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Opinión

¡El fin del neoliberalismo!

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Por Tino Santander Joo

La ideología neoliberal pretende ser la superación del antiguo liberalismo del laisse-faire (dejar hacer), por “la libertad de emprendimiento”. Los neoliberales promueven la desregulación del comercio y de la inversión privada, porque, son factores del crecimiento económico; para ellos no existe la sociedad, sino los individuos.

Los neoliberales confunden el proceso de globalización ineludible al capitalismo con un proyecto político e ideológico de las transnacionales que compran materias primas sin pago de impuestos y luego las venden como mercancía al país productor de las mismas. Se denomina extractivismo al modelo de desarrollo en base a la exportación de materias primas como el cobre, el gas, etc., por ejemplo, el Perú, exporta gas a precios viles y paga el gas doméstico más caro de Sudamérica.

La agenda neoliberal —según el FMI—, tiene como soporte la libre competencia, la desregulación y la liberalización de los mercados nacionales; la reducción del estado a través de la privatización de empresas estatales y reducción de déficits fiscales y deuda.  El FMI, señala que muchas de las políticas sugeridas no han sido acertadas y hace una autocrítica histórica con relación a la liberalización de las cuentas de capital, la austeridad fiscal, la reducción de la deuda pública y los déficits fiscales; incluso señala que estas políticas han provocado desigualdad y pobreza extrema en los sectores abandonados por el estado y afecta el crecimiento económico sostenido[1]

Las conclusiones de la autocrítica fondomonetarista afirman que la desigualdad financiera socava el crecimiento económico; que los gobiernos tienen que distribuir mejor los recursos en educación y salud para generar igualdad de oportunidades y revisar las políticas de reducción fiscal.  Es necesario regular los mercados como lo sostiene Joseph Stiglitz, premio nobel de economía.  Finalizan sus conclusiones afirmando que el FMI no deben asesorar en base a la fe o los dogmas, sino a la experiencia.

El programa neoliberal en el Perú se implementó con Alberto Fujimori, a través del llamado consenso de Washington[2].  El fujimorismo económico es el dogma aceptado por los partidos tradicionales (AP, APRA, APP, los partidos fantasmales de centro derecha, el fujimorismo, la izquierda caviar y los movimientos regionales capturados por el crimen organizado). Todos ellos aceptan el modelo primario exportador y el oligopolio bancario que armoniza intereses en la informalidad económica con el crimen organizado.  

Los neoliberales peruanos son fanáticos que creen en la magia de la mano invisible que regula el mercado; se congregan en grupos conservadores y han constituido partidos fantasmales. Sus escribas y defensores no comprenden que los grupos de poder económico controlan el origen y la implementación de la ley para consolidar y defender sus intereses; confunden adrede la libertad económica con la defensa de intereses empresariales.

Su hispanismo es de una ignorancia abrumadora; la derecha neoliberal peruana se alucina descendiente de una España goda inexistente, desconociendo la historia y el multiculturalismo español; se aferran a un catolicismo medieval de la extirpación de idolatrías y de la santa inquisición; desprecian a los partidos políticos dirigidos por “los cholos” y los compran por migajas para que defiendan sus intereses. El neoliberalismo ha creado un individualismo narcisista que es producto de la frustración que genera nuestro “capitalismo popular” que imaginan afiebrados intelectuales y escribas neoliberales.

El modelo neoliberal ha llegado a su límite en el Perú y el mundo. Los neoliberales no se dan cuenta que “la pobreza es el padre de la revolución y el crimen”. (Aristóteles). Los diez millones de peruanos sin agua, ni desagüe; los ocho millones de deudores aterrorizados por el sistema financiero; miles de colegios sin agua, sin luz, ni internet; millones de agricultores sin infraestructura, ni política agraria; millones de jóvenes sin destino que solo buscan huir del Perú.  Podría dar las cifras de pobreza europea, norteamericana y, africana y no terminaría este artículo, pero, estoy seguro de que la revolución social mundial vendrá buscando justicia y libertad.


[1] Ver Jonathan D. Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri (junio del 2016) El neoliberalismo ¿un espejismo? https://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/spa/2016/06/pdf/ostry.pdf

[2] Ver https://blog.selfbank.es/consenso-de-washington-que-es-y-como-funciona/

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Opinión

La desesperación de Dina Boluarte y la desactivación del Equipo Especial

La presidenta Dina Boluarte ordenó desactivar al grupo elite de la Policía que trabajaba con el Eficcop, para entorpecer las investigaciones en su contra; sin embargo, la fiscal Marita Barreto, con los elementos de convicción obtenidos tomó la decisión y ordenó capturar al hermanísimo presidencial Nicanor Boluarte, para que no siga obstaculizando a la justicia.

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No cabe duda que el espurio ejercicio de corruptelas y tráfico de influencias cometido desde hace unos años por el hermanísimo Nicanor Boluarte Zegarra, no llegará más lejos. Si bien este señor no ocupa un cargo público, es evidente que es el numero 2 en esta organización presidencial para no gobernar. 

Él acaba de ser detenido preliminarmente junto a siete personas, entre ellas el abogado defensor y paisano de la mandataria, Mateo Castañeda, con el fin de que durante estos días no obstaculicen, ni oculten más evidencias que coadyuven a la investigación.

Sin embargo, esta escena que involucra a personajes oscuros, como el hermano de la presidenta y otros consejeros del entorno íntimo de la apurimeña, no es nueva y mucho menos una ‘pepa’ periodística. Es decir, se sabía desde hace mucho tiempo; incluso desde que Dina Boluarte realizaba su campaña electoral como candidata a vicepresidenta de la Republica. Y una vez elegida, y en su condición de ministra de Desarrollo e Inclusión Social, se rodeó de un sequito de asesores liderados por su hermano Nicanor para pretender limpiar sus “deudas con la justicia”, a través de cabildeos parlamentarios que dieron resultado, porque incluso el Congreso archivó su denuncia sobre su titularidad en el Club Departamental Apurímac y se libró de la inhabilitación.

Prácticamente, fueron limpiando el terreno fangoso para que asuma la jefatura de Estado, tras la barrabasada del 7 de diciembre de 2022 cometida por Pedro Castillo. No obstante, la muy traidora, desde un principio proclamaba: “Si se va el presidente Pedro Castillo, yo me voy con él”. Y nunca se fue.

Ahora podemos colegir claramente por qué ayer desactivaron al equipo policial de elite que apoyaba al Equipo Especial de Fiscales contra la Corrupción del Poder (Eficcop), y que precisamente investiga a la mandataria Dina Boluarte.

Dicha resolución la firmó el ministro del Interior Walter Ortiz, —el mismo que dice que enviará a los criminales de Perú a purgar pena a Estados Unidos—.  El grupo policial desactivado lo lideraba el suspendido coronel Harvey Colchado y lograron captar importantes confesiones de colaboradores como Jaime Villanueva, que sindica a la exfiscal de la Nación Patricia Benavides, pero que, además, desentraña presuntos acuerdos con Dina Boluarte para subsistir en ambos aparatos estatales, a cambio de nombramientos claves.

Sin duda, la mandataria sabía de los avances de la Eficcop y del equipo policial que apoyaba la labor fiscal y ordenó desactivarlos justo antes que se dé el gran golpe que acaba de capturar a su hermano Nicanor. Pero no hay “mal que dure cien años”; la señora Boluarte que recibió relojes costosos de marca Rolex y que mintió siempre, ha tenido el descaro de proclamar su intención de luchar contra la corrupción, pero al mismo tiempo ordenó obstruir esa lucha anticorrupción, como una venganza contra el equipo policial, con el afán de limpiarse y de lograr el archivamiento de todas sus investigaciones y las de su hermano.

Este execrable acto cometido por la presidenta Boluarte, es causal suficiente para amonestarla con la sanción mayor, la vacancia e inhabilitación, por haber infringido la Constitución y tras el juicio político, saldar su deuda en el ámbito penal, aunque esté protegida por la inoportuna figura de la inmunidad presidencial.

A pesar de todo, nos preguntamos ¿Qué hará el Parlamento? ¿acaso continuará con su rol de socio-estratégico de la mandataria, sopretexto de atornillarse hasta el 2026? me refiero específicamente a las bancadas conservadoras; y no a las de izquierda, que han luchado para expectorar a la apurimeña desde que ingresó a Palacio.

Aún están a tiempo de reivindicarse. El Congreso ya tiene bajo el brazo su ‘ley de reelección’, y prácticamente Dina Boluarte ya no les serviría para otros propósitos. Esperemos cuál será el pronunciamiento del Legislativo.

Lo que sí es probable, es ver en los próximos minutos a ministros “voceros” y “abogados” de la mandataria, que con su afán de lambiscones saldrán a decir que todo esto es una persecución política y etcétera.

¿Acaso no podemos ser testigos de un poco de dignidad? ¿Quién será el primer ministro que dé un paso al costado y presente su renuncia?

La aún presidenta de la República acaba de dar un discurso en la ceremonia de inauguración del Seminario Internacional Constitución Política, Democracia y Valores Institucionales realizado en el Ministerio de Cultura y tenía el rostro desencajado. Estaba tan molesta que no podía ocultar su desfigurada expresión, a tal punto que exclamó: “No nos vamos a distraer con asuntos menores”.  

Ella persiste en su necedad de creerse poderosa, pese a sus criticas circunstancias personales y la del resto de integrantes de su organización para destruir al Estado y coparlo de “agentes” por “cuota”, no quiere convencerse que su ocaso ya inició, y si acaso tuviera algo de sangre en las venas, tendría que renunciar, pero no lo va a hacer, porque ella no tiene honor… y por más que vuelva a nacer, nunca sabrá lo que es la dignidad. 

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“La piel más temida” no es la del cholo ni la del indígena

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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La piel más temida (LPMT) es la del negro/zambo por toda la historia de dominio, esclavitud, segregación y exterminio que en nuestro país se dio hasta 1854, ya que Ramón Castilla necesitaba a los negros para vencer a Rufino Torrico en la batalla de Palma; y que se da hasta ahora de manera asolapada y ruin: sólo basta chequear los tragamonedas y los hoteles de Miraflores y ver a nuestros compatriotas negros/zambos vestidos con trajes de la “independencia. Eso sin olvidar a “los negros, pardos y morenos en el Ejército Auxiliar del Perú” (1810-1820) o los negros anónimos que pelearon dentro del Huáscar.

Y en doscientos años de seudo-democracia y sacha-república NO existe ningún negro/zambo Presidente (salvo que así consideremos al Negro León Escobar, ficcionalizado por el tradicionalista racista Ricardo Palma, o Luis M. Sánchez Cerro, a quien en Piura le decían el Zambo, y provenía tal vez del antiguo barrio de la Mangachería en el casco viejo de la ciudad norteña) ni ningún negro/zambo primer Ministro, ni ningún negro/zambo Almirante o Contra-Almirante de la Marina, etc. Partiendo de este equívoco fenotípico podemos adentrarnos en la película que ha tenido más revuelo en las redes sociales que en las propias salas de proyección, donde uno se da cuenta que este film podría catalogarse como de carácter étnico, justo ese tipo de películas que premian en Europa como si se tratara de una para-olimpiada porque nos ven algo así como monos con algún talento cinemero. Somos un poco más que su Planeta de los Simios que podemos usar cámaras cinematográficas para filmar la problemática de nuestras sociedades no contactadas o primitivas.

Entonces se obtiene un producto pasteurizado con malas actuaciones: Un superado Lucho Cáceres que quiere llenar los espacios a como dé lugar, pero que no le alcanza (solo sus amigos caviarosos y mediocres lo ensalzan, seguro porque ha dicho que quiere participar de la política y candidatear por ahí), una Juana Burga que mejor está callada al mejor estilo de Terminator, al igual que el senderista o filosenderista (Miguel Medina) que agoniza y cuyos vómitos y escupitajos son su mejor actuación, sumado a los personajes secundarios que no saben o no pueden leer el teleprompter como el caso del guardián de la casona. Y es que no se trata de ser perdonavidas. Y si es una película que se exhibe en un cine, merece ser tratada como cualquier película de Hollywood, Bollywood u otro.

Todo esto sumado a diálogos monocordes, cámaras en mano y cortes arbitrarios donde no se sabe qué ha querido hacer el director, quien puede hacer maromas y justificarse de mil maneras en todas las entrevistas y hablarnos del metalenguaje, las elipsis, los silencios o las metáforas, pero en lo esencial, lo que prima son los paisajes, los ríos, los atardeceres, los parques y las casas rústicas que funcionan también como personajes que nos cuentan su historia sin que nadie hable o diga algo. Incluyendo la escena de las ropas del difunto que se van por el río y que ha sido sacada de la película “Tiempo de Gitanos” de Emir Kusturica (1988). Así como la escena de la mandolina en el camión con Amiel Cayo fue sacada de “Sol Ardiente” y “Pieza inconclusa para piano mecánico” de Nikita Mikhalkov.

Para la escoria fujifacha o DBA’s, LPMT es pro-terruca y busca romantizar a los senderistas, es decir, se busca que Sendero se parezca a algo así como la Cruz Roja o una Apafa. Y seguro cuando vieron “Apocalipsis Now” de Coppola o “Cartas desde Iwo Jima” de Clint Eastwood lo hicieron tapándose la cara con las manos. Para los caviares, rojimios y demás rábanos, ketchups y entomatados, es una película buena que expresa un tiempo histórico y trata de mostrarnos la realidad, tal y como debía o debe verse (o como ellos cree que se ven).

El historiador Antonio Zapata señaló que las críticas negativas a la película reflejan la ausencia de consenso dos décadas después de la creación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Y entonces se mandan rollos cojudos y se meten a hablar de técnicas de cineastas y nos hablan de Francisco Lombardi y su “Boca de Lobo” (1988) cuando deberían hablar de Marianne Eyde y sus películas La vida es una sola (1993) o Los Ronderos (1987) con la participación de NO actores.

Por eso Juana Burga, una modelo peruana de casi un metro ochenta con rasgos andinos (“flaca como una estaca”), expresa su psicología aspiracional, la misma que la de Calero: Burga aparece blanqueada en la revista Cosas, tan linda ella y tan funcional a quienes la marginaron por su fenotipo, aceptando la utilización de su matrimonio con el director y productor danés Martin Landgreve y fue reportaje y noticia para ese pastiche caracterizado entre otras taras por su maltrato a quienes la DBA denomina “color puerta”. Eso seguro sirvió para elegirla como personaje principal o creen que uno no se da cuenta que cuando se hace una película todo es importante, tanto los pasivos como los activos. Y, sino que hable Cosas: “La novia (Juana Burga) lució radiante con un traje estilo sastre de YSL, inspirado en el look matrimonial de Bianca Jagger, y un sombrero de la portorriqueña Ellen Christine. Complementaron el look los zapatos de la casa de Christian Louboutin y bouquet de Molly Ford”. ¡Bah!

Y la abuela, María Luque, termina siendo la más natural de todos los personajes que aparecen en escena y se lleva todos los laureles (Premio APRECI 2023 como mejor intérprete de reparto). María Luque es actriz y forma parte del reconocido grupo teatral las Kory Warmis, que significa “mujeres de oro” en aymara. Sin embargo, Luque no es peruana, sino boliviana. (Off the record: ¿No existe ninguna actriz peruana que pudiera representar ese papel histórico y trascendental que es el papel de las abuelas en el conflicto armado interno de los ochenta en Perú?).

Y para esos necios acaviarados, que sin haber llevado ningún cursillo de semiótica de la imagen dicen que esta película tiene gran fotografía y gran música y gran todo, y se desgañitan diciendo que Calero es “nuestro Scorsese de los Andes”, sólo les invito a dar un par de vueltas por la realidad para encontrar por el centro de Lima a gente que toca la mandolina o la guitarra o el drama inacabable de los mestizos provincianos que han convertido el centro de Lima en algo así como una dependencia de Calcuta por culpa de esos que defienden el supuesto “estado de derecho”, la partidocracia y la democracia de desagüe que nos imponen la Confiep y las Sociedades Nacionales.

Así es que quede claro mis despreciables necios acaviarados, ya dejen de romantizar la realidad o de creer que la razón les asiste solamente porque son “políticamente correctos” y que por eso están aptos para combatir las “ideas” de un pobre diablo como Francisco de Piérola, descendiente del culpable de la derrota cruel de la batalla de San Juan y Miraflores, y los asnos de la ultraderecha. Si vuestra mejor arma es el libro “Nos habíamos choleado tanto” de Jorge Bruce, cuyo pensamiento está a la altura de Rosa María Palacios, Claudia Cisneros, Hugo Coya, Patricia Salinas, Eduardo Adrianzén, Cindy Díaz y otros hipócritas hijos de la guayaba, entonces mejor hagan suyas las palabras del desmonte de perogrullo y tibiezas Augusto Álvarez Rodrich: “La Piel Más Temida es una historia de amor de padres-hijos, tíos-sobrinos, familias que se reencuentran, historias de vida. Gran película y una gran actriz, la modelo Juana Burga (…) Una estupenda película del Perú post-Sendero.” Pffffffffffff!

Vamos, palomillas de ventana, gentita de un solo libro o una sola película, pónganle “me divierte” nomás a este post.

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Popolizio, ¿del complot al nepotismo en Cancillería?

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

Mientras algunos embajadores, como Walter Gutiérrez, en España y el Principado de Andorra, renuncian, otros, como Néstor Popolizio, se atornillan al cargo, tal como ocurre en República Checa.

Mientras el canciller Javier González-Olaechea le conmina a Walter Gutiérrez a ofrecer disculpas públicas por no asistir a una reunión con embajadores, ese mismo ministro de Relaciones Exteriores no le dice nada a Néstor Popolizio, pese a dos sentencias del Poder Judicial que anularon la resolución ministerial firmada por el hoy excanciller de Martín Vizcarra con la cual dejó fuera del servicio diplomático a Fortunato Quesada, medida arbitraria concretada sobre la base de un complot que se ejecutó el 2018 desde Lima hasta Tel Aviv (cuando Quesada era embajador en Israel).

Dicho sea de paso, la judicatura peruana ha sido contundente en sus dos sentencias al anular el ucase administrativo de Popolizio, tanto en primera instancia (setiembre del 2023) como en segunda instancia (marzo del 2024), pero ¿por qué continúa el blindaje, la impunidad y el encubrimiento en provecho del canciller del Lagarto Vizcarra?

Recordemos que Popolizio Bardales fue vicecanciller de PPK (2016 al 2018), luego el canciller de Martín Vizcarra (2018 al 2019), representante permanente del Perú ante las Naciones Unidas (noviembre de 2019 a diciembre de 2021) y luego fue nombrado -por el entonces presidente Pedro Castillo- embajador del Perú en República Checa, cargo que ocupa hasta el momento de redactarse este artículo.

Pero el punto es que, en Cancillería, tal como ocurrió durante las gestiones de los últimos cinco cancilleres, continúa hoy la impunidad, así como la falta de cumplimiento de la idoneidad y la integridad institucionales, especialmente frente al caso Quesada.

Sin embargo, Popolizio, a la luz de las resoluciones del Poder Judicial, tiene mucho que explicar al Estado peruano porque su desempeño está relacionado al escándalo de una conspiración ejecutada desde Torre Tagle contra el entonces embajador Fortunato Quesada, en medio de una trama mediática gatillada desde un programa dominical (17 de junio del 2018) que finalmente no solo atentó contra los derechos humanos y laborales de este diplomático de carrera, sino que también lastimó gravemente la imagen del Perú y el prestigio de la Cancillería.

Ese efecto negativo no se va a limpiar por más que -en la fecha- el Ministerio de Relaciones Exteriores publique el “Comunicado de Prensa N° 007-2024” donde anuncia a los cuatro vientos que “el Palacio de Torre Tagle abrirá sus puertas al público en general”.

¡Plop! Así es, amable lector, eso dice el susodicho comunicado, tal cual lo puede leer usted mismo.

¿Para qué anuncia eso la Cancillería? Pues, nos informan desde adentro, “dizque para mejorar la imagen del Ministerio de Relaciones Exteriores” mediante “las visitas del público” a dicho palacio, “entre las 16:00 y 19:00 horas, durante los sábados y domingos a partir de este sábado 11 de mayo”.

Pero el comunicado abunda en más detalles naif y evidentemente muy básicos como el siguiente párrafo:

“El recorrido por los diferentes ambientes del Palacio contará con el acompañamiento de un guía oficial. La visita es gratuita y contemplará todas las medidas de seguridad”.

Luego dice: “¡Los esperamos!”. Además, remata dicho comunicado con el siguiente galimatías:

“Lo que se conoce, se aprecia. Y si no se aprecia, se protege”.

Señores del Ministerio de Relaciones Exteriores, amable y respetuosamente les digo desde esta columna que así no se mejora la imagen de una entidad tan importante como la Cancillería.  Es decir, la buena reputación y el prestigio de una institución no se gana simplemente con visitas guiadas entre los muros de un palacio, sino que se consigue con transparencia y con la apertura de los procesos administrativos que faltan realizar, sobre todo en el caso del complot contra el embajador Fortunato Quesada, donde tiene mucho que explicar el actual embajador del Perú en República Checa, Néstor Popolizio Bardales.

Pero, adicionalmente al tema del complot, donde hay pruebas irrefutables que obran en poder de la propia Cancillería, lo mejor para la buena marcha de Torre Tagle está en facilitar y permitir a los entes de control del Estado evaluar el rol desempeñado por Néstor Popolizio y abrir un proceso disciplinario acerca de los antecedentes de su resolución administrativa del 28 de diciembre del 2018, con la cual se perpetró una injusticia en el denominado caso Fortunato Quesada.

En puridad, si vía un complot el 2018 se procesó administrativamente y sancionó a la velocidad de un rayo, en apenas 10 días, a un diplomático de carrera como Quesada, hoy la procuraduría del Ministerio de Relaciones Exteriores, por coherencia y equilibrio, ante las dos sentencias del Poder Judicial que anularon la resolución de Popolizio, ¿no debería de actuar abriéndole proceso administrativo al referido excanciller, en defensa de la institución e incluso cuando hay pruebas irrefutables en poder del propio Ministerio de Relaciones Exteriores?

No obstante, ahora se suma otro hecho concreto más y es que los órganos de control y de ética pública de la propia Cancillería, deberán investigar si Néstor Popolizio también estaría incurso en un supuesto caso de tráfico de influencias, nepotismo o favoritismo en provecho de su hermano Edgardo Popolizio Bardales.

Esa pendiente investigación de oficio deberá esclarecer ante el Estado y la opinión pública si las relaciones laborales, los contratos y los nombramientos se dieron de acuerdo a ley o no, pues Néstor Popolizio tiene un hermano en el servicio técnico-administrativo del Consulado General del Perú en Hartford (Connecticut, EE.UU.), debiendo ventilarse las conexiones funcionales que pudo haber entre ambos cuando el primero de los nombrados ocupó el cargo de vicecanciller, luego el puesto de canciller, posteriormente fue representante permanente de las Naciones Unidas, con sede en Nueva York, sin abundar en que hoy es embajador del Perú en Praga y amén de que su hermano Edgardo habría ingresado al servicio administrativo durante la gestión del entonces canciller “Joselo” García Belaunde, allá por el año 2009.

¿Argolla, vara o tarjetazo? ¿La ley lo permite o no lo acepta, estimado canciller Javier González Olaechea? ¿Popolizio es intocable? ¿No le hacen nada por ser un excanciller o porque no se quiere agitar las aguas dentro de Torre Tagle pese a la sentencia de primera instancia del Poder Judicial que anuló su resolución administrativa en setiembre del 2023 y la sentencia de segunda instancia que ratificó la nulidad de dicha resolución en marzo del 2024?

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El ritmo de las Aserejé

Esto es una especie de exorcismo.

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Por Hélard Fuentes Pastor

Tenía 11 o 12 años cuando la escuché por primera vez y 17 o 18 cuando la bailé en una fiesta. Era una canción «pegajosa», con el estribillo cacofónico y varios galimatías que cerca de una década permitieron la especulación, la sugestión, sobre todo cuando las chicas la tarareaban hasta quedar roncas en la discoteca: «Aserejé, ja, de jé, dejebe tu de jebere sebiunouba majavi an de bugui an de güididípi…». Entonces, nuestros padres dedicaron largos sermones cuestionando, criminalizando, satanizando esa letra. Los mayores deben recordarlo bien. Se dijo que es satánica, una suerte de quija, o, de forma más enfática, que Diego, el personaje principal del tema musical, representaba al diablo.

En poco tiempo, Aserejé se popularizó en el mundo y a pesar de que sus intérpretes eran españolas, tuvo especial repercusión en países como el nuestro y Latinoamérica. No en vano, Pedro Salinas en su libro: Estamos jodidos (2005), refiere que tanto la Macarena como Aserejé son canciones que se han escuchado hasta el hastío. De allí que haya concentrado la atención de mi generación para el disfrute y la de mis padres para la crítica, la aversión. Los ingenuos, los fanáticos religiosos, los ortodoxos y los conspiracionistas creyeron que era un ritmo satánico, más específicamente un ritual demoníaco, la proclama del hereje por influencia directa de Satanás. ¡Cuánta ignorancia!

El tema musical se puso de moda en Perú durante mi adolescencia tardía. ¡Felizmente fue así! Ya que, para un varoncito de 12 o 14 años, bailarla no era reprochable por cuestiones religiosas, sino motivo de señalamiento y burla, porque en la regla, moverse así, cruzando los brazos o agitando las piernas como las chicas Ketchup, era «rarito». Peor aún en una sociedad pacata, profundamente machista que reprochaba a los homosexuales, tal cual se desprende de la crítica que generó una fiesta del productor teatral Alex Otiniano en su discoteca Le Cage de Trujillo, donde convocó a travestis, streapers y lesbianas —para muchos la escoria de la humanidad— que fueron sorprendidos por los efectivos de la Policía bailando el Aserejé. Por esas épocas, este tipo de espectáculos no eran bien vistos; al margen de la moral, el bullicio y del desorden —que es lo razonable—, sencillamente por la presencia de «patos» o «gais» haciendo el trencito o por ser un local «de ambiente».

Inmediatamente, la canción fue asociada a la herejía y se hizo más famosa. Sus detractores la propagaron con su rechazo, siendo anecdótico y hasta chistoso que algunos ciudadanos mexicanos y filipinos desarrollen una interpretación alucinante: «Aserejé» como «ser hereje», «ja» como las siglas de Jehová, «dejebe tu dejebere» como «deja tu ser». Los peruanos se lo creyeron. En realidad, muchos en el mundo pensaron que Las Ketchup eran satánicas. Esa fama escaló hasta la política, una muestra palpitante es la caricatura de Carlín —Carlos Tovar Samanéz (2004)— que hizo sátira del fujimorismo alterando algunas frases de la letra original: «aserejé, ja, jode, tu jefe japoné me dejo, soñé, gamboua, Martachabi an Salgado an de fujidipí».

La composición despertó varias teorías y las iglesias prohibieron a sus feligreses cantarla, incluso varios colegios en el mundo. Pero, tras un inusitado éxito desde el año 2002, sobrevino una cacería de brujas. Lo recuerdo bien. Padres de familia y profesores pegando un grito en el cielo, si escuchaban a un estudiante cantar aquel trabalenguas. Imagínense a las mamás diciendo a sus hijos que esa canción tiene partes satánicas, porque todo lo que no comprendemos, siendo adultos, lo asociamos a un prejuicio doctrinal: «Es de Lúcifer, del Diablo». Los niños, ni idea. No lo pensaron; sin embargo, cuando nuestros papás lo dijeron, quedamos sorprendidos. Yo no lo podía creer. Ahora, no concibo que por tantos años hayan pensado eso, peor aún me dejé convencer, sin criterio alguno, de ese mensaje oculto con alabanzas a Satanás.

Dicen que la realidad supera la ficción. Así fue. Lo que parecía cosa de Lúcifer, en realidad era de las drogas, pues según su compositor, Manuel «Queco» Ruiz, la canción habla de un chico afrogitano rasta de nombre Diego, que, bajo los efectos de un estupefaciente, intentó cantar Rapper’s Delight —un clásico norteamericano—, pero sólo pudo canturrear el estribillo de Aserejé. Lo cierto es que no tenía nada que ver con el diablo y Las Ketchup no habían sido tan satánicas como se pensó. A decir verdad, los de mi generación, es decir, los millennials, además de los X y los baby boomer, les debemos una disculpa por demonizarlas.

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“Chabuca” y “canto de dolor, no repitan la canción”

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La exhibición de la película “Chabuca” ha desatado severas controversias e inquietudes y un afán de los espectadores/lectores por conocer la verdad. El libro de Álex Brocca (AB) rebota por los WhatsApp y los piratas lo venden en las calles casi al mismo precio con el que fue lanzando en 1999 a 10 soles, convirtiéndose en un best sellers de baja intensidad, cosa curiosa en nuestro medio donde cada día se lee menos o no se lee nada.

En “Chabuca”, Ernesto Pimentel y la productora Tondero se han encargado de convertir a su personaje en un héroe o heroína que vence a la pobreza, acaba con la envidia, y doblega a la enfermedad, hasta logra constituir una familia y tener un hijo. Todo muy funcional a la medida de los coachs de moda y los libros de autoayuda. Mientras la contraparte o el malo de la película, en la realidad, muere en un hospital para pobres, solo y abandonado. Y encima muchos de los reportajes televisivos o impresos hechos sobre sus denuncias, han sido borrados de un brochazo para beneficiar la “verdad” retiniana que nos quieren hacer creer.

Asimismo, en la película “Chabuca”, Brocca es mostrado como un vividor violento que solo sabe pedir plata y aprovecharse del éxito de su pareja. En “Canto de dolor”, Hernán Pretel (Pimentel) es el tipo desaseado, sucio, que se acuesta con todo del mundo sin protección y cuya angurria por él éxito hace que convierta a AB en casi un esclavo o “sirviente”. Y aunque Brocca confiesa que golpeaba a Pimentel, es este último quien le rompe la nariz, hecho que sale en la película, pero esa fue la razón por la que AB le reclama dinero para la operación y no antes. Además, Brocca da a entender que Pimentel es el que tenía más avanzado el VIH.

El director de teatro y amigo Richard Torres, quien también ha dirigido a Pimentel en una obra de teatro, ha recibido la propuesta de filmar la otra versión de “Chabuca”, la que sería la película de AB contada de primera mano. Conozco a Richard y sabemos de su talento y su calidad de persona y creemos que lo correcto sería que “Chabuca” tenga su secuela en una película que sin ambages contará ese tiempo. Ah, por cierto, he dicho públicamente que apoyaría la construcción del guion.

(Columna publicada en Diario UNO)

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¿Existe la lucha de clases o es una ficción de sociólogos?

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Por Tino Santander Joo

En un artículo anterior expliqué que el acierto histórico de Marx fue señalar que: “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”; y que estas se habían transformado con la evolución del capitalismo, las revoluciones científicas y tecnológicas que modifican permanentemente las relaciones sociales y las fuerzas productivas en el mundo.

Adán Smith afirmaba: “Los salarios corrientes del trabajo dependen del contrato establecido entre dos partes cuyos intereses no son, en modo alguno, idénticos. Los trabajadores desean obtener lo máximo posible, los patronos dar lo mínimo. Los primeros se unen para elevarlos, los segundos para rebajarlos.”. Estas son las ideas que Marx tomó para fundamentar su tesis sobre la lucha de clases.  Los “marxistas revolucionarios” dogmatizaron y mitificaron el concepto de la lucha de clases hasta convertirlo en irrelevante políticamente.

El sociólogo alemán Max Weber, analiza las características de las clases sociales; aceptaba la lucha de clases, pero, señalaba que la división marxista entre oprimidos y opresores basados en criterios económicos era muy simplista, porque, no incorporaba el factor religioso, cultural, ético, y la búsqueda de prestigio y poder de los individuos.

El sociólogo Francés Pierre Bourdieu, señala que la lucha de clases tiene un doble sentido en las relaciones de poder: primero es una lucha económica por recursos y segundo una lucha por el poder simbólico, es decir, las clases sociales buscan la hegemonía de sus formas de pensar, sentir, y actuar. En el capitalismo contemporáneo la lucha de clases es cotidiana y competitiva. Esta competencia se convierte en lucha revolucionaria, porque los sectores populares tratan de apropiarse de los valores y símbolos de la clase dominante y tienen como  estrategia  la educación: “La entrada en la carrera y en la competencia por la titulación académica de fracciones que hasta entonces han utilizado poco la escuela… llegando a ser así la titulación académica y el sistema escolar que la otorga una de las apuestas privilegiadas de una competencia entre las clases que genera un aumento general y continuo de la demanda de educación, y una inflación de las titulaciones académicas”.

El socialdemócrata Tomas Pikkety, señala que el motor de la historia no es la lucha de clases, sino, la lucha ideológica y política, porque cada época tiene una ideología dominante. Pikkety propone que: “…la redistribución moderna, no consiste en transferir las riquezas de los ricos a los pobres… reside, en cambio, en financiar servicios públicos e ingresos de reposición más o menos iguales para todos, pero sobre todo en el ámbito de la educación, la salud, y las jubilaciones”.

La lucha de clases no es una ficción de sociólogos o ideólogos extraviados, es una realidad cotidiana que moviliza la ansiedad por el estatus y la creación de riqueza. La revolución social, no es una utopía de politicastros; surge como una necesidad de libertad contra la opresión del Estado que representa intereses monopólicos y mafiosos en el Perú. Solo la revolución social podrá instaurar el verdadero Estado de derecho que afirme la libertad y la búsqueda de la felicidad como objetivo individual. 

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Opinión

La poesía asertiva de Luis Díaz Cornejo

Lee la columna de Márlet Ríos

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Por Márlet Ríos

Ha aparecido entre nosotros Momentos mágicos (Metanoia Editores, 2024), segundo libro del poeta y docente Luis Díaz. El primero fue Vórtice y salida (2020). En plena época posmoderna, dominada por la desesperanza y la angustia, es necesaria la poesía que enarbola la parresía y la asertividad como virtudes, para acercarnos al otro sin un despliegue de violencia simbólica (o poder). Como señala el gran poeta norteamericano Lawrence Ferlinghetti, en “Manifiesto populista”, es “tiempo de comunicarse con todos los seres sensibles”. Por consiguiente, se trata de poemas muy lejos de la pretenciosidad que domina a la última poesía peruana.

La gran mayoría de los poemas que conforman Momentos mágicos tienen como objeto poético a la mujer deseada e idealizada. No obstante, el principio del placer y el erotismo pleno están esbozados en poemas como “Los amantes” (no le pueden llamar amor al amor) y “Lo nuestro” (nuestras manos en la piel dibujan cartas náuticas). El primero nos remite, inevitablemente, a la pareja de amantes de El último tango en París. Por otra parte, la suprema claridad y el subjetivismo afirmativo van de la mano en “Mañana poética”:

Nadie ama tanto la lluvia como yo,

nadie la espera pacientemente

con fe inquebrantable,

porque sus gotas le resultan a mi corazón

un bálsamo, una medicina, frescura

y a mi ser interior le es

renuevo y purificación.

El libro está soberbiamente editado y tiene el prólogo del gran poeta piurano Marco Martos. Como dijo una vez el inolvidable Antonio Cisneros: “El poema es lo único que puede transmitir lo inefable”. Luis Díaz transita por el difícil camino de la poesía y se aleja de lo pretencioso y fútil. Enhorabuena. Hacemos votos para que el lampo lo acompañe siempre.

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Opinión

De la Salsa al Reggaetón

Los recordados salsódromos y la degradación en la producción musical.

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Ni bien terminé de escuchar “Juana Peña”, me pregunté ¿Qué sucedió con la salsa?

—Hoy que todo es reggaetón, no tengo la más mínima duda de que se viene el fin del mundo—. ¿En qué momento nació esa distorsión diabólica? Tengo entendido que surgió en los barrios pobres de Puerto Rico ¿Cómo entender que la “Isla del encanto”, gran productora de salsa, ¿haya pasado a exportar lo inaudible?  

El sufrimiento que nos genera el reggaetón, ni siquiera se compara al disgusto que sufríamos a finales de los ochentas, cuando surgió la denominada salsa sensual y/o de salón. Los amantes de la salsa dura, antológica y de ‘barrunto’, irrumpíamos en los templos donde retumbaban el mambo, la guajira, la rumba, el boogaloo, el son cubano, el guaguancó y la guaracha.

Los Salsodromos en los 70s y 80s fueron todo un auge y albergaban a los amantes de la salsa, —esa de antaño y que nunca pasará de moda—.

Cómo olvidar a los legendarios: “Palacio de la Salsa”; “El Bertolotto”; La primera “Máquina del Sabor” de la avenida Arriola; “La Máquina 2” de La Herradura, —donde en 1930 funcionaba el Club Palm Beach —; “La Máquina 3” (la más fulera), de la avenida Venezuela.

“El Canta América” de la playa Agua Dulce; “La Sociedad de Cañete” en La Victoria; “La Furia Chalaca” en el Callao; el “Latin Brothers” de Lince; el “Soy Calidad” en el Rímac; “La Isla del Paraíso”; “El Salonazo” en Surquillo; “El Corso Latin Show” del jirón Cañete; “El Palacio Latino”, al costado del cine Tauro; “El Paraíso del Ritmo” de la avenida Alfonso Ugarte y “El Eco Latino” en la cdra. 14 de Manco Cápac.

Luego surgieron “La Descarga en el Barrio” de los hermanos Córdoba, y “Rumba Caliente” de Aldo Alarcón en Breña; “El Timbalero” en La Victoria, clausurado en 2011 debido a las riñas de los ‘faites’ y que dejaron un saldo de dos ‘fríos’. Actualmente, ese lugar se llama “La Casa de la Salsa”.

Posteriormente, “El Cohíba” en la avenida del Ejército, se erigió como un notable templo de salsa cubana y luego surgieron “El Kimbara” en La Victoria, “El Karamba” en Independencia y una chistosada llamada “El Tumbao”, en La Victoria y con sede incluida en Miraflores.

(Columna publicada en Diario UNO)

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