Jorge Díaz Untiveros es escritor, poeta, compositor y productor musical. Ha escrito En mi callar hay un mundo (Rayuela, 2010), Se vende poesía (Altazor, 2016) y Fuimos más que felices (Campo Letrado, 2016). Además, ha compuesto canciones que han sido interpretadas por artistas de renombre como Daniel F, Victoria Villalobos y el sonero Pablo Villanueva “Melcochita”.
En esta entrevista conversamos lo complicado que es vender poesía. Además, sobre lo difícil de hacerse un nombre en nuestro circuito cultural, los ‘poetuits’ en las redes sociales, su incursión en la música y sobre su ídolo Héctor Lavoe.
Cuéntame sobre tus libros y el lenguaje que usaste en ellos.
Publiqué dos libros el año pasado. Uno es Fuimos más que felices que es un collage de relatos testimoniales situacionales. El otro es Se vende poesía, poemario que trata de aparejarse al espíritu de su tiempo. Es por eso que en su carátula aparece un código de barras y al leerlos encuentras códigos binarios y códigos QR. Pienso que los textos de la poesía clásica se cambian por nuevas formas. Por ejemplo, hay un epigrama a Homero acerca de la condición humana pero no sobre el Homero poeta sino Homero Simpson:
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza
Y el hombre creó a Homero Simpson
A su imagen y semejanza
Así es el espíritu de estos libros. En el 2010, también publiqué En mi callar hay un mundo pero trato de no contarlo porque fue una aventura universitaria.
¿Por qué no apelaste a lo tradicional? ¿Tus poemarios los consideras como antipoesía?
Más que antipoesía, yo partí de lo que José Watanabe nos repetía siempre en sus talleres: Hablen por su tiempo histórico. Ahora, la tradición poética en el Perú tiene dos corrientes: La clásica o parnasiana que es constante hasta ahora. La otra es donde encuentras a la Estación Reunida, Hora Zero, Grupo Cloaca, que toman elementos de lo cotidiano para hacer lo suyo. Yo quería estar en el intermedio y que el poemario esté sitiado entre dos temas: El consumismo desbordado y la idolatría al mundo tecnológico. Se vende poesía habla con su propio lenguaje.
Pasaron seis años desde que sacaste En mi callar hay un mundo. ¿Ese tiempo lo necesitabas para pulirte?
Sí, claro. Aunque Se vende poesía ya lo tenía hace tres años pero no tenía la forma definitiva. Eso pasó cuando me reuní con poetas y escritores para hablar sobre las novedades (los concursos en Twitter de microficción, los guiones de Netflix, las novelas gráficas y los colectivos actuales). Me he tomado un tiempo en pulirlo y saber cómo quedará. Si leen el libro, no encontrarán epígrafes porque ya no se leen o se ven muy poco en los textos. Es más, yo quería que todos los poemas estén en código QR para que el lector escanee la hoja y lea el poema. Mi idea era hacerlo muy interactivo. Pero salía muy caro hacer ese tipo de cosas.
En el poemario encontramos también páginas en código binario. ¿Por qué eligieron eso?
Lo del código binario lo hicimos para que sean imágenes que acompañen al texto. Si tratas de leerlo, no encontrarás nada.
El poemario se titula Se vende poesía. ¿Cuán difícil es en nuestro país?
Nadie quiere apostar por poesía y es complicado venderlo. El libro físico ya mutó. Eso es ventaja y desventaja a la vez. Al ser un nuevo escritor, te adecuas a los nuevos formatos. Pero si eres de la era escribal como yo, te cuesta un poco.
En Twitter existen los ‘poetuits’ que muchos usuarios retuitean y cuentan con muchos seguidores.
Claro, y encuentras cosas muy ‘bacanes’. Hay una página de poetuits colombiano que sigo, que recopila poetuits de toda la zona. Algunos tienen un estilo haiku posmoderno o hipermoderno. Otras personas hacen símil sobre los videojuegos.
Esa es una opción para que la poesía persista. Pero, ¿sería un camino definitivo?
Si hablamos de poesía como tal, tendríamos que cubrir la lírica y otras variantes. Pienso que éstas son maneras que estén vigentes. Es innegable que ayuda. Pero que sea una forma definitiva, no lo sé porque todo cambia. También, hay otro asunto que converso con escritores: Lo queramos o no, la literatura ya no está en los libros. Eso se ve con los ejemplos como Acción Poética y en Twitter también. Cuando caminaba por Quilca veía polos con frases de escritores pero ahora son frases de videojuegos.
Sobre el lenguaje que usas, ¿por qué no es tradicional?
En un primer momento mis palabras eran rebuscadas, pero con los referentes que tenía podía comunicarme de una manera sencilla y conectarlo directamente. Yo siento que encontré una voz. No trato de negociarlo pero pienso que es bastante asequible a todo.
¿Es difícil para un novel escritor hacerse un nombre en este país?
Sí, porque el mercado es pequeño. Sin contar con esa resistencia a lo nuevo que persiste. Lo que sí entiendo es pagar derecho de piso. Algo curioso es que las personas mayores de 50 o 60 años me escriben y me dan a palos.
¿Qué más has visto?
Hay un tema que no termino de cuajar. Cuando tienes un libro irreverente con espíritu jojoletero que no parte de un tema serio, lo convierten en literatura menor. Eso te resta puntos y bajas a un segundo plano. Lo mismo pasa con los cómics y novelas gráficas en nuestro país.
¿Cómo se cambia ese plano tan conservador?
Pienso que poco a poco. A diferencia de hace 10 años, la oferta cultural es distinta y variopinta. Lo que no me gusta es cuando vas a ferias de libros en provincias y encuentras escritores muy buenos que para nuestra movida son inexistentes. Eso me parece un grave error.
En tu libro leí mucho sobre Héctor Lavoe. ¿Por qué lo mencionas tanto?
Yo tengo una especie de adoración por él. Siento que mucho de Latinoamérica está en las letras de Lavoe. ¿Cómo no quererlo? Además, fue un personaje trágico con todas las cosas que le sucedieron.
Sí fue una influencia musical después de todo ya que también compones y eres productor musical. Cuéntame sobre Barco Borracho.
Pertenecía a la banda cuando era un veinteañero y tocábamos en concursos en Barranco haciendo diversas fusiones. Luego de esa etapa, me dediqué a la composición y producción musical con distintos artistas.
Uno de ellos fue Daniel F.
Así es. Él interpretó una de mis canciones. Una anécdota que tengo con él pasó en el estudio cuando íbamos a grabar. Para hacerlo hay todo un proceso previo de conectar las cosas que nos tomó 21 minutos. Luego de eso, Daniel se acercó para ver la letra y corregirla. Él grabó un solo de armónica y aumentó una estrofa en 20 minutos. Menos tiempo de lo que demoramos. Se fue y nadie de nosotros en producción lo podíamos creer. Hasta ahora tenemos escrito Daniel 20 en nuestra pizarra como récord de lo rápido que grabó. Para nosotros fue un lujo trabajar con él.
También grabaron con Melcochita, según tengo entendido.
Sí, él grabó mi canción. Allí pasó algo muy curioso. El estudio me dijo que querían grabar mi canción pero que no querían al Pablo Villanueva “Melcochita” sino al Pablo Villanueva sonero. Entonces se lo comenté pero él, al ser alguien de casi 80 años, está en piloto automático. Así como lo ves en televisión, así es él. Al momento de grabar se le salía el personaje y eso demoró más. La canción ya saldrá en unos meses y la escucharán.
Esos son tus caminos: escritor, compositor y productor musical. ¿En qué trabajas ahora?
Ahora estamos con un proyecto con la banda de Susana Baca más Victoria Villalobos porque Susana no está tocando ni girando. Eso saldrá en la plataforma Kickstarter. Por otro lado, estamos haciendo un grupo de cumbia a lo Backstreet Boys. En este año me dedicaré solamente a eso.
Por último, ¿dónde encontramos tus libros?
El poemario está en Zeta Bookstore y El Virrey. El libro está en Sur, El Virrey y La Familia. Básicamente, los encuentras en todos lados menos Crisol (risas).