Cultura
CÉSAR MORO, UNA TORTUGA ENTRE FUEGO Y AZUFRE

César Moro es un amigo de la universidad, un padre fallecido en tierras ajenas, un eructo después de un espantoso bocado, una noche de alcohol, drogas y sexo. Es erotismo y rebeldía pura. Nace de mi falo y de mi testículo izquierdo, nace surrealista y hermafrodita, divino y demoníaco (Abraxas). Es que criarse en una ciudad horrible, es cosa de locos y de locas, quizás por ello mató a Alfredo Quìspez Asìn y engendró a una tortuga mítica.
Hacia 1925, las ideas sobre la vida, el arte y el amor eran cuantiosamente fáciles, improvisadas, bucólicas-líricas y apresuradas; continúan siendo el triste patrimonio de la mayoría gris y espesa de los intelectuales del Perú. Siempre criticó la sociedad enferma y opresora de su época, buscando una liberación total, tanto en las ideas, como en la vida misma.
¿Pero quién fue César Moro? ¿Cómo situar a un verdadero poeta, a una obra original y valiosa, junto a tanta basura, cómo integrarlo dentro de una tradición de embusteros y plagio, cómo rodearlo de poetas payasos? Se preguntó alguna vez Vargas Llosa. Es que la vida de César Moro fue un devenir de transgresiones y rompimientos, y quizás en ello radica la indiferencia que se tiene hacia él. Entre las principales transgresiones que realizó ante la sociedad tenemos las siguientes: su homosexualidad (condición que le reconcilió consigo mismo y que le hizo vivir una relación amorosa marcada por la pasión y el dolor), adoptar el francés como lengua poética, y cambiar su nombre de pila, Alfredo Quispez Asín, por César Moro. Este hecho simboliza la figura de Moro como un creador de sí mismo, cambiándose de nombre, vuelve a nacer y hace de su vida una gran obra subversiva.
Resulta increíble y patético pensar que en 1940 su libro que llevaba por título “La tortuga ecuestre”, el único que escribió en castellano, no llegó a publicarse porque no hubo suficientes subscriptores para financiar el tiraje (cincuenta personas). Un hecho que va de acorde a un poeta que caminó entre la marginación y el exilio. Fue en 1957, un año después de su muerte, cuando André Coyné logra publicarlo junto a unas Cartas-Poemas. Ambos libros destacan por el erotismo y por la pasión que se percibe en cada verso, y como un testimonio de amor y de dolor hacia Antonio, su pareja mexicana. Rafael Vargas menciona lo siguiente: “Antonio es el destinatario de los extraordinarios poemas amorosos de La Tortuga Ecuestre”. Hay que tener en cuenta que Moro empezó a escribir el libro en San Luis de Potosí, en donde Antonio había sido destacado, y terminó de escribirlo en la ciudad de México.
Yolanda Westhpalen divide la vida artística de César Moro en tres etapas: Vanguardista, Surrealista militante y surrealista independiente, que es vista como una proyección espiritual. El surrealismo no concebía una poética que no pretendiera encarnar. Propone que vida y sueño conviven indisolublemente como delirio y revelación. César Moro es de los surrealistas que llevaron esta propuesta hasta el extremo de su propio sacrificio, rechazando la despersonalización lírica y el abandono a la confesión. Su poesía fue la confesión de su propia vida.

El erotismo que se desarrolla en la poesía de Moro nace de su experiencia homosexual, y se adecua a lo que George Bataille propone como el erotismo transgresor.
George Bataille, escritor, antropólogo y filósofo que perteneció al grupo surrealista elabora un estudio importante acerca del Erotismo, desarrollando conceptos, objetivos, tipos de erotismo, etc. El erotismo es esencialmente el campo de la violencia y de la violación. Ese campo conlleva al hombre a transgredir las normas imperantes de su sociedad. El objetivo principal del erotismo es “alcanzar al ser en lo más íntimo, hasta el punto de desfallecimiento”. Finalidad que concuerda con la personalidad de César Moro porque el Eros que contiene su poesía es una vía de conocimiento espiritual y de realización.
El erotismo se opone a la reproducción, orientándose en el goce sexual que causa la unión de los cuerpos. Asimismo, Bataille propone que el tema general del Erotismo es “la prohibición de la desnudez y la transgresión de la prohibición”, hay que tener en cuenta que la homosexualidad es condenada por las normas religiosas y sociales. Se instaura un vínculo entre erotismo y transgresión.
De igual forma se debe señalar que la poesía de Moro fue vanguardista, porque la transgresión en ese contexto fue algo lógico, un quebrantamiento con las normas academicistas. La transgresión simboliza el deseo del hombre por regresar a sus orígenes. Es cierto que Moro criticó al país de su tiempo, pero también enalteció las culturas milenarias de Perú y México. “Tan lejos como puedo recordar, el Perú es un país de luz: total antes de la llegada de los españoles”. Fue transgresor porque su poesía y su creatividad desbordan los límites para construir algo innovador en nuestra tradición, tan mojigata la pobre.
El nombre de La Tortuga Ecuestre, según Américo Ferrari, se debe a que Moro vio en un parque de Lima a dos tortugas copulando. De igual manera considera que el poemario es un drama representado por tres personajes: un oficial llamado Antonio, un poeta peruano llamado César y una tortuga llamada Cretina. Ello se percibe en el verso: Antonio Cretina César que pertenece al poema “El fuego y la Poesía.
Los trece poemas que conforman el poemario de la Tortuga ecuestre son intensos y eróticos. Es una entrega pasional que no llega a apagar el fuego del deseo. Hay un erotismo inclemente que entrega un amor violento, desenfrenado, y que termina por revelarse contra el mundo para evitar que se detenga. En el análisis de los poemas se va a tener en cuenta a los personajes mencionados por Américo Ferrari, para una mejor comprensión de la historia de amor que hay en el libro. Moro es el destinador y Antonio, el destinatario.
En el primer poema “Visiones de pianos apolillados cayendo en ruinas” hace alusión a Antonio como un guía que va a conducir la vida de César por el mar, lugar donde los amantes se encuentran, es la esencia creadora de la tierra.
Cuando acabes de estar muerto serás una brújula borracha
Un cabestro sobre el lecho esperando un caballero moribundo de
Las islas del pacífico que navega en una tortuga musical
Divina y cretina.
Ese caballero moribundo es César Moro. En el encuentro íntimo realizado en el mar se desprende una música que simboliza la tortuga. Ese vínculo entre la tortuga y la música nace de la historia griega sobre Hermes. Moro se va a identificar con la cultura griega, por el Eros estético que visto como el amor homosexual. Esa clase de Eros preside el amor entre hombres solos y auspicia la afección viril de los ciudadanos entre sí. Ingenieros señala lo siguiente: “Los hombres, particularmente los de las clases cultas, miraron como un refinamiento amar a los hermosos adolescentes que se desarrollaron en los gimnasios”.
El poema “El olor y la mirada” es una apreciación erótica del cuerpo del amante, este es fragmentado y venerado, entrelazando vínculos con animales. Los animales son salvajes, el erotismo es salvajismo. César Moro, en todo el libro, hace que Antonio implique multitud de animales. “Las bestias son siempre más sensibles que los hombres”.
El olor fino solitario de tus axilas
Tu olor de cabellera bajo el agua azul con peces negros y estrellas
De mar y estrellas de cielo bajo la nieve incalculable
De tu mirada
Tu mirada de holoturias de ballena de pedernal de lluvia de diarios
.
El poema “Vienes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera” es uno de los más amorosos, violentos y fantasiosos. Desde los primeros versos se confiesa el amor puro y sincero que siente César hacia Antonio:
Y la noche se abren a tu paso/ Y el corazón vuelve a asomarse/ hasta llegar a tu frente/ Y verte como la magia resplandeciente.
Luego se torna violento, no debemos olvidar que la finalidad del erotismo es alcanzar al ser en lo más íntimo, hasta perder el desfallecimiento. En la poesía de César Moro el amor es un acto subversivo, nos aproxima a lo consagrado por medio de la violación de la realidad.
Entre bramidos de tigres y lágrimas
De gozo y gemir eterno y eterno
Solazarse en el aire rarificado
En que quiero aprisionarte
Y rodar por la pendiente de tu cuerpo
Hasta tus pies centellantes
Hasta tus pies de constelaciones gemelas.
Esa identificación entre el tigre y Antonio que hace Moro, lo reitera nuevamente en el poema “La leve pisada del demonio nocturno” y en sus Cartas:
Todo sexo y todo fuego, así eres. Todo hielo y toda sombra, así eres. Hermoso demonio de la noche, tigre implacable de testículos de estrella, gran tigre negro de semen inagotable de nubes inundando el mundo.
Encontramos en Antonio el dualismo entre el bien y el mal, lo divino y lo demoníaco. En algunos versos César Moro lo presenta como un ser celestial cósmico y creador del universo:
Estrellas enloquecidas que buscan su origen en tu boca …
Y que tus pies transitan
Abriendo huellas indelebles
Donde puede leerse la historia del mundo
Y el porvenir del universo.
En otros versos lo presenta como un ser demoníaco y violento:
Demonio nocturno
Así te levantas para siempre
Pisoteando el mundo que te ignora
Y que amas sin saber tu nombre
Y que gime tras el olor de de tu paso.

César Moro desea poseer con delirio el cuerpo de su amado. En el paso de la actitud normal y corriente hacia el deseo hay una fascinación por la muerte. En el erotismo hay una disolución de las formas constituidas. El desear frenéticamente el cuerpo de Antonio, lo vuelve un antropófago, pero ese deseo que conduce a la muerte es una inmolación y una ofrenda ritual. Esa poesía-ofrenda, es el camino por el cual los sentidos pierden su lógica, y logran liberarse la irracionalidad y la violencia que hay en la intimidad de todo hombre. El amor es delirio y locura no racional, está lleno de erotismo, goce, lujuria:
Y al fin es mío el tiempo
Y la noche me alcanza
Y el sueño que me anula te devora
Y puedo asimilarte como un fruto maduro.
Nos damos cuenta de todo ello también cuando en sus Cartas-poemas César Moro escribe lo siguiente:
Los ojos quisieran guardar para siempre el color del incendio de tus ojos, el resplandor de tu mirada, el exacto volumen de tu cuerpo, y devorarte, y envolverte, y guardarte ajeno a todas las mitradas … Y sacrificarte a un deseo simplemente humano.
Ese deseo de posesión que tiene Moro hacia Antonio, lo lleva a la destrucción. Partiendo de un concepto freudiano, Fornari describe la “pulsión de apropiación”, como el impulso primitivo de adueñarse de objetos deseados haciendo que se conviertan en parte de uno mismo y destruyéndolos. En esa destrucción que Moro realiza hay placer, el placer nace como expresión de negación de realidad (transgredir la realidad).
En la parte IV del poema “El fuego y la poesía” se encuentra el erotismo puro y pasional. En estos versos el amor es un delirio supremo y una transgresión a las convenciones sociales del amor. Como se ha dicho anteriormente, la gnosis del erotismo necesita una experiencia prohibida y transgresora. Parece una narración detallada del encuentro sexual, mostrando a Moro y a Antonio como antropófagos:
Ahora sería fácil destrozarnos lentamente
Arrancarnos los miembros beber la sangre lentamente
Tu cabeza gira tus piernas me envuelven
Tus axilas brillan en la noche con todos tus pelos
Tus piernas desnudas.
Los amantes se devoran como dos bestias, dos tigres, dos guerreros antagónicos, se comen el uno al otro. La carne del amado-enemigo nutre el amante: enciende su vida. Violencia y asesinato como celebración a la vida excesiva y transgresora.
Las Cartas-Poemas, son testimonios del sufrimiento que sintió mientras duró la relación entre Moro y Antonio. Ese pequeño tiempo fueron los momentos más felices de su vida. No tuvo prejuicios de que Antonio haya tenido un hijo, al contrario, en una carta que envía a Westphalen confiesa lo mucho que quería a aquel niño.En ese estado amoroso y de delirio Moro anhela el salvajismo, la irracionalidad, la demencia, la lucha contra la razón. El erotismo que se explaya por esta obra es un objeto de contemplación corporal y poética. Aprendemos que la vida sin amor es como la muerte, como una vida oscura, como un agujero negro:
Yo puedo pronunciar tu nombre hasta perder el conocimiento, hasta olvidarme de mí mismo; hasta salir enloquecido y destrozado, lleno de sangre y ciego a perderme en las suposiciones y en las alucinaciones más torturante.
La homosexualidad de Moro es la aceptación de un estilo de vida, un camino para alcanzar una paz interna y espiritual. Se enorgullece de su condición y de transgredir las reglas sociales y religiosas. Pero en Antonio existe duda e incertidumbre respecto a su inclinación, no encontramos una aceptación profunda de la relación entre ambos. Ello hiere y trastoca a un Moro angustiado:
Y mi sueño no es sino una angustia búsqueda de ti. Sueño que te vas, que me abandonas, como si pudiera abandonarse algo que nunca se ha aceptado. Porque tú nunca me has aceptado, nunca has querido saber nada de mí. Apenas llegaste, ya no pude ver nada, salí despavorido tras de ti y así he continuado.
El erotismo es un elemento que nos ayuda a desentrañar cada verso del poemario, y nos sumerge en el mundo extraño, puro e infernal de su silencio desgarrado. César Moro procreó poesía y vivió una relación amorosa que la iglesia y la sociedad catalogaron como pecaminosa y demoníaca. Infringe esta concepción autoritaria y hace del erotismo y del deseo un conocimiento interior y sagrado. La violencia es inherente a los animales, por ello el poemario de Moro es un pequeño bestiario. Moro posee delirio y éxtasis, su poesía erótica es un gran viaje por el cuerpo y el espíritu de su amado. A lo largo de todo el libro existe una visión cósmica del amor y de ese dios erótico que es Antonio. En cada verso se cede ante los impulsos para sentir placer. Alcanza el éxtasis amoroso, superando el horror.
No deja de parecerme extraño que el grupo surrealista, proclamador de la libertad de espíritu, condenara la homosexualidad (Paul Éluard, Péret y Breton). Moro, decepcionado de todo esto y por otros motivos (políticos y artísticos), se aleja del grupo francés, pero no de la verdadera esencia del Surrealismo.
La fugacidad de la relación con Antonio lo golpeó tan duro, que fue mermando su entereza, llegando a la desesperación. Le escribe a Westphalen: “Si supieras cómo estoy atormentado y ese nuevo tormento se añade a mi persecución. Si pudiera decirte cuánto me agobia la vida”. César Moro es un poeta que debemos leer y valorar, ya que es un gran precursor de la poesía erótica que se gestó en las décadas de los 70’s, 80´s y 90´s.
Cultura
Geometría y acero bajo el mismo cielo
El hombre Pentágono y el misterio de las formas: esa es la nueva bipersonal de Mónica González Tobón y Percy Zorrilla. Va en La Galería de San Isidro hasta el 6 de junio.

En su taller de Cieneguilla el silencio se quiebra solo con el sonido del metal al ser moldeado. Mónica González Tobón y Percy Zorrilla han construido algo más que esculturas: una vida. Ella, colombiana de nacimiento y peruana por elección; él, limeño de raíces andinas. Ambos, nacidos en 1971, se conocieron en las aulas de la Facultad de Arte de la PUCP.
Desde entonces, Mónica —ganadora del Primer Premio en Escultura— y Percy —destacado por su audacia en pintura y volumen— iniciaron un viaje creativo que hoy, tres décadas después, desemboca en El hombre Pentágono y el misterio de las formas, bipersonal que inauguran el 14 de mayo en La Galería de San Isidro.
Ambos —ella con nueve individuales y premios en Dubái y Alemania, y Percy, con obras en Vietnam y Argentina— representan esa rara conjunción de talento y tenacidad. «En los 90, el arte en Perú era un acto de fe», recuerda ella, mientras señala los certificados de sus logros: el Premio Hobart (2013) por una escultura pública en San Miguel, o su mención en el Museum of Americas (2007) por explorar lo femenino en el acero.
Percy, por su parte, acumula distinciones como el Premio Nacional de la Juventud (2003) y participaciones en diferentes bienales, desde el Chaco hasta Da Nang. «Nuestras obras viajan más que nosotros», bromea, refiriéndose a las piezas que habitan plazas en Lima, Büdelsdorf y Buenos Aires.

-Cosmogonía de metal-
La muestra —que incluye una pieza conjunta, seis esculturas de Mónica y cuatro de Percy— es un homenaje a la geometría sagrada. «El pentágono es el hombre buscando su lugar en el universo», explica ella, mientras ajusta un relieve que parece flotar. Para Percy, el material es un aliado: «El acero nos permite vencer la gravedad, como si las leyes físicas cedieran ante lo espiritual».
Influenciados por Oteiza y Winternitz, pero también por los frisos Ychsmas de Cieneguilla, sus obras son «vacíos activos» que dialogan con Kandinsky y Turrell. «No es minimalismo —aclara Mónica—, es lenguaje del alma».
La dinámica de creación es tan singular como su historia: cinco hijos, árboles plantados juntos y discusiones sobre ángulos y vacíos. «Nuestra pieza colaborativa (‘El hombre pentágono’) es como nuestro matrimonio: dos visiones que se complementan», confiesa Percy. Mónica añade: «Él piensa en grande; yo, en lo esencial». Esta síntesis se plasma en la distribución de la muestra, donde sus obras no compiten, sino que «orbitan como planetas», según el curador.

-Ritual de lo habitual-
Así, desde el 14 de mayo San Isidro será testigo de cómo el acero se vuelve poesía. Entre las piezas destacan “Microcosmos” (Mónica), una estructura que atrapa la luz del atardecer, y “Tawantinsuyu” (Percy), un homenaje a la cosmovisión andina. «Queremos que el público sienta que el arte es un ritual», dicen.
Con esta exposición —que luego viajará a Alemania—, los Zorrilla no solo celebran su trayectoria, sino que desafían la indiferencia hacia el arte público en Perú. «Seguiremos plantando esculturas como si fueran árboles», prometen. Y uno les cree: después de todo, ya lo han hecho en medio mundo. Aplausos.
Lugar: La Galería
Dirección: Conde de la Monclova 255 – San Isidro
Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 pm. Sábados de 3 a 7 pm
Hasta: 6 de junio.
Cultura
Un amigo escritor para Hitler: El obituario del Premio Nobel
Lee la columna de Hans Herrera Núñez

Si usted cree que Vargas Llosa es controversial, es porque no conoce a Knut Hamsun. Se cumplen 80 años en que el 30 de abril murió Hitler en la Cancillería de Berlín. Una semana después, en Noruega, la leyenda de la literatura escandinava, Hamsun, escribiría un obituario en honor del Gran Dictador de Europa.
Hamsun en 1945 tenía 86 años, el famosos novelista y premio Nobel, era una leyenda viviente entonces, autor de obras maestras como Hambre y Pan que desarrollan la novela psicológica heredera de Dostoievski en una exploración acertada del monólogo interior de sus protagonistas.
Durante el ascenso de Hitler y luego durante la ocupación de Noruega por Alemania, el inmortal escritor se mostró favorable a Hitler.
El obituario de Hitler
Knut Hamsun escribió en mayo de 1945, estando la guerra perdida, un obituario de Adolf Hitler en el periódico Aftenposten. El panegírico de Hamsun a Hitler sirvió como artículo principal del periódico colaboracionista sobre la muerte de Hitler.
El breve obituario dice en su totalidad:
«No soy digno de hablar en nombre de Adolf Hitler, y su vida y sus acciones no me incitan a ninguna provocación sentimental. Hitler fue un guerrero, un guerrero por la humanidad y un predicador del evangelio de la justicia para todas las naciones. Fue un reformador de primer orden, y su destino histórico fue actuar en una época de brutalidad sin igual, que al final le falló.
Así puede el ciudadano europeo occidental mirar a Adolf Hitler. Y nosotros, sus seguidores más cercanos, inclinamos la cabeza ante su muerte”, escribió Knut Hamsun.

El obituario se publicó la noche del 7 de mayo de 1945, una semana después de la muerte de Hitler.
Cuando su hijo Tore le preguntó sobre el motivo de este obituario, Knut Hamsun respondió: “Fue un gesto de caballerosidad hacia un gran caído”.
Para el propio Hamsun, el obituario y otras declaraciones y escritos llevaron a su arresto poco después del fin de la guerra. Sin embargo, los cargos en su contra se suavizaron cuando el profesor Gabriel Langfeldt y el médico jefe Ørnulv Ødegård determinaron que tenía “capacidades mentales permanentemente deterioradas”.
Antes de morir fue acusado de traición y finalmente fue seriamente multado y calificado de loco. En 1948, tuvo que pagar una suma ruinosa al gobierno noruego de 325.000 coronas (65.000 dólares o 16.250 libras esterlinas en aquel entonces) por su presunta afiliación al Nasjonal Samling y por el apoyo moral que brindó a los alemanes, pero fue absuelto de cualquier afiliación nazi directa. Si era miembro del Nasjonal Samling o no, y si sus capacidades mentales estaban deterioradas, es un tema muy debatido incluso hoy en día.

Hamsun declaró que nunca migró a ningún partido político. Escribió su último libro a los 90 años, Paa giengrodde Stier (Sobre senderos cubiertos de maleza), en 1949, un libro que muchos consideran una prueba de su capacidad mental. En él, critica duramente a los psiquiatras y a los jueces y, con sus propias palabras, demuestra que no está enfermo mental. Hamsun murió en 1952.
Después de la guerra, los noruegos quemaron libros de Hansum y su recuerdo sigue siendo espinoso entre sus compatriotas. Como dijo una escritora de su país, ningún noruego habla abiertamente de Hansum pero todos tienen al menos un libro suyo en casa.
El autor danés Thorkild Hansen investigó el juicio y escribió el libro “El juicio de Hamsun” (1978), que causó revuelo en Noruega. Entre otras cosas, Hansen declaró: “Si quieres conocer idiotas, ve a Noruega”, pues consideraba indignante ese trato al veterano autor ganador del Premio Nobel. En 1996, el cineasta sueco Jan Troell basó la película “Hamsun” en el libro de Hansen. En “Hamsun”, el actor sueco Max von Sydow interpreta a Knut Hamsun; su esposa, Marie, es interpretada por la actriz danesa Ghita Nørby.
El profesor Atle Kittang, de la Universidad de Bergen, escribió sobre el legado de Hamsun en el sitio web del Centro Knut Hamsun. Afirmó que existían razones complejas detrás de la publicación del obituario por parte de Hamsun. Señala que, tras su único encuentro en 1943, Hitler no ocupaba un lugar destacado en la evaluación de Hamsun. En consecuencia, Kittang cree que el obituario debería considerarse parte de la necesidad de provocación de Hamsun, como lo demuestran su vida y obra.

Hamsun, la leyenda de la literatura
Más de medio siglo antes, un joven Hamsun se oponía al realismo y al naturalismo. Argumentaba que el objeto principal de la literatura modernista debía ser la complejidad de la mente humana, que los escritores debían describir el «susurro de la sangre y la súplica de la médula ósea». Hamsun se convertiría muy pronto hacia 1800 a ser considerado el «líder de la revuelta neorromántica de principios del siglo XX».
Entre sus admiradores se encontraban Thomas Mann, Hermann Hesse, Robert Musil, Arthur Schnitzler, Jakob Wassermann, Stefan Zweig, Martin Buber, Arnold Schoenberg y Alfred Einstein. Todos ellos contribuyeron a la publicación conmemorativa que se publicó en Alemania con motivo del 70º cumpleaños de Hamsun. Al Festschrift publicado en Noruega con el mismo motivo también contribuyeron Maxim Gorki, Gerhart Hauptmann, Heinrich Mann, Tomáš Garrigue Masaryk y André Gide. Otros admiradores incluían a Ernest Hemingway, Franz Kafka, John Galsworthy, Henry Miller e incluso el joven Bertolt Brecht. Uno de los periodistas y escritores más conocidos de Alemania en aquel momento, Kurt Tucholsky, también confesó en un breve artículo en el Vossische Zeitung del 1 de enero de 1928: “Kurt Tucholsky ama… a Hamsun”
Todo empezó en 1888, cuando el barco de vapor danés Thingvalla en que viajaba un Hamsun pobre y desconocido se encontraría con la musa. Fue en ese viaje en que su barco estuvo amarrado en Kristiania durante un día en su camino de EEUU a Copenhague, que dicha ciudad danesa le trajo recuerdos desagradables del año 1886, cuando tuvo que soportar allí un duro período de hambre, sin trabajo. Hamsun no abandonó el barco y esa noche escribió las primeras líneas de la novela, que ya capturan la atmósfera opresiva de todo el libro:
«Fue en ese tiempo cuando yo vagaba y me moría de hambre en Cristianía, en esa ciudad extraña de la que nadie se va hasta que ha sido marcado por ella”.
En Copenhague alquiló una habitación en el ático y, padeciendo nuevamente hambre, continuó escribiendo. Presentó el manuscrito inacabado a Edvard Brandes, el editor de arte del periódico Politiken. Profundamente conmovido, Brandes persuadió a Carl Behrens para que publicara partes del libro de forma anónima en la revista danesa Ny jord (Nueva Tierra) en noviembre. La obra llamó inmediatamente la atención por la radicalidad de su representación y su ruptura con el concepto aún joven del nuevo realismo. La revista Dagblad pronto reveló el misterio que rodea la identidad del autor. Hamsun continuó trabajando en la obra, que fue publicada íntegramente, aunque todavía de forma anónima, en 1890. Ese mismo año fue publicada en traducción alemana por Samuel Fischer.
Hambre narra en primera persona el declive físico y psicológico de un joven escritor y periodista fracasado en Kristiania, la actual Oslo. De vez en cuando logra vender un artículo a un periódico, pero sus ganancias rara vez son suficientes para cubrir comida y alojamiento, por lo que deambula por la ciudad hambriento y a veces incluso sin hogar. Al intentar ocultar su precaria situación, el narrador en primera persona la empeora aún más. Describe su estado mental con gran detalle y de forma vívida; Su estado de ánimo fluctúa entre la depresión, la euforia, la desesperación y la vergüenza.
El narrador anónimo en primera persona sale de su habitación y camina sin rumbo por Cristianía. Cuando conoce a un hombre pobre, a pesar de su propia situación, empeña su chaleco y le da la mayor parte del dinero que recibe. Poco después, persigue a una mujer, luego busca un empleo y fracasa, después se le ocurre un texto brillante y escribe lo que intuyo es una obra maestra, envía el manuscrito a un editor, sin un centavo y viviendo en la calle se le ocurre entrar furtivamente a la habitación que alquilaba y de donde lo echaron por deudor, y es entonces que descubre una carta, su libro tiene suerte y le han adelantado 10 coronas. Aquí empieza la historia.

El autor y crítico danés Erik Skram elogió la obra como un “acontecimiento literario de primer orden”, y el crítico noruego Carl Nærup escribió en 1895 que “sentó las bases de una nueva literatura en Escandinavia”. Muchos críticos consideran que la novela es la mejor obra de Hamsun. El autor se hizo famoso de la noche a la mañana, fue un invitado bienvenido en los círculos intelectuales y fue invitado a dar lecturas en los EE.UU.
Influenciado por la psicología de Dostoievski (el narrador recuerda ciertos rasgos de Raskolnikov, el antihéroe de Crimen y castigo, pero también protagonista de El sótano) y por el naturalismo de Zola, Hamsun, en Hambre, prefigura también los escritos de Kafka y de la literatura existencialista del siglo XX.
Recepción en el siglo XXI: En su novela de 2017 Suleika abre sus ojos, Gusel Jachina retoma una imagen de Hamsun: la gente intenta superar el hambre cortándose con un cuchillo y chupándose la sangre de los dedos.
Respecto a esta raza de artistas vagabundos descrito en Hambre, Virginia Nicholson escribe en Among the bohemians: Experiments in Living 1900-1939:
«Después de cincuenta años podríamos juzgar que la pobreza de Dylan Thomas era noble, mientras que la de Nina Hamnett no tenía sentido. Sin embargo, una artista menor y sin dinero se vuelve igual de famélica que un genio. ¿Qué los impulsó a hacerlo? Creo que tales personas no sólo escogieron el arte, sino también la vida de artista. El arte les ofreció un estilo de vida diferente, uno que creyeron les compensaba de la pérdida de comodidades y respetabilidad».
Tal vez Hamsun viera en Hitler a aquel artista frustrado que como él vivió el hambre y la soledad del anonimato en esa otra Christiania llamada Viena.
«En aquel tiempo tenía hambre y vagaba por Christiania, esa extraña ciudad de la que nadie sale sin llevar sus marcas…»

Por Edwin Sarmiento
(Estando yo en un pueblito, por las alturas de Lima, y sin Internet, se murió mi amigo Jorge Acuña, el mimo más grande que tuvimos en la década del 70 en el Perú. Se nos fue a la edad de 94 años. Las redes sociales se llenaron de nostalgia al informar de este desenlace. Y pensar que Jorge era un tipazo fuera de serie. Hace cuatro años yo publiqué en mi muro una semblanza de dos amigos: el poeta Reynaldo Naranjo y el mimo Jorge Acuña, con quienes aparezco en una fotografía de esas que nos tomamos, casi siempre, con el corazón. Muerto Naranjo, hace unos años, y ahora Acuña, hace unos días, deseo compartir este texto a modo de homenaje a ambos y a esas épocas doradas que nos tocó vivir)
I
Debió ser en la Casa de la Literatura, al costado de Palacio de Gobierno, cuando algún amigo nos tomó esta fotografía. No recuerdo, exactamente, el año. Aquí estoy junto al poeta y periodista Reynaldo Naranjo y el actor peruano, mimo y promotor del teatro de la calle, Jorge Acuña (al centro y de pelo cano). Él debe estar cumpliendo, ahora, 91 años, en Suecia, donde radica, mientras que Naranjo nos dejó cuando tenía 84, hace dos años, al ser atropellado por un camión, cuando cruzaba, una mañana, la avenida Benavides, en Miraflores. Con ambos alterné en situaciones distintas de mi vida. Al poeta lo recuerdo con la sonrisa y picardía criolla, permanentes. Fue uno de los mejores tituleros que tenía el periodismo de los 70. Convivieron en él la creatividad del poeta social, con la neurosis de los cierres de edición en las salas de redacción de diarios y revistas, en los cuales trabajó como periodista. Cuando coincidíamos en el bar Palermo de la Av. Colmena, yo recitaba este poema, escrito en 1968: (A un edificio en construcción) “Obreros y cemento/ curiosos e ingenieros/ ingresan a la gran mezcladora// Mientras el ruido gira/ va naciendo el gigante/ hijo robusto/ que ha de crecer/ hasta el veintavo piso// Danza de músculos/ de cerebros y días// Nos pararemos/ en el piso más alto/ tal los conquistadores/ de las altas montañas// Alzaremos los brazos/ para tocar el cielo/ y el flamante ascensor,/ como nave dorada,/ nos dejará en la tierra/ con las manos vacías// Vendrá la burocracia// Gerentes, policías,/ padrinos y ahijados// Contratarán porteros/ y nos serán cerradas/ las puertas que pusimos” Luego de un reverencial silencio, yo preguntaba, ¿recuerdas quién escribió este tremendo poema? Y él, soltando esa carcajada que llegaba hasta la Casona de San Marcos, decía, creo que fue un tal Reynaldo Naranjo. Y yo gritaba: ¡respuesta correcta! Junto a César Calvo, Javier Heraud, Arturo Corcuera, Mario Razzeto fue una las figuras representativas de la denominada generación del sesenta. Naranjo, Calvo y el poeta uruguayo Alfredo Zitarrosa fundaron, en algún momento, la Casa de la Poesía, en el distrito de Barranco. Luego, grabaría con Calvo y el músico Carlos Hayre, el disco Poemas y Canciones, que los muchachos de entonces, escuchábamos en el LP que circulaba de mano en mano, prestadito nomás.
II
Jorge Acuña es un tipazo, un actor de primera, un mimo que empezaba su función, al aire libre, en la plaza San Martín, a las tres de la tarde. Lo hacía colocando, primero, un letrerito sobre cartón y escrito a plumón que decía: «Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él” (César Vallejo). Luego, procedía, lentamente, a maquillarse la cara, mientras los curiosos se iban aglomerando, formando un semicírculo que él había trazado, previamente, con tiza, muy cerca del monumento al libertador San Martín. Las tardes, si eran de invierno, empezaban a calentarse a medida que la gente, mayormente de rostro cobrizo, empezaba a compactarse codo a codo, hombro a hombre, uno detrás de otro, hasta que empezaba la función. El mimo iniciaba su trabajo con una explicación sobre el teatro, señalando la función del artista en un país pobre como el nuestro, la necesidad de que el buen arte debería salir a las calles a buscar al pueblo, lejos de esperar en salas pequeñas y selectivas, sólo al alcance de quienes podían pagar una entrada y en este chamullo, que la gente escuchaba en silencio, el actor terminaba citando a Vallejo, a Mariátegui, también al Che Guevara, a Marx y a un largo etcétera marxista, maoísta, pensamiento Mao Tze Tung. Y sus amigos, que no éramos pocos, nos arrancábamos con unos aplausos, seguidos por un público que por casualidad pasaba, esa hora de la tarde, por la plaza San Martín. Ya en el “tempo” exacto del buen arte, Acuña se arrancaba con su lenguaje corporal moviendo manos, brazos y piernas, o abriendo los ojos, lo más que podía, o cerrándolos, si sus historias tenían que ver con trepar las paredes, abrir las puertas, cocinar una sopita, asombrarse de algo o soportar el terror de una mala noticia, en fin. El público reía a rabiar, comentaba en voz alta, aquello que el mimo los iba describiendo, en silencio, sólo con el movimiento de su cuerpo. Dos horas más tarde, el público seguía aplaudiendo y él decía que al artista no había que explotarlo, porque era un trabajador como cualquiera y tenía derecho a ser recompensado. Aclaraba que esa recompensa sería voluntaria y gracias por su apoyo, compañeros. Es cuando sus ganchos, o sea, nosotros, le ayudábamos a pasar el sombrero entre el público que iba soltando un sol, dos soles, una china, a veces un caramelo, como después descubriríamos al hacer el recuento en el bar Palermo, a eso de las seis de la tarde, cuando, en una mesa, hacia el extremo del bar, nos instalábamos para acompañarlo hasta pasada la medianoche. Él formaba montoncitos de diez soles cada uno y cuando ya no había nada que contar, Acuña, separaba la mitad de lo que había en la mesa, lo guardaba en un bolsillo y decía que el resto sería para disfrutar la noche y así era. Ahora que ya no estará con nosotros, me viene la nostalgia. Fue un tipazo.
Cultura
Rodolfo Muñoz, un modelo desnudo lleno de historias [VIDEO]
Un recuerdo del querido personaje bellasartino.

El jueves 24 pasado se conoció el fallecimiento del Hércules de Bellas Artes. Rodolfo Muñoz trabajó por más de 60 años en la Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú, su trabajo era despojarse de su ropa para que los alumnos de la ENSABAP lo inmortalicen con sus primeros trazos.
En el reciente podcast de Lima Gris, Edwin Cavello y Luis Felipe Alpaca recordaron lo entrañable del querido personaje que fue pintado por maestros como Humareda, Szyszlo, Tilsa, Tola, Ángel y Gerardo Chávez, entre otros.
Aquí el podcast especial sobre Rodolfo Muñoz.
Cultura
Falleció Jorge Acuña, el mimo que habló con el alma
Su familia confirmó el deceso. El extrañable personaje falleció a los 94 años en la ciudad de Estocolmo en Suecia.

El Perú ha perdido una de sus almas más silenciosas. Jorge Acuña, el emblemático mimo peruano que durante varios años convirtió la Plaza San Martín en un escenario de poesía muda, falleció recientemente, según confirmó su familia. Tenía el don raro de decir mucho sin palabras, de conmover sin un solo sonido. Hoy, el eco de sus gestos queda flotando en el aire como un susurro entre adoquines y palomas.
Acuña fue más que un artista callejero; fue un testigo del tiempo. A finales de los años sesenta, cuando el país se debatía entre la incertidumbre política y la efervescencia cultural, él apareció como un oasis de belleza en medio del caos. Su rostro pintado de blanco y sus movimientos precisos eran una forma de resistencia, una poesía viviente que se ofrecía gratuitamente a todo transeúnte que supiera detenerse a mirar.

“Ser mimo no es disfrazarse, es desnudarse”, dijo alguna vez en una entrevista para Lima Gris. Esa frase —que hoy resuena con una fuerza mayor— resume la filosofía de vida de Acuña: el arte no como espectáculo sino como verdad desnuda, como entrega absoluta. En esa misma entrevista, también confesó: “La calle me enseñó a ser humilde, pero también me hizo fuerte. No hay escenario más honesto que el pavimento”.
Jorge Acuña dedicó más de cuatro décadas a su arte. Viajó, enseñó, formó discípulos en talleres y escuelas independientes, pero nunca se desligó de la calle, su primer amor y su escuela más sincera. “Podría estar en un teatro con luces y telón, pero prefiero el aplauso de una niña que me mira desde la vereda”, dijo con una sonrisa tímida, sin quitarse el maquillaje.
Sus personajes —el anciano que lucha contra el viento, el niño que juega con una mariposa invisible, el obrero cansado que carga el peso del mundo— no eran simples pantomimas. Eran espejos de un país que muchas veces no se detiene a mirarse. Y él, sin pedir nada a cambio, ofrecía esos reflejos todos los días, bajo el sol o bajo la llovizna limeña.

La noticia de su muerte ha conmovido a quienes lo conocieron y a quienes alguna vez se detuvieron, siquiera por un instante, a contemplar su arte. No hay grandes homenajes, no hay titulares ruidosos. Pero en la Plaza San Martín, donde tantas veces detuvo el tiempo con un gesto, alguien ha dejado una flor. Y eso basta.
Porque Jorge Acuña no ha muerto del todo. Vive en cada silencio que conmueve, en cada gesto que dice más que las palabras, en cada niño que se detiene a mirar a un artista callejero con los ojos bien abiertos.
Su cuerpo se ha ido. Su arte perdurará.
Cultura
Czar Gutiérrez autor de Bombardero: «Nunca me sentí influenciado por la prosa de Vargas Llosa» [VIDEO]
En un nuevo episodio del podcast de Lima Gris, conversamos con el escritor y periodista cultural César Gutiérrez.

Czar Gutiérrez es ampliamente reconocido como uno de los más destacados periodistas culturales del país, pero también —y quizás con mayor intensidad— como un escritor de singular talento que, durante años, ha mantenido un silencio tan enigmático como elocuente. Gutiérrez Rivas no es un autor cualquiera: en 2008 dejó una marca indeleble en la literatura peruana con la publicación de Bombardero, una obra que reveló su formidable capacidad narrativa y lo consagró como una de las voces más potentes y originales de su generación.
Con su libro Bombardero, Czar Gutiérrez irrumpió en la literatura peruana con una prosa que desafía las convenciones, un torrente verbal tan desbordante como preciso, que evoca y provoca vértigo narrativo.
En una reciente entrevista para el podcast de Lima Gris, conversamos con Czar Gutiérrez sobre su silencio literario, Mario Vargas Llosa y el periodismo cultural. El autor de Bombardero no se calla nada. Aquí la entrevista completa.

Por: Hélard André Fuentes Pastor
Recuerdo el día que lo conocí con la nitidez propia de mis veinte años. En ese entonces, presidía el Centro de Estudios Históricos para el Desarrollo Social (CEHDES) “Guillermo Galdós Rodríguez”, que organizó una única actividad: el Primer Congreso Regional de Historia del Arte Popular en la Alianza Francesa de Arequipa.
Durante la organización del evento, y motivado por razones familiares, propuse la participación del doctor Xavier Bacacorzo como ponente magistral. Una noche, lo visité en la Facultad de Filosofía y Humanidades, donde dictaba cátedra. Me acerqué con la ingenuidad de un universitario, mencionando que había sido profesor de mi padre y tras una breve conversación evocando ese recuerdo, respondió a la invitación con una serie de quejas sobre el funcionamiento de la Universidad de San Agustín, cuyo letargo, como lo viví después, ha generado impotencia y frustración en más de uno.

Recuerdo la expresión de decepción en su mirada cuando me dijo: “Participaré cuando estemos en la Católica con doble C”, dando a entender que el evento lo organizaba San Agustín y prefería no asistir. No quise ser cargoso; porque insistir o explicarle ―pensé―, lo impacientaba aún más.
Siempre lo vi y leí con admiración, y quizás por eso, a lo largo de estos catorce años, mi sentimiento de reconocimiento hacia su obra se mantuvo intacto. Su legado no solo se refleja en cerca de una decena de títulos, sino también en una actividad cultural impresionante, especialmente a mediados del siglo XX, y en una valiosa contribución periodística como columnista en diversos medios, entre ellos Arequipa Al Día. Este sentimiento persiste en mí, a pesar de los encuentros y desencuentros que vivimos, tan propios de los intelectuales, artistas y literatos.
Xavier Bacacorzo no era cortesano; no esperaba caer bien ni mal. Comunicaba lo que pensaba, lo que había leído o lo que intuía a través de los astros y sus conexiones espirituales, aunque a veces no lo hacía de la mejor manera.
Un día lo encontré caminando por el Portal de Flores, con una visible cojera que, sin embargo, no le impedía recorrer largos tramos del Centro Histórico. Me acerqué a él, mencionando mi nombre, pero al alzar la mirada, con sus ojos esquivos, no respondió a mi saludo. Esta vez, porfiado, insistí un par de veces, y cerca del quiosco de periódicos en la intersección con la calle Mercaderes, le dije:
—Soy el autor del libro del 50… La lucha del pueblo arequipeño (…).
Con eso, arranqué de sus labios una respuesta.
—Por cierto —dijo—, muy mal escrito.
Yo sonreí y, sin perder el ánimo, le pregunté las razones por las que pensaba eso. Entonces, señalándome el McDonald’s, me dijo:
—¿Tienes tiempo?… Vamos por un café.

Conversamos mucho. Le conté que su hermano Jorge había dado por muerto a un niño en un poema. Le mencioné que había leído sus artículos sobre el movimiento popular de junio de 1950 y que incluso había empleado su división cronológica en mi libro. Creo que también se lo entregué ese día.
Hablamos de poesía, de un poemario que estaba por publicar. Corrigió algunos versos de mi poema Noctámbulo. También conversamos sobre mi tío abuelo, Pedro Luis González, de quien —según me contó— había sido jurado de tesis y quiso sorprenderlo con un trabajo voluminoso (con un “sillar”).
En medio de todo, me preguntó por mi signo zodiacal, entre otras cosas. Luego, avanzamos hasta una fotocopiadora, donde hizo copiar algunos de sus artículos, uno sobre la visita de Pablo Neruda a Arequipa —a quien había recibido personalmente—, y otra a color de una pintura en honor a Francisco Mostajo, a quien retrató en vida.
Antes de despedirse, me dijo:
—Serás mi discípulo.
Yo, que no creía mucho en esas cosas, porque no son de mi tiempo, solo sonreí y le respondí:
—Doctor, creo que cada quien hace su propio camino, pero es un honor escucharlo.
Me lo encontré incontables veces en el Panorámico, en Mercaderes y en San Francisco. A veces, acompañado de su esposa, María Esther Basurco. En una de esas ocasiones, nos detuvimos a conversar sobre Mariano Melgar. Unos estudiantes de antropología lo habían invitado a dar una charla sobre el vate arequipeño.
Me preguntó:
—¿Irás?
—No puedo, doctor, porque en las mañanas enseño en un colegio. Allá… en Mariano Melgar —respondí.
Luego, me preguntó qué tema me gustaría que tratara, y yo le dije:
—Quizás sobre la naturaleza fenotípica o étnica de Melgar, recordando los dibujos que lo representan como un europeo y aquellos que lo muestran como un hombre mestizo con rasgos predominantemente andinos.
La ocasión más difícil ocurrió un atardecer en Mercaderes, a la altura de una sede de la Librería San Francisco. Me acerqué para saludarlo, pero cuando escuchó mi nombre, visiblemente molesto, me dijo que no quería saber nada de mí. Me dejó consternado.
Resulta que unos amigos suyos, abogados, le dijeron que yo había escrito un libro sobre Melgar, cosa que nunca ocurrió, y que, además, no citaba su trabajo. Entonces, traté de aclararle la situación, y creo que logré demostrarle que lo único que había escrito sobre Melgar era un artículo que aparece en mi obra sobre el Cementerio de la Apacheta, y que, aunque no tenía su libro, sí lo citaba. Le expliqué que cómo no lo iba a citar si alguna vez nos habíamos encontrado y conversado al respecto.
—¡Evento al que no asististe! —me dijo.
Y yo le respondí:
—Estaba trabajando, doctor, como le mencioné en aquella ocasión.
Se tranquilizó. Sin embargo, debo confesar que en ese momento experimenté desconcierto. Preocupado por su edad y por el impacto que mi acercamiento pudo haber tenido, decidí alejarme.

Años después, en 2018, organizamos un homenaje a Carlos Meneses Cornejo, con la publicación de un libro sobre su vida y un opúsculo de saludos. Sabiendo que María Esther había publicado en Arequipa Al Día (que dirigió don Carlitos), la invité a escribir unas palabras de homenaje. Grata fue mi sorpresa cuando respondió, además, con un segundo texto suscrito por los hermanos Gustavo y Xavier Bacacorzo. ¡Genial! Y aún más grato fue que asistiera al evento, realizado en la Biblioteca Mario Vargas Llosa, espacio vinculado a un novelista del que discrepó y renegó en más de una ocasión. En medio de la incertidumbre que domina los sentidos, me acerqué y el doctor me saludó con familiaridad. Le dije: «¿Y usted cuándo se deja hacer un homenaje?», mientras me mostraba, de un cartapacio que llevaba en las manos, una serie de artículos y algunas biografías de él, pues su trayectoria aparece en diccionarios locales y nacionales.
Lo más inolvidable aún fue el abrazo que se dieron con Eusebio Quiroz, con quien habían tenido una serie de polémicas académicas sobre temas como la Guerra del Pacífico o la llamada “Revolución del 50”. Ambos se preguntaron cómo estaban y se desearon lo mejor.
Luego llegó la pandemia, y no volví a verlo. Supe de él por los correos electrónicos que compartimos con su esposa, cuando lo invité a participar en el libro Voces de la poesía peruana (Parihuana, 2021).
En ciertos libros, he leído que nació en 1931. En mi antología aparece el año que consulté en registros oficiales, 1930. Sin embargo, en una de nuestras comunicaciones, María Esther me comentó que fue en 1932. Todo en él siempre fue un misterio, lo que lo convierte en un intelectual único, sin igual.

Xavier fue un personaje excepcional por múltiples razones; pero era, en esencia, hombre; un hombre de letras, y ser un hombre de letras implica profundas lecturas, inolvidables diálogos, polémicas, reflexiones humanísticas, aciertos y desaciertos. Por eso, resulta más sencillo comprender al hombre que fue, al que hoy recordamos, porque la congoja y el pesar que acompañan el ocaso de la existencia, nos permiten entender de mejor manera el orden de las cosas, asimilar los recuerdos con reconciliación y valorar esos buenos momentos, apreciando cada circunstancia de aprendizaje, cercanía y alejamiento en nuestras vidas. Xavier fue uno de los personajes de la vieja escuela, cuya obra es clave para comprender los procesos históricos-literarios del siglo XX y una época crucial en nuestra ciudad.
Cultura
Álvaro Vargas Llosa: su pareja lo deja, la ex contraataca y Bayly opina
Un dolor de muelas en el corazón. Así es la vida amorosa de Álvaro, quien ha tenido que vivir un duelo doble, primero por la muerte de su padre nuestro premio Nobel, y después la ruptura relámpago de su pareja de origen libanés. Aquí los pormenores.

¿Cuándo se jodió Álvaro? Quizás fue en este 2025 cuando su romance terminó de manera inesperada. O tal vez en 2021 cuando dejó atrás la solidez de un matrimonio de casi treinta años por la aventura de rejuvenecer con una nueva pareja. Sea que Álvaro esté mirando la Gran Vía de Madrid o desde la Diagonal de Barcelona, es muy seguro que ve al mundo desde donde esté como la Avenida Tacna, sin amor.
Nada se va, Nada se fue
En una carta publicada en el diario El País, el conferencista reveló que su pareja lo abandonó en el momento más difícil de su vida. Según relató, mientras él lidiaba con el dolor de la muerte de Su padre, Mario Vargas Llosa, Nada regresó a su país natal sin ofrecerle ninguna explicación, poniendo fin a su relación de cuatro años.
“Pues te cuento, ya que el diálogo continúa, que, como todos los dramas, el tuyo tiene un toque tragicómico: mientras tú agonizabas, morías y se iniciaba mi duelo, mi pareja… regresó a su país para siempre sin que medie una conversación de despedida”, escribió Álvaro en una carta abierta en El País, titulada “Elogio fúnebre de mi padre”. El ensayista de 59 años no solo rinde homenaje al legado intelectual y humano de Mario Vargas Llosa, sino que también comparte con los lectores el doloroso momento personal que le tocó vivir paralelamente al duelo familiar. En el texto, da entender que Nada se fue sin ofrecer una despedida o una explicación clara.
De inmediato como si fuesen las mismas Erinnias de Esquilo, aparecieron como glosistas de la carta su ex mujer y su ex amigo (¿?).
La ex esposa contraataca
Con garbo y elegancia, Susana la ex de Álvaro, lanzó un tweet que hace volar la imaginación de los internautas:
«Dos palabras: Efímero: pasajero, de corta duración y Mentecata: tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón. A buen entendedor, pocas palabras»

Álvaro Vargas Llosa y Susana Abad.
No solo eso, la ex esposa de Álvaro Vargas Llosa reconfiguró su biografía en Instagram, llamando la atención de los usuarios en lo que obviamente es una clara indirecta hacia su exesposo: “El mundo es redondo y da muchas vueltas”.
Además, compartió una serie de imágenes acompañadas de frases reflexivas, como “Confía en la intuición, te avisa antes que la razón”, “Que la sed no te haga beber del vaso equivocado” y “Cada uno da lo que tiene en su corazón”.
Álvaro Vargas Llosa y Susana Abad se casaron en 1992 y, fruto de su romance, nacieron tres de sus hijos: Julio, Leandro y Aitana. Sin embargo, después de dos décadas de matrimonio, la pareja decidió separarse en 2021, sorprendiendo al público. La noticia se dio a conocer de manera insólita y poco convencional: Susana, en lugar de hacer un comunicado o de hablar con la prensa, cambió su biografía en Twitter, afirmando que estaba en “proceso de divorcio”.
Como si no hubiera quedado suficientemente claro que su relación con Álvaro Vargas Llosa había llegado a su fin, Susana Abad compartió un mensaje revelador: “Una vez le dijeron: eres muy bella para estar sola. Ella respondió: Nada de eso, soy demasiado maravillosa para estar con cualquiera”. A lo que añadió: “Pues eso”, subrayando de manera definitiva que no había marcha atrás en su decisión.
Una vez consumado el divorcio, no pasó ni un mes para que el hijo mayor de Mario Vargas Llosa presentara públicamente a su nueva pareja: Nada Chedid, una traductora libanesa a quien conoció en 2006 y con la que retomó contacto en 2020, justamente cuando aún estaba casado con la madre de sus hijos. En ese momento, comenzaron a circular rumores que sugerían que la relación con Nada había sido un factor decisivo en la disolución definitiva de su matrimonio.

Nada Chedid y Álvaro Vargas Llosa.
Y para colmo Bayly
Para el periodista, la revelación de Álvaro resulta inoportuna, y es que no fue el momento para dar un anuncio como este por lo que lo calificó de ‘desatinado’.

“Es una carta preciosa, un texto muy bien escrito y seguramente muy bien leído. Pero, ¿tenía que revelar Álvaro, al final de esta carta de despedida a su padre, que su novia lo había despedido? Yo creo que fue un paso en falso. Creo que fue un anuncio desatinado, inoportuno en esa circunstancia”. Y luego agregó: “Álvaro no debió contar algo tan íntimo, tan personal, en los funerales de su padre. Y es evidente, para mí, que si ya lo había contado y luego tomaba la decisión de publicar el discurso en el diario El País de España, pudo haber suprimido esas tres líneas quejumbrosas. Me parece un paso en falso”.
-
Política5 años ago
Las licencias de Benavides [VIDEO]
-
Política5 años ago
La universidad fantasma de Benavides
-
Actualidad5 años ago
Richard Swing: «Con esta conferencia he dado un gran aporte a nuestra institución y a la humanidad»
-
General4 años ago
Dan ultimátum de 48 horas al presidente Sagasti para derogar Decreto que atenta nuestra Soberanía Nacional
-
Política4 años ago
Altos oficiales de FF.AA a través de comunicado exigen la salida de Jorge Luis Salas Arenas
-
Actualidad2 años ago
Carlos Alcántara: «Crees que voy a pretender hacer una película como Tarantino. Hay que ser huev… para pensar que voy a querer algo así»
-
Cultura5 años ago
MINISTERIO DE CULTURA PAGÓ 175 MIL SOLES AL CANTANTE RICHARD SWING
-
Cultura4 años ago
«Es que somos muy pobres», por Juan Rulfo