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Cultura

“Historias al ritmo de Chacalón”, de Fernando Carrasco Núñez

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Hace muchos años, en la década de los ‘80s, por esas cuestiones del azar, caí en la Carpa Grau.  Fue la primera vez que escuché en vivo a Chacalón y la Nueva Crema. Salíamos de un concierto subte por el centro de Lima y rebuscábamos Pisco Vargas o Conde de los Andes o Camino al Cielo.  Éramos un grupo de subterráneos de 18 años caminando por las callejuelas adyacentes a la avenida Iquitos y a ese edificio infame conocido como Palacio de Justicia, noticiados de la venta de estos licores espirituosos en fondas de temida reputación.

Entre empujones, burlas y miradas que pasaban del asombro al achoramiento y del reto al desprecio, los que en aquella época conocíamos como chicheros, observaban nuestras ropas negras, los chancabuques de milico, los pelos parados o muy largos, los rostros desconcertados de muchachos mestizos como ellos, pero cuyos padres tal vez llegaron antes a esta Ciudad de los Culpables que no considerábamos nuestra. Así nos zampamos a la Carpa por unas rendijas, sobornando con media res a un cholo trejo que oficiaba de guachimán. Recuerdo claramente que Chacalón cantaba El Provinciano y cientos o miles o millones de circunstantes, para el caso da lo mismo, se agitaban dando pasitos que mezclaban el rock setentero con la salsa y las notas tristes del huayno serrano.  Hombres y mujeres vestidos con ropas multicolores bebían cerveza por hectolitros y coreaban con hondo sentimiento, soy muchacho provinciano me levanto muy temprano, para ir con mis hermanos, a trabajar, no tengo padre ni madre, ni perro que a mí me ladre, sólo tengo la esperanza, de progresar, busco una nueva vida en esta ciudad…

Recuerdo que el Chato Jorge (tránsfuga de la Universidad de Lima refugiado en la Agraria), subte de Lince y fanático de Echo and the Bunnymen, Siouxsie y Gabinete Caligari, groupie de los aurorales Voz Propia y pata de la gente de Eutanasia, me miró y me dijo, oe Troglo, estos si son subterráneos, huevón… no esos anarco-fumones, borrachos y vagos mantenidos de la Helden o de la Jato Hardcore, esta gente chambea, huevón y sufre de verdad, huevas, este es el verdadero Perú.  Mira, mira, causa, mira ese pogo, dijo señalando a la masa ondulante y ebria: panaderos, mecánicos automotrices, empleadas del hogar, ambulantes, obreros metal-mecánicos, carpinteros, jornaleros, campesinos sub-proletarizados llorando con la estremecedora guitarra del maestro Carballo y la peculiar voz de Chacalón y entonces, sin darnos cuenta, ya nos encontrábamos cantando Qué dolor siente mi corazón…

Papá Chacalón.

Desde ese entonces empecé a escuchar las canciones de Chacalón. Mi barrio de origen era un barrio que se ufanaba de salsero y rockero, en el mejor de los casos, paisanos “decentones” devotos del huayno clásico del Jilguero del Huascarán, Pastorita Huaracina o Picaflor de los Andes, pero nunca propensos a esa “horrible música de serranos achorados” que era como calificaban a la música chicha la mayoría de universitarios e incluso los radicales que habían tomado las armas, quienes repetían cual catecismo: el que habla de razas es racista, el que habla de clases es clasista.

Pocos años después coincidiríamos con Cachuca en los estudios de Filderes en Ingeniería, cuando aún se formaban las canciones iniciales de Los Mojarras y Semilla Nociva pergeñaba las primeras notas de El Poema Anarquista y País Racista.  Para entonces, la realidad del país era otra, pero la música chicha seguía permaneciendo al margen. A pesar de sesudos tratados sobre el tema, a despecho de los intelectuales izquierdosos y de los esnobs que adoptaban la chicharra como emblema, cualquier estilo chichero (luego le dirían cumbiambero para asimilarla a los medios), seguía estando al margen de la ley de los bienpensantes criollos-blancoides, quienes en su temor cerval al indio levantisco asociaban la guitarra rockera-huaynera matizada con raptos de salsa, con el delincuente asaltabancos y el cholo altivo que no cree en nada ni en nadie, ni siquiera en el dios de los cristianos. 

Testimonio esto porque he leído varios comentarios, seguramente bien intencionados, respecto a “Historias al ritmo de Chacalón”,  magistral libro de cuentos de Fernando Carrasco Núñez.  Y un lugar común a estas reseñas es aquél que reza que el libro narra la historia de la Lima marginal, chichera y lumpen. Palabras más, palabras menos, este es el lugar que se está haciendo común para aquilatar la obra de Carrasco.  Craso error de quienes solo ven la epidermis de una obra que auguro será mayor con el tiempo, la madurez y los cojones bien puestos del autor.

Fue Marx quien categorizó a ese segmento de las clases sociales conocido por no dedicarse a actividades productivas, si no a acciones al margen de las leyes del Estado, con el término lumpen-proletariado (lumpen en alemán vendría a ser andrajoso), una subclase inferior incluso a la del proletariado, carente de conciencia de clase y como pretendían ciertos sectores, el perfecto colchón o punto de apoyo de la burguesía para sus fines particulares. 

Una definición más precisa la brinda el propio Marx en el capítulo V (escrito en 1852) de “El 18 de Brumario de Luis Bonaparte”: “Bajo el pretexto de crear una sociedad de beneficencia, se organizó al lumpemproletariado de París en secciones secretas, cada una de ellas dirigida por agentes bonapartistas y un general bonapartista a la cabeza de todas. Junto a roués arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda esa masa informe, difusa y errante que los franceses llaman la bohème: con estos elementos, tan afines a él, formó Bonaparte la solera de la Sociedad del 10 de diciembre (…)”.

Pues bien, “Historias al ritmo de Chacalón” (SINCO Editores, 2020) de Fernando Carrasco Núñez (Lima, 1976), contiene algunas historias con personajes y argumentos propios de esa capa social tan temida por los criollos inservibles que se alucinan europeos, pero en conjunto el libro no es un fresco exclusivo de esa Lima lumpenesca, temida hasta la pichi por la izquierda almagrista y la derecha pizarrista, de esa Lima achorada compendio de los hijos del Perú Real, del Perú profundo, ese que le paró los machos al invasor chileno, al reptil Fujimori, al asesino AGP, al traidor Humala y a todos los Regentes que vienen gobernando nuestro país en contra de la voluntad popular manipulada en elecciones farsescas cada cinco años.  Esa Lima que muchos denuestan como lumpen (lo más cercano al lumpen-proletariado serían ahora los mototaxistas reguetoneros o la escoria caribe con estatus de refugiados políticos), esa no es la Lima que he podido percibir en el libro de Carrasco.

Veamos por qué digo todo esto y por qué resulta injusto ese reduccionismo facilista de etiquetar la narrativa de Fernando Carrasco, en particular la desplegada en este libro, como una oda al lumpen nacional, como la narrativa de la marginalidad. 

En primer lugar, los cuentos cumplen con el que tal vez deba ser el único requisito a exigir a cualquier creador: las historias están muy bien contadas, los cuentos son redondos y te mantienen en vilo, te conmueven, te asquean, te deleitan o simplemente te arrancan una sonrisa o una lágrima: este libro, amigos, se lee de un tirón.  No es pretensioso, ni artificiosamente almibarado, no desbarra en rosquetadas experimentales tan queridas por post-modernos de izquierda y derecha.  Desde lo más profundo del tuétano andino barrial, Carrasco chapa su chela, apela al recuerdo, usa su talento, conjura la nostalgia, afila la chaveta y empieza la fiesta de contar una buena historia, deleitando al circunstante, tal como lo hacía cuando entonaba boleros en el fenecido Bar de Ciro.

En segundo lugar, la verdadera narrativa del lumpen peruano, la auténtica narrativa de los marginales es, a mi entender, la narrativa de esos mamertos que se solazan contando historias onanistas de Mirafloresmanta, Sanborjayocc y La Molinamarca,  infradotados que alucinan ser ciudadanos del mundo,  hijos de milicos genocidas, sobrinos de congresistas rateros, entenados de altos burócratas ministeriales, hermanos de políticos de todos los pelajes, gaintelectuales incapaces de conmoverse con el llanto de un niño, marihuaneros sin horizonte, hijos de meretrices de la política lorcha, entenados de empresarios explotadores, escritorzuelos felatrices de Españistán y come-niños disfrazados de periodistas, es decir, el verdadero lumpen que apesta nuestra Patria, todos esos marginales al Perú hirviente de los barrios de un país con más de 32 millones de habitantes, mutantes de una realidad dolorosa, injusta y pletórica de historias que nada tendrían que envidiar al neorrealismo italiano o la narrativa de los jóvenes airados que tan bien contó el británico Alan Sillitoe en La Soledad del Corredor de Fondo, a mi parecer, el texto más inmediato al libro de Fernando Carrasco, vecino de Nocheto, El Agustino.

Cuando Chcalón canta, los cerros bajan.

Y como dicen que para muestra un botón, y como un solo botón sería mezquino, comentaré 3 cuentos redonditos, en donde relumbra la verdadera temática del libro: el racismo y la exclusión, la guerra de clases y la descomposición de una sociedad asentada en cimientos de papel, la habilidad y la honradez de un pueblo que sufre y trabaja sin descanso y sin temor a la muerte.

1. Carehuaco

2. El retorno de Carmela

3. Tú serás la causa de mi muerte.   

Carehuaco

Subtitulado “Llanto de un niño”, como la inolvidable canción de Chacalón, cuenta la historia de un niño que a la tierna edad de 8 años es rebautizado como Carehuaco, apelativo infame que en el Perú puede condenarte al acomplejamiento, al ostracismo y al fracaso.  El pequeño, cuyo nombre no se menciona, es oriundo del puerto de pescadores de Pimentel, en el norte peruano.  Hijo y nieto de pescadores, Carehuaco es el vivo retrato de su padre y es, además, el vivo retrato de los pescadores artesanales peruanos, esos hombres que se hacen a la mar en una chalana en busca del sustento cada madrugada, sin derechos laborales de ningún tipo, condenados por la gran industria pesquera y la contaminación a alejarse cada vez más mar adentro por cada vez menos pescado. El padre de Carehuaco es tragado una madrugada por la mar junto a tres compañeros y los cadáveres nunca aparecen. Aquí comienza la vida del niño norteño en la Ciudad de los Culpables: su madre, imposibilitada de hacerse cargo de 3 niños, decide enviarlo a Lima con sus tíos, mientras ella se queda en Pimentel (Chiclayo), trabajando para mantener a los 2 más pequeños, que ni siquiera pudieron conocer al padre.  Narrado en primera persona por el propio protagonista, quien lleva de la mano al maestro/escritor a través de la historia, este es sin duda alguna el relato más conmovedor del libro.  El personaje principal es un niño que a los 14 años recuerda cómo nació el apodo Carehuaco y cuenta sin complejos ni resentimiento las circunstancias en que surge el apelativo, atizado por la sabiduría y la discreción del maestro/escritor, alumbrados por un juguito de fresa con leche y varios cafés humeantes.   

El desenlace, magistral a mi modo de ver, ocurre cuando la maestra María Chumpitaz Arias lleva una mañana un libro de láminas para ilustrar la clase acerca de la Cultura Mochica.  Después de describir detalladamente los logros de esta gran cultura de la costa norte (arquitectura, hidráulica, la cultura militar y marinera, la orfebrería), la profesora saca de su cartera el libro bellamente ilustrado.  Va mostrando a los niños las imágenes de collares, orejeras, utensilios de oro, máscaras, hasta que aparecen las obras de alfarería: los famosos huaco-retrato.  En ese instante un palomilla grita, ¡Yarlequé, allí está tu cacharro!, y el salón revienta de risa.  Pero Carehuaco permanece impasible, maravillado, observando el huaco-retrato que le resulta tan familiar, que le trae a la memoria el rostro de su padre, el inconfundible rostro de su padre. De un momento a otro, sus ojos se inundan en lágrimas ante el recuerdo: “dirigente de los pescadores de Pimentel, aguerrido, sabio y fuerte como un algarrobo”.  Así era su padre.

La profesora lo abraza y lo saca del salón. Lo reconforta, lo instruye con sabiduría, le insufla amor propio, identidad y autoestima: “me dijo que yo siempre debería vivir orgulloso de mi padre, y, sobre todo, de haber heredado la inteligencia y la belleza de los antiguos moches”. 

Como es natural en Carrasco, este hermoso cuento tiene una banda sonora de amplio espectro.  Desde los gustos musicales de Yarlequé padre (La Paz y la Dicha y Llanto de un niño, de Chacalón y la Nueva Crema, valses, marineras y tonderos, entre los que menciona La Perla del Chira) hasta las canciones que la madre cantaba mientras cocinaba (Nueva Ola, baladas de Juan Gabriel) y los valses de Los Embajadores Criollos que entonaba su padre los domingos, las canciones fluyen como aguas trinas alumbrando escenarios y reforzando episodios.

Otro aspecto a destacar del cuento es la presencia inmanente del maestro/escritor y su bonita agenda de cuero verde. Más allá del fetiche, la presencia del Profe y su elegante agenda de cuero anuncian que el alter ego de Carrasco ya le echó el ojo a una buena historia. Lo demás es trabajo del artista. Carrasco no es un escritor profesional y dudo que quiera serlo.  Carrasco, lo sabemos, es Licenciado en Educación por la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle “La Cantuta” y se gana los frijoles como profesor y la literatura, barrunto, la considera como un oficio con el cual interpretar el caos y el desorden de este mundo, que si le permite ganarse unos cobres, bienvenido sea, pero la dimensión psicológica y el despliegue intelectual, la ética y la estética de este volumen de cuentos me impiden pensar que, por lo menos ahora, Carrasco acomode las nalgas para  escribir-corregir–quemar sus naves literarias sólo por la ilusión de agenciarse unos cuantos morlacos.

Un cuento como Carehuaco en épocas de globoidiotización  y cosmopolitismo epidérmico, objetivo de las nuevas izquierdas y las derechas decrépitas, podría parecer a los paladares “finos” un alegato cuasi provinciano.  Pero  no debemos olvidar que se puede ser universal desde lo local, sin haber salido nunca incluso de tu propia manzana, porque como respondió Arguedas a Cortázar, “todos somos provincianos en este mundo, provincianos de las naciones y provincianos de lo supranacional”.

El retorno de Carmela

Carmela, muchacha ancashina, vive en Nocheto (Santa Anita) en un cuartito alquilado.  Oriunda de un caserío de Yungay es enfermera técnica y trabaja en una clínica de Lima.  Cada semana, los viernes por la noche, Carmela aborda un ómnibus interprovincial y enrumba hacia su natal Yungay, tras recorrer cerca de 500 kilómetros remontando la Cordillera de los Andes. Después de la obligatoria visita a la familia, la joven corre desesperada a los brazos de su amante secreta: el Hada Verde.

La técnica que usa Carrasco para narrar la historia demuestra que abundan en su taller literario las herramientas precisas para hilvanar fino.  Por un lado, el punto de vista omnisciente de una tercera persona cuenta a Carmela en remisión apelando al recuerdo para exorcizar las causas que la empujaron al vicio del alcoholismo. Por otro, es la propia Carmela quien detalla su historia a su apreciado profesor del taller de literatura.

Esta técnica usada por Carrasco resulta funcional para el difícil tema del alcoholismo femenino.  Carrasco deja fluir la historia en labios de Carmela, desde que siendo una adolescente se refugia en el licor para librarse del miedo y de la presencia lacerante de un agresor sexual (un familiar cercano venido desde Lima) que intenta someter a una pre-púber Carmela, casi con el consentimiento de su propia familia: Carmela debe enfrentar en soledad este episodio violatorio y el alcohol se convierte en refugio ante la imposibilidad de comunicar y exorcizar con alguien el atentado que sufre siendo niña.  Sin ápice de didactismo ni moralina, nos enteramos a través del desarrollo de la historia cómo la propia de familia es quien introduce juguetonamente a Carmela en el mundo del vicio. Los conocidos cumpleaños familiares, las festividades patronales, las fechas conmemorativas, cualquier pretexto es bueno para, entre bromas, obligar a los adolescentes a probar alcohol y son los propios padres y familiares directos quienes conducen a sus hijos al desbarrancadero donde mora Baco. 

Pero no es el canal familiar el único sendero para llegar a enviciarse con la droga más consumida entre los adolescentes peruanos.  El ambiente amical de Carmela, primero en el colegio y el barrio y luego en el Instituto de Enfermería de Yungay, en donde en contra de cualquier pronóstico, Carmela se gradúa de enfermera (porque era “una borrachita responsable”) y luego la Clínica limeña en la cual recala la protagonista, en todo lugar la muchacha encuentra una pandilla de dipsómanos dispuestos a entablar relaciones íntimas con el Hada Verde, algo que se inicia como un juego divertido y placentero pero termina desarmando el cerebro hasta apagarlo.

Sin embargo, son la vergüenza y el amor propio de Carmela los que la conducen a la decisión de escapar del Hada Verde que la tiene aprisionada y a punto de acabar con la dignidad de su existencia y con su propia vida. Sabemos que el alcohol daña los lóbulos frontales y temporales de la corteza cerebral.  Estas zonas del cerebro son las encargadas de procesos complejos como el control de los impulsos, el ajuste a las normas sociales, la autopercepción en sociedad y los propios comportamientos personales. Es decir, las zonas más importantes para controlar los problemas con la bebida resultan ser las más dañadas por el alcohol y por tanto, a más trago por más tiempo, mayor será el daño infligido al cerebro y al organismo.

Tal pareciera que Carrasco ha vivido la experiencia en carne propia, porque la descripción del período de abstinencia de Carmela, desde que toma la decisión de librarse del Hada Verde —es así como llamaba Wilde al ajenjo, el elíxir espirituoso de 89° preferido por la bohemia del siglo XIX—  hasta el momento en que debe pasar la prueba de fuego en el matrimonio de su hermana, es vívida y real.  Carmela resulta victoriosa y logra mantener la abstinencia: es  joven todavía, se aferra a los recuerdos bonitos de su infancia rural, al cariño de su familia, al recuerdo de su pueblito, a las canciones y el amor familiar que alumbraron sus primeros días.

Ante el espectáculo macabro de la descomposición de la Sociedad Andina (incluyendo en el término a la 100% andina Ciudad de los Culpables), siempre resultará interesante la banda sonora de cada cuento que nos entregue Fernando Carrasco. Porque la sinfonía de las ciudades cosmopolitas e hiper-pobladas constituye el trasfondo de la épica de los mortales comunes que se buscan el sustento diario en sus calles, parques, plazas, mercados y en los más impensables vericuetos.

En este caso, la odisea de Carmela transcurre al ritmo de la cumbia peruana y del huayno moderno.  Acompañan en las diferentes etapas de la odisea de la protagonista los huaynos de Sonia Morales (Perdóname) y Dina Páucar (Volveré), los cuales juegan probablemente una doble función: por un lado, evocan una infancia feliz lejos del mundanal ruido en su Yungay natal, pero por otro, a través precisamente de esa nostalgia, conducen o mantienen a Carmela en el desbarrancadero en el cual Baco celebra eternamente. Escuchamos también las cumbias de Agua Marina (El casorio) y Armonía 10 (Herido corazón, El Cervecero) y las del sempiterno Chacalón, idolatrado en el natal caserío de Carmela por su viejo amigo El Conejo chacalonero y que al ser escuchado en el barrio que le da cobijo en Lima (Nocheto, barrio chacalonero como el que más), la conduce a la añoranza y al deseo irrefrenable de aliviar la nostalgia en el alcohol.

Finalmente es imposible dejar de recordar el famoso poema El Brindis del Bohemio del mexicano Guillermo Aguirre Fierro (Pero en todos los labios había risas/Inspiración en todos los cerebros/Y repartidas en la mesa/Copas pletóricas de ron, whisky o ajenjo), ante el recuerdo de la familia perdida por culpa del vicio y las malas juntas que Carmela rememora en el bus de retorno a su pueblo natal.  La Carmela de Carrasco es el arquetipo de cierta mujer novo-andina, aquella que sale adelante pese a las vicisitudes y pese a que la mujer es más susceptible que el hombre a problemas asociados con el consumo de alcohol, tanto problemas de salud como de dependencia, por no mencionar la vulnerabilidad de una mujer ebria a recibir agresiones sexuales. 

Carrasco en la tumba de Chacalón en el cementerio El Ángel.

Tú serás la causa de mi muerte

Para el común de peruanos el término lumpen carece de significado, les resulta absolutamente desconocido. Incluso para jóvenes universitarios salidos de las canteras de las universidades-pollería de los últimos años, la palabra lumpen o lumpen-proletariado sonará a insulto en alemán o quechueslovaco, algo así como reconchetumare. Pero si les mencionas que el causa en cuestión es palomilla, bandidito, chueco, choro, ladrón, como que los muchachos ya van comprendiendo como es la nuez.  Un causa puede ser choro, pero si no choca con el barrio (como los choros de antaño), entonces el causa es bandidito no más.  Si el causa es un choro (torreja, monse, faite, taita, en fin) que tuvo que colgar los guantes porque lo lisiaron en un enfrentamiento, porque reflexionó en cana o porque vio la luz en algún lugar de culto evangélico, entonces ese choro plantado se dedicará a escuelear a los jóvenes del barrio sobre las inconveniencias de tan finos y elegantes menesteres. Sin embargo, hay otros que no se arrepienten nunca y aun cuando hayan colgado los guantes, mediante el viejo oficio de contar historias, se dedican a trabajar el ingenio y a ser memoria viva del gremio.

Uno de estos “hombres de la noche”, surgido de un barrio del cono este de Lima, es quien cuenta la historia al Escritor Noctámbulo en un bar del centro de Lima, no sin antes advertirle al colega (porque a fin de cuentas ambos son contadores de historias) que lo que va a escuchar es una verdadera historia (no una  historia verdadera): vitalista, callejera, “…no sonseritas de pecho frío, poseras e intelectuales”.

El arte de Carrasco se afina en este relato. El narrador es presentado como un lector impenitente, pero es a la vez un causa trabajado por la vida, un tipo con calle, lo cual le ha permitido entre otras insignias, conseguir joyas literarias a precios irrisorios (Arlt, Hemingway) y hacerse de historias asombrosas. Víctima del extraño vicio de leer caminando, empieza a referir su historia en la particular jerga de los conos de Lima, principiando en una infancia dura y llena de carencias con alusiones concretas al desastre del primer gobierno aprista, a la adolescencia pelotera en medio de los apagones causados por la voladura de torres de alta tensión en los ochentas y aquella canción “Viento” como dolorosa banda sonora de una niñez en la que aprendió a contar ficciones a sus patas del colegio para hacerse invitar el fiambre.  Sin censuras, el narrador oral va indicando al Escritor Noctámbulo los secretos para contar una buena historia, sin desviarse, exagerando un poquito pero haciéndola siempre creíble, sobre todo si  uno es el protagonista, “las cositas claves del escenario y de los personajes, minucias, gestos”.

Resulta curioso, ignoro si ha sido adrede, pero quien haya conversado con un narrador oral de estratos populares, descubre una capacidad increíble para hilar historias, la cual es mayor por la capacidad para improvisar, si el narrador es un individuo carente de preparación académica, si es un contador de historias nato. Esta capacidad nacida involucra actividades cerebrales complejas como recordar, manejar diferentes registros lingüísticos, leer, escribir, escuchar, recrear y componer música inclusive.

Para quienes hemos entroncado nuestro destino con el pueblo, subleva la incapacidad de la juventud actual para hilvanar apenas frases u oraciones inteligibles. Influencia de la televisión y la radio, del lenguaje cibernético y del reguetón vomitivo parido en las máquinas clónicas en el norte de América, los muchachos de estos días, se distinguen por su afasia y su incapacidad para comunicar ideas, emociones y sentimientos.  Pero, si uno se adentra en el corazón de los diferentes estratos de la masa viva, la cosa cambia.

Entonces, en personajes tan disímiles como los que presenta Carrasco, ¿cuál es la índole de la memoria? ¿Sería posible el pensamiento sin lenguaje? Según algunos neuro-psicólogos todos los procesos del pensamiento involucran o están determinados por el lenguaje y la afasia significa la muerte de la cognición.  Según otros, como los seguidores de Jean Piaget, pensamiento y lenguaje son corrientes separadas y creen que el pensamiento puede proseguir en forma inalterada pese a una afasia aguda.

Muchos pensadores han asociado la descomposición del lenguaje con la corrupción o descomposición social. Octavio Paz dice que “cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje”, Karl Kraus creía que toda depravación de la palabra permite reconocer la depravación del mundo, la prueba de que algo está podrido en la base. Consideraba Kraus que la corrupción lingüística era la causa de la degradación de los pensamientos y las conciencias; según él, las personas que hablan mal y escriben mal también pensarán y actuarán mal.

Carrasco, hijo del pueblo, ha conseguido maridar sin problemas el lenguaje lumpen de la Lima actual (incluida la jerga del hampa), con una prosa elegante y eficaz, carente de barroquismos ociosos.

El relato recorre sin dar tregua al lector escenarios tan disímiles como las cantinas de El Agustino y Barrios Altos, el óvalo de Santa Anita, un local en La Molina y el famoso Bar del Sastre en Nocheto, que es donde se va gestando la historia central del relato:  el viaje del protagonista a Tingo María, en la selva central del Perú, llevando un misterioso Toyota Yaris color guinda, por encargo de gente colombiana metida en “asuntos bien serios”, a través de un viejo conocido del anti-héroe del cuento, un zambo apodado Metralleta. Metralleta es un zambo canero y de poco confiar, famoso además por gilero y recurre al anti-héroe, hijo empobrecido de un antiguo Rey de la Papa abastecedor de las pollerías grandes de Lima, bonanza que le permitió al protagonista estudiar en el CMLP y aficionarse a las armas de fuego, afición que más tarde le servirá para agenciarse de un dinero extra.  Browning, Magnum y otros fierros, con el número de serie bien limado, le permiten ganarse unos cuantos cobres adicionales a su trabajo como taxista en un destartalado Daewoo Tico color amarillo.

De manera increíble, el carro estaba limpio de cualquier tipo de droga, pero era el gancho para endulzar al Chatín (el protagonista-narrador) con el fin de trasladar un cargamento de veinte kilos de cocaína desde Tingo María hasta Lima, en complicidad con un agente del CORAH (un proyecto especial de control y reducción de la coca en el Alto Huallaga, financiado por EU).  Todo está conversado, le van a dar incluso un nuevo DNI y es imposible que algo salga mal. El protagonista se debate en un mar de dudas, pero es pobre y siempre le ha gustado correr riesgos. Recuerda con nostalgia las buenas épocas de su vida, cuando el padre tenía dinero. Su joven mujer está gestando y no tiene seguro social ni un trabajo fijo.  Este segundo viaje le permitirá agenciarse un buen puñado de dólares y, si todo sale bien, armará un negocio en Lima, una bodeguita, tal vez una librería o un pequeño restaurante, lo que sea.  Las dudas atormentan su alma, pero como la primera vez se dice, o todo o nada.

Después de varias vueltas de tuerca magistrales, el desenlace del cuento es contundente e inesperado: Metralleta engaña a los colombianos, “cierra” a los policías cómplices del engaño, se queda con la droga, no le paga al Negro Humo, torturador de los colombianos para lograr el rescate, incluso ha sembrado una leyenda difundida por el Pucarino: ha sido ajusticiado por unos chiquillos lúmpenes del Callao y su cadáver arrojado en un basural de Caquetá. Pero Metralleta no puede engañar al más sapo de todos, al que se la tenía bien jurada, al dueño de la Beretta Magnum.

Colofón

Si esperábamos encontrar en la narrativa desplegada por Carrasco los viejos tópicos alusivos al Ande, apus tutelares, jarjachas terroríficas y wamanis sagrados, nos daremos de muelas contra el pavimento ahuecado, sucio y maloliente de las calles de Lima, mega-urbe en la cual se entremezclan al ritmo de Chacalón los hijos de los migrantes de todo el país, conformando una nueva raza que aún no sublima su más pura esencia por múltiples causales de orden social, político y económico, pero que en el camino irá adquiriendo forja e identidad, tal como lo hacen los inolvidables Carehuaco, Carmela, Jacinto y Eliseo, los Once Chavetas, los habitúes al Bar del Sastre y qué duda cabe, el personaje principal de todos los cuentos: el inconfundible Profe y su boina y zapatos marrones, pantalón beige y agenda de cuero verde, regalo de Carmela. Es el Profe quien logra arrancar con su sabiduría, cariño y paciencia las potentes historias a los personajes más disímiles como los que hemos disfrutado en los siete cuentos de Carrasco. 

A manera de epílogo anotaré que a lo largo de este hermoso volumen de cuentos permanece latente y dolorosa la herida principal que desgarra a la sociedad peruana real, no esa que se cuentan entre ellos mismos los malcriados ahijados del Marqués Lorcho. Comenzando por el niño norteño marginado con esa aleve maldad infantil por otros como él mismo, debido a las facciones de su rostro pre-hispánico, hasta el equipo de fútbol de los Once Chavetas, cruzando por la joven Carmela (huanuqueña, huaracina, huancaína, yungaína, puneña, con toda justicia neo-limeña) recuperada del alcoholismo por su fuerza de voluntad y el amor familiar, este volumen de cuentos arranca el velo con el cual el capitalismo de alta intensidad (implantado violentamente en el Perú hace casi 30 años) pretende ocultar nuestros rostros: seguimos todavía a una distancia sideral del pretendido paradigma integrador y optimista que planteara el Inca Garcilaso de la Vega hace más de 4 siglos. Ese sueño integrador de Garcilaso, convenientemente defendido por los que disfrutan de las gollerías de un sistema económico y un orden social injusto, asesino de las ilusiones de un pueblo de “hombres que aman y luchan llevados por un cruel destino”.

Comentarios

Rafael Inocente (Lima, 1969) Escritor peruano, autor de la novela “La Ciudad de los Culpables” (1° Ed. 2007, 2° Ed. 2012, Editorial Altazor), “Discursos contra la Bestia Tricéfala” (con Arturo Delgado Galimberti y Rodolfo Ybarra, 2009, Hipocampo Editores) y el libro de cuentos “No todas van al Paraíso” (Editorial Altazor, 2013). Colabora en la publicación electrónica Rebelión (www.rebelion.org)y en la Revista de IDL (Instituto de Defensa Legal), entre otras publicaciones digitales.

Cultura

IX Festival Nacional “Pianistas del futuro”

No te pierdas el festival que se realizará en Trujillo.

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Este importante Festival se vienen consolidado en un evento importante a nivel nacional, agrupando a entidades educativas de piano del Perú, donde niños y adolescentes, demuestran sus habilidades musicales a través de la interpretación de obras de grandes compositores: Mozart, Beethoven, Rachmaninov, Schubert, Liszt, Schumann, entre otros, reflejándose el trabajo en equipo que realizan pianistas, maestros y padres de familia.

Este festival brinda a los pianistas una experiencia de aprendizaje, enseñándoles sobre la preparación para una competencia, donde se enfrentan a un público y un gran jurado, además de una valiosa autosuperación la cual les permite a muchos pianistas llevarse a casa premios, para lograr esto implica muchas horas de práctica para dominar cada aspecto de las piezas musicales, asimismo les ayuda a crecer como músicos aprendiendo de sus errores, fallas, les ayuda a identificar problemas, trazarse metas y crecer de sus experiencias, los ganadores de este festival vienen participando en concursos internacionales y ganando interesantes premios.

Pueden participar de este Festival: niños y adolescente del Perú de 6 hasta los 17 años de edad, categoría A, B, C y D. Etapas: inscripciones hasta el 09 de junio Preselección-virtual y las etapas presenciales Semifinal y Final, el viernes 13 y sábado 14 de septiembre 2024, en el Teatro Municipal de Trujillo.

PREMIOS: Primeros Puestos:  Categoría, A: S/ 1,500.00, B: S/ 1,500.00, C: S/ 2,500.00 y D: S/ 4,000.00. Medallas, diplomas y 02 conciertos como solistascon dos orquestas sinfónicas en Trujillo y Lima.

Segundos Puestos:  A: S/ 800.00, B: S/ 800.00, C: S/ 1,000.00 y D: S/ 1,500.00. Medalla y diploma.

Terceros Puestos, categorías A, B, C y D: S/ 400.00, medalla y diploma.

PREMIO EXTRAORDINARIO: Premio “mejor interpretación de la música peruana”: S/ 500.00 soles, para categoría: B, C, D. Medalla y diploma y 02 conciertos como solistascon dos orquestas sinfónicas en Trujillo y Lima.

Mantener la continuidad por 10 años consecutivos de este proyecto musical ha sido difícil, pero se logra gracias al importante apoyo de la Municipalidad Provincial de Trujillo y personalidades amantes del arte: Aarón Miranda, Nina Pinillos, Piedad Aramburú, Enrique Goytizolo, Vicente Bustamante, Lura Mannucci, la Asociación Pro Música, Hotel Paraíso y Hotel Colonial, realmente estos apoyos son un ejemplo de colaboración pública y privada.  Así expresó la presidente de CEPROCUT Sra. Maruja Alemán.

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Cultura

Percy Murguía: acordes a la luz de una vela

Lee la columna de Hélard Fuentes Pastor

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Por Hélard Fuentes Pastor

Percy Murguía creció en un entorno familiar de mucha música, donde las reuniones se realizaban en medio de cantos y sus tíos las engrandecieron tocando una guitarra. Él, aún pequeño, los vio y no solo los admiró, también quiso imitarlos, darle continuidad a esa destreza con que sostenían el cuerpo y rasgaban las cuerdas de dicho instrumento, sin imaginar que sería el guitarrista más notable de su hogar.

― Mi papá y mamá no practicaban música, pero mis tíos sí tocaban. Mirándolos aprendí a los trece años ―comentó con entusiasmo el músico peruano que, además, recuerda haber estudiado apenas con la iluminación de una vela.

Aquellos tíos fueron Justo Murguía y Walter Escarza Murguía, quienes lamentablemente fallecieron. Ambos se volvieron su principal referente, dada la cercanía que tenían con su padre, Percy; no obstante, también los parientes de su madre, Gloria Huillca ―quien es natural de Tinta― tocaban música, pero él no los llegó a conocer en ese momento debido a la distancia geográfica entre Arequipa y Cusco.

― De mi abuelo de línea paterna decían que tocaba música, pero yo nunca lo vi y de parte de mi mamá, tampoco vi tocas a mis abuelos ―recordó Percy―. El instrumento que predominó en mi familia fue la guitarra y en otros la mandolina. 

La educación media fue esencial en su quehacer artístico, pues en el colegio N° 40381 organizaban veladas culturales, allí sus compañeros bailaban y él tocaba la guitarra, a veces junto a sus tíos y otros profesores. Aquellas presentaciones tenían una dinámica particular, no solo participaban en el distrito de Caylloma, donde nació, también visitaban pueblos aledaños: Orcopampa, Andahua, la Mina Bateas, Espinar, por mencionar algunos. Esas salidas se realizaron cuando ya estaba en quinto año de secundaria, con la finalidad de recolectar fondos para su promoción.

― Íbamos como una caravana artística, la Mina nos ponía el carro y nosotros cobramos entrada para recolectar fondos.

Esas veladas solían realizarse por la noche y generalmente en los últimos años de estudio. Unos cantaban, otros bailaban, recitaban poemas, en una dinámica sencilla y plenamente artística, pues no se bebía licor. Hoy en día, aquellas experiencias pasaron al recuerdo, pero en su memoria permanecen intactas como la enseñanza de sus maestros.

― Tuve como profesor de matemáticas a Jorge Concha Flores, quien era chuquibambino y tocaba guitarra. Él organizaba al grupo y nos llevaba. Pero todos los profesores colaboraron, los que sabían danza, etcétera. Tengo la dicha de encontrarme con mis maestros de primaria y de secundaria. Estoy en permanente comunicación con ellos. Siempre me dieron su apoyo.

Entonces, supo que la guitarra lo acompañaría el resto de su vida, pese a que a lo largo de su desarrollo musical llegó a utilizar como complemento la mandolina o el charango. El momento clave para ese profesionalismo fue el tránsito del colegio a los estudios universitarios, en los años 80.

― Cuando estaba estudiando todo iba bien, pero al terminar la secundaria, salí becado. Mi papá trabajaba en la mina, por lo que tenía una relación con los ingenieros y me dijo tú tienes que estudiar ingeniería. Vine a Arequipa a seguir mecánica eléctrica. Soy bachiller y me sentí obligado a elegir esa carrera.

Felizmente, cuando cursaba tercer año, se enteró de la existencia de la Escuela de Música en la Universidad de San Agustín. Es curioso, porque se integró a la estudiantina, donde conoció a un profesor que le dijo: «si tú eres bueno, por qué no estudias música». Se trataba del catedrático Óscar Bueno Ramírez. Y sin que sepan sus papás decidió postular e ingresó a dicha carrera profesional. Naturalmente, al enterarse, lo tomaron a mal, pensaron que Percy iba a dejar la ingeniería y hasta le llegaron a limitar el respaldo económico que recibió en los primeros años de su formación.

― Vivía con unos tíos y ellos le contaron a mis padres que estaba más con la guitarra que con los otros estudios ―contó su anécdota―. Ahora mis papás se sienten orgullosos y recién se dan cuenta de cuánto valía también la música, la cual es una profesión. 

En esta etapa ratificó su gusto por la música peruana, independientemente de que en los cinco años de formación universitaria, le inculcaron el género clásico; incluso, sostuvo que antes no había partituras de temas peruanos y la mayor dificultad fue adaptarse a cosas nuevas para él, a una técnica diferente hasta en el modo de tocar la guitarra.

― La técnica clásica que he aprendido en la universidad, ahora la he volcado a la música popular y es lo que me está dando éxito.

Percy tiene muy buenos recuerdos de su etapa juvenil. Aprendió mucho en manos de profesores como: Alejandro Dávila, Roxana Vento, Sócrates Díaz, entre otros; por supuesto, recibió mayor influencia del doctor Dávila, que siempre lo acompañó en su desarrollo profesional. Recuerda con cariño a la gente de la Tuna, donde conoció a Leoncio Barrenechea, cuando la integró los dos últimos años de estudios, y, en la estudiantina, a don Alberto Peña Rodas; allí participó más tiempo. Entonces, era rector Rolando Cornejo Cuervo, quien apoyó a los músicos:

― Me exoneró la matrícula, el comedor, todo gratis, con la condición de que toque en la tuna y la estudiantina. Participé en las actividades de la universidad.

― ¿Es difícil ser artista? ―pregunté.

― Es difícil porque muchas veces la gente te margina. No saben de qué estás hecho. Lo que llevas dentro ―respondió.

Percy ―que a la fecha tiene catorce discos y ha recorrido varias ciudades a nivel nacional y mundial― comentó que la música requiere disciplina, práctica constante, apertura. No hay día que deje de ensayar. Luego, poco a poco, alcanzó importantes logros, ganando la admiración de sus contemporáneos y rindiendo homenaje a quienes constituyeron un paradigma en su vida, como el maestro Raúl García Zárate, Pepe Torres, Manuelcha Prado, John Williams, Cholo Berrocal, José y Víctor Dávalos, entre otros.

― Cuando di mi primer concierto en Lima, Raúl García ya me había dado clases y asistió a mi presentación, no lo noté hasta que ingresó al camerino. Ha sido una gran alegría tener a un maestro, considerado el padre de la guitarra andina. Él nunca quería ir en taxi, siempre en bus y jamás dejó de hablar quechua.

― Hablando de estos temas, de la dimensión musical ―interrumpí―. Para ti, ¿qué define a la música arequipeña?

― El estilo del vals arequipeño, por ejemplo, no es bailable, es un vals romántico diferente al limeño. Un «Al pie del Misti» no lo puedes bailar; es netamente de salón, para escuchar. 

― ¿La música arequipeña es nostálgica?

― La nostalgia viene de la serranía. Yo he vivido eso y lo transmites.

El artista arequipeño ha llevado la esencia de su tierra a diferentes países. Ha recorrido Sudamérica, México, África, pero su mayor logro no está en los viajes, sino en academizar la música cayllomina con orquesta sinfónica, es decir, otorgarle un nivel académico. Esa propuesta se piensa difundir este año en Bolivia y Argentina.

― ¿Hasta qué punto podemos preservar los ritmos originales de nuestra música peruana? ―cuestioné recordando el debate en torno a la gran Yma Sumac.

― Yo también soy crítico como José María Arguedas, estoy en contra de que cambie la originalidad. Lo que trato de difundir es tal y como está; mantengo la autenticidad.

― ¿Y es permisible realizar algún cambio?

― Cuando es necesario, sí. Por ejemplo, si se orquesta alguna música popular es ideal realizar la introducción porque si no son muy monótonas. Se repite, se repite, se repite, por eso hay que estructurarlo un poco para que sea audible y no canse al público.

Finalmente, dialogamos sobre el aporte de la música local a la construcción de una identidad nacional y las reflexiones que Percy Murguía nos brindó, resultan, por demás, interesantes:

― Es un aporte porque la música arequipeña posee una identidad propia. Arequipa, inclusive, es la única región del Perú que tiene seis géneros musicales. No hay en Lima, pues solo está su marinera limeña, polca, vals criollo y su huayno. Puno dos: su marinera puneña y su huayno pandillero. Cusco similar. Mientras que Arequipa: vals y marinera arequipeña, pampeña, yaraví, huayno chuquibambino, cotahuasino, etc.; y en el Colca, la huayllacha, que estamos proponiendo como Patrimonio Cultural.

― La riqueza no solo es gastronómica, arquitectónica, si no musical ―reflexioné despidiéndome de aquel artista que conserva el espíritu de un niño, admirando a García Zárate, a Los Errantes; y que, de conocer a estas importantes figuras, de haber sido cargador de guitarra, pasó a compartir escenario con cada uno de ellos.

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Cultura

Los devaneos del poder y las ilusiones perdidas

Una entrevista realizada por Carlos Rivera

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Manuel A. Gago Medina (Huancayo, 1958) es un ingeniero   mecánico de la UNCP (Universidad Nacional del Centro del Perú) quien dice que sus únicas lecciones de lenguaje y literatura las obtuvo en el Colegio Salesiano con sus recordados profesores Jorge Nicho y Teófilo Acuña. Se mueve como pez en el agua pergeñando columnas de opinión en un conocido portal y dos diarios importantes.  Cayó seducido por una historia que lo llevó a escribir una potente novela política que nos conduce por vericuetos insospechados colmados de imágenes sugerentes y un placentero “clima narrativo” como diría el escritor y abogado Raúl Mendoza Cánepa. Aquí una pequeña entrevista:

¿Cómo nace el proyecto de tu novela El locutor tartamudo?

Hace 6 o 7 años colaboraba con una joven estudiante de ciencias de la comunicación. Fungía de extra en sus cortometrajes. Una tarde, después de filmar escenas en los arenales de la playa Santa María se me ocurre decirle por qué no hacia un corto de humor negro, sarcástico sobre la época terrorista, porque todo lo visto eran melodramas gastados. Andrea, mi amiga, me dijo haz el guion. Según yo, comencé a hacerlo. No era guion, pero con todo lo escrito y los continuos cambios, surgió la novela. 

¿Cuánto de testimonio personal podemos encontrar en tu obra?

Desde cuarto de secundaria estuve vinculado a la radiodifusión, e incluso fui parte de un noticiero matutino. Estaba enterado de lo acontecido. Por mi relación con la radio pude conocer todo tipo de personas. Algunos de ellos personificados en mi novela.

¿Qué hace un ingeniero en los fueros literarios?

Mi padre indujo a sus hijos a la lectura. Cuando era niño escuchaba cuentos infantiles en la radio. Aprendidos de memoria, los contaba a mis compañeros de clase. Asimismo, el profesor me hacía leer al frente del aula las composiciones, las tareas asignadas después de las vacaciones. Me gustaba mucho ser parte de los periódicos escolares publicados en murales. Cuando estuve en Madrid, mis compañeros de clase eran leídos. Y tenía que estar a tono. Para mi buena suerte, los hijos de un amigo, a escondidas me prestaban libros. Allí tuve tiempo suficiente para leer con sosiego.    

¿Qué autores influyen en tu novela o de tus proyectos literarios futuros?

Me gustan los autores historiadores (Ken Follet, Umberto Eco). Prefiero la lectura limpia. Soy de los que creen que no es necesario el uso y abuso de cierto lenguaje para resaltar una idea.

¿Qué significa para ti la política peruana?

La política, tal como se la pueda entender, no existe. Los intentos de Haya de la Torre de crear espacios para forjar líderes con conocimiento y valores, es una utopía. La política peruana es sinónimo de compadrazgos, amiguetes, aprovechadores, bases interesadas en proteger y lograr privilegios. Los políticos peruanos, con escasas excepciones, exhiben guapuras propias de esta sociedad de medio peso.   

¿Cuánto influyó tu papel de periodista o articulista en tu obra?

Bastante. Soy autodidacta en progreso. Hace más de 20 años, Willy Pinto Gamboa, profesor de la universidad San Marcos, corregía mis artículos frente a mí y tenía la paciencia de mostrarme mis errores. Fue muy generoso conmigo. Con Víctor Andrés Ponce, director de El Montonero, aprendí cuán rigurosos deben ser los editoriales y las columnas. Con ese conocimiento elaboré mi novela, muchas veces corregida y replanteada.    

¿Consideras que tu obra aborda las miserias del poder y la violencia política en el Perú de los últimos 50 años?

La docencia está presente en mi novela. Cuando escucho a lectores y escritores decir que no les agradan los textos que pretenden enseñar o guiar, les digo que es todo lo contrario. En El locutor tartamudo se aborda sin tapujos las miserias humanas, del poder y de la mala política peruana. Cuando trabajaba en radio aprendí que su principal función es entretener, educar e informar. Esa esencia fue trasladada a mi libro.      

¿Más allá de la ficción ves un mejor futuro en la política peruana?

Claro que no. Siempre pregunto en mis publicaciones qué cambia para bien en la sociedad para que cambie la política y el manejo del Estado. Y la respuesta es obvia: Nada. Los electores eligen mal, ganados por sus pasiones, por odios.  Además, con la anemia presente en el 50% de los niños, nos espera una sociedad cada vez sin desarrollo cognitivo suficiente para mejorar.  

¿Fuiste en algún momento fiel militante de alguna utopía política?

No he sido militante porque no recuerdo haber firmado padrones de militantes. Si he sido activista aprista en la universidad. Abandoné esa posición poco antes de acabar mis estudios. Volví al activismo después del 2000, cuando la persecución toledista se hacía descarnada y el fujimorismo se desbandaba. Como se cuenta sobre las catacumbas apristas me uní a un microscópico grupo clandestino. Desde entonces, hacemos esfuerzos por valorar todo lo logrado en los noventas. Después, ese microscópico grupo creció y volvieron los pesos pesados y oportunistas, y es cuando vuelvo a abandonar el activismo. Trato de ser ahora fiel militante de la letra y la palabra bien escrita y dicha, amparada en los hechos y no en las interpretaciones antojadizas.      

¿Qué mensajes nos puedes compartir para la juventud desde la lectura de tu novela?

Pocos jóvenes leen. Vender o regalar un libro no significa que será leído. Me apena cuando comparto con ellos y veo su escasa preparación en cuestiones políticas y sociales. Peor aun cuando los sonsonetes son repetidos como santas palabras. Es el resultado de la nula docencia social y política, la tarea de los partidos. Quisiera que esa “generación de cristal”, en un momento de iluminación, vea con buenos ojos mi novela. 

¿A qué personaje histórico admiras?

A Jesús, siendo el hijo de Dios y hecho hombre, es un personaje histórico único.

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Cultura

Martha Galdos, una voz en el espacio interior

Una entrevista realizada por Rodolfo Ybarra

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Martha Galdos es una cantante peruana de jazz y World music que vive y triunfa en Sao Paolo-Brasil. Ha trabajado con el artista portugués Luis Represas y el guitarrista de Amy Winehouse: Robin Banerjee; así como con el percusionista de Chick Corea y Esperanza Spalding: Richie Barshay. En 2016 representó al Perú en el Panamá Jazz Festival. Su canto se caracteriza por una voz melodiosa con matices agudos y un dominio escénico performático e hipnótico. Además de pertenecer a una familia de artistas, el pintor Enrique Galdos Rivas y la también cantante Blanca Galdos. Aprovechamos su presencia en Lima para hacerle esta entrevista sobre su canto y el trabajo de la voz.

-Cuéntanos, por favor, cómo ha sido tu evolución desde tu primer álbum Respiraré.

Respiraré representa la primera bocanada de aire como una creadora además de intérprete. Desde ya poder apropiarse de un tema, entenderlo y sentirlo es un desafío. Contamos en la historia con grandes intérpretes cuya versión de una música quedó para la posteridad. En mi caso fue atreverme a realizar arreglos musicales muy distintos a los originales. Para dar un ejemplo, un vals criollo en portugués (“Inocente amor” se la canté por teléfono a la propia Alicia Maguiña, que recibió bien la propuesta), un samba-jazz en festejo-jazz, entre otros. Hasta ahí hablamos de género o estilo musical. Siempre me llamaron la atención los arreglos complejos con ciertos desafíos vocales y las voces “trabalenguísticas”. Desde entonces, mi exploración personal fue hacia el lugar de la composición y la necesidad de expresar mi esencia desde la autenticidad, incluyendo la poesía.

-¿Cómo te ha ido con Aya T’ica?

Aya T’ica (flor ancestral o flor sabia en quechua) es una canción contemporánea latinoamericana con un significado universal: abrazar la vida, sentir la pulsión de ella. En esa búsqueda de una sonoridad propia, surgió un concurso por el Bicentenario de Chabuca Granda y decidimos participar. Entonces, al compartir algunos ingredientes como el landó, o el merengue venezolano (no es el dominicano, es un ritmo pegajoso pero diferente), Dante Ozzetti creó una música que evoca ancestro con un motivo constante en el bajo y percusión, una especie de shamanismo distintivo, y llamó a un letrista amazónico Joõazinho Gomes. Él encontró esa asociación entre el nacimiento del Rio Amazonas y Chabuca, ambos en Los Andes Peruanos, lo cual va trayendo una poesía epopéyica que asocia al Rio de Rios con la lágrima del Creador. Mi versión en español alimenta con otros términos como Altomisayuq o “sacerdote andino”. Lo que en portugués se denomina “Pajé”. La canción consta de tres partes y parece que hablará de los siete días de la creación y termina con la estrella de Belén. Las personas me preguntan “qué ritmo es” y me encanta no tener la respuesta.

El videoclip es otro viaje aparte (literalmente). Grabado con Iphone, una parte en el lecho de un río amazónico en Brasil durante la pandemia, con escenas de la Amazonía peruana y una parte en São Paulo, donde todo comenzó y desde donde evoco esa conexión con la naturaleza de la cual somos parte.

-El trabajo de la voz cantada implica un entrenamiento especial, cómo así también haces doblajes, imitaciones y hasta stand comedys. Esto es un don o es trabajo programático y esforzado.

Desde niña siempre tuve curiosidad y condición natural para imitar. En ese sentido podríamos señalarlo como un don. Ello me llevó a entender con el tiempo que es una facilidad para la profesión de locución y doblaje. Nunca he sabido contar chistes ni ser rápida para responder o ser sarcástica. Pero puedo imitar con facilidad una cantante, o contar un diálogo e imitar los gestos, voz e incluso asuntos que tocarían las personas que imito. Ahora soy clown en formación y sigo llevando cursos para poder estructurar mejor mis puestas en escena como stand up comedy. Son varios recursos, pero me gusta contar con una dramaturgia y un laboratorio para poder pulir y maximizar esas capacidades. De todos modos, este “don” me acompaña en mis shows, en mis trabajos y vida cotidiana.

-Este 18 de mayo te presentarás otra vez en Lima con el proyecto que has denominado “Volviendo”, cuéntanos al respecto. ¿Dejarás São Paulo para vivir en Lima?

Volviendo está en gerundio, porque volver a un país, a un lugar, toma un tiempo. Si bien regreso a mi tierra de nacimiento, fueron cinco años ininterrumpidos en Brasil. Siento que nunca dejaré de ser de alguna forma brasileña en parte. Al mismo tiempo nunca me sentí una peruana típica. Me siento del mundo, y creo que, dentro de nuestro propio país, que tiene pocos siglos de formado, hay varias nacionalidades, y me gustaría permearme más de ellas. Soy practicante de la “interculturalidad”. He decidido sí, que mi base sea Lima por ahora, sin que eso sea limitante para en un futuro poder trabajar algunas temporadas en otras latitudes. Los medios de comunicación actuales y la internet nos permiten ahora esa conectividad también.

“Volviendo” será una tertulia musical que tendrá dos partes, la primera con canciones escogidas vinculadas a mis viajes y exploraciones y una segunda donde compartiré composiciones, y con historias personales entre tanto y tanto. Les invito a mi universo ecléctico y a poder abrazarnos todos con la voz y las melodías que vendrán.

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Cultura

Eloy Jáuregui en su lugar

Eloy hizo del Queirolo su segundo hogar. Allí prácticamente habitó desde los años 70 con sus amigos poetas de HZ, según me lo recordó Oscar Queirolo. Allí yo solía encontrarlo, las veces que nos citábamos, en los últimos 20 años.

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Por: Edwin Sarmiento.

La fotografía de casi un metro de alto, de nuestro amigo Eloy Jáuregui, ya reposa en el lugar exacto que él quiso estar, en el Queirolo de sus amores, ubicado en la esquina de Quilca con Camaná, en el Cercado de Lima. Con el entusiasta auspicio de Oscar Queirolo, propietario del legendario restaurante-bar y la presencia de poetas del movimiento Hora Zero y de los miembros de la Tertulia del Chivo Castillo, fue develada la fotografía, por los periodistas Domingo Tamariz y Edwin Sarmiento. El rostro del poeta y prolífico cronista de impecable estilo había sido cubierto por una manta ayacuchana como expresión cultural de todas las sangres, como apuntó el poeta de HZ, Fernando Obregón. La ceremonia fue sencilla, pero de mucha calidez humana. Fue a la hora en que el lugar empezaba a poblarse por los comensales habituales del centro de Lima. Tamariz y Sarmiento recordaron pasajes de vida compartidos con el poeta, escritor, y cronista fecundo, compartidos a lo largo de casi medio siglo de trabajo periodístico, en distintas redacciones de la capital. Eloy fue un cronista muy querido por sus amigos, pero también visto con recelo por los envidiosos que no faltan. Él solía disfrutar, sin embargo, de unos y de otros. Para pintar al personaje que nos dejó los primeros días de enero del 2024, comparto las palabras de un amigo común, del poeta Miguel Silvestre, quien lo recuerda así:

En la redacción, en los almuerzos, en las enajenadas noches de bohemia dura, Eloy mostraba vereda y piso recorridos, lecturas y gusto omnívoro por la cultura. Leía de todo (su padre Néstor tenía un kiosco de libros en el Parque Universitario, y su mamá Juana lo alimentó con música criolla y tropical); lo oí en múltiples ocasiones hablar de Guillermo Cabrera Infante, José Lezama Lima y lo barroco; lo mismo que de Gabriel García Márquez, José María Arguedas, el Inca Garcilaso de la Vega o Guamán Poma de Ayala. Y en algunas ocasiones en los bares, en medio de los transportes y elevaciones de las bebidas, recordaba a César Vallejo de Intensidad y Altura en Poemas Humanos y decía: “Quiero escribir, pero me sale espuma, (…)/Quiero escribir, pero me siento puma; (…)”. Y seguíamos chupando. Amaba la música criolla, la música cubana, la música andina. Era un cultor de la salsa dura, el bolero, las diferentes vertientes de la mencionada raíz cubana.

Tenía su saoco para bailar. Paso chiquito, con elegancia, como se hace en la salsa de verdad. Y también le daba al canto. En medio de las conversaciones, hilando con el tema, metía a veces un bolero, un vals o un son, o un tema de Benny Moré. En los 80, después del cierre de edición, podíamos estar en el Pilsen de Jesús María, pasar a Las Pancitas de Quilca, el Queirolo del centro, la Máquina del Sabor de La Herradura, y terminar en la esquina de Abancay con Grau, en un restaurante con ventanales inmensos donde había unos lomos al jugo y unas chitas al vapor inconmensurables. Y harta chela. En ese momento, podían dar las 7 de la mañana. Y a las 9 a. m. o clock todos ya estábamos listos (y duchados) para un día más en la redacción. Siempre la música ha acompañado a Eloy Jáuregui. La Sonora Matancera, Benny Moré, Olga Guillot, Los Embajadores Criollos, Los Shapis, Chacalón, La Flor Pucarina, la Fania, Willie Rosario, Ray Barreto, Ángel Canales, Héctor Lavoe, Rubén Blades, Justo Betancourt, Irakere, Van Van. Manolito Simonet, Isaac Delgado, y un larguísimo etcétera.

Eloy hizo del Queirolo su segundo hogar. Allí prácticamente habitó desde los años 70 con sus amigos poetas de HZ, según me lo recordó Oscar Queirolo. Allí yo solía encontrarlo, las veces que nos citábamos, en los últimos 20 años. Ni los niños pirañas que atacaban en mancha por la calle Quilca y aledaños en los años 80, ni los apagones de todas las noches que los terroristas ocasionaban en Lima, ni la ausencia de sus amigos poetas, músicos, artistas y periodistas que fueron dejando el Queirolo en esos años aciagos, hicieron que Eloy dejara de ir a este lugar que para él representaba la vida misma. Por esos años su amistad con Oscar Queirolo creció y se robusteció, tanto que cuando el poeta cayó postrado, al borde de la muerte, atacado por el Covid-19, Oscar le llevaba a su casa un buen sancochado, para que su debilitado cuerpo se recupere, según me decía Eloy. Para recrear la relación de Eloy con el Queirolo de Quilca con Camaná, voy a compartir pasajes de una crónica escrita con la belleza y frescura que da la edad de un grupo de estudiantes del Quinto Ciclo de periodismo de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas:

El movimiento artístico que reunía poetas, músicos, narradores y demás integrantes de Hora Zero tenían dos hogares: la vivienda de cada uno y el Queirolo. Era su paradero ideal. Óscar Queirolo, el actual propietario del restaurante-bar junto con sus hermanos, jamás los olvidará. Eran chicos de 20 años, muchos de origen provinciano, que iban todos los días al bar, con o sin dinero; pero siempre terminaban con un cuba libre y otros piqueos en su mesa. ¿Recitaban en público? Casi nunca. Siempre a un miembro de Hora Zero le tocaba invitar. Eloy Jáuregui, Miguel Burga, Carlos Ostolaza, Jorge Pimentel, Tulio Mora y muchos otros artistas llegaban al bar al mediodía y tras acalorados debates de política, poesía, películas y libros se retiraban antes de la puesta del sol. Óscar y Eloy recuerdan que en el bar no se escribía; en el bar se debatía.

La familia Queirolo, dueña del bar, tiene raíces en Génova, Italia. En 1920, se abrió el local con el nombre La Florida. Recién en 1958, con el padre de Óscar como dueño, se cambió al nombre actual: Bodega Queirolo. Desde ese entonces, se ha puesto mayor énfasis en la venta de tragos y comidas para dejar completamente de lado los abarrotes. Ahora, Óscar y sus hermanos son los propietarios. El Queirolo es un templo de la sabiduría, no del alcohol. «En los bares de Lima de mediados del siglo XX uno conversaba, codo a codo, con grandes intelectuales de la época como Pablo Macera, Luis Lumbreras, Martín Adán y Raúl Porras Barrenechea, y así uno se formaba una concepción del país», dice Eloy Jáuregui. El cronista tuvo dos escuelas en la década de los 70: la Universidad Mayor de San Marcos y el bar Queirolo. Del primero no se acuerda nada; del segundo, casi todo. Los poetas de Hora Zero aprendieron de literatura, arte y política en un bar que no te hacía perder la conciencia.

En el acto de develación de la fotografía de Eloy, se hicieron presentes los miembros de la Tertulia del Chivo Castillo, Domingo Tamariz, Justo Linares, César de los Heros, Mariano Bailón, Henry Aragón, Edwin Sarmiento y los poetas Fernando Obregón y Hernán Flores.

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Cultura

Contraloría detectó graves irregularidades en contratación de Joinnus

El contundente Informe de la Contraloría halló irregularidades cometidas por los funcionarios Teresa Zenaida Quiroz Silva, José Antonio Vargas Oropeza y Walter Santos Galdós Morales, de las oficinas de Administración y Abastecimiento del Ministerio de Cultura. Asimismo, se recomendó a la ministra Leslie Urteaga que realice el deslinde de responsabilidades correspondientes.

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Tras las diversas denuncias del presunto lobby que se habría realizado desde el despacho de la ministra de Cultura Leslie Urteaga Peña para favorecer a la empresa Joinnus de Credicorp, y tras los informes reveladores del Órgano de Control Institucional adscrito a la Contraloría General de la República, que evidenciaron graves irregularidades en el servicio de la venta de entradas a Machu Picchu y tras el informe de Osce, que confirma que el contrato firmado con Joinnus fue irregular; por lo visto, la Contraloría continúa hallando más perlas negras en dicha contratación.

El informe de Control Específico N° 015-2024-2-5765-SCE ratifica que la contratación de servicios de la empresa Joinnus es irregular, porque luego del riguroso trabajo del Órgano de Control Institucional, se halló hechos irregulares precisamente en la contratación de servicios para la venta de boletos electrónicos para el ingreso a 23 espacios culturales.

¿Cuál fue específicamente el hecho irregular?

El Ministerio de Cultura contrató el servicio de gestión de venta de boletos electrónicos para la entrada a 21 espacios culturales, mediante dos órdenes de servicio, por montos que no superaran las 8 UIT, considerando un valor estimado que comprendía únicamente el servicio de alquiler de la plataforma tecnológica y la gestión de pagos, sin contemplar el importe estimado por comisiones de dicha venta, que implicaba ejecutar procedimientos de selección en el marco de la Ley de Contrataciones del Estado y además se suscribió una adenda para incluir 2 espacios culturales, a pesar de no contar con debido sustento, afectando de esa manera la legalidad de un procedimiento administrativo, limitando así la participación de otros postores.

Aquel servicio de control especifico comprendió el periodo de 1 de junio de 2023 al 31 de enero de 2024 y corresponde al análisis de la documentación desde el requerimiento de gastos de servicios presentado por la Oficina General de Administración, hasta la emisión de las órdenes de servicios n° 03480-2023-S del 4 de agosto de 2023, y la n°04938-2023-S del 18 de octubre de 2023; la revisión y análisis de la documentación que sustenta la suscripción de las Adendas n° 1 y la n° 2, del 7 de noviembre de 2023 y 19 de enero de 2024, respectivamente, y finalmente, a la Contratación realizada con la Orden de servicio n° 003480-2023-S; así como la documentación existente en los archivos de la sede principal del Ministerio de Cultura, en San Borja, Lima.

Informe de Contraloría deja sin piso a ministra Leslie Urteaga Peña.

Los 21 inmuebles prehispánicos, museos e instituciones Museables que obtuvieron recaudación por venta de boleto electrónicos son:

En Lima, El Museo de Arte Italiano, Monumento Arqueológico y Museo de Sitio de Pachacamac y el Monumento Arqueológico Caral-Supe.

En Ancash, el Monumento Arqueológico Chavín de Huántar y el Museo Nacional Chavín.

En Cajamarca, el Circuito Turístico Urbano comprendido por el Cuarto de Rescate, la Iglesia de Belén, el Museo Arqueológico y Etnográfico del Conjunto Monumental Belén. También el Sitio Arqueológico de Ventanillas de Otuzco y el Monumento Arqueológico Cumbe Mayo.

En Ica, el Boleto Turístico Parcia Aéreo de las Líneas y Geoglifos de Nazca, la Torre Mirador Líneas de Nazca y el Museo Arqueológico Tambo Colorado.

En Puno, el Monumento Arqueológico Sillustani, el Monumento Arqueológico y el Museo Lítico de Pukara.

En Lambayeque, el Museo Tumbas Reales de Sipán, el Monumento Arqueológico y Museo de Sitio Túcume, el Monumento Arqueológico Nacional Bruning y el Museo Nacional de Sicán.

En La Libertad, el Complejo Arqueológico y Museo de Sitio de Chan Chan, y el Complejo Arqueológico Huacas del Sol y la Luna-Moche. 

y en Ayacucho, el Sitio Arqueológico de Intihuatana-Pomacocha y el Museo Yacimiento Arqueológico y Museo de Sitio Wari.

El total de recaudación en estos 21 espacios culturales, dependencias del Ministerio de Cultura durante el 2022 fue de S/8 186 203.20. A partir del cual la comisión de control realizó el calculo proyectado con el porcentaje estimado de 4,2% de comisión ofertada por Joinnus SAC, obteniendo el importe de 343 820.53, por cierto, un monto que resulta de 8 UIT (39 600 soles); y ese gasto por comisiones de ventas no fue incluido como criterio para la determinación del valor estimado de acuerdo a los TDR.  

Cuadro n° 5 (Recaudación por venta electrónica de boletos de 21 espacios, durante 2022)

Adenda incluyó dos espacios culturales adicionales en Kuélap y Cusco

El 07 de noviembre de 2023 el director de la OAB/Mincul, Walter Santos Galdós Morales en representación del Ministerio de Cultura y la empresa Joinnus SAC suscribieron la Adenda N°01 a la Contratación realizada por servicio de implementación de Plataforma Tecnológica Virtual para los Visitantes de Bienes Inmuebles Prehispánicos, con el fin de modificar el punto 8 “Plazo y Lugar de ejecución del servicio”. Y en la misma se establece que: Adicionalmente, el servicio contratado se ejecutará en los siguientes sitios culturales:

-Kuélap

-Cusco, al cual se considerará una comisión de 3.9% y para los demás espacios culturales se mantiene el 4,2%.

De acuerdo a las necesidades del Ministerio de Cultura se podrá ampliar el servicio de la implementación de la plataforma digital a otros espacios culturales, previa comunicación de la Oficina de Administración, de ser el caso.

Conclusiones

Como resultado del servicio de Control Especifico a Hechos con Evidencia de Irregularidad practicado al Ministerio de Cultura, el órgano de la Contraloría concluye lo siguiente:

Que los funcionarios de la Oficina General de Administración y Oficina de Abastecimiento del Ministerio de Cultura, tramitaron la contratación de dos servicios vinculados con la gestión de venta de boletos electrónicos para la entrada a 21 espacios culturales, los cuales fueron formalizados  como contrataciones menores o iguales a 8 Unidades Impositivas Tributarias (UITs), mediante la emisión de 2 órdenes de servicios del 4 de agosto de 2023, y a su vez la Oficina de Abastecimiento determinó el valor de dicho servicios sin tomar en cuenta como criterio adicional el porcentaje de la comisión por entrada vendida y transacción efectuada, a pesar que ambos conceptos son fondos públicos.

Recomendación

A la señora Ministra de Cultura realizar las acciones tendentes a fin de que el órgano competente efectué el deslinde de las responsabilidades que correspondan. En especial a Teresa Zenaida Quiroz Silva, Directora del sistema Administrativo IV de la Oficina General de administración; José Antonio Vargas Oropeza Director del Sistema Administrativo III de a Oficina de Abastecimiento de la Oficina General de Administración y Walter Santos Galdós Morales Director del Sistema Administrativo III de la Oficina de Abastecimiento de la Oficina General de Administración.  

Con este contundente informe se concluye que la contratación de la empresa Joinnus se realizó de manera irregular. La ministra de Cultura Leslie Urteaga deberá explicar porque se buscó beneficiar a la empresa de Intercorp.

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Cultura

Chicha y ron, una historia de chanchos

Dramaturgia y dirección de Patricia Montero

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El Centro Cultural de la Universidad del Pacífico y LA FLECHA estrenarán el próximo sábado 04 de mayo la obra de teatro para toda la familia Chicha y ron, una historia de chanchos, dramaturgia y dirección de Patricia Romero, con un el elenco conformado por Claudio Calmet, Pedro Pablo Corpancho, Joaquín Escobar, Valquiria Huerta y Astrid Villavicencio.

Chicha es un cerdito que sueña con ser nadador. Un día, Chicha salva a una gallina de morir ahogada, lo que hace que se corra el rumor de que es un prodigio de la natación. La noticia llega a oídos de Ron, un cerdo que lidera la revolución porcina contra la opresión humana. Ron decide liberar a Chicha de su cautiverio y llevarlo a participar en un concurso de natación. Su plan es que Chicha gane el primer premio y demuestre al mundo que los cerdos son dignos de respeto. Chicha emprende una aventura junto a Ron. En el camino, se encontrarán con muchos obstáculos, pero también con grandes aliados. Por un lado, conocerán a Titino, un simpático perrito que les ofrecerá su piscina para que Chicha pueda entrenar. Pero también tendrán que enfrentarse a Fifí, una gata malvada que hará todo lo posible por sabotear su plan. ¿Podrá Chicha cumplir su sueño? ¿O se rendirá ante las dificultades y los peligros?

“Dirigir esta obra ha sido un viaje precioso. Los actores han dado vida a personajes entrañables que conducirán a los niños a vivir divertidas aventuras. Usando la creatividad, transformamos objetos simples en montañas, túneles y piscinas. Utilizamos títeres y teatro de sombras para transportar a los pequeños a diferentes lugares en un abrir y cerrar de ojos. Los personajes cantan en vivo, y sus pegajosas canciones harán que los niños quieran bailar y cantar junto con ellos. Hemos creado un universo muy divertido con un hermoso mensaje, para que grandes y chicos se enternezcan y disfruten al máximo”, nos comenta la directora y dramaturga Patricia Romero.

Con este montaje, Centro Cultural de la Universidad del Pacífico inicia la temporada 2024 para toda la familia. Chicha y ron, una historia de chanchos se presentará en el Teatro de la Universidad del Pacífico, ubicado en el Jr. Luis Sánchez Cerro 2121, Jesús María. Las entradas están a la venta en Joinnus. Las funciones son los sábados y domingos las 4:00 p.m. Estacionamiento gratuito sujeto a disponibilidad.


INFORMACIÓN IMPORTANTE

  • CHICHA Y RON, UNA HISTORIA DE CHANCHOS
    Dramaturgia y dirección: Patricia Romero.
  • ELENCO: Claudio Calmet, Pedro Pablo Corpancho, Joaquín Escobar, Valquiria Huerta y
  • Astrid Villavicencio.
  • Temporada: del sábado 4 de mayo al domingo 21 de julio. 
  • Días de función: sábados y domingos a las 4:00 p.m.
  • Lugar: Teatro de la Universidad del Pacífico (Jr. Luis Sánchez Cerro 2121, Jesús María).
  • Venta de entradas: Plataforma web Joinnus exclusivamente. Boletería no disponible en el teatro.
  • Link de venta: 
  • https://www.joinnus.com/events/theater/lima-chicha-y-ron-una-historia-de-chanchos-60922
  • Preventa: hasta el 3 de mayo. Válida para las funciones del 4 al 26 de mayo.

PRECIO PREVENTA: 

Adultos: S/35.00

Estudiantes y niños: S/20.00

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Cultura

Lomas El Mirador, trekking, rapel y aventura en un lugar que espera ser redescubierto por todos los turistas en SJL

Un lugar autogestionado por sus propios vecinos que de la mano de Jorman Cabello ofrecen en las lomas horas de aventura extrema en medio de la naturaleza.

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Verano, cae la tarde en el distrito más poblado del país. Quinientos años antes los habitantes de la serranía surcaban caminos empedrados y agrestes llevando productos típicos de las alturas, hasta llegar a lo que hoy son conocidas como las lomas El Mirador, para luego seguir su camino cuesta abajo. En lo alto, donde ahora se levanta una torre de electricidad, el antiguo hombre observaba por el Este la vastedad del valle de Lurigancho (o Rurincancho, como se conocía antes de la colonización), llena de vegetación, bosques y riachuelos; y por el Oeste el mar recibiendo a un anaranjado sol. Esa espectacular vista ahora ha variado en uno de sus lados; hace como quinientos años, desde lo más alto de la ciudad el aventurero aún puede contemplar el más bello y sonrojado atardecer, divisando a lo lejos los barcos y a los aviones elevándose por encima de las nubes.

Durante los siglos y decenios el ser humano se ha encargado de ir transformando lo que antes era espacio y dominio de la naturaleza, de los animales silvestres y del fluir del agua que caía libre de las quebradas de ese distrito. Mantener uno de los pocos espacios naturales resulta una batalla titánica, ya sea por los invasores de terrenos, por una ciudad que poco a poco va creciendo de manera frenética y acelerada, pero que en cada estiramiento ignoran lo que antes ahí había. Afortunadamente existe la organización ambientalista “Haz tu mundo verde”, en cooperación de todos los vecinos de las lomas El Mirador, se encargan, contra viento y marea, de preservar ese mágico lugar oculto por el tiempo y también por sus autoridades, limpiando la zona de desechos, llenándola de color, y sobre todo difundiendo para que no solo los vecinos de San Juan de Lurigancho (SJL), sino también turistas nacionales y extranjeros, vayan a conocerla.

Durante mi última visita a las lomas tuve la oportunidad de conversar con Jorman Cabello Arzapalo, director general de la organización ambientalista, quien muy amablemente me contó sobre la historia del distrito, el compromiso que tiene por conservar las lomas, y los proyectos a futuro que se vienen, eso sí, todo a favor del propio vecino luriganchino.

En primer plano, Jorman Cabello, y de fondo el distrito de SJL.

Desde lo alto de una gigantesca piedra, donde se ubica uno de los extremos del puente colgante que puede ser disfrutado por todos los visitantes, Jorman nos ve subir con esfuerzo la gran escalinata colorida construida por todos los vecinos. Ya en el primer punto, nos va explicando la importancia que tenía ese pasaje natural en la antigüedad, sobre el paso de los chivateros, las huacas olvidadas por el Ministerio de Cultura pero que antes eran centros administrativos, religiosos, o de recolección de los Rurincancho; el esfuerzo que viene realizando, junto con historiadores, antropólogos como Julio Abanto, y muchos ambientalistas en dotar de identidad al nuevo habitante de SJL, haciéndoles conocer la historia del distrito para que de alguna manera se vayan borrando prejuicios.

Así como las lomas de Lachay (Huaura) o de Lúcumo (Pachacamac), las lomas El Mirador (ubicada entre el límite de SJL y El Rímac) ofrece un día lleno de aventura y deporte extremo, pues los visitantes pueden realizar una buena y extensa caminata por las lomas, apreciando el atardecer durante la temporada de verano o caminando entre la vegetación en invierno, para luego animarse a cruzar por el puente colgante; o para los más intrépidos también existe la opción de hacer rapel.

Para llegar a las lomas El Mirador el visitante puede bajar en la estación del tren ‘Los Postes’ y de ahí tomar una moto que les lleve hasta la misma puerta que da inicio a la caminata, en el pueblo joven Nuevo Perú. Para mayor información y reserva de entradas para una visita guiada al número: 977 694 111.

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