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Cultura

Fritz Zorn, el escritor educado para la muerte

En algunas ocasiones la enfermedad y la muerte funcionan como herramientas para la construcción de discursos narrativos y/o testimoniales muy polémicos. Esta escritura puede girar en torno a distintos fines, especialmente en lo terapéutico y lo confrontacional.

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En lo que corresponde al primero, podemos tomar como ejemplo al español Francisco Umbral, quien escribió en su libro titulado “Mortal y rosa” el recuerdo fresco y doloroso de la enfermedad y muerte por Leucemia de su hijo de cinco años. Otro caso trágico es el de la escritora norteamericana Joan Didion con “El año del pensamiento mágico”, libro que empezó a escribir a los pocos días después del fallecimiento de su esposo, el también escritor John Gregory Dunne; y “Noches azules”, en el que narra la lenta agonía de su hija Quintana. Estos testimonios, que exploran y ahondan sobre la muerte de un ser amado, funcionan como formas de liberación del dolor y del sufrimiento, una manera de autoterapia para regular las emociones negativas.

Respecto al fin confrontacional, el caso más especial y controvertido es el de Fritz Zorn, seudónimo de Fritz Ang, escritor clandestino y profesor de idiomas que empieza a escribir su biografía después que es diagnosticado con cáncer. Esta obra de carácter “autobiográfica”, no es más que documento clínico sobre la historia de un enfermo terminal de cáncer, en el que elabora una ácida crítica hacia su formación familiar y educativa, el contexto social y económico, Dios y la religión, la muerte prematura y hacia sí mismo, buscando liberarse de los agobiantes recuerdos de un pasado infeliz e insípido. Caso muy parecido al de la hija adoptiva del escritor chileno José Donoso, quien se suicida después de haber revelado los secretos más íntimos de sus padres en el libro “Correr el tupido velo”.

Estos testimonios, en lugar de buscar el sosiego, terminan por alterar los nervios y, quizás, tergiversar los propios recuerdos. Tal como lo menciona Zorn:

“Escribir mis recuerdos no me ha deparado la calma, sino, al contrario, una agitación y una desesperación más aguda”.

Una de las cualidades más honestas y humanas de las personas es el miedo a morir, si nadie nos prepara para la muerte de alguien que amamos, mucho menos alguien está preparado para afrontar su propia muerte. Solo los valientes saben como afrontarla y retarla. Es el caso de Fritz Zorn que, como ya se ha mencionado en el párrafo anterior, decide volcarse a la escritura de su propia historia para confrontar y denunciar algunos aspectos de su vida que, según su creencia, determinaron y confabularon la aparición del cáncer. Justamente el objetivo de este texto es comentar este libro polémico que se publicó con el título: “Bajo el signo de marte”. Oscura premonición bélica.

Fritz Zorn fue un joven rico, culto, infeliz, depresivo e hijo de una de las familias más acomodadas de Suiza que falleció a los treinta y dos años por culpa del cáncer o de un linfoma maligno a finales de 1976. Padecer esta patología le sirvió como punto de partida para emprender una lucha titánica contra sus recuerdos y su identidad misma. El ejercicio de la escritura le ayudó a desnudar su alma, que, según se da a entrever, está llena de ira y remordimiento contra su propia familia.

Esta relación hogar-hijo es una parte muy importante en el libro, pues para el narrador, sus padres y la educación que recibió son los culpables directos de la aparición de un tumor cancerígeno en el cuello, producto de sus “lágrimas tragadas”. Esta expresión es muy importante porque da a entrever dos cuestiones: la aparición del sufrimiento solitario y el sentido fantasioso de la enfermedad.  Todo ello debido a una depresión que lo aquejó desde la adolescencia y que no supo contrarrestarla a tiempo.

“…todas las lágrimas que no había llorado y no había querido llorar durante mi vida se habían amontonado en mi cuello y habían formado ese tumor porque no habían podido cumplir con su verdadero destino, el de ser lloradas”.

De la misma manera, utiliza una subjetividad hiperbólica para definir al cáncer que padecía:

“Yo creo que el cáncer es una enfermedad del alma que hace que aquel que devora toda su pena sea devorado a su vez, al cabo de cierto tiempo, por esa misma pena que vive en él”.

“Bajo el signo de marte”, publicada en 1977 por una editorial alemana, está dividida en tres partes: “Marte en el exilio”, “Última necat” y “El caballero, la muerte y el diablo”. En ellas se evidencia la búsqueda del protagonista hacia el origen de su problema, las repercusiones de una incapacidad crítica y la ansiedad por seguir viviendo, tal como lo afirma en sus palabras finales:

“Yo todavía no he vencido aquello que estoy combatiendo; pero tampoco estoy vencido y, lo que es más importante, todavía no he capitulado. Me declaro en estado de guerra”.

En este libro estremecedor el lector puede encontrar distintos elementos temáticos que giran en torno a la enfermedad. El primero que se nos presenta es su pasividad ante la sociedad, producto de un hogar burgués que vive tras las apariencias de “la familia modelo”. Ello ocasiona un abismal distanciamiento psicológico entre la niñez, la adolescencia y la juventud de Zorn, ya que mientras más se aproxima a los treinta y dos años, más consciente es respecto al papel de su vida en este teatro de sombra que es la vida burguesa.  

Según su testimonio, la pasividad que ha pesado en sus treinta y dos años se debe al encubrimiento de una vida carente de acción, anulando la transgresión como elemento vital para el desarrollo reflexivo y crítico. Para su familia, el silencio y el “orden burgués” son necesarios para mantener el decoro y el respeto ante las demás familias pertenecientes al mismo statuo quo. Asimismo, menciona que pertenecer a una clase adinerada no es sinónimo de tener una vida apropiada, algo totalmente discutible, pues a pesar de todo lo crítico que Zorn es con su familia, hay que tener en cuenta que nunca le llegó a faltar una casa, buena vestimenta y una aceptable cantidad de dinero que derrochó en su etapa universitario, además de la cuantiosa herencia que recibió.

Es casi imposible tener un juicio definitivo sobre la relación entre Zorn y su familia, ya que solo se conoce su versión, además de que cuando empezó a escribir sus recuerdos el padre ya había muerto. Es imposible no recodar al Franz Kafka de “Cartas al padre”.

Aquí algunas citas que reflejan sus lamentos ante una vida monótona y pasiva:

“Mi mundo juvenil fue un mundo más que feliz y armonioso, entonces tiene que haber sido falso y mentiroso en sus bases”.

“Hoy tengo la certeza de que en mi juventud no aprendí a tener a tener una opinión propia: solo aprendí a no tener opinión propia”.

Esta pasividad ante la vida lo hereda de su propio hogar, como ya se ha mencionado anteriormente, ocasionando un sentimiento negativo ante sus padres. En su libro despotrica contra ellos ¿algo justo o injusto?, pero sobre todo de su padre, llegando mencionar que siempre estuvo muerto para él o que en realidad fue alguien que nunca existió. Sobre su madre da a entender algo no menos polémico, al asemejarla a una anciana agradable que vive en la Orilla Dorada de Zúrich, y con quien le parece francamente ridículo emparentarlo. Incluso casi al final del libro menciona que alguna vez soñó con matarla.

“Soy el hijo neurótico de un padre neurótico y de una madre neurótica; mi familia es para mí la quintaesencia de todo aquello de lo que yo abomino, y sin embargo, como miembro de esa familia, soy necesariamente un neurótico…”

A todo esto, habría que añadir otro elemento temático que configuró su falsa personalidad: la educación. Zorn menciona que en los estudios siempre fue un alumno que cumplía responsablemente con sus actividades, pero que no lo hacía con el objetivo de tener una vida profesional exitosa, sino que simplemente le daba pavor ir contra las reglas establecidas y alterar la normalidad. La relación con sus compañeros era insustancial y lejana. La educación recibida, calificada como “mala” por él, es uno de los motivos que generaron su enfermedad.

“Me parece justo decir que el mal causado por una educación errónea es a veces tan grande que puede manifestarse también bajo sus formas extremas (como parecería ser mi caso) en enfermedades provocadas por una neurosis, por ejemplo el cáncer. ¿Sobreviviré a esta enfermedad? Por ahora no lo sé.  En el caso de que muera se podrá decir de mí que fui educado para la muerte”.

Da la impresión de que Zorn altera sus recuerdos e introduce sus propios criterios fantasiosos que le sirven como excusa para justificar su temerosa vida:  

“Toda mi vida fui buen educado y gentil y esa es la razón de que desarrollara un cáncer. Y está bien así. Yo creo que cualquiera que haya sido toda su vida bien educado y cortés no merece otra cosa más que contraer un cáncer”.

Otro elemento interesante y no menos polémico es la sexualidad. Según lo que testimonia Zorn, murió sin conocer el amor y las relaciones sexuales, pero no por el rechazo de las mujeres, sino por su propia incapacidad para desear carnalmente a otra persona. La dificultad con las mujeres, antes que física, consistía en una “impotencia del alma”, lo cual lo lleva a una severa depresión, afirmando que la incapacidad sexual es lo que más le ha causado daño. Otra característica que lo emparenta a Kafka.

Fritz Zorn tenía castrada el alma.

“La sexualidad no formaba parte de mi mundo, ya que la sexualidad encarna la vida y yo había crecido en una casa donde la vida no estaba bien vista, pues entre nosotros se prefería ser correcto a vivir”.

Fritz Zorn.

Leonard Bankhead, personaje de la novela “Trama nupcial” de Jeffrey Eugenides, es un brillante estudiante de ciencias que padece de depresión, lo cual lo conduce al consumo de un excesivo número de medicamentos para calmar su ansiedad y angustia. Todo ello termina por destruir su relación amorosa y una prometedora vida profesional. En este libro se busca describir a una persona clínicamente deprimida, mencionando que el cerebro deprimido envía una señal de que se está muriendo al cuerpo, esta la recibe y lentamente empieza a debilitarse, por ende las personas que sufren de esta patología andan siempre andan desanimadas y cansadas.

Utilizo esta referencia porque la depresión es una de las causas de la aparición del cáncer en la vida de Fritz Zorn, y que además se parece a lo que opina en su libro:

“Todos saben qué es la depresión: todo es gris, frío y vacío. Nada produce alegría y todo lo doloroso provoca un dolor exagerado. Se pierden las esperanzas y no se ve nada más allá de un presente desdichado y privado de todo sentido”.

La depresión le ocasiona angustia y desesperación, siente que su cuerpo erupciona en su interior y que no le da tregua. De noche no puede dormir, gime, grita, da círculos alrededor de su habitación, pensando en cosas negativas e insultando las paredes para calmar todo lo que lleva dentro. Su cuerpo es sacudido bruscamente por el dolor, pero lo que más le duele es el alma por haber desperdiciado sus tres décadas de vida en la simple monotonía. Al final, cuánto más se conoce, más rápido llega a la conclusión que siempre fue alguien destruido, envejecido, quebrado, castrado y deshonrado.

El texto autobiográfico no solo permite conocer los abismos de su personalidad, sino que ayudan a comprender el contexto en el que estaba inmerso. Su entorno social es muy crítico ante el pensamiento comunista, considerando a Rusia como un lugar casi terrorífico. Él se deslinda de este vacuo pensamiento, pero con un sentido rebelde y crítico ante la burguesía antes que ideológico.  Se podría decir que su doloroso testimonio agrupa dos conciencias, uno personal y otro histórico. Gadamer mencionaba que la escritura de un texto personal da pautas para una configuración histórica que permite entender los avatares de un tiempo en el cual, el autobiógrafo es contemporáneo.  Cuestión importante ya que el relato sobre una experiencia personal ayuda a establecer una interpretación de la realidad histórica en que se vive.

La historia de Zorn es parecida a la de muchas personas que vivieron y aún viven tras la sombra de las tristes apariencias y del miedo a actuar en una sociedad que se posesiona de todo, teniendo como base la falsa idea positivista del progreso de la segunda mitad del siglo XX.  Los últimos meses de vida y la aproximación de la muerte le ayudaron a reflexionar sobre todo ello, lamentablemente las fuerzas ya no le dieron más, pero aun así me atrevería a decir que tuvo una muerte muy decorosa y, sobre todo, lúcida. Se podrían nombrar otros elementos temáticos preponderantes en este libro autobiográfico, como por ejemplo: el nihilismo y su relación con el pensamiento religioso. En las últimas páginas nombra a Dios para desafiarlo y afirmar que siempre quiso ser alguien precipitado a los abismos infernales de las tinieblas.

Para finalizar una última cita donde describe su propia vida:

“Esta es mi vida. Yo creí en el mejor, el más sano, el más armonioso, el más estéril y el más falso de todos los mundos; hoy me encuentro frente a un montón de ruinas”.

Fritz Zorn es un universo plagado de dolor e infamia. Léanlo, os sacudirá los nervios y las fibras más íntimas.

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Joe Guzmán Rodríguez. (Trujillo, 1991) Docente. Estudió la carrera de Educación Secundaria, en la mención de Lengua y Literatura, en la Universidad Nacional de Trujillo. Autor de El devenir de lo incierto (Paloma Ajena Editores, 2014). Segundo (2010) y primer (2012) puesto en los Juegos Florales Interuniversitarios de la Universidad Nacional de Trujillo; segundo puesto en el Concurso Nacional de Relato Corto “A toda página” de El Cultural (2012); y menciones honrosas en el Concurso Nacional de Poesía (2016) organizado por la Feria Internacional del Libro de Trujillo, el II Concurso Nacional de Poesía Huauco de Oro (2017) y el XVII Concurso Nacional Juvenil de Cuento “Germán Patrón Candela” (2017)

Cultura

FIL de Lima, en la cola de las ferias del libro de la región [VIDEO]

Una comparación de la Feria del Libro de Lima con otras ferias de la región. Aquí el resultado.

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Las ferias del libro son eventos culturales temporales dedicados a la exposición, venta y promoción de libros. Se realizan en lugares públicos como centros de convenciones, plazas o escuelas, y reúnen a editoriales, librerías, escritores, lectores y profesionales del mundo del libro.

Hay muchas ferias del libro importantes en todo el mundo. Entre ellas destacan: la Feria del Libro de Frankfurt en Alemania; la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en México; la Feria del Libro de Londres, en Reino Unido; la Feria del Libro de Bolonia en Italia; la BookExpo América en Estados Unidos; el Salon du Livre de París (Salun di libro de parrís) en Francia; y la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en Argentina.

En Latinoamérica, la FIL de Guadalajara es la feria del libro más importante en el mundo de habla hispana y una de las más grandes del mundo. Se realiza cada año en México, usualmente entre noviembre y diciembre y reúne a más de 800 mil visitantes, con autores y editoriales de todo el mundo y cada año tiene un país o región invitada de honor.

La FIL Lima también reúne a escritores, nacionales e internacionales; sin embargo, no suele invitar a literatos de la talla de un Nobel. Por otro lado, hay que reconocer que viene posicionándose cada vez mejor en la región y en 2024 registró un récord de más de 530,000 asistentes, superando la cifra del año anterior en un 23%. Y para la edición de este año 2025 se prepara un Homenaje que será dedicado al escritor peruano Mario Vargas Llosa, en reconocimiento a su legado literario.

En resumen, las ferias del libro son más que simples eventos comerciales: son celebraciones de la lectura, la cultura y el pensamiento. En esencia, nos recuerdan que leer es una forma de libertad y que los libros siguen siendo herramientas poderosas para entender el mundo y transformarlo.

Aquí el podcast de Lima Gris con todos los detalles de la FIL de Lima.

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Cultura

San Juan de Lurigancho se convierte en un “Museo al Aire Libre” con más de 20 artistas urbanos

Arte en las calles del distrito más poblado del Perú.

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En conmemoración del Día Internacional de los Museos, el distrito de San Juan de Lurigancho se prepara para acoger un evento que promete transformar su paisaje urbano en una explosión de color y creatividad. Los días 24 y 25 de mayo, la estación Bayóvar de la Línea 1 del Metro de Lima será el escenario de “Museo al Aire Libre”, una intervención artística sin precedentes organizada por POPULART, colectivo reconocido como Punto de Cultura por el Ministerio de Cultura.

Más de 20 artistas y colectivos del arte urbano peruano —entre muralistas, ilustradores, diseñadores y gestores visuales— se reunirán para convertir muros grises en lienzos vibrantes. La propuesta va más allá del arte: busca reivindicar el espacio público como un lugar de encuentro, memoria e identidad, acercando el arte a la comunidad como herramienta de inclusión y transformación social.

Entre los nombres confirmados destacan reconocidos referentes de la escena urbana como Ilustronauta, Jimbo, Jhoel Mamani, Roberto Peremese, Huansi, Majez, Robin Vela, Kaer y Blue Stef. Junto a ellos, propuestas innovadoras como Módulo.Lab, Gatonegro, y artistas emergentes como Crocketa, Sukey y Murgamdh, conforman un mosaico de estilos y generaciones que dialogan en un mismo espacio.

El evento cuenta con el respaldo de aliados como Línea 1, Barrroco, Colombia Tools y Canal Museal, y forma parte de una apuesta por la descentralización cultural, que busca llevar el arte a todos los rincones de Lima Metropolitana, más allá del circuito tradicional.

“Museo al Aire Libre” es de ingreso libre y abierto a todo público. La ciudadanía está invitada a ser parte de esta experiencia que hará de San Juan de Lurigancho una galería viviente y una referencia cultural en la ciudad.

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Cultura

Dibujar las sombras

Crítica literaria al poemario Sombra Celeste de Ximena López Bustamante por Julio Barco (1)

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Interior VI

“Mañana salgo de viaje enviaré una postal desde el centro del fuego” nos dice la voz poética de Interior VI técnica mixta (Aletheya, 2022) de Ximena López Bustamante y acaso nos manifiesta la construcción de una poética como un relato ardiente. Así, en este libro es latente la energía telúrica, un desborde que propicia la escritura fluida del poema en prosa. A este ir y venir, se añade la imagen que se sitúa de una frase versal a otra generando, siempre en fragmentos y destellos (como en Joyce) y propicia una caligrafía automáticamente mental: “(…) como quien anda con el corazón hecho polvo una gran culpa transformar las cenizas extinguir el nombre multiplicar el polen dejarlo en el aire en el intento por prescindir la palabra…” (pág. 6).    
      La emotividad del sentimiento genera un desborde musical y ético: detrás de la cantata hay un deseo de extender la bondad, la poesía y la libertad. Y poner, “todo mi amor reproduciéndose mil veces por segundo” (pág. 12)
       Sin embargo, también se permite paisajes más existenciales: ¿Por qué escribir? / ¿Así de doloroso es cuando te crecen alas? / ¿Quién sino tuya? / ¿Cómo sino poseída por unamisma? (pág. 28). Así, el subtítulo del libro se comprende como una advertencia de las diversas técnicas literarias que aborda: prosa poética, poemas con versos reflejados y encadenados a los dos puntos (:); o poemas con forma de carta. 

Sombra Celeste

     Por otro lado, en Sombra Celeste (Comba, 2025) recorremos por un trabajo repleto de nocturnidad y creación. Ahora estamos frente a un poemario de breve aliento: las imágenes del desborde se contienen. La búsqueda similar: la luz y sombra de la individualidad.  En ese sentido, se acerca a poetas como Pizarnik o Varela que se perfilan por una búsqueda intrapersonal. Además, se trata de un trabajo sistemático: todos los poemas llevan el rótulo de noches.

     Es un escenario determinado: de la noche diecisiete a la noche veinticinco observamos la germinación de mirada particular. En medio de su búsqueda, se inclina por “la lluvia del aire teje desobediencia para zurcir eso/que tampoco entendemos/salvo la pasión qué entendemos salvo la pasión salvo la/pasión.” (pág. 18) Si para los poetas de la Edad Media la noche se situaba como síntoma de la libertad y el desparpajo, o para Novalis solo la noche era infinita, para la poeta es el espacio de liberar la enfermedad: el cuerpo y el síntoma. Entonces cada noche es un espejo, un medio (y médium) de permear las energías líricas. Y es esa pasión la que crea la posibilidad del andamiaje poético, donde los recuerdos y los suplicios se tornan poiesis: éste es el primer verso/donde serás carbón de tortura (pág. 20), porque, así como la poesía es reflejo, también se convierte en una hoguera donde el fuego (¿acaso el que buscaba en su primer poemario?) regresa como quehacer emancipador y significativo.

     El fuego y la palabra liberan. Los que juegan con esas energías, hacen saltar las chispas de las palabras: así nace el fuego. Sin embargo, en la noche diecinueve se advierte: éste debe de ser / el suplicio contemporáneo (pág. 25). Reconocimiento, aceptación, tortura. Es decir, la afirmación de que el vacío —ese síntoma moderno (ese cisne negro) — se cristalice con su terror.

     Pero, para no naufragar, el poetizar se transforma en ritual. Así, aparece, por ejemplo, la voz de la abuela, y entonces “(…) alumbra/ versos hambrientos” (pág. 48). Son esos versos, cargados de un lirismo velado, de sugerir antes que mostrar, los que manifiestan la creación de una mirada propia, es decir, una voz identificadora, o, como señala la poeta, un “morar unamisma”. Como un conflicto entre la danza del cuerpo y la expansión panteísta de la mente, oscilan los versos de Sombra Celeste.

      ¿De qué sombra hablamos entonces? De la sombra de la creación de una identidad a través de un oxímoron (sombra, como conflicto; celeste, como purificación) Esta sombra celeste es un telón a desplegar: ahí yace el corazón y su canto. Y esto genera una suerte de noche oscura del cuerpo, donde se intuye la pasión y la gracia, el desgarro de ser y estar. Es decir, se trata, como en Edipo Rey, de un descubrimiento de la identidad última: ahí la sombra, ahí lo celeste. ¿Y qué es ese lugar? Es el poema el lugar donde la poeta se hace materia de sí misma, conflicto y mutación.

Reflexión final

Finalmente, adentrándonos en la poesía arequipeña (donde podríamos encajar a Ximena, como también en la poesía escrita en el siglo XXI, en la poesía de menores de cuarenta años, etc) encuentro que su voz mantiene y explora el perfil subjetivo de las poetas sureñas (Medina Rondón, Román, entre otras) que buscan una redención interior en versos gráciles y amargos. Como en el ecuánime Alberto Hidalgo, la poesía brota del geiser del ser.

  • Autor de más de 33 libros, profesor, columnista y dirige Café Barco, programa cultural.
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Cultura

Julio Hevia: el psicoanalista que caminó la ciudad con alma de calle

Julio Hevia pensó al Perú, lo caminó, lo escuchó y lo acarició con palabras. Desde su mirada profunda nos enseñó que la calle es la verdadera escuela de sabiduría, y que la eternidad pertenece a quienes piensan con belleza y verdad.

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Cómo no recordarlo. Cómo no pensar en ese andar ágil pero pausado, esa mirada escudriñadora de niño rebelde, ese verbo certero con el que diseccionaba la ciudad y sus habitantes. Este 20 de mayo, Julio Hevia Garrido-Lecca habría cumplido 72 años. Setenta y dos vueltas al sol que, de haber continuado, sin duda seguirían alumbrando con lucidez las veredas del pensamiento peruano. Pero un día gris, el 27 de junio de 2018, mientras permanecía internado en una clínica limeña, Julio partió. Y con él, una voz entrañable del psicoanálisis y de la reflexión crítica sobre el Perú urbano.

El velorio tuvo lugar en la iglesia Virgen de Fátima, en Miraflores. Allí acudieron sus alumnos, colegas, lectores y amigos. Algunos llevaban libros subrayados; otros, anécdotas en el bolsillo. Todos, sin excepción, llevaban dentro el eco de sus ideas lúcidas.

Julio era barranquino no solo por dirección postal, sino por identidad profunda. Su casona de estilo republicano, ubicada en una arteria tradicional del distrito, parecía brotar del mismo espíritu del barrio: bohemio, culto y resistente. Allí vivía con su familia. Y allí, además de libros y conversaciones, también florecía otra de sus pasiones: la pintura y el dibujo. Porque sí, Julio Hevia también dibujaba y pintaba durante años. Lo hacía con la misma intensidad con la que pensaba, con una línea vibrante que dialogaba con sus obsesiones teóricas. Años después de su partida, se organizó una muestra póstuma que reveló esa veta poco conocida, pero profundamente auténtica.

Obra de Julio Hevia.

Aunque académico de formación, Julio fue, sobre todo, un observador. No del tipo que se oculta tras el vidrio de una biblioteca, sino el que recorre mercados, conversa con las caseras, con choferes, y escucha sin prejuicio. Fue una especie de sociólogo fáctico por vocación, y psicoanalista por convicción, pero por encima de todo, fue un amante de la polis: de sus lenguajes, tensiones, afectos y contradicciones.

Sus libros —“El limeño como estereotipo” (1988), “Pantallas, frecuencias y escenarios” (1994), “Lenguas y devenires en pugna” (2002) y “¡Habla, jugador!” (2008)— son, en el fondo, mapas del inconsciente colectivo limeño. Un archivo afectivo de nuestras maneras de ser, hablar, chonguear y sobrevivir.

Una conversación en Barranco

Un buen día, cuando yo editaba la sección de cultura de un diario local, decidí escribir sobre él y de sus filudos trabajos y publicaciones que siempre le median el pulso a la ciudad y a los habitantes de Perusalén. Y como buenos vecinos nos encontramos en el corazón de Barranco para dar rienda suelta a nuestra conversa, que primero empezó con rígidos enfoques metodológicos de academicismo y terminó con un lenguaje tan coloquial, en una charla chispeante, muy a lo “chocherita” como se decía antes, o a lo “brother”, como aún se sigue diciendo hasta hoy. La entrevista que le realicé en el mes patrio del 2015, la titulé: Julio Hevia: «Tener calle, ya es un valor positivo».

Aquella mañana, hablamos de Lennon, de Kubrick, del cine y de Freud. Saltamos de los barrios bravos del Llauca, la Rica Vicky y el Rímac, a la sabiduría “cayetana”.

Algo que siempre perdurará en el tiempo, es ese principio de la pedagogía fáctica, que nos predica: “Si quieres romper las reglas, primero apréndetelas”. Y entonces le pregunté: si tú fuiste un maestro de cátedras y le rendías tributo a la academia y a la metodología de la investigación, ¿cómo es que tienes tanta calle? Y con la frescura de quien nunca necesitó impostar sabiduría, Julio empezó a romper algunos sagrados mitos y agregó: “Los teóricos de gabinete no sirven de nada si no salen a la calle a contrastar sus epistemes”.

Una mañana de 2015 con Julio Hevia en Barranco. Foto: Luis Felipe Alpaca.

Las calles fueron su aula

Cuando le pregunté sobre su recorrido callejero, él recordó: “Yo siempre pisé la calle, porque tampoco me acomodaba por mi propio estilo al almidón académico, y ahí también experimenté anticuerpos. Yo he caminado mucho en la calle, y el primer libro que publiqué está hecho de experiencias que yo detecté en la calle”.

Fue entonces que le lancé la pregunta que había estado rondando mi mente… ¿si de niño alguna vez jugó la canga, matagente, y el trompo? su respuesta fue honesta: “Yo jugaba canicas. No era muy bueno, y me acuerdo que tenía un vecino que me andaba quebrando las canicas. También he sido pelotero de la calle toda la vida, y además aprendí que yo tenía que ser más rápido que el otro, porque yo no era muy grande”.

Su relato tenía la precisión de una escena de cine neorrealista: sudor, barro, y una pelota improvisada como centro de todo.

Julio Hevia era tan carismático y entrador, que tenía ese raro don de caer bien. Y aquel día me contó entre risas, que una vez subió a un taxi y empezó a hablar con el chofer. Al poco rato, el taxista detuvo el auto, lo miró y le dijo: —“Bájate”—. Sorprendido, Julio preguntó ¿por qué? —Porque yo te iba a cuadrar —le respondió el conductor—, pero me has caído bien. Así que bájate nomás—”.

Hoy, su voz sigue viva en sus textos, en sus otroras alumnos de la universidad de Lima que aún citan sus frases en sus vidas profesionales. En esa muestra pictórica que dejó como legado silencioso, y en esa casona de Barranco que aún parece esperarlo con la puerta entornada.

Julio Hevia no solo pensó al Perú. Lo escuchó, lo caminó, lo acarició con las palabras. Y desde ese lugar profundo —el de los que no se conforman con mirar desde la ventana—, nos enseñó que la calle no es solo un espacio geográfico, sino una gran escuela de sabiduría.

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Cultura

Luiz Carlos Reátegui: «Es necesario democratizar la literatura peruana» [VIDEO]

Nuestro invitado vive entre la literatura y la política. En esta entrevista nos cuenta su experiencia literaria y su incursión en la arena política peruana. Además, conversamos sobre lo bueno y lo malo de la FIL de Lima.

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A dos meses de que se inicie la Feria Internacional del Libro de Lima, tuvimos como invitado en el podcast de Lima Gris a Luiz Carlos Reátegui, un talentoso escritor que en el 2018 ganó el Premio Copé con su cuento La casa abuela. Además, con su relato Prohibido besar a las cholas obtuvo el premio internacional Planeta Cuba. Una historia que se volvió viral, agotando el libro a pocos días de su presentación en la FIL de ese mismo año.

En la obra de Reátegui se destaca su aguda sensibilidad social y su capacidad para retratar las tensiones culturales del Perú contemporáneo. Su trabajo ha sido celebrado por su autenticidad, su mirada regional y su compromiso con las voces marginadas del país. A lo largo de su carrera, Reátegui ha cultivado diversos géneros, desde el cuento hasta la novela, como su obra histórica Isabella Nápoles, siempre con un estilo evocador y honesto que interpela al lector.

Su literatura no solo narra, sino que también denuncia, reflexiona y rescata, convirtiéndose en una herramienta de memoria y resistencia cultural.

En esta entrevista nos habla de su experiencia como escritor, su incursión en la política y su búsqueda por el sillón municipal de Jesús María. También lanza algunos dardos sobre la gestión de la Feria Internacional del Libro de Lima y recomienda algunas mejoras que debería hacer la Cámara Peruana del Libro.

Aquí el podcast completo por Neo TV.

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Cultura

Geometría y acero bajo el mismo cielo

El hombre Pentágono y el misterio de las formas: esa es la nueva bipersonal de Mónica González Tobón y Percy Zorrilla. Va en La Galería de San Isidro hasta el 6 de junio.

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En su taller de Cieneguilla el silencio se quiebra solo con el sonido del metal al ser moldeado. Mónica González Tobón y Percy Zorrilla han construido algo más que esculturas: una vida. Ella, colombiana de nacimiento y peruana por elección; él, limeño de raíces andinas. Ambos, nacidos en 1971, se conocieron en las aulas de la Facultad de Arte de la PUCP.

Desde entonces, Mónica —ganadora del Primer Premio en Escultura— y Percy —destacado por su audacia en pintura y volumen— iniciaron un viaje creativo que hoy, tres décadas después, desemboca en El hombre Pentágono y el misterio de las formas, bipersonal que inauguran el 14 de mayo en La Galería de San Isidro.

Ambos —ella con nueve individuales y premios en Dubái y Alemania, y Percy, con obras en Vietnam y Argentina— representan esa rara conjunción de talento y tenacidad. «En los 90, el arte en Perú era un acto de fe», recuerda ella, mientras señala los certificados de sus logros: el Premio Hobart (2013) por una escultura pública en San Miguel, o su mención en el Museum of Americas (2007) por explorar lo femenino en el acero.

Percy, por su parte, acumula distinciones como el Premio Nacional de la Juventud (2003) y participaciones en diferentes bienales, desde el Chaco hasta Da Nang. «Nuestras obras viajan más que nosotros», bromea, refiriéndose a las piezas que habitan plazas en Lima, Büdelsdorf y Buenos Aires.

-Cosmogonía de metal-

La muestra —que incluye una pieza conjunta, seis esculturas de Mónica y cuatro de Percy— es un homenaje a la geometría sagrada. «El pentágono es el hombre buscando su lugar en el universo», explica ella, mientras ajusta un relieve que parece flotar. Para Percy, el material es un aliado: «El acero nos permite vencer la gravedad, como si las leyes físicas cedieran ante lo espiritual».

Influenciados por Oteiza y Winternitz, pero también por los frisos Ychsmas de Cieneguilla, sus obras son «vacíos activos» que dialogan con Kandinsky y Turrell. «No es minimalismo —aclara Mónica—, es lenguaje del alma».

La dinámica de creación es tan singular como su historia: cinco hijos, árboles plantados juntos y discusiones sobre ángulos y vacíos. «Nuestra pieza colaborativa (‘El hombre pentágono’) es como nuestro matrimonio: dos visiones que se complementan», confiesa Percy. Mónica añade: «Él piensa en grande; yo, en lo esencial». Esta síntesis se plasma en la distribución de la muestra, donde sus obras no compiten, sino que «orbitan como planetas», según el curador.

-Ritual de lo habitual-

Así, desde el 14 de mayo San Isidro será testigo de cómo el acero se vuelve poesía. Entre las piezas destacan “Microcosmos” (Mónica), una estructura que atrapa la luz del atardecer, y “Tawantinsuyu” (Percy), un homenaje a la cosmovisión andina. «Queremos que el público sienta que el arte es un ritual», dicen.

Con esta exposición —que luego viajará a Alemania—, los Zorrilla no solo celebran su trayectoria, sino que desafían la indiferencia hacia el arte público en Perú. «Seguiremos plantando esculturas como si fueran árboles», prometen. Y uno les cree: después de todo, ya lo han hecho en medio mundo. Aplausos.

Lugar: La Galería

Dirección: Conde de la Monclova 255 – San Isidro

Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 pm. Sábados de 3 a 7 pm

Hasta: 6 de junio.

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Cultura

Un amigo escritor para Hitler: El obituario del Premio Nobel 

Lee la columna de Hans Herrera Núñez

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Si usted cree que Vargas Llosa es controversial, es porque no conoce a Knut Hamsun. Se cumplen 80 años en que el 30 de abril murió Hitler en la Cancillería de Berlín. Una semana después, en Noruega, la leyenda de la literatura escandinava, Hamsun, escribiría un obituario en honor del Gran Dictador de Europa.

Hamsun en 1945 tenía 86 años, el famosos novelista y premio Nobel, era una leyenda viviente entonces, autor de obras maestras como Hambre y Pan que desarrollan la novela psicológica heredera de Dostoievski en una exploración acertada del monólogo interior de sus protagonistas.

Durante el ascenso de Hitler y luego durante la ocupación de Noruega por Alemania, el inmortal escritor se mostró favorable a Hitler.

El obituario de Hitler

Knut Hamsun escribió en mayo de 1945, estando la guerra perdida, un obituario de Adolf Hitler en el periódico Aftenposten. El panegírico de Hamsun a Hitler sirvió como artículo principal del periódico colaboracionista sobre la muerte de Hitler.

El breve obituario dice en su totalidad:

«No soy digno de hablar en nombre de Adolf Hitler, y su vida y sus acciones no me incitan a ninguna provocación sentimental. Hitler fue un guerrero, un guerrero por la humanidad y un predicador del evangelio de la justicia para todas las naciones. Fue un reformador de primer orden, y su destino histórico fue actuar en una época de brutalidad sin igual, que al final le falló.

Así puede el ciudadano europeo occidental mirar a Adolf Hitler. Y nosotros, sus seguidores más cercanos, inclinamos la cabeza ante su muerte”, escribió Knut Hamsun.

El obituario se publicó la noche del 7 de mayo de 1945, una semana después de la muerte de Hitler.

Cuando su hijo Tore le preguntó sobre el motivo de este obituario, Knut Hamsun respondió: “Fue un gesto de caballerosidad hacia un gran caído”.

Para el propio Hamsun, el obituario y otras declaraciones y escritos llevaron a su arresto poco después del fin de la guerra. Sin embargo, los cargos en su contra se suavizaron cuando el profesor Gabriel Langfeldt y el médico jefe Ørnulv Ødegård determinaron que tenía “capacidades mentales permanentemente deterioradas”.

Antes de morir fue acusado de traición y finalmente fue seriamente multado y calificado de loco. En 1948, tuvo que pagar una suma ruinosa al gobierno noruego de 325.000 coronas (65.000 dólares o 16.250 libras esterlinas en aquel entonces) por su presunta afiliación al Nasjonal Samling y por el apoyo moral que brindó a los alemanes, pero fue absuelto de cualquier afiliación nazi directa. Si era miembro del Nasjonal Samling o no, y si sus capacidades mentales estaban deterioradas, es un tema muy debatido incluso hoy en día.

Hamsun declaró que nunca migró a ningún partido político. Escribió su último libro a los 90 años, Paa giengrodde Stier (Sobre senderos cubiertos de maleza), en 1949, un libro que muchos consideran una prueba de su capacidad mental.  En él, critica duramente a los psiquiatras y a los jueces y, con sus propias palabras, demuestra que no está enfermo mental. Hamsun murió en 1952.

Después de la guerra, los noruegos quemaron libros de Hansum y su recuerdo sigue siendo espinoso entre sus compatriotas. Como dijo una escritora de su país, ningún noruego habla abiertamente de Hansum pero todos tienen al menos un libro suyo en casa.

El autor danés Thorkild Hansen investigó el juicio y escribió el libro “El juicio de Hamsun” (1978), que causó revuelo en Noruega. Entre otras cosas, Hansen declaró: “Si quieres conocer idiotas, ve a Noruega”, pues consideraba indignante ese trato al veterano autor ganador del Premio Nobel. En 1996, el cineasta sueco Jan Troell basó la película “Hamsun” en el libro de Hansen. En “Hamsun”, el actor sueco Max von Sydow interpreta a Knut Hamsun; su esposa, Marie, es interpretada por la actriz danesa Ghita Nørby.

El profesor Atle Kittang, de la Universidad de Bergen, escribió sobre el legado de Hamsun en el sitio web del Centro Knut Hamsun. Afirmó que existían razones complejas detrás de la publicación del obituario por parte de Hamsun. Señala que, tras su único encuentro en 1943, Hitler no ocupaba un lugar destacado en la evaluación de Hamsun. En consecuencia, Kittang cree que el obituario debería considerarse parte de la necesidad de provocación de Hamsun, como lo demuestran su vida y obra.

Hamsun, la leyenda de la literatura

Más de medio siglo antes, un joven Hamsun se oponía al realismo y al naturalismo. Argumentaba que el objeto principal de la literatura modernista debía ser la complejidad de la mente humana, que los escritores debían describir el «susurro de la sangre y la súplica de la médula ósea». Hamsun se convertiría muy pronto hacia 1800 a ser considerado el «líder de la revuelta neorromántica de principios del siglo XX». 

Entre sus admiradores se encontraban Thomas Mann, Hermann Hesse, Robert Musil, Arthur Schnitzler, Jakob Wassermann, Stefan Zweig, Martin Buber, Arnold Schoenberg y Alfred Einstein. Todos ellos contribuyeron a la publicación conmemorativa que se publicó en Alemania con motivo del 70º cumpleaños de Hamsun. Al Festschrift publicado en Noruega con el mismo motivo también contribuyeron Maxim Gorki, Gerhart Hauptmann, Heinrich Mann, Tomáš Garrigue Masaryk y André Gide. Otros admiradores incluían a Ernest Hemingway, Franz Kafka, John Galsworthy, Henry Miller e incluso el joven Bertolt Brecht. Uno de los periodistas y escritores más conocidos de Alemania en aquel momento, Kurt Tucholsky, también confesó en un breve artículo en el Vossische Zeitung del 1 de enero de 1928: “Kurt Tucholsky ama… a Hamsun”

Todo empezó en 1888, cuando el barco de vapor danés Thingvalla en que viajaba un Hamsun pobre y desconocido se encontraría con la musa. Fue en ese viaje en que su barco estuvo amarrado en Kristiania durante un día en su camino de EEUU a Copenhague, que dicha ciudad danesa le trajo recuerdos desagradables del año 1886, cuando tuvo que soportar allí un duro período de hambre, sin trabajo. Hamsun no abandonó el barco y esa noche escribió las primeras líneas de la novela, que ya capturan la atmósfera opresiva de todo el libro: 

«Fue en ese tiempo cuando yo vagaba y me moría de hambre en Cristianía, en esa ciudad extraña de la que nadie se va hasta que ha sido marcado por ella”.

En Copenhague alquiló una habitación en el ático y, padeciendo nuevamente hambre, continuó escribiendo. Presentó el manuscrito inacabado a Edvard Brandes, el editor de arte del periódico Politiken. Profundamente conmovido, Brandes persuadió a Carl Behrens para que publicara partes del libro de forma anónima en la revista danesa Ny jord (Nueva Tierra) en noviembre. La obra llamó inmediatamente la atención por la radicalidad de su representación y su ruptura con el concepto aún joven del nuevo realismo. La revista Dagblad pronto reveló el misterio que rodea la identidad del autor. Hamsun continuó trabajando en la obra, que fue publicada íntegramente, aunque todavía de forma anónima, en 1890. Ese mismo año fue publicada en traducción alemana por Samuel Fischer.

Hambre narra en primera persona el declive físico y psicológico de un joven escritor y periodista fracasado en Kristiania, la actual Oslo. De vez en cuando logra vender un artículo a un periódico, pero sus ganancias rara vez son suficientes para cubrir comida y alojamiento, por lo que deambula por la ciudad hambriento y a veces incluso sin hogar. Al intentar ocultar su precaria situación, el narrador en primera persona la empeora aún más. Describe su estado mental con gran detalle y de forma vívida; Su estado de ánimo fluctúa entre la depresión, la euforia, la desesperación y la vergüenza.

El narrador anónimo en primera persona sale de su habitación y camina sin rumbo por Cristianía. Cuando conoce a un hombre pobre, a pesar de su propia situación, empeña su chaleco y le da la mayor parte del dinero que recibe. Poco después, persigue a una mujer,  luego busca un empleo y fracasa, después se le ocurre un texto brillante y escribe lo que intuyo es una obra maestra, envía el manuscrito a un editor, sin un centavo y viviendo en la calle se le ocurre entrar furtivamente a la habitación que alquilaba y de donde lo echaron por deudor, y es entonces que descubre una carta, su libro tiene suerte y le han adelantado 10 coronas. Aquí empieza la historia.

El autor y crítico danés Erik Skram elogió la obra como un “acontecimiento literario de primer orden”, y el crítico noruego Carl Nærup escribió en 1895 que “sentó las bases de una nueva literatura en Escandinavia”. Muchos críticos consideran que la novela es la mejor obra de Hamsun. El autor se hizo famoso de la noche a la mañana, fue un invitado bienvenido en los círculos intelectuales y fue invitado a dar lecturas en los EE.UU.

Influenciado por la psicología de Dostoievski (el narrador recuerda ciertos rasgos de Raskolnikov, el antihéroe de Crimen y castigo, pero también protagonista de El sótano) y por el naturalismo de Zola, Hamsun, en Hambre, prefigura también los escritos de Kafka y de la literatura existencialista del siglo XX.

Recepción en el siglo XXI: En su novela de 2017 Suleika abre sus ojos, Gusel Jachina retoma una imagen de Hamsun: la gente intenta superar el hambre cortándose con un cuchillo y chupándose la sangre de los dedos.

Respecto a esta raza de artistas vagabundos descrito en Hambre, Virginia Nicholson escribe en Among the bohemians: Experiments in Living 1900-1939:

«Después de cincuenta años podríamos juzgar que la pobreza de Dylan Thomas era noble, mientras que la de Nina Hamnett no tenía sentido. Sin embargo, una artista menor y sin dinero se vuelve igual de famélica que un genio. ¿Qué los impulsó a hacerlo? Creo que tales personas no sólo escogieron el arte, sino también la vida de artista. El arte les ofreció un estilo de vida diferente, uno que creyeron les compensaba de la pérdida de comodidades y respetabilidad».

Tal vez Hamsun viera en Hitler a aquel artista frustrado que como él vivió el hambre y la soledad del anonimato en esa otra Christiania llamada Viena.

«En aquel tiempo tenía hambre y vagaba por Christiania, esa extraña ciudad de la que nadie sale sin llevar sus marcas…»

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Cultura

El poeta y el mimo

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Por Edwin Sarmiento

(Estando yo en un pueblito, por las alturas de Lima, y sin Internet, se murió mi amigo Jorge Acuña, el mimo más grande que tuvimos en la década del 70 en el Perú. Se nos fue a la edad de 94 años. Las redes sociales se llenaron de nostalgia al informar de este desenlace. Y pensar que Jorge era un tipazo fuera de serie. Hace cuatro años yo publiqué en mi muro una semblanza de dos amigos: el poeta Reynaldo Naranjo y el mimo Jorge Acuña, con quienes aparezco en una fotografía de esas que nos tomamos, casi siempre, con el corazón. Muerto Naranjo, hace unos años, y ahora Acuña, hace unos días, deseo compartir este texto a modo de homenaje a ambos y a esas épocas doradas que nos tocó vivir)

I

Debió ser en la Casa de la Literatura, al costado de Palacio de Gobierno, cuando algún amigo nos tomó esta fotografía. No recuerdo, exactamente, el año. Aquí estoy junto al poeta y periodista Reynaldo Naranjo y el actor peruano, mimo y promotor del teatro de la calle, Jorge Acuña (al centro y de pelo cano). Él debe estar cumpliendo, ahora, 91 años, en Suecia, donde radica, mientras que Naranjo nos dejó cuando tenía 84, hace dos años, al ser atropellado por un camión, cuando cruzaba, una mañana, la avenida Benavides, en Miraflores. Con ambos alterné en situaciones distintas de mi vida. Al poeta lo recuerdo con la sonrisa y picardía criolla, permanentes. Fue uno de los mejores tituleros que tenía el periodismo de los 70. Convivieron en él la creatividad del poeta social, con la neurosis de los cierres de edición en las salas de redacción de diarios y revistas, en los cuales trabajó como periodista. Cuando coincidíamos en el bar Palermo de la Av. Colmena, yo recitaba este poema, escrito en 1968:  (A un edificio en construcción) “Obreros y cemento/ curiosos e ingenieros/ ingresan a la gran mezcladora// Mientras el ruido gira/ va naciendo el gigante/ hijo robusto/ que ha de crecer/ hasta el veintavo piso// Danza de músculos/ de cerebros y días// Nos pararemos/ en el piso más alto/ tal los conquistadores/ de las altas montañas// Alzaremos los brazos/ para tocar el cielo/ y el flamante ascensor,/ como nave dorada,/ nos dejará en la tierra/ con las manos vacías// Vendrá la burocracia// Gerentes, policías,/ padrinos y ahijados// Contratarán porteros/ y nos serán cerradas/ las puertas que pusimos” Luego de un reverencial silencio, yo preguntaba, ¿recuerdas quién escribió este tremendo poema? Y él, soltando esa carcajada que llegaba hasta la Casona de San Marcos, decía, creo que fue un tal Reynaldo Naranjo. Y yo gritaba: ¡respuesta correcta! Junto a César Calvo, Javier Heraud, Arturo Corcuera, Mario Razzeto fue una las figuras representativas de la denominada generación del sesenta. Naranjo, Calvo y el poeta uruguayo Alfredo Zitarrosa fundaron, en algún momento, la Casa de la Poesía, en el distrito de Barranco. Luego, grabaría con Calvo y el músico Carlos Hayre, el disco Poemas y Canciones, que los muchachos de entonces, escuchábamos en el LP que circulaba de mano en mano, prestadito nomás.

II

Jorge Acuña es un tipazo, un actor de primera, un mimo que empezaba su función, al aire libre, en la plaza San Martín, a las tres de la tarde. Lo hacía colocando, primero, un letrerito sobre cartón y escrito a plumón que decía: «Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él” (César Vallejo). Luego, procedía, lentamente, a maquillarse la cara, mientras los curiosos se iban aglomerando, formando un semicírculo que él había trazado, previamente, con tiza, muy cerca del monumento al libertador San Martín. Las tardes, si eran de invierno, empezaban a calentarse a medida que la gente, mayormente de rostro cobrizo, empezaba a compactarse codo a codo, hombro a hombre, uno detrás de otro, hasta que empezaba la función. El mimo iniciaba su trabajo con una explicación sobre el teatro, señalando la función del artista en un país pobre como el nuestro, la necesidad de que el buen arte debería salir a las calles a buscar al pueblo, lejos de esperar en salas pequeñas y selectivas, sólo al alcance de quienes podían pagar una entrada y en este chamullo, que la gente escuchaba en silencio, el actor terminaba citando a Vallejo, a Mariátegui, también al Che Guevara, a Marx y a un largo etcétera marxista, maoísta, pensamiento Mao Tze Tung. Y sus amigos, que no éramos pocos, nos arrancábamos con unos aplausos, seguidos por un público que por casualidad pasaba, esa hora de la tarde, por la plaza San Martín. Ya en el “tempo” exacto del buen arte, Acuña se arrancaba con su lenguaje corporal moviendo manos, brazos y piernas, o abriendo los ojos, lo más que podía, o cerrándolos, si sus historias tenían que ver con trepar las paredes, abrir las puertas, cocinar una sopita, asombrarse de algo o soportar el terror de una mala noticia, en fin. El público reía a rabiar, comentaba en voz alta, aquello que el mimo los iba describiendo, en silencio, sólo con el movimiento de su cuerpo. Dos horas más tarde, el público seguía aplaudiendo y él decía que al artista no había que explotarlo, porque era un trabajador como cualquiera y tenía derecho a ser recompensado. Aclaraba que esa recompensa sería voluntaria y gracias por su apoyo, compañeros. Es cuando sus ganchos, o sea, nosotros, le ayudábamos a pasar el sombrero entre el público que iba soltando un sol, dos soles, una china, a veces un caramelo, como después descubriríamos al hacer el recuento en el bar Palermo, a eso de las seis de la tarde, cuando, en una mesa, hacia el extremo del bar, nos instalábamos para acompañarlo hasta pasada la medianoche. Él formaba montoncitos de diez soles cada uno y cuando ya no había nada que contar, Acuña, separaba la mitad de lo que había en la mesa, lo guardaba en un bolsillo y decía que el resto sería para disfrutar la noche y así era.  Ahora que ya no estará con nosotros, me viene la nostalgia. Fue un tipazo.

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