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¿El bicentenario será fujimorista o será del pueblo?

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Parece un cliché, pero no es así: estas elecciones son históricas. El próximo mes se celebra el Bicentenario de la República y el nuevo presidente impondrá, aprovechando esta conmemoración, un discurso oficial del Perú. Si el partido naranja llega a Palacio de Gobierno, el fujimorismo encubrirá sus delitos y renacerá como la fuerza política de estos doscientos años. Pasaremos de San Martín a Keiko Fujimori Higuchi, con letra y música del himno nacional de fondo. Si el profesor cajamarquino —Pedro Castillo— llega a Palacio, el pueblo creará una nueva narrativa para estos tiempos, con los aciertos y defectos que este proyecto implique.

Afirmar que el nuevo presidente le impondrá una narrativa oficial al Bicentenario podría ser apresurado, pero al calor de la coyuntura es previsible. Es cierto que las narrativas patrióticas deberían ser producto de un consenso entre las fuerzas políticas y los representados; sin embargo este no es el caso.

En la primera vuelta se observó un fenómeno singular; la oferta de candidatos fue numerosa, pero el apoyo ciudadano a las distintas candidaturas fue minoritario: hubo un rechazo en bloque al sistema de partidos. Un rechazo mayoritario que dejó —como muestra de desprecio al sistema partidario— a los dos candidatos con más anticuerpos de esta primera vuelta. Las elecciones de segunda vuelta, por consiguiente, han polarizado a los ciudadanos.  Las fuerzas políticas en disputa son una negación radical del adversario. Todo esto descontando lo más importante: que la polarización ha sido “impuesta” por el sistema electoral. Lo que obliga, a la mayoría ciudadana, a jugar con las dos únicas cartas disponibles. Les guste o no les guste. Como resultado de este embrollo, los dos candidatos que llegaron expeditos a la segunda vuelta tuvieron, solamente, el 30% de apoyo ciudadano.

Vistas así las cosas, el sentido común diría que el terreno es fértil para un consenso y para una narrativa oficial pluralista, que incorpore al 70% de ciudadanos (los que votaron por otros candidatos y la mayoría, que se abstuvo o vició el voto) pero tratándose de dos candidaturas en cuyo núcleo central está el objetivo de tomar el poder, es difícil que ese ideal se cumpla a cabalidad. Sin embargo, a estas alturas, no se puede equiparar totalmente a ambos contendores. Hay matices y por tanto, la posibilidad que uno de ellos sea más democrático que el adversario.

Si recurrimos a la historia veremos que en la celebración del centenario de la República, el escenario era opuesto. Era 1921 y gobernaba el país Augusto B. Leguía, un presidente que salió de las canteras del civilismo y llegó a imponer un poderoso movimiento político. Su gobierno se caracterizó por utilizar subterfugios y mecanismos políticos hechos a su medida, a la vez que reforzaba una gran red clientelar en distintos puntos del interior del país, lo que le permitió obtener un gran arraigo popular, por medio de partidarios suyos, debidamente remunerados. El telón de fondo de su gobierno fue un período de bonanza económica, gracias al mercado internacional y la dependencia a la economía norteamericana. Leguía aprovechó este caudal económico para “cumplir” con su red clientelar y diseñó, además, proyectos de gran envergadura en la capital y en distintas provincias del país.

Para celebrar el centenario de la Independencia se diseñó un proyecto a gran escala, sustentado en la bonanza económica de la época. Se construyó la Av. Venezuela, la Av. Leguía (hoy Av. Arequipa), la plaza San Martín, etc. En provincias también se diseñaron diversas obras, que beneficiaron directamente a la red clientelar de Leguía e indirectamente al resto de peruanos.

La celebración del centenario fue una fiesta nacional y no se escatimó en gastos; muchas obras de esa época siguen en pie y forman parte, después de cien años, de la cotidianeidad. Por esos años surgieron también dos movimientos de gran arraigo en el país: el socialismo y el aprismo, que propugnaban un trato digno a los indios, campesinos y obreros, a la vez que una lucha contra el imperialismo norteamericano. Estos movimientos buscaban reivindicar a la gran masa de peruanos, pues en dicha época los ciudadanos no eran iguales entre sí. No todos votaban y los privilegios, que hoy son denunciados, eran lo común y lo aceptado.

El leguiísmo, dependiente de las finanzas norteamericanas, llega a su fin en 1929: con el crack de la bolsa gringa. Las finanzas externas disminuyeron, se dejó de otorgar prebendas a la red clientelar, el descontento popular fue creciendo y sucedió lo que es una tradición en el país, en momentos de crisis: un golpe de Estado. Leguía es encarcelado y acaba sus días en el Panóptico, la cárcel de Lima.

Por el contrario, la celebración del bicentenario tiene el telón de fondo de la pandemia, con un país que ostenta el record de la más alta cantidad de muertos en el mundo y un sistema de salud totalmente colapsado. No hay una expectativa propiamente celebratoria, sino duda, temor, confusión y rabia. Pero tampoco los preparativos para esta conmemoración, antes de producirse la pandemia, tuvieron el sello de la magnificencia, como en las épocas del leguiísmo.

El clima de confrontación político, la corrupción, el descrédito de los partidos, la indiferencia de los líderes y diversos factores aunados a ello, avizoraban una celebración más modesta que hace cien años.

 Sin embargo, el sustento celebratorio tenía visos de ser explotado. Y es que amparados en el crecimiento económico, la élite política logró venderle a la ciudadanía el cuento de una prosperidad, únicamente sustentada, en base a la explotación laboral. Esto se resume en la frase: “el pobre, es pobre porque quiere”. Es verdad que hubo un crecimiento de la economía, pero no hubo una distribución adecuada. El sistema de salud siempre estuvo en piloto automático y se fue pauperizando cada año un poco más; el sistema educativo tiene el honor de ser uno de los más negligentes de la región y el sistema de transporte parece diseñado por el Joker.

En resumen, el rico se hizo muchísimo más rico y el pobre dejó de ser, un poquito, menos pobre; mientras la clase media vivía en un sueño de opio que llegó a su resaca con los estragos de la pandemia: ciudadanos vendiendo su riñón, empeñando su auto, hipotecando su casa. El covid – 19, mató a muchos peruanos, despertó de su letargo a quienes no murieron y movió el gallinero de la élite política. El resultado a un mes del bicentenario: dos candidatos aspirando a la presidencia; uno de izquierda populista e improvisada y otro de derecha corrupta y limosnera, enfrentados a rabiar y sin puntos comunes entre sí. Cada uno con una visión de país enmarcada en su ideología; cada uno sustentado por un núcleo duro que se desvive por tomar el poder; cada uno con vocación de cambiar la historia.

Si llega al poder Keiko Fujimori; el fujimorismo será el partido del bicentenario. Aquí no importa si su llegada al poder se debió al apoyo de los neo – fujimoristas, de los fujimoristas del ala dura o de quienes no quieren “que el Perú sea Venezuela”. Si el fujimorismo llega al poder, la invención política de Alberto Fujimori licenciará sus delitos y se constituirá, oficialmente, al nivel del civilismo, del socialismo o del aprismo histórico. Keiko Fujimori lavará los delitos  de Alberto Fujimori e impulsará el engrandecimiento de su figura. La constitución, deslegitimada por gran parte de la ciudadanía y, nacida al amparo de la dictadura, será la verdad oficial que sustente a la nación en sus doscientos años.

La heredera del dictador no solamente entrará al Bicentenario como quien “salvó del comunismo” al Perú, tal como ha intentado posicionarse para la segunda vuelta; sino que también llevará a cabo la lucha contra la pandemia del coronavirus. Con estos pergaminos, Keiko Fujimori posicionará, de modo oficial y antojadizo este neo – fujimorismo al nivel histórico del civilismo posterior a la Guerra del Pacífico.

No solamente eso: la figura de Alberto Fujimori será elevada como tótem de la tribu. El bicentenario será la ocasión para diseñar una narrativa que reivindique su legado y dirija el futuro de su partido, como fuerza nacional. La línea histórica entre el primer fujimorismo y el neo – fujimorismo utilizará dos guerras y dos crisis como telón de fondo: el primer fujimorismo, la guerra interna y la crisis económica de los 80s; el neo – fujimorismo, la guerra contra la pandemia, la crisis económica actual y la “lucha contra el comunismo”. En ambos casos los Fujimori se posicionarán como los salvadores de la patria, con todas las prerrogativas e inimputabilidades que este blasón implica.

De entrar Pedro Castillo a Palacio de Gobierno; será “el pueblo” quien tome las riendas de la nación en su Bicentenario. Claro que esta abstracción tiene que ser aterrizada: el pueblo tiene que ser batuteado. Y detrás de esta batuta estarán distintos movimientos que, de mover mal sus cartas, provocarán su propia implosión. Con Castillo las ansias de una nueva constitución – de una transferencia del poder – serán cada vez más factibles. El vehículo será la llamada democracia representativa, que busca empoderar a distintos movimientos en la conducción del país: es un poder disperso. El profesor cajamarquino ha dado ya señales en ese sentido: empoderar a los ronderos, a los maestros, a las comunidades indígenas, a los campesinos, sectores evangélicos, etc.

La convocatoria a una Asamblea Constituyente viabilizará un proyecto federativo y de concretarse le otorgará una cuota de poder a distintos actores, hasta ahora relegados. Sin embargo, el trayecto hacia este objetivo está empedrado: tiene que sortear diversos filtros que pueden impedir la consecución del proyecto. Pero hay un factor delicado en este escenario. Porque es cierto que una Asamblea Constituyente buscará empoderar a distintos movimientos de talante democrático; pero detrás de ellos acecharán también sectores ya proscritos por la sociedad y de nula vocación democrática, que buscarán aparejarse en su seno forzando el concepto de “pueblo”. Sin embargo, de llegarse a convocar una asamblea con los debidos mecanismos y la debida apertura, los sectores democráticos tendrán la oportunidad de jugar adecuadamente sus cartas, ofreciendo una alternativa consensuada y ciudadana, muy alejada de quienes creen que rechazar el modelo neoliberalista es herejía y de los que tienen como mantra armar revoluciones como quien arma aviones de papel.

Pero podría haber un tercer camino en la narrativa histórica del bicentenario: las botas, los tanques. De ambos lados han sonado las alarmas. Desde el lado de Keiko Fujimori, diversos ex – altos mandos militares han conminado a rechazar lo que ellos llaman “un proyecto comunista” y han amenazado veladamente con impedir la voluntad ciudadana. Desde el lado de Pedro Castillo se ha escuchado la voz de Antauro Humala lanzando bravatas y ofreciéndose como chaleco del profesor cajamarquino. Las fuerzas armadas no son un bloque monolítico: hay multiplicidad de actores en actividad y en retiro. Si se tiene en cuenta que en momentos de crisis se ha recurrido al concurso de las Fuerzas Armadas, no se podría descartar su actuación, en algún sentido. Sin embargo, si eso sucediera, digo, es un decir, el Bicentenario sería la ocasión histórica para recordarnos que no hemos aprendido nada.

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Ministro Schialer, ¿con la Fiscalía y la transparencia o con el secretismo y el poder oculto?  

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

¿Hay un poder oculto en el Ministerio de Relaciones Exteriores (MRE)? Es innegable a estas alturas de las investigaciones del Ministerio Público sobre funcionarios de la Cancillería (Carpeta Fiscal N° 506015505-2025-144-0).

Por la salud de la República y la diplomacia peruana, no se puede seguir mirando de costado desde el sillón ministerial, especialmente cuando la Casación N° 18558-2024 del pasado 2 de abril, emitida por la Primera Sala de Derecho Constitucional y Social Transitoria de la Corte Suprema, confirmó la nulidad del procedimiento administrativo abierto por Popolizio y De Zela contra el embajador Fortunato Quesada, debido a graves irregularidades, a la vulneración del debido proceso y la confirmación de que hubo un complot desde el MRE para destituirlo.

No le queda más alternativa al canciller Schialer que cumplir los principios de la administración pública: legalidad, veracidad, integridad, probidad, honestidad, transparencia y ética en la función pública, y con ello estará cooperando institucionalmente con la Fiscalía, entidad que investiga a altos funcionarios diplomáticos por un supuesto tráfico de influencias.

Empero, urge una mirada más profunda y pesquisas contundentes por parte de la Fiscalía pues habría otros delitos y no solo el de tráfico de influencias; y si bien la Primera Fiscalía Provincial Corporativa Especializada en Delitos de Corrupción de Funcionarios – Quinto Despacho, viene haciendo un importante trabajo, bien podría valorar y ponderar hechos y declaraciones que configurarían más ilícitos que se habrían cometido por parte de los investigados en la Carpeta N° 506015505-2025-144-0.

Así, una serie de declaraciones atestiguan la existencia de un poder oculto y una argolla que vendría actuando por años y por encima del ordenamiento administrativo del MRE, y esto es peor a partir de un diálogo entre el funcionario Pedro Rubín y el fenecido José Boza, tal como consta en el expediente administrativo disciplinario abierto por la Cancillería contra el embajador Quesada. Asimismo, está la declaración del chef Jesús Alvarado Zegarra del Carpio, que trabajó en la embajada del Perú en Israel, y es fundamental su carta pública del 1 de abril del 2025, donde señaló con nombre propio quiénes son los funcionarios de la Cancillería que habrían actuado fuera de la ley.

Efectivamente, urge valorar por parte del Ministerio Público la confesión reveladora, mediante entrevista periodística del referido señor Jesús Alvarado, que consta en fuente abierta y puede verse en la red social YouTube, con su respectivo enlace web: https://www.youtube.com/watch?v=E26xNCzhYKQ&t=194s, titulado: “CHEF JESÚS ALVARADO CORROBORA COMPLOT CONTRA EMBAJADOR QUESADA”.

También se justifica un mayor análisis y nuevas pesquisas a la luz de los siguientes hechos todavía no valorados, contenidos en el artículo del periodista Herbert Mujica, jefe de la Unidad de Investigación del Diario UNO, del lunes 24 de febrero del 2025, titulado “Quesada, complot y escándalo y no hay culpables”. Igualmente, resulta revelador su otro artículo titulado “Sacan de Egipto a embajador peruano José Betancourt”, cuyo enlace web es:

https://senaldealerta.pe/sacan-de-egipto-a-embajador-peruano-jose-betancourt/.     Pues, los hechos estarían en relación con los supuestos delitos de omisión funcional y organización criminal, y debe ponderarse la nota periodística de la agencia de noticias INFOBAE, del 20 de setiembre del 2024, escrita por el periodista Ricardo Mc Cubbin, y titulada: “Perú retira a su embajador en Egipto luego de acusaciones de mal comportamiento con altos funcionarios”, y cuyo enlace web es: https://www.infobae.com/peru/2024/09/20/peru-retira-a-su-embajador-en-egipto-luego-de-acusaciones-de-mal-comportamiento-con-altos-funcionarios/

Porque en medio de todo esto resultan contradictorias las Resoluciones del MRE, pues por un lado retira al embajador José Betancourt de Egipto, mediante Resolución Suprema N° 151-2024-RE, del 10 de setiembre del 2024, cuyo enlace web es: https://www.gob.pe/institucion/rree/normas-legales/6207474-151-2024-re; y, por otro lado, la Cancillería lo premia en un puesto dorado, de asesor especializado de Recursos Humanos en Lima, mediante Resolución Ministerial N° 0871-2024-RE, cuyo enlace web es: https://www.gob.pe/institucion/rree/normas-legales/6200953-0871-2024-re.

Esta blandura puesta en perspectiva, y a la luz de toda la documentación de la Cancillería existente en sus Oficina de Recursos Humanos (ORH), evidencia el trato desigual brindado a José Betancourt, exembajador peruano en la República Árabe de Egipto, respecto del abusivo proceso disciplinario impuesto contra el entonces embajador Fortunato Quesada, quien tenía función representativa oficial de nuestro país en Tel Aviv (Israel).

Es más, una profunda investigación de la Fiscalía no podría dejar de lado el testimonio y las aseveraciones del referido diplomático de carrera, Fortunato Quesada, brindadas al Canal N, sobre el complot en su contra y cuyo enlace web es el siguiente: https://canaln.pe/video/cuentas-claras/fortunato-quesada-exembajador-peru-israel-responsabilizo-al-excanciller-popolizio-y-zela-complot-su-contra-n5476, pues con ellas se tiene un panorama claro del supuesto “iter criminis” en su contra y la relación de los investigados en la Carpeta Fiscal N° 506015505-2025-144-0.

También existe abundante documentación oficial en la sede del MRE sobre LOS 31 FOLIOS OCTUBRE DEL 2020 donde se evidenciaría la organización y programación de un escándalo mediático e ilegal, usando los cargos públicos para llevarlo a un programa dominical (“Panorama” de Panamericana Televisión); y también en el INFORME (ORH) N. 011 DE DICIEMBRE DEL 2020, donde la propia Cancillería señala el nombre de cuatro funcionarios involucrados en la trampa (Popolizio Bardales, José Boza, Pedro Rubin y Hugo de Zela) y que se habría configurado una serie de ilícitos penales, los mismos que hoy tienen que ser esclarecidos por el Ministerio Público.

Incluso, más recientemente, siendo un hecho público la nota del diario Perú 21 sobre la Casación del Poder Judicial frente a un posible complot, sería pertinente que la Fiscalía a cargo del doctor Néstor Rivera Navarro, pondere el contenido de la noticia titulada: ”Según investigación, audios fueron manipulados. Embajador Fortunato Quesada gana juicio a la Cancillería y deberá ser repuesto”, cuyo enlace web es: https://peru21.pe/politica/embajador-fortunato-quesada-gana-juicio-la-cancilleria-0/, publicada el 11 de junio del 2025, donde se hace referencia a audios manipulados.

En suma, lo recomendable es profundizar en cada aspecto y trazar nuevas líneas de investigación hacia otros posibles delitos (omisión de funciones, abuso de autoridad, organización criminal, falsedad genérica, etc.) ya que no solo existiría el de tráfico de influencias. La pelota está en la cancha de la Cancillería, pero el ministro Schialer, ¿será el árbitro, un jugador o solo un espectador desde la tribuna? Por lo pronto mantiene como su asesor ad honorem al embajador Hugo de Zela, cuando hay una sentencia judicial de la Corte Suprema en su contra (que le anuló una resolución arbitraria y abusiva). No es esto una seria contradicción moral y ética.

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Dos preguntas a un cineasta outsider

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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-¿Crees que tu opción -la de hacer cine sin dinero, sin ayudas de fondos, con cámaras baratas, sin guion, con trabajos con toques experimentales (por decir lo menos) y sin una narrativa que acaricie los hábitos mentales de espectadores promedio- tiene sentido?

-Para mí no es ni siquiera una opción, te diría que, a la luz de las circunstancias (externas e internas) es la única opción para mí. He llegado a pensar que mis razones son acaso muy distintas a las de la mayoría de gente que conozco, quiero decir ‘la gente de cine’ aquí en mi país.

No soy, no llego a ser plenamente un cineasta experimental; como bien dices, hay aspectos experimentales en lo que hago, pero aún no me atrevo a ser todo lo radical que debería ser, si de algo sirve la confesión.

Me interesé en el cine pasados los 25, llegué tarde a la fiesta. Me puse a ver películas como un poseído. Conforme fui avanzando en el conocimiento me di cuenta que la gente de por aquí no valoraba las obras de vanguardia, no les interesaban o no las entendían. No eran para ellos. Luego me di con la palabra perfecta: colonizados. No había vida, casi no había cine para ellos, más allá de Hollywood. Hasta hoy siento vergüenza ajena por eso. Siento incluso una repulsión íntima por la miseria de este entorno…

-Ya. Déjame adivinar. Entonces ¿te creías más que los demás y pensaste que podrías dar un aporte real para mejorar ‘el estado de las cosas’?

-No niego que al tener una formación mínima en literatura y filosofía y una cierta cultura digamos en sentido general, percibía ciertos huecos bastante vistosos entre ‘la gente de cine’. También pude notar que cosas tales como la fama, el dinero, el poder, la figuración social, estaban lejos de serles indiferentes a varios. ¿Pero gente, esto no trataba de cine?

También acabé desertando de la cinefilia entendida y vivida como una auténtica enfermedad. Había editado y escrito en revistas, programaba y exponía en cineclubs y hasta formé parte de un festival. Nada de lo anterior me terminaba de hacer sentir feliz.

¿Qué me faltaba? Expresar algo más de mí, quizá lo principal. Y eso no tiene precio. No lo cambio por nada. Así que métanse sus ansias de minucias por donde les quepa. Porque no hay nada como crear.

Películas

https://www.youtube.com/@marszproject7155/videos

Críticas

https://limagris.com/author/mario-castro-cobos

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Milenka O’brien (1969-2025)

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Me llaman por teléfono para decirme que Milenka O’Brien ha partido. Desde muy joven se dedicó a la poesía, incluso tengo un libro escrito a dos manos con ella. Nunca lo publicamos. Éramos todavía adolescentes. Pero ahí están los papeles trazados a puño y letra. La leo y se me nublan los ojos. Teníamos solo 16 o 17 años.

La conocí en el Museo de Arte de Lima, ella seguía unos talleres de poesía con el profesor Baldeón y yo pasaba por ahí con una vieja guitarra. Eran los tiempos del Rockacho, la No Helden y el Hueco. Y un día la encontré bailando en círculo, mirando el cielo por Paseo Colón. Nos hicimos muy amigos y caminamos por Lima buscando no sé qué.

En las redes sociales le escribí esto: Adiós, Milenkita, adiós. Me quedo con nuestra adolescencia entre poemas, guitarras y cigarrillos. Me quedo con ese día en el cafetín de Arte, todavía niños y tú mirándome a los ojos mientras caía la lluvia y preguntándome si era músico. Y yo diciéndote que sí, solo porque admirabas a esos roqueros sin afeitar de casacas de cuero, solo porque te gustaba esa música estridente para olvidarlo todo. Y así me enseñaste tus primeros poemas y así nos quedábamos días y noches en mi casa de Lima o en tu casa de San Felipe. O venías a las cinco de la mañana para ir a Bellas Artes en el jirón Ancash a tomar desayuno con los tickets que nos daban los que sí eran artistas. Y aprovechábamos que eras rubia y así se nos abrían las puertas para todos lados hasta una vez que en una batida policial nos levantaron y pensaban que eras turista y nos soltaron y hasta nos dieron para nuestros pasajes. Y yo fui el primero que te llevó al jirón Quilca un día y el viejo declamador Hudson Valdivia se nos acercó y te dijo un poema y tú te subiste a la mesa y bailaste, danzaste con tus manos estiradas hacia arriba y varios poetas te dedicaron páginas enteras, hasta sé que apareces en varias novelas y en un texto que escribió Carlitos Rengifo:  La Morada del Hastío. Y así un día me dijiste, “Rodolfo, me voy”. Y te fuiste.”

Dicen que Milenka se durmió el 15 del presente. El 24 hubiera cumplido 56 años. La vamos a extrañar.

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D. F. W. Infinito

Lee la columna de Julio Barco

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En los universos expansivos que produce la literatura, la obra del americano David Foster Wallace (1962-2008) es una suerte de big bang. Desmesurado, inclasificable, frontal. Si bien su obra inicia representando la visión posmoderna del mundo (una prosa erudita y visceral), termina siendo un escritor dostoievskiano, es decir, ético y crítico con su realidad.

     En Todas las historias de amor son historias de fantasmas (Debate, 2012) el periodista D.T. Max realiza un preciso viaje al origen del autor cuyo suicidio lo emparentó con Kurt Cobain. En más de cuatrocientas páginas, Max nos presenta un Foster Wallace en crecimiento. El ser hijo de intelectuales (que se leían a Joyce antes de acostarse), con una madre obsesionada con hablar correctamente, impactará en la sensibilidad y personalidad del joven autor. Aparte del estudio, su otro vicio es el tenis, quizás el único deporte cercano a su personalidad individualista-competitiva.

     Después pasamos por la etapa académica en la universidad privada de Amherst. La escoba del sistema, su tesis —que después se publicará como novela— es una narrativa donde se deliberan temas relacionados a la lógica y a la filosofía, dos ejes de su escritura. Pese a su innegable brillantez, no deja de ser un joven tímido, ensimismado, y ya fumador ocasional de cigarrillos de marihuana y bebedor de cerveza. También sufre de depresión, con pensamientos suicidas.

       Por estos motivos, dejará la universidad un par de veces e incluso (en su etapa en Harvard) tendrá que internarse, asunto que se dilatará por un año e iniciará sus más de diez años de abstinencia. Estas circunstancias —el internado, el dejar el campo universitario— serán de vital influencia para su obra principal, La broma infinita (1996), donde, en más de mil páginas, se revisa las adicciones modernas, sea a la imagen o a las sustancias.
     Si bien empezó como autor de culto, se tornó una voz generacional. Reactiva al realismo minimalista de McInerney o Ellis y cercana a las propuestas de Pynchon, DeLilllo o Franzen.

     D.T. Max nos lleva por el universo Wallace para conectar desde adentro con una sensibilidad que ya muestra en alta definición las formas de vivir y sentir de nuestra época.

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La difícil decisión de hacer política en el Perú

Hacer política en este país no es un acto de ambición. Es un acto de resistencia.

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Por: Jorge Paredes Terry

Desde el primer instante en que decides alzar la voz, sabes que firmas un pacto con la adversidad. Los enemigos no duermen. Escarbarán en tu pasado, torcerán tus palabras, magnificarán tus errores y, si no encuentran nada, inventarán. Atacarán a los tuyos, mancharán tu nombre, te llamarán corrupto, traidor, inepto. Te acusarán hasta de lo que no has hecho, porque aquí la política no se juega en las ideas, sino en el barro. 

Y entonces, ¿por qué hacerlo? 

Porque alguien tiene que hacerlo. Porque mientras los poderosos siguen repartiéndose el país como un botín, hay millones que no tienen voz. Porque hay madres que caminan horas para llevar un plato de comida a sus hijos, jóvenes que estudian bajo la luz de una vela, ancianos que mueren esperando una pensión que nunca llega. Porque este sistema está diseñado para que unos pocos vivan bien y muchos sobrevivan mal. 

Yo no vine a la política por un título. Vine porque nunca perdí la capacidad de indignarme. Porque no puedo quedarme callado cuando veo cómo nos humillan, cómo nos roban, cómo nos ignoran. No hay ideología que valga más que la lucha. No hay discurso que reemplace el caminar junto al pueblo, el sudar con ellos, el sufrir con ellos. 

Por eso me lanzo al Senado. No con un partido de trajes elegantes y sonrisas falsas, sino con Pepe Luna, un provinciano como yo, que sabe lo que es levantarse sin privilegios, que conoce el sabor de la tierra y el peso de la injusticia. Juntos, sin banderas prestadas, sin miedo a decir lo que duele. 

Sí, es peligroso. Sí, intentarán destruirnos. Pero el que nada debe, nada teme. Yo no tengo cuentas en paraísos fiscales, no tengo mansiones compradas con coimas, no tengo miedo. Tengo convicción. Y si el pueblo me da la oportunidad, no iré al Senado a enriquecerme, sino a romper el silencio. 

A los jóvenes les digo: el Perú necesita valientes. No los que buscan poder, sino los que están dispuestos a perderlo todo por cambiar las cosas. Si no somos nosotros, ¿entonces quién? Si no es ahora, ¿cuándo? 

La política en este país puede ser un suicidio, pero prefiero morir de pie que vivir de rodillas.

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El Partido Cívico Obras es el Partido del Pueblo 

Lea la columna de Rafael Romero.

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Por: Rafael Romero.

A diez meses de las elecciones el Partido Cívico Obras (PCO), liderado por Ricardo Belmont Cassinelli (RBC), sigue sumando adherencias de buena voluntad, con ciudadanos transparentes, colectivos gremiales y de vecinos, agrupaciones populares y frentes regionales; y esa sumatoria no para, pues al pergeñar estas líneas nuestra agenda está recargada con la audiencia ininterrumpida junto a bases juveniles y asociaciones de emprendedores de nuestra patria.

Por lo pronto, no podemos dejar de informar la emocionante y patriótica actividad realizada el pasado sábado 28 de junio, cita en la cual RBC inauguró un nuevo local de los espartanos del Perú, esta vez en el Jr. Caylloma del Cercado de Lima.

En dicho evento partidario, con la presencia del secretario general del PCO, Daniel Barragán Coloma, se sumaron líderes sociales, intelectuales y empresariales de la patria, como Luis Thais, Juan Alejandro Zec Bejar, Hilario Rosales y Henry Shimabukuro, haciendo suyas las 10 vigas maestra del partido.

Cada uno de los citados líderes populares tiene más que un cargo, un encargo por el desarrollo humano y el crecimiento moral del Perú, siendo oportuno destacar la experiencia de Lucho Thais, quien comandará el equipo de Plan de Gobierno del PCO, partiendo precisamente de las citadas vigas maestras, a saber:

1.- No prescribirán los delitos contra el Estado y los funcionarios sentenciados serán inhabilitados a perpetuidad.

2.- Desarrollo de una televisión que promueva valores y sanciones severas a quienes no cumplan la Ley de Protección al Menor.

3.- Obligación de los medios de comunicación de promover cultura y distribución de forma equitativa de la publicidad del Estado.

4.- Educación pública gratuita, de calidad y obligatoria.

5.- Prestación de servicios de salud universal de calidad, otorgando prioridad a la población más necesitada.

6.- Promoción de una economía social de mercado, sin monopolios ni oligopolios.

7.- Garantía de transparencia en contrataciones y licitaciones del Estado.

8.- Promoción de la formación integral del ser humano a través del deporte y la cultura.

9.- Establecer niveles dignos para las pensiones de los jubilados.

10.- Revisar y renegociar los contratos sobre recursos naturales cautelando los intereses del país.

A la parte técnica de estos pilares, se suma la voluntad de combate por una patria sin corrupción, sin impunidad; también la mística que une al hombre con el ser superior que irradia la moral y fortalece la ética; y el liderazgo de un estadista y periodista como Ricardo Belmont, que lleva más de medio siglo hablando y haciendo por una patria con paz, desarrollo, educación, salud, justicia, trabajo, ciencia y arte para todos los peruanos sin excepción ni discriminación.

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¿Silenciar a los que saben demasiado?

En el Perú, saber demasiado puede costarte la vida. Andrea Vidal, Nilo Burga y José Miguel Castro conocían información clave que pudo desentrañar graves casos de corrupción. Hoy están muertos, y sus muertes siguen rodeadas de sospechas e impunidad.

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¿Qué está pasando en el Perú? ¿Nos hemos acostumbrado, como sociedad, a ver morir a quienes tienen información clave sin exigir justicia con la firmeza que corresponde? ¿Es esto una nueva modalidad de silenciar a las voces incómodas? Las recientes muertes de Andrea Vidal, Nilo Burga y José Miguel Castro no solo han estremecido al país, sino que también nos obligan a preguntarnos con crudeza si estamos frente a un patrón de impunidad sistemática.

El 10 de diciembre de 2024, la abogada Andrea Vidal Gómez de 27 años, fue acribillada en La Victoria. Más de 40 balazos impactaron contra el vehículo donde viajaba. El taxista murió al instante; ella, tras seis días de agonía, falleció en el hospital.

Sin duda, no fue una víctima colateral porque la precisión de los disparos, varios en la cabeza, indica que era el verdadero objetivo. Vidal Gómez no era una chica cualquiera; era exasesora del Congreso de la República y conocía a fondo los engranajes de una presunta ‘red de prostitución’ que presuntamente operaba al interior del Parlamento, dirigida —según sus propias denuncias— por un operador político de Alianza para el Progreso (APP), el inefable Jorge Torres Saravia. Sin embargo, hoy ya casi no se habla de este lamentable episodio.

Andrea Vidal Gómez fue acribillada antes que pudiera declarar.

Su muerte no solo apagó una vida; también sepultó información valiosa sobre un caso que tocaba las fibras más podridas del poder. Hoy, las hipótesis van desde un crimen por encargo, hasta un intento burdo de encubrirlo con la narrativa de un crimen pasional. ¿Hasta cuándo se permitirá que hechos de esta naturaleza queden sin responsables?

A los pocos días, el 25 de diciembre del 2024 en un hospedaje del distrito de Magdalena del Mar, fue hallado sin vida Nilo Burga Malca, presidente de la empresa Frigoinca, clave en la investigación sobre el caso ‘Qali Warma’, donde se descubrió la distribución de alimentos malogrados a niños escolares. Burga Malca tenía mucho qué contar; demasiado, quizás.

Lo encontraron con heridas profundas de arma blanca en el cuello, pecho y abdomen. Según el peritaje, era prácticamente imposible que él mismo se haya causado tales lesiones. Las manchas de sangre y la posición del cuerpo evidenciaban que fue movido. ¿Alguien intentó simular un suicidio? La respuesta parece obvia: sí. Y, sin embargo, nadie ha sido procesado.

Una excolaboradora lo dijo claramente: «Yo creo que a él lo mataron». ¿Por qué? Porque sabía demasiado. Porque podía exponer la cadena de responsabilidades detrás del negocio sucio que compromete a funcionarios públicos del Midis y proveedores del Estado. Su muerte —como la de Andrea Vidal— tuvo el mismo patrón: alto perfil, información delicada y una escena sospechosa.

Fiscalía investiga muerte de Nilo Burga, ligado al Gobierno de Dina Boluarte.

Más reciente aún, el domingo 29 de junio de 2025, el país amaneció sorprendido con la noticia de la muerte de José Miguel Castro Gutiérrez, de 51 años, exgerente municipal durante la gestión de Susana Villarán y colaborador eficaz en el caso Lava Jato. Él estaba bajo arresto domiciliario en Miraflores y lo encontraron muerto con un corte en el cuello de 14 centímetros, con un cuchillo plateado cerca y señales claras de manipulación del entorno. Aunque no había reportado amenazas, sí mostró preocupación en su última visita al Ministerio Público. El fiscal José Domingo Pérez lo confirmó: “Castro temía por lo que sabía”.

Su testimonio era clave para el juicio oral contra su ‘intima’ Villarán de la Puente, previsto para septiembre. ¿Coincidencia? Difícil creerlo. Castro Gutiérrez había entregado pruebas valiosas sobre los millones de dólares que Odebrecht y OAS entregaron a la campaña política de la exalcaldesa, a cambio de concesiones. Su muerte representa no solo una pérdida humana, sino un daño gravísimo al proceso judicial más importante del país.

José Miguel Castro, exmano derecha de exalcaldesa Susana Villarán.

Tres personas claves. Tres muertes en menos de un año. Tres historias que apuntan a una misma dirección: el silenciamiento. No es paranoia, ni teoría conspirativa. Es la realidad que, con pruebas y documentos en mano, ha ido construyendo una narrativa inquietante: “en el Perú, saber demasiado puede costarte la vida”.

¿Existe en el Perú una nueva modalidad de encubrimiento extremo? ¿Estamos ante una estrategia sistemática para callar a los que pueden revelar nombres, vínculos y tramas enteras de corrupción? Los casos de Andrea Vidal, Nilo Burga y José Miguel Castro no son hechos aislados. Son piezas de un rompecabezas mayor. Uno donde el crimen organizado, los tentáculos del poder político y el desgastado aparato judicial conviven, se protegen y se fortalecen en la impunidad.

Aquí no se busca acusar sin pruebas, ni promover el sensacionalismo. Pero sí se exige, desde un mínimo de decencia ciudadana, que se actúe con contundencia. Las autoridades —el Ministerio Público, el Poder Judicial y la Policía Nacional— tienen la responsabilidad histórica de llegar al fondo. No se puede permitir que estos casos terminen archivados. No más “carpetazos”, no más extrañas muertes sin justicia.

En Congreso habría operado una ‘red de prostitución’, y Andrea Vidal ya no está para contarlo.

La ciudadanía, los medios de comunicación y la sociedad civil, debemos mantener la presión. Porque si dejamos que estas muertes pasen como una estadística más, habremos perdido algo más que vidas: habremos perdido el derecho a la verdad.

¿Qué está pasando en el Perú? Está pasando que matar a los incómodos parece más rentable que enfrentar las consecuencias. Está pasando que el silencio de un testigo vale más que su palabra ante un fiscal. Y está pasando que la impunidad, mientras no se le ponga freno, seguirá devorando la democracia.

Ya no se trata solo de justicia. Se trata de dignidad. Por Andrea Vidal, por Nilo Burga, por José Miguel Castro y por cada persona que ha sido callada para proteger a los intocables. Exhortamos a las autoridades a dejar la indiferencia, a comprometerse verdaderamente con la verdad y con el país. Porque ningún sistema democrático puede sostenerse sobre cadáveres incómodos.

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Opinión

Enrique Polanco: el pintor que escucha el latido de la ciudad

Sus colores conmueven y guardan la memoria de lo que fuimos y aún somos.

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Hay artistas que desaparecen con el tiempo. Y hay otros que, como Enrique Polanco, se convierten en cronistas del alma urbana, en testigos fieles del cambio y de la memoria. Su obra no solo persiste: sorprende, interpela y nos recuerda que el arte puede ser un lugar donde la ciudad todavía respira.

Desde sus primeros pasos en la Escuela de Bellas Artes, el destino de Polanco estuvo marcado por un encuentro: Víctor Humareda, el solitario de La Parada. Con él descubrió los barrios que Lima esconde. El Porvenir en La Victoria, ese corazón caótico y vital que late fuera de los catálogos turísticos. “Humareda me llevó a un barrio totalmente marginal como La Parada. Caminábamos en silencio, absorbiendo los olores y los colores del mercado”, recordaba Polanco con una sonrisa nostálgica en una antigua entrevista que me brindó.

En una de esas caminatas subió al cerro San Cosme y fue testigo de una escena cruda: dos meretrices ‘faites’ peleando en un bar de la calle San Pedro, una de ellas con la cara cortada por el filo de un pico de botella. Esa imagen punzante no desapareció. Solo cambió de forma y se transformó en pintura.

Luego vinieron los bares del Callao, los rostros ‘chuzados’, la niebla espesa y los muros con historia. Todo quedó atrapado en su paleta texturada. Pero también hubo silencio. China lo marcó con su contemplación. Allí aprendió a escuchar los espacios, a mirar desde adentro.

Durante años, Polanco se mantuvo alejado de las galerías. Desde 1983 hasta 2002 trabajó con ellas, pero luego tomó distancia. “Ellas perdieron interés, y yo también”, dijo con serenidad.

Hoy, su fabulosa obra vuelve con fuerza en una exposición que conmueve: “Dos décadas de color y memoria (2004-2024)”, una selección de 60 lienzos que resumen su viaje por la alegoría social del siglo XXI, está en el ICPNA de Miraflores hasta el 20 de julio.

Es una cita con el tiempo, con las calles y con la verdad pintada sin ornamentos. Y es también, un reencuentro con un artista que nunca se fue, porque sus obras continúan perennizadas en la retina del público y solo esperó el momento justo para volver a hablar con el pincel.

(Columna publicada en Diario UNO).

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