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¿Eres terruco?

Lee la columna de Hans Herrera Núñez.

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“El terrorismo no existe, lo que existe es el terruqueo” exclamación de un manifestante en el centro de Lima. Una de dos: o tú has terruqueado o te han terruqueado.  La nueva forma de cancelar en Perú es el terruqueo. El insulto político más duro, peor que corrupto, y que nos lleva a los traumas de un pasado jamás superado. La reciente polarización que nos ha estallado evidencia que Perú no es un país fracturado, sino que ya está roto.

Cierto cura dijo una vez: si le doy pan al pobre la gente me llama santo, pero si pregunto por qué es pobre me llaman comunista. En resumen, esa es la situación en Perú: la de una permanente desconfianza hacia el otro. Peleas en entre amigos, números eliminados, WassAps bloqueados, familias enfrentadas. Todo en Perú se ha politizado. Un efecto reciente es el uso del término terruquear. Un peruanismo que remite a (des)calificar al otro como terrorista.

Seguro te ha pasado que estás en una conversación y en algún momento se cola el tema político. Das tu opinión. Una opinión de centro, que quiere ser conciliadora. Entonces alguien te responde que No, ni siquiera te pone un pero, niega tu enunciado. Luego si defiendes tu argumento empiezan a decirte que te vayas a Venezuela, a Cuba. En un momento te llaman Caviar. Y si sigues en tu posición, en menos de diez minutos tu interlocutor te llamará terruco. Y tú eres una persona de centro defendiendo una posición conciliadora frente a los sucesos. Pero si eres alguien con una posición de izquierda estarás frito desde el primer minuto. Porque te llamarán terruco en una.

Terruquear se ha vuelto la manera más rápida de categorizar al otro y eliminar todo debate. Existen otros términos odiosos que se usan para descalificar cómo llamar a alguien facho o caviar, pero ninguno es tan duro ni remite a una imagen tan fuerte como “terruco”, simplemente nada la supera en Perú.

Y es que terruco no es solo un insulto. Es un estigma. Remite lo peor de lo peor.

Carlos Aguirre de la Universidad de Oregon tiene un trabajo muy preciso sobre la palabra terruco: “Terruco de m… Insulto y estigma en la guerra sucia peruana”. Allí menciona como a partir de un trabajo de Randall Kennedy en su estudio sobre el uso de la palabra nigger en Estados Unidos: «si nigger representara solo un insulto y estuviera asociado solo con las emociones raciales […] esa palabra no sería lo suficientemente interesante como para justificar un estudio extenso. Nigger es [una expresión] fascinante precisamente porque ha sido usada de varias maneras y porque puede irradiar una amplia gama de significados». Sobre esa amplia gama de significados es que Aguirre explora el fenómeno del terruqueo a partir del estigma categorizador. Así, la palabra estigma, como escribió Erving Goffman se originó en la antigua Grecia y se refería a «marcas corporales designadas para revelar algo inusual y negativo acerca del estatus moral del portador». En la época contemporánea, sugiere Goffman, el término «es aplicado más a la propia ignominia que a la evidencia corporal de ella».

Para Aguirre el estigma resulta de nuestro deseo de «categorizar» al otro: “quien, debido a ciertas características consideradas indeseables, «es reducido, en nuestra percepción, de una persona entera y normal a una infectada y devaluada»”.

Partiendo de aquí y siguiendo a Goffman, «la persona con un estigma no es propiamente humana». Pero remarca Aguirre: “este tipo de «marca» —ya no corporal, sino verbal— permite fijar atributos (casi siempre más imaginarios que reales) sobre quiénes son sus víctimas y refuerza las imágenes y estereotipos negativos que constituyen un ingrediente central de la estigmatización.”

Ahora bien, el término terruco surge en los años 80 en la sierra del Perú. Todo hace suponer a especialistas como Aguirre que dicha palabra es un aporte popular de origen espontáneo. La primera mención que se tiene registro fue en una carta escrita el 25 de enero de 1983 del periodista Retto, apenas un día antes de ser asesinado junto con siete colegas suyos en la comunidad de Uchuraccay. El periodista Willy Retto describió el área hacia la cual se estaban dirigiendo en los siguientes términos: «Dicen [que] esa zona es liberada, o sea, zona de Sendero, “terrucos” como aquí les dicen». “Retto era de Lima, y su comentario sugiere que él, el destinatario de la carta, o ambos, no estaban familiarizados con el término” tal como los cita Aguirre. En una entrevista con comuneros de Uchuraccay, publicada en el Diario de Marka el 31 de enero de 1983, solo cinco días después de la masacre, el periodista Luis Morales le preguntó a uno de ellos por qué habían asesinado a los periodistas. Su respuesta fue: «Porque los “terrucos” no nos dejan». Para Aguirre no es trivial anotar que Morales pone la palabra terrucos entre comillas, probablemente para realzar el hecho de que se trataba de una expresión coloquial.

En un trabajo de la antropóloga Kimberly Theidon recopilado por Aguirre, esta sugiere una última hipótesis sobre la palabra terruco:

«Entre los términos utilizados para describir a los senderistas están: terrucos, plagakuna, malafekuna, tutapuriq, puriqkuna y anticristos. Cada uno de estos términos refleja la condensación de inquietudes respecto de la maldad y la monstruosidad, también captadas por los muchos campesinos que insistían que los senderistas “habían caído de la humanidad”. Terrucos es un derivado de terroristas y fue un préstamo proveniente del discurso castrense acerca de los senderistas». De ahí que terruco tenga una denotación de maldad inherente y de una brutalidad excepcional.

Cabe señalar que es común entre poblaciones quechuahablantes «quechuizar» palabras del español cambiándoles la terminación por «uco», como en Santuco o Antuco, por ejemplo, que son usadas para referirse a Santiago y Antonio, respectivamente. De hecho, la expresión «terruco» tuvo una versión aún más corta: «tuco».

El escritor Carlos Huamán, establece por su parte una relación mucho más directa con el quechua. En su estudio sobre la «cosmovisión quechua/Andina», Huamán sugiere una conexión entre terruco, tuco y tuku, una palabra quechua que significa búho, considerado en la cultura andina como un ave que trae mala suerte.

Entonces tenemos una palabra, TERRUCO, que denota maldad, violencia y mala suerte. Es como el sumum de lo peor. Que sumado a la historia de violencia en Perú elimina al estigmatizado con este calificativo no solo de diálogo, sino de su condición de humano. Terruco es el enemigo al que hay que callar primero y balear después. El término que se originó en la región de Ayacucho por un proceso espontáneo de creación popular es ahora la primera piedra que se lanza al que piensa distinto.

Hasta hace apenas unos meses atrás el término se utilizaba no solo para denominar a integrantes de grupos armados, sino sobre todo para desacreditar a personas que tienen posiciones políticas de izquierda, también a organismos e individuos relacionados con los derechos humanos, e incluso a personas de origen indígena por el solo hecho de serlo. Especialmente a ayacuchanos y estudiantes de San Marcos. Es frecuente el terruqueo a sanmarquinos desde hace años. Hasta hace poco una práctica inocente. Casi tomada a broma. Pero desde la toma de San Marcos el pasado sábado queda claro que las connotaciones evolucionan en su agresividad. Simplemente las palabras perdieron su inocencia.

Naturalizar la asociación del uso del término terruco a ayacuchanos primero y sanmarquinos después no ayuda durante la época del terrorismo, usarlas ahora contra estudiantes y manifestantes de las provincias primero y contra personas que piensan distinto sin ser de izquierda, tendrá consecuencias difíciles de predecir en el futuro próximo.

Cabe resaltar que está descalificación que es terruquear se ha ampliado, ya no solo a los terruqueados de siempre, sino que se empieza a utilizar en los últimos días en redes a todo aquel que piense distinto de una posición de derecha (de una derecha que se ha radicalizado en poco tiempo al punto de haberse militarizado en su retórica). Esto recuerda muy bien el dogmatismo de pensamiento unidimensional de Sendero el cual buscaba agudizar la polarización de la sociedad peruana, de modo que para la población no quedase más remedio que optar entre el apoyo a un Estado crecientemente represivo y antipopular y el proyecto revolucionario representado por el sanguinario Guzmán y sus seguidores. Cualquier postura intermedia o cualquier solución a la crisis que supusiera una negociación no solo eran descartadas, sino castigadas con la muerte. Literalmente en eso se está convirtiendo la derecha peruana: en su propio sendero.

Si en Lima se asociaba al terruco con unos determinados rasgos físicos andinos así como la dedicación a algún tipo de actividad intelectual (estudiante, profesor, escritor) podía resultar, que como señala Rocío Silva Santisteban: “[E]l paradigma máximo del terruco era un estudiante retaco, moreno, de pelo negro y apelmazado, de lentes y camisa a cuadros, chompita beige tejida a palito, y pantalón de gabardina lustroso, que además portara una mochila incaica con un libro rojo en el interior. Así se imaginaban los policías, los militares, la prensa y las madres angustiadas de las cachimbas de letras al Sanmarquino que profesaba ideas políticas extremistas”. Sin embargo, está imagen limeñocéntrica difiere de la imagen de terruco que aún se tiene en la sierra sur. El estereotipo del terruco en Apurímac por ejemplo era el de una persona blanca con aire intelectual. Definitivamente con educación universitaria, alguien lacónico y taciturno. En resumen, la imagen del otro. Este imaginario ni Rocío ni Aguirre la han considerado en sus propios estudios sobre el terruco. Y estas son imágenes a considerar que estimo cruciales de aquí a un probable futuro separatista en el Sur.

En resumen. El lenguaje nos permite representar la realidad. Pero en esa representación hay el peligro del sesgo y la manipulación. Entonces las palabras se pueden volver en instrumentos del enfrentamiento para acabar siendo tan peligrosas como las balas.

Una palabra desenterrada que vive más que nunca es Terruco. Suena a Cuco y a insulto como calumnia. En un país que se auto discrimina, el terruqueo iguala en el odio. Puedes ser cholo o blanco, de San Marcos o de la Universidad de Lima, pero si te llaman terruco ya fuiste. Se te quita tu condición de humano, te vuelves en el enemigo del Estado. Eres la amenaza, el que pone las bolsas negras con bombas en la esquina. Porque terruco es el sajra, el demonio del siglo XX vuelto espíritu chocarrero en el XXI.

A modo de ejemplo final una construcción de una oración que se vuelve más frecuente: Calla terruco. Es la frase más repetida en comentarios en redes sociales. La más usada de lejos. Es curioso que empiece por un verbo imperativo “calla”, el cual es un verbo de mandar a guardar Silencio. El quitar la voz al que luego se descalifica llamándolo terruco. En versiones menos frecuentes (todavía) está oración es agrandada, como si de un combo se tratara (por tan solo un sol más de odio agrandamos tu combo de violencia light), con el nefasto y en vías de normalización: Métele bala.

Pero no todo es inocentada de parte de los que se manifiestan. En las marchas empiezan a naturalizarse frases como “perro policía” (que es así como llamaban los terroristas de verdad a los policías que mataban) y en redes, dónde los maricones abundan, hay quienes comentan cosas como esta “échenle globo con gasolina y así nunca dispararán”. Entonces, las palabras tienen fuerza. Y las mentiras a veces se vuelven verdad.

Cómo dijo un manifestante en Lima anoche: “El terrorismo no existe, lo que existe es el terruqueo”.  Pero mañana podría hacerse realidad. Todo depende de si se siguen tirando esas salvajes piedras llamadas palabras.

Las palabras hacen al mundo.

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HANS HERRERA NÚÑEZ. (Lima, 1985). Vivió parte de infancia en Costa Rica, de regreso a Perú estudio Derecho en la Garcilaso y luego literatura. Se especializa en la obra de Roberto Bolaño y Chesterton. Ha colaborado con Dedo Medio y actualmente escribe en Lima Gris. También co-conductor del programa en radio Lima Gris de "Mirada Critica". Además ha aparecido en el celebrada película de ficción de Gustavo Meza, "Ciudad Ausente" (2015).

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La transformación de José Watanabe

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

Antes, humano él, gustaba de pasar sus días leyendo haikus y disfrutando de la naturaleza, de los pequeños animales e insectos que lo rodeaban, o la tranquilidad que le podía ofrecer un pueblito en Trujillo. Era un ser más deambulando despreocupado, terrenal, feliz de la vida con lo que tenía.

Su voz se apagó un 25 de abril del 2007, develando finalmente esas hermosas alas que durante tanto tiempo mantuvo ocultas a la mirada de extraños, pero que él sentía, mejor que nadie, que con el transcurso de los días iban acaparando más y más parte de su anatomía. Su muerte, al contrario de lo que todos piensan, fue solo el inicio a ese camino que por largo tiempo permaneció proscrito debido a su condición imperfecta, humana, llena de heridas y enfermedades. Aquel miembro de Hora Zero había mutado en algo más propio a las nubes, al cielo escarlata de su natal Laredo, al refugio de las aves, al destino de tantas melancólicas canciones.

Watanabe gustaba mucho de los haikus, de las parábolas y los simbolismos, y en contar las cosas a su manera sin que sean demasiado evidentes, libres a la interpretación del lector, como ejercicios para la reflexión y la contemplación. En su poema “La Oruga”, de su poemario Historia Natural (Lima, 1994), nos cuenta la transición de un diminuto ser, casi imperceptible para los ojos humanos a cierta distancia lejos del suelo, que poco a poco va experimentando un cambio radical, cambio que al final lo vuelve en algo completamente distinto y que le otorga habilidades nunca antes aprendidas.

“Hace mucho supe que no eras un animal terminado y, como entonces, arrodillado y trémulo, te pregunto: ¿Sabes que mañana serás del aire?”. Desde la primera vez que lo leí pude comprender que, así como Watanabe, muchos otros se encuentran encapsulados, limitados por una carcasa de hueso y piel que se van arrastrando por la vida, sofocados por un ambiente repleto de obstáculos, piedras, barro y charcos de inmundicia.

Hace diecisiete años esa oruga tuvo que verse forzada a saltar la barrera de lo mundano para trascender a lo etéreo, mirarse las alas, en un principio no reconocerse, pero con el tiempo, casi como un estruendo, percatarse que ahora era parte del aire.

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Nubes Flotantes (Ukigumo, 1955)

Lee la columna de Rodolfo Acevedo Palomino

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Nubes Flotantes (1955) de Mikio Naruse (Yotsuya, 1905 – Tokio, Japón, 1969), narra el proceso amoroso que viven Yukiko y Tomioka, desde que se conocen durante la II Guerra Mundial, trabajando en la Indochina francesa, hasta el final de su tortuosa relación, varios años después, en el Japón de posguerra. Es el encuentro entre dos seres que huyen de sus intolerables existencias: Yukiko trata de reponerse de la violación que sufrió del hermano de su cuñado –un tipo sin escrúpulos que en la posguerra se dedicará a la estafa en un falso templo de sanación-, mientras que Tomioka, hastiado de la enfermedad de su esposa, se refugia, lo más lejos posible, en su trabajo de guarda forestal y en una serie de relaciones pasajeras que no le generan vínculos importantes. (La excepción será Yukiko).

La relación que empieza como un amorío circunstancial, va desarrollándose a lo largo de la película como un proceso que intenta recomenzar una y otra vez, para derrumbarse en cada nueva oportunidad. La historia de los dos amantes que buscan -una con más ahínco que el otro-, volver a encontrar ese momento idílico en el que aparentemente “fueron felices”, nos remite además al esfuerzo de los protagonistas por tratar de encajar, cada uno por su lado, en un país que no ofrecía muchas oportunidades, tanto en lo afectivo, como en lo económico. El drama que transcurre en el proceso de reconstrucción japonés, retrata ese clima social al mostrar a sus personajes caminando por calles atestadas de gente buscando sustento, por los destartalados mercados populares, o por las barriadas con sus endebles viviendas. (Ese contexto material en crisis, aparece también en los paseos y conversaciones de la pareja por zonas despobladas en las afueras de la ciudad. Las ruinas y el vacío que allí se ven, acompañan el andar melancólico y expectante de los protagonistas).

A partir de una narración concisa y el uso extensivo de la elipsis, Naruse enfatiza en las contrastantes situaciones individuales de la pareja. Una cierta “estabilidad” se lee y ve en Tomioka, la esposa y su familia representan un lugar al que siempre puede regresar, las reglas sociales facultan esa clase de tratos. Yukiko en cambio, desvinculada de su familia –salvo por el hermano de su cuñado que la acecha-, transita sola por una serie de empleos y algún amante ocasional para sostenerse.  (Incluso volverá por un tiempo con su violador, quien le ofrecerá casa y algunos lujos. Aunque finalmente lo dejará, robándole el dinero de sus estafas en el templo del sol). Naruse imprime un aire trágico a su figura femenina, al mismo tiempo que expresa valores como la integridad y la constancia. Yukiko atravesará un país que aún no ha reconocido sus derechos de igualdad, y hará lo que pueda para mantenerse, con ciertos límites, y volverá recurrentemente a Tomioka para intentar reconstruir algo de ese amor que vivió durante la guerra. Pero esa creencia en la posibilidad de llegar a construir un futuro con Tomioka, se estrella constantemente en la indiferencia de él, en su apatía y en su búsqueda intrascendente de nuevas amantes.

La cámara pone mucho énfasis en los comportamientos, en los detalles de los personajes, en sus fallos y virtudes. (Con planos cortos concatenados con tremenda fluidez). No hay gestos “grandilocuentes” o desesperados arrebatos. En algunos casos, las lágrimas y los reproches, por ejemplo, se diluyen en la asunción de un contexto difícil, en donde lo importante es sobrevivir. Y las miserias son parte del paisaje asumido, aunque no justificado. (Los personajes pueden vengarse, como Yukiko). Las interacciones entre la pareja revelan las debilidades de una relación amorosa que se alarga –con sus promesas-, revelando, lo vemos en las secuencias de sus reuniones cargadas de alcohol, cierta incapacidad, cierto suelo frágil sobre el que construyen sus esperanzas. (En particular ella). 

Tanto Yukiko como Tomioka tratan de recomponer una relación amorosa que parece haberse quedado en el espacio y tiempo de la guerra. Sus intentos, en paralelo por encontrar un sentido a sus vidas y un “lugar” en el Japón de la época, se deshacen por distintas circunstancias. Algo asola los destinos de la pareja. Quizás sean ellos mismos. El último acto  lo constituirá el viaje de Tomioka a una isla lejana, para volver a ejercer un trabajo de guarda forestal. Allí irá con Yukiko, en un intento final por re-unirse. La muerte de ella producto de una enfermedad, cerrara el círculo y su historia definitivamente.

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La nueva ola de la nostalgia desde New York: Erni Lu reversiona ‘Despídete con un beso’

Lee la columna de Renzo Lobato

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En la urdimbre de la nostalgia, la música peruana siempre ha tejido un hilo dorado de recuerdos y emociones. Erni Lu, con su sencillo ‘Despídete con un beso’, no solo retoma este legado, sino que lo reinventa, añadiendo un condimento nostálgico a una pieza ya impregnada en la memoria colectiva latinoamericana.

Desde las vibrantes calles de Nueva York, Erni aparece como un puente entre generaciones y geografías. Su versión de ‘Despídete con un beso’, original del ícono chileno Buddy Richard, es un homenaje y a la vez una reinvención. Con la ciudad como telón de fondo, Erni Lu infunde nueva vida a la Nueva Ola, llevando la esencia de Lima a la gran manzana.

Escucha la versión original:

La trayectoria de Erni Lu es un mosaico de influencias y colaboraciones. Su participación en proyectos como Paracutá y su rol como guitarrista de La Mecánica Popular son solo el preludio de una carrera que promete ser tan diversa como su música. Junto a su esposa, Jeanne Montalvo, ha producido temas que resuenan con fuerza en el panorama musical actual.

‘Siempre’, su disco debut, trae consigo colaboraciones con artistas como Renee Goust, Audry Funk y Nicolás Duarte, el álbum es un crisol de culturas y sonidos que define el espíritu de Erni Lu: siempre innovador, siempre resonante.

La música de Erni Lu es un diálogo entre lo clásico y lo contemporáneo. Percusión latina, guitarras wah-wah y arreglos vocales exquisitos son la firma de un artista que no teme explorar y expandir los límites de la música. Su versión de ‘Despídete con un beso’ es una obra cinematográfica que captura la esencia de un clásico y la proyecta hacia el futuro.

La conexión personal de Erni Lu con ‘Despídete con un beso’ es palpable. La letra, que resonó con él durante sus primeros meses en Nueva York, se convierte en un reflejo de su propia experiencia. Esta canción no necesitaba ser escrita; necesitaba ser sentida y vivida a través de la interpretación de Erni Lu.

La decisión de grabar el sencillo surgió de un momento mágico en el Lincoln Center, donde la respuesta del público fue inmediata y abrumadora. Con la colaboración de su esposa y el talento de Ramera Abraham, galardonada como Productora Vocal del Año 2023, ‘Despídete con un beso’ se transformó en una experiencia sonora única.

Erni Lu nos ofrece un viaje a través del tiempo y el espacio con ‘Despídete con un beso’. La fusión de neo-disco con toques latinos y un final en bolero es un tributo a su evolución artística. Este sencillo es más que una canción; es la historia de un peruano que lleva la música de su tierra a cada rincón del mundo.

Escúchala:

Más música:

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India song, de Marguerite Duras (1975)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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La superficie es la primera capa del abismo… El juego, sublime (debo decir: experimento, de necesidad absoluta) de sonidos, música, imagen, voces, cantos, gritos, alaridos ¿adónde va? No sé si sea posible responder. A mí me produce fascinación esa (aunque para algunos no lo sea) ‘unidad de lo múltiple’ donde lo cotidiano y el misterio parecen la misma cosa (y creo que lo son, la película permite apreciarlos así, eso la hace paradójicamente ‘más natural’, pues lo que sentimos como artificial no es para nada gratuito), esa multiplicidad de tiempos y espacios compactados o estirados cruzándose y tensándose y entretejiéndose conviviendo como una alucinante escritura en/sobre la propia imagen. La disyunción de lo que vemos y oímos es fundamental. Es la película misma.

¿En dónde estoy? ¿A quiénes veo, qué hacen, quiénes son? Preguntas que pueden ser respondidas, sin duda, pero que no agotan ni explican ni lo alucinante ni la fascinación. Admiro esa conversión de la pérdida en, una discutible y problemática, pero, en fin, unidad, esa interacción (¿se acuerdan de Robe-Grillet, se acuerdan de Resnais, de Egoyan?) de fragmentos de memorias como un elegante frankenstein con piezas ensambladas de distintos mundos, que nos componen a todos, porque no es solo la estructura de una película lo que estamos viendo… ¿En algún momento creyeron eso? Este es ‘el más allá’ adonde iba la película.

A la luz del no-entendimiento (condición para entender) o de la ocultación relativa del juego estructural, la evidencia sensorial, es decir, la mostración concreta de un mundo determinado y ambiguo, se impone. Se trata de sentir, de no oponer resistencia, hay que ‘dejarse llevar’. O me dirás que antes que la narración no estaba primero la sensación. ¿Y si narro partiendo de la sensación? ¿Y si la sensación es justamente la materia a narrar? Sentir antes que entender, sentir para entender.  Más de uno podría pensar que es una película muy intelectual pero su punto de partida y su hilo conductor es todo lo contrario, un puro sentimiento que se despliega, eso sí, con un cierto grado de complejidad. En una película, a la vez, tan muda, tan musical, y tan profusamente hablada.

¿Cuántas voces hay en tu cabeza, las reconoces, sabes de dónde provienen, si son realmente tuyas, y qué te dicen? ¿Las puedes escuchar?

Película

(Columna publicada en Diario UNNO)

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“Día del libro” con los libreros de Amazonas

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Este martes 23 de abril se celebrará el “Día Mundial del Libro” y para esto la Asociación Cámara Popular de Libreros (ACPL) ha previsto una serie de actividades artísticas y culturales en coordinación con la Municipalidad Metropolitana de Lima.

El secretario de Educación y Cultura de la ACPL, Sergio Montañez Ferrari, informó que el objetivo de esta actividad es fomentar la importancia del libro y la lectura en la comunidad y especialmente como base de la educación de niños y jóvenes.

Detalló que esta jornada se iniciará a las 11 am. con un gran corso artístico cultural por las principales calles del centro histórico de Lima, organizado por la ACPL en coordinación con la Subgerencia de Educación, Cultura, Recreación y Deporte de la MML y el programa “Lima Lee”.

En este certamen habrá un concurso de representación de personajes de la literatura peruana y universal. El pasacalle tendrá como punto de partida la Feria de Libros del Jr. Amazonas con participación de los asociados de la institución. Participarán las bandas de músicos de la MML y del colegio “Andrés A. Cáceres” de Comas. Además, delegaciones de estudiantes de los colegios “Arturo Jiménez Borja”, “San José Artesanos”, I.E. N° 1038 “María Parado de Bellido”, el grupo de danza “Carnaval de Congalla-Huancavelica” de la UNMSM, grupos de zanqueros y batucada juvenil Inmediatamente después, a las 12 del día, se realizará una ceremonia institucional en la Sala Alzedo – Teatro Segura con los representantes de la Municipalidad, el programa “Lima Lee”, así como del Fondo de Cultura Económica, la Casa de la Literatura Peruana (CASLIT), Biblioteca Nacional del Perú (BNP) y Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Allí se realizará la premiación del concurso de personajes literarios.

CONVERSATORIO SOBRE EL LIBRO

A las 3 pm se desarrollará el conversatorio “El libro y el fomento a la lectura” en la Biblioteca Comunitaria de la ACPL en la Feria de Libros del Jr. Amazonas. Los expositores serán el director del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas de la BNP, Alex Alejandro Vargas; el docente y promotor cultural, Paolo Astorga; el profesor José Antonio Mezagil y un representante de la Editorial Fondo de Cultura Económica.

Posteriormente, a las 5 pm tendrá lugar el “Libro visitante” con participación de una delegación de la Casa de la Literatura, quienes presentarán su producción y una dinámica artística cultural.

Finalmente, a las 6 pm se presentará la danza “Tunantada” del Barrio Centro La Juve de Muquauyo como parte de la ceremonia clausura, brindis de honor y compartir, dirigida por el presidente de la ACPL, Pedro Vicente Cruzado.

Como se sabe, el “Día Mundial del Libro es una conmemoración promovida por Unesco y celebrada cada 23 de abril en más de cien países para fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual y los derechos de autor. Es un día simbólico para la literatura mundial, ya que ese día, en 1616, fallecieron los escritores Miguel de Cervantes, Inca Garcilaso de la Vega y William Shakespeare.

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Obrismo versus fujimorismo: repensando el Perú del siglo XXI

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

El Partido Cívico OBRAS (PCO) nació primero que el fujimorismo bajo el formato de un movimiento independiente fundado por Ricardo Belmont Cassinelli el 8 de julio de 1989.

Cuatro meses después, Ricardo Belmont ganaría las elecciones municipales de la ciudad capital del Perú, iniciando funciones el 1 de enero de 1990.  Igualmente, por ese tiempo, aparecería Cambio 90, ocurriendo que cuatro meses después Alberto Fujimori derrote a Mario Vargas Llosa pasando a ocupar la presidencia de la República.

No obstante, el primer outsider de nuestro país -y en buena parte de América Latina- es Ricardo, y sobre la base de esa plantilla de un ciudadano independiente metido en la política, Fujimori supo capitalizar ese contexto político-electoral y repitió la fotografía del outsider Belmont.

Recordemos que Ricardo les ganó a las fuerzas partidarias más grandes y tradicionales de entonces, e incluso al poderoso FREDEMO, conformado por el Movimiento Libertad de Mario Vargas Llosa, a Acción Popular de Belaunde y al PPC de Bedoya. Es decir, el candidato de apellido Inchaustegui fue aplastado por el Movimiento OBRAS.

Eran otros tiempos, sin Odebrecht ni caviares, al menos frente a las grandes obras realizadas para la ciudad de Lima. El caso concreto es que Belmont fue reelegido sin problemas en noviembre de 1992, reeditando una gestión exitosa el 1 de enero de 1993, pero las zancadillas políticas no faltaron, ya que para entonces Fujimori estaba en el gobierno y con más poder que el normal dado su golpe del 5 de abril de 1992.

Además, se acercaba 1995, por lo que Vladimiro Montesinos empezó a corromper todo para que Fujimori no perdiera la reelección. Incluso dictaron un decreto para quitarle las rentas a la Municipalidad de Lima y movieron todo el aparato estatal para inclinar la cancha a su favor. Para entonces ya el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) había sido transformado por la Carta Política que nació del CCD, consagrando para las justas electorales a la ONPE y el RENIEC.

De manera que hoy, treinta años después, en la práctica las dos fuerzas políticas mayores y populares para las elecciones del 2025 o 2026, según dure Dina Boluarte en la casa de Pizarro, son el Partido Cívico OBRAS y el fujimorismo; y esto a la luz del continuo desmejoramiento de otros partidos políticos antiguos como el PAP, AP y el PPC.

El caso es que las demás tiendas políticas solo son clubes electorales o vulgares vientres de alquiler donde los tránsfugas pululan en medio de un pobrísimo nivel de debate y de propuesta. Precisamente por eso el OBRISMO y el fujimorismo deben repensar el Perú seriamente de cara al caos que se vive, a la inseguridad ciudadana que se agrava y a la corrupción que se generaliza.

No pueden ser dos organizaciones políticas más dentro del montón y ya mismo deberían de empezar a construir partido sólidos y sostenibles en el tiempo, corrigiendo taras y dotando a sus propuesta de basamento filosófico e ideología consistentes, con madurez política, y por qué no hasta propender para el mediano plazo a establecer en el país no más de tres o cuatro fuerzas políticas, para no imitar experiencias lejanas como la identidad e idiosincrasia sajonas, que tienen en el bipartidismo una fortaleza democrática-electoral.

El Perú ya tiene bastante con expresidentes procesados por corrupción como Toledo, Humala, PPK, Pedro Castillo o Dina Boluarte. De modo que, en manos de la alta política está la solución y por ahí deberían de conducirse el OBRISMO y el fujimorismo, convocando a los mejores para construir una clase política y dirigente de cara a los tres cuartos de siglo que quedan y eso se logra con madurez, pedagogía, sentido común y amor al Perú.

A contrapelo, el elector no debe votar por votar. Por eso resulta positivo que Ricardo se haya preocupado de dotar a su organización de una filosofía política, la espartana y estoica, así como en el plano del fundamento histórico de su movimiento esta la revaloración de nuestros mayores y de nuestros héroes republicanos.

Por su parte el fujimorismo, que nació a la palestra tras el golpe del 5 de abril de 1992, todavía manifiesta vacíos y deficiencias ideológicas, y debe dejar de ser reactivo. Es decir, debe salir de su aparición a la vida peruana como una simple reacción pragmática al terrorismo, porque hoy por hoy las naciones necesitan conductores y líderes proactivos.

Por último, la musa de la historia, Clío, tiene caprichos curiosos y podría darse el caso de que en las próximas elecciones se enfrenten dos movimientos populares de finales del siglo pasado, una suerte de revancha al proceso electoral de 1995, entonces viciado por el factor corruptor de Vladimiro Montesinos, uno de los principales culpables de haber generalizado la destrucción de la vida peruana.

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CONGRESISTAS PIRATAS

Lee la columna de Edwin Vegas Gallo

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Por Edwin A. Vegas Gallo

Estas perlas negras de los congresistas piratas, que cada semana nos enteramos por la prensa, no hace más que confirmar, que ni los electores fuimos prolijos en su elección y que mucho menos los elegidos, en muchos casos, con ayuda financiera de economías ilegales, estaban prestos para dar la talla, por el fortalecimiento de la democracia.

Estos congresistas piratas – hay un mínimo minimorum de excepciones-; arribaron para saquear el erario nacional a diestra y siniestra, con seducciones y violaciones políticas, evitando en contubernio de supervivencia que el barco se hunda o encalle antes del 2026, que es adonde han dirigido el norte de su brújula.

Entre ellos se blindan, tapando sus fechorías y que el loro pirata no hable, sin que la fachada de su “Comisión de Ética” funcione y lo más grave de todo, es que pensando en su norte electoral, de seguro veremos a esos piratas, como senadores de la República.

Sólo queda seguir insistiendo desde la prensa libre, con una campaña de sensibilización ciudadana, por forjar democracia y desarrollo, como dos caras de la misma moneda, impidiendo que estos piratas u otros, asalten el barco de la democracia peruana.

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El Perú, frente a los podridos

Lee la columna de Tino Santander Joo

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Por Tino Santander Joo

El Perú nace administrativamente con la conquista española y tiene como antecedente el Tahuantinsuyo. El virreinato fue el inicio del mestizaje y del pacto entre curacas y encomenderos para enriquecerse robándole al rey el impuesto del quinto real. Los primeros querían reconstruir los viejos reinos y señoríos que precedieron al incario y los españoles querían hacerse nobles y ricos. La independencia no emancipó ni al mestizo, ni al indígena; fue la libertad de los criollos que se convirtieron en clase dominante.

La clase dominante se convirtió en una plutocracia corrupta que puso al Estado al servicio de sus intereses. El militarismo resguardó los intereses plutocráticos. La plutocracia se enriqueció con el caucho, el guano y la mano de obra barata del campo y la ciudad. Sin embargo, el ideal de “justicia social” cruzo el atlántico y llegaron las ideas anarquistas y el marxismo. El movimiento popular las hizo suyas y las ideas se trataron de imponer a la realidad.

El movimiento popular ansioso de libertad creía que el socialismo lo podíamos construir en pocos años. La revolución mexicana, la soviética, y posteriormente la China, promovieron en el tercer mundo la fantasía ideológica frente a la realidad. Queríamos colectivizar los medios de producción sin tener fábricas, queríamos ingenuamente crear riqueza sin capital, ni infraestructura. NO habíamos leído bien el capital de Marx, ni comprendido el proceso de acumulación capitalista.

La revolución era un sentimiento, una ideología, un mito que se imponía sobre la razón; así empezamos a luchar por los derechos sociales olvidando nuestros deberes. Entramos en la lógica de los podridos que utilizaban la ley para imponer sus intereses. Los derechos laborales, las luchas por infraestructura básica; los presupuestos locales y regionales se convirtieron en un negocio. Millones de peruanos se refugiaron en el crimen organizado que lava dinero del narcotráfico y de la minería ilegal, el contrabando, la tala ilegal de árboles; todo ello con la participación del oligopolio bancario. El viejo pacto virreinal esta más fuerte que nunca.

Los gremios empresariales han coaptado a las centrales sindicales, incluso, marchan juntos “por la seguridad ciudadana”; conviven en saraos y seminarios sobre “la gobernabilidad democrática”. La prensa tradicional resalta el espectáculo y la noticia policial. Todo esto bajo la hegemonía política del fujimorismo. Los podridos de izquierda y de derecha supuestamente antitéticos se disputan el poder para enriquecerse.

Ante esta dramática realidad varios colectivos sociales se han reunido y han aprobado un programa para el debate que resumimos:  1) pacto político para que la gran minería financie la infraestructura agraria, educativa, y de salud; 2) democratizar el crédito y acabar con el oligopolio bancario a través de la competencia  financiera; para lograr este objetivo hay que cambiar la ley de bancos y modificar la SBS; 3) políticas públicas para derrotar al crimen organizado y la corrupción política; 4) reforma del proceso de regionalización y los gobiernos locales; 5) construir la red ferroviaria que una toda la costa, los andes y la amazonia; 6) agua y desagüe para las diez millones de familias que carecen de este servicio; 7) construcción de viviendas populares dignas y no las ratoneras de los gobiernos neoliberales; 8) reforma integral del poder judicial hecha por la comunidad jurídica para evitar su politización.

Los colectivos promueven la insurgencia democrática que expulse a los podridos del poder. No habrá transformación con contubernios electorales, ni pactos con los gremios empresariales, ni sindicales vendidos al sistema, ni con los partidos políticos tradicionales. No hay marcha atrás. Ha llegado la hora de la gran revolución social. 

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