¿Piensan o creen que sus vidas están ya determinadas? ¿Que, hagan lo que hagan, las cosas sucederán finalmente de una cierta manera, y no de otra? ¿No sería más bien éste, entonces, el territorio del mito o la fábula o la sagrada escritura o el horóscopo o la profecía, es decir el mundo en la mano de la adivinanza? Un universo cómodo, a su manera, sí, aunque luzca trágico; cerrado, aunque nos permita pasear la mirada por múltiples formas vivientes y acciones y amplios espacios; un universo formal y visualmente seductor y magnífico pero del que resulta por completo imposible o absurdo siquiera intentar escapar. Que deshumaniza al simplificar el fenómeno humano aunque reconozca bien su maldad. Que deshumaniza aún si la película se propone explícitamente como un gran ejercicio, severo y sombrío de reflexión ética. Para que seamos menos inhumanos.
Y… por otra parte: ¿creen que tienen libre albedrío? (me refiero tanto a ustedes como a los personajes). ¿Cuántas de sus decisiones (sean sinceros) realmente son suyas, les pertenecen, nacieron del centro o corazón de su ser, del corazón de su corazón? ¿Hasta qué punto están condicionados? ¿Se reconocen a ustedes mismos en las decisiones que toman? O piensan o sospechan que podrían ser una suerte de juguetes o robots biotecnológicos programados con escandalosa independencia de su voluntad… Juguetes o robots que como parte de dicha programación creen, cómo no, que claro, que sí, que gozan de voluntad propia…
Son ustedes mismos, o son otros, o no son, o apenas son: un reflejo de lo que quieren los demás, es decir figuras, proyecciones, personajes, construcciones más o menos dramáticas, productos de su educación, de las conveniencias, imposiciones e imposturas sociales. Y cuál es su relación con el poder. ¿Lo combaten, lo odian, lo soportan, son cómplices? O es lo que más quieren, como aparentemente le ocurre al personaje central. En ese caso: ¿les parece que recibirán su castigo? O, por el contrario, piensan que el sistema corrupto los premiará. Cuánta sangre para llegar al trono…
Han pensado qué los determina, qué hace que sean lo que son o… que sean lo que NO son. Si alguna vez fueron lo que suponen que eran. Es gracioso pero interesante ver una película como una acusación contra el espectador. Si me permiten el juego.
Y el sinuoso juego de Trono de sangre es transparentemente fantasmal, pues si todo o lo principal o lo esencial de aquello que nos espera, llamémoslo pomposamente futuro, ya está determinado, cerrado, concluido, decidido en otra parte, escrito; no tenemos ante nosotros más seres humanos (o personajes comparables con humanos) sino marionetas; que pueden agitarse con mayor o menor elocuencia o sutileza o vigor pero que siento que son marionetas igual. Los seres humanos estaríamos totalmente dominados por nuestras pasiones, y lo que llamamos razón sería solo un servidor más o menos hábil de ellas. Lo cual bien pensado no suena tampoco tan inverosímil.
Los poderes destructivos de los seres humanos son bien conocidos, demasiadas películas tratan de ellos. Y sin embargo…
Curiosamente la estructura de la película da seguridad, es la seguridad del espectro femenino que ya sabe lo que va a pasar y que da un sermón sensato e irreprochable sobre la vanidad de las cosas humanas, deseos y ambiciones. Aunque en general tanta seguridad de la película por su propio ´mensaje’ a mí más bien me irrita. El bien y el mal se muestran bastante distinguibles. Los malos serán castigados y los buenos serán premiados. Y nadie escapa de su destino.
Se me hace muy clara una lectura feminista desde los dos personajes femeninos: vemos aquí el viejo juego machista de echarle la culpa a la mujer. Nadie sería más marioneta, más irresponsable que el personaje central, manipulado por su mujer, a quien demasiados comentaristas de la película atribuyen una porción nada desdeñable de la culpa. El pobre hombre, débil e irresponsable, en manos de la mujer… Piensen también en el espíritu maligno, o así llamado, otra mujer, o apariencia femenina, y con aspecto de bruja, personaje o aparición que solamente dice lo que va a pasar. Que muestra a los personajes lo que llevan dentro de sí y que no quieren ver o admitir. Y que serán devorados por lo que habita en su interior -y no por el supuesto espíritu maligno-.
Trono de sangre es una película en blanco y negro, en más de un sentido. En el más literal más colores representarían una distracción. Los colores se parecerían mucho o serían casi la encarnación de la pluralidad de opciones, de matices, de posibilidades… que la película mayormente elude.
El pasaje o paisaje musical que más quedó en la memoria de mis oídos se encuentra al inicio. Ese sonido agudo, desapacible, esa desarmonía fundamental, perfectamente representada por esa aparición sonora que se mete en los oídos, y casi en la nariz. Es como el mal en los cuerpos de los soldaditos. Y el ganador será el que mate más. Los machos destructivos con sus espadas falos y con sus flechas falos. El mal grita que es autoritario, machista, patriarcal.
Y no olvidemos a las fuerzas de la naturaleza: por ejemplo, el viento o la niebla. Su presencia se explica, aparte de ser fenómenos naturales, por ser en cierto modo inexplicables, incontrolables, efímeros, cambiantes. En la justa frontera entre lo visible y lo no-visible. Y en el caso del viento, omnipresente. Y recordemos que como dicen los místicos y similares ‘el viento sopla por donde quiere’. Y también la niebla es una cifra del misterio. Recuerden los mensajeros del inicio de la película, con sus plumas de ave agitándose, con la agitación de las banderitas y de todo a causa del viento. Así como después veremos la imagen de los dos guerreros en la niebla como formando parte indisoluble de ella.
La propia señora bruja parece una antropomorfización de las fuerzas naturales. Así, pasamos de pronto de lo natural a lo presuntamente sobrenatural. Una galletita de la suerte hecha bruja; la película pese a estas fuerzas o presencias carece de misterio, es más bien, creo, una película rito; todo está bastante controlado. Incluso, por supuesto, las actuaciones (esos personajes que levantan ‘significativamente’ las cejas cuando se empieza a cumplir la profecía). La película es un acto de liturgia, una misa negra de unos pecadores que serán irremisiblemente condenados. La esperanza está en otra parte, no aquí.
Una película muy determinista pero también un laberinto. Las ramas de los árboles son laberínticas y aluden una red. Claro, el Bosque de las Telarañas. La figura del laberinto es, en sí misma, también, un laberinto; para decirlo en simple: el laberinto sugiere o afirma al mismo tiempo que sí hay salida… y que no hay salida…
Puedes entender la película como el miedo de seres encerrados en sí mismos, en su propio ego, en su vanidad, deseo, ambición… donde el otro no es tu prójimo sino tu competidor y tu enemigo y donde la mejor defensa es el ataque porque literalmente o matas o te matan (o eso piensan los protagonistas) y donde no puedes confiar en nadie porque en un mundo donde todos son así no hay nadie en quien confiar. Carrera de ratas, que le dicen.
Alguien diría que esta película es capitalismo puro, neoliberalismo puro, infierno puro. O carrera académica pura… Así que por ese lado tiene un look muy actual. Esta película fantasmagórica, páramo desolado incluido, puede ser una visión muy exacta (¿alguien dijo catástrofe ecológica) de lo que nos espera…
Un director de cine me dijo una vez que todas las películas son sobre el amor. Es difícil… pues así los más grandes asesinos dentro y fuera de las películas serían productos más o menos lamentables -y hasta dignos de lástima- de la falta de amor.
Termino. Ese coro del principio y el final (esta es una película círculo que termina donde empieza y empieza donde termina) me parece demasiado moralista y subrayante; parecen tu mamá y tu papá diciéndote ya ves te raspaste la rodilla por no hacernos caso y salir a jugar con tus amiguitos. Diría que es una película redonda, pero también, y hasta me temo que más, es una película algo… cuadrada.
En ese sentido es llamativo que nadie en esta película sea o parezca libre, todos parecen, o están sujetos, sujetados, al poder. Incluso el personaje del espectro parece preso de su condición espectral. Y de su condición de mensajero crítico comentarista de los destinos humanos. Incluso el coro sabihondo, a quien podríamos identificar como la instancia narradora, y hasta como el punto de vista del director, está preso en su calidad de tribunal de la infalibilidad (el mal es el mal, el crimen no paga). Oh Kurosawa, oh película. Algo de duda te hubiera hecho más interesante. Ya que tanto los malvados como los moralistas no se distinguen, que yo sepa, por dudar demasiado. Así que paradójicamente nuestra ética necesita de la duda para estar completa. O para siempre incompleta, es decir, abierta.
Texto leído en el CineArte PUCP (Nueva Facultad de Arte) el 12 de setiembre de 2018 tras la proyección de la película.