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La fiesta del carnaval de Cajamarca

Lee la columna de Raúl Allain

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El Carnaval de Cajamarca es una de las fiestas más importantes del país. Las principales calles de la ciudad se llenan de música, color y alegría por más de un mes. Oficialmente, el carnaval inicia con la presentación del afiche y la programación del evento. Luego se realiza el tradicional matrimonio del Ño Carnavalón, el personaje central de la fiesta, también conocido como Rey Momo o Rey de la Alegría.

Sin embargo, la salida del Gran Bando Carnestolendo es lo que marca realmente el inicio del jolgorio popular. Centenares de personas salen a las calles a cantar y bailar al ritmo de las bandas de músicos y comparsas que representan a los barrios emblemáticos de Cajamarca.

De todos los carnavales que se festejan en nuestro país, el de Cajamarca ha cobrado tal fama por su alborozada y organizada celebración, que le ha valido a esta histórica ciudad el título de Capital del Carnaval Peruano.

Durante los días de esta festividad, cuyas primeras celebraciones se remontan a 1930, el espíritu divertido se apodera de la población cajamarquina y de los turistas nacionales y extranjeros, con tal algarabía que resulta imposible sustraerse al ambiente exultante que brota en cada rincón de Cajamarca.

Ahora Cajamarca lleva su alegría a Lima y una delegación, encabezada por sus autoridades, se encuentra en la capital de Perú para el lanzamiento oficial del Carnaval de Cajamarca edición Bicentenario. En la presentación de las comparsas y patrullas de danzantes y personajes se mostrará un adelanto de la fiesta interminable que se vivirá en la capital cajamarquina del 9 al 14 de febrero.

Las comparsas y patrullas, que se organizan en cada barrio de la ciudad, visten coloridos trajes y recorren bailando calles y plazas. A su paso entonan tradicionales coplas y contrapuntos que contagian su regocijo a residentes y visitantes nacionales y extranjeros.

El carnaval de Cajamarca, conocido como “la fiesta más alegre de Perú”, espera congregar a unos 100.000 visitantes del 9 al 14 de febrero, anunció el Perú en la presentación de este evento que ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Nación.

Para los ciudadanos cajamarquinos, el carnaval es la época más importante del año. Navidad, Pascua, Fiestas Patrias; todos palidecen en comparación con esta festividad, que está en la mente de todos los pobladores durante todo el año. Por ello, Cajamarca es conocida como la Capital del Carnaval Peruano, ya que cuenta con un amplio programa de presentaciones, alegorías, bailes y música en toda la ciudad.

Sus coloridos trajes, máscaras y danzas atraen la atención de muchos turistas; así como sus danzas tradicionales como el “Cilulo”, “La Carolina”, “Cumbe-Cumbe” y “La Matarina”. Además, es típico bailar alrededor de la “unsha”, un enorme árbol adornado con regalos.

Las canciones del carnaval son un sello distintivo del evento y generalmente son muy atrevidas y divertidas, y cantadas con agradables y sencillas melodías. Estas canciones son escuchadas durante todo el año por los lugareños con ganas de la próxima temporada de carnaval.

Cada año, la ciudad reúne a más de 60 000 visitantes, entre peruanos y extranjeros. Los eventos más destacados de la festividad son la elección de la Reina del Carnaval, el concurso de coplas, el concurso de patrullas y comparsas, el corso alegórico y el ingreso, velorio y entierro de Ño Carnavalón, un muñeco de hombre que funciona como el símbolo representativo del carnaval.

Este pasado martes, en el mismo Ministerio de Cultura se celebró la presentación de la festividad junto con una delegación cajamarquina que con comparsas, músicos, patrullas de danzantes y personajes alegóricos trasladó a la capital peruana el espíritu del carnaval.

El carnaval de Cajamarca se festeja desde 1930 y se caracteriza por los coloridos desfiles, trajes originales y recitales de satíricos poemas y canciones por las calles de la ciudad norteña.

“Esta celebración, expresión del mestizaje español y andino, no se limita solo a los desfiles, bailes y coplas, sino que incluyen juegos donde el agua cobra protagonismo con el uso de globos, pistolas, baldes y otros recipientes que son utilizados para mojar a los participantes”.

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Raúl Allain. Escritor, poeta, editor y sociólogo peruano (Lima, 1989). Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha sido incluido en antologías como Antología de poetas críticos (Cisnegro, México DF, 2019), Antología décimo aniversario de Lord Byron Ediciones (Liber Factory - Lord Byron Ediciones, Madrid, 2013), Veinte poetas: muestra de poesía contemporánea (I.F.D. Editor; Lima, 2010), Poesía y narrativa hispanoamericana actual (Visión Libros - Lord Byron Ediciones, Madrid, 2010), Abofeteando a un cadáver (Bizarro Ediciones - Centro Cultural de España, 2007), entre otras. Sus textos aparecen en diversos medios literarios tanto nacionales como internacionales. Actualmente preside el Instituto Peruano de la Juventud (IPJ) y dirige el sello independiente Río Negro. Ha publicado Poéticas, Poiesis hispanoamericana: selección de poesía contemporánea, Eros & Tánatos: poesía y arte contemporáneos, entre otras antologías, ¡Yo no hice nada!: Sobre la idiosincrasia peruana, ¡Palaciego In Memoriam!: Selección de textos de Humberto Pinedo, así como el ensayo La cientificidad del consciente (Editorial Emooby, 2011). Premio Mundial a la Excelencia Cultural y Premio Mundial el Águila Internacional a la Excelencia Sociológica de la Unión Hispanomundial de Escritores (UHE).

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El adversario, de Nicole García

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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La película es rápida y relativamente tranquila; y contradictoriamente fría y nerviosa, en varios pasajes. Me atrevería a decir que hay algo frío incluso en sus momentos cálidos. En suma, entretenida, si cabe semejante término, pero de una manera extraña, curiosa, dado el tema, y acercándose, eso sí, despacito, pero sin pausa, sin que se pueda hacer otra cosa que acudir al encuentro con lo más siniestro y difícilmente comprensible o explicable.

El protagonista tiene sus prisas, la película no. Hay una voluntad de entrar en un misterio. ¿pero cómo un misterio podría dejar de serlo? Si la comparo con su película hermana, El empleo del tiempo, de Laurent Cantet (2001) noto que los rostros son en general menos ‘expresivos’ como más interiores o de gente en general con narices, ojos o frentes más pequeñas y en general estaturas más pequeñas; incluso el auto del protagonista (Auteuil) es bastante más modesto y pequeño que el carro que manejaba el protagonista de El empleo del tiempo.

En la película de Garcia hay una voluntad de acercamiento a un registro documental (en estilo y ‘fondo’), con un cierto pulso de inestabilidad (algún corte rápido y alguna cámara en mano), pero no es una película temporalmente lineal (no como la de Cantet, digamos más estable, ‘correcta’ y clásica), sino un ágil rompecabezas, que requieres un juego de sequedad y temblor; una visión restrospectiva de los hechos, un deseo de tratar de integrarlos en algún orden, que se va delineando más claramente como una pesquisa policial (el consabido interrogatorio de quienes lo conocieron, y a la vez nunca lo conocieron).

Auteuil tiene un semblante memorable de estar en donde está y a la vez de estar casi siempre en otra parte, su rostro es como una máscara muy transparente, quiero decir, es transparente como máscara, pero no se puede saber lo que oculta…

En algunos planos en los que el protagonista se interna en la oscuridad, es imposible que uno no recuerde planos similares de Mulholland Drive, de David Lynch (2002). Es también la historia de alguien que se convierte en asesino. Se entiende muy bien que Angelo Badalamenti haga la música de El adversario. En cuanto a una explicación global de un crimen múltiple, la perplejidad supera cualquier intento.

(Columna publicada en Diario UNO)

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Papá Chacalón

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

En el Perú existió un rey sin corona que se paseaba por los barrios más picantes de la década de los ochenta y noventa sin que nadie ose afrentarlo siquiera con la mirada, aquel que con su solo cantar podía movilizar masas y hasta hacer llorar a los más ‘faites’ de cada barrio. Su voz, tan regular y estridente como la de cualquiera, tenía una particularidad, la de conectar con la gente, de sonar desde lo más profundo del alma y así exteriorizarse en los ojos de los más necesitados. Y es que cuando él cantaba los cerros bajaban.

Lorenzo Palacios, o “Papa Chacalón”, es hijo ilustre de La Victoria, hincha confeso del Alianza Lima y figura indiscutible de la cumbia peruana. Hijo de una familia humilde de los cerros del Agustino; pobre él, sabía ganarse el pan con el sudor de su frente desde muy pequeño, cantando y bailando en las calles de los cerros San Cosme y San Pedro, e incluso robándose algo de comida para llevarla a su boca. Su libreta electoral de tres cuerpos dice que nació un 26 de abril de 1950 y que su segundo apellido lo delata como un ser iluminado.

El empuje provinciano estaba hecho de finura, empeño y perseverancia en su atuendo sibarita que poco a poco se fue forjando como distintivo inconfundible, de cabellera larga y ondulada, anillo de oro en mano y zapatos brillantes, el rey disfrutaba de su popularidad paseándose en carros de último modelo, pero siempre cercano a esa multitud que lo elevó al estrellato.

Su sola presencia era autoridad en los conciertos y mandaba a detenerlos al ver algún conato de bronca. Y es que él conocía muy bien ese lado duro, crudo e insensible de la calle; de pasar hambre, frío, miedo e inseguridades que te imponía una bulliciosa ciudad de siete cabezas, rugiente de día y sigilosa de noche.

Su fallecimiento puede tratarse como uno de los eventos más simbólicos de la cultura peruana, pues aquel 24 de junio de 1994, Día del Campesino, aquel cantautor se despidió en multitud. Los reportes periodísticos estiman que aquella tarde en el cementerio El Ángel acudieron alrededor de 70 mil personas, las cuales, entre cantos y sollozos, acompañaron hasta su última morada al muchacho provinciano.

(Columna publicada en Diario UNO)

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La lucha de clases en el Perú

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Por Tino Santander Joo

Carlos Marx señala con acierto histórico que: “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.  Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras francas y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna”. La lucha de clases en el siglo XXI tiene otras características que impone la globalización capitalista y la revolución digital que transforma la humanidad aceleradamente.

Los anarquistas asumen la lucha de clases y afirman que la revolución social es primordial para consolidar la libertad de la humanidad. La lucha de clases en el capitalismo contemporáneo se caracteriza por la dominación financiera, la revolución digital,  y el desarrollo de la industria armamentística norteamericana.

La guerra entre la OTAN y Rusia es una evidencia de que Estados Unidos ha subordinado a Europa a sus intereses económicos y geopolíticos. La lucha de clases no es una lucha de pueblos, sino de intereses por la hegemonía mundial entre el bloque norteamericano y el chino-ruso. América Latina y África tienen un rol marginal en esta contienda que se limita a ser proveedores de materias primas.

En el Perú, la lucha de clases se desarrolla entre el oligopolio bancario (BCP, BBVA, INTERBANK, SOCTIABANK) que dominan la economía nacional y que han subordinado a la clase política, los medios de comunicación, los gremios empresariales y sindicales a sus intereses contra la inmensa mayoría que solo tienen su fuerza de trabajo y una férrea voluntad emprendedora que crea riqueza a pesar del estado corrupto y burocrático.

El oligopolio financiero controla la economía formal y ha desarrollado una alianza con la informalidad y el crimen organizado. Millones de dólares ingresan al sistema financiero de la minería ilegal, el narcotráfico, el lavado de activos. Este sector esta aliado a la gran minería y a la neo oligarquía agraria costera. Representan las relaciones de producción moderna y están vinculados a la globalización capitalista y a la revolución digital. El sistema financiero ha logrado penetrar a través de la banca digital y móvil en todo el Perú.

Los medianos y pequeños empresarios compiten en desventaja con la industria extranjera; el caso de los textiles en Gamarra y la industria de zapatos en la libertad son un ejemplo de su tenaz lucha por convertirse en una burguesía nacional a pesar de no contar con el apoyo del Estado.

La inmensa mayoría de agricultores y los comuneros andinos son parceleros; los trabajadores formales e informales de la ciudad están vinculados al comercio y al sector servicios y sobreviven con mucho esfuerzo; diez millones de peruanos no tienen agua y desagüe; millones de familias tienen deudas con los bancos con créditos hipotecarios, de consumo, y de trabajo. Tienen un crédito caro. Nadie los defiende y los bancos aterrorizan a la inmensa mayoría con la complicidad de la clase política.

En el Perú existen dos bloques: Los que están subordinados al oligopolio financiero y los grupos de poder económico y la inmensa mayoría de familias. No hay medias tintas, ni eufemismo. Tenemos un solo camino: La revolución social para acabar con la explotación y afirmar la verdadera libertad económica y política.

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El empleo del tiempo, de Laurent Cantet (2001)

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El trabajo. Y eso ¿para qué sirve, para quién? ¿Tiene sentido? El trabajo no querido, el trabajo no querido en lo absoluto —incluso odiado—, la doble vida (y uno se pregunta cuál de las dos es la más verdadera), así, la necesidad total de la mentira (una mentira salvadora, y a la vez, condenatoria, ‘socialmente’), que no obstante, permite que aflore… una verdad… una verdad casi informulada, una verdad valiosa, preciosa, grave y por supuesto central, en fin, la evidencia de la diferencia dolorosa e irreconciliable entre existencia y esencia.

¿Qué hacemos con nuestro tiempo, es decir, con nuestra vida?

Estamos entrenados para responder a nuestro deber, y nuestro deber es… ¡no hacer lo que queremos hacer! ¿pero quién sabe mejor que nosotros mismos cuál es nuestro deber? Ante esa violación de lo más íntimo de nuestro ser -violación incesante, de ‘autoridades’- ante toda una maquinaria social y económica invasora de posibilidades más amables, lentas, tranquilas, humanas, RACIONALES, todo esto suponiendo que uno tenga aún la posibilidad de escoger…

¿Nacimos para ser simplemente esclavos? ¿Eso es todo? La hiperproductividad ¿no nos está llevando acaso hacia una segura autodestrucción? ¡Deténgase, idiotas! ¿Es racional vivir para trabajar, o negarás que nos están robando la vida los ricos, los poderosos, que no tienen necesidad de trabajar?  

La elegante melancolía de la música, su tono que poetiza y ensombrece bellamente…

La película se detiene justo al borde del abismo. No traspasa esa frontera, con respecto a la historia original que el libro de Emmanuel Carrère, El adversario (2000) expone: la historia trágica de Jean-Claude Romand (que mata a mujer, hijos y padres cuando está a punto de descubrirse su mentira, su secreto, su verdad). El adversario (2002) de Nicole Garcia explora o se acerca más a ese abismo. Cantet salva a su personaje de la explosión.  

El protagonista puede verse como un niño inmaduro, un hombrón no es más que un hijito bien de la clase media alta al que le pueden salvar el trasero al final…

Pero, en ambas películas, el capitalismo corruptor es desnudado con la elegancia de un bisturí.

Erich Fromm decía que hay que trabajar para lo que se ama, para fines propios y no impuestos desde afuera…

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Hacia el sur, de Laurent Cantet (2005)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Reducir esta película a los sabores y sinsabores (por ambas partes) del turismo sexual no es tentador y no tiene mayor sentido. Es la puerta de entrada, vistosa, la situación inmediata, la solución aparente, la sinopsis inesquivable, el parque temático de hombres jóvenes haitianos (la película se centra especialmente en uno) dispuestos a acompañar afectiva y sexualmente a mujeres no casualmente mayores que ellos, no casualmente blancas, y no casualmente con dinero.

La transacción satisface necesidades mutuas, es colonialismo, en clave paródica, pero evidencia algo más. El capitalismo está basado en la prostitución. ¿Hay algo que no se pueda comprar o vender, hay algo que no se corrompa con el dinero todopoderoso?

La infelicidad de todos encuentra en la mayoría de casos un dudoso alivio. La pregunta inocente es qué pasó para que la gente no se pueda relacionar de una manera más sana. 

El fondo de la película, su tesis, recuerda a las nociones más elementales de la geopolítica. Hacia el sur es geopolítica pura. La geografía es el destino. Haití ha sido destruido, pero algo dentro de los colonizadores también. Las mujeres blancas, en algún sentido irónico ‘haitianas’, colonizadas por los hombres blancos, van a una colonización ‘suave’ de los hombres haitianos.  

Lo bueno, útil y didáctico de la película es que se aprecian las motivaciones totalmente desnudas. Desde la mujer transida de fascinación y deseo que alcanza por vez primera un orgasmo, pasando por la que encuentra más sinceridad en una relación donde no tiene problema en pagar, lo cual luce como una solución, o como un trato más justo en comparación con otras experiencias, hasta la que sabe, al menos en un nivel racional y consciente, que enamorarse o ser romántica es un engaño, una soberana trampa, un no entender de qué va el juego.

Un verano, unas vacaciones adorables de lujuria donde ellas son otras, en un mundo ‘donde todo es diferente’, y donde los ‘recursos naturales’ o ‘materias primas’ de los cuerpos explotados satisfacen las muy concretas utopías de unas al menos por un tiempo, mientras confirman el infierno amenizado por un espejismo de otros, atrapados sin ninguna solución a la vista, que no sea al fin de cuentas de  la de complacientes y muy amables esclavos… y la tragedia de los oprimidos se impone como un amargo corolario. Así, la suma de las pequeñas historias personales da como resultado el retrato horrible y veraz de todo un pueblo oprimido.   

Película

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Por la boca, muertos: un libro de colección

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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A fines de los noventa, Gonzalo Portals Zubiate me llamó por teléfono para hacerme una propuesta literaria: “Hermanito —me dijo— quiero sacar un libro contigo, conversemos”. Y en su casa de Teruel tuvimos un largo intercambio aderezado con vinos tinto y quesos gruyere y una larga caminata por la avenida Arequipa. Y al final, quedó el primer diseño de este libro que llamamos “Por la boca, muertos”.

Pero el asunto no resultó tan fácil. En unos meses teníamos el primer borrador de casi mil páginas, pero el texto en su conjunto no nos convencía. Gonzalo no sabía cómo decirlo y yo tampoco, así que nos hicimos de valor con más bebidas espirituosas y casi al unísono nos dijimos: “No me gusta tu texto” y tomamos un taxi a Chorrillos y en la playa que está al lado del Cultural Lima decidimos arrojar al mar esos textos inservibles y que nos había costado casi un año escribirlos a cada uno.

Entonces empezó la segunda arremetida, la segunda opción, el segundo round. Esta vez el asunto iba en serio, casi como si estuviera en juego nuestras vidas. Gonzalo se tomaba muy a pecho la poesía. Y nos comunicábamos cada dos o tres días para ver cómo iba el libro en cuestión. Cuando ya sentía que el texto estaba por terminarse visitaba a Gonzalo y afilábamos y corregíamos lo que no nos parecía. Otras veces, él me devolvía la visita en La Encantada y nos quedábamos varios días mirando el mar y leyendo poesía en voz alta.

Hasta que en 2002 quedó listo nuestro endriago literario: “Dos-rostros-que-sobre-una-muesca-apuran-sus-registros-personales-e-ínfimos-Una-gran-historia-que,-siendo-vacío-y-consumación,-perfeccionamiento-y-desgaste,-invoca-la-presencia-de-nuevos-protagonistas-para,-provistos-de-acción-y-palabra,-revelar-lo-ya-fundado-y-privilegiar-el-patrocinio-de-las-ideas”.

El libro salió editado en un cortísimo tiraje bajo el sello El Lamparero Alucinado, una editorial marginal que había fundado Gonzalo y que, entre otros libros, publicó La Estirpe del Ensueño, Urge púrpura la niebla, Los Otros (volumen I y II), El llamado de Gea, con Alan Bisso y otros más.

Estando ya gravemente enfermo en el hospital Rebagliati, el lagarto Gonzalo Portals, pidió que le trajeran su ejemplar Por la Boca, Muertos (eso cuenta su fiel compañera Alejandra Monterroso) y, seguro, se ponía a recordar ese trabajo a destajo que significó escribirlo y que hoy necesita urgente ser reeditado, así como toda la obra de este obrero de la palabra que incluye Piedecuesta, ganador del premio Copé oro 1993.

(Columna publicada en Diario UNO)

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Madriguera: el dulce olor de la ira

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Cuando uno imagina que un mundo gobernado por mujeres sería un lugar mejor, definitivamente no conoce las cárceles de mujeres. La obra de teatro Madriguera regresa como un martillazo a la escena del tibio teatro limeño, donde las mujeres empoderadas y buenas no tienen lugar en el reino de las mujeres sin maquillaje.

 Una obra sobre poder, violencia y ansia de justicia, es lo más clásico que se puede encontrar en cartelera, pero que ocurra en una cárcel de mujeres y sin dosis intoxicantes de discurso de género, eso resulta lo refrescante. Y se agradece que así sea. En lugar de sororidad o un entusiasta empoderamiento de cristal, la obra se presenta como una tragedia, en que la mujer es el lobo de la mujer. Dónde la ira se toca y se huele. Sin romanticismos y con una velocidad que apuesta a un teatro de acción a la vena, la obra va más por lo físico, en lugar de solo refugiarse  en el libreto. Es sobre todo un teatro de cuerpo, de expresiones y de una atmósfera en permanente tensión. Ya alguna vez se dijo sobre esta obra que si el cine pudiera oler, sería teatro, bueno pues aquí la feminidad de un elenco netamente femenino huele a ira y a veces a esperanza. Y eso es bueno para el teatro, que en Lima es tan tibio que no tiene olor. Y el teatro de verdad respira, y a veces apesta a odio, hambre y a algo parecido a  esperanza. Pero sobre todo huele a ira desatada.

La trama consiste en que dentro de la más peligrosa cárcel de mujeres, dos bandos pelean a causa de la misteriosa hija de un hombre tan rico y corrupto cuanto inalcanzable. Estela (Kareen Spano) buscará justicia a toda costa. EnMadriguera,  como obra de acción, la violencia se vuelve en trama y personaje junto a las nueve  actrices  que a través  de historias diferentes trenzan sus destinos en  una ruleta rusa de desenlaces. Si hay un nombre para este tipo de teatro, este es el de antífrasis, todo allí es un opuesto, dónde la violencia es la paz y la paz una una irrupción. No se trata de mujeres masculinizadas, sino de feminidades rudas una vez la sociedad las ha expulsado a hacerse su propio mundo bajo sus propias salvajes reglas.

En la obra actúan Kareen Spano, Trilce Cavero, Lía Camilo, Alana La Madrid y María Lola Arispe, entre otras grandes actrices. Dirige Renatto Argüelles. Y se estrena este viernes 3 de mayo en Sala Quilla, Bolognesi 397, Barranco. Porque el teatro huele a sudor, sangre, rabia y a veces también a amor. Una obra no apta para feministas románticas.

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Al creador de “El Tamalito”, Andrés Soto

Lee la columna de Luis Felipe Alpaca

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El cantautor Andrés Soto Mena, nació el 29 de abril de 1949 y falleció el 7 de julio de 2017. Actualmente habría cumplido 75 años de edad.

El creador del “Tamalito”, “El Menbrillito” y “Quisiera ser caramelo” fue uno de los máximos representantes de la música peruana debido a sus entrañables trovas y coplas negras de índole costumbrista.

“Yo empiezo a cantar en mi barrio de Jesús María donde me crié. Había un parque y nos reuníamos amigo boleristas y en la noche cantábamos”. Andrés debutó en el teatro Segura interpretando ‘La Noche’ de Adamo, a pesar que estaba enyesado de los dos brazos debido a un partido de fulbito.

Luego cantó sus propias composiciones. —“Al principio lo hacía todo por oído, pero era insuficiente y me matriculé en la Academia Juan Sebastián Bach que quedaba en el jirón Puno; allí aprendí solfeo, compases y armonía y cuando estaba en el ómnibus de Cocharcas, se me ocurría un tema, entonces sacaba mi boleto y dibujaba el pentagrama y marcaba Sol, la melodía principal para no olvidarla y cuando llegaba a casa la sacaba con guitarra y ya no se me perdía”—.

Aquello no fue suficiente y estudió música en el Conservatorio y para comprender mejor los orígenes de sus letras, estudio sociología en la universidad.

Andrés Soto creía que en los últimos tiempos los ritmos iban perdiendo belleza y riqueza:

“Antes la música era más poética y uno utilizaba más recursos literarios para expresar sus sentimientos. Ahora es mucho más plana y mucho más pragmática la manera de hacer música y las letras son bien arrabaleras, simplonas. Francamente no se han cultivado”.

Cierto día, el joven compositor cantaba en casa de la escritora Dora Bazán y de pronto una señora llegó hasta la puerta del inmueble y tras esperar que concluyera la pieza musical, tocó el timbre y muy deleitada pidió si podían repetir la canción y luego de sentarse en las escalinatas de la casa, Andrés volvió a cantar y desde allí se hicieron amigos inseparables. La curiosa oyente, era nada menos que Chabuca Granda.

Andrés Soto, antes de fallecer reveló: “Nunca me ha faltado un plato de comida y un estado mínimo necesario para tener esa disposición de ánimo de crear y crear”—.

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