Es una voz que corta a través del velo y desnuda una palpitante realidad. “Muchas de nosotras somos creyentes hace años. Tenemos fe. Creemos en Dios.” Gaby Mariño es una mujer trans, tiene 63 años, es fundadora de la ONG “Ángel Azul” y ha dedicado su vida a la defensa y promoción de los derechos trans. Pero el suyo no es un Dios ausente, que, de lejos, mira cómo sus hijos se consumen en el calvario de una vida posmoderna. Es el Dios que te lleva hasta el final de la lucha, aunque sea justamente esa lucha la que muchos, con ínfulas pseudo-divinas, condenan. Happy pride.
Lucha Reyes, Ramón Castilla y José Olaya aparecen uno tras otro en las columnas que sostienen nuestra desdichada- y veintiúnica- línea del metro. El taxi se desliza, silencioso, por la Tomás Marsano, como hipnotizado por el sol escondido en nuestro cielo gris. De pronto, ídolos y héroes se esfuman de las cansadas columnas: hemos llegado a San Juan de Miraflores. Acá, nuestros héroes operan en carne viva, se desprenden de los pilares grises del abandono, y se alzan en humanidad. El taxi se detiene delante de la casa. Bajo y llamo por teléfono. Sale Eduardo a recibirme.
Subo al segundo piso y el gris se evapora en un recuerdo lejano. El crema de las paredes, el ocre de las columnas, y ese olor a orégano que anuncia que la labor que está por comenzar parecen rebelarse, en un impulso de vida y hermandad, ante la muerte inclemente que acecha a la vuelta de la esquina. André y Alexia, en la cocina, prenden las hornillas y colocan las ollas: a trabajar.
Eduardo Juárez, representante de la ONG Red Peruana TLGB, cuenta que el proyecto de olla común para poblaciones LGTBI ha tomado varias formas desde que, el 15 de marzo, el presidente Vizcarra decretó el estado de Emergencia y la cuarentena. Con el respaldo de la universidad Cayetano Heredia, Eduardo empezó gestionando la entrega de canastas a estas poblaciones, proyecto que, al verse amenazado por las recurrentes prolongaciones del aislamiento social obligatorio, fue cambiando de piel hasta ser lo que es hoy: una olla común realizada 3 veces por semana en la sede de “Ángel Azul”, a la cual acuden, en cada una de estas fechas, entre 50 y 60 miembros de la comunidad, quienes recogen dos porciones del plato del día, y buscan, de esta manera, resistir un día más. Un día más sin trabajo, un día más sin bono, un día más del otro lado del espejo.
Eduardo prepara carteles que se utilizarán en el video que realiza para la marcha virtual del orgullo LGTBI
“En sí, no existen las poblaciones vulnerables: nosotros somos vulnerabilizados”, sentencia Eduardo, estoico pero esperanzado, con un aire solemne coronado por su chompa crema con cuello alto que se confunde con el color de la pared detrás suyo. Me cuenta que para muchos miembros de la comunidad, la cuarentena se ha vuelto una carrera por los 15 soles diarios que necesitan para asegurar un día más en el cuarto que arriendan. A muchos ese objetivo se les ha escapado, y, ante la mirada esquiva de un Estado impávido, han sido expulsados a su suerte. Y no solo se les ha despojado del derecho a la vivienda, sino, también, del derecho a una atención médica eficaz: menciona denuncias de la ONG Givar, que puso en evidencia la realidad de pacientes LGTBI seropositivos que no han podido acceder a su tratamiento antirretroviral en el marco del ya mentado estado de Emergencia.
Sin embargo, matiza, no hay que generalizar: el hospital María Auxiliadora, precisa, intenta en medida de lo posible asegurar los tratamientos antirretrovirales, y, cuenta agradecido, que la sociedad civil ha tendido una mano amiga. Desde ONGs hasta compañeros de la comunidad, como, por ejemplo Julio, vecino de San Juan de Miraflores, quien alberga a compañeros LGTBI en su casa. Un incipiente olor a sopa se cuela por mi mascarilla: es un milagro que estemos, todos, vivos.
La sopa está lista.
Los preparativos continúan, y, eventualmente, surge la gran olla, rebosante de sopa de verduras, majestuosa en su timidez cotidiana. Eduardo, con ayuda de Alexia, la pone en la mesa. Algo ha cambiado en el aire. No estamos solos. Volteo, y veo a Gaby.
Por fuera, ternura: una casaca delgada, rosada, una blusa blanca con florcitas blancas en la parte superior, pelo rizado que cae hasta la altura de los hombros, y una mirada que todo desdichado hijito miraflorino de madres imperfectas anhela ver posada sobre uno. Por dentro, un fuego (hasta entonces) indescifrable, un coraje humano-muy-humano que se enfrenta una y otra vez al indiferente “hoy no, amiga” de una manada de idiotizados tiktokeros: nosotros, tú, yo. Habla, y es como si la mascarilla que cubre su boca se hiciera invisible en señal de respeto. Escucho.
Estos últimos meses han sido, para ella, devastadores: cuenta que ha perdido a 4 miembros de su familia, y teme perder a su madre de 93 años, que, admite, sobreprotege. La matriarca necesita también una madre. Pero, ante todo, necesita justicia. El abandono que sufren sus hijas espirituales forma parte de su pesar. Calcula que el 90% de la población trans en nuestro país se dedica al trabajo sexual, que hoy, en cuarentena, no se ha detenido. Es eso, o la calle. “Cuarentena o no, la gente sigue teniendo sexo”, sentencia. Y me cuenta, creativa, que ha estado pensando en protocolos sanitarios, de distancia y uso de mascarillas, a ser implementados por las trabajadoras sexuales trans. “Nada por la boca”, lanza finalmente.
“Hacemos lo que tenemos que hacer”, me cuenta. Y la tarea es ardua y dolorosa. Me explica que el Fondo Mundial para la lucha contra el VIH/SIDA, Tuberculosis y Malaria asigna un fondo económico para poblaciones vulnerables LGTBI en nuestro país. En estos lares, dicho fondo es administrado por CONAMUSA (Coordinadora Nacional Multisectorial en Salud), que es conformada por miembros de la comunidad LGTBI, universidades, y Ministerios. Sin embargo, explica, a causa de lo que ella interpreta como “problemas de comunicación y presencia” LGTBI en este organismo, los fondos originalmente destinados para estas poblaciones fueron a parar a manos del Ministerio de Salud y Trabajo, ministerios que hoy, admitámoslo, brillan por su ineficacia. “Hay momentos en los que me he cansado, y he dicho ya basta. Sientes que luchas contra la corriente, y que ya no puedes más”. Pero el deber prima: una madre siempre es una madre. Amor eterno.
De acuerdo a la Dirección del VIH del MINSA, hay 6 mil personas trans en nuestro país
Los tallarines saltados ya están listos y, en el primer piso, comienza a armarse la cola: llegaron los chicos. En el descanso de la escalera que conecta, por fuera de la casa, el segundo piso con el primero, Gaby recibe los tapers que llevan los chicos y chicas, los desinfecta, y se los da a Alexia, quien, a su vez, sube para luego volver con los tapers provistos de sus respectivas raciones, que la matriarca devuelve, acompañados de un condón y lubricante. Una y otra vez, risueña y pícara, reparte los alimentos. Joseph, colaborador de la ONG, prepara un video para la marcha virtual del Orgullo que se llevará a cabo este 27 de junio. Las chicas posan ante su lente cogiendo un letrero de los varios que, esa misma mañana, preparó junto con Eduardo. “¡Ponle mil filtros!”, grita Gaby mientras Joseph se esfuerza por encontrar el encuadre estético.
De pronto, soy testigo de una conjunción divina: un vecino escucha, a todo volumen, “I’m coming out” de Diana Ross, himno LGTBI por excelencia. Se acerca una mototaxi, llegan dos chicas más. Eduardo me presenta, primero, a Olenka. “Hemos llegado a un punto en que ya no nos importa el COVID, nuestra única preocupación es pagar nuestra habitación”, me confirma. Converso también con Monserrat, quien, orgullosa, afirma su independencia: “El estado no me ha hecho un abono, no hay apoyo familiar tampoco, he vivido en base a ahorros y apoyo como este”.
Olenka, como la mayoría de chicas trans de Lima, es migrante de provincia
Cada vez son más los que se van con su taper lleno que aquellos que llegan con uno vacío. Esperamos un rato más, y damos la tarea por terminada. Gaby, sigilosa, regresa a su fuerte, el primer piso de su casa. Subo con Eduardo, Alexia y Vicente, y me invitan a almorzar. Me siento en la mesa con ellos y pruebo la sopa. Compruebo que todo lo cocinado con amor es rico, y no hay amenaza de virus que me detenga.
Gaby no está, pero su presencia se siente. Su voz parece levantarse en cada brillo de los espejos, en cada banner informativo, en cada sonrisa bajo una mascarilla. La de hoy no fue la Última Cena: fue la milésima batalla, esa que, aquí y ahora, y no en el espejismo lejano de un fantasma urbano, se lucha y luchará incansablemente. Hasta quemar el último cartucho.
Que no les agarren desprevenido. Las personas que realicen actividades esenciales en las regiones con declaratoria de restricción vehicular y peatonal los domingos deberán tramitar un pase especial para poder movilizarse y transitar durante la inmovilización social obligatoria.
Las autoridades habilitaron la página https://paselaboral.servicios.gob.pe/ en donde los ciudadanos deberán tramitar su pase vehicular y laboral deberá ser presentado ante los efectivos policiales y del Ejército del Perú que resguardarán el cumplimiento de las disposiciones sanitarias impuestas por el gobierno de Sagasti.
Los trabajadores que brinden servicios en actividades relacionadas al abastecimiento de agua, saneamiento, energía eléctrica, gas, limpieza, recojo de sólidos, telecomunicaciones, servicios funerarios e hidrocarburos podrán acceder al mencionado pase laboral.
El personal de la Policía Nacional, INPE, Fuerzas Armadas, Cuerpo General de Bomberos, personal médico, enfermería, quienes brinden servicio de transporte de carga, mercancías y rubros relacionados también están incluidos en la lista.
Los documentos adicionales que se solicitarán a los trabajadores de actividades esenciales será el documento nacional de identidad, credencial o fotocheck que certifique que labora en una de las actividades antes descritas.
Es preciso señalar que los empleados de farmacias, restaurantes autorizados, trabajadores municipales, conductores de vehículos oficiales de transporte de salud, del Poder Legislativo, Ministerio Público y de medios de comunicación también tendrán que presentar sus credenciales.
Cabe precisar que los horarios del Metropolitano, corredores, taxis y transporte público se ajustarán a los nuevos horarios a partir de hoy día.
La población de Puno se encuentra incrédula al ver cómo se va desmantelando la infraestructura que servía temporalmente para atender a pacientes leves y moderados de Covid-19. Estamos hablando del Hospital III de EsSalud de Puno, mejor conocido como el “hospital blanco”.
A pesar de encontrarnos ya en la segunda ola de infectados, y la escasez en la región de camas para cuidados intensivos, las autoridades de EsSalud han dispuesto desmantelar ese provisorio puesto de atención.
Según fuentes de EsSalud Puno, indican que el hospital Blanco tenía un contrato de 3 meses – de octubre a diciembre del 2020 -. El plazo venció y la empresa encargada de su instalación optó por recoger los módulos, carpas y otros equipos que permitían la atención a los pacientes de Covid-19.
Asimismo, aclararon que los mobiliarios (camas clínicas y balones de oxígeno) y algunos equipos gestionados por EsSalud permanecerán en Puno, para que estos a la brevedad sean instalados en otros ambientes que dispongan las autoridades de este nosocomio.
Por otro lado, se informó que más de 100 profesionales de la salud, entre médicos, enfermeros, técnicos y otros fueron contratados para atender en el Área Covid de EsSalud. Con el cierre del hospital Blanco se rescindió el contrato del 50% de estos profesionales, según informó nuestra fuente.
En la actualidad el hospital III de EsSalud Puno tiene habilitadas 30 camas para pacientes COVID-19, de las cuales 18 están ocupadas. En promedio en este hospital se tiene de 8 a 13 pacientes con coronavirus.
Marcelo, un larguirucho querendón, fue uno de los estudiantes más destacados de la promoción. Ingresó en primer lugar a Ingeniería Industrial y sabía tocar la guitarra como el que más (admiraba a Jimi Hendrix y a Gustavo Cerati). Además, era basquetbolista y amante de diversos deportes de aventura. Su padre era el amable bibliotecario del colegio y todos los profesores le decían convencidos, dándole una palmadita en el hombro: «tu muchacho va a llegar muy lejos», mientras el tipo se acomodaba el mostacho y asentía con inocultable orgullo.
—Su madre y yo pensamos lo mismo —agregaba él esperanzado.
En la universidad no se esforzaba mucho y le alcanzaba para ser el mejor de su carrera. Tenía una linda enamorada —Tania, vecina de su barrio— y ella fue quien lo convenció para que se empezara a cachuelear fungiendo de guía turístico, pues dominaba el inglés con excelencia. Al parecer, allí se empezó a torcer.
Ocurrió en un viaje al Cañón de Cotahuasi. Un gringo le ofreció un troncho de weed y le gustó el efecto. Más de la cuenta. Poco a poco fue cambiando su conducta, su estilo de vida y sobre todo su peso —llegó a rozar los cien kilos—, porque luego de fumar marihuana le venía un hambre feroz. Andaba con el colirio de arriba para abajo para menguar el enrojecimiento de los ojos. Se empezó a juntar con los peores vagos del billar Jara; y, luego de perder a Tania, terminó sumergiéndose en el mundo de la pasta básica de cocaína. Para ese entonces su apariencia dejó de importarle un comino.
Después de los exámenes finales del tercer ciclo de Ingeniería Industrial un surmenage lo dejó en el hospital. Estuvo internado durante varios días. Sus padres entendieron que la cosa estaba muy complicada y trataron de sacarlo de las drogas. Fracasaron. Marcelo abandonó la universidad (¿alguien recordaba el futuro que auguraban los profes del cole?). Se había dado cuenta de que ansiaba llevar otro tipo de vida: «Me llega al huevo la U», me dijo. «¿Y qué piensas hacer, Marcelo?», le pregunté.
—Guitarrear en las combis, aunque no lo creas la gente se porta bien.
—¿No te da roche andar pidiendo plata en los colectivos?
—No seas huevón: roche me daría robar.
—¿Y cómo te va con la maricucha?
—Sólo me meto un cachito para dormir mejor. Yo la controlo, siempre la he controlado… Como dice el Guillermo: «soy drogo, pero no adicto».
—¿El huevón del Guillermo te pasa la droga?
—¡A ti qué chucha te importa! ¿Eres vigilante o qué?
Guillermo vendría a ser algo así como el «marihuanero social» de la promoción. Controlaba su consumo. No se quedaba enganchado. A veces tenía sus encerronas, pero nada que lamentar. Eso me hacía recordar a Antonio Escohotado, aquel defensor pertinaz no de la legalización de las drogas, sino simplemente de erradicar su prohibición (o habría que decir satanización): «La cuerda que sirve al alpinista para escalar, sirve al suicida para ahorcarse, y al marino para que sus velas recojan el viento». No todos reaccionaban igual frente a tales estímulos, vaya que lo sé. Con el alcohol —esa droga legal— ocurría lo mismo. Había amigos que besaban el suelo con sólo tres vasitos de ron y otros que con una docena de cervezas apenas si se sentían picados.
El estadio Ho Chi Minh de la UNSA era el recinto predilecto para iniciarse en el consumo de la marihuana. Guillermo conseguía esas verdosas hojas secas en los alrededores del Terminal Terrestre y las terminaba de triturar con sus dedos. Compraba papel para fumar (rizla) y armaba generosos tronchos. A veces no había reparos en usar papel de biblia. Algunos lo evitaban pues, según decían, era pecado mortal.
—Vigila que nadie nos esté chequeando, gil.
—¿Por qué, Guillermo?
—Porque nos expulsan, pues. La adrenalina es parte del ritual: todo te tengo que explicar, carajo.
—Tú siempre hablando huevadas.
—Mira, mano, si se legalizan las drogas yo ya les perdería el gusto. Lo prohibido atrae más, ¿o no?
—Quizá.
—Ya te lo he dicho varias veces y no me paras bola: ¿cómo crees que Kafka se imaginó a Gregorio Samsa?
—¿Cómo?
—Fumando, pues. Esta vaina es intelectual, pero tú no estás listo para esta conversación.
Lo cierto es que si estabas deprimido (quizá peleado con tu flaca), ese humo te bajoneaba muchísimo más. Y añadía taquicardias, angustia, ataques de pánico. Sensación de muerte inminente elevada al infinito. Uno sentía que el corazón se le salía del pecho y sufría paranoias, alucinaciones desbocadas que muchos llamaban «malos viajes». Para solucionarlo había que agenciarse de una pepa, es decir, un ansiolítico para «aterrizar» sin contratiempos. En contrapartida, si uno estaba alegre, con buen talante, sin mayores problemas; entonces podía literalmente «cagarse de risa» —de todo y de nada—, ponerse chino, obnubilarse hasta olvidarse de su nombre, de la dirección de su casa y del rostro de la hembrita que le movía el piso.
Oswaldo Reynoso, por ejemplo, en Arequipa, lámpara incandescente (2014) le explica en una de sus misivas a un joven poeta, desde su propia experiencia, la diferencia entre el alcohol y la droga (se refiere a la marihuana o la pasta): «Sólo bebo ron, pues soy alérgico a cualquier tipo de droga. Me salen ronchas, me duele la cabeza y vomito. Como podrás comprender, no soy adicto a las drogas por voluntad sino por impedimento biológico».
A algunos la marihuana, por sus terribles efectos, nos produce un rechazo rotundo. A Marcelo lo encandiló tanto que le jodió la existencia. Sus padres lo llevaron a una clínica privada de la capital para que le practiquen una suerte de lobotomía que prometía la cura definitiva a toda forma de adicción. Cuando volvió a la ciudad, luego de muchos meses, él había cambiado para siempre: le habían sacado un pedazo del alma en el quirófano. Marcelo lucía apagado, taciturno, hasta torpe. Ya no jugaba al básquet como en los buenos tiempos del colegio. Eso sí, todavía tocaba la guitarra con decoro. Una vez llegó a mi casa el día de mi cumpleaños. Vestía con un poncho y unas ojotas. Tocó las mejores canciones de Soda Stereo y de Los Prisioneros. Parecía ser el mismo de antes de la operación. A golpe de medianoche, Marcelo nos dijo que hiciéramos una chanchita al toque para prolongar la fiesta.
—¿Para qué? —le preguntaron—. Todavía hay chela.
—Yo me voy un toque al terminal y consigo de la buena.
—¿Estás fumando de nuevo? ¿Tus viejos saben?
—Yo la controlo: soy drogo y no adicto.
A Marcelo lo agarraron a chavetazos hace una punta de años. Un vendedor de hierba de los alrededores del terminal terrestre lo ultimó sin misericordia. A veces pienso que si él hubiera nacido en otro país todavía estaría vivo. Quizá sólo trato de mentirme (Tania afirma que él no supo decir NO y punto).
No estoy en contra de la legalización o el consumo de drogas. Creo en la libertad del individuo y sé que cualquier prohibición acarrea peores males que los que intenta combatir. Sin embargo, cuando alguien me habla de lo genial y benéfica que le parece la marihuana yo recuerdo a Marcelo y una mezcla de impotencia y tristeza me embarga. No solamente Allen Ginsberg, creo que (casi) todos hemos visto a las mejores mentes de nuestras generaciones destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles al amanecer en busca de un colérico pinchazo… o de un tronchito de marihuana que venden los sórdidos chaveteros del terminal.
“Como no tenía licencia de conducir ni documentación legal en el Perú, me asusté. No sabía qué hacer y las personas que estaban alrededor me indicaron que me fuera”, fue lo que manifestó Ricardo José Bermúdez Gonzales durante la audiencia pública realizada el día de ayer, tratando de explicar el porqué de su ausencia luego de haber arrollado a la trabajadora de la Autoridad del Transporte Urbano (ATU), Jaquelyn Rosales Ramírez, el sábado pasado cerca de Puente Nuevo.
Consciente lo que había realizado el chofer de la combi se dio a la fuga por toda la Vía Evitamiento, iniciando una espectacular persecución policial. A consecuencia de todos sus actos, y subsanando lo actuado por la Fiscalía, el ciudadano venezolano pasará siete meses de prisión preventiva, acusándosele en cuatro delitos.
En un proceso virtual realizado el día de ayer, el juez del Primer Juzgado de Investigación Preparatoria de El Agustino, Piero Lázaro, ordenó la ubicación y captura de Bermúdez.
Entre sus declaraciones Bermúdez mencionó a la policía que la propietaria del vehículo sabía que él no tenía brevete. El contrato de alquiler de la combi era de palabra. Cubría la ruta Puente Nuevo, Av. Perú, hasta llegar a la Av. Pacasmayo en el Callao. La propietaria del vehículo podría ir hasta 10 años presa.
Jorge Barrutia, representante del Ministerio Público, expuso su requerimiento por los delitos de exposición o abandono de personas en peligro, violencia y resistencia contra funcionarios públicos; así como por fugar del lugar del accidente y por homicidio en grado de tentativa.
De esta manera, la Corte Superior de Justicia de Lima Este subsanó el error inicial de la Fiscalía que debió solicitar la ampliación de la detención de Bermúdez, quien fue capturado tras atropellar a la inspectora Jackelyn Rosario Rosales Ramírez, el pasado 9 de enero.
El expediente fue presentado el lunes a las 5 p.m., cuando ya había excedido el plazo de detención de 48 horas, por lo que el Módulo Penal de El Agustino dio libertad a Bermúdez.
Dina Ramírez, madre de la joven agraviada manifestó que su hija entró en shock al enterarse que le habían liberado al sujeto que la atropelló. En la actualidad, Ella permanece en observación y tiene fisuras en la parte derecha del cuerpo que le han afectado la pierna, las costillas, el hombro y el hueso parietal del cráneo. Tiene una hinchazón en el rostro que ha afectado su capacidad de visión. Además, tendría comprometido el hígado.
La parodia de Carlos Álvarez sobre Daniel Olivares, parlamentario del Partido Morado, no se aleja mucho de la entrevista real. Se deduce que ambos protagonistas, el postulante a la presidencia Julio Guzmán y el congresista Daniel Olivares, ambos del partido Morado, no habían preparado para dicha entrevista un guion políticamente correcto.
En la entrevista, respecto al tema de fumar marihuana en horas de trabajo, se hubiese esperado en Daniel Olivares la misma mea culpa con la que Julio Guzmán se avergüenza del ya conocido suceso del incendio, por lo que hace una suerte de introspección y pide perdón a su círculo de influencia.
Empero, si observaron bien el video de la entrevista real, Daniel habría fumado; por lo que, en consecuencia, en la entrevista le hubiese sido difícil argüir una excusa política que no saliera de su propia esencia y, además, él cree que su realidad —con el cannabis—
es también la realidad de una mayoría: como cuando el alcohólico no se da cuenta que está preso de los efluvios del licor y el resto, evidentemente, se percata de ello.
Si fumar hubiese sido una cuestión esporádica que Daniel pueda dejar, no hubiese entrado a la entrevista en el estado con el que sostuvo su argumento, frente a lo que le increpaba Julio, que suponemos con la intención que haga la misma revisión y mea culpa, hubiese dado respuestas sensatas y según el sentido de las convenciones o moral social esperada.
Pero la percepción de Daniel está mezclada con la luminosidad que provoca la marihuana, donde percepciones, emociones y cogniciones están entremezcladas, creando un mundo imaginativo paralelo. Lo que se decanta de la escena es que Daniel Olivares es consumidor “de toda la vida” como él mismo lo señala.
Ahora bien, si se preguntan ¿pero a quién le importa si es su vida?
Hasta cierto punto podrían tener razón respecto a ello; sin embargo, al ser Olivares una imagen pública política y que nos representa en el Congreso, sí importa.
Ayer, por ejemplo, se manifestó Cedro, entidad que trabaja para que la juventud peruana evite el consumo de drogas, porque lleva a la dependencia y con ello a la desadaptación y pocas o nulas posibilidades de autorrealización personal. Por tanto, el Congresista Daniel Olivares le importa a la sociedad peruana, que invierte en él un sueldo, una oficina, personal, para que nos represente, inversión que efectuamos todos los peruanos, consumamos marihuana o no, de nuestros impuestos; por tanto, es la sociedad peruana la que invierte un voto en el Congreso para tratar de tener, entre sus filas, a los más apolíneos entre nuestros representantes.
El gran pensador liberal Bernard de Mandeville sintetizó la norma social de convivencia pacífica y ordenada en su libro La fábula de las abejas, con la siguiente frase: “Virtudes públicas, vicios privados”, donde se resume que, para ordenar a la sociedad, sabiendo que todos tenemos a Apolo y a Baco como complementos arquetípicos de la personalidad en el “Yo y su sombra”, la opción madura es apostar por el arquetipo del primero, lo apolíneo; y, con ello, las virtudes, que servirán para guiarnos como sociedad hacia un norte diferenciado.
*Psicóloga especialista en diagnósticos psicológicos.
Patricio Montenegro Doig fue el que golpeó a trabajador de empresa eléctrica en Miraflores
El agresor que golpeó al trabajador de la empresa eléctrica en Miraflores fue identificado como Patricio Montenegro Doig, un surfista de 45 que trabaja como instructor de surf para niños.
Ayer Lima Gris publicó un video donde se ve que un trabajador de la empresa Luz del Sur era golpeado por un hombre en Miraflores. El video se viralizó en redes, y el agresor ha sido identificado como Patricio Montenegro Doig (45 años), un surfista que da clases de tabla para niños en su academia PMD Surf Training.
Patricio Montenegro Doig.
El empleado de la empresa eléctrica es Rainer Herrada Mamani, quien sufrió la agresión cuando se encontraba realizando su trabajo de corte de luz en el distrito de Miraflores. Reiner Herrera reveló al diario La República que fue arremetido hasta en tres ocasiones por Patricio Montenegro antes de ser auxiliado por los vecinos.
Además, Herera Mamani de 21 años explicó que “antes de ser atacado en el cruce de General Córdova con Quiñones había sido abordado por una mujer y su portero luego de proceder con el corte del suministro. Tras ello, un hombre lo interceptó en su auto mientras se dirigía a otro inmueble”.
“Yo me retiré con el equipo y fui al siguiente predio. De la nada, aparece un cliente estacionado ahí, me pregunta si soy de Luz del Sur y empieza a gritarme y me empuja contra la pared. Ya en el piso se me caen mis herramientas, y cuando me dispongo a levantarme me cae el manotazo”, señaló el agraviado.
Agregó “La primera vez fue cuando baja del vehículo y me empuja contra la pared. Cuando me levanto, recibo el segundo, un manotazo que hizo volar mi careta. La recojo y ahí, como se ve en el vídeo, recibo el tercero (…) Justo ese departamento tenía una cámara en la esquina. No sé si se habrá grabado todo, pero los vecinos estaban presentes”.
Hans Berger, gerente de Relaciones Corporativas de Luz del Sur, comentó a 24 Horas que Rainer Herrada Mamani trabaja para una empresa contratista. Pese a no tener vínculo laboral directo, Luz del Sur le brindará apoyo legal al joven “porque este tipo de actos no se pueden permitir”.
Berger explicó que se le cortó la luz a Patricio Montenegro el 8 de enero porque debía S/ 500 y se le volvió a cortar el 12 porque restableció el servicio con una conexión ilegal. Añadió que el agresor ya canceló su deuda, pero la denuncia sigue en curso.
En un comunicado vía Twitter la Corte Superior de Justicia de Lima Este (CSJLE) informó que se ha programado para este miércoles 13 de enero, a las 3:30 de la tarde, el inicio de la audiencia donde se debatirá la prisión preventiva contra el chofer de nacionalidad venezolana, José Alberto Bermúdez Gonzales (21), quien el día sábado pasado atropelló deliberadamente a la inspectora de la ATU, Jaqueline Rosales (25), joven madre de familia quien se encontraba trabajando cerca a Puente Nuevo, y quien se encuentra grave a causa de que el extranjero la arrollara con su vehículo.
Sin embargo, siendo casi la hora para que se inicie la audiencia, Bermúdez Gonzales se encuentra en la actualidad como no habido, temiendo que ya haya fugado por la frontera norte del país. Por ese motivo la CSJLE indicó que la audiencia se realizará sin la presencia física del acusado, ya que fue liberado debido a que el Ministerio Público (MP) no presentó a tiempo el requerimiento de prisión preventiva.
Entre tanto, la madre de la joven atropellada, Diana Ramírez, denuncia que viene recibiendo amenazas por teléfono de sujetos presuntamente vinculados con el acusado.
«Me dicen que me cuide las espaldas, que les mande mi número de cuenta porque la prensa me está pagando por declarar cuando yo solo estoy pidiendo justicia por mi hija», señaló Ramírez para RPP.
La fiscalizadora afectada sufrió politraumatismo generalizado y se encuentra recuperándose en el hospital Hipólito Unanue.
A pesar de haber pasado una de las cuarentenas más largas de nuestra historia como país, donde los ingresos se vieron mermados, y muchos padres de familia hasta perdieron su puesto de trabajo, pero sin embargo no dejaron de pagar las cuotas mensuales de las universidades donde estudian sus hijos, sacando de donde no hay para no interrumpir su educación, al parecer a las universidades no les interesa eso y continuaron lucrando exigiendo diversos requerimientos al alumnado.
Afortunadamente eso no pasó desapercibido para el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi) quien multó, en primera instancia, a 26 universidades por realizar cobros indebidos y exigir requisitos prohibidos a sus estudiantes.
Aunque parezca increíble nadie reclamó por esas abusivas prácticas. Sin embargo Indecopi ante esa situación actuó de oficio, luego de verificar la documentación presentada por las universidades investigadas.
Entre los incumplimientos identificados por Indecopi están:
Requerir el cobro de un interés moratorio superior al legal permitido por la Ley 29947.
Disponer medidas que restringen el desarrollo del servicio educativo a fin de procurar el cobro de las pensiones de enseñanza.
Condicionar a los estudiantes la adquisición de un Formato Único de Trámite (FUT) para la realización de diversos trámites internos.
Condicionar a los estudiantes a la adquisición de un seguro estudiantil para poder matricularse.
Requerir la presentación de documentación innecesaria para la realización de diversos trámites internos.
No brindar a los estudiantes información referida al monto o tasa por concepto de mora.
Condicionar la atención de reclamos de los alumnos al pago diferentes conceptos.
Cabe recordar que en noviembre del 2018 se detectó la misma situación en la PUCP, cuando un alumno de postgrado de dicha casa de estudios, Eduardo Abusada, anunció que había logrado recuperar mil soles de cobros indebidos. A raíz de ello, se descubrió que esa universidad había estado realizando desde hace bastantes años cobros moratorios que no correspondían a los estipulado por el BCR, teniendo que devolver la Pucp el excedente de lo cobrado a sus alumnos.
Pero eso no quedó allí pues Indecopi inició una investigación preliminar para detectar a los responsables de esos cobros. Hasta ahora no hay un pronunciamento de lo que realmente sucedió.
Sepa usted si su querida alma mater se encuentra en la lista: