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Literatura

CUENTO: “La Certeza” de Luis Humberto Moreno Córdova

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LA CERTEZA

Por Luis Humberto Moreno Córdova


                    

Luego de quince minutos bajo el sol, Edwin notó que la cola empezó a avanzar, y terminó bajo techo, detrás de cinco tipos, haciendo cola al lado de una puerta. Ignacia, su prima, le había jurado que no era necesario llevar un currículo “di que vas de parte mía nomás”, le dijo, pero Edwin recordaba las palabras de su tío Jacinto: “el orden y la presencia entra por los ojos, Edwincito”. Por ello se había tomado unos minutos para encontrar a un mecanógrafo en la avenida Arenales, que redactó su currículo de inmediato. Por suerte, Edwin tenía una vieja foto de la escuela, que pudo pegar en la esquina superior de la primera hoja. Siente que ha hecho bien. Ignacia puede decir lo que quiera, pero su mundo es la cocina.

El edificio en el que entró parecía restaurado, se fijó en algunas  paredes que todavía necesitaban una mano de pintura, incluso un enlucido. El podía hacer algo de eso, por un sencillo. Había ayudado a su padre en muchas construcciones cuando niño. Sintió nostalgia. Vio algunos afiches colgados en el pasadizo con el mismo nombre que vio en la entrada del edificio: “Nazaret”. Dos tipos pasaron a su lado con cámaras de video. Tenían el paso presuroso, murmuraban algunas cosas. Una señora de ojos diminutos bajo unos lentes enormes apareció de pronto por la puerta. Les pidió a todos los de la cola que pasaran a la oficina. Edwin abrió el folder manila y revisó su currículo. Los demás tenían las manos vacías.

La oficina le produjo claustrofobia. Había una ventana pequeña por donde apenas se filtraba la enorme luz solar que minutos antes había estado a punto de calcinarlo; había también unas sillas metálicas plegables, un escritorio, más afiches con fotos de palomas, océanos, cruces, corderos, con el mismo nombre que vio en la entrada y en los afiches del pasadizo. En una vitrina, Edwin notó unos folletines de hojas breves; algunos a color, otros en blanco y negro. Notó también unos libros pequeños, pero gruesos. Estiró el cuello para leer el nombre estampado en letras doradas: “sagrada biblia”.

Un hombre obseso, entrado en el ocaso de la vida, entró a la oficina. Llevaba una camisa blanca, impecable, como si recién la hubiera comprado. Estaba planchada a la perfección, sin una sola arruga. Su pantalón de terno era negro, de ahí nacían dos tirantes que cruzaban la camisa con disciplina; todo su atuendo estaba rematado por dos zapatos negros, charolados, y una corbata lila, al agua. Tenía unos lentes gruesos, Edwin los encontró similares a los que usaba su tío Jacinto. Su cabello era cano absoluto, muy pegado, y en su muñeca brillaba un reloj de oro, que a Edwin le hizo pensar en algún tesoro español.

La confianza de Edwin trastabilló cuando escuchó que el hombre empezó a saludar a los cuatro candidatos por su nombre. Les daba un palmazo en el hombro, como si los conociera de antes. Y en efecto, así era. El hombre les preguntó por familiares e hijos, y todos respondieron con palabras breves, que completaban una historia mayor: “mi hija está bien, logré matricularla en el colegio”; “el Tomasito está grande, me apenó que usted no pudiera bautizarlo”. Edwin se asustó al ver que el hombre se le acercaba. No sabía que decir. Finalmente cuando lo tuvo delante, Edwin estiró su mano sudorosa. El hombre le apretó los huesos hasta casi hacerlos crujir.

-Y tú, ¿quién eres?

-Edwin, señor, Edwin Chonta, vengo de parte de la señora Ignacia.

El hombre cerró los ojos un momento, movió su quijada de un lado a otro, luego pareció despegar de su sitio.

-Ah, Ignacita. Si, si, si. Gran colaboradora.

Edwin sonrió, aliviado. Los otros tipos se sentaron en las sillas metálicas.

-Mucho gusto –añadió el hombre-. Soy el pastor Gamaniel.

Edwin asintió, con la certeza de que el hombre esperaba una reacción más vivaz.

-Bueno, Edwin. Edwin, ¿verdad? Toma asiento.

-He traído mi currículo –dijo Edwin, con voz altanera. Los tipos que estaban sentados soltaron una risita sardónica.

-No es necesario, hijo –dijo el pastor Gamaniel-: Todos somos iguales en la casa de Dios.

Edwin comprendió que su currículo no sería necesario, pero si todos eran iguales, ¿quién sería entonces su jefe? Preocupado, se sentó a lado de los otros tipos. El calor empezó a sofocarlo, por lo que decidió abanicarse con el folder manila, cuyo contenido ya no valía la pena. Edwin pensó en los dos soles que gastó en vano con el mecanógrafo, se hubiera podido comprar una Coca-Cola helada con eso.

El pastor tomó asiento frente al escritorio. Edwin se fijó en varios papeles con sellos, notas, memorandos. Le parece más el escritorio de una oficina que el de una iglesia. ¡Claro que él había trabajado en una oficina!, lo hizo la vez que Ignacia lo jaló para trabajar como técnico en limpieza. Era un trabajo sencillo. Tenía que aspirar las alfombras del segundo piso de un banco en Paseo de la república, cerca a la zona financiera de San Isidro. El horario era nocturno, con el segundo piso del edificio para él sólo. Los gerentes de las oficinas le dejaban sus llaves para que aspire sus oficinas. Esas eran oficinas, no el cuartito asfixiante en el que se encontraba ahora. Tuvo que dejar el empleo por el horario, cuando dejó embarazada a su novia. Ella consiguió un trabajo en atención al cliente. Le pagaban bien, setecientos soles mensuales, pero el horario también era de noche. Edwin tuvo que dejar el empleo para cuidar al bebé. Era lo mejor.

-Lo que quiero que hagan es lo de siempre –dijo el pastor, luego apretó los labios y meneó la cabeza-. La gente, la gente está perdiendo la fe. Hemos pedido a nuestros fieles que traigan a un amigo, a un vecino, para que escuche la palabra, para que reciba el mensaje del señor.

El calor le humedecía la camisa, Edwin empezó a abanicarse con más fuerza, pero la mirada del pastor lo detuvo.

-Y ustedes, ustedes son lo más importante en esto. Ya saben como es. Necesito vuestra ayuda; el señor necesita vuestra ayuda.

El pastor subía la voz cuando se refería al “señor”. Pronunciaba la palabra con énfasis, como si al hacerlo quisiera que ésta se clavara en el corazón de cada uno de ellos. Edwin vio que los hombres asentían, cruzaban algunas palabras, pero sin lucir convencidos. Decidió levantar la mano.

-¿Si? –dijo el pastor Gamaniel. Edwin intentó ponerse de pie, pero el pastor, con una seña de su mano, le pidió que se quedara en su sitio.

-Disculpe pastor –pregunta Edwin con una vocecita sin fe-, pero, ¿qué es exactamente eso importante que tenemos que hacer?

Los tipos volvieron a reír. El pastor carraspeó, los regresó al silencio. La puerta de la oficina se abrió de repente, la señora de ojos diminutos y lentes enormes entró. Tenía un saco colgado en su brazo.

-Estamos listos, pastor –dijo, entregándole el saco. El pastor palmeó sus rodillas con ambas manos antes de ponerse de pie.

-Bien. Edwin, ve con él –dijo, señalando al tipo que Edwin tenía a su lado-. Te dirá que es lo que tienes que hacer.

El pastor, con la ayuda de la mujer de lentes enormes, logró colocarse el saco, no sin esfuerzo. Luego volteó a ver a sus nuevos reclutas.

-Como siempre, muchachos, les pido mucha discreción, mucha fe. Que el señor los acompañe.

Edwin volvió a notar la inflexión al momento de mencionar al hacedor. Vio a pastor desaparecer por la puerta. Tres tipos lo siguieron. El tipo que el pastor había señalado, le tendió la mano.

-Hola, choche –le dijo mientras sacudía su mano con exageración-, a mí me llaman Cucharita.

-Edwin Chonta…

-Sí, si. Ya sé, huevas. Ven conmigo.

Salieron por el pasadizo. Edwin miraba hacía todos los rincones, intrigado por los afiches, la gente que iba de un lado a otro. Doblaron a la derecha, a la izquierda, luego Edwin perdió la noción del trayecto. Una enorme puerta los detuvo. Dos hombres vestidos de terno, con rostro enjuto, se les acercaron.

-Somos parte del soporte –dijo Cucharita.

Los tipos de seguridad abrieron la puerta. Dentro, un enorme salón, con tres filas de bancas de madera y asientos de plástico, donde al menos trescientas personas cantaban alabanzas. Frente a ellos había un altar de madera, con velas a los costados y un atril para leer la Biblia. Al fondo, una enorme sábana blanca con una paloma y un océano calmo sobre el cual se podía leer el nombre de Iglesia Bíblica de Nazaret.

-Vamos por acá, huevas –volvió a decir Cucharita, apurándolo con unas palmaditas en el brazo.

-Me llamo Edwin, oe.

-Ya lo sé, huevas.

Edwin vio que su compañero caminó hasta la última banca. Decidió seguirlo. Encontró a Cucharita empinado, moviendo la cabeza de un lado a otro.

-Ya está. A nosotros nos toca en la tercera zona. Vamos.

Mientras caminaban, Edwin notó que la gente dejó de cantar, para dar paso a una voz gruesa que emergió por los altoparlantes. “Y ahora, recibamos, a nuestro querido pastor, el hermano ¡Gamaniel… Alcarazo… Reyes!”

Por un segundo, Edwin estuvo convencido de que sonaría la campana de box, pero no fue así, En cambio, la gente empezó a aplaudir tímidamente, mientras una música de fondo entonaba un himno de alabanza cuya letra se distorsionaba por lo alto del volumen.

-Aquí –le dijo Cucharita, casi empujándolo-. Entra aquí.

Estaban a pocos metros del altar, en la zona de las bancas de madera. Edwin se fijó en las personas que lo rodeaban. Notaba en sus rostros el mismo desconcierto que él sentía. Había algunas señoras en polleras, muchachitas con bebés en brazos y personas con rostros demolidos por el alcohol o las drogas. Era una amalgama de perdedores como él, de gente resentida, solitaria, destruida.

-¿Qué tenemos que hacer, Cucharita? –preguntó sin quitar los ojos de la gente.

El pastor tomó un micrófono, lo sostuvo en su mano, como quien sostiene un cetro sagrado, una lanza a punto de ser utilizada.

-Tú sólo imítame. Cada vez que el pastor haga una pausa, imítame.

El corazón pareció acelerarse. Edwin no entendía bien lo que debía de imitar. Espero por un momento a que el pastor pronunciara alguna palabra, pero la música todavía seguía en alto, mientras algunos de los fieles empezaban acompañar la tonada con las palmas. Repentinamente se hizo el silencio. La voz del altoparlante volvió a emerger, esta vez con un tono místico: “Jesús dijo: ‘Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.

El silencio fue absoluto. El pastor Gamaniel mantenía el micrófono en su mano. Sus ojos se posaban en cada rincón del recinto, en cada rostro atemorizado. Edwin veía como las manzanas de Adán de muchos fieles subían y bajaban con rapidez.

-El señor nos convoca, nuevamente, a estar con él, ¡únicamente con él! Gloria a Dios.

“¡Gloria a Dios!”. Cucharita repitió las palabras con voz frenética, acompañándolas con un aplauso escandaloso. Un grupo de personas de la banca posterior, al verlo, lo imitó. Edwin se percató de algunos elogios similares en otros sitios del templo. Miró con cautela y notó que uno de los tres tipos que estuvieron con él en la oficina del pastor estaba sentado en la primera zona, repitiendo también las mimas palabras, sacudiendo la emoción de los fieles. Edwin sintió que las cosas le quedaban más claras.

-¡Porque Dios no quiere rezos y caras largas –prosiguió el pastor, alzando su voz, vigorosa-, rezos y rostros compungidos! Dios no quiere que vivamos idolatrando imágenes de todo tipo, ¡en templos, llenos de dinero, corrupción, y opuestos totalmente…!

Edwin no escuchó las palabras finales de pastor. No las entendía. Sólo aguardaba el momento del silencio. Afiló su vista hacía los labios del padre, midió sus palabras, hasta que lo escuchó pronunciar la alabanza. Entonces invocó a una fuerza gutural nunca antes hallada, dejando que emergiera entre sus dientes, que sacudiera su lengua, que se elevara hasta el cielorraso del templo en el que se encontraba:

-¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios!

Se sintió satisfecho al notar que la gente que estaba a su lado repitió las mismas palabras, aplaudió, agitó las manos en el aire. El pastor hizo una mueca de labios torcidos mientras asentía con la cabeza, luego levantó una mano, casi como si buscara tocar el lejano techo del templo.

-El señor, por la fe nos curará. Yo os digo. ¡Por la fe, nos curará! Gloria a Dios.

La gente empezó a reaccionar. Edwin sintió que una quemazón de orgullo inflaba su pecho. Volvió a gritar con voz suplicante, a aplaudir, mientras la gente a su lado terminaba de encenderse como una hoguera dantesca, vitoreando, echando lagrimas, abrazándose entre ellos.

-¡Alabado sea el señor! ¡Aleluya, hermanos!

La música de fondo acompañó unas palabras finales del pastor antes que la voz del altoparlante volviera a recitar una frase bíblica con el mismo tonito misterioso. “El centurión le dijo a Jesucristo: ‘señor, no soy digno de que entres…”

Edwin había repetido esa frase millones de veces en las misas que al padre Ducci celebraba, en aquellos años que su barrio apenas era un montón de esteras sobre un cerro pelado al borde de la Panamericana Sur. Luego el cura tuvo que irse. La gente rumoreaba que los terroristas lo habían amenazado. Luego la gente se había ido a otras iglesias. Edwin intentaba recordar si alguna de ellas era la iglesia de Nazaret, pero no, no la recordaba. La voz del pastor lo devolvió al frenesí del templo.

-¡Si tienes fe en Jesucristo! ¡Entonces Jesucristo puede tocar tu corazón! ¡Puede sanar tu alma!

El pastor hablaba haciendo gestos exacerbados. De su boca salpicaron gotitas de saliva después de cada palabra. Cucharita agitó sus manos, vitoreando la causa divina que lo reunía junto a sus hermanos. Unas mujeres lloraron golpeando su pecho, mientras dos niños –tal vez los hijos de esas mujeres- jugaban cerca de uno de los portones de salida.

-¡Yo les mostraré! ¡La misericordia de nuestro redentor! ¡Bendito sea el señor! ¡Aleluya!

Edwin vio que uno de los portones se abrió. Dos tipos con terno y rostro enjuto, similares a los que lo recibieron en la entrada, hicieron ingresar a una breve fila de hombres y mujeres con rostros cansados. Cojeaban, llevaban muletas o estaban en silla de ruedas. Usaban prendas decentes, mejor que las que usaba el promedio de fieles congregados en el templo. Una música celestial sonó por el altoparlante, mientras el pastor bajaba del altar por unos peldaños estrechos, donde dos mujeres –Edwin reconoció a la tipa de lentes enormes y ojos diminutos- lo recibieron.

La fila de personas tullidas desfiló entre aplausos y aleluyas hasta el centro del templo, frente al altar, donde el pastor parecía meditar, lejos de todo, murmurando palabras incomprensibles. Edwin gritó un par de alabanzas más, pero sintió que la garganta iba a fallarle. Observó en las otras filas, logró ubicar a otro de los tres que estuvieron junto con él y Cucharita en la oficina. El tipo estaba de rodillas con los ojos cerrados, el rostro desencajado, sudoroso y las manos levantadas al cielo. Edwin no se sintió capaz de hacer algo así todavía. Quizá con más práctica, pensó. Quizá.

-No debéis temer, hermanos –dijo el pastor Gamaniel, con la voz sosegada, como el silencio antes de un terremoto-. El señor mostrará el camino.

Edwin volvió su atención al centro del templo, donde los tullidos, al pie del altar, movían sus cabezas de un lado a otro. Observó al pastor, acercándose a una mujer en muletas. Era una mestiza de cabello negro, caderas anchas, con un vestido amarillo, largo. Edwin no pudo ver su rostro, pero la mujer, en conjunto, le resultó familiar. El pastor le preguntó su nombre. “Ignacia, reverendo”, contestó la mujer. Edwin sintió un sobresalto.

-Tengo este problema en mi pierna, reverendo –continuó explicando la mujer, entre sollozos-, que no lo puede curar ningún doctor.

Ignacia señaló su pierna, aprisionada por una venda enorme, sucia, de manchas rojizas. Edwin volvió a extrañarse, a preguntarse en qué momento había sucedido eso, si en la mañana todo había estado bien. Ignacia era una buena persona. Siempre había estado pendiente de él, a pesar de los diez hijos que cuidaba sola, desde que su última pareja se marchó con una chiquilla que ni había terminado el colegio. A pesar de todas las angustias en el barrio, Ignacia siempre tenía para él un platito de sopa, algún caldito de mote, o un platito de menestra para recibirlo. Sólo el padre de dos de sus hijos le pasaba un dinerito, y eran esos niños los únicos a los que podía hacer estudiar. Los otros ocho andaban a merced del tiempo, de la bravura de las esquinas, recogiendo botellas o basura para venderle a los recicladores. Aún así, Ignacia era buena.

Edwin no pudo contenerse. Salió de su sitio con paso urgido, hasta el centro del altar. Mientras avanzaba, sintió que la mano de Cucharita intentaba detenerlo: “¿A dónde vas, huevas?”, le dijo, mientras trataba de asirlo, pero Edwin era más fuerte y logró zafarse. Llegó hasta Ignacia y la abrazó, mirándola con ojos penosos.

-¿Cuándo te ha pasado eso Ignacia, si ayercito nomas estabas caminando?

La voz de Edwin se coló por el micrófono, resonando levemente por el altoparlante. La gente seguía vitoreando, alabando, sacudiendo cabezas, manos, llorando de rodillas en el suelo. El pastor Gamaniel, aventó el micrófono lejos, en lugar de apagarlo. Se puso nervioso. Apenas atinó a mover sus ojitos de un lado a otro, con la boca abierta, mientras unas gotitas de sudor aún colgaban de su barbilla.

-¿Qué haces, Edwin? No seas cojudo –susurró Ignacia. Edwin puso cara de no comprender nada.

-Lo de tu pierna, Ignacia. Lo de tu pierna.

-No tengo nada, Edwin. Regresa a tu sitio.

-Pero esa venda…

Cucharita llegó a tiempo para sujetarlo, segundos antes que los tipos de terno negro intentaran derribarlo. La gente empezó a pasarse la voz, a salir de sus sitios y acercarse al medio del templo para contemplar la pelea.

-No seas huevas. No seas huevas. Vámonos.

Edwin intentó sacudirse, pero los tipos de negro lo tomaron por los brazos. Ignacia seguía apoyada en sus muletas, viendo como los tipos de terno negro intercambiaban algunos golpes con Cucharita, que intentaba proteger a Edwin, y Edwin intercambiaba golpes con todos, tratando de acercarse a Ignacia. El pastor Gamaniel empezó a mover la cabeza de un lado a otro, buscando el micrófono.

-Si ayer estabas bien, Ignacia. Si ayer estabas bien.

Unas señoras de pollera, con sombrero chato, se llevaron la mano a la boca. Unas muchachitas cargaron a sus hijos y dieron media vuelta en dirección a la salida. Los demás empezaron a echar hurras a favor de uno y otro grupo, a cantar los golpes, a carajear a los que dejaban pegarse. El pastor Gamaniel dio unos pasitos en sentido contrario a todo el tumulto, mientras la mujer de lentes enormes y ojos diminutos recogió el atril, la biblia, para luego escapar por una puerta de emergencia.

Cuatro tipos más, de terno negro, terminaron de contener la situación. Ignacia empezó a moverse, sin dejar de usar las muletas, abandonando el tumulto, en dirección a uno de los grandes portones. Cucharita, con el labio roto, se apartó. Buscó la marca de sangre en alguno de los puños de los tipos de terno negro, pero terminó encontrándola en el puño de Edwin, que todavía se agitaba y pataleaba, preguntando por Ignacia.

Los tipos de seguridad llevaron a Cucharita y a Edwin hasta la puerta de entrada, empujándolos con rabia. Uno de los tipos se atrevió a meterle un cabe a Edwin, quien rodó por las escaleras como un bulto, lastimándose la rodilla. “Vienen a joderla”, escuchó Edwin, antes que el dolor lo invadiera.

Intentó ponerse de pie, pero la rodilla lo estaba matando. La gente que pasaba por las calles lo ignoraba, como un espectro maloliente emergido de la cloaca. Edwin se palpó el rostro, sintió las hinchazones producidas por los golpes. Cuando al fin pudo incorporarse a medias, vio que Cucharita estaba sentado en los escalones.

-¿Por qué no me has ayudado? –le preguntó.

Cucharita se puso de pie, se acercó y le metió un puntapié en el estómago.

-Eso es por dejarme sin chamba, mierda.

Edwin cayó de rodillas nuevamente, mientras veía a Cucharita alejarse a paso lento, deteniéndose en un puestito de la esquina de Arenales para comprar un cigarrillo suelto. Lo vio echar el humo, mientras la inminencia de la noche obligaba a que los postes prendieran sus luces. El olor del monóxido de los autos lo relajó. Sintió el estómago revuelto por la patada recibida. Quiso vomitar.

Se puso de pie, pero le costó caminar. Antes de partir de su casa, le había prometido a su novia que este sería un gran día. Las recomendaciones de Ignacia casi siempre eran buenas, como la chamba que le consiguió en el banco. Se percató que no tenía dinero para regresar a casa. Pensó en tocar la puerta de la Iglesia Nazaret, pero su instinto de conservación le sugirió que era mejor esperar a que Ignacia saliera. ¿Saldría por esa puerta?

Se sentó en las gradas a esperar, mientras la noche se asentaba y la avenida arenales empezaba despejarse. Algunas caras desconfiadas lo miraban desde la acera de enfrente. Edwin frunció su ceño, para tratar de mostrarse como un tipo de pocas pulgas. Si lo asaltaban, pensó, no podría correr ni defenderse.

Luego de dos horas, mucho después que los fieles abandonaron el templo y las luces de la iglesia Nazaret se apagaron, Edwin continuó con la esperanza de que Ignacia apareciera. Estaba muy lejos del cerro donde su novia lo esperaba para irse a trabajar, donde su pequeño bebé se quedaría sin nadie que lo cuide. Edwin sorbió sus mocos, aguantó sus lágrimas. Por primera vez se sintió digno, a pesar de toda su tragedia. Intuyó que de nada iba a servir pedirle una ayudadita a Dios.



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Literatura

Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa cumple 88 años

Amado por muchos y odiado por algunos, el premio Nobel de Literatura disfruta su cumpleaños con su familia en plena semana santa.

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Jorge Mario Pedro Vargas Llosa (Arequipa, 28 de marzo de 1936), conocido como Mario Vargas Llosa, sin duda es uno de los personajes más connotados en la historia peruana, por su calidad literaria y por haber alcanzado la cumbre en las letras, al cosechar a lo largo de su carrera diversos premios y en especial por ser designado como Premio Nobel de Literatura 2010.

Por ello, es considerado como uno de los novelistas contemporáneos más importantes y es uno de los autores supervivientes del boom latinoamericano.

Tapa de la novela La ciudad y los perros, publicada en 1963 por Seix Barral.

Varguitas como le llamó su tía y ex mujer Julia Urquidi, también se dedicó al periodismo y tuvo un programa televisivo ‘La Torre de Babel’ con interesantes entrevistas a personajes destacados, como Jorge Luis Borges y Corín Tellado; pero antes ya había incursionado en la prensa peruana, escribiendo para los diarios La Crónica y La Industria, hasta encallar en la legendaria columna propia, surgida en 1977 y llamada ‘Piedra de Toque’.

El Nobel peruano, soñó con ser presidente del Perú y estuvo a punto de lograrlo con el Fredemo, porque contaba con todo. El financiamiento millonario para su campaña, los mejores técnicos para aplicar las mejores políticas públicas y todo un equipo multidisciplinario de comunicación que lo colocaron como el candidato favorito; sin embargo, por decir la verdad en plena campaña electoral, al afirmar que su eventual gobierno tendría que aplicar la medida del schock económico para lograr estabilizar la economía peruana que García Pérez destrozó, perdió las elecciones en 1990, gracias a la campaña devastadora que le interpusieron los apristas para “allanarle” el camino a un profesor universitario de origen nipón, que luego de tomar el poder presidencial terminó siendo un dictador.

Tapa de la edición número 17 de la revista impresa Lima Gris publicada en 2019.

Entre tanto, Vargas Llosa se exilió en Europa y no quiso saber nada del Perú. Se sintió decepcionado y su derrota política quizá haya significado una de las más grandes frustraciones en su vida, aunque él lo haya negado en reiteradas ocasiones.

Sin embargo, el autor de Los Cachorros supo reponerse y reconciliarse con la tierra que lo vio nacer y tras vivir en Europa, siempre se afinca en Arequipa y en Lima, donde goza del cariño de los amigos, e incluso de los que no lo son, porque finalmente, siempre tendrán algo qué decir de él.

¡Feliz cumpleaños Mario y que sean muchos más!

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Literatura

Hijos del premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez lanzan al mercado la novela póstuma ‘En agosto nos vemos’

Tras diez años de la partida del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, el 6 de marzo se realizará el lanzamiento de su novela inédita ‘En agosto nos vemos’.

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Finalmente se cumplirá lo que Gabo García Márquez les prometió a sus hijos, Gonzalo y Rodrigo; que, después de su muerte, ellos podían disponer de su obra como quisieran. Por ello, este miércoles 6 de marzo de 2024, llegará a las librerías de todo el mundo “En agosto nos vemos”, la novela póstuma del premio Nobel de literatura, justamente el mismo día que habría cumplido 97 años.

Precisamente, a mediados de 2023, Rodrigo García Barcha adelantó:

“Pensamos que el libro tenía muchos méritos y yo creo que de verdad los lectores van a apreciar el libro, porque es muy de Gabo, y eso se extraña. Él siempre nos dijo a Gonzalo y a mí que cuando ya no estuviera más, nosotros podíamos disponer de su obra como quisiéramos. De manera que, le tomamos la palabra”.

“Nuestra impresión, de mi hermano y yo, es que la falta de facultades que le impidió a Gabo acabar el libro, su pérdida de memoria, su pérdida de la concentración, también le impidió darse cuenta de que el libro estaba mejor de lo que él pensaba. Yo creo que cuando él decía que no funcionaba, era también porque estaba luchando por entender el libro, pero su estado se lo impedía. Volvimos a leer el libro y nos dimos cuenta de que estaba en mejor estado del que recordábamos. Entonces, decidimos que valía la pena rescatarlo y lo que se hizo fue una edición óptima de todas las varias versiones que él tenía. En ningún momento se alteró el texto, no hay nada allí que él no haya escrito. El libro es la mejor versión de lo que él escribió”, reveló a Infobae Rodrigo García Barcha.

Con esa respuesta, sus hijos, años después de revisar el manuscrito que escribió íntegramente su padre, y con las correcciones pertinentes, tras compararlo con las distintas versiones que alcanzó a escribir Gabo, decidieron rescatarlo.

Portada de la nueva y póstuma novela de Gabriel García Márquez.

La publicación saldrá a la luz, justo antes del décimo aniversario del fallecimiento de Gabo, el 17 de abril de 2014 y la revista “Lengua” de Penguin Random House dio un adelanto de “En agosto nos vemos”

Aquí las primeras líneas de la nueva novela inédita de Gabo:

“Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde. Llevaba pantalones vaqueros, camisa de cuadros escoceses, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso, su bolso de mano y cómo único equipaje un maletín de playa”.

Penguin España anunció el lanzamiento de la nueva novela “En agosto nos vemos”.

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Literatura

NUEVA EDITORIAL DE ARTURO DELGADO GALIMBERTI

Lee la columna de Rodolfo Ybarra.

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El reconocido escritor y periodista Arturo Delgado Galimberti (La Ruptura, Los Espejos del Infierno, Karma Instantáneo para John Lennon, etc.) ha decidido inaugurar una novísima línea editorial: Nuevos Artesanos Editores. Al respecto, aprovechamos para conversar con el autor de este y otros temas trascendentes en la industria editorial.

1.-¿Cómo así y bajo qué parámetros, un escritor decide fundar una editorial?

La idea de fundar una editorial siempre ha sido algo latente. Incluso en los años noventa creé una de similar nombre para publicar mi primera novela, La Ruptura, y a un par de poetas. De algún modo estoy retomando ese antiguo proyecto con Nuevos Artesanos Editores, pero con las exigencias de esta época marcada por las nuevas plataformas digitales. Por otro lado, no es para nada insólito que un escritor sea al mismo tiempo editor, como sabes acá en el Perú están los casos de Scorza y Congrains, para no remontarnos a uno de los mayores pensadores que tuvimos, José Carlos Mariátegui. Y hay muchos ejemplos más.

2.-¿No crees que el mercado editorial está copado de alguna manera, hay una atomización de editoriales pequeñas y medianas que no logran hacer el balance con las editoriales mainstream?

Creo que, para decirlo deportivamente, pertenecen a ligas diferentes. No es posible competir con las transnacionales en ningún rubro, no solo editorial. Sin embargo, a pesar de la atomización de las pequeñas y medianas editoriales, la demanda a esa escala aún no ha sido cubierta del todo, sobre todo si se tiene en cuenta que muchos autores optan por editoriales con cierta presencia mediática, pero que no satisfacen los mínimos criterios de calidad y credibilidad.

3.-¿Qué es lo nuevo o lo novedoso que estaría ofreciendo tu editorial?

En principio, algo que parece elemental, pero de las que muchas carecen, un verdadero sentido editorial. No es una editorial para todo el mundo, sino para cierto tipo de autores. Y una clave la da el nombre del sello: Nuevos Artesanos. Toma la idea de las vanguardias, que irrumpían contra el concepto de Arte como institución y que reivindicaban el rol de artesano del verdadero creador. A partir de allí, mi intención es que la labor de editor y el compromiso con el autor sea permanente, y eso incluye la preocupación por la difusión de su obra en todos los medios y canales posibles. Por esa razón, un objetivo de esta primera etapa es tener un catálogo de obras que pueda cimentar el prestigio y la identidad del sello. Eso presupone, por supuesto, un filtro en relación con las propuestas estéticas que me parecen pertinentes y se condicen con el enfoque de la editorial. Si bien no se puede renunciar a la posibilidad de hacer un servicio por el servicio mismo, desde ya sólo me interesa incluir dentro del catálogo y las colecciones del sello a los autores y obras que se desmarcan de quienes tienen un prurito comercial y nulo pensamiento crítico.

4.-¿Estaríamos hablando de una editorial de culto (que no es lo mismo que una editorial de élite)?

Bueno, la identidad de la editorial se irá perfilando en su catálogo, pero repito, sí hay una intención de ser una vitrina de escritores en la medida de lo posible con una postura crítica ante la realidad y un trabajo ficcional sobresaliente.

5.-¿Estarías dispuesto a hacer alguna alianza con otras editoriales o trabajar en plataformas anchas, red editoras, etc.?

Por supuesto, eso ya ha sido conversado por el equipo que me acompaña en este proyecto, pero considero que ese tipo de alianzas pueden darse a mediano plazo. A corto plazo, creo que la tarea que queda por desarrollar es constituir un catálogo mínimo que deje en claro para los lectores y los autores la identidad y singularidad de la editorial.

6.-El trabajo de un editor es más amplio que el de un impresor, esto parece que se confunde cuando el escritor busca precios bajos y se encuentra con los “manchapapeles”. Y al parecer, es difícil para un neófito ver las diferencias. ¿Podrías explicarnos este punto?

Sí, es muy común que muchos autores, por ahorrar costos, prefieran prescindir de editores y recurrir directamente a una imprenta. Es cierto también que a veces es difícil distinguir entre algunos “editores” y un simple impresor (lo digo negativamente). Y como escritor, editor, corrector y ante todo lector, formado en Literatura en la universidad de San Marcos, ese lastre lo he notado incluso entre editores muy solicitados. Y me refiero a la falta de pulcritud de los textos publicados, que usualmente están llenos de erratas, algunas bochornosas. Además, un buen editor garantiza que el libro impreso no se deshoje a la segunda leída y que el diseño de portada y diagramación no sea realizado de manera chapucera. Y finalmente interviene en todo el proceso de edición del texto, que no solo ve la corrección gramatical y ortográfica, sino por ejemplo la pertinencia del título con relación a la obra, observaciones sobre el contenido, y los llamados paratextos. Obviamente para esa tarea, un prerrequisito es leer con ojo crítico cada obra presentada, lo cual en nuestro medio no es lo común entre los editores, que apenas leen los libros que publican, aunque sí facturan. Y entre los que sí leen, la mayoría quizá son buenos escritores o poetas, pero no son gramáticos, y por tanto, suelen cometer pifias tras pifias.

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Cultura

Mi epitafio lleva tus versos

Lee la columna de Joe Guzmán

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A fines del año pasado, Nectandra Ediciones publicó el poemario “Dedicatorias” de Carlos Tataje, gran referente de la poesía liberteña y recientemente fallecido. Carlos Santa María, director de la editorial, tuvo la gentileza de pedirme un texto que sirviera como prólogo para dicha edición. He aquí el texto:

Conservo su imagen como la descubrí aquella noche del 2010, mientras recitaba a Martín Adán en un bar del centro de Trujillo. Conservo su imagen severa, presuntuosa, insobornable y arrogante como la de alguien que sabe que no es profeta en su propia tierra. En ese entonces, yo tenía diecinueve años y él cincuenta y uno; yo acababa de ingresar a la universidad y él de ganar el Copé de Plata en Poesía. Él se hallaba en camino de ser un autor consagrado; yo, de intentar alcanzar una vocación que hasta el día de hoy me es un poco esquiva. Ahora, recordando todo esto, comprendo que el tiempo no es más que una metáfora inefable, extraña e intraducible.

Él podía ser todas las épocas, los lugares y los escritores que amó hasta el fin de su vida (Homero, Borges, Cervantes, Vallejo, Wilde, etc.); pero a veces simplemente solía ser Carlos Tataje: pintor, declamador, poeta, narrador y estudioso de las civilizaciones primitivas y de la filosofía inca.

Su postura artística me hace recordar a los escritores poco reconocidos que formaron parte de las insurgencias provincianas (el grupo “Norte” en Trujillo, “Aquelarre” en Arequipa, “Orkopata” en Puno) y que cuestionaron un modernismo desgastado en las primeras décadas del siglo XX, para luego explorar e iniciar los nuevos caminos de la vanguardia peruana y reivindicar el mundo andino. Esto último conllevó a que, en el 2018, saque a la luz, fruto de una investigación de más de treinta años, unos pocos ejemplares de “Fundamentos y pensamiento mágico”, la primera parte de su monumental obra llamada “Mundo Inca”. En ella nos mostró distintos elementos que sirven como herramientas para una mejor interpretación de la cosmovisión prehispánica. Cabe decir que tampoco está exento de polémicas y discusiones.

Pero el objetivo de este texto es comentar su obra poética, aunque esta también tenga como punto de referencia lo histórico.  Son tres los poemarios que se conocen de él: “Dedicatorias”, “Epitafios” y “Kay Pacha”. Los dos primeros formaban uno solo, pero los tuvo que dividir para poder participar en distintos concursos. Así que uno lo envió a Madrid y el otro a Lima. Los dos salieron ganadores. Con “Dedicatorias” recibió en el año 2002 el Premio Gastón Baquero, convocado en Madrid por la editorial Verbum. Con “Epitafios”, siete años después, ganó el Premio Copé de Plata. Asimismo, Kay Pacha” quedó finalista en el Premio Copé del 2015.

En “Dedicatorias” y “Epitafios” se poetiza la vida y obra de personajes que pertenecen a distintos ámbitos: filósofos, matemáticos narradores, conquistadores, políticos, poetas, religiosos, pintores, cantantes, emperadores, reyes, científicos, etc. En cada discurso poético, Tataje demuestra el amplio conocimiento que posee, además de su gran habilidad para construir imágenes simples y herméticas. La escritura, entonces, consolida un gran diálogo histórico, a través de una apropiación estilística, rítmica, musical y, en algunos sentidos, psicológica.

En “a Isidore Ducase, Conde de Lautreamont”, por ejemplo, refleja la energía de la agresión (la violencia es un pretexto en el proceso de aprendizaje) y la exaltación de una vida no convencional y enjuiciadora que caracterizaba la poética del escritor uruguayo:

Ya tengo las armas, Isidore:

he pulido el brillo de las navajas de dientes de escualo,

arden las hogueras de ginebra y el aroma

               ya embriaga a los querubines más apetitosos.

Adelante, falso Conde Maldoror, ¡adelante! …

¡Eah!, atrás Escrúpulos,

aliaos con la aristocracia para terminar con ella

En “a Zhuang Zé”, construye un juego verbal a partir del texto “Sueño de mariposa”, siguiendo la premisa junguiana de que las creaciones literarias pertenecen al mundo onírico y que un autor no es inventor, sino un explorador que se sumerge en su propio inconsciente y en su propia tradición literaria.

Soñé que soñaba contigo

un sueño que no tuviera testigos.

Sueño de vigilia y de absoluto

silbos y luciérnagas, todo junto.

La luna sosiega los campos,

Y el mundo duerme tan cansado.

Mención aparte merecerían “a César Vallejo” y “a Arthur Rimbaud”, dos de los poemas más logrados de “Dedicatorias”. Los títulos indican un destinatario en específico, generando una atmósfera más íntima y personal entre el sujeto empírico, el locutor y los enunciadores.

El texto que sirve como el núcleo de su poética es la dedicada a Edgar Lee Masters (se encuentra en “Epitafios”), autor de Spoon River, gran obra polifónica que reúne a más de doscientos poemas en forma de epitafios.

Son tres las influencias que puedo percibir en Tataje:

  • El recurso de la simultaneidad de voces que forman parte de su corpus poético, descubriendo el carácter polifacético de la vida y la complejidad de las vivencias humanas.
  • La Antología Palatina, colección de poemas, en su mayoría epigramas, escritos durante el periodo clásico de la literatura griega. Resaltan por su brevedad, de dos a ocho versos, aunque hay unos pocos que son extensos. Fueron escritos para ser grabados en inscripciones de tipo sepulcral. Esta obra sirvió como influencia para otros poetas como Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Fray Luis de León, entre otros.
  • Los poetas satíricos romanos que en el pasado enjuiciaron a sus contemporáneos. En algunos poemas, Tataje recurre a la ironía y al sarcasmo para generar una crítica severa hacia algunos personajes.

Los hablantes líricos se adecuan al tono y contexto del poema, la gran mayoría de ellos están en segunda persona, generando un desdoblamiento de la personalidad en el campo de la ficción. Además, encontramos una variedad de propósitos (homenajes, admiración, crítica, acusación, etc.) hacia cada uno de los destinatarios. Lo curioso es que el único que aparece en ambos poemarios es Borges. Quizás por compartir la fascinación hacia el intelecto y encontrar la verdad en lo estilístico.

“Epitafios” y “Dedicatorias” se ven enriquecidos por la confrontación entre discursos ilustrados y populares, demarcando una gran heterogeneidad poética y enalteciendo la labor de un poeta auténtico, ambicioso y crítico que exige conocimientos a sus lectores. Para Tataje es un acierto no elegirse uno mismo como materia de su obra. La despersonalización requiere de una gran destreza, y en ella demuestra su talento y singularidad en la tradición de la poesía peruana. 

Su postura estética evita la protesta personal, la catarsis y la retórica, iniciando una gran búsqueda hacia la poesía crítica y clásica, en su forma erudita, minimalista, atemporal, extravagante, vitalizadora, trágica, irónica y acusadora.

Sinceramente a mí me creen escritor, pero yo solo soy un poeta, que es una extraña especie de la que no encuentro muchos ejemplares, me comentó alguna vez.

Gaston Bachelard menciona que el ser humano debe sufrir una metamorfosis con la verdadera poesía y que esta tiene una tendencia, casi invencible, de regresar a la vida.

En este libro, Tataje nos demuestra que el fenómeno poético pertenece al espacio de la antropofagia y de la ritualización, ya que, en cada texto, el sujeto lírico manifiesta una invocación sagrada para reconstruir el mundo y reconstruirse a sí mismo, a consta de los demás. 

Tu poesía, querido Carlos, es una pakarina andina que siempre arrojará cenizas, verbos y huesos al viento y hacia nosotros, tus lectores.

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Literatura

Mario Vargas Llosa anuncia su retiro de la literatura

‘Le dedico mi silencio’ será su última obra del Nobel de Literatura del año 2010.

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Considerado el mejor escritor peruano de todos los tiempos, merecedor de un Nobel de Literatura en el año 2010, virtuoso con su pluma para crear historias notables sobre un hombre corriente o de un dictador extranjero. El escritor arequipeño Mario Vargas Llosa ha decidido poner el punto final a su extensa carrera literaria con una última obra próxima a publicarse.

El escribidor. Nobel peruano cierra una magnifica producción literaria. Foto: redes sociales.

El autor de ‘Conversación en la Catedral’ aseguró que el ensayo ‘Le dedico mi silencio’ dirigido al filósofo Jean Paul Sartre será su carta de retiro para la literatura de ficción. Dicho ensayo se encuentra anunciado que llegará a las librerías el próximo 26 de octubre.

Cabe mencionar que la última obra de ficción del octogenario escritor será publicada por la editorial Alfaguara simultáneamente en todos los territorios de habla hispana. El libro cuenta la historia ambientada en el Perú sobre un hombre que soñó un país unido por la música y que enloqueció queriendo escribir un libro perfecto que lo contara.

El escritor contó que terminó de escribir el borrador de su novela en Madrid, en abril de 2022, comenzó a corregirla en mayo y que, desde entonces hasta final de ese año, estuvo haciendo pequeños cambios.

Hace unos meses, tras estar por unos días en el Perú, Vargas Llosa manifestó que pudo dar por concluida su novela. “Ahora, me gustaría escribir un ensayo sobre Sartre, que fue mi maestro de joven. Será lo último que escribiré”, resaltó Mario Vargas Llosa al término de la nota final de su libro.

Última obra de Vargas Llosa dejará un largo ‘silencio’ en el ambiente literario. Foto: Alfaguara.

‘Le dedico mi silencio’ es una obra que mezcla ficción y ensayo, para hablar de un tema que obsesiona al autor desde hace años: la utopía, aunque, en este caso, aborda una utopía cultural con la música peruana como núcleo y pretexto.

La novela, que dedica a su exesposa, prima y madre de sus tres hijos, Patricia, transcurre a principios de la década de los noventa, en plena ofensiva terrorista de Sendero Luminoso, en un país fracturado y asolado por la violencia.

‘Le dedico mi silencio’ es la vigésima novela del laureado escritor de raíces arequipeñas, que publicó la primera de ellas, La ciudad y los perros, hace 60 años, en 1963.  Entre las obras más icónicas del académico peruano figuran: Conversación en la catedralLa casa verdeEl pez en el aguaLa fiesta del chivoLa guerra del fin del mundo, entre otras.

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Literatura

Jon Fosse es galardonado con el premio Nobel de Literatura 2023

Dramaturgo noruego fue reconocido por la Real Academia Sueca “por sus innovadoras obras de teatro y prosa”.

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El maestro de los silencios. El dramaturgo noruego Jon Fosse obtuvo este jueves el premio Nobel de Literatura 2023 concedido por la Academia Sueca, que destacó sus obras “innovadoras” que se han representado en escenarios de todo el mundo.

Fosse, de 64 años, fue galardonado “por sus innovadoras obras de teatro y prosa, que dan voz a lo indecible”, declaró la Academia con sede en Estocolmo. “Estoy abrumado y agradecido. Lo veo como un premio a la literatura que ante todo pretende ser literatura, sin otras consideraciones”, declaró Fosse en un comunicado. “Me sorprendí cuando me llamaron, pero tampoco tanto”, agregó al canal público noruego NRK.

Nacido el 29 de septiembre de 1959 en la ciudad de Haugesund (sudoeste), Fosse es un escritor polifacético y poco accesible para el gran público.

Sin embargo, es uno de los autores vivos cuyas obras de teatro más se representan en Europa.

Comparada a menudo con Samuel Beckett, la obra de Fosse es minimalista, basada en un lenguaje sencillo que transmite su mensaje a través del ritmo, la melodía y el silencio.

Fosse emergió como dramaturgo en la escena europea con su obra “Alguien va a venir”.

Se dio a conocer también por “Naustet” (1989, no traducido al español), que le valió aplausos de la crítica, y “Melancolía” I y II (1995-96), otro de sus grandes trabajos.

Su nombre circulaba desde hacía años entre los favoritos para alzarse con el premio.

Cuando se enteró de la noticia, “iba conduciendo por el campo, hacia el fiordo al norte de Bergen, en Noruega”, dijo Mats Malm, Secretario Permanente de la Academia Sueca, tras el anuncio.

“Tuvimos la oportunidad de empezar a hablar de cuestiones prácticas y de la semana del Nobel en diciembre”, añadió.

Entre sus obras más importantes figuran “Boathouse” (1989), bien recibida por la crítica, y “Melancolía” I y II (1995-1996).

Su último libro, “Septología”, una obra magna semiautobiográfica -siete partes repartidas en tres volúmenes sobre un hombre que conoce otra versión de sí mismo-, tiene 1.250 páginas sin un solo punto y aparte. El tercer volumen fue finalista del Premio Booker Internacional en 2022.

Septología, de Fosse, está compuesta por tres volúmenes.

Aunque sus obras son notoriamente difíciles de representar, Fosse ocupó el puesto 83 entre los 100 genios vivos más importantes en una lista elaborada por el Daily Telegraph en 2007.

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Cultura

Un bolero chileno: reflexiones sobre Bolero de Patricio Contreras

Lee la columna de Julio Barco

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Mi viaje a Chile duró más de un día, cruzando el largo desierto en bus. Era el 2018 y yo acaba de publicar Respirar. No tenía para el almuerzo y tuve que resignarme al plástico y cruel almuerzo de bus. El paisaje parecía un vasto cementerio de cuerpos prehistóricos. No importaba, iba a llegar a la capital. Di una lectura en la Fundación Pablo Neruda, con poetas como Rosabetty Muñóz en una de las mesas de lectura, bajo la dirección de Ernesto González Barnert. Y vagué por el centro y disfruté de un para luego visitar Valparaíso. Los recitales y talleres fueron hermosos e inolvidables. Junto a Gonzalo Geraldo, llegamos a Valparaíso y recorrimos las calles en una larga caminata. Yo diría que Valparaíso tiene algo de Barranco, el balneario cultural de nuestra capital, solo que con un aire más vetusto. Creo que llovió. Sí, llovía una salvaje lluvia del sur. Para resguardarnos, nos paramos bajo el toldo de una tienda, al pie del teleférico.

     Al rato, pudimos llegar al departamento donde vivía el poeta Patricio Contreras. El día era húmedo y claro. Diáfano. Con la generosidad de viejos amigos, nos invitó un café y charlamos de poesía en su sala. La vista, en la ventanita del baño, era hermosa: podíamos ver todo el balneario y el mar plomizo y brillante en el horizonte. Contreras no solo escribía poemas y daba talleres, sino que vendía libros, encima de una manta de tela roja, en los parques de Valpo.

     Son estas calles las que recuerdo cuando leo el bello poemario Bolero, cuyo tema es justamente las calles de su ciudad, los amores, la intensidad que nace de la palabra y el fuego de la poesía. No me sorprende encontrar dos epígrafes de autores que aprecio al pie de este trabajo -Valera y Caicedo- sino que confirma mi propia reflexión sobre la idea de este libro: el bolero, que es música intensa de nuestro sentimentalismo latinoamericano, expresa la intensidad, el fuego verbal, la música del lenguaje. Estos poemas me saben a la calle empinada donde se encontraba la mítica librería Concreto Azul, donde dicté un taller de poesía peruana. 

     Cuando pienso en poesía, necesariamente imagino intensidades; o, en todo caso, las siento: la voz de Vallejo y de Neruda tienen una intensidad particular; la de Nicanor Parra o de Eguren, otra. Cada una, claro, es un color marcado, una máscara del ser. Una música. (1) En Bolero de Contreras esta intensidad es urbana, callejera, beoda y transgresora. Hay un ánimo de mirar los vacíos de la sociedad de capitalismo radical, donde toda relación entre los cuerpos no deja de ser un movimiento bursátil. Así, en ese movimiento de vivir y poetizar, de observarse poetizando en la vereda, en el asfalto, en las madrugadas pegadas a las mesas de los bares, de los vasos de vino, en las noches gélidas y de garúa, Contreras afirma que:

 de cada palabra

aprendida por vivida en los costados

de la ciudad o de la página donde

crece esta flor sanguínea y la canción

de los cuerpos contra el pavimento

(poema Periférica)

     Así, Bolero es un canto de la vida del poeta urbano en la sociedad contemporánea. Del poeta que sabe que vivir es la teórica perfecta para esbozar los nuevos lenguajes; porque estos nacen tanto de lo leído como gozado, de lo sentido como bailo en ese bolero eterno de la sangre que mana de nuestros vecindarios.  es que, aquí, en estas zonas del mundo, donde la desigualdad y violencia triunfan, también se mantiene el incendio de los sentimientos. Pese a su longevidad, cada nueva generación encuentra un nuevo espejo en el bolero; se siente afín a ese encanto, a ese modo de tocar el corazón y de sumergirnos en el romanticismo. Así, el bolero se mantiene como clásico. Amar es necesario frente al infierno. Amar es el poema. Amar es la poesía misma. Amar y escribir es cerrar un círculo sagrado. Contreras dice:

Pero no importa / tú no te preocupes

yo te escribo un beso en tus manos amables

nunca seré ese traidor que le roba a los vecinos

sólo te quiero dedicar a contratiempo

una vieja canción de los noventa

(poema Mamá)

     Termino de escribir esta reflexión sobre Bolero escuchando Sabor a mí en versión de piano de Alexis Gonzáles, y pienso en lo que afirma, a modo de epílogo Codarlupo: la relación literaria entre el Perú y Chile se ha ido incrementado.  No lo dudo. Y así será. Y me atrevería a pensar que en la literatura podemos encontrar no solo los hilos que unen a Chile y a Perú, sino a estos dos países y a todos los países del mundo. La literatura rompe fronteras, mostrando la similitud entre los sentimientos humanos. La poesía, el relato del corazón del hombre, nos ayuda a observar las semejantes -como diferencias- humanas, a través de la lupa de la mente del que versa. Quizás una de las mejores formas de generar empatía entre todos los países sea conocer su cultura, dar una lectura a la poesía de cada localidad, para así comprender más sobre los deseos y las subjetividades.   

(1) Esto se discute porque algunos creen que la poesía no es música. Otros afirman que sí. Lo cierto es que originalmente la poesía surgió de la lira, que era una forma de hacer música. Y si mantuvo la métrica por siglos fue para darle un compás y ayudar en la memorización de los poemas. Pero, a estas alturas de la vanguardia y posvanguardia, podemos afirmar que la poesía tiene un ámbito de búsqueda donde se muestra como una secuencia del estado mental, más que sonoro. Sin embargo, yo creo que ese estado mental poético es necesariamente sonoro. Esto nos debe llevar a discutir que entendemos por armonía. 

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Literatura

Milan Kundera acaba de partir a los 94 años de edad

Escrito checo, autor de la magnífica obra “La insoportable levedad del ser”, falleció en Francia tras una penosa enfermedad.

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La insoportable pérdida de una mente ilustrada. El escritor checo Milan Kundera falleció este miércoles en Francia a los 94 años de edad, informó la emisora pública Radio Praga.

El prosista, dramaturgo y poeta, que desde los años 1980 escribía en idioma francés, alcanzó fama mundial en la segunda mitad del siglo XX con obras como “La insoportable levedad del ser”, “La broma” y “El festín de la insignificancia”.

El escritor, nacido el 1 de abril de 1929 en Brno, al sureste de la República Checa, vivía exiliado en Francia con su esposa Vera desde mediados de los años 1970.

En 1979, el entonces régimen comunista le retiró la nacionalidad checoslovaca aunque dos años más tarde el entonces presidente galo, François Mitterrand, le concedió la nacionalidad francesa.

El primer éxito de Kundera fue “El libro del amor ridículo” en 1969.

El punto cumbre lo alcanzó en 1984 cuando salió “La insoportable levedad del ser”, considerada su obra maestra y que llegó al cine. El libro narra la fragilidad del destino de una persona, resaltando cómo la vida de un solo individuo carece de importancia dentro del concepto del eterno retorno de Friedrich Nietzsche. Su profundidad filosófica realmente conmueve.

Siguieron los premios, también las obras. El de Jerusalén en el 85, por destacarse en la lucha por la libertad dentro de la sociedad actual, y el Premio Nacional Checo de Literatura, por nombrar dos más. Su última obra es “La fiesta de la insignificancia”, publicada en 2014. Como suelen ser sus textos, mezcla ensayo, introspección y teología dentro del género clásico de la novela.

Los papiros, la crítica y sobre todo el gran público lo han puesto en lo más alto de las letras contemporáneas.

Kundera aceptó en 2019 de nuevo un pasaporte checo y las autoridades checas le pidieron perdón por el trato que recibió de la dictadura comunista.

Desde los años 1980 recibió numerosos premios, desde el Médicis, por la mejor novela extranjera publicada en Francia, el Commonwealth de EE.UU., el Europa o el Jerusalén, además, su nombre ha sonado en varias ocasiones para el Nobel.

Tras la transición democrática checoslovaca, Kundera publicó en 1993 en su país natal “La inmortalidad”, lo que supuso un reencuentro literario amistoso con su nación, pero algo efímero.

Su pasado checo lo ha perseguido con alguna polémica, como si fuera el personaje de alguna de sus propias novelas.

En 2008 el Instituto checo para el Estudio de los Regímenes Totalitarios lo acusó de delatar en 1950 a un espía que acabó durante 14 años en prisión.

El escritor rompió entonces su silencio -con un comunicado- para calificar las acusaciones de “puras mentiras”.

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