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Opinión

Pedro Castillo, el chicote que castiga a la derecha y a la izquierda progresista

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Mientras la izquierda progresista se preocupaba por cojudeces —como el lenguaje inclusivo— y la derecha empresarial dosificaba su veneno entre las tres cepas del fujimorismo; Pedro “Speedy” Castillo corría de rincón a rincón, conquistando desde abajo —a punta de anacronismo, ira y populismo— al elector mayoritario del país. No lo empelotó la gran concentración y lo basureó la izquierda barranquina. Hoy el desconcierto cunde en los limeños que confunden el Perú con La Planicie y en los intelectuales que siguen esperando el voto de Nueva Zelanda.

El Perú parió a Pedro Castillo dos veces. Su primer nacimiento se dio en el marco de la lucha por la educación, los intríngulis del enfoque de género y la pauperización del magisterio.  Su retorno se produce en un país desangrado por la pandemia, que día a día bate el record de tener la peor gestión sanitaria, con un pueblo que descree de su clase política y de la política en general. En un país que ha hecho de la indecisión una costumbre, el voto es una veleta y se entrega de acuerdo al humor del momento. El boca a boca y el rechazo prenden más que los planes de gobierno, que nadie lee porque nadie tiene tiempo de leer. Todos los candidatos remontaron —en su momento— la ola, pero el crecimiento incontenible del profesor cajamarquino se produjo días antes de los comicios. Y llegó a las elecciones en la cresta misma de su popularidad. Ya nadie lo podía desbarrancar.

El padre de Pedro Castillo es la derecha despiadada, que lucra con la miseria de los peruanos, robando oxígeno y engordando sus arcas con la pandemia. La madre de Pedro Castillo es la izquierda hipster, enfocada en cojudeces como el lenguaje inclusivo y asuntos no prioritarios como el matrimonio igualitario y el aborto. Ya la encuesta del IEP, realizada a fines del año pasado, trazaba el sentir y las filias del pueblo peruano ad portas del bicentenario. ¿Y qué quería el pueblo peruano? Mayor intervención del estado en la economía, autoritarismo y respeto por los valores culturales tradicionales. Es decir: autoritarismo de izquierda, una izquierda conservadora. Una lectura atenta y desprejuiciada de esa encuesta hubiera diseñado, en mejor medida, la estrategia electoral de los políticos que hoy siguen desconcertados con el ascenso de Castillo. Pero los políticos tradicionales tienen los ojos puestos en su ombligo, cuando no en su pincho o su chucha: ombliguismo, alpinchismo y quechuchismo son las divisas de nuestros padres y madres de la patria.

¿Y dónde estuvo, todo este tiempo, Pedro Castillo? Decir que el profesor cajamarquino representa una novedad es mentir; encumbrar a Castillo como un purista identificado con el pueblo es hablar a medias. Y es que el profesor chotano es un zorro viejo de la política profunda, un equilibrista de la política regional, esa política que la caviarada limeña mira sobre el hombro y que hoy le patea el culo. Sin embargo, su incursión en Perú Libre —debido a la indisposición para postular del líder Vladimir Cerrón— no fue nunca un proyecto veterano, sino un recurso de último momento, para que el partido no pierda la inscripción. Castillo no es un improvisado en política de base; pero su fórmula electorera y con la cual aspira a ponerse la banda presidencial es un sancochado, un ceviche cuajado de mala manera, un tocosh que se desparrama por los bordes de la olla. Castillo y su discurso rupturista sintetizan, simplemente, los anhelos de una gran parte de los peruanos contemporáneos. Tan simple, tan arcano y tan verídico como eso.

No es menos verdad que la “Caperucita” Mendoza sintetizó mayoritariamente, allá por el lejano 2016, los anhelos del peruano profundo. Y siguió aglutinando dicho caudal en estos últimos comicios. Pero el terruqueo de la derecha, el sabotaje de los medios de prensa, el desprecio de sus enemigos y el ombliguismo de sus fanáticos impidieron que ese proyecto se concrete a cabalidad. ¿Castillo le quitó votos a Mendoza? ¿O Mendoza le regaló los boletos del pase a segunda vuelta? La respuesta tiene varias aristas, pero la desconexión entre Mendoza y el peruano de a pie se hizo sentir. Sí, la extrema derecha la terruqueó; sí, fue ignorada por los medios y sí, el progresismo liberal de derechas se cebó en su candidatura a punta de chongo y joda; pero no se puede negar que fueron sus propios fanáticos los que sabotearon su campaña. Fue su propia gente la que profundizó el abismo que la separaba del peruano de a pie. Y además, hay que decirlo claramente: el apoyo de la intelligentsia nacional a Mendoza no le endosó votos en lo absoluto. Los intelectuales, los artistas, los escritores, los académicos y politólogos no leen correctamente al Perú. Su opinión no importa. No tienen capacidad de endose. No son. No pintan. Es más: casi nadie los conoce.

Fue la misma gente de Mendoza quienes destiñeron su caperuza. Y frente a Castillo, ella se vio como la derecha de la izquierda. Con un candidato al congreso que funge como la Paisana Jacinta en versión travesti, con una candidata salida de la prensa concentrada, que vacaciona en Miami y desprecia a las universidades misias, con una candidata que ya no es virgen en política y que, por eso mismo  —con las mañas de los viejos zorros— basurea a su caudal de electores. Y con fanáticos trenzados de heroísmo, déspotas y distantes, que despreciaban a quienes no veían la superioridad moral de su candidata. Fue la misma gente de Mendoza quienes le dejaron la tierra arada a Castillo. Porque Mendoza dejó de hablar del agro y pregonó el lenguaje inclusivo, porque Mendoza mostró como una medalla el apoyo de los economistas gringos y olvidó al votante del sur profundo. Como si el voto en el Perú se decidiera en Barranco, en los yunaites o en las europas. Se dirá: pero eso es caer en dicotomías, se pueden hacer ambas cosas. Se dirá que Mendoza era la promesa de llevar a cabo reformas en varias direcciones. Y no es, necesariamente, así.

El progresismo de izquierdas debe entender que sus teorías y propuestas no le interesan a la mayoría del pueblo peruano. Que el peruano de a pie ve sus prédicas como cojudeces. Si se parte de ese punto la estrategia podría cambiar y en lugar de salir con la pata en alto, a batutear a la ciudadanía, podrían tender puentes con el electorado. Pero no, su estrategia fue confrontar, imponer y censurar. Y ajustar su argolla de superioridad moral, claro está. El progresismo liberal de izquierdas le comió el corazón a Verónika Mendoza y la alejó del peruano profundo. Castillo cosechó las flores que se deslizaban por la cesta mendocista. Cuando las flores que caen no se recogen… como decía Heraud. Y Castillo recogió y recogió bien.

Hoy el progresismo liberal de izquierda dice que el Perú se perdió a Verónika Mendoza. Y sí, en parte es cierto. Pero no es menos que verdad que fue ese mismo progresismo quien la alejó del Perú. Y es que en plena pandemia ¿A quién carajo le importa el lenguaje inclusivo? ¿Qué le importa el matrimonio igualitario a un hombre del Perú profundo? ¿Acaso el campesino, que envía a su hijo al colegio, desea escuchar las prédicas del enfoque de género?

Un hombre pasa con un pan al hombro/¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?/Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo/¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?/Otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano/¿Hablar luego de Sócrates al médico?/Un cojo pasa dando el brazo a un niño/¿Voy, después, a leer a André Bretón?/Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre/¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?/ Otro busca en el fango huesos, cáscaras/¿Cómo escribir, después del infinito?/Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza/¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?/Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente/¿Hablar, después, de cuarta dimensión?/Un banquero falsea su balance/¿Con qué cara llorar en el teatro?/Un paria duerme con el pie a la espalda/¿Hablar, después, a nadie de Picasso?/Alguien va en un entierro sollozando/¿Cómo luego ingresar a la Academia?/Alguien limpia un fusil en su cocina/¿Con qué valor hablar del más allá?/Alguien pasa contando con sus dedos/¿Cómo hablar del no-yó sin dar un grito?

Pero los progresistas liberales de izquierdas no leen a Vallejo, pues se masturban con Michael Foucault y ven los campos de Bordieu hasta en la sopa; leen a Judith Butler y siguen creyendo que Simone de Beauvoir dirigió alguna vez la Biblioteca Nacional.

Esto no es desmerecer los ideales progresistas, claro está. No se puede caer en el esquematismo de quienes se pasan a la otra acerca y creen que la tradición es canon o que el orden cultural debe seguir tal como está. Y que el machismo, el autoritarismo y el culto al caudillo son valores nacionales que se deben respetar. Pero no se puede intentar un cambio cultural con imposiciones, con censuras y considerando a todo aquel que disiente como un potencial enemigo. Los progresistas liberales —que han copado diversas instituciones del estado— han arado sus feudos en base a ideologías progresistas, con las que el pueblo nunca comulgó. De ahí las premiaciones del estado a cualquier cojudez que ostente el lenguaje inclusivo, de ahí el poco consenso a la hora de discutir el enfoque de género, de ahí el plato servido que le dejaron a la extrema derecha para que los moteje como defensores de ideologías divorciadas del pueblo. De ahí nace Porky y su ataque a los caviares. Y es que, debido al puritanismo y a la argolla del progresismo liberal, el candidato de apariencia porcina pudo blandir el cuco del progresismo como el mayor enemigo del país. Si el progresismo liberal se hubiera abierto en pleno diálogo, en lugar de encerrarse en argollas para esquilmar del estado, si hubiera escuchado los intereses de la ciudadanía; entonces Verónika Mendoza sería más. Pero el progresismo liberal jugaba sus propios intereses y eso solamente conduce a un Pedro Castillo, a una Keiko Fujimori, a un Rafael López Aliaga o Hernando De Soto.

Y Pedro Castillo es el cuco que la gran prensa ahora no quiere ver. Porque Castillo es el cuco que construyó la gran prensa concentrada, ocupada como estaba en terruquear a la “Caperucita” Mendoza. Castillo es el engendro de los periodistas que emplazaban a la caperuza con preguntas sobre Venezuela como si la Mendoza fuera contendiente de Maduro. Y fue esta misma prensa la que ayudó a diseñar un candidato que sí reivindica a Maduro, que sí quiere disolver el Tribunal Constitucional y sí está dispuesto a cerrar el parlamento, como en los mejores tiempos del chino. Porque el muñeco cobró vida propia y ahora mantiene en ascuas a los amos. Y es que detrás del muñeco está el peruano de a pie, invisible pero decisivo en disputas electorales.

Pero nada más lejos que intentar ahora un elogio a los pergaminos de Castillo. Pues Castillo será novedoso para los limeños apitucados, pero es un zorro viejo de la política nacional, con todas las taras y filias de los viejos políticos. Un político que no dudó en tranzar con el fujimorismo durante las protestas del magisterio, saliendo con la sonrisa amplia al costado del indescriptible Becerril. Un viejo zorro que ha transitado por diversas tiendas políticas y cuyas conexiones o infiltraciones, en su círculo, del ala “institucionallizada” del senderismo siembran más sombras que luces. Un viejo político que recurre a la ira y al populismo para catequizar a su electorado. Y el representante de la izquierda más anacrónica, más macha, más medieval; en suma, más peruana.

Y si Castillo es un viejo zorro de la política regional,  su propuesta electoral es una suma de improvisación y de anacronismo: Castillo cree que seguimos en la Guerra Fría. Y el más grande pergamino que se cuelga y que sus seguidores le cuelgan, es el de ser el representante de la izquierda más sufrida. Y que por ese hecho tiene el deber moral de conducir los destinos del país. Que entonces, el Perú debe ser su chacra y que toda desviación se castiga a punta de chicotazos. Porque él es campesino, porque él es rondero, porque él es maestro: porque es un peruano del Perú profundo. Y si la credencial más importante para regir los designios de nuestro país es ser un peruano sufrido, entonces que sea presidente Tongo.

Algunos progresistas liberales han comenzado un mea culpa diciendo que no vieron al elector de Castillo. Y los izquierdistas recalcitrantes ya comienzan a elogiar un andinismo esencialista. Como si ser cholo, pobre y misio le otorgara, ipso facto, las credenciales democráticas. Nos movemos rápidamente al otro extremo: pasamos de los que han hecho de lo gay y del feminismo algo sagrado, a los que hacen de lo cholo y del andinismo lo sacrosanto. Pero quienes recurren a esos ejercicios de culpa y de mala fe son los mismos que viven desconectados del pueblo, aquellos que, enclaustrados en cómodos pupitres, no conocen las peripecias del peruano. Su culpa les hace sacralizar al cholo, que conocen a través de Quijano, Nugent o Bruce. Su penitencia es divinizar al cholo, porque solamente lo reconocen por manuales. Pero quien conoce las dinámicas populares no sufre de ese tipo de neurosis y sabe que ser cholo, como ser gringo, como ser negro, como ser chino, no implica un heroísmo atávico. Quienes paternalizan lo cholo son los que se sienten lejos de las dinámicas cholas, su mala fe y su distancia les hace ser acríticos e hipócritas. Y entonces, cuando lo cholo es criticado, sacan el dedo acusador del ¡clasismo, clasismo! para disimular su desconocimiento de las dinámicas peruanas. Según ellos, lo cholo es una categoría sagrada. Es más fácil, entonces, decir que Castillo es un fascista de izquierdas, o un autoritario de izquierdas, que decir que el grueso del electorado que votó por Castillo tiene el germen y el combustible del pensamiento autoritario. Porque Castillo no se representa a él mismo, sino al peruano de a pie, aquél peruano sobre el que trabajó, a medias y en vano, el caviarismo y al que despreció la derecha durante tantos años.

Y ahora se tiene que elegir entre la hija de un mafioso dictador y un autoritario de sinuosa carrera política —y representante del esencialismo andinista— que tranzó con la bancada del mafioso dictador. Entre el plomo y el chicote; entre la coca y la hoja de coca; entre “la letra con sangre entra” y el “nosotros matamos menos”. Entre la yakuza y los herederos de Benel; entre la derecha autoritaria y la izquierda intransigente. Entre la china hipócrita, que se calza un chullo para verse como peruana y el cholo, que dice representar – solamente él – al verdadero peruano.

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Roberto Ramírez Manchego. Egresado de derecho de la UNFV y actualmente estudia filosofía en la Universidad San Marcos.

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La poesía y la escuela

Lee la columna de Julio Barco

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La escuela es la prueba de sociabilidad más vital de nuestra existencia. Entre carpetas y cuadernos aprendemos a vivir en sociedad; y ello, es lo más complejo que existe. ¿Cómo fueron nuestros poetas en sus épocas de escolares? César Vallejo, por ejemplo, fue un alumno destacable; culminó sus estudios universitarios con una tesis. Otros, como Valdelomar, fueron estudiantes pésimos. Su aprendizaje fue más bien autodidacta. Mariátegui nunca ingresó a la universidad… La poesía peruana tiene intensidad y altura, extraño fenómeno en un país donde, según el INEI, de cada diez, cuatro no comen al día. Ahora, imaginemos: ¿qué sucedería si nuestros poetas convivieran en el mismo salón? ¿Cómo se aguantaría la energía de tantos locos? ¿Se imaginan a Martín Adán compartiendo pupitre con Westphalen en el colegio alemán? Si la poesía peruana fuera un salón de clases, Eguren sería el alumno que vive en las nubes, hace las tareas y saca buenas notas, pero vive en su mundo. Heraud, el alumno más preocupado por los índices de pobreza en el Perú, junto a Cesáreo Martínez y Alejandro Romualdo. Imagino que los horazerianos —Verastegui, Pimentel, Mora, JRR— no entrarían a clases y se dedicarían a vagar por los alrededores del cole, hablando de poesía, revolución y cómo escribir los poemas más geniales del mundo. ¿Quién sería el profesor? ¿Alguna vaca sagrada de turno? ¿Quién sería el indicado para mantener una clase de poetas peruanos? María Emilia Cornejo seguro dibujaría corazones rotos en sus cuadernos; Carmen Ollé, escritos sobre la condición de la mujer, y, Varela, algunos poemas inspirados en valses. Eielson sacaría la mejor nota en el curso de Arte; Juan Gonzalo Rose, ganaría la declamación por el Día de la Madre; y Rodolfo Hinostroza, los concursos poéticos por el Día del Padre. Sería sin duda una escuela peculiar: Vallejo y Eguren, Watanabe y Pimentel, Germán Belli y Magda Portal. Los más díscolos —Ojeda, Chirinos Cúneo, Mostajo, Oquendo— se la pasarían en la dirección, dónde darían cuenta de sus actos o se verían obligados hacer planas. Y al, transcurrir de los años, todos estos niños locos, se volverían los adultos geniales que conocemos.

(Columna publicada en Diario UNO)

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Universidades como cancha

Lee la columna de Edwin A. Vegas Gallo

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Por Edwin A. Vegas Gallo

En este tiempo de “universidades como cancha”, tanto a los congresistas como a la Sunedu, no les interesa que la educación superior universitaria, esté sumida en la tragedia del bien común y que ella desempeña un rol central en la consecución del desarrollo.

Estas decisiones políticas del Congreso y de la Sunedu, no están orientadas a generar economía del conocimiento, sino más bien, están dirigidas al clientelismo político y a favorecer sus intereses.

De hecho los sucesivos ministros de Educación desde 2016, no se preocuparon de diseñar una Política Nacional para las universidades peruanas, ni mucho menos existe un Plan Nacional de Educación Superior, sea universitaria o no, en la que se prevea las carreras que el Perú necesita, para acelerar su transformación hacia el desarrollo o asimismo se prevea la cantidad con calidad de profesores titulares o nombrados.

Acá más bien se optó, por la politiquería del Congreso, del nombramiento automático en profesores auxiliares, de docentes contratados, sin pasar por el filtro de la meritocracia y sin que los rectores se pronuncien.

Al no existir un Plan, no se puede prever la inversión para mejorar y renovar las infraestructuras académicas y de investigación, y tal como sucede con la Decana de América, su rectora, recurre al facilismo de alquilar sus instalaciones para generar rentas, no importándole la calidad de vida de la población aledaña.

Pues bien se necesita que la universidad peruana, aporte a la economía del conocimiento, ya que es la mejor forma de crear, un motor de crecimiento eficaz.

Para ello se debe, tal como la UNESCO recomienda, hacer un nuevo contrato social para la educación universitaria, siendo “su punto de partida la visión compartida (de los miembros de la sociedad) de la finalidad pública de la educación”.

Esto implica:

  1. Exigir una legislación adecuada, para modelar la universidad peruana. Ello requiere reimaginar a aquella, trabajando juntos para crear el futuro que sea compartido e interdependiente.
  2. Generar un plan nacional quinquenal, con tendencias a largo plazo, antes que obcecarse en el cortoplacismo de creación de universidades en el papel.
  3. Reforzar la educación universitaria de pre y post graduación como proyecto público y bien común evitando su tragedia en la que está sumida.

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Opinión

Pese a los 13 ministros del Interior del ‘mandato de izquierda’, Perú ha sido tomado por la criminalidad

Mientras que la criminalidad internacional bien organizada ha diseminado sus poderosos tentáculos en nuestro país, perpetrando más robos, trata de personas, extorsiones y con sicarios que matan todos los días, el Estado continua indiferente y desprecia a nuestros compatriotas que viven desprotegidos.

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No cabe duda que en nuestro país las autoridades gubernamentales; es decir, los presidentes de turno y sus fugaces ministros usufructúan el Ministerio del Interior, para pretender jugar al Sherif, ante la amenaza de los pistoleros del pueblo. Jugar a los “Policías y ladrones” tampoco ha sido la excepción. Sin embargo, el principal talento que han demostrado los diversos ministros durante los últimos 34 meses de gestión izquierdista en el Poder Ejecutivo, es saber jugar el ‘gran Bonetón’, tradicional juego infantil que decía—¿Quién yo? — No fui yo, fue el gran bonetón— y al final nunca se sabia quién era el responsable de la debacle.  

¿Cuál es la labor del Ministerio del Interior?

Desde el punto de vista institucional, el marco teórico de las funciones del Mininter suena bonito y alentador, porque ejercen el rol de gobierno interior y del orden interno y público, para proteger los derechos fundamentales de las personas en suelo peruano.

Por si fuera poco, en materia de orden interno y orden público, tienen las facultades de formular, planear, dirigir, coordinar, ejecutar, supervisar y evaluar las políticas públicas nacionales y sectoriales, así como los planes, programas y proyectos aplicables a todos los niveles de Gobierno.

Y lo más importante, ostentan competencia compartida en materia de seguridad ciudadana y son el ente rector del Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana (SINASEC) y lideran el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (CONASEC) para cumplir con las políticas, planes, programas y proyectos de seguridad ciudadana y lograr su ejecución a nivel nacional.

Este portafolio que es fundamental para que el país recupere la paz social y despegue en inversiones para poder obtener la tan deseada reactivación económica, está conformado por la Policía Nacional del Perú (PNP), la Intendencia Nacional de Bomberos del Perú (INBP), la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (Sucamec), y la Superintendencia Nacional de Migraciones (Migraciones).

Sin embargo… en esta cuasi “sociedad tribal”, donde la violencia es prácticamente un mecanismo de control social, resulta irónico y hasta insultante leer la presentación institucional del Ministerio del Interior cuando dice: “Nuestra misión es proteger y garantizar el libre ejercicio de los derechos y libertades fundamentales, así como mantener y restablecer el orden interno democrático, el orden público y la seguridad interna de los ciudadanos del país en un marco de confianza, tranquilidad y paz social”.

¿Qué daño hemos hecho los que nacimos y habitamos esta tierra? para soportar tanto desgobierno, inacción, indolencia y desprecio de tanto mandatario/a, que han considerado al Ministerio del Interior como un tubo de ensayo, para colocar irresponsablemente a diversos “descomprometidos”, que luego de juramentar se lanzan a los reflectores para desplegar verborrea, anunciándose como el nuevo Wyatt Earp que recobrará la tranquilidad en las calles.

¡Embuste! todo ha sido más que un embuste en el aparato estatal; mientras que la criminalidad internacional bien organizada ha diseminado sus poderosos tentáculos por toda Latinoamérica, y en especial en nuestro país, con jugosos negocios, como el narcotráfico, el tráfico de armas, la trata de personas, la extorsión y el sicariato para mantener la hegemonía criminal, y mientras sus redes criminales continúan creciendo, el Estado—representado por ahora, por la “indecible” mujer que viene ocupando Palacio de Gobierno—continua “deshojando margaritas”; mientras que en todos los barrios del Perú, nos siguen robando, extorsionando y matando todos los días, a vista y paciencia de la indiferencia gubernamental.

Asimismo, ya estamos cansados de ver en tribunas televisivas y en podcasts a los denominados gurús de la seguridad, llámese: los Hernanis, Rochas, Valdeses, Rospigliosis, Basombríos, Costas, Vargas, Guadalupes, y Elices, y que cuando estuvieron en “la cancha”, solo se dedicaron a anunciar sus teóricos planes metodológicos, mientras la calle iba ganando más criminales.

 A continuación, la lista de los últimos e ineficaces 13 ministros del Interior, durante los 34 meses que el Perú viene siendo gobernado por la izquierda. 

7 Ministros durante el mandato presidencial de Pedro Castillo

-Juan Carrasco Millones (Juntos por el Perú); del 29 de julio de 2021 al 6 de octubre del 2021.

-Luis Barranzuela Vite (independiente); del 6 de octubre del 2021 al 3 de noviembre de 2021.

-Avelino Guillén (exfiscal); del 4 de noviembre de 2021 al 30 de enero de 2021.

-Alfonso Chávarry Estrada (coronel PNP (r)); del 1 de febrero de 2022 al 22 de mayo del 2022.

-Dimitri Senmache Artola (independiente); del 22 de mayo de 2022 al 30 de junio de 2022 (fue censurado).

-Mariano Gonzales Fernández (Victoria Nacional); del 4 de julio de 2022 al 19 de julio de 2022.

-Willy Huerta Olivas; del 19 de julio de 2022 al 7 de diciembre de 2022.

6 Ministros durante la sucesión presidencial de Dina Boluarte

-César Cervantes (general PNP (r)); del 10 de diciembre del 2022 al 21 de diciembre de 2022.

-Víctor Rojas Herrera (General PNP (r)); del 21 de diciembre de 2022 al 13 de enero del 2023.

-Vicente Romero Fernández (General PNP (r)); del 13 de enero del 2023 al 17 de noviembre de 2023.

-Víctor Torres Falcón; del 21 de noviembre del 2023 al 1 de abril de 2024.

-Walter Ortiz Acosta (General PNP (r)); del 1 de abril del 2024 al 16 de mayo de 2024.

-Juan Santivañez Antúnez (abogado); desde el 16 de mayo de 2024, hasta cualquier momento…

Con respecto a este nuevo ministro del Interior, Santivañez; más allá de que se haya mostrado como el nuevo escudero, vocero y “abogado defensor” de Dina Boluarte, él ha salido con “bríos” y ha mencionado: “A los delincuentes vamos a salir a cazarlos” “El objetivo en este momento en esta gestión es darle tranquilidad a la ciudadanía”.

Y como si fuera nuevo en la cartera, ya que ha sido viceministro de Orden Interno, e incluso portavoz del saliente ministro Ortiz, hoy arremetió y dijo: “Si quieren cuestionar, cuestionen mi gestión que empezó ayer”. 

¡Una cocina Surge a quien le crea!

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Chocano, el Poeta Nacional del Perú

De sangre española e incaicos sus latidos, bisnieto de Francisco de Zela, precursor de la independencia peruana, José Santos Chocano tuvo una vida calificada por muchos como “rocambolesca” por su frenesí en el ámbito político, marital y por supuesto literario. Un adelantado para su época solamente comparable a un “rockstar” con bigote de estilo francés.

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Por: Raúl Villavicencio H.

De sangre española e incaicos sus latidos, bisnieto de Francisco de Zela, precursor de la independencia peruana, José Santos Chocano tuvo una vida calificada por muchos como “rocambolesca” por su frenesí en el ámbito político, marital y por supuesto literario. Un adelantado para su época solamente comparable a un “rockstar” con bigote de estilo francés.

Seguramente, estimado lector, en su etapa escolar declamó alguno de sus poemas en una presentación por Fiestas Patrias. Las infaltables “Blasón” o “Los caballos de los conquistadores” tuvieron que ser memorizadas para deleite de las profesoras y de los padres de familia, sin conocer a profundidad todo lo que significaban esos versos escritos por el poeta limeño hace casi un siglo atrás.

Su vida, y también muerte, jamás pasó desapercibida, pudiendo bien juntarse muchos momentos de su vida para la elaboración de una película que linde con lo inverosímil.

Nació en plena Guerra del Pacífico. Encarcelado años después en una celda submarina del Real Felipe por su oposición al gobierno del general Andrés Avelino Cáceres. En su etapa de diplomático viajó por distintos países como Colombia, España, Cuba o México, siendo en este último país secretario del revolucionario Pancho Villa. Se salvó por un pelo de ser fusilado en 1920 por colaborar con el dictador guatemalteco Manuel Estrada Cabrera. Ya de vuelta en el Perú se declaró simpatizante del presidente Augusto B. Leguía, significándole una aversión de parte del círculo literario de la época. Cinco años después tuvo un altercado con el también poeta Edwin Elmore en el frontis del diario El Comercio, asesinándolo de un furibundo disparo con revolver, volviendo a pasar un tiempo dentro de una celda por el homicidio.

Mientras en sus poemas hablaba de gestas épicas y hechos históricos, su muerte estuvo muy alejada de aquellas estrofas que tanto lo caracterizaban desde su rama literaria pues fue asesinado el 3 de diciembre de 1934 en un tranvía de Santiago por Martín Bruce Padilla, un sujeto esquizofrénico que le reclamaba su parte de un tesoro inexistente. Fueron dos puñaladas en el corazón que acabaron con la vida del ‘Cantor de América’ casi en el acto.

Sus restos se encuentran en el Cementerio Presbítero Maestro, enterrado de pie y en un metro cuadra, tal como lo había solicitado.

(Columna publicada en Diario UNO)

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Dr. Quintanilla, ¿triste papel de Nora Grados en la UGEL 07?

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

Desde esta columna periodística contribuimos -mediante la investigación y el deber de critica- a la mejora de la calidad en la gestión pública, hoy tan fomentada por la Autoridad Nacional del Servicio Civil (SERVIR). En este contexto, preocupa la idoneidad, la ética pública, la transparencia y la integridad de algunos funcionarios de la UGEL 07, bajo la jurisdicción funcional e institucional de la Dirección Regional de Educación de Lima (DRELM).

En principio no se tiene claro las fechas que publica la UGEL 07 sobre el inicio de labores de la funcionaria Nora Edith Grados Guerrero, pues existen datos contradictorios y erráticos, por ejemplo, en cuanto a su llegada al puesto de presidenta de la Comisión Permanente de Procedimientos Administrativos Disciplinarios para Docentes (CPPADD) y tampoco se tiene precisión acerca de cuándo Grados integró esta comisión junto a Bruno Pacheco, ex secretario general del despacho presidencial durante el gobierno de Pedro Castillo.

En la referida CPPADD de la UGEL 07, ¿qué casos vieron juntos Nora Grados y Bruno Pacheco? ¿Cuál ha sido el papel de ambos en supuestas órdenes de servicio o términos de referencia para contratos por terceros? ¿La UGEL 07 facilitará la entrega de las fichas escalafonarias de estos servidores estatales por ley de transparencia y acceso a información pública?

La funcionaria Nora Edith Grados Guerrero es un personal de máxima y extrema confianza de la directora de la UGEL 07, Gloria Saldaña Usco, y muchos aseguran con evidentes pruebas la estrechísima relación entre ellas, lo que constituye en la práctica un grave problema de falta de objetividad e imparcialidad para con las labores de Nora Grados al frente de la CPPADD, sobre todo cuando se trata de la represalia y venganza contra las directoras que denuncian o simplemente informan casos de inmoralidad pública, corrupción o irregularidades de los funcionarios de la UGEL 07.

Una investigación y supervisión sobre la pobre actuación de la CPPADD de la UGEL 07, para conocimiento del nuevo presidente ejecutivo de SERVIR, Dr. Guillermo Steve Valdivieso Payva, proporcionará luces claras de las vendettas que se hacen usando al Estado peruano contra ejemplares profesores a los cuales, por ocultamiento de información o procrastinación de la UGEL 07, se les somete a antojadizos procedimientos administrativos, atentando contra las políticas anticorrupción y de integridad promovidas por el presidente del Consejo de Ministros, Dr. Gustavo Adrianzén Olaya.

Por tanto, urge realizar una evaluación profunda y una auditoría detallada para revelar la magnitud del perverso y falaz comportamiento de la UGEL 07 y su estrechísima CPPADD frente a los arbitrarios expedientes abiertos, verbigracia, contra las directoras de las Instituciones Educativas Ricardo Palma (Surquillo), Virgen del Morro Solar y Madre Teresa (Chorrillos).

Hace unos días personal de esta redacción visitó la UGEL 07 para coordinar entrevistas con el equipo de prensa de esta entidad pública, pero la respuesta fue que no nos podían atender porque estaban en un evento. Esto es lamentable porque se trata solo de una UGEL, ya que a contrapelo en Palacio de Gobierno o la PCM el área de prensa es más empática y sale a atendernos. Es decir, en despachos más elevados de la estructura del Estado son más amables con las coordinaciones de prensa.

Esto debe ser porque la UGEL 07 se caracteriza por su secretismo y un hermetismo al tope que atentan contra sus propias normas de buena conducta funcional para con el administrado o el ciudadano en general.

No obstante, respecto de Nora Grados y otros funcionarios de la UGEL 07, la propia Contraloría General de la República, señaló no hace mucho que había omisiones de información en las Declaraciones Juradas de Intereses (DJI), hecho que se suma a otros que merecen una evaluación puntual y una supervisión profunda sobre la gestión, productividad e integridad de quienes tienen en sus manos la educación del país. Con Miriam Ponce no se avanzó nada dada su amistad con Nicanor Boluarte. ¿Ahora qué pasará con su sucesor en el MINEDU, Morgan Quero? ¿Lo mismo?

Esperamos que, de acuerdo a las normas de Control Interno (OCI), de manera inopinada o de oficio la DRELM haga su tarea y se acaben con las argollas que por años vegetan y abusan de su poder dentro de la gigantesca administración pública del Perú.

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Opinión

Geopolítica y cosmovisión del Partido Cívico OBRAS

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

La población y en concreto el elector tienen el derecho de recibir verdades. La otra cara de la moneda es que el ciudadano no se deje engañar.

En ese contexto, una premisa imprescindible y de primer orden es que los partidos políticos en el Perú, salvo el Partido Cívico OBRAS, no están haciendo su tarea de prepararse con absoluta conciencia y transparencia para los retos y los problemas globales del presente.

Partido político que vaya a las próximas elecciones generales en Perú, sea el 2025 o el 2026, sin antes haber realizado un sesudo y profundo análisis de la coyuntura internacional, sencillamente va muerto; pero acaso eso no sea lo más grave, sino que encima, con su ignorancia o desidia, terminará finalmente traicionando a la patria y a los electores. Y eso ningún peruano pensante lo quiere; por tanto, elijamos bien.

De todos los líderes de los partidos y frente a sus potenciales candidatos, no veo -salvo el caso de Ricardo Belmont- que alguien tenga una lectura clara o voluntariosa del escenario mundial en sus más diversos capítulos. Por ejemplo, una visión del latinoamericano; del devenir continental americano (con EE.UU. presente como potencia mundial en dificultades); del bloque occidental (incluyendo a las Europas); y del plano intercontinental frente a los hegemones de Rusia, India y China.

La segunda premisa es que un auténtico partico político peruanista, y el Partido Cívico OBRAS lo es, no puede soslayar darle la importancia, la tribuna y la proyección a la gran carga totalizadora o civilizadora de nuestros antiguos peruanos y ancestros.

En este aspecto, el aporte de los Andes tiene que ser bien comprendido y ello implica revisar, adherir y destacar la cultura inca, la cultura peruana andina y su gran presencia como una de las siete más grandes civilizaciones del mundo en los últimos cinco mil años de historia, junto a la caldeo-asiria, a la egipcia, la china, la griega, etc.

De manera que un elemento aglutinador y totalizador para los 33 millones de peruanos está en sabernos herederos de una cultura portentosa como la incaica, la que enriquecida por el aporte español hoy deberá a empezar a cumplir un rol protagónico mayor.

Es decir, hoy no se puede olvidar, menos renegar o ignorar, del legado de la civilización andina, de sus aportes a la ciencia, al arte, la cultura, la agricultura, la medicina, la ingeniería, etc.

Eso quizá nos da ventaja y sobre todo nos obliga dada la gran responsabilidad que nos corresponde para darle al Perú ese brillo que antaño lo tuvo con el imperio incaico; y así como hace 5,000 años, hoy el Perú debe prepararse para liderar, comerciar e interactuar con los países que también son herederos de grandes culturas.

Por lo pronto es y será un “leit motiv”, un “elan vital”, la renovadora relación que vamos a tener con China continental, a la luz del megapuerto de Chancay y de cara a Shangai.

Seremos una potencia portuaria y temas como ese deben ser materia de prospectiva, análisis y acción política respecto de otras experiencias, llámese frente a Rusia, Brasil, España, EE.UU., Inglaterra o el medio oriente. Por ello, volvemos al inicio de esta columna, es menester que nuestros líderes políticos conozcan dónde está el mundo y hacia dónde va.

Hoy más que nunca, ningún país es una isla, y no debe serlo frente a un mundo cambiante y dinámico, pues lo que pasa a 10,000 kilómetros puede ser más contundente para la vida peruana de lo que pasó a 100 kilómetros.

Por tanto, frente a los desafíos del ad portas segundo cuarto del siglo XXI, como las migraciones, el cambio climático, la inteligencia artificial, la energía barata o el armamentismo, no pueden ser materia de advenedizos ni de pillos que se han metido a la política con fines bajos y ruines.

Porque debemos poner término  y punto final a quienes han depravado la política peruana en medio de los Rolex, de los Bentley o de encubrir a mafias que han tomado instituciones como el Ministerio Público, los gobiernos regionales o el propio Congreso de la República.

Aquél que quiera participar en las elecciones presidenciales y congresales tiene que tener muy claro cuál es el escenario donde transcurre la vida peruana y deberá estar a la altura de los retos y problemas del presente, pues de lo contrario, si no tiene el debido vuelo analítico internacional, va a seguir llevando el Perú a la deriva.

Nuestro país necesita a un político con una clara base humanista y con una filosofía sólida, capaz de encender los motores del Perú y llevarlo a los grandes logros de una nación madura, haciendo de nuestra patria un orgulloso referente y un gran líder mundial.

Eso no es difícil si todos los peruanos nos unimos contra las taras de los politicastros que han venido gobernando el país hasta hoy.

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Opinión

Ricardo Terrones y la maestría en la pintura

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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La pintura peruana, salvo épocas de espasmo o crisis, siempre ha estado en auge. Así desde el origen más remoto pasando por Toquepala y Lauricocha hace 10,000 años o el taller de Zurbarán o las obras de Tilsa Tsuchiya (valorizadas hoy en 800,000 dólares), los protopintores y pintores peruanos nos han mostrado la realidad en sus diversas formas y en sus diferentes corrientes modernas. En este contexto cabe resaltar entre pocos, la punta de lanza actual, en pleno 2024 y sin temor a equivocarnos o exagerar: Ricardo Terrones.

Nacido en Chepén, la tierra de la recientemente desaparecida, poeta Julia Wong, y familia de agricultores; Terrones hubiera vivido una vida “normal” como estudiante de la carrera de Electrónica hasta que un día, según nos cuenta, fue a una exposición de arte y se dio cuenta que lo suyo eran los colores, las texturas y el ensueño que se enmarcaba en una realidad distinta.  Así es como opta por venir a Lima y estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú. Se convierte en un alumno aplicado y de la mano de maestros como Yoshi Tokuda, se da cuenta que tiene que pintar mirándose a sí mismo, mirando su identidad y no perdiendo de vista a su pueblo. Como Buda mirándose el ombligo para entender al mundo a través de su interior.

Y esta visión desde la pintura lo equipara y lo vincula a José María Arguedas quien quería ser universal, pero desde su pueblo, Andahuaylas, Lima, Chimbote, el norte, etc., que tuvo un punto de inflexión en el debate que este sostuvo con Julio Cortázar quien planteaba lo contrario: ser universal desde las periferias, desde Paris, etc. (Acordémonos de la carta de Cortázar al poeta y pintor Eduardo Jonquières, donde nos habla sobre Jackson Pollock).

Pero no nos alejemos de la plástica y el tema que nos ocupa. Ricardo Terrones Mayta ha paseado su obra por Alemania, Estados Unidos, México, España, Rumanía, Francia, Chile, Ecuador y Bolivia, entre otros países. “La experiencia europea fue maravillosa, nunca pensé viajar, lo digo honestamente y agradezco a Dios por la oportunidad, esa disposición de poder conocer galerías, museos han alimentado mi obra, ahora cuando yo voy a Europa o voy a otros países de Latinoamérica es algo maravilloso porque muestro algo genuino con una obra que tiene identidad y también mi esencia, es esencia peruana que echa raíces en un provinciano, pero a través de un discurso propio y una interpretación universal.”

Siempre llevando esa propuesta y conceptualización antropológica, sociológica y filosófica desde su obra. Lo interesante de este trabajador del arte es que no solo sus cuadros hablan por él. Es decir, a la suma de los colores, intervenciones o deslumbramientos en su pintura hay que agregar que Terrones desde su estro poético, se nos presenta como un teórico moderno o postmoderno llevando planteamientos más allá de la pintura misma y elevando la crítica a un nivel nom plus ultra.

En las conversas internas que hemos tenido en estos últimos meses, no queda títere sin cabeza. “Los artistas peruanos no se trazan metas porque están viviendo el momento”. Los mésters de la pintura peruana o, mejor dicho, el establishment de la pintura peruana se ve cuestionada en sus puntos álgidos. Algo que me parece se ha visto poco. Quizás por razones de formalidad o formas, pátinas, etc. Y ya sea desde la teoría (revisar su conferencia “Cultura, Innovación de Tecnología). o desde la práctica porque la pintura —su pintura— habla por sí misma.

Así, sus monstruos, esqueletos o criaturas agolpadas desde un vértice de sus cuadros nos dicen cosas. Sus personajes parecen salidos de un cuento de hadas sin hadas. Una teratología con poco parangón. Galaxias o universos contritos que entrechocan entre sí. Naturaleza muerta y viva con ríos que salen de sus cauces y nos llevan al terreno de la imaginación. Colores intraterrenos o extraterrenos y que se sazonan en su paleta o en su estudio de Chepén para un mundo real y concreto, un mundo competitivo donde es un error equivocarse, valga la figura literaria. O como decía el mismo Van Gogh: “Las pinturas tienen una vida propia que se deriva del alma del pintor”. Y quizás por eso gusta, por eso sorprende, su visión 24/7 de la plástica, todoterreno y que está captando la atención de la crítica especializada.

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Opinión

La verdad más temida / La sombría realidad peruana: entre víctimas y terrucos

Lee la columna de Virginia Amodeo

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Por Virginia Amodeo

Olvidando las críticas cinematográficas, la controversia sobre la cinta ‘La piel más temida’ demostraría el limitado conocimiento sobre los horrores perpetrados por el movimiento subversivo Sendero Luminoso, donde todos provincianos ‘los terrucos’ y los blanquiñosos son víctimas.

Todopoderosa postura que divide en ‘terrucos’ y ‘víctimas’ a los protagonistas de las barbaries, terruqueando a quienes exponen teorías sobre el origen de Sendero o aquellos que intentan explicar la realidad de la población que permaneció atrapada entre ambos bandos.

De esta manera, la cinta muestra la compasión de Alejandra (Juana Burga) y Dominga (María Luque) ante la convalecencia el encarcelado senderista Pedro Rojas, enronchando a más de un peruano, acusando de traición a la patria a quienes humanizan los últimos días de agonía de aquel responsable de la matanza de una comunidad campesina.

Y sí, es cierto. Es una situación compartida por los espectadores, quienes, espantados, observamos el indulto concedido al personaje subversivo, con dinero e influencias de por medio, en un país donde este tipo de amnistías no aplican a sentenciados por traición a la patria o terrorismo.

Entonces, siendo justos, el público también debería repudiar la concesión de dicho derecho de gracia, sentir compasión por las condiciones de pobreza de la anciana madre del subversivo, impotencia ante la falta de centros médicos para enfermos terminales y otros puntos indignantes pero expuestos en el filme.

Abrumadoras realidades que, por estar lejos de Lima, parecieran no existir.  

Sin embargo

“Es apología al senderismo”, dicen algunos, “Victimización a los terrucos”, escupen los otros. Olvidando que, pese a ser ficción, estos casos persisten en lo más recóndito de la patria. Campesinos temerosos, exterroristas reticentes y exmilitares recelosos ocupando el mismo espacio geográfico, bajo la latente posibilidad de encender la mecha de un nuevo conflicto armado.

Hipótesis basada en el fundamentado resentimiento hacia los privilegios de Lima, síntoma de abandono en las zonas donde la nieve mata al ganado y congela a los pobladores junto a la enorme falta de representatividad de los padres de la patria y la autoproclamada madre de todos los peruanos.

Quizás, la polémica trilogía anunciada por el director Joel Calero, señalado como pro-Sendero por tener como contacto de Facebook al emerretista Peter Cárdenas, debería abrir los ojos a quienes creen ciegamente en la erradicación de Sendero Luminoso, el MRTA o algún rezago terrorista. Quizá, ‘La piel más temida’ debe impulsar un verdadero cambio, enfocado en hacernos responsables del futuro del país, atentos a aquel abominable pasado que jamás debe volverse a repetir.

Empezando, tal vez, por no dirigirse a “aplicar mayores filtros a la cinematografía nacional”, como declaró la ministra de cultura Leslie Urteaga, si no en brindar apoyo para producciones como Yana-Wara, Willaq Pirqa o La Pampa; las cuales ni siquiera llegaron a proyectarse al interior del país.

Quizás, insisto, deberíamos ampliar la exposición de los verdaderos problemas que atormentan a nuestros compatriotas: la trata de personas, explotación sexual infantil, la violencia de género, el hambre, el pandillaje y la delincuencia, tan sólo para recordarnos que Lima no es el Perú.

#TerrorismoNuncaMas

Datos

El informe final de La Comisión de la Verdad y la Reconciliación reconoció 23.969 casos de personas fallecidas y «desaparecidas» durante el conflicto.

Aproximadamente medio millón de desplazados forzados, por agentes del Estado y por los grupos armados de oposición.

Sendero Luminoso es responsable por casi el 54% de los muertos y desaparecidos 12.500 víctimas fatales: 11.000 civiles asesinados y 1.500 desaparecidos.

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