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Los “Amantes de Hasanlu”

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

Una tarde del año 800 antes de Cristo, cuentan los historiadores, las fuerzas militares Urartianas ingresaron provistos de armas con puntas de hierro, espadas, dagas y filudos cuchillos al fructífero y próspero poblado de Hasanlu, ubicado al noreste de lo que hoy es Irán, con una sola intención: aniquilar a todas las personas que la habitaban.

Indefensos y apabullados por la potencia bélica de su enemigo, los ciudadanos de Hasanlu trataron de defenderse por todos los medios imaginables, escondiéndose bajo el suelo en pequeños agujeros o en cualquier lugar que vieran razonable (dentro de toda la masacre que se venía dando en las calles) que el enemigo pueda ser burlado al menos por esa ocasión. La pelea fue cruel y desalmada.

Casi tres mil años después de ese aniquilamiento total donde no quedaron vivos ni siquiera los animales, los excavadores encontraron que todas las mujeres de la ciudad fueron asesinadas por golpes punzantes en la cabeza, y que muchos cadáveres se encontraban sin manos ni cabeza. En otra parte de esa ciudad desaparecida por la furia humana se halló el esqueleto de un niño aún con un objeto filudo incrustado en su pequeño cráneo.

Los historiadores teorizan que el motivo de ese salvaje ataque pudo haber sido porque la ciudad de Hasanlu se situaba en la principal ruta comercial hacia el Medio Oriente, y como parte de su necesidad de expansión de los Urartianos era demostrar su capacidad aniquiladora al para ese entonces ya venido a menos Imperio Asirio.

Los Urartianos, no satisfechos de asesinar a todos los civiles de Hasanlu y viendo que muchos empezaban a escaparse, empezaron a quemar la ciudad. Entre el griterío aterrador por las llamas y el humo asfixiante que iba cubriendo la ciudad una pareja (hasta la fecha no se determina con certeza científica el sexo de uno de ellos) vio conveniente esconderse en un reducido contenedor sin saber que ahí serían encontrados luego de casi tres mil años.

Atrapados en esa trampa mortal, uno de ellos sujeta con ternura el mentón del otro, casi acariciándolo, como queriendo darle ese último beso de despedida que los libere a ambos del dolor y el sufrimiento infernal desatado por sus enemigos. Ahí quedaron durante milenios, olvidados y enterrados los ‘Amantes de Hasanlu’.

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Jorge Eslava: el escritor poliédrico de nuestro tiempo

Lee la columna de Hélard Fuentes Pastor

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Por: Hélard Fuentes Pastor

― No dejes de ir al gimnasio ―dijo cuando se despidió de mí.

Así de genial es la personalidad de Jorge Eslava Calvo, poeta y narrador que ha hecho del bolígrafo y el papel un itinerario de viaje. Curiosamente, todos los caminos conducen a él. Primero, la pasión por la escritura; segundo, la diversidad del lenguaje y los géneros literarios; y, finalmente, que sus padres se llevan tantos años como sucede con los míos. Su historia comenzó en Lima, cuando Jorge Florencio Eslava Álvarez, profesor de veintinueve años, conoció a la jovencita Luzmila Calvo Robalino, natural de Iquitos que frisaba los dieciséis. Entonces, Luzmila no solo era menor de edad, sino huérfana de padre, por lo tanto, su madre autorizó el matrimonio, tal cual figura en la inscripción del acta, en el distrito de Magdalena del Mar, un 23 de febrero de 1952.

Jorge Pablo ―como lo bautizaron― nació en Clínica Lozada, el 26 de diciembre de 1953, cerca de las 8:45 de la mañana. He aquí otro aspecto que me conecta a él, precisamente porque mi hermana menor celebra su cumpleaños el mismo día y mes. Por esos años, la familia Eslava Calvo se estableció en la avenida San Miguel n.° 160.

Su padre era una persona culta, disciplinada, metódica, practicaba deporte y leía bastante, por ejemplo, la literatura clásica que influyó notablemente en el escritor, más aún porque desarrolló su carrera en San Marcos.

― Mi padre tenía vocación pedagógica. Era mi padre, pero además fue un maestro muy severo en la casa, con siete hijos, una prole numerosa a la que educó de manera casi estoica. Todos mis hermanos somos bien guerreros.

Su papá siempre está presente en su quehacer literario y nos cuenta que admiraba a dos grandes poetas peruanos: «con uno atinó y con el otro se equivocó», declaró Jorge con la honestidad que le caracteriza. Él, elogiaba a los modernistas.

― Tuvo como gran poeta a José Santos Chocano, por encima de Eguren ―afirmó sorprendido, desencantado―. Hoy ningún crítico, con dos dedos de frente, podría afirmar que Chocano es más poeta que Eguren. La otra figura que mi padre reverenciaba era Vallejo, personaje continental, probablemente el poeta de lengua castellana más leído, más estudiado ―agregó orgulloso.

Por esos años, César Vallejo no era tan popular como ahora, y su padre compró la primera compilación que hizo Georgette Vallejo con Raúl Porras Barrenechea; lo cual permitió que a los doce o trece, Jorge leyera su obra, y, más tarde, a los autores clásicos. Ese periodo se caracterizó por el teatro en verso y la colección de libros Jackson que atesoraba en casa. No en vano, en sus charlas y/o conferencias suele citar algunas reflexiones griegas y también ha escrito el poemario: Itaca (1983), premio de la I Bienal de Poesía Copé 1982.

― Yo estudié la primaria en un colegio religioso, católico, del que no tengo buena recordación. Todo lo contrario. Luego, pasé a un colegio pequeño, particular, donde tuve buenos maestros, pero aprendí literatura por mi padre y sus libros.

Jorge fue un adolescente enamoradizo y tuvo como primera experiencia la poesía, naturalmente, le escribió al desamor, porque tal cual manifiesta, el amor se celebra de otra manera. Después, pasó a la Universidad de San Marcos, donde percibió una fuerte inclinación a la literatura peruana y española, sobre todo, de la generación del 27 (García Lorca, Cernuda, Dámaso, etc.); pero aquel veinteañero, obstinado, descubrió en la obra de Cesare Pavese, autor de raíces italianas, una suerte de poesía narrativa que lo sedujo.

Acercándose a los treinta, descubrió a otro de sus autores favoritos, el poeta neogriego Constantino Cavafis, cuando llegó a sus manos un ensayo de Marguerite Yourcenar, escritora francesa a la que admira por su feminismo, su humanismo, y porque dio a conocer a dicho vate en Europa. Entonces, Jorge vivía en Madrid y quedó fascinado con su poesía:

― Fue la primera vez que yo leía una poesía donde se confrontaba el mundo clásico, la sensualidad y sensibilidad clásica, con el mundo cotidiano. Cavafis era homosexual y esa manera desenfadada de hablar del amor homosexual, de la relación homoerótica, sin ningún desparpajo, me asombró. No se parecía en nada a lo que leí en la escuela y en la universidad, pues estaba más vinculado a la tradición hispánica. Cavafis fue un impacto para mí. 

La universidad es un recuerdo sólido en la vida de todo profesional. Eslava piensa con gratitud en los maestros sanmarquinos, a quienes recuerda como personas generosas. No solo enseñaban, también prestaban sus libros y conversaban con los estudiantes en los cafetines que había en el campus.

― San Marcos era ciudad de nadie. Si un trabajador estaba en problemas, levantaba cuatro maderas, unas esteras y ya tenía su negocio. Los estudiantes íbamos a los cafés y departíamos con los profesores ―comentó.

De esa época, un maestro como el entrañable Wáshington Delgado fue decisivo en su vida. Pero, ¿qué recuerdos guarda de este ilustre personaje?

― Muy pronto me brindó su amistad. Recuerdo cuando me invitó a su cumpleaños, a su casa. Yo no lo podía creer. Un poeta que admiraba, que para mí era un sabio y lo sigue siendo. Mi tesis de maestría es sobre la poesía de Wáshington Delgado. Él es un maestro cuyo émulo más cercano es Marco Martos, que tiene la sabiduría, esa calidez humana que tuvo el profesor. El duelo por su muerte, lo he mantenido durante años y he tenido la suerte de haber editado, con el apoyo de la universidad, su obra completa.

Otro profesor que lo marcó fue Constantino Carvallo, director y creador de Los Reyes Rojos, donde trabajó cerca de diez años. Jorge vivió en esa comunidad y estuvo ―codo a codo― con Constantino, amigo a quien extraña y considera como una figura indispensable «para enmendar los caminos de la educación peruana».

Lo cierto es que, aquel jovencito, no solo estuvo llamado a la escritura, también al deporte.

― Desde que tengo casi uso de razón me gustan los fierros y me gusta el box. Me he ahorrado el psiquiátrico, el manicomio y los terapeutas con el gimnasio, que me ha obligado a ser disciplinado, metódico, autocompetitivo, cuidadoso con mi alimentación, desde que tenía veinte años ―refiere―. Yo no utilizo celular. No he usado nunca y creo que a estas alturas ya no voy a usarlo. He logrado sortear esta necesidad.

En este camino de las letras y el deporte, lo ha acompañado su esposa María del Rosario De La Hoz Linares, con quien se casó en 1979. Al poco tiempo se suscribieron a una revista de nutricionismo llamada: Vida Sana. Por ese motivo, uno de los momentos más difíciles ocurrió en tiempos de la pandemia, pues tuvo que afrontar un desprendimiento de retina que lo dejó postrado cerca de siete meses. Pero, las cosas ocurren por algo, y en ese momento, durmiendo boca abajo sin poder ejercitarse, inspiró su poemario Gimnasium (2022).

― De acuerdo a la tradición grecolatina clásica, «gymnasium» es el lugar del ocio, donde podías hacer el amor o debatir sobre las artes y crear. Era el espacio de esparcimiento.

Jorge también nos enseña que la escritura es un reto constante y requiere de vivencias que permitan ejercitar la conciencia del autor. A inicios de los años noventa, Eslava convivió por cuatro meses con muchachos que delinquían en Lima, para escribir una novela que tituló: Navajas en el paladar (1995).

― Todos hemos tenido una experiencia difícil y retadora en la vida. Una experiencia durísima que tuve fue hace 30 años, cuando conocí a un grupo de chicos de la calle, chicos llamados por la Sociología de alto riesgo porque son considerados irrecuperables para la sociedad, con un elevado grado de drogadicción, con el cuerpo completamente tasajeado, que provenían de estos hogares destrozados que dejó el Conflicto Armado Interno y estas familias desplazadas, sobre todo, del sur andino del Perú, llegaban a la capital, pobres entre los pobres, y la delincuencia era un camino de sobrevivencia ―manifestó Jorge, recordando a los jóvenes que vendían cigarrillos y chicles en la histórica Plaza San Martín, Plaza Grau y  Parque Universitario.

― ¿Y las navajas? ―pensé. Jorge, como adivinando mientras conversamos en la terraza del Hotel Bon Repost, respondió:

― Recuerdo que un día bebiendo cerveza con ellos en una cantina de mala muerte, me contaron dónde tenían las navajas y uno de los chicos, sin utilizar las manos, con la punta de la lengua sacó la mitad de una gillette, de una de las encías y esa imagen, filosa, en una zona tan delicada como la boca fue traumática para mí.

Finalmente, nos recomienda leer a Nietzsche, porque es un filósofo que conecta a los lectores con lo más duro y trágico de la vida. La existencia es eso. Jorge ha leído tanto como ha escrito, por ese motivo, si tuviera que definirlo, lo haría con las mismas palabras que empleó al citar a Vallejo como escritor poliédrico, es decir: Vallejo poeta, Vallejo narrador, Vallejo dramaturgo, Vallejo ensayista, Vallejo periodista. Eslava es múltiple como Vallejo. Un intelectual a tiempo completo.

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Leocadio Mamani y la lucha de clases

Lee la columna de Tino Santander Joo

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Por Tino Santander Joo

Los dos artículos anteriores sobre la lucha de clases en el capitalismo contemporáneo han provocado una gran controversia; me escriben críticos inteligentes, sarcásticos, señalando la falsedad de la lucha de clases. También, he recibido adhesiones románticas por el “coraje” de escribir sobre un tema tan polémico.

La crítica que más resalto proviene de un dirigente campesino cusqueño: Leocadio Mamani, comunero, exdirigente gremial y testigo de la reforma agraria velasquista, de la guerra senderista y profundo conocedor de las formas de pensar, sentir, y actuar del campesino andino. Transcribo sus apreciaciones:

“Compañero Tino, he leído sus dos artículos sobre la lucha de clases, le digo, que no estoy de acuerdo. No hay tal lucha de clases, es un invento de los doctores que vienen a las comunidades a hablarnos de clases sociales, de producción agraria, de mercado y no saben nada de los campesinos. Esa lucha de clases es un cuento de los políticos, que nos prometen todo y no hacen nada.

Compañero, sabes que siendo un q’ala chaki   wayna (joven descalzo) estuve en la toma de tierras de la hacienda San Pedro en Ongoy, en Andahuaylas.  Mi Tayta, era militante de Vanguardia Revolucionaria. Después he visto la formación de las cooperativas y las Sociedades Agrícolas de Interés Social (SAIS) en Anta- Cusco. Mi Tayta, decía: “lo hicimos en nombre de la lucha de clases y sacamos a los gamonales explotadores”.

Los campesinos eran dueños de la tierra y no tenían nada. Las cooperativas y las SAIS estaban dirigidas por unos suas (ladrones) que robaron y nos llevaron a la pobreza. No te acuerdas acaso, cuando fuimos juntos con los compañeros de la universidad a ver la parcelación de tierras de las cooperativas en Anta y en Puno que hubo luchas a muerte con Sendero. Esa era una guerra entre campesinos pobres y no había lucha de clases, sino, ladrones contra agricultores que querían su tierra. La parcelación de tierras fue la verdadera reforma agraria.

Tus artículos sobre el pacto por la minería y la agricultura, contra los políticos podridos, contra los suas (ladrones) de los bancos siempre leemos con atención. Nosotros no queremos ser campesinos pobres, sino, agricultores que exportan. Solo queremos trabajar o te has olvidado todas nuestras luchas y marchas, por las puras, siempre nos han engañado con ideas extrañas, los agricultores necesitamos canales de riego, reservorios, carreteras, crédito barato, asesoramiento técnico como tienen los gringos y los japoneses. Nada más. Después veraz como llevamos nuestros productos andinos al mundo, como los Incas.

Te acuerdas de mi hermano el Gilberto, que llegó a Lima a vivir en los arenales de Villa El Salvador. Te acuerdas cuando tomamos unas cervezas en su casita de madera vendía moliente en su carretilla, ahora, tiene una fábrica de muebles, casa en La Molina, sus hijos estudian en Inglaterra, para él no había lucha de clases. Voy a ir a Lima en junio, llevare unos tawa chaquis (cuatro patas, denominación que le dan al cuy) y tomaremos unas cervezas.

No te olvides compañero, tenemos que organizar otro movimiento, otra política, olvidarnos del pasado. Los jóvenes de la comunidad van a la universidad, no quieren trabajar como lo hacíamos nosotros, usan computadora y quieren vivir en el extranjero, aprenden inglés y trabajan en los hoteles. El Huacaruntu, está sembrando paltas y las exporta a España.

Compañero, un abrazo y nos vemos en junio, ¡Kausachum Qosqo!

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Mayo, un mes clave en el almanaque

Un mes que rememora acontecimientos importantes.

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El día del trabajo reivindica a la clase laboral desde hace 135 años. Se oficializó el 1 de mayo de 1889, en reivindicación de los mártires de Chicago que fueron ejecutados por protestar por la jornada laboral de ocho horas. Los peruanos felicitamos a los amigos por tener la dicha de ostentar un trabajo; “privilegio” que no alcanza al 75% de la PEA, que no sabe lo que es una planilla, vacaciones pagadas, CTS y mucho menos la carta de liquidación.  

En honor al combate del Callao de 1866, en 1874 se inauguró en el centro de Lima, la Plaza 2 de mayo, que luce el “Monumento a la Victoria del 2 de mayo”. Quién diría que uno de sus hermosos edificios de arquitectura parisina con diseños del francés Claudio Sahut y el polaco Ricardo Malachowski, terminaría destrozado y abandonado por causa de un incendio ocurrido en octubre de 2014.

El 5 de mayo fue el aniversario de mi ‘alma mater escolar’, la Gran Unidad Escolar Ricardo Bentín. Manuel Odría inauguró en 1951 esta gran escuela que formó hombres de bien y que abrió sus aulas con el nombre de Colegio Nacional José Granda. Actualmente se denomina Colegio Emblemático desde 2010 y de sus aulas egresaron ilustres, como el ‘poeta de la Zurda’ César Cueto, el nene Cubillas, el humorista Guillermo Rossini y los escritores Cronwell Jara y César Toro Montalvo.

Este mes, a pesar de tener fechas conmemorativas que merecen celebrarse, la más importante y que nos acompaña desde el inicio de nuestras vidas, es el día de la madre. Cada segundo domingo de mayo, más de 35 países y el Perú entero se copan de amor fraterno. Como dice el dicho —madre solo hay una— y a pesar de vivir épocas convulsas, donde campean la inseguridad, la recesión económica y un nivel de pobreza nunca antes visto en el país, en el día de la madre todos nos alentamos por abrazar a nuestras progenitoras que dieron todo por nosotros. Bienaventurados los que aún tienen la dicha de tenerla viva, porque gozan del privilegio de recibir la bendición que solo una madre nos envió desde que permanecimos en su bendita entraña.

(Columna publicada en Diario UNO)

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Opinión

Si Dina es la mamá del Perú, Nicanor es el tío

Lee la columna de Edwin Cavello

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La autodenominada madre del Perú, hoy se come las uñas tras la captura y detención de su hermano Nicanor Boluarte y su abogado Mateo Castañeda, que han sido sindicados como parte de una presunta organización criminal. Siguiendo la analogía que la mandataria lanzó el 16 de febrero en Trujillo, podemos señalar que esa misma madre intentó esconder la pobreza de su hogar cerrándole la puerta en la cara a los encuestadores del INEI.

Y mientras ella se preocupa por sus cirugías, relojes Rolex y otras joyas, sus hijos en el Perú se volvieron más pobres. Con Dina como mamá, el país ahora tiene casi 10 millones de pobres y 3 millones de ellos en pobreza extrema. La realidad es que, con esta madre en Palacio de Gobierno, el Perú ha retrocedido 13 años en la lucha contra la pobreza.

El rechazo contra Dina Boluarte crece, pero también hay gente que la odia, que la detesta, gente que llora a sus muertos, gente que se siente traicionada por sus palabras llenas de mentiras. Hoy sus hijos putativos quisieran gritarle a la cara que renuncian a ella, porque ella no piensa en renunciar. Su renuncia le significaría no más cirugías, no más Rolex, no más vestidos de diseñador, no más joyas y no más desfalco. Es decir,  regresará a una vida insignificante sin poder.

Con la primera mujer presidente del Perú, la historia se repite como tragedia, pero también como farsa. Esta autodenominada madre en realidad es una mala madrastra, que viene despilfarrando el dinero con la única finalidad de sostenerse en el cargo. Pero en esta ecuación es importante entender que esta farsa es sostenida por 130 congresistas que han preferido cuidar su cuota de poder, sus negociados, sus arreglos bajo la mesa a cambio de no vacarla. Sabemos que está asustada, que desde Palacio se consultan posibles asilos. Porque ella sabe que si deja la presidencia, seguirá los pasos y el destino del hombre que la llevó al poder: Pedro Castillo.

Por 16 meses hemos tenido que aguantar a una autodenomina madre del Perú, pero encima tenemos que soportar a nuestro tío Nicanor, el hombre del teje y maneje, el que corta el jamón y, para muchos, el presidente en la sombra. Un oscuro personaje que hoy se encuentra preso. Sin duda, el mal ejemplo viene de familia.

(Columna publicada en Diario UNO)

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Mi madre, el fútbol y la vida

Lee la columna de Carlos Rivera

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En el 2019 Diego Armando Maradona saludó al club de sus amores, Boca Juniors con estas palabras: “Sos como un beso de mi madre”. “Lo primero será darle un beso a mi madre” fue la promesa de Ronaldinho Gaucho luego de dejar la cárcel en Paraguay. En el documental Identidad dedicado a la selección peruana que jugó el Mundial Rusia 2018 la mayoría de jugadores entrevistados invocaban los recuerdos dedicados a sus progenitoras. Casi entre lágrimas repasaban esas motivaciones que tuvieron cuando solo ellas creían en sus vástagos. Fueron el impulso para vivir —y no quebrarse al fracaso— que tenían en esos sagrados nombres mientras defendían una camiseta o consolidaban sus carreras en cualquier parte del mundo.

En mi casa era costumbre salir a las chacras el jueves santo a traer llantén, eucalipto,tikil tikil que crecían en las acequias o muy cerca a los estanques. Desde los 6 años fui con mi abuela. Salíamos de madrugada para regresar antes de las diez de la mañana. Recorríamos varios lugares hasta que tuviéramos un atado digno de llevar al hogar. Mientras caminábamos ella me cantaba huaynitos de su tierra, rezongaba las travesuras cometidas, tenía un sinfín de historias de sus ancestros en Acomayo(tierra de la que hablaba con una triste nostalgia) me instruía a diferenciar el tiki tikil de alguna mala hierba que se le parece mucho. Yo cargaba un costalito y ella una manta. Todo el recorrido lo hacíamos a pie y en ayunas como una penitencia para ayudar a pagar los pecados que Cristo asumió por la humanidad. Cuando quería descansar, siempre ella tan noble, buscaba la sombra de un molle y yo pataccala me subía por sus ramas mirando estupefacto como las aguas bañaban algún sembrío y exhalaba el delicado viento sobre mi cara. Al llegar, a casa el abuelo salía a recibirnos, y mi madre sacaba las hierbas colocándolas en la mesa grande de la cocina: las limpiaba y dejaba listas para preparar los mates. Ella me curaba la papera con barro que sacaba del estanque y cuando me agarraba el “aire” (viento malo le decía ella) quemaba en el fogón un poco de ruda y me la pasaba caliente al cuello y luego ya podía mover mi cabeza sin ningún problema. Han pasado los años y mama Juana ya descansa en paz pero, como un ritual que conservo de ella voy cada semana al puesto  del mercado San Camilo y traigo las hierbas para preparar unos ricos matecitos por las noches que mi madre gusta tanto.

Mi mamá Marcelina trajo a mis ojos de niño varias cajas de revistas y libros para leer, ella me contaba historias desde muy niño; me mandaba con mi pelota al patio y con su voz imaginándome goleador como el gran Eduardo “Patato” Márquez. Me relató cómo lloraron con mi tío cuando niños oyeron el partido que nuestra selección de Cubillas, Sotíl y Chumpitáz, perdió bravamente contra el poderoso Brasil de Pelé en el Mundial de México 70. Lloriqueando dos niños regresaron a casa y mis abuelos no entendían porque la pena. 

Mi madre me enseñó a cuidarme de los peligros del colegio y los abusivos que nunca faltan. Peleó en mi escuelita con mi tutora para que no me llevaran a un centro de educación especial por mi retraimiento y no poder hablar en clase. Ella me llevó el primer día con mi cartapacio negro bien limpiecito y con unos zapatos relucientes. Zurcía mis pantalones y me preparaba la avena caliente con manzana o la rica polenta para que me vaya con el estómago lleno.

Cuando visitaban la casa alguna paisana de mi abuela, mi madre salía hacerle compañía y yo me ponía al pie de ella y mi madre me traducía del quechua al castellano discretamente lo que las honorables paisanas conservaban. Para mí era una fiesta de ritos y cantos.

Con ella empecé a ver películas en las madrugadas o nos quedábamos leyendo juntos a vela cuando los apagones se prolongaban por horas. Siempre le preguntaba por tal o cual actor y me revelaba sus ídolos como, Franco Nero, Alain Delon o Marcello Mastroianni. Luego de leer en las tardes sus revistas Vanidades o Selecciones me las dejaba a un costadito de mi mesita. Nunca me trajo soldaditos o carritos porque sabía que no me gustaban. Mi madre adoraba los circos y cuando podía nos esperaba a la salida de la escuelita llevándonos –junto a mi hermano- a la carpa que se instalaba frente al mercado de mi barrio. Hasta ahora adoro los payasos, sean humildes o de algún espectáculo sofisticado. Cuando llegamos a Aplao a trabajar en una hacienda, pudimos ver desde el camión donde viajábamos, anunciar la llegada de los Hermanos Fuentes Gasta con el número especial de King Kong.

Vimos en mancha de mañanita la final de voleibol de los Juegos Olímpicos de Seúl 88. Ella era hincha de Lucha Fuentes y juraba que no había otra jugadora más completa. Yo prefería a la zurda de oro, Cecilia Tait.

Con ella vi tres eliminatorias y renegamos juntos por tantas derrotas. El partido contra Nueva Zelanda lo vimos en familia. Apretando los dientes y nerviosos. Mi madre encomendó sus bendiciones a los jugadores implorando a su altar lleno de estampitas. Se volteaba, hacia contra con los dedos, seguía el relato y cerraba los ojos cuando el equipo rival llegaba a nuestra área. Ya luego de la victoria con los goles de Farfán y Ramos pude ver la sonrisa de mi madre como un pedazo de cielo, con sus cabellos blancos y su mirada de felicidad natural. Yo quería llorar en sus brazos. Afuera la gente festejaba con sus radios a todo volumen y prendían sus juegos artificiales. No salí. Me quedé tomando un tecito caliente junto a mis hermanos viendo la repetición de los goles. 

A veces se pone mal y los achaques de los años quieren torcer su voluntad. La veo levantarse por las mañanas luchando por la vida y acariciando a sus nietos y jugando con los animalitos que tenemos en casa. Tal vez no soy el hijo que ella quiso. No he triunfado ni tengo alguna fortuna por la cual sacar pecho y celebrar por todo lo alto. 

Eres mi barrio, las historias, un poema humano, un pedazo de las estrellas, el manjar que comíamos juntos, las primeras palabras que leí gracias a tu sacrificio. Eres sagrada y sencilla como las grandes cosas de la vida.

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Grass, de Hong Sang-soo (2018)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Con mínimos recursos (factor ineludible, y no es voluntario, en las actuales circunstancias, si uno hace el tipo de películas que este director hace) se puede obtener -hay que decirlo- un resultado notable, sorprendente… ¡Qué ligereza, profundidad y encanto!

Blanco y negro sobrio y austero que aguza la percepción, decorado o locación limitada a un café y cercanos alrededores, casi como un pedacito de una ciudad de juguete; concentración -no menos sino más admirable que lo anterior- en personas ‘que abren su corazón’ o que ‘botan el alma por la boca’, que están enlazadas sentimentalmente y que a la vez, o por eso, también se confrontan; mayormente sentadas, mayormente en pareja, en principio con más planos de perfil o medio perfil que de frente, con zoom in que intensifica la mirada de la acción, y la acción es la conversación, pero entonces, atención: a los tonos de voz, los semblantes, los gestos, el ir y venir de las palabras, las extensiones e intenciones de los silencios.

¿Unas actuaciones que de tan naturales que se confunden con la vida? O que se unen a la vida, ya que ¿por qué cine y vida tendrían que ser (tan) diferentes? ¿Unos actores tan bien entrenados que solo parecen personas? ¿Unas personas que (que no sin un director) son actores para examinar mejor el misterio de las personas?  

Y de qué se trata. De emociones amorosas, de afectos desde sexuales hasta fraternales. Lo que se dice en una voz en off en la película lo reformularé a mi manera. ¿Y qué somos? En una palabra. Emociones. Sí, incluso lo trivial, lo insignificante, profundamente sentido. En el centro, en la base, están las emociones. Y poco más.

Grass evoca -y no solo por el fondo musical clásico del pequeño café donde se producen los encuentros- el decorado construido dentro de los estudios, cosa curiosa porque el presupuesto para películas como ésta es muy modesto. Y encima, con un homenaje final a las locaciones mismas. ¡Qué gracia! ¡Como en un musical! 

La joven que escribe en su laptop; tenaz observadora de personajes que podría estarse inventado o que podrían ser reales o que podrían ser una bonita mezcla de ambas cosas. Pero son emociones; lo que importa es que ‘sean lo que sean’ están vivos.  

(Columna publicada en Diario UNO)

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“La loca de la escoba”

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

“Ahí viene la ‘gringa’ loca. Viene con su escoba desde el horizonte”, decían los lugareños cuando veían pasar a Viktoria María Reiche Neumman. Para los que no la conocían solamente era una mujer que deambulaba día y noche por las pampas de Nazca, siempre cargando en una mano un cesto donde llevaba sus herramientas de medición y en la otra su escoba con la que barría las arenas depositadas durante siglos.

La bautizaron como “la bruja” por su peculiar vestimenta, y es que ella, en ese momento de su vida, había encontrado la razón de ser que durante muchos años había buscado en diferentes partes del mundo. Se había obsesionado tanto con los misterios de unas líneas que habían permanecido ocultas durante siglos que llegó a descuidarse de su apariencia y también de su alimentación. Y es que esas líneas, ubicadas a unos 400 kilómetros de Lima, solamente pueden ser visibles desde las alturas.

Los cronistas e historiadores pensaban que esas extrañas figuras se trataban de carreteras, pero no fue hasta que el antropólogo estadounidense Paul Kosok las definiera como un gigantesco calendario y mapa astronómico. Fue aquel científico que contrató como asistente María Reiche, que optó por quedarse a vivir en el Perú desde 1937. Desde esa fecha no volvió a regresar a su natal Dresde, en Alemania.

Fue en 1941 donde por primera vez María Reiche apreció en toda su magnitud esas figuras que para la gran mayoría solo eran simples surcos en la tierra.

Tras el retorno de Kosok a su país ocho años después, María se había quedado completamente sola en una empresa que solo ella sabía que el tiempo le daría la razón. Y no se equivocó.

Ella dedicó gran parte de su vida en publicar artículos, tocó infinidad de puertas en búsqueda de financiamiento, hasta que a base de perseverar durante tantos años los lugareños y autoridades empezaron a voltear la mirada a esas extrañas líneas. Pasó cerca de 50 años luchando para que la comunidad científica tome en cuenta esa maravilla olvidada en el desierto de Nazca.

Falleció a los 95 años y su ausencia se va sintiendo cada vez más con el pasar de los años, pues el polvo y la indiferencia nuevamente viene ocultado esas enigmáticas líneas.

(Columna publicada en Diario UNO)

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Pobreza paradojal

La eliminación de la pobreza es el primer objetivo de desarrollo sostenible que el Perú, se ha comprometido a erradicar al 2030.

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Por Edwin A. Vegas Gallo

Lamentablemente la impericia y avaricia política de la soterrada alianza de convivencia fujicerronista y en particular de la presidenta Boluarte (antes Ministra de Desarrollo e Inclusión Social, gran responsable política y ni que decir del actual ministro Demartini su fiel escudero), más preocupada en sus vanidades personales estéticas y de utilería de gama, han permitido que la pobreza se desborde en el país y mucho me temo que el horizonte 2030 quedará corto.

Esto se agrava cuando estos malos políticos, usan a las personas, para su propia conveniencia, no importándoles sus derechos humanos más elementales.

Un acápite, para señalar la pobreza paradojal de la Región Piura, en contra posición con la generosidad de recursos que la naturaleza le ha prodigado.

Urgen acciones prioritarias y urgentes, para revertir esta situación apremiante, que pasen por la efectividad y eficiencia de la asignación verdadera de los recursos públicos-no de sus amigotes para la coima- y sobretodo no formalizando o normalizando la corrupción a todo nivel.

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