Aún recuerdo la nota en IDL–Reporteros con el pomposo y moralista título de “Corte y corrupción” (7 de julio,2018) y con una prosa plana reporteril invocando un acto de moralización jamás antes ensayado ante la opinión pública de la política peruana donde un medio de comunicación revelaba los entresijos mafiosos de la Corte Superior de Justicia del Callao y de otros magistrados. Gustavo Gorriti fue ensalzado como adalid de esta causa y su palabra revestida de autoridad como ningún otro peruano. Por más vasallaje que ciegamente le brindaron quiso imponer hasta los ritos narrativos (o replana) del caso bautizándolo como ‘Lava Juez’ y nunca coreando el de ‘Los Cuellos Blancos’ como aparecían en la Fiscalía y en el imaginario de los peruanos. Es un síntoma de su pedantería porque a pesar de los años y de su lenguaje no pudo someter la realidad.
Su trayectoria periodística es importante y sería de necios negar su aporte en el periodismo peruano. Se le pudo ver en Caretas en la década de los años 80, 90 (con un intervalo como director adjunto del diario La Prensa en Panamá en 1996) y en el 2000 como Subdirector del diario La República. Sus artículos y reportajes eran dignos de un alto valor periodístico y con repercusiones que le valieron muchos reconocimientos internacionales. Era un Gorriti que investigaba, desnudaba mafias políticas con artículos bien estructurados y nos presentaba semblanzas y minuciosas pesquisas del poder como un Hércules Poirot.
Digámoslo claramente: es un especialista en la esgrima verbal (conoce muy bien los recursos literarios) y también sufre de incontinencia de panegíricos y adjetivos cacosmicos producto de alguna herencia familiar acostumbrado a repetir los pivotes ideológicos con sabor a hoz y martillo. Como campeón de judoca sabe doblegar sin misericordia a sus adversarios; como un tipo de izquierda odia a las burguesías y las acusa de fascistas ( tiene en su cabecita un recuerdo diáfano de las camisas negras de Musolini y de sus remedos en el Perú sanchecerrista) y como conocedor de filosofía se orienta por un autoritarismo de la idea la cual confunde con opinión como lo hizo notar el filósofo e historiador José Ignacio López Soria:
“Por otra parte, afirmar alegremente que “la razón de fondo” de la inclinación de Heidegger por el nazismo “fue la cobardía”, sin referencia alguna al proceso del pensamiento del filósofo alemán ni a las circunstancias históricas en que dicha inclinación tuvo lugar, me parece realmente una osadía. No se trata de defender a Heidegger ni de polemizar sobre la racionalidad o irracionalidad de su adhesión al nazismo. De lo que se trata es de pedir al periodismo, por su condición de hacedor de opinión, mesura en sus afirmaciones y comparaciones». (“Los intelectuales” de Gorriti, La Republica,20/03/2006).
Cuando no le ganaba la política podía hacer cosas muy buenas como este texto: “Hay otro factor frecuente en los creadores: una herida primaria, un dolor recóndito en almas sensibles que una vida cuadrada y previsible jamás curará. Así, la desventaja, el contraste, incluso el trauma son a veces el impulso que lleva a lanzarse a esfuerzos ambiciosos, con el acicate del hambre que conocen bien desde los artistas hasta los boxeadores, para lograr la trascendencia que realice la creación y alivie u olvide el dolor.” (“Algún día tendrás la razón” dedicado a Steve Jobs. Revista Caretas, 2011).
Gorriti chalequeando al expresidente Alejandro Toledo.
De periodista a operador
Otro recuerdo fue leer un artículo publicado en La República titulado “Votar por Toledo, no por Pachacútec (3/04/2001). Gorriti había ayudado a construir la figura de un inca vengador poseedor de voluntades supremas sobre el destino del Perú luego de 500 años de conquista. El mensaje era claro: contener las edificaciones mesiánicas y apostar por un estadista humano con vicios y virtudes pero que cumpla con eficiencia su gestión. Había que atenuar las pasiones autoritarias de los demócratas y las esperanzas del populacho para no sucumbir a los delirios de un inkarri posmoderno.
Creemos que ese fue su debacle al saborear entre el 2000 y 2001 las mieles del poder y sus infinitas posibilidades primero desde “La marcha de los cuatros suyos” y luego como victorioso de la campaña electoral con Alejandro Toledo (2001-2006) llegando a Palacio de Gobierno.
Fue voceado como ministro de Defensa del reciente electo presidente al ser un personaje que garantizaba una transición democrática respetando el estado de derecho y las libertades plenas. Obviamente un cargo de esta naturaleza no le era ajeno porque desde su trabajo periodístico tenía un conocimiento del sector Defensa. Gorriti sabía que Toledo era proclive al juego sucio, a las medias verdades (caso Zaraí, las rumbas con alcohol y drogas) que ensuciarían su gobierno y era mejor que él regresara a sus fueros periodísticos. Intentó en Frecuencia Latina un programa semanal llamado “Periodistas” el cual tuvo un equipo de primera con algunos excelentes reportajes, pero ni la ayuda del actor Gianfranco Brero pudieron mejorar la predisposición corporal del conductor pareciendo una estatua la cual solo profería frases. Era mejor intentar otros juegos…
Gorriti luego de haber estado en medios explícitamente periodísticos pasó a formar parte del Instituto de Defensa Legal y su rama IDL-Reporteros, entonces lo que algunos años atrás fue solo una referencia periodística ahora contaba con un respaldo institucional y los recursos (Open Society, una de las ONG del magnate George Soros,) para entrar a las mismas entrañas del poder. Pero era ya un hombre maduro avasallado por los aplausos el cual podía dedicar todas sus fuerzas a hacer excepcionalmente lo que el mismo declaró en una entrevista: “Hay ocasiones, creo, en las que uno debe estar dispuesto a sacrificar (que otra cosa no es) la carrera periodística y servir a la Republica desde el Estado o la política ¿Cuándo? Solo en circunstancias extremas; peligro inminente del sistema democrático, amenazas sustantivas a la Nación, guerra, confrontación con una dictadura.” (Revista ideele, N° 174, diciembre 2005).
Ese momento llegó cuando se consolidaron las figuras de Alan García (segundo gobierno: 2006-2011) y Keiko Fujimori (3 veces candidata presidencial). El antifujimorismo y antiaprismo estaban en su esplendor político y ansiaba apasionadamente ese privilegio de dar la estocada final a sus enemigos.
Cuando uno cruza la línea que separa el interés periodístico de las agencias del poder político es imposible recuperar los principios que forjaron una conducta. La política y el periodismo no pueden ser aliados (en algunos casos camuflando complicidades) ni ser trincheras de intereses de cualquier tipo. Ninguna alianza superior por el bien común justifica su contubernio o sus excesos sobre inocentes. ¿Qué autoridad creía tener para otorgar una tregua a un político como Alan García? Bob Woodward y Carl Bernstein quienes revelaron el caso Water Gate (el espionaje del presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon a sus rivales políticos) dijeron estas palabras al recibir el Premio Pulitzer en el año 1973: “El periodismo no es ningún mesianismo. Un reportero es una persona normal, que debe cumplir tan sólo una regla de oro: buscar la verdad de una, forma paciente y obstinada, y transmitirla”.
Respondiendo a un artículo de Martha Meier Miró Quesada no tuvo ningún reparo ni desparpajo en calificarla con una supina elegancia de lord: “…cuyo razonamiento y nivel intelectual pueden describirse con tres palabras: caca, pichi, poto. (IDL-Reporteros “Columna de reporteros”, 31/05/2011). Al grupo La Resistencia lo bautizó como “La Pestilencia” y los acusa de ser una “banda” que realizan “atentados”, “ataques” confabulados con grupos neofacistas y un poder de ataque como Fuerza Delta del legendario mayor Scott McCo (Chuk Norris).
César Romero, periodista de La Republica, realizó algunas importantes críticas al periodismo de investigación (su monopolio y falsos héroes). Acá uno de los tuits: “Políticos que ante la falta de partidos políticos operan desde los medios de comunicación. Periodistas que ante la ausencia de políticos actúan en influyen políticamente. Difícil diferenciar. Difícil competir. Se confunde todo”. (6 de mayo,2019).
Gorriti le dedicó una extensa columna donde lo bautizaba como Cacatustra y se planteaba lo siguiente: Al final, las únicas preguntas que cuentan son: ¿Ha valido la pena investigar la corrupción del caso Odebrecht o no? ¿Valdrá la pena investigar lo que resta de Lava Jato y el club de la construcción o no? Dado el poder y las fortunas de los investigados ¿había que hacerlo con decisión o no? A la luz de los resultados obtenidos hasta hoy ¿ha sido un buen trabajo o no? ¿Conveniente para el Perú o no?”. (“De criterios y cretinos”, IDL-Reporteros,18/05/2019). 2024 y todas esas respuestas se las da el sagrado tiempo con vuelto y todo.
Hacen mal Claudia Toro y el Dr. Luis Pacheco Mandujano en tratar de exponer a Gustavo Gorriti con el sambenito de que no es periodista porque no registra título en la SUNEDU. Hay que desnudarlos desde sus miserias más recurrentes (sus juntas sombrías y perversas venganzas) y no caer en el barato juego del acusete en el cual Gorriti se ríe a sus anchas por tan “duras” calificaciones.
Umberto Jara escribe: “La síntesis de la carrera de Gorriti es esta: un individuo financiado desde el exterior que usa el disfraz de periodista para actuar como operador político y constante desinformador.” (“Gorriti, el eterno guardaespaldas toledista”, Lima Gris, 31/05/2023).
Alto Mariátegui también le agrega su rosario: “Gorriti NO es un periodista. Definámoslo correctamente: es un activista político que ha usado al periodismo como herramienta para manipular a la Fiscalía en contra de otros. Ha utilizado la data que conseguía no para informar al público, sino para demoler sistemáticamente a los que aborrecía políticamente.” (Perú21, “Ocho apuntes sobre Gorriti”, 11/02/2024)
Los delirios de Casandra
Cuando Jaime Villanueva mencionó el nombre de Gustavo Gorriti al instante se activaron las alarmas en su defensa. Desde estrambóticos besamanos o impulsar el apoyo internacional de personalidades y colgarse de una victimización amparándose en los riesgos del periodismo de investigación a la cual bautizaron como “Campaña de desinformación” contra el sagrado periodista. Rosa María Palacios, Pedro Salinas, Mávila Huertas, Fernando Carvallo, Glatzer Tuesta, Curwen, Claudia Cisneros y Sol Carreño quien casi llora al defender a Gorriti) se han desgañitado de dolor sacando cara por su camarada colega. ¿Cuál es el problema?, ¿Qué tiene de malo que Gorriti investigue? En novedosa pose gualipolera han salido sus lloronas a echar culpas y no ponerse a reflexionar desde omisiones o errores cometidos tal vez involuntariamente, pero nada. Ni pizca de perdón. Nunca nos dimos cuenta que son superiores. Cecilia Valenzuela directora de Perú21 en entrevista Canal N lo dijo claramente: “Creo que hoy en Perú no debes —ahora ni hace un buen tiempo — ponerte en una posición antinada porque la polarización está destruyendo nuestro país y si nosotros dejamos que nos ciegue el anti, entonces, compartimos y colaboramos a que esa polarización se marque más”. (Valenzuela, Calderón, Chincha y Zegarra: crisis política, poder y la prensa; mensaje presidencial,11/08/2022). Gorriti cayó en esos delirios y nunca pudo salir.
Romina Mella periodista de IDL-Reporteros en entrevista a Pedro Salinas no aclara la mención de Villanueva sobre su participación en el despacho de José Domingo Pérez ni las injerencias de una institución periodística en el Ministerio Público. Romina cree que somos idiotas y que nadie en el Perú puede pensar por cuenta propia y esbozar sus propias críticas a los medios de comunicación o sus referentes. Todos son fujiapristas o son parte de la mafia y son ellos los únicos que luchan con la verdad y la información.
Gorriti no es un santo y poco a poco fue mostrando su implícito poder (y desde luego que no hay recibos ni explicitas directivas con papeleo en mano que movilicen una decisión judicial). Gorriti trató en el 2018 al fiscal coordinador del equipo especial, Hamilton Castrocomo “lento y formalista”, “demasiado lento y cauto” porque no se prestaba a sus comisiones. ¿La cautela no era una virtud ante un proceso tan complejo? Poco después Castro fue destituido del cargo para sorpresa de él mientras se encontraba en una diligencia en Francia. Vela y Pérez entraron al equipo y trabajaron de la mano. Canal N desarrolla la nota de esta manera: “un conocido periodista y ‘gurú’ de casos emblemáticos acude a la Fiscalía y le explica al fiscal su punto de vista sobre la necesidad de establecer “alianzas” entre medios de investigación y el Ministerio Público […] Enseguida la sugiere que el medio de comunicación al que él representa conozca con antelación los viajes que, por entonces, se tornaban ineludibles”. ¿Acaso eso no coincide con el testimonio de Villanueva y no revela injerencia? ¿Qué tiene que ver esto con el periodismo de investigación?
Joseph Goebbels afirmaba “Miente, miente, miente, que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá” y de eso lo saben muy bien el IDL y el IDL-Reporteros porque refuerzan sus mentiras y acusan a todos de mentirosos y de montar espeluznantes campañas. Recuérdese las versiones de Carlos Rivera Aguilar acerca de la diligencia del fiscal Rodrigo Álvaro Rurush y llegó al local de IDL-Reporteros en la mañana del 10 de julio del 2018. Ante el programa de Juliana Oxenford declaró lo siguiente: “Se pretendió desarrollar una diligencia fiscal sin un mandato” (Latina Noticias,11 de julio,2018). Como había que continuar con el plan de la mentira Gorriti fue entrevistado por Mávila Huertas mostrando su repudio por el supuesto allanamiento que nunca fue tal: “Fue realizado de una forma tan burda y poco inteligente que me hace pensar de la capacidad intelectual de quienes definen esto… (…) me pongo a pensar que ha tenido algún intento intimidatorio, pero que ha sido hecho de una manera tonta, cretina más certeramente y hemos reaccionado como debe reaccionar todo periodista de investigación en un régimen democrático. Pero también debo añadir de que eso no ha sido toda la política de la fiscalía de la nación he recibido mensaje de solidaridad de varios fiscales.” (Canal N, 11, jul 2018)
En otra declaración refuerza su reclamo:
“Camino hacia aquí yo hablé con el fiscal de la nación quedó muy sorprendido y tomo acciones inmediatas.”
¿Qué periodista de investigación tiene la confianza y mandato imperativo sobre la máxima autoridad del Ministerio Público y lo haga retroceder de las medidas que disponen sus fiscales de manera autónoma?
Pero no fue ilegal y todo se debió a desarrollar una exhibición de documentos amparados en las funciones de acuerdo a ley como lo señaló la ex procuradora Katherine Ampuero citando el Código Procesal y como se puede ver en el video que registra la exposición de Glatzer Tuesta y de Carlos Rivera Aguilar conciliando las cosas y no desglosando abuso alguno en la intervención aun cuando Gorriti refunfuñaba e insultaba la capacidad del fiscal y sus subalternos calificándolos desde ignorantes hasta pobres diablos. (Milagros Leiva “Entrevista” – Enero, 10 – 2/4)
Augusto Álvarez Rodrich intenta marcar un poco el territorio de la sensatez:
“Para que quede claro lo que se quiere plantear: en estos ‘tiempos modernos’ la corrupción solo es corrupción si el investigado es alguien con pensamiento distinto al de quien tenga alguna capacidad de influencia no oficial en la sociedad: la academia que analiza lo mismo con prisma distinto según la ideología del corrupto; medios que pactaron con autoridades —como los fiscales anticorrupción— información privilegiada a cambio de ‘buena prensa’, como lo practicaron un portal y un par de unidades de investigación, la del gran diario y la de un dominical de TV; o las ONG que ante la corrupción preguntan primero de quién se trata para recién luego pronunciarse…” (La Republica, “Las banderas que se eligieron para lavar”,18/02/2024).
Marco Sifuentes y Víctor Caballero (“El diario de Curwen”,18/02/2024) se han sentado a mirarse como dos actores eróticos dignos de la mejor película de Berlanga. Intentaron vender en clave de sorna (la cual no dominan por obvias limitaciones culturales) un Gorriti laborioso, objetivo e inmaculado y quisieron destruir el mito que Gorriti no investigó a Vizcarra, Castillo o Sagasti. Entonces parecen gritarnos todo lo que hizo este sacrosanto periodista: “La información más sólida, más bacán y amplia sobre Karelim López es de IDL-Reporteros».
Estos son algunos de los artículos sobre dicho personaje:
IDL-Reportero,“¿DePinchi Pinchi a Karelim López?”,28/02/2022)
IDL-Reporteros, “El sombrero sin cabeza”,03/12/2021
IDL-Reporteros, “La delación fallida”,16/12/2021
IDL-Reporteros “El entorno de los brujos”,29/12/2021
Leídos uno encontrará escritos en son de burla, sin ganas ni rigor periodístico, cachita de los usos políticos de la derecha peruana o dudas de las cosas que se revelaban, y además siempre tratando de exculpar a Castillo porque al igual que César Hildebrandt consideraba al expresidente chotano como un simple pájaro frutero. De Vizcarra tampoco hizo gran cosa. Es evidente el sesgo en el manejo de la información en el caso de Gorriti y su medio y que ese par de dateros snobs (Sifuentes y Curwen) nos quieren vender como manifestación reveladora que ilustren a la audiencia y salven a su patrocinador.
Gorriti como un personaje de Woody Allen, delirante y sentimental, ha sucumbido a sus infiernos entre la comedia y la tragedia. No distingue lo ético de lo perverso, la razón de la falacia. Su vanidad, como a todo literato enloquecido, solo le permite ver sus poderosas fantasías, pero desecha la realidad por aburrida al mismo estilo del ingenioso Alonso Quijano. En su heroica batalla ha terminado imitando las argucias de su principal enemigo (Vladimiro Montesinos) y como una historia diabólica (sin risas ni aplausos) digna de Stephen King ahora paladea el delirio de su pervertido ejemplo.
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*Este apelativo se lo debemos al diplomático José Rodríguez Elizondo quien en 1997 realizó este artículo, “Presentando a Gorriti” para la revista Caretas. Tomado de la Mula,11/11/2010.