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CUENTO: EL JUEGO DE LAS BUENAS INTENCIONES

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El tren salió con quince minutos de retraso. Los pasajeros aún se estaban instalando en sus respectivos compartimentos cuando apareció el revisor para hacer las comprobaciones pertinentes. Los hermanos Núñez se situaron uno frente al otro, junto a la ventana, posición de privilegio si no tenías en cuenta el aire caliente o frío que procedía de la rejilla. Curtidos en estos trayectos nocturnos, llevaban abundante acopio de líquidos para evitar llegar a casa con la garganta seca y la lengua estropajosa.

Una vez cada tres meses hacían aquel viaje infernal, más de seis horas sentados en unos asientos completamente rígidos, con las piernas encogidas e intentando evitar que la gorda del medio les aplastara durante el sueño o morir asfixiados por la costumbre de algunos de quitarse los zapatos para ponerse cómodos. Ese olor áspero y agrio les adormecía las fosas nasales y casi era preferible que fueran compartimentos para fumadores y un amable acompañante fumara a intervalos de diez minutos, dando unas cumplidas chupadas a sus cigarrillos negros malolientes. Aunque eso obligara a ventilar de vez en cuando para evitar que los demás se ahogaran.

 

Los pasajeros que serían sus compañeros de fatigas aquella noche eran peculiares. El primero en entrar fue un hombre de unos cincuenta años, estatura media, cuerpo indefinido y cabeza sobresaliente, tras él una mujer que rondaría los 70, formato tanque, con el pelo muy corto y pegajoso, los ojos muy abiertos y una sonrisa generosa. Cinco minutos después apareció una mujer algo más joven que la anterior, ojos opacos y gesto serio, que seguía de cerca de un tipo de pueblo de piernas interminables y chapas marcadas. Las últimas en llegar fueron una chica ausente que se deshacía en gestos amables hacia la mujer que la acompañaba, una anciana estirada y reseca, con ojos de hiena, que observaba a la chica con desprecio.

 

Pablo, el más arrogante de los hermanos, se concentraba en su lectura sin prestarles atención. Odiaba viajar en segunda. Él prefería el coche-cama, aunque su padre era muy claro respecto a esos lujos: Hay que aprender a mezclarse con la plebe. Él podía entender esa idea, pero pasarse casi siete horas impregnado de olores desagradables como el que rezumaban las viejas o los tipos de campo era superior a sus fuerzas. Para su fino olfato aquellos aromas eran una agresión, le producían nauseas. Estudiaba medicina y no tenía intención de tratar con la gente vulgar, no soportaba sus estupideces, sus miedos, sus frustraciones. Él iba a ser cirujano, le parecía la opción más adecuada dadas sus habilidades. Sólo le quedaban un par de años de viajes frustrantes, después BMV y a mantener a la chusma a distancia.

 

Irene no aprende. Cualquiera le dice que parece una zorra con esos vaqueros ajustados. Luego se quejará de que el depravado que tengo al lado babee mientras la mira o de que el otro, el joven, le haga semejante radiografía. Tanta pierna le va a dar problemas. Menos mal que esta vez no hay soldados. Qué viaje me dieron en septiembre. Y esa manía de confraternizar con cualquiera. Dos palabras y se aburre con facilidad. Luego le toca aguantarles.

 

Irene era curiosa por naturaleza y saludó a todos conforme iban entrando. Se ofreció a ayudar a la señora que viajaba sola  a colocar su equipaje en la parte superior. Ella era muy alta y ágil y con un par de movimientos consiguió incrustar aquella bolsa negra y beligerante entre su maleta, la mochila cuadrada de tamaño mediano de la chica y la maleta roja de su acompañante. Por la forma en que la señora le dio las gracias descubrió que era extranjera y no tenía paciencia para hacerse entender. Escudriñó al resto de los pasajeros una vez más y no encontró nada de su interés. Esta vez si iba a dormir. Su hermano se pasaba leyendo la mitad del tiempo y la otra roncando. Tan guapo, tan inteligente y tan arisco. Ella no leía por principios, siempre encontraba cosas más fascinantes que hacer. Su cita en la manicura era el martes a primera hora, habían traído a una chica nueva, china para más señas, que preparaba unas uñas de porcelana muy elegantes y recordaba haber visto un vestido perfecto para nochevieja en el Vogue. Menos mal que en navidades no paraba en casa. Así se ahorraba el discurso de la responsabilidad.

 

La chica del fondo es un desastre. No podía vestirse peor y ese pelo liso tapándole media cara hace que tenga pinta de chucho. No me extraña que ni la miren. Estos babosos solo me miran a mí. Ya me están cansando. Sacaré alguna de las revistas que tengo en el bolso, si hago como que leo el tipejo ese raro no intentará hablar conmigo. Dios si hasta sonríe. Como esta señora siga expandiéndose no voy a poder respirar.

 

II

A Carlota le tocó en suerte lidiar con las piernas del tipo de pueblo y tardó unos minutos en encontrar la postura adecuada. Era incapaz de mirarle de frente. Esos ojos oscuros y redondos, con el blanco reluciente, le daban pavor. La gente la asustaba. Había estado demasiado tiempo encerrada en aquella casa con la única compañía de su tía, Doña Carmen como le hacía llamarla -con demencia senil la pobre-, y del chico del piso de arriba, Francisco. A él le conoció una noche, le vio asomado a la ventana de su cuarto y estuvo observándole unos minutos hasta que él se dio cuenta y sonrió. A la mañana siguiente decidió mandarle la primera carta, se acercó sigilosa hasta la puerta, anotó el piso y esa misma tarde escribió unas líneas en un trozo de papel, las metió en un sobre y lo echó al correo. Fue una sorpresa que le contestara y desde entonces siguieron escribiéndose. Tenía  a alguien con quien hablar. Las cartas eran lentas pero le gustaba recibirlas.

Todos los días las buscaba en el buzón y esperaba a llegar a casa para abrirlas, sola en su cuarto. A él le contaba como su tía se había olvidado completamente de ella, como la confundía con la hija de una vecina o con la chica de la limpieza y la mandaba a dormir a casa. Ella fingía irse, daba un paseo  más o menos largo, dependiendo de lo inquietante de la sugerencia, y luego volvía, abría con sus llaves y se metía en su cuarto como si nada. Día a día su tía desconfiaba más y más de ella, le pedía explicaciones y ya no sabía qué responder.

Doña carmen sólo olvidaba personas, detalles, aunque recordaba muy bien su infancia y escribía un diario. Lo mantenía escondido dentro de uno de los cajones de su magnifico armario centenario que tras la puerta tenía un enorme espejo de cuerpo entero en el que a Carlota le fascinaba mirarse. Se imaginaba a su tía desfilando ante él con los vestidos que había visto en las fotos. Era una mujer muy guapa. Siempre melancólica y reservada. Había tenido muchos pretendientes y los rechazó a todos. Acabó casándose con el médico de la familia, un hombre veinte años mayor que ella. No tuvo hijos y se quedó viuda pronto. Desde entonces vivía sola, no recibía visitas ni se prodigaba por casa ajena, hasta que le diagnosticaron la demencia y Carlota llegó a esa casa. Delante de aquel espejo, se veía tan diferente a su tía. Su pelo negro largo, liso y brillante caía sin ánimo sobre su rostro. Era muy pálida, ojos pequeños y gallinescos y unas ojeras negras y profundas que formaban parte de su cara como una cicatriz imborrable.

Su corta estatura y su voz grave y metálica la avergonzaban. Quiso ser bailarina –Eres demasiado bajita-le dijeron. Quiso ser actriz –Tienes una voz muy desagradable- le dijeron, así que desde entonces hablaba poco. Con su tía no necesitaba hablar, cumplía su cometido con eficacia sin decir una palabra. Cuando el vecino de arriba quiso conocerla se asustó. Siguió respondiéndole a las cartas y leía para él delante de la ventana, por las noches, como le había pedido. Aunque tomó la decisión de irse. Su tía no iba a notar su ausencia, así que compró una mochila, la llenó de libros y dejó que creyera que era la asistenta. Se despidió al terminar la jornada y se fue. Nadie iría a buscarla, nadie sabría donde estaba. Había desaparecido de verdad. Poco a poco era muy triste. No sabía adonde ir y se arrepintió al alejarse demasiado. Aquel día al llegar, como si su tía hubiera recuperado la memoria por un instante, la propuso hacer un viaje largo y esa misma noche se subieron al tren en dirección Granada.

 

Desde que me subí al tren tengo la sensación de que mi tía ha tramado un plan. Creo que este viaje lo ha preparado para dejarme abandonada a la primera oportunidad. Parece que está esperando a llegar a Granada para escabullirse, para perderse por las calles de esa ciudad que no conozco. Es lo bastante retorcida para hacerlo. Lo malo es que si lo hace me tocará buscarla porque como se le olvide qué hace aquí va a tener un ataque de pánico. Me mira de una forma diferente, da miedo. El chico rubio de la ventana tiene unos ojos preciosos y una cara perfecta. Viste tan bien además. Me recuerda a un actor de cine.

 

III

Doña Carmen observaba a aquella extraña que tenía cuarto propio en su casa, que le cogía los libros de la biblioteca, que se colaba en su habitación para registrar sus cosas. Una vagabunda que fingía ser su sobrina, la cara que veía cuando se despertaba asustada en mitad de la noche desde hacía años. Tenía pesadillas con Marina, su hermana muerta, veía en sus sueños aquel horrible accidente una y otra vez. La veía hundiéndose en el agua mientras ella miraba sin poder hacer nada porque nunca aprendió  nadar. Eran niñas bien y no hacían ese tipo de cosas. Su hermana se hundió poco a poco porque el vestido se hinchó y la mantuvo a flote unos instantes y de repente desapareció bajo el agua.

Solo quedaba el lazo verde esmeralda que llevaba en el pelo, flotaba como un alga marina, ancha y plana. Y ella se quedó observándolo callada. No gritó, no avisó a nadie, abrió la boca y fue incapaz de emitir sonido alguno. Su padre apareció de improviso frente a ella preguntando por Marina y ella señaló el lazo y empezó a llorar desconsolada. Él se lanzó al agua y poco después salió con el cuerpo inerte de su hermana entre los brazos. La tumbó sobre el embarcadero y dándole golpes en el pecho y besos intentaba que se moviera, pero no se movía. Cuando le soltaba la cabeza esta se caía hacia un lado y aquellos ojos abiertos, nublados, se clavaban en ella. Sólo estaban jugando, había sido un empujón, no tenía que haberse caído al agua, ella tropezó. Su padre gritaba desesperado y preguntaba una y otra vez qué había pasado -Tropezó papa, salió corriendo, tropezó y se cayó al agua- repetía ella. Marina no la iba a delatar. Cuando su padre  se llevó el cuerpo de su hermana ella se agachó a recoger el lazo, se lo había cogido sin permiso. Sólo lo quería recuperar. Sin embargo, desde ese día, cada noche volvía al embarcadero del abuelo y cuando la empujaba la que caía era ella. Notaba como sus pulmones se llenaban de agua, la presión era insoportable. Se despertaba sudando, tosiendo y muerta de frío. La extraña la limpiaba el sudor, la abrigaba y se quedaba a su lado leyendo en voz alta hasta que se calmaba y se volvía a dormir.

 

Este señor es repugnante, que descarado, como mira a la chica de la ventana, claro en esta ni se fija. Transpira como un cerdo y qué hace con las manos, tiene unos dedos tan feos, gruesos y blandengues, como esas salchichas a manchas de la carnicería. Que manera de agarrar el periódico. Dios sabe en que estará pensando.

 

-Doña Carmen ¿Quiere agua?-.

-No tengo sed-.

-¿Y algo de comer? He traído sándwiches de pollo y de atún-.

-¿El de atún lleva huevo?-.

-No. Se que le sienta mal-.

-Sin huevo no lo quiero-.

-Pero Doña Carmen tiene que comer algo. El viaje es muy largo-.

-No tengo hambre y déjame dormir que con lo incómodo que es este asiento me duelen todos los huesos-.

-Lo siento Doña Carmen-.

 

Doña carmen cerró los ojos para cortar la conversación. No soportaba hablar con ella. Esta chica se toma unas libertades. Decirme a mi lo que puedo y no puedo comer. Que voz tan desagradable tiene.

 

Carlota volvió a guardar en el bolso la comida y la bebida. Ella no comía nunca después de las doce.

Creo que jamás me ha llamado por mi nombre, ni siquiera cuando era niña y la iba a visitar con mis padres. No se ha olvidado de mí. No sabe quien soy.

 

IV

Federico no apartaba los ojos de la pelirroja, los de ella eran verdes y era una chica despampanante, de piernas largas, de esas que solo veía en las revistas del kiosko por el que pasaba cada mañana para ir a trabajar. Solía pararse a mirarlas y luego seguía su camino porque ese tipo de mujeres jamás le miraron a él. Ningún tipo le miró nunca. Esta vez la pelirroja le sonreía y él se atrevió a intentar una respuesta más directa. La chica apartó la vista y se concentró en la señora enorme que tenía al lado, sus brazos rebosaban de tal forma que la arrinconaban contra la ventana. Por lo visto su curiosidad por él quedó satisfecha muy rápido. Realmente él era un personaje anodino de esos que nadie ve, pasaba desapercibido con facilidad.

De niño fue un oyente contumaz de conversaciones ajenas, en la adolescencia descubrió el placer de espiar la correspondencia de otros a través de las cartas que su hermana le enviaba a aquel novio suyo que estaba haciendo la mili en Lugo. Demasiado insulsas para su gusto. Sin embargo, el hecho de abrir los sobres con cuidado, apropiarse de los pensamientos íntimos de ella y volver a cerrarlas sin delatar su intrusión, le suponía una satisfacción indescriptible. Ante propios y extraños era un chico diligente y amable que se ofrecía solicito a recorrer tres manzanas de distancia para depositar la carta en el buzón más cercano. Era empleado de correos desde los veinte años, una verdadera vocación. Acababa de cumplir los 50 y su adicción había ido en aumento. Tenía acceso a las sacas de reparto y desde su primera semana en aquella oficina no podía evitar extraer un montoncito de cartas y observarlas detenidamente, elegía la afortunada para ser inspeccionada en base a la letra, el nombre del destinatario o del remitente, el tipo de sobre. Era un verdadero ritual para el que se tomaba su tiempo. Una vez hecha la selección dejaba las demás en su lugar y procedía a abrirla con pericia de cirujano. Durante los primeros meses se conformaba con leer una a la semana, poco a poco fue necesitando que fueran dos, luego tres, luego una diaria. Odiaba el día de descanso. Llegó un momento que consiguió apropiarse de algunas de aquellas cartas y las leía en casa, tranquilo sin estar pendiente de ser descubierto.

El lunes aparecía con un paquetito bajo el brazo al que nadie daba importancia y devolvía cada una a su saca correspondiente. Se convirtió en todo un experto en distinguir la edad aproximada de los que escribían las cartas, los estados de ánimo, las intenciones. La correspondencia no tenía secretos para él. Incluso llegó a tener autores favoritos. Le siguió la pista a un chico que escribía a su novia cartas de lo más explícitas y sugerentes aunque nunca encontró las que iban destinadas a él y mira que las buscó. Sin embargo, ese trabajo era más complicado. En las de él llegó a establecer la periodicidad y las buscaba en la saca correspondiente en las fechas adecuadas pero se volvió muy peligroso, no podía despertar el recelo de sus compañeros, al retrasar la entrega de las sacas, y tuvo que abandonar y seguir leyendo cartas al azar.

Algunas le rebelaban secretos inconfesables, otras eran insulsas como las de su hermana, otras narraban verdaderas historias increíbles, cada una con su propio encanto. Le intentaron ascender, sacarle del almacén y se negó tantas veces que sus jefes le dieron por perdido, así él siguió disfrutando de sus lecturas. Durante años rechazaba las vacaciones argumentando que era la época de más trabajo, se limitaba a cobrarlas y seguía en su puesto. Aquel año le obligaron por culpa de una nueva normativa de la empresa y ahora se sentía perdido.

 

Esa momia me está poniendo nervioso. ¿Por qué me mirará tanto? Y con esa cara además, ni que le hubiera hecho algo. Y la señora esa tan grande sigue aplastando a la pelirroja, va a acabar comiéndose la ventana, con la vieja no se atreve, tiene gracia como encoge el brazo, no quiere ni rozarla. Parece extranjera por lo colorada. Y ¿Por qué está tan pendiente de la otra señora y del chico extensible? A lo mejor les conoce de algo.  

 

V

Katerina estaba de vacaciones en España, todo le llamaba la atención y aquel chico tan larguirucho con ojos muy negros y piel curtida le parecía interesante. Le recordaba a los peones que trabajaban con su padre cuando ella era pequeña. Parecía que el tiempo se hubiera detenido en aquella cara. El mismo gesto frío y agresivo, reticente a la amabilidad, desconfiado y tan poco atento con la madre. Habían intercambiado apenas dos palabras aunque la actitud de ella era evidente. La mirada perdida, la distancia prudencial, dándole espacio para que se recostara con comodidad, las manos sobre el regazo, encogiéndose, y las vituallas que sujetaba y preparaba con mimo para él.

Aquel tipo seguro que era de buen comer y ella solo picotearía las migajas. Era como estar ante Pim y su madre, Mieke. Echaba de menos a Klaus, a él le hubiera encantado aquel viaje, se había ido hacía dos años pero no se hacía a la idea. Desde entonces cada lunes ponía una vela delante de su foto y hablaba con él. Ella ya era enfermera cuando le conoció, tan guapo con su uniforme de militar. Se casaron con prisa porque le destinaron a Curaçao y allí nacieron sus dos hijos: Marteen y Monique. Aquella época fue una de las mejores de su vida, adoraba el sol, la playa, aprendió algo de español con la criada de la casa, era de Santo Domingo, Rosa, muy divertida, muy loca. Quería ser peluquera y también daba masajes. Se había hecho amiga de un acupunturista chino que le enseñaba algunos trucos. Le daba recetas de bebidas milagro y ella, como alumna disciplinada, lo probaba todo con Katerina. Algún dolor de estómago si le tocó sufrir pero en general todas las pócimas eran inocuas, beneficiosas según ella para los riñones, el corazón, curaban migrañas y toda una lista de molestias.

Desde luego la que le preparó para el asma tuvo unos resultados fabulosos. Cuando el mayor de sus hijos cumplió los 10 años decidieron volver y Klaus consiguió el traslado a Holanda con facilidad. Fueron unos años muy tranquilos, los niños se hicieron mayores y acabaron quedándose solos. Estuvieron de vacaciones en Turquía, en Grecia, en Italia, nunca en España. Llevaba prótesis de titanio en las rodillas desde hacía un año y la habían tenido que operar de cataratas hacía unos meses pero nada de eso le estaba dando problemas durante el viaje. Lo que más le preocupaba eran sus pulmones.

Era invierno y aunque en Madrid los notó pesados por culpa de la contaminación, no había hecho demasiado frío. Esperaba que en Granada el aire fuera más limpio pero trataría por todos los medios de evitar coger una pulmonía, en ella era lo habitual en cuanto se exponía a temperaturas extremas. Sus 40 años de experiencia  como enfermera no le servían de mucho en esos casos aunque le granjearan algunos privilegios en el hospital de su ciudad. Cuando necesitaba una operación, y ya llevaba cuatro en un año, le dejaban elegir fecha y hora. Siempre le decían: El que ingresa en el cuerpo pertenece a él para siempre. Era muy charlatana y no le costó nada entablar amistad con la iraní del final de la calle, Farida. Casada a los cuarenta con un señor de 70 que sufría continuas anginas de pecho. Cada vez que le ingresaban en el hospital los hijos del marido la echaban de casa y buscaba refugio en la suya. Cuando al marido le daban de alta volvía y así hasta la próxima. La primera vez que apareció llorosa y compungida la recibió sin pensárselo, ahora era una rutina. Se habían hecho muy amigas, incluso intentó que la acompañara a España pero el marido no le dio permiso y Farida se vio obligada a rechazar su invitación.

 

¿Me traje el libro que me regalo Monique? Si, está en el bolso. No lo voy a sacar, esperaré un poco. A lo mejor la madre del chico tiene ganas de hablar, mi español ha mejorado mucho el último año. ¿Empiezo yo la conversación o dejo que lo haga ella?

 

VI

Manuel observaba desconcertado a la chica pálida. Nunca había visto a nadie tan blanco, tan transparente. Estaba demasiado cansado. Su madre y él habían ido a preparar la casa de la hija de Doña Gloria. Se mudaba a la capital. Dos días pintando y limpiando antes de que llegaran los de la mudanza. Luego tocó ayudar a dejar todo en su sitio. Habían acabado deslomados pero la señora pagaba bien esos favores y necesitaban el dinero para las peonadas que les firmaba el tuerto y para los sellos. Con eso podrían cobrar el paro agrícola y les salvaba parte del año. Llevaba más de tres años trabajando en el cortijo que le traspasó su hermano, Miguel, aunque él tenía peor mano para eso. Miguel lo alquiló muy barato porque estaba en ruinas, de eso hacía muchos años. Su hermano lo puso en pie a base de trabajo y se dedicó a criar animales, ovejas y pollos, se le daba bien pero sin suerte. Una riada le mató a la mitad de las ovejas un año y otro perdió a la mayor parte de los pollos por culpa de una enfermedad, el veterinario no le salió caro pero se gastó una fortuna en medicación para los animales y se murieron igual. Además la novia se quedó embarazada y decidió cambiar de oficio. Ahora era camionero y aunque no pasaba mucho tiempo en casa, mantenía a su familia sin problemas, incluso tuvo suerte en el sorteo y estaba comprando una vivienda protegida. Todavía trabajaban juntos de vez en cuando, Miguel entregaba los animales a los compradores. Y todo lo tenían bastante organizado hasta que un día él calculó mal la capacidad del camión, fue demasiado avaricioso.

Como se iba a imaginar que haría tanto calor o que eran demasiados. Cuando abrieron la puerta y vieron que estaban todos muertos, aplastados, se pusieron a llorar como críos. Era mucho dinero perdido. Miguel dejó de hablarle durante unos meses, su madre sólo permaneció en silencio. Ese día cuando llegó de vuelta a casa después de haberse desecho de los animales le recibió muy alterada, más preocupada por él que por el desastre y él se acostó sin querer hablar del tema. Ella tampoco dijo nada. Ni una palabra sobre los sacrificios que habían hecho para cuidar a los animales. Llevaba toda la vida conduciendo sin carné y ahora los picoletos le miraban demasiado, los esquivaba el día de las multas programadas aunque empezaba a encontrarlos apostados en el cruce que le llevaba al cortijo. No tenía más remedio que dar la vuelta y desviarse por la rambla.

El trayecto era mucho más largo pero llegaba con tiempo para darles comida y agua a los animales antes de entrar a la obra. Su madre lo hacía por las tardes mientras él trabajaba. -Solo serán unos días- decía cada vez y enlazaba una obra con otra, no soportaba pasar tanto tiempo en el campo. Aquel cortijo era repugnante, apestaba y hacía un frío endemoniado. Concha, su madre, siempre le decía -Hijo yo no se lo que es calor desde niña- y él se reía, no la hacía mucho caso. Él quería vivir de otra manera pero era un penco para los estudios, por lo menos sabía leer y escribir porque su madre estaba aprendiendo ahora. Iba a unos cursos del centro de mujeres de la estación y cuando podía hacía prácticas en casa. Algún día dejaría de firmar con una x temblorosa. No sabía muy bien que hacer con Lola, después de diez años se había presentado diciendo que la niña era suya. Su madre era una ingenua y la creía. Él no se fiaba. Tampoco la creyó cuando se lo dijo la primera vez, antes de que naciera.

 

Aquella señora rubia tan grande me estaba poniendo muy nervioso, ¿Por qué me sonríe y me mira tanto? Podía haberme tocado enfrente la pelirroja del fondo, menuda jaca. Me toco la desabrida, mira que es mustia. Tiene los ojos de la fina, a esta lo mismo también la patea alguien. Esa perra sólo sabe quejarse, no aguanta una patada y mira que se las merece.

 

 

VII

-¿Manuel quieres comer algo?-

-Ahora no. Después-.

-¿Y no vas a dormir un poco? Yo te despierto-.

-No.-

 

Concha observaba a su hijo. Era guapo, se parecía a su padre de joven. Lo malo era que también le había heredado el carácter y aunque estuviera acostumbrada a bregar con ellos, a veces la hartaban. El mayor era más tranquilo, se parecía más a ella. Ella estaba a punto de jubilarse y sólo lo notaría en la pensión porque iba a seguir trabajando como siempre, dejándose la piel en el campo para ayudar al hijo y tratando de mantener el empleo en la casa en la que servía desde hacía muchos años. Doña Gloria la hacía trabajar como un animal y sólo pagaba bien los extras pero era algo fijo que no podía perder. Aunque era una tirana, viendo como trataba a los empleados del concesionario de su marido y al marido incluso, no podía quejarse. Debía caerle hasta bien. La vida de Concha había sido demasiado triste, tanto que muchas veces ni ganas tenía de recordarla, pero no lo podía evitar. Sobre todo ahora que a su madre se le estaba hundiendo el techo de la casa, donde vivía con su otra hija, y precisamente a ella le tocaba convencerla para que ingresaran cada una en una institución. El retraso mental de su hermana obligaba a que se separaran y por mucho que odiara a su madre le daba lástima ver como luchaba para seguir al lado de su hija. Se las hubiera llevado a vivir con ella, haciendo de tripas corazón, pero su marido se negó en rotundo y como él pagaba la casa y los gastos con su pensión no pudo hacer nada. Su madre tampoco hubiera querido vivir con ella. La relación entre ellas era complicada. Poco después de nacer la abandonó en la puerta de la casa de su padre.

Ella no podía criar a las dos hermanas y se quedó con la mayor, había tenido meningitis de pequeña y quedó mal, la madre era recolectora y trabajaba de cosecha en cosecha, pueblo por pueblo y cuidar de las dos le resultaba imposible. Su padre era un pastor trashumante, casado y con más hijos, y cuando se encontró a la niña se la quedó. Pero su mujer no podía ni verla, así que en cuanto empezó a andar le acompañaba a llevar a las ovejas a la sierra en julio y no volvían hasta septiembre. Vivian en una finca muy grande y la dueña se llevó a la niña a servir a la casa grande en cuanto cumplió los diez años. A los quince conoció a su marido, un peón de la finca, se quedó embarazada y desde entonces le soportaba. Iracundo y malencarado, siempre enfrentado al resto de los trabajadores. Un día se cayó de un tractor y consiguió que le dieran la baja por depresión. Nunca le vio deprimido, siempre tuvo ese carácter desagradable.

Dejó de trabajar y ella tuvo que partirse el lomo desde ese momento. Abandonaron la finca y se fueron a vivir al pueblo. Los hijos se fueron haciendo un futuro. Con el mayor las cosas iban muy bien y el pequeño había heredado lo vago del padre. Se mataba para ayudarle pero era un chico sin suerte. Para hacer todo más difícil había aparecido con una niña de once años la novia que tuvo mientras hacía la mili y se la había presentado como su nieta. Ella se hizo la loca al principio, aunque la cría era igual que su hijo y acabó cediendo. Manuel se negaba a reconocer a su hija porque la madre había sido novia de los dos hermanos casi al tiempo. A Concha le importaba poco cual de los hijos fuera el padre, mejor el pequeño para evitar más problemas. Tenía nieta nueva. Arisca, hosca, malencarada y guapa. Demasiado rebelde y bruta.

 

Que triste es esa chica. Pobrecita. La señora que va con ella me recuerda a mi madre. ¿Por qué la habla así? Ni siquiera la llama por su nombre. Tengo que hacer que Manuel me coma algo. Salimos de casa de la señora muy tarde y cansado y hambriento se pone insoportable. Si por lo menos durmiera algo. Si se duerme lo hago yo que cuando lleguemos solo tengo tiempo para llegar a casa y desayunar. Doña Gloria me estará esperando. Hoy toca limpiar a fondo los baños y la cocina.

 

 

 

VIII

-Pablo, ¿te vienes a fumar?-

-No, ve tú sola-

Irene avanzó hacia el pasillo y parecía que solo tendría que esquivar las piernas del último pasajero pero este se levantó de golpe y salió con ella. Se sentía incómoda. Aquel tipo la miraba de reojo y no decía una palabra.

Manuel observaba cada movimiento de la pelirroja pensando en qué momento sacar una conversación, no era muy charlatán, se pasaba demasiado tiempo con los animales o en la obra y con las mujeres era demasiado directo. Aquella chica parecía de las finas. No podía entrarle como a las otras. Él no tenía mala planta. Era alto, fuerte y con una cara interesante. Eso le decían siempre las chicas. La pelirroja ni le miraba. Se estaban acabando el cigarrillo y nada.

Irene, cada vez más nerviosa, apuraba el cigarrillo. Este tipo es un gañán. Mi hermano me deja con cada papelón. Tiró la colilla por la ventana y entró. No fumo sola más.

Manuel se terminó el suyo con calma. Que aires se da la tía. Lo espachurró contra la ventana y lo lanzó como había hecho ella. Volvió a sentarse y estiró las piernas todo lo posible para molestar a la mustia. Ella se revolvió en su asiento tratando de esquivar aquellos apéndices tan desagradables. Llevaba unas botas de militar, sucias y viejas. Y ya la había pisado un par de veces.

 

-Manuel. ¿Qué vas a hacer con Lola?-.

-Eso es cosa mía, no te metas, Concha-.

-Ya viste como llegó la última vez. Ese animal la va a matar-.

-¿Y que quieres que haga? Es su marido-.

-Se quiere llevar a la niña-.

-Es su padre. Eso pone en los papeles-.

-Tú sabes que no. Si la reconoces se irá. Es mi nieta Manuel-.

-Tú ya tienes una nieta-.

-Una cosa no quita la otra-.

-Déjame dormir-.

 

Katerina no conseguía entender toda la conversación aunque por los gestos se notaba que estaban discutiendo. El chico había cerrado los ojos y la señora parecía nerviosa y preocupada.

-¿Agua?- le ofreció

-No, gracias-

Aquella mujer era de pocas palabras y su español no era tan fluido como para empezar una conversación. Decepcionada volvió a colocarse en su asiento. Sacó el libro y se puso a leer. La única opción de conversación que le había parecido razonable se había esfumado.

 

IX

Pablo levantó la cabeza y de un vistazo rápido recorrió el compartimiento entero, nada de su interés. Se topó con los ojos entrecerrados y legañosos de Federico y los esquivó pero no pudo hacerlo con los lacónicos de Carlota. Le observaba disimuladamente y asustada no supo reaccionar. Se quedó paralizada. Con un gesto de desdén volvió a su lectura y Carlota, avergonzada, bajo la mirada, concentrándose en las manchas de barro de las botas de Manuel. Doña Carmen la dio un golpe en el brazo creyéndola dormida.

 

-Tengo hambre-.

-¿Quiere un sandwich de pollo?-.

-Si no hay otra cosa-.

-Tome-.

-Tiene mayonesa. Entonces cómetelo tú. ¿No has traído nada más?-.

-Galletas-.

-Eres una desconsiderada. ¡Qué clase de chacha tengo!-.

 

-¿Le gusta el queso? Yo he preparado demasiados bocadillos-.

-Gracias, señora-.

-Llámame Concha-.

-Gracias, Concha-.

-Bueno, me conformaré con esto si no hay nada mejor-.

-Perdone, es que mi tia..-

-¡Qué le vas a contar! ¡Qué estoy loca! Y encima me llamas tía, lo que hay que aguantar-.

-Doña carmen no diga esas cosas-.

-¡Mejor te callas!-.

-¿Quieres salir a estirar las piernas un rato?-.

-Me encantaría. Doña carmen ¿Puedo?-.

-¡Vete y si no vuelves mejor!-

 

Concha hizo que el hijo se moviera, refunfuñando porque empezaba a coger el sueño, para que la chica pudiera salir de su asiento. La pobre estaba en una postura imposible con las piernas encogidas y revirada.

Las dos salieron al pasillo.

-¿Tu tía siempre es así contigo?-

-No se lo tengo en cuenta. Tiene demencia senil y a veces se altera por cualquier cosa. Ya estoy acostumbrada-.

-Tienes mucha paciencia. Se parece mucho a mi madre y a veces no puedo con ella-.

-¿También tiene demencia senil?-.

-No, ella sólo es vieja y tiene mal carácter-.

 

Federico sentía curiosidad por aquellas mujeres tan solicitas y apocadas. Se pensó si salir a su encuentro, aunque se levantó enseguida, no era momento para dudas, aquellas salidas al pasillo solían ser muy breves y si no era rápido ellas volverían a entrar. Se acercó sonriendo y ofreciéndoles tabaco por si alguna fumaba. Daba por hecho que la mujer mayor no, pero la chica tal vez. Las dos rechazaron su ofrecimiento y él no desistió.

-¿Les importa que las acompañe? Es un viaje demasiado largo para estar todo el tiempo sentado ¿No creen? ¿Les molesta que fume?-

 

Ellas se hicieron a un lado, dándole acceso a la ventana, y las confidencias se interrumpieron para dar paso a una conversación a tres sobre los inconvenientes de los viajes nocturnos. Diez minutos dejando que Federico se explayara y escuchándole atentamente porque ambas eran muy educadas. Él intentaba estirar aquel cigarillo que le fue traicionando poco a poco y cuando no tuvo más remedio que dejarlo ir la compañía también se le fue. Concha entró la primera y Carlota justo después. Ambas se sentaron sin dirigirse la palabra, aunque la chica no dejaba de mirarla. No le he dicho mi nombre, ahora lo hago, la señora me cae bien, es simpática. Carlota sacó su paquete de galletas y estiró el brazo tímidamente

-Concha, ¿Quiere una galleta?-dijo apenas susurrando

Sin embargo, Concha, sumida en sus propios problemas, ni la escuchó, concentrada en los pasos que debía dar con su hijo para asegurarse poder seguir viendo a su nueva nieta. Aquella mujer ya estaba ausente. Se había olvidado de ella. Carlota, decepcionada, volvió a guardar su pueril intento de comunicación en el bolso. Comprobó que Doña carmen dormía placidamente, buscó la postura más cómoda que pudo encontrar y cerró los ojos. Federico esperó unos minutos antes de volver y saltando por encima de las piernas de Manuel, con toda la agilidad de la que era capaz -lo que casi se transforma en una caída libre sobre Doña Carmen- consiguió sortear el obstáculo. Con cierta dignidad recuperó la verticalidad y se sentó rogando para que su maniobra no hubiera despertado el interés de nadie. No tuvo suerte, los ojos inquisidores de Pablo fue lo primero que encontró de frente y, una vez sentado, la sonrisa burlona de la pelirroja le hizo odiarla profundamente.

 

Katerina ya había abandonado su libro y también luchaba por encontrar la posición perfecta para descansar, aunque la pelirroja se empezaba a quejar. Ya no era la chica amable de un par de horas antes. A todos les pasaba factura el cansancio y se mostraban irritables. Irene era muy educada, pero estaba harta de aquel brazo grueso, que se desparramaba en su asiento. El codo afilado de la señora se le clavaba en las costillas. Por mucho que intentara moverse no conseguía deshacerse de la presión y terminó por llamarla la atención. Sin embargo con aquella mujer las frases amables no servían de nada y por gestos se hizo entender. Una hora pensando como decírselo sin ofenderla, por una cuestión de respeto a la edad, y al final todo quedó en un –Señora, me está clavando el codo- a lo indio.

 

 

El silencio pesado y asfixiante que invadía el compartimento ayudó a que todos se fueran quedando dormidos. La última en conciliar el sueño fue Carlota, torturada por los ronquidos guturales y desacompasados de  Doña carmen y Manuel, arrinconada por las piernas de uno y el cuerpo encorvado de la otra, inclinado como un árbol azotado por un huracán y a punto de ser arrancado de la tierra.

 

X

Carlota despertó sobresaltada y al abrir los ojos descubrió que era la única pasajera, todos habían desaparecido. Como si nadie se hubiera percatado de su presencia. Se desperezó con dificultad, había dormido enroscada como un gato y al estirarse le dolían las piernas, las rodillas, los tobillos, estaba entumecida, tenía un brazo adormecido y le costo ponerse en pie. Comprobó el compartimento de equipajes y allí encontró su mochila, abandonada, solitaria. Se asomó al pasillo, intrigada, y pudo ver a una señora de la limpieza, con su bata azul pálido, restregando los cristales de las ventanas mientras farfullaba mohína. El revisor apareció por la puerta del fondo y se acercó a la señora, no podía oír lo que decían, le zumbaban los oídos pero las caras de indignación de ella y de nerviosismo de él daban a entender que estaban cortos de tiempo. Confusa se acercó al revisor y él le informó que el pasaje había bajado del tren hacía una hora. Incluso había recorrido vagón por vagón despertando a los rezagados, solía pasar. Se disculpó por no haberla visto y desapareció por la puerta del fondo del vagón con la señora. Carlota volvió a recoger su mochila y se dio cuenta de que olía a limpio, aquella mujer también había estado allí, el suelo estaba húmedo. Nadie la había visto. Como una maleta abandonada en un asiento, la habían ignorado. Se colocó su mochila en la espalda y sonriendo recorrió el pasillo camino del andén. Había desaparecido por un momento. Si lo intentaba conseguiría desaparecer del todo.

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Estefanía Farias Martínez. Cartagena, España (1970). Doctora en Filología Árabe por la Universidad de Granada. ¨Lo que hace un nombre¨ en Los omniscientes (julio 2014); ¨Yolanda¨ en Revista Contra Estudio y -¨Un acuerdo sin palabras¨ en Periódico Irreverentes.

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Dictan 6 meses de prisión preventiva a sujeto que vandalizó la Piedra de los 12 Ángulos [VIDEO]

En tanto, el Mincul solicitó más de 5 millones de soles como reparación civil contra Gabriel Roysi Melanio.

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Durísima sanción. Seis meses de prisión preventiva de la libertad dictó ayer el Poder Judicial (PJ), a través de la Corte del Cusco, contra Gabriel Mariano Roysi Melanio, de 30 años, investigado por atentar contra la Piedra de los Doce Ángulos en el centro histórico de la ciudad del Cusco.

La decisión fue dispuesta por el Segundo Juzgado Penal de Investigación Preparatoria Transitoria de Flagrancia del Cusco.

Será investigado por el delito de destrucción de bienes culturales, daño ocasionado con un martillo. Cabe recordar que la ciudad del Cusco es protegida al ser Patrimonio Cultural de la Nación desde 1972 y Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco desde 1983.

Por su parte, el Ministerio de Cultura (Mincul), a través del procurador público Henmer Alva Neyra, solicitó como reparación civil e indemnización 5 millones 350,000 soles al imputado de dañar con un martillo la Piedra de los 12 Ángulos.

El fiscal del caso sustentó la medida coercitiva a partir de las pericias del Mincul y de la Policía Nacional que confirman que tras el impacto metálico hubo pérdida de material y hendiduras, que fue calificado como “muy grave” al haber “alteración irreversible en un bien arqueológico de alto valor histórico y cultural”.

Además, hubo “una alteración en la fisura superficial comprometiendo la estabilidad del elemento y exponiendo a un deterioro. El daño compromete no solo la integridad física del bien, sino también su valor histórico, estético cultural al modificar su percepción visual y su autenticidad”.

fuente: tv peru.

El dato:

Un turista que observó los daños reportó la agresión a una tienda de la zona y tras visualizar los registros se constató que Roysi Melano golpeó tres veces el bien cultural y luego se fue. El mismo día, alrededor de las 10:40 horas, la Policía Nacional y la fiscalía ubicaron y detuvieron al causante en la calle Suytuhatu del barrio de San Blas.

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Norvial anuncia que suspenderá temporalmente el cobro de peajes en Pasamayo y Serpentín [VIDEO]

Desde primeras horas de la mañana de hoy se observa a los vehículos pasar sin pagar el peaje.

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Luego de varias protestas por parte de los transportistas que usualmente se dirigen hacia el norte del país, denunciando que la empresa concesionaria Norvial aún continuaba cobrando el peaje en la Variante de Pasamayo y el Serpentín de Pasamayo, pese a que más adelante se encuentra derrumbado el puente Chancay, Norvial informó la suspensión temporal de dicho cobro.

La concesionaria de la Red Vial 5 de la Panamericana Norte precisó que la medida estará vigente por seis días calendario o hasta que se culmine con la instalación del puente modular que permita recuperar la transitabilidad en el kilómetro 76+200 donde se ubicaba el colapsado puente Chancay.

Sostuvo que la medida se adoptó en virtud del Oficio N° 0658-2025-MTC/19 expedido por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), en aplicación del numeral 9.9 del Contrato de Concesión.

A través de su cuenta oficial en Facebook Norvial dio a conocer este comunicado donde reiteró su compromiso por la seguridad y transitabilidad en la vía.

Como se recuerda, el jueves 13 de febrero, cerca de la medianoche, se produjo el colapso de una de las vías (de norte a sur) del puente Chancay lo que provocó la caída de un bus interprovincial lleno de pasajeros y de un automóvil particular. El accidente dejó tres personas fallecidas y cerca de 40 heridas, algunas de ellas aún se encuentran internadas.

Ante el colapso del puente, que obligó a suspender el tránsito en ese tramo de la Panamericana Norte, el titular del MTC, Raúl Pérez Reyes, anunció que un puente modular reemplazará a la infraestructura dañada. La instalación del citado puente demandaría entre ocho a 15 días.

fuente: exitosa.

Ante la suspensión del tránsito vehicular en Chancay, los transportistas que salen o se dirigen a Lima toman como ruta alterna el camino que conduce a la ciudad de Huaral para luego dirigirse a Aucallama y en este lugar retomar la Panamericana Norte.

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Concesionaria Norvial continúa cobrando peajes en Ancón y Huacho pese a colapso de puente Chancay [VIDEO]

Choferes se muestran disconformes en cobro de peaje, tomando en consideración el derrumbe del puente y la altísima congestión vehicular en la zona.

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Siguen cobrando pese a un servicio deficiente. El director de la Cámara Internacional de la Industria del Transporte (CIT), Martín Ojeda, denunció que se sigue cobrando peaje a pesar de las limitaciones del tránsito vehicular, tras el colapso del puente Chancay, en Huaral, que se registró la noche del jueves, 13 de febrero.

En entrevista para RPP, Ojeda señaló que persiste el cobro en los peajes de Ancón y Huacho, por lo que exigió la suspensión del pago hasta que culminen los trabajos de remediación después la caída del puente Chancay, a la altura del kilómetro 75 de la Panamericana Norte.  

También dijo que los transportistas son desviados del peaje de Ancón hacia Huaral, por una vía de trocha que dificulta el tránsito y, además, genera una congestión vehicular de entre una a cuatro horas.

fuente: exitosa.

Para ejemplificar el panorama que brindó Ojeda, un conductor se comunicó en vivo con RPP y relató que, en su trayecto de Lima a Chancay, estuvo más de tres horas atascado en el tráfico. 

“Y en el mejor de los casos, cuando no hay tráfico, se demora hora con veinte minutos. Y el día de ayer, en la noche, se ha demorado de tres a cuatro horas. Hay una larga fila de buses porque nos meten por calles que no son carreteras, no son autopistas, es una ciudad… lo peor de todo, que nos cobran los peajes”, declaró Martín Ojeda.

“La fluidez y la conectividad se rompió y están cobrando el peaje de norte a sur y de sur a norte en Huacho; y están cobrando el peaje en Ancón, norte y sur, sur y norte”, agregó.

El director de la CIT comentó que en los peajes se cobra 10.40 soles por eje y los camiones tiene hasta seis; por lo que un transportista podría llegar a pagar 62.40 soles.

“Eso es lo que nos están cobrando: por nada”, enfatizó.

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Atentado cultural en Cusco [VIDEO]

‘La piedra de los doce ángulos’ forma parte de un Palacio Inca en la calle Hatun Rumiyoq y hoy fue seriamente vandalizada por una persona que con un objeto contundente la golpeó fuertemente. Como se recuerda, hace 11 años dos vándalos chilenos pintaron el gran bloque e hicieron un grafiti con sus iniciales.

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La madrugada de este martes la ‘piedra de los doce ángulos’ ubicada en la zona monumental de la ciudad de Cusco, sufrió un grave atentado. Lima Gris accedió a imágenes exclusivas del momento del acto vandálico, cuando una persona en aparente estado de ebriedad golpea fuertemente la piedra con un objeto sólido que sostiene en su mano. Funcionarios del Ministerio de Cultura llegaron hasta el lugar para evaluar los daños.

¿Dónde está ubicada exactamente la ‘Piedra de los doce ángulos’?

La piedra de los doce ángulos es un bloque de piedra de la cultura inca que forma parte de un palacio ubicado en el centro de la ciudad, en la calle Hatun Rumiyoq (que junto con otras calles se unen a la plazoleta de San Blas con la plazoleta de la Almudena) en la zona monumental de Cusco, Perú.

El gran bloque de arquitectura inca y que está compuesta por una formación diorita presenta un gran acabado y bordeado perfeccionista, al no existir asimetrías en sus uniones. Y actualmente es considerado Patrimonio Cultural de la Nación del Perú. Asimismo, la piedra forma parte de la sede del Palacio Arzobispal de Cusco, que anteriormente fue la residencia de Inca Roca, el sexto soberano del Curacazgo del Cusco.

Hace 11 años sufrió un acto vandálico

Como se recuerda, el 8 de marzo de 2014 la piedra sufrió un grave atentado mediante una irresponsable pinta que significó un acto vandálico, pese a la constante vigilancia de los ciudadanos cusqueños. En dicha fecha, dos sujetos chilenos desadaptados hicieron un grafiti con sus iniciales. Felizmente, los servidores de la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco lograron borrarlas sin dañar la superficie.

Lima Gris accedió a estas exclusivas imágenes captadas por Darwin Santander.

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Taxis por aplicativo sí podrán ingresar al nuevo aeropuerto Jorge Chávez, según nuevas indicaciones de la ATU

Asimismo, precisaron que los buses “AeroDirecto” estará permitido el traslado de maletas tipo ‘carry on’.

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Taxis y malestas, sí, pero ahora solo falta cómo ingresar. La Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU) informó el pasado fin de semana que los taxis por aplicativo sí podrán ingresar al nuevo aeropuerto internacional Jorge Chávez, que se inaugura este 30 de marzo.

A través de un comunicado, precisó que este tipo de autos sí podrán ingresar con pasajeros al nuevo terminal de Lima y que “el control y la seguridad de estos vehículos estarán a cargo tanto de la entidad como de la Policía Nacional del Perú”.

Es así que vehículos de los aplicativos como como Uber, Yango, Cabify, Didi y Easy Taxi podrán ingresar al terminal con pasajeros.

Para operar en el nuevo terminal aéreo, los taxis por aplicativo deberán cumplir con varios requisitos de seguridad y formalización. Las unidades deben estar debidamente identificadas con la placa correspondiente al servicio de taxi y contar con la autorización de la ATU.

Además, los conductores deberán tener una licencia de conducir vigente, contar con el SOAT obligatorio y pasar una inspección vehicular actualizada. Entre los implementos de seguridad exigidos se incluyen un botiquín de primeros auxilios, un extintor y señales distintivas como casquete y cartilla informativa.

Detalló asimismo que los buses de “Aerodirecto” son vehículos de transporte público urbanos de pasajeros, como los que prestan servicio en la ciudad, en los cuales está permitido el traslado de maletas tipo carry on (con ruedas) y mochilas de viaje, es decir, el equipaje que suele ir en la cabina de los aviones”.

Finalmente, la ATU reiteró su compromiso de apoyar los servicios de movilidad urbana hacia y desde el nuevo aeropuerto Jorge Chávez dentro de los estándares de formalidad que la autoridad exige, a la par de ir implementando nuevos servicios que permitan un desplazamiento seguro de los ciudadanos y visitantes.

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A propósito del Día del Amor y la Amistad: cada vez más peruanos prefieren casarse pasados los 30 años

El año pasado se realizaron 68,559 matrimonios, situándose casi a cifras prepandemia.

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Dar el “sí, acepto” es una de las decisiones más importantes de la vida y para muchos se tienen que dar ciertas condiciones para pasar el resto de sus vidas que su ser amado. Los tiempos han cambiado y ya no se frecuenta ver bodas entre jóvenes veinteañeros, sino a dos adultos de 35 años para arriba.

Y es que varios factores entran a tallar para la unión ante Dios. Muchos jóvenes dan prioridad a su vida profesional y laboral, dejando en segundo plano las nupcias. Otro factor importante es el soporte económico ya que muchas de las nuevas parejas buscan un hogar donde habitar que no sea el segundo piso de la casa de sus padres. Otro detalle a considerar es que muchos de los encuestados no se sienten emocionalmente preparados para “dar el salto” a la fila de los recién casados, prefiriendo entre otras cosas su libertad como solteros, su juventud y su etapa donde no son tan responsables.

Según información del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec) en 2024 se han registrado 68,559 matrimonios; lo que indica una recuperación con respecto a los números prepandemia. En 2019 la cifra fue de 73,802, y evidentemente por la coyuntura de la crisis por Covid-19 en 2020 se redujo a 43,608 bodas. En años posteriores la cifra se fue recuperando, teniendo un pico alto en 2022 con 80,605 matrimonios.

En los años posteriores esa cifra no se mantuvo, reduciéndose considerablemente: 2023 con 66,142 bodas, y 2024 con 68,559.

El año anterior más de 39 mil peruanos se casaron entre los 30 y 59 años; siendo Lima, Arequipa y Cusco las regiones que lideran este ranking por rango de edad.

Ciudadanos ahora priorizan otros aspectos de su vida como la profesional, emocional o económica antes de casarse. Foto: El Peruano.

Día del Amor, día de casarnos

Por otro lado, Reniec informó que en el 2024 se registraron 757 matrimonios el 14 de febrero, fecha en la que se celebra el Día del Amor o Día de San Valentín. Esto representa una disminución del 25.6% versus el 2023, cuando se casaron 1018 parejas a nivel nacional.

En comparación con el año prepandemia (2019), se experimentó una caída del 38.7% en el número de matrimonios inscritos que fueron 1234.

Reniec también señaló que, en los últimos seis años, un total de 4892 parejas eligieron contraer matrimonio el Día de San Valentín.

Las parejas que han unido sus vidas y sellado su amor en esta fecha especial son las siguientes: en 2019 (1234), 2020 (1476), 2021 (14), 2022 (393), 2023 (1018) y en 2024 (757).

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Dos personas fallecidas y decenas de heridos tras caída de Puente de Chancay [VIDEO]

Bus interprovincial cayó al turbulento río Chancay. Entre los heridos se encuentran tres menores de edad.

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Un país sin puentes. Resulta sumamente preocupante la falta de planificación y monitoreo de los puentes del país. Han pasado más de dos años y un puente en Huachipa aún no se puede terminar de construir; peor aún, no existe un puente de acceso al nuevo aeropuerto Jorge Chávez; diversos puentes vienen siendo golpeados en sus bases por buses y tráileres de carga pesada, dificultando la transitabilidad de los demás vehículos; y qué decir de los demás puentes en el interior del país que cada año son debilitados tras la llegada de un huayco, sin que exista un control posterior de las autoridades competentes sean distritales, regionales o centrales; y ahora último el Puente de Chancay se ha caído al río, llevándose consigo dos personas inocentes fallecidas.

De acuerdo con información del titular del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), Raúl Pérez – Reyes, un bus interprovincial cayó a las aguas del río Chancay a la altura del kilómetro 75 de la Panamericana Norte, luego de que el puente se desplomara. Posteriormente, se tuvo conocimiento de que un auto particular también cayó a la corriente fluvial.

El hecho ocurrió aproximadamente a las 11:55 p.m. del último jueves, cuando la infraestructura cedió justo en el momento en que una unidad de la empresa Cruz del Norte y un automóvil de color negro transitaban por la vía.

Bomberos y agentes de la Policía Nacional del Perú (PNP) trabajaron en conjunto para rescatar a los pasajeros atrapados dentro del ómnibus, algunos de los cuales quedaron entre los fierros retorcidos. Con herramientas especializadas, lograron abrir paso entre los restos del vehículo, mientras otros socorristas brindaban primeros auxilios. Los afectados fueron trasladados a los hospitales de Chancay y Huaral.

Por otro lado, se conoció que en el mes de noviembre se realizó mantenimiento al puente derrumbado, sin embargo, no se han brindado mayores detalles sobre el tipo de mantenimiento. Desde el año 2003 la empresa encargada del mantenimiento del puente es Norvial.

fuente: latina.

Ministro de Transportes acudió hasta el puente derrumbado

Ante esta emergencia, el ministro de Transportes llegó hasta Chancay en horas de la madrugada para intentar buscar alternativas de vías de comunicación debido a que se ha paralizado la carretera en sentido norte a sur producto del colapso del puente. 

Los pobladores de la zona se mostraron totalmente indignados con su presencia y llegaron a increparle en el lugar. Sin embargo, el titular del MTC se concentró en mencionar que lo importante era salvaguardar la vida de las víctimas

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Usuarios del Metropolitano se bajan de los buses debido al asfixiante calor [VIDEO]

Unidades de transporte no cuentan con aire acondicionado, eso sumado a la gran conglomeración en hora punta hace que muchos de esos vehículos vayan repletos de pasajeros.

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El sofocante calor se siente en muchas partes de la capital, registrándose en algunos distritos temperaturas por encima de los 30 grados, teniendo sensaciones de calor los 33 o 34 grados. Si eso calor se suma estar en un lugar cerrado y con poca ventilación como los buses del Metropolitano dicha temperatura fácilmente puede bordear los 37 o 38 grados, resultando para muchos una “olla a presión”.

Anoche, en la estación Naranjal del Metropolitano, decenas de usuarios de ese servicio de transporte no pudieron más el intenso calor y decidieron bajarse de las unidades a modo de protesta por la escasa implementación de aire acondicionado o sistemas de ventilación.

Y a pesar que anoche se registró una intensa lluvia en gran parte de la capital, la sensación de calor no se redujo, teniendo una media de 25°C incluso hasta altas horas de la noche.

“No es ventilado, la verdad. Como todos los días, es algo normal que haya aglomeraciones. El calor está muy fuerte”, dijo a Panamericana TV una pasajera que aguardaba abordar en la estación Naranjal. Otra usuaria agregó: “Es un horno estar en el trayecto. La gente está apiñada, no hay ventilación. Las ventanas no sirven de mucho porque son pequeñas y algunas están malogradas”.

fuentes: bdp.

En esa estación los pasajeros debieron esperar al menos 45 minutos debido a la congestión generada por el mal tiempo. Sin embargo, el panorama se replicó en otros puntos, donde usuarios reportaron que la lluvia generó desorden y acumulación de suciedad en los embarques.

Los peatones también manifestaron que las estaciones no están diseñadas para soportar precipitaciones prolongadas. En varias de ellas, se registró acumulación de agua en el piso, lo que dificultó el acceso y generó riesgo de resbalones.

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