César Moro es un amigo de la universidad, un padre fallecido en tierras ajenas, un eructo después de un espantoso bocado, una noche de alcohol, drogas y sexo. Es erotismo y rebeldía pura. Nace de mi falo y de mi testículo izquierdo, nace surrealista y hermafrodita, divino y demoníaco (Abraxas). Es que criarse en una ciudad horrible, es cosa de locos y de locas, quizás por ello mató a Alfredo Quìspez Asìn y engendró a una tortuga mítica.
Hacia 1925, las ideas sobre la vida, el arte y el amor eran cuantiosamente fáciles, improvisadas, bucólicas-líricas y apresuradas; continúan siendo el triste patrimonio de la mayoría gris y espesa de los intelectuales del Perú. Siempre criticó la sociedad enferma y opresora de su época, buscando una liberación total, tanto en las ideas, como en la vida misma.
¿Pero quién fue César Moro? ¿Cómo situar a un verdadero poeta, a una obra original y valiosa, junto a tanta basura, cómo integrarlo dentro de una tradición de embusteros y plagio, cómo rodearlo de poetas payasos? Se preguntó alguna vez Vargas Llosa. Es que la vida de César Moro fue un devenir de transgresiones y rompimientos, y quizás en ello radica la indiferencia que se tiene hacia él. Entre las principales transgresiones que realizó ante la sociedad tenemos las siguientes: su homosexualidad (condición que le reconcilió consigo mismo y que le hizo vivir una relación amorosa marcada por la pasión y el dolor), adoptar el francés como lengua poética, y cambiar su nombre de pila, Alfredo Quispez Asín, por César Moro. Este hecho simboliza la figura de Moro como un creador de sí mismo, cambiándose de nombre, vuelve a nacer y hace de su vida una gran obra subversiva.
Resulta increíble y patético pensar que en 1940 su libro que llevaba por título “La tortuga ecuestre”, el único que escribió en castellano, no llegó a publicarse porque no hubo suficientes subscriptores para financiar el tiraje (cincuenta personas). Un hecho que va de acorde a un poeta que caminó entre la marginación y el exilio. Fue en 1957, un año después de su muerte, cuando André Coyné logra publicarlo junto a unas Cartas-Poemas. Ambos libros destacan por el erotismo y por la pasión que se percibe en cada verso, y como un testimonio de amor y de dolor hacia Antonio, su pareja mexicana. Rafael Vargas menciona lo siguiente: “Antonio es el destinatario de los extraordinarios poemas amorosos de La Tortuga Ecuestre”. Hay que tener en cuenta que Moro empezó a escribir el libro en San Luis de Potosí, en donde Antonio había sido destacado, y terminó de escribirlo en la ciudad de México.
Yolanda Westhpalen divide la vida artística de César Moro en tres etapas: Vanguardista, Surrealista militante y surrealista independiente, que es vista como una proyección espiritual. El surrealismo no concebía una poética que no pretendiera encarnar. Propone que vida y sueño conviven indisolublemente como delirio y revelación. César Moro es de los surrealistas que llevaron esta propuesta hasta el extremo de su propio sacrificio, rechazando la despersonalización lírica y el abandono a la confesión. Su poesía fue la confesión de su propia vida.
El erotismo que se desarrolla en la poesía de Moro nace de su experiencia homosexual, y se adecua a lo que George Bataille propone como el erotismo transgresor.
George Bataille, escritor, antropólogo y filósofo que perteneció al grupo surrealista elabora un estudio importante acerca del Erotismo, desarrollando conceptos, objetivos, tipos de erotismo, etc. El erotismo es esencialmente el campo de la violencia y de la violación. Ese campo conlleva al hombre a transgredir las normas imperantes de su sociedad. El objetivo principal del erotismo es “alcanzar al ser en lo más íntimo, hasta el punto de desfallecimiento”. Finalidad que concuerda con la personalidad de César Moro porque el Eros que contiene su poesía es una vía de conocimiento espiritual y de realización.
El erotismo se opone a la reproducción, orientándose en el goce sexual que causa la unión de los cuerpos. Asimismo, Bataille propone que el tema general del Erotismo es “la prohibición de la desnudez y la transgresión de la prohibición”, hay que tener en cuenta que la homosexualidad es condenada por las normas religiosas y sociales. Se instaura un vínculo entre erotismo y transgresión.
De igual forma se debe señalar que la poesía de Moro fue vanguardista, porque la transgresión en ese contexto fue algo lógico, un quebrantamiento con las normas academicistas. La transgresión simboliza el deseo del hombre por regresar a sus orígenes. Es cierto que Moro criticó al país de su tiempo, pero también enalteció las culturas milenarias de Perú y México. “Tan lejos como puedo recordar, el Perú es un país de luz: total antes de la llegada de los españoles”. Fue transgresor porque su poesía y su creatividad desbordan los límites para construir algo innovador en nuestra tradición, tan mojigata la pobre.
El nombre de La Tortuga Ecuestre, según Américo Ferrari, se debe a que Moro vio en un parque de Lima a dos tortugas copulando. De igual manera considera que el poemario es un drama representado por tres personajes: un oficial llamado Antonio, un poeta peruano llamado César y una tortuga llamada Cretina. Ello se percibe en el verso: Antonio Cretina César que pertenece al poema “El fuego y la Poesía.
Los trece poemas que conforman el poemario de la Tortuga ecuestre son intensos y eróticos. Es una entrega pasional que no llega a apagar el fuego del deseo. Hay un erotismo inclemente que entrega un amor violento, desenfrenado, y que termina por revelarse contra el mundo para evitar que se detenga. En el análisis de los poemas se va a tener en cuenta a los personajes mencionados por Américo Ferrari, para una mejor comprensión de la historia de amor que hay en el libro. Moro es el destinador y Antonio, el destinatario.
En el primer poema “Visiones de pianos apolillados cayendo en ruinas” hace alusión a Antonio como un guía que va a conducir la vida de César por el mar, lugar donde los amantes se encuentran, es la esencia creadora de la tierra.
Cuando acabes de estar muerto serás una brújula borracha
Un cabestro sobre el lecho esperando un caballero moribundo de
Las islas del pacífico que navega en una tortuga musical
Divina y cretina.
Ese caballero moribundo es César Moro. En el encuentro íntimo realizado en el mar se desprende una música que simboliza la tortuga. Ese vínculo entre la tortuga y la música nace de la historia griega sobre Hermes. Moro se va a identificar con la cultura griega, por el Eros estético que visto como el amor homosexual. Esa clase de Eros preside el amor entre hombres solos y auspicia la afección viril de los ciudadanos entre sí. Ingenieros señala lo siguiente: “Los hombres, particularmente los de las clases cultas, miraron como un refinamiento amar a los hermosos adolescentes que se desarrollaron en los gimnasios”.
El poema “El olor y la mirada” es una apreciación erótica del cuerpo del amante, este es fragmentado y venerado, entrelazando vínculos con animales. Los animales son salvajes, el erotismo es salvajismo. César Moro, en todo el libro, hace que Antonio implique multitud de animales. “Las bestias son siempre más sensibles que los hombres”.
El olor fino solitario de tus axilas
Tu olor de cabellera bajo el agua azul con peces negros y estrellas
De mar y estrellas de cielo bajo la nieve incalculable
De tu mirada
Tu mirada de holoturias de ballena de pedernal de lluvia de diarios
.
El poema “Vienes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera” es uno de los más amorosos, violentos y fantasiosos. Desde los primeros versos se confiesa el amor puro y sincero que siente César hacia Antonio:
Y la noche se abren a tu paso/ Y el corazón vuelve a asomarse/ hasta llegar a tu frente/ Y verte como la magia resplandeciente.
Luego se torna violento, no debemos olvidar que la finalidad del erotismo es alcanzar al ser en lo más íntimo, hasta perder el desfallecimiento. En la poesía de César Moro el amor es un acto subversivo, nos aproxima a lo consagrado por medio de la violación de la realidad.
Entre bramidos de tigres y lágrimas
De gozo y gemir eterno y eterno
Solazarse en el aire rarificado
En que quiero aprisionarte
Y rodar por la pendiente de tu cuerpo
Hasta tus pies centellantes
Hasta tus pies de constelaciones gemelas.
Esa identificación entre el tigre y Antonio que hace Moro, lo reitera nuevamente en el poema “La leve pisada del demonio nocturno” y en sus Cartas:
Todo sexo y todo fuego, así eres. Todo hielo y toda sombra, así eres. Hermoso demonio de la noche, tigre implacable de testículos de estrella, gran tigre negro de semen inagotable de nubes inundando el mundo.
Encontramos en Antonio el dualismo entre el bien y el mal, lo divino y lo demoníaco. En algunos versos César Moro lo presenta como un ser celestial cósmico y creador del universo:
Estrellas enloquecidas que buscan su origen en tu boca …
Y que tus pies transitan
Abriendo huellas indelebles
Donde puede leerse la historia del mundo
Y el porvenir del universo.
En otros versos lo presenta como un ser demoníaco y violento:
Demonio nocturno
Así te levantas para siempre
Pisoteando el mundo que te ignora
Y que amas sin saber tu nombre
Y que gime tras el olor de de tu paso.
César Moro desea poseer con delirio el cuerpo de su amado. En el paso de la actitud normal y corriente hacia el deseo hay una fascinación por la muerte. En el erotismo hay una disolución de las formas constituidas. El desear frenéticamente el cuerpo de Antonio, lo vuelve un antropófago, pero ese deseo que conduce a la muerte es una inmolación y una ofrenda ritual. Esa poesía-ofrenda, es el camino por el cual los sentidos pierden su lógica, y logran liberarse la irracionalidad y la violencia que hay en la intimidad de todo hombre. El amor es delirio y locura no racional, está lleno de erotismo, goce, lujuria:
Y al fin es mío el tiempo
Y la noche me alcanza
Y el sueño que me anula te devora
Y puedo asimilarte como un fruto maduro.
Nos damos cuenta de todo ello también cuando en sus Cartas-poemas César Moro escribe lo siguiente:
Los ojos quisieran guardar para siempre el color del incendio de tus ojos, el resplandor de tu mirada, el exacto volumen de tu cuerpo, y devorarte, y envolverte, y guardarte ajeno a todas las mitradas … Y sacrificarte a un deseo simplemente humano.
Ese deseo de posesión que tiene Moro hacia Antonio, lo lleva a la destrucción. Partiendo de un concepto freudiano, Fornari describe la “pulsión de apropiación”, como el impulso primitivo de adueñarse de objetos deseados haciendo que se conviertan en parte de uno mismo y destruyéndolos. En esa destrucción que Moro realiza hay placer, el placer nace como expresión de negación de realidad (transgredir la realidad).
En la parte IV del poema “El fuego y la poesía” se encuentra el erotismo puro y pasional. En estos versos el amor es un delirio supremo y una transgresión a las convenciones sociales del amor. Como se ha dicho anteriormente, la gnosis del erotismo necesita una experiencia prohibida y transgresora. Parece una narración detallada del encuentro sexual, mostrando a Moro y a Antonio como antropófagos:
Ahora sería fácil destrozarnos lentamente
Arrancarnos los miembros beber la sangre lentamente
Tu cabeza gira tus piernas me envuelven
Tus axilas brillan en la noche con todos tus pelos
Tus piernas desnudas.
Los amantes se devoran como dos bestias, dos tigres, dos guerreros antagónicos, se comen el uno al otro. La carne del amado-enemigo nutre el amante: enciende su vida. Violencia y asesinato como celebración a la vida excesiva y transgresora.
Las Cartas-Poemas, son testimonios del sufrimiento que sintió mientras duró la relación entre Moro y Antonio. Ese pequeño tiempo fueron los momentos más felices de su vida. No tuvo prejuicios de que Antonio haya tenido un hijo, al contrario, en una carta que envía a Westphalen confiesa lo mucho que quería a aquel niño.En ese estado amoroso y de delirio Moro anhela el salvajismo, la irracionalidad, la demencia, la lucha contra la razón. El erotismo que se explaya por esta obra es un objeto de contemplación corporal y poética. Aprendemos que la vida sin amor es como la muerte, como una vida oscura, como un agujero negro:
Yo puedo pronunciar tu nombre hasta perder el conocimiento, hasta olvidarme de mí mismo; hasta salir enloquecido y destrozado, lleno de sangre y ciego a perderme en las suposiciones y en las alucinaciones más torturante.
La homosexualidad de Moro es la aceptación de un estilo de vida, un camino para alcanzar una paz interna y espiritual. Se enorgullece de su condición y de transgredir las reglas sociales y religiosas. Pero en Antonio existe duda e incertidumbre respecto a su inclinación, no encontramos una aceptación profunda de la relación entre ambos. Ello hiere y trastoca a un Moro angustiado:
Y mi sueño no es sino una angustia búsqueda de ti. Sueño que te vas, que me abandonas, como si pudiera abandonarse algo que nunca se ha aceptado. Porque tú nunca me has aceptado, nunca has querido saber nada de mí. Apenas llegaste, ya no pude ver nada, salí despavorido tras de ti y así he continuado.
El erotismo es un elemento que nos ayuda a desentrañar cada verso del poemario, y nos sumerge en el mundo extraño, puro e infernal de su silencio desgarrado. César Moro procreó poesía y vivió una relación amorosa que la iglesia y la sociedad catalogaron como pecaminosa y demoníaca. Infringe esta concepción autoritaria y hace del erotismo y del deseo un conocimiento interior y sagrado. La violencia es inherente a los animales, por ello el poemario de Moro es un pequeño bestiario. Moro posee delirio y éxtasis, su poesía erótica es un gran viaje por el cuerpo y el espíritu de su amado. A lo largo de todo el libro existe una visión cósmica del amor y de ese dios erótico que es Antonio. En cada verso se cede ante los impulsos para sentir placer. Alcanza el éxtasis amoroso, superando el horror.
No deja de parecerme extraño que el grupo surrealista, proclamador de la libertad de espíritu, condenara la homosexualidad (Paul Éluard, Péret y Breton). Moro, decepcionado de todo esto y por otros motivos (políticos y artísticos), se aleja del grupo francés, pero no de la verdadera esencia del Surrealismo.
La fugacidad de la relación con Antonio lo golpeó tan duro, que fue mermando su entereza, llegando a la desesperación. Le escribe a Westphalen: “Si supieras cómo estoy atormentado y ese nuevo tormento se añade a mi persecución. Si pudiera decirte cuánto me agobia la vida”. César Moro es un poeta que debemos leer y valorar, ya que es un gran precursor de la poesía erótica que se gestó en las décadas de los 70’s, 80´s y 90´s.
Joe Guzmán Rodríguez. (Trujillo, 1991) Docente. Estudió la carrera de Educación Secundaria, en la mención de Lengua y Literatura, en la Universidad Nacional de Trujillo. Autor de El devenir de lo incierto (Paloma Ajena Editores, 2014). Segundo (2010) y primer (2012) puesto en los Juegos Florales Interuniversitarios de la Universidad Nacional de Trujillo; segundo puesto en el Concurso Nacional de Relato Corto “A toda página” de El Cultural (2012); y menciones honrosas en el Concurso Nacional de Poesía (2016) organizado por la Feria Internacional del Libro de Trujillo, el II Concurso Nacional de Poesía Huauco de Oro (2017) y el XVII Concurso Nacional Juvenil de Cuento “Germán Patrón Candela” (2017)
Día Internacional del Libro 2025: en promedio, menos de dos libros al año lee un peruano
Este 23 de abril se celebrará importante fecha en distintos países del orbe y en comparación con otros países de la región estamos muy por debajo en lectura.
Uno de los inventos más grande de la humanidad no requiere de electricidad, ni de modernas tabletas, y tampoco del pago de una suscripción, solo sostener en sus manos aquellas hojas que conforman una historia fascinante, misteriosa, reveladora o sumamente intrigante.
Cada libro es una historia diferente, puede que el tema sea el mismo, pero la manera y estilo de escribirlo, y sobre todo de imaginar cómo se desarrolla la trama, hace que ninguno de ellos sea idéntico. También influye la etapa en que lo leamos, ya sea de muy jóvenes, ya adultos o en nuestros años otoñales.
En épocas de inteligencias artificiales, mega computadoras, plataformas que encadenan a las personas a deslizar su dedo de abajo hacia arriba, los libros han quedado relegados en algún rincón de la casa. Ya pocas personas se toman el tiempo de ‘desconectarse’ de la vorágine del mundo entrampado a un enchufe y una conexión a internet; podría calificarse como ‘rara avis’ a aquellas personas (hombres, mujeres o niños) que están en la calle concentrados en algún capítulo de su novela favorita.
A propósito del Día Internacional del Libro a celebrarse este miércoles 25 de abril, cabe recordar que menos del 50 % de peruanos ha leído un libro, según la Encuesta Nacional de Lectura (ENL) realizada en el año 2022, teniendo como universo de encuestados a personas entre los 18 y 64 años.
En estricto, de acuerdo a las cifras arrojadas por la ENL, el peruano en promedio lee 1.9 libros al año, cifra sumamente baja a comparación de otros países en la región. Por ejemplo, en Argentina sus ciudadanos leen 6.4 libros año, de acuerdo a la Cámara Argentina del Libro. En tanto, en Brasil se lee 4.7 libros. Nuestro vecino país de Chile lee en promedio 3.9 libros al año, de acuerdo a data recabada por la Biblioteca Nacional de Chile.
Nuevas generaciones optan por los contenidos digitales. Foto: Gobierno del Perú.
Factores del bajo nivel de lectura en el Perú
Una crítica que se tiene que realizar a todos los padres de familia es el no acostumbrar a sus hijos a coger un libro en su tiempo libre, optando por entregarles un celular para su distracción lo que hace que a la larga se pierda el hábito de la lectura de manera voluntaria.
Otro de los factores es la aparición de distintos medios digitales. Los peruanos se han ‘mal acostumbrado’ a leer solo las portadas y un poco de texto, desechando cualquier otro tipo de información más detallada.
Y cómo no soslayar el hecho de los altos precios de algunos libros, espantando a muchos ciudadanos de querer adquirirlos. Cabe recordar que nuestro país es mayoritariamente informal y acceder a un libro, ganando solamente el sueldo mínimo, puede representar un gasto considerable en la economía de una persona.
Mariana Enríquez: «El Papa era el poderoso más compasivo»
«Una cosa que sí me enseñó Francisco fue a bajar diez cambios con el anticlericalismo» la escritora argentina Mariana Enríquez se despide del Papa Francisco en sus redes con un mensaje de una agnóstica que deja de lado el orgullo y reconoce que hay puntos de encuentro y aceptación en las discrepancias que el magisterio de Francisco dejó. Tal vez aquí empieza el milagro.
Recientemente vimos un post en la cuenta de la escritora argentina Mariana Enríquez que no pudo dejar de sentir la muerte de Francisco como algo propio:
«Una vez, o dos, lo vi cuando era arzobispo de Buenos Aires en el subte E yendo para la villa. No me caía bien entonces: Jorge Bergoglio tuvo posiciones cuestionables. Cuando lo anunciaron como Papa me asusté. Con los años no me hice más ni menos católica, pero si me di cuenta de que se convirtió en un enorme líder y un buen pastor para sus fieles. Gente que jamás hubiese imaginado que podría siquiera respetar a un Papa le tenía afecto. Me incluyo. Solo conozco las acciones más visibles de su pontificado, porque no me pasé estos años prestando atención: no soy religiosa. Pero me da mucha pena su muerte y me da orgullo que haya sido alguien como Francisco el primer papa de América Latina. Se que estaba en contra de muchas cosas que me parecen elementales, pero está bien, no le pido a la Iglesia que vaya en contra de su doctrina, es un capricho eso. Sí me acuerdo que su primera misa fuera de Roma fue en Lampedusa y habló de los migrantes, una situación que sigue igual y que permanece bastante afuera de la conversación pública. Una vez, en Roma, en una heladería, se dieron cuenta de mi acento, gritaron «como el Santo Padre» y me regalaron un gelatto BENDECIDO. ¿Qué es esa pavada de ahora, de que hay que hablar del muerto y no de uno? ¿Cómo se hace eso? Esas son las necrológicas y las hacen los profesionales. Habrá muchos, espero, que puedan escribir sobre Francisco y dimensionar su figura. Lo normal es recordar lo personal, qué más vamos a hacer, y más aún en la despedida de un gran hombre. Me alegra por él y por los creyentes que haya podido dar la bendición de Pascua en la Plaza. Una cosa que si me enseñó Francisco fue a bajar diez cambios con el anticlericalismo y ser tolerante con los demás, con su fe y sus contradicciones. Los agnósticos somos muy arrogantes y nos creemos por encima del barro humano, a veces. Esta foto del Vaticano en la pandemia es mi favorita. Y ahora CONCLAVE: que DÍAS por delante. Espero que sea mejor que esa película horrenda que le gustó a todo el mundo. Un gran abrazo a mis amigos católicos y a todos los que sentimos que el Papa era el poderoso más compasivo y con más criterio de este Occidente».
Conocí a ese señor por mi papá. Vivíamos lejos de la ciudad, en medio de unas colinas que tocaban el paraíso. Y solo los fines de semana íbamos al pueblo por suministros. A mí me gustaba ir, sobre todo, por las películas que pasaban en televisión abierta los sábados y domingos después del mediodía. Y siempre me llevaba alguna sorpresa. Mi hermano Haya —quien vivía con los abuelos— me esperaba en la puerta, corría hacia mí y sacaba de adentro de su polo (holgado como esos que usan los jugadores de béisbol) un VHS. Le he robado a doña Dorila…, me decía riéndose. Doña Dorila era una señora flaquita, de cabeza pequeña como la de un gorrión, y temperamento de hierro. En su casa, estaba nuestro Cinema Paradiso. Ella vendía y alquilaba películas en VHS y, desde luego, las que nos gustaban tratábamos de hacerle olvidar y, rara vez, se la devolvíamos.
En uno de esos fines de semana, papá cogió su carcacha y fue al pueblo sin nosotros. Recuerdo que me enojé mucho pues la semana anterior habían anunciado una película sobre un perro gigante que volaba. Y ya no la podía ver. Entonces, mamá me llevó hasta la casa de la familia Sánchez Quiroz (los únicos que tenían paneles solares en sus techos de teja); pero una lluvia intensa, acompañada de granizo, hacía bailar a la antena parabólica y era imposible terminar de ver la película. La pantalla se veía como bolitas de granizo que estaban golpeando sobre los vidrios de las ventanas.
El lunes, por la mañana, escuchamos la carcacha de papá estacionarse en el patio de la escuela. Yo no lo quería ver, por supuesto; pero Coco, mi otro hermano, se levantó de su cama y fue corriendo a su encuentro. Escuchaba su voz y la voz de mi mamá y la de mi hermano pequeño diciendo: ¿Me has traído el rompecabezas del hombre araña? Y papá se lo entregó y él llegó hasta mi cuarto y me decía: ¡Mira lo que me han regalado! Y bailaba dando vueltas de alegría.
Fui a comer y papá seguía en la mesa. Y cuando me vio, me dijo: Para ti, he traído el mejor regalo. Está ahí, en esa caja. Era una caja pequeña, aún más pequeña que una caja de zapatos de los que él compraba. Inmediatamente, sentí una ligera exaltación. Me había dicho que, si ese año aprendía a resolver una raíz cuadrada, me compraba un minitelevisor, de esos que funcionaban a pilas y tenían la pantalla pequeña, casi como de unas gafas de sol. No podía ser otra cosa; mi sueño se había hecho realidad. Abrí la caja apresuradamente y encontré, en vez de un minitelevisor, un libro de carátula blanca con la fotografía y el nombre de ese señor. Seguí buscando y había más libros parecidos. Entonces, miré a papá y le dije sorprendido: Pero, yo pensé que era el minitelevisor. Y papá, muy sereno, me dijo: Sí, de alguna manera, lo es. Si lees con cuidado y te concentras bien, esas páginas se van a transformar en imágenes, en colores, en voces, en sensaciones; y las podrás ver más claras y reales que las del televisor. Y, ¿dónde las podré ver?, le dije. Enseguida, respondió: Dentro de tu cabeza.Además, puedes tú participar en la historia.Pero, ¿cómo?, le dije. Arreglándola a tu modo, así como de los dramas que inventas con tus compañeros o los cuentos que mamá te leía de más pequeño. Y mamá dijo: ¿Te acuerdas de Ernesto, el niño que andaba a caballo con su papá y era huérfano de madre?Claro que me acuerdo, mamá: el que asistía a un internado y lo cuidaban unos curas. Mamá asentía con la cabeza. ¿Y recuerdas, también, que creábamos otras cosas sobre Ernesto?; que tenía mamá y papá y hermanos y amigos que lo querían. Sí, claro; me acuerdo, mamá. ¿Y quiénlas inventó?No lo sé, le dije. Y luego, ella pronunció su nombre: Arguedas. Sí, él;claro, mamá. Y ahora, ese señor que ves en las carátulas de esos libros hace lo mismo, inventa muchos Ernestos. Y luego, me alcanzó un libro: Los cachorros, de Mario Vargas Llosa, ese hombre entrecano de mirada seria e imperturbable.
Desde entonces, Mario, me has acompañado toda la vida. Te conozco más de lo que tú crees. Tú no me has visto crecer porque estabas demasiado ocupado pensando sobre este desafortunado país en cual nos tocó nacer. En cambio, yo sí te he visto andar como actor de cine, llevando el nombre del Perú por todos los confines de la tierra; andando como un sol entre las élites académicas más importantes del mundo; diciendo el Perú existe, yo soy el Perú. Y, en verdad, lo eres. Has dado luz al mundo a través de tus historias. Me alumbraste en la etapa más triste de mi vida porque, en algún momento, en mi sueño más irrealizable, quise ser como tú. Pero, un amigo de Arequipa —que te quiere tanto o más que yo— me dijo: Mario solo hay uno. Y aterricé en la realidad.
Y te cuento, brujo de las palabras, que fue papá quien me hizo conocerte. Y también, hace un par de horas, fue papá quien entró a mi cuarto, con celular en mano y me dijo: Vargas Llosa ha muerto. Lo primero que se hace frente a la incertidumbre es no creer, que es algo imposible que el Perú haya muerto. Y, desde ahora, es demasiado triste saber que ese sol ya no nos alumbra. Saber que ya no te podemos buscar para mirarte desde lejos por los malecones de Barranco o Miraflores. Y Orlando, con sus dos metros de estatura y señalando con su dedo índice a tu casa, ya no me podrá decir: Hoy, veremos a Mario. Pero nunca nos acercamos. Te respetábamos mucho y también sabíamos que el sol nos puede quemar. Ahora, todos los peruanos —aquellos que fueron tus críticos y nosotros, los devotos— quisiéramos ser cómo tú, Mario: ¡una leyenda!
La literatura hispanoamericana ha perdido a uno de sus más grandes exponentes. Mario Vargas Llosa, novelista, ensayista, polemista y Premio Nobel de Literatura 2010, falleció este domingo en Lima a los 89 años, según informaron sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana. Su muerte cierra un capítulo trascendental de la narrativa en español y deja un vacío imposible de llenar.
Nacido en Arequipa el 28 de marzo de 1936, Vargas Llosa fue un autor universal. Desde sus primeras obras como Los jefes y La ciudad y los perros hasta su despedida con Le dedico mi silencio, su producción literaria moldeó el imaginario colectivo de generaciones de lectores. Dueño de un estilo poderoso y de una inteligencia feroz, supo retratar los entresijos del poder, la violencia y la resistencia con una lucidez pocas veces vista en la literatura contemporánea.
No solo fue novelista, sino también un intelectual en el sentido más clásico: comprometido, activo y provocador. Desde su tribuna en la prensa, como su recordada columna Piedra de Toque en El País, abordó con valentía y convicción los grandes debates de su tiempo, sin temor a contrariar sensibilidades ni a polemizar con sus propios lectores. Fue, hasta el final, un defensor apasionado de la libertad individual, aún a costa de las críticas que sus posturas políticas —liberales en lo económico, progresistas en lo moral— le granjearon.
Su partida, según sus hijos, será despedida en la más estricta intimidad, como él mismo lo pidió: sin ceremonias públicas, con la serenidad que caracterizó su madurez. “Deja detrás suyo una obra que lo sobrevivirá”, dice el comunicado. Y no hay frase más certera. Vargas Llosa ya era inmortal mucho antes de morir.
Obras como Conversación en La Catedral, La casa verde, La guerra del fin del mundo o La fiesta del Chivo consolidaron una carrera marcada por el rigor narrativo y la ambición temática. Fue parte del célebre boom latinoamericano, junto a Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, pero también un autor que se distanció de modas, que evolucionó hacia nuevos territorios sin perder la fidelidad a su esencia: contar la verdad a través de la ficción.
El Nobel, que muchos creían esquivo por razones ideológicas, le fue otorgado en 2010 por su “cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”. Recibió también los más altos honores literarios: el Cervantes, el Rómulo Gallegos, el Príncipe de Asturias, el Planeta. Fue miembro de la Real Academia Española y, desde 2021, inmortal de la Académie Française. Su ambición no fue solo literaria: aspiraba a incidir, a influir, a incomodar.
Quiso ser presidente del Perú y perdió. Escribió sobre dictaduras, corrupción, historia y pasiones privadas con idéntica intensidad. En El pez en el agua, sus memorias, relató tanto su educación sentimental como su derrota política, con la honestidad de quien entiende que todo, incluso el fracaso, forma parte de una obra mayor.
Su vida fue una novela en sí misma, atravesada por amores, rupturas, amistades rotas (como la célebre con García Márquez) y pasiones ideológicas. Pero nunca se convirtió en estatua, como temía. Siguió escribiendo hasta el final, como si la literatura fuera una forma de derrotar a la muerte.
En su discurso del Nobel afirmó que “la lectura inocula la rebeldía en el espíritu humano”. Vargas Llosa fue, hasta el último aliento, un rebelde que eligió la palabra como su arma más poderosa. Y como los grandes escritores, vivirá mientras lo lean. Ha muerto el hombre; queda el legado.
Francisco de Zela, una cuestión pendiente con Panamá ¿Es hora de repatriar su cadáver?
Hay algo que Dina Boluarte debería hacer, y es lo que hizo el alcalde del Cusco con la repatriación simbólica del hijo de Tupac Amaru, y es traer de vuelta a Francisco de Zela, prócer que murió en una cárcel de Panamá.
La leyenda cuenta que el 28 de julio de 1821 moría en una oscura cárcel en Panamá el prócer de la patria Francisco de Zela. Aunque en la década de 2010 el entonces embajador de Perú en Panamá, intentó buscar los restos del prócer, esto de manera autónoma y sin apoyo de la Cancillería peruana, las circunstancias resultaron en su momento infructuosas. Cabe mencionar que es muy probable que Zela en condición de traidor a la madre patria fuera enterrado en una fosa común. Cabría esperar del actual gobierno una búsqueda más infructuosa de dichos restos o al menos repatriar simbólicamente a Zela como se hizo con el hijo de Tupac Amaru y Micaela Bastidas recientemente. No debemos olvidarnos que el grito de Zela en Tacna fue el primer grito de independencia en Perú desde el grito ahogado en sangre de Tupac Amaru, esto en 1811. Grito que fue condenado en una mazmorra realista en Panamá.
Un héroe olvidado
Zela fue después de Tupac Amaru el primero luego de treinta años de silencio en lanzar el primer grito libertario del Perú en la ciudad de Tacna el 20 de junio de 1811. Eso lo hace meritorio de ser considerado el líder de la primera insurrección armada por la independencia del Perú. Su rebelión de Tacna estuvo en estrecho contacto con la Revolución Argentina, que se inició en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. Si bien los argentinos enviaron un ejército a la Provincia de Charcas (Bolivia), al mando del general Antonio González Balcarce y del abogado (¿Quién envía a un abogado?) Juan José Castelli. Los rioplatenses enviaron proclamas a varias ciudades del sur del Perú, invitándolos a continuar con la revolución.
Zela, tal vez apresuradamente fue el primero en responder y en un «Bando al pueblo de Tacna» declaró su adhesión a la Junta de autogobierno de Buenos Aires y su fidelidad al rey de España, de acuerdo con la posición de la Junta (recuérdese que Fernando VII estaba apresado por Napoleón y en España reinaba José Bonaparte que no era reconocido ni por los españoles americanos ni por los peninsulares) y pretende asumir la jefatura político-militar de la plaza militar imponiéndose él mismo el título de «Comandante Militar de las Fuerzas Unidas de América».
Zela quien tuvo un apoyo tanto de criollos, mestizos e indígenas, como es el caso del cacique de Tacna, Toribio Ara, y el cacique de Tarata y Putina, Ramón Copaja. No obstante, su insurrección no tuvo éxito.
Derrotado a causa del fracaso de la campaña de los rioplatenses que fueron aplastados por los realistas en Charcas se vio finalmente apresado por los españoles.
Así los principales dirigentes de la rebelión fueron sometidos a juicio, entre ellos Zela, quien fue llevado a Lima. Allí, gracias al nepotismo (algunas costumbres no cambian), es decir las influencias de su familia y a la mediación (compadrazgo) de importantes personajes se le conmutó la pena de muerte por la de encierro perpetuo en el morro de La Habana. No obstante, se consiguió modificar aún más la sentencia: una pena de diez años de presidio en la cárcel de Chagres, en Panamá, y terminados éstos, expatriación perpetua. Su prisión en Lima duró cuatro años y en 1815 fue trasladado a Panamá. Afectado por el clima tropical y las duras condiciones de su encierro, falleció algunos años después, en 1819. Una versión muy difundida que más huele a leyenda romántica afirma que su fallecimiento se produjo el 28 de julio de 1821, el mismo día de la Proclamación de la Independencia del Perú. Lo cierto es que murió en 1819, un 18 de julio, a la edad de 50 años.
La búsqueda del cuerpo del prócer
Allá por la década del 2010, el embajador de Perú en Panamá, Guillermo Russo Checa recordó la historia de Zela y se propuso encontrar sus restos. Sin instrucciones ni directrices o apoyo de Torre Tagle, buscó por las iglesias de Panamá y entré archivos donde podría descansar los restos del héroe. Consultó incluso con el entonces presidente de Panamá, el locuaz y alangarciesco presidente Martinelli. Finalmente, y tomando en cuenta que en su condición de traidor a la corona muy probablemente Zela fuera enterrado en una fosa común, hubo de parar sus investigaciones. No obstante, en un parque de Panamá se rindió homenaje a la memoria del héroe a través de un busto que recuerda al paseante distraído que en algún lado de Panamá todavía duerme el ilustre tacneño que espera el retorno a su patria libre.
Considerando la reciente repatriación simbólica al Cusco desde Madrid, del hijo de Tupac Amaru y Micaela Bastidas, es momento, aprovechando la visita del presidente Mulino en Perú, de recuperar los restos, aunque sea simbólicamente de Zela. Es momento que Zela regrese al Perú independiente tal y como un día de 1811 soñó.
Tras años de ausencia, Alejandra regresa al Perú con un único propósito: recuperar a su hijo Santi, a quien dejó al cuidado de sus abuelos cuando apenas tenía 7 años. Lo que parecía una sencilla reunión familiar se convierte en un escenario cargado de emociones, secretos y revelaciones inesperadas. En una cena familiar donde los recuerdos y las emociones están a flor de piel, una dolorosa verdad saldrá a la luz, ¿será capaz Alejandra de reconstruir lo que perdió?
“La princesa Gominola” es una tragicomedia escrita por Helen Hesse y forma parte de una serie de tres obras breves que forman parte de un innovador ciclo de microteatro inmersivo. Presentada por Paso de Gato Teatro, cada obra está diseñada para sumergir al espectador en una experiencia única, donde no solo serás testigo, sino también protagonista de las historias que se desenvuelven ante tus ojos.
Disfruta de una propuesta teatral en la que los límites entre el público y los personajes se desdibujan, creando una conexión emocional profunda y momentos inolvidables.
El dato
Estreno: Miércoles 09 de abril a las 8:00 pm
Dirección: Milagros López Arias
Dramaturgia: Helen Hesse
Actrices: Pilar Delgado, Milagros López Arias y Sergio Velasco.
Las obras estarán todos los miércoles y jueves de abril hasta 01 de mayo a las 8:00 pm.
Lugar: La Residencia (Sáenz Peña 107 Barranco)
Entradas: Joinnus o al 959528540.
No te pierdas esta oportunidad de vivir el teatro como nunca antes lo habías hecho.
El inicio de su travesía en la abstracción surgió de manera intuitiva. Un día en la playa, conversando con su madre, recordó la pared vacía de su departamento y decidió pintarla. A partir de esa carencia física nació un proceso que convirtió el vacío en superficie, la nada en estructura. Fue un encuentro con el orden y la proporción, donde líneas y formas geométricas empezaron a definir un lenguaje propio.
Camila Rodrigo (Lima, 1983) concibe el lienzo como un espacio de transformación. Su proceso creativo está marcado por una metódica construcción de capas, donde el color y la textura emergen en un rito de serenidad y concentración. La tela, en su estado inicial, yace en el suelo, expectante. El negro, un tono fundamental en su obra, se convierte en un eje transcendente y el pigmento, diluido en agentes fluidos, se asienta sobre la superficie como una piel que se va formando en un orden temporal que la artista organiza y supervisa con exigente minuciosidad.
Geometría líquida
La artista recuerda con nitidez los diseños limpios de su abuelo y su padre, arquitectos. Su conexión con la materialidad se remonta a su infancia, cuando paseaba por La Punta y recogía piedritas en la orilla del mar. Hoy, esos recuerdos se transforman en una serie de obras que exploran la textura y la composición, como se evidencia en La forma resignificada, muestra que inaugura el 9 de abril en La Galería de San Isidro. Sus pinturas, de una estética minimalista, sugieren paisajes internos y una rigurosa investigación sobre la materia.
No en vano su obra transita entre el diseño y la pintura, el instinto y la precisión geométrica. Formada en Diseño Gráfico en la Universidad San Ignacio de Loyola (2010), complementó su aprendizaje con estudios de fotografía en el Centro de la Imagen de Lima (2006) y en el Rhode Island School of Design (2009). Su carrera ha estado marcada por una evolución que la llevó del arte figurativo y la ilustración infantil hacia una exploración profundamente abstracta, donde la forma y el equilibrio son el núcleo de su lenguaje visual.
Lenguaje que madura y desarrolla en su estudio en Las Condes, Santiago de Chile, donde trabaja de 8:30 a.m. a 3 p.m., cuando sus hijos están en el colegio. Allí se entrega por completo al proceso creativo, sin interrupciones. En ese silencio ha descubierto que su pintura es una traducción de su percepción de la vida. «Después de pasar tiempo en el taller, mirando los cuadros en soledad, empiezas a pensar lo que hay detrás de lo que pintas», reflexiona.
Así, las piedras, recurrentes en su imaginario, se convierten en una metáfora del lastre vital, de esas formas que, convertidas en peso, se resisten al cambio. En su pintura, Rodrigo busca liberarse de esas imposiciones, recuperar la espontaneidad y la ligereza de la infancia. Su taller, más que un espacio de trabajo, es un refugio donde la libertad toma forma y color, como alguna vez imaginó de niña. Este 2025 su obra ha sido seleccionada para ser presentada en el Stand de La Galería en la feria Pinta PArc, un reconocimiento a su creciente impacto en la escena artística contemporánea.
El Centro Cultural de la Universidad de Piura los invita a participar de este seminario en el que se abordará las raíces de la civilización occidental en su poesía, la naturaleza del poeta desde un sentido antropológico/esotérico (los poetas arcaicos como mediums de la divinidad), la configuración del relato político, y la aparición del teatro como síntesis religioso y político.
Especial énfasis se dará en los vínculos del teatro trágico griego y su influencia en el drama moderno «Historia de una escalera» de Antonio Buero Vallejo. Así como también una comparativa de dos obras de tragedia clásica: La Electra de Sófocles frente a la Electra de Eurípides.
Dirigido a actores, dramaturgos y público en general.
SOBRE EL DOCENTE:
Alejandro Herrera. Bachiller de Derecho de la Universidad Hispanoamericana de Costa Rica. Periodista cultural especializado en poesía y narrativa. Es corresponsal del medio Contrapunto El Salvador Centroamérica, es también asesor literario, ghostwriter y editor. Cronista parlamentario en Perú para la revista Lima Gris.
SESIONES:
Narrando el Mito Griego: poetas épicos, líricos y autores trágicos
Roma, tuyo es el poder y la gloria: La política como teatro. De poetas bucólicos a oradores políticos.
La Espada, la Dama y la fe: de los cantares de gesta a los juglares y el ideal caballeresco medieval y la reaparición del teatro como evento sagrado.