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Opinión

Tranformers humilla al Perú

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Millonaria cinta Transformers (cuyas películas han recaudado más de 4 mil millones de dólares) solo paga 8 mil soles diarios por grabar en Machu Picchu. Esto no es ni lo que gana el luminotécnico de la Paramount que a todas luces se burla de nosotros. Los contratos se firmaron (léase regalaron) en la anterior gestión. Lo cual nos pone en una situación humillante en una relación amo-esclavo hegeliano. No somos nada si no nos hacemos respetar y por eso mismo nos dan migajas.

Si revisamos cada estreno que ha tenido esta saga encontramos que solo Transformers: la era de la extinción ha recaudado la friolera de 1104 millones de dólares y que sus principales actores como Mark Wahlberg ganan un promedio de 50 millones de dólares al año.

Pero qué pasó y porque nuestras autoridades hacen cobros tan irrisorios y vergonzosos a una franquicia multimillonaria. Veamos. Todo pasa primero por DAFO o la Dirección Audiovisual, Fonografía y los Nuevos Medios, luego por el MINCETUR y finalmente por el ministro de Cultura cuya anterior gestión estuvo en manos del cuestionado Alejandro Neyra. Cabe resaltar que Pierre Emile Vadoorne Romero que dio el pase inicial para esta aprobación hoy trabaja en Netflix.

Para quienes piensan que la principal ganancia para nuestro país va a ser el turismo, hay que recordar que Machu Picchu no necesita de publicidad (y en el exterior más que el Perú se conoce Cuzco y Machu Picchu) y su récord de visitantes siempre está al tope.

Y aunque el jefe de esta zona arqueológica haya dicho que “no entrará ni el pie de un Transformer” es obvio que es una frase que busca tranquilidad, pero lo cierto es que la filmación ya está pactada en la plaza principal, las tres portadas y la entrada del Puente Inca. Y lo único que impide que la filmación de esta película no cause destrozos en nuestro patrimonio Inca es una “carta de compromiso”. En suma, un papel firmado y nada más. No ha existido ningún depósito en garantía que es lo que se debería hacer en estos casos.

Los cierto de todo esto es que la multimillonaria franquicia de Transformers humilla al Perú y nos están haciendo los cholitos. Una verdadera lástima.

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Rodolfo Ybarra. Ha estudiado matemática pura, física, electrónica y comunicaciones. Ha publicado una veintena de textos entre novelas, cuentos, poemarios y ensayos. Ha dirigido un programa de televisión de contracultura y política, y editado revistas y fanzines. Se expresa también vía el vídeo y la música. Desde el 2007 maneja el blog www.rodolfoybarra.blogspot.com.

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Popolizio, ¿del complot al nepotismo en Cancillería?

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

Mientras algunos embajadores, como Walter Gutiérrez, en España y el Principado de Andorra, renuncian, otros, como Néstor Popolizio, se atornillan al cargo, tal como ocurre en República Checa.

Mientras el canciller Javier González-Olaechea le conmina a Walter Gutiérrez a ofrecer disculpas públicas por no asistir a una reunión con embajadores, ese mismo ministro de Relaciones Exteriores no le dice nada a Néstor Popolizio, pese a dos sentencias del Poder Judicial que anularon la resolución ministerial firmada por el hoy excanciller de Martín Vizcarra con la cual dejó fuera del servicio diplomático a Fortunato Quesada, medida arbitraria concretada sobre la base de un complot que se ejecutó el 2018 desde Lima hasta Tel Aviv (cuando Quesada era embajador en Israel).

Dicho sea de paso, la judicatura peruana ha sido contundente en sus dos sentencias al anular el ucase administrativo de Popolizio, tanto en primera instancia (setiembre del 2023) como en segunda instancia (marzo del 2024), pero ¿por qué continúa el blindaje, la impunidad y el encubrimiento en provecho del canciller del Lagarto Vizcarra?

Recordemos que Popolizio Bardales fue vicecanciller de PPK (2016 al 2018), luego el canciller de Martín Vizcarra (2018 al 2019), representante permanente del Perú ante las Naciones Unidas (noviembre de 2019 a diciembre de 2021) y luego fue nombrado -por el entonces presidente Pedro Castillo- embajador del Perú en República Checa, cargo que ocupa hasta el momento de redactarse este artículo.

Pero el punto es que, en Cancillería, tal como ocurrió durante las gestiones de los últimos cinco cancilleres, continúa hoy la impunidad, así como la falta de cumplimiento de la idoneidad y la integridad institucionales, especialmente frente al caso Quesada.

Sin embargo, Popolizio, a la luz de las resoluciones del Poder Judicial, tiene mucho que explicar al Estado peruano porque su desempeño está relacionado al escándalo de una conspiración ejecutada desde Torre Tagle contra el entonces embajador Fortunato Quesada, en medio de una trama mediática gatillada desde un programa dominical (17 de junio del 2018) que finalmente no solo atentó contra los derechos humanos y laborales de este diplomático de carrera, sino que también lastimó gravemente la imagen del Perú y el prestigio de la Cancillería.

Ese efecto negativo no se va a limpiar por más que -en la fecha- el Ministerio de Relaciones Exteriores publique el “Comunicado de Prensa N° 007-2024” donde anuncia a los cuatro vientos que “el Palacio de Torre Tagle abrirá sus puertas al público en general”.

¡Plop! Así es, amable lector, eso dice el susodicho comunicado, tal cual lo puede leer usted mismo.

¿Para qué anuncia eso la Cancillería? Pues, nos informan desde adentro, “dizque para mejorar la imagen del Ministerio de Relaciones Exteriores” mediante “las visitas del público” a dicho palacio, “entre las 16:00 y 19:00 horas, durante los sábados y domingos a partir de este sábado 11 de mayo”.

Pero el comunicado abunda en más detalles naif y evidentemente muy básicos como el siguiente párrafo:

“El recorrido por los diferentes ambientes del Palacio contará con el acompañamiento de un guía oficial. La visita es gratuita y contemplará todas las medidas de seguridad”.

Luego dice: “¡Los esperamos!”. Además, remata dicho comunicado con el siguiente galimatías:

“Lo que se conoce, se aprecia. Y si no se aprecia, se protege”.

Señores del Ministerio de Relaciones Exteriores, amable y respetuosamente les digo desde esta columna que así no se mejora la imagen de una entidad tan importante como la Cancillería.  Es decir, la buena reputación y el prestigio de una institución no se gana simplemente con visitas guiadas entre los muros de un palacio, sino que se consigue con transparencia y con la apertura de los procesos administrativos que faltan realizar, sobre todo en el caso del complot contra el embajador Fortunato Quesada, donde tiene mucho que explicar el actual embajador del Perú en República Checa, Néstor Popolizio Bardales.

Pero, adicionalmente al tema del complot, donde hay pruebas irrefutables que obran en poder de la propia Cancillería, lo mejor para la buena marcha de Torre Tagle está en facilitar y permitir a los entes de control del Estado evaluar el rol desempeñado por Néstor Popolizio y abrir un proceso disciplinario acerca de los antecedentes de su resolución administrativa del 28 de diciembre del 2018, con la cual se perpetró una injusticia en el denominado caso Fortunato Quesada.

En puridad, si vía un complot el 2018 se procesó administrativamente y sancionó a la velocidad de un rayo, en apenas 10 días, a un diplomático de carrera como Quesada, hoy la procuraduría del Ministerio de Relaciones Exteriores, por coherencia y equilibrio, ante las dos sentencias del Poder Judicial que anularon la resolución de Popolizio, ¿no debería de actuar abriéndole proceso administrativo al referido excanciller, en defensa de la institución e incluso cuando hay pruebas irrefutables en poder del propio Ministerio de Relaciones Exteriores?

No obstante, ahora se suma otro hecho concreto más y es que los órganos de control y de ética pública de la propia Cancillería, deberán investigar si Néstor Popolizio también estaría incurso en un supuesto caso de tráfico de influencias, nepotismo o favoritismo en provecho de su hermano Edgardo Popolizio Bardales.

Esa pendiente investigación de oficio deberá esclarecer ante el Estado y la opinión pública si las relaciones laborales, los contratos y los nombramientos se dieron de acuerdo a ley o no, pues Néstor Popolizio tiene un hermano en el servicio técnico-administrativo del Consulado General del Perú en Hartford (Connecticut, EE.UU.), debiendo ventilarse las conexiones funcionales que pudo haber entre ambos cuando el primero de los nombrados ocupó el cargo de vicecanciller, luego el puesto de canciller, posteriormente fue representante permanente de las Naciones Unidas, con sede en Nueva York, sin abundar en que hoy es embajador del Perú en Praga y amén de que su hermano Edgardo habría ingresado al servicio administrativo durante la gestión del entonces canciller “Joselo” García Belaunde, allá por el año 2009.

¿Argolla, vara o tarjetazo? ¿La ley lo permite o no lo acepta, estimado canciller Javier González Olaechea? ¿Popolizio es intocable? ¿No le hacen nada por ser un excanciller o porque no se quiere agitar las aguas dentro de Torre Tagle pese a la sentencia de primera instancia del Poder Judicial que anuló su resolución administrativa en setiembre del 2023 y la sentencia de segunda instancia que ratificó la nulidad de dicha resolución en marzo del 2024?

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El ritmo de las Aserejé

Esto es una especie de exorcismo.

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Por Hélard Fuentes Pastor

Tenía 11 o 12 años cuando la escuché por primera vez y 17 o 18 cuando la bailé en una fiesta. Era una canción «pegajosa», con el estribillo cacofónico y varios galimatías que cerca de una década permitieron la especulación, la sugestión, sobre todo cuando las chicas la tarareaban hasta quedar roncas en la discoteca: «Aserejé, ja, de jé, dejebe tu de jebere sebiunouba majavi an de bugui an de güididípi…». Entonces, nuestros padres dedicaron largos sermones cuestionando, criminalizando, satanizando esa letra. Los mayores deben recordarlo bien. Se dijo que es satánica, una suerte de quija, o, de forma más enfática, que Diego, el personaje principal del tema musical, representaba al diablo.

En poco tiempo, Aserejé se popularizó en el mundo y a pesar de que sus intérpretes eran españolas, tuvo especial repercusión en países como el nuestro y Latinoamérica. No en vano, Pedro Salinas en su libro: Estamos jodidos (2005), refiere que tanto la Macarena como Aserejé son canciones que se han escuchado hasta el hastío. De allí que haya concentrado la atención de mi generación para el disfrute y la de mis padres para la crítica, la aversión. Los ingenuos, los fanáticos religiosos, los ortodoxos y los conspiracionistas creyeron que era un ritmo satánico, más específicamente un ritual demoníaco, la proclama del hereje por influencia directa de Satanás. ¡Cuánta ignorancia!

El tema musical se puso de moda en Perú durante mi adolescencia tardía. ¡Felizmente fue así! Ya que, para un varoncito de 12 o 14 años, bailarla no era reprochable por cuestiones religiosas, sino motivo de señalamiento y burla, porque en la regla, moverse así, cruzando los brazos o agitando las piernas como las chicas Ketchup, era «rarito». Peor aún en una sociedad pacata, profundamente machista que reprochaba a los homosexuales, tal cual se desprende de la crítica que generó una fiesta del productor teatral Alex Otiniano en su discoteca Le Cage de Trujillo, donde convocó a travestis, streapers y lesbianas —para muchos la escoria de la humanidad— que fueron sorprendidos por los efectivos de la Policía bailando el Aserejé. Por esas épocas, este tipo de espectáculos no eran bien vistos; al margen de la moral, el bullicio y del desorden —que es lo razonable—, sencillamente por la presencia de «patos» o «gais» haciendo el trencito o por ser un local «de ambiente».

Inmediatamente, la canción fue asociada a la herejía y se hizo más famosa. Sus detractores la propagaron con su rechazo, siendo anecdótico y hasta chistoso que algunos ciudadanos mexicanos y filipinos desarrollen una interpretación alucinante: «Aserejé» como «ser hereje», «ja» como las siglas de Jehová, «dejebe tu dejebere» como «deja tu ser». Los peruanos se lo creyeron. En realidad, muchos en el mundo pensaron que Las Ketchup eran satánicas. Esa fama escaló hasta la política, una muestra palpitante es la caricatura de Carlín —Carlos Tovar Samanéz (2004)— que hizo sátira del fujimorismo alterando algunas frases de la letra original: «aserejé, ja, jode, tu jefe japoné me dejo, soñé, gamboua, Martachabi an Salgado an de fujidipí».

La composición despertó varias teorías y las iglesias prohibieron a sus feligreses cantarla, incluso varios colegios en el mundo. Pero, tras un inusitado éxito desde el año 2002, sobrevino una cacería de brujas. Lo recuerdo bien. Padres de familia y profesores pegando un grito en el cielo, si escuchaban a un estudiante cantar aquel trabalenguas. Imagínense a las mamás diciendo a sus hijos que esa canción tiene partes satánicas, porque todo lo que no comprendemos, siendo adultos, lo asociamos a un prejuicio doctrinal: «Es de Lúcifer, del Diablo». Los niños, ni idea. No lo pensaron; sin embargo, cuando nuestros papás lo dijeron, quedamos sorprendidos. Yo no lo podía creer. Ahora, no concibo que por tantos años hayan pensado eso, peor aún me dejé convencer, sin criterio alguno, de ese mensaje oculto con alabanzas a Satanás.

Dicen que la realidad supera la ficción. Así fue. Lo que parecía cosa de Lúcifer, en realidad era de las drogas, pues según su compositor, Manuel «Queco» Ruiz, la canción habla de un chico afrogitano rasta de nombre Diego, que, bajo los efectos de un estupefaciente, intentó cantar Rapper’s Delight —un clásico norteamericano—, pero sólo pudo canturrear el estribillo de Aserejé. Lo cierto es que no tenía nada que ver con el diablo y Las Ketchup no habían sido tan satánicas como se pensó. A decir verdad, los de mi generación, es decir, los millennials, además de los X y los baby boomer, les debemos una disculpa por demonizarlas.

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“Chabuca” y “canto de dolor, no repitan la canción”

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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La exhibición de la película “Chabuca” ha desatado severas controversias e inquietudes y un afán de los espectadores/lectores por conocer la verdad. El libro de Álex Brocca (AB) rebota por los WhatsApp y los piratas lo venden en las calles casi al mismo precio con el que fue lanzando en 1999 a 10 soles, convirtiéndose en un best sellers de baja intensidad, cosa curiosa en nuestro medio donde cada día se lee menos o no se lee nada.

En “Chabuca”, Ernesto Pimentel y la productora Tondero se han encargado de convertir a su personaje en un héroe o heroína que vence a la pobreza, acaba con la envidia, y doblega a la enfermedad, hasta logra constituir una familia y tener un hijo. Todo muy funcional a la medida de los coachs de moda y los libros de autoayuda. Mientras la contraparte o el malo de la película, en la realidad, muere en un hospital para pobres, solo y abandonado. Y encima muchos de los reportajes televisivos o impresos hechos sobre sus denuncias, han sido borrados de un brochazo para beneficiar la “verdad” retiniana que nos quieren hacer creer.

Asimismo, en la película “Chabuca”, Brocca es mostrado como un vividor violento que solo sabe pedir plata y aprovecharse del éxito de su pareja. En “Canto de dolor”, Hernán Pretel (Pimentel) es el tipo desaseado, sucio, que se acuesta con todo del mundo sin protección y cuya angurria por él éxito hace que convierta a AB en casi un esclavo o “sirviente”. Y aunque Brocca confiesa que golpeaba a Pimentel, es este último quien le rompe la nariz, hecho que sale en la película, pero esa fue la razón por la que AB le reclama dinero para la operación y no antes. Además, Brocca da a entender que Pimentel es el que tenía más avanzado el VIH.

El director de teatro y amigo Richard Torres, quien también ha dirigido a Pimentel en una obra de teatro, ha recibido la propuesta de filmar la otra versión de “Chabuca”, la que sería la película de AB contada de primera mano. Conozco a Richard y sabemos de su talento y su calidad de persona y creemos que lo correcto sería que “Chabuca” tenga su secuela en una película que sin ambages contará ese tiempo. Ah, por cierto, he dicho públicamente que apoyaría la construcción del guion.

(Columna publicada en Diario UNO)

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¿Existe la lucha de clases o es una ficción de sociólogos?

Lee la columna de Tino Santander Joo

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Por Tino Santander Joo

En un artículo anterior expliqué que el acierto histórico de Marx fue señalar que: “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”; y que estas se habían transformado con la evolución del capitalismo, las revoluciones científicas y tecnológicas que modifican permanentemente las relaciones sociales y las fuerzas productivas en el mundo.

Adán Smith afirmaba: “Los salarios corrientes del trabajo dependen del contrato establecido entre dos partes cuyos intereses no son, en modo alguno, idénticos. Los trabajadores desean obtener lo máximo posible, los patronos dar lo mínimo. Los primeros se unen para elevarlos, los segundos para rebajarlos.”. Estas son las ideas que Marx tomó para fundamentar su tesis sobre la lucha de clases.  Los “marxistas revolucionarios” dogmatizaron y mitificaron el concepto de la lucha de clases hasta convertirlo en irrelevante políticamente.

El sociólogo alemán Max Weber, analiza las características de las clases sociales; aceptaba la lucha de clases, pero, señalaba que la división marxista entre oprimidos y opresores basados en criterios económicos era muy simplista, porque, no incorporaba el factor religioso, cultural, ético, y la búsqueda de prestigio y poder de los individuos.

El sociólogo Francés Pierre Bourdieu, señala que la lucha de clases tiene un doble sentido en las relaciones de poder: primero es una lucha económica por recursos y segundo una lucha por el poder simbólico, es decir, las clases sociales buscan la hegemonía de sus formas de pensar, sentir, y actuar. En el capitalismo contemporáneo la lucha de clases es cotidiana y competitiva. Esta competencia se convierte en lucha revolucionaria, porque los sectores populares tratan de apropiarse de los valores y símbolos de la clase dominante y tienen como  estrategia  la educación: “La entrada en la carrera y en la competencia por la titulación académica de fracciones que hasta entonces han utilizado poco la escuela… llegando a ser así la titulación académica y el sistema escolar que la otorga una de las apuestas privilegiadas de una competencia entre las clases que genera un aumento general y continuo de la demanda de educación, y una inflación de las titulaciones académicas”.

El socialdemócrata Tomas Pikkety, señala que el motor de la historia no es la lucha de clases, sino, la lucha ideológica y política, porque cada época tiene una ideología dominante. Pikkety propone que: “…la redistribución moderna, no consiste en transferir las riquezas de los ricos a los pobres… reside, en cambio, en financiar servicios públicos e ingresos de reposición más o menos iguales para todos, pero sobre todo en el ámbito de la educación, la salud, y las jubilaciones”.

La lucha de clases no es una ficción de sociólogos o ideólogos extraviados, es una realidad cotidiana que moviliza la ansiedad por el estatus y la creación de riqueza. La revolución social, no es una utopía de politicastros; surge como una necesidad de libertad contra la opresión del Estado que representa intereses monopólicos y mafiosos en el Perú. Solo la revolución social podrá instaurar el verdadero Estado de derecho que afirme la libertad y la búsqueda de la felicidad como objetivo individual. 

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La poesía asertiva de Luis Díaz Cornejo

Lee la columna de Márlet Ríos

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Por Márlet Ríos

Ha aparecido entre nosotros Momentos mágicos (Metanoia Editores, 2024), segundo libro del poeta y docente Luis Díaz. El primero fue Vórtice y salida (2020). En plena época posmoderna, dominada por la desesperanza y la angustia, es necesaria la poesía que enarbola la parresía y la asertividad como virtudes, para acercarnos al otro sin un despliegue de violencia simbólica (o poder). Como señala el gran poeta norteamericano Lawrence Ferlinghetti, en “Manifiesto populista”, es “tiempo de comunicarse con todos los seres sensibles”. Por consiguiente, se trata de poemas muy lejos de la pretenciosidad que domina a la última poesía peruana.

La gran mayoría de los poemas que conforman Momentos mágicos tienen como objeto poético a la mujer deseada e idealizada. No obstante, el principio del placer y el erotismo pleno están esbozados en poemas como “Los amantes” (no le pueden llamar amor al amor) y “Lo nuestro” (nuestras manos en la piel dibujan cartas náuticas). El primero nos remite, inevitablemente, a la pareja de amantes de El último tango en París. Por otra parte, la suprema claridad y el subjetivismo afirmativo van de la mano en “Mañana poética”:

Nadie ama tanto la lluvia como yo,

nadie la espera pacientemente

con fe inquebrantable,

porque sus gotas le resultan a mi corazón

un bálsamo, una medicina, frescura

y a mi ser interior le es

renuevo y purificación.

El libro está soberbiamente editado y tiene el prólogo del gran poeta piurano Marco Martos. Como dijo una vez el inolvidable Antonio Cisneros: “El poema es lo único que puede transmitir lo inefable”. Luis Díaz transita por el difícil camino de la poesía y se aleja de lo pretencioso y fútil. Enhorabuena. Hacemos votos para que el lampo lo acompañe siempre.

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De la Salsa al Reggaetón

Los recordados salsódromos y la degradación en la producción musical.

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Ni bien terminé de escuchar “Juana Peña”, me pregunté ¿Qué sucedió con la salsa?

—Hoy que todo es reggaetón, no tengo la más mínima duda de que se viene el fin del mundo—. ¿En qué momento nació esa distorsión diabólica? Tengo entendido que surgió en los barrios pobres de Puerto Rico ¿Cómo entender que la “Isla del encanto”, gran productora de salsa, ¿haya pasado a exportar lo inaudible?  

El sufrimiento que nos genera el reggaetón, ni siquiera se compara al disgusto que sufríamos a finales de los ochentas, cuando surgió la denominada salsa sensual y/o de salón. Los amantes de la salsa dura, antológica y de ‘barrunto’, irrumpíamos en los templos donde retumbaban el mambo, la guajira, la rumba, el boogaloo, el son cubano, el guaguancó y la guaracha.

Los Salsodromos en los 70s y 80s fueron todo un auge y albergaban a los amantes de la salsa, —esa de antaño y que nunca pasará de moda—.

Cómo olvidar a los legendarios: “Palacio de la Salsa”; “El Bertolotto”; La primera “Máquina del Sabor” de la avenida Arriola; “La Máquina 2” de La Herradura, —donde en 1930 funcionaba el Club Palm Beach —; “La Máquina 3” (la más fulera), de la avenida Venezuela.

“El Canta América” de la playa Agua Dulce; “La Sociedad de Cañete” en La Victoria; “La Furia Chalaca” en el Callao; el “Latin Brothers” de Lince; el “Soy Calidad” en el Rímac; “La Isla del Paraíso”; “El Salonazo” en Surquillo; “El Corso Latin Show” del jirón Cañete; “El Palacio Latino”, al costado del cine Tauro; “El Paraíso del Ritmo” de la avenida Alfonso Ugarte y “El Eco Latino” en la cdra. 14 de Manco Cápac.

Luego surgieron “La Descarga en el Barrio” de los hermanos Córdoba, y “Rumba Caliente” de Aldo Alarcón en Breña; “El Timbalero” en La Victoria, clausurado en 2011 debido a las riñas de los ‘faites’ y que dejaron un saldo de dos ‘fríos’. Actualmente, ese lugar se llama “La Casa de la Salsa”.

Posteriormente, “El Cohíba” en la avenida del Ejército, se erigió como un notable templo de salsa cubana y luego surgieron “El Kimbara” en La Victoria, “El Karamba” en Independencia y una chistosada llamada “El Tumbao”, en La Victoria y con sede incluida en Miraflores.

(Columna publicada en Diario UNO)

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La ciudad madrastra

Lee la columna de Carlos Rivera

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Llegar a Lima (esa Lima de la que alguna vez dijera Salazar Bondy, la horrible) siempre me causa una sensación de desamor. Esa conmoción que despierta esta ciudad es lo más parecido a un trato de indiferencia y que de cariño u odio para sus nativos o migrantes.

Es que hay ciudades que despiertan ternura, otras, nostalgia, alegría, ritmo que sé yo. Pero esta Lima huele —como urbe que es— a un individualismo ultra, a un pedazo de tierra sin sabor. Las gentes deambulan perdidas en sus múltiples oficios, sueños, vocaciones. Parecen ser habitada por seres fantasmagóricos salidos de alguna de Las ciudades invisibles de Ítalo Calvino. No miran a nadie, andan con la cabeza firme, el corazón congelado, las manos atentas a sus bolsillos o cartera. La mirada desconfiada es lanzada sin misericordia a cualquiera, así sea a una abuelita (porque en la capital, nunca se sabe).

Lima es una ciudad que no inspira amor maternal, como los provincianos aman su Cuzco, Arequipa, Ayacucho u otro lugar. Este trato de madrastra es solo de intereses mutuos: el ciudadano que la habita hace un pacto tácito entre lo que esta ciudad ofrece y lo que este quiere de ella. Es por eso que muchos sueñan conquistar la capital sabiendo que las posibilidades son mínimas, pero se abalanzan en esta epopeya. La masa de individuos que viene se pierde en los laberintos de sus cerros o pampas desérticas, construyen casas donde no hay  siquiera proyectos de agua ni luz desafiando la más elementales normas de urbanismo. Colorida, huachafa y bullangera.

Son las constantes generaciones de provincianos que traen sus costumbres, folklore y dibujan un nuevo paisaje que se entremezcla con lo virreinal, tradicional; moderno, posmoderno y churrigueresco. La arquitectura que exhibe esta urbe es una mixtura de colores, estilos y estructuras; es como si Gaudí, Oscar Nimeyer y Andy Warhol en una pesadilla de copas la hubieran imaginado y alguien maliciosamente se robara esos bizarros planos y la construyera.

TUS LOCOS Y MIS LOCOS

Hay una singularidad de los locos de la capital: son abismalmente distintos a nuestros locos de Arequipa: sus rasgos, conductas y expresiones faciales son de una aldeana ingenuidad. Los nuestros, parecen más decentes, por así decirlo. Los locos capitalinos exhiben un rostro propio de pesadilla. He visto en La Victoria a unos niños indigentes, caminando con sus costales, comiendo desperdicios y la infancia sepultada bajo los ojos idos. He visto a un hombre que me causó un miedo tétrico: tenía un pedazo de cartulina blanca como máscara cubriéndole el rostro, sentado en la acera, levantando la cara y así “miraba” a todos los paseantes con un aire de arlequín de los submundos.

He visto también a locos comiéndose las heridas o quietos como estatuas con los ojos desorbitados perdidos en las alucinaciones que la urbe de cemento provoca. En mi Arequipa, nuestros locos no pasan de andar desnudos o hacer una que otra travesura o marchar con sus bolsas pidiendo comida o recogiéndola del suelo. Nuestros locos están contados (también desamparados) uno ya los conoce, sabemos en qué calles transitan, cuáles son sus mañas. Nuestros locos no se salen de cuadro, y cuando mueren o desaparece uno al instante como por arte de magia, aparece el relevo que ocupa la atención de los habitantes. Nuestros locos parecen peregrinos de las calles y los locos limeños, astronautas del  desamparo metafísico.

EL RUIDO

Lima es una urbe ruidosa y atosigante, no hay bus, combi o cúster que no encienda a full volumen su radio. El susurro o la modulación de la palabras en las calles no existen; casi nadie habla sosegadamente, hay que gritar porque si no los ruidos de los motores, la bulla musical, los gritos de la gente, las bocinas, el griterío de los cobradores de combi y microbuses, no permiten platicar u oír apaciblemente lo que nuestro interlocutor nos quiere decir. Entonces, uno anda con los ánimos alterados, el ruido te descompagina de las buenas intenciones que hayas tenido para iniciar tu acostumbrado ritual. Quieres pensar, pero no debes, no hay tiempo para ello.

LA BASURITA

La basura es como el barniz que decora esta ciudad, sus calles son abarrotadas con desperdicios, arrojan sin compasión al suelo todo lo que tienen entre bolsas, papeles o residuos de comida. Hay distritos en los que sus esquinas son cubiertas por montones de basura como parte del paisaje que no parecen molestar a nadie. Los cerca de 10 millones de habitantes producen 8 mil  toneladas  de basura al día  y los limeños deambulan sobre ella como si se tratara de un espectáculo habitual y común.

EL RÍO HABLADOR MUDO

Con sus 145 km de extensión, el Rímac se convierte en un río que llega desde las alturas de la sierra y le convida un poco de su vida a la capital. Rímac en su acepción quechua quiere decir hablador, pero dada la sequedad que sufre se ha quedado sin habla, es más, lo han convertido en un vertedero de residuos. Encima que le han cortado la “lengua” lo han contaminado. Pero sobre este río se ha escrito la historia de la fundación de Lima, fueron esas aguas que cautivaron los ojos de Pizarro, fueron esas aguas reservorio de lágrimas de los enamorados, ese río es la historia de Lima y como fue algún día su fuente de vitalidad, hoy parece señalar su apocalíptica sequedad.

LA CIUDAD DE LOS PENDEJOS

No hay lugar en donde las necesidades y la creatividad no vayan acompasadas día a día de las curiosidades que hacen la mayoría para sobrevivir. En una ciudad de tantas desigualdades y fastuosidades incita a que el limeño se amolde a esta urgencia de cachuelos, a esta dinámica de artilugios ante la ausencia de trabajo estable y con seguro de salud. Los llamadores de combi, los cobradores, los ambulantes en las avenidas. Los malabaristas de los semáforos, los falsos médicos, la inmensa gama de brujos, los restaurantes populares o de cualquier lugar donde te sirven menús para la gastritis con productos descompuestos, las hamburguesas de cartón, los consultorios médicos bamba que practican abortos. Es el lugar donde los congresistas se juntan a hacer sus paparruchadas, se vuelven bestias y cutreros, donde están los demás poderes del Estado. Donde los ministros rompen las reglas de tránsito, donde un maldito chofer atropella con su carro a una policía, es el lugar donde los pandilleros se posicionan en los barrios populares y se agarran a machetazos como si jugaran a la guerrita. Es la ciudad que da el floro más versátil para la sobrevivencia o el laburo. Es la Lima que pare por minuto la mayor cantidad de pendejos del país. Montesinos era arequipeño, pero muy pronto se alimeñó.

ELOGIO A LA MADRASTRA

Pero esta Lima es parte y síntesis de nuestro Perú, es la directriz política y económica del país, es la mejor  evidencia del mestizaje, la muestra eminente de los empresarios emergentes, es la ciudad donde nuestros sueños provincianos descasan para hallar rumbo y prosperidad, es la ciudad de la fe al Señor de los Milagros. Es cucufata aunque digan lo contrario sus noches, sus hostales, y esa juventud que parece ser más desgarbada. Es la Lima que primero tuvo que someter Mario Vargas Llosa para luego domar el mundo con su pluma, es la ciudad de la que nunca salió Martin Adán, pero a la que enamoró desde el ostracismo del manicomio y de algún bar donde saciaba su poética, es la ciudad que contempló a Valdelomar, la que salvó Du Petit Thouars para que los chilenos no la terminasen de destruir.

Lima es  aspiracional. Es una madrastra que de boca para fuera todos decimos detestar, pero en el fondo la queremos, deseamos estar en ella, aunque sea horrible y bullanguera “esta ciudad de los gallinazos”.

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La mediocridad más temida

Lee la columna de Edwin Cavello

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El estreno de la película peruana “La piel más temida” del cineasta huancaíno Joel Calero Gamarra, continúa despertando un acalorado debate en redes sociales tras sus primeras críticas por la manera en que aborda el tema del terrorismo. Para algunos, Calero romantiza el terrorismo, para otros, es nuestro Martín Scorsese de los andes —entiéndase el sarcasmo—. En un país sin educación cinematográfica se dice cualquier barbaridad, pero lo cierto es que el director de “Cielo oscuro”, “La última tarde” y “La piel más temida” aún tiene grandes limitaciones como director de cine. Tal vez en su décima película podamos observar algo mejor.

Pero hay un tema mucho más importante que la película de Calero Gamarra, y se trata de lo mencionado por el presentador de Canal N, Francisco de Piérola, me refiero al financiamiento que reciben las películas peruanas por parte del Ministerio de Cultura, un tema importante que poca gente en los medios de comunicación ha problematizado.

Para que la gente se ubique, hay que ser claros, desde la época de CONACINE, existe una mafia que durante años direccionó el financiamiento para un grupo de amigos, una argolla de cineastas que se acostumbró a mamar del Estado, y por ser amigos de políticos o funcionarios de turno, se les tenía que financiar sus caprichos llamados “proyectos cinematográficos”. Muchos de ellos malgastaron el dinero de la película en compras frívolas, incluso se habla de autos, camionetas y departamentos, entre otras “necesidades” de cineastas independientes. Como resultado de esto, varios directores de cine que han sido financiados por el Ministerio de Cultura, no han entregado su proyecto cinematográfico finalizado.

El problema del uso y abuso del financiamiento no solo es exclusivo del rubro cine, también ha pasado lo mismo con el financiamiento para las editoriales independientes y otras hierbas. Tan grave es el tema, que el área legal del MINCUL envió cartas notariales a todos aquellos que no cumplieron con el buen uso de los recursos públicos.

Actualmente, la Dirección Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) del MINCUL, se parece cada vez más al CONACINE. El financiamiento cae repetidas veces en las mismas manos, como si en este país solo un grupo de diez personas fueran los únicos que saben filmar una película. Y lo peor es que son películas mediocres, como la que acabo de ver: y esa es la mediocridad más temida.

(Columna publicada en Diario UNO)

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