Cultura
En el punto inmóvil del mundo que torna: Entrevista a la poeta arequipeña Patricia Roberts
Una entrevista de Carlos Rivera

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1 año agoon

¿Dónde nace tu poesía?
Creo que yo escribía sin saber que estaba escribiendo poesía o literatura; en el colegio me fascinaba cuando nos enseñaban los clásicos de la literatura y cosas de esas. Pero también por mi tía que era escritora, la menciono en la biografía, esa tía que está en la foto. Ella escribía poesía incluso me hizo un soneto que está en la biografía.
¿El nombre de tu tía?
Lili Roberts, hermana de mi papá.
¿Cuáles son aquellos, elementos, materiales o espirituales que fluyen en el instante que te dispones a escribir?
Los sentimientos. Primero tienes que tener un sentimiento y luego dices: “lo voy a plasmar para que no se me escape”. Porque la inspiración llega y se va.
Te sometes a los sentimientos…
Sí. Yo me someto.
Una vez que sé que voy a escribir un poema y que sé que ya está fluyendo. Me gusta mucho trabajar el lenguaje. No, no escribo y lo dejó, no. Busco que haya ritmo, musicalidad, corte de línea, experiencia directa. Casi obvio los artículos y las conjunciones. Uso el corte de línea como puntuación o como respiro. Todo eso sí me gusta mucho. Tengo un pequeño ensayo que se llama Tallando palabras…está en mi libro Esencias.
¿El tiempo en la experiencia de un poema?
Nunca se sabe. Prefiero escribir muy temprano en la mañana. Yo no escribo muy largo. Casi todos mis poemas son cortos porque estoy muy influenciada por el idioma inglés, el inglés es mucho más sintético que el castellano. Tiene tres veces más palabras que el castellano por eso puedo ser más exacta. Para decir lo mismo en inglés solamente decimos una palabra; en el castellano vamos en círculos hasta que llegamos por fin a lo que queremos decir. También me gusta mucho la poesía china, que es muy directa y muy sintética. Claro que la leo ya traducida.
¿Cuánto influyeron tus padres o familia en tu obra literaria?
Mi papá tenía mucha afición a la poesía. Él había estudiado en Inglaterra entonces nos recitaba en inglés. Nosotros no entendíamos nada, pero nos encantaba y él nos contaba cuentos. Mi mamá no. Al menos no tengo ese recuerdo de ella.
¿A qué edad aprendiste inglés?
Al terminar el colegio. Bueno tenía una base, pero no podía leer. Me mandaron a Inglaterra, a un internado cuando tenía 17 años.
¿Esa condición transcultural modeló tus intenciones creadoras?
Me imagino que sí pero no conscientemente. Cuando cumplí 15 años me regalaron un diario. Entonces dije: “Ahora sí, voy a escribir todo lo que me pasa”, la ilusión de la adolescencia. Yo me acuerdo de que en los veranos en Mollendo escribía cuento, no sé dónde estarán, luego en Inglaterra tenía mi diario y escribía todos los días.
¿Qué es para ti un poema?
Es la experiencia directa de una emoción.
¿El poeta nace o se hace?
Yo creo que las dos cosas son necesarias. Sí, claro, parece que los genes ayudan, hay muchos poetas que tienen el apellido Valcárcel y Ureta y los dos son apellidos de mi abuela paterna. Amigos que son genealogistas me han dicho que solo uno de cada apellido llegó a América desde España. Todos los que se apellidan Valcárcel y también Ureta somos parientes. La mamá de Mario Vargas Llosa también era Llosa Ureta.

¿El artista o el creador siente de manera distinta la vida, el entorno o la capacidad de contemplación de las circunstancias? ¿No es lo mismo para una persona común y corriente cuando contempla el horizonte? ¿o cuando el poeta contempla esos elementos los transforma? ¿cómo funciona en ti la contemplación?
Eso de la contemplación me gusta mucho. He llegado a tal punto ahora que ya no escribo tanto porque la experiencia está más allá de las palabras. Entonces eso ya te llama, nada más, al silencio y a disolverte como me ha pasado algunas veces, contemplando el mar que me gusta tanto, después me pregunto: “¿qué ha pasado?”, “¡yo soy la ola!” Yo me convierto en el océano. Ante esa contemplación es muy difícil poner palabras, claro, estoy tratando…
¿Qué autores o autoras forjaron tu carácter literario?
Me matriculé en Estados Unidos para aprender a escribir en inglés. En la clase de una poeta americana bastante conocida, Cynthia McDonald’s, ella fue mi profesora y una de las que me influenció. Después está mi amiga Lorraine Pouncey, ella también era poeta y me influenció, me enseñaba, era mi maestra. Me gustaba tanto T. S. Eliot y Rainer Maria Rilke, así como Mary Oliver, todos ellos me encantan hasta hoy día. Después una poeta de Houston, extraordinaria que nació con parálisis cerebral y no podía expresarse. Pero, de alguna manera su papá le regaló una máquina de escribir de esa época y con toda su tembladera comenzó a escribir. Yo la leía en Houston, poemas preciosos, espirituales también que me gustaron mucho Siento por eso que tengo influencia de Vassar Miller de Houston.
¿Cómo concilias en tu mundo y en tus obras las herencias culturales de lo andino, europeo y americano para que no se confundan al momento de sentir la esencialidad de los versos?
Eso es lo interesante. Si entras profundamente dentro de ti encuentras que todos somos uno. La visión andina es mística, es natural, es totalmente recíproca. Y eso es lo que he aprendido en el taoísmo y en la tradición occidental/cristiana. Me siento feliz de que las dos esencias con las que más me identifico me ayuden a seguir viviendo plenamente, porque tú sabes lo que dije en el TEDx. que debemos encontrar nuestro “gozo más profundo”. Una vez que lo encuentras emerge tu agradecimiento por vivir la vida, pero siempre con naturalidad, sin forzar…
Porque no veo en ti un carácter nacionalista, errante, sin perspectiva y ninguna cicatriz de resentimiento. Entonces por eso la pregunta de cómo conciliar cuando en estos tres espacios (andino, americano y europeo) que ostentan sus propios territorios culturales, prejuicios, taras, procesos históricos distintos. ¿El arte te ha ayudado a disolver esas cuestiones?
Yo creo en la libertad. En Houston en una época fui parte de un grupo anarquista porque realmente yo soy bien rebelde y yo escojo, no me gusta que me impongan y dentro de lo que yo escojo no escojo pues los prejuicios. No estoy de acuerdo con que haya racismo, por ejemplo. Me parece que dentro de lo que busco yo quiero que todos seamos hermanos y yo lo siento así.
¿Cómo resumirías tu obra literaria?
Mi obra literaria es la expresión de mi gozo más profundo.
Para mi escribir un verso es decir guau ya lo pude expresar. Estoy más en el silencio que en las palabras. Es un gozo profundo y yo digo “que bien.” Es como si tuviera una botella de champán adentro que me está haciendo cosquillas con sus burbujitas. Me gusta mucho integrar el cuerpo, he tenido traumas de niña y repelía mi físico porque era mujer y las mujeres éramos la tentación de los hombres así era como yo me crie. La espiritualidad que me enseñaron no era una celebración del cuerpo. Por eso aprendí Taichí que me reconcilió con mi cuerpo. Siempre empiezo mis prácticas espirituales con la integración del cuerpo, luego de las emociones y la mente. Porque somos tres unidades en uno. Me gusta mucho bailar, lo cual no lo sabe nadie. Yo bailo todos los días…
¿Todo tipo de música?
Según el humor. Me gusta mucho bailar samba, salsa, pero a veces me pongo a bailar a los clásicos. Hoy en la mañana estuve bailando a Tchaikovski su overtura 1812, estuvo súper. Me encanta, me encantan los cañonazos te ayuda a desahogar. Todos los días salgo al jardín. Mis vecinos dirán: “quien será esa loquita que sale todas las mañanas”. Esto es parte de la disciplina del Taichí, porque yo me concentro en mover las energías que dan vida a todo mi cuerpo y desbloqueo mis represiones con los sonidos curativos, eso lo hago al ritmo de la música que he escogido.
Morgan Freeman decía en una comedia americana, haciendo el personaje de Dios, que iba a crear un nuevo mandamiento: el mandamiento del baile.
Qué bien, aunque no me gustan las imposiciones. Cuando alguien viene (porque yo soy acompañante espiritual, estudié religión con esa especialidad) les digo:” ven a conversar conmigo y vamos a ver.” Luego les pongo música y les digo: ahora báilame lo que me estás diciendo. Eso es una manera fantástica de empezar. Realmente ayuda. Vivimos muy controlados, reprimidos. La palabra control a mí no me gusta.
¿Todos pueden escribir poesía?
Depende si tienen amor en su corazón.
¿Cómo una condición?
Digamos que a mí me gusta la poesía que tiene emoción y puedes no hablar de amor, puedes no mencionarlo, pero lo sientes, hay una fuerza en las palabras que te emociona.
¿Tu obra, es mística, instintiva o vitalista?
No me gustan las etiquetas. Yo diría que es la experiencia directa puesta en palabras, técnicamente busco que tenga ritmo, que tenga metáforas, cortes de línea, bueno, juego pues. Por eso digo Tallando las palabras.
¿Y esa “experiencia directa” puede ser cualquier tema, circunstancia u objeto?
Claro. Estamos vivos.
No necesariamente un conjunto de cosas que siempre te han perseguido.
No. Claro que a mí me gusta mucho el mar y me gusta mucho la naturaleza.
¿Qué es para ti la espiritualidad?
¡Estar viva! Sentirme viva en cuerpo, emociones y mente. La espiritualidad, es ese gozo profundo de sentirte vivo. La idea es desbloquearte. Mucho del problema, es que quieres controlar, no confías en ti, tienes miedo, ¿a qué? estás bloqueándote. Lo que tienes que hacer es no controlar sino entregarte y si lo que deseas es auténtico serás parte de la energía del universo y sentirás tu gozo más profundo ayudando de paso a que este mundo alcance su propósito. Por eso decía yo anarquismo, pero el anarquismo tiene también mal nombre depende del grupo que lo define.
Me gusta mucho la fe-no-me-no-no-lo-gía. Estudié a Husserl, Merleau-Ponty y Schutz. Siempre considero las reducciones. En una conversación, tú dices eso y cuál es el contexto en el que lo dices. Para poder tener experiencia directa tienes que considerar que tu lenguaje ya está condicionado por una cultura y está condicionado por tu nivel de instrucción y tu nivel socioeconómico. Yo no sé cómo nos podemos comunicar porque hay tantas reducciones para llegar a la experiencia directa. Y para la experiencia directa tienes que haber considerado todos los prejuicios con lo que has pronunciado las palabras.
Veo que esa “experiencia directa” de tu poesía sintoniza con una huella de formación académica. Claro que tú no impones ese conocimiento, si no que le das una utilidad de insumo para decodificar cosas. Cuando el poeta o escritor tiene formación académica pretende también qué esos elementos de saberes fluyan en sus versos. Entonces tenemos un poema como una especie de arquitectura sin sentimientos.
Quieren dictar cátedra disimuladamente. Bueno ahora se estila escribir de esa manera coloquial.
¿Es para ti importante el ritmo?
Sí. No todos los poemas tienen que sonar. Así me gustan, pero no los busco necesariamente. Sucede. Como que me dictan o ese que me dijiste que te gustó:
Una tarde tibia
mientras caminaba.
Vi caer las hojas
de aquel árbol viejo.
Las hojas caían
de multicolores
Todas ya sin vida
Sobre el pasto seco.
El árbol maduro
Perdió su vestido
Una tarde tibia
Llena de colores
Tomado de Chipping Stone(1982)-Roberts, Patricia. Houston, Texas.
Eso me salió casi sin tocarlos o retocarlos. Pero siempre retoco y retoco. Cómo dicen: “El poeta nunca termina, solo abandona”.
¿Qué significa para ti el aprendizaje de la filosofía oriental?
Muchísimo. A mí me salvó la filosofía oriental porque estaba totalmente mentalizada con las reglas, la condenación y los dogmas. Comencé a darme cuenta de que yo tenía opinión, también. He ido estudiando, me gustan mucho las religiones del mundo saber cómo ha sido la búsqueda a través de la historia.
¿En qué momento se catapultó ese proceso?
Desde que viajé a Estados Unidos. Cuando me puse a estudiar y el trabajo interreligioso que tuve. No hay caso, hay que estudiar, es muy importante, aunque sea autodidacta. Que busque maestros. No tienen que ser maestros en persona puede ser maestros de autores.
En tu obra no hay monstruos, tragedias del alma, seres atormentados o con delirios metafísicos. ¿Cómo superas los miedos y los pesares que todo ser humano tiene?
Dándole la cara. Ya tengo tantos años. He pasado por las etapas de ir buscándome y buscando lo que busco. Me di cuenta de que apenas se me bloquea la energía vital de la danza hay que mirarlo. Dicen que cuando tenemos pesadillas, si miras al monstruo se va, se asusta. Incluso nosotros nos asustamos más con lo que nuestra imaginación nos va diciendo que con la realidad. Entonces más o menos ahí es donde estoy.
Esos temas recurrentes en los poetas malditos como la muerte, la soledad…
Son momentos en los que reflexiono. Algo que me enseñó uno de los maestros que no está presente, pero lo leo, es que siempre, aún en lo más feo, siempre hay una oportunidad. Entonces, qué horrible lo que está pasando, pero ahí tenemos la oportunidad, le das la cara y dices: mi oportunidad es no darle bola, por ejemplo. Es como estar bailando alrededor, como en aikido Eso me encanta porque es el Taichí de a dos. Unes tu energía a la del que te quiere atacar para que se caiga nomas. Tú sabes, le bailas.
Necesitamos el cuerpo y el alma. Todos tenemos esa energía vital la poesía que me hace feliz y me gusta leer.
¿Un poema que te queme el alma?
Siempre el sufrimiento es parte de la pasión. Por eso la palabra pasión viene de sufrimiento, pero también es energía vital, éxtasis. Pero no necesariamente todos los poemas van a ser apasionado. Tienes poemas más tranquilos. El libro ese que he escrito sobre sabiduría es muy taoísta porque yo lo he reinterpretado a Lao-Tse. Es filosófico.
¿Y qué verso o frase te acompaña?
Se ha vuelto como mi mantra: “Tu gozo más profundo”. Para poder tener tu gozo más profundo entras hasta el fondo de tu esencia y les das la cara a tus monstruos. Porque si no que ando de buena energía la lluvia me vuelto muy física. A mí me interesa muchísimo tener la armonía con mi cuerpo. Un verso de T.S. Eliot “La rosa tenía el carisma de haber sido mirada” También dice: “En el punto inmóvil del mundo que torna, ahí está la danza y solo la danza”.
¿Qué consejo compartirías con las nuevas generaciones de poetas o escritores que ven en ti una voz de paz, equilibrio y creación?
Que busquen su esencia. Que pasen un poco de tiempo en el silencio. Si no te paras a decir dónde estoy, quién soy y cómo siento mis pies aquí y ahora, estás fuera de ti. El mundo nos saca mucho hacia fuera. Y todo el tiempo estamos buscando distracciones, porque no quieres mirar tus mounstritos. Lo mejor es empezar por limpiar tu casa. Es un movimiento de Taichí dices guau, abriendo los brazos sacando afuera todo lo que tienes adentro, lo miras acá afuera, y luego lo regresas adentro y empiezas a limpiar, a trabajarlo. Nos ayuda a no proyectar en otros esos mounstritos que son nuestra sombra Es tu jardín interior que no ha sido cuidado. La idea es sacar todo eso para conocerlo y empezar a limpiarlo.
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Un amigo escritor para Hitler: El obituario del Premio Nobel
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3 días agoon
02/05/2025
Si usted cree que Vargas Llosa es controversial, es porque no conoce a Knut Hamsun. Se cumplen 80 años en que el 30 de abril murió Hitler en la Cancillería de Berlín. Una semana después, en Noruega, la leyenda de la literatura escandinava, Hamsun, escribiría un obituario en honor del Gran Dictador de Europa.
Hamsun en 1945 tenía 86 años, el famosos novelista y premio Nobel, era una leyenda viviente entonces, autor de obras maestras como Hambre y Pan que desarrollan la novela psicológica heredera de Dostoievski en una exploración acertada del monólogo interior de sus protagonistas.
Durante el ascenso de Hitler y luego durante la ocupación de Noruega por Alemania, el inmortal escritor se mostró favorable a Hitler.
El obituario de Hitler
Knut Hamsun escribió en mayo de 1945, estando la guerra perdida, un obituario de Adolf Hitler en el periódico Aftenposten. El panegírico de Hamsun a Hitler sirvió como artículo principal del periódico colaboracionista sobre la muerte de Hitler.
El breve obituario dice en su totalidad:
«No soy digno de hablar en nombre de Adolf Hitler, y su vida y sus acciones no me incitan a ninguna provocación sentimental. Hitler fue un guerrero, un guerrero por la humanidad y un predicador del evangelio de la justicia para todas las naciones. Fue un reformador de primer orden, y su destino histórico fue actuar en una época de brutalidad sin igual, que al final le falló.
Así puede el ciudadano europeo occidental mirar a Adolf Hitler. Y nosotros, sus seguidores más cercanos, inclinamos la cabeza ante su muerte”, escribió Knut Hamsun.

El obituario se publicó la noche del 7 de mayo de 1945, una semana después de la muerte de Hitler.
Cuando su hijo Tore le preguntó sobre el motivo de este obituario, Knut Hamsun respondió: “Fue un gesto de caballerosidad hacia un gran caído”.
Para el propio Hamsun, el obituario y otras declaraciones y escritos llevaron a su arresto poco después del fin de la guerra. Sin embargo, los cargos en su contra se suavizaron cuando el profesor Gabriel Langfeldt y el médico jefe Ørnulv Ødegård determinaron que tenía “capacidades mentales permanentemente deterioradas”.
Antes de morir fue acusado de traición y finalmente fue seriamente multado y calificado de loco. En 1948, tuvo que pagar una suma ruinosa al gobierno noruego de 325.000 coronas (65.000 dólares o 16.250 libras esterlinas en aquel entonces) por su presunta afiliación al Nasjonal Samling y por el apoyo moral que brindó a los alemanes, pero fue absuelto de cualquier afiliación nazi directa. Si era miembro del Nasjonal Samling o no, y si sus capacidades mentales estaban deterioradas, es un tema muy debatido incluso hoy en día.

Hamsun declaró que nunca migró a ningún partido político. Escribió su último libro a los 90 años, Paa giengrodde Stier (Sobre senderos cubiertos de maleza), en 1949, un libro que muchos consideran una prueba de su capacidad mental. En él, critica duramente a los psiquiatras y a los jueces y, con sus propias palabras, demuestra que no está enfermo mental. Hamsun murió en 1952.
Después de la guerra, los noruegos quemaron libros de Hansum y su recuerdo sigue siendo espinoso entre sus compatriotas. Como dijo una escritora de su país, ningún noruego habla abiertamente de Hansum pero todos tienen al menos un libro suyo en casa.
El autor danés Thorkild Hansen investigó el juicio y escribió el libro “El juicio de Hamsun” (1978), que causó revuelo en Noruega. Entre otras cosas, Hansen declaró: “Si quieres conocer idiotas, ve a Noruega”, pues consideraba indignante ese trato al veterano autor ganador del Premio Nobel. En 1996, el cineasta sueco Jan Troell basó la película “Hamsun” en el libro de Hansen. En “Hamsun”, el actor sueco Max von Sydow interpreta a Knut Hamsun; su esposa, Marie, es interpretada por la actriz danesa Ghita Nørby.
El profesor Atle Kittang, de la Universidad de Bergen, escribió sobre el legado de Hamsun en el sitio web del Centro Knut Hamsun. Afirmó que existían razones complejas detrás de la publicación del obituario por parte de Hamsun. Señala que, tras su único encuentro en 1943, Hitler no ocupaba un lugar destacado en la evaluación de Hamsun. En consecuencia, Kittang cree que el obituario debería considerarse parte de la necesidad de provocación de Hamsun, como lo demuestran su vida y obra.

Hamsun, la leyenda de la literatura
Más de medio siglo antes, un joven Hamsun se oponía al realismo y al naturalismo. Argumentaba que el objeto principal de la literatura modernista debía ser la complejidad de la mente humana, que los escritores debían describir el «susurro de la sangre y la súplica de la médula ósea». Hamsun se convertiría muy pronto hacia 1800 a ser considerado el «líder de la revuelta neorromántica de principios del siglo XX».
Entre sus admiradores se encontraban Thomas Mann, Hermann Hesse, Robert Musil, Arthur Schnitzler, Jakob Wassermann, Stefan Zweig, Martin Buber, Arnold Schoenberg y Alfred Einstein. Todos ellos contribuyeron a la publicación conmemorativa que se publicó en Alemania con motivo del 70º cumpleaños de Hamsun. Al Festschrift publicado en Noruega con el mismo motivo también contribuyeron Maxim Gorki, Gerhart Hauptmann, Heinrich Mann, Tomáš Garrigue Masaryk y André Gide. Otros admiradores incluían a Ernest Hemingway, Franz Kafka, John Galsworthy, Henry Miller e incluso el joven Bertolt Brecht. Uno de los periodistas y escritores más conocidos de Alemania en aquel momento, Kurt Tucholsky, también confesó en un breve artículo en el Vossische Zeitung del 1 de enero de 1928: “Kurt Tucholsky ama… a Hamsun”
Todo empezó en 1888, cuando el barco de vapor danés Thingvalla en que viajaba un Hamsun pobre y desconocido se encontraría con la musa. Fue en ese viaje en que su barco estuvo amarrado en Kristiania durante un día en su camino de EEUU a Copenhague, que dicha ciudad danesa le trajo recuerdos desagradables del año 1886, cuando tuvo que soportar allí un duro período de hambre, sin trabajo. Hamsun no abandonó el barco y esa noche escribió las primeras líneas de la novela, que ya capturan la atmósfera opresiva de todo el libro:
«Fue en ese tiempo cuando yo vagaba y me moría de hambre en Cristianía, en esa ciudad extraña de la que nadie se va hasta que ha sido marcado por ella”.
En Copenhague alquiló una habitación en el ático y, padeciendo nuevamente hambre, continuó escribiendo. Presentó el manuscrito inacabado a Edvard Brandes, el editor de arte del periódico Politiken. Profundamente conmovido, Brandes persuadió a Carl Behrens para que publicara partes del libro de forma anónima en la revista danesa Ny jord (Nueva Tierra) en noviembre. La obra llamó inmediatamente la atención por la radicalidad de su representación y su ruptura con el concepto aún joven del nuevo realismo. La revista Dagblad pronto reveló el misterio que rodea la identidad del autor. Hamsun continuó trabajando en la obra, que fue publicada íntegramente, aunque todavía de forma anónima, en 1890. Ese mismo año fue publicada en traducción alemana por Samuel Fischer.
Hambre narra en primera persona el declive físico y psicológico de un joven escritor y periodista fracasado en Kristiania, la actual Oslo. De vez en cuando logra vender un artículo a un periódico, pero sus ganancias rara vez son suficientes para cubrir comida y alojamiento, por lo que deambula por la ciudad hambriento y a veces incluso sin hogar. Al intentar ocultar su precaria situación, el narrador en primera persona la empeora aún más. Describe su estado mental con gran detalle y de forma vívida; Su estado de ánimo fluctúa entre la depresión, la euforia, la desesperación y la vergüenza.
El narrador anónimo en primera persona sale de su habitación y camina sin rumbo por Cristianía. Cuando conoce a un hombre pobre, a pesar de su propia situación, empeña su chaleco y le da la mayor parte del dinero que recibe. Poco después, persigue a una mujer, luego busca un empleo y fracasa, después se le ocurre un texto brillante y escribe lo que intuyo es una obra maestra, envía el manuscrito a un editor, sin un centavo y viviendo en la calle se le ocurre entrar furtivamente a la habitación que alquilaba y de donde lo echaron por deudor, y es entonces que descubre una carta, su libro tiene suerte y le han adelantado 10 coronas. Aquí empieza la historia.

El autor y crítico danés Erik Skram elogió la obra como un “acontecimiento literario de primer orden”, y el crítico noruego Carl Nærup escribió en 1895 que “sentó las bases de una nueva literatura en Escandinavia”. Muchos críticos consideran que la novela es la mejor obra de Hamsun. El autor se hizo famoso de la noche a la mañana, fue un invitado bienvenido en los círculos intelectuales y fue invitado a dar lecturas en los EE.UU.
Influenciado por la psicología de Dostoievski (el narrador recuerda ciertos rasgos de Raskolnikov, el antihéroe de Crimen y castigo, pero también protagonista de El sótano) y por el naturalismo de Zola, Hamsun, en Hambre, prefigura también los escritos de Kafka y de la literatura existencialista del siglo XX.
Recepción en el siglo XXI: En su novela de 2017 Suleika abre sus ojos, Gusel Jachina retoma una imagen de Hamsun: la gente intenta superar el hambre cortándose con un cuchillo y chupándose la sangre de los dedos.
Respecto a esta raza de artistas vagabundos descrito en Hambre, Virginia Nicholson escribe en Among the bohemians: Experiments in Living 1900-1939:
«Después de cincuenta años podríamos juzgar que la pobreza de Dylan Thomas era noble, mientras que la de Nina Hamnett no tenía sentido. Sin embargo, una artista menor y sin dinero se vuelve igual de famélica que un genio. ¿Qué los impulsó a hacerlo? Creo que tales personas no sólo escogieron el arte, sino también la vida de artista. El arte les ofreció un estilo de vida diferente, uno que creyeron les compensaba de la pérdida de comodidades y respetabilidad».
Tal vez Hamsun viera en Hitler a aquel artista frustrado que como él vivió el hambre y la soledad del anonimato en esa otra Christiania llamada Viena.
«En aquel tiempo tenía hambre y vagaba por Christiania, esa extraña ciudad de la que nadie sale sin llevar sus marcas…»

Por Edwin Sarmiento
(Estando yo en un pueblito, por las alturas de Lima, y sin Internet, se murió mi amigo Jorge Acuña, el mimo más grande que tuvimos en la década del 70 en el Perú. Se nos fue a la edad de 94 años. Las redes sociales se llenaron de nostalgia al informar de este desenlace. Y pensar que Jorge era un tipazo fuera de serie. Hace cuatro años yo publiqué en mi muro una semblanza de dos amigos: el poeta Reynaldo Naranjo y el mimo Jorge Acuña, con quienes aparezco en una fotografía de esas que nos tomamos, casi siempre, con el corazón. Muerto Naranjo, hace unos años, y ahora Acuña, hace unos días, deseo compartir este texto a modo de homenaje a ambos y a esas épocas doradas que nos tocó vivir)
I
Debió ser en la Casa de la Literatura, al costado de Palacio de Gobierno, cuando algún amigo nos tomó esta fotografía. No recuerdo, exactamente, el año. Aquí estoy junto al poeta y periodista Reynaldo Naranjo y el actor peruano, mimo y promotor del teatro de la calle, Jorge Acuña (al centro y de pelo cano). Él debe estar cumpliendo, ahora, 91 años, en Suecia, donde radica, mientras que Naranjo nos dejó cuando tenía 84, hace dos años, al ser atropellado por un camión, cuando cruzaba, una mañana, la avenida Benavides, en Miraflores. Con ambos alterné en situaciones distintas de mi vida. Al poeta lo recuerdo con la sonrisa y picardía criolla, permanentes. Fue uno de los mejores tituleros que tenía el periodismo de los 70. Convivieron en él la creatividad del poeta social, con la neurosis de los cierres de edición en las salas de redacción de diarios y revistas, en los cuales trabajó como periodista. Cuando coincidíamos en el bar Palermo de la Av. Colmena, yo recitaba este poema, escrito en 1968: (A un edificio en construcción) “Obreros y cemento/ curiosos e ingenieros/ ingresan a la gran mezcladora// Mientras el ruido gira/ va naciendo el gigante/ hijo robusto/ que ha de crecer/ hasta el veintavo piso// Danza de músculos/ de cerebros y días// Nos pararemos/ en el piso más alto/ tal los conquistadores/ de las altas montañas// Alzaremos los brazos/ para tocar el cielo/ y el flamante ascensor,/ como nave dorada,/ nos dejará en la tierra/ con las manos vacías// Vendrá la burocracia// Gerentes, policías,/ padrinos y ahijados// Contratarán porteros/ y nos serán cerradas/ las puertas que pusimos” Luego de un reverencial silencio, yo preguntaba, ¿recuerdas quién escribió este tremendo poema? Y él, soltando esa carcajada que llegaba hasta la Casona de San Marcos, decía, creo que fue un tal Reynaldo Naranjo. Y yo gritaba: ¡respuesta correcta! Junto a César Calvo, Javier Heraud, Arturo Corcuera, Mario Razzeto fue una las figuras representativas de la denominada generación del sesenta. Naranjo, Calvo y el poeta uruguayo Alfredo Zitarrosa fundaron, en algún momento, la Casa de la Poesía, en el distrito de Barranco. Luego, grabaría con Calvo y el músico Carlos Hayre, el disco Poemas y Canciones, que los muchachos de entonces, escuchábamos en el LP que circulaba de mano en mano, prestadito nomás.
II
Jorge Acuña es un tipazo, un actor de primera, un mimo que empezaba su función, al aire libre, en la plaza San Martín, a las tres de la tarde. Lo hacía colocando, primero, un letrerito sobre cartón y escrito a plumón que decía: «Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él” (César Vallejo). Luego, procedía, lentamente, a maquillarse la cara, mientras los curiosos se iban aglomerando, formando un semicírculo que él había trazado, previamente, con tiza, muy cerca del monumento al libertador San Martín. Las tardes, si eran de invierno, empezaban a calentarse a medida que la gente, mayormente de rostro cobrizo, empezaba a compactarse codo a codo, hombro a hombre, uno detrás de otro, hasta que empezaba la función. El mimo iniciaba su trabajo con una explicación sobre el teatro, señalando la función del artista en un país pobre como el nuestro, la necesidad de que el buen arte debería salir a las calles a buscar al pueblo, lejos de esperar en salas pequeñas y selectivas, sólo al alcance de quienes podían pagar una entrada y en este chamullo, que la gente escuchaba en silencio, el actor terminaba citando a Vallejo, a Mariátegui, también al Che Guevara, a Marx y a un largo etcétera marxista, maoísta, pensamiento Mao Tze Tung. Y sus amigos, que no éramos pocos, nos arrancábamos con unos aplausos, seguidos por un público que por casualidad pasaba, esa hora de la tarde, por la plaza San Martín. Ya en el “tempo” exacto del buen arte, Acuña se arrancaba con su lenguaje corporal moviendo manos, brazos y piernas, o abriendo los ojos, lo más que podía, o cerrándolos, si sus historias tenían que ver con trepar las paredes, abrir las puertas, cocinar una sopita, asombrarse de algo o soportar el terror de una mala noticia, en fin. El público reía a rabiar, comentaba en voz alta, aquello que el mimo los iba describiendo, en silencio, sólo con el movimiento de su cuerpo. Dos horas más tarde, el público seguía aplaudiendo y él decía que al artista no había que explotarlo, porque era un trabajador como cualquiera y tenía derecho a ser recompensado. Aclaraba que esa recompensa sería voluntaria y gracias por su apoyo, compañeros. Es cuando sus ganchos, o sea, nosotros, le ayudábamos a pasar el sombrero entre el público que iba soltando un sol, dos soles, una china, a veces un caramelo, como después descubriríamos al hacer el recuento en el bar Palermo, a eso de las seis de la tarde, cuando, en una mesa, hacia el extremo del bar, nos instalábamos para acompañarlo hasta pasada la medianoche. Él formaba montoncitos de diez soles cada uno y cuando ya no había nada que contar, Acuña, separaba la mitad de lo que había en la mesa, lo guardaba en un bolsillo y decía que el resto sería para disfrutar la noche y así era. Ahora que ya no estará con nosotros, me viene la nostalgia. Fue un tipazo.
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El jueves 24 pasado se conoció el fallecimiento del Hércules de Bellas Artes. Rodolfo Muñoz trabajó por más de 60 años en la Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú, su trabajo era despojarse de su ropa para que los alumnos de la ENSABAP lo inmortalicen con sus primeros trazos.
En el reciente podcast de Lima Gris, Edwin Cavello y Luis Felipe Alpaca recordaron lo entrañable del querido personaje que fue pintado por maestros como Humareda, Szyszlo, Tilsa, Tola, Ángel y Gerardo Chávez, entre otros.
Aquí el podcast especial sobre Rodolfo Muñoz.
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El Perú ha perdido una de sus almas más silenciosas. Jorge Acuña, el emblemático mimo peruano que durante varios años convirtió la Plaza San Martín en un escenario de poesía muda, falleció recientemente, según confirmó su familia. Tenía el don raro de decir mucho sin palabras, de conmover sin un solo sonido. Hoy, el eco de sus gestos queda flotando en el aire como un susurro entre adoquines y palomas.
Acuña fue más que un artista callejero; fue un testigo del tiempo. A finales de los años sesenta, cuando el país se debatía entre la incertidumbre política y la efervescencia cultural, él apareció como un oasis de belleza en medio del caos. Su rostro pintado de blanco y sus movimientos precisos eran una forma de resistencia, una poesía viviente que se ofrecía gratuitamente a todo transeúnte que supiera detenerse a mirar.

“Ser mimo no es disfrazarse, es desnudarse”, dijo alguna vez en una entrevista para Lima Gris. Esa frase —que hoy resuena con una fuerza mayor— resume la filosofía de vida de Acuña: el arte no como espectáculo sino como verdad desnuda, como entrega absoluta. En esa misma entrevista, también confesó: “La calle me enseñó a ser humilde, pero también me hizo fuerte. No hay escenario más honesto que el pavimento”.
Jorge Acuña dedicó más de cuatro décadas a su arte. Viajó, enseñó, formó discípulos en talleres y escuelas independientes, pero nunca se desligó de la calle, su primer amor y su escuela más sincera. “Podría estar en un teatro con luces y telón, pero prefiero el aplauso de una niña que me mira desde la vereda”, dijo con una sonrisa tímida, sin quitarse el maquillaje.
Sus personajes —el anciano que lucha contra el viento, el niño que juega con una mariposa invisible, el obrero cansado que carga el peso del mundo— no eran simples pantomimas. Eran espejos de un país que muchas veces no se detiene a mirarse. Y él, sin pedir nada a cambio, ofrecía esos reflejos todos los días, bajo el sol o bajo la llovizna limeña.

La noticia de su muerte ha conmovido a quienes lo conocieron y a quienes alguna vez se detuvieron, siquiera por un instante, a contemplar su arte. No hay grandes homenajes, no hay titulares ruidosos. Pero en la Plaza San Martín, donde tantas veces detuvo el tiempo con un gesto, alguien ha dejado una flor. Y eso basta.
Porque Jorge Acuña no ha muerto del todo. Vive en cada silencio que conmueve, en cada gesto que dice más que las palabras, en cada niño que se detiene a mirar a un artista callejero con los ojos bien abiertos.
Su cuerpo se ha ido. Su arte perdurará.
Cultura
César Gutiérrez autor de Bombardero: «Nunca me sentí influenciado por la prosa de Vargas Llosa» [VIDEO]
En un nuevo episodio del podcast de Lima Gris, conversamos con el escritor y periodista cultural César Gutiérrez.

Published
6 días agoon
29/04/2025
César Gutiérrez es ampliamente reconocido como uno de los más destacados periodistas culturales del país, pero también —y quizás con mayor intensidad— como un escritor de singular talento que, durante años, ha mantenido un silencio tan enigmático como elocuente. Gutiérrez Rivas no es un autor cualquiera: en 2008 dejó una marca indeleble en la literatura peruana con la publicación de Bombardero, una obra que reveló su formidable capacidad narrativa y lo consagró como una de las voces más potentes y originales de su generación.
Con su libro Bombardero, César Gutiérrez irrumpió en la literatura peruana con una prosa que desafía las convenciones, un torrente verbal tan desbordante como preciso, que evoca y provoca vértigo narrativo.
En una reciente entrevista para el podcast de Lima Gris, conversamos con César Gutiérrez sobre su silencio literario, Mario Vargas Llosa y el periodismo cultural. El autor de Bombardero no se calla nada. Aquí la entrevista completa.
Cultura
Xavier Bacacorzo: un retrato íntimo
Lee la columna de Hélard Fuentes Pastor

Published
1 semana agoon
28/04/2025
Por: Hélard André Fuentes Pastor
Recuerdo el día que lo conocí con la nitidez propia de mis veinte años. En ese entonces, presidía el Centro de Estudios Históricos para el Desarrollo Social (CEHDES) “Guillermo Galdós Rodríguez”, que organizó una única actividad: el Primer Congreso Regional de Historia del Arte Popular en la Alianza Francesa de Arequipa.
Durante la organización del evento, y motivado por razones familiares, propuse la participación del doctor Xavier Bacacorzo como ponente magistral. Una noche, lo visité en la Facultad de Filosofía y Humanidades, donde dictaba cátedra. Me acerqué con la ingenuidad de un universitario, mencionando que había sido profesor de mi padre y tras una breve conversación evocando ese recuerdo, respondió a la invitación con una serie de quejas sobre el funcionamiento de la Universidad de San Agustín, cuyo letargo, como lo viví después, ha generado impotencia y frustración en más de uno.

Recuerdo la expresión de decepción en su mirada cuando me dijo: “Participaré cuando estemos en la Católica con doble C”, dando a entender que el evento lo organizaba San Agustín y prefería no asistir. No quise ser cargoso; porque insistir o explicarle ―pensé―, lo impacientaba aún más.
Siempre lo vi y leí con admiración, y quizás por eso, a lo largo de estos catorce años, mi sentimiento de reconocimiento hacia su obra se mantuvo intacto. Su legado no solo se refleja en cerca de una decena de títulos, sino también en una actividad cultural impresionante, especialmente a mediados del siglo XX, y en una valiosa contribución periodística como columnista en diversos medios, entre ellos Arequipa Al Día. Este sentimiento persiste en mí, a pesar de los encuentros y desencuentros que vivimos, tan propios de los intelectuales, artistas y literatos.
Xavier Bacacorzo no era cortesano; no esperaba caer bien ni mal. Comunicaba lo que pensaba, lo que había leído o lo que intuía a través de los astros y sus conexiones espirituales, aunque a veces no lo hacía de la mejor manera.
Un día lo encontré caminando por el Portal de Flores, con una visible cojera que, sin embargo, no le impedía recorrer largos tramos del Centro Histórico. Me acerqué a él, mencionando mi nombre, pero al alzar la mirada, con sus ojos esquivos, no respondió a mi saludo. Esta vez, porfiado, insistí un par de veces, y cerca del quiosco de periódicos en la intersección con la calle Mercaderes, le dije:
—Soy el autor del libro del 50… La lucha del pueblo arequipeño (…).
Con eso, arranqué de sus labios una respuesta.
—Por cierto —dijo—, muy mal escrito.
Yo sonreí y, sin perder el ánimo, le pregunté las razones por las que pensaba eso. Entonces, señalándome el McDonald’s, me dijo:
—¿Tienes tiempo?… Vamos por un café.

Conversamos mucho. Le conté que su hermano Jorge había dado por muerto a un niño en un poema. Le mencioné que había leído sus artículos sobre el movimiento popular de junio de 1950 y que incluso había empleado su división cronológica en mi libro. Creo que también se lo entregué ese día.
Hablamos de poesía, de un poemario que estaba por publicar. Corrigió algunos versos de mi poema Noctámbulo. También conversamos sobre mi tío abuelo, Pedro Luis González, de quien —según me contó— había sido jurado de tesis y quiso sorprenderlo con un trabajo voluminoso (con un “sillar”).
En medio de todo, me preguntó por mi signo zodiacal, entre otras cosas. Luego, avanzamos hasta una fotocopiadora, donde hizo copiar algunos de sus artículos, uno sobre la visita de Pablo Neruda a Arequipa —a quien había recibido personalmente—, y otra a color de una pintura en honor a Francisco Mostajo, a quien retrató en vida.
Antes de despedirse, me dijo:
—Serás mi discípulo.
Yo, que no creía mucho en esas cosas, porque no son de mi tiempo, solo sonreí y le respondí:
—Doctor, creo que cada quien hace su propio camino, pero es un honor escucharlo.
Me lo encontré incontables veces en el Panorámico, en Mercaderes y en San Francisco. A veces, acompañado de su esposa, María Esther Basurco. En una de esas ocasiones, nos detuvimos a conversar sobre Mariano Melgar. Unos estudiantes de antropología lo habían invitado a dar una charla sobre el vate arequipeño.
Me preguntó:
—¿Irás?
—No puedo, doctor, porque en las mañanas enseño en un colegio. Allá… en Mariano Melgar —respondí.
Luego, me preguntó qué tema me gustaría que tratara, y yo le dije:
—Quizás sobre la naturaleza fenotípica o étnica de Melgar, recordando los dibujos que lo representan como un europeo y aquellos que lo muestran como un hombre mestizo con rasgos predominantemente andinos.
La ocasión más difícil ocurrió un atardecer en Mercaderes, a la altura de una sede de la Librería San Francisco. Me acerqué para saludarlo, pero cuando escuchó mi nombre, visiblemente molesto, me dijo que no quería saber nada de mí. Me dejó consternado.
Resulta que unos amigos suyos, abogados, le dijeron que yo había escrito un libro sobre Melgar, cosa que nunca ocurrió, y que, además, no citaba su trabajo. Entonces, traté de aclararle la situación, y creo que logré demostrarle que lo único que había escrito sobre Melgar era un artículo que aparece en mi obra sobre el Cementerio de la Apacheta, y que, aunque no tenía su libro, sí lo citaba. Le expliqué que cómo no lo iba a citar si alguna vez nos habíamos encontrado y conversado al respecto.
—¡Evento al que no asististe! —me dijo.
Y yo le respondí:
—Estaba trabajando, doctor, como le mencioné en aquella ocasión.
Se tranquilizó. Sin embargo, debo confesar que en ese momento experimenté desconcierto. Preocupado por su edad y por el impacto que mi acercamiento pudo haber tenido, decidí alejarme.

Años después, en 2018, organizamos un homenaje a Carlos Meneses Cornejo, con la publicación de un libro sobre su vida y un opúsculo de saludos. Sabiendo que María Esther había publicado en Arequipa Al Día (que dirigió don Carlitos), la invité a escribir unas palabras de homenaje. Grata fue mi sorpresa cuando respondió, además, con un segundo texto suscrito por los hermanos Gustavo y Xavier Bacacorzo. ¡Genial! Y aún más grato fue que asistiera al evento, realizado en la Biblioteca Mario Vargas Llosa, espacio vinculado a un novelista del que discrepó y renegó en más de una ocasión. En medio de la incertidumbre que domina los sentidos, me acerqué y el doctor me saludó con familiaridad. Le dije: «¿Y usted cuándo se deja hacer un homenaje?», mientras me mostraba, de un cartapacio que llevaba en las manos, una serie de artículos y algunas biografías de él, pues su trayectoria aparece en diccionarios locales y nacionales.
Lo más inolvidable aún fue el abrazo que se dieron con Eusebio Quiroz, con quien habían tenido una serie de polémicas académicas sobre temas como la Guerra del Pacífico o la llamada “Revolución del 50”. Ambos se preguntaron cómo estaban y se desearon lo mejor.
Luego llegó la pandemia, y no volví a verlo. Supe de él por los correos electrónicos que compartimos con su esposa, cuando lo invité a participar en el libro Voces de la poesía peruana (Parihuana, 2021).
En ciertos libros, he leído que nació en 1931. En mi antología aparece el año que consulté en registros oficiales, 1930. Sin embargo, en una de nuestras comunicaciones, María Esther me comentó que fue en 1932. Todo en él siempre fue un misterio, lo que lo convierte en un intelectual único, sin igual.

Xavier fue un personaje excepcional por múltiples razones; pero era, en esencia, hombre; un hombre de letras, y ser un hombre de letras implica profundas lecturas, inolvidables diálogos, polémicas, reflexiones humanísticas, aciertos y desaciertos. Por eso, resulta más sencillo comprender al hombre que fue, al que hoy recordamos, porque la congoja y el pesar que acompañan el ocaso de la existencia, nos permiten entender de mejor manera el orden de las cosas, asimilar los recuerdos con reconciliación y valorar esos buenos momentos, apreciando cada circunstancia de aprendizaje, cercanía y alejamiento en nuestras vidas. Xavier fue uno de los personajes de la vieja escuela, cuya obra es clave para comprender los procesos históricos-literarios del siglo XX y una época crucial en nuestra ciudad.
Cultura
Álvaro Vargas Llosa: su pareja lo deja, la ex contraataca y Bayly opina
Un dolor de muelas en el corazón. Así es la vida amorosa de Álvaro, quien ha tenido que vivir un duelo doble, primero por la muerte de su padre nuestro premio Nobel, y después la ruptura relámpago de su pareja de origen libanés. Aquí los pormenores.

Published
1 semana agoon
27/04/2025
¿Cuándo se jodió Álvaro? Quizás fue en este 2025 cuando su romance terminó de manera inesperada. O tal vez en 2021 cuando dejó atrás la solidez de un matrimonio de casi treinta años por la aventura de rejuvenecer con una nueva pareja. Sea que Álvaro esté mirando la Gran Vía de Madrid o desde la Diagonal de Barcelona, es muy seguro que ve al mundo desde donde esté como la Avenida Tacna, sin amor.
Nada se va, Nada se fue
En una carta publicada en el diario El País, el conferencista reveló que su pareja lo abandonó en el momento más difícil de su vida. Según relató, mientras él lidiaba con el dolor de la muerte de Su padre, Mario Vargas Llosa, Nada regresó a su país natal sin ofrecerle ninguna explicación, poniendo fin a su relación de cuatro años.
“Pues te cuento, ya que el diálogo continúa, que, como todos los dramas, el tuyo tiene un toque tragicómico: mientras tú agonizabas, morías y se iniciaba mi duelo, mi pareja… regresó a su país para siempre sin que medie una conversación de despedida”, escribió Álvaro en una carta abierta en El País, titulada “Elogio fúnebre de mi padre”. El ensayista de 59 años no solo rinde homenaje al legado intelectual y humano de Mario Vargas Llosa, sino que también comparte con los lectores el doloroso momento personal que le tocó vivir paralelamente al duelo familiar. En el texto, da entender que Nada se fue sin ofrecer una despedida o una explicación clara.
De inmediato como si fuesen las mismas Erinnias de Esquilo, aparecieron como glosistas de la carta su ex mujer y su ex amigo (¿?).
La ex esposa contraataca
Con garbo y elegancia, Susana la ex de Álvaro, lanzó un tweet que hace volar la imaginación de los internautas:
«Dos palabras: Efímero: pasajero, de corta duración y Mentecata: tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón. A buen entendedor, pocas palabras»

Álvaro Vargas Llosa y Susana Abad.
No solo eso, la ex esposa de Álvaro Vargas Llosa reconfiguró su biografía en Instagram, llamando la atención de los usuarios en lo que obviamente es una clara indirecta hacia su exesposo: “El mundo es redondo y da muchas vueltas”.
Además, compartió una serie de imágenes acompañadas de frases reflexivas, como “Confía en la intuición, te avisa antes que la razón”, “Que la sed no te haga beber del vaso equivocado” y “Cada uno da lo que tiene en su corazón”.
Álvaro Vargas Llosa y Susana Abad se casaron en 1992 y, fruto de su romance, nacieron tres de sus hijos: Julio, Leandro y Aitana. Sin embargo, después de dos décadas de matrimonio, la pareja decidió separarse en 2021, sorprendiendo al público. La noticia se dio a conocer de manera insólita y poco convencional: Susana, en lugar de hacer un comunicado o de hablar con la prensa, cambió su biografía en Twitter, afirmando que estaba en “proceso de divorcio”.
Como si no hubiera quedado suficientemente claro que su relación con Álvaro Vargas Llosa había llegado a su fin, Susana Abad compartió un mensaje revelador: “Una vez le dijeron: eres muy bella para estar sola. Ella respondió: Nada de eso, soy demasiado maravillosa para estar con cualquiera”. A lo que añadió: “Pues eso”, subrayando de manera definitiva que no había marcha atrás en su decisión.
Una vez consumado el divorcio, no pasó ni un mes para que el hijo mayor de Mario Vargas Llosa presentara públicamente a su nueva pareja: Nada Chedid, una traductora libanesa a quien conoció en 2006 y con la que retomó contacto en 2020, justamente cuando aún estaba casado con la madre de sus hijos. En ese momento, comenzaron a circular rumores que sugerían que la relación con Nada había sido un factor decisivo en la disolución definitiva de su matrimonio.

Nada Chedid y Álvaro Vargas Llosa.
Y para colmo Bayly
Para el periodista, la revelación de Álvaro resulta inoportuna, y es que no fue el momento para dar un anuncio como este por lo que lo calificó de ‘desatinado’.

“Es una carta preciosa, un texto muy bien escrito y seguramente muy bien leído. Pero, ¿tenía que revelar Álvaro, al final de esta carta de despedida a su padre, que su novia lo había despedido? Yo creo que fue un paso en falso. Creo que fue un anuncio desatinado, inoportuno en esa circunstancia”. Y luego agregó: “Álvaro no debió contar algo tan íntimo, tan personal, en los funerales de su padre. Y es evidente, para mí, que si ya lo había contado y luego tomaba la decisión de publicar el discurso en el diario El País de España, pudo haber suprimido esas tres líneas quejumbrosas. Me parece un paso en falso”.
Cultura
Día Internacional del Libro 2025: en promedio, menos de dos libros al año lee un peruano
Este 23 de abril se celebrará importante fecha en distintos países del orbe y en comparación con otros países de la región estamos muy por debajo en lectura.

Published
2 semanas agoon
22/04/2025
Uno de los inventos más grande de la humanidad no requiere de electricidad, ni de modernas tabletas, y tampoco del pago de una suscripción, solo sostener en sus manos aquellas hojas que conforman una historia fascinante, misteriosa, reveladora o sumamente intrigante.
Cada libro es una historia diferente, puede que el tema sea el mismo, pero la manera y estilo de escribirlo, y sobre todo de imaginar cómo se desarrolla la trama, hace que ninguno de ellos sea idéntico. También influye la etapa en que lo leamos, ya sea de muy jóvenes, ya adultos o en nuestros años otoñales.
En épocas de inteligencias artificiales, mega computadoras, plataformas que encadenan a las personas a deslizar su dedo de abajo hacia arriba, los libros han quedado relegados en algún rincón de la casa. Ya pocas personas se toman el tiempo de ‘desconectarse’ de la vorágine del mundo entrampado a un enchufe y una conexión a internet; podría calificarse como ‘rara avis’ a aquellas personas (hombres, mujeres o niños) que están en la calle concentrados en algún capítulo de su novela favorita.
A propósito del Día Internacional del Libro a celebrarse este miércoles 25 de abril, cabe recordar que menos del 50 % de peruanos ha leído un libro, según la Encuesta Nacional de Lectura (ENL) realizada en el año 2022, teniendo como universo de encuestados a personas entre los 18 y 64 años.
En estricto, de acuerdo a las cifras arrojadas por la ENL, el peruano en promedio lee 1.9 libros al año, cifra sumamente baja a comparación de otros países en la región. Por ejemplo, en Argentina sus ciudadanos leen 6.4 libros año, de acuerdo a la Cámara Argentina del Libro. En tanto, en Brasil se lee 4.7 libros. Nuestro vecino país de Chile lee en promedio 3.9 libros al año, de acuerdo a data recabada por la Biblioteca Nacional de Chile.

Factores del bajo nivel de lectura en el Perú
Una crítica que se tiene que realizar a todos los padres de familia es el no acostumbrar a sus hijos a coger un libro en su tiempo libre, optando por entregarles un celular para su distracción lo que hace que a la larga se pierda el hábito de la lectura de manera voluntaria.
Otro de los factores es la aparición de distintos medios digitales. Los peruanos se han ‘mal acostumbrado’ a leer solo las portadas y un poco de texto, desechando cualquier otro tipo de información más detallada.
Y cómo no soslayar el hecho de los altos precios de algunos libros, espantando a muchos ciudadanos de querer adquirirlos. Cabe recordar que nuestro país es mayoritariamente informal y acceder a un libro, ganando solamente el sueldo mínimo, puede representar un gasto considerable en la economía de una persona.

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