Fernando Ampuero es un autor que ha trajinado el mundo literario desde muy joven. Y en los últimos cuarenta y cinco años, ha escrito más de una decena de títulos, que en un primer momento, tocaban a la disminuida burguesía, con un tono sarcástico y sobrio. Sin embargo, con el correr del tiempo, sus personajes se hicieron más crudos, corruptos, y decadentes; como seres que habitan una jungla urbana para devorarse entre ellos.
Para Ampuero, el sentido del humor, es indispensable para vivir, tanto en sus historias de ficción, como en su vida cotidiana. Su trilogía callejera de Lima (compuesta por las novelas:Caramelo verde, Puta linda, Hasta que me orinen los perros) nos da fe del turbio aire que respiramos al salir por nuestras calles. Y esta vez, nos entrega su nueva nouvelle callejera LORETO (Planeta 2014), una historia de acción tan delictuosa como alentadora. La presentación se dará en pocos días en la librería El Virrey de Miraflores, y contará con la presencia del ensayista y crítico peruano Julio Ortega.
Acabas de publicar tu nueva novela, Loreto. Háblanos de ella
Loreto es una novela sobre la mística de los barrios bravos del Callao. Un relato desgarrado, si se quiere, aunque con espíritu de fábula, y que, a su manera, entraña un cierto lirismo. Yo diría que, formalmente, es varias cosas a la vez: una épica (que quizá resulte trasnochada, sí, pero una épica al fin y al cabo); una historia de amor en medio de la adversidad; o una novela de aprendizaje en negativo, pues en esas calles chalacas del jirón Loreto si bien se aprende lo bueno y malo, vale más lo malo, que es lo que en ciertos barrios te permite sobrevivir, porque si solo aprendieras lo bueno morirías de un balazo al primer descuido.
La Noemí de Puta linda nos deleitó con su sensualidad e inteligencia. ¿Quién es la protagonista en Loreto?
Son dos los protagonistas: Silverio, un chiquillo que ha crecido en olor a pólvora, y Laurita, una muchacha muy atractiva, la hermana de un proyecto de cabecilla de pandilleros. Estos chicos encarnan la pasión amorosa juvenil y la pasión pandillera. Viven su primer incendio.
¿Por qué te atrae tocar el submundo urbano?
Porque me interesa la ferocidad humana, el lado peligroso de la vida. Y también porque me interesa el espíritu del mundo marginal, a partir de su desesperado sentido del orgullo y la dignidad.Todas las personas oscilamos entre la seguridad y el riesgo, pero los marginales suelen cifrar su seguridad en el riesgo. De ahí viene su gran fortaleza.
¿Cómo hiciste el trabajo de campo, si es que lo hubo, para entrar a los Barracones del Callao?
Tengo 64 años, y a lo largo de ese tiempo he vivido varias vidas. Una de ellas, que me marcó desde muy joven, fue mi vida de barrio, pues no siempre he vivido en Miraflores. Este es un aspecto que poca gente conoce de mí. Descubrí entonces las calles duras, llenas desilusión y pujanza, así como de pobreza y brutalidad. Luego complementé esa experiencia con cuatro décadas de periodismo, lo que me permitió incursionar muchas veces en los bajos fondos, incluidas las más bravas calles chalacas. Ese ha sido mi trabajo de campo; todo lo demás es imaginación.
Presumo que la literatura no da para comer, pero te da otras satisfacciones ¿Cómo te hiciste periodista?
Justamente por eso que mencionas: primero había que comer. Yo nací en un medio con muchas comodidades, pero hubo una etapa de ruina económica familiar, entre los catorce y los diecisiete años. En ese periodo no podía pensar solo en la literatura. Había que trabajar, ganar becas, viajar. Más tarde vino el periodismo y fue para mí una bendición. Y lo sigue siendo todavía. Me mantiene alerta e interesado por todo lo que sucede a mi alrededor o lejos, en el mundo.
La nouvelle es un género ignorado por algunos autores ¿Por qué a ti te fascina?
Por la condensación. Una novela corta te deja la sensación de haber leído una historia compacta y redonda, pues va directamente a su asunto, y todo en ella se cierra como en un rompecabezas. Obviamente se sacrifica el desarrollo de los personajes secundarios, pero el lector obtiene a cambio mayor ritmo, intensidad y tensión dramática. La novela grande, por lo general, se dispersa y suele llenarse de ripio.
Fernando Ampuero con su último libro «Loreto».
¿Por qué las editoriales exigen a sus escritores escribir novelas en lugar de cuentos?
Son asuntos comerciales, no una cuestión de gustos. Pero después de que a la gran Alice Munro, una escritora dedicada al cuento, le dieran el Premio Nobel el año pasado, las cosas podrían cambiar.
Gabriel García Márquez acaba de partir hacia Macondo. ¿Qué podrías decir de él?
Considero a García Márquez como mi padre literario. Pero yo tengo muchos padres. Entre ellos, Chejov, Hemingway, Fitzgerald, Borges y también los escritores de novela negra, Hammett y Chandler. Sin embargo, García Márquez se ha ganado un lugar especial, que comparte con otro maestro de nuestro idioma, Miguel de Cervantes Saavedra.
Hace poco llegó al país un escritor cubano-mexicano que presentó una novela que le tardó 23 años escribirla. ¿Por qué ahora muchos jóvenes se desesperan por publicar rápido?
Cada escritor sabe el tiempo y la receta que necesita para escribir una novela. Cuando yo tengo una historia en mente, le voy dando vueltas y vueltas, y esto es lo que demora. El proceso de escritura resulta más o menos rápido, a diferencia del proceso de enfriamiento, de correcciones y, muy a menudo, de reescritura. Esta última es la mejor parte.
Eres un autor que se preocupa por sus nuevas publicaciones, e incluso acostumbras hacer un periplo por las mesas de novedades de las librerías para corroborar que estén allí. ¿Qué carencias tienen los editores durante el lanzamiento del mismo?
Un amigo, el poeta Montalbetti, considera que las entrevistas son el grado cero en la repercusión de un libro. Le doy la razón, pero yo, sin embargo, sigo dando entrevistas, pues por lo menos gracias a ellas los lectores se enteran que acaba de aparecer un nuevo libro. Las editoriales grandes te apoyan, con sus equipos de promoción, cosa muy necesaria para que un libro circule y se venda, pero los medios de prensa no siempre dan espacio a los escritores. Eso es raro. Los diarios y revistas, cuyo negocio es ofrecer la palabra escrita, deberían ser los primeros en fomentar la lectura, crear una gran cultura de lectores. Por suerte todavía hay algunos medios que no nos dejan en el desamparo.
Tu risa estentórea siempre se hizo notar ¿Crees que eso también generó rencores escondidos?
¿Mi risa? ¿Hay que reírse en voz baja para ser amado? No lo sabía.
¿Por qué para ti vale más el breve Chejov que el frondoso Faulkner?
Soy un hombre de jardines, de jardines silvestres o de jardines muy cuidados, ese depende de mi estado de ánimo. Las selvas y los bosques me intimidan, a pesar de que mi segundo apellido es Del Bosque. Admiro por igual a Chejov y Faulkner, los dos son escritores geniales. Pero, a la hora de escribir, me acomoda mejor el estilo sobrio, directo, exento de ornatos y barroquismos. Es una elección estética.
– En tus textos la mujer tiene un rol fundamental. ¿El Ampuero persona ha prescindido alguna vez de una mujer?
No. Nunca me ha pasado. Mis etapas de soledad han durado poco tiempo, quizá porque las mujeres se apiadaban de mí. La vida sin mujeres sería tranquila y ordenada, sin duda, pero sería también más árida e incompleta ¿no crees? Una buena mujer es tu mejor cómplice.
– Alonso Cueto renegaba cuando veía sus títulos piratas, en el jirón Miró Quesada. ¿En tu caso, qué hacías?
– Le hacía el acompañamiento, con guitarra y con cajón. Todos mis libros también han sido igualmente pirateados.
Cuando he estado en círculos periféricos de la literatura, se habla de Fernando Ampuero como de un dandi miraflorino. ¿Te molesta eso?
La periferia suele tener una visión distorsionada. Tengo la esperanza de que si esa gente me conociera de cerca, vería que no soy tan estirado como parezco, ni tampoco un mal tipo.
– Fuiste muy amigo de Ribeyro. Cuéntanos una anécdota de la que hayas hablado poco, o nada.
– Déjame por favor guardar esas anécdotas para mis memorias.
– Tú eres cinéfilo. ¿Crees que el cine peruano realmente está despegando como muchos dicen?
El cine está siendo tomado por fin como industria y como oficio artístico. Por ahí creo que va la cosa. Me han gustado películas recientes como “El evangelio de la carne” y “El vientre”.
– Cuando estudiabas en el colegio La Inmaculada te sabías de memoria la misa en latín y rezabas a diario el Rosario. ¿Cómo te va con el Clero?
La vida de fines de los años cincuentas la veo como un recuerdo de haber estado en otro planeta. Nunca más volví al colegio. En cuanto al clero y la iglesia, que es la burocracia de la fe, existe gente buena y mala, como en todas partes. Pero yo debo decir que la educación jesuita me marcó. A ella le debo la forma de estructurar mi pensamiento. Lo demás ha sido leer y leer, un larguísimo tren de autoeducación.
¿Cómo les fue a los peruanos en la FILBO? ¿Qué impresiones?
La mejor de las impresiones. Definitivamente la FILBO 2014 fue una fiesta por todo lo alto. Y el Pabellón del Perú, además, fue celebrado por todos los colombianos como el mejor de las veintisiete ediciones que ha hecho la FILBO. ¿Qué más se puede pedir?
– El periodismo anda hoy en una crisis de valores ¿Qué opinión te merece?
Más de valores accionarios que de valores morales, ¿no? Hay demasiadas acciones juntas en un lado de la balanza.
– Te he visto algo subido de peso ¿Qué hay de las habituales caminatas diurnas por el malecón?
– Todos los días me propongo volver a ellas. Salgo apenas dos días a la semana, pero quisiera poder salir unas cinco veces. Después del lanzamiento de Loreto, tendré más tiempo para las caminatas.
– “Llámalo una cuestión de valores. Una cosa es ser un hijo de puta, y otra ser un “conchasumadre” (Hasta que me orinen los perros. Planeta 2008) ¿Cómo se te ocurren estos mordaces epígrafes?
– La calle inspira; la calle, tanto en los barrios pobres como en los ricos, es la escuela y la maestra. Pero tú sabes que no siempre soy tan rudo y violento como en ese epígrafe. Esa era una frase de borrachos, como la que ha dado título al libro. Filosofía de ebrios con sueños rotos.