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Banderas de odio: la Wiphala y la Cruz de Borgoña

Lee la columna de Hans Herrera Núñez.

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Un fantasma recorre Latinoamérica, se llama el identitarismo. Seguro has visto por la calle o en redes dos banderas que comienzan a emerger con fuerza en el imaginario simbólico peruano de estos meses. Por un lado una bandera blanca con una cruz roja en aspa y por el otro una bandera ajedrezada de colores. Pues bien, estas son las banderas de los nuevos radicales, los extremos de los extremos, y en dónde se cuecen las habas del odio.

Identidad y el concepto de lo político

Decía mi abuelo que el mal nunca viene solo. A los problemas sociales sin resolver que son motor de este malestar político se suma la cuestión de la identidad. O mejor dicho la politización de la identidad. Lo hemos visto a través de la ideología de género y sus detractores, entre veganos frente al McDonalds,  entre taurinos y antitaurinos, pero también en supuestos buenos cristianos que toman nuestra santa religión como bandera política. Nuestro fenómeno político contemporáneo no es otro que el de la politización de la vida, en especial la identidad. El demarcar esa línea divisoria de “quién soy”, quienes “somos nosotros” y lo más importante quienes son “los otros”. Esta dicotomía no es otra que la memorable teoría de “Concepto de lo político” del JURISTA nacionalsocialista Carl Schmitt, según la cual la política se define en la dialéctica Amigo-Enemigo. Pues bien, izquierdas y derechas, indigenistas e hispanistas son hijos de este pensamiento que se ha vuelto hegemónico. Probemos.

Seguro que si eres admirador de Greta Turnberg, o de Zisek, o te gusta el pensamiento del Che Guevara no tienes amigos que por ejemplo sean seguidores de Jordan Peterson, lectores de Agustín Laje o que tengan a Margaret Thatcher de heroína ¿O me equivoco? Seguro lo has tenido antes pero la amistad se ha envenenado mientras la conversación se ha hecho imposible porque de repente en pocos años hasta conversar se ha vuelto en un campo de batalla. En el caso de los peruanos hizo pus la llaga  desde diciembre pasado. Te pasa, como me pasa a mí, que de inmediato conversar se ha vuelto peligroso, el debate termina cuando uno de los dos ha calificado al otro de caviar, facho, neoliberal, o incluso de terruco. Pues bien, esa situación es nuestra nueva pandemia para la que no hay mascarillas salvo el bozal de la autocensura del silencio. Todo se ha politizado y siguiendo a Schmitt, todo lo político es una relación amigo enemigo.

Según Schmitt la esencia de las relaciones políticas es el antagonismo concreto originado a partir de la posibilidad efectiva de lucha. Lo político es, entonces, una conducta determinada por la posibilidad real de lucha; es también la comprensión de esa posibilidad concreta y la correcta distinción entre amigos y enemigos. El medio político es, por ende, un medio de combates concretos. Es decir, el significado de la distinción de amigo–enemigo es el de indicar el extremo grado de intensidad de una unión o de una separación, que puede subsistir teórica y prácticamente sin que, al mismo tiempo, deban ser empleadas otras distinciones morales, estéticas, económicas, etc., pues no hay necesidad de que el enemigo político sea moralmente malo o estéticamente feo, «el enemigo es simplemente el otro que está en contra de mi posición». El enemigo político es un conjunto de hombres que combate, al menos virtualmente, o sea sobre una posibilidad real, y que se contrapone a otro agrupamiento humano del mismo género. Enemigo es sólo el enemigo público.

Partiendo de esta línea, la derecha como la izquierda en general vienen siguiendo este marco teórico, solo que el enemigo público teórico de Schmitt se ha vuelto también en un enemigo íntimo y personal, es a todas luces un enemigo privado también al que por sobre todas las cosas se odia.  

Latinoamérica y las traducciones de su odio

Si buscamos la génesis en Latinoamérica de este odio, porque es un fenómeno global pero con una principal traducción cultural dentro del marco latinoamericano, la polarización comenzó a evidenciarse en el contexto de las protestas entre pro vidas y pro abortistas en Argentina durante el debate de la nueva ley del aborto hacia 2018. En ese escenario aparecieron los pañuelos celestes entre los provida y los pañuelos verde entre las feministas. A partir de aquí, empieza una delimitación simbólica de la relación amigo enemigo, el cual se evidencia desde lo visual para identificar a los miembros de una tribu y a los miembros de la otra tribu. A partir de aquí la política empieza a plantearse en términos militares: en lugar de uniformes, pañuelos de colores. En fin, que la política se ha pintado de los colores de la guerra.

Hoy en los países andinos esta dinámica evoluciona a un siguiente paso dentro del lenguaje militar: la bandera. En los países del altiplano emerge con fuerza desde hace un tiempo la Wiphala indígena, la cual lleva años instrumentalizada, primero con éxito por Evo Morales en Bolivia; sin embargo en Perú a partir del decembrismo de 2022 llega a tener nuevos alcances y un sentido cada vez más político en el sentido de Schmitt. Algo parecido con el fenómeno político de la bandera mapuche que se ha vuelto estandarte de guerra del grupo “terrorista” araucano de la CAM. Pero en el otro lado de la vereda desde hace algunos años, desde los rincones más historiográficos de la derecha y el conservadurismo, viene emergiendo otra bandera identitaria, la bandera de la cruz de Borgoña, la cual en Perú como el fenómeno de la Wiphala ha comenzado a obtener protagonismo entre los más radicales. Lo que se percibe es que ambas banderas del radicalismo que florecen en el actual desgobierno peruano, son los símbolos de una confrontación que desde lo simbólico anuncia el ambiente previo a una guerra civil. Y no exagero. El signo de los tiempos se lee desde las marcas de lo simbólico, y estás banderas son precisamente la demarcación de estos odios.

No son estas banderas, la Wiphala y la Cruz de Borgoña, inocentes banderas de identidad. Basta con leer los comentarios en redes de sus defensores, sus publicaciones en facebook, Twitter o tiktok, o hablar con algunos de aquellos que literalmente sostienen al viento su odio.

Hoy no vengo a definir el origen histórico, ni los supuestos valores de reivindicación que encarnan dichas banderas (en el fondo ambos discursos son puro floro, pues sus adeptos solo quieren “pertenecer” y ser “distintos”). Vengo más bien a señalar las pasiones divisorias de un país que se rompe en medio de la polarización política. Ambos son grupos extremistas, los supuestos indigenistas e hispanistas, hasta hace poco conformaban discursos marginales en nuestra política, pero  pronto han empezado a cobrar protagonismo y podrían tener un peso definitivo en la política del Perú, un peso que solo ayudaría a romper definitivamente al país. Porque lo que hermana a los que siguen una bandera en una batalla no es el amor entre ellos, sino el odio al que sostiene la bandera contraria.

Bienvenidos a la guerra civil de las banderas.

La cruz del clasismo

El clasismo racista limeño parece fructificar bajo la bandera de Borgoña. Embrutece saber que alguien que enarbola esa bandera en una marcha de la “paz” celebrada hace pocos días se jactaba de que “los derechos humanos no son para los salvajes” refiriéndose a los manifestantes del Sur. Y lo peor, lo más bruto de lo bruto, es que señoras con educación aparentemente completa aplaudieran ese discurso discriminador. Hemos perdido hasta la vergüenza de discriminar públicamente.

Los grupos de hispanistas de la cruz de Borgoña no es exclusiva de Perú y crece su influencia en redes entre jóvenes latinoamericanos. Adoradores de Franco y reivindicadores de una Conquista e Inquisición pero sin autocrítica, los hispanistas centenials aparecen como la fuerza de choque mestiza y clasemediera principalmente costera.

La bandera ajedrezada de la xenofobia

Sorprende ver qué aquellos que comparten la bandera de la Wiphala están más cercas de la xenofobia que otros grupos en Perú. Es común en los grupos que monopolizan el discurso de justicia social, sean a su vez los mismos que destilan odio a los venezolanos. También lo hace la otra bandera, pero los radicales indigenistas van más lejos. Es común ver en los distritos de Lima y también en las provincias  grafitis trazados con puño de odio hacia los hermanos de Andrés Bello: “fuera venecos”, “venecos sidosos”, “Perú libre de venecos”. Ese discurso nacionalista que cada vez se vuelve más racista evidencia una distancia con la frase integradora de Arguedas: un Perú de todas las sangres.

La reivindicación indígena se vuelve en estos días en un discurso de odio autóctono, cada vez más cerca al Fascismo. Un Fascismo cobrizo. Este indigenismo no tiene nada de mariateguista y si cada vez más de hitleriano entre sus grupos más radicales del profundo Sur. Además de sus bases en grupos campesinos, gran parte de sus cuadros de propagandistas provienen de la clase media provinciana.

La bicolor teñida de luto

Entre tantas banderas de odio se pierde de vista la bandera del Perú. Perú un concepto de proyecto que con retrocesos y todo viene tratando de englobarnos a todos, aunque solo fuera en la semántica. Hoy ni las palabras tenemos.

Hoy nuestra bandera en las protestas se tiñe de negra. Puede que tenga simbolizaciones políticas también esa bandera negra que se ve en las marchas. Pero de momento se ha perdido la bandera de Bolognesi y Grau, la bandera de Cesar Vallejo y Vargas Llosa (si, también suya aunque sea Nacionalizado español), la bandera de Gonzáles Prada, de Basadre, esa bandera que representa algo más valioso que Machu Picchu y la comida peruana: a nosotros. Los países son sus pueblos y los pueblos son las personas. El odio jamás ha sido argamasa con que construir el futuro de los pueblos.  El Perú es de todos o de ninguno. Frente a la crisis de identidades que enferma nuestro siglo y politiza desde la raza hasta el sexo, lo único cierto que invito a que defiendas es a qué todos somos peruanos hacia adentro pero latinoamericanos ante los ojos del mundo.  

Una mirada desde la identidad personal

Siendo estas dos banderas discursos identitarios creo conveniente ser honesto desde mi propia identidad, no política, sino personal. Soy católico y del catolicismo de Trento, y no comparto esa postura de la cruz de los tercios. Soy por parte de madre de la Sierra, y la supuesta bandera indigenista poco o nada tiene que ver con mi pueblo. Nací en Perú, crecí en Costa Rica, volví a Perú. Ergo soy latinoamericano. Mi y nuestra identidad es más grande que simples reduccionismos confrontacionales. Creo como Mariátegui que la situación del indio continúa siendo una cuestión crucial y que en el plano nacional, este pasa por peruanizar el Perú. Creo como Haya de la Torre que la proyección de una solución al problema pasa por la integración continental, por ver más allá de nuestros limitados horizontes. Y creo como nuestro gran poeta salvadoreño Roque Dalton, que “el pan y la poesía es de todos”.

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HANS HERRERA NÚÑEZ. (Lima, 1985). Vivió parte de infancia en Costa Rica, de regreso a Perú estudio Derecho en la Garcilaso y luego literatura. Se especializa en la obra de Roberto Bolaño y Chesterton. Ha colaborado con Dedo Medio y actualmente escribe en Lima Gris. También co-conductor del programa en radio Lima Gris de "Mirada Critica". Además ha aparecido en el celebrada película de ficción de Gustavo Meza, "Ciudad Ausente" (2015).

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Schmeerguntz, de Gunvor Nelson y Dorothy Wiley (1965)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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¿Perdió el filo, o todavía no? -También parece un slogan-. Quien domina las imágenes domina el mundo. Es verdad, claro, y parece que casi no sirve de nada saberlo. ¿Y entonces, qué se puede hacer? Si algo muestra Schmeerguntz es lo que esconde la palabra o el concepto ‘ideal’ en las imágenes que nos venden, que nos introducen por todos los orificios, en el estilo de vida que nos ordenan vivir, o desear, sin poder por definición nunca llegar a conseguir; así que la lluvia radioactiva publicitaria si bien puede tener una apariencia paradisíaca (sensualidad apetitosa y cliché) muestra al mismo tiempo lo monstruosa que es. Y por cierto, lo más monstruoso de todo tal vez sea que hemos dejado de sentir la esencia de la monstruosidad en la que estamos metidos. Y eso que quien escribe no intenta ser moralista.

Las imágenes machaconas de una vida irreal incluso para quienes pueden procurársela. Mujeres esbeltas, maquilladas y bonitas, concursantes (a miss lo que tú quieras) como marionetas… Tan dúctiles. La mentira, la operación indesmayable de la reducción de las mujeres a papeles y funciones de adorno y esclavas, de tan escandalosa y grosera, pero de bombardeo abrumadoramente incesante necesitaba contra ella una incisión, un hueco, una disonancia, un respiro de aire fresco, una película collage (casi sientes las tijeras y la goma en varios momentos) que con su aspecto de artesanía inocente, de pequeño mecanismo que rasguña como puede, sea totalmente incisiva, política, y feminista en el mejor sentido posible.

¿Podemos hacer algo para que las imágenes de los mercaderes no nos destruyan? (esos a quienes se cuenta que Jesucristo expulsó por haber convertido al templo de su padre en una cueva de ladrones). ¿O ya estamos destruidos y solo nos dedicamos a contemplar con mayor o menor lucidez nuestra propia destrucción? Alguien irónico replicaría. A nivel de constelaciones de dioses falsos, el cine experimental y/o de vanguardia se reclama como el único y verdadero dios. Idea ridícula, dirán. Pero el cine es un campo de batalla. Si no lo es, es publicidad del poder.  

La salida es ser prosaico, crudo, directo, un inodoro, una mujer vomitando, una mujer desnuda con un tampón, bebés cagando y siendo limpiados, imágenes en principio tan inocuas, toman venganza de las otras, mientras seguimos entre embrujados y hartos.

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https://m.ok.ru/video/7176083081758

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Perú y la piratería en streaming

Lee la columna de Anìbal Mamani

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En 2024, Perú cerró el año con una estadística negativa. Indecopi ordenó el bloqueo de más de 400 sitios web que ofrecían ilegalmente contenido protegido, incluyendo películas, series, música y eventos deportivos. Esta medida se enmarcó en la séptima fase de la iniciativa internacional «Operación 404», con la participación de autoridades de Brasil, Paraguay, Argentina y Reino Unido.

Muchos usuarios optan por ingresar a páginas de streaming para ver películas al estilo Netflix o transmisiones de partidos de fútbol de la liga peruana. Sin embargo, la piratería no solo implica la descarga o visualización ilegal de contenido, sino que también expone a los usuarios a serias amenazas cibernéticas, incluyendo la instalación de virus y malware. También existen muchas ofertas de suscripción pirata a plataformas como Netflix, Disney+ o Prime Video, de forma compartida, con un pago mensual o único. En la mayoría de los casos, estas terminan en estafas.

Es común encontrar múltiples botones de «Play» o «Descargar». Algunos de estos botones están diseñados para ejecutar scripts que instalan malware en los dispositivos de los usuarios al hacer clic. Las personas que acceden a contenido pirata no solo enfrentan riesgos legales por infringir derechos de autor, sino también la posibilidad de que sus dispositivos sean infiltrados y utilizados para actividades delictivas sin su conocimiento.

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Fiesta en el lado oscuro: las mafias celebran

Todo nace del Tribunal Constitucional, convertido en apéndice de las mafias, estos «tribunos de la Cosa nostra» han firmado el acta de defunción de la justicia peruana.

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Por Jorge Paredes Terry

El Tercer Juzgado Colegiado de la Corte Superior Nacional tomó la decisión de declarar nulo el juicio oral contra Keiko y su organización, decisión cuestionable, no solo porque representa una burla a las víctimas de la corrupción, sino que sienta un precedente peligrosísimo para la impunidad en el país.

Su reciente resolución por el caso «Cócteles» que ordena su retroceso a la etapa intermedia, es un golpe devastador para la lucha contra la corrupción y una victoria resonante para las fuerzas del crimen organizado.

La resolución, amparada en supuestas «irregularidades» en la acusación, ignora la montaña de evidencia que vincula a Fujimori y a su presunta organización criminal con el lavado de activos y la financiación ilícita. No se trata de una simple anulación técnica; es una maniobra calculada para dilatar el proceso indefinidamente, enterrando bajo el peso del tiempo la posibilidad de una condena justa. La resolución se apoya en el precedente del caso José Chlimpler, un precedente que, lejos de ser un faro de justicia, se erige como un ejemplo de la manipulación del sistema judicial para proteger a los poderosos.

Es crucial entender que esta decisión no implica la inocencia de Keiko Fujimori ni el archivo del caso «Cócteles». La resolución anula el juicio oral, pero la acusación sigue en pie, la evidencia sigue existiendo, y la sombra de la preesunta corrupción sigue planeando sobre la lideresa fujimorista y su entorno. Intentar presentar esta resolución como una absolución es una manipulación descarada de la verdad. Es una victoria pírrica para las mafias, una victoria que se celebra en la oscuridad, mientras la justicia peruana agoniza.

El Tribunal Constitucional, con la resolución sobre el caso Chlimpler, se convierte en cómplice de la impunidad. Su responsabilidad histórica será inmensa, su legado, una mancha indeleble en la historia del Perú. La lucha contra la corrupción no se detiene con esta resolución; al contrario, se intensifica. La sociedad civil, los fiscales y los jueces honestos deben redoblar esfuerzos para contrarrestar este golpe y exigir la rendición de cuentas de aquellos que se creen por encima de la ley. La impunidad no es una opción; la verdad, sí. La lucha continúa.

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El Paul McCartney, de Arturo Delgado Galimberti

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Arturo Delgado Galimberdi nos sorprende con este libro sobre la vida, discografía y demás hechos resaltantes en la vida de Paul McCartney (PM). Ya antes ha escrito Karma instantáneo para Jhon Lennon donde nos plantea una ucronía exquisita: Lennon vive y McCartney muere. Eso aparte de otros libros importantes como La Ruptura, una novela corta que trata sobre el padre y Los espejos de infierno, otro texto urbano donde se filtra un manifiesto de vida y que tuvo elogios de Oswaldo Reynoso entre otros destacados escritores.

Esta vez, ADG solo firma como A. G. Galimberti y nos lleva como por un tobogán para mostrarnos al verdadero líder de The Beatles. (Los derechos de autor todavía se siguen discutiendo si se firma Lennon-McCartney o McCartney-Lennon). Tanto así que parece un texto escrito por un fan y no precisamente por un novelista. Pero Galimberti que es versado en el tema, nos demuestra que las cosas no son tan así de fácil. Por algo no ha tenido programa de radio dedicado al rock y ha escrito en su blog La Secta del Ruido y reseñado decenas de artículos sobre el género en diferentes medios periodísticos.

El libro repasa de manera erudita apelando a una amplia bibliografía sobre el tema e incide en esa competencia natural entre los dos másters de The Beatles, incluso después de separarse. Lennon con con Yoko Ono y McCartney con Linda y los Wings. Y las demás grabaciones con otros músicos destacados como Michael Jackson, Stevie Wonder, los exnirvanas o el “The-Ballad-Of-Skeletons”, un poema político de Allen Ginsberg: “El-esqueleto-de internet-dijo:-Cree-mentiras./-El-esqueleto-de-la-publicidad-dijo:-¡No-seas-sabio!”. Así como una discografía completa en las que se incluyen títulos que pirateados por la banda nacional We All Together.

El autor nos recuerda que PM es “un hijo de la clase trabajadora de Liverpool” y le dedica el primer capítulo a ello, pero no hay un capítulo a su nombramiento como “Sir” por parte de la reina Isabel II. Y aunque PM y los Beatles rompieron récords tanto en conciertos como en las listas nros unos; también es cierto que otros músicos más humildes y con menos recursos como, por ejemplo, Dámaso Pérez Prado con su pieza “Patricia” (usado en la Dolce Vita) y otras más estuvo casi 15 semanas en el Hit Parade de Estados Unidos arriba de Elvis Presley y The Beatles.

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“La Vorágine”: así se celebró los 100 años de su publicación

Lee la columna de Jorge Linares

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Por Jorge Linares

La asociación Iquitos Cultural junto al consulado de Colombia en la ciudad de Iquitos y la Logia Masónica 5 N° 25, presentó este pasado 30 de diciembre de 2024 un conversatorio con motivo del centenario de la publicación de esa novela de José Eustasio Rivera. Este evento cultural daba apertura a los 161 años de aniversario como puerto fluvial a la ciudad de Iquitos.

La Vorágine es una novela que nos invita a reflexionar cien años después de su primera edición sobre la situación real de nuestras fronteras, cuánto hemos avanzado como sociedad, si el Estado tiene presencia efectiva en estos territorios y si sus habitantes llevan una vida digna con los servicios básicos de agua, desagüe, electrificación, tecnología, salud, educación, entre otros beneficios.

El Dr. Carlos Barreto Vargas, Encargado de las Funciones Consulares del Consulado de Colombia en Iquitos, saludó fervorosamente que se realicen este tipo de eventos que fortalecen los lazos de buen entendimiento y hermandad entre los países de Perú y Colombia. Asimismo, comprometió a las nuevas generaciones a despertar el hábito por la lectura de otros autores como Gabriel García Márquez que también nos habla de este tipo de realidades.

El profesor universitario de Lengua y Literatura, especialista en Crítica Literaria, Dr. Manuel Marticorena Quintanilla, asumió la responsabilidad de hacer un resumen de la obra de José Eustasio Rivera, concluyendo que la forma como está publicada es una imitación a la obra del Quijote de la Mancha ya que el novelista colombiano coincide con Cervantes aseverando que él no escribió la obra, sino que fue Arturo Cova, protagonista de la novela. El autor más que novelista es poeta y en esta obra vamos a encontrar esa calidad poética hermosísima a lo largo de toda la novela. La visión del escritor es inmensurable, se hizo mucha propaganda cuando la publicaron en la Unión Soviética, estigmatizándola como socialista, y no es así, pues tiene una visión enteramente cristiana, comenzando por el aspecto formal, es decir la forma como está escrita. La obra se divide en tres partes: la sierra, la selva y el llano, son tres regiones que pertenecen a Colombia que equivalen a lo que Dante Alighieri describe en “La Divina Comedia” el infierno, el purgatorio y el paraíso; y en esta novela es al revés, comienza con el paraíso y termina en el infierno. El crítico literario Seymour Menton menciona que en diferentes espacios de la novela se encuentran agrupaciones de tres y que ratifica que hubo señal de una visión cristiana.

El Dr. Fernando Bravo Reátegui hizo una breve reseña de la vida del autor de la novela que se empezó a escribir en 1922, indicando que “José Eustasio Rivera nació en un ambiente campestre en Neiva; su niñez fue fecunda ya que abrazó su amor por la naturaleza, tuvo un padre muy correcto, se crió en un ambiente propicio para ejercer su vena literaria; luego, paso a estudiar la Normal en Bogotá, ejerciendo la carrera de profesor, y posteriormente se recibió de abogado. Siendo profesor ocupó cargos administrativos donde quiso innovar cambios y recibió resistencia, esto motivó para que predominara en su vida la profesión de abogado y ahí encuentra una brecha para la política, llegando a ser miembro del parlamento colombiano donde hace escuchar su voz ante los abusos de la clase dominante hacia los más desvalidos, haciendo eco de las denuncias del periodista peruano Benjamín Saldaña Roca hacia la casa Arana en el Putumayo; eso le valió muchos enemigos a tal punto cuando es publicada La Vorágine, es desmerecida por vacíos que argumentaban sus oponentes. Sin lugar a duda, esta novela marca un hito en la literatura latinoamericana porque aglutina una mixtura de géneros como el periodismo, la poesía, la naturaleza, el paisaje, la fotografía, una obra novedosa para la época escrita con un lenguaje elegante, engolado y depurado. Muere muy joven a los 40 años dejando un gran legado para recordar a este escritor con mucha satisfacción que se enfrentó y denuncio al régimen, apoyando y solidarizándose ante esas minorías que estaban rezagadas en la selva, haciendo que tengan voz, eso es meritorio y trascendente”.

José Eustacio Rivera.

El Venerable Maestro Menotti Yáñez Ramírez saludó la presencia de todos los participantes y enalteció lo dicho por el Dr. Marticorena, más aún, cuando se refirió a la carrera de ser profesor; “es una profesión tan venida a menos últimamente, pero sino fuera por los maestros el futuro no estaría garantizado y muchas veces nos olvidamos de ellos, es un honor ser maestro; probablemente, en el estatus profesional de la cultura oriental, precisamente en Japón, el ser maestro está en el pináculo de la sociedad en el lugar más alto porque en ellos se confía el futuro del país sobre todo en los maestros de primaria porque ahí se sientan las bases para el futuro sin desmerecer a los docentes universitarios que también hacen un esfuerzo orientando a la juventud. Esta noche estamos reunidos para celebrar la centuria de la novela La Vorágine, si José Eustasio Rivera pudiera vernos estaría más que regocijado de saber que nos hemos reunido para conmemorar lo que él hiciera un día. Esta novela ha pasado por prohibiciones y creo que a muchos no nos gusta. Cien años después podemos ver que el argumento de la novela sigue siendo tan potente, las denuncias hechas, la defensa del indígena que le generaron grandes conflictos personales como a muchos otros que en la época del caucho levantaron su voz, y para ello cito el poema Enemigo mío del poeta escocés Charles Mackay. El Dr. Marticorena se refirió a una trinidad en la novela a un profundo contenido cristiano: amor, dolor y muerte, trilogías en las cuales me voy a soportar en una trilogía masónica: libertad, igualdad y fraternidad que no es exclusivamente nuestra, sino que muchas culturas la tienen como postulado y José Eustasio Rivera habló de la libertad como facultad natural, habló de la igualdad en una época que era impensable y casi pecaminoso decir que todos debíamos ser iguales y habló de la fraternidad de la necesidad de ser respetuosos, tolerantes unos con otros y solo así haremos de este mundo un mundo mejor; por tanto, quiero desde aquí brindar un fuerte aplauso para don José Eustasio Rivera para que sepa que estamos conmemorándolo sentando las bases de un futuro y un país mejor donde ser libre sea indispensable, donde ser tolerantes y respetuosos sea la consigna permanente y donde ser fundamentalmente iguales porque somos seres humanos y merecemos ese legado para lo que hoy día estamos reunidos. Asimismo, agradezco a la asociación Iquitos Cultural por haber elegido este lugar que muchas veces es visto como cueva de demonios, piensan que la masonería está distante de la sociedad cuando está mucho más próxima a lo que se puedan imaginar, este es un lugar que nos sirve a los masones como punto de encuentro y también para este tipo de eventos que promueven y fomentan la cultura como es la Logia Unión Masónica 5 N° 25 que tiene fecha de fundación el 24 de junio de 1869”.

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100 años de Martha Hildebrandt

Lee la columna de Edwin Sarmiento

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Por Edwin Sarmiento

Hoy, 13 de enero, la Dra. Martha Hildebrandt habría cumplido 100 años. Falleció cuando tenía 97 años. Guardo, de ella, los mejores recuerdos de mi vida laboral. Fui su asesor de prensa durante ocho años en el Congreso de la República, luego que ella me convocara sólo para trabajar tres meses. Y eso, con muchas dudas por ser periodista. Recuerdo aquella mañana en que, a su pedido, me presenté en su casa portando mi hoja de vida que resumía, en 12 hojas, mi experiencia personal. Ya había sido asesor de varios ministros de Estado, jefe de comunicaciones en el Congreso de la República, Presidencia del Consejo de Ministros, director en varios ministerios, periodista en los más importantes medios de información en Lima de los 70 para adelante. Luego de hojear lo que yo consideraba un contundente currículo, se detuvo, cerró el fólder, me miró fijamente y preguntó.

–Oiga, ¿usted sabe escribir?– me dijo.

–Claro que sí, doctora—respondí muy seguro de mí.

–¿Por qué cree que sabe escribir?– inquirió. Vi, entonces, que sus ojos hincaban a los míos con intriga.

–Es que soy periodista—manifesté

–Mierda, entonces usted no sabe escribir– retrucó, deteniendo, por suerte, mi autoelogio que comprendía los cargos que había ocupado como redactor, editor, editorialista y un largo etcétera.

–El lunes lo espero en mi despacho a las nueve. Y gracias por acompañarme sólo por tres meses—dijo, extendiéndome la mano al despedirse. A los dos días de estar con ella comprendí, efectivamente, que no sabía escribir…con el rigor que ella exigía en la redacción y el uso correcto del lenguaje. Me alegré de que no haya podido escuchar mi autobombo y, con el tiempo, los tres meses se extendieron, por decisión de ella, a ocho años, los más productivos para mí y creo que para ella también, porque nos llevamos muy bien, sin correcciones de fondo, a los que sometía todos los días a sus otros asesores, tanto que ellos eran despedidos con relativa frecuencia. Lo que sí no aceptaba es que, le tomaran la delantera, renunciando. Ella los tenía que destituir.

Los asesores le duraban, en promedio, unos meses: eran licenciados por ella y otros, optaban por la hábil retirada para recuperar la paz. Pero, ni aun así, se escapaban del amargo trance del despido. En una ocasión, uno de ellos, formado en la PUCP, decidió marcharse a la semana de haber llegado al congreso. El estilo Hildebrandt no iba con él. Y se fue, como llegó, sin avisar, de puro corajudo. Además, llevaba un apellido aristocrático, como era del agrado de la parlamentaria. Entonces, la Dra. Hildebrandt era presidenta del congreso. Una mañana, en que yo despachaba entrevistas pendientes con ella, pidió a la secretaria llamar al doctor xx. No está doctora, respondió la secretaria. ¿Qué?, ¿dónde está?, indagó la presidenta. Renunció ayer, doctora, ya no vino, explicó la secretaria. ¡Ah, no. Qué se ha creído!. Llame, usted, al abogado y que venga mañana a las nueve, ordenó a gritos. Al día siguiente, nos encontrábamos, algunos asesores, despachando con ella, cuando la secretaria anunció que había llegado el abogado a la hora indicada. Que pase, ordenó. Cuando el renunciante intentaba acercar una silla para sentarse, la doctora lo detuvo en seco: así nomás, dijo. No es necesario que tome asiento, señaló, moviendo los dedos de izquierda a derecha y viceversa ¿De manera que, usted, renunció al trabajo?, continuó. Y antes de escuchar la respuesta, en medio de un sepulcral silencio, su voz retumbó:  sepa, usted, que a mí nadie me renuncia. Soy yo quien decide cuándo se va. Está, usted, despedido. Puede retirarse, sentenció, moviendo los dedos de atrás para adelante.  Martha Hildebrandt no aceptaba que otros decidan por ella.

Hoy que la recuerdo, me viene a la memoria tantos hechos que, convertidos en anécdotas, me hacen sonreír con gratitud. Fue una intelectual brillante, reconocida por el mérito de sus investigaciones en los principales foros del mundo. Su labor académica fue reconocida con distinguidas menciones. Premio Nacional de Cultura en 1949, Premio Nacional de Ensayo en 1961, Premio Nacional de Fomento a la Cultura Javier Prado en 1969. Orden de las Palmas Magisteriales en el grado de Amauta en 1999, Medalla de Honor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en el grado de Gran Cruz, Medalla de Honor del Congreso de la República del Perú en el grado de Gran Cruz, Condecoración Orden Cultural Andrés Bello de Venezuela, Condecoración Orden al Mérito Cultural de Polonia. Dirigió el Instituto Nacional de Cultura en el Perú, fue subdirectora general de la UNESCO y congresista de la República en varios períodos, además de autora de numerosos libros de su especialidad, en el campo de la lingüística y de la cultura y mejor paro de contar.

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Interestelar y las relaciones humanas

Lee la columna de Edwin Cavello

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El cineasta Christopher Nolan, estudió literatura antes de sumergirse en el mundo del cine, de ahí nacería su exigencia por el desarrollo de los guiones. Su filme Interestelar que acaba de cumplir 10 años, es un viaje épico entre agujeros negros y ecuaciones gravitacionales. A pesar de que ha pasado una década de su estreno, su película sigue emocionando y cuestionando las relaciones humanas y la fragilidad de nuestra existencia.

Con su estreno en el 2014, Interestelar logró que masivamente el público se haga preguntas filosóficas y científicas, pero también abrió algunas heridas como la del llamado padre ausente.  En el filme, a través de los años, la ausencia del padre se convierte en un vacío que Murph intenta llenar con ciencia, ira y, finalmente, perdón. En este sentido, Nolan nos recuerda que el tiempo es una fuerza implacable que puede golpear los lazos más fuertes, pero también puede sanar heridas cuando se atraviesa con amor.

La película plantea preguntas sobre la naturaleza del tiempo, la gravedad, la posibilidad de vida más allá de nuestro planeta y sobre las emociones humanas: ¿qué estamos dispuestos a sacrificar por aquellos que amamos? ¿Cómo lidiamos con la pérdida y la ausencia? ¿Qué nos motiva a seguir adelante cuando todo parece perdido?

En el aspecto científico, Interestelar ha seguido siendo relevante. La representación del agujero negro Gargantúa se basó en cálculos del físico Kip Thorne, asesor de la película y ganador del Nobel en 2017. Con el tiempo, los avances en astronomía han confirmado la precisión de varios elementos del filme, aunque algunas cuestiones siguen siendo materia de debate. ¿Es posible realmente viajar a través de un agujero de gusano? ¿Podremos algún día manipular el tiempo y la gravedad a nuestro favor? La ciencia avanza, pero las grandes preguntas aún siguen sin respuesta.

Una década después, Interestelar continúa siendo una obra que nos obliga a mirar más allá del horizonte y a reflexionar sobre nuestro lugar en el universo. En un mundo donde la tecnología y el conocimiento avanzan a pasos agigantados, la película nos recuerda que, en realidad, seguimos siendo niños explorando el desconocido infinito.

Al final del filme Murph está feliz de que su padre (Cooper) regresó pero ella le dice que se vaya de todos modos, diciéndole que “Ningún padre debería verse obligado a ver morir a su propio hijo”. 

(Columna publicada en Diario UNO)

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Qué bello es vivir

La obra maestra de Frank Capra que se convirtió en un clásico cinematográfico.

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Hace unos días un entrañable amigo me comentó que en compañía de su familia volvió a ver la película ‘Qué bello es vivir’. Repetir la experiencia como espectador del filme de Frank Capra le hizo recobrar más razones para vivir, considerando que la historia del joven George Bailey no solo es inspiradora, sino aleccionadora, ya que nos habla de los sueños que siempre debemos alcanzar, aunque surjan obstáculos y distractores. Sin embargo, el idealismo no llegará solo y para cristalizarlo solamente hay que hacer y obrar. Es decir, si creemos en nuestras ideas trabajemos en ellas hasta que se hagan realidad. Curiosamente el cine, desde la perspectiva que tomemos, también influye en nuestras ganas de emprender para nuestras vidas un enfoque holístico y espiritual.

Podemos mencionar más joyas cinematográficas como ‘Ángeles con caras sucias’, ‘Cinema Paradiso’, ‘La vida es bella’, ‘Forrest Gump’, ‘La sociedad de los poetas muertos’, ‘Sueños de fuga’, y ‘En busca de la felicidad’, entre tantas otras que nos dicen en nuestra propia cara: —no te rindas, tú puedes porque tienes una misión—pero tampoco es menos cierto que la realidad supera a la ficción. Si bien, el instrumento del séptimo arte logra sublimarnos y eventualmente consigue elevarnos, al mismo tiempo se convierte en un esbozo. Significa que, si no iniciamos un “emprendimiento”, quizá las ganas e ilusiones se nos escurrirán entre los dedos de las manos. Entonces ¿tendríamos que espectar una película inspiradora cada hora o cada día para no matar la motivación?

No cabe duda que la riqueza existe y el dinero es importante, y quizás podrás ganar más dinero, pero no podrás ganar más tiempo. Por lo que más allá del aspecto pecuniario, uno de los mayores regalos de la vida y que nos convierte en personas ricas es la capacidad de dar a los demás sin esperar algo a cambio. Basta dar un minuto de nuestro tiempo y de nuestra atención, y estaremos brindando una pequeña parte de nuestra vida. Con una palabra de aliento y mostrando una sonrisa conseguiremos que alguien sea feliz. Y si el escenario cotidiano se muestra desolador por razones de pobreza, corrupción y crimen, nuestra misión es afrontar la vida con el mayor de los optimismos. Solo siendo generosos y altruistas asumiremos un liderazgo y le daremos un sentido a nuestra existencia.     

(Columna publicada en Diario UNO)

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