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Cultura

“Historias al ritmo de Chacalón”, de Fernando Carrasco Núñez

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Hace muchos años, en la década de los ‘80s, por esas cuestiones del azar, caí en la Carpa Grau.  Fue la primera vez que escuché en vivo a Chacalón y la Nueva Crema. Salíamos de un concierto subte por el centro de Lima y rebuscábamos Pisco Vargas o Conde de los Andes o Camino al Cielo.  Éramos un grupo de subterráneos de 18 años caminando por las callejuelas adyacentes a la avenida Iquitos y a ese edificio infame conocido como Palacio de Justicia, noticiados de la venta de estos licores espirituosos en fondas de temida reputación.

Entre empujones, burlas y miradas que pasaban del asombro al achoramiento y del reto al desprecio, los que en aquella época conocíamos como chicheros, observaban nuestras ropas negras, los chancabuques de milico, los pelos parados o muy largos, los rostros desconcertados de muchachos mestizos como ellos, pero cuyos padres tal vez llegaron antes a esta Ciudad de los Culpables que no considerábamos nuestra. Así nos zampamos a la Carpa por unas rendijas, sobornando con media res a un cholo trejo que oficiaba de guachimán. Recuerdo claramente que Chacalón cantaba El Provinciano y cientos o miles o millones de circunstantes, para el caso da lo mismo, se agitaban dando pasitos que mezclaban el rock setentero con la salsa y las notas tristes del huayno serrano.  Hombres y mujeres vestidos con ropas multicolores bebían cerveza por hectolitros y coreaban con hondo sentimiento, soy muchacho provinciano me levanto muy temprano, para ir con mis hermanos, a trabajar, no tengo padre ni madre, ni perro que a mí me ladre, sólo tengo la esperanza, de progresar, busco una nueva vida en esta ciudad…

Recuerdo que el Chato Jorge (tránsfuga de la Universidad de Lima refugiado en la Agraria), subte de Lince y fanático de Echo and the Bunnymen, Siouxsie y Gabinete Caligari, groupie de los aurorales Voz Propia y pata de la gente de Eutanasia, me miró y me dijo, oe Troglo, estos si son subterráneos, huevón… no esos anarco-fumones, borrachos y vagos mantenidos de la Helden o de la Jato Hardcore, esta gente chambea, huevón y sufre de verdad, huevas, este es el verdadero Perú.  Mira, mira, causa, mira ese pogo, dijo señalando a la masa ondulante y ebria: panaderos, mecánicos automotrices, empleadas del hogar, ambulantes, obreros metal-mecánicos, carpinteros, jornaleros, campesinos sub-proletarizados llorando con la estremecedora guitarra del maestro Carballo y la peculiar voz de Chacalón y entonces, sin darnos cuenta, ya nos encontrábamos cantando Qué dolor siente mi corazón…

Papá Chacalón.

Desde ese entonces empecé a escuchar las canciones de Chacalón. Mi barrio de origen era un barrio que se ufanaba de salsero y rockero, en el mejor de los casos, paisanos “decentones” devotos del huayno clásico del Jilguero del Huascarán, Pastorita Huaracina o Picaflor de los Andes, pero nunca propensos a esa “horrible música de serranos achorados” que era como calificaban a la música chicha la mayoría de universitarios e incluso los radicales que habían tomado las armas, quienes repetían cual catecismo: el que habla de razas es racista, el que habla de clases es clasista.

Pocos años después coincidiríamos con Cachuca en los estudios de Filderes en Ingeniería, cuando aún se formaban las canciones iniciales de Los Mojarras y Semilla Nociva pergeñaba las primeras notas de El Poema Anarquista y País Racista.  Para entonces, la realidad del país era otra, pero la música chicha seguía permaneciendo al margen. A pesar de sesudos tratados sobre el tema, a despecho de los intelectuales izquierdosos y de los esnobs que adoptaban la chicharra como emblema, cualquier estilo chichero (luego le dirían cumbiambero para asimilarla a los medios), seguía estando al margen de la ley de los bienpensantes criollos-blancoides, quienes en su temor cerval al indio levantisco asociaban la guitarra rockera-huaynera matizada con raptos de salsa, con el delincuente asaltabancos y el cholo altivo que no cree en nada ni en nadie, ni siquiera en el dios de los cristianos. 

Testimonio esto porque he leído varios comentarios, seguramente bien intencionados, respecto a “Historias al ritmo de Chacalón”,  magistral libro de cuentos de Fernando Carrasco Núñez.  Y un lugar común a estas reseñas es aquél que reza que el libro narra la historia de la Lima marginal, chichera y lumpen. Palabras más, palabras menos, este es el lugar que se está haciendo común para aquilatar la obra de Carrasco.  Craso error de quienes solo ven la epidermis de una obra que auguro será mayor con el tiempo, la madurez y los cojones bien puestos del autor.

Fue Marx quien categorizó a ese segmento de las clases sociales conocido por no dedicarse a actividades productivas, si no a acciones al margen de las leyes del Estado, con el término lumpen-proletariado (lumpen en alemán vendría a ser andrajoso), una subclase inferior incluso a la del proletariado, carente de conciencia de clase y como pretendían ciertos sectores, el perfecto colchón o punto de apoyo de la burguesía para sus fines particulares. 

Una definición más precisa la brinda el propio Marx en el capítulo V (escrito en 1852) de “El 18 de Brumario de Luis Bonaparte”: “Bajo el pretexto de crear una sociedad de beneficencia, se organizó al lumpemproletariado de París en secciones secretas, cada una de ellas dirigida por agentes bonapartistas y un general bonapartista a la cabeza de todas. Junto a roués arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda esa masa informe, difusa y errante que los franceses llaman la bohème: con estos elementos, tan afines a él, formó Bonaparte la solera de la Sociedad del 10 de diciembre (…)”.

Pues bien, “Historias al ritmo de Chacalón” (SINCO Editores, 2020) de Fernando Carrasco Núñez (Lima, 1976), contiene algunas historias con personajes y argumentos propios de esa capa social tan temida por los criollos inservibles que se alucinan europeos, pero en conjunto el libro no es un fresco exclusivo de esa Lima lumpenesca, temida hasta la pichi por la izquierda almagrista y la derecha pizarrista, de esa Lima achorada compendio de los hijos del Perú Real, del Perú profundo, ese que le paró los machos al invasor chileno, al reptil Fujimori, al asesino AGP, al traidor Humala y a todos los Regentes que vienen gobernando nuestro país en contra de la voluntad popular manipulada en elecciones farsescas cada cinco años.  Esa Lima que muchos denuestan como lumpen (lo más cercano al lumpen-proletariado serían ahora los mototaxistas reguetoneros o la escoria caribe con estatus de refugiados políticos), esa no es la Lima que he podido percibir en el libro de Carrasco.

Veamos por qué digo todo esto y por qué resulta injusto ese reduccionismo facilista de etiquetar la narrativa de Fernando Carrasco, en particular la desplegada en este libro, como una oda al lumpen nacional, como la narrativa de la marginalidad. 

En primer lugar, los cuentos cumplen con el que tal vez deba ser el único requisito a exigir a cualquier creador: las historias están muy bien contadas, los cuentos son redondos y te mantienen en vilo, te conmueven, te asquean, te deleitan o simplemente te arrancan una sonrisa o una lágrima: este libro, amigos, se lee de un tirón.  No es pretensioso, ni artificiosamente almibarado, no desbarra en rosquetadas experimentales tan queridas por post-modernos de izquierda y derecha.  Desde lo más profundo del tuétano andino barrial, Carrasco chapa su chela, apela al recuerdo, usa su talento, conjura la nostalgia, afila la chaveta y empieza la fiesta de contar una buena historia, deleitando al circunstante, tal como lo hacía cuando entonaba boleros en el fenecido Bar de Ciro.

En segundo lugar, la verdadera narrativa del lumpen peruano, la auténtica narrativa de los marginales es, a mi entender, la narrativa de esos mamertos que se solazan contando historias onanistas de Mirafloresmanta, Sanborjayocc y La Molinamarca,  infradotados que alucinan ser ciudadanos del mundo,  hijos de milicos genocidas, sobrinos de congresistas rateros, entenados de altos burócratas ministeriales, hermanos de políticos de todos los pelajes, gaintelectuales incapaces de conmoverse con el llanto de un niño, marihuaneros sin horizonte, hijos de meretrices de la política lorcha, entenados de empresarios explotadores, escritorzuelos felatrices de Españistán y come-niños disfrazados de periodistas, es decir, el verdadero lumpen que apesta nuestra Patria, todos esos marginales al Perú hirviente de los barrios de un país con más de 32 millones de habitantes, mutantes de una realidad dolorosa, injusta y pletórica de historias que nada tendrían que envidiar al neorrealismo italiano o la narrativa de los jóvenes airados que tan bien contó el británico Alan Sillitoe en La Soledad del Corredor de Fondo, a mi parecer, el texto más inmediato al libro de Fernando Carrasco, vecino de Nocheto, El Agustino.

Cuando Chcalón canta, los cerros bajan.

Y como dicen que para muestra un botón, y como un solo botón sería mezquino, comentaré 3 cuentos redonditos, en donde relumbra la verdadera temática del libro: el racismo y la exclusión, la guerra de clases y la descomposición de una sociedad asentada en cimientos de papel, la habilidad y la honradez de un pueblo que sufre y trabaja sin descanso y sin temor a la muerte.

1. Carehuaco

2. El retorno de Carmela

3. Tú serás la causa de mi muerte.   

Carehuaco

Subtitulado “Llanto de un niño”, como la inolvidable canción de Chacalón, cuenta la historia de un niño que a la tierna edad de 8 años es rebautizado como Carehuaco, apelativo infame que en el Perú puede condenarte al acomplejamiento, al ostracismo y al fracaso.  El pequeño, cuyo nombre no se menciona, es oriundo del puerto de pescadores de Pimentel, en el norte peruano.  Hijo y nieto de pescadores, Carehuaco es el vivo retrato de su padre y es, además, el vivo retrato de los pescadores artesanales peruanos, esos hombres que se hacen a la mar en una chalana en busca del sustento cada madrugada, sin derechos laborales de ningún tipo, condenados por la gran industria pesquera y la contaminación a alejarse cada vez más mar adentro por cada vez menos pescado. El padre de Carehuaco es tragado una madrugada por la mar junto a tres compañeros y los cadáveres nunca aparecen. Aquí comienza la vida del niño norteño en la Ciudad de los Culpables: su madre, imposibilitada de hacerse cargo de 3 niños, decide enviarlo a Lima con sus tíos, mientras ella se queda en Pimentel (Chiclayo), trabajando para mantener a los 2 más pequeños, que ni siquiera pudieron conocer al padre.  Narrado en primera persona por el propio protagonista, quien lleva de la mano al maestro/escritor a través de la historia, este es sin duda alguna el relato más conmovedor del libro.  El personaje principal es un niño que a los 14 años recuerda cómo nació el apodo Carehuaco y cuenta sin complejos ni resentimiento las circunstancias en que surge el apelativo, atizado por la sabiduría y la discreción del maestro/escritor, alumbrados por un juguito de fresa con leche y varios cafés humeantes.   

El desenlace, magistral a mi modo de ver, ocurre cuando la maestra María Chumpitaz Arias lleva una mañana un libro de láminas para ilustrar la clase acerca de la Cultura Mochica.  Después de describir detalladamente los logros de esta gran cultura de la costa norte (arquitectura, hidráulica, la cultura militar y marinera, la orfebrería), la profesora saca de su cartera el libro bellamente ilustrado.  Va mostrando a los niños las imágenes de collares, orejeras, utensilios de oro, máscaras, hasta que aparecen las obras de alfarería: los famosos huaco-retrato.  En ese instante un palomilla grita, ¡Yarlequé, allí está tu cacharro!, y el salón revienta de risa.  Pero Carehuaco permanece impasible, maravillado, observando el huaco-retrato que le resulta tan familiar, que le trae a la memoria el rostro de su padre, el inconfundible rostro de su padre. De un momento a otro, sus ojos se inundan en lágrimas ante el recuerdo: “dirigente de los pescadores de Pimentel, aguerrido, sabio y fuerte como un algarrobo”.  Así era su padre.

La profesora lo abraza y lo saca del salón. Lo reconforta, lo instruye con sabiduría, le insufla amor propio, identidad y autoestima: “me dijo que yo siempre debería vivir orgulloso de mi padre, y, sobre todo, de haber heredado la inteligencia y la belleza de los antiguos moches”. 

Como es natural en Carrasco, este hermoso cuento tiene una banda sonora de amplio espectro.  Desde los gustos musicales de Yarlequé padre (La Paz y la Dicha y Llanto de un niño, de Chacalón y la Nueva Crema, valses, marineras y tonderos, entre los que menciona La Perla del Chira) hasta las canciones que la madre cantaba mientras cocinaba (Nueva Ola, baladas de Juan Gabriel) y los valses de Los Embajadores Criollos que entonaba su padre los domingos, las canciones fluyen como aguas trinas alumbrando escenarios y reforzando episodios.

Otro aspecto a destacar del cuento es la presencia inmanente del maestro/escritor y su bonita agenda de cuero verde. Más allá del fetiche, la presencia del Profe y su elegante agenda de cuero anuncian que el alter ego de Carrasco ya le echó el ojo a una buena historia. Lo demás es trabajo del artista. Carrasco no es un escritor profesional y dudo que quiera serlo.  Carrasco, lo sabemos, es Licenciado en Educación por la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle “La Cantuta” y se gana los frijoles como profesor y la literatura, barrunto, la considera como un oficio con el cual interpretar el caos y el desorden de este mundo, que si le permite ganarse unos cobres, bienvenido sea, pero la dimensión psicológica y el despliegue intelectual, la ética y la estética de este volumen de cuentos me impiden pensar que, por lo menos ahora, Carrasco acomode las nalgas para  escribir-corregir–quemar sus naves literarias sólo por la ilusión de agenciarse unos cuantos morlacos.

Un cuento como Carehuaco en épocas de globoidiotización  y cosmopolitismo epidérmico, objetivo de las nuevas izquierdas y las derechas decrépitas, podría parecer a los paladares “finos” un alegato cuasi provinciano.  Pero  no debemos olvidar que se puede ser universal desde lo local, sin haber salido nunca incluso de tu propia manzana, porque como respondió Arguedas a Cortázar, “todos somos provincianos en este mundo, provincianos de las naciones y provincianos de lo supranacional”.

El retorno de Carmela

Carmela, muchacha ancashina, vive en Nocheto (Santa Anita) en un cuartito alquilado.  Oriunda de un caserío de Yungay es enfermera técnica y trabaja en una clínica de Lima.  Cada semana, los viernes por la noche, Carmela aborda un ómnibus interprovincial y enrumba hacia su natal Yungay, tras recorrer cerca de 500 kilómetros remontando la Cordillera de los Andes. Después de la obligatoria visita a la familia, la joven corre desesperada a los brazos de su amante secreta: el Hada Verde.

La técnica que usa Carrasco para narrar la historia demuestra que abundan en su taller literario las herramientas precisas para hilvanar fino.  Por un lado, el punto de vista omnisciente de una tercera persona cuenta a Carmela en remisión apelando al recuerdo para exorcizar las causas que la empujaron al vicio del alcoholismo. Por otro, es la propia Carmela quien detalla su historia a su apreciado profesor del taller de literatura.

Esta técnica usada por Carrasco resulta funcional para el difícil tema del alcoholismo femenino.  Carrasco deja fluir la historia en labios de Carmela, desde que siendo una adolescente se refugia en el licor para librarse del miedo y de la presencia lacerante de un agresor sexual (un familiar cercano venido desde Lima) que intenta someter a una pre-púber Carmela, casi con el consentimiento de su propia familia: Carmela debe enfrentar en soledad este episodio violatorio y el alcohol se convierte en refugio ante la imposibilidad de comunicar y exorcizar con alguien el atentado que sufre siendo niña.  Sin ápice de didactismo ni moralina, nos enteramos a través del desarrollo de la historia cómo la propia de familia es quien introduce juguetonamente a Carmela en el mundo del vicio. Los conocidos cumpleaños familiares, las festividades patronales, las fechas conmemorativas, cualquier pretexto es bueno para, entre bromas, obligar a los adolescentes a probar alcohol y son los propios padres y familiares directos quienes conducen a sus hijos al desbarrancadero donde mora Baco. 

Pero no es el canal familiar el único sendero para llegar a enviciarse con la droga más consumida entre los adolescentes peruanos.  El ambiente amical de Carmela, primero en el colegio y el barrio y luego en el Instituto de Enfermería de Yungay, en donde en contra de cualquier pronóstico, Carmela se gradúa de enfermera (porque era “una borrachita responsable”) y luego la Clínica limeña en la cual recala la protagonista, en todo lugar la muchacha encuentra una pandilla de dipsómanos dispuestos a entablar relaciones íntimas con el Hada Verde, algo que se inicia como un juego divertido y placentero pero termina desarmando el cerebro hasta apagarlo.

Sin embargo, son la vergüenza y el amor propio de Carmela los que la conducen a la decisión de escapar del Hada Verde que la tiene aprisionada y a punto de acabar con la dignidad de su existencia y con su propia vida. Sabemos que el alcohol daña los lóbulos frontales y temporales de la corteza cerebral.  Estas zonas del cerebro son las encargadas de procesos complejos como el control de los impulsos, el ajuste a las normas sociales, la autopercepción en sociedad y los propios comportamientos personales. Es decir, las zonas más importantes para controlar los problemas con la bebida resultan ser las más dañadas por el alcohol y por tanto, a más trago por más tiempo, mayor será el daño infligido al cerebro y al organismo.

Tal pareciera que Carrasco ha vivido la experiencia en carne propia, porque la descripción del período de abstinencia de Carmela, desde que toma la decisión de librarse del Hada Verde —es así como llamaba Wilde al ajenjo, el elíxir espirituoso de 89° preferido por la bohemia del siglo XIX—  hasta el momento en que debe pasar la prueba de fuego en el matrimonio de su hermana, es vívida y real.  Carmela resulta victoriosa y logra mantener la abstinencia: es  joven todavía, se aferra a los recuerdos bonitos de su infancia rural, al cariño de su familia, al recuerdo de su pueblito, a las canciones y el amor familiar que alumbraron sus primeros días.

Ante el espectáculo macabro de la descomposición de la Sociedad Andina (incluyendo en el término a la 100% andina Ciudad de los Culpables), siempre resultará interesante la banda sonora de cada cuento que nos entregue Fernando Carrasco. Porque la sinfonía de las ciudades cosmopolitas e hiper-pobladas constituye el trasfondo de la épica de los mortales comunes que se buscan el sustento diario en sus calles, parques, plazas, mercados y en los más impensables vericuetos.

En este caso, la odisea de Carmela transcurre al ritmo de la cumbia peruana y del huayno moderno.  Acompañan en las diferentes etapas de la odisea de la protagonista los huaynos de Sonia Morales (Perdóname) y Dina Páucar (Volveré), los cuales juegan probablemente una doble función: por un lado, evocan una infancia feliz lejos del mundanal ruido en su Yungay natal, pero por otro, a través precisamente de esa nostalgia, conducen o mantienen a Carmela en el desbarrancadero en el cual Baco celebra eternamente. Escuchamos también las cumbias de Agua Marina (El casorio) y Armonía 10 (Herido corazón, El Cervecero) y las del sempiterno Chacalón, idolatrado en el natal caserío de Carmela por su viejo amigo El Conejo chacalonero y que al ser escuchado en el barrio que le da cobijo en Lima (Nocheto, barrio chacalonero como el que más), la conduce a la añoranza y al deseo irrefrenable de aliviar la nostalgia en el alcohol.

Finalmente es imposible dejar de recordar el famoso poema El Brindis del Bohemio del mexicano Guillermo Aguirre Fierro (Pero en todos los labios había risas/Inspiración en todos los cerebros/Y repartidas en la mesa/Copas pletóricas de ron, whisky o ajenjo), ante el recuerdo de la familia perdida por culpa del vicio y las malas juntas que Carmela rememora en el bus de retorno a su pueblo natal.  La Carmela de Carrasco es el arquetipo de cierta mujer novo-andina, aquella que sale adelante pese a las vicisitudes y pese a que la mujer es más susceptible que el hombre a problemas asociados con el consumo de alcohol, tanto problemas de salud como de dependencia, por no mencionar la vulnerabilidad de una mujer ebria a recibir agresiones sexuales. 

Carrasco en la tumba de Chacalón en el cementerio El Ángel.

Tú serás la causa de mi muerte

Para el común de peruanos el término lumpen carece de significado, les resulta absolutamente desconocido. Incluso para jóvenes universitarios salidos de las canteras de las universidades-pollería de los últimos años, la palabra lumpen o lumpen-proletariado sonará a insulto en alemán o quechueslovaco, algo así como reconchetumare. Pero si les mencionas que el causa en cuestión es palomilla, bandidito, chueco, choro, ladrón, como que los muchachos ya van comprendiendo como es la nuez.  Un causa puede ser choro, pero si no choca con el barrio (como los choros de antaño), entonces el causa es bandidito no más.  Si el causa es un choro (torreja, monse, faite, taita, en fin) que tuvo que colgar los guantes porque lo lisiaron en un enfrentamiento, porque reflexionó en cana o porque vio la luz en algún lugar de culto evangélico, entonces ese choro plantado se dedicará a escuelear a los jóvenes del barrio sobre las inconveniencias de tan finos y elegantes menesteres. Sin embargo, hay otros que no se arrepienten nunca y aun cuando hayan colgado los guantes, mediante el viejo oficio de contar historias, se dedican a trabajar el ingenio y a ser memoria viva del gremio.

Uno de estos “hombres de la noche”, surgido de un barrio del cono este de Lima, es quien cuenta la historia al Escritor Noctámbulo en un bar del centro de Lima, no sin antes advertirle al colega (porque a fin de cuentas ambos son contadores de historias) que lo que va a escuchar es una verdadera historia (no una  historia verdadera): vitalista, callejera, “…no sonseritas de pecho frío, poseras e intelectuales”.

El arte de Carrasco se afina en este relato. El narrador es presentado como un lector impenitente, pero es a la vez un causa trabajado por la vida, un tipo con calle, lo cual le ha permitido entre otras insignias, conseguir joyas literarias a precios irrisorios (Arlt, Hemingway) y hacerse de historias asombrosas. Víctima del extraño vicio de leer caminando, empieza a referir su historia en la particular jerga de los conos de Lima, principiando en una infancia dura y llena de carencias con alusiones concretas al desastre del primer gobierno aprista, a la adolescencia pelotera en medio de los apagones causados por la voladura de torres de alta tensión en los ochentas y aquella canción “Viento” como dolorosa banda sonora de una niñez en la que aprendió a contar ficciones a sus patas del colegio para hacerse invitar el fiambre.  Sin censuras, el narrador oral va indicando al Escritor Noctámbulo los secretos para contar una buena historia, sin desviarse, exagerando un poquito pero haciéndola siempre creíble, sobre todo si  uno es el protagonista, “las cositas claves del escenario y de los personajes, minucias, gestos”.

Resulta curioso, ignoro si ha sido adrede, pero quien haya conversado con un narrador oral de estratos populares, descubre una capacidad increíble para hilar historias, la cual es mayor por la capacidad para improvisar, si el narrador es un individuo carente de preparación académica, si es un contador de historias nato. Esta capacidad nacida involucra actividades cerebrales complejas como recordar, manejar diferentes registros lingüísticos, leer, escribir, escuchar, recrear y componer música inclusive.

Para quienes hemos entroncado nuestro destino con el pueblo, subleva la incapacidad de la juventud actual para hilvanar apenas frases u oraciones inteligibles. Influencia de la televisión y la radio, del lenguaje cibernético y del reguetón vomitivo parido en las máquinas clónicas en el norte de América, los muchachos de estos días, se distinguen por su afasia y su incapacidad para comunicar ideas, emociones y sentimientos.  Pero, si uno se adentra en el corazón de los diferentes estratos de la masa viva, la cosa cambia.

Entonces, en personajes tan disímiles como los que presenta Carrasco, ¿cuál es la índole de la memoria? ¿Sería posible el pensamiento sin lenguaje? Según algunos neuro-psicólogos todos los procesos del pensamiento involucran o están determinados por el lenguaje y la afasia significa la muerte de la cognición.  Según otros, como los seguidores de Jean Piaget, pensamiento y lenguaje son corrientes separadas y creen que el pensamiento puede proseguir en forma inalterada pese a una afasia aguda.

Muchos pensadores han asociado la descomposición del lenguaje con la corrupción o descomposición social. Octavio Paz dice que “cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje”, Karl Kraus creía que toda depravación de la palabra permite reconocer la depravación del mundo, la prueba de que algo está podrido en la base. Consideraba Kraus que la corrupción lingüística era la causa de la degradación de los pensamientos y las conciencias; según él, las personas que hablan mal y escriben mal también pensarán y actuarán mal.

Carrasco, hijo del pueblo, ha conseguido maridar sin problemas el lenguaje lumpen de la Lima actual (incluida la jerga del hampa), con una prosa elegante y eficaz, carente de barroquismos ociosos.

El relato recorre sin dar tregua al lector escenarios tan disímiles como las cantinas de El Agustino y Barrios Altos, el óvalo de Santa Anita, un local en La Molina y el famoso Bar del Sastre en Nocheto, que es donde se va gestando la historia central del relato:  el viaje del protagonista a Tingo María, en la selva central del Perú, llevando un misterioso Toyota Yaris color guinda, por encargo de gente colombiana metida en “asuntos bien serios”, a través de un viejo conocido del anti-héroe del cuento, un zambo apodado Metralleta. Metralleta es un zambo canero y de poco confiar, famoso además por gilero y recurre al anti-héroe, hijo empobrecido de un antiguo Rey de la Papa abastecedor de las pollerías grandes de Lima, bonanza que le permitió al protagonista estudiar en el CMLP y aficionarse a las armas de fuego, afición que más tarde le servirá para agenciarse de un dinero extra.  Browning, Magnum y otros fierros, con el número de serie bien limado, le permiten ganarse unos cuantos cobres adicionales a su trabajo como taxista en un destartalado Daewoo Tico color amarillo.

De manera increíble, el carro estaba limpio de cualquier tipo de droga, pero era el gancho para endulzar al Chatín (el protagonista-narrador) con el fin de trasladar un cargamento de veinte kilos de cocaína desde Tingo María hasta Lima, en complicidad con un agente del CORAH (un proyecto especial de control y reducción de la coca en el Alto Huallaga, financiado por EU).  Todo está conversado, le van a dar incluso un nuevo DNI y es imposible que algo salga mal. El protagonista se debate en un mar de dudas, pero es pobre y siempre le ha gustado correr riesgos. Recuerda con nostalgia las buenas épocas de su vida, cuando el padre tenía dinero. Su joven mujer está gestando y no tiene seguro social ni un trabajo fijo.  Este segundo viaje le permitirá agenciarse un buen puñado de dólares y, si todo sale bien, armará un negocio en Lima, una bodeguita, tal vez una librería o un pequeño restaurante, lo que sea.  Las dudas atormentan su alma, pero como la primera vez se dice, o todo o nada.

Después de varias vueltas de tuerca magistrales, el desenlace del cuento es contundente e inesperado: Metralleta engaña a los colombianos, “cierra” a los policías cómplices del engaño, se queda con la droga, no le paga al Negro Humo, torturador de los colombianos para lograr el rescate, incluso ha sembrado una leyenda difundida por el Pucarino: ha sido ajusticiado por unos chiquillos lúmpenes del Callao y su cadáver arrojado en un basural de Caquetá. Pero Metralleta no puede engañar al más sapo de todos, al que se la tenía bien jurada, al dueño de la Beretta Magnum.

Colofón

Si esperábamos encontrar en la narrativa desplegada por Carrasco los viejos tópicos alusivos al Ande, apus tutelares, jarjachas terroríficas y wamanis sagrados, nos daremos de muelas contra el pavimento ahuecado, sucio y maloliente de las calles de Lima, mega-urbe en la cual se entremezclan al ritmo de Chacalón los hijos de los migrantes de todo el país, conformando una nueva raza que aún no sublima su más pura esencia por múltiples causales de orden social, político y económico, pero que en el camino irá adquiriendo forja e identidad, tal como lo hacen los inolvidables Carehuaco, Carmela, Jacinto y Eliseo, los Once Chavetas, los habitúes al Bar del Sastre y qué duda cabe, el personaje principal de todos los cuentos: el inconfundible Profe y su boina y zapatos marrones, pantalón beige y agenda de cuero verde, regalo de Carmela. Es el Profe quien logra arrancar con su sabiduría, cariño y paciencia las potentes historias a los personajes más disímiles como los que hemos disfrutado en los siete cuentos de Carrasco. 

A manera de epílogo anotaré que a lo largo de este hermoso volumen de cuentos permanece latente y dolorosa la herida principal que desgarra a la sociedad peruana real, no esa que se cuentan entre ellos mismos los malcriados ahijados del Marqués Lorcho. Comenzando por el niño norteño marginado con esa aleve maldad infantil por otros como él mismo, debido a las facciones de su rostro pre-hispánico, hasta el equipo de fútbol de los Once Chavetas, cruzando por la joven Carmela (huanuqueña, huaracina, huancaína, yungaína, puneña, con toda justicia neo-limeña) recuperada del alcoholismo por su fuerza de voluntad y el amor familiar, este volumen de cuentos arranca el velo con el cual el capitalismo de alta intensidad (implantado violentamente en el Perú hace casi 30 años) pretende ocultar nuestros rostros: seguimos todavía a una distancia sideral del pretendido paradigma integrador y optimista que planteara el Inca Garcilaso de la Vega hace más de 4 siglos. Ese sueño integrador de Garcilaso, convenientemente defendido por los que disfrutan de las gollerías de un sistema económico y un orden social injusto, asesino de las ilusiones de un pueblo de “hombres que aman y luchan llevados por un cruel destino”.

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Rafael Inocente (Lima, 1969) Escritor peruano, autor de la novela “La Ciudad de los Culpables” (1° Ed. 2007, 2° Ed. 2012, Editorial Altazor), “Discursos contra la Bestia Tricéfala” (con Arturo Delgado Galimberti y Rodolfo Ybarra, 2009, Hipocampo Editores) y el libro de cuentos “No todas van al Paraíso” (Editorial Altazor, 2013). Colabora en la publicación electrónica Rebelión (www.rebelion.org)y en la Revista de IDL (Instituto de Defensa Legal), entre otras publicaciones digitales.

Cultura

Klauz n’ Cherry lanza su segundo single “Ahora es cuando”

Luego de lograr un gran éxito con su primer sencillo, el dúo estrena su nuevo videoclip.

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Klauz n’ Cherry, es un dúo peruano conformado por dos jóvenes hermanos “Claudio y Dánae”. Ellos deciden unir sus voces para llevar a cabo este proyecto musical con el que nos traen nuevos matices que combinan entre el género Pop Rock & Electro Latino.

Esta dupla se formó a inicios de 2023 y están elaborando su primer Álbum, para el cual ya tienen terminado sus tres primeros sencillos “Reflejos” “Mi Estrella” y “Aún” que están en todas las plataformas digitales.

El dúo recientemente acaba de lanzar un nuevo single producido por Los Magos Récords, como compositor a Fernando Valeriano (Padre), Arte, Magia y Videoclip María Talledo (Madre). La canción “Ahora es cuando”, es un tema motivador para toda la juventud que no puede perder el tiempo por miedos e inseguridades, tienes que tomar riendas de tu vida si eres bueno en algo que para eso naciste y, el mejor tiempo es ahora. Hacer todo en esta vida solo para ti y mejorar tu rumbo, el videoclip fue grabado en una cabaña clásica del distrito de Chaclacayo. Este segundo sencillo apunta a convertirse en el favorito del público peruano y está disponible en todas las plataformas digitales, el vídeo completo lo pueden disfrutar en la plataforma de YouTube.

Klauz n’ Cherry promete ganarse el corazón y los aplausos de todo el público peruano con su nueva propuesta musical y original que solo ellos saben hacerlo.

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Cultura

Gary Antonio Marroquín es el nuevo director de La Casa de La Literatura Peruana

Tras las revelaciones de Lima Gris sobre la ilegalidad del Premio de la Casa de la Literatura, el ministro de Educación Morgan Quero aceptó la renuncia de Juan Yangali para designar como nuevo director a Gary Antonio Marroquín Mendoza, abogado experto en Solución de Conflictos y Consultor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

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Luego de dos días de conversaciones y evaluaciones, el ministro Morgan Quero aceptó la renuncia de Juan Yangali, que deja el cargo de Director de la Casa de la Literatura Peruana tras haberse detectado la informalidad de las gestiones de Karen Calderón y Milagritos Saldarriaga, quienes por 14 años entregaron un ilegal premio a diversos escritores peruanos.

Tras tener conocimiento de la grosera informalidad de la Casalit en gestiones anteriores, el ministro de Educación Morgan Quero Gaime designó a Gary Antonio Marroquín Mendoza como director de la Casa de la Literatura Peruana, según la Resolución Ministerial N° 524-2024-Minedu, publicada en el diario oficial El Peruano.

Resolución Ministerial N° 524-2024-Minedu.

Los cambios en la Casa de la Literatura se genera por el denominado Premio Casa de la Literatura que no cuenta con una resolución ministerial de creación. Es decir, solo fue una iniciativa de una camarilla de trabajadores que vulneraron el principio de legalidad y que desde su errada visión, consideraron que en la administración pública ellos podían tomar decisiones institucionales sin recurrir a los canales administrativos de su adscripción al Viceministerio de Gestión Pedagógica del Ministerio de Educación.

El nuevo director de la Caslit es experto en ‘Resolución de Conflictos’

Gary Antonio Marroquín Mendoza es un abogado, con estudios de maestría en Solución de Conflictos en la Universidad San Martin de Porres y ha sido consultor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Desde el Ministerio de Educación también se ha detectado que el área de prensa de la Casa de la Literatura se habría utilizado para atacar a la gestión del exdirector Juan Yangali, al propio ministro de Educación Morgan Quero y a la gestión de la presidenta Dina Boluarte. Según nuestra fuente, el área legal del Minedu ya viene tomando cartas en el asunto.

Hoy por la mañana Gary Marroquín se reunió con los trabajadores de la Casa de la Literatura, anunció su línea de trabajo y los proyectos que seguirá impulsando. Además, durante estos días los trabajadores vienen siendo evaluados.

Es importante señalar que la Casa de la Literatura Peruana necesita cambios urgentes. Durante 15 años se mantiene a personal mediocre que no ha tenido la capacidad para posicionar un espacio emblemático del Centro Histórico de Lima.

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Cultura

“…César Vallejo como Paul Celan, dos poetas para mí fundamentales, hablaron de Extremadura en sus poemas”

Una entrevista al escritor español Mario Martín Guijón

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Mario Martín Guijón (Extremadura, 1979) es novelista, ensayista, poeta y profesor universitario. De su paso relámpago por nuestro país, rescatamos el siguiente diálogo, realizado por las calles del centro de Lima, después de encontrar algunas joyitas literarias.

Mario, estuviste en la Primavera Poética realizada en el Perú. Cuéntanos sobre tu experiencia en el Festival.

Fue una excelente experiencia poder conocer en persona y escuchar a poetas de toda Iberoamérica. Pero sobre todo lo fascinante para mí fue conocer Lima, esta metrópoli al lado del Pacífico. Desde España se tiende a amalgamar en “literatura hispanoamericana” sin tener en cuenta que cada país tiene una tradición diferenciada y, en el caso del Perú, obviamente muy rica. De los mejores ratos fueron los que pasé por Quilcas ojeando en esos puestos de libros con tu asesoramiento. Y los paseos por el Jirón de la Unión, desde la Plaza de San Martín a la Plaza de Armas, quedarán en mi memoria, pero claro, estuve menos de una semana y me quedo con ganas de conocer más.

Sabemos que tu obra se mueve en varios ejes. ¿Cómo se retroalimentan?

Antes pensaban que eran compartimentos estancos: mis ensayos se dedicaron sobre todo a rescatar escritores injustamente olvidados: José Herrera Petere, Máximo José Kahn, Albert Caraco, entre otros, muchos de ellos exiliados a raíz de la guerra civil española. buscaban en cierto modo “hacer justicia” y ser lo más objetivos posibles, aunque también siempre desde la amenidad. Mis obras narrativas, de ficción, me servían para “ser otro”: desde un fontanero turco en Berlín a un ingeniero forestal alemán en Extremadura, o hasta una vagabunda rumana en Fráncfort. Finalmente, mi poesía era el género realmente más íntimo, indagar sobre quién soy, por qué, para qué, forzando los límites del lenguaje. Cada vez más, sin embargo, he sentido la necesidad de abrir esas compuertas: La Pasión de Rafael Alconétar, que no es una novela sino un “novelaberinto”, es una obra tan narrativa como poética, pues sus protagonistas, que giran en torno a un maestro desaparecido, son todos letraheridos y a la búsqueda de un lenguaje propio. Y en lo que estoy ahora, además de con la poesía (los poemas llegan, en momentos especiales, casi fuera del tiempo y a la vez en un tiempo irrepetible) es con varios relatos que tienen como protagonistas a escritores reales, que viven experiencias que no tuvieron lugar, pero que habrían sido posibles.

Tu poemario Des en canto muestra una forma peculiar de usar los signos.

En mi poesía, los paréntesis, corchetes, cursivas, o la disposición de los espacios en blanco sirven para abrir posibilidades simultáneas de lectura. Cuando en un poema de ese libro aparece “es p(e/i)na / dorsal / (c)lavada en mi sangre”, hay varias lecturas posibles, pero todas son complementarias. Quiero aclarar que mi manera de escribir es totalmente instintiva y no calculada, escribo siempre en una especie de rapto que viene normalmente por una asociación determinada de unas pocas palabras relacionadas con un sentimiento. A posteriori, me he dado cuenta de que es una manera de luchar con una de las limitaciones del lenguaje, que es su carácter lineal: el lenguaje es diacrónico, una cosa después de la otra, pero nosotros no sentimos así: podemos sentir amor y rencor hacia una misma persona (en un poema, jugando con el francés, hablo de rencoeur, “coeur” es corazón en francés), podemos estar a la vez alegres y melancólicos. Mi poesía intenta reflejar eso.

Cuéntanos de tu tierra, Extremadura, la tradición literaria y cómo te conectas a ella.

En mi caso, creo, lo decisivo fue la experiencia de la vuelta. Extremadura ha sido durante mucho tiempo una tierra de emigración, es una región con un patrimonio histórico impresionante, pero sin grandes ciudades. Yo me crié en un pueblo, Villanueva de la Serena, y de adolescente leía vorazmente (era un rarito en eso, el sueño de mis compañeros de clase era ser disc-jockeys o tener una moto), pero más bien autores extranjeros: Dostoievski, Kafka, Poe, Camus, también Borges y Cortázar, en fin, hubo una época en que leía un libro por día. Estudié en Cáceres, pero después estuve de 2003 a 2009 años enseñando español en Francia, Alemania, República Checa, y creo que la experiencia de la extranjería es muchas veces necesaria. En Extremadura están mi familia y mis raíces, pero creo que un escritor puede encontrar sus afinidades electivas muy lejos de donde se crió. Curiosamente, tanto César Vallejo como Paul Celan, dos poetas para mí fundamentales, hablaron de Extremadura en sus poemas.    

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Cultura

Toda la verdad sobre el ilegal Premio de la Casa de la Literatura Peruana [VIDEO]

La campaña torpe de una falsa censura al ilustrador Juan Acevedo, circuló en redes sociales el último fin de semana. Con el fake news promovido por el portal Epicentro se pretendió ocultar los 14 años de ilegalidad del Premio de la Casa de la Literatura Peruana.

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Era cuestión de tiempo para que las ilegalidades de la Casa de la Literatura Peruana salgan a la luz. Tras 14 años de entregar un premio sin valor oficial se confirmó mediante una resolución del Minedu que Casalit entra en un período de reorganización, esto es debido a la gestión informal que estuvieron realizando las ex jefas Karen Calderón y Milagritos Saldarriaga.

Tras conocerse el escándalo y el nivel de mediocridad de las exfuncionarias, desde el portal Epicentro se lanzó el fake news titulado «Censuran al maestro historietista Juan Acevedo», tras una entrevista realizada a Karen Calderón. La irresponsabilidad y la falta de conocimiento en el tema cultural, provocó que el portal administrado por periodistas que fueron despedidos del dominical Cuarto Poder, crearan un bulo que fue replicado por usuarios desinformados. Toda esta maniobra habría sido con la única finalidad de intentar esconder el problema real: la ilegalidad de un premio por 14 años.

En el programa de Lima Gris por radio Planicie 91.5 FM, los conductores Edwin Cavello y Luis Felipe Alpaca, analizaron el escandaloso caso y señalaron toda la verdad de la negativa administración de la institución adscrita al Ministerio de Educación.

«Lo peor de todo esto es que Juan Acevedo cree que lo han censurado. Por favor, de qué te van a censurar, si tus ilustraciones no asustan ni ofenden a nadie», señaló Edwin Cavello.

Aquí el video completo del ilegal premio literario.

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Cultura

Karen Calderón admite la ilegalidad del Premio de la Casa de la Literatura Peruana [VIDEO]

Premio fue creado por los trabajadores de Casalit sin respaldo de una resoluciòn ministerial.

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Tras la publicación de la columna de Edwin Cavello, sobre la ilegalidad del Premio de la Casa de la Literatura Peruana, dos días después la institución adscrita al Ministerio de Educación, lanzó un comunicado confirmando que el Premio Casa de la Literatura “ha entrado a una fase de formalización” debido a que el premio no respeta el principio de legalidad, ya que no es respaldada por una resolución ministerial. Por tal motivo, Juan Acevedo este año no recibirá la ilegal premiación.

Algunos voceros de las ex jefas de Casalit (Karen Calderón y Milagritos Saldarriaga) intentaron tapar el escándalo y la mediocridad de las ex funcionarias, mencionando que se estaba cometiendo una presunta «censura», un absurdo total.

Ayer, en una entrevista con el portal Epicentro, la propia Karen Calderón admitió y confirmó que el Premio de la Casa de la Literatura Peruana no cuenta con un resolución o un respaldo legal. «El homenaje o el reconocimiento se llama premio, la gente se puede confundir, no es que el premio signifique que hay una resolución ministerial o que hay un documento que lo nombre, y por consiguiente que hay un diploma, un cheque, un premio pecuniario».

Estás palabras de Karen Calderón no solo destierra la falsa censura que pretendían impulsar la facción amical de las responsables de esta burla contra los escritores, sino que confirma que se habrían cometido presuntos delitos contra la administración pública, entre ellos, los delitos de aprovechamiento indebido del cargo, usurpación de funciones y malversación de fondos.

@limagristv "ES UN HOMENAJE QUE SE LLAMA PREMIO" Karen Calderón admite la ilegalidad del premio de la casa de la literatura peruana. ¡INSÓLITO! #actualidad #limagris #noticia #noticias #parati #actualidadnoticias #peru #fyp #perú #lima #casadelaliteratura ♬ sonido original – LimaGris

El escándalo literario también ha llegado al Congreso de la República, desde donde algunos parlamentarios vienen solicitando información al ministro de Educación Morgan Quero, sobre la gestión de la Casa de la Literatura Peruana durante los últimos años y sobre la creación del Premio de Casalit.

Recordemos que el premio ilegal, es decir, sin valor oficial, lo han recibido Mario Vargas Llosa, Carlos Germán Belli, Antonio Gálvez Ronceros, Edgardo Rivera Martínez, Oswaldo Reynoso, José Miguel Oviedo, Luis Urteaga Cabrera, Carmen Ollé, Cronwell Jara, Jorge Eslava, Alfredo Mires, Rossella Di Paolo, entre otros.

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Cultura

Luis Alfonso Morey incursiona en el arte

El empresario televisivo y abogado, prepara su primera muestra de arte que será presentada en Perú y en diversas galerías del mundo.

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Luis Alfonso Morey siempre estuvo vinculado al derecho, la televisión, la política pero también al arte. Su relación con el cine, pintura, música, fotografía y arquitectura se inició desde su infancia, un vìnculo estimulado por su familia y los viajes alrededor del mundo. Un encuentro con una selección de material fotográfico y archivo histórico, impulsó a Luis Alfonso Morey a incursionar en el arte, por ello, prepara su primera exposición de fotografías. En la obra de Morey se impregna su mirada que transita desde lo documental al fotoperiodismo.

“La fotografía es, en un mismo instante, el reconocimiento simultáneo de la significación de un hecho y de la organización rigurosa de las formas percibidas visualmente que expresan y significan ese hecho», nos dice Henri Cartier-Bresson. En ese sentido, la arquitectura, paisajes y autorretratos de Luis Alfonso Morey, son hechos capturados con la magia de la luz.

“Mis abuelos eran arquitectos y vivieron rodeados de arte y construcciones con diseño. También, he podido viajar a distintos países desde chico y haber tenido siempre a la mano una cámara fotográfica. Me animé a registrar, con mi cámara primero y con mi teléfono celular después, muchos de los momentos más felices de mi vida. Quise compartir con el mundo muchos de los lugares que he visitado y de los momentos que he vivido. Detrás de cada imagen que comparto hay una historia”, cuenta Morey.

Luis Alfondo Morey Estremadoyro también menciona que su obra esta influenciada por el reconocido fotógrafo español Chema Madoz y la vida y obra de Jeff Koons. Además de experiencias de viaje por ciudades como Nueva York, Miami, Chicago, San Francisco, Los Ángeles, Hawái, Londres, París, Madrid, Barcelona, Panamá, Tokio, Beijing, Shanghai, Lima, entre otras.

“Mi objetivo es compartir con la gente fotos únicas de lugares y momentos irrepetibles. Buena parte de mi obra tiene que ver con la belleza arquitectónica, los paisajes urbanos y los personajes. Y me ha resultado inevitable no realizar fotoperiodismo. Las protestas contra el régimen de Dina Boluarte son objeto de mi primer trabajo artístico en esa técnica. Me impactó mucho la represión del régimen y la forma en la que la ciudadanía reaccionó al inicio. Las voces de protesta fueron acalladas, pero quedó un registro de todo lo que ocurrió. En un futuro se juzgarán los excesos de ese régimen y esas fotografías de alguna manera servirán para recordar esa etapa oscura de nuestra historia reciente”, comenta Luis Alfonso Morey.

La primera muestra de arte de Luis Alfonso Morey se expondrá inicialmente en un importante evento en la ciudad de Lima. Para luego realizar una gira artística por las ciudades más importantes del mundo, como Panamá, Nueva York, París y Londres. “Pienso que no se van a arrepentir porque van a tener en su poder un objeto que les va a producir sensaciones. Me gustaría animar a todos a tomar fotos y a imprimir, al menos, dos o tres de las personas, lugares o momentos que mejor los hagan sentir. Una foto a la mano en el momento que más lo necesitamos nos puede cambiar la vida”, menciona Morey.

Luis Alfonso Morey formará parte de CompArte, iniciativa artística que cuenta con la curadoría del Instituto Cultural Peruano Norteamericano (ICPNA) y se realiza dentro de la Feria benéfica El Rastrillo.

Sobre el artista

Luis Alfonso Morey es bachiller en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad de Lima, donde se graduó como abogado. Es Máster en Gestión de Empresas de Comunicación por la Universidad de Navarra. Actualmente es director fundador de Neo TV, en el canal 18.3 de la señal digital terrestre.  

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Cultura

¿Quién mató a Palomino Molero? obra de Mario Vargas Llosa dirigida por Edgar Saba 

Últimas funciones de la aclamada adaptación teatral del thriller de suspenso del Nobel de Literatura peruano llegan a su fin en el Teatro Marsano.

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Con las mejores críticas de la prensa especializada y el aplauso unánime del público, después de cuatro meses, la versión teatral de “¿Quién mató a Palomino Molero”, thriller de suspenso del aclamado escritor Mario Vargas Llosa, magistralmente adaptado por el director Edgar Saba, bajo la producción de Makhy Arana, entra en su recta final, en el Teatro Marsano. En su estreno mundial, en Lima, quedan para verla solo seis funciones: del miércoles 16 al miércoles 23 de octubre.    

La impecable puesta en escena caló en el gusto de la gente gracias a las soberbias actuaciones de su bien afiatado elenco que combinó experiencia con juventud. Gustavo BuenoHaydeé CáceresÓscar CarrilloRamón García, Susan LeónOscar Beltrán Claudio Calmet, junto a los jóvenes  talentos Gabriel Gil y Marialola Arispe cautivaron cada noche a la asidua concurrencia del cálido Teatro Marsano.   

Estrenada en el Perú, por expreso pedido de Mario Vargas Llosa y presentada por primera vez al teatro por Producciones Acquario,  “¿Quién mató a

Palomino Molero?” es sin duda el espectáculo teatral de la temporada. La puesta en escena está basada en laoctava novela del mismo título que nuestro Premio Nobel publicó en 1986, un clásico de la literatura peruana que narra hechos reales, ocurridos en Piura en los años 50. Una cruda historia en la que el laureado escritor explora los lados más oscuros de la naturaleza humana.

“¿Quién mató a Palomino Molero?” es un potente espectáculo de suspenso, intercalado con chispazos de humor, de casi dos horas de duración, que cuenta la apasionante historia de Palomino Molero, un joven aviador desaparecido a las afueras de la base aérea de Talara. La obra te envuelve en un carrusel de emociones, mientras acompañas al teniente Silva y al guardia Lituma a resolver este misterioso caso con un final inesperado y sorprendente.

La última función de “Quién mató a Palomino Molero” será este miércoles 23 de octubre, a las 8 p.m., con una gran despedida, a precio popular. No te quedes sin verla.

El dato:

Temporada: De miércoles a sábado (8 p.m.) y Domingos (7 p.m.).

Entradas: En Teleticket (https://teleticket.com.pe/quien-mato-a-palomino-molero-teatro-marsano) y en la boletería del teatro. Revise los descuentos en la ticketera.

Precios:

Platea general: S/. 90.00

Estudiantes: S/. 45.00

Adulto mayor: S/. 70.00

Conadis: S/. 50.00

Miércoles popular: S/. 60.00

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Cultura

“24 Año Solar” y “Reino Paleolítico” de Alejandro Medina

El artista plástico y escritor peruano presentó sus obras más recientes.

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“24 año Solar” fue gestado el año 2022. La dolorosa muerte de la madre del poeta, ocurrida bajo el patrón numérico de un 2 del 2 del 22, le impulsa a escribir un libro con este título (2.2.22 Año Solar). Pero el tiempo no se detiene y entre la escritura y la edición del libro, le cae encima el año 2024, lo que devendría en el cambio del título.

“24 Año Solar” es un libro cuyo corpus es un poema único, conformado por 360 versos endecasílabos, es decir, un poema monolítico y que se elabora bajo las reglas del metro. Sobre la rima, eventualmente aparecerá en el libro una rima ocasional, destinada posiblemente a evitar la monotonía del metraje, pero que, por cierto, le confiere al poema cierto ritmo, una musicalidad interior que es provocada con acierto.  

En este libro, los versos iniciales pasarán a ser los últimos, puesto que el final se repite como comienzo y viceversa, mostrando una visión circular de la vida, a propósito de la filosofía nietzscheana del eterno retorno. En consecuencia, el autor no solo nos trae poesía, sino una postura filosófica frente al mundo.

El poemario es un homenaje al poeta mexicano Octavio Paz, quien escribiera el libro “Piedra de Sol”. En su particular versión, el poemario nos recrea su/nuestra existencia misma. Los aspectos humanos de la alegría, de la tristeza, del amor, de la injusticia, hasta del sexo mismo y la muerte (es decir, todo ello que constituye nuestra vida), es abordado poéticamente en un viaje simplificado que transita en un año, pero en un Año Solar inca, de 360 días (por eso los 360 versos del poema).

“24 Año Solar” es el tercer libro publicado por el autor en el extranjero, en este caso en México, editado por la Academia Literaria de México y que lleva un hermoso prólogo de la novelista mexicana Miguelina Reyes Hernández.

Reino Paleolítico

Marco Martos dice en el prólogo del poemario que “Los seres humanos oscilamos entre quienes creen que no tiene sentido la vida y pasan sus días haciendo lo mínimo posible y los que sabiendo que no hay una finalidad, procuran fijarla. Alejandro Medina Ycochea, junto con sus actividades jurídicas, ha desarrollado un profundo amor por la poesía que da sentido a su vida”, y no se equivoca, pues, es sabido por quienes le conocemos, que el autor de “Reino Paleolítico” vive en completo y permanente estado de gracia poética: habla como poeta, sueña como poeta y hasta ha sufrido como poeta; ya que un período largo de su vida sufrió una dolorosa invalidez, encontrando en las letras y las artes la fuerza para continuar adelante. Frente al caos que vivió en ese tiempo, es la poesía quien lo salva.

Este libro, como dijera Mariátegui alguna vez refiriéndose a sus primeros escritos, llamándole a esta etapa suya como su “edad de piedra”, en el poeta Alejandro Medina se llamará Reino Paleolítico. La razón de ser del título, según nos señala el poeta (y se comprueba con la lectura del libro), se da por  contener una antología de su obra previa, de descarados e intensos poemas universitarios, de aquellos poemas de su peregrinar por Chile, República Dominicana y Cuba, de lo escrito antes de llegar a este presente, donde, según él, asume una forma de escrituración distinta.  

El poemario se divide en siete libros y una coda. Cada libro conlleva una temática distinta. Así, le canta a la existencia, al tedio urbano, a la pérdida de la madre, al amor de su corazón y al amor de cama, a la universidad y sus desenfrenos juveniles, a la vida, a lo tanático, etc. Los suyos son versos bien elaborados, creados con un cuidado prolijo del idioma. El poeta consigue “trenzar sus versos con melodías que sincronizan con el silencioso viento” (Sixto Sarmiento) y le suma, a dicho encantamiento, una inusual hondura filosófica, que nos hablan de sus muchas lecturas y una vasta cultura.

Estamos frente a un poeta sobre el cual debemos dirigir las miradas, un destello de nueva luz en la oscuridad temporal de la poesía; poesía que se está callada, en muchos casos. Sixto expresa que este poemario es “una plegaria a la belleza”, y añade que los poemas del libro “no admiten puntos finales: estos son mapas tendidos para observarlos con detenimiento y proyectarlos al infinito a través del cristal de la imaginación”.

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