamente maravillados por sus apacibles y empedradas calles, sus viviendas, una lluvia reparadora o una buena conversación frente a la plaza, pero, sin lugar a dudas, el mayor atractivo era la ciudadela inca, entonces poco conocido y casi inexpugnable.
El terrorismo durante la década de 1980 estaba en su auge y acceder hasta la llaqta que fuera hogar de los últimos incas resultaba sumamente complicado y peligroso. A pesar de que en el año 1983 la UNESCO la declarara Patrimonio Cultural de la Humanidad solo unos cuantos se aventuraban hasta la cima de la montaña, contemplando aquel paisaje que ahora resulta inconfundible a nivel mundial.

Fue durante la década siguiente cuando empezó a ‘redescubrirse’ para los nacionales y extranjeros. Se mejoraron los caminos, se levantaron modestos hospedajes —el lugar preferido de los mochileros que buscaban un lugar acogedor y barato— se construyeron las vías férreas, emergió un insípido comercio alrededor de la ciudadela.
Combatido y casi erradicado el terrorismo, regresó nuevamente la estabilidad en el país. Eso fue un gran incentivo para los extranjeros querer visitar el Cusco, atraídos por los misterios e historias contadas del boca a boca sobre tesoros aún ocultos en lo más profundo de la “Montaña vieja”.
El Gobierno Central empezó a voltear la mirada hacia aquella ciudad sureña y recóndita, otrora capital de la más grande y extensa civilización de Sudamérica, creando Promperú sobre las bases de la infructuosa Foptur (Fondo de Promoción Turística) que le tocó vivir los años más duros del terrorismo. Los turistas extranjeros empezaban a llegar en mayor cantidad y con ellos muchos miles de dólares, provocando que los propios cusqueños empiecen a organizarse para recibirlos. Fue ahí donde todo cambió.
El ‘ombligo’ que quiere ser el centro de todo el turismo
Durante los siguientes años el rostro del Cusco fue cambiando de manera radical. A pesar de que su centro histórico se encuentra protegido, inmensos hoteles fueron edificados en cuestión de años; se multiplicaron los hospedajes, en las principales avenidas se abrieron agencias de turismo, el metro cuadrado de las viviendas empezó a subir considerablemente, y como las expediciones no les dejaban a los viajeros extenuados, decenas de discotecas, pubs y restaurantes fueron apareciendo para goce y diversión de los más jóvenes e intrépidos. Tanto de día como de noche, la ‘maquinita’ no dejaba de ingresar dinero y muchas empresas también querían formar parte de la ‘fiesta’.
Solo el año pasado, el Cusco acogió a más de dos millones de turistas, entre nacionales y extranjeros, una cifra superior en casi el 40 % a la del año 2023. Siendo más específicos, el Santuario de Machu Picchu recibió el año pasado 1 508 300 visitantes, según datos del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur), siendo solo superado por el Circuito Mágico del Agua, ubicado en Lima, con más de dos millones y medio de visitantes.
A modo de comparación, la región Amazonas, donde se encuentra otro lugar turístico como Chachapoyas, recibió algo más de 161 mil visitantes, de acuerdo a la información brindada por Percy Pilco Díaz, director ejecutivo de Proamazonas.
Arequipa, la denominada ‘Ciudad Blanca’, le abrió los brazos el 2024 a medio millón de turistas. Puno recibió a 1.4 millones de turistas; Cajamarca, 794 mil; Huancayo, 150 mil. La capital del Perú, ciudad donde es parada fija de los extranjeros, recibió a 3.7 millones, y su contraparte Huancavelica tuvo poco más de 5 mil visitantes el año pasado.
En esa última ciudad la diferencia es abismal si lo ponemos al lado del Cusco. Con los dedos se pueden contar a los turistas, a pesar de contar con diversos atractivos turísticos. A cuentagotas una agencia logra llenar una minivan durante el día y por supuesto no existen colas ni entradas agotadas con varios días de anticipo.
El oro y el moro por una entrada
En la actualidad, Machu Picchu es la ‘gallina de los huevos de oro’ para el sector público y privado, generando millones de soles año a año; y es que no se trata de solo ir y tomarse una foto al frente de la ciudadela, previamente los turistas han tenido que tomar un avión hacia el Cusco, hospedarse en un hotel de tres, cuatro o cinco estrellas, recorrer todos los sitios turísticos que puedan en su día de arribo para luego emprender el viaje a Ollantaytambo o directamente a Aguas Calientes, donde se subirán a un bus que los dejará en la puerta de acceso al santuario. Durante todo ese periplo ya consumieron en restaurantes, comprando artesanías, recuerdos, ponchos, telares y recuerdos, dejando tras de ellos una estela de billetes.
Ya casi en la entrada al mayor atractivo turístico, aquel que muchos visitantes eligen con semanas de planificación y que muchos vienen exclusivamente para verlo y regresarse a su país, se topan con una inmensa cola en su boletería.

Cabe mencionar que al día se pueden ofrecer 4500 boletos en temporada regular, incrementándose a 5600 durante la temporada alta. De esa cantidad, mil se ofrecen de manera presencial o física, ocasionando una descomunal aglomeración y descontento, forzando a muchos de ellos tener que conseguirse un hospedaje cercano al santuario, eso sin contar con la alimentación.
Asimismo, no hay que olvidar que durante la gestión de la ministra Leslie Urteaga en la cartera de Cultura se aprobó mediante Resolución Ministerial n.° 000207-2024-MC el aumento del aforo, pese a que se viene evidenciando un constante deterioro en el patrimonio. Su sucesor, Fabricio Valencia, también estaría buscando incrementar mucho más su aforo a la increíble cifra de 27 mil visitantes por día. Entre las explicaciones brindadas por el actual titular del Ministerio de Cultura (Mincul) se indica que se abarataría el boleto de ingreso e incrementando la oferta para así darle más cabida a los visitantes, sin embargo, se reduciría el tiempo de la excursión a tan solo una hora.
Las molestias por parte de los turistas es pan de cada día, ya que tienen que prolongar más de la cuenta su visita en Machupicchu pueblo, desembolsando por ello más dinero de lo esperado.
Una solución para las largas colas
Al respecto, Lima Gris se contactó con Issac Aquise, guía de turismo que todos los años lleva a cientos de turistas a conocer esa maravilla del mundo. Él nos explicó que no solo la responsabilidad la tiene el Mincul, en cuanto a la parte administrativa, sino que también tiene que haber una mayor y mejor participación del Mincetur, ministerio que tiene a Úrsula León como su máxima autoridad.
El docente en telecomunicaciones y creador de contenido puso énfasis en que el Mincetur no viene informando de manera adecuada o eficiente a los turistas que vienen de otros países que pueden adquirir sus boletos a la llaqta desde la página Tuboleto.cultura.pe, planificando con bastante tiempo su visita al santuario.
“El problema con las colas es que los turistas no estaban enterados de que los boletos se podían adquirir desde la página web del Mincul, y cuando ya están en la entrada al santuario tratan de conseguir los tickets que se ofrecen en la boletería”, nos explica.

Es cierto, la primera parada que hace el turista internacional es el ahora nuevo aeropuerto Jorge Chávez, recién ahí encuentran módulos de turismo a modo de bienvenida recomendándole conocer los lugares más pintorescos de nuestro país, entre ellos Machu Picchu; sin embargo, hace falta mayor difusión de los medios en línea que faciliten la adquisición de boletos. Lamentablemente, como suele ocurrir, los viajeros recién se enteran de la página web del Mincul en las escaleras para subir al santuario.
Realizando un breve ejercicio en las páginas del Mincetur y del Mincul se comprobó que resulta poco amigable para el turista extranjero, aquel que busca información en páginas oficiales del Perú, encontrar un enlace que le lleve a una ventana relacionada a Machu Picchu y todo lo relacionado a ese lugar. Así las cosas, es de esperar que el problema de los boletos continúe.
Para finalizar, el guía oficial de turismo desde el 2021 recomendó una mayor participación entre ambos ministerios, no solo para Machu Picchu, sino para mejorar los servicios que se ofrecen para llegar a ese destino, es debido a eso que varios viajeros recurren a agencias de turismo no oficiales del Mincetur que le ofrecen aligerar su travesía, ya sea trasportándolos al aeropuerto, reservándoles el hotel, las comidas, los pasajes en el tren y por supuesto, el ingreso a la ciudadela inca. En tanto dure eso, presuntas mafias continuarán especulando con los boletos de ingreso, ofreciéndolas a mayor precio o indicando que ya se agotaron.
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Lo viejo funciona
Resulta difícil encontrar ahora un aparato electrónico que tenga una larga duración, sobre todo en los celulares, los cuales año a año tienen una nueva versión, así sea el cambio de color o un mínimo detalle que vuelca a los consumidores a salir corriendo para comprarla. Y es que a las grandes empresas, sobre todo del rubro tecnológico, no les conviene que duren; al contrario, buscan vender más y para ello fuerzan a la persona a tener que renovar de equipo móvil.

Por: Raúl Villavicencio H.
Seguramente muchos ya habrán visto toda la primera temporada de la serie ‘El Eternauta’ y conocerán la trama de la historia. Es ahí donde se hace énfasis en los aparatos construidos hasta mediados de la década de 1980, esos que no requieren de una conexión a internet, de pantallas táctiles o de un sinfín de botones que lo convierten en polifuncionales. Cumplen su tarea de manera satisfactoria y lo más importante de todo: son duraderas.
Resulta difícil encontrar ahora un aparato electrónico que tenga una larga duración, sobre todo en los celulares, los cuales año a año tienen una nueva versión, así sea el cambio de color o un mínimo detalle que vuelca a los consumidores a salir corriendo para comprarla. Y es que a las grandes empresas, sobre todo del rubro tecnológico, no les conviene que duren; al contrario, buscan vender más y para ello fuerzan a la persona a tener que renovar de equipo móvil.
Los fabricantes intencionalmente utilizan materiales de baja calidad para que la duración de los equipos se reduzca, es lo que se llama obsolescencia programa y solamente busca fomentar una cultura consumista. Es así que vemos vehículos, televisores o refrigeradoras antiguas que fácilmente tienen un tiempo de vida útil superior a los diez, quince o veinte años, en tanto, los aparatos digitales ante una leve avería ya pasan a convertirse en chatarra. Repararlos nos costaría casi la mitad del precio de uno nuevo y es ahí donde nos inclinamos por adquirir uno nuevo.
En la actualidad muchos de los aparatos que usamos a diario funcionan con energía, sea el celular, una laptop, un automóvil, aparatos médicos, todo lo que uno se pueda imaginar. Pareciera que la humanidad estuviese condenada a depender de cientos de artilugios para vivir, resultando casi impensable ver a un joven en la calle sin estar pegado a una pantalla de celular.
El último apagón en España puede significar un aviso de que muchas cosas dejarían de funcionar si no volvemos a ver las cosas con mayor simpleza y volteamos la mirada nuevamente a lo esencial y práctico. Durante el corte de luz miles de habitantes se convirtieron en unos inútiles para la sociedad, olvidándose que pueden cumplir con todas sus tareas con un poco más de esfuerzo.
Columna publicada en el Diario Uno.
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El amor de familia en la televisión
La familia siempre fue un valor esencial en la vida real y en los medios televisivos, destacando amor, unión y enseñanzas.

En las décadas de 1970 y 1980, la televisión fue más que entretenimiento: fue un espejo de los valores que definían a la sociedad. Entre ellos, el amor familiar ocupaba un lugar central. Las historias que llegaban a los hogares hablaban de unidad, respeto mutuo, fraternidad y superación de conflictos, transmitiendo enseñanzas que perduraban más allá de la pantalla.
¿Cómo olvidar a la familia Ingalls en “La casa de la pradera” (1974–1983)? En una pequeña comunidad del siglo XIX, se reflejaba la vida de una familia con valores de trabajo, solidaridad y amor familiar. De igual manera, “Papá lo sabe todo” (1954–1960) ofrecía un retrato entrañable del padre sabio y presente, Jim Anderson, siempre dispuesto a orientar a sus hijos con sentido común y ternura.
“Días felices” (1974–1984), con su espíritu rocanrolero de los años 50, mezclaba diversión con valores tradicionales, reforzando la amistad y la lealtad familiar. En “Ocho son suficientes” (1977–1981), un padre viudo enfrentaba, con humor y calidez, los desafíos de criar a ocho hijos, demostrando que el amor y el apoyo podían con todo.
Más adelante, “Tres por tres” (‘Full House’ 1987–1995) nos enseñó que las familias no siempre siguen un molde tradicional. Danny Tanner, junto a su cuñado y su mejor amigo, criaba a sus hijas con devoción. La secuela “Fuller House”, disponible en Netflix, continúa ese legado con las hijas ya adultas, ahora como madres. También “Grande, pa” (1991–1994), desde Argentina, conmovía al mostrar a Arturo, un viudo que, junto a su empleada, educaba a sus tres hijas con amor y mucho humor.

Hoy, la familia ya no responde a un modelo idealizado y se ha vuelto plural y diverso. Aunque las redes sociales nos conectan, también pueden aislarnos emocionalmente. Y ya no se espera que las personas sacrifiquen su felicidad por un tradicional rol familiar.
La autonomía personal y la búsqueda del bienestar individual son válidas, pero no deberían eclipsar la importancia de los vínculos afectivos. Porque, más allá del formato, el amor de familia —ese que se siente, que perdura y que sana— sigue siendo el mayor de los guiones posibles.
Columna publicada en el Diario Uno.
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Grandes películas del cine asiático

Por: Raúl Villavicencio H.
En estos últimos años es de mi preferencia la producción cinematográfica proveniente de países como Corea del Sur, Japón, Singapur o la China. Los dos primeros países a mi parecer han sacado durante los últimos años películas memorables, que te dejan pensando durante varios días, alejadas de la parafernalia que me pueden ofrecer las super producciones norteamericanas, muchas de ellas preparadas para pasarla bien y distraerse por un día.
Muy al contrario de los filmes ‘gringos’, en el cine asiático he encontrado joyas que tocan problemas tan comunes, pero que muchos por vergüenza o por no ser lo “políticamente correcto” prefieren obviarlas. Es por ello que paso a mencionar solo algunas películas que me dejaron marcado a lo largo de mi vida. Contemplativas o de suspenso, todas te mantienen atento todo el tiempo.
“Los siete samuráis” (1954): el genial director japonés Akira Kurosawa cuenta la historia de siete guerreros del siglo XVI que son contratados por unos aldeanos para defenderlos de saqueadores.
“Oldboy” (2003): obra maestra del cine surcoreano, dirigida superlativamente por Park Chan-wook. Ese largomentraje es parte de una trilogía de suspenso y horror psicológico. Alabada por la crítica especializada.
“Parasites” (2019): el surcoreano Bong Joon-ho nos regala una película de suspenso y humor negro que aborda la problemática de las diferencias socioeconómicas en su país. Aquella película le otorgó la primera Palma de Oro a Corea del Sur en su historia, replicando ese hito en los premios Oscar al llevarle el premio a mejor película, siendo la primera película en idioma no inglés en llevarse esa preciada estatuilla.
“Burning” (2018): una vez más Corea del Sur le ofrece al mundo una pieza de orfebrería excelentemente pulida por el director Lee Chang-dong, quien en 148 minutos nos narra sobre cómo la fascinación hacia una persona puede terminar ‘quemando’ a un individuo. Película basada del cuento breve “Quemar graneros” del escritor japonés Haruki Murakami. Soberbia.
“Drive my car” (2021): las tres horas de película excelentemente dirigidas por el cineasta y guionista japonés Ryûsuke Hamaguchi son un mensaje de cómo superar el dolor, la pérdida, del desprendimiento, recordándonos que a pesar de todas las tragedias que nos puedan ocurrir el mundo seguirá avanzando, utilizando como metáfora un automóvil para unir a todos los personajes. Disponible aún en Netflix.
Columna publicada en el Diario Uno.
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