Conocí al poeta Ulises Valencia en la antigua ANEA del jirón Puno del centro de Lima. Siempre andaba con unos bolsos donde guardaba los periódicos del día. Era canillita aunque había estudiado Ingeniería en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y era muy versado en otros temas del conocimiento humano. Por las noches se entregaba a esto que era su pasión y su vida: la poesía. Y entre 1990 y 1992 nos reuníamos junto a los poetas de AEDOSMIL (del cual llegué a ser su presidente) para editar revistas, planear recitales e ir a los colegios, sindicatos o a cuanto lugar donde nos dijeran: “vengan poetas, traigan sus versos. Cantemos a la vida”.
El poeta taciturno, simple y sencillo como un geranio, era muy prolífico y sacaba poemas hasta de las mangas de la camisa. Lo suyo era producir poesía a solas y en silencio. Bajo de estatura pero grande en ideas y principios. Así editó “Un abismo de luces”, 1983; “Intensidad”, 1985; “Estaciones”, 1989; “Rambla”, 1992; “Tiempo”, 1995; “Como el mar crece tu recuerdo”, 1997 y muchos otros libros más y poemas sueltos que deben estar por ahí, siguiendo su propio camino.
Recuerdo que una vez me regaló una revista dentro de un papel fino que el poeta había doblado especialmente para mí. Y cuando lo abrí, ahí había dedicado un texto, a puño y letra, para este servidor. Y me dio un gran abrazo y me habló de la vida y de que era necesario extender la solidaridad de los pueblos, el amor y la justicia. Y que todo eso junto significaba ser un buen poeta, claro está sin olvidarnos de la técnica y las lecturas enriquecedoras y de las vivencias que abonan o deberían abonar cada escrito.
Hace unas horas me comunicaron que el poeta había partido a la eternidad. Y yo que fui su amigo me quedo sin palabras. Solo hace un par de días fui a visitar al librero, vate y amigo, Ángel Izquierdo Duclós, para decirle que nuestro cófrade estaba grave y que todo quedaba en manos del destino. Ángel me miró y dijo unas palabras emblemáticas y de nobles recuerdos porque Ulises Valencia era el poeta humilde, el poeta del pueblo, el poeta trabajador al que todo le costaba y nadie le regaló nada. Por eso no aparece en las grandes antologías de los señores purpurados y sacramentados. Y eso es su honor: un poeta de abajo al que los de abajo le cantan.
Y ahora se une a los vates de AEDOSMIL que se nos adelantaron de una u otra manera: Julio Chiroque Paico muerto mientras bajaba el tranvía en Puno. Manuel Meza quien decidió emprender el viaje a su manera. Percy Hinostroza que durmió para siempre en la corriente de un río. Y Jorge Luis Obando Rojas a quien un cáncer le robó el aliento. Todos poetas héroes de un país que nunca ha sabido tratar a sus escritores y artistas.
Hasta siempre, poeta Ulises Valencia. Gracias por la amistad, gracias por las tertulias y por esa nobleza que nos dejas como herencia.
Yo te canto y te honro, bardo Ulises Valencia.
Que la Tierra te sea leve. Buen viaje, amigo!
POEMAS DE ULISES VALENCIA
ESCRIBO PALABRAS VACÍAS, COMO
Ramas caídas en días de otoño
Estrujo papeles, me mancho en la tinta
Es absurda esta historia de frío y de nieve
Se nos fue fantasía, nada alienta el vivir
Aquí hablan las calles, las mudas paredes
El cielo callado también alza su voz
¿Es mi oído? Esa música interna
Que las cosas emanan ¿Será mi cerebro
Que perdió la razón?
Tierra o sol; espada; cruz; espina o flor
Aquí en la bruma donde muere tu sombra
Sólo queda el tormento del amor, sin tu amor.
En esa suerte donde anida el misterio
Protegido del mundo por soberbios blasones
Donde sé que nadie se atreve a dañar
Escribo palabras vacías, cual hojas
de un árbol frondoso y amigo
Estrujo papeles, me mancho en la tinta
y cuento esa historia hermosa y absurda
Que habla de ti.
(De el Hechizo Persistente)
INVITACIÓN
Entra, la habitación apenas, si los sientes
Es un nuevo niño que nació esta mañana
Y buscándote está, porque presiente
Que eres la luz amor que necesita.
¿La oscuridad?, no tengas miedo
La luz prístina llegará, no tengas miedo
Avanza, el ruido en la quietud nos delata
El suave aletear de una dormida mariposa.
Todo es paz, y esa música
Es el corazón de esta ciudad cantando salmos.
Mira jubilosa te recibe esta dicha
Que tal vez, siempre, en sueño imaginaste.
Llega la aurora, luz iluminándonos el alma
Quédate pues, sobre la gran ciudad renace el día.
«Intensidad», 1985
SE CANSÓ TU CORAZÓN DE SER FLOR
Se cansó tu corazón ser flor
De ser fruto, de ser árbol
Se cansó tu corazón de ser agua de la fuente
Día insobornable, arco reluciente.
Se canso tu corazón de ser lago
Crepúsculo después de la oscuridad
Que sembró de dudas el camino.
Se cansó tu corazón de ser estrella
Faro que abría cauces, senderos, nuevas vías.
Se cansó tu corazón de ser cielo
Un paraíso al final de mi destino.
Prefirió tu corazón ser semilla
Que viaja esparcida por el viento
Prefirió tu corazón ser ave, águila tal vez
O paloma de paz o mensajera,
Prefirió tu corazón ser río
Apacible o caudaloso, siempre en movimiento.
La luz misma, quizá, prefirió tu corazón
A ser estrella o faro o arco reluciente.
Prefirió tu corazón escudriñar lo que se ignora
Y bueno, eso está bien, amiga de alma inquieta.
Nunca te niegues el derecho de ser libre
Y anda y corre y vuela lo que quieras,
Que el ángel de mi guarda te acompañe.
AGARRA EL SOL
Agarra el sol
Ponlo a tu costado
A tu espalda, en tu delante
Ponlo donde quieras que te alumbre.
Coge el mundo
Ruédalo
Cuántas veces lo desees
Ruédalo
Como creas conveniente.
Arranca la montaña
Te está impidiendo el paso.
Retírala hacia un lado
Húndela en el mar
¿El mar?
¿Molesta su rumor?
Un vaso de agua, llena el mar
De un sorbo, bebe, bebe
Dejará de molestar.
Agarra tu pasado